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El mundo homérico
No olvidemos, tampoco, que la Ilíada se abre con la humillación de Crises por parte de
Agamenón. Aquél quería rescatar a su hija y éste, pese a la opinión favorable de los
guerreros griegos, lo humilla y dice al desgraciado padre que a su hija “le espera la
vejez dentro de mis dominios”. Apolo, irritado con el desprecio al anciano padre, causa
enormes estragos entre los griegos. Agamenón, devuelve a la hija de Crises, pero a
cambio toma la esclava de Aquiles, causando la retirada la y furia de éste, con todos los
males que acarrea ello al ejército griego. El discurso que acabamos de leer de Tersites se
parece mucho al del Aquiles humillado (I, 225-245). En general toda la Ilíada nos
muestra el carácter inhabitable del mundo de los héroes. Dos rasgos recogidos por
Mario Vegetti4 nos parecen básicos para perfilarlos:
1. Gobiernan una ciudad de reducido tamaño sin más instituciones que el dominio
corporal y simbólico. El ejército griego que sitia Troya no es ni tan siquiera
capaz de unificar los diferentes linajes ligados a territorios dispersos. En el
combate, en varias ocasiones, la obediencia familiar se superpone y contradice la
militar. El conflicto entre Aquiles y Agamenón ejemplifica bien la inestable
legitimidad de la unificación militar griega.
2. Tal lucha permanente por el honor, legitimada por un comportamiento a la
medida del status –es lo que Tersites y antes que él Aquiles, reprochan a
Agamenon: no merece su status-, vuelve a los héroes completamente vulnerables
ante cada escena, siempre lugar posible de un cuestionamiento y de una
confrontación de la que podrían salir perdedores. Y de ese modo, perder su
fama. Un héroe siempre necesita destruir a otro: entre el honor de los héroes se
da una relación de suma cero. Los nobles tienen que rivalizar en excelencia: sólo
así los nobles acceden a la doxa, a la reputación. Teognis de Megara y Píndaro,
poetas defensores de los valores de la aristocracia, señalan que la nobleza es un
puro asunto de sangre. No la pueden lograr los villanos. Sólo los nobles son
dignos de formación, el resto recibirán una enseñanza artificial que les dará una
excelencia aparente pero no de fondo. Píndaro distingue entre didaskein
(enseñanza que puede inculcarse a todo individuo sea cual sea su naturaleza) y
manthanein (comprensión surgida de un proceso de maduración): esta última no
surge de una educación intelectual sino de una disciplina, de un hábito que se
adquiere en contacto con los nobles. Ese hábito se llama pudor (aidôs) y tiene la
forma de la interiorización de la mirada de los otros. En esta época ethos se
distingue poco de physis, o incluso de términos como impulso natural, etc. La
nobleza se demuestra por valor físico y sabiduría instintiva.5
En cualquier caso, como bien muestra Vegetti, este universo aristocrático dotará de
ciertos rasgos a la ética posterior, sobre todo, a su elaboración aristotélica: Aristóteles
retendrá tres ideas de la ética arcaica y nobiliaria:
1) Importancia de la educación en la formación de la excelencia
4
Mario Vegetti, La ética de los antiguos, op. cit., pp. 45-49.
5
Solange Vergnières, Éthique et politique chez Aristote. Physis, Êthos, Nomos, París, PUF, 1995, p. 34.
2) Trascendencia del acto para definir la verdadera acción moral: ésta nunca puede
probarse en la convicción íntima, sino que tiene que materializarse en el mundo
empírico.
3) Y, relacionado con lo anterior, la visibilidad de la acción moral.
6
Cornelius Castoriadis, Lo que hace a Grecia. 1. De Homero a Heráclito. Seminarios 1982-1983, Buenos
Aires, FCE, 2006, p. 141.
relación con Paris (a quien desprecia por su cobardía pero con quien se acuesta) y el
cariño a Héctor y su tristeza por el destino de Troya. Aquiles, otro personaje trágico,
acaba su periplo llorando la muerte de su enemigo Héctor y recibiendo a Príamo, rey de
Troya y padre del fallecido, en su tienda. Según Castoriadis, la objetividad es la
“primera cereza de la cesta”. Tras ella nos esperan la historia, la etnografía y, cómo no,
la democracia. Solo existe historia cuando otros nos interesan y cuando creemos poder
aprender de ellos. Y solo existe política, esto es, un espacio público abierto a la opinión
ajena, cuando tenemos dudas sobre nuestros propios criterios. La objetividad, entonces
y ahora, surge no de una posición privilegiada que funcionaría como un espejo de la
realidad, sino del balance, siempre precario, de las visiones contrastadas y de la
esperanza de que en el diálogo puede alcanzarse algo mejor. Ese espacio público
aparece en la Ilíada (IX (30-35) y ya cortocircuita las relaciones de poder cotidianas, si
non Tersites, al menos en las relaciones entre los nobles. En la asamblea griega,
Diomedes responde así al rey Agamenón:
¿Por qué te informas de mi raza […]? Los hombres somos cual las hojas. El viento las
esparce por la tierra y la floresta hace germinar otras, y las primaveras se suceden. Así
nace y perece toda generación de hombres (Ilíada, VII, 145-150).
9
Juan Pedro García del Campo y Manuel Montalbán García, Atlas histórico de la filosofía (del mundo
griego a la Ilustración), Madrid, Tierradenadie ediciones, 2008, p. 20.
10
C. M. Bowra, La Atenas de Pericles, Madrid, Alianza, 1970, p. 18.
vida intelectual de los otros reinos. Tras la conquista del conjunto de China por el
Estado de Ch’in, en el 213 a.C., se produjo la liquidación del resto de las escuelas
intelectuales mediante la quema de libros. En ese momento, se terminó una de las bases
de la creatividad intelectual, que no es otra que la competencia de escuelas rivales. La
dinastía Han, sucesora de los Ch'in, controló a los intelectuales con mano de hierro y
estos debieron concentrarse en atraer la atención de los públicos políticos. Se inaugura
una producción de ciclo corto –que diría Bourdieu- en la cual la complacencia frente al
contexto limita severamente la creatividad intelectual y cercena la tendencia,
característica de redes exclusivamente intelectuales, a ocuparse de problemas derivados
de la historia interna del campo. Mientras la comunidad griega construyó una cadena
argumentativa de doce generaciones, China se quedó en cuatro.