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Formacion Academica

Pese al óbice de su adolorida infancia, José María Arguedas trabajó incansablemente toda su
vida para aguzar su intelecto. Se empeñó en excavar y palpar las entrañas de la cultura andina.
La pasión del escritor andahuaylino por la expresión indígena tuvo vuelcos en todos los
ámbitos del saber: en su escritura, sus meditaciones, sus emprendimientos y, sobre todo, en
sus estudios. Arguedas comenzó su vida académica en el Colegio Santa Isabel en 1928.
Posteriormente, en 1931 ingresó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde
estudió Letras; para luego especializarse en Antropología en 1951. Luego adquirió el grado de
Bachiller, con especialidad en Etnología. Y finalmente en 1963 adquirió el grado de doctor en
Etnología.

Académico y difusor de cultura

Durante su vida, Arguedas permaneció fiel a la vocación que poseía. El escritor peruano se
desenvolvió como verdadero difusor de arte, pues su amor a la lengua y a la cultura popular
del Perú lo llevaría por derroteros en los cuales dejaría su marca. Todas sus prácticas laborales
se vincularon con el arte y la cultura; a excepción de la breve pausa entre 1932 y 1937, cuando
fue empleado de la Administración Central de Correos de Lima. Como académico, Arguedas
perteneció al Instituto de Estudios Peruanos, del cual fue investigador destacado. Fue parte del
Instituto de Etnología (1941) y trabajó en la sección de Folklore del Ministerio de Educación
(1946). En 1947 fue nombrado Conservador General de Folklore de la institución antes
referida. Luego, de 1963 a 1964 se desempeñó como director de la Casa de Cultura de Perú, en
cuyo periodo creó la revista Cultura y Pueblo (1964). Un año después dirigió el Museo Nacional
de Historia, función que desempeñó hasta 1966. También se desarrolló como jefe del
Departamento de Sociología en la Universidad Nacional Agraria “La Molina” en 1968, cargo
que ocuparía hasta su muerte.

Aparte de su labor administrativa, Arguedas destacó en la docencia. Se desempeñó como


profesor de lengua española en los colegios nacionales “Alfonso Ugarte”, “Nuestra Señora de
Guadalupe” y “Mariano Melgar de Lima”. Incluso tuvo la oportunidad de representar al
profesorado peruano en el Congreso Indigenista Interamericano de Pátzcuaro, en México
(1942). Arguedas ejerció su oficio como educador hasta que en 1949 fue destituido porque se
le consideró comunista por su filiación al pensamiento de Mariátegui.

Y así como fue académico y docente, es importante señalar su papel como difusor de cultura.
Pues fue conocida su devoción por el arte popular, que orientó sus “esfuerzos por una
educación adaptada al Perú de todas las sangres, [de un] mestizaje transculturador”.[3] Aquel
fervor se vio reflejado de tres maneras: en publicaciones periódicas, antologías y traducciones.
En primer lugar, se advierte su temprana participación en Antorcha e Intí en el año de 1928.
Posteriormente, en 1936, conformó un equipo de trabajo (en el que estaban José Alvarado
Azar, Emilio Champion, Augusto Tamayo Vargas y Alberto Tauro) para la revista Palabra, en
defensa de la cultura. Y de 1951 a 1961 editó la revista Folklore Americano; y tres años
después reanudaría su faena editorial con el proyecto: Cultura y Pueblo.

En segundo lugar, se considera el afán de Arguedas por compilar las memorias y tradiciones
andinas. Anhelo que materializó en las siguientes antologías: Canto kechwa (1938) y Mitos,
leyendas y cuentos peruanos (1947). Y por último, se estima como aportación cultural sus
traducciones: Canciones y cuentos del pueblo quechua en 1948 (narrados por Carmen Taripha
y recogidos por Jorge A. Lira) y Dioses, y hombres de Huarochirí (recogido por Francisco de
Ávila).

Link: http://www.elem.mx/autor/datos/

Premios y becas

El reconocimiento de la obra de Arguedas fue un suceso que, al paso de los anales, se polarizó
en dos extremos. Ricardo González Vigil, en su edición de Los ríos profundos, anotó que el
medio literario de su época percibió su narrativa de forma adversa. Sobre todo, la recepción de
su novela Todas las sangres. Y aún, el propio autor fue del todo severo con su propia labor
artística.[4] No obstante, mientras vivió Arguedas, su obra fue galardonada con numerosos
premios.

En 1955 su cuento “La muerte de los Arango” obtuvo el primer premio del Concurso
Latinoamericano de Cuento, organizado en México. Tres años después, su tesis de especialidad
en Etnología, “La evolución de las comunidades indígenas”, obtuvo el Premio Nacional
Fomento a la Cultura Javier Prado. En esa misma época fue becado por la unesco, para
efectuar estudios en España y Francia. En 1959, su novela Los ríos profundos ganó Premio
Nacional de Fomento a la Cultura “Ricardo Palma”. Y nueve años después esta obra sería
condecorada de nuevo con el premio de novela iberoamericana de la Fundación William
Faulkner. Luego en 1961 publicó su novela El Sexto, por la cual se le concedió por segunda vez
el Premio Nacional de Fomento a la Cultura “Ricardo Palma”. Y, finalmente, en 1968, meses
antes del ocaso de su vida, le fue otorgado el premio “Inca Garcilaso de la Vega”, por haber
sido considerada su obra como una contribución al arte y a las letras del Perú.

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