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Síntesis
Temario
0. Introducción
1. La interpretación materialista del hegelianismo
1.1 Ludwig Feuerbach: la reducción de la teología a la antropología
1.2 Karl Marx: pensador crítico de la realidad
2. La crítica a la propuesta hegeliana
2.1 Schopenhauer: el mundo como voluntad y representación
2.2 Kierkegaard: los estadios en el camino de la vida
2.3 Augusto Comte: la oposición absoluta al idealismo
3. La reflexión en torno al hombre: vitalismo y existencialismo
3.1 Nietzsche: la trasmutación de todos los valores
3.2 Sartre: el compromiso con la libertad
4. La importancia de la cuestión metodológica: la fenomenología y el neopositivismo
4.1 Husserl: el método fenomenológico
4.2 Bertrand Russell y Ludwig Wittgenstein: la filosofía analítica
4.3 Hans-Georg Gadamer: la teoría de la hermenéutica
5. El pensamiento cristiano de los siglos XIX y XX
5.1 Los comienzos de la neoescolástica: las encíclicas Aeterni Patris y Fides et ratio
5.2 El Neotomismo
6. La crisis de la conciencia y la búsqueda de un concepto nuevo de razón
6.1 El estructuralismo y la crisis de la realidad
6.2 La Escuela de Frankfurt como teoría crítica de la sociedad
6.3 La deconstrucción en la posmodernidad
Introducción
Además de la causa aducida anteriormente, en la primera mitad del siglo XIX crecía
el espíritu positivista y cientificista avivado por el empirismo inglés y el auge de las
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ciencias de la naturaleza. Así como el surgimiento de las filosofías voluntaristas y vitalistas,
las cuales prepararon el camino del existencialismo del siglo XX.
El tiempo que llevará al discípulo voltearse contra el maestro llevará poco más de
una década, la cual puede contarse desde 1828 cuando consigue su doctorado con la tesis
latina De ratione una, universali, infinita y hasta 1839 cuando publica su obra En torno a la
crítica de la filosofía hegeliana. En este período el panteísmo racionalista da lugar al
ateísmo de raíz sensualista. La evolución de su pensamiento queda evidenciada en la
conocida frase: «Mi primer pensamiento fue Dios, el segundo fue la razón y el tercero y
último el hombre».
Pero, la pregunta que surge aquí es ¿cómo llega Feuerbach a lograr la inversión atea
del hegelianismo y, luego, a la reducción antropológica de la teología? La inversión atea del
hegelianismo se realiza a través de una crítica tanto del método como del contenido del
pensamiento de Hegel. Y una vez consumada ésta, también, se realiza la reducción
antropológica de la teología: «Dios es para el hombre el contenido de sus sensaciones e
ideas más sublimes, es el libro genérico, en el cual escribe los nombres de sus seres más
queridos»1, la esencia divinizada del hombre, un fenómeno de espejismo. Dios es el ser
mismo del hombre, la esencia humana conocida como un ser distinto de ella. En
consecuencia, no es el hombre quien está hecho a imagen y semejanza de Dios, sino Dios a
imagen y semejanza del hombre. La criatura se convierte en creador y el creador en
creatura. Y ante la pregunta: ¿dónde se origina este desdoblamiento? Feuerbach responde
sin titubeos en la necesidad y el deseo del hombre. Todas estas ideas se gestan a partir de
1839, pero llegan a su plenitud en sus dos principales obras La esencia del cristianismo de
1841 y La esencia de la religión de 1845.
1 Ludwig FEUERBACH, La esencia del cristianismo: crítica filosófica de la religión, J. Pablos, México 1971,
cap. IV
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El marxismo, digámoslo desde el principio, no es una nueva interpretación del
mundo, sino la exigencia y el instrumento de su transformación a través de la aplicación de
la dialéctica en el mundo real de los hombres, de su trabajo y de sus luchas. Éste se originó
en torno a los años 1844-1845 en un marco ateo y con la consideración de que el hombre ya
no es, como en Hegel, un hombre que ha de hacerse y acabarse por las mediaciones de la
historia, sino originariamente acabado al que estas mediaciones han ido sucesivamente
destruyendo. Así, lo que en Hegel eran etapas de reconquista sucesivas del hombre se
convierten en Marx en alienación. Por eso, para recuperar al hombre es necesario darle
vuelta al sistema.
a) La alienación socioeconómica.
Para Marx, la alienación socioeconómica es la fundamental pues su supresión significa la
aniquilación de las otras. Ella comporta el régimen de propiedad privada y la división de la
sociedad en dos clases opuestas y enfrentadas. Ya en una de sus obra de juventud del año
1844, Manuscritos de economía y filosofía, aplica a la realidad social la dialéctica hegeliana
del señor y del siervo dividiendo la sociedad en dos clases e indicando que el régimen de la
propiedad privada es la causa de todos los males que aquejan al hombre real. Pero, ¿quién y
cómo se lleva a cabo esta supresión? A través de la revolución del proletariado, así lo dice
en su obra de 1843 Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel. La
alienación se suprime en la sociedad comunista, la cual es meta de el proceso.
b) La alienación política
En la obra antes citada, el pensamiento de Marx se vuelve sobre la denuncia de la
concepción del Estado y la sociedad hegelianos. En ese Estado, el burgués, la soberanía real
del pueblo no coincide con la soberanía arbitraria del Estado constitucional. La realidad
humana y social es pasada por alto a favor de una soberanía ideal y abstracta concretada en
la persona de un monarca. Lo que Marx defiende es la soberanía real e inmediata del
pueblo.
c) La alienación filosófica
Para Marx, la filosofía idealista y postidealista aparecen como un substituto de la religión al
que hay que criticar. Para ello dedica las obras de 1845 La sagrada familia y La ideología
alemana. Hay que invertir el punto de vista de Hegel y colocar al hombre sobre sus pies.
d) La alienación religiosa
La crítica religiosa en Marx envuelve la totalidad de su pensamiento desde 1841 con su
tesis doctoral, Diferencia entre la filosofía de la naturaleza de Demócrito y de Epicuro,
hasta su obra cumbre El Capital 1867, 1885, 1894. De ahí por qué Marx criticó la religión
por diferentes vías: la filosófica, la política y la económica. Primero, niega a Dios para
afirmar al hombre; segundo, deja atrás la misma negación de Dios en la pura y simple
afirmación del hombre y; tercero, reduce la religión a un mero reflejo de la evolución de la
sociedad.
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En este pensamiento el hombre es analizado en sus condiciones materiales de
producción y se elabora una visión económica de la historia asumiéndose presupuestos
materialistas.
Precisamente, su obra más destacada lleva por título El mundo como voluntad y
representación, publicada en dos volúmenes en 1819. En ella se propone explicar
cabalmente el mundo en todos sus aspectos y bajo todos sus puntos de vista, cometido que
Schopenhauer aborda a través de los conceptos de voluntad y representación. Decía que la
filosofía tiene que abandonar la pretensión de explicar la razón de que el mundo exista y
aseguraba que es un error cometido por la mayoría de los filósofos anteriores a él. Buscar el
porqué del mundo desde razonamientos lógicos es un absurdo.
Schopenhauer inició su obra con una frase que se ha hecho célebre: «El mundo es
mi representación: ésta es una verdad que tiene validez para todo ser que vive y que
conoce; aunque sólo el hombre puede concebirla a través de la conciencia reflexiva,
abstracta; y lo hace realmente, de modo que concebirla es ya poseer el sentido filosófico» 2.
De ahí dedujo que todo lo que existe para el conocimiento, es decir, el mundo entero, es
objeto para un sujeto, percepción del que percibe como decía Berkeley, en una palabra:
representación. Ninguna vedad es más cierta, más absoluta y más brillante que ésta. Así que
se equivocaron los materialistas, los realistas y los idealista. Aunque éste último, si se
depura del absurdo de los filósofos de escuela, es la teoría verdadera: la que Schopenhauer
profesó.
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De ahí que la esencia de nuestro ser sea la voluntad. Todo el acontecer natural, las
fuerzas y leyes de la naturaleza, son manifestaciones de esa voluntad, que sólo en el
hombre adquieren conciencia y, en el fondo, es totalmente ciega e insaciable, un oscuro
impulso instintivo que siempre queda insatisfecho e insaciable. Por ello, para Schopenhauer
éste no es el mejor de los mundos como sostenían Spinoza y Leibniz, sino el peor (perfila el
nihilismo de Nietzsche y el existencialismo de Sartre). Un mundo totalmente absurdo y
contradictorio del que sólo podemos liberarnos mediante el arte y la ascesis.
Junto con Schopenhauer y más fuerte que él, Sören Kierkegaard (1813-1854) fue uno de los
más decididos adversarios del pensamiento hegeliano. Él creyó haber visto lo que nadie:
que el navío de la historia en aquel comienzo del siglo XIX se adentraba en la borrasca de
la disolución.
El estadio estético presenta la forma de vida del hombre que está bajo el dominio de
la impresión sensible. De aquel que vive a flor de piel, el cazador de sensaciones que se
vuelca a la inmediatez de lo placentero: el esteta que no deviene. Una existencia destinada
al fracaso y la desesperación.
El estadio religioso es un estar ante Dios, un dejar que él sea mi medida. Entre el
estadio ético y el religioso no hay continuidad, hay un abismo que los separa. Kierkegaard
aclara este punto con el caso de Abraham, el caso de la supresión de la ley moral para
subordinarla a la fe en Dios. Distingue dos tipos de religiosidad: primero, en la que se está
en relación con Dios y, segundo, en la que Dios aparece en el tiempo y abre un diálogo
misterioso con el hombre.
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como camino hacia la fe, hacia ese estar cara a cara frente a Dios. Ella lleva al hombre más
allá de la pura razón y la comprensión.
Comte aplica a todos los aspectos del desarrollo del individuo y de la sociedad esta
famosa ley de los tres estadios. Y en su obra Sistema de política positiva (1851-1854)
afirma que la regeneración de la sociedad será posible sólo con el conocimiento de esas
leyes, pues las civilizaciones, las culturas y la misma historia se desarrollan según ese ritmo
evolutivo.
3Augusto COMTE, Curso de filosofía positiva: primera y segunda lecciones, traducción y notas de José
Manuel Revueltas, Aguilar, Buenos Aires 1981,
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En el invierno de 1865 tiene lugar el encuentro de Nietzsche con la filosofía de
Schopenhauer gracias a la compra casual de El mundo como voluntad y representación. Un
libro que le hizo ver la vida como irracionalidad cruel, ciega, destructora y llena de dolor.
Así que haciendo suya la idea de Schopenhauer, Nietzsche vio que el arte podía ofrecer al
hombre la fuerza y la capacidad de hacer frente al doloroso sin sentido de la vida. En su
primera obra de 1872 dedicada al gran compositor alemán Richard Wagner, El nacimiento
de la tragedia, sostiene que la filosofía griega surge en una vigorosa aceptación de los
valores vitales. Y que su secreto está en el espíritu dionisíaco: el de la fuerza instintiva y el
de la humanidad en pleno acuerdo con la naturaleza.
4 Friedrich NIETZSCHE, La gaya ciencia, sección 125, Obras completas vol. III, Tecnos, Madrid 2014,
802-803. También se puede revisar la sección 108 y 343. Aunque el libro responsable de la popularidad
de la frase: ¡Dios ha muerto! es el Así habló Zaratustra.
5 Ib., Así habló Zaratustra. Un libro para todos y para nadie, IV, Del hombre superior, 2, vol. II, Gredos,
Madrid 2014, 336.
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3.2 Sartre: el compromiso con la libertad
Jean-Paul Sartre (1905-1980), como lo hicieran algunos otros filósofos, dio a conocer su
pensamiento en novelas, escritos para el teatro y en obras más propiamente filosóficas (El
ser y la nada, 1943, El existencialismo es un humanismo, 1946, y la Crítica de la razón
dialéctica, 1960). De entre ellas, El ser y la nada. Ensayo de una ontología fenomenológica
es la obra que encierra todo su pensamiento existencialista preparado en los presupuestos
de los primeros ensayos: La imaginación (1936), La nausea (1938), La trascendencia del
ego (1938) y Lo imaginario (1940).
Este hombre se define por la acción, por el hacer tal y como lo indica en la cuarta y
última parte del Ser y la nada. La libertad es el hacerse del hombre, es la condición primera
de la acción: «Estoy condenado a existir más allá de mi esencia, por encima de los móviles
y motivos de mis actos: estoy condenado a ser libre. Esto significa que no se podrá
encontrar a mi libertad otros límites que ella misma; o, si se prefiere, que no somos libres
de dejar de ser libres»6. La libertad es constitutiva de la conciencia misma; el hombre está
condenado, arrojado y abandonado a ser libre sin excusa, es el responsable de su propio
futuro: es existencia consciente. Y queriendo su libertad, debe también querer la libertad de
los otros.
6 Jean-Paul SARTRE, El ser y la nada: ensayo de ontología fenomenológica, Alianza, México 1984,
8
investigación filosófica. Y así lo expresa: «ante todo, fenomenología designa un método y
una actitud intelectual: la actitud intelectual específicamente filosófica; el método
específicamente filosófico»7.
Esta temática es introducida por primera vez en 1907 en un ciclo de cinco lecciones
tituladas La idea de la fenomenología, las cuales fueron dictadas por Husserl en la
Universidad de Gotinga, Alemania, en torno a uno de los cuestionamientos fundamentales
de la filosofía: ¿es posible conocer? En ella dice lo siguiente sobre la reducción: «La
epoché que ha de practicar la crítica del conocimiento no puede tener el sentido de que la
crítica no sólo comience por, sino que se quede en poner en cuestión todos los
conocimientos – luego también los suyos propios – y no dejar en vigencia dato alguno –
luego tampoco los que ella misma comprueba –.»8. Esta andadura se realizará en tres tipos
de reducción: la reducción gnoseológica, eidética y trascendental.
7 Edmund HUSSERL, La idea de la fenomenología. Cinco lecciones, Primera lección 23, UNAM/FCE,
México 2015, 31.
8 Ib., Segunda lección 29, 35.
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aislado, sino un proceso. La reducción trascendental es la puerta de entrada a una inmersión
procesual en el mundo de la subjetividad constituyente.
Bertrand Russell (1872-1970) fue uno de los lógicos matemáticos más importantes
del siglo XX. Su primer trabajo matemático fue publicado en 1897 con el título Ensayo
sobre los fundamentos de la geometría, en él está fuertemente influenciado por Kant; pero
pronto se apartaría del filósofo de Köningsberg pues se dio cuenta que el esquema
matemático que éste utilizaba no era compatible con el esquema espacio-tiempo de Albert
Einstein. En 1900 se familiarizó con el pensamiento simbólico y los axiomas para la
aritmética de Giuseppe Peano y descubrió que Gottlob Frege había llegado de forma
independiente a definiciones como las que él había formulado. Así en 1903 publicó los
Principios de la matemática9, con la finalidad de frenar el proyecto de Frege de reducir la
9En esta obra expone una contradicción en la teoría intuitiva de conjuntos de Cantor y Frege, la cual se
conoce como paradoja de Russell, que puede enunciarse de la siguiente manera: «En un lejano poblado
de un antiguo emirato había un barbero llamado As-Samet diestro en afeitar cabezas y barbas, maestro
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aritmética a lógica. Junto con Alfred North Whitehead publicó, en 1910, 1912 y 1913, una
de las obras más importantes de la historia de la lógica: Principia Mathematica, en la que
se propuso mostrar que todas las matemáticas proceden de la lógica simbólica. A este
respecto, el último trabajo significativo en matemáticas y lógica fue la Introducción a la
filosofía matemática de 1918, el cual fue una explicación de la anterior y su significado
filosófico.
en escamondar pies y en poner sanguijuelas. Un día el emir se dio cuenta de la falta de barberos en el
emirato, y ordenó que los barberos sólo afeitaran a aquellas personas que no pudieran afeitarse. Cierto
día el emir llamó a As-Samet para que lo afeitara y él le contó sus angustias: – En mi pueblo soy el único
barbero. No puedo afeitar al barbero de mi pueblo, ¡que soy yo!, ya que si lo hago, entonces puedo
afeitarme por mí mismo, por lo tanto ¡no debería afeitarme! Pero, si por el contrario no me afeito,
entonces algún barbero debería afeitarme, ¡pero yo soy el único barbero de allí! El emir pensó que sus
pensamientos eran tan profundos, que lo premió con la mano de la más virtuosa de sus hijas. Así, el
barbero As-Samet vivió para siempre feliz barbón». Y propone la teoría axiomática de conjuntos:
colecciones precisas de axiomas escogidos para poder derivar todas las propiedades de los conjuntos
con el suficiente rigor matemático. Cf. Manuel LÓPEZ MATEOS, Los Conjuntos, Publicaciones del
Departamento de Matemáticas, Facultad de Ciencias, UNAM, México 1978.
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El pensamiento de Ludwig Wittgenstein (1889-1951) suele dividirse en dos
períodos: el primero, se desarrolla en torno a la obra conocida como Tractatus logico-
philosophicus (1921) y; el segundo, conforme a las Investigaciones filosóficas, publicadas
de manera póstuma en 1953. Por eso suele hablarse de primer o segundo Wittgenstein.
Se trata, pues, de trazar los límites del significado, de separar lo que puede decirse y
lo que no puede decirse. Y claro, no todo puede decirse de forma sensata, existen límites a
la expresión de los pensamientos, es decir, no todos son expresables. La obra busca,
entonces, establecer criterios que hacen que una exposición tenga sentido. Este trabajo
ejerció una fuerte influencia en el positivismo lógico y en el desarrollo de la filosofía
analítica. Junto a Russell, Wittgenstein es uno de los exponentes del atomismo lógico.
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contexto recibe el nombre de ‘juego de lenguaje’. Así, lo absurdo de una proposición
residirá en usarla fuera de su juego de lenguaje propio.
Otro de los autores que ocupa un lugar destacado en este desarrollo histórico es
Wilhelm Dilthey (1833-1911), quien creyó que toda manifestación espiritual humana, y no
sólo los textos escritos, tienen que ser comprendidos dentro del contexto histórico de su
época. Lo que el renano quería era salvaguardar la especificidad de la ciencia histórica
frente al reductivismo cientificista imperante a finales del siglo XIX y principios del XX,
pues mientras los acontecimientos de la naturaleza se explican, los históricos – los valores y
la cultura – deben ser comprendidos. Así, en una de sus primeras y básicas obras la
Introducción a las ciencias del espíritu (1883), enfatiza constantemente el papel
fundamental del comprender que consiste en ‘revivir’ y no en reproducir. Y en los Los
estudios para la fundamentación de las ciencias del espíritu (1905), así como en La
construcción del mundo histórico en las ciencias del espíritu (1910) indica que lo peculiar
del mundo humano es el nexo entre expresión y entender, el cual no se encuentra ni en la
naturaleza ni en las ciencias naturales sino sólo en las ciencias del espíritu.
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humano en-el-mundo: existir es comprender. Desde este punto de vista, el comprender
adquiere fundamentalidad ontológica, en la medida en que se convierte en la fuente de toda
comprensión existencial. Ello implica que la interpretación hermenéutica no es un método
especifico, sino la forma originaria de experiencia, una experiencia de verdad que subyace
y es anterior a toda otra forma de conocimiento. Además, todo comprender presupone una
precomprensión en el tiempo.
Por eso, Gadamer crítico los enfoques modernos que buscaban modelar el método
de las ciencias humanas en base al método científico, como lo habían pretendido Descartes
y Galileo, y el método tradicional de las humanidades cuyo enfoque se hace explicito en la
obra de Dilthey, quien creía que para lograr una interpretación correcta de un texto era
necesario desentrañar la intención original que tenía el autor cuando lo escribió. En
contraste con estas posiciones, el filósofo de Marburgo sostuvo que el interprete tiene una
conciencia histórica inserta plenamente en la cultura e historia de su tiempo. Así interpretó
que un texto comprende una fusión de horizontes donde el interprete encuentra la vía que la
historia del texto articula en relación con su propio trasfondo cultural e histórico. Por eso,
Verdad y Método pretende ser una descripción de lo que hacemos permanentemente cuando
interpretamos cosas, incluso desconociendo que dicho proceso de interpretación se está
produciendo.
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5. El pensamiento cristiano de los siglos XIX y XX
La filosofía cristiana cuenta con una antigua y rica tradición formada por la herencia
patrística y escolástica, que recogió los planteamientos platónicos y más tarde los
aristotélicos, intentando una síntesis cristiana de los mismos. Por esta razón, también la
filosofía moderna estuvo acompañada por una corriente constante de pensamiento cristiano
hasta prácticamente el año 1800 cuando se interrumpe la tradición del pensamiento
cristiano que había prevalecido hasta entonces y fue necesario un nuevo comienzo.
Los nuevos impulsos del pensamiento cristiano arrancan, por lo general, de teólogos
católicos que buscan: por una parte, la conexión con la moderna vida intelectual y por eso
estudian a Kant y a los idealistas alemanes y, por otra, conservar la tradición que se tiene.
5.1 Los comienzos de la neoescolástica: las encíclicas Aeterni Patris y Fides et ratio
A mediados del siglo XIX iniciaron dentro de los ambientes cristianos los esfuerzos por
despertar y reavivar la tradición de un pensamiento filosófico-teológico. Estos esfuerzos
recibieron un apoyo resuelto por el Papa León XIII con su encíclica Aeterni Patris. Sobre la
restauración de la filosofía cristiana conforme a la doctrina de Santo Tomás de Aquino del
4 de agosto de 1879. En este documento el Papa exhortaba a la lucha contra los errores de
la época expresados por el positivismo, materialismo y ateísmo e insistía en el gran valor de
la tradición eclesiástica, que es la filosofía y teología de los escolásticos; incitaba a su
estudio, investigación y renovación, destacando al mismo tiempo la singular importancia de
Santo Tomás de Aquino como maestro de la verdadera sabiduría y ciencia. De ahí el elogio
hecho a su persona: «Distinguiendo además, como era justo la razón de la fe, aunque
uniéndolas entre sí con vínculos de amistad, mantuvo sus respectivos derechos y atendió a
su dignidad de tal manera, que ni la razón, elevada en alas del Doctor Angélico hasta la
cumbre del humano saber, apenas puede elevarse ya a más sublime altura, ni a la fe le es
dado obtener más eficacia ni numerosos auxilios que los que obtuvo gracias a Santo
Tomás»14. Esta encíclica se convirtió en el documento básico de la neoescolástica.
Casi ciento veinte años después, el Papa Juan Pablo II publicaba el 15 de octubre de
1998 la encíclica Fides et ratio la cual abordaba nuevamente el tema de la relación entre fe
y razón o, más correctamente, entre teología y filosofía. Su punto de partida es la situación
cultural que ha llevado hasta sus últimas consecuencias la separación entre fe y razón. El
Papa busca sensibilizar a quienes respetan la verdad planteando un problema: ¿Por qué la
razón quiere impedir a sí misma tender hacia la verdad, cuando descubre que por su misma
naturaleza tiende a alcanzarla? ¿por qué diversos movimientos filosóficos contemporáneos
insisten en querer ensalzar la debilidad de la razón, impidiéndole ser ella misma? A causa
de ello, dice ha surgido una visión del hombre y del mundo que ha favorecido la
arbitrariedad y el pragmatismo, definiendo un escepticismo generalizado según el cual:
«todo se reduce a opinión» y «se conforma con verdades parciales y provisionales» 15 .
Siendo que «el hombre, por su naturaleza, busca la verdad. Esta búsqueda no está destinada
15
sólo a la conquista de verdades parciales, factibles o científicas; no busca el verdadero bien
para cada una de sus decisiones. Su búsqueda tiende hacia una verdad ulterior que pueda
explicar el sentido de la vida; por eso es una búsqueda que no puede encontrar respuesta
más que en el absoluto» 16 . Así, el objetivo de la encíclica es dar confianza al hombre
contemporáneo.
5.2 El Neotomismo
El tiempo posterior al Papa León XIII se caracterizó por la edición crítica de las obras
completas de Santo Tomás de Aquino, conocida como ‘edición leonina’, y por el
surgimiento de nuevos centros de filosofía escolástica que promovieron la investigación
científica de las fuentes históricas. Así, se perfiló en la primera mitad del siglo XX una
posición de apertura creciente frente a los planteamientos de la filosofía contemporánea.
16 Ib., n. 33.
17 Karl RAHNER, Espíritu en el mundo, Herder, Barcelona 1963, 17.
16
posibilidad de este acontecimiento en el ser humano y en su ámbito concreto de existencia.
Así, lo expresa Johann Baptist Metz en el prólogo a la segunda edición del año 1963 a su
cargo: «se considera al hombre como un ente que sólo históricamente alcanza su
realización, y que por consiguiente debe prestar atención a la historia para contactar con
ella esa ‘palabra’ que motiva e ilumina la existencia y hacia la que está ya abierta con cada
una de sus preguntas la inteligencia humana que aprehende el ser»18.
Siguiendo esta línea, Max Müller (1906-) publicó en 1940 Ser y Espíritu.
Investigaciones sistemáticas sobre el problema fundamental y la estructura de la ontología
medieval, obra en la que se propuso fundar una nueva ontología que se contrapusiera a toda
forma de criticismo. En ella subsisten dos fundamentos: primero, el hombre se hace hombre
en la experiencia y en la comprensión del ser, por el que se siente interpelado en la unidad
de su razón y su libertad; y segundo, la presencia simbólica del mundo y del ser en el ente
revela el ser como significado, llevando al hombre hacia un requerimiento absoluto,
esencial al hombre, que es una invocación a Dios. Según él, el problema de la filosofía
consiste en el esclarecimiento e interpretación del ser. El ser revela al espíritu. Con ello, el
filósofo de Offenburg no pretende reducir el ser al espíritu, sino interpretar el mismo ser a
partir de su forma más perfecta: el espíritu. La correlación ser-espíritu se manifiesta sobre
todo en la verdad y el lugar adecuado de la verdad es el juicio.
17
una metodología científica y después como una ideología filosófica en los campos de la
antropología, el psicoanálisis y el marxismo.
Los principales representantes de esta corriente, que dieron origen a diversos usos
del concepto de estructura, son Claude Lévi-Strauss (antropología), Michel Foucault
(filosofía), Jacques Lacan (psicoanálisis) y Roland Barthes (crítica literaria). Todos tienen
la característica común de oponerse al existencialismo, el idealismo, al historicismo, al
personalismo, a la fenomenología, al humanismo, etc., al considerar la realidad, incluso la
realidad humana, como el resultados de un conjunto de relaciones sistemáticas y constantes
(estructuras) perdiendo así toda sustantividad. La realidad no es más que el resultado causal
de interacciones de estructuras que constituyen y determinan.
Michel Foucault (1926-1984) es el autor que más ha contribuido con sus estudios a
hacer del dominio publico el estructuralismo. Sus investigaciones se centran directamente
en el lenguaje, el discurso y la estructura de los enunciados como punto de acceso al
estudio de las ciencias humanas en sus diversas transformaciones históricas. El desarrollo
de su pensamiento puede organizarse en tres etapas: en la primera, caracterizada por sus
obras Historia de la locura en la edad clásica (1961) y Nacimiento de la clínica (1963),
Foucault estudia a través del concepto de locura y de la oposición entre razón y locura la
necesidad que tienen todas las culturas de definir lo que las limita; en la segunda, afirma
que todas las ciencias que tienen por objeto al ser humano son producto de mutaciones
históricas que reorganizan el saber anterior e introduce un nuevo método – entre el análisis
lingüístico estructural y los objetos de la ciencia y la cultura – llamado análisis
arqueológico, así lo deja sentir en su obra Las palabras y las cosas (1966) y en la
Arqueología del saber (1969); y finalmente, en Vigilar y castigar (1975) se ocupa de la
forma en que la sociedad ordena y controla a los individuos.
18
lingüístico estructural al dominio del inconsciente. Será alrededor de 1953 cuando su
pensamiento se organiza en función del estructuralismo y explica la constitución subjetiva
como una estructura dinámica organizada en tres registros: lo real, lo imaginario y lo
simbólico. Para el francés, lo real no se puede conocer. Lo imaginario es la suma de las
imágenes caóticas individuales y lo simbólico es el imaginario instituido y codificado por la
sociedad. Su producción capital se reúne en el extenso volumen Escritos (1966), una
compilación de comunicaciones a congresos, artículos, conferencias y seminarios.
19
moderna industrial, a saber, la noción de razón como poder, capacidad de actos razonables
y de las actitudes de la deducción y el discurso, señalando que se han dado dos conceptos
fundamentales de razón a lo largo de la historia: la razón objetiva y la razón subjetiva. El
papel de la filosofía será independizar a la razón subjetiva de la objetiva.
20
en el cual defiende la objetividad de las ciencias y de sus métodos teóricos de conocer
frente al positivismo. Y sería hasta 1969 cuando en su obra Teoría analítica de la ciencia y
dialéctica, Habermas abordaría su ‘teoría crítica de la sociedad’. En ella la sociedad es
concebida como totalidad en estricto sentido y desarrolla las ciencias sociales en la unidad
de teoría y praxis renunciando a las leyes necesarias o de sentido metafísico y formulando
simplemente programas para la acción social. Esta postura se hace más radical en la
compilación de artículos que llevan por título Perfiles filosófico-políticos (1971), en ellos
insiste que la nueva filosofía debe criticar la metafísica, renunciar a la idea del Absoluto y a
la búsqueda de una fundamentación última. A partir de 1981, con la aparición de su obra
fundamental Teoría de la acción comunicativa, su reflexión se ha orientado hacia la
fundamentación de la ética discursiva, la defensa de la democracia deliberativa y los
principios del Estado de derecho.
El contexto cultural de finales del siglo pasado estuvo marcado por un conjunto de
sensibilidades que hicieron especial hincapié en la necesidad de poner en crisis la tradición
recibida. Una de esas sensibilidades es precisamente la crisis del lenguaje objetivo de
Jacques Derrida (1930-2004), la cual es conocida como pensamiento de la
deconstrucción. La deconstrucción es un tipo de pensamiento que critica, analiza y revisa
detenidamente las palabras y sus conceptos. El término ‘deconstrucción’ es la traducción
que propone Derrida de la voz alemana Destruktion, que Heidegger utiliza en su obra Ser y
tiempo. El filósofo francés estima esta traducción como más adecuada que la traducción
clásica de ‘destrucción’, pues de lo que se trata no es de la reducción a la nada sino de
mostrar cómo la metafísica se ha abatido. De hecho, su obra es ante todo una crítica de las
categorías tradicionales de la metafísica realizada en la crisis del lenguaje. Así puede
constatarse en sus más fundamentales escritos del año 1967, De la gramatología, La
escritura y la diferencia y La voz y el fenómeno.
21
Para Derrida el lenguaje tal y como queda a nuestra disposición después de siglos de
impregnación del pensamiento metafísico es un aparato negativo para la expresión y
comunicación rigurosa de significados, por eso no es otra cosa que resbalones textuales y
malentendidos de significado. La esencia del lenguaje marca una distancia entre el sujeto
(emisor) y el mensaje emitido, pues el emisor y el receptor no comparten ni un espacio ni
un tiempo unívoco, por lo que todo significado se da ‘desde lejos’. Por eso ya no podemos
hablar de un significado trascendental o de una referencia objetiva: estamos abocados a una
pluralidad de interpretaciones (malentendidos) entre las que no hay ninguna jerarquía
posible. En este proceso hay un concepto clave, la differance, que relega la lengua y el
significado al mero producto del conjunto de diferencias entre emisor, mensaje y receptor.
La diferencia debe ser entendida como el origen estructurado y diferente de las diferencias,
a partir del cual ya no podemos aplicar la misma palabra ‘origen’ como tal. El pensador
francés sostiene claramente la inexistencia de algún mensaje último tras esta palabra, de
modo que tampoco podemos hablar de ‘fundamento’. Y aún más, debe ponerse en cuestión
el ‘nombre’ del nombre, por eso el nombre único (el ser) ya no es posible. Éste es, como
también la metafísica, el sueño de la filosofía. De ahí que en el pensamiento de Derrida
todo desemboque en un malentendido y en un solipsismo de significado.
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Bibliografía
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