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Corazas estrafalarias:
moda, corsés y feminismo
en el cambio de siglo
Resumen: Este ensayo analiza la controversia en torno al corsé que tuvo lugar a finales del siglo
xix y principios del siglo xx. Este debate higiénico, médico, moral y político se estudia en el con-
texto de las representaciones de esta prenda de indumentaria en la prensa y la literatura española
del periodo para desentrañar el valor simbólico del corsé como polémico artefacto cultural. Estas
cuestiones se enmarcan dentro de un proyecto más amplio de reforma del traje, documenta la
estrecha relación entre las propuestas de un vestuario más cómodo, deportivo e higiénico para la
mujer y los debates en torno a la cuestión femenina y los cambios en la posición social de la mu-
jer que se estaban negociando en esos mismos años. Se deduce así que ese nuevo estilo y silueta
de la mujer moderna funcionó como conflictivo icono de las transformaciones de género que se
debatían en el terreno político y social.
Abstract: This article analyzes the corset controversy in Spain at the end of the 19th century and
early 20th century. The hygienic, medical, moral and political debate about the corset is studied
within a network of representations of this undergarment in the Spanish press, and in literary and
scientific works. This collection of discourses illustrates the strong symbolic value of the corset
and his status as a polemic cultural artifact. The argument over the use of corsets is part of a wider
discussion on dress reform that illustrates the close relationship between the aspirations for a more
hygienic and comfortable clothing and the quest towards women emancipation. The new silhou-
ette and fashions of the modern woman are iconic representations of gender, social and political
transformations taking place during those years.
Ciñéndose el corsé
siglo xx, requería la ayuda de un corsé que em-
pujara el busto hacia arriba, apretara la cintura La cotilla, un cuerpo con ballenas y sin man-
y diera cierto énfasis a las caderas (Fig. 2). Una gas que se ataba con cordones (Leira Sánchez,
cala en las revistas de moda y los periódicos de 2007: 89) fue la antecesora del corsé. Benito
la época muestra que el corsé se utilizaba de Feijoo, en el segundo tomo de su Teatro Crítico
forma generalizada en Europa y América para
Universal (1779) documenta su uso y establece
conseguir la silueta de moda y esa ubicuidad
que las serranas de la comarca de los Argüellos
contribuyó precisamente a colocarlo en la dia-
en León vestían cotilla desde tiempos inmemo-
na de tantas disputas. Es preciso destacar que
riales. A finales del siglo xix la Revista Contem-
muchas veces los textos literarios, médicos o
poránea recogía un artículo titulado «Cotillas y
higiénicos que hablaban del corsé no se refe-
ahuecadores» que comentaba el extendido uso
rían tanto al uso real y cotidiano de la prenda
de esta prenda entre las mujeres de todas las
que vestían las mujeres, sino a su valor emble-
clases sociales: «únicamente las aldeanas sin
mático y figurado.
pretensiones y las mujeres que buscan el re-
Las hipótesis preliminares de este ensayo cogimiento y viven en comunidad de ideas ci-
sugieren que el valor simbólico del corsé como ñen la primitiva cotilla» (Carmenal, 1896: 412),
prenda de ropa interior se relaciona estrecha- mientras que las mujeres de las ciudades pre-
mente con su función delimitadora de los con- ferían alguno de los múltiples modelos del más
tornos del cuerpo y que el nuevo estilo y silue- moderno corsé inspirado en los figurines fran-
Figura 3. Corsé de Isabel II. Museo Arqueológico Nacional. N.I. 54917. Foto: Ángel Martínez Levas
ceses. Carmen de Burgos en su tratado El arte tando con el desarrollo industrial (Pasalodos,
de ser mujer apuntaba en los años veinte que 2008: 2). Pena González subraya que, tras el
las aldeanas gallegas llevaban un corsé descri- paréntesis del estilo imperio, que popularizó
to como «curiosa máquina de martirio [...] con brevemente el talle alto a principios del siglo
sus cierres de madera, capaces de entablillar el xix, el uso del corsé se generalizó, siendo el
cuerpo» (1922: 83) y en la novela La Quimera primer artículo confeccionado de forma ma-
de Pardo Bazán se alude al atuendo gastado y siva para la industria, lo que también con-
pobre de Eladia, una mujer de escasos recur- tribuyó al uso prevalente de esta prenda, de
sos que disgusta a un pintor posando con «un modo que «desde 1830 hasta bien entrado el
corsé muy usado, color lagarto mustio» (1905: siglo xx no se entiende la característica atrofia
83) hasta el punto de que el artista le dará di- del talle femenino sin el corsé» (2008: 94). Fa-
nero para que se compre uno nuevo para po- bricado con distintas calidades y materiales,
sar. Tanto los archivos como los textos literarios de lencería fina o fabricado en casa, nuevo,
demuestran que el corsé no era en el siglo xix heredado o de segunda mano, con ballenas o
un privilegio aristocrático ni un artículo de lujo, sin ellas, lo llevaban mujeres de todas las eda-
sino una prenda de ropa interior femenina de des y condiciones desde la reina Isabel II a
uso generalizado entre todas las clases sociales las costureras, mujeres humildes como Eladia
tanto en el campo como en la ciudad (Sum- o elegantes como Rosalía Bringas (Pérez Gal-
mers 2002: 65). De hecho, la joven gitana que dós, 1906), criadas y obreras; lo que ocurre es
viene a sustituir a Eladia en La quimera de Ba- que tal vez lo llevaban de diferente manera,
zán encarna no solo el exotismo racial, sino la su uso adquiría matices diversos y sus conno-
anomalía de la mujer sin corsé en este período taciones se multiplicaban (Fig. 3).
(1905: 99). La prenda resultaba un espinoso objeto
Esta prenda de ropa interior era esencial cultural, capaz de trasmitir mensajes diversos y
en el guardarropa femenino y se fue abara- asociarse a valencias múltiples. Algunas fuen-
tes históricas refieren que el emperador José II tina a quien ella había pretendido enderezar y
intentó eliminar su uso y obligó a llevarlo a las disciplinar tirando de los cordones (Fig. 4).
prostitutas con el fin de inspirar aversión en las El cuerpo puede significar muchas cosas:
honradas (Martínez Baca, 1899: 130) y que Na- sugiere contextos materiales complejos, contin-
poleón relacionaba la prenda con la degenera- gencias históricas, presiones políticas, biológi-
ción de la raza: «este vestido, de una coquetería cas, de raza y género (Dassler Johnson, 2001:
de mal gusto [...] que martiriza a las mujeres y 205). Las narrativas en torno al corsé ilustran
maltrata su progenitura, anuncia gustos frívo- prácticas culturales complejas y documentan
los y me hace presentir una decadencia próxi- ese proceso dinámico de construcción del
ma» (ibídem). Cuando la mujer de clase media cuerpo. Es preciso insistir en que la mayoría
del siglo xix lo llevaba puesto estaba acatando de los escritos críticos sobre la prenda recogían
las normas de etiqueta y propiedad para evi- una distinción fundamental entre su uso o abu-
tar presentarse en sociedad demasiado «suel- so, diferenciando entre llevar corsé y apretar-
ta», mientras que no llevarlo podía interpretar- se el corsé en exceso. Ese uso abusivo generó
se como indicio de una moral ligera pero, al una polémica salpicada de argumentos mora-
mismo tiempo, la mujer que se fajaba mucho les, higiénicos, médicos, estéticos, eugenésicos
retaba con ello a la autoridad médica y moral y religiosos: el acto de fajarse en exceso para
y la medicina anatemizó esa práctica de for- comprimir la cintura se juzgó desde perspec-
ma insistente. La capacidad de la prenda para tivas de índole moral, biológica y estética: pe-
connotar queda expuesta de forma explícita en cado, lujuria, locura, degeneración de la raza,
una famosa escena de la novela de Benito Pé- infanticidio, acto contra natura y seguimiento
rez Galdós La de Bringas, en la que Rosalía
Bringas intenta meter en cintura a la joven Re-
fugio (una mujer joven de vida disipada) con la Figura 4. “Corsé de descanso para señora gruesa” en
excusa de ayudarla a ceñirse el corsé. Lo hará La moda elegante ilustrada, Madrid, 22 de enero de 1907.
Fondos de la Biblioteca Nacional de España
tirando furiosamente de los cordones frente a
las protestas de la joven rebelde que le recon-
viene «yo no me aprieto tanto, eso se deja para
las gordonas que quieren ponerse un tallecito
de sílfide» (1906: 278), en obvia alusión a la
propia Rosalía, mujer madura, casada insatisfe-
cha, entrada en carnes y aficionada a la pren-
da hasta el punto de que en los momentos de
zozobra insistía en llevar su mejor corsé «para
que no se le desbaratase el cuerpo» (1906: 178).
La novela describe el alivio de Rosalía por las
noches, tras regresar de su vida social, cuando
en privado se libera de la «máquina del cor-
sé donde su carne, prisionera, reclamaba con
muy visibles modos la libertad» (1906: 74). La
práctica de llevar el corsé suelto de la joven de
vida libre contrasta con el indispensable corsé,
bien apretado y rígido, de la mujer madura que
pasa apuros para mantener el tipo (literal y fi-
guradamente hablando) y que trata de salvar a
su familia del naufragio a través del adulterio
remunerado, acercándose así más de lo que
quisiera al modus vivendi de esa pariente liber-
flexibilidad de movimientos. Tanto las seño- «La flexibilidad, la blandura, la caída en dra-
ras como las muchachas y aún las chiquillas peados que la tela parece hacer a su capricho
de catorce y quince años necesitan corsé [...] sobre el cuerpo a que se ciñe llegan a su col-
Para las que practican los sports, montan a mo y a su más feliz expresión en las últimas
caballo, juegan al tenis, al golf y patinan, nada novedades [...] Si recordáis brevemente cuán-
mejor que la cintura dilatable. Enfundará el tas modas han ido sucediéndose, en todas en-
talle, como un guante fino aprisiona la mano; contraréis una armadura que acoraza el talle
no cohibirá ningún movimiento y dejará los y emballena el busto [...] Pero hoy viene la
pulmones en plena libertad. El maillot, de te- moda a establecer el imperio de plegados tan
jido también dilatable, tiene la misma forma naturales que parecen hacerse y deshacerse
del modelo anterior, pero es todavía más artís- por sí mismos; el vestido se convierte en la
tico y más higiénico que aquel [...] envuelve el envuelta que la naturaleza misma habría for-
cuerpo, acentúa su esbeltez, le presta la gracia jado para el cuerpo que cubre, si hubiera de
de la línea estatuaria [...] y permite moverse tejerle un capullo o rodearle de una corola»
con más facilidad que si no se tuviese corsé» (Anónimo, 1908: II).
(Anónimo 1913: 42).
Es indudable que el contraste entre estas
Esta concatenación de narrativas muestra imágenes se acrecienta por el hecho de que
una evolución dinámica que parte de la idea la fotografía presenta a una mujer de carne y
del antiguo «corsé torturador» para dar paso a hueso, mientras que el figurín es siempre una
una imagen de «malla deportiva» en poco más representación idealizada y arquetípica que
de veinte años. Estas representaciones discor-
dantes muestran que el corsé de 1885 y el corsé
Figura 5. Figurín de la revista La moda elegante, Madrid,
de 1913 son artefactos susceptibles de interpre- 14 de abril de 19088. Fondos de la Biblioteca Nacional de
tarse y describirse de formas muy distintas. De España
hecho, en un mismo ejemplar de una misma
revista encontramos con frecuencia imágenes
y discursos que rivalizan documentando estas
prácticas discursivas y de representación. Y
las ilustraciones pueden presentar un modelo
y otro opuesto, decir una cosa y lo contrario,
retratar un espectro de cuerpos diversos o des-
cribir de forma distinta imágenes parecidas.
Nos encontramos en el ámbito de la retórica
y la representación simbólica. Puede servir de
ejemplo el repertorio visual que convive en un
mismo número de la revista La moda elegan-
te, publicada en abril de 1908. En ese ejemplar
aparecen en la portada y en numerosos figuri-
nes modelos de vestidos con una marcada si-
lueta en «S», exhibiendo imágenes y contornos
que sugieren el uso del corsé (Fig. 5). Esta re-
presentación compite con el texto recogido en
el mismo número en un artículo titulado «Ca-
rácter artístico de la moda actual» que enfatiza
la idea de la naturalidad en materia de moda y
silueta e incluye varias fotografías de una mo-
delo que parece mucho menos encorsetada
que los figurines que se ofrecen en las mismas
páginas (Fig. 6):
las calles (Fig. 7). La revisión de la función del en textos médicos, científicos, así como en la
corsé por parte de esta aristócrata resulta nota- prensa y la literatura documenta el intento de
blemente ilustrativa: articular otras imágenes viables de feminidad
«El mayor defecto del vestido de la mujer mo- al tiempo que se delimitan los contornos de
derna, consiste en mudar la cintura del sitio un «nuevo» cuerpo en los albores del siglo xx.
en que la colocó la naturaleza, forzándola a Cuando se habla de la falda-pantalón, de no
descender y oprimiendo los órganos de una ceñirse el corsé y calzarse un zapato cómodo,
manera que debe necesariamente ser perjudi- se examina y repiensa el papel que deberá de-
cial a su desarrollo [...] Por ahí debe empezar sempeñar la mujer en esa sociedad del siglo xx.
la reforma. Lo que se necesita es una cota Mientras se barajan diversos ideales estéticos se
o blusa que permita a toda la caja del cuer- están haciendo apuestas sobre qué modelo se
po llegar a su completo desarrollo que, en mi impondrá en ese campo cultural y qué canon
opinión, es mucho más bello que la cintura de belleza y prescriptivas sobre el cuerpo traerá
diminuta antinatural que da a la mujer aspec-
el futuro.
to de un árbol a medio cortar» (1901: 97-98).
Dos escritoras españolas que colaboraron
La propuesta de un vestido un poco más
habitualmente en la prensa y se consideraban
corto, higiénico y ligero, que permitiera la mo-
feministas radicales ejemplifican a la perfección
vilidad, y de un calzado diseñado para caminar,
la relevancia que tuvo este debate en el ám-
coexiste con las críticas a la cintura de avis-
bito español: Emilia Pardo Bazán (1851-1921)
pa que circulan constantemente en la prensa
y Carmen de Burgos (1867-1932), que firmaba
del momento. La reincidencia de estos temas
también con el seudónimo de Colombine. Par-
do Bazán dedicó varios artículos al tema de la
Figura 7. Figurín que documenta el acortamiento progresivo moda y la reforma del traje femenino que fue-
de las faldas y el proceso de reforma del traje en este periodo.
La moda elegante, Madrid, 22 de octubre de 1909. Fondos de
ron publicados entre 1899 y 1908. En sus «Cartas
la Biblioteca Nacional de España sobre la exposición» (referidas a la Exposición
Universal que tuvo lugar en París en 1889) Ba-
zán le concedió un espacio privilegiado a la em-
blemática y polémica falda-pantalón:
«Para el final he dejado la moda de más
miga y de menos aplicación real de este año:
la única que pudiera, si no entrañar una re-
volución social, al menos cooperar a ella po-
derosamente. Ya comprenderéis, ¡oh severos
lectores y lectoras asustadizas!, que hablo del
divided skirt, o sea, del traje con pantalones.
Sólo se escandalizarán los pusilánimes. Yo no.
Me parecerá siempre más escandaloso que la
mujer se degrade y caiga en la abyección por
no poder ganarse honradamente la vida, que
ver expuesto en un escaparate un traje airoso
y práctico, cuya creación, obra de eminente
sastre inglés, se debe a la necesidad en que se
ven muchas norteamericanas de andar aprisa
y no enredarse en las enaguas cuando suben a
tranvías, coches y barcos de vapor. El pudor y
la decencia [...] quedan mil veces más a salvo
con el divided skirt que con los provocativos
faralaes, que en momentos de apuro, viajando
y andando aprisa, se pasan de indiscretos. Si
bala» (Pardo Bazán, 1889: 131). En este con- artificial, provocativa e irreverente de esta «mu-
texto va implícita toda una visión del progreso jer flaca, con la cabellera cortada, la falda corta
foráneo frente a las costumbres patrias ancla- y el descote amplio, con las cejas depiladas,
das por la rémora de la tradición: «las innova- fumando su cigarrillo y pintándose labios, me-
ciones, que vuelan con vuelo de cóndor por la jillas y pestañas públicamente» (1927: 261). En
esfera de las ideas, se arrastran en la de las cos- los años veinte muy pocas mujeres conducían
tumbres, menos arriesgaría hoy quien negase su propio coche, fumaban en público o disfru-
altas verdades metafísicas que quien en España taban de la libertad y autonomía que Colombi-
se determine a salir vistiendo por vez primera ne otorga a esa moderna que puede ir «vestida
las leglettes» (Pardo Bazán, 1890:2). Estos textos como quiera, asistir a fiestas, entrar en el café y
que barajan, exponen y contrastan estas imá- en el teatro, jugar con sus amigas a una partida
genes del cuerpo y su indumentaria implican de polo y bailar en un té danzante» (1927: 260).
un proyecto constructivo orientado al futuro, Esta imagen feliz de la «garzona», inspirada en
como sugiere Bazán al declarar que el «traje una minoría de mujeres privilegiadas de buena
partido» es «un genio que se adelanta a su siglo posición social que vivían en las ciudades es-
y a su era» (Pardo Bazán, 1889: 131). La novelis- pañolas de los años veinte constituía más bien
ta sabía que este estilo no era común entre sus una proyección, una visión de feminidad mo-
compatriotas, pues en España no había «indi- derna y cosmopolita que se anhelaba para el
cio de sentido práctico en el traje» a excepción futuro (Fig. 8).
de las innovaciones asociadas al deporte y la
caza (1890: 2) y, por eso mismo, sus retratos
de la norteamericana o inglesa, como viajeras y
profesionales en movimiento, ataviadas con su
falda-pantalón, proponían una imagen posible
para la mujer española venidera, que entraría
con paso firme y adquiriría nuevos derechos
en el siglo xx. El traje sastre ligero e higiénico,
de inspiración inglesa, se identificaba así con
la mujer emancipada que estaba empezando a
forjarse en ese mismo momento sobre un eje
de ideas feministas y progresistas vinculadas
con las tímidas transformaciones sociales y en
el ámbito profesional.
Tanto Pardo Bazán como Carmen de Bur-
gos contribuyeron a crear un espacio discursivo
desde el que se ensayaba y construía ese pro-
yecto de mujer moderna que vestiría un atuen-
do diferente, que tendría acceso a espacios y
actividades distintas y que desempeñaría tam-
bién un papel social inédito. Sus escritos iban
preparando el terreno para la polémica entrada
en escena de esta mujer nueva. El retrato que
ofrece Colombine de la moderna «garzona», la
flapper de los años veinte, es notablemente eli-
tista, referido a un sector femenino de la socie-
dad no solo liberado, sino también económica- Figura 8. Una joven chic con su chofer. Ilustración de Varela
de Seijas para la novela de Carmen de Burgos El dorado
mente pudiente. La autora almeriense retrata a trópico (Madrid: Atlántida, 1930). Fondos de la Biblioteca
las modernas subrayando la estética atrevida, Nacional de España
Modernas: belleza muscular y deportiva «...¿podemos dudar que el zapato yanqui, el ta-
cón militar, el sombrero semi-masculino y el
traje sastre son productos del feminismo, de la
A la mujer nueva le correspondía un vestuario necesidad de trabajar y de tomar parte activa
novedoso. En el artículo de 1912 titulado «¿Triun- de la vida moderna, que experimenta la mujer
fará la robe a paniers?» y cuya autora es muy al salir de la dulce reclusión del hogar?… Los
probablemente María Perales (que firmaba sus sports, la reivindicación de nuestro siglo, crean
colaboraciones en Blanco y negro como Con- modas nuevas, trajes a propósito para la nece-
desa D’Armonville), se reflexiona sobre si se- sidad que desarrollan» (1922: 30-31).
ría posible que se pusieran de moda de nuevo Al identificar la indumentaria pesada y res-
las sobrefaldas de gusto francés, y se deshecha trictiva del pasado con el sumiso encierro de la
tajantemente la idea con el argumento de que mujer, Burgos subraya que la nueva moda no
esos estilos correspondían a una mujer del pa- constrictiva permite la libertad y la circulación
sado que llevaba una vida radicalmente distinta: por ese mundo urbano donde se impone una
dinámica asociada al movimiento, el consumo
«No es este el momento de juzgar una época
y la tecnología: «Los tirabuzones, la crinolina,
ni de comparar costumbres; pero se puede
afirmar que la mujer del siglo xviii no es la el miriñaque, que aún no hace un siglo se
mujer de nuestros días [...] se me figura que usaban, no podría llevarlos la mujer que sube
están en lo firme los enemigos de una moda en un tranvía, un automóvil o un aeroplano»
incompatible con la vida actual [...] Sería ab- (1927: 250). Colombine documentaba también
surdo ver a una damita con vestido a la Pom- la función del corsé como correctivo del estilo
padour jugando al golf, con la raqueta de te- de vida de la mujer del pasado, sedentaria y
nis en la mano o patroneando un balandro» doméstica, frente a un modelo más fuerte, vi-
(1912: 38). goroso y en consonancia con la modernidad:
En un tono similar se expresaba también «El corsé se ha hecho necesario por la falta de
Colombine al apuntar que las nuevas modas y higiene del cuerpo, un cuerpo bien cuidado
estilos representados en la prensa y las revistas desde la niñez llega a la corrección de formas
se relacionaban estrechamente con las nuevas sin necesidad de corsé [...] con el desarrollo
de la afición al sport el corsé se simplifica, y
costumbres y con un papel inédito para la mu-
muchas bellezas pasan sin más que un ligero
jer, y subrayaba la relación de la nueva moda mallot» (1922: 84).
con su flamante silueta y un lenguaje corporal
que se hace eco del espíritu del momento: «con El valor de cambio de esta prenda de indu-
sus nuevas modas la mujer ha emancipado el mentaria se ha ido transformando y el antiguo
corsé, identificado con la mujer débil, inactiva
gesto» (1927: 256). Esta retórica en torno al tra-
y sometida a la etiqueta social, no iba a tener
je, la moda, el gesto y el cuerpo prefigura un
espacio en ese nuevo mundo. Burgos ofrece ar-
modelo insólito de feminidad, la belleza mus-
gumentos para promover un ideal elegante, sa-
culosa y el gesto independiente de una mu-
ludable y deportivo que se corresponde con un
jer moderna que, con el tiempo, no solamente nuevo modelo estético de mujer «delgada, atlé-
vestiría un traje novedoso sino que habitaría un tica, ágil, con pelo corto, cuyo cuerpo refleja de
cuerpo diferente, tendría acceso a otros espa- manera inequívoca su condición emancipada»
cios y podría aspirar a otro estilo de vida. Co- (Díaz-Marcos, 2009: 117). Al hacer esto no solo
lombine, desde su tribuna periodística y sus tra- aboga por ese nuevo estándar de belleza, sino
tados de elegancia, salud y belleza destinados a que abona el terreno para que pueda cuajar.
un público femenino, estaba sentando cátedra En textos como La mujer moderna y sus dere-
y dibujando la silueta de esa nueva mujer que chos ondea la bandera de un cuerpo de mujer
cobraba vida en los textos y se encarnaba en vigoroso y de una silueta dinámica para la que
las ilustraciones que los acompañaban: el corsé tradicional resultaba una traba (Fig. 9).
Si Carrillo y Péladan consideraban que la «Protestamos del mal trato que las mujeres tie-
democracia, el feminismo, la americanización, nen con su hígado, oprimiendo estrechamente
la higiene y el deporte llevaban a la fealdad y el busto, y asistimos tranquilamente al martirio
la inelegancia, Colombine presentaba a la mu- que vienen dando a su cerebro» (1930: 339).
jer moderna, con su melena, maquillaje y falda En los años treinta el corsé –como debate y
corta como encarnación absoluta de lo chic, la como prenda de indumentaria– queda defini-
agencia y la inédita movilidad que había des- tivamente pasado de moda y la preocupación
pertado tantas ambivalencias en el cambio de se va trasladando a otros temas y cuestiones
siglo y cuyas connotaciones aún se debatían relacionados con la cuestión femenina.
(Houze, 2015: 199). Es preciso subrayar tam- Estos conflictos en los que el cuerpo y la si-
bién que se trata de textos y visiones absolu- lueta ocupaban un espacio prevalente ilustran
tamente coetáneas que documentan la fuerte la obsesión por representar a la mujer moder-
competición entre imágenes opuestas. La mu- na y feminista como marimacho, aberración
jer y la moda de Gómez Carrillo se publica en sexual y enemiga de la familia, caricaturas que
1920 y El arte de ser mujer en 1922, pero el se encuadran en el extendido temor a la an-
primero añora a la mujer ondulada de cabelle- droginia y la borrosidad sexual que impregnó
ra espumante (Gómez Carrillo, 1920: 10) como todas estas disputas. Las palabras del doctor
encarnación del eterno femenino, mientras que Gregorio Marañón ilustran por qué esos nue-
Colombine prefiere resaltar los rasgos de la mu- vos cuerpos de mujer, ya sin corsé, con el pelo
jer moderna y emancipada. En algún momento y la falda corta, resultaban «hombrunos» y ame-
se impuso como ideal estético la segunda ima- nazantes. En estos debates se consideraba que
gen, pues en un artículo publicado unos años estaba en juego nada menos que el progreso y
más tarde con el título «Una revolución en la la supervivencia de la raza humana, vinculada
moda femenina» el propio Gómez Carrillo capi- con modelos tradicionales de masculinidad y
tula ante las modas de su época: feminidad:
«... ni los cabellos cortos, ni las pantorrillas al «Así como las doncellas delgadas y cloróticas
aire, ni los calzones de paje cambian para nada de la época romántica eran prototipo de una
lo que es la divina esencia de la feminidad. feminidad muy espiritualizada; y las damas
Vestidla como queráis ¡oh, modistos todopode- garridas del fin de siglo representaban una
rosos! Y siempre en el fondo la mujer será la feminidad de sensualidad exuberante; las
mujer, con su sensibilidad, con su gracia, con ágiles muchachas de nuestro tiempo, acom-
su misterio [...] Lo importante para que la femi- pañan la exigüidad del peso con tocados,
nidad no periclite, no es el traje, sino las ideas vestidos y costumbres de tendencia viril. Aca-
de igualdad de los sexos y de trabajo hombru- so de esta borrosidad sexual venga mañana
no» (Gómez Carrillo, 1927: 99). una nueva y fuerte feminidad. Yo casi lo ase-
Según Gómez Carrillo la mujer retendrá su guro, porque creo en el progreso humano, y,
inmortal esencia misteriosa a pesar de las modi- por lo que toca a los sexos el progreso está
ficaciones del traje y de la moda porque el pe- indefectiblemente unido con la mayor dife-
ligro no está en las prendas sino en el feminis- renciación sexual» (1966: 404).
mo, la igualdad de derechos y oportunidades, En ese contexto de ansiedad ante una po-
como él mismo proclama abiertamente: «para sible crisis de la diferencia sexual y de géne-
el porvenir del alma de nuestras hermanas más ro, autores como Edmundo González Blanco
peligroso es el ejemplo de una madame Cu- proponían un esfuerzo activo de la sociedad
rie que entre mil bellas Otero» (1930: 99). En por «maternalizar» a la mujer (1930: 339) para
un tono similar se pronunciaba en esos mismo convencerla de que se alejara del modelo de
años Edmundo González Blanco, que otorga- la feminista y de la mujer nueva para volver a
ba al corsé un valor secundario y mostraba su sus tareas en el espacio doméstico, abrazando
obsolescencia como objeto capital del debate: su función social maternal aún con más fuerza
no solo como madre biológica sino como res- casi siempre cuestionar los patrones de género
ponsable, por extensión, de la especie humana establecidos para hacer aceptable su discurso
(Houze, 2015: 197). No se trataba únicamen- y conseguir cambios efectivos. Los feminismos
te de una pugna entre dos ideales femeninos de principios del siglo xx fueron más allá y el
opuestos, de robustez frente a languidez, o de imaginario de los cuerpos de mujer en circu-
lo cerebral frente a lo fisiológico, de la madre lación que reflejaba el espíritu de ese tiempo
amantísima ante la moderna andrógina, sino de se asoció con frecuencia con identidades me-
una cuestión de supervivencia, pues se temía nos domésticas y sumisas. El flamante cuerpo y
que esa nueva mujer intelectual, atlética, con gesto de la moderna se leía como un crimen de
falda más corta y sin corsé sería proclive a la lesa humanidad en tanto que esa «garzona» sin
desnaturalización y la masculinización; se aso- corsé fue vista por muchos como menos «feme-
ciaba esta pérdida de rasgos femeninos tradi- nina» y no daba garantías de una maternidad
cionales con la esterilidad y el desinterés por la exitosa (Fig. 10).
función maternal, empujando a la humanidad La moderna se interpretó como sujeto trans-
por la rampa de la degeneración. En este senti- gresor, capaz de rechazar el modelo de madre
do Gregorio Marañón defendía la necesidad de abnegada, pilar de la familia y soporte espi-
destacar y diferenciar los atributos de cada sexo ritual de la sociedad en tanto que se movía,
y, por eso mismo, modas como la falda-pan- trabajaba, salía sola de casa, hacía vida social
talón eran particularmente trasgresoras, como y se incorporaba también al mundo intelectual
también la moda de los cabellos cortos, inter-
pretada como un símbolo de «renunciación de
la mujer a muchas de las características espe- Figura 10. Chicas modernas. Ilustración de Varela de Seijas
para la novela de Carmen de Burgos El dorado trópico
cíficas de la feminidad» (Marañón, 1932: 157). (Madrid: Atlántida, 1930). Fondos de la Biblioteca Nacional de
Siguiendo una lógica similar, Edmundo Gon- España
zález Blanco argumentaba que las mujeres fu-
madoras se volvían hombrunas, les salía vello
en la cara, y perdían su feminidad por el uso
de la nicotina: «Nos hemos librado de la mujer
coqueta, para venir a dar en la hembra mascu-
linizada» (1932: 371).
Los debates en torno al corsé y la moda mo-
derna de la mujer nueva de estos años ilustran
los miedos que generaba ese nuevo cuerpo
político que exigiría también nuevos derechos
(el del sufragio se le otorga en 1936), toma-
ría posesión de nuevos espacios y reivindica-
ría cambios legales. El cuerpo sin corsé y con
prendas más cortas y cómodas que trajeron
más libertad de movimiento se veía como un
atentado contra el arraigado modelo cultural
del ángel del hogar y como una imposición
foránea que desvirtuaba la idiosincrasia castiza.
Esta cuestión ilustra de qué manera los avances
del feminismo en la consecución de derechos
para la mujer han estado siempre marcados por
tensiones discursivas. Muchas escritoras deci-
monónicas que insistieron en el derecho inalie-
nable del sexo a recibir una educación evitaron
y profesional. Su silueta, modas, gestos y estilo testa (Levy, 2009). La indumentaria mantiene su
resultaban subversivos para el orden tradicio- rotundo poder simbólico, como ejemplifica la
nal, un riesgo para el status quo y un ataque a reforma del traje femenino en general y el vi-
arraigadas nociones de género que hasta en- rulento debate sobre el corsé en particular, ico-
tonces habían permanecido intocables. En bue- nos de la profunda conexión entre los cambios
na medida el corsé funcionó como chivo expia- en la moda y en los papeles de sexo y género
torio de todas las ansiedades que generaba el que acompañaron el cambio de siglo.
acto de remover afianzados cimientos y convic-
ciones esenciales que vinculaban género, clase,
indumentaria, papeles sociales y sexuales. Al Bibliografía
mismo tiempo, la nueva silueta y la moda feme-
nina permitió la circulación de otros modelos ALEIXANDRE, C., «El traje femenino: del corsé». En:
culturales que apuntalaron otras formas de ser El Heraldo de Madrid, p. 1., 9 octubre 1907.
mujer. Así se interpreta, por ejemplo, que un
ANÓNIMO. «Un buen corsé es indispensable», Blan-
cuerpo delgado, atlético o bronceado empiece
co y negro, p. 42, 8 junio 1913.
a circular en estos mismos años asociado a las
élites, los deportes o el veraneo representados ANÓNIMO. «Carácter artístico de la moda actual», La
en las ilustraciones de las revistas, periódicos moda elegante, p. II. 14 abril 1908.
y en la publicidad. Todo esto abre vías de in- ANÓNIMO. «Artículos de París recomendados», La
vestigación sobre la construcción de cuerpo y moda elegante, p. 168. 6 junio 1885.
género en colecciones de revistas, publicacio-
ANÓNIMO, «Editorial note», The Rational Dress So-
nes periódicas y novelas breves que transmiten
ciety´s Gazette, enero 1889, p.1. En: https://
todo un repositorio de imágenes y textos que www. bl.uk/collection-items/the-ratio-
muestran cuerpos, siluetas y modelos sexuales nal-dress-societys-gazette [10-1-2020]
en proceso de consideración, valoración y/o
disputa en estos mismos años. ACUÑA, R., «Consecuencias de la degeneración fe-
menina» Las Dominicales del Libre Pensamien-
La polémica sobre el controvertido corsé to. Miércoles 25 de abril de 1888. En: https://
ilustra también otros enfrentamientos viscerales www.ensayistas.org/antologia/xixe/rosario/ [31-
que irradian desde un epicentro constituido por 10-2019]
una prenda de indumentaria, como los distur-
ALCINA, B., Tratado de higiene pública y privada.
bios y abusos hacia las comunidades de latinos
Cádiz: Librería de José Vides, 1882. Volumen 1.
y afroamericanos que llevó a la prohibición de
los zoot suits en la California en los años cua- BEETHAM, M., «‘Natural but firm’: The corset cor-
renta, suceso recogido en el cómic reciente «El respondence in the Englishwoman’s domestic
traje de los disturbios» (Hernández Cava y Na- magazine», Women: A Cultural Review, vol. 2, n.
2, 1991, pp. 163-167.
via, 2020). Este mismo valor polémico de una
prenda de indumentaria lo encontramos en la BURGOS, C., La mujer moderna y sus derechos, Va-
supuesta quema de sujetadores como protesta lencia: Sempere, 1927.
ante el concurso de Miss América en 1968. Poco BURGOS, C., El arte de ser mujer, Madrid: Sociedad
importa que se tratara de un acto simbólico y española de librería, 1922.
que junto con los sujetadores se arrojaran a un
BURGOS, C,. Vademécum femenino, Valencia: Sem-
cubo de basura otros objetos que se identifica-
pere, (s.a.).
ban con formas de opresión o que verdadera-
mente se hiciera fuego, lo que ha permanecido BUTLER, J., Gender trouble: feminism and the sub-
en el inconsciente colectivo es la inmolación en version of femininity, Nueva York: Routledge,
la hoguera de esa prenda de ropa interior, aún 1998.
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