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SOCIOLOGIA GENERAL Y DEL DERECHO- COM.

42 2020

ANTHONY GIDDENS.

Introducción y referencias biográficas.

Nació en Londres, Inglaterra en 1938. Formado en la Universidad de Hull, concluyó estudios de


maestría en el prestigioso London School of Economics para doctorarse en la Universidad de
Cambridge, donde contribuyó a formar el Comité de Ciencias Políticas y Sociales. En el London
School of Economics ejerció el cargo de director y miembro del Consejo Académico.

Inspirado por sus ideas sobre la “Tercera Vía” fue convocado por el Primer Ministro Tony Blair para
ejercer como su asesor en materia de políticas públicas, área en la que se desempeñó a nivel
académico.

A la fecha se encuentra en actividad, ejerciendo cargos docentes y académicos.

Obras.

Entre sus obras más importantes, y sin que agote su producción, se destacan:

 “El capitalismo y la teoría social moderna. Un análisis de los escritos de Marx, Durkheim y
Max Weber” (1971).
 “Las estructuras de clases en las sociedades avanzadas” (1973).
 “Las nuevas reglas del método sociológico” (1973).
 “Problemas centrales en teoría social” (1981).
 “La constitución de la sociedad: bases para la teoría de la estructuración” (1984).
 “Consecuencias de la modernidad” (1990).
 “Más allá de la izquierda y la derecha: reflexiones sobre el pensamiento social clásico y
contemporáneo” (1997).
 “La tercera vía: la renovación de la social democracia” (1998).
 “Un mundo desbocado: los efectos de la globalización en nuestras vidas” (1999).
 “La política del cambio climático” (2010).

Una aproximación a su visión de lo social.

Como todo estudioso de lo social de la última parte del siglo XX, Giddens no concentró sus esfuerzos
originarios en un trabajo propio, el que llegaría en una segunda etapa, sino que al comienzo pretendió
efectuar algunas relecturas relativas a la sociología clásica, conforme puede apreciarse en los primeros
libros consignados previamente. Este recorrido permite apreciar la relevancia que aún detentan los
“padres fundadores” de la disciplina y el impacto que, sobre los pensadores contemporáneas, pero

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también la relevancia que tiene su formación en otras áreas del pensamiento social y cómo dicha
formación deviene luego hacia áreas de la ciencia política o de las políticas públicas.

Es por ello que, en una segunda etapa, y en línea con muchos autores de su generación, toma
relevancia la importancia de la modernidad en los análisis. Eso sin dejar de mencionar la post
modernidad, si es que la misma puede decirse que existe. Si resaltamos esta particularidad es porque
también la crítica de la modernidad, o incluso de su concepto en otros autores, ha llevado a una crítica
metodológica, que importa en muchos casos poner en crisis dicotomías asociadas a naturaleza –
cultura; micro – macro; etc.

Sin perjuicio de lo expuesto, se ha resaltado que sus trabajos sobre la estructuración son un paso
previo a lo que hemos consignado como segunda etapa en el párrafo anterior. Pasamos a ella.

Estructuración.

Esta teoría ha sido principal en sus desarrollos teóricos y asimilada luego por otros autores. Va a
mencionar que la misma es dual, pues la estructuración se produce por los hombres que al estructurar
la sociedad también dejan que ésta estructure a los hombres en un proceso de feedback permanente.

No debemos olvidar que Giddens se forma en pleno auge del estructuralismo, donde el pensamiento de
Saussere, Levi – Strauss y Derrida tienen profundo auge. Es quizá por ello también que esta
consolidación tan francesa de su pensamiento haya hecho que sus textos tuvieran más repercusión
fuera de Inglaterra que dentro.

¿Qué es para Giddens la estructura? Podríamos decir que es aquello que modela la vida social, pero no
la forma misma, algo que lo separa del pensamiento de Durkheim, en donde el hecho social es lo que
le brinda información al sujeto para que actúe de algún modo específico. Esto no significa decir que no
tenga sentido en el condicionamiento para la acción, lo que va a criticar es que el peso que los
sociólogos antes que él le atribuyeron fue demasiado y propugna por un balance que quizá se corra
más del lado del sujeto.

Esta caracterización le permite definir el sistema social, y lo hará estableciendo que el mismo es el
conjunto de las relaciones que se reproducen entre actores y colectividades organizadas establecidas
como prácticas sociales regulares. Ponemos el acento en que este autor no refiere a la acción, sino a la
relación.

Es por ello que en su concepto refiere a “estructuración” es decir, los sistemas sociales no son una
estructura, sino que se estructuran. Es esta otra categoría que debe tenerse en cuenta, pues aquí nos
alejamos de las corrientes ligadas a un tiempo y espacio determinado para acercarnos a algo que las

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personas (actores o agentes) van moldeando a su modo con el correr de sus acciones; es decir, el
vínculo interpersonal, digamos “cara a cara” cumple un papel relevante en el proceso.

Pero ahora debemos preguntarnos, ¿qué estructuramos? Lo que estructuramos cuando estructuramos
son las instituciones sociales. Es decir, nuestro hacer cotidiano se sedimenta sobre los procesos de
construcción de instituciones más firmes, pues hacen que progresiva, paulatina e imperceptiblemente
no notemos cómo se van modificando aquellas. Esta es una diferencia notoria con el pensamiento
estructuralista en su forma más pura, pues dota al actor de un rol que no tiene en esa forma de
interpretar lo social y humano, algo que en el estructuralismo no existe y que se sostiene
particularmente en el propio análisis de las estructuras sociales y de reproducción. Es por ello que debe
recurrir a una caracterización que importa un concepto luego apropiado por otras corrientes, el de
“agencia” comprendiéndola como la forma que el sujeto tiene de tener repercusión en ese esquema de
implicación en la estructura. Debemos sí tener en claro que este proceso dual puede a los efectos
analíticos plantearse de un modo separado, pero en la realidad se dan en forma conjunta e indisociable.

Es así que “actor” y “agente” no son lo mismo. Se es “agente” en tanto se pueden introducir cambios
en el mundo social. Con esto no debemos pensar que el agente, por su parte tiene una influencia plena
y absoluta sobre la estructura, sino que el hacer es un hacer con intención de cambio. Esto refiere a dos
destacadas cualidades del actor, por un lado, la racionalización, es decir, un proceder objetivamente
orientado; y por otro lado, la reflexividad, orientada por las motivaciones que las personas son
impulsadas a actuar. Es decir, actuamos de un modo porque tenemos objetivos y motivaciones, siendo
que estas últimas pueden sernos inconscientes, pero que le dan a la misma un norte (un plan de
actuación). En los términos de la conciencia va a hablar de dos tipos: 1.- conciencia discursiva que es
cuando podemos hacer cosas con palabras; 2.- conciencia práctica que refiere a lo que las personas
hacen; no es fácil advertir que a esta segunda conciencia Giddens le otorga más relevancia.

Esta circunstancia ha sido motivo de crítica para sus escritos, pues se ha referido que el peso que el
autor atribuye a los agentes / actores es excesivo para la producción de cambios.

El rol del poder.

Es por ello que el poder asume un papel destacado para todo el pensamiento social según nuestro
autor, inescindible de toda interpretación de la realidad social. El poder ocupa un rol de mediación
institucional a través de reglas. Por medio de ellas, y en lo cotidiano, el Estado genera un proceso de
vigilancia, de inmiscuirse en la vida de los sujetos por razones diversas. Esto ha dado lugar a lo que se
conoce como la “sociedad del miedo”, un concepto propio de la modernidad para este autor y que en
puridad fue desarrollado mucho más detalladamente por Beck.

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El poder, por lo tanto, puede implicar su concentración cada vez en menos manos y tener como
consecuencia que se imponga un orden mundial por el cual los pequeños pueblos con identidades
particulares sean absorbidos por sistemas más amplios y de mayores dimensiones.

La Modernidad por tanto tiene un rol de sometimiento sobre la identidad, que requiere de la previsión
para poder ser sobrellevada y evitar la uniformidad de las identidades. Debe requerirse en ese orden de
cosas que lo local consignado en la identidad, y lo global consignado los procesos de universalización,
encuentren una manera de “interactuar”.

Modernidad.

Ahora bien, hemos mencionado en reiteradas oportunidades la modernidad, pero qué es para este
autor. La va a definir como la interacción de cuatro instituciones básicas, que son:

1.- Capitalismo: referido a la producción de mercancías, propiedad privada del capital, trabajo
asalariado y sistema de clases.

2.- Industrialismo: si el capitalismo se ocupa de la producción de bienes, en este momento analizamos


cómo lo producimos, a través de maquinaria que se nutre de fuentes de energía inanimada.

3.- Vigilancia: a lo que antes referimos como la capacidad de controlar políticamente a las sociedades.

4.- Poder militar o control de los medios de violencia.

En este marco hay una dicotomía sobre la que no podemos dejar de hacer referencia. Nótese que
Giddens va a distinguir entre los estados, particularmente nacionales, y las sociedades que vendrían a
ser sus súbditas, pues el fenómeno de la modernidad no es ésta sin más, sino una etapa de la
modernidad que se considera tardía o de fase avanzada.

¿Cómo vincular la estructuración con su visión de la modernidad?

Tres conceptos estructuran la modernidad en la versión que Giddens brinda de la misma. La primera
de ellas es el distanciamiento, este es un fenómeno de la relación espacio temporal. Si en los tiempos
previos a la modernidad los mismos estaban cercanos o tenían una relación estricta, un tiempo para un
lugar y viceversa, en los tiempos de la modernidad que venimos analizando esta relación está, por
decirlo de algún modo figurativo, desfasada, y el tiempo y el espacio puede moverse a tiempos
diferentes. Los tiempos de evolución de un determinado espacio no son iguales ni igualmente
progresivos, como si de algún modo los momentos que estructuran determinados lugares fueren a
tempos diferentes.

La segunda es el desanclaje, el efectivo despegarse de las relaciones locales para pasar a ese espacio
tiempo indefinido. Establece dos sistemas por los cuales el mismo se lleva a cabo, como parte de
sistemas abstractos. Uno se refiere a instancias simbólicas como el dinero, pues aún sin importar la
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distancia física que nos separe, el dinero puede brindarnos un “lenguaje” común para establecer un
vínculo en este caso económico. El otro son los sistemas expertos, referidos a aquellos que a través de
sus conocimientos tanto personales (como los profesionales) como los objetos que los representan
(elementos técnicos como por ejemplo los vehículos) pueden determinar espacios muy amplios en
virtud de necesidades o requerimientos técnicos similares.

Finalmente, la reflexividad, que hace a que nos pasemos nuestro tiempo reflexionando, incluso sobre
la propia reflexividad. Esta paradoja, y permanente repasar de nuestras certezas hace que las mismas
sean incertezas y se transformen en inseguridades. Sobre esta cuestión nos hemos explayado más
arriba.

Su relación con la sociología del Derecho.

La burocracia y el rol de las normas.

En este caso no debemos olvidar aquello que nos planteamos con la última pregunta analizada
previamente. Si el tiempo y el espacio no van a un mismo ritmo se puede percibir claramente en esta
instancia que la burocracia ya no regula las formas de un espacio reducido o limitado, de un lugar
determinado, sino que viene a integrar lugares distintos y marcos espaciales distintos, lo local y lo
global, por ejemplo. En ese esquema las reglas (normas) operan como conjunción de dos
determinaciones espaciales distintas, lo local y lo global que no avanzan a un mismo tiempo.

Pero aún más, las inseguridades y las identidades son puestas en juego por el sistema de la
modernidad. Ello ha llevado a la necesidad de buscar alternativas normativas y estructurales que las
restituyan, que se sostengan en esquemas administrativos (legales) y burocráticos que tiendan a buscar
“utopías realistas”.

Recordemos que en sus obras hicimos mención a su texto relativo a la superación entre “la derecha” y
“la izquierda” como dos patrones que traen un movimiento pendular, sostenido en los momentos de
estructuración hacia uno u otro lado y que debe buscarse un proceso de unificación sostenido en la
tercera vía, relativa a un esquema socialdemócrata. En base a dicha visión, la postmodernidad apuntará
a una construcción democrática participativa donde se llegará a un tiempo dominado por un
humanismo que no reniegue de las máquinas pero que si tienda a la desmilitarización y la tendencia a
equidades económicas. Tan es así su aspiración que incluso ha extendido esta aspiración a promover
un nuevo rol de la intimidad, comprendida como un espacio de democracia entre los sexos y sobre
todo en lo que hace al vínculo del sujeto con su propio yo y con el de los otros, a punto de llegar a
mencionar la idea de la democracia emocional. En este sentido no refiere al pluralismo sexual, en
cuanto a la contemplación de sexos distintos, sino que pregona por una nueva forma de la ética y la
moral.

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