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Para muchos, uno de los cambios más importantes que se han experimen-
tado en el ámbito de la responsabilidad civil, lo constituye la transición del
principio del acto ilícito basado en la culpa al del hecho dañoso, centrado en
el daño1. El daño se ha convertido pues en el objeto de los más juiciosos estu-
dios de la responsabilidad civil y no pocas veces en tema de controversia, “con-
virtiéndose en el fundamento y el lógico prius de la responsabilidad civil”2.
Para acercarnos a la noción de perjuicio o daño indemnizable es necesa-
rio considerar previamente la diferencia entre bien jurídico y daño propiamente
dicho3. En cabeza de la persona, natural o jurídica, hay un conjunto de bienes
tanto patrimoniales, es decir, susceptible de una valoración económica, como
los derechos reales y los derechos personales, y también los llamados bienes
extrapatrimoniales. Ambos tipos de bienes son susceptibles de sufrir menos-
cabo o daño por la acción u omisión antijurídica imputable a un tercero, en este
caso hablamos de un daño indemnizable o resarcible.
Algunos autores hacen la distinción entre daño y perjuicio. Como vimos
en el derecho romano, en tiempos de la Lex Aquila se hacía una distinción entre
ambos conceptos. Daño era el detrimento causado a la cosa, a un objeto ma-
terial, y perjuicio era el daño que recibía el dueño de la cosa por su destrucción
o deterioro4.
En Colombia, uno de los autores que sostiene la importancia de la distin-
ción entre daño y perjuicio es JUAN CARLOS HENAO quien, apoyado en doctrina
foránea, señala: “Si bien la doctrina no ha profundizado sobre el punto, el
profesor BENOIT aportó algunos elementos que se encargaron de definirlo, al
1
MIGUEL FEDERICO DE LORENZO, El daño injusto en la responsabilidad civil, Alterum non
laedere, Buenos Aires, Abeledo Perrot, 1996, pág. 12.
2
Ibid., págs. 17-21.
3
En un principio no tuvieron el mismo significado: el damnum de la ley Aquilia era el
ataque a la integridad de una cosa. Este ataque era sancionado sin que se averiguara si se causaba
o no un perjuicio al propietario”. HENRI y LÉON MAZEAUD y ANDRÉ TUNC, op. cit., t. I, pág. 293.
4
MAZEAUD y TUNC, t. I, op. cit., pág. 293.
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7
C. de E., Sala de lo Contencioso Administrativo, sent. 11 noviembre 1999, exp. 12.652.
Este criterio fue ratificado por el C. de E., Sección Tercera, sent. 13 abril del 2000, exp. 11.892,
C. P.: Ricardo Hoyos Duque. Con estos fallos se corrigió la posición anterior que había
mantenido la Corporación en la que se sostenía que “en principio no cabe hablar del pretium
doloris por la pérdida de bienes materiales, sino solo por la de los seres queridos”. C. de E.,
Sección Tercera, sent. 28 julio 1987, exp. 4983.
8
Para una ampliación del tema sugerimos cfr. TAMAYO JARAMILLO, Tratado de responsa-
bilidad civil, t. II, op. cit., págs. 440-448.
9
Interés legítimo puede entenderse como derecho subjetivo dentro de corrientes subje-
tivistas o del realismo del derecho.
10
C. de E., Sección Tercera, sent. 21 febrero 1985, exp. 3253, M. P.: Valencia Arango,
actor Joel Flórez Villada.
232 EL DAÑO
11
Citada por HENAO, El daño, op. cit., pág. 94
12
TAMAYO JARAMILLO, Tratado de responsabilidad civil, t. II, op. cit., pág. 452.
13
GUIDO ALPA, Nuevo tratado de la responsabilidad civil (trad. y notas de LEYSSER L.
LEÓN), Lima, Juristas Editores, 2006, pág. 773.
14
EDUARDO ZANNONI, El daño en la responsabilidad civil, 3ª ed., Buenos Aires, Ed. Astrea,
2005, pág. 1.
LA NATURALEZA JURÍDICA DEL DAÑO 233
CELIA WEINGARTEN por su parte nos dice que “El daño se lo ha definido
como la lesión o menoscabo a un interés patrimonial o extrapatrimonial”15;
definición que en lo fundamental coincide con la que adoptamos más adelante
de TAMAYO JARAMILLO.
El tratadista argentino JORGE BUSTAMANTE ALSINA por su parte define el
daño como “un perjuicio ocasionado a un interés privado que tenga relevancia
para el resarcimiento cuando goza de tutela jurídica”16. Esta definición pre-
senta el problema de desconocer el daño a intereses y derechos colectivos, como
el medio ambiente, etc.
Lograr una definición completa de daño escapa a las pretensiones de esta
obra. Las definiciones de la doctrina extranjera reseñadas tampoco resuelven
el problema de fondo, lo que nos lleva a adoptar para efectos prácticos la que el
tratadista colombiano JAVIER TAMAYO JARAMILLO propone, dejando para otra
ocasión un estudio más a fondo de la cuestión:
“Daño civil indemnizable es el menoscabo a las facultades jurídicas que
tiene una persona para disfrutar de un bien patrimonial o extrapatrimonial. Ese
daño es indemnizable cuando en forma ilícita es causado por alguien diferente
a [sic] la víctima”17.
Sección II.—Características del daño resarcible
Puede afirmarse que hay consenso en nuestra jurisprudencia y doctrina
respecto a que el daño resarcible es aquel que reúne las características de ser
cierto, personal e ilícito o antijurídico18. Algunos autores, al hablar de las ca-
racterísticas del daño, señalan como cuarto elemento el que el daño sea subsis-
tente. En ese sentido, BUSTAMANTE ALSINA sostiene que no es suficiente un da-
ño cualquiera para que el autor se vea obligado a repararlo; “este daño debe ser:
cierto, subsistente, personal del reclamante y afectar un interés legítimo del
damnificado. Subsistente significa, que el daño no debe haber desaparecido
en el momento en que debe ser resarcido”19.
15
CELIA WEINGARTEN, Responsabilidad por prestaciones odontológicas, Buenos Aires,
Ed. Astrea, 1997, pág. 157.
16
BUSTAMANTE ALSINA, op. cit., pág. 238.
17
TAMAYO JARAMILLO, Tratado de responsabilidad civil, t. II, op. cit., pág. 327. MARTÍ-
NEZ R AVE, Responsabilidad civil extracontractual, op. cit., pág. 161 define el daño: “Para
nosotros, el daño es la lesión o menoscabo que se ocasiona a un interés, protegido o no por las
normas, como un derecho real o subjetivo. Basta que sea un interés patrimonial del ofendido,
el que se afecte para que exista daño”. Estamos en desacuerdo con esta definición, porque en
su expresión se limita a los daños patrimoniales.
18
ZANNONI, op. cit., págs. 44 y ss., dice que el daño debe tener tres requisitos: la lesión
debe haber afectado un interés propio, ser cierto y tercero subsistente al tiempo del resarci-
miento, es decir que no haya sido reparado ya por el responsable.
19
BUSTAMANTE ALSINA, op. cit., pág. 170.
234 EL DAÑO
20
MARTÍNEZ RAVE, Responsabilidad civil extracontractual, op. cit., págs. 164 y 165.
21
TAMAYO JARAMILLO, Tratado de responsabilidad civil, t. II, op. cit., págs. 336 y 339.
22
MAZEAUD y TUNC, t. I, op. cit., pág. 385.
23
La Corte Suprema sostiene que en los casos de fallecimiento de la víctima, para hacer
la valoración de los perjuicios en favor de quien dependía del causante, en caso de que se ignore
el monto exacto con que la víctima contribuía al sostenimiento de quien dependía de ella,
“puede suplirse con una crítica adecuada de la experticia, o también por presunción judicial
o de hombre que resulta de atender las reglas de la experiencia”. C. S. de J., Sala de Casación
Civil, sent. 119 de 31 julio 2000, exp. 6068.
LA NATURALEZA JURÍDICA DEL DAÑO 235
24
ZANNONI, op. cit., pág. 234.
25
ADRIANO DE CUPIS, El daño. Teoría general de la responsabilidad civil (trad. de la 2ª
edición italiana y estudio preliminar por Ángel Martínez Sarrios), Barcelona, Bosh Casa Edi-
torial, 1970, pág. 323.
236 EL DAÑO
lado, el sentido común, por lo absurdo que fuera rechazar hoy una demanda
que quizá mañana tuviera que admitirse»”26 (sin bastardilla el original).
Un caso típico de daño futuro que frecuentemente llega a los jueces se da
cuando la víctima fallecida estaba en condiciones económicas de ayudar a la
atención de las necesidades de sus parientes cercanos y estos legítimamente
tenían fundadas esperanzas de recibir en el futuro esa ayuda económica. En
un caso la Corte al reflexionar sobre el particular argumentaba que “no es lo
mismo el caso de un niño que fallece, que el de un niño adulto, en relación con
sus padres. En el niño es muy lejana, remota, y por tanto improbable la circuns-
tancia de que él llegue a constituir un factor de ayuda económica para sus padres.
Pero si se trata de una persona mayor, educado y profesional, hay que admitir
que su estado al morir es muy inmediato al de una producción de importancia
y hay motivos que inducen a pensar, con mayor probabilidad de acierto, que
si el hijo no hubiese fallecido, al entrar a producir o aumentar su producción en
oportunidad muy inmediata, habría correspondido al desvelo de sus padres y
al imperativo de las leyes de la sangre, asistiéndolos o ayudándolos económi-
camente”27 (sin bastardilla el original).
Sostiene la Corte Suprema de Justicia que la certeza del daño en los casos
de los hijos menores fallecidos y la hipotética ayuda económica que los padres
hubieren recibido en caso de que estos hubieran alcanzado la edad de producir
ingresos no está sometida a una prueba en las mismas condiciones y con los
requisitos de la prueba del daño actual: “Pero tampoco podría la Corte, en la
preocupación de no sacrificar derechos legítimos en casos como estos, llegar
al extremo de admitir como demostración de daño cierto cualquier construc-
ción basada en conjeturas o hipótesis más o menos razonables, desde un punto
de vista general y humano, pero que en el asunto concreto no tienen relación de
causalidad necesaria o vehemente para ir hasta la conclusión que se pretende”28.
26
C. S. de J., Sala de Casación Civil, sent. 31 marzo 1998, exp. 5023. En el mismo sen-
tido C. S. de J., Sala de Casación Civil, sent. 11 mayo 1976, señaló: “Tanto la jurisprudencia
como la doctrina admiten que el perjuicio debe ser reparado en toda extensión en que sea cierto.
No solo el perjuicio actual es cierto, sino también el perjuicio futuro, pero no lo es el perjuicio
simplemente hipotético. La jurisprudencia califica el perjuicio futuro de cierto y ordena re-
pararlo, cuando su evaluación es inmediatamente posible, al mismo título que el perjuicio
actual. La Corte francesa de casación —dice CHAPUS en su obra citada— se ha esforzado en
ciertas sentencias por enunciar esta doctrina en términos no dudosos y ha declarado que «si
no es posible decretar la reparación de un perjuicio puramente eventual, sucede de otro modo
cuando el perjuicio, aunque futuro, aparece al juez como la prolongación cierta y directa de
un estado de cosas actual que es susceptible de evaluación inmediata»”.
27
C. S. de J., Sala de Negocios Generales, sent. 22 julio 1943, “G. J.”, núm. 1998, pág.
768.
28
C. S. de J., Sala de Negocios Generales, sent. 12 diciembre 1943, “G. J.”, núm. 2001,
pág. 681.
LA NATURALEZA JURÍDICA DEL DAÑO 237
29
TAMAYO JARAMILLO, Tratado de responsabilidad civil, t. II, op. cit., págs. 357-358.
30
Ibid., pág. 357.
31
Ibid., págs. 369-378.
238 EL DAÑO
32
En este sentido, el jurista ANTONIO ALTERINI señala que “el incremento de la nómina de
daños resarcibles implica correlativamente la ampliación de la legitimación activa y de la
pasiva”. ALTERINI y LÓPEZ CABANA, op. cit., pág. 356.
33
MAZEAUD y TUNC, t. I, op. cit., pág. 385.
34
HENAO, El daño, op. cit., pág. 103.
LA NATURALEZA JURÍDICA DEL DAÑO 239
en el artículo 88, mediante las acciones populares que han sido reglamentadas
por la ley 472 de 1998 que permite a cualquier persona, como titular de la acción,
demandar la reparación de esos intereses colectivos.
el estado necesidad en materia penal tiene todas las características que el de-
recho civil establece para legitimar el daño causado, pues constituye una especie
de fuerza mayor. Como afirman algunos autores, en ocasiones las fronteras en-
tre el estado de necesidad y la fuerza mayor son en ocasiones difíciles de es-
tablecer.
No obstante, PEIRANO FACIO sostiene que no hay tal confusión y citando
a AMÉZAGA prefiere diferenciar la fuerza mayor y el estado de necesidad44. No
obstante, el tema de la irreparabilidad del daño causado por un estado de ne-
cesidad ha llevado a muchos autores a buscar propuestas en que el daño sí deba
repararse para no dejar desprotegida a la víctima que padeció el hecho dañoso.
En la actualidad, no puede considerarse definitivamente impuesta ninguna te-
sis en la doctrina45.
Por tanto, si desde el punto civil se alegara que no es una causal de justi-
ficación, sí sería una verdadera causa extraña. No obstante, pensamos que el
causar daños en caso de necesidad hacer perder la ilicitud del daño, es decir,
lo legitima, y por lo mismo sí puede tomarse como causal de justificación46. Esta
solución que defendemos tiene su antecedente romano que lo respalda. UL-
PIANO nos relata la opinión de CELSO que estimaba que “el que hubiere cortado
por medio casas vecinas para contener un incendio no podría ser perseguido
por la Lex Aquilia, pues había obrado impulsado por justo miedo, para que no
llegase hasta él el fuego”47.
c) Orden de autoridad legítima o en cumplimiento de la ley. El Código
Penal establece que el hecho, se justifica igualmente, cuando se ha cometido
en cumplimiento de orden legítima de autoridad competente, emitida con las
formalidades legales, o en cumplimiento de la ley. Estos principios también
tienen plena aplicación en el campo civil. Para el profesor LUIS CARLOS PÉREZ,
los supuestos que se deben reunir para que opere la causal de justificación son48:
— Una relación oficial de subordinación.
— Que la orden emane de autoridad superior y esté dada dentro de los lí-
mites ordinarios de su competencia, en relación con el subordinado.
— Que la orden se expida en la forma en que el subordinado esté obliga-
do a acatarla.
44
Ibid., pág. 263.
45
Ibid., pág. 266.
46
TAMAYO JARAMILLO sostiene que si el estado de necesidad tiene todos los elementos
de una fuerza mayor, es una verdadera causa extraña; pero si no los reúne, la víctima está fa-
cultada para obtener la reparación invocando el cuasicontrato de agencia oficiosa o de enrique-
cimiento sin causa. TAMAYO JARAMILLO, Tratado de responsabilidad civil, t. II, op. cit., pág.
154.
47
BLASE ROSSI MARSELLA, op. cit., pág. 300.
48
LUIS CARLOS PÉREZ, Tratado de derecho penal, t. II, Bogotá, Edit. Temis, 1967, pág. 155.
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