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Louis Pasteur, padre de la microbiología, y católico

De estudiante pobre, se convirtió en un científico innovador manteniendo su fe

Si esta mañana para el desayuno bebiste un buen vaso de leche pasteurizada, da las
gracias a Louis Pasteur por no haber muerto de tuberculosis difteria o cualquier otra
enfermedad.
Louis Jean Pasteur nació en el este de Francia, tercer hijo de un pobre curtidor,
Jean-Joseph Pasteur, y de su mujer Jeanne-Etiennette Roqui. Venía de una familia
campesina y era un estudiante normal, que prefería la pesca y hacer garabatos al
estudio.
Pasteur desarrolló sin embargo un interés por la ciencia, y tras licenciarse en
Filosofía y Ciencias – aunque suspendió un primer examen de ciencias y tuvo bajos
resultados en química – se trasladó a París para dedicar su vida a las disciplinas
científicas, con el apoyo financiero de su padre.
El descubrimiento principal de Pasteur fue la asimetría en las sustancias orgánicas
(ahora conocida como quiralidad molecular). Escribió a sus hermanas: “En el caso de
que vacilen por el camino, una mano estará allí para sostenerlas. Si no fuera
suficiente, Dios proveerá”.
Seis años después, tras haber obtenido dos cátedras universitarias en Física, Pasteur
fue nombrado profesor de Química en la Universidad de Estrasburgo. Allí conoció y
se enamoró de Marie Laurent, la hija del rector. Se casaron en mayo del año
siguiente – a los 26 y 23 años respectivamente –, y Marie se convirtió en su
indispensable asistente científica. Los Pasteur tuvieron cinco hijos, pero solo dos de
ellos llegaron a la edad adulta. Su hijo Jean-Baptista combatió en la guerra franco-
prusiana.
En 1854, Pasteur fue nombrado decano de Ciencias en la Universidad de Lille. Dos
años después, un productor de vinos locales, padre de uno de los estudiantes de
Pasteur, pidió su consejo sobre la fermentación. Pasteur comenzó a realizar
investigaciones sobre el proceso de fermentación, y probó que no estaba provocado
por la descomposición, sino por la fermentación, y esto pasó a ser conocido como
«efecto Pasteur”.
Pasteur se dio cuenta de que el crecimiento de microorganismos estropeaba
bebidas como la leche, la cerveza y el vino, y elaboró el proceso de calentar los
líquidos para matar las bacterias latentes en ellos, proceso que recibió el nombre de
pasteurización.

Pasteur bromeaba diciendo: “En el campo de la observación, la fortuna favorece


sólo a los espíritus preparados”. Sus experimentos llevaron a la aceptación de la
teoría de los gérmenes, anteriormente postulada sin éxito por Ignaz Semmelweis.
Otra gran contribución de Pasteur fue la confutación de la teoría de la generación
espontánea, es decir, el hecho de que la vida pudiera ser producida por la no vida
(como los gusanos que aparecen en los cadáveres). Esta teoría, llamada también
abiogénesis, fue usada por Charles Darwin para proponer que las primeras formas
de vida surgían de un pequeño estanque con un mix de sustancias.
Tras haber tratado el cólera aviar, Pasteur creó también las vacunas contra el ántrax
y la rabia, poniendo las bases intelectuales de la inmunología. En 1887 fundó en
París el Instituto Pasteur, que aún hoy lleva adelante una obra importante contra
las enfermedades infecciosas. Entre otras contribuciones, el Instituto fue el
primero en aislar el virus del Sida.
Pasteur escribió: “Feliz el hombre que lleva dentro de sí una divinidad, un ideal de
belleza, y los obedece; un ideal de arte, un ideal de ciencia, un ideal de País, un ideal
de las virtudes evangélicas”. Estas palabras se grabaron en su tumba en el Instituto
Pasteur, donde su cuerpo fue depositado tras haber sido sepultado inicialmente en
la catedral de Notre Dame, tras un funeral de Estado.
Pasteur sufrió un ictus y murió mientras apretaba su rosario, mientras le leían la vida
de San Vicente de Paúl, porque esperaba que su obra, como la del santo, salvaría a
los niños que sufrían. Tenemos una deuda inmensa con Pasteur. Recemos por su
alma y por la de sus familiares.
La lección de humildad y de fe de Pasteur
Una anécdota brillante que muestra el modo de ser del que se convirtió en uno de
los Grandes de la Historia

En el año 1892, un anciano de barba blanca y un joven universitario coincidieron en


el mismo vagón de tren en Europa. El anciano leía pausadamente un libro. El joven
también: estudiaba un voluminoso ejemplar de Ciencias. En un determinado
momento, el joven se percató de que el libro que leía su acompañante era la Biblia y
le preguntó: - ¿Usted todavía cree en ese libro lleno de fábulas y de cuentos?
El anciano le respondió: -Sí, por supuesto, pero este no es un libro lleno de fábulas
ni de cuentos. Es la Palabra de Dios. ¿Cree usted que estoy equivocado?
-Claro que está equivocado, respondió el chico. Usted, señor, debería dedicarse a
estudiar Ciencias e Historia Universal. Vería cómo la Revolución Francesa, ocurrida
hace más de 100 años, mostró la miopía, la estupidez y las mentiras de la religión.
Y agregó el joven: -Solo personas sin cultura o fanáticas todavía creen en esas
tonterías. Usted, señor, debería conocer un poco más lo que dicen los científicos de
esas cosas. El anciano le dijo entonces: -Dígame, joven, ¿es eso lo que nuestros
científicos dicen sobre la Biblia? -Mire, dijo el joven, como me voy a bajar en la
próxima estación, no tengo tiempo de explicarle, pero déjeme su tarjeta con su
dirección para que le pueda enviar algún material científico por correo. Así se
ilustra un poco sobre los temas que realmente importan al mundo. El hombre
anciano sacó una tarjeta de visita de su bolsillo y se la dio al joven. El joven quedó
estupefacto al leer en la tarjeta quién era aquel anciano. El texto impreso no
engañaba: Profesor Louis Pasteur
Director general Instituto Nacional Investigaciones Científicas
Universidad Nacional de Francia
Pasteur (1822-1895) ha pasado a la Historia por su contribución científica, sin que
esta fuera nunca un obstáculo para su fe católica. Está considerado el padre de la
microbiología.
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Este hecho, que data de 1892, se recoge en la autobiografía del Dr. Louis Pasteur,
quien afirmaba que "un poco de ciencia nos aparta de Dios. Mucha, nos aproxima a
Él". Se podría afirmar que nuestro protagonista hizo suyo aquel refrán que reza: "El
mayor placer de una persona inteligente es aparentar ser idiota delante de un idiota
que aparenta ser inteligente". Es quizás la mejor definición aplicable a más de un
profesor o "intelectualoide" de tres al pelo, que adoctrina las conciencias de
infantes y jóvenes con una patulea de opiniones, que adolecen de ciencia y están
sobradas de ideología anticlerical.

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