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Tradimoda Lefevacante – BLOG DE DEFENSA CATOLICA AD INTRA.

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¿Los católicos estamos obligados a prestar asentimiento únicamente al Magisterio
extraordinario de la Iglesia (definiciones ex cathedra de los Sumos Pontífices y
Concilios ecuménicos dogmáticos) o también al Magisterio ordinario?
Muchos tradicionalistas justifican su rechazo al Magisterio del Concilio Vaticano II y
al Magisterio posterior diciendo que: “Como no es Magisterio extraordinario
[dogmático] uno puede rechazarlo y/o criticarlo si no está de acuerdo con él”. Este
modo de pensar se aleja bastante del sentir universal de la Iglesia y del Magisterio
eclesiástico, pues todos los fieles de todos los tiempos han dado su asentimiento a
todo lo que el Magisterio ordinario ha enseñado en sus documentos.
A lo largo de la historia de la Iglesia se ha ejercido en pocas ocasiones el Magisterio
extraordinario (por eso se llama “extraordinario”), y si el Magisterio ordinario puede
ser rechazado a voluntad por no ser extraordinario, entonces los católicos
solamente tendríamos que basarnos en los muy pocos documentos magisteriales
en donde se ha ejercido dicho Magisterio extraordinario, limitando así toda la
enseñanza de la Iglesia.
Las cosas no son así, pues lo único que la Iglesia dice que no es obligatorio seguir
son las revelaciones privadas (aun las aprobadas), no el Magisterio eclesiástico, ya
que este último es uno de los tres pilares de la Iglesia (Biblia, Tradición y Magisterio).
Sin embargo, curiosamente, varios tradicionalistas hacen lo contrario, es decir, le
dan más peso a las revelaciones privadas (y algunas no aprobadas por la Iglesia)
que al mismo Magisterio ordinario, ¿qué actitud es esta?
Los fieles estamos obligados a dar nuestro asentimiento a todos los documentos
del Magisterio sin excepción, ya sea ordinario o extraordinario, pero el asentimiento
que les debemos no es el mismo, pues mientras al Magisterio extraordinario le
debemos una total sumisión de la fe, al Magisterio ordinario, en cambio, le debemos
un asentimiento de la voluntad y del entendimiento.
Para demostrar que el Magisterio ordinario (no dogmático) debe ser observado,
respetado y aceptado por todos los fieles conoceremos lo que el mismo Magisterio
eclesiástico ha enseñado y afirmado al respecto.
En efecto, esto enseñó el beato Papa Pío IX sobre la adhesión que necesariamente
los fieles debemos al Magisterio ordinario en contra de aquellos católicos
“selectivos”:
“Confiados demasiado en las fuerzas del ingenio humano, no temieron, ante los
peligros del error... traspasar la obediencia debida al magisterio de la Iglesia,
divinamente instituido para guardar la integridad de toda la verdad revelada. De
donde ha resultado que esos católicos, míseramente engañados, llegan a estar
frecuentemente de acuerdo hasta con quienes claman y chillan contra contra los
decretos de esta Sede Apostólica y de nuestras Congregaciones..., y se exponen al
peligro de romper aquellos sagrados lazos de la obediencia con que por voluntad
de Dios están ligados a esta misma Sede Apostólica que fue constituida por Dios
mismo maestra y garante de la verdad. ...
... Por esa falsa opinión, se pone en duda la autoridad de la misma Iglesia”.
(Pío IX. Carta “Tuas libenter”. Año 1863. DH, 2875-2876).
Y más adelante, en esa misma carta, Pío IX afirma que la sujeción al Magisterio...:
“No habría, sin embargo, que limitarla a las materias que han sido definidas por
decretos expresos de los Concilios ecuménicos o de los Romanos Pontífices y de
esta Sede, sino que habría también que extenderse a las que se enseñan como
divinamente reveladas por el magisterio ordinario de toda la Iglesia extendida por el
orbe... como pertenecientes a la fe. ...
... No es bastante para los sabios católicos aceptar y reverenciar los predichos
dogmas de la Iglesia, sino que es menester también que se sometan a las
decisiones que, pertenecientes a la doctrina, emanan de las Congregaciones
pontificias”.
(Íbid, 2879-2880).
Y el mismo Pío IX condenó en su sílabo como errónea la siguiente proposición:
“22. La obligación que liga totalmente a los maestros y escritores católicos, se limita
sólo a aquellos puntos que han sido propuestos por el juicio infalible de la Iglesia
como dogmas de fe que todos han de creer”.
(Pío IX. “Syllabus errorum complectens praecipuos nostrae aetatis errores”. Año
1864. DH, 2922).
El Papa León XIII también habló de la necesidad de adherirse al Magisterio de la
Iglesia aunque éste no fuera extraordinario cuando dijo lo siguiente del Magisterio
[ordinario]:
“Instituyó Jesucristo en la Iglesia un magisterio vivo, auténtico y juntamente
perenne, al que dotó de su propia autoridad, le proveyó del Espíritu de la verdad, lo
confirmó con milagros y quiso y severísimamente mandó que sus enseñanzas
fueran recibidas como suyas.
Cuantas veces declare la palabra de ese magisterio... cada cual debe creer con
certidumbre que eso es verdad; pues si en cierto modo pudiera ser falso, se seguiría
de ello, lo cual es evidentemente absurdo, que Dios mismo sería el autor del error”.
(León XIII. Encíclica “Satis cognitum”. Año 1896. DH, 3305).
Pío XII fue más explícito al respecto cuando afirmó lo siguiente:
“Tampoco ha de pensarse que no exige de suyo asentimiento lo que en las
encíclicas se expone, por el hecho de que en ellas no ejercen los Pontífices la
suprema potestad de su magisterio; puesto que estas cosas se enseñan por el
magisterio ordinario, al que también se aplica lo de «quien a ustedes oye, a mí me
oye» [Lc 10,16], y las más de las veces, lo que en las encíclicas se propone y se
inculca, pertenece ya por otros conceptos a la doctrina católica”.
(Pío XII. Encíclica “Humani generis”. Año 1950. DH, 3885).
Esta misma doctrina fue sostenida y enseñada por el Concilio Vaticano II:
“Los fieles, por su parte, deben adherirse a la decisión que sobre una materia de fe
y costumbres ha tomado su obispo en nombre de Cristo y aceptarla con espíritu de
obediencia religiosa. Hay que prestar de manera particular esta obediencia religiosa
de voluntad y de inteligencia al magisterio auténtico del Romano Pontífice, incluso
cuando no habla ex cathedra, de tal manera que se reconozca con respeto su
magisterio supremo y se acepten con sinceridad sus opiniones según la intención y
el deseo expresado por él mismo”.
(Concilio Vaticano II. Const. Dogm. “Lumen Gentium”, 25. Año 1965).
Y por último, esto afirma el Derecho Canónico de san Juan Pablo II publicado en
1983:
“Se ha de prestar un asentimiento religioso del entendimiento y de la voluntad, sin
que llegue a ser de fe, a la doctrina que el Sumo Pontífice o el Colegio de los
Obispos, en el ejercicio de su magisterio auténtico, enseñan acerca de la fe y de las
costumbres, aunque no sea su intención proclamarla con un acto decisorio; por
tanto, los fieles cuiden de evitar todo lo que no sea congruente con la misma” (CIC
can. 752).
Y también:
“Todos los fieles están obligados a observar las constituciones y decretos
promulgados por la legítima autoridad de la Iglesia para proponer la doctrina y
rechazar las opiniones erróneas, y de manera especial las que promulga el Romano
Pontífice o el Colegio de los Obispos” (Íbid, 754).
Por lo tanto, todos los fieles estamos obligados a adherirnos a las enseñanzas del
Magisterio eclesiástico, tanto ordinario como extraordinario, cada uno con su debido
asentimiento, de modo que ni los tradicionalistas radicales ni nadie tenemos excusa
ni justificación para desobedecer o rechazar el Magisterio ordinario.

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