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COMUNICACIÓN Y TÉCNICAS DE EXPRESIÓN EN ESPAÑOL. ADE.

GRUPOS 3/4 Lo no verbal como


un componente más de la lengua Dolores Soler-Espiauba Consejo de Ministros de la Unión
Europea Bruselas Comenzaré esta charla citando a dos escritoras españolas
contemporáneas, Rosa Montero y Soledad Puértolas, que me ayudarán a entrar en materia.
Dice Rosa Montero en un artículo publicado por el diario El País en mayo de 1993 y
hablando de los españoles: "Nos rozamos, nos aproximamos, nos tocamos mucho más los
unos a los otros que casi todos los pueblos que conozco". Y Soledad Puértolas, en su novela
El bandido doblemente armado, comenta la fascinación que sentía el protagonista durante
su infancia por una familia extranjera con estas palabras: "Nos gustaban por eso, porque
hablaban y se movían de otro modo..." El objetivo de este trabajo irá pues en este sentido:
demostrar que cada cultura posee un código de expresión corporal diferente y que al
mismo tiempo que aprendemos o enseñamos una lengua debemos intentar comprender los
códigos de la gestualidad de que disponen sus hablantes. Dicho de otra manera: la
enseñanza de una lengua extranjera no se hace exclusivamente a través de los
contenidos léxicos, fonéticos y gramaticales, sino también a través de todo un sistema
de descodificación del comportamiento corporal, único en cada cultura, que puede
ayudarle a aceptar situaciones inconcebibles en la suya y a descifrar con mayor facilidad los
mensajes no verbales que los humanos transmitimos constantemente, Según el eminente
sociólogo norteamericano Raymond Birdwhistell, sólo el 35% del mensaje humano pasa
por la palabra, un 38% está vehiculado por la entonación y el resto por la actitud
corporal. Apoyándose en estas cifras, declara Birdwhistell: "El hombre es un ser
multisensorial que algunas veces verbaliza" y añade Flora Davis: "Las palabras pueden ser lo
que el hombre emplea cuando le falla todo lo demás". Por "comportamiento no verbal"
pueden entenderse situaciones comunicativas tan variadas como la manera de vestirse,
de cortarse o teñirse el pelo, de conducir, de esperar en una cola, de comportarse en el
metro o autobús, de atravesar una calle, de pedir la palabra en una asamblea, de saludar,
de permanecer en un ascensor y otras muchas. El estudio de todas estas situaciones
sobrepasaría con mucho el espacio de que disponemos. Nos limitaremos pues a estudiar la
manera de comunicar no verbalmente del español de hoy, estructurando esta comunicación
en dos partes: A. La PROXÉMICA o estudio del territorio personal. B. La KINÉSICA o estudio de
la gestualidad. El ser humano, como el animal, hereda genéticamente la noción de
territorio. Por ejemplo: si observamos en un parque la noción estratégica de los bancos,
veremos que si una persona se sienta en un extremo, la siguiente lo hará en el otro.
Pero si una persona se sienta en el centro, tendrá probabilidades de permanecer sola.
Otro buen ejemplo sería la consulta de un médico, donde los primeros pacientes se sentarán
lo más alejados posible unos de otros. En un estudio publicado por la revista Cable sobre
un estudio comparativo de los comportamientos corporales de norteamericanos y
españoles, observan Pedro Benítez y Audrey A. P. Lavin que el concepto de espacio también se
percibe como diferente entre los transeúntes de una misma cultura, según los autores citados.
Los norteamericanos necesitan más espacio para pasar cuando caminan por la calle,
considerándonos rudos porque llegamos a rozarnos unos a otros cuando nos cruzamos o
nos adelantamos al caminar. Según el antropólogo Edward T. Hall, el espacio
interpersonal o la "burbuja" es diferente para unos o para otros. Al norteamericano no le
gusta compartir su burbuja, el español en muchos casos prefiere compartirla. Hall hizo una
interesante división del territorio de cada individuo en cuatro zonas de distancia: a. Distancia
íntima (relaciones amorosas y familiares) b. Distancia personal (reuniones sociales o calle) c.
Distancia social (oficinas, tiendas, hoteles) d. Distancia pública (políticos, conferenciantes,
profesores (Dichas distancias pueden oscilar de 0 centímetros a 8 metros) Cuando un
norteamericano entra en un ascensor, se sitúa lo más lejos posible de la persona o
personas que viajan en él, repartiendo el espacio con ellos. No roza a nadie y mira los números
con fascinación, o las puertas o los botones o el suelo, todo con tal de no reconocer que hay
alguien más viajando en el mismo aparato. Los españoles por el contrario suelen mirarse más
o menos descaradamente, llegando a plantear pequeñas conversaciones sobre el tiempo
o a lanzarse pequeñas fórmulas de cortesía: "buenos días" y "hasta luego" son frecuentes
incluso entre desconocidos. Pero es preciso saber que esta percepción del espacio no es
la misma en todas las culturas. Si situamos en el epicentro de un cóctel a un
diplomático árabe y a un diplomático escandinavo, es casi seguro que al cabo de 20 minutos
el escandinavo habrá retrocedido hasta encontrarse con la espalda pegada a la pared y que el
árabe no verá ninguna razón para no seguir avanzando. La noción de espacio es pues muy
diferente para japoneses y árabes, norteamericanos, latinoamericanos y mediterráneos. Una
nueva clasificación de Hall establece el orden siguiente entre diferentes grupos étnicos,
teniendo en cuenta sus relaciones distanciales: Árabes Latinos Africanos y afroamericanos
Asiáticos, hindúes y pakistaníes Anglosajones y escandinavos. Así pues, árabes, mediterráneos
y africanos pertenecen a culturas de contacto, mientras que norteamericanos, escandinavos,
anglosajones y asiáticos pertenecen a culturas de no contacto. Determinados tests de
Desmond Morris han dado los resultados siguientes al observar a dos personas que se
encuentran en la calle: 1. Si son europeos occidentales, podrán tocarse con la punta de los
dedos. 2. Si proceden del Este de Europa, el límite de la distancia será la muñeca. 3. Si
proceden de la región mediterránea o de América Latina, dicho límite se situará en el codo.
Todo esto justifica pequeñas frases clave como el donde caben dos, caben tres de los
españoles o el I need my space de los americanos, o también Two's company, three's a crowd.
Sin embargo, el etólogo Jones ha podido demostrar que en los barrios deprimidos de Nueva
York todas las etnias actúan de la misma manera, manteniendo una distancia de más o menos
30 cms. Cabría preguntarse ante ello si son más poderosas las fuerzas económicas que
las culturales. Un caso típico de defensa del territorio personal que todos hemos vivido es la
manera de evitarse cuando dos personas avanzan por una acera en dirección contraria.
Normalmente, a unos tres metros de distancia se produce un signo perceptible emitido por
ambos y que les hace ponerse de acuerdo para no chocar. Cuando este signo no es
suficientemente claro, podemos asistir a una especie de ballet ridículo que ha sido
denominado por los especialistas "tartamudeo kinésico" e interesante hasta el punto de
haberse dedicado tesis doctorales de sociología a la manera de cruzarse la gente en la calle. Un
lugar de observación excelente sería por ejemplo la playa, donde cada bañista delimita
su territorio con sombrillas, toallas, toldos. El español tendría tendencia a aglutinarse en
la arena, mientras que franceses, belgas, holandeses, alemanes y escandinavos huyen en
la playa de una excesiva proximidad. Pero es sin duda la calle el observatorio ideal. ¿Cómo
caminan en sus ciudades los humanos? En España se ven muchos grupos que caminan
del brazo: madres e hijas, padres e hijos, hermanos, chicas entre sí, mujeres entre sí, parejas
estables y de cierta edad, mientras que van de la mano o enlazadas parejas jóvenes,
parejas no convencionales. Los hombres entre sí, incluso jóvenes, se muestran mucho
más distantes. Las familias españolas, al desplazarse juntas, lo hacen agrupadas y más
lentamente que en el Norte de Europa o en Estados Unidos. He podido observar en un
reciente viaje a Nueva York que la mayoría de los miles de seres que circulan por
Manhattan se desplazan solos y a una increíble velocidad. Es muy difícil ver grupos de más de
dos personas caminando juntos. Para un profesor, un campo de observación privilegiado
es la clase: los alumnos, no solamente intentan conservar, a partir del segundo día, el
lugar que ocupaban el día anterior, sino que se muestran irritados si alguien que ha llegado
primero ha ocupado "su" sitio. Se ha observado también en las bibliotecas que los
lectores establecen auténticas "barricadas" en sus pupitres, con pilas de libros, para
protegerse de las miradas y de la ocupación de los pupitres contiguos. Flora Davis ha
observado ciertas diferencias de comportamiento territorial entre hombres y mujeres.
Aquellos, aglomerados en un lugar exiguo, se tornan desconfiados, incluso agresivos, mientras
que las mujeres, en idéntica situación, tienden a intimar y a consolidar lazos de amistad. Un
tribunal de exámenes masculino aglutinado será más severo que en una situación espacial
confortable. Volviendo al ámbito del español, su territorio individual parece ser más exiguo
que el de otras culturas occidentales. El puritanismo protestante de que están impregnadas las
culturas anglosajona, norteamericana y del Norte de Europa ha sido sin duda
determinante. De aquí la profusión de fórmulas verbales como "gracias" y "perdón" que no
son más que la realización lingüística de un hecho aceptado por todos: la existencia de ese
espacio del que hablamos. Hay que dar las gracias porque alguien nos ha dejado entrar en su
burbuja o hay que pedir perdón porque nosotros hemos entrado en ella sin permiso. Todas
esas fórmulas están escandalosamente ausentes del español cotidiano, pudiendo llegar a
parecernos ridículo su uso excesivo en otras culturas. En las relaciones de esferas territoriales
está la posibilidad o no de tocarse, según las diferentes culturas. En la zona mediterránea
de Europa, el tocarse acompaña continuamente la conversación, es una forma más, por
parte del hablante, de apoderarse de la atención del interlocutor, lo que podríamos llamar un
"expletivo corporal", pero el miedo a tocarse de las culturas anglosajonas, como decíamos
antes, tiene evidentes orígenes en la influencia del protestantismo en las mismas. Esta
facilidad para tocarse se observa más en las clases populares que en las clases altas y más
en mujeres que en hombres ¿Por qué? Porque los medios de expresión oral son menos
ricos en dichas clases sociales y entre las mujeres de las mismas. La tendencia más o menos
gregaria de cada civilización se muestra no sólo en lugares públicos, sino también en el
hábitat. Los árabes, aunque posean casas espaciosas, prefieren concentrarse y hasta
dormir en la misma estancia y tienen numerosas alfombras y divanes destinados a este fin.
Me ha parecido observar que los españoles jóvenes no se muestran reacios a compartir el
dormitorio con uno o varios hermanos, sin que esto esté condicionado por factores
económicos o de falta de espacio. Los jóvenes europeos y norteamericanos defienden con más
fuerza su independencia en el interior de la casa paterna y la abandonan antes, aun sin ser
independientes económicamente, para obtener su propia esfera en otro domicilio. Esto
puede tener su importancia en el momento de alojar en casa a un niño extranjero. Son muy
frecuentes los intercambios entre jóvenes norteamericanos y españoles, durante varios
meses o un año. El hecho de que la "madre española" con quien vive un estudiante
americano limpie la habitación donde duerme, puede ser interpretado como intromisión
en su vida privada. Cuando en un texto estudiado en una de mis clases aparece la entrañable
mesa camilla encuentro inmensas dificultades para explicar su función de epicentro de la
vida familiar en muchos hogares españoles. Afortunadamente las películas de Saura y
hasta de Almodóvar nos la presentan a menudo. Dedicaré ahora el tiempo que me queda al
estudio sistemático de ciertos elementos de la comunicación no verbal, entrando así en el
terreno de la KINÉSICA. En el mundo hispánico se ha estudiado muy poco hasta ahora la
llamada comunicación no verbal y hay una gran escasez de investigaciones en este
campo. A pesar de que estudios llevados a cabo en lugares tan dispares como Nueva Guinea,
Borneo, Estados Unidos, Brasil y Japón encuentran los mismos “kinemas” faciales para
expresar las emociones, no podemos asegurar que la realización de la misma investigación en
otros lugares presente idénticos resultados. Fue Darwin el primero en afirmar que todos los
hombres, de cualquier civilización u origen expresaban sus emociones por medio de la misma
mímica. Esta teoría fue puesta en tela de juicio a principios del siglo XX, al afirmarse que la
mímica de las expresiones era cultural y adquirida socialmente, hasta que la tesis de Darwin
volvió a imponerse en la década de los veinte, apoyada por psiquiatras y especialistas de
la ceguera neurológica en los Estados Unidos, que habían investigado previamente en
cinco regiones del planeta diametralmente opuestas. Se ha demostrado que las dos tesis
son perfectamente compatibles, pues si bien es verdad que en lo que concierne a las
emociones fundamentales, el hombre nace perfectamente programado en cualquier parte
del planeta, también es cierto que el hombre se pasa la vida aprendiendo e imitando, o
sea, que la comunicación gestual también se aprende. De todo esto se desprende que
hay dos tipos de expresión gestual: la innata y la adquirida. 1. Expresión gestual innata:
Es genética y heredada. Reaccionamos todos de igual manera con un reflejo-respuesta a
un estímulo determinado: dolor, alegría, tristeza, sorpresa, miedo, cólera, indiferencia,
asco. Para saber si un gesto es innato, debe comprobarse que existe en cualquier
sociedad, pero sobre todo entre los recién nacidos y los niños ciegos. Ejemplos de gestos
innatos son: Alzar los ojos para demostrar sorpresa Reír cuando algo nos complace Fruncir el
entrecejo cuando algo nos preocupa Replegarnos en la desesperación o tristeza Dar la mano
para saludar Aplaudir Sonreír cuando encontramos a un conocido Cruzar las piernas al
sentarnos Todos los gestos tienen interferencias mutuas y se modifican según la edad, la
cultura, el sexo, la clase social, etc. Por ejemplo, como gesto innato, llorar es algo genético,
pero el hombre adulto habrá aprendido a llorar en silencio, mientras que el bebé llorará a
gritos. 2. Como gesto adquirido hemos aprendido a cruzar las piernas cuando nos sentamos,
pero el sexo al que pertenecemos, la manera cómo estamos vestidos o el contexto social en el
que nos encontramos nos obligarán a hacerlo de una u otra manera. Entre los gestos
adquiridos más importantes están los a. Gestos imitativos. En el gesto de la imitación hay una
serie de gestos universales que son comunes a todos los mortales. Dormir: las dos manos
juntas paralelas a la mejilla. Pagar: se frotan entre sí el índice y el pulgar. Amenazar: se agita
la mano abierta mostrando bien el canto, o se amonesta con el índice. Comer:
movimientos repetidos de la mano con los dedos juntos en dirección a la boca. Beber: se alza
la mano derecha y el pulgar desciende hacia la boca Estar ahíto: la mano se posa en la boca del
estómago o a la altura de la garganta. b. Gestos simbólicos Estar loco: el índice hace en la sien
el movimiento de un tornillo, pero hay variantes. Desear suerte o exorcizar un peligro: el índice
y el medio se cruzan, imitando la cruz protectora. Atención, cuidado: el índice se apoya bajo el
párpado inferior De todos es sabido que en la cultura japonesa hay una gran variedad
de saludos, inclinaciones y reverencias, según sea la categoría de la persona saludada o la
relación que se mantiene con ella. Sin llegar a tales extremos, los occidentales
practicamos también ciertos ritos que tienen como fin manifestar el entusiasmo, la
sorpresa o el placer del encuentro. El rito del saludo parece tener su origen en la caza, según
Desmond MORRIS. En las sociedades primitivas, el grupo se escindía en el momento de ir a
cazar, lo que daba lugar a los adioses. El regreso era fundamental, pues de él dependía la
supervivencia del grupo, ocasionando así escenas de gran expresividad. De una manera
general, cuando alguien se aproxima, abandonamos nuestro territorio para ir a su
encuentro y esbozamos una serie de gestos universales 1. Sonrisa 2. Movimiento de cejas 3.
Movimiento de cabeza hacia atrás 4. Abrazo desde lejos. 5. Gestos de manos (que difieren
según las culturas) a. Vertical (imita una caricia) b. Palma escondida (en Italia) c. Lateral (el
más frecuente) El objetivo, naturalmente es ser visto. ¿Qué formas de contacto presenta el
saludo? Cada cultura posee su ritual específico: Cabezas que se tocan Bocas que se unen
Mejillas que se rozan con los labios Manos que se besan Y hasta narices que se frotan. En
Occidente, una de las formas más características del saludo es el beso. Dice, a este propósito,
Rosa Montero: “Los españoles siempre hemos sido muy tocones, para bien y para mal.
Casi siempre para bien, diría yo, aunque a veces resultamos demasiado invasores: esas manos
que te empujan por la calle sin siquiera pedir disculpas, son muy molestas. Debió ser nuestra
inveterada afición a palpar carne lo que hizo que la costumbre del beso cuajara tan
pronto y felizmente. Los franceses también se besan al despedirse o encontrarse, pero me
parece que es un gesto que reservan sólo para los más amigos. En cuanto a los
anglosajones, los alemanes o los nórdicos, se limitan a darse la mano y si te abalanzas hacia el
cuello de un hombre al saludarle le dejas estupefacto y apuradísimo”. Leemos en el artículo
antes citado de la revista Clave: "En España besamos en múltiples ocasiones: al saludar a
alguien, al despedirnos de esa persona, al entrar o salir de casa, al acostarnos o al
levantarnos..." En encuestas practicadas con quince estudiantes norteamericanos a
quienes se presentaban las mismas situaciones, sólo una joven de origen mejicano
respondía afirmativamente en estos casos. Los encuestados confesaban que, en caso de besar,
lo hacían en casa, pero muy excepcionalmente en la calle o en lugares públicos. Otra
pregunta de la encuesta hacía alusión a la manera norteamericana de actuar en los
contextos en que los españoles se dan un beso. Las respuestas se concentraron en torno a un
abrazo, una sonrisa, un movimiento de cabeza, un apretón de manos, unas palabras amables,
dependiendo de la situación. Una vez más, el puritanismo protestante podría ser el causante
de lo que para un español podría ser interpretado como frialdad. Esta misma encuesta nos
descubre que los niños norteamericanos son besados hasta los diez años más o menos, pero
raramente cuando sobrepasan esta edad. Los hombres entre sí se saludarían con un
apretón de manos, nunca con una palmada en la espalda, las mujeres entre sí con una sonrisa
o un hi y el saludo hombre/mujer más frecuente sería el apretón de manos si ella inicia el
gesto. El origen del beso parece ser el que las madres, cuando no existían trituradoras
ni "minipimers", masticaban la comida previamente y la introducían después con su boca en la
boca del bebé. El número y lugar de aplicación de los besos varía también según las
culturas. En España se suele dar un único beso a las personas de la familia. Entre amigas, las
mujeres pueden darse dos besos; mujer y hombre, también, y muy raras veces dos hombres
entre sí. Hay que precisar que en la mayoría de los casos no se trata sino de un roce
de mejillas mientras enviamos besos al aire. En Bélgica, lo habitual son tres besos: familiares,
mujeres entre sí, hombres y mujeres que se conocen bien. En Francia, aunque lo habitual son
dos besos, París ha puesto de moda cuatro besos en las mejillas, sobre todo entre los jóvenes.
En Alemania y Reino Unido, nunca he visto a nadie besarse para saludarse. Y un caso insólito
sería Polonia, donde la manera habitual de saludar un hombre a una mujer, conocida o
desconocida, es besándole la mano, con un gesto totalmente dieciochesco. El abrazo es
otra de las formas más comunes de saludar. En España reviste una forma muy peculiar, entre
hombres, con fuertes palmadas en la espalda. Su origen parece ser árabe. Los grupos de
nómadas que se cruzaban por el desierto, se cacheaban al encontrarse, para asegurarse
de que no ocultaban armas bajo la chilaba. Tender la mano para saludar tendría el mismo
origen: mostrar que se está desarmado. Retroceder sin volver la espalda a un hombre
importante sería también protegerse de un hipotético asesinato por la espalda. Un cachete
en el cogote o en la coronilla es también una manera habitual de saludar a los niños o de
saludarse los jóvenes del sexo masculino entre sí. Y sobre este punto, me gustaría presentar
aquí un fragmento de un artículo publicado en El País en febrero de 1988 sobre los jóvenes
españoles y la civilización de "la litrona" y que se titula "Quererse a golpes": ... A 25 Kms
de allí, en Parla, una ciudad dormitorio de 60.000 habitantes, una "basca" de rockeros se
dispone a pasar la mañana del domingo. Entre ellos se quieren a golpes y están
constantemente dando brincos como los boxeadores cuando se calientan para subir al ring.
-Tú, rockero de mierda, dice uno mientras lanza un puñetazo al hombro del otro. –"Punkarro",
cabrón, ten cuidado con lo que haces, que el otro día me hiciste un cardenal tremendo en el
brazo, replica el golpeado. En estas zonas, la diferencia entre un "punk" y un rockero es
tan importante como ser "merengue" o "colchonero". Se saludan entrecruzándose el pulgar
al chocarse las manos. Entre ellos se respetan siempre que el fútbol o la música no les
hagan encontrarse. Los "heavy" llevan el pelo largo, los "punkabilis" abultados tupés y
sienes rapadas y los "skins" se afeitan la cabeza... Este texto nos lleva a considerar la
diferencia entre saludos reservados a hombres y a mujeres. En su libro Las mujeres y los niños
primero, Elena Gianini Bellotti dice: La diferencia entre los gestos de saludo y de
reconocimiento entre hombres y mujeres es muy antigua, pero en estos últimos años parece
haberse acentuado (La edición del libro es de 1980). El código general masculino se mantiene
casi invariado, mientras el femenino ha cambiado mucho, como si se hubiera liberado de
las trabas del pasado. Los tenues besos de las mujeres, apenas una pantomima de beso,
dos mejillas que se rozaban, dos bocas que enviaban un beso al aire, casi han
desaparecido o son patrimonio de cierta edad o cierta clase social. Cada vez con más
frecuencia vemos mujeres que se besan en las mejillas y entre las más jóvenes también se ha
puesto de moda el beso en la boca, se echan una en brazos de otra (...) se apoyan la una en
la otra, andan cogidas de la mano (...) Para los varones, el riesgo de una sospecha de
homosexualidad es mayor (...) Mientras los gestos de las chicas se mimetizan en la
ternura general permitida a las mujeres, los mismos gestos entre hombres se saldrían tan
clamorosamente de los esquemas que provocarían una seria incomodidad (...) la máxima
manifestación recíproca permitida es el abrazo, realizado con un solo brazo que rodea
los hombros del otro (...) El beso en la mejilla no existe y en la boca ni siquiera es
imaginable, excepción franceses en el primer caso y rusos en el segundo. En cambio, suele
seguir siendo frecuente dar fuertes palmadas en los hombros, el puñetazo en el estómago, el
golpe en los riñones, el salto encima, con o sin cosquillas, algún puntapié verdadero o
fingido, simulacro de lucha con ataque y defensa, la zancadilla, el pulso, una mano retorcida
detrás de la espalda, etc. Hay dos elementos esenciales que van a jugar un papel
predominante en todo gesto comunicativo: la mirada y las manos. El hecho de que la
mayoría de los dictadores lleven gafas negras no obedece a una casualidad ni a una
moda, tiene una finalidad evidente. Los portugueses y otros pueblos de pescadores han
representado en la proa de los barcos el ojo de Dios, el ojo protector. Los griegos llevan con
frecuencia un talismán al cuello que representa también un ojo protector. Pero el ojo puede
ser asimismo maléfico y una mirada malévola puede cambiar el curso de nuestra vida y el
temor al mal de ojo es un hecho multicultural. Sin llegar a este extremo, rehuimos
sistemáticamente la mirada de los desconocidos y dosificamos sabiamente las miradas a los
conocidos, para no caer en la indiscreción. En una clase, el profesor se sentirá mucho más
atraído por el alumno que le mira francamente, dando muestras de interés, que por el que
hojea los apuntes, garabatea en una cuartilla o mira por la ventana. También en el ámbito
de la clase, sociólogos y psicólogos han observado que los alumnos que se sientan a la
izquierda del profesor obtienen mejores notas que los del lado opuesto, al haber recibido el
doble de miradas que los otros y sentirse así más reconocidos y estimados. Un trabajo
del Dr. Kershner se basó en estudiar a 19 profesores, observando la dirección de sus
miradas en intervalos de 30 segundos durante un cuarto de hora. El porqué el profesor tiende
a mirar preferentemente a su izquierda se explica por la mayor actividad del hemisferio
cerebral izquierdo en un proceso lógico. En la calle y en los lugares públicos hay colectividades
que muestran una tendencia más acusada a mirar franca e incluso provocativamente a los
desconocidos. Las culturas mediterráneas se encuentran en primera fila a este respecto
y un extranjero en una ciudad española, sobre todo si es mujer, podrá sentirse
"agredido" por las miradas ajenas. El caso contrario puede producirse cuando un
mediterráneo visita un país anglosajón o germánico, pues la ausencia de miradas en la
calle podrá crearle una sensación de indiferencia, de "no existir" ante los otros, que
puede ser también desagradable. Pero deberá saber también que ciertos gestos portados por
la mirada, que él podría interpretar como provocativos o insinuantes, carecen en absoluto
del significado que tendrían en su cultura. Por ejemplo, es frecuente en Bélgica saludar
desde lejos a alguien que no se conoce, guiñándole el ojo con un aire de complicidad. Esta
situación, que puede producirse también en un comercio, entre vecinos, etc., podría ser
descodificada de manera muy distinta si no conocemos el contexto. Y pasamos a la mano,
protagonista privilegiada de tantas situaciones comunicativas. Estudios recientes demuestran
que los gestos culturales se transmiten, incluso en la emigración, hasta la tercera
generación. Flora Davis cita en La comunicación no verbal el considerable trabajo de David
Efron sobre el comportamiento corporal hereditario de las comunidades judías e
italoamericanas en Estados Unidos y nos presenta también en este libro los gestos más
representativos de franceses, alemanes y norteamericanos anglosajones. Pero... ¿hay
gestos típicamente españoles? Personalmente, he podido observar en España ciertos
gestos característicos que no parecen existir en otras culturas: 1. El dorso de los dedos de
la mano golpea repetidamente la propia mejilla para significar que otra persona se
comporta con "cara dura". 2. Los dedos de una mano o de las dos, dirigidos hacia arriba, se
unen varias veces para expresar que hay mucha gente en un lugar o que está completamente
lleno. 3. Para decir que una persona es avara o agarrada, el español se toca el codo con
la mano opuesta o presenta el puño cerrado. 4. Llevarse el índice a la boca o chuparse el dedo
manifiesta incredulidad o ¿me tomas por tonto? 5. La idea de estar saturado de algo se
gestualiza en muchas culturas por un movimiento de la mano que puede situarse a nivel
del cuello, de la barbilla o de la coronilla (el famoso ras le bol francés). El español suele
situarlo en la coronilla, acompañado de la expresión estoy hasta el moño o estoy hasta los
pelos o estoy hasta la coronilla, aunque si dice estoy hasta las narices, tendrá que situar su
gesto unos centímetros más abajo. 6. Cuando algo nos parece bueno o sabroso, llevamos
los españoles la punta de los dedos unidos hacia la boca y al llegar a ésta hay como una
explosión de los mismos. En otros países, la misma situación va acompañada de un pulgar
erguido hacia lo alto con los demás dedos replegados o de un círculo formado por el índice y el
pulgar. Ni que decir tiene que la televisión y sobre todo el cine americano han puesto
de moda la práctica de ciertos gestos muy frecuentes que eran desconocidos en Europa hace
unas décadas, como el gesto de O.K., el marcar un teléfono en el aire o el entrecomillar una
palabra, en el aire también.7. Si se quiere dar veracidad a lo que se está afirmando, puede
besarse la cruz formada por el índice y el pulgar, en un gesto de evidente origen religioso y
muy practicado por los gitanos españoles. 8. Cuando alguien celebra su cumpleaños, sobre
todo si es un niño, los amigos y familia suelen darle afectuosos tirones de orejas. Este gesto se
practica también en Italia. 9. Cuando queremos que alguien se calle, hacemos los españoles el
gesto de las tijeras con dos dedos: "corta el rollo'. Algo que nos reforzaría en la idea de la
necesidad de saber descodificar los gestos es la diferencia diametral que existe en los
gestos de afirmación y negación entre los Balcanes y el resto de Europa: Grecia, Bulgaria, la
antigua Yugoslavia, Turquía, Chipre, Malta, Sicilia y también Bengala, en India, hacen
exactamente el gesto contrario a la inmensa mayoría de los humanos. Este gesto, entre
los griegos, podría venir de una adaptación fisiológica en la expulsión del aire,
inclinando la cabeza hacia atrás, al pronunciar en griego moderno "¡O!" que viene del griego
antiguo "U" y que significa "no". Una novela publicada hace unos meses en España, Los novios
búlgaros, cuyo autor es Eduardo Mendicutti nos describe así una boda celebrada en
Madrid por dos contrayentes emigrados búlgaros: -Kyril, ¿Quieres por esposa a Kalina?. Kyril
estaba tan nervioso que movió la cabeza de izquierda a derecha y dijo : -Da. El juez se quedó
estupefacto. Aquel movimiento de cabeza que había hecho Kyril quería decir que no y "da" no
quería decir nada. El juez miró a Kalina y después me miró a mí. Estaba claro que en aquella
boda yo era algo más que un testigo, así que le expliqué al señor juez las
peculiaridades de los búlgaros en materia de negación o afirmación: "Lo hacen al revés". Y
otro párrafo de esta misma novela me parece particularmente expresivo en cuanto a la
expresión gestual. Dice Mendicutti: Cuando me volví, Kyril ya iba por el pasillo, muy despacio,
mirándome. Yo estaba solo en aquel espacio sin olor, con aquella luz lejana y desdeñosa.
Kyril se detuvo un momento, sonrió de nuevo sin convicción, pero levantó el dedo
pulgar de la mano derecha para darse ánimos a sí mismo, para darme ánimos a mí. Y
entonces a mí el brazo se me movió por su cuenta, olvidando que yo tenía que seguir siendo
viril y me llevó la mano abierta a los labios, y yo en los dedos deposité un beso y se lo lancé a
Kyril, como si yo estuviera asomado a un balcón lleno de macetas. Los gestos de agresividad
se cuentan desgraciadamente entre los más frecuentes en todas las culturas. Dice Julius
Fast en Body language: "En coche, nuestro territorio personal se amplía y así
reaccionamos con más fuerza a cualquier intrusión en esta zona, somos invisibles." Yo
diría más bien "somos inaccesibles" pues nos protegen la carrocería y la velocidad del vehículo,
por eso podemos permitirnos actitudes que jamás nos permitiríamos a pie o en bicicleta.
La gestualidad del conductor, y no sólo del conductor, comprende: a. El ya clásico "corte de
mangas" b. Mostrarle al otro sus cuernos c. Dedo enhiesto con un matiz francamente obsceno
d. Dedo en la sien que significa demencia e. Dorso de la mano contra la mejilla: cara, jeta,
morro f. Imitar a un pájaro o avión con la mano. Mensaje: Si quieres ir más deprisa, vuela.
Gestos no exactamente agresivos, pero sí negativos serían los siguientes: Desinterés: la mano a
la altura del hombro aleja algo invisible Desprecio: escupir, taparse las narices, aplastar un
parásito con las uñas de ambos pulgares. Aburrimiento: bostezar, rozarse la barbilla con la
mano, girar los pulgares, tocarse las narices. Impaciencia: golpear el suelo con el pie, señalar el
reloj. Superioridad: mirar a alguien por encima del hombro. Rechazo: manos con las palmas
extendidas al frente, sacudir el polvo de los zapatos al abandonar un lugar. Burla: pulgar en la
nariz con la mano abierta, sacar la lengua, volverse mostrando el trasero. Amenaza: sacar las
uñas, alzar el brazo, gesto de retorcer el pescuezo, de pasar el cuchillo por el cuello o de
empuñar una pistola. Teniendo la religión la importancia que tiene entre los humanos, es
evidente que ha dejado su huella en la gestualidad. Observamos que en las Olimpiadas o al
principio de un partido, los deportistas se santiguan o se arrodillan en plena cancha, el Papa
besa el suelo del aeropuerto en cada nuevo país visitado, la televisión nos presenta a menudo
la actitud de los judíos ante el Muro de las Lamentaciones, vemos a chíies flagelándose en
procesiones por las calles del Medio Oriente, se besa el anillo de los obispos, la mano de los
sacerdotes, el escapulario del hábito de las religiosas, se inclinan los musulmanes hacia la
Meca, hacemos genuflexiones ante los altares católicos, tomamos agua bendita para
santiguarnos. Y cerca del gesto religioso está el gesto mágico o de exorcismo uno de los más
antiguos y más anclados en nuestra memoria colectiva: Tocar madera para conjurar un peligro
(árbol sagrado de los paganos) Dedos cruzados detrás de la espalda Exorcismo de la serpiente
La escoba mocho arriba (Mediterráneo y Antillas) Y he dejado para el final el gesto político,
uno de los más ricos, pues cada ideología lleva consigo una parafernalia gestual. Citaremos
brevemente: El puño en alto del socialismo El brazo en alto con la mano abierta de nazis y
falangistas El pulgar hacia abajo de los romanos La V de la victoria con los dedos El golpear de
cacerolas como protesta Las sentadas El encadenarse
-------------------------------------------------------------------------------- (*) Este trabajo había sido
publicado con anterioridad en las Actas de las II Jornadas Internacionales de Didáctica del
Español como Lengua Extranjera, Ávila, 1987, pp.169-194.
-------------------------------------------------------------------------------- Revista Espéculo. Universidad
Complutense de Madrid.

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