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DIÁLOGO FANFICTION DE LA SINFONÍA CONCLUIDA, DE

AUGUSTO MONTERROSO

Luego de haber llorado con desconsuelo cada uno sobre el hombro del otro como si
en lugar de haber recuperado los papeles se hubieran perdido en ese momento, el
viejo argentino se sentó con los pergaminos en mano, con la mirada perdida sobre el
papel, como si examinara con detenimiento más allá de las partituras.

—¿Sabes lo que sucedió con la reputación de Les Prohèties cuando Peter Lemesurier
publicó su libro Nostradamus Bibliomancer? —planteó el viejo argentino esperando
una respuesta de su estudiado amigo.

—Tengo entendido que los seguidores de las profecías nostradámicas no aceptaron


con agrado que Lemesurier demostrará que gran parte de éstas son paráfrasis de
colecciones de antiguas profecías apocalípticas, y que el planteamiento de Lemesuier
fueran insinuaciones de un plagio intencional.

—Correcto.

—¿Cómo se vincula eso con este hallazgo? —preguntó el viejo guatemalteco.

-Este podría ser nuestro caso.

El viejo argentino retomó su compostura y prosiguió:

—La sociedad artística… es necia, amigo. La decoración de lo intrigante, lo poco


convencional y el trasfondo que conllevan una obra a estos estados es lo que hace que
la Sinfonía inconclusa sea lo que sea. El temor y el escepticismo a las nuevas ideas es
la causa de que la crítica se abalance en contra de lo que rediseña las tradiciones y los
cancones establecidos. Difícilmente podría decir que este hallazgo será bien recibido
a brazos abiertos de buenas a primera —el viejo argentino hizo una pausa y miro por
encima de sus lentes al viejo guatemalteco-, mucho menos de un guatemalteco.

El guatemalteco tomó respiro y como con un afán de abogado defensivo argumentó:


—Los movimientos sin duda alguna son excelentes, la firma de Schubert no solo está
en los pergaminos, también en la sinfonía, la partitura tiene su huella en cada
melodía, nadie dudaría…

—Sí, sí, sí —lo interrumpió el argentino. —Aún no pareces comprender. Verás. A


pesar de ser tan buenos, no añaden nada al mérito de la sinfonía tal como ésta se
halla. Por el contrario, podía decirse que se le quita, pues la gente se ha acostumbrado
a la leyenda de que Schubert los rompió o no los intentó siquiera. Seguro de que
jamás lograrían superar o igualar la calidad de los dos primeros. —El argentino
respiró hondo, dejó los pergaminos sobre la mesa y cruzó sus manos. Tras una pausa,
dijo con aire agraciado: -La gracia consiste en pensar: “si así son el allegro y el
andante, ¿cómo serán el scherzo y el allegro ma non troppo?” —y señaló al aire.

Las lágrimas sostenidas entre los ojos llorosos del viejo guatemalteco se resistieron
entre sus párpados. El viejo argentino se levantó de la mesa y puso su mano sobre el
hombro del organista.

—Si realmente respetas y amas de veras la memoria de Schubert —prosiguió—, lo


más inteligente sería que te permitieras guardar esto, porque además de entablarse
una polémica interminable, el único que saldría perdiendo sería el mismo Schubert.

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