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La Guerra del Pacífico, que envolvió en un conflicto fratricida entre 1879 y 1883 a Chile, Perú y

Bolivia, tiene todavía hoy sus heridas sin cicatrizar, como demuestran los persistentes reclamos
bolivianos de una salida al mar. Las verdaderas causas de esta sangrienta contienda entre países
hermanos de Nuestra América, hunden sus raíces en el desigual desarrollo capitalista de estas tres
repúblicas sur andinas, azuzadas a un cruento enfrentamiento por las compañías imperialistas
interesadas en apoderarse de los valiosos recursos minerales existentes en el desierto de Atacama
y, en primer lugar, del entonces codiciado salitre.

Bolivia, por último, fue la que más perdió, pues quedó todavía en peores condiciones que sus
vecinos, uno aliado y el otro adversario. Al término de la Guerra del Pacífico la difícil situación
económica del país era aun más grave que antes, pues Bolivia experimentaba una merma en las
ventas de plata al exterior, que era entonces su único producto de exportación, debido a la
decisión de la Unión Monetaria Latina de abandonar el bimetalismo y la pérdida de los
yacimientos de Caracoles. Pero lo peor de todo era que se había quedado sin su salida al mar,
clave para el futuro desarrollo económico y social del país.

Para poner fin de manera oficial a la guerra, Chile y Bolivia firmaron primero, el 4 de abril de 1884,
un Pacto de Tregua, seguido después por el protocolo del 9 de diciembre de 1895 – que ofrecía un
puerto a Bolivia- y, finalmente, el Tratado del 20 de octubre de 1904, que dio a los chilenos la
cesión definitiva y perpetua del antiguo litoral boliviano.28 Desde el primero de estos acuerdos, se
despojaba a Bolivia de toda la provincia de Antofagasta, esto es, su salida al Pacífico, enclave
estratégico para su potencial desarrollo que tenía unos 400 kilómetros de costa.

El gobierno boliviano debió aceptar estas terribles condiciones ante la amenaza del ejército
chileno que ocupaba Puno de proseguir su avance hacia La Paz. Además, la presión diplomática del
país austral sobre Bolivia había llegado a los extremos que ilustra la prepotente y altanera nota
ultimátum del embajador chileno en La Paz, Abraham Koning, quien el 13 de agosto de 1900 había
advertido con total desenfado al canciller boliviano: En cumplimiento de las instrucciones de mi
gobierno y partiendo del antecedente aceptado por ambos países de que el antiguo literal
boliviano es y será siempre de Chile [...]. Chile ha ocupado el Litoral y se ha apoderado de él con el
mismo título con que Alemania anexó al imperio Alsacia y la Lorena, con el mismo título que los
Estados Unidos de la América del Norte han tomado Puerto Rico [...]. Nuestros derechos nacen de
la victoria, la ley suprema de las naciones [...].”

a, el guano y el salitre fueron la fatalidad de Bolivia. Las riquezas naturales existentes en su


territorio litoral, apetecidas por los grandes consorcios de Inglaterra y Estados Unidos, dejaron a
Bolivia enclaustrada en el altiplano andino, convertida en una nación sin mar, aislada en el corazón
de la América del Sur.

a guerra del Pacifico constituyo para Bolivia uno de los episodios más dramáticos de su historia. Su
ejército fue totalmente derrotado, lo que le significo la pérdida del único territorio con salida al
mar que poseía. Desde ese entonces, y hasta el día de hoy, el no tener acceso al mar ha significado
un problema para esta nación. Además, el territorio que perdió a menos de Chile le significo un
gran deterioro en su economía, debido a la pérdida del salitre, por lo que su crecimiento disto
mucho del auge que vivió nuestro país. Por otro lado, aunque Bolivia pudo haber crecido gracias a
la producción de plata, las variaciones en el precio de este metal impactaban fuertemente e la
economía de esa nación, teniendo su mayor crisis en 1990, cuando su valor colapso en el mercado
internacional. Así, el estaño ocupo el lugar de plata, como consecuencia del agotamiento de las
minas europeas de este metal, momento a partir del cual los capital provenientes del viejo
continente, Estados Unidos y Chile compitieron con los capitalistas bolivianos por el control de las
minas de estaño.

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