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Curtius, E. R. (1955); “Héroes y soberanos”, en Literatura Europea y Edad Media Latina.

1. El héroe
El “héroe” es un ideal humano como lo es el santo y el sabio. La idea de héroe corresponde al valor vital
de lo noble. El héroe es el tipo humano ideal que desde el centro de su ser se proyecta hacia lo noble y
hacia la realización de lo noble, esto es, hacia valores vitales “puros”, no técnicos, y cuya virtud
fundamental es la nobleza del cuerpo y del alma. La virtud específicamente heroica es el dominio de sí
mismo; pero la voluntad del héroe ansia ir más allá de esto: aspira al poder, a la responsabilidad, a la
osadía.

Sólo los griegos poseen una epopeya heroica antigua con una visión trágica de la vida.
La poesía heroica griega se distingue de la germana por varios rasgos esenciales. Ante todo, la forma. La
poesía heroica griega era epopeya, esto es, poesía extensa, su recitación exigía varios días. Los germanos
compusieron en el curso de su transmigración poemas heroicos que, como hoy se supone, tenían entre
ochenta y doscientos versos largos. Estos poemas no llegaron a escribirse; a pesar de ello, los
germanistas conocen, según Theodor Frings, treinta canciones del período que va de 400 a 600.

De qué manera se pasó del breve “poema heroico” perdido —por no haberse escrito—· a la “epopeya
heroica” escrita en anglosajón y en alto alemán medio? Gracias sólo al ejemplo de Virgilio, que siguió a
su vez el de Homero. La épica medieval es, pues, secundaria; la griega, primaria. Es un caso peculiar de
dependencia de la cultura moderna de Occidente respecto de la antigua del Mediterráneo. Sólo los
germanistas podrán decirnos cómo fue el primitivo cantar heroico germano.
No procedía —como la llíada— de un concepto de la historia, cosa que hubiera sido imposible por el
solo hecho de la escasa extensión del cantar, y más que nada porque las tribus germanas no se
concebían como unidad, en contraste con los egeos de Homero. Una diferencia más: la poesía heroica
germana es arreligiosa, no está ligada al mundo de los dioses; su vínculo social más vigoroso es el clan.

La antigua epopeya francesa tiene rasgos enteramente distintos de la germana; está determinada por
ideales nacionales, dinásticos y eclesiásticos. Roldán muere por la “dulce Francia”, por el cristianismo,
por Carlomagno.

En Los trabajos y los días de Hesíodo tenemos el testimonio poético más antiguo del culto griego a los
héroes, que proviene del culto a los muertos y se remonta a la época micénica. Pero ya en Hesíodo ese
culto a los héroes se ve transformado por la presencia de ciertas ideas míticas. Según la antigua
concepción religiosa, el héroe actúa desde el sepulcro; su poder va vinculado a sus huesos, que por eso
se trasladan de un lugar a otro, como las reliquias de los mártires durante la Edad Media.

Pero los poemas homéricos fueron obra de emigrantes jonios que se vieron forzados a abandonar el
culto de los sepulcros al no poder llevar consigo las tumbas de sus antepasados. Hubo en consecuencia
un debilitamiento de este importante aspecto de la religión; sumándose falta de tradiciones de la vida
de las colonias, donde cada cual forjaba su propio destino, dejando el campo abierto a la corriente
griega de independencia personal y de racionalismo.
A este fenómeno corresponde también el debilitamiento de la fe en la existencia del alma y en la
inmortalidad. La vieja fe en la inmortalidad es “heroización”; su debilitamiento en Homero trajo como
resultado una intervención más activa de los dioses en la vida humana, para reemplazar la intervención
de los muertos. Tal es el origen del “aparato de dioses” en la épica.
2. Los héroes homéricos
La cólera de Aquiles es el punto de arranque de la fábula épica de la Ilíada. Sin un héroe encolerizado
(Aquiles, Roldán, el Cid) o una divinidad colérica (Poseidón en la Odisea, Juno en la Eneida) no hay
epopeya.
Homero retrata a Aquiles con arte muy meditado; Aquiles no sólo es colérico, sino irreflexivo, de modo
que Odiseo tiene que impedir que tome medidas militares precipitadas y Patroclo, guerrero de mayor
edad que él, debe guiarlo con prudentes consejos; por la misma razón le han dado un preceptor, el
anciano Fénix.
Aquiles es el más grande de los guerreros egeos, y su destino es trágico: está condenado —y él lo sabe—
a muerte temprana. Sin embargo, Aquiles no es para Homero una figura ideal; el poeta desaprueba,
entre otras cosas, la profanación del cadáver de Héctor. Aquiles ha recibido el don divino del vigor
corporal, pero el verdadero héroe posee además la sabiduría, encarnada en Néstor. A pesar de su
avanzada edad, Néstor es un personaje imprescindible en la guerra, porque no sólo sabe dar magníficos
consejos a los caudillos, sino también disponer a sus soldados guiándose por viejos métodos eficaces.
Esa sabiduría, producto de la experiencia, sólo la posee el anciano; los jóvenes son poco prudentes.
También Odiseo, el astuto, es más viejo que Aquiles, y su cordura lo hace semejante a Zeus.

Homero opina que el equilibrio de fuerza y entendimiento es la suma de las virtudes guerreras. Al
mismo soldado común se le exige “conocimiento bélico, pericia en su oficio. Pero los capitanes deben
unir, en grado mucho más elevado, la cordura a la valentía. Rara vez ambas coinciden. Agamenón se
deja deslumbrar a veces por los impulsos de la pasión. Sólo en Odiseo parecen estar equilibrados el
valor heroico, el talento guerrero y la cordura. El mismo Héctor es buen guerrero, pero no sabe dar
consejos.

El héroe es, como sabio y como guerrero, un tipo básico de la antropología homérica. La fusión de valor
y sabiduría adopta, como vimos, dos formas fundamentales: en el nivel superior aparece como “virtud
heroica”, en el inferior, como “virtud marcial”. Esta última tiene a su vez tres formas distintas: 1)
conocimiento del arte militar; 2) destreza en el combate y en el consejo de guerra; 3) pericia en una
arma determinada.
En la “virtud heroica”, el elemento espiritual aparece 1 ) como sabiduría experimentada de los ancianos
(Néstor); 2) como sabiduría del hombre maduro (Odiseo); 3) como elocuencia (Néstor y Odiseo); además
—programa ideal y última expresión— 4) la facultad de ser “elocuente en los dichos y pronto en los
hechos”; Fénix tiene la misión de enseñar a Aquiles ambas virtudes. En el ideal heroico griego la
elocuencia y la sabiduría van íntimamente ligadas; son dos aspectos de una misma cosa.

3. Virgilio
La epopeya virgiliana, meditada y extraordinariamente consciente y compleja, depende en muchos
sentidos de Homero; sin embargo, Virgilio no pudo menos que reflejar los ideales de una época del todo
distinta. Esta tensión interna puede percibirse a menudo en la Eneida. En Virgilio influye hondamente el
espíritu de la pax Augusta y de sus ideales morales. Júpiter predice que Augusto pondrá término a la
guerra civil de cien años, y anuncia el final de todas las guerras.
Este clima cultural no daba cabida a los ideales heroicos en el sentido antiguo; Virgilio encarnó en su
Eneida un nuevo ideal heroico, fundado en la virtud moral; aunque no por eso deja de ser Eneas un
buen guerrero. la virtud moral (iustitia, pietas) sustituye en Eneas a la “sabiduría”, y crea, junto con la
destreza en las armas, un equilibrio al parecer sin conflictos. Eneas nunca quiere la guerra; la guerra es
para el poeta algo horroroso.

Virgilio comienza por describir la guerra desde el punto de vista de los vencidos, expresando todo el
horror de la caída de Troya. Deja hasta el libro décimo la lucha decisiva entre los troyanos y los latinos. El
capitán de los latinos es Turno, el único héroe “homérico” de la obra, conscientemente contrapuesto al
nuevo ideal (Eneas) como representante del ideal antiguo. Eneas, por su parte, no es en modo alguno
una figura sin tachas. En la caída de Troya se comporta como un hombre cegado por la cólera y echa
mano a las armas como un loco. Muchos criticarán a Eneas una falta de vida; pero no él, sino el destino
de Roma, es el gran tema de la Eneida.

4. Antigüedad tardía y Edad Media


Dares y Dictis introducen una novedad: convierten la epopeya en novela en prosa. Una de sus
principales características es la pretensión de ser reales y verídicas y de provenir de los informes de un
testigo ocular. Para el tópico fortitudo et sapientia, Dares y Dictis sirvieron de norma a la Edad Media.
Dictis dice de Aquiles que superó a todos en talento guerrero, pero que su energía era irreflexiva y sus
costumbres demasiado rudas. Según Fulgencio “toda perfección consiste en vigor corporal y sabiduría”.
De acuerdo teoría de San Isidoro de Sevilla la epopeya: “se llama canto heroico porque relata los hechos
de los hombres valerosos; pues se da el nombre de héroes a los hombres que por su sabiduría y su valor
se hacen merecedores del cielo”. El ideal heroico cristiano del siglo XI hará suyas las palabras de San
Isidoro: también los caballeros que murieron en la lucha contra el infiel, como Roldán y sus compañeros,
son “merecedores del cielo”. En la Canción de Roldán se disolverá nuevamente el trágico dualismo entre
la destreza militar y la prudencia.

5. Panegírico de los soberanos


Después de la era de las guerras civiles, florecen en la pax Augusta las artes pacíficas. La mayor parte de
los emperadores de los dos primeros siglos fueron amigos de la cultura o quisieron parecerlo; muchos
de ellos se dedicaron a actividades literarias, y todos se dejaron ensalzar por los poetas.
Esta transformación cultural da al arcaico dualismo sabiduría- valor una configuración nueva y mucho
más diferenciada. Plinio el Mozo llama felices a quienes realizan acciones dignas de ser cantadas o
escriben obras dignas de ser leídas.
Después de la barbarie del siglo III, la “enorme reacción espiritual del siglo IV” se manifiesta en el hecho
de que, por primera vez desde Constantino, la cultura espiritual haya vuelto a juzgarse cualidad suprema
de los emperadores.
Ausonio se dirige a Graciano con las palabras “eruditísimo emperador” y alaba al soberano porque se
distingue tanto en la guerra como en la palabra, porque reparte su actividad entre las batallas y las
Musas.
Los capitanes y reyes germánicos (vándalos, ostrogodos, visigodos, merovingios, y sobre todo
carolingios) sucedieron, en este sentido como en otros, a los emperadores romanos. También en
Inglaterra encontramos reyes amigos de la cultura, como más tarde en la Sicilia normanda y en las
culturas hispano-musulmana y abasida.

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