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BIOGRAFIA DE ISSAC LINDLEY

Fue hijo de don José Robinson Lindley y de doña Martha Stoppanie, realizó estudios en el
Colegio de la Srta. Cook y en el Lima High School. A los ochos años empezó a trabajar en
la fábrica de bebidas gasificadas que su padre, fundada en 1910; primero como lavador de
botellas, luego en la sala de jarabeado, y tiempo después en 1925 compró un pequeño
auto Ford que su padre había adquirido para reemplazar las antiguas carretas haladas por
caballos utilizadas para la repartición de gaseosas.

Debido a la importación de máquinas semiautomáticas, la empresa inició su expansión a


escala regional, llegando hasta Huarochirí, Canta, Huarmey y Lurín. Fue, además uno de
los fundadores de Panamericana Televisión y uno promotores de la fundación de
la Universidad de Lima.
En 1928, el pequeño negocio familiar se transformó en sociedad anónima, adquiriendo el
nombre de "Fábrica de Aguas Gaseosas Santa Rosa", de J.R Lindley e Hijos S.A.

Tras la muerte del patriarca en 1932, y de sus hermanos José en 1936, Antonio en 1937,
Alfredo en 1939 y Nicolás en 1945, Isaac asumió el cargo de gerente general de la empresa,
que conservaría durante 44 años, en lo que logró establecer su producto, la famosa gaseosa
Inca Kola. Actualmente, su hijo, Johnny Lindley Taboada, es presidente de la Corporación
Lindley, y su nieto, Johnny Robinson Lindley, gerente general.

La historia de Inca Kola no puede ser contada sin la presencia de don Isaac
Lindley. Sin proponérselo el hijo menor del matrimonio Lindley-Stoppiane tuvo
que asumir la dirección de la compañía en 1945. Eran épocas difíciles, ya no
estaban sus hermanos mayores ni su padre José Robinson Lindley, el patriarca
del imperio Inca Kola. Con 41 años encima este hombre de pequeña estatura,
pero de gran corazón, tuvo que sacar adelante el negocio familiar.
Para entonces ya estaba en las mesas de los limeños la famosa bebida de sabor
nacional. Como se recuerda, después de varios intentos salió al mercado el 18
de enero de 1935, justo cuando Lima cumplía 400 años. Con don Isaac se
adquirió la primera máquina automática que embotellaba 36 unidades por
minuto, se cambió la botella con etiqueta por una propia con la marca en alto
relieve, y se acuñó esta frase publicitaria: “Inca Kola sólo hay una y no se
parece a ninguna”.

Con él se inició el proceso de expansión de la empresa a nivel nacional para


lograr posicionarse y competir fuertemente con Coca Cola, que ya había llegado
al Perú en 1936. Para conseguirlo estableció alianzas con: Casinelli en Trujillo-
Piura, Panizo en Ica, Siu en Cusco y Arequipa, Martorell en Tacna y Moquegua,
Higushi en la selva central.

Sin embargo, el reconocimiento más importante que se le atribuye a don Isaac


fue su desvelo por el capital humano de su empresa y el respeto al cliente. En
tiempos en que ello no importaba gran cosa al empresariado peruano. Él fue el
creador de la cultura organizacional del imperio Inca Kola. Una filosofía
orientada a la gente y que hasta el día de hoy perdura.
Los más fieles colaboradores de la compañía del Rímac, como Luis Paredes, lo
recuerdan perfectamente. “Hay hombres de auténtica personalidad, que con
profunda convicción y serenidad del deber que les imponen las circunstancias,
hacen frente a las dificultades por complejas e intempestivas que estas se
presenten. Ese fue el caso de don Isaac”, contó alguna vez.

Don Isaac era de aquellos hombres de negocios que no solo tenía ojos para la
empresa. Su mayor preocupación era el bienestar de todos sus colaboradores.
Cuentan que, si alguno estaba enfermo, él mismo recorría semanalmente los
hospitales para enterarse de su estado de salud y saber si le faltaba algo a él o
a su familia.
Cinco años antes de su partida, soltó una frase que confirmaba una vez más su
gran interés por sus colaboradores. “Me he preocupado siempre por el capital
humano. El hombre debe disfrutar, así lo entiendo yo, de los bienes que
requieren él y los suyos en un nivel de vida humana y civilizada, conseguidos
con esfuerzo y trabajo”. Señaló en aquella oportunidad.

Gracias a don Isaac se instauró entre los trabajadores el respeto por el cliente.
Él sembró la cultura del valor al servicio. Alguna vez su nieto Johnny Lindley
Suárez confesó: “Fue mi abuelo quien concibió y desarrolló lo que hoy es
nuestra cultura organizacional, que se basa en una preocupación genuina por
la gente”.

Precisamente por ser un modelo de gestión llamó la atención de los sectores


académicos. Fue en 1997 cuando la prestigiosa Universidad de Harvard
reconoció el éxito de la empresa y decidió incluirlo como materia de estudio
para los alumnos que cursaban el último año de la carrera de Administración de
negocios. El pecho de los orgullosos Lindley se hinchaba cada vez más.

El 18 de octubre de 1989, El Comercio informaba una pérdida lamentable,


había muerto don Issac Lindley a los 85 años. No solo se había ido uno de los
empresarios más exitosos del país, sino un gran ser humano que hasta el día de
hoy vive en el recuerdo de quienes lo conocieron y lo llamaron “míster”.

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