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CUANDO SUENE LA TROMPETA

James Milton Black nació el 19 de Agosto de 1856 en South Hill, New York. Aprendió desde
pequeño a cantar y a tocar el órgano. Alrededor de 1881 se trasladó a Williamsport,
Pennsylvania donde se dedicó al servicio cristiano en la Iglesia Metodista Episcopal.
Enseñaba música entre semana, dirigía el servicio de canto y era maestro de escuela
dominical y líder juvenil en su tiempo libre. También editó varios himnarios.
Un día mientras pasaba por un callejón de uno de los sectores más pobres de
Williamsport, se encontró a una niña pequeña de unos 14 años de edad, sentada en la
puerta de una casa que estaba prácticamente en ruinas. Al parecer su padre y su madre
eran adictos a la bebida. James le preguntó si le gustaría ir a la escuela dominical, a lo cual
ella repondió “Sí, me gustaría ir, pero…?” en ese momento bajó la mirada a su ropa y
zapatos rotos. James entendió y al día siguiente le llevó un vestido nuevo, zapatos y un
sombrero. Con sus ropas limpias, la niña llamada Bessie empezó a asistir a todas las
reuniones los domingos.
En una de las clases dominicales, cuando James pasaba lista y todos contestaban diciendo
un versículo, al llamar a Bessie no obtuvo respuesta, a pesar de llamarla por más de una
ocasión. Dos cosas atormentaban la mente de James en ese día. En su mente resonaban
las preguntas “¿Qué tal que esta niña nunca más responda? ¿Y si fallece?”
Al salir de la escuela dominical fue a buscar a la niña a su casa, y la encontró muy
enferma. Llamó a un médico y le pagó para que la examinara. El desalentador dictamen
médico fué neumonía. Cuando James llegó a casa, acongojado se sentó en el piano de su
casa y compuso el himno Cuando Suene la Trompeta. Bessie falleció a los diez días, pero
el himno que su enfermedad inspiró, ha vivido en los corazones de millones de cristianos
en todo el mundo.

En el himnario adventista en español este himno es titulado: “Al Contemplarte Mi


Salvador” (N° 278). De lejos el más prolífico escritor de himnos adventistas del séptimo
día del siglo diecinueve fue Franklin E. Belden, quien fuera el hijo de Sarah la hermana
mayor de Elena de White. Frank nació en 1858, y a sus veinte años de edad ya comenzaba
a escribir himnos. Escribió varios cientos de himnos durante su tiempo de vida. Para dar
una idea de cuán talentoso era Belden, se informa que él podía escribir un himno en un
tiempo tan corto como una hora. Su hija recordaba que su padre iba a Colorado a ayudar
en una labor evangelizadora. Mientras estaba allá, él escuchaba conforme el ministro leía
un texto para comenzar su sermón. Belden entonces salía sigilosamente y escribía un
nuevo himno basado en el texto del sermón.
OH, QUE AMIGO NOS ES CRISTO
El texto de este himno fue escrito por Joseph Scriven quien nació en Dublín, Irlanda en
1819. Fue maestro, tutor y predicador laico, recordado por sus contemporáneos por su
labor filantrópica a favor de los pobres y por su devoción religiosa. En 1845 estaba a punto
de contraer matrimonio, pero la noche anterior de la celebración su novia sufrió un
accidente fatal. Cruzaba a caballo un puente sobre un río caudaloso, y el animal la arrojó a
las aguas ahogándose a la vista de su novio. Sacudido por la tragedia, Scriven emigró a
Canadá, afincándose primero en Toronto y luego en Port Hope donde trabajó como tutor
de numerosas familias. Allí se enamoró de Eliza Roche y en 1854 estaban a punto de
casarse cuando la novia cayó enferma de un resfriado, que comprometió su salud y luego
de 3 años de convalecencia, falleció. Scriven escribió en 1857 su famoso himno con la
intención de consolar a su madre, desesperada por la infelicidad de su hijo. El título
original del himno fue “Pray without ceasing” (Ora sin cesar) y no fue conocido hasta el
año de su muerte en 1886. Una copia fue descubierta casualmente por su médico de
cabecera quien lo cuidaba en su lecho. Al preguntarle como había escrito algo tan bello,
Scriven respondió: “El Señor y yo lo hicimos juntos”. El 10 de agosto de ese año, en
circunstancias que no fueron aclaradas, Scriven, enfermo y deprimido salió de su casa. A la
medianoche su cuerpo fue descubierto sin vida en un arroyo cercano. Posteriormente el
músico y abogado norteamericano Charles C. Converse (1832-1918), le puso música en
1868 y lo renombró, transformándose en el himno que todos conocemos y amamos
SANTO SANTO SANTO
Se ha dicho que es el himno más hermoso y majestuoso de todos los tiempos y que hasta en el
cielo se seguirá cantando. Por cierto, los cuatro seres descritos en Apocalipsis 4:8
permanentemente pronuncian: “Santo, Santo, Santo”. El nombre de la tonada viene del Concilio
de Nicea, donde 318 delegados se reunieron en el año 325 para afirmar la sublime verdad
revelada en la Biblia, que Dios existe en tres personas. Los delegados en su mayoría habían sido
torturados por su fe en Cristo. El credo que redactaron permanece como un baluarte de esta
doctrina fundamental. El autor del himno, Reginaldo Heber, misionero inglés, murió sirviendo al
Señor en la India. A las voces de estos hombres convencidos y valientes, unamos las nuestras
cantando “¡Santo!, ¡Santo!, ¡ Santo!"

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