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XVIII Congreso.

25 | 27 de Abril de 2012. Querétaro.


Asociación Mexicana de Estudios del Caribe A.C

EL VIAJE DEL CORSARIOS FRANCÉS MARTIN COTE AL CARIBE Y


SUS CONSECUENCIAS EN LA POBLACIÓN CARIBEÑA, 1559-1563.

Por: Herlinda Ruiz Martínez.1

                                                                                                                       
1
Maestra en Historia de América por el Instituto de Investigaciones Históricas de la UMSNH. Correo
electrónico linruma@yahoo.com.mx
  1  
 

Durante gran parte del siglo XVI, la región caribeña fue frecuentemente asolada por

expediciones de corsarios y piratas de origen francés que buscaban la expansión geográfica,

política y económica de su reino, con el conocimiento de las numerosas tierras y riquezas

que ofrecía Iberoamérica, a pesar de las restricciones que trazaba la Metrópoli para que la

gente no española reconociera dichos territorios.

Estos personajes eran patrocinados, en su mayoría, por hugonotes o calvinistas

franceses que buscaban nuevas regiones para asentar colonias autónomas de Francia donde

pudieran profesar libremente su religión. Para ello basta recordar la intensa actividad

marítima francesa en cuanto a viajes de exploración efectuados a los actuales Canadá y

Estados Unidos por los hermanos Verrazano (1524-1528), Jacques Cartier (1534-1542),

Jean-François de la Rocque (1542, quien un año después incursionara como corsario en el

Caribe), intentos de colonización en Norteamérica a cargo de Jean Ribault (1562), René

Laudonnière2 (1562 y 1564) o Dominique de Gourges (1565),3 así como varios ataques

piratas en la región del Circuncaribe entre 1523 y 1573.

Inclusive, para 1557, la reina de Inglaterra María Tudor emitió una proclamación

“autorizando el ejercicio del corso en contra de los intereses franceses, reforzando así el

control del Canal de la Mancha”.4

Dos años después Francia y España firmaron la Paz de Cateau-Cambrésis, dando fin

a cinco guerras entre ambos reinos; incluso, a raíz de este acontecimiento, en 1560 un

grupo de corsarios se entregó en Campeche a las autoridades, argumentando que era debido

                                                                                                                       
2
  Quien mantuvo contacto con el contrabandista John Hawkins entre 1564 y 1565, logrando intercambiar
información de la región y víveres. Edurné Farías Escalera, Los Hawkins: pioneros de la piratería inglesa en
América, Tesis de Licenciatura en Historia, Morelia, Facultad de Historia, UMSNH, 2002, p. 114.
3
Herlinda Ruiz Martínez, La expedición del corsario Pierre Chuetot al Circuncaribe y su desembarco en la
Península de Yucatán, 1570-1574, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2010, pp. 72-73.
4
Cruz Apestegui, Los ladrones del mar. Piratas en el Caribe. Corsarios, filibusteros y bucaneros. 1493-1700,
Barcelona, Lunwerg, 2000, p. 44.

 
  2  
 

a la paz firmada entre ambos reinos europeos. Algunos grumetes fueron enviados a la

capital virreinal para presentarse ante el virrey y al resto se le permitió residir en la villa.

Si bien la paz entre ambos reinos se había concretado, los asaltos por parte de

corsarios franceses continuaron en las Indias Occidentales. En esta breve investigación se

hará la reconstrucción de la ruta seguida por el célebre corsario francés Martin Cote en el

Caribe. Asimismo haremos un breve recuento del destino vivido por algunos de sus

marinos y las consecuencias que estos ataques piratas originaron en la población

involucrada.

El viaje de la expedición de Martin Cote.

Después de las tropelías perpetradas por personajes como Jean-François Le Clerc

(Pata de palo) o Jacques de Sores en la región caribeña, algunos personajes continuaron con

dicha labor, destacando un corsario de origen francés llamado Martin Cote, cuya edad

oscilaba por los 30 años y es descrito por Arturo Aparicio Laserna como un hombre “Alto,

fornido, de recio carácter. No permite que se le cuestionen sus órdenes […] En ocasiones

mataba por el más insignificante disgusto”.5 Este personaje realizó un viaje a las costas

caribeñas en 1559, acompañado de su lugarteniente Jean Beautemps,6 encabezando una

flota compuesta por cinco naves7 cuyos grumetes eran, en su mayoría, soldados y marineros

de origen francés y portugués, quienes estuvieron bajo las órdenes de los capitanes Martin

                                                                                                                       
5
Arturo Aparicio Laserna, Mar de sangre: Memorias de Cartagena, Bogotá, Céllar editores, 2006, p. 240.
6
Sobre este personaje, Apestegui señala que algunos aseguraban que Cote y su lugarteniente eran hermanos.
C. Apestegui, op. cit., p. 44. Arturo Aparicio menciona que Beautemps era un poco mayor de edad que Cote y
su temperamento también era fuerte y su crueldad era conocida, aunque era un poco más reflexivo y un
malicioso estratega. A. Aparicio Laserna, op. cit., p. 240.
7
Apestegui sugiere que eran siete naves las que formaron parte de la flota. C. Apestegui, op. cit., p. 44.

 
  3  
 

Cote, Jean Blanc, Pierre Bruxel, Jacques de la Brière y un personaje cuyo apellido se

desconoce pero se sabe que su nombre era Guillaume.

Por la naturaleza de la expedición y dada la cantidad tanto de naves como de

grumetes que realizaron el viaje, es muy probable que hayan partido de dicho reino con el

fin de fundar una colonia francesa en el área caribeña, ello durante un periodo de intensa

actividad de los hugonotes, respecto al patrocinio de expediciones al Nuevo Mundo, ello

cuatro años antes del inicio de las Guerras de Religión en Francia (1562-1598).

De esta manera la flota zarpó, posiblemente a finales del año de 1558, del puerto Le

Havre,8 ubicado en la Normandía Francesa. No se tiene la certeza de lo ocurrido en la

primera etapa del viaje, pero es sabido que tomaron rumbo a las Indias Occidentales donde,

según menciona Arturo Aparicio Laserna, Cote y Beautemps, junto a los demás capitanes

de las naves, al tiempo en que acechaban naves españolas en las aguas del Océano

Atlántico, discutían opciones para atacar barcos iberos. Unos consideraban la idea de

asaltar las naves provenientes de Cartagena y Portobelo en el trayecto hacia Cuba, en tanto

que otros estudiaban la posibilidad de cometer asaltos en el canal de Trinidad y Tobago.9

Sin embargo, luego de tres meses de estudiar ambas opciones y sin haber

encontrado una sola presa, Beautemps especuló que si no habían encontrado presas durante

esos meses, era porque se los galeones se encontraban en los puertos colombianos de

Cartagena de Indias y Santa Marta recogiendo riquezas para enviarlas a España.

Luego de consensar con los demás capitanes, Cote planificó la invasión a ambos

puertos, iniciando por el de Santa Marta a donde se dirigieron, gracias a los conocimientos

                                                                                                                       
8
Herlinda Ruiz Martínez, Corsarios franceses juzgados como herejes luteranos por la Inquisición en
Iberoamérica, 1560-1574, Tesis de Maestría en Historia (Opción Historia de América), Morelia, Instituto de
Investigaciones Históricas, UMSNH, 2011, p. 86.
9
A. Aparicio Laserna, op. cit., pp. 240-241.

 
  4  
 

que tenían acerca de la geografía de la región y las facilidades que ofrecían sus costas para

atracar, si bien no estaban enterados de la vida que tenían los pobladores del lugar, dado

que vivían constantemente bajo dos peligros inminentes: por una parte la presencia de

piratas por mar y por la otra las sublevaciones de los indígenas que habitaban las montañas

(regiones que todavía no estaban totalmente pacificadas), quienes vivían molestos por

tantos despojos y vejaciones a manos de los españoles.

Para 1559, por disposición de la Real Audiencia de Santa Fe, administraba la villa

un gobernador suplente: Juan de Otálora, quien debió coordinar el ataque contra los

franceses.

La única defensa con la que contaba la ciudad de Santa Marta era una fortificación

que se remontaba a 1527,10 misma que se conformaba por un sencillo terraplén11 con una

empalizada y piedras de canto para prohibir el paso a los indígenas. Asimismo existían

otros fuertes pequeños, calculados solamente para detener a los nativos de la región.

Una mañana, los marinos fueron divisados a lo lejos por los vigías del puerto,

quienes rápidamente avisaron al gobernante Otálora sobre la amenaza que se dirigía por

mar hacia ellos. El mandatario ordenó que se diera la alarma en la ciudad para que los

residentes pudieran preparar la defensa, ocultar los tesoros y poner a salvo a mujeres y

niños. Igualmente envió mensajeros a Cartagena y rancherías cercanas avisando de la

inminente llegada francesa y pidiendo ayuda, recibiendo una respuesta favorable por parte

de los nativos, quienes se mostraron gustosos de participar, en tanto que los residentes de

Santa Marta, poco interesados en defender su ciudad y sus casas, se organizaron para

ocultar sus bienes y tesoros en los montes, así como resguardarse del peligro.
                                                                                                                       
10
Edificada por orden del ex gobernador Rodrigo de Bastidas y realizada por Juan de Villafuerte.
11
Terraplén: macizo de tierra con que se rellena un hueco, o que se levanta para hacer un camino, una defensa
u otra obra semejante.

 
  5  
 

Por otra parte, el gobernador organizó una defensa sencilla en el semicírculo de la

bahía; ésta consistía en la colocación de algunas empalizadas para detener a los invasores;

en la primera línea de ataque se ocultarían los nativos con sus flechas envenenadas y atrás

de ellos se ubicarían los hombres armados con arcabuces.

Las cinco naves francesas ocuparon la bahía y abrieron fuego contra la costa, siendo

recibidos por algunos cañonazos provenientes del fuerte. Después de ellos, fueron

desembarcando entre 700 y 1000 marinos franceses, en varias lanchas y bajo las órdenes de

sus capitanes. Acto seguido caminaron por la playa, donde fueron sorprendidos por los

nativos quienes, ocultos detrás de montículos de arena, disparaban flechas contra los recién

llegados. Los primeros franceses que recibieron heridas, cayeron muertos debido al veneno

contenido en las puntas de dichas armas, sorprendiendo al resto de los marinos. Frente a la

gran cantidad de galos, y a falta de municiones, los defensores debieron escapar a los

montes, cediendo la ciudad.

Por su parte, los invasores ingresaron a las viviendas robando lo que había quedado

olvidado y concentrando a las personas que no habían podido escapar a tiempo, en la sede

de la gobernación, con el objeto de pedir un rescate a cambio.

Buscando objetos de valor, los corsarios derrumbaron muros, rompieron fogones,

vaciaron aljibes y saquearon los templos de Nuestra Señora de Santa María de la Merced,

Santa Ana, así como el templo y convento de Santo Domingo, prendiendo fuego a la

ciudad.

Luego de una semana de pillaje y destrucción, los marinos abandonaron el puerto,

ante la conmoción de los pobladores del lugar al ver su patrimonio destruido, así como la

alegría de ver que los invasores dejaban la ciudad, después de un exitoso ataque donde Cote

 
  6  
 

exigió un tributo de quema de 15.000 pesos, que aumentó en otros 600 pesos a condición

de no saquearla.12

Luego de perder de vista a los intrusos, el gobernador y su comitiva hicieron el

recuento de los edificios destruidos. Por algunos presos, que aún se encontraban amarrados

en los postes del patio de la Casa de la Gobernación, se enteraron que los líderes de la flota

francesa eran un corsario francés llamado Martin Cote y su lugarteniente, Jean Beautemps.

Por otra parte, el cercano puerto de Cartagena, era próspero en ese momento,

gracias a la intensa actividad comercial que ahí se desarrollaba. Asimismo era el paso

obligatorio de los galeones que llegaban de España, con destino al virreinato del Perú. Su

cercanía con el río grande de la Magdalena lo convertía en la única ruta para quienes se

dirigían a Antioquía, Santa Fe de Bogotá y Perú.

Las construcciones de la ciudad estaban fabricadas con ladrillo y piedra y la

arquitectura de las viviendas se caracterizaba por el diseño de grandes ventanales y

balcones con vista a la calle. Los cuarteles militares servían como almacenes para guardar

los productos que se vendían al interior. La población de Cartagena se componía, en su

mayoría, por españoles, nativos, algunos esclavos africanos y gente que descendía de los

galeones y había instalado su residencia en dicho puerto.13

Con un buen botín a bordo, las naves divisaron el puerto antes nombrado, arribando

a la costa el 11 de abril de 1559. La ciudad había recibido previamente la alerta por parte de

los mensajeros de Santa Marta y el gobernador en turno, Juan de Bustos, coordinó la

defensa. Entre otras medidas, ordenó sembrar púas envenenadas en la playa, ordenó

construir algunos fortines para evitar la intrusión francesa y organizó una tropa

                                                                                                                       
12
C. Apestegui, op. cit., p. 44.
13
La ciudad contaba, para 1559, entre 2000 y 3000 habitantes. A. Aparicio Laserna, op. cit., p. 247.

 
  7  
 

conformada: “por diez arcabuceros, y veinte caballeros, reforzados por algunos vecinos y

500 “indios flecheros” que el cacique Maridado ofreció a los españoles”.14

Sin embargo, las fuerzas de Cote eran superiores, pues contaba con más hombres, y

mejor armados que los españoles e indígenas quienes, después de quedarse sin municiones,

lucharon contra los franceses utilizando armas blancas. En la batalla, se produjeron muchas

bajas por el bando atacante, entre ellas la del lugarteniente Jean Beautemps. Si bien los

galos habían perdido a varios marinos, continuaron siendo superando en número a los

defensores de Cartagena quienes, al igual que en Santa Marta, abandonaron la ciudad,

dejándola a merced de los invasores, a quienes otorgaron un tributo de quema (cuya

cantidad se desconoce), así como un rescate por los prisioneros, cuya cantidad se fijó en

4000 pesos.

Durante la estancia de Martin Cote en Cartagena, ocurrió un incidente entre el

capitán y un capellán que acompañaba a la flota. No se sabe a ciencia cierta qué fue lo que

sucedió, pero Apestegui señala que Cote asesinó al clérigo y ordenó que lo sepultaran cerca

del altar mayor de la catedral de la ciudad, donde permaneció hasta que, una vez recuperada

la ciudad, el obispo mandó que el cadáver fuera desenterrado y trasladado a otro sitio.15

En una carta escrita por Alonso de Saavedra y Juan Velásquez, fechada en

Cartagena el 5 de diciembre de 1559, misma que es citada por Arturo Aparicio, se da

cuenta del asalto de Martin Cote a dicho puerto:

Sobre esta ciudad vinieron 5 naos gruesas de franceses a 11 de abril de este año, y
tomaron puerto entre las diez y las once del día. Echaron trescientos y los más
arcabuceros y vinieron por tierra una legua que hay a esta ciudad…16

                                                                                                                       
14
Apestegui, op. cit., p. 44.
15
Ibíd., p. 45.
16
 A. Aparicio Laserna, op. cit., p. 240.    

 
  8  
 

Luego del atraco en Cartagena, se desconoce el paradero de Martin Cote, aunque

Arturo Aparicio señala al respecto: “Hay quienes aseguran que, enamorado de una mujer

guajira, Martin Cote abandonó la piratería para vivir con ella”.17

Es muy probable que en ese momento, y debido a las bajas de los marinos en la

batalla de Cartagena, la flota de Cote se haya separado, dado que existe información del

paradero de dos de sus naves, comandadas por Jacques de la Brière y Pierre Bruxel,

respectivamente.

Se sabe que navegaron por las costas de Colombia y Panamá, siguiendo la vieja ruta

utilizada por la mayoría de los piratas que recorrían la región en pos de riquezas y que

yendo por Cabo Tiburón18 capturaron una carabela, donde iba a bordo un fraile mercedario

como pasajero, a quien el capitán Jacques de la Brière ordenó quitar sus ropas, haciéndolo

“bailar y saltar desnudo chiflando…y haziendo otros muchos malos tratamientos”.19

Después, ambas embarcaciones se dirigieron a la entonces Audiencia de los

Confines, donde los marinos atacaron, primeramente, el puerto de Trujillo,20 quemando la

ermita y el hospital de San Lucas, robando las imágenes que se encontraban en su interior,

así como los utensilios empleados para las ceremonias religiosas, siendo estos la custodia

del Santísimo Sacramento, corporales, cálices, patenas, ornamentos, sagrarios, aceites y

crismas.21 Posteriormente ingresaron en las viviendas de los residentes del puerto22

                                                                                                                       
17
Ídem.
18
Entre Colombia y Panamá.
19
Proceso contra Jacques, AGN, Inquisición, vol. 31, exp. 4, f. 394 v.
20
En 1556 Trujillo era uno de los puertos menos inseguros de Centroamérica. Los ataques en 1556 y 1559,
originaron la edificación, en 1575, de un bastión con cuatro cañones, Después se construyó un reducto con 17
cañones y pedreros. Luis Mariñas Otero, Honduras, Tegucigalpa, UNAH, Universitaria, 1987, p. 228.
21
Proceso contra Jacques, Archivo General de la Nación (en adelante AGN), Inquisición, vol. 31, exp. 4, f.
374 v.
22
En Trujillo, como en varias ciudades hondureñas en aquella época, la población era en su mayoría indígena,
dedicada a actividades agrícolas y ganaderas, aunque también contaba con algunos vecinos de origen español.
La cantidad de residentes oscilaba entre las 80 y 100 personas. Manuel Lucena Salmoral (coord.), Historia de
Iberoamérica, Tomo II, Historia Moderna, Madrid, Ediciones Cátedra, 2008, p. 443.

 
  9  
 

asaltándolas y, en caso de encontrar rosarios o imágenes de los santos, calificaban a la

gente de “hipócrita”, argumentando que solamente debía adorarse a Dios y tener la

contemplación de la Sagrada Escritura.

Su siguiente destino fue Puerto Caballos,23 donde repitieron lo cometido en la villa

anteriormente asolada. Dentro del templo principal, que a su vez fue saqueada, se

encontraba un sacerdote, a quien los europeos tomaron de rehén, siendo el clérigo víctima

de maltratos por parte de los invasores e incluso, en una oportunidad que el prisionero

consideró oportuna para escapar de sus captores, ellos:

   
Le tiraron y con un arcabuz le dieron por la cabeça de que luego alli murio y muerto
no lo quisieron enterrar hasta que un lagarto avistado todo llego y lo metio
arrastrando en el agua y allí lo comio.24

Después, los franceses dispararon con unos arcabuces a una cruz de madera que se

encontraba clavada a las afueras del inmueble y, al no conseguir derribarla de esta manera,

lo hicieron a golpes. Al poco tiempo, los extranjeros tomaron un crucifijo y lo azotaron

mientras le gritaban, “levantaos e id a la guardia”.25 También tomaron un Niño Jesús de

madera y lo pusieron a cocer en una olla que contenía tocino y gallinas. Al terminar de

guisar los alimentos, lo colocaron en un plato y lo ingirieron.

Es probable que el barco donde viajaba De la Brière haya retornado a Trujillo,

donde poco tiempo después fueron detenidos y juzgados por la Inquisición Episcopal el

capitán Jacques de la Brière, el piloto Jacques Plat, así como los grumetes Nicolas de

                                                                                                                       
23
Los piratas y corsarios franceses, ingleses y holandeses representaron para la región hondureña atlántica
una constante amenaza. Con varias dificultades, los extranjeros fueron vencidos por los pobladores del lugar,
coadyuvando en parte el clima insalubre que mantuvo despoblado el litoral. L. Mariñas Otero, op. cit., pp.
214-215.
24
Proceso contra Jacques, AGN, Inquisición, vol. 31, exp. 4, f. 375.
25
Ídem.

 
  10  
 

Sanctour y Charles de Saligante, debido a ciertos comentarios vertidos, con tintes

heterodoxos y por un comportamiento visto como sospechoso.

Estos cuatro marinos, que residieron en el puerto trujillano junto a otros

compañeros, miembros de la expedición,26 fueron juzgados por piratería y herejía luterana,

recibiendo distintos castigos, a pesar de que habían cometido los mismos delitos, incluso

solo uno de ellos fue procesado solamente en Trujillo, en tanto que sus otros tres

compañeros fueron remitidos a la villa de Valladolid, en el valle de Comayagua, para

continuar con sus juicios.

Así, Jacques de la Brière fue condenado, el 5 de diciembre de 1560 a la relajación

en persona,27 confiscación de la totalidad de sus bienes y retiro de privilegios a sus

descendientes (en caso de haberlos tenido), castigo que se cumplió hasta el 29 de

septiembre de 1561,28 durante un auto de fe celebrado por la Inquisición Episcopal en la

villa de Valladolid.

Por su parte, Jacques Plat recibió como castigo el domingo 25 de mayo de 1562, la

abjuración de vehementi y la orden para ingresar a la cárcel de la ciudad para cumplir un

año de prisión, saliendo en libertad el 25 de junio de 1563; en tanto que Nicolas de

Sanctour recibió, el 23 de mayo de 156329 por sentencia la confiscación de sus bienes,

prohibición para usar joyas, ropa elegante ni portar armas por el resto de su vida, abjurar de

vehementi, recibir 200 azotes y pasar 40 días preso, dándole por cárcel la vivienda del

alcalde mayor de la ciudad de Valladolid, Blas de Yllescas.


                                                                                                                       
26
Contando a los reos y testigos franceses que radicaban en ese momento en Trujillo, sumaban
aproximadamente 19 personas que, para una villa que contabilizaba los 100 habitantes. La cantidad de galos
equivalía casi un 20% de la población.
27
La relajación en persona consistía en la entrega de un reo a la autoridad civil para que se le aplicara alguna
pena corporal. En algunos casos el reo era quemado vivo y en otros era ahorcado primero y enseguida se
incineraba su cadáver en el quemadero principal de la ciudad donde era ejecutado.
28
Proceso contra Jacques, AGN, Inquisición, vol. 31, exp. 4, f. 446 v.
29
H. Ruiz Martínez, Corsarios..., op. cit., p. 93.

 
  11  
 

El último de los cuatro franceses juzgados, Charles de Saligante, recibió por

condena portar un sambenito en calidad de penitente y ser desterrado de la villa de Trujillo

a la de Valladolid, donde residiría por tres años, escuchando una misa todos los días,

abjuración de vehementi, pagar una multa de 20 pesos de oro para gastos de la Inquisición y

otros 20 pesos para obras del templo de Trujillo.30

Finalmente, la nave comandada por Pierre Bruxel, después de atacar Santa Marta,

Cartagena y la región centroamericana, desembarcó en la península de Yucatán, (Véase el

mapa) probablemente en Sisal, dada su cercanía con la capital de la provincia, Mérida, a

donde se dirigieron y se asentaron como residentes de la villa.

A pesar de que estos doce marinos eran considerados por los habitantes de la ciudad

como residentes de la localidad, el 21 de febrero de 1560, fueron denunciados por algunos

vecinos de la villa, por herejía luterana y pillaje cometido en Santa Marta, Cartagena,

Trujillo y Puerto Caballos. Los juzgados fueron: Pierre Bruxel, De la Fosse, Thomasin

Durey, Guillaume Caxiol, Laurent Gueset, Maturin Le Fretière, Jacques Lalvet, Jean

Oliver, Reulin del Spino, Louis Laxère, Nicolas Fellet y un inglés de nombre John.31

                                                                                                                       
30
Proceso contra Charles de Saligante, AGN, Inquisición, vol. 32, exp. 9, f. 239.
31
 H. Ruiz Martínez, Corsarios..., op. cit., p. 103.

 
  12  
 

El proceso contra los marinos antes citados se llevó a cabo de manera conjunta,

teniendo por sede el convento franciscano de la ciudad de Mérida, interviniendo en el

desarrollo del proceso el juez, fray Francisco Navarro, el fiscal, un vecino de Mérida

llamado Diego Rodríguez Vivanco y el secretario fray Francisco Orozco.

El 8 de junio, después de cuatro meses de juicio, los doce hombres fueron

sentenciados a utilizar cada uno el sambenito de reconciliado, a asistir a una misa especial

(ya fuera en domingo o día festivo), descalzos, con coroza en la cabeza, portar una soga

alrededor del cuello, con una vela encendida en la mano y cumplir con un año de servicio

 
  13  
 

en el templo principal. Al inglés John lo condenaron a los mismos castigos y le mandaron

dar “çient açotes los quales le sean dados despues de aver visto la dicha misa”,32 los cuales

le fueron propinados cerca del templo y de la plaza principal, con voz de pregonero que

manifestara sus delitos. Las sentencias contra estos personajes fueron aplicadas al interior

del templo principal de la villa,33 en un tablado que fue colocado para tal fin y en presencia

de las autoridades y población tanto de la ciudad como de poblados aledaños.

Las consecuencias del viaje de Martin Cote en la población involucrada.

Sin duda el viaje realizado por la flota de Martin Cote a las costas caribeñas en

1559, dejó una serie de consecuencias en la población antes, durante y después de los

ataques perpetrados por los grumetes.

La primera de ellas fue el miedo de la gente ante la amenaza de los franceses, a

quienes temían, particularmente al encontrarse sus viviendas próximas a las costas que eran

constantemente amenazadas por estos marinos ilegales. Igualmente, el arribo de la flota de

Martin Cote ocasionó un temor tan generalizado que la gente, por su seguridad y por la de

sus riquezas, prefirió abandonar sus propiedades, dejándolas a merced de los invasores, que

sufrir vejaciones a manos de los corsarios.

De igual modo, al terminar los ataques en sus ciudades, los residentes debían

regresar a sus destruidos patrimonios con sentimientos encontrados, dado que por una parte

                                                                                                                       
32
Proceso contra Pedro Bruxel y once compañeros, AGN, Inquisición, vol. 32, exp. 1, f. 63.
33
Seguramente se trató de otro templo, pues la catedral de Mérida, dedicada a San Ildefonso, fue construida
entre 1560 y 1598.

 
  14  
 

se mostraban acongojados por la pérdida de sus bienes y por otra felices debido a la partida

de los corsarios.

Otra consecuencia ocurrida a raíz de los ataques de Cote, fue la difusión de las

noticias en áreas cercanas al lugar de la incursión, a través de las advertencias de posibles

agresiones en ciertas ciudades, mismas que servían para prevenir a la población. Asimismo,

la transmisión de las noticias de los ataques servía de precedente para identificar a los

posibles responsables de los asaltos en distintas regiones, observar su comportamiento en

caso de asentarse como residentes en alguna región o bien, declarar en caso de que los

involucrados en el pillaje fueran juzgados por delitos tocantes a la piratería.

Otro aspecto que influyó en la gente, fueron las detenciones a manos de la

Inquisición Episcopal hacia los involucrados, a quienes algunos residentes de las villas de

Trujillo y Mérida señalaron como responsables de las rapiñas realizadas en el Caribe, lo

cual les conllevó a ser juzgados por los jueces episcopales, desembocando en distintos

castigos impuestos a pesar de que los franceses fueron acusados por los mismos delitos.

Una consecuencia final fue la aceptación, por parte de la población hacia algunos de

los piratas como residentes de la ciudad donde desembarcaron, la cual se llevó a cabo tanto

al momento de arribar a la ciudad como después de los juicios que se llevaron a cabo en

tierra firme. Es curioso observar que no se les haya desterrado después de aplicarles los

castigos, como ocurriría a partir de la instauración de los tribunales inquisitoriales en los

virreinatos del Perú y la Nueva España en 1570 y 1571, respectivamente.

A manera de conclusión.

 
  15  
 

Si bien el viaje realizado por Martin Cote daba muestras de haber sido organizado,

dada la cantidad de naves y grumetes involucrados, con el fin de buscar lugares propicios

para fundar una colonia francesa en Iberoamérica, su condición de corsario le ofreció la

posibilidad de practicar actos de piratería en las costas caribeñas de Santa Marta, Cartagena

y los puertos de Trujillo y Caballos, con el fin de enriquecerse a costa de España,

aprovechando sus superioridad numérica en lo que respectaba a hombres listos para pelear,

a pesar de la resistencia que ofrecieron los vecinos de los puertos colombianos, quienes

tuvieron suficiente tiempo para abastecerse defender sus litorales.

La toma de rehenes por parte de los franceses fue un recurso del que se valieron los

corsarios para solicitar tributos de quema, a cambio de no prender fuego o saquear las

ciudades atacadas, y el pago de rescate que era solicitado para liberar a los prisioneros

capturados durante los embates piratas.

La posibilidad de que la flota se haya desintegrado luego del ataque de Martin Cote

a Santa Marta y Cartagena, dada la gran cantidad de corsarios fallecidos en las tomas de las

ciudades o bien que hubieran sido abandonados en tierra firme por sus compañeros al

momento de dejar los puertos es muy alta, dado que solamente se tiene conocimiento de

dos embarcaciones, capitaneadas por Jacques de la Brière y Pierre Bruxel, quienes

continuaron practicando rapiñas en los puertos centroamericanos de Trujillo y Caballos,

atemorizando a la población y asentándose posteriormente en algunas villas como Trujillo,

en la Audiencia de los Confines y Mérida, en la Provincia de Yucatán, a donde se dirigió la

última nave de la que se tiene conocimiento, misma que era liderada por el capitán Bruxel.

Finalmente, las consecuencias que dejaron en la población fueron diversas. Ya fuera

por temor hacia los ataques perpetrados por estos marinos, la toma de medidas preventivas

consistentes en abandonar sus viviendas para evitar sufrir vejaciones por parte de los

 
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asaltantes, la acusación contra los responsables de los asaltos o incluso la aceptación de

dichos marinos como parte de las jóvenes sociedades, fueron factores que formaron parte

importante de la conformación de la historia de la piratería y de la sociedad caribeña de ese

momento.

Fuentes consultadas.

Proceso contra Nicolas de Sanctour, AGN, Inquisición, vol. 3, exp. 1.


Proceso contra Jacques, AGN, Inquisición, vol. 31, exp. 4.
Proceso contra Pedro Bruxel y once compañeros, AGN, Inquisición, vol. 32, exp. 1.
Proceso contra Charles de Saligante, AGN, Inquisición, vol. 32, exp. 9.
 
Arturo Aparicio Laserna, Mar de sangre: Memorias de Cartagena, Bogotá, Céllar editores,
2006.
APESTEGUI, Cruz, Los ladrones del mar. Piratas en el Caribe. Corsarios, filibusteros y
bucaneros. 1493-1700, Barcelona, Lunwerg, 2000.
FARÍAS Escalera, Edurné, Los Hawkins: pioneros de la piratería inglesa en América,
Tesis de Licenciatura en Historia, Morelia, Facultad de Historia, UMSNH, 2002.
LUCENA Salmoral, Manuel (coord.), Historia de Iberoamérica, Tomo II. Historia
Moderna, Madrid, Ediciones Cátedra, 2008.
MARIÑAS Otero, Luis, Honduras, Tegucigalpa, UNAH, Universitaria, 1987.
RUIZ Martínez, Herlinda, Corsarios franceses juzgados como herejes luteranos por la
Inquisición en Iberoamérica, 1560-1574, Tesis de Maestría en Historia (Opción Historia de
América), Morelia, Instituto de Investigaciones Históricas, UMSNH, 2011.
_____________________, La expedición del corsario Pierre Chuetot al Circuncaribe y su
desembarco en la Península de Yucatán, 1570-1574, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2010.

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