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¿Qué entendemos por afectividad? Para los que no lo saben, no se trata solo de un
término asociado a los sentimientos, también engloba las sensaciones. Sin embargo, si
queremos hablar de afectividad humana, es importante destacar la estrecha relación que
existe entre lo sensible y lo intelectual, prueba irrefutable de la unidad entre cuerpo y alma
que dan vida al hombre.
Eventualmente, como toda relación que da inicio bajo términos poco adecuados,
empieza a deteriorarse. Samantha, al no sentirse capaz de darle a Theodore lo que
necesitaba, decide dejarlo. A fin de cuentas, ella es una entidad virtual intangible y puede
estar en todas partes si así lo desea, no podía garantizarle a nuestro protagonista su entera
exclusividad y, al no tener forma física, no era más que una suerte de alma atrapada en una
máquina. Lo que nos lleva a pensar ¿es posible existir más allá de lo tangible? ¿Es
autónoma la racionalidad? Si hablamos de que lo verdaderamente cuenta es lo interior,
Samantha no estaba muy alejada de ser humana, incluso, supo trabajar de mejor manera que
Theodore su afectividad. Tuvo la capacidad de dejarlo ir –diria que siendo consciente- para
no lastimarlo más.
Con este filme me atrevería a decir que Spike Jonze nos invita a realizar un viaje de
reconocimiento a nuestros propios sentimientos y cómo los orientamos. Nos obliga a
cuestionarnos sobre la realidad de los mismos, es una pieza única que –tal vez a los más
introspectivos- nos da la oportunidad de reflexionar sobre el trabajo que le damos a nuestro
amor propio y cómo esto se ve reflejado en las relaciones que mantenemos con el mundo
exterior.
Si bien hoy en día la tecnología nos ayuda a mantenernos “cerca” de nuestros seres
queridos ¿de verdad ejerce una influencia positiva en todas las relaciones que mantenemos
día a día? Como todo, tiene sus pros y sus contras. Es cierto que de un modo nos acerca al
mundo pero al mismo tiempo tiene la capacidad de alejarnos. Nos perdemos a nosotros
mismos tratando de encontrar en una máquina lo que no somos capaces de demostrar a
nuestros semejantes. La sociedad contemporánea está conformada por un gran porcentaje
de personas incapaces de conocer sus emociones y si no las conocemos ¿cómo tendremos la
capacidad de desarrollar sentimientos hacia los demás? Si no existe un cultivo del amor
propio esta capacidad se verá totalmente eclipsada
El constante flirteo que tenemos con la tecnología podría verse como una
proyección de nuestro propio ego donde la fascinación por nosotros mismos nos permite
entregar nuestras emociones sin necesidad de estar presentes. Es así como las redes sociales
y la tecnología hacen las veces de canales de transmisión de enormes cantidades de
“información emocional” que carece de la profundidad que las mismas requieren para ser
desarrolladas.