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Unidad IV / Reforma católica - 1

UNIDAD 4: LA REFORMA CATÓLICA

1. Clamor por reforma antes de Trento; 2. Problemática fundamental y contexto histórico; 3. Preparación
del Concilio; 4. Concilio de Trento: etapas, protagonistas y definiciones dogmáticas; 5. Sus reformas
disciplinarias; 6. Significación de las reformas tridentinas; 7. La Compañía de Jesús y su fundador.

1. CLAMOR POR REFORMA ANTES DE TRENTO

Si el Concilio de Trento pudo llevarse a cabo y sus decretos pudieron ser aceptados y puestos en práctica y
si se produjo en el seno de la Iglesia una verdadera renovación religiosa y moral, fue porque afloraron en
varias partes de la Europa occidental, determinados movimientos de reforma. Centramos nuestra mirada
especialmente en Italia, donde estos movimientos adquirieron mucha fuerza, sobre todo en las bases de la
sociedad.

Ejemplos emblemáticos:

Entre los más conocidos, por haber sido fundadores, se cuentan San Antonio María Zaccaría (1502-1539)
fundador de los canónigos barnabitas, San Jerónimo Emiliano (1481-1537) entre los varones; y Santa
Angela de Merici (1474-1540), fundadora de las ursulinas, una de las primeras congregaciones que se
dedicó a la educación femenina.

San Cayetano de Thienne (1480-1547). De padres nobles, estudió ambos derechos en Padua. Al morir su
madre, sintió la vocación religiosa y fue ordenado sacerdote en 1516. Se estableció en Roma y trabajó en la
misma curia. Ejerció personalmente la caridad entre los enfermos de los hospitales… después por
indicación de su confesor dominicano, marchó a Venecia en donde reparó con sus propios bienes el
llamado hospital nuevo. Lo ayudaron y siguieron su ejemplo, caballeros, militares y los vecinos de fortuna
de las ciudades por las que pasaba. Vuelve a Roma y allí fundará los “teatinos”, aprobados por Clemente VII
en 1524.

1.1.El oratorio del Divino Amor:

El más conocido y el que pasó a la historia, surgió en Roma en los tiempos del V° Concilio de Letrán (1517),
a pesar de que los investigadores afirman que surgió en Génova. En este “oratorio” se practicaba
sencillamente la piedad cristiana a través de las devociones, la liturgia, la oración y la predicación. Se
predicaba los beneficios de la práctica continuada de los sacramentos, sobre todo la Eucaristía y la
Penitencia.

Estos oratorios, estaban formados especialmente por la “gente común”, vecinos de la ciudad, donde
generalmente no frecuentaba la gente de la nobleza. Muy parecidas a las cofradías medievales aunque sin
ningún tipo de reglamentos, sino simplemente se agrupaban en sencillas comunidades donde se rezaba y
se confraternizaba, compartiendo la vida de todos los días, sus trabajos, pesares, etc.

El oratorio de Roma creció mucho y tanto que, algunos miembros de la curia romana incluidos cardenales,
los ayudaron a crecer con diferentes apoyos y colaboraciones. Crecieron tanto, que pasaron a ocupar sitios
e iglesias más grandes, con mayores comodidades para brindar mayores servicios a sus miembros más
necesitados.

Dos de sus más ardientes miembros fueron los fundadores de los teatinos, oficialmente llamados clérigos
regulares de Teati, uno de ellos, Juan Pedro Carafa, el futuro Pablo IV, era en ese momento obispo de Chieti
y el ya citado Cayetano de Thienne.

2. TRENTO: PROBLEMÁTICA FUNDAMENTAL Y CONTEXTO

El mismo M. Lutero había apelado al Concilio universal durante la dieta de Worms, después de haber sido
rebatido por el cardenal Cayetano. Lutero había olvidado que desde Martín V, sus sucesores, hasta Julio II,
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reiteraron en repetidas oportunidades la prohibición de convocar a un concilio, por temor a un nuevo


rebrote “conciliarista”. Lutero, en cambio, abiertamente a favor de esta tendencia creía en la utilidad de los
concilios de reforma. En su libro A la nobleza cristiana de la nación germana, instaba a los príncipes a
ponerse ellos mismos a la cabeza para reformar la Iglesia, y si era necesario, por medio de un concilio, con o
sin la anuencia de la autoridad suprema de la Iglesia.

La condena que le llegó a Lutero con la bula Exurge Domine, no parecía la última palabra de la Iglesia hacia
los errores del fraile agustino. En efecto se incrementó por esos años desde otros espacios eclesiales fuera
de Roma, la necesidad de convocar un concilio universal, para detener el avance luterano y emprender una
verdadera reforma de costumbres. Sin embargo pasaron veintiséis años hasta que la asamblea universal se
concretara. Analicemos el porqué del retraso.

Causas de la demora en anunciar el Concilio:

1- La reserva que tenían los papas acerca del concilio por la doctrina conciliarista.

2- Causas políticas se entremezclaron: a) la lucha por la hegemonía entre los Habsburgo y Francia; b)
la posición un tanto ambigua de los papas frente esta bipolaridad.

Los alemanes, tanto católicos como los partidarios de Lutero, en la dieta de Nüremberg (1522), reclamaron
un “concilio general, libre, cristiano en tierra alemana”, es la fórmula ocultaba ciertamente una exigencia
que preocupó a Roma, es decir, por “libre” se entendía “libre de la intervención del papa”, convocado por
el rey. La categoría “cristiano” implicaba que no solo debían participar los obispos y clérigos, sino también
laicos, y que se debía proceder “cristianamente” es decir, según el criterio de la S. Escritura.

Además pidieron que se celebrarse en tierra alemana, es decir, reunir al concilio en el lugar donde había
surgido la rebelión.

Así se explica la reserva que tenía el papa Clemente VII ante estas aspiraciones de los “protestantes”.
Además hay que sumar a este asunto la intromisión política de Clemente VII en la liga de Cognac, al lado de
Francia y en contra del Imperio que llevó en 1527 al saqueo de Roma por las fuerzas germánicas, en donde
gran parte de sus soldados habían migrado al luteranismo.

En cuanto a la posible convocatoria, si bien León X, trató de desviar y esquivar los reclamos para la
celebración de un concilio, nunca pronunció un “no” rotundo.

El papa Pablo III que en 1536 expresa por primera vez, la conveniencia de realizar un concilio -a pesar de la
negativa de Francia-. Es el papa que se da cuenta (no solo por la presión pública) que no podía demorarse
más esta convocatoria.

Concilio y reforma eclesiástica constituyeron los puntos principales de su pontificado, aunque cuanto más
corrían los años, tanto más claramente se hacía cargo de las arriesgadas conveniencias de un concilio y de
los sacrificios que exigía al papa una reforma en serio, de allí que solo en parte se le puede llamar el primer
papa de la reforma católica.

EL FRACASO DE MANTUA-VICENZA: la primera convocatoria se realizó para iniciar la gran asamblea el 23


de mayo de 1537, se hizo dentro del territorio imperial siguiendo la petición del emperador. Sin embargo,
esta fracasó porque estalló una nueva guerra entre Francia y el Imperio, y entonces se transfirió al territorio
de Venecia para el 8 de octubre de 1537, cosa que también fracasó por el escaso número de participantes
de Italia, pocos alemanes y, los luteranos resistieron a la invitación, y así se fue trasladando la fecha hasta el
21 de mayo de 1539 en que la fecha se transfirió sine die.

3. PREPARACIÓN DEL CONCILIO DE TRENTO

3.1. Primera convocatoria en Trento 1542:


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El papa preocupado por la penetración del protestantismo en Italia reasumió el proyecto del concilio. Se
fijó la sede de la asamblea en: Trento. Una ciudad italiana de fácil llegada desde el resto de la península
aunque dentro del imperio.

Sin embargo Francisco I de Francia al declararle la guerra nuevamente al emperador Carlos indispuso a los
pastores franceses que iban a participar y, de este modo, tuvo que diferirse la fecha nuevamente.
Finalmente, en septiembre de 1544 se firmó finalmente la Paz entre Francia y el imperio, y ya entonces
quedó despejado el camino para la realización del concilio en la misma Trento, para marzo del año
siguiente.

3.2. Apertura del Concilio:

Se inauguró el 13 de diciembre de 1545, con el objetivo de fijar el dogma católico y encarar la reforma de la
Iglesia.

Participaron al principio, solo 31 obispos casi todos italianos.

Se pusieron ante todo las bases fundamentales para el desarrollo del concilio que ayudaron durante el
mismo a su marcha:

a) la aceptación de la tradición apostólica con la misma devoción que la Sagrada Escritura;

b) se declaró auténtica la versión de la Vulgata de San Jerónimo, lo que no impedía el estudio de los
idiomas originales del texto.

Se fijó un estatuto que fue muy distinto a los concilios del siglo XV; a saber:

- solo los obispos, consagrados, superiores, representantes de comunidades monásticas, (y no


sus procuradores) podían y debían votar;

- El voto era por cabeza y no por naciones.

Durante el concilio se trabajaba por grados:

a) las “congregaciones de teólogos” que servían para presentar argumentos, discutir y después
informar a los padres que votaban. Los más célebres, Fray Domingo de Soto, fray Alfonso de Castro.
b) otro eran las congregaciones generales con todos los obispos y superiores con derecho a voto;
c) un grupo redactor cuyos miembros se elegían al efecto, estaba a cargo de formular los decretos,
d) las secciones solemnes, era donde se votaban los decretos ya definitivos.

4. ETAPAS DEL CONCILIO

Pablo III, 1º período, Sesiones 1ª a 8ª, 31 padres, Dic. 1545-marzo 1547. En Bolonia, 9ª y 10ª, 65 padres,
Febrero 1548 a septiembre de 1549

Julio III, 2º período, 11ª a 16ª, 70 padres, Mayo 1551 a abril 1552.

Pío IV, 3º período, 17ª a la 25, 225 padres, Enero 1562 a dic. 1563

4.1. Primer período y sus decretos aprobados:

a) En la 5ª sesión se aprobó el decreto sobre el Pecado original contra los pelagianos y contra la
concepción de Zwinglio y del mismo Lutero en cuanto a la concupiscencia como prolongación
del pecado original.
b) Un decreto de reforma dio a los obispos el derecho de vigilancia sobre las predicaciones,
incluso a las órdenes exentas.
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c) En la 7ª sesión por casi unánime aprobación se votó el Decreto sobre la justificación que sin
dudas es la obra maestra del concilio, el más amplio e importante de todos. Contiene 16
capítulos en 33 cánones, donde se condenaban los errores protestantes. Los 2 puntos decisivos
eran:
a. la cooperación de la voluntad humana con la gracia divina que penetra todo el proceso
de la justificación, con lo cual resulta posible el mérito por parte del hombre y
b. la santificación interior del hombre por medio de la gracia santificante.
d) En cuanto a lo disciplinar, se trató el tema de la responsabilidad pastoral, en cuanto que, tanto
los obispos como los párrocos, debían permanecer en sus diócesis y no evadir sus obligaciones
de su oficio ministerial. De allí la “residencia” y la prohibición de la acumulación de varios
obispados en una sola persona.
e) El decreto sobre los sacramentos en general, los fijo en 7, con eficacia objetiva aneja a la
posición del signo exterior. Es decir ellos confieren la gracia en virtud de la ejecución del rito
(ex opere operato) También en especial para bautismo y confirmación.

Acontecimientos externos al aula conciliar hicieron interrumpir la primera etapa tridentina, debido al
peligro que suscitaron las primeras escaramuzas de la guerra de Esmalcalda (entre príncipes del imperio de
ambos bandos) y además por el avance de la peste que asolaba a la pequeña ciudad de Trento.

Se trasladó la sede de la asamblea ecuménica finalmente a Bolonia (tierra pontificia). A pesar de la


interrupción del concilio, la labor teológica de las congregaciones particulares continuó, gracias la tenacidad
de los teólogos en su trabajo y aunque en Bolonia sesionó dos veces, no se votó ningún decreto.

Sobre todo, los temas dogmáticos que continuaron giraron en torno a la doctrina de la Eucaristía, las
indulgencias y algunos problemas jurídicos sobre el sacramento del matrimonio.

A la muerte de Pablo III (1549), y después de casi tres meses de cónclave salió elegido el cardenal Del
Monte, que eligió llamarse Julio III (1550-55).

4.2. Segundo Período:

Entre mayo de 1551 y abril de 1552; al principio con escasa presencia de padres; por ejemplo el rey francés
presionaba a los obispos de su nación a que no fueran ya que el papa estaba aliado con su principal
enemigo.

Aparecieron algunos obispos alemanes y de Suiza. Incluso llegaron a ir procuradores protestantes que el
emperador Carlos consiguió que participaran.

Este período abarca las sesiones 11ª a 16ª en donde se trataron los temas referidos a los sacramentos en
particular. A saber:

En la sesión 13ª se refirió a la doctrina sobre la Eucaristía, el tema de la presencia real y el de la


transubstanciación. En la 14ª se aprobó la doctrina sobre la penitencia y la extremaunción, la confesión
auricular.

En cuanto a los decretos de reforma, se ocupó del ministerio y tarea de los obispos, es decir, sus poderes y
obligaciones. Lo mismo para la vida de los eclesiásticos, que comenzó a considerarse el tema de la provisión
de beneficios.

Varias delegaciones de protestantes llegaron a Trento y generalmente fueron bien recibidos y hasta fueron
escuchados, movidos por algunos príncipes que adherían al luteranismo.
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En medio de las discusiones y debates dogmáticos, hubo otro hecho político que vino a interrumpir la labor
conciliar y desplazar por tanto las deliberaciones: el príncipe Mauricio de Sajonia, adherido al
protestantismo, atacó a las fuerzas del emperador y avanzó hacia el sur del Imperio con el riesgo de
intervenir en las aulas conciliares. A raíz de estos acontecimientos los asistentes, suspendieron la Asamblea
en la 16ª sesión.

4.3. Período intermedio entre la 2ª y la 3ª etapa (abril 1552-enero 1562):

Las cosas quedaron interrumpidas por esta sublevación y a pesar de haber proclamado que se suspendía
solo por dos años, el período intermedio se alargó por casi 10 años, dada la situación reinante.

A Julio III lo sucedió, una gran promesa para la renovación de la Iglesia, Marcelo II (1555). Sin embargo,
solo duró tres semanas y falleció. Su sucesor fue el obispo de Chieti, Juan Pedro Carafa, que eligió llamarse
Pablo IV (1555-1559), quien a pesar de estar decidido por la reforma, quería hacerla sin ver demasiado
claro la necesidad del concilio para resolver todo.

4.4. Tercer Período:

La llegada a la sede de Pedro por parte del Medici, Pio IV. Xontinuó con costumbres nepotistas como los
acomodos a las familias de los Borromeo, como a su sobrino Carlos que lo llamó a Roma y lo hizo cardenal.

La influencia de Carlos en la curia fue fundamental para que el concilio convocado por su tío llegase a
reanudarse, se desarrollara y concluyera felizmente. Aunque el reinicio de esta última etapa del Concilio
fue difícil ya que en varios países la situación había cambiado bastante; sobre todo en:

Alemania donde, gracias a la paz religiosa de Augsburgo, el luteranismo se había consolidado como fuerza
política; en Polonia también se había acercado mucho y en Inglaterra, Isabel I, que reinaba desde 1558
había dado marcha atrás a la obra de “recatolización” de su antecesora María Tudor. En Francia también
los constantes progresos del calvinismo y la inestable situación interior habían hecho pensar en un concilio
nacional para regular autónomamente la cuestión religiosa. En el Imperio, el nuevo emperador Fernando
(desde 1556), deseaba -a pesar de tantos cambios- un concilio de unión pero que no se realizara en el
mismo lugar para no herir las susceptibilidades de los protestantes.

Era Felipe II de España, quien pensaba que debía continuarse con el mantenimiento de todos los decretos
conciliares votados y adoptados hasta aquel momento.

Después de negociaciones nada fáciles, el concilio volvió a ser convocado para la misma ciudad y
finalmente se obtuvo el parecer positivo del emperador Fernando. El concilio se abrió finalmente el 18 de
enero de 1562, donde asistieron 113 obispos donde no hubo un solo alemán. A esta sesión le siguieron
ocho sesiones hasta la conclusión del concilio el 4 de diciembre de 1563.

Los temas tratados: Se abordó el tema de la residencia de los obispos ya tratado en 1547, argumento que
desató una apasionada disputa entre los partidarios de un sistema “episcopalista” y los que apoyaban a un
mayor control romano. Los españoles, capitaneados por el arzobispo de Granada y algunos italianos
pensaban, con respecto a esto, que los obispos reciben su poder de Cristo mismo y que por tanto, se deben
también a sus sedes, a sus iglesias particulares; por tanto, abogaban por hacer salir a los numerosos
obispos de la curia, y hasta los mismos cardenales para que marcharan y atendiesen sus diócesis. En
cambio los padres curiales sostenían que esa teoría era indirectamente, un ataque a los derechos
primaciales del papa. Después de muchas discusiones no se llegó al acuerdo, el tema quedó estancado y
finalmente el papa desechó la temática.

Se reanudaron las discusiones dogmáticas, en la sesión 21º y se elaboraron los artículos antes aplazados
sobre la comunión de los niños y la comunión bajo las dos especies a los laicos.

En la sesión 22º, se aprobó el decreto sobre la Misa, como memorial y sacrificio.


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Este decreto afirmaba que la Misa era la conmemoración y a la vez actualización del sacrificio de Cristo en
la cruz igual a él, por ser la misma Víctima ofrecida y el mismo el sacerdote oferente, Cristo, pero distinto
por el modo y manera (incruenta) del ofrecimiento.

Crisis conciliar: En medio de estos temas, el representante del emperador elevó una moción para que se
dejasen de lado los temas dogmáticos para más adelante y se continuara con los de reforma.

Eran propuestas de cambio para mejorar desde la cabeza de la Iglesia hasta los miembros. Entre las más
conocidas: acceso al cáliz por parte de los laicos, matrimonio de los sacerdotes, y esto con el pretexto de
parar el avance de los protestantes. Todas estas discusiones caldearon los ánimos cuando los prelados
franceses se pusieron de lado de los episcopalistas y defendieron los decretos del concilio de Constanza
acerca de la superioridad del Concilio sobre el papa y esto alarmó y se convirtió en peligro.

El tema central de la cuestión era ¿cómo conciliar la institución del episcopado por Cristo con la potestad
primacial del papa?,

En medio de esta crisis, entonces es donde en Roma se dieron cuenta del peligro y gracias a Carlos
Borromeo se envió un delegado muy capaz, muy cercano al papa, el card. Morone, el verdadero salvador
del concilio. Emprendió el viaje para ver al emperador y convencerlo de que el papa estaba sinceramente
decidido a la reforma; a su vez el cardenal de Lorena fue acercado a las posturas romanas, y en cuanto al
rey Felipe de España, fue el mismo papa quien le escribió una carta personal asegurándole sus intenciones
de reforma.

De esta forma, la crisis fue superada y el concilio pudo continuar y así pudo abrirse la Sesión 23ª. Esta
representó un punto de inflexión para el concilio. Fue donde la asamblea dio realmente un viraje. Aquí se
puede ver la obra del cardenal Morone, que presentó a los representantes de las naciones una lista de
reformas, incluidas las propuestas por los franceses.

Fueron las disposiciones más salientes:

a) Sobre el sacramento del orden sagrado y profundiza el tema de la residencia aunque sin mencionar
el derecho divino.
b) Un decreto sobre el establecimiento de los seminarios diocesanos.

La sesión 24º iniciada el 11 de noviembre de 1563 comprendió tres decretos son fundamentales.

1. El decreto dogmático sobre la sacramentalidad del matrimonio, Tametsi, su indisolubilidad y el


derecho de la iglesia a establecer impedimentos. Declaró nula la celebración secreta del
sacramento del matrimonio. El matrimonio como sacramento quedó sometido a la competencia de
la Iglesia: debía celebrarse delante del párroco y en presencia de dos o tres testigos; tal matrimonio
debía inscribirse en un registro.
2. Decreto general de reforma que comprendía 21 capítulos y que contenía los siguientes puntos:
a. Normas para nombrar obispos, entre ellas, la instrucción del proceso informativo.
b. La obligación de que cada tres años debían celebrarse los concilios provinciales y cada año
sínodos diocesanos.
c. Las visitas episcopales regulares de los obispos a sus diócesis.
d. Reforma de los cabildos catedralicios.
e. La provisión de parroquias.
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La sesión final, (la 25º) entre el 3 y 4 de noviembre. Se apresuraron las asambleas dada la noticia que el
papa estaba enfermo. Y se votaron los decretos dogmáticos sobre la doctrina del purgatorio, la veneración
de los santos, el culto a sus imágenes y reliquias; y también las indulgencias.

3. Los decretos sobre el purgatorio, la veneración de los santos, sobre las indulgencias y sobre los la
reforma de los regulares (monasterios y conventos) sin suprimir las constituciones existentes de las
órdenes. Era una ley que solo modificaba determinados puntos: es decir, normas de la admisión de
nuevos miembros, sobre el noviciado, la pobreza y la clausura de las monjas.

Fue el card. Morone quien con habilidad manejó, por un lado las diversas exigencias nacionales, y
presentando él mismo una lista amplia de reformas que lograron disminuir la ansiedad de los príncipes. Se
trataba de un total de 42 artículos, que fueron discutidos durante el otoño y, tras una intensa labor de
retoque, se aprobó en las sesiones 24 y 25.

La reforma de la curia quedó reservada al papa, pero igualmente, la misma fue incluida dentro del vasto
programa.

En el segundo día de la última sesión se leyeron todos los decretos desde la primera sesión de la primera
etapa a la última, se pusieron los mismos en consideración y se votaron nuevamente. Fueron votados por
los 255 asistentes y aprobados, reservándole al papa su promulgación o confirmación final. Se decidió que
los decretos de reforma serían presentados al papa y los pendientes de reformar remitidos a la Sta. Sede
para su consecución.

Así se puso fin al concilio, y el 26 de enero del año siguiente, Pio IV confirmó los decretos del concilio.

5. TRENTO Y SUS REFORMAS DISCIPLINARES

Trento sin dudar configuró el nuevo rostro de la Iglesia durante los próximos tres siglos.

5.1. Comienzan las reformas en la curia:

La curia se convirtió en objeto y en instrumento de la reforma mediante el esfuerzo sincero del pontificado,
la Iglesia reconquistó el prestigio que había perdido lentamente desde la baja EM. No solo fue la curia sino
también que en las órdenes religiosas, las diócesis se entregaron plenamente al nuevo espíritu. Pio IV se
esforzó con un celo ejemplar a llevar a la práctica los decretos:

- Creó una comisión encargada de llevar adelante la dirección central y al mismo tiempo de resolver
las dudas de interpretación: la “Congregación del Concilio”, que perduró hasta el Vaticano II.
- Reorganizó el Index librorum proibitorum, añadiendo a las listas, algunas reglas generales para
proceder en el juicio sobre cada una de las obras observadas.
- Incluyó la Professio Fidei para todos los que en adelante fueran a ejercer un cargo eclesiástico.
- Se reorganizó la curia, especialmente los tribunales pontificios y la Cámara apostólica. Además se
abolieron ciertos privilegios dentro de la misma; se despidieron más de 400 cortesanos inútiles.
- Se confió a los jesuitas la visita a las parroquias romanas e incluso se levantó un seminario para la
ciudad de Roma, y el colegio romano fundado por San Ignacio, fue favorecido por el papa con toda
generosidad en sus difíciles comienzos.

5.2. La obra de Carlos Borromeo:

No podemos dejar de nombrar el testimonio pastoral del sobrino del papa, el Secretario de Estado Carlos
Borromeo. Su generosa entrega como curial y luego como arzobispo de Milán (19 años) en donde desplegó
la reforma según las prescripciones tridentinas. Entre las más destacadas se cuentan:
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- Se preocupó de formar una nueva generación de clérigos, y erigió en su sede de Milán varios
seminarios, entre ellos el colegio Helvético.
- Celebró más de 6 concilios provinciales y 11 sínodos diocesanos.
- Visitó e inspeccionó tres veces su propia jurisdicción y muchas veces más las diócesis sufragáneas
recorriéndolas enteramente.1
- De una caridad heroica sin medida, como por ejemplo el trabajo constante y delicado que tuvo con
las víctimas de la peste en Milán.

5.3. Los papas de la Reforma Católica.

SAN PÍO V, 1566-1572:

Pertenecía a la orden de los predicadores. Había sido inquisidor general. Se convirtió en el verdadero
sostenedor de la reforma católica, de la renovación, de la verdadera reconquista de la Iglesia.

La transformación que sucedió en Roma durante su papado era el signo de que las cosas habían cambiado.
En efecto fueron gravemente sancionados la blasfemia, el adulterio y otros pecados semejantes.

Ante la gran disparidad y la enorme complejidad y el desorden en la liturgia, se esforzó por unificar y hacer
predominar la romana. Para ello se editaron libros litúrgicos uniformes. La uniformidad en varios aspectos
es el signo del centralismo que se verificó en la misma curia romana.

Catecismo romano: Apareció en 1566, fue pensado como un manual para la homilética y para la catequesis
de los párrocos. Escrito por un dominico y en latín clásico, se tradujo muy rápidamente por orden del papa
a las lenguas europeas.

Breviario romano: En 1568, se reformó. Se trataba de un nuevo breviario que incluía mayores lecturas
bíblicas dejando en segundo plano las vidas de santos. Introducía además algunos padres griegos.

En cuanto a la profundización de la uniformidad litúrgica, debemos contar con la aparición del Misal
Romano, (1570), para ello baste con decir que entre 1568 y 1570 se decretó la prohibición de todos los
misales y breviarios, a no ser que llevaran más de dos siglos de uso.

La Vulgata, se trabajaba ya desde antes en establecer este texto.

Reformó la curia pontificia. Para ello era necesario arrancar de cambiar el criterio para la elección de los
cardenales. Estos debían ser dignos y activos, que aseguraran al papa la continuidad incluso después de su
muerte del nuevo espíritu.

El tribunal de la inquisición también hasta ese momento formaba parte de las reuniones en aras de la
conservación y defensa de la pureza de la Fe. Condenó a quienes se negaran en Italia a retractarse de sus
ideas luteranas y con respecto a los hugonotes en Francia prestó ayuda a ese país en su lucha contra los
protestantes. A muchos obispos franceses, cuya posición era sospechosa les inició proceso eclesiástico.

GREGORIO XIII. 1572-1585:

Doctor en jurisprudencia y derecho canónico. No ocultó su intolerancia frente a hugonotes en Francia y a


los herejes en general.

Revisó los libros jurídicos de la Iglesia y los publicó bajo el título oficial de Corpus Iuris Canonici.

También llevó a la reforma del calendario juliano. Debido a los cálculos inexactos del juliano entre el año
natural y el año calendárico. A partir de octubre de 1582 se interpolaría un día cada cuatro años. Las

1
La tesis doctoral de Roncalli, versaba justamente en el estudio de la visita pastoral de S. Carlos a la diócesis de
Bérgamo, de la cual el papa bueno era originario.
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naciones católicas aceptaron rápidamente estos cambios no así los protestantes (recién en 1775), Rusia lo
estableció con la revolución bolchevique en el siglo XX y las iglesias orientales recién en 1923.

Otra obra cultural importante fue la fundación y protección en Roma de numerosos colegios y la entrega de
los mismos a la Compañía de Jesús. Esto sirvió mucho para la reforma. El segundo fundador del Colegio
Romano fue justamente el papa, junto con Ignacio de Loyola, que lo había creado en 1551. El papa les
concedió a los jesuitas un mayor y amplio espacio en la sede de la universidad que perpetuó su nombre: la
Gregoriana, que fue concebida como un gran seminario internacional de formación filosófica y teológica.

La fundación de colegios nacionales se suma a la obra de restauración que llevaron a cabo los papas post-
tridentinos. De ésta época son los colegios para griegos, armenios y maronitas, que manifestó el interés de
los papas por la unidad con las iglesias orientales.

Para las naciones que se habían separado, en 1579 surge el colegio inglés, que fue confiado a los jesuitas.

La acción de los nuncios apostólicos, también sirvieron de instrumento para la aplicación de la reforma
desde entonces. Si hasta ese momento sus funciones giraban en torno a las relaciones diplomáticas y
cortesanas, en adelante se les encomendaba misiones que tenían que ver con la vida interna de la Iglesia:
debían asegurar el cumplimiento de los decretos conciliares, intervenir en la elección de obispos gracias a
sus visitas de inspección y el ejercicio de su poder.

SIXTO V, 1585-1590

Franciscano conventual, donde sobresalió como brillante orador sagrado. Se destacó como partidario de la
línea rigorista. Pío V, en 1566, le nombró Vicario General de los Franciscanos Conventuales y obispo de
Santa Águeda, y, finalmente, Cardenal en 1570.

Su pontificado se prolongó por cinco años y no se extendió por su edad avanzada sino por las fatigas y
emociones que su genio ardentísimo que hubo de asumir las grandes responsabilidades de su puesto; su
pontificado fue uno de los más fecundos de la historia.

Reorganizó el Colegio Cardenalicio, el número de sus miembros se fijó en 70, de los cuales seis serían
cardenales obispos, 50 cardenales presbíteros y 14 cardenales diáconos.

Se caracterizó por dotar a la Curia romana de una maquinaria más efectiva y de una administración
dinámica, creando oficinas centrales, a las que confió, desde un plan determinado todos los asuntos. A las
cuatro congregaciones del índice, de la Inquisición, del Concilio y de los obispos, agregó otras nuevas hasta
un total de quince, con lo que la Curia romana tomó la forma definitiva que ha conservado hasta nuestros
días.

Con el fin de quitarles poderes y presuntas aires de supremacía a los cardenales romanos, creó en 1588,
quince congregaciones cardenalicias en las que se incluían las pocas creadas por sus antecesores. Nueve
estaban dedicadas al gobierno de la Iglesia universal, las seis restantes para los asuntos administrativos y
jurídicos de los Estados pontificios. También redujo el número de congregaciones generales de cardenales.
Estos se limitaron entonces a tareas formales y de representación. Al reservarse la presidencia de una gran
cantidad de ellas, se aseguraba el papa la última palabra.

Este elevado número de congregaciones implicó elevar el número de cardenales. Elevó entonces su número
a 70, a imitación de los 70 del AT. Y dictó algunas disposiciones sobre la edad mínima y las cualidades que
habían de reunir los que hubieran de ser nombrados.

Montó además la imprenta vaticana, para “la edición en casa” de las ediciones de diversas obras “oficiales”
como la edición del Misal y la versión “sixtina” de la Vulgata. 2
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El trabajo que había encomendado a la comisión no le gustó demasiado y además le criticaba su lentitud es por eso que
él personalmente tomó sobre sí la tarea de la revisión y aunque no era filólogo ni investigador de manuscritos, corrigió
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En la bula que encabezaba el texto, el papa decía que se trataba de la auténtica Vulgata escogida por el
Concilio de Trento y prescribía que ese texto fuera el exclusivo. Sin embargo nadie quedó conforme con la
edición y alcanzó los ribetes de escándalo el hecho de que el papa hubiera echado mano de los textos
bíblicos, con algunos errores insostenibles. La muerte del papa agilizó que se retirara la edición y la bula
correspondiente. Ya antes de la elección del nuevo papa, el teólogo Roberto Bellarmino consiguió que se
nombrase una nueva comisión para que corrigiera las numerosas erratas de imprenta. Con gran dinamismo
se trabajó el texto y finalmente en 1592 aparecía la nueva edición “clementina” durante el papado de
Clemente VIII.

El papa Sixto, por otro lado, continuó con la reforma. Personalmente visitó numerosas iglesias, conventos y
exigió a las oo.rr. la estrecha observancia de la clausura; obligó a los obispos la residencia.

Con la muerte de Sixto V, se desaceleró podemos decir el impulso de la reforma, le siguieron a él, papas
que duraron poco tiempo, en efecto, después de su muerte en solo 17 meses habían pasado tres papas.

CLEMENTE VIII, 1592-1605

Llevaba una vida ascética, piadoso sacerdote y un celoso obispo que peregrinaba mensualmente y a pie a
las siete iglesias, oía confesiones en San Pedro, visitaba hospitales y conventos.

Durante su papado inició una revisión del Index de libros prohibidos, se encargó de requisar la literatura
judía. Dejó sin resolver el conflicto sobre la gracia entre dominicos y jesuitas.

La celebración del año jubilar del 1600 llevó a Roma, calculan, en 1.200.000 visitantes se debieron ampliar
varios hospitales y locales entre los que se suman las obras de S. Felipe Neri (+ 1595).

De esta forma podemos decir que se restableció la autoridad del papado, el mismo Clemente fue quien
incentivó sus visitas y sus gestos que acercó a mucha gente, y de todas las clases sociales.

5.4. Trento en las coronas europeas:

Trató de hacer cumplir la práctica de las decisiones conciliares fuera de los EEPP. En efecto fueron
aceptados los decretos por el emperador Fernando, los príncipes italianos, Saboya, Polonia y Portugal.
Para el caso de España y los Países Bajos, Felipe II hizo agregar la cláusula “sin perjuicio de los derechos
reales”.

Francia, aceptó los decretos doctrinales del concilio, pero se negó a publicar las conclusiones de reforma
por razones de Estado. Y no tuvieron vigencia jurídica hasta 1615 debido a las resistencias del parlamento.

El imperio fue difícil también a causa de los reformados. Pedro Canisio difundió la edición oficial de los
decretos y en 1565 visitó no menos de 29 ciudades para predicar el concilio antes de presentarse en la
Dieta de Augsburgo como asesor teológico del legado papal. En ella el mismo emperador y los príncipes
católicos acataron las decisiones de Trento en lo que se refería al culto y a la fe, pero no fue posible
conseguir que aceptase los decretos de reforma.

6. SIGNIFICACIÓN DEL CONCILIO DE TRENTO:

El concilio había sido la respuesta por parte del supremo magisterio eclesiástico a la reforma protestante,
la realización posible, de renovación interior de la Iglesia.

- Dio normas claras a la teología y a la predicación, pronunció definiciones doctrinales, pero sin
dividir lo que no se había dividido de por sí.
- Contrapuso a la reforma protestante la reforma católica, modernizando la legislación y la cura de
almas.

por su cuenta y de su propia mano tanto el texto preparado por la comisión como las pruebas de galera.
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- Fue un acto de apariencias modestas, sin el esplendor de un papa rey, ni de un todopoderoso


emperador, sino que fue un acto de duradera eficacia, de examen de conciencia y su propia
renovación.

Una generación bastó para que cambiara la faz de la Iglesia. Después del concilio de Trento, los papas
levantaron como una bandera sus decretos y aunaron e incitaron las fuerzas religiosos existentes a poner
en práctica su magisterio.

El papado puso en vigor las normas del concilio: Una sola Biblia: la Vulgata; una sola liturgia: la romana; un
solo código legal: Corpus Iuris Canonici

Todas estas normas garantizaban la unidad y hasta creaban una uniformidad mayor de la vida eclesiástica
como nunca había conocido la Iglesia pre tridentina.

7. LA COMPAÑÍA DE JESÚS Y SU FUNDADOR.

3.1. La vida de Iñigo de Loyola:

Esta persona, Iñigo López de Loyola (1491-1556). Cuando tenía 30 años fue herido gravemente y llevado a
su casa natal, allí comenzó a leer los únicos libros que había en la casa, Vidas de Santos y la Vida de Cristo
del cartujo de Estrasburgo Ludolfo de Sajonia. Transformado por esas lecturas decidió llevar a cabo severa
penitencia y una vez curado peregrinó al santuario de Montserrat, allí hizo confesión general y colgó sus
armas en el altar de la Virgen. Deseaba ir a Jerusalén, pero al no poder partir del puerto de Barcelona por la
peste, decidió retirarse a Manresa donde llevó una vida marcadamente penitencial. En ese año en Manresa
(1522), adquirió el hábito de la oración contemplativa y con mucha oración y mortificación logro obtener
claridad y seguridad interna, tras haber sufrido grandes luchas de conciencia.

3.1. Sus fuentes y su escuela:

Siguiendo con la tradición medieval y sus autores como Bernardo, los victorinos y los maestros holandeses
de la devotio moderna, aprendió dos cosas:

1) que la vida espiritual no consiste en realizar ejercicios exteriores de penitencia, sino que la
contemplación de los misterios de Dios y de la vida de Cristo es el más importante de todos los “ejercicios
de piedad”.

2) el necesario orden de la vida interior, de manera que no se deje nada a la improvisación del momento ni
tampoco al arbitrio de la persona piadosa. Así le vino a Ignacio la idea de trazar un sistema formal de tales
ejercicios espirituales metódicos. De aquí radica la importancia de su librito, que es fruto de su experiencia
espiritual de Manresa. Sus ejercicios se han comparado (por los efectos tan vivos que produjo), con la regla
monástica de San Benito.

Mientras que la mística alemana la vida del cristiano es un descansar al lado del Señor, para Ignacio
(siguiendo su propia naturaleza seca y viril) es un luchar bajo la bandera de Cristo. Cristo es el caudillo y, la
imitación de Cristo culmina en la participación en la lucha por el reino de Cristo.

El lema elegido por Ignacio Ad maiorem Dei gloriam, se convierte en un fascinante grito de guerra que
prendió en miles de corazones haciéndoles arder en pura llama.

Antes de peregrinar a Jerusalén fue recibido en audiencia por el papa Adriano VI; estuvo ausente seis
meses (1523) y en tierra Santa solo 19 días, habiendo fracasado su intento de convertir mahometanos. En
Jerusalén profundizó su encuentro con Jesús y allí decidió que toda su vida debía estar dedicada al servicio
de las almas, pero debía para eso, recibir la formación adecuada. Vuelve a Venecia en enero de 1524 y
regresa a su patria. Estudió el latín y en Alcalá primero y luego en Salamanca sus estudios teológicos.
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Citado por la inquisición sospechoso de ser uno de aquellos fanáticos “alumbrados”, una vez resuelta su
inocencia marchó a Paris en febrero de 1528 y durante 7 años continuó y completó sus estudios de filosofía
(licenciado en 1533), maestro en artes y filosofía al año siguiente; y teología en el Colegio de Santa Bárbara.
En 1535 obtuvo el título de Magister, en la misma época en que Calvino también estudiaba, aunque parece
que nunca se encontraron.

Mientras estudiaba, intentó ganar a los más inteligentes de sus compañeros para trabajar por el reino de
Cristo, los seleccionó cuidadosamente. Los primeros son los siguientes: Pedro Fabro, Francisco Javier,
Simón Rodríguez, Diego Láinez, Alfonso Salmerón y Nicolás Bobadilla.

3.3. La Compañía de Jesús:

En 1539 todos decidieron formar una orden religiosa propia. Pidieron a la Santa Sede la aprobación de su
reglamento, Formula instituti.

El solo nombre de la nueva congregación, Societas Jesu revela más aún que la solidaridad de una compañía
casi militar, dispuesta a luchar por Cristo y por su vicario en la tierra.

Fue aprobada por el papa Pablo III sus constituciones gracias a la bula Regimini militantis Ecclesiae, el 27 de
septiembre de 1540 y la reconoció como orden de clérigos regulares.

Sus fines: fomentar el pensamiento y la vida cristianos y propagar la fe mediante la predicación, los
ejercicios espirituales, la catequesis, la confesión y otras obras de misericordia.

Las constituciones redactadas por Ignacio:

I. Los votos de castidad, obediencia a los superiores y pobreza; esta no rige sin embargo cuando se
trata de la manutención de los estudiantes de la Orden.
II. Un cuarto voto que los liga al papa, para ir a donde él quiera enviarlos
III. No tienen obligación de rezo en el coro, para no quitar tiempo al servicio del prójimo.
IV. No tienen hábito propio
V. Solo serán admitidos los que se distingan por su inteligencia, laboriosidad y vida santa.
VI. Específico pedido de conocimientos en filosofía y teología, adquiridas en largos años de estudios.

Otra característica de la orden es que es monárquica y centralista. El general es elegido vitaliciamente. El


decide y distribuye los cargos, nombra a los provinciales y rectores y dispone del dinero de la Orden.

Una vez aprobada la orden, Ignacio fue elegido su primer Prepósito General, y hasta su muerte ejerció su
cargo con suma minuciosidad.

El padre Martina afirma que la Cía de Jesús representa una novedad absoluta en la vida religiosa. Más justo
es afirmar que con ella llega a su último estadio, la evolución presente ya en los teatinos y en otros clérigos
regulares.

Lo nuevo es que, el fin de la vida religiosa para ellos no solo es la propia santificación, sino también la
santificación de los demás. La misma, está para los jesuitas en el mismo nivel que la primera.

Poseían un período de formación prolongado a saber: dos años de noviciado, luego los estudios
universitarios en la facultad teológica hasta alcanzar los grados académicos y un tercer año de noviciado al
concluir los estudios. De allí que la profesión solemne tenía lugar unos 17 años después del ingreso,
mientras que en las oorr antiguas se hacía inmediatamente después del noviciado y al cumplirse un año de
ingreso.

3.4. Dificultades en su desarrollo:


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Las demás oorr., miraban con recelos y con desconfianzas estas innovaciones, por ejemplo la no
obligatoriedad del rezo del oficio en coro. Algunos teólogos como el op. Melchor Cano o bien los teólogos
de la Sorbona.

Los papas de la época también intentaron cambiar hasta el nombre del instituto y hasta sus reglas pero
estos pasos no cuajaron en medidas concretas.

Otra dificultad la constituyó la profundización de dos tendencias que se daban en la orden, una tendencia
más contemplativa y la otra, más fiel a la letra de las constituciones que se apuntaba más a la acción. A
pesar de que después de tiempo se logró un equilibrio para todos, exigiéndose una hora de meditación
diaria.

3.5. Actividades de la Compañía

a) Gran impulso a las misiones: tanto en las nuevas tierras descubiertas (América y Africa) como en los
lejanos países que se conocían solo de oídas como la India y el extremo Oriente.

b) la educación de los jóvenes y la dirección de seminarios: colegios, acompañamiento espiritual de alumnos


que pasaban por las universidades. La dirección de seminarios fue el corolario de una obra formativa que
los jesuitas supieron imprimir.

c) los estudios científicos: permaneciendo fieles a Sto. Tomás, contribuyeron a la renovación de la


Escolástica, tanto en la dogmática como en moral y en la ética política, especialmente con Francisco Suárez,
San Roberto Bellarmino, con la doctrina del poder indirecto.

d) la tarea pastoral en general que imprimieron nuevas fuerzas apostólicas y arrastraron a otras familias
religiosas a imitar este camino.

3.6. El sistema educacional jesuita

Los méritos más grandes los alcanzó la Cía en la educación y formación de la juventud. Los primeros
jesuitas, habían experimentado la poca eficacia que tenían las cátedras al estilo medieval. Apenas eran
escuchados los profesores y los pocos estudiantes de teología no estaban preparados para recibir los
nuevos ideales, más aún eran incapaces de recibirlos. Quedaba la posibilidad de empezar desde abajo, es
decir fundando colegios. Ignacio había comenzado con la fundación del colegio romano en 1551 al que se
añadió el colegio germánico para la formación de los sacerdotes alemanes.

Se esparcieron con asombrosa rapidez y fundaron tantos colegios que, a fines del siglo XVI, en Europa
católica, casi toda la enseñanza superior de la juventud estaba en sus manos.

Hacia 1580 las tres cuartas partes de las casas de la Cía, eran colegios y en cada uno de ellos, había al
menos veinte padres, ascendiendo a 70, cuando eran centros de enseñanza superior.

Estos éxitos de su sistema de enseñanza hay que atribuirlos a la Ratio et institutio studiorum, concluida pro
fin en 1599, tras muchos años de deliberaciones y que constituye el sistema de estudio de los jesuitas.

La Ratio se debe al quinto general de la orden, el p. Acquaviva cuya elección en 1581 abrió un nuevo
tiempo en la Compañía pertenecía a la generación 2ª, que no conoció a Ignacio. Este padre estableció como
obligación para el futuro el método de meditación diaria y en el orden del pensamiento impuso a la orden
la doctrina sobre la gracia de Molina, defendida por él.

Se trataba solamente de la educación superior (hoy, desde la secundaria). En la Ratio se distinguían tres
momentos o graduaciones: a) el Gimnasio; b) la filosofía y c) la teología
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a) Gimnasio, se componía de 6 cursos por lo general, en donde se cultivaba fuertemente las lenguas
clásicas, y por los estudios de las ciencias humanísticas en general (vg. la historia y la geografía) y muy en
menor medida las lenguas vernáculas.

b) La f., duraba tres años, donde se insistía también en las ciencias matemáticas.

c) la t. constituía la coronación de todo lo anterior.

La educación religiosa no estaba exenta de la formación ni la piedad. Aunque no existiera la materia como
tal, estaba en las costumbres los hábitos de la Misa, la lectura espiritual, etc. De aquí surgieron las
Congregaciones marianas y otras asociaciones piadosas de sello jesuítico.-

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