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Universidad Pedagógica Nacional

Licenciatura en Filosofía
Antropología Filosófica
Erik Mauricio Caicedo
Alexis Garzón Garzón

La otredad vista desde los habitantes de la calle.

El siguiente escrito, es creado a partir de las reflexiones y actividades llevadas a cabo en una
clase-taller para habitantes de la calle, en un hogar de paso en el sector de Kennedy.
A la hora de plantearnos la actividad, y en busca de una significación a partir de conceptos
del libro de Paul Ricoeur, “Sì mismo como otro”, especialmente del estudio primero; la
persona y la referencia identificante, analizamos, que los sujetos que pertenecen comúnmente
a la denominación de habitantes de calle, que a su vez son designados también con
nominaciones tan peyorativas como; indigentes, desechables, vagabundos, etc…. y ubicados
en categorías de dispensabilidad, inutilidad y peligro para la sociedad, con frecuencia hacen
parte o son blanco de prácticas recriminatorias, intolerantes, denigrantes de su ser,
inhumanas, represivas e incluso estas personas son vistas a partir de perspectivas que
involucran asquerosidad, en otras palabras, son sujetos no deseables, indiferentes y hasta
tachables en su existir. Esto para la visión implacable de una sociedad altamente
normativizada en sus prácticas de vida y, de sus represivas corporales y ontológicas.
Ahora bien, a partir de algunos conceptos de Ricoeur, donde da cuenta de, “la persona
como particular de base”, con esto, Ricoeur en su libro, muestra las relaciones que tiene el
sujeto en dos perspectivas; la primera de ellas, bajo el concepto de ipse, como un” yo” en el
sentido de la reflexión de sí mismo, y la otra, con el concepto de idem, como la relación de
identificación que nos remite a otro.
Aquí, Ricoeur hace claras distinciones entre dos categorías, la clasificación y la
individualización, estas se muestran en esencia diferenciadas, en cuanto que, la clasificación
es dada sobre la homogeneización y selección de miembros que representen dichas
categorías, esto bajo un trasfondo semántico que busca una mera adquisición del lenguaje
como escrito y leído a partir de conceptos y predicados lógicos y epistemológicos. En
contraposición a esta, la individualización, como la apuesta por la singularidad de estos
miembros, tanto en un carácter nominal como de diferenciación o exclusión de otros. En este
punto, es donde el particular de base, en una singularidad como un sujeto, se busca reflejar y
a su vez identificarse con, o en “otros”, exponiendo así la referencia identificante y la
autodesignación.
“Los cuerpos físicos y las personas que nosotros somos, son, según esta hábil
estrategia, tales particulares de base, en el sentido que nada se puede identificar, sin
remitir en última instancia a uno o a otro de esos dos tipos de particulares”(Ricoeur,
P6, 1996).
Así pues, estábamos planteados frente a una búsqueda de reivindicación de su ser, sus
emocionalidades, su corporalidad y en especial su alteridad, es decir una práctica a partir del
afecto y el reconocimiento en la otredad. Iniciando entonces, por la lectura de un poema de
Gloria Anzaldúa “la Frontera” (Anzadúa,1987), mediante el cual, apostamos por la
representación de aquellos sujetos en relación con la lectura y todo el trasfondo que implica.
Siendo cuerpos distantes, ajenos a un lugar y otro, despreciados en un limbo, se les acusa y se
les maltrata, “ya no vivo, por intentar sobrevivir” piensa alguna de estas personas. Aquí es
evidente, la desvinculación de estos seres con alguna otra realidad, se hallan en una frontera
constante, en un continuar caminando sin algún rumbo que lo acuda y alguien que los espere,
sus anhelos se han transformado. Sus sueños y su esperanzas,¿ qué han sido de estas?
Buscábamos entonces, indagar sobre el reconocimiento en la alteridad, tanto de idem como
de ipse, partiendo de la perspectiva del interactuar con los llamados “habitantes de calle”, y
poder entender un poco más el sentido del ser, no en cuanto a si mismo y nada más, sino que
también poder entender el sí mismo en cuanto otros, “quisiéramos aplicar la significación
fuerte… no solo en forma de una comparación sí mismo semejante a otro, sino la implicación
del sí mismo en cuanto otro”,(Ricoeur, p14,1996)

Con lo anteriormente dicho, y lo llevado a la práctica en aquel espacio ya mencionado,


encontramos una desvinculación-al menos parcial- de varios de los conceptos de Ricoeur y
su significación en la práctica, esto, en un entorno tan marcado por rechazos hacia estos
sujetos, lo que consecuentemente, ha ocasionado distanciamiento de estos mismos con su
identidad, es decir, la fragmentación o vulneración de su propia identificación, de su yo,
osea del ipse, y a su vez, para idem resulta también problemático puesto que su relación con
otros se ve alterada y reducida por fenómenos sociales como los ya mencionados
anteriormente.
En otras palabras, se encuentra debilitada la relación del sujeto con sí mismo, pierde su
identidad propia, apartándose de su entorno, de sus relaciones interpersonales, como lo son su
entorno familiar, laboral y social, lo cual provoca, un alejamiento de su relación hacia la
otredad. Los otros, para el ojo de un habitante de calle, resultan ser, por una parte, aquellas
personas que habituadas a un sistema y una normalidad los rechazan y satanizan su
expresión, causando así, una diferenciación ontológica de clases. Por el otro lado, en su
referencia con la otredad, encuentran a los sujetos que ubican bajo esa misma denominación
o categorización de habitantes de calle, en otras palabras, a partir de este mismo rechazo, se
homogeniza estos sujetos sin respetar su singularidad, sino envolviendolos en una misma
categoría, donde, el individuo es alejado de su particularidad y forzosamente visto como una
parte igual de la clase de personas a la que arbitrariamente se le adjunto, en lo que podría
denominarse una conjunta individualización de dicha categoría.

Así pues, en la actividad y en relación con lo ya explicado, estos sujetos no cuentan con una
clara distinción de su identidad, sus anhelos deseos, sueños y emociones, que también están
apartadas de ellos, quienes son ellos, sus memorias y sus metas se han visto deterioradas e
incluso transformadas en lo que la sociedad y la indiferencia han hecho de estas. De aquí que,
queramos reivindicar algo de estas emocionalidades y pérdidas de su identidad, esto a partir
de un libre taller de dibujo, escritura y corporalidad, donde los participantes plasmaron en el
papel sus sueños y utopías cada vez más alejadas, que muy seguramente ya no podrán ser,
como estos mismos lo explican y expresan a través de las actividades que llevamos a cabo.
A través de la experiencia obtenida con la actividad, y la concepción de la otredad de
Ricoeur, concluimos que, en el caso particular de los habitantes de la calle hay una
significación diferente, donde los conceptos de la otredad y la autodesignación juegan un
papel y están marcadas en una coyuntura especial, ya que, estos individuos en cuanto a su
ipsedad se ven marcados por una carencia de una identidad propia o individualidad, esto por
la concepción de la sociedad, donde se les encasilla como un grupo ilegitimo fuera de una
singularización, viéndolos de una forma escorzada como aquello que se percibe desde su
aparente homogeneidad. Así pues, la relación de la otredad está interrumpida entre la
identificación de un individuo del ´común´ y de los habitantes de la calle como grupo, es
decir la relación de otredad en estos particulares, primero se distancia del reconocimiento en
aquellos que los rechazan y denigran, y segundo, con sus iguales en dichas categorías, donde
estos mismos pasivamente aceptan la categorización que se les es asignada de una forma
externa por la sociedad, creando un rol donde, los habitantes de la calle resultan por aceptar
aquellos prejuicios que les impone la sociedad, causando así, el distanciamiento de su otredad
e identificación, haciendo de estos individuos algo ajeno a nuestra realidad y concepción
social, y a estos mismos una autopercepción empobrecida e indeterminada, exterior a la
experiencia del mundo común.

Referencias
Gloria Anzaldúa . (1987). Borderlands. Estados Unidos: Aunt Lute Books.

Paul Ricoeur. (1996). Sí mismo como otro. España: Siglo xxi editores.
Vivir en la Frontera significa
poner chile en el borscht,
comer tortillas de maíz integral,
hablar Tex-Mex con acento de Brooklyn ;
ser detenida por la migra en los puntos de
control fronterizos;
VIVIR EN LA FRONTERA.
Gloria Anzaldúa. Vivir en la Frontera significa que luchas
duramente para
Vivir en la Frontera significa que tú resistir el elixir de oro que te llama desde
no eres ni hispana india negra española la botella,
ni gabacha, eres mestiza, mulata, híbrida el tirón del cañón de la pistola,
atrapada en el fuego cruzado entre los la soga aplastando el hueco de tu
bandos garganta;
mientras llevas las cinco razas sobre tu
espalda En la Frontera
sin saber para qué lado volverte, de cuál tú eres el campo de batalla
correr; donde los enemigos están emparentados
entre sí;
Vivir en la Frontera significa saber tú estás en casa, una extraña,
que la india en ti, traicionada por 500 las disputas de límites han sido dirimidas
años, el estampido de los disparos ha hecho
ya no te está hablando, trizas la tregua
que las mexicanas te llaman rajetas, estás herida, perdida en acción
que negar a la Anglo dentro tuyo muerta, resistiendo;
es tan malo como haber negado a la India
o a la Negra; Vivir en la Frontera significa
el molino con los blancos dientes de
Cuando vives en la frontera navaja quiere arrancar en tiras
la gente camina a través tuyo, el viento tu piel rojo-oliva, exprimir la pulpa, tu
roba tu voz, corazón
eres una burra, buey, un chivo expiatorio, pulverizarte apretarte alisarte
anunciadora de una nueva raza, oliendo como pan blanco pero muerta;
mitad y mitad –tanto mujer como hombre,
ninguno– Para sobrevivir en la Frontera
un nuevo género; debes vivir sin fronteras
ser un cruce de caminos.

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