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LAS ADICCIONES Y SU INCLUSIÓN

EN LA SALUD MENTAL
¿Qué queremos expresar cuando decimos: Salud Mental “y” Adicciones? Es decir, ¿Qué entendemos conceptualmente
para establecer esa conjunción?

Cuando aparece esta ampliación de la Salud Mental y la inclusión en su campo de las adicciones, tenemos que estable-
cer que no necesariamente el consumo de sustancias presume una enfermedad mental, ni ninguna otra. Sabemos que
el consumo de una sustancia psicoactiva en sí mismo no tiene nada que ver con una compulsión y que para llegar a una
compulsión -y esto es válido para cualquier tipo de adicción- se necesitan muchos factores, condiciones, requisitos. Estos
factores hacen que eventualmente desde la compulsión se elijan sustancias psicoactivas con diverso tipo de toxicidad.
Ahora bien, también se encuentran compulsiones en el consumo de sustancias legales, como por ejemplo el alcohol, o el
tabaco; o también existen compulsiones comportamentales como el juego, el trabajo, entre otras. Incluso, muchas de ellas
no son entendidas comúnmente como tales, pero también tienen su impacto sobre el ámbito general de la salud. Por ejem-
plo, una persona con compulsión en juego tiene muchas más posibilidades de suicidarse por secuelas de su adicción, que
una persona adicta a sustancias psicoactivas ilegales o que una persona adicta al alcohol (que es la sustancia psicoactiva
más usada en el mundo, junto con la nicotina).

Ahora bien, debemos considerar que, de acuerdo con los datos que se constatan en estadísticas mundiales: de cada
100 personas que consumen sustancias, solamente un 4 ó 5% son adictos a las mismas. Esta información contraría lo
manifestado por el supuesto “sentido común” y por también los discursos dominantes de los medios (que poco ayudan a
esclarecer estas cuestiones). Habitualmente desde estos discursos se insiste en supuestos asertos, que poco tienen de
científicos y sí en cambio de tremendistas, por decirlo elegantemente. Es decir, siempre se inclinan por adjetivaciones como
el “flagelo”, el “azote”, describen al adicto como malvado, delincuente, incumplidor, etc. Desde allí se legitima la demanda
para que la policía entre y resuelva el problema: detenga al que consume, al que trafica en la calle y toda la cadena posible
-a pesar de que sabemos cosas tan elementales como que, solamente se decomisa, o sea, se retira del circuito de consu-
mo, el 10% de lo que se produce con ese fin.- Este es, el resultado de la acción de todas las policías del mundo. En vez
de darle luz a los hechos, arroja en cambio a la audiencia a seguir pidiendo intervenciones penales, a preguntarse cómo es
que la policía no sabe que en tal lugar del barrio “x”, un individuo vende y otras cuestiones por el estilo.

Por otra parte, si nos centramos en el tema de la atención en el campo de la salud; desde el sentido común y sus discursos
más habituales, también se piensa como una cuestión que atañe exclusivamente a los médicos; se sostiene que son las
personas que hayan tenido la experiencia de haber pasado por el “lamentable trance y salvarse de él” quienes se encuen-
tran en condiciones de ejercer a través de metodologías basadas en la conducta, una rehabilitación. Estos procesos de
tratamiento muchas veces se desarrollan más en términos religiosos o morales, salvíficos, que los que podemos interpretar
como caminos o posibilidades de cura. Esto incluye otras cuestiones relativas al proceso de tratamiento y cura, en tanto
nos referimos a registro legítimo de altas y recidivas, cuestión que no se hace habitualmente, tomándose otros criterios,
no siempre fiables y sin seguimiento post alta de varios años, que garantice el hecho de lo que se está afirmando como
absoluto.

¿Por qué queremos que se caracterice el fenómeno de las adicciones y su entendimiento, también desde el campo de
la salud mental? Porque hasta ahora son pocas las instituciones públicas de Salud que se han hecho cargo de este tema,
salvo los servicios efectivamente dedicados a esto.

Lo que estamos tratando de expresar, es que no basta incluso con establecer un sistema de atención, sino vencer a través
de la capacitación y del diálogo, los diversos prejuicios que se ciñen sobre la imagen del adicto (y todo lo que incluye esta
definición) y la dificultad de su inclusión en el ámbito de salud público, dadas las secuelas que la instalación del prejuicio
operan en dicho ámbito, asociando su figura con robos, transgresiones y otros daños; y por tanto tratando de que sola-
mente las instituciones especializadas y aisladas, las instituciones totales, sean las que se hagan cargo.
De manera que, haber logrado que la sanción de la Ley Nacional de Salud Mental N° 26.657 incluya a las adicciones y a
los consumos problemáticos de sustancias es un significativo avance, pero más significativo resulta todavía, que en este
momento haya un ámbito dentro del Ministerio de Salud que se denomine “ Salud Mental y Adicciones”.

Sobre Salud Mental, hacía 20 años que teníamos un olvido absoluto del tema, no había espacio de Salud Mental en el
Ministerio de Salud.

Resulta importante destacar que en ese 5% de personas adictas de cada 100 personas que consumen (que no alcanzan
el 7% de la población total), a los cuales se hacía mención más arriba, hay que recordar que suelen tener problemas que
están ligados a la salud mental. Obviamente en el otro 95%, sobre todo en los que son consumidores no habituales, no va
a haber muchas más complicaciones que las que tenemos con la mayoría de las personas. Sabemos que a nivel mundial
el impacto en el consumo de las sustancias psicoactivas legales (alcohol y tabaco sumadas) es 99% mayor al de las sus-
tancias prohibidas (todas juntas). El alcohol y el tabaco sumados tienen entonces el impacto superior en la salud, debido
a las muertes, enfermedades, accidentes, etc., que el de todas las sustancias prohibidas sumadas, en todo el mundo.
Viene bien tenerlo presente esto, porque muchas veces, incluso personas que se suponen poseedoras de una información
superior en muchos temas, no tiene la verdadera dimensión de esto que estamos señalando. Normalmente se ignora cuál
es el impacto, del alcohol por ejemplo, desconociéndose que el 75% de nuestras camas en salud mental tienen un origen
en el alcoholismo, sumándose a otras cuestiones de patología mental.

Para llevar a cabo una política en prevención y abordaje de las adicciones, se requiere poner en actividad todas las áreas
del Estado, no basta con el sector de la salud mental o salud en general; se necesitan grupos preventivos y de inclusión
con actividades, que tienen que ver con Desarrollo, con Salud, con Trabajo, con Educación, fundamentalmente. Por eso
decimos, como lo establece la ley que tanto la salud mental como las adicciones son temas que deben ser abordados de
manera interdisciplinaria e intersectorial. Son cuestiones de amplio impacto social y nadie puede erigirse como parte, y
debe ser el resultado de una actividad (la problemática) que involucra un todo. También se requiere la participación comu-
nitaria, como requisito fundamental para llevar adelante este tipo de políticas o intervenciones preventivas-promocionales.

Siempre sostuve que las adicciones eran un gran termómetro de nuestras evoluciones en el tiempo; lo que vivimos hace 30
años no es lo mismo que lo que sucedió hace 10, 5 ó en la actualidad. Han cambiado las condiciones, se han banalizado
las situaciones de consumo, se han minimizado los riesgos, se han maximizado los consumos en función de una sociedad
de consumo, entonces esto debe ser entendido desde otro lugar. Si no lo comprendemos así, y además no empezamos a
acostumbrarnos a la cotidianidad del fenómeno de consumo que aumenta necesariamente, y que por lo tanto también van
a aumentar la cantidad de abusadores y de dependientes a sustancias, estamos errando y si además, seguimos confiando
en que una hipotética lucha lo resuelva, nos equivocamos más todavía. De manera que, resulta en una obligación ciuda-
dana potenciar los ámbitos de resolución para estos problemas. Si queremos cambiar el paradigma, tenemos que luchar,
justamente, por todos los derechos que tenemos como ciudadanos, y concluir en la cuestión de que no es esto un favor
que se nos hace, sino que es un derecho al cual tenemos que acceder, y sobre todo tienen que acceder los que menos
tienen. Es preciso, considerar que las adicciones ya se han instalado como consumo masivo y difícilmente vamos a poder
licuarlas, lo que sí vamos a poder hacer es aprender a convivir con ellas y en todo caso podremos mejorar las condiciones
de vida de las personas con consumos problemáticos de sustancias, reducir riesgos y daños para la salud, convivir e inte-
grarnos; porque las personas con consumo de sustancias –sea problemático o no- son uno más de todos nosotros.

Elaborado por: Área de Adicciones de la Dirección Nacional de Salud Mental y Adicciones.

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