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ENGRANAJES DE PODER Y
ARTISTAS INVISIBLES
Marqués Serra, D.(2018) Engranajes de poder y artistas invisibles. Revista Sonda: Investigación en Artes y
Letras, nº 7, 2018. pp. 21-28
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Cuestionar es, a nuestro parecer, una de las con- «Con toda probabilidad, los tiempos más intensos son
diciones necesarias que ha de permanecer siempre aquellos en los que la llamada de la orilla nos hace cam-
presente para una evolución lógica de cualquier ín- biar de vía principal, o más bien hace que la descubra-
dole, porque implica comparar, visitar el pasado y mos como lo que ya era, pero no comprendíamos todavía.
pensar en un posible futuro; sin ello se desvanece el En ese momento, la desorientación de lo accidental hace
sentido de cualquier acción comprometida. Eviden- que aparezca la propia sustancia del recorrido, su orien-
temente, partimos del supuesto de que un artista es tación más fundamental.» (2015: 12)
un ser comprometido, como mínimo, con su arte y
con su tiempo; una mente plagada de preocupacio- Después de haber asistido al espectáculo, de haber
nes formales, técnicas y conceptuales que requieren sido bombardeados por una encastrada atracción,
ser resueltas con más o menos acierto. La desazón generada por los grandes museos nacionales o pri-
se torna alivio durante la búsqueda, y la posibilidad vados, que recibe el nombre de arte contemporáneo,
de enfermar de apatía frente al proceso artístico se nos percatamos de la envergadura del mismo en-
transforma en congoja, en una pesadilla persecuto- granaje, así como de su sentido intrínseco inductor
ra. Pero «las pesadillas no son malos sueños, sino las del dinero hacia la cima de la pirámide. Si atamos
descripciones acertadas de un estado del mundo que cabos, observaremos la lógica de aquello que esta-
nos obsesiona a todos y, por desgracia, casi siempre mos viviendo; el afán de protagonismo por parte de
termina por alcanzarnos» (Didi-Huberman 2015: un poder muchas veces cínico: comisarios, críticos,
29). Casi sin percatarnos, hablamos, evidentemente, galeristas, coleccionistas o incluso algunos artistas
de lo referido al arte, de aquello que nos incumbe, inocentemente adictos al poder anhelan notorie-
aunque no se debiera desvincular del todo al que dad; no hay más que curiosear a nuestro alrede-
denominamos vida. dor para vislumbrar la erección de cuantos ansían
el papel de estrella en este mundo de las fine arts,
«En esta modernidad de saldo, ¿dónde se encuentra el en el que, por supuesto, no dudamos de la bondad
poder de la liberación o de cuestionamiento? Supongo natural que integra a ese gran colectivo. Pero el sue-
que incluso eso que llamamos “vanguardia”, o por lo ño se torna fácilmente tangible con la posesión de
menos eso que se presenta hoy con ese nombre, sólo tiene un caudal monetario considerable, pues el mercado
el papel de subir la apuesta hasta que al historiador, al artístico obedece también a la idea de progreso so-
conservador y al crítico ya no les queda con qué seguir bre cuyo regazo queda depositada nuestra fe y, por
jugando» (Clair 2010: 25-26). tanto, nuestra existencia. De ese modo, el acaudala-
do se transforma en Creador, en un Todopoderoso
Resulta ya incuestionable que la curva vital de ese cuyo dedo índice, a modo de instrumento de pres-
progreso, tal y como lo conocemos, se encuentra en tidigitador, señala y dota a los elegidos de fama y
su punto más álgido, culmen desde el que única- cotización, o aparente competencia artística; es el
mente le queda mirar hacia abajo y descender ligera caso de productos como Jeff Koons, Damien Hirst
o pausadamente, tratando de conservar algo de dig- o Takashi Murakami. Hasta cierto punto, esta ar-
nidad. Y, al tiempo, creemos necesaria la situación timaña guardaría un sentido si la figura de la que
desenfrenada acontecida durante esta última etapa, hablamos, califiquémosla de Creador contemporá-
hoy hundida en su agonía, sufrimiento que facul- neo – aunque quizás sería más adecuado el término
tará, sin duda, una metamorfosis capaz de orientar dictador de tendencias- dispusiera de un bagaje teó-
aquello concerniente también a las artes, tal vez, ha- rico- práctico que respaldara y razonara sus decisio-
cia un punto de vista más humilde y respetuoso para nes; mas resulta excesivamente presuntuosa la esti-
con su propia esencia. De esa suerte, habrá servido, mación de apadrinar, argumentar y justificar aquello
al menos, como contrapunto con el que discernir. que se desconoce. Por ende, el papel que ocupan los
Ante las turbulencias e incertidumbres propias de citados individuos no lo consideramos de su perti-
nuestra contemporaneidad, se advierte una luz en nencia. Sin embargo, nos encontramos, inevitable-
potencia, un destello de cambio. Coincidimos, pues, mente, ante ciertas figuras heredadas a través del
con Georges Didi-Huberman cuyas palabras sugie- tiempo y estratégicamente colocadas para valorar y
ren esa posibilidad de escape propiciada, paradóji- santificar aquello que no son precisamente intereses
camente, por la extrema oscuridad del túnel en el artísticos, técnicos o estéticos. «No hay nada más
que nos encontramos: sencillo que situar al crítico ordinario a la cabeza
de las clases criminales. Si al crítico incompetente crepancias se apoderan de nuestro ser lo mismo nos
todo le permanece oculto, al mal pintor nada le es ocurre con Robert Hughes, a cuyo discurso se refie-
revelado.» (Wilde 2014: 31) re constantemente, son dignos de mención algunos
momentos de lucidez con los que simpatizamos o
Sin embargo, y volviendo a la médula de todo el simplemente nos incitan a la cavilación y, al mismo
dispositivo articulado alrededor del arte contempo- tiempo, sirven para suplementar nuestra argumen-
ráneo, el fenómeno del que hablamos se dilata en el tación. Es el caso del citado sobre estas líneas que
tiempo, puesto que la visibilidad de los artistas du- nos suscita a reflexionar sobre la idiosincrasia del
rante la historia de las siete artes siempre ha estado arte. Quizás el imperio del arte –el visible- ya no
supeditada a algún arquetipo de poder. A diferencia sea arte, tal vez pertenezca a la definición completa
de antaño, actualmente el arte se prostituye inso- del mercado y toda confusión sea simplemente un
lentemente por necesidad del guión económico, tan problema lingüístico, de no llamar a las cosas por su
interesado en la mercancía, y se vende a la ambición nombre. Pero mientras dicho sustantivo sea atribui-
del mercado para pasar a formar parte de una defi- do a las masivas y mecánicas prácticas mercantiles,
nición que nada tiene en común con su naturaleza. son de nuestra incumbencia en esta meditación.
«La imagen del escritor rebelde ha quedado definitiva- Al parecer, la incursión transversal del tráfico es-
mente sepultada, su altivo gesto nos parece casi ridículo, peculativo en las artes plástico- conceptuales y la
y hoy los jóvenes novelistas buscan ansiosos un protector cándida tolerancia de dichas artes a tal penetración,
que los libere de la antes mitificada radical soledad del subversión en beneficio de una egoísta visibilidad,
arte. O se convierten en funcionarios de cultura de un sitúa a los artistas corrompidos en un estatus de
Estado sospechosamente generosos con quienes debían cómplices en relación a la enfermedad que se le ha
serle molestos. Vale la misma reflexión para otras artes: diagnosticado al vulnerable arte esencial, aún recu-
pintores y escultores presos de marchantes, galeristas y perándose de tantos intentos de asesinato. Factores
del Estado en sus diversos escalones, que se ha conver- como éste, así como el de la necesidad del poder de
tido en su mejor cliente. Fuera de esos grandes grupos, ser el centro de atención, son síntomas que apuntan
cualquier carrera literaria se convierte en un camino directamente a un trastorno psicopático: el denomi-
plagado de minas.» (Chirbes 2002: 19) nado Síndrome de Munchausen por poderes.1 Tras
la crisis de la Posmodernidad, al artista es a quien
La transmutación en producto de lujo obliga al arte le correspondería decidir qué es y qué no es arte y
contemporáneo a alejarse del espectador universal cuestionarse constantemente su labor creativa, sin
para penetrar en una élite que no comparte su len- embargo, aquellos que debieran ser cuidadores del
guaje constitutivo, es una emulsión complementaria mismo, tal vez por terror a que el anonimato se aba-
de intereses y «todo parece estar permitido y, para- lance sobre sus vidas, adoptan una postura pasiva
dójicamente, nada toca el núcleo de la sociedad en frente a las exigencias del agujero negro del merca-
la que se crean y digieren dichas obras.» (Chirbes do, convirtiéndose así en fantoches secuaces de los
2002: 16) Hoy, para ser artista, no es necesario ser ludópatas artísticos, trocándose en marcas del po-
capaz de pintar Las bodas de Caná, hecho demos- der, en artistas de la pompa.
trado por Paolo Veronesse que ya pertenece a un
pretérito irrevocable, ahora simplemente nos basta «Sin embargo, hoy más que nunca, tenemos un proble-
con asistir a la boda. ma. Resulta ciertamente complicado producir un dis-
curso disidente en un momento histórico en el cual el
«Lo que antes eran obras de arte se han convertido en capitalismo muestra su rostro más totalizador y parece
meras mercancías, con un valor de cambio enorme y va- haber conquistado todos los espacios para el ejercicio de
lor de uso sin importancia. Antes de 1910 esto no era la libertad. Debido a que nos encontramos en una co-
así, la obra se apreciaba por su valor de uso, a saber, el yuntura en que la correlación de fuerzas se presenta en
placer que proporcionaba, la intensidad de emoción que su forma más asimétrica y todos estamos penetrados por
comunicaba, las intuiciones que provocaba, el ser una la ideología capitalista –y que la metáfora se interprete
vía de conocimiento del mundo.» (Racionero 2015: 8) como se quiera-, hay que realizar un sobreesfuerzo para
ser conscientes y producir un discurso contrahegemónico»
Aunque al leer a Luis Racionero un sinfín de dis- (Becerra et. al. 2013: 42)