Está en la página 1de 5

QUINTO SERTORIO

HISTORIA ANTIGUA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA


Emma Rivero Castro
18/04/2023

Quinto Sertorio nació en Nursia, nación de los Sabinos. Era huérfano de padre, criado por su madre,
Rea. Ya a corta edad tenía cierta trascendencia en Roma gracias a su labia, sus destacables méritos y desde
luego sus hazañas militares, que encendieron en el la llama de la ambición.

Se puede comprobar en los fragmentos del texto, presenta a Sertorio como un hombre de conocida
valerosidad por sus incursiones militares como cuando fue enviado por Mario como espía. Se vistió de
incógnito con ropajes galos y aprendió algo de su lengua. Tras la incursión se reconoció su valor, consiguió
renombre y el favor del general. Tras el enfrentamiento bélico entre Cimbrios y Teutones fue destinando a
Hispania como tribuno por el pretor Didio, donde se asentó en Cazlona, ciudad celtibérica.

Rápido y agudo que le hizo ganarse la fama de hombre eficaz y activo. A pesar de haber ascendido
militarmente no dejó de desempeñar sus empresas militares y a causa de ello, perdió un ojo. Utilizó esta
pérdida como emblema de su valor. Otros se paseaban con joyas, collares, insignias que mostraban su valía
en el campo de batalla, objetos de los que uno se podía desprender, sin embargo, su ceguera, le acompañaría
hasta el final de sus días. Consiguió la admiración del pueblo por sus numerosas hazañas.

Quiso ser tribuno de la plebe, pero se encontró con la oposición de Sila y sus seguidores. Sertorio y Cina
huyeron, pero consiguieron reunir a las tropas que se encontraban dispersas por toda Italia y en ese momento
se encontraban en igualdad de condiciones que Octavio.

A la vuelta de Mario de África, este se puso bajo el mandato de Cina. Todos eran partidarios de su
recibimiento a excepción de Sertorio, que se opuso quizás por pensar que Cina le haría más caso a Mario
que a él, ya que era un militar con renombre, o puede que fuese por su poca afinidad a la crueldad de Mario,
quien podría echarlo todo a perder. Sertorio explicaba que ya casi habían conseguido su objetivo y que si
recibían a Mario este se llevaría todo el mérito y el poder, siendo este un hombre poco fiable en el mando.
Cina se encontraba dubitativo, fue el mismo el que llamó a Mario para que participase en la empresa.
Finalmente se repartieron las tropas en tres divisiones, mandando los tres. La guerra terminó, Cina y Mario
se envolvieron en una espiral de crueldad e injusticia. Sin embargo, Sertorio prefirió el camino justo, no se
le subió el poder a la cabeza, se mostró disconforme con el comportamiento de Mario; y manteniendo una
conversación con Cina, consiguió apaciguarlo. Finalmente, los esclavos con los que Mario estuvo
combatiendo y a los que nombró ministros de tiranía, se rebelaron contra sus amos y tomaron a sus amas,
también ejercieron todo tipo de violencia contra los hijos de estas. Esto colmó la paciencia de Sertorio y,
aprovechando que se encontraba en un campamento con los esclavos, los mandó ejecutar.

Murió Mario, poco después también lo hizo Cina, y Mario el joven se arrogó, en contra de la
voluntad de Sertorio y de forma ilegal, contra el consulado. Los Carbones, los Norbanos y los Escipiones se
encontraban en una empresa bélica contra Sila. No le estaba yendo muy bien a este último. Sila enfrentado a
Escipión hizo alarde de una paz cercana, mientras que corrompía al ejército, y aunque Sertorio intento
prevenir a Escipión, no fue capaz de que este entrase en razón. Dando por perdida la ciudad, se marchó a
España, con la intención de ocupar el mando. Le alcanzaron temporales en países de montañas, y tuvo que
pagar a los bárbaros para que le dejasen seguir con su viaje. A los suyos no les hizo gracia que pagase a los
barbaros, que no era digno de un procónsul. Este pasó de ellos. Siguió ganando a los bávaros con dádivas y
acabó ocupando España. Encontró en ella una juventud prometedora pero que era reacia seguir las ordenes
de superiores por sus males experiencias con pretores. Otra de sus muchas virtudes era su bondad que atrajo

1
a los más importantes, y gracias a la reducción de tributos se ganó a la muchedumbre; pero con lo que se
hizo querer fue con la absolución de las molestias de los alojamientos. Obligó a los soldados a construir
barracas en los arrabales de los pueblos, siendo él el primero en hospedarse en ellas. Sin embargo, no todo
fue por la “bondad” de los barbaros, armó a los romanos en edad militar, protegió las ciudades, fue benigno
en épocas de paz y temido ante los enemigos con sus prevenciones de guerra.

Llegándole la noticia de que Sila tenía el control de Roma, y que la facción de Mario y Carbón había
sito derrotada, llegó a la conclusión de que el ejército vencedor iba a ir contra él. Se propuso cerrar la
frontera de los Pirineos por medio de Julio Salinátor, que mandaba seis mil infantes. No se equivocó en sus
predicciones, y al poco tiempo Sila, mando a Gayo Anio, el cual viendo que no podía hacer frente a Julio
Salinátor, se quedó a las puertas sin saber que hacer, pero al haber muertos traicionado por Julio un tal
Calpurnio, Lanario, y abandonando los soldados los Pirineos, Anio soguió con su empresa. Sertorio
consideraba que su ejército no podía hacerle frente y se retiró con tres mil hombres a Cartagena, allí se
embarcó, y llegó hasta Mauritania. Sorprendieron los bárbaros a los soldados y tras tener bastantes bajas, se
dirigió nuevamente a España; tristemente no llegó porque dio con piratas en Cilicia, y desembarcó en la isla
Pitiusa, desalojando la guarnición que tenía allí Anio. Apareció este rápido con un gran numero de naves y
cinco mil hombres de infantería. Sertorio se preparaba para combatir con él por agua, aunque sus buques no
eran muy resistentes, dispuesto más bien para ser rápidos y no fuertes; pero alborotado el mar, perdió la
mayoría de ellos, y con solo unos pocos, anduvo a la deriva por diez días; y luchando contra las
inclemencias lo vio difícil para no perecer.

Llegó a unas islas en las que no había agua, de las que tuvo que marchar; y pasando por el Estrecho
Gaditano, y partió dirección al exterior de España, poco más arriba de donde desemboca el Betis. Alli, por
medio de unos marineros fue conocedor de unas islas del Atlántico. Estas, separadas por un breve estrecho,
las cuales se encuentran cerca de África, reciben el nombre de Afortunadas. Las lluvias no eras copiosas,
peor los vientos, apacibles y provistos de rocío, hacen que, en esa tierra, se preste al arado y a las
plantaciones, produce naturalmente gran cantidad de frutos que bastan para alimentar sin trabajo al pueblo
descansado. Un aire sano, en el que las variaciones estacionales son mínimas, de manera que hasta entre
aquellos bárbaros es opinión, haber estado allí los Campos Elisios, aquella mansión de bienaventurados que
tanto celebró Homero.

Esto provocó en Sertorio un impulso de habitar aquellas tierras y vivir con tranquilidad, libre de la tiranía y
de los conflictos bélicos; pero enterándose los de Cilicia, que no tenían ninguna intención que paz, sino que
ansiaban riqueza, le abandonaron, y se dirigieron a África, para sustituir a Áscalis, al trono de Mauritania.
Sertorio decidió ayudar a los que peleaban contra Ascalis para que sus tropas, viendo que había nuevas
esperanzas, y teniendo la oportunidad de nuevas hazañas, no le vendiesen a su suerte por la falta de recursos.
Sertorio, aunque consiguió ganar a todos, en nada ofendió a los que le suplicaron y se pusieron bajo sus
órdenes, sino que les restituyó sus bienes, las ciudades y el gobierno, recibiendo solamente lo que era
necesario, y aun esto por puro regalo.

Meditaba a donde partiría desde allí, cuando le llamaron los Lusitanos, y le dieron el mando ya que
no tenían un general experimentado que pudiese hacer frente al temor que los romanos inundaban. Se dice
que Sertorio no se dejaba dominar ni por los placeres ni por el miedo, siendo por naturaleza inalterable en
los peligros y moderado en la prosperidad, que, en el combate, no fue inferior en valía a ninguno de los
generales contemporáneos a él, y que cuando en la guerra se trataba de apresar, de ocupar puestos ventajosos
o de meterse por entre los enemigos, necesitándose para ello de dolo y de engaños, era en esos casos de los
más astutos e ingeniosos. En premiar los servicios tenía manga ancha, siendo benigno en castigar las faltas;
sin embargo, la crueldad y ensañamiento con los rehenes parece que descubre que su carácter no era el de la
mansedumbre, sino que sabía cuando había que usarlo. En lo que a mí respecta, nunca creeré que una virtud
decidida y bien cimentada en la razón pueda en ningún caso degenerar en el vicio opuesto; dicho esto, no
considero imposible que los mejores propósitos, y los caracteres más formados a la virtud, hagan mudanza
en sus costumbres con desgracias y calamidades injustamente padecidas; esto fue a mi parecer lo que le

2
sucedió a Sertorio, que, en el momento en el que se vio abandonado por la suerte, irritado por los mismos
acontecimientos se hizo déspota contra los que le ofendían.

Sertorio tenía por costumbre aceptar presentes, bien de caza o frutos del campo, recompensando con
creces a los que le obsequiaban. Un hombre le regaló una cierva, al principio, no le dio más; pero con el
tiempo al coger confianza, acudía a la llamada, poco a poco la fue divinizando, haciendo creer que aquella
cierva había sido un regalo de Diana, y esparciendo el rumor de que le revelaba cosas ocultas, al saber que
los bárbaros creen en las supersticiones. Para reforzarlo, se valía de este método: cuando secretamente le
informaban de que los enemigos iban a invadir su territorio, fingía que la cierva le había hablado en sueños,
avisándole para que tuviera las tropas a punto. Por otra parte, si se le hacía saber que alguno de sus generales
había ganado, ocultaba al informante, y presentaba a la cierva coronada como anunciadora de buenas
noticias, impulsándolos a ponerse alegres y a hacer sacrificios a los dioses, porque en breve llegaría una
noticia nefasta.

Después de conseguir amansarlos, los tenía comiendo de su mano, estando convencidos de que nos eran
mandados por lo que decía un hombre extranjero, sino por un dios; dando además los hechos la prueba de
que su poder había aumentado por encima de lo imaginable, porque solo con haber reunido 4000
broqueleros y 600 caballos lusitanos, con 2000 y 600 a quienes llamaban romanos, y con 700 Africanos que
se la habían sumado, siguiéndole para combatir a 4 generales romanos, que tenían bajos sus órdenes 120000
infantes, 6000 hombres de caballería, 2000 arqueros y honderos y un grandísimo número de ciudades:
cuando él al principio, no tuvo más de 20; y sin embargo, no solo sujetó a numerosos pueblos y tomó
ciudades, sino, que los generales contrarios fueron vencidos.

A demás de esto, Metelo, ya anciano, tras muchos combates, había empezado a cuidarse, y encontró
frente a Sertorio, lleno de vigor y robustez, y que tenia las fuerzas a punto. Ni en los momentos de mayor
disfrute se dio al vino, y estaba acostumbrado a tolerar grandes fatigas, necesitando para ello pocos
alimentos. Se entretenía en andar por el campo, y en cazar, ensayando el modo de liberarse en la fuga, y
como envolver al enemigo siguiendo un alcance; y así había conseguido saber sobre los lugares inaccesibles
y de los que permitían el paso. Si el enemigo quería marchar, le impedía el paso; cuando iba a acamparse, no
le dejaba un descanso y cuando quería sitiar se aparecía él y le sitiaba por hambre, tanto, que los soldados
llegaron aburrirse; Sertorio desafió a Metelo, incitándole a que pelearan entre ellos, cuando vieron que no lo
aceptó, le insultaron, pero él se rió de ellos. Pues, como dice Teofrasto, un general debe morir como un
general y no como un soldado.

Por estas hazañas, los bárbaros veían a Sertorio con admiración, y también porque, acostumbrándolos
a las armas, a la formación y al orden de la milicia romana, y había reducido sus fuerzas a la forma de un
ejército. Por otra parte, les adornaba con oro y plata los cascos, les pintaba con colores los escudos,
fomentando de este modo su vanidad, se ganaba su afición. Pero lo que más les ganó fue su disposición para
con los jóvenes; porque reuniendo en Huesca, a los hijos de las elites de entre aquellas gentes, y les puso
maestros que les enseñasen sobre las ciencias y profesiones griegas y romanas, en realidad los tomaba en
rehenes, pero de cara hacia afuera los “instruía”, para que, siendo adultos, participasen en el gobierno y en
las magistraturas. Los padres, estaban más que contentos viendo a sus hijos ir a las escuelas vestidos de
púrpura, y que Sertorio pagaba su educación, los examinaba, les distribuía premios y les regalaba los
collares que los romanos llamaban bulas. Siendo costumbre entre los españoles que los que hacía formación
aparte con el general morirían con él si este lo hacía, al lado de los demás generales sólo se ponían algunos
de sus asistentes y de sus amigos; pero a Sertorio le seguían muchos hombres, decididos a hacer por él esta
especie de consagración. Así que, en vez de retirarse a una ciudad, teniendo ya a los enemigos cerca, los
españoles, salvaron a Sertorio, y después de que lo pusiesen a salvo, cada uno de ellos se entregó a la fuga.

Los Caracitanos son un pueblo de más allá del rio Tajo, en el que, en un monte extenso y alto, hay muchas
cuevas y cavidades de rocas que miran al norte, no hay casas. En un momento en el que Sertorio se retiraba
de Metelo y había establecido su campo junto a aquel monte, le insultaron y despreciaron, mirándole como
vencido y este, por enfado o por dar una idea de que no huía, al día siguiente movió sus tropas y fue a

3
reconocer el espacio. Dio orden a sus soldados de recoger la tierra, suelta y cenicienta, la fueran acumulando
en diferentes puntos delante del monte; pero por la mañana siguiente empezó desde luego a soplar un aura
suave, que levantó lo más delgado de aquella tierra amontonada, esparciéndola a manera de humo, y
después, arreciándose el cecias con el sol. A causa de esto, al tercer día se entregaron, aumentando la gloria
de Sertorio, por verse que no solo podía vencer por las armas, sino que también por su sabiduría e ingenio.

Mientras que combatió contra Metelo, parecía que su buena suerte se debía sobre todo a la avanzada
edad y torpeza de éste, que no podía hacer frente a un hombre osado, pero en el momento en el que
Pompeyo pasó los Pirineos, se enfrentaron, y dieron ambas diferentes pruebas de toda la habilidad y pericia
militar, y quedó claro que Sertorio sobresalía, fue por eso declarado, incluso en Roma, como el mas diestro
para dirigir la guerra entre los generales de su edad.

Sertorio sufrió varias derrotas, sin embargo, de las que combatió con los suyos siempre salió victorioso, las
derrotas provenían de otros generales suyos. Pero aun así era más admirado por el modo de reparar los
desperfectos provocados por los contrarios en sus victorias, como sucedió en la batalla de Júcar con
Pompeyo, y en la del Turia con él mismo y con Metelo.

Sertorio se sirvió de la cierva para controlar a los bárbaros, cuando esta no aparecía se vio necesitado
de consuelo. Un campesino se la encontró en el monte y se la llevó. Sertorio le prometió una cuantiosa suma
con tal de que no le contasen a nadie que la habían encontrado; y ocultando a la cierva, se encaminó a las
juntas públicas con cara de felicidad, manifestando a los caudillos de los bárbaros que de parte de Dios se le
había anunciado en sueños una buena nueva. Soltaron en ese momento a la cierva, esta se fue directa a
Sertorio. Le correspondió este con cariño, lo que al principio provocó admiración entre los que se
encontraban en la sala, después lo acompañaron con vítores, teniéndole por un hombre extraordinario y
amado de los Dioses.

Incluso Metelo admitió cuanto le imponía Sertorio, hizo publicar que si algún romano lo mataba le
daría 100 talentos de plata, y si este era un desterrado de Roma, le permitiría volver. De la grandeza de
ánimo de Sertorio hay muchas pruebas, lo primero, el haber dado el nombre de Senado a los que de este
Cuerpo habían huido de Roma y se le habían unido, y el elegir entre ellos los Cuestores y Pretores, haciendo
todo esto según las leyes patrias; y lo segundo, el que, sirviéndose de las armas, de los bienes y de las
ciudades de los Españoles, ni en lo más mínimo partía con ellos el sumo poder, y a los Romanos los
establecAía por sus generales y magistrados, como queriendo reintegrar a éstos en su libertad y no aumentar
a aquellos en perjuicio de los Romanos. Viéndose maltratado se mostraba hombre de valor. Prefería ser un
ciudadano más en Roma, que no que le declarasen emperador, teniendo que estar desterrado de su patria. Se
dice que era por su madre en gran parte por lo que deseaba volver. Cuando se enteró de la muerte de su
madre se vio sumido en una fuerte depresión. Muchos de sus soldados entendieron que se trataba de una
persona de condición benigna e inclinado al reposo, y que, por situaciones que se dieron, tuvo que recurrir
contra lo que quería a mandos militares, y no encontrando seguridad en otro sitio que, en las armas, que sus
enemigos le obligaron a tomar, le fue necesario hacer de la guerra un resguardo y defensa de su persona.

Se vio claramente su grandeza de ánimo en su modo de conducta con Mitrídates; porque cuando este rey,
quiso de nuevo acometer al Asia, era ya importante la fama que de Sertorio se había esparcido por todas
partes. Los Romanos comparando a Sertorio con Anibal y a Mitrídates con Pirro decían que no podrían
resistir a tanta fuerza y destreza juntas, si el más diestro general se llegaba a juntar con el mayor de todos los
reyes. Mandando él, debía aumentar la república.

Por otra parte, en España, los Senadores y personas con poder, intentaron difamar a Sertorio desgraciando
los negocios y agraviando a los bárbaros en nombre de este. Los que eran enviados para remediar y
apaciguar estas órdenes, volvían, habiendo alimentado mayores inquietudes y aumentando las fricciones ya
existentes. Tanto que, haciendo salir a Sertorio de su habitual benignidad y mansedumbre, se ensañó con los
hijos de los Íberos educados en Huesca, matando a unos y vendiendo a otros en almoneda.

4
Sertorio era conocido por su orden y moderación en los banquetes, y estaba acostumbrado a que los que
asistían, en sus chistes y comentarios, guardasen el mayor decoro posible. Cuando no sucedía esto, se
reclinaba en el asiento y hacía como que nos oía lo que pasaba. Esto sucedió en el banquete en el que
Antonio, sentado a su lado, le hirió con un puñal. Se arrojó sobre él y le agarró de ambas manos, con lo que,
hiriéndole varios a la vez, murió sin poder defenderse.

También podría gustarte