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Jonás 3:2-9

Continuamos hoy, estimado oyente, nuestro estudio del libro de Jonás. Nos
encontramos en el capítulo 3, en el cual hemos examinado dos secciones. La
primera, titulada "El Dios de la segunda oportunidad" fue desarrollada
enteramente en el versículo 1 de este capítulo. La segunda sección, se titula
"Jonás llegó a Nínive" y se extiende desde el versículo 2, hasta el versículo 4.
Nos encontramos, pues, en esta segunda sección.
En nuestro programa anterior, antes de leer el versículo 2, y viendo el
tremendo impacto del mensaje predicado en esa ciudad, así como la
renovación profunda que produjo, dijimos que, en la actualidad, el propósito
de Dios es llamar a un pueblo de entre todos los pueblos, razas y lenguas.
Creemos que nos estamos aproximando al final de la época y que Dios quiere
que Su Palabra se difunda, para que todos puedan escucharla. Sin embargo,
recordemos que la mayor renovación hacia Dios se encuentra aún en el futuro,
y la historia de la ciudad de Nínive fue simplemente como un breve bosquejo,
como una señal anticipada de esa renovación futura.
Para retomar mejor el hilo del relato, leamos nuevamente el versículo 2 de este
tercer capítulo de Jonás:
"Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y proclama en ella el mensaje
que yo te diré."
Tenemos que hacer una pausa aquí, y hablar un poco en cuanto a Nínive.
Como acabamos de leer, el Señor mismo la calificó como una gran ciudad y
en el último versículo del libro de Jonás, es decir, el versículo 11 del capítulo
4, el Señor también dijo: 11 ¿y no tendré yo piedad de Nínive, aquella gran
ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no saben discernir
entre su mano derecha y su mano izquierda, y muchos animales? Algunos
críticos han cuestionado varios aspectos del libro de Jonás, y uno de ellos es el
hecho de que, en este libro, en tres ocasiones, se dice que Nínive era una gran
ciudad, una ciudad extremadamente grande. Con toda seguridad, ellos se
habían destacado por la práctica del pecado, pero también por ser una ciudad
enorme.
Sin embargo, no fue hasta el año 1845 en que un francés llamado Layard, se
convirtió en el primer arqueólogo que examinó las ruinas de la ciudad. Junto
con otro arqueólogo excavó en la ciudad antigua de Nínive, situada al otro
lado del río Tigris, frente a la ciudad moderna de Mosul. Había sido edificada
en forma de trapecio, y medía aproximadamente unos 3 kilómetros de longitud
y algo más de 2 kilómetros de ancho. Estas medidas describen una extensión
bastante amplia, pero en realidad no encajan con las del libro de Jonás.
La ciudad de Nínive estaba emplazada en una llanura casi totalmente rodeada
de ríos. El río Tigres llegaba a un punto en el que el río Zab se le unía,
formando un valle en forma de "V" entre los dos ríos. Además, más arriba de
ellos, hacia el norte, había una cadena de montañas. Toda esta zona se
encontraba protegida por las fortificaciones naturales de los ríos y de las
montañas. En ese enclave natural había varias ciudades importantes. Nínive
estaba situada hacia arriba en el Tigris. Hacia abajo, en la bifurcación formada
por la confluencia del río Alto Zab con el río Tigris se encontraba Cala, como
fue llamada en la Biblia. Cala estaba situada a unos 29 kilómetros de la misma
ciudad de Nínive. La ciudad de Khorsabad está situada a unos 19 kilómetros al
noreste de Nínive, en río Alto Zab.
La declaración de Jonás en el sentido de que Nínive era una gran ciudad
podría sonar extraña para un tiempo en el que las ciudades estaban
amuralladas y por necesidad, eran pequeñas y compactas. Muchos turistas se
sorprenden cuando llegan a la ciudad de Jerusalén y descubren que la ciudad
amurallada es pequeña. Y era aún más pequeña en los días de Cristo, y en los
del rey David que lo que es en la actualidad. La ciudad amurallada de los
tiempos antiguos era muy compacta. Era realmente una fortaleza para que la
gente que vivía fuera de ella entrara en la ciudad cuando ésta era sitiada por un
ejército enemigo. En Nínive había verdaderamente 3 ciudades amuralladas: la
propia ciudad de Nínive, Cala y Khorsabad. Nínive se convirtió en la capital, y
toda esa zona fue conocida por su nombre. Entonces, en aquel valle fértil vivía
una gran multitud que, en tiempos de sitio entraría en estas ciudades. Algunos
historiadores dicen que uno de los motivos por los cuales Nínive cayó no fue
principalmente el enemigo exterior, sino una inundación que se produjo y que
afectó a toda una sección de la muralla de la ciudad.
Si retrocedemos al libro del Génesis, será interesante leer, y hablando de
Nimrod, el capítulo 10, versículos 11 y 12, que dicen: 11De esta tierra salió
para Asiria, y edificó Nínive, Rehobot, Cala 12 y Resén entre Nínive y Cala,
la cual es ciudad grande. En varias partes de la Biblia se destacó el hecho de la
grandeza de la ciudad y toda esa área recibió el nombre de Nínive, porque ésta
era la capital.
Uno de los escritores antiguos llamado Ctesias, describió a Nínive como una
ciudad cuyo circuito era de 480 estadios. Esto significaría que el perímetro de
la ciudad era de aproximadamente 34 kilómetros.
Así que, como vemos, Nínive era una ciudad enorme, que incluía a otras
comunidades urbanas. Por otra parte, en nuestro tiempo, la mayoría de las
grandes ciudades de la tierra alcanzan grandes extensiones geográficas, al
incluir poblaciones que se van formando a su alrededor.
Nínive era una gran ciudad, no solo en tamaño sino también en maldad. La
ciudad era culpable de los mismos pecados acerca de los cuales leímos en los
otros libros proféticos del Antiguo Testamento y, a causa de ello, atrajo el
juicio de Dios. En los libros de Amós y Oseas, encontramos que el motivo por
el cual Dios trajo el juicio sobre el pueblo se debió al aparatoso lujo de sus
costumbres, a la inmoralidad sexual y al desenfreno manifestado en al auge de
la embriaguez. Lo mismo podría decirse de Nínive. Sus habitantes se habían
entregado a la idolatría; su crueldad y brutalidad hacia sus enemigos era
incalificable, además de la flagrante inmoralidad que predominaba en la
ciudad. Así que estos fueron los pecados que caracterizaron a la gran ciudad
de Nínive.
Y a esta gran ciudad, Jonás fue llamado a ir y a predicar el mensaje de Dios.
Leamos ahora el versículo 3 de este tercer capítulo de Jonás:
"Jonás se levantó y fue a Nínive, conforme a la palabra del Señor. Nínive era
una ciudad tan grande, tanto que eran necesarios tres días para recorrerla."
Observemos que Jonás estaba actuando conforme al mandato del Señor. Había
comenzado su viaje dirigiéndose hacia Tarsis, lo cual no estaba de acuerdo
con la voluntad del Señor: pero en este momento se estaba dirigiendo hacia
Nínive, conforme a las instrucciones de Dios.
Esta frase que hace referencia a los tres días que eran necesarios para recorrer
esta gran ciudad ha sido cuestionada por los críticos. Pero, como ya hemos
explicado, llevaba varias horas atravesar solo una de aquellas ciudades que
formaban la ciudad de Nínive; además se trataba de tres ciudades, así como de
una gran área situada entre ellas, en las cuales se calculaba una población de
varios millones de habitantes. Y a esta extensa zona llegaría Jonás, por lo que
resulta razonable creer que le llevaría tres días recorrerla mientras predicaba.
Continuemos leyendo el versículo 4 de este tercer capítulo:
"Comenzó Jonás a adentrarse en la ciudad, y caminó todo un día predicando y
diciendo: ¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!"
El caso fue que a Jonás le llevó un tiempo considerable cubrir esa zona
urbana. Tengamos en cuenta que no disponía de los medios modernos para
hacer oír su voz, como por ejemplo micrófonos, altavoces, o un megáfono y,
de todas formas, el profeta se esforzó para que su voz y su mensaje pudieran
ser escuchados por esa gran multitud. Seguramente se detuvo ante toda
aglomeración de gente, o en cada esquina para proclamar su mensaje. O sea,
que su avance tenía que ser necesariamente lento, considerando las numerosas
ocasiones en que tuvo que detenerse, y la posibilidad que haya sido
interpelado para pedirle explicaciones sobre tan extraño mensaje. Todas estas
circunstancias debieron influir para que su avance al cruzar esa enorme área
urbana fuera particularmente lento.
Ahora, alguien quizá podría preguntar: ¿Cómo hizo él para reunir a una
multitud? Este siempre ha sido un problema para el predicador que sale a la
calle a proclamar su mensaje. Es natural que éste desee reunir a la mayor
cantidad posible de gente. ¿Cómo lo habrá logrado Jonás, sin disponer de
medios como los que hoy tenemos para promover publicidad, como, por
ejemplo, música, el apoyo de personajes populares o de instituciones sociales,
etc. En realidad, Jonás no disponía de medios para atraer a una multitud ni
para entretenerla, así que lo que atrajo a las masas fue el contenido impactante
de su mensaje. Ese fue el motivo por el cual causó un impacto en aquella
sociedad.
El profeta usó un método bastante diferente a los que están disponibles en la
actualidad. Su método consistió en presentarse como un hombre que provenía
de los muertos y la presentación de este hecho debió resultar espectacular. Un
hombre que había estado tres días y tres noches dentro de un pez no podía,
simplemente, tener un aspecto normal, como el que tenía antes de pasar por
esa experiencia.
Usted recordará que en un programa anterior hablamos de un hombre que
había sido tragado por un gran pez y que vivió para contar su historia. El caso
que relatamos se refirió a un hombre que pasó dos días dentro de un pez. Ese
hombre fue exhibido en un museo de Londres, como "el Jonás del siglo XX".
Cuando fue objeto de una entrevista, dos años después del suceso, no tenía ni
un solo cabello en su cuerpo y su piel tenía una coloración amarillenta y
marrón. Es que los jugos gástricos del pez habían afectado al individuo a
medida que el pez trataba de digerirlo.
Esos productos químicos debieron causar ese efecto sobre este náufrago
contemporáneo, y aparentemente, lo mismo también le sucedió a Jonás.
Podemos imaginarnos el color que le quedó a Jonás en su piel, y el aspecto
que tenía. Cuando él se detenía en una esquina y hablaba en voz alta y le
preguntaban dónde había estado, él seguramente habrá respondido: "Yo soy
un hombre que viene de entre los muertos; un pez me tragó, porque Dios me
había enviado a Nínive, pero yo traté de huir a Tarsis". Ante semejante
testimonio y apariencia del profeta, la gente no ridiculizó a Jonás, sino que lo
escuchó.
A pesar de la falta de noticias concretas, se sabe que los programas de radio,
transmitidos en muchos idiomas, llegan hasta los confines de la tierra y
muchísimas personas escuchan diariamente la Palabra de Dios en su propia
lengua, y es casi imposible calcular el gran número de personas que acepta el
mensaje de salvación del Señor Jesucristo, incluso en países donde uno no
hubiera esperado una obra de tantos alcances, llevada a cabo por el Espíritu de
Dios.
¿Quién hubiera esperado que, a él, en la malvada ciudad de Nínive, le
hubieran escuchado predicar la Palabra de Dios? ¿A un hombre que afirmara
haber regresado de los muertos? Por cierto, su mensaje es el mismo que
proclamamos en la actualidad. Tenemos un mensaje acerca de un hombre que
regresó de los muertos. El apóstol Pablo escribió en su carta a los Romanos,
capítulo 4, versículos 24 y 25, creemos en aquel que levantó de los muertos a
Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y
resucitado para nuestra justificación.
Jonás entró en la ciudad de un mensaje de juicio: Dentro de cuarenta días
Nínive será destruida. Creemos que el profeta comunicó el mensaje con
entusiasmo, porque a él no le gustaban los habitantes de Nínive.
Leamos ahora el versículo 5, que inicia un nuevo párrafo que hemos titulado
LA CIUDAD DE NÍNIVE CREYÓ EN DIOS
"Los hombres de Nínive creyeron a Dios, proclamaron ayuno y, desde el
mayor hasta el más pequeño, se vistieron con ropas ásperas."
Al leer la frase Los habitantes de Nínive creyeron en Dios reconocemos que
esta fue una gran declaración del Antiguo Testamento. Todo lo que Dios le ha
pedido a cualquier persona, a cualquier pecador, es sencillamente que crea en
El. ¿Qué le pide a usted que crea? Le pide que crea en lo que Él ha hecho por
usted - que El murió por usted y por sus pecados; que crea que Él fue
resucitado y que está sentado ahora a la derecha de Dios. Los habitantes de
Nínive creyeron y esto es también la actitud importante que El espera hoy de
usted.
Nos tememos que en la actualidad hay muchos que profesan ser cristianos,
que desarrollan una gran actividad en círculos cristianos, que hablan sobre la
Biblia, pero que no conocen realmente a Dios.
Ahora, la gente de Nínive creyó a Dios, y proclamaron un ayuno.
Demostraron visiblemente su creencia. La fe siempre conduce a las obras.
Dice el texto Bíblico que desde el mayor hasta el menor se vistieron de luto en
señal de arrepentimiento. Y dice el versículo 6 de este tercer capítulo:
"Cuando la noticia llegó al rey de Nínive, este se levantó de su silla, se
despojó de su vestido, se cubrió con ropas ásperas y se sentó sobre ceniza."
Estimado oyente, cuando la gente comienza a adoptar esta actitud, ya no
cometerá pecados. En aquella ocasión sintieron una profunda convicción de
arrepentimiento y suplicaron a Dios Su compasión. Y cuando uno le pide a
Dios compasión, misericordia, usted va a encontrar que Él es misericordioso y
compasivo. Dice el versículo 7:
"Luego hizo anunciar en Nínive, por mandato del rey y de sus grandes, una
proclama que decía: «Hombres y animales, bueyes y ovejas, no prueben cosa
alguna; no se les dé alimento ni beban agua"
Aquí vemos que, a aquellas personas, muchas de las cuales caían en los peores
excesos del alcohol, se les dijo que no bebieran ni siquiera agua. Continuemos
leyendo el versículo 8 de este tercer capítulo de Jonás:
"Sino cúbranse hombres y animales con ropas ásperas, y clamen a Dios con
fuerza. Que cada uno se convierta de su mal camino y de la violencia que hay
en sus manos."
Estimado oyente, es indispensable apartarse del pecado. Si usted viene a
Cristo, puede venir tal como se encuentra, pero al hacerlo, deberá apartarse del
pecado. Es imposible aceptar al Salvador, al Señor, y no apartarse del pecado.
En la ciudad de Nínive, el mensaje del rey exhortó a sus súbditos con las
siguientes palabras: Que cada uno se convierta de su mal camino y de la
violencia que hay en sus manos. Como indicamos en otra ocasión, los
habitantes de Nínive eran un pueblo brutal y violento, que imponían la ley de
la calle. Entonces el rey les ordenó que se apartaran de toda esa forma de vivir
y actuar y que clamaran a Dios por compasión.
Entonces se produjo un acontecimiento de lo más extraño: la totalidad de la
ciudad se volvió a Dios. Este evento fue extraordinario: en realidad, más que
asombroso. Desde el rey en el trono hasta el campesino en su humilde morada,
todos se volvieron al Señor. Clamaron con fuerza a Dios y creyeron en El. Fue
aquel un tiempo maravilloso de restauración.
En la actualidad vemos impulsos de renovación del Espíritu Santo allí donde
la Palabra de Dios está siendo predicada y enseñada, pero no estamos
presenciando una renovación general y amplia: En cambio, encontramos que
muchos cristianos permanecen inactivos en lo que respecta a compartir la
Palabra de Dios, en ganar a personas para Cristo y en edificarlas en la fe.
Llegamos ahora a un nuevo párrafo que hemos titulado,
NÍNIVE NO FUE DESTRUIDA
Hemos visto, pues, que Jonás fue a Nínive y toda la ciudad se volvió a Dios.
Este hecho nunca había ocurrido antes. Con toda seguridad, el patriarca Noé
no tuvo esa clase de experiencia, pero el profeta Jonás, sí. ¿Qué haría Dios
entonces, ya que la ciudad se había vuelto a Él? El rey mismo adelantó una
posibilidad. Leamos los versículos 9 y 10 de este tercer capítulo de Jonás:
"¡Quizá Dios se detenga y se arrepienta, se calme el ardor de su ira y no
perezcamos! Vio Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino,
y se arrepintió del mal que había anunciado hacerles, y no lo hizo."
Aquí tenemos una declaración notable de las Sagradas Escrituras, en la que se
presentó a Dios arrepintiéndose. ¿Qué quiere decir la Biblia cuando afirma
que Dios se arrepintió? ¿Se arrepiente Dios? Bueno, para no dejar este tema
sin concluir, lo dejaremos para nuestro próximo programa. Estimado oyente,
le agradecemos la atención prestada a este estudio y le invitamos cordialmente
a continuar acompañándonos en nuestro próximo programa, para continuar
nuestro viaje "a través de la Biblia."

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