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Kaldor Mary Las Nuevas Guerras
Kaldor Mary Las Nuevas Guerras
Las nuevas
guerras
VIO LEN CIA O R G A N IZ A D A EN LA ERA G LO BAL
fus Q uets
Marv Kaldor
LAS NUEVAS GUERRAS
La violencia organizada en la era global
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K R IT E R IO S
TUSUUETS
F.01 Í O R E S
1.a edición: septiem bre 2001
ISBN: 8 4 -8 3 10-761 -9
D epósito legal: B. 33.044-2001
Im p reso so b re papel Offset-F C ru d o de P a p e le ra del Leizarán, S.A.
Im p resió n : A & M Gráfic, S.L.
Im p reso en E sp a ñ a
índice
A gradecim ientos................................................................................. 9
A breviaturas...................................................................................... 11
1. In tro d u c c ió n ............................................................................ 15
Apéndices
Notas .............................................. ............................................... 213
ín d ice o n o m á s t i c o ............................................................................................ 235
Estoy muy agradecida a una serie de personas que han leído
el manuscrito y me han hecho valiosos comentarios, y me gus
taría dar las gracias, en particular, a Ulrich AJbrecht, Mient Jan.
Faber, Zdenek Kavan, Julián Perry Robinson, M artin Shaw y el
anónimo lector en Polity Press. Por supuesto, no son responsa
bles del resultado final. También me gustaría dar las gracias a
Aimée Shalan por su ayuda con el manuscrito y a todo el
mundo en Polity, especialmente David HeJd, por su apoyo y su
ánimo.
Algunas partes del capítulo 3 se incorporaron a un capítulo
escrito conjuntamente por mí y Vesna Rojícic» «The Political.
Economy of War in Bosnia-Herzegovina», en Restructuring the
Global Military Sector: New VVars, Mary Kaldor y Basker Vashee,
eds. (Cassell/Pinter, 1997). Una. prim era versión del capítulo 4
apareció como «Cosmopolitanism versus nationalism: the new
divide?» en Europe's New Nationalisms, Richard Kaplan y John
Feffer, eds. (Cambridge University Press, 1996).
ACH Asamblea de Ciudadanos de Helsinki
ACNUR Alto Comisariado de Naciones Unidas para los Refugiados
CEI Confederación de Estados Independientes
CIAY Conferencia Internacional sobre la Antigua Yugoslavia
CICR Comité Internacional de la Cruz Roja
CNA Congreso Nacional Africano
EB ÍH Ejército de Bosnia-Herzegovina
ECHO Oficina Hum anitaria de la Comunidad Europea
ECOM OG Grupo de Vigilancia de la Tregua de la Comunidad
Económica de los Estados de África Occidental
ECOWAS Comunidad Económica de Estados de África Occidental
EPLS Ejército Popular de Liberación de Sudán
ERB Ejército Revolucionario de Bougainville
ESB Ejército Serbobosnio
FM I Fondo Monetario Internacional
HDZ Partido Demócrata de Croacia
HOS Ala param ilitar del HSP
HSP Partido de las Derechas de Croacia
HV Ejército Croata
HVO Consejo Croata de Defensa
IFOR Fuerza de Aplicación (de los acuerdos de Dayton)
IFP Partido Inkatha de la Libertad
IISS Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres
IRA Ejército Republicano Irlandés
JNA Ejército Nacional Yugoslavo
MOS Fuerzas Armadas Musulmanas
M PRI Recursos Militares Profesionales
NACC Consejo de Coordinación de la OTAN
ONG Organización No Gubernamental
ONU Organización de las Naciones Unidas
OSCE Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa
OTAN Organización del Tratado del Atlántico Norte
OUA Organización para la Unidad Africana
PASOK Movimiento Socialista Panhelénico (Grecia)
PDI Persona Desplazada en el Interior
PIB Producto Interior Bruto
RCS R esolución del C onsejo de S eg u rid ad de la ONU
R EN AMO R esisten cia N acional M o z am b iq u eñ a
SDA P artid o (M usulm án) de A cción D em o crática
SDS P artid o D em ó crata S erbio
SFOR F u erza de E stab ilizació n
TQ U nidades de D efensa T errito rial (en Y ugoslavia)
TPI T ribunal Penal In te rn a c io n a l
UE U nión E u ro p ea
UEO U nión E u ro p e a O ccidental
UNICEF F ondo de N aciones .Unidas p a ra la In fa n cia
UNPROFOR F u erza de P ro tecció n de N aciones U nidas en B e rn ia
UNU U niversidad de las N acio n es U nidas
W IDER In stitu to M undial de Investigació n so b re la E co n o m ía del
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Economía
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podía ver que la guerra era el mismo fenómeno: una construc
ción del Estado moderno territorial, centralizado, «racionaliza
do» y jerárquicam ente ordenado. Ahora, igual que ese Estado
moderno territorial y centralizado deja paso a nuevos tipos de
sistemas de gobierno, derivados de los nuevos procesos globa
les, la guerra, tal como la concebimos en la actualidad, está
convirtiéndose en un anacronismo.
Este capítulo pretende ofrecer una descripción esquemática
de las viejas guerras. Aunque la guerra de verdad nunca coinci
dió exactamente con una descripción esquemática. Este tipo de
guerra fue, sobre todo, europeo. Siempre hubo rebeliones, gue
rras coloniales o guerras de guerrillas, tanto en Europa como en
otros lugares. A veces se calificaban de «guerra irregular» o no
se consideraban guerras, simplemente. Se las denom inaba le
vantamientos, insurgencias o, en los últimos tiempos, conflictos
de baja intensidad. No obstante, este concepto esquemático de
guerra es el que sigue influyendo profundamente en nuestras
ideas sobre el tema y domina, todavía hoy, la concepción que
tienen los políticos de la seguridad.
Clausewitz *.v
Clausewitz empezó a escribir De la guerra en. 'I ^ \ año
después de que acabaran las guerras napoleónicas. Había parti
cipado en la guerra» en el bando de los perdedores, y había sido
hecho prisionero; y el libro está profundamente influido por su
experiencia. Las guerras napoleónicas fueron las primeras gue
rras populares. Napoleón introdujo ei reclutam iento obligatorio,
la levée en mas se, en 1793, y en 1794 tenía 1.169.000 hombres
en armas: la mayor fuerza militar existente hasta entonces en
Europa. La tesis central de De la guerra, sobre todo el prim er
capítulo, que era el único que Clausewitz consideraba completo,
es que la guerra tiende hacia los extremismos. La guerra está
formada por tres niveles: el nivel del Estado o los dirigentes po
líticos, el del ejército o los generales y el del pueblo. En líneas
generales, esos tres niveles actúan a través de la razón, el azar y
la estrategia, y la emoción. De esta descripción trinitaria de la
guerra, Clausewitz deducía su concepto de guerra absoluta. La
mejor forma de interpretar la guerra absoluta es como un con
cepto abstracto o ideal hegeliano; lo que puede derivarse de la
lógica de los tres niveles diferentes es la tendencia interna de
la guerra. Tiene su propia existencia, que está en tensión con las
realidades empíricas.
La lógica estaba expresada como tres «acciones recíprocas».
En el plano político, el Estado siempre se encuentra con resis
tencia para lograr sus objetivos y, por tanto, tiene que ejercer
más fuerza. En el plano militar, la meta tiene que ser desarm ar
al enemigo para lograr el objetivo político; si no es así, existe el
peligro de un contraataque. Y, por último, la fuerza de voluntad
depende de los sentimientos populares; la guerra desata pasio
nes y hostilidades que pueden ser incontrolables. Para Clause
witz, la guerra era una actividad racional, aunque se pusieran
las emociones y los sentimientos a su servicio. En este sentido,
es también una actividad moderna, basada en consideraciones
laicas y no limitada por prohibiciones derivadas de concepcio
nes prerracionales del mundo.
La guerra real se distingue de la abstracta por dos razones
fundamentales, política y militar. En prim er lugar, el objetivo
político puede ser limitado o el respaldo popular puede ser in
suficiente:
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Fuente: ACNUR, Notas informativas sobre la antigua Yugoslavia, 11/95, Zagreb, 1995.
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ras etapas de la guerra, las cometieron grupos paramilitares. Se
gún la comisión de la ONU: «Existe una... firme correlación en
tre las informaciones sobre actividad param ilitar y las noticias
de violaciones y agresiones sexuales, centros de detención y fo
sas comunes. Ambas cosas (es decir, la actividad param ilitar y
las violaciones graves de la Convención de Ginebra) solían ocu
rrir en las mismas regiones y son prueba del carácter local de
las acciones».40 En el bando serbio, son muy conocidas las acti
vidades de Arkan y Seselj; la comisión de la ONU sugiere que
estaban coordinadas con las acciones del JNA (ESB), mientras
que en los bandos croata y bosnio los grupos paramilitares eran
más independientes de las fuerzas regulares. En el bando croata
se dice que Paraga organizó los campos de detención en Caplji-
na y Dretejl, así como que Juka mató a unos 700 musulmanes
en Mostar y fue responsable del campo de detención en el heli
puerto.41 Entre los bosnios, parece que las mayores atrocidades
las cometieron los muyahidiin.
Da la impresión de que la motivación de los grupos param i
litares era, en gran parte, económica, aunque no hay duda de
que entre ellos había nacionalistas fanáticos. Según Vasic, apro
ximadamente el 80 por ciento de los paramilitares eran delin
cuentes comunes y el 20 por ciento, nacionalistas fanáticos:
«Estos últimos no duraron mucho (el fanatismo es malo para
los negocios)».42 Arkan, se dice, tenía listas de musulmanes ri
cos, que poseían oro y dinero. El «derecho a ser el primero en
el saqueo» se consideraba una forma de pago.43 Muchos grupos
criminales pudieron am pliar sus negocios de antes de la guerra;
la mayoría de los grupos paramilitares participaban en las acti
vidades del mercado negro e incluso cooperaban entre sí, por
encima de supuestas líneas enemigas, para sacar provecho de la
situación en los enclaves sitiados. Y eran dichos grupos los
«contratados» con el fin hacer el trabajo sucio necesario para
infundir el «miedo y odio» que todavía no eran endémicos en la
sociedad bosnia. Es decir, la economía mafiosa se incorporó al
comportamiento propio de la guerra y generó una lógica propia
destinada a conservar las lucrativas fuentes de ingresos y prote
ger a los criminales de los procedimientos legales que pudieran
emprenderse una vez llegada la paz.
La situación fue mejor en algunos lugares en los que sobre
vivió el aparato local del Estado. Un ejemplo fue Tuzla, donde
los no nacionalistas habían ganado las elecciones de 1990. Tuzla
estaba defendida por la policía local y voluntarios de la ciudad,
que luego se convirtieron en una brigada local del ejército bos
nio, y se fomentaba enérgicamente una Ideología de valores
cívicos multiculturales. Durante toda la guerra» la ciudad con
servó sus fuentes locales de energía y cierta producción propia»
incluido algo de minería. En los peores momentos del conflicto»
cuando la ciudad estaba totalm ente aislada» la gente vivió de
la ayuda hum anitaria y los alquileres pagados en. especie por la
UNPROFOR. Al acabar la guerra, los impuestos recaudados en
la ciudad representaban el 60 por ciento de todos los ingresos
fiscales del gobierno bosnio. Aun así, a esas islas de relativo ci
vismo les resultó muy difícil sobrevivir en lo que Bougarel llama
la economía depredadora com unitarizada.44
Hacia el final del conflicto, las milicias locales y los grupos
paramilitares fueron absorbidos por los ejércitos regulares. Las
primeras pasaron a ser brigadas locales y los segundos «unida
des especiales». La toma de Srebrenica, una clásica operación
de limpieza étnica, en julio de 1995» la llevó a cabo en. su totali
dad el ESB. El tercer día, se envió a las unidades especiales
para que hicieran su tarea habitual. En todos los bandos hubo
intentos fallidos de crear una economía de movilización. En
concreto, después de que Serbia impusiera el bloqueo a los ser
bobosnios en agosto de .1994, el ESB se vio forzado a autofi-
nanciarse. El gobierno serbobosnio intentó centralizar la econo
mía y asum ir el control de los sectores clave, pero lo rechazó el
llamado parlamento serbio, cuyos miembros estaban vinculados
a la economía criminal. Todas las paites» sobre todo los serbios»
tenían la moral muy baja en la última época. Vasic indica que el
ESB no tenía más que 30.000 soldados en la práctica.. Muchos»
sobre todo los jóvenes, habían desertado; la pobreza, la delin
cuencia y la indisciplina cam paban por sus respetos.
¿Hasta qué punto se planeó de antemano la estrategia de la
limpieza étnica? ¿O fue algo con lo que dieron por azar las fuer
zas serbias en Croacia? La comisión de - irm a que el
Departamento de operaciones psicológicas del JNA «contaba
con varios planes de provocación local por paite de unas fuer
zas especiales dirigidas por el Ministerio del Interior y la “lim
pieza étnica"».45 Cita un artículo en el periódico esloveno Délo
que aseguraba que» además del plan «RAM» (para arm ar a los
serbios en Croacia y Bosnia-Herzegóvina), el JNA tenía otro
plan de m atanzas y violaciones en masa de musulmanes como
arm a psicológica; «El análisis del com portamiento de los m u
sulmanes m ostraba que la mejor forma de destruir su moral, su
deseo de luchar y su voluntad era violar a las mujeres, sobre
todo las menores e incluso las niñas, y m atar a los miembros de
la nación m usulm ana en el interior de sus edificios religiosos».46
A veces se ha dicho que el JNA se benefició de su historia
como movimiento partisano. Desde luego, es cierto que el ca
rácter local y descentralizado del conflicto tenía muchos parale
lismos con la guerra de guerrillas. La organización de las TO
hacía que muchos reservistas entrenados pudieran verse forza
dos a intervenir en la guerra en. su región y que hubiera gran
disponibilidad de armas cortas en los alijos locales. Sin em bar
go, en muchos aspectos, la Limpieza étnica es exactamente lo
contrario de la guerra de guerrillas, que dependía del apoyo de
la población local; se suponía que los guerrilleros debían ser, en
palabras de Mao, «peces en el mar». Mientras que el objetivo de
Ja limpieza étnica era la completa destrucción de comunidades,
la creación de «miedo y odio». Una posible hipótesis es que las
ideas del JNA sufrieran la influencia, quizá, de las doctrinas
contrarrevolucionarias desarrolladas por los norteamericanos en
Vietnam y puestas a prueba en los conflictos de baja intensidad
de los años ochenta. AJex de Waal ha sugerido que dichas doc
trinas influyeron en ios estrategas militares africanos y que ello
explica, en parte, las semejanzas entre la guerra de Bosnia y los
conflictos en. África.47 No hay duda de que los mandos del JNA
habían estudiado esas guerras. El último ministro yugoslavo de
Defensa, el general Kadijevic, había pasado seis meses en la
academia militar de West Point -si bien la acción contrarrevolu
cionaria no es más que una mínima parte del programa que allí
se im parte-, y había otros oficiales del ejército que también es
tudiaron en Estados Unidos. Probablemente es más convincente
decir que la estrategia de la limpieza étnica se desarrolló sobre
el terreno, aunque debieron de tener cierta im portancia las dis
cusiones y experiencias previas.
Los miembros de otros grupos étnicos no fueron los únicos
blancos de la estrategia de limpieza étnica. También lo 'fueron
los moderados que se negaban a odiar. La prim era vez que se
vio fue en Croacia, cuando Babic y Martic, los líderes de los ser
bios de Krajina, tom aron la ciudad de Pakrac y se deshicieron
de los serbios y de las personas de otras nacionalidades que
ocupaban puestos de autoridad. A lo largo de toda la guerra
hubo personas, en todos los bandos, que se negaban a verse
arrastrados al fango «del miedo y el odio». Los informes del re
lator especial de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU
hablan continuamente de las acciones de serbios valerosos que
intentaron proteger a sus vecinos musulmanes y croatas. The
Guardian informó sobre un «Schindler» serbio que vivía en Pri-
jedor y había organizado a sus amigos y vecinos para proteger a
los musulmanes. La comunidad judía de Mostar se las arregló
para ayudar a los musulmanes a escapar. Aunque sus filas están
muy mermadas por la muerte y la huida, siguen existiendo gru
pos y partidos no nacionalistas en distintas zonas de Bosnia-
Herzegovina.
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La guerra más larga y desf. niel iva librada en Europa desde
1945 terminó al cabo de tres años y medio. La operación inter
nacional organizada para ejecutar el acuerdo de paz involucró
a diversas instituciones internacionales: ONU, LIE, Consejo de
Europa, OSCE, OTAN v LEO. Por lo que respecta a la OTAN, la
IFOR y su sucesora, la Fuerza de Estabilización (SFOR), es la ma
co r operación militar em prendida u Alianza. Además, la
OTAN colabora con los países de 1; ación para la Faz. En
el proceso, es de esperar que una . : >e supuestos políticos,
normas militares y la «arquitectura» de las instituciones inter
nacionales queden determinados para un futuro próximo.
El acuerdo de Dayton manifestó todas las contradicciones
que han plagado la intervención internacional desde el comien
zo de la guerra en Bosnia. Fue, en prim er lugar, un acuerdo
nacido de la realpolitik aplicada por los negociadores que conci
ben el mundo dividido en naciones primordiales. Fue un acuer
do que dividía Bosnia y Herzegovina en tres «entidades» y en el
que «las partes del acuerdo» -es decir, los nacionalistas- eran
ios principales responsables de su puesta en práctica. No obs
tante, el acuerdo contenía también cláusulas que comprometían
a las partes, incluida la comunidad internacional, a adoptar un
enfoque humanitario: cláusulas relativas a los derechos hum a
nos, el procesamiento de los criminales de guerra, el regreso de
ios refugiados, la libertad de movimientos, la reconstrucción
económica y social. En la práctica, el acuerdo concedía enorme
poder a los jefes de la OTAN y al Alto Representante encargado
de la aplicación civil, que, si se hacía de manera eficiente y en
colaboración con los grupos y partidos que todavía defendían
los valores cívicos en Bosnia, aún podría devolver al país su in
tegridad. Es algo difícil, en cualquier caso, por la legitimidad
que el acuerdo de Dayton otorgaba a las partes del conflicto.
Estos dos enfoques sugieren dos posibilidades para el fu
turo de Europa. La prim era es la de la partición, en la que la
paz equivalga a la legitimación de los regímenes nacionalistas
autoritarios y el papel de las instituciones internacionales con
sista, bajo la debilitada dirección de Estados Unidos, en inter
venciones esporádicas para m antener los conflictos perm anen
tes más o menos bajo control. En este caso, el mantenim iento
de la paz viene a ser una separación más o menos forzosa de
las partes en conflicto. Y ésta no es sólo una posibilidad para
la antigua Yugoslavia ni siquiera Europa del Este. Podría ter
m inar siendo válida para toda Europa e incluso otros lugares,
por todo lo que esa situación haría para socavar el atractivo del
internacionalismo. Es lo que se ha llamado la «perspectiva lati
noam ericana»,00
La segunda posibilidad se basa en el enfoque humanitario.
Prevé la cooperación entre las instituciones internacionales y
los grupos cívicos tanto dentro como fuera de Bosnia, con el
fin de construir una alternativa política y social al naciona
lismo. Significaría tom ar en serio a los componentes civiles del
acuerdo, sobre todo la aplicación de la seguridad interna -es
decir, el respeto de los derechos humanos y el procesamiento
de los criminales de guerra-, además de crear, mediante la re
construcción social y económica, una alternativa a la economía
mañosa, y fomentar y facilitar el regreso de los refugiados. En
este caso, la pacificación significa hacer respetar las leyes hu
manitarias. Si Bosnia se ha convertido en paradigma del nue
vo tipo de guerra y se ha visto metafóricamente expulsada de
Europa, también podría ser el modelo de un nuevo tipo de re
construcción hum anitaria y el símbolo de un nuevo europeís-
mo o internacionalismo.
La política J í ' u :u -vos gueivas
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comunicación se aúnan en las emisiones en lengua albanesa
realizadas desde Suiza y recibidas por la población de origen al-
banés a través de sus antenas parabólicas.
Modelos de violencia
Las técnicas de las nuevas unidades de combate deben m u
cho a los tipos de guerra que se desarrollaron durante la se
gunda guerra mundial e inm ediatamente después, como reac
ción a la guerra moderna. La guerra revolucionaria, articulada
por Mao Zedong y Che Guevara, desarrolló tácticas destinadas a
encontrar la forma de superar el problema de las grandes con
centraciones de fuerzas convencionales y que eran prácticam en
te lo contrario de la teoría estratégica convencional.
El objetivo central de la guerra revolucionaria es el control
del territorio mediante la obtención del apoyo de la población,
en vez de arrebatárselo a las fuerzas enemigas. Las zonas bajo
el dominio revolucionario suelen estar en regiones remotas del
país, a las que la adm inistración central no tiene fácil acceso.
Ofrecen bases desde las que las fuerzas militares pueden llevar
a cabo tácticas que m inan la moral y la eficacia de las tropas
enemigas. La guerra revolucionaria tiene ciertas semejanzas con
la teoría de la maniobra. Implica la actividad militar dispersa y
descentralizada, con especial énfasis en la sorpresa y la movili
dad. Sin embargo, la guerra revolucionaria tiene un compo
nente fundamental, que es la capacidad de eludir los choques
frontales, en los que la guerrilla tiene más probabilidades de ser
derrotada por su inferioridad numérica y material. Las retiradas
estratégicas son frecuentes. Según Mao Zedong: «La capacidad
de huir es precisamente una de las características de las guerri
llas. La huida es la manera más importante de salir de la pasi
vidad y recobrar la iniciativa».6
Todos los autores revolucionarios dan enorme im portancia
al hecho de «ganarse a la gente», no sólo en el territorio bajo
control, sino también en el terreno enemigo, de forma que la
guerrilla pueda actuar -en las famosas palabras de M ao- «como
un pez en el agua», aunque, por supuesto, tam bién se emplea
ban métodos terroristas. La contrainsurgencia, que ha sido casi
siempre un fracaso,7 fue diseñada para contrarrestar este tipo
de guerra empleando fuerzas militares convencionales. La es
trategia fundamental ha consistido en destruir el entorno en el
que actúan los revolucionarios, envenenar el m ar para acabar
con el pez. Técnicas como el reasentamiento forzoso desarro
llado por los franceses en Argelia, o la destrucción de una zona
mediante minas, herbicidas o napalm, como hicieron los norte
americanos en Vietnam, han sido utilizadas también, por ejem
plo, por los indonesios en Timor Oriental o por el gobierno
turco contra los kurdos.
La nueva guerra adopta elementos tanto de la guerra revo
lucionaria como de la contrainsurgencia. De la prim era toma
prestada la estrategia de dom inar el territorio mediante el con
trol político, más que arrebatándoselo a las fuerzas enemigas.
Es ligeramente más fácil de lo que era para las fuerzas revolu
cionarias, porque, en la mayoría de los casos, la autoridad cen
tral está muy debilitada y los principales rivales por el control
del territorio no son gobiernos con tropas modernas convencio
nales sino unidades de combate bastante parecidas, aunque se
denom inen ejércitos regulares. No obstante, como en el caso de
la guerra revolucionaria, las diversas facciones siguen elu
diendo el combate, en general, para conservar hombres y m ate
rial. Las retiradas estratégicas son frecuentes y el territorio se
cede al que parece ser el bando más fuerte. Con frecuencia, las
diversas facciones colaboran a la hora de repartirse el territorio
entre ellas.
Sin embargo, una gran diferencia entre los revolucionarios
y los nuevos guerreros es el método para obtener el control po
lítico. Para los revolucionarios, la ideología era muy im por
tante; aunque el miedo era un elemento significativo, el obje
tivo central consistía en el apoyo y la adhesión de la población
a la idea revolucionaria. Por esa razón, los revolucionarios in
tentaban construir sociedades modelo en las zonas que domi
naban. En cambio, los nuevos guerreros establecen el control
político mediante la adhesión a una etiqueta» más que a una
idea. En el nuevo «mundo feliz» democratizado» en el que la
movilización política se basa en etiquetas y las elecciones y los
referendos son, muchas veces, meras formas de hacer el censo,
ello significa que la mayoría de la gente que vive en el territo
rio controlado debe ajustarse a la etiqueta apropiada. Todos los
demás tienen que ser eliminados. En realidad» incluso en zonas
no dem ocratizadas, el miedo a 1a. oposición, la disidencia o la
insurgencia refuerza esa exigencia de homogeneizar a la pobla
ción basándose en la identidad.
Ésa es la razón de que el principal método de control terri
torial no sea el apoyo de la población, como en el caso de la
guerra revolucionaria, sino su desplazamiento, la eliminación
de todos los posibles opositores. Para ello, la nueva guerra to
ma prestadas de la contrainsurgencia las técnicas de «envene
nar el m ar», unas técnicas que perfeccionaron los movimientos
guerrilleros creados o promovidos por los gobiernos occidenta
les -con su experiencia en las labores de contrainsurgencia-
para derrocar a gobiernos de izquierda en los conflictos «de ba
ja intensidad» de los años ochenta: tal es el caso del RENAMO
en Mozambique, los muyahidiin en Afganistán o la contra en
Nicaragua. De hecho, esta estrategia fue una reacción ante el
fracaso de la contrainsurgencia en Vietnam y los países del sur
de Africa y la conclusión implícita de que la guerra m oderna
convencional ya no es una opción viable.
En lugar de crear un entorno favorable para la guerrilla, la
nueva guerra pretende construir un entorno desfavorable para
todos aquellos a los que no puede controlar. El dominio del pro
pio bando se basa en la distribución de beneficios positivos,
puesto que, en las condiciones empobrecidas y caóticas de las
nuevas guerras, no hay gran cosa que ofrecer. Depende, más
bien, de m antener el miedo y la inseguridad y de perpetuar los
odios recíprocos. De ahí la im portancia de cometer atrocidades
desmesuradas y espectaculares y de involucrar al mayor nú
mero posible de personas en dichos crímenes, con el fin de ins
taurar una complicidad compartida, sancionar la violencia con
tra «otro» al que se odia y hacer más intensas las divisiones.
Las técnicas de desplazamiento de la población incluyen:
1) Asesinato sistemático de los que se adhieren a otras etiquetas,
como en Ruanda, La matanza de tutsis en 1994 fue dirigida por
funcionarios del gobierno y el ejército. Según Human Rights
Watch: «En lugares como la comuna de Nyakizu, en el sur de
Ruanda, los funcionarios locales y otrol asesinos iban a "traba
jar” todas las mañanas. Después de una jornada “de trabajo”,
matando tutsis, volvían a casa “cantando".,. Los “trabajadores”
volvían al día siguiente, y así hasta que terminasen el trabajo, es
decir» hasta que murieran todos los tutsis».8
2) La limpieza étnica, es decir, la expulsión forzosa de la pobla
ción, corno en Bosnía-Herzegovina (véase el capítulo 3) o en la
región transcaucásica. En Abjasia, otro ejemplo, los abjasos no
eran más que el 17 por ciento de la población. Para controlar el
territorio, las fuerzas secesionistas tuvieron que expulsar a la
mayoría de ios demás habitantes, principalmente georgianos.
3) Hacer inhabitable una zona. Puede ser en sentido físico, a
base de sem brar minas antipersonales o arrojando bombas y
cohetes contra objetivos civiles, sobre todo casas, hospitales o
lugares populosos, como los mercados o las fuentes de agua.
Puede ser en sentido económico, mediante ham brunas provo
cadas o asedios. Privando a los habitantes de su modo de vida,
hasta que m ueran de hambre, como en ei sur de Sudán, o se
vean obligados a emigran Y puede ser en sentido psicológico,
introduciendo recuerdos insoportables de lo que en otro tiem
po era su hogar, profanando todo lo que posea significado so
cial. Un método es la destrucción de la historia y la cultura, la
eliminación de los hitos concretos que definen el entorno cul
tural para determinados grupos de personas. La destrucción de
edificios religiosos y monum entos históricos pretende borrar
todas las huellas de vínculos culturales con una zona especí
fica. En Banja Luka, en. el apogeo de la guerra, los serbios des
truyeron las 17 mezquitas y todas las iglesias católicas menos
una. En concreto, demolieron dos hermosísimas mezquitas del
siglo xvi; cayeron un viernes, y el lunes ei terreno estaba alla
nado y con hierba plantada. Otros métodos de profanación son
la violación y los abusos sexuales sistemáticos, que son caracte
rísticos de varias guerras, y otros actos de brutalidad públicos
y muy visibles. Los métodos psicológicos tienen la ventaja de
que m arcan diferencias entre personas correspondientes a di
versas «etiquetas».
Todas estas técnicas entran en la definición de genocidio pre
vista en la Convención de Ginebra de 1948. El artículo 2 dice:
En la presente Convención, genocidio significa cualquiera
de los actos siguientes, cometidos con intención de destruir, total
o parcialmente, a un grupo nacional, racial o religioso: a) m atar
a miembros del grupo; b) causar graves daños físicos o m enta
les a miembros del grupo; c) im poner al grupo de forma delibe
rada unas condiciones de vida calculadas para producir su des
trucción física total o parcial; d) imponer medidas destinadas a
impedir los nacimientos en el grupo; e) transferir por la fuerza
a los niños de un grupo a otro.9
Conclusión
Las nuevas guerras tienen objetivos políticos. La meta es la
movilización política basada en la identidad. La estrategia mili
tar para lograrlo es el desplazamiento de la población y la de
sestabilización, con el fin de deshacerse de aquellos cuya identi
dad es distinta y fomentar el odio y el miedo. No obstante, esta
lorma divisiva y exciuyente de política no puede separarse de su
base económica. Las diversas facciones políticas y militares sa
quean los bienes de la gente com ente y los despojos del Estado,
y se quedan con la ayuda exterior destinada a las víctimas, de
una forma que sólo es posible en condiciones de guerra o próxi
mas a ella. En otras palabras, la guerra proporciona la legitima
ción de diversas formas criminales de enriquecimiento privado,
que, al misino tiempo, son. fuentes necesarias de ingresos para
sostener el conflicto. Las partes enfrentadas necesitan un con
flicto más o menos permanente para reproducir sus posiciones
de poder y tener acceso a los recursos.
Aunque estas relaciones sociales depredadoras predominan,
sobre todo, en las zonas de guerra, también caracterizan a las
regiones circundantes. Dado que la participación en el conflicto
es relativamente baja (en Bosnia, sólo el 6,5 por ciento de la po
blación intervino directamente en ei desarrollo de la guerra), la
diferencia entre las zonas de combates y las zonas aparente
mente de paz no está tan clara como en épocas anteriores. Así
como es difícil distinguir entre lo político y lo económico, lo pú
blico y lo privado, lo militar y lo civil, también es cada vez más
difícil distinguir entre la guerra y la paz. La nueva economía de
guerra puede representarse como un continuo que empieza con
la, combinación de delincuencia y racismo existente en los ba
rrios más pobres de las ciudades europeas y de Norteamérica y
alcanza su manifestación más aguda en las zonas donde la vio
lencia tiene mayor dimensión.
Si la violencia y la depredación están presentes en las que se
consideran zonas de paz, tam bién es posible encontrar islas de
civismo en casi todas las zonas de guerra. Son mucho menos
conocidas que éstas, porque de lo que se suele hablar es de la
violencia y el crimen, y no de la normalidad. Pero existen regio
nes en las que los aparatos locales del Estado siguen funcionan
do, se recaudan impuestos, se ofrecen servicios y se mantiene
cierta producción. Hay grupos que defienden valores hum anis
tas y rechazan la política del particularismo. La ciudad de Tuzla
en Bosnia-Herzegovina es un ejemplo famoso. Las unidades de
autodefensa creadas en el sur de Ruanda son otro. Aisladas, es
tas islas de civismo son difíciles de conservar, porque están asfi
xiadas por la polarización de la violencia, pero es precisam en
te el carácter fragmentado y descentralizado del nuevo tipo de
guerra lo que hace posibles tales ejemplos.
Las nuevas guerras, precisamente porque son una condición
social que surge a medida que decae la economía política for
mal, son muy difíciles de terminar. Las negociaciones diplomá
ticas desde arriba no tienen en cuenta las relaciones sociales
subyacentes; tratan a las diversas facciones como si fueran pro-
toestados. Un alto el fuego o una tregua provisional puede legi
tim ar simplemente los nuevos acuerdos o pactos que, por el
momento, convengan a las distintas partes. Las tropas de pacifi
cación enviadas para vigilar un alto el fuego que refleja el statu
quo pueden ayudar a m antener una división del territorio e im
pedir el regreso de los refugiados. La reconstrucción económica
canalizada a través de las «autoridades políticas» existentes pue
de proporcionar simplemente nuevas fuentes de ingresos, en pa
ralelo al agotamiento de los recursos locales. Mientras las rela
ciones de poder sigan siendo las mismas, la violencia empezará
de nuevo, tarde o temprano.
El miedo, el odio y la depredación no son recetas para for
mas de gobierno viables a largo plazo. En realidad, este tipo de
economía de guerra está constantemente al borde del agota
miento, Pero ello no significa que dichos elementos vayan a de
saparecer por voluntad propia. Tiene que haber alguna alterna
tiva. En el próximo capítulo voy a examinar las posibilidades en
ese sentido; en especial, cómo las islas de civismo pueden ofre
cer una lógica capaz de contrarrestar la nueva guerra.
e
Hacía una c e r c i . - - ' ^ 'osmopo-ita
La reconstrucción de la legitimidad
La clave del control de la violencia es la reconstrucción de la
legitimidad. Estoy de acuerdo con H annah Arendt cuando afir
ma que ei poder se apoya en la legitimidad, y no en la violencia.
Al decir legitimidad, me refiero al consentimiento e incluso el
apoyo a las instituciones políticas, así como la idea de que di
chas instituciones obtienen su autoridad del hecho de actuar
con arreglo a una serie de normas establecidas: el imperio de la
ley. Arendt sostiene que:
Consentimiento
En las situaciones que se esbozaron, cuando se preparaba el
m anual oficial británico de mantenim iento de la paz, se llegaba
a la conclusión de que la «pacificación por la fuerza» es im
practicable:
«¿Quiere decir que han venido desde tan lejos hasta aquí, con
todo este material y todas estas armas, sólo para llevar comida
de Baidoa a Berdara? [Risas] Más pronto de lo que se piensa, los
combates que prosiguen en muchas partes del país obligarán a la
gente a desplazarse y crearán hambre y caos en cuestión de me
ses. ¿Entonces, qué? Puede estar seguro de que no habrá más
soldados: Somalia, dirán, ha tenido su oportunidad».19
Imparcialidad
La interpretación que suele darse a la imparcialidad es la de
no tomar partido. El CICR hace una distinción muy útil entre
imparcialidad y neutralidad. El principio de imparcialidad, afir
ma, significa que «no hace ninguna discriminación en función
de la nacionalidad, la raza, las creencias religiosas, la clase o las
opiniones políticas. Se esfuerza en aliviar el sufrimiento de las
personas, exclusivamente con arrreglo a sus necesidades, y en
dar prioridad a los casos de aflicción más urgentes». El princi
pio de neutralidad significa que, «para seguir contando con la
confianza de todos, la Cruz Roja no puede tom ar partido en las
hostilidades ni involucrarse, en ningún momento, en controver
sias de carácter político, racial, religioso o ideológico».20
En la práctica, la imparcialidad y la neutralidad se han con
fundido. La distinción es im portante a la hora de hacer respetar
las leyes cosmopolitas. La ley debe cumplirse de forma im par
cial, es decir, sin ninguna discriminación en función de la raza,
la religión, etcétera. Dado que es casi inevitable que un bando
viole la ley con más frecuencia que otro, es imposible actuar
respecto a ambos de forma imparcial y neutral. La neutralidad
puede ser importante para una organización como la Cruz Roja,
que depende del consenso para sus actividades, aunque la insis
tencia en ser neutrales ha suscitado interrogantes muchas veces,
sobre todo durante la segunda guerra mundial. También podría
ser im portante para el concepto tradicional de mantenimiento
de la paz o para una concepción puramente hum anitaria del pa
pel de los pacificadores, es decir, el suministro de alimentos.
Pero sí la tarea de las tropas es proteger a la gente e im pedir las
violaciones de los derechos humanos, entonces la insistencia en
la neutralidad es, en el mejor de los casos, confusa, y en el peor,
disminuye la legitimidad.
Según Mackinlay: «Un soldado de la ONU tiene la misma
actitud que un policía a la hora de hacer respetar la ley. Lo hará
independientemente de qué bando le desafíe. Pero la legitimi
dad debe quedar intacta en todas las instancias». Sin embargo,
Mackinlay parece pensar que si el soldado de la ONU hace res
petar la ley de forma imparcial, será posible conservar el respe
to de ambos bandos.21 Lo mismo afirma Dobbie, uno de los au
tores del manual británico de mantenimiento de la paz, cuando
compara el papel del pacificador con el del árbitro en un par
tido de fútbol. Ahora bien, estas guerras no son partidos de fút
bol; las partes no aceptan las reglas. Al contrario, la naturaleza
de estas guerras consiste en infringir las normas. Se trata, más
bien, de convencer a la gente corriente sobre las ventajas de las
normas, con el fin de aislar y m arginar a los que las conculcan.
El uso de la fuerza
La actitud tradicional sobre el mantenimiento de la paz in
sistía en no emplear la fuerza. El nuevo manual británico utiliza
el término «fuerza mínima necesaria», definido como «la aplica
ción mesurada de violencia o coacción, sólo en el grado sufi
ciente para lograr un objetivo específico, y claramente razonable,
proporcionada y apropiada; y reducida al objetivo específico y
legítimo que se persigue».22
Los británicos oponen esta postura a lo que se denom ina la
doctrina Weinberger-Powell de la fuerza abrumadora. Se suele
citar la intervención de la ONU en Somalia como ejemplo de los
riesgos de usar la fuerza. En gran parte, fue una intervención
norteamericana, autorizada en virtud del Capítulo VII de la
Carta de las Naciones Unidas. Después de un ataque a fuerzas
de pacificación paquistaníes, los norteamericanos em prendieron
la persecución de Mohamed Aideed. Diversos bombardeos sobre
Mogadiscio provocaron numerosas muertes y la búsqueda de
Aideed fracasó. (Debido a la negativa de los norteam ericanos a
com partir sus informaciones con la ONU, un minucioso ataque
contra lo que se suponía que era el escondite de Aideed fracasó,
porque resultó ser una oficina de las Macion.es Unidc nor
teamericanos tocaron fondo cuando Aideed logró derribar dos
helicópteros estadounidenses, m atar a 18 soldados, cuyos cuer
pos mutilados se exhibieron públicamente ante las cámaras, y
herir a otros 75.
El problema, como han señalado varios com entaristas, no
fue el uso de la fuerza en sí, sino la idea de la fuerza abrum a
dora y el hecho de no tener en cuenta la situación política local
ni la necesidad de actuar con cuidado para reforzar la legitimi
dad y la credibilidad. loan Lewis y lam es Mayall describen la
reacción norteam ericana al asesinato inicial de las fuerzas paci
ficadoras paquistaníes:
Los autores liberales de finales del siglo xvm y del xix tenían
una concepción teleológica de la historia. Creían que el civismo
acabaría extendiéndose inevitablemente en el tiempo y el espa
cio. En su libro Reflections on Violence,1 John Keane contrasta
su optimismo con el pesimismo de autores del siglo xx como
Zygmunt Bauman o Norbert Elias, que consideraban que la bar
barie era el complemento inevitable del civismo. Para estos es
critores, la violencia está arraigada en la naturaleza hum ana. El
precio de perm itir que el Estado la monopolice es la terrible
barbarie de las guerras y los totalitarismos del siglo xx.
El final de la guerra fría puede suponer el final de la barba
rie de Estado a tal escala. Desde luego, la am enaza de la guerra
m oderna y, en especial, la am enaza de la guerra nuclear -la ex
presión absoluta de la barbarie del siglo xx-, han disminuido.
¿Quiere eso decir que ya no se puede controlar la violencia, que
el nuevo tipo de guerra descrito en los capítulos precedentes
tiene todas las probabilidades de extenderse, una característica
constante del mundo posmodemo? Hasta ahora, lo que sugiere
el debate es que ya no es posible contener geográficamente la
guerra. Las zonas de paz y de guerra coexisten en un mismo es
pacio territorial. Los rasgos de las nuevas guerras que he enu
merado -la política de identidades, la descentralización de la
violencia, la economía de guerra globalizada- se pueden ver, en
mayor o menor medida, por todo el mundo. Además, a través
de las redes criminales transnacionales, las redes de expatriados
que se apoyan en la identidad, el im presionante aum ento de los
refugiados y solicitantes de asilo y los medios de comunicación
internacionales, todas estas características tienden a extenderse.
La guerra entre bandas de los barrios marginales en las ciuda
des del norte» ios conflictos en lugares como Bosnia y Somalia e
incluso las guerras casi de viejo estilo, consistentes en ataques
aéreos» son manifestaciones de los nuevos tipos de violencia or
ganizada.
Ahora bien, si no es posible contener las nuevas guerras des
de el punto de vista territorial, ¿es posible prever formas de con
tenerlas desde el punto de vísta político? Al fin y al cabo, la
globalización es un proceso que implica la integración y la inclu
sión, además de la fragmentación y el exclusivismo. Junto a la
política del particularismo está surgiendo una nueva política cos
mopolita, fundada en objetivos como la paz, los derechos hu
manos o el ecologismo. ¿Tienen razón los pesimistas? ¿La violen
cia es un elemento intrínseco de la sociedad humana? ¿O puede
ofrecer la nueva política cosmopolita una base para restaurar la
legitimidad a escala tanto local como mundial? ¿Podemos conce
bir un mundo en el que se controle la violencia a escala transna
cional, en el que instituciones mundiales o transnacionales se ha
gan cargo del monopolio de la violencia legítima y en el que
exista una ciudadanía cosmopolita, alerta y activa, que vigile para
impedir el abuso de poder por parte de dichas instituciones?
Como afirmaba en el capítulo 2, en el periodo de posguerra
el poder militar estaba, en gran parte, transnacionalizado. El en
durecimiento de las alianzas en Europa y el establecimiento de
sistemas de mando integrado, junto a una red mundial de co
nexiones militares a través de la ayuda militar, las ventas de ar
mas y la formación, supusieron en la práctica que la mayoría de
los países, aparte de las superpotencias, prescindieran de la posi
bilidad de declarar una guerra de forma unilateral. Aunque se ha
producido cierta renacionalización de las fuerzas armadas tras el
final de la guerra fría, también ha habido toda una serie de nue
vos acuerdos -labores multinacionales de mantenimiento de la
paz, acuerdos de control de armas que incluyen equipos de ins
pección mutua, ejercicios conjuntos, organizaciones nuevas o re
novadas como la UEO, la Asociación para la Paz, el Consejo de
Coordinación de la OTAN (NACC)- que constituyen una intensi
ficación de la transnacionaiización en el ámbito militar. Durante
la guerra fría, los límites de la violencia se hicieron coincidir con
las fronteras de los dos bloques; o, para decirlo de otra forma, el
sistema de bloques permitió la pacificación. La duda es si esta
aglomeración transnacional de poder militar puede generar la
pacificación mundial. ¿Podemos imaginar una pacificación sin
límites territoriales?
No hay una respuesta clara. En todas las épocas existe una
relación compleja entre los procesos de la gobem anza (cómo se
gestionan los asuntos humanos), la legitimidad (sobre la que
reposa el poder de gobernar) y las formas de seguridad (cómo
se controla la violencia organizada). Por un lado, la capacidad
de m antener el orden, proteger a las personas en sentido físico,
ofrecer una base segura para las tareas administrativas, garan
tizar el imperio de la ley y proteger el territorio de amenazas
externas son funciones prim ordiales de las instituciones políti
cas, que deben a ellas su legitimidad. Es más, el carácter de di
chas instituciones se define, en gran parte, con arreglo a cómo
se desempeñan esas funciones y a qué aspectos de la seguridad
se consideran prioritarios. Por otro lado, no es posible propor
cionar seguridad, en el sentido antes definido, sin tener cierta
legitimidad esencial. Debe existir algún mecanismo, sea un
m andam iento judicial, el fanatismo religioso o el consenso de
mocrático, que explique por qué la gente respeta las normas y
por qué, en concreto, los agentes de la violencia organizada
-soldados o policías, por ejem plo- obedecen las órdenes.
En el capítulo 2 hablaba de la relación entre la evolución de
la (vieja) guerra m oderna y la aparición del Estado-nación en
Europa, en el que la pacificación interna estaba asociada a la
extemalización de la violencia y la legitimidad procedía de no
ciones de patriotismo arraigadas en la experiencia real de la
guerra. El término «seguridad nacional» era prácticam ente sinó
nimo de la defensa exterior de las fronteras nacionales. En el
periodo de posguerra, la distinción entre interior y exterior se
extendió a los límites de los bloques, y las identidades ideológi
cas -los conceptos de libertad y socialismo- nacidos en la expe
riencia de la segunda guerra mundial suplantaron, aunque no
desplazaron, a las identidades nacionales como base para la le
gitimidad de los bloques. La seguridad de los bloques era, ade
más, la defensa de los bloques frente al exterior.
Hoy existe gran incertidumbre sobre los modelos futuros de
gobierno. Se habla de un «vacío de seguridad». El debate sobre
cómo llenar ese vacío es, sobre todo, un debate institucional. En
Europa se centra en el futuro de la OTAN y el papel de otras
instituciones europeas como la UEO, la OSCE, la CEI, etcétera.
Pero por debajo del debate institucional, hay una serie de au
ténticos interrogantes sobre el control de la violencia. El mono
polio nacional de la violencia organizada legítima ha sufrido la
erosión desde arriba, debido a la transnacionalización de las
fuerzas militares. Ha sufrido la erosión desde abajo, por la pri
vatización de la violencia organizada que caracteriza a las nue
vas guerras. ¿En qué condiciones pueden las instituciones de se
guridad, existentes o futuras, eliminar o m arginar las formas
privatizadas de violencia?
Mi argumento es que depende de opciones políticas, de cómo
decidamos analizar la naturaleza de la violencia contemporánea
y de qué concepción de la seguridad adoptemos. La ciencia polí
tica tradicional, fundada en la experiencia de los siglos xix y xx,
sólo es capaz de predecir una nueva variante del pasado o el des
censo hacia el caos. Precisamente porque la corriente dominante
del pensamiento apolítico se orientaba hacia el sistema existente
de gobemanza, y suministraba una justificación o legitimación
de dicho sistema al tiempo que una base para ofrecer consejos
sobre cómo actuar dentro de él, lo que produce es una especie
de fatalismo o determinismo sobre el futuro. En cambio, los en
foques críticos o normativos de la ciencia política dejan hueco a
la actuación humana. Se basan en la teoría de que la gente cons
truye su propia historia y puede escoger su futuro, al menos
dentro de ciertos límites susceptibles de ser analizados.
En las páginas siguientes esbozo varios modos de pensamien
to posibles sobre la seguridad que proceden de visiones políticas
del futuro opuestas, con arreglo a distintas percepciones del ca
rácter de la violencia contemporánea. Una de dichas visiones es
una restauración del orden mundial a partir de la reconstrucción
de cierto sistema de bloques en el que las divisiones basadas en la
identidad sustituyan a las divisiones basadas en la ideología. Esta
perspectiva se basa en hipótesis realistas sobre las relaciones in
ternacionales, en las que los principales actores son autoridades
políticas vinculadas a un territorio y las nuevas guerras se consi
deran una variante de las viejas» es decir» conflictos geopolíticos.
El ejemplo más conocido de este tipo es la obra de Samuel Hun-
tington El choque de civilizaciones, en la que propone una variante
del sistema de bloques basada en la identidad cultural, en vez de
la ideología.2 Una segunda visión se puede calificar de neomedie-
valismo3 o anarquía, y parte de un rechazo posmodemo al rea
lismo.4 Los defensores de esta corriente de pensamiento recono
cen que las nuevas guerras no se pueden concebir en términos
tradicionales, pero, al mismo tiempo, son incapaces de identificar
ninguna lógica en las nuevas guerras. Las ven como una guerra
«de todos contra todos» al estilo de Hobbes/ Esia visión es esen
cialmente una defensa de la desesperación, un reconocimiento de
nuestra incapacidad de analizar los acontecimientos mundiales.
Por último, hay una tercera visión que se basa en un enfoque más
normativo y que parte del argumento sobre el cosmopolitismo
presentado en el capítulo anterior.
En este mapa, las reglas por las que se han guiado los diplo
máticos y otras elites políticas para ordenar el mundo durante
los últimos siglos tendrán cada vez menos validez. Las solucio
nes, en general, tendrán que surgir de las propias culturas afec
tadas.13
El argumento de Kaplan es fundamentalmente determinista.
Aunque tiene razón al desechar las soluciones geopolíticas co
mo la de Huntington, basadas en las hipótesis estatalistas del
pasado, a la hora de la verdad comparte la idea de H untington
de que las perspectivas de la gobem anza dependen de unas teo
rías esencialistas sobre la cultura. Dado que observa cómo caen
unos Estados y como no puede prever formas alternativas de
autoridad a escala mundial, su panoram a no contiene seguridad
ni legitimidad, excepto en ciertos casos arbitrarios. Como H un
tington, Kaplan se lamenta de que haya terminado la guerra fría
y sugiere que, en el futuro, quizá la consideremos un interludio
entre la violencia y el caos, como la Edad de Oro de la demo
cracia de Atenas.
Concluye su libro reconociendo abiertamente su impotencia:
«Traicionaría mi experiencia si pensara que tenemos una solu
ción general para estos problemas. No tenemos el control. A me
dida que las sociedades se hacen cada vez más populosas y
complejas, la idea de que una clase dirigente mundial, como la
ONU, pueda dirigir la realidad desde arriba, es tan absurda co
mo la de que la “ciencia” política pueda reducir todo esto a una
ciencia».14
Gobernanza cosmopolita
En contraste con los puntos de vista anteriores, el proyecto
de gobernanza cosmopolita, o gobernanza humana, como lo lla
ma Richard Falk,15 se separa de la hipótesis de unas entidades
políticas en función del territorio. Es un proyecto que deriva de
una concepción universalista y hum anista y que pasa por en
cima de la división entre mundial y local. Se basa, como vimos
en el capítulo anterior, en una alianza entre las islas de civismo,
mencionadas por Kaplan, y las instituciones transnacionales.
No existen fronteras en sentido territorial. Pero sí existen fron
teras políticas entre quienes apoyan los valores cívicos cosmo
politas, defienden la apertura, la tolerancia y la participación, y
quienes están ligados a posturas políticas particularistas, exclu
sivistas y a menudo colectivistas. En el siglo xix, las grandes di
visiones del mundo eran nacionales, vinculadas a una definición
territorial de nación. En el siglo xx fueron sustituidas por divi
siones ideológicas entre izquierda y derecha o entre democracia
o capitalismo y socialismo, que también estaban asociadas a
unos u otros territorios. La separación entre cosmopolitismo y
particularismos no puede definirse con criterios territoriales,
aunque cada particularismo concreto reivindica un territorio
determinado.
No es un proyecto de gobierno mundial único. La noción
kantiana de derecho cosmopolita se basaba en el supuesto de
una federación de Estados soberanos; el derecho cosmopo
lita era fundam entalm ente una serie de norm as aceptadas por
todos los miembros de la federación. Lo que se propone aho
ra, en realidad, es una especie de «supervisión mundial». Es
posible prever una serie de entidades políticas de carácter te
rritorial, desde municipios hasta organizaciones continentales,
pasando por los Estados-nación, que actúen con arreglo a
unas norm as generales, unas pautas de com portam iento inter
nacional. La tarea de las instituciones internacionales consiste
en garantizar el cumplimiento de dichas normas, sobre todo
en lo que respecta a los derechos hum anos y las leyes hum ani
tarias. Igual que se acepta, cada vez más, que los gobiernos
puedan intervenir en asuntos familiares para detener la violen
cia doméstica, éste sería un principio sim ilar aplicado a escala
mundial.
En ciertos aspectos, ya existe un régimen cosmopolita.16 Las
ONG transnacionales vigilan y llaman la atención de la opinión
pública sobre las violaciones de los derechos humanos, el geno
cidio y otros crímenes de guerra, y las instituciones internacio
nales reaccionan de distintas maneras. Lo que ha faltado hasta
ahora ha sido la capacidad de hacer respetar las normas. Lo
que se sugiere aquí es que una fuerza encargada de hacer res
petar las leyes cosmopolitas, del tipo que se describía en el ca
pítulo anterior, serviría para reforzar ese régimen cosmopolita.
Llenaría el vacío de seguridad y aum entaría la legitimidad de
las instituciones internacionales, con lo que les perm itiría obte
ner el apoyo de la población y actuar en otros terrenos, como el
del medio ambiente o el de la pobreza. Por supuesto, las insti
tuciones internacionales tendrían que increm entar su responsa
bilidad y su transparencia y desarrollar procedimientos dem o
cráticos para autorizar el uso legitimo de la fiierza. Las posibles
repercusiones de este paso quedan fuera del alcance de este li
bro.17 Lo que nos interesa, más bien, es que, así como el desa
rrollo del Estado moderno incluyó un proceso simbiótico en el
que evolucionaron la guerra» las estructuras adm inistrativas y la
legitimidad, del mismo modo el desarrollo de la gobem anza
cosmopolita e incluso de la democracia se está produciendo ya
mediante un proceso semejante -aunque frágil, desde luego-
que incluye el aum ento de la responsabilidad adm inistrativa a
la hora de hacer respetar las normas cosmopolitas.
¿Qué repercusiones tiene este punto de vista para el debate
sobre la seguridad europea? Cualquier organización de seguri
dad debe ser incluyente» y no excluyente. Una organización
con límites da im plícitam ente más im portancia a la defensa
externa contra un enemigo com ún que al cum plim iento de las
leyes cosmopolitas. La ventaja de la OTAN era que se convirtió
en el instrum ento con el que se transnacionalizaron las fuer
zas militares; proporcionó una base para la pacificación trans
nacional. Éste es seguram ente el principal motivo por el que
una guerra entre Francia y Alemania es, en la actualidad, una
cosa impensable. El inconveniente era que m antenía viva la
perspectiva de una guerra entre bloques. La am pliación de la
OTAN que se ha propuesto incluye a Hungría, pero no a Ru
mania, a la República Checa, pero no a Eslovaquia, a Polonia,
pero no a la m ayor parte ele la antigua Unión Soviética. La de
fensa exterior de la OTAN no protegerá a sus miembros de la
extensión de nuevas guerras» pero sí tratará a los países ajenos
como enemigos potencíales, A los países más pobres y con ins
tituciones políticas menos estables, tal vez musulm anes u orto
doxos, se les deja al margen. Así es poco probable que surja
un nuevo orden de civilizaciones según el modelo de H unting
ton. Al contrario, la exclusión seguram ente contribuirá a las
condiciones que generan el nuevo tipo de guerra, con gran fa
cilidad para extenderse.
• .1 - n foque cosmopolita de la seguridad europea y mundial
intentaría reunir a países con posibilidades de ser enemigos y
extender lo más posible la transnacionalización de las fuerzas
armadas. Podría hacerse bajo los auspicios de la OTAN -inclui
da Rusia-, la OSCE o las Naciones Unidas. Lo importante no es
el nombre de la organización.» sino cómo se reelabore el concep
to de seguridad. Un punto de vista cosmopolita sobre la seguri
dad abarca los aspectos económicos y políticos, tal como vimos
en el capítul o 1 tarea de los agentes de la violencia legítima
organizada» bajo el patrocinio de las instituciones transnacio
nales, no consiste en la defensa externa -com o ocurría con los
modelos de seguridad por naciones o por bloques-, sino en ha
cer respetar las leyes cosmopolitas.
Conclusión
El cuadro 7.1 presenta una descripción esquemática de la
relación entre modelos de gobem anza y formas de seguridad, y
de qué forma varía esa relación según las diversas visiones que
he mencionado.
¿Cuál de los tres últimos panoram as -el choque de civiliza
ciones, la anarquía que viene y la gobernación cosmopolita- nos
reservará el futuro?
Modelos de Instituciones Origen de la Modelo
gobernanza políticas legitimidad de seguridad
Sistema Estados-nación Construcción Defensa externa,
de Estados nacional, pacificación
patriotismo interna
Guerra fría Naciones-estado, Ideología: Disuasión,
bloques, libertad cohesión
instituciones o socialismo de bloques
transnacionales
Choque de Naciones-estado, Identidad Defensa de la
civilizaciones bloques de cultural civilización
civilizaciones dentro y fuera
de las fronteras
«La anarquía Bolsas Inexistente Islas fortificadas
que viene» de autoridad de civismo en
medio de una
violencia
generalizada
Gobernación Instituciones Humanismo Fin de la guerra
cosmopolita transnacionales, moderna,
Estados-nación, cumplimiento de
gobiernos locales la ley cosmopolita
Un enfoque alternativo
Las «guerras espectáculo», como las «nuevas guerras», pre
suponen unas categorías exclusivistas de seres humanos. Las
vidas de los occidentales tienen preferencia sobre otras. Para
evitar las bajas de la OTAN se pusieron en peligro vidas de ci
viles, incluidas las de aquellos a quienes la operación debía
proteger.
Un enfoque cosmopolita de la crisis de Kósovo habría abor
dado directamente la protección de la gente. Habría habido una
intervención hum anitaria sobre el terreno, destinada a reducir
lo más posible todas las bajas, aunque ello significase arriesgar
las vidas de los soldados internacionales. La intervención hum a
nitaria se diferencia de los ataques aéreos y de las operaciones
terrestres de las «viejas guerras»; el objetivo es im pedir graves
violaciones de los derechos humanos, no derrotar a un enemigo.
La intervención hum anitaria es defensiva y, por definición, no
provoca una escalada. Su interés es el ser humano individual,
no otro Estado. La intervención hum anitaria, además, tiene que
incluir el respeto al imperio de la ley y el apoyo a la dem ocra
cia. En la práctica, es hacer respetar la ley cosmopolita y, por
tanto, es más una acción policial que una guerra.
La intervención que se realizó en Bosnia -la instauración de
zonas de seguridad y corredores hum anitarios- representa un
modelo, aunque sea endeble, de este tipo de operación. Una in
tervención así necesita apoyo aéreo, pero no una gran campaña
aérea de destrucción. Necesita también material pesado y po
tencia de fuego, que debe usarse de forma muy selectiva. Algu
nas fuerzas armadas europeas, sobre todo las de Gran Bretaña y
Dinamarca, han aprovechado las enseñanzas de Bosnia para en
trenar a sus tropas en este tipo de operación.
Si es posible, esa intervención tiene que partir del consenti
miento. Pero, en vez de unas negociaciones entre autoridades,
para hallar un compromiso político entre partes irreconcilia
bles, las negociaciones deben centrarse en la posición sobre el
terreno. El objetivo era establecer una presencia internacional
en Kósovo, no resolver el problema de la categoría del territo
rio. En lugar de respaldar las negociaciones con la amenaza de
ataques aéreos, deberían haberlo hecho con el despliegue de la
OTAN sobre el terreno, en la vecina Macedonia.
La intervención humanitaria, al proteger a la gente y hacer
respetar la ley, puede crear las condiciones necesarias para una
reacción política cosmopolita. El objetivo es establecer un en
torno seguro en el que la gente pueda actuar con libertad y sin
miedo, y en el que puedan fomentarse formas políticas inclu
yentes. Es preciso encontrar maneras de m arginar a los respon
sables de la limpieza étnica, no darles más im portancia al in
cluirles en las negociaciones. La acusación presentada contra
Milosevic y varios de sus conspiradores en la semana anterior al
final de los bombardeos fue un paso constructivo. También po
dían haberse aplicado sanciones concretas como la denegación
de visados o la congelación de cuentas bancarias. Una interven
ción así le habría hecho a Milosevic más difícil justificar su con
ducta dentro de Yugoslavia y habría generado mucho más
apoyo internacional.
¿Qué ocurrirá en el futuro? Depende de qué lecciones se ha
yan aprendido de las guerras de Kósovo. Los políticos tienen
tendencia a creerse sus propias «mentiras». A lo mejor, lo único
que les im porta es el éxito de los ataques aéreos desde el punto
de vista de la opinión pública de sus respectivos países. Si es
así, podemos estar seguros de que veremos más inversiones en
potencia aérea y más «guerras espectáculo». Podemos prever un
mundo en el que las «nuevas guerras» justifiquen las «guerras
espectáculo», y viceversa. Incluso es posible que la distinción
entre las «nuevas guerras» y las «guerras espectáculo» empiece
a difuminarse. Podemos im aginar que habrá más extensión de
las «nuevas guerras» y, de vez en cuando, una «guerra espec
táculo» que sirva para garantizar a la opinión pública que a los
políticos les preocupan las violaciones de los derechos hum anos
en otras partes del mundo y están dispuestos a actuar para im
pedirlas.
La otra lección posible es que la OTAN se redimió, en parte,
después de una derrota desastrosa la primera semana, en la que
se produjo precisamente lo que debían evitar, es decir, la lim
pieza étnica de Kósovo. Dada la poca disposición de los nortea
mericanos a enviar fuerzas terrestres, los europeos deberían es
tar mejor preparados para asum ir la carga principal de este tipo
de operación en el futuro. Además, la voluntad de em prender
una intervención hum anitaria debe formar parte de una estrate
gia más general de apoyo a los demócratas y estímulo del desa
rrollo económico productivo, con el fin de ofrecer una alterna
tiva a la red de políticos extremistas y criminales.
El Pacto de Estabilidad para los Balcanes y la propuesta de
un «Plan Marshall» son medidas loables en este sentido, sobre
todo desde la caída de Milosevic. Es especialmente im portante
fom entar todo tipo de intercam bios entre la gente, con el fin de
fortalecer y dar más poder a los «islotes de civismo» en la re
gión y abrir Serbia al diálogo y la cooperación.
Cuál de estas dos lecciones es la acertada es un asunto que
probablemente seguirá siendo objeto de debate. La prim era lec
ción es la que extraerán los .realistas, los que defienden un fu
turo como los que perfilan Samuel Huntington o Robert Ka
plan. La segunda lección la aprovecharán los cosmopolitas y
quienes todavía creen que es posible construir una serie de or
denaciones mundiales capaces de incorporar el control dem o
crático de la violencia.
Apéndices
Motas
1. In tro d u c c ió n
:r
serbia, croata» m u s u lm a n a , ju d ía , checa» e u ro p e a y am ericana. C re e
m o s q ue ex iste u n a c u ltu ra , no v a ria s q u e se desarrollan una al la d o
de o tra » . «The F o rc é o f Irreality», hCa Quarterly, 15, 16 ( in v ie r n o / p r i
m a v e ra d e 1996). E n el m is m o sentido» según un estudio s o c io ló g ic o
llev ad o a c a b o en >' r ,'rmanece vivo u n sentim iento de a u té n
tica u n id a d é tn ic a y caracterológica al la d o de toda la d ife r e n c ia c ió n
h is tó ric a y político-nacional», c ita d o en C ohén , Broken Bonds, págs.
19-20.
9. V éase Ernest G eilner, Naíions a n d N a t i o n a l i s m , Basil Blackwell,
O xford, 1983 (trad . cast.: Naciones y n a c i o n a l i s m o s , Alianza, M a d r id ,
2001).
10. V éase Ivan Vejvoda, «Y ugoslavia 1945-91 - from decentralisa-
tion without democracy to d isso latio n » , en D.A. Dyker e I. V ejvoda, Yu
g o s l a v i a a n d After. A Study in Fragmentation, Despair and Rebirth, Long-
15. V éase Milos Vasic, «The Y ugoslav Army a n d the post-Yu goslav
armies», en Dyker y Vejvoda, Yugoslavia and After.
16. Ríeff, Slaughter House, pág. 103.
17. «Invitar a la em ig ració n a re g re sa r a su patria para u n a gran
reunión era tan peligroso que in clu so gente que después estuvo en mi
d irec ció n a g u a rd ó al último m inuto p a ra ver si iban a de ten ern os o no.
Por eso fue un m o m e n to crucial en mi vida, en lo que respecta a la
toma de decisiones... Las g ran d e s h az añ a s in d iv id u ales y creativas, so
bre todo en el ámbito de la innovación social, e incluso en el terreno
m ilitar, su rg en en el filo de la n avaja e n tre lo posible y lo imposible.»
C itad o en L a u ra Silber y Alan Little, T h e D e a t h of Yugoslavia, Penguin
Books, L ondres, 1995, pág. 91.
18. Xavier Bougarel, «Etat et Communautarisme en Bosnie-Herze-
govina», tesis sin publicar; versión inglesa en Dyker y Vejvoda, Yugosla
via and After.
19. Entrevista privada con la autora.
20. Por ejemplo, uno de sus editoriales decía: «Instintivamente, a
todo musulmán le gustaría salvar a su vecino serbio y no lo contrario,
pero todo m usulm án debe designar a un serbio y hacer el juram en
to de matarlo». 1 de abril de 1993, citado en el Informe Mazowiecki
E/CN.4/1994/3, 5 de mayo de 1993.
21. Estoy en deuda con mi estudiante de doctorado Neven Andje-
lic, por su detallada información sobre el movimiento pacifista antes
de la guerra. La historia de la sociedad civil bosnia la relata en su tesis
del master, «The Rise and Fall of Civil Society in Bosnia-Herzegovina»,
Universidad de Sussex, Sussex, 1995.
22. Según uno de sus condiscípulos: «Mucha gente le dirá que la
guerra se veía venir, pero yo no la vi, y no creo que Suada (la estudiante
que murió) lo hiciera tampoco... Como alumna de medicina que iba a
term inar en mayo, Suada habría podido fácilmente quedarse fuera de la
manifestación aquel día. No era de Sarajevo. Ni siquiera era bosnia...
No era una multitud enfurecida... La gente que nos rodeaba, la mayoría
de ellos jóvenes, mostraban buen hum or y estaban deseosos de exponer
sus argumentos de forma pacífica. Yo estaba a unos cincuenta metros
del puente cuando sonaron unos cuantos disparos, tal vez cinco o seis.
Todos empezaron a correr. Cuando conseguimos protegemos detrás de
un edificio, me enfadé muchísimo. Nunca se me había ocurrido que al
guien fuera a abrir fuego sobre un grupo de manifestantes desarmados.
Aun así, por extraño que parezca, la guerra seguía sin parecer inevita
ble. Sólo unos días después, ya parecía no haber vuelta de hoja y empe
zamos a considerar a Suada como la primera víctima de la guerra de
Bosnia. Lo que había parecido un acto casual de violencia, una gran
tragedia personal, poco a poco se convirtió para nosotros en el primer
incidente de un dram a mucho más amplio: la peor guerra de Europa en
cincuenta años». Citado en Silber y Little, The Death o f Yugoslavia, págs.
251-252.
23. «Dans un ultime sursault, la société civíle bosniaque naissante a
tenté d evincer le communautarisme de la sphére politíque. Un moment
destabilisées, les parties nationalistes se vengent en faisant entrer la
guerre dans la vie quotidienne.» Bougarel, «Etat et Communautarisme».
24. Informe sobre la situación de los derechos humanos en el territorio
de la antigua Yugoslavia, Naciones Unidas, E/CN.4/1992/S-1/9, Nueva
York, 28 de agosto de 1992, párr. 17.
25. Instituto Internacional de Estocolmo de Estudios sobre la Paz,
SIPRI Yearbook 1992: World Armaments and Disarmament, OUP, Ox
ford, 1992.
26. Ibíd.
27. Se ha empleado a la misma compañía desde el Acuerdo de
Dayton para form ar al ejército de la Federación de Bosnia-Herzego-
vina. Véase David Shearer, «Prívate Armies and Military Intervention»,
Adelphi Paper 316, IISS, Londres, febrero de 1998.
28. Informe definitivo de la Comisión de Expertos.
29. Este punto pasó inadvertido, en general, a quienes defendían el
levantamiento del embargo de armas a Bosnia-Herzegovina como solu
ción de la guerra. Por, m ucha importancia simbólica que hubiera po
dido tener, habría tenido poca en la práctica, dado que el hecho de que
el ejército bosnio recibiera armas o no dependía de la actitud del go
bierno croata. Tal vez la consecuencia más positiva habría sido la posi
bilidad de sortear a los traficantes ilegales de armas en Zagreb.
30. Las informaciones de prensa, tanto en el lado croata como en
el serbio, se refieren a la cooperación entre el JNA y las fábricas croa
tas para producir tanques M-84. Asimismo se dijo que los tres bandos
de Bosnia-Herzegovina cooperaban en la fabricación de municiones
porque hasta la bala de rifle de 7,62 mm contenía elementos que se
producían en distintas partes. Véase Milán Nikolic, «The Burden of the
Military Heritage», ponencia sin publicar para WIDER, Helsinki, 1993.
31. Informe definitivo de la Comisión de Expertos, Anexo IV, «Lim
pieza étnica», párr. 238.
32. Su tesis doctoral, que terminó en 1976, trataba de las justifica
ciones marxistas de la guerra.
33. Informe definitivo de la Comisión de Expertos, Anexo IV, «Lim
pieza étnica», párr. 103.
34. Ibíd., Anexo III A, «Fuerzas especiales», párr. 68.
35. Véase Vasic, «The Yugoslav Army», pág. 129.
36. Silber y Little, The Death o f Yugoslavia, pág. 270.
37. Shems Hadj-Nassar, «Has Rape been Used as a Systematic
Weapon of War in the Conflict in the Former Yugoslavia?» Universidad
de Sussex, tesis del m aster sin publicar, 1995.
38. La limpieza étnica prosiguió en Banja Luka y Bijeljina y Janja
hasta el final de la guerra. ACNUR le informaba a un hombre que lle
gaba a Tuzla a finales de 1994: «No quedan niños, ni amigos, ni infor
maciones, ni vida, ni mezquitas ni cementerios.» ACNUR, Notas infor
mativas sobre la antigua Yugoslavia, 11/1994, Zagreb, noviembre de
1994.
39. Informe Mazowiecki E/CN.4/1994/3, 5 de mayo de 1993.
40. Informe d e f i n i t i v o de la Comisión de Expertos, A no o III a
«Fuerzas especiales», párr. 70.
41. At D retelj, «Las víctimas aseguraron que las habían sometido a
torturas sexuales, las habían golpeado con palos y cachiporras, que
mado con cigarrillos y velas y obligado a beber orina y comer hierba.
Una víctima contó que la encerraron en una habitación durante diez
días, junto a otras tres mujeres profesionales, y en ese tiempo las viola
ron repetidas veces». Ibíd., párr. 67
42. Vasic, «The Yugoslav Army», pág. 134.
43. Informe definitivo de la Comisión de Expertos,Anexo III, párr.
239. Es interesante que, durante la guerra de Croacia, un m em orán
dum interno del JNA afirmaba que Arkan y Seselj eran peligrosos para
la «moral militar» y que su «motivación primordial no era luchar con
tra el enemigo sino robar la propiedad privada y tratar de forma inhu
m ana a los ciudadanos croatas», ibíd., párr. 100,
44. Xavier Bougarel, L’A natomie d ’un conflit, Édition Découverts,
París, 1995.
45. Informe definitivo de la Comisión de Expertos, Anexo III, párr.
102 .
ciembre de 1994, D P I/! 306/Rev. 4, N ueva York, marzo de 1995, pág. 104.
54. La RCS 836 a m p lia b a el mandato de UNPROFOR de proteger
las zonas de se g u rid a d « para d e te n e r los a taq u e s co n tra las zonas de se
g u rid ad ... fo m e n ta r la re tira d a de las u n id a d e s m ilita re s y paramilitares
que no sean del G o bierno de la R ep ú b lica de Bosnia y Herzegovina y
o c u p a r varios p u n to s clave del te rrito rio » . Autorizaba a UNPROFOR a
« ac tu a r en d efen sa p ropia, to m a r to d a s las medidas necesarias, in c lu id o
el u so de la fuerza, com o réplica a los bombardeos co n tra las zonas de
se g u rid a d p o r p a rte de c u a lq u ie ra de los bandos, o a la incursión ar
mada en ellas, o en el caso de obstrucción deliberada, en dichas áreas o
su e n to rn o , a la lib e rta d de m o v im ien to s de UNPROFOR o de los con
voyes h u m a n ita rio s protegidos». Y d ec id ía q u e «los E sta d o s miembros,
com o n ac io n e s o a través de o rg an iz ac io n es o acuerdos regionales [es
decir; la OTAN], p u ed e n tom ar, bajo la a u to rid a d del C onsejo de Seguri
d ad y so m e tié n d o se a u n a e stre ch a c o o rd in a c ió n con el S ecretario G e
neral y UNPROFOR, todas las m e d id as necesarias, incluso el uso de la
fuerza aérea, en las zonas de se g u rid a d de Bosnia y Herzegovina, y su
en to rn o , p a ra a p o y a r a UNPRO FO R.» Departamento de Información
Pública de la ONU, L a s Naciones Unidas y l a a n t i g u a Y u g o s l a v i a ,
DPI/1312/Rev. 2, Mueva York, 15 de m arzo de 1994, pág. 136.
55. É sta fue u n a p ro p u esta p re se n ta d a al comienzo de la guerra por
el m ovim iento pacifista en Bosnia. Se discu tió como una propuesta para
negociar; la id ea era que a Izetbegovic le habría satisfecho con se rva r la
in teg rid ad de B osnia y H erzegovina y q ue los serbios h u b ie ra n p re fe rid o
el aleja m ie n to del SDA del poder. La p ro p u e sta se examinó seriamente
en el oto ñ o de 1992, pero se rech azó p o rq u e habría resu ltad o d e m a
siado costosa, desde el p u n to de vísta m ilita r y desde el econ óm ico.
56. Sexto In fo rm e Mazowiecki, E/CN 4/1994/110, 21 de feb rero de
1994, párr. 347.
57. Citado en Rieff, Slaughter House, pág. 211.
58. Owen, A Balkan Odyssey, pág. 354. No fue así para varios hom
bres sobre el terreno con los que hablé.
59. Fuerzas Aliadas del Sur de Europa, Información Pública, Fact
Sheet: Operation Deliberate Forcé, Nápoles, 6 de noviembre de 1995.
60. Zdravko Grebo, «An appeal for realistic expectations», en hCa
Quarterly, 15, 16 (invierno/primavera de 1996).
Epílogo