Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
I. INTRODUCCIÓN
3 CHABAS (2000), pp. 48-49 y 64. El autor identifica un fallo del año 1932 de la Cour de Cassation como la
primera vez que se reconoce la pérdida de una chance con ocasión de la actuación negligente de un notario.
En Inglaterra, en tanto, es el caso Chaplin v. Hichs, de la Court of Appeal, en el que se reconoce esta clase de
daños, con ocasión a un concurso de belleza.
4 TAPIA (2003), p. 104 y TAPIA (2012), p. 650.
5 TAPIA (2012), p. 650.
6 DOMÍNGUEZ (1990), p. 150.
7 RÍOS Y SILVA (2014), p. 34.
8 RÍOS Y SILVA (2014), p. 267.
futuro9. En su configuración se entiende existe certidumbre fundada en la posibilidad de
conseguir la ventaja o evitación de una pérdida e incertidumbre de si, se mantiene la
situación que es el presupuesto de la chance, la ganancia realmente se habría obtenido o la
pérdida se habría evitado 10. De esta forma existe realmente la pérdida de una ventaja
esperada pero por definición esa ventaja, probabilidad o chance es aleatoria, que no puede
ser imputada –su no verificación– al agente causante del daño, éste incluso puede no ser
una condición sine qua non de la pérdida del resultado esperado 11. De esta forma de no
mediar la “conducta dañosa” –el delito o cuasidelito o el incumplimiento contractual– la
chance se habría mantenido.
A la chance en sí misma se le reconoce un valor económico. En el enfoque tradicional se
considera un daño parcial, “una fracción del perjuicio integral sufrido por la víctima” 12 que
se ubica en una zona intermedia entre el daño futuro reparable y el daño eventual. No son
pocos los autores que lo consideran un daño emergente actual, en el entendido que las
oportunidades tienen en sí un valor económico, ya que representan la posibilidad de generar
un beneficio futuro. En definitiva, en tanto activo que se incorporó al patrimonio de la
víctima, que fue destruido por el evento dañoso13.
Se suele indicar, además, la necesidad de que se trate de una oportunidad real y seria
que se traduce en tener altas probabilidades objetivas de obtener el bien en juego 14. En el
ámbito médico se indica que la pérdida de una chance debe ser apreciada en el daño final,
en virtud de un mecanismo de determinación probabilística del porcentaje causal que es
posible adjudicar al agente en la realización del agravio15. Así vistas las cosas, el problema
se traslada a la relación de causalidad.
A partir de lo señalado precedentemente, se advierte que existen dos formas de abordar
la problemática por parte de nuestros autores. La primera, desde el daño y sus requisitos, en
concreto, la certidumbre del daño y si esta exigencia se cumple o no. La segunda, desde la
relación de causalidad y cómo es posible, a partir de una causalidad probabilística, acudir a
la pérdida de una chance para dar por acreditada esta exigencia, especialmente en materia
de responsabilidad médica16. No compartimos del todo ninguna de estas dos visiones: la
primera porque resulta incompleta; la segunda por una superposición de planos entre la
incertidumbre propia de la pérdida de una chance, el perjuicio final y la incertidumbre del
vínculo causal17.
Tal como adelantáramos, nos parece de extremada utilidad, para precisar si estamos
realmente ante una partida de daño indemnizable, frente a aquellas hipótesis que la doctrina
y la jurisprudencia califican de pérdida de una chance, que se analice y se determine si se
cumplen o no con las exigencias que todo daño debe cumplir, en el sistema de
19 Considerando décimo primero; Juan Contreras Parra con Servicio de Salud Concepción (2017).
información que debió entregarse, hace perder a los afectados una opción efectiva de
salvar su vida o integridad” 20. En primera instancia se dio lugar a la indemnización por
daño moral “por cuanto no sólo falló un sistema de alerta o de emergencia a cuya
eficiencia el Estado está llamado a prestar, sino porque los errores en su ejecución
impidieron a las víctimas tener, al menos, una oportunidad de salvar sus vidas o las de sus
familias, originándoles una afección personal por la muerte de personas con quienes
tenían naturales vínculos familiares o derivados de una vida en común”21. Nuestra Corte
Suprema, conociendo del recurso de casación en el fondo deducido, y en lo pertinente,
considerada adecuada la aplicación de la pérdida de una chance: “En efecto, la omisión de
la entrega oportuna de la información sólo puede relacionarse causalmente con la pérdida
de la oportunidad de alejarse de las zonas de riesgos antes de la llegada de las olas que
determinan la muerte o afectación de las personas, cuestión que a su turno se relaciona
con la opción que tienen aquellos que demandan en su calidad de víctimas por repercusión
o rebote de haber contado por más tiempo con su ser querido”22.
A continuación nos centramos en las exigencias que tradicionalmente se indican por los
autores forman parte del daño, como se indicó el énfasis ha estado solo en la certeza 23. En
concreto debemos atender a: la lesión a un interés jurídicamente protegido, la certeza y su
significancia. Dejamos de lado otras exigencias porque creemos se vinculan más bien con
otros elementos: daño directo (con la relación de causalidad), o bien, que el daño no esté
reparado (con evitar un enriquecimiento sin causa). Los abordaremos en el mismo orden:
20 Considerando séptimo; Manuel Escalona Allendes y otros con Fisco de Chile (2017).
21 Considerando séptimo; Manuel Escalona Allendes y otros con Fisco de Chile (2017).
22 Considerando décimo quinto; Manuel Escalona Allendes y otros con Fisco de Chile (2017).
23 TAPIA (2012), pp. 645 y ss. El autor enuncia pero no los desarrolla, como requisitos: interés lesionado
legítimo y relevante, directo y afectar personalmente a la víctima. Sólo se centra en la certidumbre.
24 ALESSANDRI (2005), pp. 154-156. La amplitud viene dada, para el autor, por el tenor de los artículos 1437,
2314, 2316, 2323, 2326 a 2329 del Código civil. Con relación al artículo 2315, entiende que el daño causado
a las cosas está previsto solo para precisar quiénes pueden reclamar indemnización de perjuicios por el daño
que recaiga sobre estas: cualquiera que se vea damnificado con independencia de la calidad en virtud de la
cual gozan la cosa (pp. 153-154).
25 DIEZ (1997), p. 25.
amparado o tutelado de alguna forma por el ordenamiento jurídico26, aquel que califica de
legítimo o lícito27. El interés abarca la posibilidad de que una necesidad humana sea
satisfecha por medio de un bien; de esto se sigue que el interés que es protegido por el
derecho comprende el interés legítimo, expectativas ciertas y legítimas. Como es sabido, la
licitud en sí misma es más bien un elemento extrínseco del daño, porque no se exige que
exista un real reconocimiento de este interés por parte del ordenamiento jurídico, ya que
esto implicaría exigir la lesión a un derecho subjetivo28, basta con que el interés no sea
contrario a la ley, la moral y las buenas costumbre. Así entendido, en principio toda
posibilidad u oportunidad puede jurídicamente ser considerada daño mientras no sea ilícita
y se cumpla con las exigencias de certeza y gravedad.
Desde esta perspectiva en los casos quer estamos analizando, las chances invocadas:
atención, diagnóstico y tratamiento oportuno, “pérdida de un tratamiento oportuno”,
oportunidad de una posible sobrevida, “oportunidad de salvar sus vidas”, “oportunidad de
contar con más tiempo con un ser querido”, “pérdida temprana e irrecuperable de un hijo”,
pueden considerarse lícitas.
26 En esta dirección, Barros indica que todo interés legítimo y relevante es un bien jurídico digno de ser
cautelado; BARROS (2006), p. 220.
27 RODRÍGUEZ (2010), pp. 259-264; ALESSANDRI (2005), pp. 153-156.
28 En esta dirección, Cfr. ZANNONI (1982), pp. 6-8. BARROS (2006), p. 222.
29 CHABAS (2000), p. 50. Nos parece que en similar sentido Ríos y Silva, al afirmar que con independencia de
la postura que se adopte con relación a las oportunidades perdidas, la futuridad siempre está presente porque
éstas dicen relación con un momento futuro en el que esas chances se iban a expresar en un resultado que en
el presente se desconoce. La ventaja en sí misma esperada es futura; RÍOS Y SILVA (2014), p. 147.
prolongación de un estado de cosas existentes porque se han realizado determinadas
circunstancias que lo hacen inevitable 30. En consecuencia la determinación del daño futuro
conduce a considerar la relación causal entre el hecho y sus consecuencias y la racionalidad
de ocurrencia de estas últimas.
Tratándose de la pérdida de una chance, la certidumbre del daño se prueba acreditándose
la existencia de la oportunidad o chance de la cual fue privado su titular, con independencia
del resultado dañoso final (que por su propia naturaleza es incierto). Este no es realmente
un componente en la determinación de la existencia del daño, tampoco entrar a precisar su
mayor o menor probabilidad. Analizando el Caso 1, ¿puede afirmarse que el menor tenía
una chance cierta?. ¿Lo privó realmente la negligencia médica de un tratamiento oportuno o
de un tratamiento eficaz? En este caso si se acredita la mala praxis médica, lo que es
discutible ya que no se acreditó realmente que la pérdida de oportunidades se debió a la
culpa del médico, y resulta que el menor pudo realmente salvarse, el daño experimentado es
la muerte del menor ante un tratamiento que no fue eficaz (incumplimiento de la lex artis) y
no la privación de una oportunidad que el menor tenía de sobrevida que se perdió con la
intervención del médico; existe un daño que ya se ha producido –la muerte del menor–,
superponiéndose la chance con el perjuicio final. En el Caso 2: la falla en el sistema de
alerta, ¿privó a las víctimas de una oportunidad de salvar sus vidas?. Es claramente un daño
cierto, esa posibilidad existió con independencia del resultado final.
En ambos casos los “familiares” invocan que la negligencia imputada los privó de la
posibilidad de contar con su hijo o “familiares” por más tiempo. ¿Hay una chance cierta?
Creemos que sí pero que no es una oportunidad que a la luz del ordenamiento jurídico
pueda considerarse grave o importante, como lo veremos.
30BARROS (2006), pp. 236 y ss. ALESSANDRI (2005), p. 214. RODRIGUEZ (2010), p. 267.
31CÉSPEDES (2016), pp. 38-39. El autor da cuenta de que una idea similar se encuentra en el derecho italiano,
al tratar de determinar el alcance del “danno ingiusto” a que se refiere el artículo 2043. Se afirma que
corresponde al daño no justificado: el hecho lesivo no está autorizado por la norma. El daño se valora en
función de la existencia o no de protección del ordenamiento al interés del dañante a desarrollar una actividad.
La calificación de antijuridicidad para la doctrina dota a la noción de daño un significado jurídico.
se supera, las personas tienen el deber de tolerarlo como contrapartida de las actuaciones
lícitas que el ordenamiento jurídico permite y que son consecuenciales al hecho de vivir el
hombre en sociedad. Este umbral al que nos hemos referido la doctrina lo identifica con la
gravedad, anormalidad o significancia del daño 32.
Se trata en definitiva de un criterio normativo y, conforme a lo dicho, que se exige para
justificar la reacción de parte del ordenamiento jurídico, es decir, el daño debe tener una
determinada entidad que sea equivalente o proporcionada a la actividad que será necesario
desplegar para que la reparación pueda obtenerse. Este umbral tratándose de la pérdida de
una chance, debiera razonablemente justificarse en la vulneración de un interés que pueda
considerarse reconocido por el ordenamiento jurídico, aunque no esté recogido directa y
expresamente en una disposición legal.
En caso de los padres y familiares ¿tutela el ordenamiento jurídico la posibilidad de
contar más tiempo con un ser querido? Entendemos que la respuesta es negativa, sin
perjuicio de que pueda configurarse un daño moral que pueda demandarse conforme a las
reglas generales, por repercusión o rebote, invocando el dolor o sufrimiento provocado a
consecuencia del fallecimiento de un familiar al que se está ligado efectiva y afectivamente.
Nos parece que de los casos analizados sólo es posible entender que existía realmente una
chance indemnizable tratándose de las víctimas del caso 2 (oportunidad de salvar sus
vidas). Si se reconoce como una categoría de daño autónomo, respecto de su
transmisibilidad o no habría que aplicar las reglas generales. Insistimos que lo dicho no
implica negar a los familiares la posibilidad de ser resarcidos del daño efectivamente
sufrido, mas no podría emplearse la pérdida de una chance, como un reconocimiento por
parte del ordenamiento jurídico, para indemnizar cualquier probabilidad o posibilidad
legítima que tengo una persona sin cumplir con la exigencia de gravedad o como un
mecanismo para eludir problemas de causalidad con otras partidas del daño. De aceptarse lo
anterior, se excedería con creces la finalidad que tiene el régimen de responsabilidad civil
en nuestro sistema, incorporándose una categoría de daños ajena a nuestra tradición, la de
daños punitivos.
32CORRAL (2013), pp. 132-133. BARROS (2006), p. 222. DOMÍNGUEZ (2006), pp. 267-270. DIEZ (1997), pp.
34 y ss.
El problema descrito puede ser solucionado acudiéndose a un análisis de los requisitos
del daño, cuyos contornos cuentan con un desarrollo dogmático uniforme por parte de
nuestra doctrina. Esto, además, facilitaría la aplicación de la pérdida de una chance como
categoría autónoma de daño.
BIBLIOGRAFÍA CITADA
JURISPRUDENCIA CITADA
Juan Contreras Parra con Servicio de Salud Concepción (2017): Corte Suprema, 9 de
noviembre de 2017 (casación en la forma y fondo), Rol Nº 1745-2017, LegalPublishing
Nº CL/JUR/7193/2017.
Manuel Escalona Allendes y otros con Fisco de Chile (2017): Corte Suprema, 9 de
noviembre de 2017 (casación en la forma y fondo), Rol Nº 12169-2017, LegalPublishing
Nº CL/JUR/7191/2017.