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El Hombre, ser para el encuentro

Mario Alfredo Capalbi

Cada mañana al despertarnos nos contemplamos en el espejo,


desayunamos y partimos a nuestros quehaceres. No parece haber
nada de extraordinario en esto; pero, sin darnos cuenta estamos
emprendiendo una de las tareas más asombrosas de nuestra vida,
nos preparamos para el encuentro con los demás. Toda nuestra
jornada está destinada a crear relaciones, a trazar lazos que nos
permitan ser Hombres. ¡Sí! Digo ser Hombres, pues sólo ante la
presencia del otro nos descubrimos, sólo con los ojos del otro nos
vemos. Somos seres para el encuentro, estamos llamados a la
apertura a los demás. Pero, ¿qué significa abrirnos a los demás? La
respuesta no es otra que crear lazos con nuestros semejantes, que
nos permitan comprendernos. Pues el hombre, ser para el encuentro,
comprende su misterio cuando encuentra al otro y crea con él una
relación interpersonal. Ante la trascendencia del tú nos descubrimos
como personas, justamente por eso la verdad más profunda del
hombre es su relación con los otros. Existir es co-existir.

Pero, ¿cómo es posible que el otro me haga especial? Para


respondernos analicemos las características fundamentales del
Hombre: la interioridad y la unicidad.

Por la interioridad nos descubrimos sujetos, nos hacemos


responsables. Tenemos subjetividad, por eso: yo puedo sentir dolor
y tú no. De la interioridad del hombre se desprenden dos notas
capitales: la autoconciencia, es decir el saber que sabemos, y la
autodeterminación, vale decir, el poder de realizarnos por nuestros
propios medios y conforme a nuestra voluntad, en otras palabras es
la libertad.

Con la unicidad, consecuencia de la interioridad, nos descubrimos


como personas únicas, irrepetibles e irremplazables. “Yo soy yo” y
nadie puede ser lo que “yo soy”. Somos únicos en el mundo, somos
la pieza del rompecabezas social que completa el paisaje del mundo.
Por eso es tan importante y necesaria la presencia del “tú”, pues sin
el “tú” seriamos una cosa más entre las cosas del mundo. “La
relación interpersonal es el hecho fundamental de nuestra
existencia” (Martín Buber). Esto quiere decir que la importancia
de nuestra existencia radica en que somos seres para el encuentro.
Somos interioridades abiertas, destinadas a la comunión
interpersonal. El hombre es un ser altero céntrico y la alteridad
pertenece al concepto y a la realidad de persona. La persona nace de
una llamada y se orienta a una respuesta. Precisamente porque
somos llamados decimos que tenemos una vocación, pues la
vocación es eso: “un llamado”, llamado que todos experimentamos
y al que estamos destinados a responder. Para responder nos
preparamos, nos formamos. Cuando respondemos, cuando estamos
listos para con autonomía ejercer “eso” a lo que estamos llamados,
estamos iniciando la misión. Y la misión no es otra cosa más que la
realización de “ese algo” a lo que estamos llamados. Y creo que en
este punto estamos en condiciones de decir que todos estamos
llamados a la realización personal. La realización personal no es un
momento determinado de nuestra vida, sino que es un estado de
felicidad y plenitud.

La realización personal se logra cuando trazamos lazos de amistad y


de amor con los demás. Por eso podemos decir que la realización
personal es plasmar nuestras capacidades, virtudes, aptitudes y
vivencias en el otro, por eso para realizarnos debemos entregar y
recibir, ser oferentes e indigentes de amor, de cariño, de
comprensión, de ayuda, de relaciones. ¡Ojalá! Que al llegar al ocaso
de nuestra vida podamos, con gusto y satisfacción decir: “Que larga
y ardua ha sido la siembra pero que gratificante es la cosecha”.

https://clubdeescritura.com/obra/830638/el-hombre-un-ser-para-el-encuentro/

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