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Utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Tomo II
Utopías ajenas:
evolucionismo, indios
e indigenistas
Miguel Triana y el legado
de Darwin y Spencer en Colombia

Carl Henrik Langebaek Rueda


Natalia Robledo Escobar

Tomo II

Universidad de los Andes


Facultad de Ciencias Sociales
Departamento de Antropología
Contenido

Carpeta 1 · 1
Carpeta 2   ·  15
Carta · 21
Cuaderno 2 · 27
Cuaderno 3 · 49
Cuaderno 4 · 107
Cuaderno 5 · 189
Cuaderno 6 · 227
Tumbas Quimbayas · 423

v
Carpeta 1

Documento 1.

Introduccion
----
Como no sea mi intencion que los colombianos que los volúmenes de
mis documentos salgan del alcance limitado de los mios, no tengo empacho
de consignar en estas hojas blancas incidentes triviales que ora me complacen,
ora han influido en la conformación de mi individualidad.
Si algún curioso viere estos folios relativos á mi insignificante persona y
preguntare por qué existen y qué objeto tienen, le dire: el cariño de la vida los
ha formado y tienen por objeto darle cuerpo á la experiencia de un hombre,
experiencia cuyo conocimiento casi siempre es tardio y cuyas enseñanzas son
fugaces, Mi propósito hasta ahora es estimularme en la lucha de la existencia,
viendo lo que soy al presente para obligarme por la fuerza de los preceden-
tes. Tienen pues los infolios un motivo benefico y por lo tanto tienen dere-
cho á existir.
Pero pese a qué fin esta defensa? Porque los documentos autobiográficos se
creen y son en realidad ridículas protestas de amor propio.

Documento 2.

Miguel Triana
(Noticia biográfica)

En 1882 terminó [arriba escrito: estudios de] Ingeniero civil [de, tachado] en
la Universidad nacional de la República de Colombia. En 1882 Colaboró en la
construccion del primer puente de hierro que se levantó en aquella República

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2 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

[(año de 1882), tachado], sobre el rio Chicamocha. [arriba escrito: En 1883] Trazó y
construyó la primera region de carretera que se hizo entre las ciudades de Tunja
y Bogotá, llamada despues gran Carretera central del norte. [arriba escrito: En
1884] Hizo parte del primer cuerpo de ingenieros que construyó el ferrocarril de
Santander (Puerto Wilches). En 1886, bajo la dirección del Sr. González Vásquez,
primer constructor de ferrocarriles en Colombia, fue Ingeniero del Ferrocarril
de Cúcuta. En 1887 fundó la Sociedad Colombiana de Ingenieros. [En 1887,
tachado] estudió el acueducto de “Agua de Dios”. En 1888 estudió el desagüe
del lago de Tota. De 1889 a 1891 [acometió obras de, tachado] Hizo trabajos de
topografía en el Estado de Cundinamarca. En 1892 fue Ingeniero municipal de
Bogotá. De 1893 a 1899 fue Ingeniero instalador de maquinaria para beneficio
del café en Cundinamarca. Después de la guerra de los tres años que asoló el
pais, hizo una exploracion en la región del rio Putumayo y publicó en Paris su
libro “Por el Sur de Co/lombia”. En 1907[arriba escrito:-1909] publicó en Bogotá
la “Revista de Obras Publicas” y en 1810 [si] [la celebre Revis-, tachado] el célebre
“Volumen del Centenario” donde presentó [el, tachado] el estado de progreso
de Colombia, despues de cien años de independencia. En 1911 [y, tachado] -1913
hizo una interesante exploración en la llanura oriental del pais (Región del rio
Orinoco) y publicó en Bogotá su libro “Al Meta”. En 1914-1915 levantó el mapa
del rio Magdalena en asocio de su hijo el joven Ingeniero Jorge Triana. En 1916
presentó al Segundo Congreso científico Panamericano su estudio sobre “Me-
jora en la boca del Rio Magdalena”. En 191[7, tachado]6-1917 fue miembro del
Congreso de Colombia y [c, tachado]olaboró [por elaboró] allí [a la expedición
de, tachado] dos leyes importantes: la que manda estudiar el clima [del país,
tachado] y la que manda hacer el mapa geológico del pais.– La Sociedad ame-
ricana de Ingenieros Civiles (A.S of C.E), en sesión del dia 12 de sep. de 1916, le
confirió el honor de hacerlo Miembro de número. [Es, además, miembro de otras
sociedades científicas de España y América., tachado]

Documento 3.

Resumen.

El colegio de San José con magníficos profesores, alumnos inteligentes, buen


crédito entre los padres de familia, lujoso local y un sin igual caballero como
Director, era un malísimo colegio. Reinaba en él el crematismo: el prestigio del
dinero era respetado servilmente, las condiciones de posición social se tenian
en cuenta ántes que todo; un nacimiento ilustre era la primera recomendacion
para un alumno, siempre que á ese nacimiento se agregara una renta correspon-
diente. Esto relajó desde el principio la disciplina. No existian los estimulos de
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honor al talento y la buena conducta. Para contrarestar la mina del crematismo


era preciso establecer rigor en los castigos y se usaban castigos afrentosos, qe
quebrantan la dignidad y el carácter: la férula, en grandes dosis, era el castigo
ordinario y cotidiano; el calabazo, el cepo y la penitencia de rodillas eran tam-
bien comunes; la privación de alimentos y otras necesidades indispensables, a
pesar de sus consecuencias anti-higiénicas, se imponian tambien como castigo
general para el colegio con mucha frecuencia. Habia además otro motivo de
malos resultados para el desarrollo físico, intelectual y moral de los alumnos:
era que los estudios se hacian en un salón relativamente estrecho, sentados los
jóvenes á razón de cinco ó seis en cada banco. No se podía estudiar en alta voz
y la mayor parte del tiempo se consumía en conversar y jugar con disimulo.
De estos vicios adolecen los colegios privados; y los colegios conservadores,
especialmente, aunque sean públicos, sufren las nefandas consecuencias del
crematismo, de que están siempre saturados por consecuencia de las ideas aris-
tocráticas de este partido, bueno en cuanto á lo demas. /
Yo entré á este colegio de once años, poco mas y durante los primeros me-
ses me distinguí por los hábitos de estudio y buena conducta que adquirí en
la escuela pública de las Nieves, que dirijía admirablemente el señor D. Sisto
Guerrero. Sinembargo sufrí castigos que no habian tenido necesidad de im-
ponerme en la escuela y fuí tratado como los demas pobres. No se si esto ó el
contagio me trasformaron completamente: dejé de ser el estudiante modelo
por su buena conducta; contraje odio por mis superiores y solamente me asistía
para cumplir regularmente en las clases, la consideración de los gastos que mi
padre hacía para sostenerme en el colegio. Por desgracia esta consideración no
fué poderosa contra una serie de decepciones que sufrí. Cuando yo esperaba
una óptima, me encontraba con una mediana; cuando tenía ganado un premio,
veía con lágrimas en los ojos que mi premio se le adjudicaba al alumno mejor
vestido de la clase; cuando yo me convencí de que era imposible conquistar un
puesto en la Legión de Honor por medio de la aplicación y la buena conducta,
supliqué á mi padre que me volviera á la escuela, porque mi orgullo habia su-
frido mucho. Mi padre insistió en que yo continuara en ese colegio para que
contrajera desde joven buenas relaciones. Este era el objeto y perdí cuatro años
en contraer unas pocas amistades que de mucho perjuicio me hubieran servido
si las hubiera continuado fuera del colegio. Solamente conservé dos amigos, de
mi clase é inclinaciones, Nicolás Herrera, hijo del Dr. Pablo María Herrera, y
Alejandro Ramírez Arjona, hijo de Don Rafael Ramírez Castro. El primero fué
despues mi condicípulo en la Escuela de Ingenieros y continuó muy afectuoso
conmigo hasta que contrajo matrimonio, acto de que no me dio parte: á pesar
de esa distracción, le hice la visita de antiguo amigo y no correspondió á ella. El
segundo ha sido siempre fiel.
Durante los cuatro años de mi permanencia en el //
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Colegio de San José, cursé en Castellano, Aritmética, Geografía, Algebra,


Geometría, Trigonometría, Francés, Dibujo, Escritura y Religión católica. Casi
todos estos cursos tuve que repetirlos en el Colegio Mayor de Nuestra Señora
del Rosario. En lo único que tengo conciencia de haber aprovechado el dinero
que mi padre gastó en aquel colegio es en dibujo. Yo era el único alumno que
manifestaba grandes disposiciones para esta bella arte; sinembargo las malas se
me dicernian á palo de ciego y nunca obtuve un premio en dicha clase.
Muchas otras cosas que no quiero consignar aquí me acaban de inducir á
protestar rotundamente contra los colegios privados.
Esto es tratándose de varones, que si de mujeres se trata, advirtiendo que por
ser yo muy partidario de la justa y cabal educación de la mujer-protesto contra
toda clase de colegios. Por lo ménos en Bogotá no sé que se haya fundado todavía
un colegio apropiado para señoritas.–
----
No sé hasta qué punto haya influido en mi carácter mi permanencia durante
cuatro años en aquel establecimiento. Los castigos afrentosos relajan la energía
del alma y la falta de estímulos y recompensas justas originan á la larga cierto
egoismo que puede ser útil contra la malevolencia del prójimo pero que esteriliza
los germenes generosos del corazón, fuente de todas la frunsiones espirituales
de la vida.
Yo salí del colegio de San José en una edad muy oportuna para respirar aires
mas benéficos y esto me salvó. Los amplios claustros del Colegio del Rosario, la
severa arquitectura del edificio, la magestad magistral de las aulas, la benigni-
dad de los superiores, el anhelo por el estudio que manifestaban los alumnos,
hasta la galería de retratos de nuestros grandes hombres que se exhiben en el
Salón rectoral, me / medicinaron la parte moral y me hicieron entrar en una
adolecencia de grandes y severos anhelos. Estudié con alegre tesón y buen
provecho; volví á ser el estudiante pundoroso de la escuela de las Nieves y me
distinguí entre mis condicípulos, por el contraste que hacian mi edad con la
de ellos, mis vestidos mal trazados con mi porte altanero y mi asiduidad en el
estudio con el despejo de mi comprension. Todos mis compañeros de Algebra
eran mayores que yo y muchos usaban ya barba; sinembargo yo era el repeti-
dor oficioso de la clase: una hora antes de entrar el profesor, reunía yo á mis
compañeros en la pieza de matemáticas y les esplicaba la lección diaria. Aquí
principié yo á percibir las excelencias de la idea democrática: la predilección
que me dispensaban los superiores desde el señor Rector hasta el portero, á
pesar de la pobreza de mis vestidos y la desmaña de mis modales me halagaba
[n, tachado] tiernamen- [sic] y me estimulaba más que la férula de marras.
Hasta entonces yo le habia dado mucha importancia al traje y mi ambicion se
había cifrado en usar buenos vestidos y en habitar una casa lujosa; pero en el
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Rosario ya no me avergoncé de mi pantalón remendado ni de mi pobre casa


paterna. Al contrario, como yo oía pronunciar con beneración el humilde nom-
bre de mi padre por los respetabilísimos superiores del Colegio, tenia orgullo
en vivir en mi casa paterna. Por estos medios no dí lugar en todo el tiempo en
que fuí rosarista á una sola nota de mala conducta, ni á una mala de lección,
ni falté una sola vez á mis clases.
Aquí robustecí el deseo que me supo inducir mi primer maestro de estu-
diar matemáticas, y despues de concluir mis estudios de Cosmografía, Física
y Química, abandoné con inmenso pesar estos amados claustros, para entrar,
–despues de algunas habilitaciones, que equivalian al grado de Bachiller,– á la
Escuela de Ingenieros de la Universidad Nacional. /
Yo entré á la Escuela de Ingenieros á los 17 años de edad. Tenía entonces
un aspecto repulsivo: el cabello largo y muy crespo; una frente amplia y pálida
surcada por un pliegue horizontal en el centro; unos ojos muy brillantes, grices
y de expresión maliciosa y burlona; pómulos salientes; nariz aguda; boca muy
grande de labios gruesos, el inferior de los cuales un tanto saliente; mento [sic]
recto, y palidez enfermisa. Mi traje era ridículo. Mi conversación sardónica:
usaba de agudezas epigramáticas; jugaba con la caricatura burlesca y mi porte
era despreciativo. Todo esto me hacía antipatico y hasta temible, de tal manera
que á pesar de ser el Benjamín de la Escuela, ejercía cierto prestigio forzado y
violento entre mis condicípulos. Yo comprendía, como he comprendido siem-
pre, que no disponía del cariño de mis compañeros y procuraba contrarrestar
mis cualidades antipáticas con acciones generosas. No he dejado jamás de
imponerle subordinación á mis inclinaciones, lo que ha dado por resultado el
captarme á la larga cierta clase de estimación entre las personas que me tratan,
aunque con detrimento de las aristas correctas de mi carácter. Yo he compren-
dido desde jóven que es cosa muy útil, al propio tiempo que difícil, adquirir
buenas relaciones. La malísima impresión que causé el dia que me presenté
en los claustros de la Candelaria, me permitió mantenerme aislado durante
los primeros meses, y escojer á mi antojo mis amigos. Entre estos tuve el tino
de elejir á Luis María Lobo Guerrero, de caracter uraño y estricto. Este jóven
desempeñó en mis estudios secundarios una grande y benéfica influencia: con
él estudiaba yo las lecciones y discutía las cuestiones difíciles, sirviéndome su
talento despejado de gimnacio intelectual; él me prestaba sus libros, los que
por su elevado precio, yo no permití que me los comprara mi padre: en suma,
Guerrero con su ejemplo, consejos y liberalidades era en el colejio como mi
hermano mayor. /
En la Candelaria no tenian los alumnos ninguna sugeción: no había pasantes,
el Vicerector era nuestro amigo y compañero de tertulia y el Rector casi nun-
ca se presentaba en el edificio; toda nuestra obligación consistía en concurrir
á las clases y cumplir bien en nuestras lecciones. Como sucede siempre en las
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escuelas superiores, donde los alumnos movidos por su propio interés no nece-
sitan otros estímulos, el régimen liviano de la Candelaria no era un defecto y el
fin se conseguía sin mas diligencia superior.
En cuanto á la organización de los estudios, extensión de los programas,
método de enseñanza etc, á la verdad no me satisfacian. Se prestaba muy poca
atención á las enseñanzas prácticas, se estudiaban con poca detencion algunos
cursos muy importantes en la profesión de ingeniero, á causa de la aglome-
ración de materias contenidas en los programas, ocasionada dicha aglomera-
cion por el anhelo que manifestaba el plan de estudios de formar ingenieros
enciclopedistas; y por último los profesores empleaban con raras excepciones
el llamado método antiguo en la práctica de sus conferencias. La constante
observación de estas á mi parecer imperfecciones, me indujeron las minucio-
sas [observaciones, tachado] consideraciones que me complazco en consig-
nar en seguida.
En toda profesión se entiende por teoría el conjunto de principios abstractos
ó ciencias de que aquella se sirve; y por práctica, la aplicación de la teoría al ejer-
cicio de la misma profesión. Tanto aquella como ésta requieren estudio, es decir,
aprendisaje y por consiguiente método de enseñanza. Para ser teórico ó práctico
en una profesión no basta el aprendisaje en abstracto, se necesitan ademas ex-
pedición y destreza, lo que solo se adquiere en el ejercicio bajo la dirección del
maestro. El criterio práctico ó manera positivista de juzgar las cosas, confiere
mas importancia á la práctica, tal como queda definida, que á la teoría. Prác-
tica y teoría en conjunto inseparable, constituyen lo que se llama una profesión.
La primera por sí sola es un arte. //
La teoría propia de una profesión, circuscribiendo, es únicamente el conjunto
de cuestiones aplicables en el ejercicio de ella. El conocimiento claro y preciso
de estas cuestiones, adquirido por procedimientos sencillos y expeditos, es el
objeto de los estudios teóricos de una profesión. Todo aquello que no tenga
aplicación en el ejercicio de una profesión es ajeno á ella, y por tanto su estudio
desechable. El mismo criterio aconseja la adopción preferente del mas sencillo
procedimiento que conduzca al conocimiento claro y preciso de las cuestiones
indispensables. En resumen, la práctica rige la teoría; lo mas práctico y factible
en menos tiempo es lo mas aceptable.
El estudio de la teoría tiene dos objetos: el primero es el conocimiento de
la razón de las cosas; el segundo es la educación del raciocinio; el uno es esen-
cialmente teórico, el otro es materia de ejercicio: éste, pues, forma la mecánica
de la teoría, sin la cual se haría imposible la consecución del primer objeto.
La posesión de este segundo objeto constituye la expedición teórica.
Sin que se hayan caracterizado, hay sin disputa, dos escuelas antagonistas:
sostiene la una la erudición enciclopedista sin cuidarse de la parte práctica
y quiere la otra subordinar la teoría a los casos prácticos prestando atención
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preferente á la práctica. Se hacen notar como partidarios de la escuela teórica los


Profesores que se engolosinan en cuestiones inaplicables y que miran de reojo y
desatienden las que sus alumnos ván á utilizar al dia siguiente de su grado. Hasta
ahora ha gozado de privanza [?] esta escuela, y su predominio se palpa al notar
la imposibilidad opuesta siempre á la adopción de un plan de estudios práctico
y en armonía con nuestro adelanto y necesidades materiales.
El predominio inveterado de la escuela teó-/rica exclusivista ha fomenta-
do, entre muchos errores, dos ó tres grandes preocupaciones, á saber: 1a. la de
creer que son Ingenieros los eruditos en matemáticas por esta sola calidad; 2a.
la de mirar como campo vedado á la investigación y cultivo científico el de la
Industria nacional y 3a. la que hace de la Ingeniería el estudio mas difícil.
El modo de difundir esta última desgraciada preocupación es haciendo en rea-
lidad difíciles, estudios que no debian serlo. De dos maneras se hacen difíciles
las cuestiones exactas: adoptando por espíritu de erudición largos y complicados
procedimientos demostrativos, y ocultando la verdad bajo un lujoso atavío de
fórmulas y tecnicismos, que le infunden el carácter de misterio científico, lo que
predispone á la confusión.
En oposición de esta última preocupación se puede asentar sin temor, como
principio práctico de la vida, que la dificultad no está en las cosas sino en los
hombres. El mal conocimiento de las cosas, el uso de medios inadecuados, la
falta de recursos, de metodo, etc son los agentes poderosos de eso que se llama
dificultad. Una cosa puede ser mas amplia ó puede exijir mas atención que otra,
y, no obstante esto, para quien esté habituado á hacer la primera puede parecerle
difícil la segunda.
El objeto primordial de los estudios prácticos es precisamente hacer des-
aparecer la dificultad; es decir, es dar destreza y ejecución en el ejercicio de la
profesión; enseñar los métodos prácticos y dar á conocer el manejo y apropiación
de los auxiliares de trabajo, es el conocimiento objetivo de los casos prácticos.
Hacer la teoría prácticamente consiste, ademas, en estudiar sus aplicaciones.
Las matemáticas se dividen, al efecto, en puras y aplicadas, siendo de advertirse
que entre las primeras suelen consagrarse largos y utilísimos capítulos de apli-
caciones. Un plan de //
estudios práctico, en general, debe procurar la enseñanza de estas últimas.
Por otra parte, en el conjunto armonioso y encadenado de las ciensias [sic]
matemáticas hay tres clases de principios: los de introducción, los de aplicacion
práctica mas ó menos mediata y los de pura especulación científica; mejor y
mas sencillamente clasificados: los inmediatamente útiles y los que entran en
una esfera superior á las necesidades vulgares. Los primeros son de compe-
tencia de la Ingeniería. Es malgastar el tiempo y fatigar infructuosamente las
facultades de los alumnos, obligarlos á estudiar cuestiones complicadas que
no han de aplicar quizás una sola vez en su larga vida profesional. Y es digno
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de notarse que, como regla general, aquellas que mas se aplican suelen ser las
mas sencillas.
El Ingeniero civil se encarga de las construcciones, el establecimiento de
motores y la dirección de caminos; en consecuencia, no debian tener cabida en
el plan de estudios ningún curso que no tenga aplicación en la practica de estas
obras; ni debian figurar en los programas mas cuestiones que las indispensables
para la completa ilustración de lo que con ellas se relaciona; y, por último, para
el establecimiento de una teoría indispensable debia adoptarse el procedimiento
mas sencillo, la demostracion mas elemental. Ojalá que contuviera el plan de
estudios todo aquello que tenga aplicación en el campo del Ingeniero civil y
nada mas. Los cursos deben estar distribuidos en años de estudios de manera
que se hagan en orden lógico, es decir, siguiendo el encadenamiento matemá-
tico, y procurando que en un mismo año no aparezcan aquellos que, como el
cálculo y la mecánica, no pueden hacerse á un mismo tiempo. En la formación
de los programas no debe olvidarse el siguiente principio pedagógico: no pasar
á una cuestión sin haber asentado previamente los preliminares ó fundamentos
de ella. El espíritu del / alumno debe ir ascendiendo por grados sucesivos y de
una manera continua en el conocimiento de la [alu, tachado] ciencia. Todos los
programas deben guardar entre sí la armonía de un conjunto solidario, como
que contribuyen todos con igual grado de energía al mismo proposito. A este
fin es indispensable que á los profesores imponga pensun y se les arrebate ter-
minantemente la facultad de modificarlo en el orden, contenido y estensión.
Aunque la variación de profesores adolece de gravísimos inconvenientes, la
fijeza de los programas destruye el mayor de todos ellos, premuniendo [sic]
la enseñanza contra la variedad de sistemas, gustos y modos de interpretar la
misión de los estudios teóricos. Una de las condiciones más apreciables de un
plan de estudios es la que resulta de la prudente distribución de las materias
contenidas en los cursos. La aglomeración pletórica de materias en un solo
curso es señal de que no se tiene en cuenta ni el tiempo disponible, que entra
como factor principal, ni la extensión con que deben estudiarse. Teniendo
en consideración una y otra circustancias, debian distribuirse las materias
de enseñanza de manera que se puedan estudiar todas las que comprende
é impone el plan de estudios, con la debida extensión y con el detenimiento
que cada una de ellas exija por su naturaleza. Una distribución acertada, de
manera de hacer posible la satisfacción obligatoria del pensun, regulariza el
conjunto de los estudios teóricos, destruyendo el contraste que ofrecen en
el actual, los puntos debiles y los de proporciones sobresalientes, que resultan
de una distribución inconsulta.
La misión del Profesor no se reduce á recitar ó repetir lo que traen en buen
desarrollo los libros que le sirven de texto; consiste principalmente en allanar
las dificultades que los mismos libros suelen presentar, y en mos- //
carpeta 1 9

trar la aplicación útil que las diversas cuestiones tienen dentro del campo
práctico del Ingeniero Civil el descuido de esta obligación del Profesor, ademas
de permitir, origina el crecimiento y aparente importancia que afectan en los
programas las cuestiones inaplicables, aunque de una belleza tentadora en el
campo puramente especulativo. Aquí va tomando incremento la cuestión de las
conferencias de práctica, á diferencia de loque se llama conferencias prácticas
ó ejercicios. Cuando el alumno sale al campo á practicar bajo la dirección del
Profesor, ha de saber en teoría los principios y cuestiones técnicas que va á apli-
car; ha de conocer el uso de las operaciones matemáticas que forman la parte
mecánica ó procedimental de la teoría; ha de estar preparado para manejar con
destreza y rapidez las carteras auxiliares. Esto último basta para recomendar el
ramo de desarrollos y operaciones algebraicas y aritmeticas que encadenan y
conducen á las cuestiones especulativas.
Las conferencias prácticas ó ejercicios en el campo tan descuidados en la
Escuela de Ingeniería durante la epoca de mis estudios tienen por objeto la
aplicación de la teoría á casos concretos, con lo que se consigue la fijeza en las
operaciones de que carecen los ingenieros noveles. Estos ejercicios salvan los obs-
táculos que se interponen entre la teoría y la practica los cuales suelen adquirir
en la imaginacion de los jovenes quimericas proporciones; infunden la valentía
que requieren los trabajos profesionales, y precaven del espíritu meticuloso ó
mejor dicho de la escrupulosidad exagerada de que se burlan la materialidad
de / los medios y la rudeza de los elementos de construcción; colocan en su de-
bida categoría las cuestiones prácticas, que la teoría ora favorece y pondera en
demasía, ora desdeña y desatiende; facilitan por el procedimiento objetivo la
compresión de las explicaciones teóricas que en la cátedra resultan deficientes;
y por último anticipan la adquisición de cierto grado de experiencia práctica, de
destreza en las operaciones sobre el terreno é infunden desde el colegio el golpe
de vista que caracteriza al buen ingeniero.
Tal es la parte esencial de mis observaciones hechas á propósito de la Escuela
de Ingeniería, que con todo, era un buen establecimiento en el que logré terminar
mis estudios y adquirir una profesión honrosa.
Mi grado fué una función pública á diferencia de los demas alumnos que lo
presentaron en secreto. Yo invité á mis relacionados, á las personas notables y á
las autoridades públicas. El acto tuvo lugar en el salón de grados á las ocho de la
noche, fue solennizado por numerosa concurrencia y amenizado con piezas de
música de la banda nacional, que tuvo la fineza de mandar obsequiosamente el
Señor Secretario de Guerra y Marina.
Con esto quedó terminada satisfactoriamente la primera parte de mi vida.

Bogota, 1881.
Miguel Triana
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Documento 4.

DATOS BIOGRAFICOS DE
MIGUEL TRIANA /

I
Nací en Bogotá el 26 de Noviembre de 1859. /

//
Hice mis primeras letras, a los cinco años de edad, en la Escuela pública del Brio
[por barrio] de Las Nieves de Bogotá, a cargo del señor Sixto Guerrero, que fue
el primer Maestro graduado en la Escuela Normal de Institutores que fundó el
Doctor Dámaso Zapata.
Comencé mi Bachillerato en el Colegio de San José, dirigido por el señor Don
Luis Cuervo, hermano de Don Rufino José y del general Antonio B. Cuervo,
carpeta 1 11

donde fui con discípulo del doctor Juan Evangelista Manrique, del doctor Luis
Cuervo Márquez y del General Carlos Cuervo Márquez; continué estudios de
Filosofía y Letras en la Escuela de Literatura de la Universidad Nacional, cuando
era Rector de ella el ilustre Doctor Antonio Vargas Vega, llamado por mal nom-
bre el Cabezón Vargas. [Continué, tachado] Allí tuve por condiscípulo al célebre
internacionalista doctor Antonio José Restrepo, al doctor Juan de Dios Uribe
Restrepo, a quien llamabamos el Indio Uribe, al general Rafael Uribe Uribe, al
doctor Felipe Angulo (el tuerto) y al Doctor Belisario Porras, Espresidente de
Panamá, quien/
//
prefirió, cuando se segregó aquel Departamento, perder su nacionalidad
panameña a dejar de ser colombiano, como selo exigieron entonces. Terminé
mi Bachillerato en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, cuando
era Rector de aquel histórico Instituto el Doctor Francisco Eustaquio Alvarez.
Ingresé luego a la Escuela de Ingeniería de la Universidad Nacional, cuando
era Rector de ella el lamentado Coronel Antonio de Narváez. Allí tuve por pro-
fesores a los señores Ingenieros Ruperto Ferreira, Andrés Arroyo, Manuel H.
Peña, Manuel Ponce de León, Manuel Antonio Rueda y Luis Lleras. Tuve allí
por condiscípulos a los Ingenieros Alejo Morales, Luis Lobo Guerrero, Diódoro
Sánchez y Rafael Alvarez Salas. /
//

III

Recien graduado fuí nombrado Ingeniero Ayudante del Ferrocarril de Puerto


Wilches, obra que estaba a cargo del Ingeniero Abelardo Ramos, con quien fun-
dé inmediatamente despues la Sociedad Colombiana de Ingenieros, en asocio
del Profesor Andrés Arroyo y del Señor Diódoro Sánchez, quien fue nombrado
Secretario Perpetuo de ella. En 1889 fuí a Cúcuta como Ingeniero Jefe de la línea,
bajo la direccion del [célebre, tachado] primer constructor de ferrocarriles en
Colombia Don Juan Nepomuceno González Vásquez, y allí tuve por compañeros
a los Ingenieros Enrique Morales, Pompilio Beltrán [y, tachado] Paulo Pinzón
y Luis Lobo Guerrero.
Posteriormente fuí nombrado en Boyacá Ingeniero Ayudante del Direc-
tor de Obras Publicas de aquel Departamento [arriba escrito: Señor Don Ba
[arriba escrito: [silio Angueyra, tachado]-silio Angueyra] con quien construí la
carretera del Norte, de Tunja a Ventaquemada y armé el primer puente rígido
de hierro que se levantó en Colombia, sobre el rio Chicamocha, [de, tachado]
entre Soatá y Boavita. En esta época en asocio del Sr. Don Manuel Ponce de
León, levanté por medio de numerosos sondeos el plano acotado del Lago
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de Tota, y aforé sus numerosos afluentes, para estudiar su desagüe y el riego


del Valle de Sogamoso. /
//
[al margen escrito: cocinas económicas, Viaje al Llano, Salina de Chita, Al
Meta!, Escursion a Cucuna, Revista de Colombia] Cuando se creó el Departa-
mento de Nariño fuí nombrado por su primer Gobernador, señor Don Julian
Bucheli, Director de Obras Públicas y como tal tracé el camino de Tumaco a
Pasto y exploré la vía al rio Putumayo. Fue entonces cuando escribí mi libro Por
el Sur de Colombia, cuyos manuscritos vendí en París a la Librería Española
de Garnier Hermanos, la cual hizo [de él, tachado] la primera edición. La Casa
editora hizo de él una intensa propaganda y lo dio a conocer en los paises del
habla castellana. Entre los escritores que lo comentaron en Bogotá sobresalen
los señores Rafael Espinosa Guzmán, Diego Uribe y Martín Restrepo Mejía. /
//
Por causa de mis labores en los cafetales de Cundinamarca, en los comienzos
de mi carrera profesional, tuve ocasión de observar la escasés de [combustible,
tachado] leña para las estufas de secar café, y con este motivo me dediqué al es-
tudio del calórico e inventé las Hornillas bagaceras, las cocinas económicas de
combustible y los Hornos continuos para la compactacion de la Sal. Contratado
por una compañía arendataria de la Salina de Chita para poner en práctica mi
sistema, me trasladé a a [sic] aquel lugar y escribí un minucioso estudio sobre el
antiguo método de compactacion, sobre las numerosas y ricas fuentes saladas
que se pierden en las aguas del rio Casanare y sobre el sistema rústico de las
cabuyas o cables de transporte para el acarreo de la leña que allí se emplea; con
todo lo cual hice un libro que aun permanece inédito. Estos estudios me dieron
motivo para hacer proyecciones sobre la extensa región de Casanare que luego
refundí con el estudio de las salinas de Cumamaral [sic] y Upin que hice en viaje
a la inmensa sabana que se extiende allien-allende /
//
Villavicencio al pie de la cordillera Oriental, por la vega del rio Meta. En este
viaje concebí un plan de fomento de la región que publiqué en varios artículos
en el periódico El Li al [por El Liberal], reunidos los cuales formé un libro de 267
páginas, [con, tachado] el cual, como exposición de motivos, sirvió al progresista
senador por Boyacá doctor [Gregorio, tachado] Arturo Ojeda, para proponer a
la Legislatura de 1926 un Proyecto de ley con aquel benéfico objeto que en las
últimas sesiones de aquel malhadado Congreso pasó inadvertido. De dicho li-
bro repartí trescientos ejemplares gratuitamente y se agotó la edicion, sin que
el pais ni los Poderes directivos se dieran cabal cuenta de él. Nadie lo comentó,
y aunque es constante la demanda que [de él, tachado] se me hace por empre-
sarios y hombres de estudio a quienes les ha llegado su noticia, no he podido
reimprimirlo por falta de recursos y de estímulo.
carpeta 1 13

[en el margen inferior: Por el sur de Colombia, Representante al Congreso,


Viaje al Ecuador, Bocas de Ceniza, Director de I.P del Dpto Boyacá, Congreso
Panamericano, Civilización Chibcha, Viaje a Mexico /
//

Volumen del Centenario

Por la primera vez en mi vida fuí llamado en 1907 a ejercer un empleo público
por el Ministerio de Obras Públicas para dirigir la Revista de aquel Ministerio
y entónces hice un volumen de mas de ochocientas paginas, con informaciones
levantadas por mí en todo el pais referentes a su meteorología, a sus estadísticas
de cultivos, a su riqueza pecuaria, a sus veneros minerales, a su movimiento de
poblacion y en general, a sus inmensos recursos. Esto me dio motivo para esti-
mular las Oficinas de Estadística y me puso en relación con infinidad de personas
deseosas de colaborar en esta propaganda patriótica. Entonces concebí la idea
de fundar una Revista Ilustrada que me sirviera de órgano especial con ese ob-
jeto y saqué en los talleres de Juan Casis la Revista de Colombia, de la cual [en,
tachado] hice doce numéros consagrados a cada uno de los Departamentos en
que estaba dividida la República /
//
La belleza de la edicion, no superada hasta entónces y la cariñosa acogida
que mereció esta publicación en todo el pais me decidieron a reunir esos doce
números en un solo cuerpo, que llamé Volumen del Centenario por la circunstan
[sic] de cumplirse cuando salio a luz, la primera centuria de vida independiente
de Colombia. Me enorgullezco de haber podido presentar entonces esa ofrenda a
la Patria costeada [de, tachado] con mis escasos recursos pecuniarios y sin apoyo
oficial de ninguna especie y antes bien luchando contra la animadversión de del
[sic] elemento político que dominaba en aquella época. /
//

La Civilización Chibcha

En mis constantes excursiones [a, tachado] [arriba escrito: en] la atiplanicie


[sic] de Cundinamarca y Boyacá efectuadas en el ejercicio de mi profesión, tuve
el cuidado de copiar en mis carteras los dibujos pintados en rojo o grabados a
cincel por los aborígenes, los cuales colecioné [sic] en un album que presenté al
concurso que se abrió para ir al Congreso Científico que se reunió en Lima con
motivo del Centenario de Ayacucho. [El estudio, tachado] La contemplación de
estos jeroglíficos me sugirió el anhelo de decifrarlos y con ese intento estudie
14 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

atentamente la Gramática Chibcha del Padre Lugo y leí con aplicación entusiasta
las relaciones de los cronistas de la Conquista, tales como las del Padre Agua-
dos, Simón Piedrahita y Rodriguez Fresle, de lo que me resultó un cumulo de
conocimientos sobre los mitos, la ciencia [y, tachado] las artes y las instituciones
de los chibchas que me parecieron u [sic] alto índice del estado de civilización
en que estaban an- /
//
tes de la invasión española, muy superior al concepto que de ella se formaron
los escritores que en los últimos tiempos nos dan noticia de ella, [tales como el
erudito Don Vicente Restrepo, y el [s, tachado] corriente investigador doctor Li-
borio Zerda y el inteligente autor de la, tachado]
Autorizado por [ela, tachado] esta persuacion en favor de una raza menos-
preciada por los contemporáneos, la cual, deprimida y degenerada, forma sin-
embargo la base sociológica de nuestro pueblo, me decidí a reinvindicar para
ella el puesto que le corresponde en el escalafón de las Naciones americanas
destrozadas por la Conquista española, y escribí mi ultimo libro titulado La
Civilización Chibcha, el cual ha merecido honrosísimos elogios y comentarios
dentro y fuera del pais. [sale flecha que conecta con párrafo siguiente] Este libro
fue editado con más de 200 grabados, en la tipografía salesiana en el año de 1.922
Entre los críticos que han juzgado [mi, tachado] dicho libro son dignos de
mencion el ilustre escritor Don Marco Fidel Suarez en el 2°. volumen de los
Sueños de Luciano Pulgar, el Dr. Paul Rivet Presidente de la Sociedad de Ame-
ricanistas en su Revista Etnográfica y el Sabio arqueólo [sic] mexicano, Sr. D.
Enrique Juan Palacios en los Anales del Museo de México /
//
Pero sobre todos estos conceptos críticos de la obra están los que en una
serie de conferencias dictadas en el Museo Nacional de Bogotá ante el personal
docente de Cundinamarca ha hecho sobre prehistoria de Colombia el Sabio Pro-
fesor de la materia doctor Gerardo Arrubla como introduccion al curso anual
de Historia Patria en las que analizó admirablemente la situacion etnográfica
de las diversas tribus pobladoras del territorio de Colombia.
Carpeta 2

Documento 1.

1880 – 1890. Resumen

El periodo de mi vida que describo no ha sido fecundo.


Los anteriores documentos recuerdan algunas de mis ocupaciones en aquel
tiempo, las cuales me han hecho adelantar muy poco.
Dos motivos cardinales causan este retardo: primeramente dibagué para
adoptar la línea de mi destino y luego he tropezado con resistencias. En mi
descargo tengo que no me han faltado voluntad ni aptitudes. Los años que hoy
repaso en mi memoria los encuentro escasos de acontecimientos y los aconte-
cimientos pobres de mérito en su mayor parte. Hasta hoy —y esto lo digo inge-
nuamente— me he sentido superior a mis pocas obras.
Si el hombre no es dueño de los sucesos, cómo puede ser responsable de que
los vientos le sean contrarios?
Cuando yo era estu-/
//
diante, ofuscado quizá por mi espíritu sístemático, figurándome la vida
docil á la voluntad, la dividia en periodos, cada uno de los cuales tenía su labor.
Creia, por ejemplo, que hasta los 20 años la vida no tenía otro objeto que darle
al hombre aptitudes; que de los 20 á los 30 años debía procurarse recursos de
todo genero, convertibles en dinero, para utilizarlos en los sucesivos periodos,
que mas que al individuo pertenecian á la especie.
Impresionado aun con este sistema, á pesar de verlo en gran parte contrariado
en mí mismo, me ocuparé en el presente resumen de recordar sucintamente los
diez años á que se refiere, á fin de buscar las causas perturbadoras y por ende la
defensa del sistema mismo.
----

15
16 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Terminé á satisfacción el primer periodo y fuí Ing°. teórico. /


//
En vez de acometer el segundo periodo por la práctica de mi profesión, pa-
ra lo que carecía de recomendaciones y elementos materiales, tomé el primer
camino que la suerte me deparó, aceptando los destinos públicos que me ofre-
cieron expontáneamente los amigos que no tenían por qué saber cual era mi
verdadero camino. Se recordará que la índole de la época era puramente política,
que el campo industrial era solo accesible para limitado número de personas.
El partido liberal despues de la guerra de 1876, se sentía impotente para conti-
nuar poniendo en práctica su doctrina y, presintiendo su pérdida y su debilidad,
se asociaba á elementos extraños tomados del partido enemigo y se asimilaba
elementos nuevos reclutados en las escuelas. Aquella fué la temporada en que
legiones de imberbes tomaban prematura participación en la cosa pública: era
ese el signo del tiempo. /
//
El Dr. José E. Otálora, agradecido por algunos servicios que le presté á su
hijo Cárlos en el estudio, me llamó á Boyacá y me dió empleo en el ramo de Ins-
trucción pública. Si me hubiera ocupado en las Mejoras materiales, que eran su
delirio como gobernante, sin duda esa influencia me habría sido muy benéfica;
pero entonces el Sr. Otálora no creia sino en Brown, York y demas Ingos. ame-
ricanos: en el estrangerismo! Siendo yo inspector escolar recibí la comisión de
ayudar incidentalmente al Sr.Angueyra, Ing°. español, en la colocación de un
puente. Esto prueba que el Dr. Otálora no desconocía del todo la clase de apoyo
que me aprovechaba. La amistad del Sr. Amgueiyra me valio despues un em-
pleo en la Carretera de Ventaquemada, de que era contratista. En esta obra, bajo
la benévola dirección del Sr. Angueyra, dí los primeros pasos en la practica dela
Inga., y logré en pocos dias tan buen provecho que terminé por encargarme del
todo de la obra como mandatario del /
//
Director.
Cuando el Sr. Aristides Calderón sucedió en la Presidencia del Estado de
Boyacá al Dr. Otálora, los vecinos del Dpmt°. del Norte me pidieron á aquel,
como Jefe Departamental. A pesar de las protestas del Sr. Angueyra, el Sr.
Calderón me forzó á aceptar aquel puesto político. Aunque fuí un agente vo-
luntarioso, resulté en el juego electoral proximo, Diputado á la Asamblea y
con la candidatura de Representante se me mostró el mas brillante porvenir
que las circustancias ofrecian á la inquieta juventud de aquella época. Yo no
he tenido pasiones políticas: estudiando los partidos políticos de Colombia,
no me encuentro acorde con ninguno por la moderación de mis ideas eclép-
ticas. (Mi modo de ser político lo he consignado en mis manuscritos) Estas
carpeta 2 17

apáticas disposiciones fueron causa de que no me encariñara con mis nacientes


ambiciones ni me arrastraran las que despues me ofreció el militarismo á que
me impulsaron los sucesos de 1884.
Abandoné voluntariamente el efímero sendero que llevaba y salí de Boyacá
con el propósito de consagrarme á /
//
la profesión. Entonces tuve dos nombramientos, el de Director de Obras
Públicas de Boyacá, que no desempeñé por el capricho de no volver á aquel
Estado, cuyo gobierno me repugnaba, y el de Ing°. Ayudante del Ferrocarril
de Santander (Ferrocarril de Soto). Acepté este último empleo y me trasladé
á Puerto Wilches. Desde el instante en que llegué á este lugar, por la zambra
que sostenian los numerosos y malacostumbrados empleados con quienes me
enrolé, comprendí que había dado un paso en falso ligandome á una empresa
irrisoria. Trabajé, no obstante, en los estudios preliminares que adelantaba el Sr.
Ing°. Abelardo Ramos enmedio de la barahunda. Trascurridos algunos meses
que pasé en el interior de las selvas del Magdalena, pretendí percibir mis sueldos
para seguir á Panamá, donde se hacian los trabajos del Canal que yo buscaba.
Se me informó que el Cajero habia dispuesto de mis sueldos para mas urgentes
gastos. Aguardé algunos meses más y recibí del Sr. Ingeniero en Jefe el sueldo de
un mes y la voz de “sálvese quien pueda” Ocurrí al Socorro á cobrar mis sueldos,
los que despues de larga gestión me /
//
fueron cubiertos en billetes de Tesorería, que se cotizaban al 80% de des-
cuento. Durante mi prolongada permanencia en aquella ciudad me dirijí á la
Corporación municipal con un proyecto de Acueducto, que con mucha galante-
ría fué archivado por el Concejo. Cuando marché á Bogotá apenas tenía dinero
suficiente para tan corto viaje.
En Bogotá, despues de varios meses de adversa fortuna, sin que yo lo solici-
tara y por mediación de mi amigo Gabriel Solano, fuí nombrado Ayudante de la
Escuela militar, empleo que dejé perdiendo mis sueldos, por causa de los escán-
dalos ya frecuentes y su insubordinación cuando la dirijía el Sr. Gral. R. Lesmes.
Es muy dificil encontrar puesto en el banquete de la vida, cuando los que se
nos anticipan [,, tachado] ven en la juventud que se allega, un enemigo que les
disputará la presa. No quiero recordar nombres ni peripecias: en todo camino
que yo he querido tomar he encontrado una barrera y un hombre que se opo-
nen al paso.
Los acontecimientos no tienen pasiones: el joven debe aguardarlos y apro-
vecharlos.
La revolución de 1884 me encontró pobre /
//
18 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

y desalentado. El señor Ing°. Manuel Ponce de León, á quien durante mi


penuria me había dirijido en solicitud de trabajo, me recomendó para hacer
parte de la mesa de Ingeniería y Estadística del Ejercito de Reserva. De allí me
destinaron al Ejército activo que obraba sobre el Norte, bajo la dirección de
D. Aristides Calderón, como delegado del Poder Ejecutivo. Cuando el Ejército
llegó á Cucuta yo tomé colocación en el Ferrocarril. Tuve á mi cargo esa empresa
durante su administración oficial y la mantuve en mejor estado de conservación
que la tenian los empresarios. Por causa de la enfermedad de mi padre abando-
né del todo el Ferrocarril, á pesar de que la Compañía propietaria quería que
continuara en su servicio.
Con las economias que traje de Cúcuta acometí en Quipile una empresa de
fabricación de cal. Mi socio me estafó y perdí capital é industria íntegramente;
pero descubrí el cimento colombiano, de que publicó un estudio en el núm°. 6
de los “Anales de Inga.” el Sr. Ing°. D. Manuel H. Peña.
En asocio de los señores Ingos. Abelardo Ramos, Andrés Arroyo y Diodoro /
//
Sánchez fundé el 29 de Mayo de 1884 la Sociedad Colombiana de Ingenieros.
Por medio de una larga memoria oficiosa que dirijí al Sr. Ministro de Ins-
trucción Pública y de dos estudios que publiqué en los “Anales de Instrucción
Pública” y en los “Anales de Ingeniería”, respectivamente, contribuí á la reorga-
nización de la Escuela de Ingeniería.
En el verdadero sendero de la profesión he acabado varios trabajos particu-
lares. Medí y estudié el Lago de Tota (1888); tracé el acueducto de Agua de Dios
(1889); visité oficialmente el Camino del bajo Magdalena, construido por el Señor
Ing°. Indalecio Liévano (1890), y organicé los actuales trabajos de la carretera del
Norte de Boyacá (1890), donde abogué por las carreteras angostas y el sistema de
ensanches para la construccion. Sobre todos estos asuntos he publicado sendos
artículos científicos que corren ora en los “Anales de Inga.”, ora en “El Tren”, ora
en “Colombia Ilustrada”.
Actualmente ejerzo el empleo de Ing°. municipal de Bogotá, en calidad de
interino, en el cual /
//
me propongo reglamentar la Ingeniería municipal, consagrando mis esfuer-
zos á tres ramos principales, á saber: los pavimentos, los desagües de alcantarillas
y el acueducto, todos los cuales no se han sistematizado ni planteado científica-
mente hasta ahora en la ciudad.
----
El resumen que precede, escrito para mí mismo y por no echar en olvido sus
principales rasgos, demuestra cómo no he podido acopiar recursos; que ape-
nas he vivido á la par, y que terminado el segundo periodo, tengo para mañana
carpeta 2 19

mucha de la labor de ayer. Por este motivo no estoy satisfecho si juzgo los pasa-
dos diez años con el criterio que me dá mi teoría de la vida, formada cuando yo
era estudiante. Si carezco de materiales recursos he conseguido una pequeña
reputacion, cuya cuantía actual ojalá pudiera avaluar.
No termino sin bendecir con toda la gratitud de mi alma la memoria de mi
padre, á quien debo lo que soy (+ el 23 de Julio de 1889)

Bogotá, Diciembre de 1890

Miguel Triana
Carta

Medellín, mayo 10 de 1924

Doctor
Miguel Triana
BOGOTA

Estimado Doctor:

En el periodico “Colombia” editado en esta ciudad, he visto un reportaje de Ud,


tratando de las relaciones etnográficas, entre la raza Azteca y la de los Chibchas.
Dá lastima ver la poca atención que en este país dedican a la historia anterior
a la conquista, hablen muchos en las Academias, pero sus discursos no son mas
que recopilaciones de historiadores, mas bien ignorantes los unos y otros como
Herrera quien escribió suprimiendo todo que no conduciría al buen nombre de
los Españoles, entre todos solo Cieza de Leon demuestra un espíritu de obser-
vación y relata la verdad.
Puedo estar equivocado y Ud me dispensaria si creo que no fueron los
Aztecas que emigraron desde Mejicoa Colombia, sino la raza anterior a la in-
vasión de Mejico de las tales Aztecas y mas bien la raza que construyeron los
monumentos de Yucatan y que fue desalojada por los Aztecas. Estas primitivas
razas sin duda fue de origen Asiatica y de la raza de los Aryas que colonizaron
también a Ejipto, pues Don Tulio Ospina en sus estudios de las [sic] idiomas de
las razas primitivas me mostro que las raíces de la [sic] idioma o dialecto de los
Indigenas de Occidente en Antioquia, son semejantes a la mas antigua conocida
de los [sic] Asiaticas.
Tambien he encontrado en los hieroglificos aca, mas semejanza con el alfa-
beto coreano que con el Japones o Chino. Cierto es que muchas de las palabras
tienen semejanza con los Japoneses, como Urama, Ocaido (Hokaido=) y el DO
que significa rio, es en el [sic] Corea el significado de Provincia y creo que mas

21
22 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

bien aquí quiere decir paraje, pues es la terminación de palabras que expresan
alguna especialidad del paraje, Pabara claro, rio Pabarando rio claro. No es
como traten de escribir//
Aquí ahora pava, Ogodó paraje de Ogo, (Cedro) Antadó de Anta el Tagua
Chichiri, la golondrina, de aquí Chichiridó, Munrri, no Murri, es el palo de
leche (balata) Chigoro la guadua, asi Chigorodo rio de guaduas, Tasi Tasidó
rio de Sarros.
Tambien los túmulos son semejantes a unos que una expedición Americana
esta estudiando arriba en el Nilo, 800 millas de Luxor y de una antigüedad mayor
que la tumba de Tutenkamen y los ornamentos encontrados iguales a los que
contienen los llamados Perues del Occidente de Antioquia. Estos Perues aca no
pasan de la Cordillera hacia el Este o sea el valle del Cauca, y no en el Quindia,
pero en las sabanas de Bolívar si, pero no en la región de la costa y esto se entien-
da, pues el gran pueblo de los Urabaibes, estaba en las cabeceras del rio Mula-
tos y de aqui se pasa al alto Sinú por una depresión de solo 450 metros sobre el
mar y el asiento del pueblo a 380.
Tambien llama la atención los grandes caminos que hicieron estos Indigenas,
pero todos al Oeste de la Cordillera Occidental, caminos que ponen en vergüenza
el trabajo de los llamados ingenieros de hoy y en Occidente no andaban por los
filos como en el centro de Antioquia, sino que banqueaban en las faldas y esqui-
vaban las vegas por húmedas, aprovecharon de todas las depresiones para pasar
las cordilleras o filos, hacien [sic] cortes y terraplenes y en uno de estos en la hoya
del río Pabon en Urrao, calculé que la acción de la quebrada en el trascurso del
tiempo después de construido el terraplén, había ahondada 3 metros, como se
vé de sus correderos antiguos y seria en el transcurso de siglos.
Los Indigenas de Occidente tenían un gran camino desde el Golfo de Urabá
quizás hasta el Quindio, pero por el flanco Oeste de la cordillera Occidental y
sin duda pasaron por la depresión cerca de Arrayanal a la hoya del rio Risaralda.
Los primeros conquistadores venieron [sic] del Golfo en busca de las minas de
Buritica, lugar al Oeste de la Cordillera y no siguieron [sic] el gran camino que
jira al Sur, pues buscaban las montañas altas de que habla Balboa que se inter-
ponían entre el mar y las minas y sin//
Duda caminaron guiado [sic] por la brújula, pues las montañas se ven desde
el Golfo y asi llegó Cesar a su Guaca que es hoy Uruma, después Badillo, con
mejores conocimientos, vino por la hoya del río Sucio arriba de Mutata y para
no pasar la cordillera se entró por la Cerrazón, dejando el camino, el cual no
pasó por estas peñas, 36 dias gastó en pasar esta estrechadura tendiendo 400
españoles y 1500 Indios, y se adelantó una legua.
El gran camino siguió por la hoya del rio Leon y su cabecera el rio Amp [u,
tachado] rumiando, donde en estos días me dicen han encontrado restos de
obras de piedra, de aquí por una depresión al rio Mutata y por otras a los ríos
carta 23

Bedó, y Tasidó donde he visto el camino y por llano pasaron al rio Quiparadó
y pasaron el rio Sucio al Oeste de la Cerrazón y por el rio Choromandó, al rio
Toguridó y en sus cabeceras pasaron al rio Verde de Frontino y cruzando este,
faldando si[arriba escrito: e]mpre en las lomas al de Frontino y siguieron al Sur
a la gran depresión al Oeste del morro de La Horqueta y cruzando el rio Encar-
nación, por el Penderisco arriba y por otra en las cabeceras del rio Pabon á las
aguas del Atrato en su parte alta.
Tienen tambien ramales al Atrato y a los salados. Tengo la satisfacción de
haber seguido este camino rompiendo una via directa de Frontino a Urrao,
evitando el viejo que cruzaba la cordillera dos veces y de Urrao por el camino
antiguo al pueblo del Carmen en el alto Atrato.
Volviendo a los perues, hay de 24 varas en diámetro y 8 de altura y en uno
que llogre [sic] batir con agua, encontré 11 sepulturas abajo, pero antes había
sacado los dos del centro, el principal muy superficial i los otros se bajaba por
un tambor y por un socabon o camino se llegaba al centro donde colocaban los
muertos uno abajo del otro hasta 11 varas de profundidad, cada vez que ente-
rraban uno crecían el monton de tierra encima, para tapar el tambor y debido
a esto el monton presenta differente [sic] capas de tierra y según las capas se
cuenta los enterrados.
En uno grande que trabajó un hijo mio por medio de una cruzada a 6 pies
abajo del plan natural del terreno, llegó a una gran bóveda de pie-//
dra pero por el lado Occidental y a romper el testero encontró el indio estira-
do y al lado Oriental un monton de huesos de mujer, la que sin duda fue metido
[sic] viva y murió sentado [sic]. Al llegar al lado Este se encontró que otros ha-
bían entrado y sin duda fueron los indios mismos para remover los tesoros del
alcanze de los Españoles como hicieron después de la entrada de Francisco de
Cesar, según nos cuenta Cieza de Leon. Lo raro es que las piedras que forman la
bóveda ó techo tenían 8½ pies de largo, 5 pies de ancho y 13 pulgadas de espesor y
son artificiales, hechas de concreciones de cal, sin duda de las aguas de un ama-
gamiento cercano muy calichoso, pues las piedras tienen intercaladas muchas
hojas y paja, sin duda para ayudar a la deposición de la cal y huecos pasando las
piedras, que servían para embarotarlas [sic] para llevarlas al sitio. Calculé que
para remover y votar la tierra del mogote que se necesitarían 15000 jornales con
carretas y arriba en el filo se ve el banque de donde obtuvieron la tierra.
Cesar en su primera expedición sacó según unos 21 quintales de oro de Ura-
ma y mientras volvieron según les contaron, el Diablo apareció y ordenó que
escondieran sus tesoros, pues volverían los Españoles y asi Badillo n o encontró
cosa, esto nos cuenta Cieza de Leon.
Tambien en prueba de esto unos amigos y yo trabajaron [sic] un asiento cer-
ca de Dabeiba, que sin duda fue el lugar de la fundición de Dabayba, del infor-
me de Balboa y encontramos muchos trastes muy pintados, piedras de moler,
24 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

figuritas y hasta crisoles pero todo despedazado y revuelto con la tierra, los
crisoles tenien [sic] unos la capacidad de fundir 8 £ de oro y el fuego se aplicaba
encima como los antiguos Ejiptos [sic].
Por fin recibi una copia del libro de Cieza de Leon y apenas había leído la
parte en que dice que los Indios habían trasladado sus tesoros, bajé y suspendi
trabajos. Trabajoso seria encontrar donde fueron escondidos pero los indios
hoy no se atreven a entrar un paraje cerca la boca del rio Toguridó y sin duda la
prohibición viene desde entonces.
Algo mas arriba en el cañon del rio encontré la fortificación de Nutibara,
donde el derroto [sic] la expedición de Badillo, se encuentra arriba//
En una falda muy pendiente y derrumbosa, en un pequeño llano y por el lado
de la falda tiene tres trincheras o chavas parallelos [sic] y en el borde del llano y
al oriente del llanito sube un amagamiento muy pendiente y aquí hacieron [sic]
trincheras de piedra seca, por este amagamiento subieron los Españoles y fueron
rechazados con galgas de piedra y madera.
A 1½ kilómetro de este lugar filo arriba se sacaron tres perues y el uno te-
nia el indio estirado con sus alajas puestas y pesaron 27 £ en oro y tumbago.
La bóveda fue hecha de grandes lajas de piedra fina y todo muy bien ajustado
y hasta en colipata.
Los indios de Urama trabajaron el algodón y hacían mantas pintadas que
servían para comerciar con los de abajo, hamacas && y cerca hay buenos [sic]
fuentes de agua salado [sic] que también entre ellos fue articulo de comercio.
En unos perues cerca de Dabeiba hemos encontrado, cuentas de nacar, de
jaspe conchas del mar y una que servia para sacar la tinta morada como hoy y
solo se encuentra en la costa del Panama. Tambien cambiaban sus artículos de
oro y para una mujer daban un canastrico [sic] lleno.
En fin, la raza en las vertientes al Atrato no fue la misma de la al Oeste o sea
en el cañon del Cauca y interior de Antioquia y venieron [sic] sin duda por la
America central, sea por tierra o por agua.
De inscripciones sobre piedras no he encontrado.
En el valle de murri existía otra fundición de que dá cuenta Gonzalo de
Rodríguez, quien entró atrato arriba con Alonso de Heredia y sacó de allí una
india que vivía con el en Cartagena y quien le dio los datos, que la fundición
fue sercado [sic] de tunas y en Murri en el lugar que corresponda con las
jornadas del cuento, existan [sic] unas palmas muy raras y tunosos y están
como sembrados en cercos, cerca de este lugar se han encontrado pepas de
oro fundidas hasta 1¼ £ pero parece que obliteraron toda seña del lugar con
echar agua encima.
Hace dos meses un hijo mio encontró en la Quebrada Cancana, afluente de
Porce en el limite del Mpio de Amalfi, una gran piedra con inscripciones y envio
una copia, pues tienen mucha semejanzas con las que Ud describe//
carta 25

En el “Gráfico”, del rio Colombiona y sin duda esta parte ó sea el Oriente de
Antioquia fue habitado por la misma raza o sea los Pantagoras, pero raza muy
distinta de los de Occidente.
En el Quimbayo no se conoce perues, pero los ornamentos son semejantes
a los del Occidente de Antioquia y sin duda fueron cambiados o servian de ar-
ticulo de comercio entre ellos. Don Vicente Restrepo M, notó esto y me pedió
[sic] todo los que se podía conseguir ó los dibujos de ellos.
Tambien se debe recordar que Cieza de Leon dice que el Quindio estaba
muy habitado por muchos indios antes de la llegada de los Españoles, pero que
habían sido destruidos, sin duda por los Pijaos, pues Cieza de Leon dice que el
valle estaba ocupado por la “Cañagorda” (la guadua) y que antes hubieron mu-
chos indios y sin duda los emigrantes del Norte llegaron hasta aquí. Olvidé decir
que en el lugar de la fundición de Dabeiba, que encima de la tierra removida y
donde encontramos los crisoles && que posteriormente se enterraron los indios,
pero estos en lo que llamamos casas, que son excavaciones muy superficiales
forradas con piedra, lo que demuestra que en Occidente hubo cambio de raza
o costumbre.
Esto vá largo y pido perdón, pero como he encontrado que los arqueológi-
cos [sic] de Medellin aun hablan de que la ciudad de Antioquia fue fundado
[sic] por Robledo y que no he podido sacarlos de este error, poco me entiendo
con ellos. Antioquia de la Cruz fundado por Robledo fue a 2 kiloms al Sur de
Frontino, y bien descrito por Cieza de Leon con lo de la jornada de 12 leguas al
rio Cauca, en este tiempo rio de Sta Marta, pues aun no conocieron bien el rio
Magdalena arriba.
Lastima que la revolución en Mejico obligó a Ud a venir en un tiempo tan
interesante. Siempre a sus ordenes; de Ud Atto y S.S.

Juan H White
Cuaderno 2
Documento 1.

Sociología Americana
I
Apuntes sobre el Ecuador

Resumen del viaje hecho a Quito en el año 1897


Por Miguel Triana

----

Introducción

Los extranjeros ignorantes ó poco observadores recriminan estas


Repúblicas por su relativo atraso y las comparan en su pubertad con las viejas
nacionalidades europeas. Como multitud de nacionales incurren en el mismo
error de comparación, al concebir la redacción de estos apuntes lo hacemos con
la esperanza de que les provoque un juicio mas conciensudo.
[con ciega injusticia y sin mirar la viga en el ojo propio, los colombianos en el
Ecuador se muestran allí tan exigentes como los europeos de pacotilla en Colom-
bia, tachado]El atraso de los pueblos depende de infinidad de causas difícilmente
removibles en el curso de los siglos.
Un empresario toma por modelo en Europa / una industria y al trasplantarla
á su país tropieza con mil obstáculos los mas [arriba escrito: de ellos] invencibles
y, desalentado, arruinado y en veces aprobiado por sus compatriotas, declara
que pesa alguna misteriosa maldición sobre su atrasada patria. Sin profundi-
zar la cuestión, basta considerar que el empresario europeo que debía servir de
modelo es el vigésimo nieto del fundador de la Fábrica.

27
28 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Las aptitudes del inmediato descendiente del hijo de las selvas, haciendo
extensiva la enseñanza del ejemplo anterior á los asuntos sociales de otro orden,
no son comparables con las aptitudes del hijo de viejas sociedades.
Las ideas en un individuo se desarrollan tan lentamente que la que hoy
emite un pensador como propia, tuvo su génesis laboriosa en la mente de sus
abuelos, muchas generaciones atrás. La simple combinación de dos ideas pre-
constituidas es materia tardía de elaboración. Es candidez propia de niños creer
en estos tiempos en los descubrimientos repentinos y en las improvisaciones
de cualquier orden.
Si la formación de las ideas en el cerebro de un hombre es lenta, la transmi-
sión de las mismas de un hombre á otro es Tardía. Lenta y tardía es También
la difusión de una civilización en el seno de un pueblo, y penosa y secular es la
traslación de la civi- //
lización de una nación á otra, de una raza á otra raza distinta.
Es que todo movimiento implica una lucha con las resistencias del medio,
y las ideas, como cualquier móvil, requieren vehículos y atraviesan obstáculos
resistentes y se mueven en distancias mas ó menos apreciables. La palabra, por
ejemplo, es uno de los vehículos en que viajan las ideas; pero la palabra por sí
sola no se mueve: necesita de la voz libre, de la escritura, de la prensa, del te-
légrafo. La palabra hablada, manuscrita, impresa ó representada de cualquier
otra manera, requiere una fuerza que la impulse y un conductor que la trasmita
á través del espacio y del tiempo.
Las vías fluviales y marítimas para no hablar por ahora sino de los senderos
materiales á través del espacio, ofrecen menos resistencias que los caminos te-
rrestres en suelo plano; y éstos, á su vez, menos resistencias al tráfico de las ideas
que los caminos de montaña. Por esta razón la distancia al mar, la internación
de los ríos y los accidentes del terreno son, junto con la edad de los pueblos que
lo habitan, los mas abultados materiales con que tropieza el crítico de asuntos
sociales y políticos que el algo aprecie sus propios conceptos.
[Los Colombianos en el Ecuador al sensurar con actitud inusitada, por ejem-
plo, el fanatismo religioso de ese / pueblo se olvidan de que allí no hay un Rio
Magdalena que se interne en la República trescientas leguas mar adentro y llegan
á creerse superiores a los hijos de los Incas, tachado].
Tratándose de las dificultades originales de aclimatación de[l, añadido] [una
civilización, tachado] progreso, no solamente las condiciones topográficas, en
el orden material, son elementos sociológicos. Hay otras resistencias físicas que
consumen energías con menoscabo de la vida nerviosa, tales como el clima y la
atmósfera. Los climas ardientes exigen mayor consumo de carbono en las fun-
ciones vitales que en los climas fríos, es decir que requieren aquellos mayores
energías fisiológicas para la vida humana que éstos y por esta razón la aplicación
cuaderno 2 29

del [estas, tachado] [arriba escrito: exceso de las] energías á las funciones psi-
cológicas en las zonas templadas apresura el desarrollo mental de los hombres
mas que en las zonas tórridas. Por otra parte, la presión atmosférica tiene tanta
influencia en el trabajo de los hombres como en el de las máquinas. El motor
fisiológico, que es el corazón, trabaja mucho mas para las necesidades de la vida
en las altas regiones que en las bajas: de modo que, en igualdad de circunstan-
cias, el progreso social cosecha mayores rendimientos al nivel del mar que en
la cima de las montañas.
Si comparamos dos pueblos de la misma edad y raza, el uno establecido por
acaso en un suelo plano, con cli- //
ma fresco y al nivel del mar y el otro en suelo accidentado, clima ardiente y
baja presión, necesariamente encontraremos al cabo de algunos siglos mas ap-
titudes para la civilización y mayor adelanto en todos los sentidos en el primero
que en el segundo, sin que estemos, en justicia, autorizados para atribuir estas
diferencias á condiciones virtuosas del uno o viciosas del otro.
Las diferencias geográficas, que, en tiempo limitado, causan rendimientos
fisiológicos diversos, y, por ende, variedad en las condiciones de vida; en un tiem-
po indefinido, obrando constantemente sobre una larga serie de generaciones,
producen notables modificaciones biológicas entre los individuos de una misma
especie original. Por esto el calor, la fuerza, la idiosincrasia, la intelectualidad
[y, tachado] la moralidad [arriba escrito: etc] ya no pueden ser las mismas para
todas las parcialidades humanas, por próximo que sea su parentesco étnico. [Tal
es en último análisis el mo origen de la diversidad de [arriba escrito: las] razas
humanas, tachado]
Además de las circunstancias anotadas intervienenen [sic] de modo pode-
roso en la diferenciación de las especies la calidad y facilidad de la alimentación
y la abundancia de productos útiles que ofrezca el suelo. Para no entrar en la
consideración de los mil motivos de cambios que en la índole de los pueblos
ofrece el terreno, conviene á nuestro propósito mencionar de paso la fertilidad
que responde del vigor aunque en ciertos periodos de la vida de / las sociedades
parece [retardar, tachado] perjudicar la actividad humana [con intentos, tachado]
como si la Naturaleza aconsejara en esos momentos sociológicos únicamente
las funciones puramente animales. El crecimiento, así en los individuos como
en las especies, corresponde á una edad incipiente del organismo, durante la
cual las funciones de la nutrición son preferentes.
Los pueblos jóvenes requieren, así como los hombres consagrados á trabajos
materiales, una alimentación basta pero abundante, y aquellos posados en suelo
que la ofrece fácil y nutritiva son más aptos, llegado el momento para el traba-
jo, que los mal nutridos y consiguientemente débiles. La mayor aptitud para el
30 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

trabajo determina á su turno mejores rendimientos y, en concurso con las otras


exigencias de la vida del operario, fija el precio y cuantía del jornal.
-Se ha sostenido en orden á la abundancia y calidad de los productos
alimenticios de la zona tórrida un concepto falso, fundado en la primavera
perpetua de ella; cuando la rotación fija de las estaciones con sus correspon-
dientes épocas de descanso para los terrenos y la reglamentación de las labores
agrícolas, son justamente la causa principal de que los productos de las zonas
templadas sean de mejor calidad y mas abundantes que en los países fértiles
donde crecen las yerbas sin descanso en perjuicio de las platas útiles cuyo
cultivo requiere //
el beneficio metódico de los meteoros atmosféricos.
Si la cuestión alimenticia es cuestión fundamental para el desarrollo del
progreso, la inseguridad de las lluvias explica la instabilidad [sic] y rareza de
las civilizaciones en la zona torrida. Un pueblo bien alimentado alcanza mayor
riqueza que aquel que se nutre con productos poco alimenticios, y allí donde
abunda la riqueza, mas rápidamente [arriba escrito: crecen] las necesidades de
un orden superior. Satisfechas las primeras que impone el crecimiento del or-
ganismo, se despiertan sucesivamente las que aseguran su perfeccionamiento
en el orden orgánico y el superorgánico. La industria no florece sino donde la
cuestión económica del organismo ha llegado a [su mas alto desarrollo, tachado]
[arriba escrito: equilibrio]. No puede esperarse que las ciencias y las artes ger-
minen donde el rendimiento del jornal a penas alcance á cubrir las necesidades
animales del hombre. A mayores comodidades materiales, á mayores gustos
artísticos, á mas amplias aptitudes intelectuales, sobreviene mayor dignificación
y mas alta moralidad.
Sufren indudablemente grave error las personas que atribuyen a la civili-
zación la perversión de las costumbres; y solo por miopía en la observación y
extravío de criterio pueden explicarse la creencia muy generalizada de que en el
pasado fueron mas puras las costumbres, [y, tachado] mas equitativas y piadosos
los hombres de un mismo pueblo. A iguales causas de ofuscación de concepto
es pre- / ciso atribuir la absurda opinión que ha solido sostenerse de que en las
altas clases sociales y en los centros de cultura germina mejor el vicio que en
las bajas clases de un mismo pueblo y en los pueblos mas atrazados de una mis-
ma raza. Basta para convencerse de lo contrario incursionar por las [naciones,
tachado] sociedades que por su condiciones sociales representan momentos
históricos anteriores al presente [y frecuentar observar, tachados] comparar con
criterio [comparativo, tachado] numérico la estadística escandalosa y pesar la
noción de equidad y benevolencia que en ellas se rige. La experiencia histórica
demuestra, en efecto, que la pureza de costumbres es un fenómeno sociológico
concordante con la abstracta concepción del derecho y siempre posterior al
cuaderno 2 31

equilibrio económico, al florecimiento científico, [y, tachado] al refinamiento


artístico y á la metafísica de los pueblos:
La sucesión de estos fenómenos cada [cual, tachado] vez mas [elevados,
tachado] complicados en el desarrollo psicológico de los hombres y de las
naciones que [ellos, tachado] estos forman, se cumplen fatalmente y ellos jus-
tamente sirven para [seguir ?, tachado] determinar el estado sociológico que
alcanzan. Si el sociólogo se atuviera al concepto de que su época y [arriba es-
crito: de] sus contemporáneos tienen los hombres informados é inspirados en
el ambiente moral que lo circunda, resultaría que todas las sociedades han sido
civilizadas y la mayoría de los hombres alcanzaron en alto nivel moral; porque
la altura á que se está en //
cualquier momento parece ser la mayor y acaso la máxima, cuando no se
distinguen situaciones mas elevadas a que aspirar inmediatamente. Por eso
los más crueles, sucios y rapaces delitos de hoy fueron en otras épocas remotas
acciones justas y hasta virtuosas, dadas las nociones públicas y vulgares de [la,
tachado] benevolencia, [la, tachado] estética y [la, tachado] equidad de entonces.
La alteración del orden en que se cumple el desarrollo de las necesidades de
un organismo social denuncia la presencia de una causa intrusa, cuya actividad
choca y sufre resistencias contra todo el conjunto en movimiento, con perjuicio
de la velocidad de este movimiento, hasta que el equilibrio se restablece con la
anunación de la causa perturbadora ó con la muerte del organismo. Por ejem-
plo, supongamos que el organismo social se deja sorprender por la acción de un
gobierno distinto del que conviene á sus necesidades [del momento, tachado], a
sus tradiciones y á sus hábitos. Dicho gobierno [se, tachado] interpone su acción
en el funcionamiento económico del país, anulando ó exaltando el crédito por
el artificio de una moneda falsa ó de una moneda valorizable. Las profundas
perturbaciones que la [arriba escrito: economía, la industria, la moral y las
creencias públicas] que la riqueza pública sufre con este hecho, el extragamiento
y la relajación de todos los órganos de producción y distribución que semejan-
te atentado [arriba escrito: violencia]del gobierno causaría en la circulación,
determinaría un malestar [económico, tachado] tan grande que se alterarían
todas las manifestaciones [arriba escrito: vitales] del pueblo, hasta que se di-
solvería el organismo social, si / el gobierno fuera mas poderoso que él, como
sucede en los gobiernos impuestos por la conquista, ó se debilitaría, [y, tachado]
[arriba escrito: y se modificaria o´] desaparecería el gobierno si éste [es el resul-
tado, tachado] hubiere nacido de la imposición [arriba escrito: tiránica] de una
clase [arriba escrito: o de un hombre] sobre el conjunto social á que [esta, ta-
chado] [arriba escrito: aquella] clase [arriba escrito: o este hombre] pertenecen.
Un organismo social que por sus energías está llamado á disfrutar de luengos
siglos de existencia se sobrepone siempre a la[s, añadido] [acción, tachado] causas
32 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

perturbadoras de su desarrollo; pero un organismo débil se somete dócilmente á


la influencia de los vicios que habrán de destruirlo. Los pueblos conquistadores,
para no sufrir a su turno grandes perturbaciones en su existencia [han, tachado]
en la lucha de adaptación y en el pugilato con la nación dominada, han tenido
que ser bastante fuertes para vencer el clima y para destruir [arriba escrito: ó
absorber] la raza que les opone siquiera pasiva resistencia: si así no fueran con-
cluirán por perder su identidad etnográfica.
La Nación española, conquistadora de estos países, los dominó; pero ni se
adaptó á sus latitudes, ni destruyó la raza indígena ni ha podido terminar sus
paces con ella mediante la completa refundición de sangres é intereses; y así
resulta que el principal motivo para que Sur América no ande franca, pronta y
determinadamente en la senda de su progreso es que la obra de la [conquista de
su, tachado] confusión de las razas en una sola sangre y una misma aspiración
social no ha terminado aún. //
Los blancos, los indios y los negros, casi sin mezclas entre sí, viven en con-
tacto étnico, agotando energías desde la Conquista. Es verdad que la época del
pugilato sangriento, en que salió victorioso [el erg ?, tachado] aunque agotado
el vigor castellano ha terminado, por lo menos en orden á la posesión del suelo
desde hace cuatro centurias; pero no parece sinembargo que la amistad con-
venida tácitamente entre esas razas sea leal. El indio es ladino y desconfiado, el
negro es indolente y traidor, el blanco es orgulloso é impulsivo con ellos. Este
modo de vivir y tratarse entre sí las tres razas no [arriba escrito: las] vincula pa-
ra la simultánea colaboración en [el, tachado] bien de la patria, y como en una
comunidad proindivisa en su heredad, nadie se cree obligado á cuidar de ella y
todos quieren sacarle el mayor provecho gratuito.
Esto explica su falta de noción patriótica que es de notarse entre nosotros,
con todos sus derivados de mal Gobierno, de vida nacional disoluta, de negli-
gencia por el interés patrio.
Los españoles miraban esta tierra como un patrimonio, como una finca de
campo, donde no habrían de permanecer toda la vida ni siquiera todo el año:
para ellos España era su casa [arriba escrito: en] definitiva; aquí vivían de una
manera provisional y sus hijos heredamos la indolencia consiguiente y el anhelo
por otras latitudes en forma atávica. [en efecto quién de nosotros no suspira por
vivir / en otra parte?, tachado] Nuestra desadaptación al terruño explica todo
nuestro modo de ser. Sea el lector quien deduzca las mil consideraciones que se
desprenden de este hecho.
La raza de los amos, habituada al trabajo fácil por no decir á la grata holganza
sufrió [acaso mas, tachado] tanto demérito como la raza de los siervos, que tra-
bajaba sin estímulos con la amargura en el alma. La que vive en los placeres se
corrompe tanto como la que maldice de su dura existencia. Por eso la Conquista
cuaderno 2 33

[y, tachado] [arriba escrito: y la tiranía son] un pernicioso principio social [añadi-
do:, aunque una y otra quieran justificarse en nombre de la civilización y la paz.]
Indudablemente la guerra de nuestra emancipación que obedeció á la ne-
cesidad de la patria de una sociedad nueva, ni terminó con los resabios de los
conquistadores ni coronó la tarea de la creación de la Patria. Ha pasado un siglo
de gestación penosa y todavía no hemos podido desarraigar aquellos resabios
ni la hermosa entidad vive aún en toda su grandeza en la mente y el corazón
de quienes nos repuntamos sus hijos. Si en estos países suramericanos, cons-
tituidos por una masa indígena y una clase directora exótica, se propusiese un
estadista legendario echar las bases de la civilización definitiva, seguramente
descendería en la fábrica de estas bases á inculcar la noción de patria entre los
naturales, que han carecido de ella en absoluto, y á corregir tal noción entre los
[conq, tachado] descendientes de los conquistadores, que la tienen erronea por
el instinto conquistador que inconscientemente los do- //
mina: La idea de patria, efecto, no existe ni entre los oprimidos ni entre los
opresores, porque ella envuelve un amplio afecto, un amor de inmenso alcance
y de intensidad proporcional, que desaparece entre la discordia, tóxico de todos
los afectos.
Muchas personas, [que se, tachado] ufana[n, tachado]s acaso de un acendrado
patriotismo, se sorprenderán al leer las anteriores líneas y al meditar en lo que
ellas tienen de amargo, si deducen que la obra de la conquista, emprendida
cuatro siglos hace, no ha terminado [aun, tachado], que la lucha cruel continúa
viva después de la epopeya de la independencia y que, por consiguiente, la patria,
que es fraternidad cariñosa, no existe aún!
Cuántos de los que viven en la lucha de la discordia y son sus agentes incon-
cientes deploran, sinembargo, la ausencia del abrigo patrio!
La dama [piadosa y dulce, tachado] de casa, [que, tachado] al establecer la
disciplina doméstica sobre la base de que ella se merece toda clase de conside-
raciones de parte de sus criados y servidores, quienes, en cambio, no son acree-
dores á ningúnas porque no las reclaman; esta dama, piadosa y dulce por [otra,
tachado] demás, no es otra cosa [en los …, tachado] que un agente involuntario
de la conquista en pleno siglo XX.
El hacendado en uso de su derecho de dueño de predios que cobra el terraje
de sus colonos / en trabajo, no es otra cosa que un encomendero, defensor de la
servidumbre impuesta por la conquista.
El sacerdote que, en cumplimiento de su misión moralizadora, obliga á los
indios á casarse y no impone esta misma obligación a los blancos, es un agente
de la conquista.
El representante de la autoridad, al hacer conscriptos entre los labriegos, es
el mas cruel recaudador del tributo de esclavos.
34 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

El Concejo municipal, al clasificar el trabajo personal, debido á la Parroquia,


entre señores [,, tachado] que pagan en dinero é indios [,, tachado] que pagan en
jornales, no lo hacen hoy [arriba escrito: mejor] en nombre de la República que
lo hiciera hace un siglo en nombre de la Monarquía española.
El simple blanco que se las dá de noble, por descender de españoles, y trata
por eso con menosprecio en la vida social al hombre de color, por descender de
la raza subyugada, atenta a cada uno de sus actos orgullosos contra el derecho
indígena, atiza la discordia de razas y acepta la represalia. Esta represalia signi-
fica la indisciplina en los [tra, tachado] labores de concurso indígena, el hurto
del jornal, la aparición de intereses entre el servidor y el patrón, con menoscabo
de la riqueza nacional. //
El arrendatario indígena constituido en ladrón, la servidumbre infiel, el
indio cruel y adultero, el traidor al país, el concusionario, el ciudadano desleal
al servicio público, y en general [el que, tachado] quien no siente el vínculo de
la humanidad, del patriotismo y del hogar, no hace[n, tachado] otra cosa que
aceptar el encanallamiento á que lo obliga la infamia de su suerte en la lucha
de la discordia.
Consecuencia de esta lucha es, por una parte, el éxodo indígena hacia climas
[que le son, tachado] nocivos y hacia medios extraños, es también la disminu-
ción en la ley de población, son los vicios populares de la embriaguez, la pereza
y la mala fe, y, en una palabra, es el envilecimiento la extinción paulatina por
degeneración de la [arriba escrito: mayor] parte de los habitantes que por estar
adaptados al medio físico debieran ser los mas propicios al desarrollo social y
al progreso y dignificación del país. Por otra parte, las consecuencias de esta
lucha son el jornal caro en relación con su rendimiento y con la inferioridad de
los productos, el alto precio de las obras en que concurre este jornal, la escases
de víveres, la miseria, el descredito y el malestar económico, que es la base de
todas las demas dolencias sociales.
He ahí el mas poderoso obstáculo del progreso de los países latino-ameri-
canos, mas [grande, tachado] estorboso que los / Andes, mas enervante que el
clima y la atmósfera.
Si se busca un correctivo á esta viciosa organización social, no faltará quien
sostenga, guiado por estúpido y criminal egoísmo, que tal es el orden estable-
cido, el cual hay que sostener para que la raza más hábil florezca á costa de la
raza mas tímida. Pero los altos intereses de la humanidad aconsejan la defensa
de esta raza desventurada, llamada por sus condiciones de adaptación [arriba
escrito: a cumplir] mas positivos destinos que [la otra, tachado] aquella en estas
latitudes, donde floreció y tuvo fecundo desarrollo en otros tiempos.
De acuerdo con estos dos pareceres, alientan vagamente en los ánimos dos
tendencias que han influido de modo decisivo en la formación de los partidos
cuaderno 2 35

[políticos, tachado] americanos. La una acomoda sus simpatías al predominio


del orden social fundado en la conquista, la otra amolda las suyas al progreso
fundado en mejores condiciones de la vida nacional: quiere [El uno, tachado]
aquella conservar y [el otro, tachado] la otra modificar. Estas dos tendencias
comprenden la fórmula esencial é íntima de nuestros partidos políticos, que se
relacionan en cierto modo con las de los partidos políticos del Viejo Continente.
La lucha entre la Democracia y la Aristocracia tiene en Suramérica un incidente:
la vida o la muerte de una raza! //
[Los que invocan el orden social, conciben una especie de gravitación en
virtud de la cual unas capas de hombres deben estar encima de las otras.
La revolución en su concepto tiene el inconveniente de que los elementos de esta
yuxtaposición cambian de lugar en perjuicio de intereses ya establecidos y san-
cionados por la costumbre.
Pero es esto lo que debe llamarse orden social? No!- Dicen los adversarios
de aquel sistema-: el orden social es el equilibrio en la justicia y en el derecho.
La justicia consiste en dar á cada cual lo que le es debido y el derecho es el que
hace á todos los hombres libres y amigos. Que haya equidad en el cambio de ser-
vicios entre los hombres libres y amigos. Que haya equidad en el cambio de servi-
cios entre los hombres: que nadie esté obligado á dar mas de lo que recibe. Lo que
no esté de acuerdo con la providencia del, que manda las lluvias y el calor del Sol
á fecundar por igual la sementera del indio y la plantación del blanco, está fuera
del orden providencial y es malo.
Estas dos nociones acerca del orden social informan conciente ó inconciente-
mente el credo político de los partidos, aunque motivos ocasionales y transitorios
suelan apartarlos de sus respectivas sendas, la democracia y la aristocra- / cia,
á cuyos polos son impelidos por fuerzas y corrientes poderosas desarrolladas en
la masa social: Cuandos los Partidos por su desarrollo psicológico dejen de ser
meros agentes ciegos de aquellas fuerzas, para convertirse [arriba escrito: á su
turno en] motores y auxiliares de ellas, el perfeccionamiento nacional se cumplirá
suave y rápidamente;
Pero esta visión del destino social de los Partidos en las Repúblicas americanas
no ha llegado á ser suficientemente clara y por esto en veces ha saido retrógrada
la marcha nacional. Las teorías políticas extranjeras y la confusión acerca de la
naturaleza y objeto de nuestros bandos, ha conducido á lamentables extravíos
en el cumplimiento de sus respectivas misiones y en la leva de sus partidarios.
Loable intento será el rodaje sobre que marchan estos paises hacia su grandeza,
se montara[n, tachado] sobre los ejes en que estan consituidas en la intimidad de
su ser, para que no haya jamas discordancia loca entre su alma y los anhelos
de sus propios hijos.-, tachado] //
36 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Primera Parte

El Paisaje
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Cap I. El Mar y las costas ecuatorianas

La universidad de Cambrige [sic] invita, para 1909 á la celebración del Centenario


de Darwin. Es pues, este sabio, coetáneo de la República del Ecuador, en cuyos
análes científicos figura su nombre, [así como el de los mas grandes pensadores
del mundo, tachado] por haber visitado sus costas en el viaje de exploración que
hizo alrededor del mundo, durante cinco años, [hacia 1836, tachado] de cuyas
enseñanzas resultó la gran teoría de la Selección Natural de las Especies, que ha
transformado todas las nociones filosóficas antiguas.
En 1835 pisó el ilustre naturalista inglés las islas de Galápagos, cuya consti-
tución volcánica, aspecto raro, vegetación curiosa y fauna [rara, tachado] ex-
traordinaria, le llamaron grandemente la atención y dió de ellas una relación tan
interesante que las puso en relieve ante los geógrafos, académicos y pensadores
del mundo. /
El silencio de los que miran sin ver, había hecho pasar inadvertidas durante
tres siglos estas atalayas de la inmensidad del Océano Pacífico, que se empinan
como conos geométricos sobre el nivel de sus ondas, a doscientas leguas de
la costa de Manaví, [sobre, tachado] tangentes a la misma línea equinoccial.
El mar se azota, [entre ellas, tachado] con cólera inusitada, habida su notoria
tranquilidad, contra las ásperas barrancas formadas por cenizas volcánicas
que ultrajan las plantas del explorador de sus misterios. El aspecto cristalino,
de aristas netas y figuras geométricas del basalto que constituye las eminen-
cias, donde se ven los bordes cortantes del cráter como los de una copa de bo-
ca irregular y estrecha [cubierta, tachado] colmada de un licor [neg, tachado]
oscuro y espumoso hecho Tufa esponjosa, [L, tachado] causa en el observador
la idea fantástica de un paisaje artificial hecho con residuos y escorias de una
ciclópea fábrica de vidrio, que no de hierro, como eran las fraguas mitológicas
del cojo Vulcano. En las laderas ásperas que flanquean la montaña cristalina,
en las irregularidades filudas y cortantes de sus cumbres y en las barrancas
desnudas y filamentosas que caen al mar, señorean con displicente donaire,
las espinas, los tunos y los cactus, con su as- //
pecto cadavérico y soñado, con sus galas espinosas y ariscas, con su colo-
ración cenizosa y mustia, digna vegetación decorativa de aquel terreño [sic] de
una [mineralogía cruda, tachado] génesis primitiva. Parece que de las espu-
mas del oceano surgieran las esquirlas oseas de alguna costilla despedazada
del esqueleto del globo, pues las islas de Galápagos carecen de la encarnadura
cuaderno 2 37

que redondea y embellece y da coloridos de juventud y vívidos ropajes á la her-


mosa madre Tierra.
En las inmediaciones de estas islas, según observación del sabio geógrafo
del Ecuador. Dr. Wolf, las aguas del mar son frías (21° Bahía de Santa Isabel en
Albemarle) en comparación de la temperatura tórrida de 30°, correspondiente
á estas latitudes ecuatoriales. /
//

Documento 2.

Barranquilla y su porvenir

[Hagamos voluntad, tachado]

[Una obra máxima, de fácil ejecución, tachado]

La cámara de la enferma y el médico indígena. Característica industrial de Ba-


rranquilla.- La fuerza viva del río.- Los descubrimientos de un inventor. - Lo que
será Barranquilla: lástima que no haya Estadística. -El centro distribuidor de la
Costa. - Aceleración de las importaciones por Barranquilla. La aduana en 1920.-
[Porvenir de Puerto Colombia, tachado] Construcción actual de buques. Que será
B/quilla cuando se rompa la barra? - [El problema de la barra, tachado] Costo de
la obra y movimiento económico durante los trabajos.- Calculos financieros. – [El
hombrecillo de los ojos azules, tachado] tarifa del F.C. y costo en 1920. Intereses
del capital. - Fácil ejecución de la obra. Constitución de una compañía nacional
constructa [por constructora].
Al amparo del bochinche que se oía hasta la calle, un hombrecillo, un amigo
de la Casa y pariente lejano de sus fundadores, se introdujo con paso cauteloso y
tímido en la cámara de la enferma. La puerta estaba abierta y el portero dormita-
ba. En la antecámara se batían a puñetazos dos o tres Procuradores del servicio.
Adentro la algazara era insoportable y los que la formaban con sus gri- / tos y
demuestos, se tapaban los oídos para no escuchar a los demás.
Nuestro discreto personaje en cuyos ojos brillaba la dulce alegría de un
soñador, miró en contorno, hizo un gesto de desdén y se aproximó con aire
respetuoso y afable a la butaca de la ilustre dama. Solo un petimetre de mo-
nóculo y bucles rubios que asechaba en un rincón los menores movimientos
de la señora, fue quien se puso receloso y prestó la más inquieta atención a los
ademanes del intruso.
Rodilla en tierra y la gorra en la mano temblorosa por la emoción, este pro-
nunció en los oídos de la enferma estas palabras:
38 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

- “Señora, soy un humilde médico indígena que por amor a vos y sin in-
teresaros en honorarios ni distinciones, pretende curaos de todas vuestras
numero[sos, tachado]sas dolencias, mas imaginarias que reales. El régimen que
están empleando estos Galenos, enloquecidos por la codicia, que os rodean,
régimen de inacción y sangrías, os tiene extenuada e histérica. Todos vuestros
órganos están sanos: solo vuestra voluntad está enferma. Levantaos! Haced la
prueba para que os persuadáis de que teneis un musculo poderoso! Arrojad
al mar, por el bal- //
cón ese cúmulo de drogroras [sic, por drogas] venenosas que os propinan
a diario vuestros crueles explotadores, y andad señora; porque si no, vuestra
muerte está próxima! ... “
Sin perder de vista la llave de oro del joyel que yacía olvidada a los pies de la
dama, el hombrecillo del monóculo, por el movimiento de los labios del médico
y por sus ademanes, adivinaba, mas bien traducía a su propio idioma las pala-
bras de salud que este pronunciaba con voz tenue en los oídos de la enferma. Los
grandes y hermosos ojos de la pobre histérica se conmovieron en sus órbitas y
un espasmo nervioso [conmovio, tachado] extremeció su delicado cuerpo en
imperceptibles convulsiones del reflejo.
- (En inglés) Que impertinencia!, murmuró el extranjero.
Esbozado en su capa de anónimo, el médico salió del palacio sin ser notado,
y se perdió entre la muchedumbre.
----
Hay en Colombia dos determinantes del genio industrial, a saber: la tradi-
cional afición de los indios por la manufactura y la oferta gratuita de fuerza
mecánica que brinda a porfía el suelo. / Desde su ignoto origen [trae, tachado]
el indio americano, ora sea de raza caribe de inquietud nómade, ora sea de
familia maya de aficiones sedentarias, lleva como un patrimonio [una, tacha-
do] su afición inolvidable por la manufactura, que ha trasmitido en su sangre
a sus descendientes, más o menos mezclados, con ten[arriba escrito: a]cidad
asombrosa. Desde la Patagonia hasta México, el indio americano fabrica con
menosprecio de la competencia industrial europea, como obedeciendo a un
imperativo irresistible de su destino. Donde quien que esta raza halló un ba-
luarte para la supervivencia en el cataclismo de la Conquista.- un acantilado
en la montaña, la reconditez de un rio torrencial en la selva, el valle precavido
entre peñascos, - de allí sale a los mercados la manufactura indígena a com-
patir por sus virtudes y bajo precio con los primores de la maquinaria y el arte
coligados para suplantarla. El genio minero y agrícola de los españoles no ha
podido contrarrestar en sus mestizos el atavismo industrial y en cada colom-
biano bulle un germen manufacturero, mas a menos evidente. Por esta razón
siempre que entre nosotros se ha abierto una Exposición, lo que predomina en
cuaderno 2 39

ella es la mística manufacturera nacional, desgarbada y simplona si se quiere


por falta de escuela, pero en la que un observador sagaz podría encontrar la
vocación de nuestros destinos en el futuro.
Así se explica la preponderancia manufacturera de las sociedades de la Costa
principalmente de Barranquilla //
donde la facilidad de los transportes entre el mar y el rio ha permitido a la
industria estallar en sus germinaciones por la línea de menor resistencia. B/quilla
es hoy la primera ciudad manufacturera del país y cuando se abran las bocas de
ceniza lo será de Sur américa.
A la hora de estas causa cierto reato el hablar de Dios como providencia que
preside la suerte de los pueblos y las peripecias de la civilización de la especie
humana; pero a despecho de este reato de ateísmo de buen Tono se impone la
intervención de aquella providencia para explicar la concurrencia de las afi-
ciones manufactureras en el país más rico del mundo en fuentes gratuitas de
fuerza hidráulica.
Donde el agua de nuestros innumerables torrentes se ve caer cargada de
kilográmetros de fuerza, es de una elemental previsión asegurar que algún día
ella se convertirá en industria fabril; pero donde, como en el rio Magdalena,
esa fuerza se desliza horizontalmente son mas aplicación por ahora que la de
derribar barrancas y arrastrar arenas, es un pronóstico atrevido el de anunciar
que a vuelta de pocos años esa [inmensa, tachado] fuerza moverá la maquina-
ria de la primera ciudad manufacturera de la América del Sur, cuyos productos
saldrán directamente al mar por las Bocas de Ceniza a inundar los mercados
del Continente!
----
Un día se presentó en mi casa el Sr Leopoldo Tobar, hijo de Barranquilla, a
consultarme tres descubrimientos que [habia, tachado] cree haber hecho y para
los cuales está[ba, tachado] en solicitud de patente de privilegio: una rueda / pro-
pulsora para buques, de paletas angulares, en forma de M, con la cual se promete
desarrollar el doble del impulso que con la paleta plana; un casco de convexidad
central, para disminuir la resistencia de la corriente y reducir el calado, y un
sistema de turbinas verticales en serie, para utilizar la fuerza viva del rio en la
industria manufacturera de Barranquilla. [“He aquí me dije pata mi capote (?),
un pensador que tiene entre manos los tres grandes, tachado] Los dos primeros
estudios tienden a resolver los dos fundamentales problemas [arriba escrito: de
la naveg] del río: aumentar, en el mismo gasto de fuerza, la velocidad de la mar-
cha y disminuir el calado, con el mismo tonelaje. [Su cuenta al ?, tachado] Esto
equivale a duplicar el servicio del río con el mismo capital, es decir, a [darle al
país, tachado] situar el centro del país en tiempo y en gastos de transporte, a la
mitad de la distancia a que está hoy en la Costa. El Congreso podría estimular
40 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

la solución de estos dos problemas votando una prima hasta de $1.000.000 de


dólares a favor de quien los resolviera.
En cuanto al último de los descubrimientos a que consagra sus meditacio-
nes el Sr Tobar, sus resultados para la industria manufacturera de Barranquilla
serían incalculables y sólo se podría tener idea de ellos concibiendo trasladado
[sic] a Nueva //
York a la boca de nuestra grande arteria. Desgraciadamente [arriba escrito:
aunque] la fuerza del río es inmensa, [como pudiera creerse, tachado] los artificios
mecánicos [arriba escrito: no] son capaces de captar sino una mínima parte de
ella. En efecto, para una masa media de aguas de 3.000 metros cúbicos por se-
gundo y una velocidad de 90 centímetros, el trabajo de su impulso [arriba escrito:
en una sola sección trasversal] sería de 16.000 caballos. Un aparato sumergido
en el río aprovecharía solo la diferencia entre la presión y la contrapresión de la
corriente, diferencia que [sería, tachado] es muy pequeña en el Bajo Magdalena
[y, tachado] pero cuya aplicación industrial seria [mínima, tachado] sinembargo
cuantiosa. En efecto, la presión sobre una superficie de un metro cuadrado, es
proporcional al peso del agua (m) y al [arriba escrito: cuadrado de] su velocidad
(v2) y la contra presión o contra efecto también es [igual, tachado] proporcional
a la masa [arriba escrito: (m)] multiplicada por el cuadrado de la velocidad (v2)
y el valor de una y otra es igual a la suma o a la diferencia [entre, tachado] del
impulso hidrostático debido al peso de la columna de agua que grava sobre la
superficie del metro cuadrado en cuestión, impulso que será tanto mayor cuanto
más alta sea la columna, [arriba escrito: es decir, cuanto mayor sea la profundidad
a que se lo considere]. Llamando F a la presión, F1 a la contrapresión, Q el impulso
hidrostático y M y N dos coeficientes experimentales, tenemos: F=Q+M pi/g v2 y
F1=Q-N pi/g v2. El impulso útil será F- F1= pi/g v2 (M+N) = (m+n) pi/2g v2. Para
agua M=1 y / m+n=1.86 para tablas, m=1.19 y n= 0.67.
Aplicando esta fórmula para el Río Magdalena, cuya velocidad es de 0.90,
tendremos que un metro cuadrado recibe un impulso de

1.86x0.81/19.546 = 75k (números redondos)

Una rueda de paletas de 4 m de largo y 1 m de ancho, obtendrá una fuerza de


300k, y si tiene 5m de radio, producirá un trabajo de veinte caballos. (*)
Tal rueda es próximamente la que sirve de propulsor a los grandes vapores
que surcan el río Magdalena. De modo que si la corriente determina en ella un
trabajo de veinte caballos, esa debe ser la resistencia que ofrece el propulsor de
paletas al subir. La invención que condujera a suprimir esta resistencia prestará
pues el servicio de una máquina de veinte caballos.
De bajada el trabajo aquel de la rueda se suma al del motor. Pero, en todo
caso, la rueda como propulsora de buques acusa el mas rudimentario sistema
cuaderno 2 41

que concebirse pueda. Cuando se contempla la cascada de perlas que levantan


del rio las paletas de la rueda motriz de nuestros buques, se suspira con tristeza
al ver que la navegación fluvial esta en su mas inocente infancia! //
(*) [corresponde a la nota después de veinte caballos) La faja de tierra com-
prendida entre el caño de B/quilla y el rio tiene una longitud aproximada de 2 k
(?) y anchura suficiente para emplazar en ella mas de cuarenta grandes fábricas,
movidas por el impulso del río.los artificios mecánicos de que la industria mo-
derna pueda echar mano para hacer económica la captación de esa fuerza no se
pueden preveer en la rudimentaria actualidad que atraviesa el país, por falta de
cultura mental. La idea del Sr. Tobar de una serie de turbinas para sumar así la
presión de una considerable anchura de rio, la cual, como se sabe, aumenta con
la profundidad, descubre un inmenso campo a la inventiva nacional, el día en
que los estudios universitarios de la Costa se encaminen a resolver [nuestros,
tachado] los problemas económicos locales. Una alta Escuela de Mecánica y
una Escuela de Náutica fluvial en Barranquilla cultivarían allí el genio popular,
inclinado por atavismo y por necesidad a ese género de especulaciones. = Por
lo pronto se impone en las actuales fábricas de B/quilla la necesidad imprescin-
dible de adoptar motores económicos, por el alto precio del combustible a que
ha conducido el desmonte inconsiderado de los bosques del contorno, donde
los antiguos leñateros han desaparecido en absoluto.
Dejando a un lado por ahora el problema de la navegación, supera a toda
fantasía lo que será Barranquilla cuando, abiertas las Bocas de Ceniza, haya
plantado a la vera de su formidable acumulador de fuerza hidráulica una serie
indefinida de capta[dores, tachado]ciones mecánicas, a través de Todas las seccio-
nes trasversales posibles del río, a razón de 1600 caballos cada una. Los millones
de toneladas de higo y algodón que podrían producir los llanos del Tolima y las
inmensas vegas del río en una extensión de mil kilómetros de longitud por cien
de anchura media, serían insuficientes para dar abasto a la inconcebible activi-
dad industrial de nuestra Nueva York litoralense!
Con la imaginación acalorada, que elimina en la contada del tiempo unas po-
cas decenas de años, se ven deslizarse sobre el lomo del manso río innumerables
jangadas construidas con las mas ricas maderas de nuestros bosques tropicales
y cargadas con las fibras del Valle ardiente y con los cereales de la Serranía,
a la merced prodiga de este buey de carga, lentamente, al amor de[añadido:l]
[la corriente, tachado] caudal Tranquilo, hacia la vorágine de las fábricas de
B/quilla, para transformarse allí en muebles finos, en telas preciosas, en harinas
alimenticias. Y de los grandes as- //
tilleros de la ría, saldrán por las Bocas de Ceniza los Trasatlánticos cargados
con nuestros productos a difundirse por el haz de los mares!
[En obedecimiento a sus futuros destinos, hay bulla en Barranquilla un instinto
manufacturero. Los pasos que da esta ciudad en la apenas iniciada senda, [de
42 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

su vida, tachado], se asemejan a los que da un niño cuando comienza a andar.


“El nene hace ya solitos” dicen las madres, ufanándose de las primeras proezas
de locomocion de sus hijos. El esfuerzo inicial de mantenerse en pie, en posición
vertical, por unos pocos segundos, representa la solución del gran problema de
la vida. El equilibrio del organismo tenue, inexperto y torpe de un hombrecillo
de gran cabeza, brazos cortos, piernas flojas y pies casi informes, es sin disputa
el primer acto de atrevimiento que comete este futuro conquistador del mundo!
Despues de esa sublime tentativa de su voluntad soberana, el niño no se da un ins-
tante de reposo y lleva la revolucion de sus travesuras, hasta la locura, en su antes
tranquilo hogar. Las paredes, los barrandajes y los muebles le sirven de puntos de
apoyo con sus primeras excursiones para alcanzar el florero de mamá de la que
hace una escoba, el paraguas de papá para transformarlo en caballo, el tintero del
es- / critorio para barnizarle la cara al manso perro, su paciente amigo. Despues
le quedan cortas las copas de los arboles y los tejados de [la vecindad, tachado]
colundancia [?] para ampliar el radio de sus excursiones, a caza pajaros [sic] y
[aventuras, tachado] frutas del huerto vecinos. El rio, [arriba escrito: del pueblo]
la cumbre del cerro, el horizonte y hasta la luna constituyen, por fin, el limite
deseado de las aspiraciones de viajero. Tal es lo que promete aquella sonrisa de
triunfo que formulan los labios balbucientes del niño al hacer su primer “solito”,
ante los brazos de su madre estaciada de dicha. La acertada dirección educatiba
hará de esta formidable actividad naciente el [medio, tachado] estímulo de un
comerciante o de un geógrafo; [la dejadez de, tachado] la incultura [la conducirá
a, tachado] le permitirá ser el motor de un revoltoso o un aventurero; [porque,
tachado] toda fuerza abandonada a la vagancia es devastadora y es benéfica y
fecunda canalizada en el obrador.
Como [arriba escrito: en] un niño predestinado, hoy bulle en Battan- [sic] un
instinto manufacturero que debería causar pasmo y maravilla a su joven madre
Colombia. Las actividades nacientes de un pueblo infantil, alegre como un rayo
de sol en su[s, tachado] Carnaval[es, tachado] y fogozo como un adolescente en sus
[pasiones, tachado] amores, las dedica a concebir fábricas de facil manufactura
y a soñar en un porvenir venturoso.
Santamarta con su cuantiosa importación, //
superior a la de Cartagena, [ilegible tachado] y ésta como [centro, tachado]
núcleo de la cultura costeña y [arriba escrito: con] su importancia de matrona
de las ciudades de Colombia, hacían el papel de centros de distribución comer-
cial hacia el interior del país, hasta mediados del siglo XIX, cuando comenzó a
tomar alientos el pequeño caserío de Barranquilla y a iniciar sus importaciones
en buques de vela por su playa marítima. Las Compañías de Navegación del río,
que nacieron en Santa Marta, tenían su primer punto de escala en Sitio Nuevo
y sus astilleros y almacenes de depósito en Mompós. Esta última ciudad había
sido elegida por los españoles para este efecto desde la época de los piratas. por
cuaderno 2 43

estar recatada en el interior contra las depredaciones de aquellos, y [por, tacha-


do] de su plaza partían, río arriba, hacia Honda y de través [arriba escrito: por
tierra] hacia el Socorro y Antioquia las mercaderías de que se surtía el Nuevo
Reino. Las reparaciones de los primeros vapores que surcarán el Magdalena se
hacían en Mompós, donde se había formado desde la época de la Colonia un
personal de artesanos navieros para la construcción de champanes. A pocas
leguas arriba de la ciudad en el sitio de [espacio vacío] desembarcada el caño
que [arriba escrito: la] comunicaba por la Ciénaga de Sapatoza con Valle Dupar
y el puerto de Riohacha. /
Todas las Casas comerciales de Cartagena tenían sucursales de distribución
hacia el interior en Mompós y las surtían de mercancías extranjeras transpor-
tadas en grandes bongas a través del Dique. Esta circunstancia, [unida a, tacha-
do] de constante comunicación, unida al buen clima y resguardo de Mompós,
explica la formación en ésta de un centro social de primer orden, donde se
[for, tachado] confundían las mas poderosas familias del Virreinato. Cartagena,
la plaza fuerte, Santamarta e[n, tachado]l primer puerto [comercial, tachado]
aduanero de la América Latina, en comunicación fluvial con el río Magdale-
na, y Mompox la ciudad comercial y aristocrática de esta arteria continental,
vivieron disfrutando del supremo señorío del país que es el de la riqueza y
la cultura, hasta que vino [la aparición, tachado] el auxilio del vapor a la na-
vegación, y con eso todo se ha ido barajando en el orden económico y social.
El Dique no pudo soportar la competencia de los buques que se movían de Sitio
Nuevo a Honda, con escala en Mompox; el Caño de los Tramposos y la Ciénaga
de cuatro bocas tampoco podían soportar esa competencia y los buques de vela
buscaban en Sabanilla sitio para la descarga de su mercancía cuando no podían
penetrar por las //
bocas de ceniza a hacerlo en la propia [barranca de San Nicolás, tachado]
ribera del río. El contrabando en toda la ensenada de culebra que originaba este
estado de cosas, determinó la habilitación de Sabanilla como puerto marítimo
y la prosperidad comercial de [Barranquilla, tachado] la barranca de San Nico-
las. La volubilidad del rio [que tomó, tachado] con el capricho de echar poco a
poco por el Brazo de Loba mató, por otra parte, los astilleros de Mompox, los
que tuvieron que trasladarse a Barranquilla, donde afectan la importancia de
armadores de buques a trueque del que tenían allí de constructores de cham-
panes. [añadido: Las familias de Mompóx se trasladaron a Cartagena al lado
de sus parientes; los hombres de empresa se llevaron de Santamarta llevaron sus
negocios a Barranquilla inicia la ruina de S. M. y la sociología de la costa sufrió
una transformación profunda]. Cada descubrimiento científico es un nuevo
revolucionario que viene a transformar el orden social establecido. He aquí un
cuadro de las importaciones por las tres aduanas de Santa Marta, Cartagena y
Barranquilla, que indica claramente el curso de la decadencia de las dos primeras
44 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

y de la prosperidad de la última durante el periodo [arriba escrito: de desarrollo]


de la navegación a vapor.

Importaciones por el Atlántico


Años Cartagena Santa Marta Barranquilla Totales
1840 $1.144,708 $1.417,523 $2.562,231
1844 528,947 2.440,904 2.969,851
1857 238,305 2.046,496 $337,168 2.621,969
1859 687,125 1.857,221 137,564 2.677,832
/

Demuestra este cuadro, además, el estancamiento del progreso en el país


durante veinte años. Datos estadísticos, dispersos en las Memorias de Hacienda
si más propósito cuando llegaban a consignarse que el de aforar y fiscalizar la
Renta de Aduanas, demuestran que en los diez años posteriores, de 1860 a 1870,
el valor de las importaciones hechas por el Atlántico se triplicó casi de repen-
te. El país entró entonces en un periodo de relativa actividad, debido acaso al
Decreto de desamortización de bienes eclesiásticos, que puso en movimiento
capitales y energías nacionales, antes en sociego. Esta incrementación [arriba
escrito: repentina] de fuerzas vitales es muy digna de que se la tenga en cuenta en
el pronóstico del fenómeno económico que sobrevendrá cuando entren al país
los millones con que se le indemnizará por la pérdida del Itsmo [sic]. Después
de 1870, como puede observarse en el cuadro que sigue, formado también con
datos incompletos tomados de las Memorias de Hacienda, la importación por
las tres aduanas de Cartagena, Santa Marta y B/quilla se duplica [arriba escrito:
próximamente] cada diez años. Esta reduplicación de las actividades del país
por décadas que denuncia //
la estadística de sus importaciones. ha sufrido una perturbación durante las
guerras de 1885 y 1895, lo que parece demostrar por la coincidencia de tiempos,
que aquellos trastornos [fueron, tachado] de origen político, fueron la causa
del retardo económico. Otra cosa se deduce de la anticipación del [un, tachado]
retardo económico ocurrido con anterioridad a la guerra de 1900, lo cual a su
turno parece demostrar que dicha [guerra, tachado] trastorno tuvo un origen
orgánico, producido por la introducción [en, tachado] del régimen del papel
moneda de curso forzoso en la circulación nacional. El sereno denuncio de
estos fenómenos sociales, hecho por la Estadística imparcial, ha venido bien
pronto a señalar con dedo justiciero a los autores de tamaños crímenes contra
el progreso de la Nación.
(Aquí el cuadro adjunto)
Nótese en este cuadro que Cartagena ha seguido una marcha regular cre-
ciente, lo que demuestra un régimen de equilibrio económico, halagüeño
cuaderno 2 45

para el desarrollo local, que habla de los grandes recursos de que dispone el
Departamento de Bolívar. Sobre la fecundación de estos recursos volveré a ocu-
parme detalladamente cuando estudie el trascendental problema de la canaliza-
ción del Dique.
Nótese también una marcha irregular y ruinosa / en la aduana de Santamar-
ta [hasta 1898, desde cuando, tachado] durante 30 años, después de los cuales
recupera una asceleración sorprendente. Me prometo analizar con alguna de-
tención este interesante fenómeno, al ocuparme del ferrocarril, de las bananeras
de Santa Marta.
Para comprender el incremento que van adquiriendo las regiones a que
[arriba escrito: S. C. y B] sirven [arriba escrito: respectivamente] de centros
de distribución, [Ca, Santamarta, Cartagena y B/quilla, respectivamente, ta-
chado] conviene saber que de las 18.000 toneladas que entraron [a, tachado]
la primer[añadido: a] [puerto, tachado] aduana en el año 1913, [arriba escrito:
casi] la totalidad fueron distribuidas en el Departamento del Magdalena; de las
29.500 que entraron por el segundo puerto, solo fueron distribuidas para Bolí-
var y el Chocó 1500, pues 22000 tomaron rio arriba por Calamar, y de las 65000
que entraron por B/quilla subieron el rio 45.000 y se quedaron 20.000 para la
distribución [q, tachado] de que sirve de centro esta ciudad.
De 1887 a 1912 la curva goáfica [sic] de las entradas por B/quilla podrían sus-
tituirse por una línea recta de promedio, con una razón de aumento constante
de 2.700 toneladas por año, [arriba escrito: osea 6%] lo que permitiría calcular
en cerca de 80.000 toneladas la introducción por B/quilla para el año de 1920.
La fecundación del país por el riego que experimentarían sus industrias con //
los $25.000.000 de la indemnización de Panamá, triplicará por lo menos la
cifra del movimiento del puerto de Barranquilla, [arriba escrito: como sucedió
por causa de la amortización,] q [la, tachado] elevaría a la cuantiosa suma de
240.000 toneladas la importación en aquel año venidero.
El movimiento [aduanero, tachado] de aduanas representa un provecho
proporcional para B/quilla como ciudad industrial, a tal punto que esta ciudad,
aunque existió como aldea de ganaderos con anterioridad a la habilitación del
puerto de Sabanilla es [arriba escrito: como centro comercial] simplemente hija
del tráfico. [este puerto, como centro comercial, tachado] Además del servicio de
trasbordo y taller de construcción y reparo de buques, en B/quilla se distribuyen
hoy 20.000 toneladas de mercancías extranjeras en sus numerosos y elegantes
almacenes de detalle y se expenderán como en ninguna otra ciudad comercial
del país, en cuantía relativamente enorme, cuando la Nación despierte a la vida
económica a que [está, tachado] será llamada en breve plazo. Por circunstancias
propicias que multitud de viajeros y sociólogos han estudiado en Estados Unidos
y las Repúblicas del Sur, ha correspondido al Nuevo Mundo dar el espectácu-
lo maravilloso de la improvisación de grandes ciudades, rivales en magnitud,
46 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

comodidades y poderío de las viejas metrópolis del Viejo Mundo, y B/qui- / lla
[d…?, tachado]será en Colombia el primer ejemplar de ese género de prodigios;
tal es su destino manifiesto!
Las 45.000 toneladas de cargamentos de que los buques se producen en
B/quilla para subir el río, no todas pasan directamente del vagón del ferrocarril
de Puerto Colombia a las bodegas de los barcos, como puede creerse. Una gran
parte entran primero a las fábricas de la ciudad para sufrir la transformación de
materia prima a mercancía manufacturada. Así se entran al país las hilazas
de Manchester convertidas por los telares de naciente factoría en en [sic] lienzos,
driles, diagonales, mantas, medias, franelas, ropa interior de punto, hamacas,
lonas, sacos, coletas, etc; los trigos de Australia y Norte América, en hari-
nas, fideos, macarrones y demás pastas alimenticias, las resinas de la India y los
alcalis de [Italia, tachado] Alemania en jabones; las estearinas de Noruega, en
bujías, los alambres de fierro de Suecia en clavos y puntillas.
Tal [Como, tachado] en una ciudad predestinada para las grandezas de la
maquinaria, hoy se agitan en [la, tachado] B/quilla como un instinto manufac-
turero las pequeñas fábricas de transformación elemental y facil, en obras de
verdadera utilidad para el país, las cuales deberían despertar en //
la joven madre Colombia no solo el cariño que merecidamente le profesa a
su hija del Litoral, sino el apoyo y predilección que en veces le disputan las de-
más. Las actividades nacientes de un pueblo infantil, alegre en sus carnavales,
[y fogoso, tachado] ardiente en sus pasiones y soñador de un provenir venturoso,
ofrecen puntos de [profundo, tachado] estudio positivo y utilísimo para la fami-
lia colombiana, del cual apenas quedan delineadas los rasgos fundamentales en
las anteriores páginas, cortas en detalle sobre la industria barranquillera, por
falta de Estadística.
Para juzgar de la actividad de los astilleros de la ciudad, basta saber que en
1913 se armaron 80 embarcaciones así:

I 13 vapores, con capacidad de  2187 toneladas


VI 4 gasolinas 108 toneladas
V 10 Lanchas 247
II 10 Planchones 622
III 34 Botes 568
IV 9 Bongos 328
80 Vehículos 4060 toneladas

Se concibe la [arriba escrito: relativa] actividad industrial de herreros, car-


pinteros y mecánicos que aquel producido de barcos imprime en una pequeña
ciudad de 50.000 habitantes.
cuaderno 2 47

[Abiertas las cocas de Ceniza, todas las importaciones para el interior de la


República que hoy se distribuyen entre Cartagena, Santamarta y B/quilla, se
harán entonces por esta última Aduana, sin que por esto queden inoficiosas las
otras dos que continuarán sirviendo de centros de distribuciom para el Chocó y
Bolívar la una y para el próspero Departamento del Magdalena la otra. Las 141.000
toneladas, que hoy se mueven en el rio, pasarán por B/quilla, y aumentadas por la
manufactura local, se moverán por las bocas de Ceniza. Las 45.000 toneladas de
subida de hoy [se ?, tachado] que sal,en de B/quilla para subir el rio, ascenderán
a 66.000, y con el incremento anual del 6% en cinco años., tachado]
Hoy se mueven por el F.C. de B/quilla 120.000 toneladas y [suben el entran,
tachado] por Calamar 43.000, lo que haría que para las Bocas de Ceniza 163.000
hoy, y dentro de cinco años con un aumento 5.000 toneladas por año no menos
de 200.000.
[Estas cifras son la inicial del desarrollo que experimentará el pais a partir
del momento [en que por efecto simultaneo, tachado] en que se abran las Bocas
de Ceniza de la
//
Agitación que habrá traido sobre nuestras costas la apertura del Canal de
Panamá, tachado]
Para pronosticar lo que llegará a ser Barranquilla cuando abran las Bocas
de Ceniza, es decir, cuando por virtud de esta obra se sitúe la ciudad en la costa
misma del mar en contacto con el movimiento que sobre ella traerá [la, tachado]
el tráfico mundial de la ruta de Panamá, es preciso poner en juego el desarrollo
que adquirirá el país por esos dos motivos simultáneos. La cifra de 200.000 to-
neladas de movimiento de Aduana por Barranquilla es apenas la inicial de una
estadística creciente en progresión geométrica, a medida que se van poniendo en
actividad las potencialidades del suelo, hoy inertes por causa de su aislamiento.
Sin entrar a considerar las inmensas fecundaciones de los Departamentos que
están en segundo y tercer término como Santander, Antioquia, Boyacá y Cundi-
namarca, valga como ejemplo de lo que será la aceleración industrial inmediata,
la consideración de lo que se significarán los territorios de[l, tachado] los Depar-
tamentos del Atlántico, Magdalena y Bolívar, contiguos al río y consagrados al
cultivo del banano. La comunica- / ción rápida y casi gratuita por una vía fluvial
en que quedarán entonces los territorios riberanos de estos tres afortunados
Departamentos los pondrá en condiciones [arriba escrito: superiores] para la
agricultura tropical que hoy lo están los de Aracataca y Fundación [arriba es-
crito: emporios de riqueza aunque] tributarios del Ferrocarril de Santa Marta.
//
[lo que sigue esta en folio adicional por fuera del cuaderno]
De 1840 a 1860 la introducción de mercancías extranjeras por las aduanas
del Atlántico permaneció estacionaria y apenas osciló alrededor de $2’600.000,
48 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

según datos dispersos consignados en las Memorias de Hacienda sin otro


propósito, como ha venido sucediendo hasta la fecha, que el de aforar y fiscali-
zar la mas pingüe de las rentas nacionales. Entonces, como ahora y como durante
la Colonia, la Administración pública no ha tenido otro objeto que el de medir
la capacidad tributaria del país. Sin la perspicacia analítica de la estadística, no
hemos adquirido todavía a la hora de éstas el criterio científico en el manejo
de la cosa pública y carecemos como pueblo de presentimiento de nuestro des-
tino. = De 1860 a 1870 el valor de las importaciones hechas por el Atlántico se
triplicó, casi de repente. El país desde entonces parece que despertó a una vida
de mayor actividad, [relativa, , tachado] debido al decreto de [des … , tachado]
desamortización, que movilizó una pequeña parte de la propiedad raíz y puso
en [movimiento, tachado] función capitales y energías, antes en sociego. Esta
incrementación súbita de fuerzas ignoradas fue un fenómeno del ocaso, en el
que [cual, tachado] no intervino la previsión gubernamental. La movilización
consciente de nuestros cuantiosos bienes territoriales reduplicaría hoy aquel
fenómeno y el presupuesto nacional le- / vantaría sus cifras de una manera in-
sospechada como [una, tachado] consecuencia apenas secundaria del fin que
debe proponerse una ley de libertad del crédito y del fomento de la industria.
Encerrados detrás de la montaña, aquí no parece haber llegado la noticia del
inmenso beneficio que han producido en otros países del continente los Bancos
de Crédito Agrícola, por ejemplo. La mayor riqueza que puede tener un país es
la fuerza del pueblo puesta en movimiento y Colombia con sus seis millones de
habitantes está en una quietud desoladora! = Calcúlese, al efecto, lo que produ-
cirían 100.000 vagos (por mal nombre maquetas) consagrados al trabajo, y se
verá cuantos millones de dólares [malgasta, tachado] dejan de fecundizar nuestro
proceso económico en solo un año. Un hombre que trabaja doscientos días en
el año produce, por término medio, $200, de los cuales paga sus contribuciones
al Estado una tercera parte, como podía comprobarlo quien se tome la diligen-
cia de calcular el gravamen fiscal que radica sobre los consumos populares en
el colonial sistema tributario que [nos, tachado] hoy rige, desde el Municipio
hasta la Nación, en el reparto empírico de las rentas públicas. Cienmil hombres
de mediana actividad producirían 20 millones de pesos y un incremento de 6
millones en los presupuestos. Si el país, hoy inactivo por el estancamiento de
crédito, se pusiera en verdadera actividad industrial, [requeriría, tachado] en
lugar de los 15 millones de numerario que hoy tiene en movimiento como cifra de
befa y oprobio, requeriría [10, , tachado] bdiez, vein- [aca se interrumpe el texto]
Cuaderno 3

Documento 1.

[escrito en letra distinta:


Era mi vida muy [?] lóbrega y sombría
Era mi corazón la estéril moda
Pero me creíste tú, amor mío
Y creome un uniberso tu mirada
A este golpe mis ojos encontraron
bella la tierra y anima [?]
divina mundo de sentimientos
en mi brotara y es tu sombra
el sol que me ilumina

Sara
Sara Elisa
Moncada Sara]
/
[página en blanco]
//


Documento 2.

Carta á Rubén I. Mosquera


que comprende el resumen
de las notas principales so
bre Antioquia.

49
50 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Sumario: El ferrocarril- Camino de herradura. - Carretera –El Valle de Abu-


rrá-La Salina de Yarumito-Los pueblitos Girardota y Hatoviejo-Medellin-La
raza.-Los comerciantes-Los artesanos-Los literatos y artistas-Las mujeres-Las
prostitutas, la histeria y el alcoholismo-La Sociedad.-
Una locomotora pequeña como de 20 toneladas de fuerza [como las de la
Sabana, tachado], un carro de mercancía con el cual va puja que puja la máqui-
na y un carro de 3ª donde le cobran a uno como de 1ª, carro chirriador oscuro y
sucio invadido por jentuza, tal es el tren que sale todos los dias de Pto Berrio á
las 7 a.m. y llega á Monos,- 51k de viaje a las 10 ½. /
La línea es de fuertes pendientes y curbas extrechas, mal conservada, los
durmientes están flojos y desnivelados, de modo que el cabeceo de los carros
y la chilladera de los ejes le trastornan á cualquiera el cerebro y el estómago.
La línea no tiene balasto.
Casi todo el trayecto es montañoso, al principio la ciénaga, luego tal cual casa
de negros, estacioncillas insignificantes, árboles tupidos á los lados, pocos paja-
ros y ningun mico hasta Monos (?), la estación final, en ver eso se entretiene el
que aguanta en su juicio el vaiven y el chirrido. Gusta mucho la revuelta la Calera.
Todos los puentes son de madera [arriba escrito: excepto unos 6 y] el del rio
Nus, al fín de los 51k, que son de hierro y acaban de armar [lo, tachado] este
último que es el mas grande.
Los trabajos por administración marchan bien y juiciosamente. Supe que en
conservación se gastan de 5 á 6000 pesos mensuales y he visto en la Gerencia el
prospecto de los trabajos de prolongación en los que se invierten económica y
acertadamente los fondos que el Dpmto y la Nación le destinan á la obra. Hay un
cuerpo de ingenieros encabezado por un Mr. Witingan (?) que lleva á su cargo la
parte técnica y vijila la ejecución de las obras, la cual se hace por contratos par-
ciales entre particulares. Me dicen que el número de obreros que ocupan estos
en los trabajos de prolongación pasan de 800. El juicio, la honradez y el acierto
con que se adelanta la obra me hace creer que Antioquia hará antes de 10 años
su ferrocarril. Entonces esta tierra prosperará inmensamente, de tal manera que
dejará atrás a todo el resto de la República, inclusive Bogotá y su Sabana, á la
que no salvará del atraso sino el ferrocarril por la via de Liévano que está muy
tardio: no lo veremos los de esta generación.
De Monos á Yarumito hay 20 leguas de camino de herradura. Cuánto envi-
dié para el camino de Honda este trazo de pendientes suaves, de amplitud, bien
cojidas las aguas, buen piso y abundancia de recursos. A cada paso se encuentra
un hotel bien servido, un pueblo ó una casita donde toma uno leche, arepas y el
refrescante y nutritivo claro de la mazamora.
Para pasar de la hoya del Nus á la hoya del Porce, donde está Medellin,
es preciso salvar un nudo de serranías, que el camino caracolea ingeniosa-
mente para no propasar ciertas pendientes fatigosas. Allí se conoce el suelo
cuaderno 3 51

atormentado de Antioquia, se forma una idea de la orografía complicada de


esta region. Aquello es difícil de entender: los estribos primarios retuercen y
entrecruzan sus ejes con los encorvados y caprichosos ejes de los contrafuertes
secundarios y terciarios, formando un suelo tan arrugado como un pañuelo de
seda que se reduce al puño y se arroja sobre una mesa
En constante subida, con raras contrapendientes va el camino pasando por
los pueblos de Sn. Roque y Santo Domingo, hasta el sitio de Piamonte, desde
donde desciende bruscamente al valle del rio Medellin que despues sigue en el
nombre de río Porce. San Roque es un pueblo triste con casas de balcon al con-
torno de la Plaza, de reducida area y aspecto de abandono, como si sus habitantes
se hubiesen ausentado de algun tiempo atras. Santo Domingo es una verdadera
ciudadela que pudiera servir de plaza fuerte de entrada al pais. Desde sus torres
altísimas se domina una extension circular de una legua de radio próximamen-
te. Es población de buen aspecto construida en el filo de una cuchilla. La calle
de entrada se podría defender desde la plaza dejando rodar piedras contra la
invasión, tal es su pendiente, y las otras calles no le van en zaga, solo la plaza es
pana [sic] aunque suabemente inclinada.

Poeta La querida de Lázaro


Anita B [Barón de, tachado]
[Fajardo, tachado]
//

Documento 3.

I
La querida de Lázaro

Todo el mundo notó que Lázaro, el poeta favorito del público, dejó de escribir
de repente.
El no era, en sus buenos tiempos huraño como ahora. Salia pobremente ves-
tido; pero su cuello siempre limpio y sus zapatos lustrados indicaban el cariño
de la vida.
Andaba recto, era risueño y afable sin ser confidencial.
Solía encontrármelo de paseo en el Parque. Nos juntabamos, hablábamos de
poesía, de crítica social, de la última novela llegada a la librería francesa. Yo, en
momentos de espansión, le contaba mis amores, le describia mi novia, le hablaba
de la dama aquella de aspecto aristocrático que me sonreia désde su gabinete.
El permanecía silencioso: nada tenía qué contar.
52 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

El poeta de los sonrosados poemas no parecía amar. Los hombres delicados


ocultan y disimulan los reveces y halagos de la diosa de los caprichos. /
“Cosa bien amarga, amar y no ser amado” pensaba yo al encontrar á Lá-
zaro con la mirada luminosa recojida dentro de su propia conciencia. Parecía
gozarse en sus penas de amor. Pero si le hablaba de antes, si le mostraba el pai-
sage, entonces su lenguage se colmaba de armonías.
Indudablemente mi amigo tenía algun punto velado en el alma. Yo lo ha-
bía sospechado y mi curiosidad me obligaba á tocarle frecuentemente la llaga
para adelantar mis descubrimientos. Todas las veces que me le juntaba-y esto
era frecuente, porque su compañía me causaba apacible bienestar, le tenía una
nueva confidencia real ó soñada, para situarlo en el campo de las intimidades.
Mil aventuras de amor, con todas las peripecias que pueden sacar de quicio á
un soñador inventé en mis paseos por el Parque al oido de mi amigo. ¡Qué be-
llo volumen si las hubiera escrito! Pero Lázaro, con la discreción del misterio.
A las siete nos separábamos: él toma //
ba camino distinto del mio y yo enderezaba á mi casa, cavila que cavila.
“Amorcillos ocultos” solia decir para mi capote. Si no fuera una canallada
seguirlo, á la sombra del alar, para sorprender sus cuitas! Pero, no; ese era un
medio indigno. Que el me entregara de propia voluntad la llave de su secreto,
ese era mi propósito.
----
Una tarde rodaba un carro mortuorio por la alameda que conduce al cemen-
terio. Una de esas tardes tibias, luminosas, apasibles.
El carro chirreaba tirado por dos hombres de levita grasienta.
Detrás del carro no iba nadie; pero á cierta distancia columbré la erguida
figura de Lázaro. Acaso no era de la comitiva: la tarde invitaba á pasear y un
cadaver que viaja solo al florido Camposanto, era motivo suficiente para que el
sonador [sic] lo siguiera por afición poética.
Quién sería el muerto? Muy solo, muy pobre y sobre todo muy original pa-
recía en la elección de la hora de sus funerales. Los entierros ves-/
pertinos tienen cierto encanto.
Algun solterón sin sobrinos. Un buen hombre que andaba solo hasta en su
último paseo Algún poeta que no rimó ó que permaneció inédito. En todo caso,
algun desgraciado que no fue amado.
La idea de ser yo la comitiva singular de un entierro anónimo y convidar a
Lázaro a los últimos servicios, me sedujo a seguir la vía del Campo Santo.
Aguardé á Lázaro. Mi amigo estaba triste: su mirada ya no fulgurante sino
amortiguada, seguía el convoy. Indudablemente lo habia impresionado el cua-
dro. El, sin parientes, soltero y ecéptico en materia de amistad, se imaginaría
arrastrado por esos dos hombres lúgubres de levita grasienta?
cuaderno 3 53

Su aspecto demostraba ideas tétricas. Su alma parecia tocada de muerto.


Bajamos por la solitaria alameda sin cruzarnos palabra. Temí soltar alguna
frase alegre que hiriera la delicadeza poética de mi compañero. //
Habia tánta luz juguetona en el horizonte, que yo no podía comprender cómo
los arrastradores, ni Lazaro ni el muerto no iban contentos.

----

En la plazoleta del panteón se detuvo el carro al pie de la tribuna de los ora-


dores. El sepulturero impasible salió de su escondite atraído por el olor de un
nuevo muerto.
Lázaro le entregó un papel. El hombre leyó: “Leonor Montalvo, soltera, 18
años, sepultura de segunda clase” La tercera del Torreón, agregó dirijiéndose
a un obrero.
En esa hoja de papel, escrita en la alcaldía, por un empleado indiferente, me
pareció ver más que una licencia de entierro, la carátula de una historia.
Supuse que la joven muerta sería parienta de mi amigo y en señal de amistad
ayudé a llevar en hombros el ataúd hasta la sepultura.
El último rayo de Sol se apagó al entrar en el Torreón. El crepúsculo hizo su
des / pedida al cadáver de la joven.
Bajo ese subterraneo habia noche. Con la luz de mil cerillas se hicieron
las postreras operaciones de albañilería que constituyen el fin de los horro-
res fúnebres.
Me pareció que la sombra de Lazaro en la obscura galería, afectaba la rijidez
del dolor supremo.
El golpe del palustre sobre la pared de ladrillo que iba cerrando la fosa era
contestado por el eco de muchas tumbas.
El nicho quedó tapado. Con el mortero sobrante los enterradores enlucieron
la pared. Y sobre el mezclote humedo, Lázaro escribió este epitafio con la punta
de su lapicero
“No duermes sola: mi alma queda contigo”
Desde ese dia, Lázaro, el poeta, dejó de escribir

----
Abril de 1897
//
54 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Documento 4.

Las hermanas Carrascos

El viejo Carrasco era un excéntrico. Nadie lo conocia. Envuelto en una manta


listada y con gorro de dormir vivía escondido en su casa.
Su mujer, una pobre mujer [que se amparó, tachado] á quien recojió una noche
lluviosa [en su casa, tachado] trabajaba para mantenerlo.
Cuando tuvieron familia se casaron. El matrimonio que para muchos hom-
bres no produce efectos morales, para casi todas las mujeres es de una impor-
tancia capital en la vida del espíritu.
Aquella mujer se dignificó. Trabajaba, oraba, lloraba la situación de su pobre
marido y criaba su familia.
El fruto de aquella unión fueron dos gemelas primorosas, blanca la una,
morena la otra. Luz y Consuelo se llamaron. Tan diferentes las dos, que era im-
posible creer al verlas en la cuna que fueran mellizas. La morena era robusta y
chillona, la blanca era delicada y paciente. /
Fueron creciendo. En sus juegos infantiles Consuelo era la doncella y Luz
la castellana.
Sigueron creciendo. Consuelo se hizo mujer á los doce años; ella vestía y pei-
naba á su hermana para ir al Colegio; era tan linda Luz á los ojos de Consuelo,
que debia cuidarla mucho.
En el Colegio la morena aprendía pronto; la blanca aprendia bien. Consuelo
era lista y graciosa; Blanca era circuspecta [juiciosa, tachado] y benévola. Las
Directoras decían eso.
En la pubertad, [ya, tachado] Consuelo se adornaba con coquetería: quería
agradar. Luz sufría de una tristeza inesplicable. La primera sentía gratísimos
estremecimientos cuando el policia de la esquina le decían [sic] “preciosa”; la
segunda sentía una verguenza terrible cuando la miraban los hombres.
Ambas eran dos pimpollos que les hacían atuzar el vigote á los libertinos:
Solo que la una era ardiente y la otra era soñadora.
Ellas ya hablaban de novios. La morena se lo imaginaba rico, valiente y bien
plantado; la blanca lo quería bueno, talentoso y bello. //
Un cúmulo de pillastrines les hacian el hocico; entonces Consuelo se ponia
furiosa y Luz se asustaba. Las chicuelas pasaban sin hacerles caso: ninguno era
como se lo soñaban. Los verdaderos novios llegarian con el andar del tiempo.

________A los quince años

A los quince años, no mas colegio. La madre sola, aunque quería sacar de
sus hijas dos
cuaderno 3 55

profesoras, no podia sostener por mas tiempo los gastos del aprendisaje pro-
fesional. Se sentia fatigada y era preciso que las niñas le ayudaran en el trabajo.
La fatiga pronto se declaró en malestar y el malestar en dolencia.
Las muchachas no eran tan aptas, como la madre, para la lucha formidable
del trabajo y la enferma solo podia gobernar. Entonces comenzo para las primo-
rosas gemelas el camino escabroso. Los tragecitos de los buenos tiempos fueron
deshilachándose. No habia tiempo de consagrar á la coquetería femenil. Los
diezyocho años que ellas soñaron en teatros y saraos perfuma / das y bellas, las
encontraron destrenzadas y con el tiznado delantal y descalzas.
Llegó un dia en que la vieja enferma no se levantó de su lecho. Los gastos
se aumentarón con las medicinas. La situacion se ponía cada vez mas tirante.
El negocio no daba para pagar salarios y hubo necesidad de despachar á la
sirvienta que recorría las contratas: Quien la remplazaría? Blanca [arriba es-
crito: Luz]? Imposible, antes que echarse el cajón á la cabeza para ir de tienda
en tienda, prefería morirse! No quedaba sino Consuelo, que era tan animosa
para todo. Qué importa, dijo ella, descalza parezco una sirvientica como cual-
quiera otra.
Sinembargo, el primer dia volvio loca de azar y de despecho. Le sucedieron
las siguientes aventuras: como salió tan corrida atropelló a un muchacho a la
primera cuadra y el muchacho le dijo horrores. Después tuvo la desgracia de
encontrarse de manos á boca con las Vanegas, sus amigas íntimas del Colegio:
qué dirían ellas de verla así. Ella se agachó echa un ascua de vergüenza. //
Despues fué que el zapatero de la esquina de La Candelaria le dijo al pasar:
“adios zamba de mi alma”; un viejo atrevido! Y por último tan raro que la mi-
raban los señores: era de imaginarse que iba desnuda; fué lo que mas la ofendió!
Si así les fuera en la calle á todas las mujeres pobres, pensaba Consuelo esa
noche, debian de ser muy infortunadas en esta sociedad las mujeres desvalidas.
A ella no se le ocultaba que todas esas miradas y requiebros soeces tenian por
causa su cara alegrona y provocativa; si adoptara un semblante displicente; acaso
serian respetuosos con ella. Siendo imposible dejar de salir al dia siguiente, lo
mejor era procurar ser muy adusta. Y bien merecian su desprecio los hombres
que se atrevian á insultarla con sus pensamientos los hombres que [la, tachado]
repararon en ella ese dia y no solamente esos sino todos los hombres. [Tan co-
bardes: valerse de que son er, tachado]
Tan hipócritas: cuando le hablaban a una gran dama con zalamería y apa-
rente respeto, qué / no pensarán también de ella los corrompidos? Dentro de
la cabeza de cada hombre, allá detrás de sus cejas espeliucadas, debe haber un
escenario de indecencias. Y luego se hacen los muy respetuosos los grandísi-
mos cobardes ante una saya de seda! Una simple vestimenta mas valiosa que
la mía es el gran motivo de sus caballerosidades finjidas. Sí, todos los hombres
son malos y cobardes.
56 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Con estas ideas de despecho se durmió la pobre muchacha.


Entre seria y ruborosa se la veia en lo sucesivo por esas calles de Dios ven-
diendo sus dulces. Aquello era primoroso! El pie blanquísimo y delicado, el aire
señoril de la criadita su mirada inocente y turbada y luego tan fogosa y peripues-
ta. Aquello tenía que ver! Si provocaba decirle al oido toda la letanía!
Mas de cuatro la siguieron hasta la retirada casucha. Rondadores noctur-
nos hubo en //
la calle. Rasgueo de bandolas y canciones amorosas turbaron en esas noches
el sueño de los vecinos. El estudiante con flores que le botaba por sobre el tejado,
el hombre formal con regalos, el artesano con resquiebros, los comerciantes, los
militares, los empleados, jovenes mil, viejos mas de una docena le hicieron el
amor al vuelo. Ella siempre agria como una lima.
Pero habia algunos que le decían cosas tan graciosas que a ella le retoza-
ba la risa.
En el fondo del alma ella sentía sierta complacencia: el orgullo de la her-
mosura!
Un gracejo es agradable, una lisonja es un aplauso, una frase estúpida es un
tributo torpe, pero todo era por su hermosura.
----
Un dependiente de almacen, que á Consuelo le pareció buen mozo, no le decia
nada; No la miraba cuando ella pasaba. Qué raro! El orgulloso!
En su cama, despues de la diaria fatiga, / despues de tantas emociones, antes
de cojer el sueño, Consuelo conversaba consigomisma.
-Y bien; yo no soy exactamente igual á como era al principio de mis salidas.
Que modificaciones he sufrido! Ya no me duelen como antes las miradas de los
hombres; al contrario, gusto de ellas, gusto de sus frasesitas que al principio me
desagradaban. Hoy sufro, por ejemplo, cierta mortificación inesplicable, por que
el dependiente aquel, por cierto antipatico, no ha querido fijar su atención en
mí. Indudablemente el dependiente me ha mirado y me juzga una cualquiera.
Si él supiera que soy una señorita, tan señorita como la que mas. Pero qué tengo
yo que ver con ese señor? Si siquiera me gustara! No tiene nada de parecido con
el novio que me he imaginado desde niña, y, sinembargo, ya me tiene picada el
que no me haga el menor caso.
Fin de Consuelo. El dep. la magnetiza para saber si de veras no le ha sido infiel:
ella confiesa dormida y el con el cortaplumas le dá una puñalada.
cuaderno 3 57

Documento 5.

Fisonomía sobre (ilegible borde del libro)


La revolución Ecuatoriana

Apuntaciones sociológicas de Quito

Apuntes Ecuatorianos

Memorias de un profesor díscolo

Notas quiteñas
(Ensayo para un libro)
Al pie del Pichincha

Prospecto:
Ordenación cronológica Introducción. Leyes sociológicas
1 Cap I. El suelo y la atmósfera
6 Cap II. Los aborígenes antes de la conquista
7 Cap III. La raza blanca en la conquista
2 Cap IV. Razas actuales. Estática social
6 Cap V. La raza india. Dinámica
7 Cap VI. Los mestizos id
8 Cap VII. Los blancos id
3 Cap VIII. Los frailes y su influencia
4 Cap IX. Vicios, defectos y delitos
5 Cap X. Religión, moralidad, estética y ciencia
9 Cap XI. Estado social
10 Cap XII. Los partidos políticos
11 Cap XIII. Instituciones y gobierno
12 Cap XIV. La revolución

Nota general. Estos son apuntes compediados y concentrados, que sirvan de


tema al libro. /
[escrito en letra diferente:
...
Era Era mi vida un
Era mi corazon
Era mi ...
Lara Moncada
Lara U M.
Mocada Lara
Elisa ...
//
58 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Introducción

Los extrangeros ignorantes ó poco observadores suelen recriminar estas repú-


blicas por su atrazo relativo. Hablo de los extrangeros que comparan nuestras
republicas impuberes con las viejas nacionalidades europeas.
Los colombianos en el Ecuador tambien le increpan á los ecuatorianos su
atrazo. No hay razón para esto. El atrazo de los pueblos depende de muchísimas
causas, que no es facil remover en un siglo.
Un hombre empresario que viajando por Europa vé una gran fábrica mo-
vida por vapor y provista de mil complicadas maquinas de trabajo perfecto, se
propone trasplantar esa misma industria á estos paises y despues de mil gastos,
penalidades y desastres abandona el empeño, declarando que pesa una maldi-
ción sobre su atrazada patria. Es que no observa que el empresario que quiso
tomar por modelo es el vigésimo nieto del fundador de la fábrica / heredero de
la experiencia de veinte generaciones del mismo oficio.
Las aptitudes de un descendiente del hombre de las selvas, haciendo extensiva
la enseñanza del ejemplo anterior á los asuntos sociales son muy diferentes de
las aptitudes del hijo de viejas sociedades.
Las ideas en un hombre se desarrollan muy lentamente. La idea que hoy emite
un pensador empezó á germinar en la mente de sus abuelos muchos siglos atrás.
La simple combinacion de dos ideas preconstituidas es asunto de una larga
elaboracion. Es una candidez creer en los descubrimientos repentinos y en las
improvisaciones de cualquier orden. El verdadero mérito no está en tener ta-
lento, sino en ser laborioso.
Si la formación de las ideas es lenta en el cerebro de un hombre, la trasmisión
de las ideas de un hombre á otro es tambien muy lenta // [todavía, tachado] y
todavía es mas lenta la propagación de una idea en un pueblo y lo es mas aun
de un pueblo á otro.
Es que todo movimíento implica un vencimiento de resistencias y las ideas
como cualquier movil requieren vehículos de trasporte y tienen que recorrer
distancias y encuentran resistencias en el medio que atraviesan. La palabra es
uno de los vehículos en que viajan las ideas; pero la palabra por sí sola no se
mueve, necesita de la escritura, de la prensa del telégrafo. La palabra manuscrita,
impresa ó representada de cualquiera otra manera, necesita una fuerza que la
impulsa [conduzca, tachado] y un camino que la conduzca.
Los [caminos de, tachado] vías fluviales ý marítimas ofrecen menos resis-
tencias que los caminos en terreno plano y estos ofrecen á su turno menos re-
sistencias que los caminos de montaña.
Por esta razón la distancia al mar, la / internación de los rios y la popografía
[sic, por topografía] del terreno son, junto con la edad de los pueblos, elementos
muy dignos de tenerse en cuenta en estas materias de crítica social.
cuaderno 3 59

Los colombianos residentes en el Ecuador, al censurar, por ejemplo, el fanatis-


mo de ese pueblo se olvidan de que allí no hay un rio Magdalena que se interna
en la república trescientas leguas mar adentro, y llegan á pensar que pertenecen
a una especie de hombres mas inteligentes que los hijos de los Incas.
No hubiera sido necesaria tanta consideración para hacer notar la influencia
del suelo en el progreso de las naciones. Basta tener en cuenta las resistencias al
movimiento que ofrecen las distancias y las cordilleras, para probar que mien-
tras mayores son aquellas resistencias mas lentamente se cumple el desarrollo
sociológico de los pueblos que tie / nen que vencerlas. Dos pueblos del mismo
orígen y de la misma edad no [consiguen, tachado] marchan al mismo paso en
el camino de la civilizacion si el suelo en que se desarrollan es diferente.
No solamente las condiciones topográficas son elementos sociológicos, hay
otras resistencias de medio que consumen energia, sin beneficio, tales como el
clima y la atmósfera. Los climas ardientes exijen mayor consumo de carbono
en la respiración que los climas frios, es decir, mayor consumo de energias
fisiológicas para la vida; por esta razón en las zonas tropicales el progreso es
mas lento que en las zonas templadas. = La presión atmosférica tiene tanta
influencia en el trabajo de los hombres, como en el de las máquinas. El motor
fisiológico que es el corazón trabaja mucho mas para las necesidades de la vida
en las altas regiones, que en las regiones bajas: de modo que / en igualdad de
esfuerzos se cosechan mejores rendimientos al nivel del mar que en la cima
de las cordilleras.
Si [consideramos, tachado] comparamos dos pueblos [si se quiere, tachado]
de la misma edad y raza, el uno en suelo plano, con clima fresco y al nivel del
mar, es decir en las mejores condiciones, y el otro en suelo [montañoso, tacha-
do] accidentado, clima ardiente y baja presión atmosférica, es decir en las mas
desfavorables condiciones, necesariamente habremos de encontrar mejor de-
sarrollo en el primero que en el segundo. Injusto será censurar el atraso de éste
ó aplaudir el adelanto de aquel.
Las diferencias geográficas, que en un tiempo limitado de influencia produce
diversidad en los rendimientos fisiológicos, á la larga obrando sobre una serie
indefinida o muy grande de generaciones, determina profundas diferencias
biológicas entre los individuos de una misma especie. Por esto el vigor físico é
intelectual no pueden ser iguales para todas las razas. //
La competencia de dos razas la determinan en su origen las condiciones
físicas del suelo en que se han desarrollado y por consiguiente las condiciones
de vigor y energia.
Pero este vigor responde ademas á la calidad de la tierra, es decir á su ferti-
lidad, que dá frutos mas nutritivos y abundantes.
En pueblo bien alimentado es indudablemente mas robusto y apto para
el trabajo que un pueblo mal nutrido y debil. Pero la cuestión alimenticia es
60 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

muy compleja, pues depende de la cuantía del trabajo y por consiguiente del
valor del jornal, el que á su turno está reglado por el cumulo y exigencia de las
demas necesidades.
La cuestion económica es pues la base del adelanto de un pueblo por ser el
vigor de los individuos proporcional a la cantidad de trabajo que rinden. El in-
dividuo rico tiene en mejor desarrollo [sic] y mayores necesidades que el pobre. /
A mayor riqueza, mayores comodidades y por consiguiente mayor desarrollo
comercial, industrial y artístico.
A mayores aspiraciones de comodidad economica, mayor anhelo de estudio
y por ende mas desarrollo intelectual.
Y á mayores comodidades materiales, á mejores gustos artísticos y á mas am-
plias aptitudes intelectuales, mayor dignificación y mas moralidad de costumbres.
Sufren un error los que piensan que en los tiempos pasados, de mayor atra-
zo, [hay, tachado] hubo mas moralidad en las costumbres. Basta, para conven-
cerse de lo contrario, incursionar en los pueblos atrazados, que representan
momentos históricos anteriores para conocer el adelanto moral de las socieda-
des pretéritas.
Por esta razón es falso aquello de que las grandes ciudades son mas corrom-
pidas que los pequeños poblados. //
La pureza de costumbres es un fenómeno sociológico posterior al adelanto
económico, científico, moral y religioso de los pueblos.
En el mismo error incurren los que piensan encontrar mas pudor en cualquier
orden de los actos humanos, en las clases bajas, que en las altas clases sociales
de un mismo pueblo.
La sucesión del progreso sociológico se cumple fatalmente y con los mismos
trámites que cualquier otro fenómeno.
[Hay, tachado] La observación de una alteración en estos trámites denuncia
indifectiblemente una causa perturbadora de la ley natural, causa cuya persis-
tencia violentada por las mil resistencias que encuentra para alterar el orden de
todas las cosas, tiende á desaparecer y desaparece en breve periodo de tiempo.
–Un mal gobierno [arriba escrito: bregar(?)], tanto por lo precoz, como por lo re-
accionario, causa efectivamente aparentes y al parecer profundas alteraciones del
orden natu / ral del progreso social, pero este gobierno sufre á su turno rápidas
modificaciones en la lucha que tiene que librar, en contra del medio ambiente.
Si huera [sic] de atribuirsele infinita duración á las [fuerzas impulsivas, tachado]
causas perturbadoras del movimiento uniforme de los pueblos, desaparecería la
armonía suprema de las leyes fundamentales del universo á que está [n, tachado]
coneccionado dicho movimiento.
Las causas perturbadoras son mas ó menos persistentes pero siempre finitas.
La teoría de dejarlas extinguir es teoría liberal, la de apoyarlas y alimentarlas es
teoría conservadora, la de atacarlas es práctica radical.-
cuaderno 3 61

Ya que se trata [arriba escrito: en todos estos apuntes] de un asunto [ame-


ricano, tachado] que [abarca, tachado] por la extensión y profundidad [arriba
escrito: abarca] todos los casos americanos, tomemos como ejemplo la cau-
sa perturbadora por excelencia del progreso [latinoamericano, tachado] de
estas repúblicas.
El principal motivo de retardacion del progreso en los paises latino ameri-
canos es la //
presencia en ellos de dos razas rivales.
Estas dos razas enfrentadas y en contacto han venido luchando desde la
Conquista. Es verdad que la época del [duelo, tachado] pugilato sangriento, en
que salió victorioso el brazo castellano ha terminado hace algunas centurias,
sin que parezca renovarse. Pero no por esto la amistad jurada entre las dos es
sincera. El indio en su posición de vencido es ladino y desconfiado y el blanco en
su caracter de vencedor ... hace tantas cosas indebidas el blanco contra el indio,
que [serán materia, tachado] todos estos apuntes [y de un libro muy voluminoso
si se refieran todas sino, tachado] no serán suficientes á referirlas.
Las relaciones entre las dos razas se recienten de su orígen: no son las que
pueden enlazar los elementos de un mismo cuerpo ó dos operarios de una sola
obra; son las que se establecen entre el jinete y un corcel rebelde al freno y al
acicate. Así el jinete anda mas despacio que si fuera á pie.
La raza de los amos habitúandose al trabajo bajo fá- / cil o a la grata holga-
zana sufre tánto demérito como la raza de los siervos, la del trabajo duro sin
estímulos ni remuneración.
La raza que se rie y baila se corrompe tanto como la que llora y ahoga sus
penas en la embriaguez.
En estas relaciones de la mecánica social, se cumple la suprema ley de la
mecánica universal, de que la reacción es igual y contraria á la acción que
la provoca.-
Muchas personas al leer estos conceptos se sorprenderán de venir á saber á
estas horas del siglo XIX que la obra de la conquista emprendida cuatro siglos
hace, no ha terminado aun. [inserta una X] Y cuántas que viven en la lucha no
se aperciben de ella, no ven que ellos son actores en esta obra de la extinsión de
una raza. [inserta una X] La señora que buenamente ve en su criada un ser in-
ferior y que haciendo uso de su superioridad indiscutible arregla sus relaciones
de ama que merece toda cla //
se de consideraciones, [y, tachado] a criada, que no merece ningunas ni las
reclama, convencida ésta á su turno de que no vale nada; esta señora no es otra
cosa que un agente de la misión conquistadora.
El hacendado, que en uso de su derecho de dueño de predios exije de sus co-
lonos el pago de los arriendos en trabajo, no es otra cosa que un conquistador
que cobra un tributo servil.
62 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

El sacerdote que en cumplimiento de su mision moralizadora obliga á los


indios á casarse y no impone esta misma obligación á los blancos, es un agente
de la Conquista.
El Alcalde que recluta a los indios para conscriptos es el mas cruel recauda-
dor del tributo de esclavos.
El Consejo municipal que clasifica el trabajo personal subsidiario entre se-
ñores que pagan en dinero é indios que pagan en jor- / nales, es un continuador
de la Conquista.
Los ciudadanos que tratan de tu á los criados y se hacen tratar de S.m; los
que le impiden el paso á los indios mientras pasan ellos sacuden con asco la le-
vita porque tuvo un contacto con el indio [zapatero de la esquina, tachado] que
trae el agua, los que en los carros del tranvía ó del F.C desalojan de sus puestos
a los indios que vienen al mercado etc, etc, son otros tantos representantes de la
conquista inconcientes, porque violan derechos de los indios á titulo de blancos.
Y en cada acción lesiva del derecho indígena dan pavulo á la discordia de razas
y aceptan tácitamente la represalia.
El arrendatario indígena [que paga el tributo para, tachado] aconsejar la
indiciplina entre los trabajadores; la criada que deja [?] a la señora, el indio que
mata á palos á la esposa impuesta; el que elude las contribuciones, el que trai-
ciona á su amo, y en general el que odia al blanco, no hace otra cosa que aceptar
la lucha á que lo //
invita la raza de sus opresores.
Consecuencia de esta lucha es por una parte el éxodo indígena hacia climas
que le son nocivos y hacia medios que le son extraños, es tambien la disminu-
ción en la [fertili, tachado] fecundidad, es los vicios de la embriaguez, la pereza
y el hurto, y en una palabra es el envilecimiento la dejeneracion y la extinción
paulatina de la parte de la población que por estar adaptada al medio físico de-
biera ser la mas propicia al desarrollo sociológico del pais. Por otra parte, las
consecuencias de esta lucha son el jornal malo y caro, el alto precio de las obras
en que concurre este jornal, la escasés de víveres, el hambre, la miseria y el ma-
lestar económico que es la base de todas las demás dolencias sociales.
He ahí el mas poderoso obstáculo para el progreso de los paises latino-ame-
ricanos; mas poderoso que el estorbo de los Andes, que el clima y la at.
Cuando, saliendo de la inconciencia que produce un mal crónico, se medita
en el remedio [de este, tachado] a esta mala organización social, se en- / cuentran
[tres, tachado] dos racionales soluciones al problema. (*)
[Cada un, tachado] Los precedentes aconsejan la continuación de este orden
de cosas. Este es el orden social, hay que respetarlo. [este párrafo parece tachado
por completo]
Los intereses de la raza conquistadora mandan no solamente respetar el
estado de cosas, sino agravarlo porque la paz de la raza mas habil viene con la
extinción de la raza mas tímida.
cuaderno 3 63

La humanidad aconseja la defensa de esta raza desgraciada, llamada por sus


condiciones á cumplir altos é inescrutados destinos en esta tierra donde tuvo
su fecundo desarrollo en otros tiempos
Y no faltaría quien pensara en el desalojamiento de la minoría
En toda la América despues de la independencia quedaron dos tendencias
en el ánimo público. Algo como dos atavismos que tomaron aspecto latente.
No nada definido, no //
nada delineado, contorneado y concreto. Dos aspiraciones vagas que sinem-
bargo han influido en una manera decisiva en nuestro mecanismo social y en
la índole de nuestros partidos é instituciones. Dos simpatias antagónicas, que
interviniendo en la índole de cada cual ha originado dos sentimientos sociales
y dos aspiraciones políticas.
La una acomoda sus simpatías atávicas al predominio del orden social, la
otra acomoda las suyas al progreso. La una desea que se mantengan las actuales
condiciones sociales, la otra anhela por mas equilibradas condiciones de vida.
Quiere el uno conservar y el otro [progresar, tachado] modificar.
Estas dos tendencias son la fórmula esencial e íntima de nuestros partidos.
Ella se acomoda á la índole universal de los partidos. La lucha entre el individua-
lismo y el socialismo tiene en America un incidente: [la lucha de dos tendencuas
destructora la una salvadora la otra, tachado] la otra los intereses de raza [tienen
campaña abierta contra, tachado] enfrentados entre los derechos / del [individuo,
tachado] hombre, cualquiera que sea su color.
Los que invocan el orden social, piensan en una especie de gravedad espe-
cífica por la cual unas unas [sic] capas deben estar siempre encima y las otras
siempre debajo. Para la concepción de ellos, la revolución consiste en que la
mezcla se rebota, la paz vuelve á poner las capas en orden de densidad. Ese es
el orden social que invocan los señores, aquel por el cual ellos estan encima, el
orden impuesto por la Conquista, mediante el cual una clase de hombres es in-
ferior á la otra, á la que en gracia de su debilidad debe sostener.
Pero es esto lo que debe llamarse orden social? No, dicen los individualis-
tas, el orden social consiste en el libre funcionamiento del cambio recíproco
de servicios, el equilibrio entre lo que cada cual recibe con lo que da. Que
nadie, cualquiera que sea su color, este obligado á dar mas de lo que recibe en
toda es //
pecie [había escrito: orden] de cosas. La justicia, que consiste en dar á cada
cual lo que es debido, es el orden social. El derecho tal como de él se tiene noción
en el mundo, muy distinto del derecho del mas fuerte ó del mas audaz que era en
tiempos pasados el supremo derecho, el derecho que hace á todos los hombres
iguales, libres y amigos. Ese [sic] y no otro puede ser el orden social. Lo que no
esté estrictamente de acuerdo con la justicia del que manda las lluvias y el calor
del Sol á que fecunden por igual la sementera del indio y la plantación del rico,
no es bueno, ni es ordenado.
64 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Estos [arriba escrito: dos] sentimientos del orden [capital, tachado] social
dominan, conciente ó incocientemente á nuestros partidos, aunque en ocaciones
motivos seductores ó resistencias invencibles los hayan desviado temporalmen-
te de sus respectivas sendas. Cuando los partidos por su desarrollo psicológico
dejan de ser meros agentes instintivos de las fuerzas sociales, desempeñan sus
correspondientes misiones conservadora [s, tachado] [y, tachado] é impulsiva
con mas fran / queza y aciertos [y, tachado] el movimiento de perfeccionamiento
social de que son motores, se cumple mas suave y rápidamente.
Desgraciadamente este desarrollo psicológico de los partidos americanos
no ha llegado en ninguna nación á su perfección y hay algunas, como el Ecua-
dor donde uno de los partidos por circustancias muy naturales y por falta de
ejercicio no ve cuál es la misión que está llamado á cumplir en los destinos
de su patria.
[arriba escrito: El Ecuador esta enseñoreado por el partido teocrático: allí el
ha desarrollado su sistema completamente, hasta sus mas lejanas consecuencias;
allí todo es resultado de este sistema, por eso es tan importante el estudio socioló-
gico de ese pueblo para comprobar experimentalmente la eficacia de ese sistema.
Nuestro propósito es unicamente presentar un cuadro lo mas completo posible
del estado social del Ecuador sin que nos guie propósito alguno preconcebido de
sistema: diremos lo bue- //
no y lo malo [con, tachado] sin actitud y sin lisonja, guiados por un sentimiento
de justicia desprevenida. El Ecuador nos merece cariño suficiente para que nos
ocupemos de él sin pasion. No estamos ofuscados ni por la gratitud que no supo
infundirnos, ni por el rencor que tampoco supo despertar en nuestra alma. Tra-
taremos ese pueblo como un documento sociológico digno de que se le conozca tal
cual nosotros lo encontramos en 1897.
[El, tachado] En estos apuntes tomados en poco tiempo no habrá un consejo,
ni una insinuación siquiera porque el autor carece de conocimientos y autori-
dad para situarse en el alto puesto que les corresponde ocupar en la catedra de
las Naciones a los estadistas. La publicación de estos ligeros apuntes obedece
á las reiteradas exigencias de los amigos de la prensa para que de á la estampa las
noticias vervales que les ha comunicado confidencialmente. Son simplemente
relación fiel de lo que vio y aprendio el autor en su rápido viaje por la republica
vecina, [si, tachado] que acaso sirvan para que personas mas competentes saquen
las deducciones [arriba escrito y tachado: aplicables a este ó á que pueblo] que al
autor no se han ocurrido si produjeren este efecto [habran, tachado] obtendrán
mas de lo que el autor se ha propuesto.
Estos son meros apunte útiles acaso para que un espíritu mas cultivado los
aproveche en beneficio de la sociología de la política y de la humanidad. Bien
satisfechos quedariamos de nuestra humilde labor si este librito ocasionara la
formación de una obra redentora del Ecuador.
cuaderno 3 65

[se inserta con letra diferente:

Era mi vida un lóbrego sombrío


Era mi corazón la estéril
/
Manteles 3
Cervilletas 29
Carpeta 1
Cuellos 3
Delantales 16
Pijama 1
Camisas de 2
Sascos 1
Franelas 2
Camisas 3
Fundas 21
Sabanas 17
Sobrecamas 4
Tohallas 11
Combinaciones 5
Calzones 8
Pañuelos 10]

Capítulo I

El suelo y la atmósfera

El viajero que llega al Ecuador no tiene de qué sorprenderse en Guayaquil ni en


la subida del rio Guayas hasta el puesto fluvial de Babahoyo. Hasta allí el medio
es el mismo en que ha estado y si admira la prosperidad de la costa ecuatoria-
na, no tiene motivo alguno de sorpresa. El ambiente general del mundo entra
hasta diez y ocho leguas tierra adentro por el cause plano y estrecho del rio.
La gente, el acento, los vestidos, el modo aquel que pudiera llamarse fisionomía
de los pueblos, no tiene nada prominente: es una cara que uno [está, tachado]
ha visto quien sabe donde, pero que le es familiar. No importa que [los alm, ta-
chado] el muelle sea hermoso, que los edificios de madera parezcan ricos, que
los almacenes estén atestados de sederías preciosidades de laca y súbditos del
Celeste imperio, que barcas mil / ancladas en la rada produzcan un conjunto
de aves marinas, que el tranvía y la luz eléctrica y los parques y las estatuas y
todo lo que constituye la vida moderna se vea en Guayaquil por primera vez.
66 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

El conjunto de todas impresiones tiene el efecto plano que afecta el cosmopoli-


tismo, efecto que si perdura en la conciencia no es porque haya herido profun-
damente la perceptibilidad sencible del viajero.
En el vaporcito [arriba escrito: de 40 tt] de rio tampoco interesa ni conmueve
el atasco de pasajeros de mil semblantes y hablas que obstruyen el paso al prin-
cipio y que van quedandose en el transito. El buen capitan, el celoso contador el
cocinero carisucio, los muchachos de la tripulación en barahunda, todos tienen
antecedentes en la imaginación que los reprentan [sic] en sus maneras y lenguaje
como viejos amigos. El que anda en busca de cosas raras tie//
ne que estarse recordando que va de viaje para no creerse en su tierra. Esto
no es el Ecuador que hemos soñado, esto es Colombia, Venezuela, cualquier
cosa, pero menos el Ecuador forjado por la fantasía.
Sí, la fantasía ha presentido el Ecuador de la Sierra y quiere encontrarlo donde
no puede estar. La costa no es el Ecuador.
Aquel aire frío que uno se imagina que le ha de herir el alma, aquel olor á
rincón, aquel recojimiento que ha de contraer el corazón para sentir recuerdos
de viejas y vagas emociones. Los paisajes de niebla tan gratos á las naturalezas
soñadoras. Las cañadas sombrias y perfumadas, donde naces [sic] las neblinas
que bajan al valle, los ecos de los peñascos, las grandes moles negras en la falda,
coronadas de hielo reberberante en la cima y en los flancos, como matronas cen-
tenarias destrenzadas, que hacen pensar en los gigantes mitológicos que desafia-
ron a Jupiter [?], nada de esto, que debe ser el Ecuador, / se encuentra en la costa.
En el vapor había un joven como de veinte años, moreno [arriba escrito: de
pómulos salientes, ojos negros y vivísimos] [de, tachado] pelo recio erizado sobre
la frente á manera de bayonetas caladas y ademanes un tanto cómicos. Al tomar
noticias sobre nosotros, se nos puso cerca y en breve nos entabló conversación.
- Udes van á la Sierra, no dijo, allá van á [gozar, tachado] tratar udes de [arriba
escrito: a grandes talentos y artistas y literatos de primer orden]. También van
udes á ver el mejor observatorio del mundo é irán a uno de los más [ilegible ta-
chado] bellos teatros de América. Quito es, despues de Guayaquil, una ciudad
donde la civilización tiene su mas espléndida morada; con esta circustancia en
favor de Quito: que allí la civilización esta asentada sobre las bases de la antigua
idea cristiana. Los abominables principios del 89 han sido allí rechazados por la
idiosincrasia moral del pueblo. Alli conocerán Udes la verdadera sociedad que
quiso fundar en el mundo el supremo legislador del Calvario. //
Es verdad que el actual gobierno ha pretendido volcar el altar [arriba escrito:
alterar el orden social] y disolver la familia; pero no podrá conseguirlo en un
pueblo que se ha puesto bajo la proteccion del Sagrado Corazon de Jesus, eso
es imposible!
Sobre estos temas continuó hablandonos, por mas que pretendimos variarse-
los, hasta que llegamos á Babhoyo. Tuvimos un interlocutor forsado que no nos
cuaderno 3 67

permitió informarnos sobre la calidad de pastos que empradizan las orillas del
río, ni sobre la procedencia y calidad del ganado vacuno que en grandes mana-
das inumaban el paisaje ni sobre la industria azucarera [arriba escrito: ni sobre
la afamada destilación de alcoholes] ni sobre [arriba escrito: el cultivo de cacao]
nada ni sobre nada de lo que veíamos. Nuestro interlocutor era un hombre de
aquellos que vuelan por sobre los campanarios sin preocuparse de las prosaicas
y cursis industrias del suelo.
El pequeño vapor de dos pies de cala y 40 tt de carga sube las 18 legs del río al
impulso de la marea ascendente todos los dias en el término de 7 horas. /
Una partida de hombres de sombreros muy grandes de [fieltro, tachado] lana
apelmasada y ruanas rojas de listas negras, también de gruesa lana que caen hasta
la pantorrilla, [fue, tachado] es lo primero que sobre la barranca de Babahoyo
anuncia al Ecuador de la Sierra.
Al ver el aspecto de frio que ofrecen con sus hombros altos y su aire de quie-
tud y encojimiento que no dejan ver sus manos y apenas las narices y los pies, se
creyera que los 29° de temperatura que marca el termómetro á bordo se reducen
repentinamente en tierra a 8°
“Algún [?] empirico ha dicho que la civilización de un pueblo [se mide por,
tachado] está en razón inversa de la longitud de las ruanas”, pensabamos no-
sotros al saltar á tierra, “Seguramente esto es falso si hemos de atenernos á las
opiniones sociológicas de nuestro indígena interlocutor del buque”. “El catoli-
sismo es el gran civilizador: si hubiera //
[descubrieramos el modo de, tachado] un instrumento pa medir la cantidad
de catolicismo que tiene un pueblo, ese sería el aparato mas seguro para medir
la civilización” –en Babahoyo en invierno se transita en barcas.
Con estos hijos del pais tuvimos luego que celebrar un contrato de alquiler
de bestias. Levantaron mil veces los bultos, pidieron dinero adelantado y á cada
vez que volvian á tantear nuevamente el peso de los equipages, exijían aumento
en el valor que anteriormente habian [ilegible tachado] estipulado. Por ultimo,
desaparecieron con los avances y no los volvimos á ver.
Con mil trabajos conseguimos un fletero formal y tomamos el camino de
la Sierra.
Sobre un camino perfectamente plano, de 8 ms. de anchura en linea recta
recorrimos seis leguas a que dista el pie de la cordillera. A uno y otro lado del
sendero se extienden inmensas plantaciones de cacao sombreadas por arboles
corpulentos que entrecruzan sus ramas por encima del / camino, formando ar-
cos de follage que sombrean y embellecen la ruta. Las partidas de bueyes lentos
y pacientes sirven para el acarreo de la mercancia. Tambien hay indios cargue-
ros que con su enorme bulto y al trotecito van avanzando en la interminable
alameda. Los que salieron por la mañana se alcanzan á ver allá en el extremo y
parece que estuvieran quietos. A poco trotar de nuestras mulas los alcanzamos
68 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

[y, tachado] durante un momento nos acompañaron los gritos de los arrieros
y el murmulo [sic] de las conversaciones en acento italiano y luego los dejamos
atrás. Media hora despues los perdimos de vista.
Muy de trecho en trecho, enmedio del follage se levanta una casita pajiza
sostenida sobre horcones á metro y medio de altura. Todas tienen escalera para
subir el primer piso. Lo anegadizo del terre //
no y el consiguiente paludismo [obliga, tachado] impone este modo de las
viviendas aéreas.
La noche se acerca, no hay casas de posada ni conviene pernoctar en la
llanura insalubre; es preciso avanzar hasta las primeras faldas de la serranía.
La barrera que debemos escalar al dia siguiente está al frente, escarpada y negra;
pero sus faldas no parecen, el terreno continúa senciblemente á nivel y parece
que la serranía comenzara de repente. [E, tachado] La proxima masa negra,
la vegetación gigantesca y frondosa de un verde cada instante mas oscuro, la
estrechura del camino que parece un sendero en el bosque, la soledad en que
quedó el camino despues de dejar atras las arrias de bueyes, todo induce á pen-
sar en buscar amparo; pero hay silencio de desierto en el aire, las aves con los
últimos aleteos vespertinos en el follage han guardado solemne recogimiento:
no late un perro. /
A lo lejos se ve una luz que alumbra y se apaga. Es una esperanza: aca-
so sea el candil de una choza. Sinembargo una luz representa en todo caso
un refugio.
Andar, andar, que la luz persiste: allí hemos de encontrar camas, buena co-
mida para los extenuados estómagos ó por lo menos un corredor de estantillos
para atar las cabalgaduras y [arriba escrito, seguramente haciendo referencia
al corredor: de piso empedrado] para poner horizontal la columna vertebral,
fatigada de mantenerse á plomo.
A poco encontramos casas diseminadas á largos espacios á la vera del
camino en cada una de las cuales pedimos posada inútilmente: “adelantico,
en otra casa que queda á la izquierda” Al fin dimos con la casa hospitalaria.
Difícilmente obtuvimos que la obesa patrona nos vendiera un chocolate á las
nueve de la noche. Con nuestras mantas improvisamos colchones y dormimos
muy bien. //
Este es el caserío de Playas, [f, tachado] último término de la tierra plana
á 24 leguas de Guayaquil y á 35 m sobre el nivel del mar. y 25° de temperatura.
En estas condiciones de suelo [arriba escrito: y tempa] se comprende fácil-
mente cual será la salubridad del clima en esta parte de la Costa ecuatoriana,
que es la llave del pais. - La horizontalidad de la llanura, su depresión y su alta
temperatura hacen de ella una de las comarcas tropicales mas fecundas y mor-
tíferas. He ahí la primera barrera que el suelo del Ecuador le ofrece a la inva-
sión de los adelantos: la espantosa insalubridad de su costa. Solamente por un
cuaderno 3 69

poderosisimo aliciente se puede aventurar en esta zona de la muerte probable


el hombre de otros climas.
De Playas comienza en ascenso suave como del 5 ó 6% una calzada empedra-
da [arriba escrito: de seis kil de long:]. esta pendiente se aumenta y se disminuye
imperceptiblemente en varias partes, pero el ascenso [es, tachado] continúa por /
un terreno cascajoso [?]. La arboleda va siendo á cada metro de subida cada vez
mas escasa y raquítica hasta convertirse en lo que llamamos rastrojo, que cubre
los flancos de la serranía hasta la cumbre.
En esta vertiente de la serranía que mira al Pacífico, salvo tal cual repliegue
donde se alcanza á ver una mancha de cultivos, en lo general es yerma y despo-
blada. Parece que la luz de Occidente fuera poco fecundante, pues la abundancia
de lluvias que trae la corriente ventosa del pacífico, llamada corriente peruana, al
estrellarse contra este obstaculo debiera haber desarrollado allí una vegetación
tan feraz como la del[a, agregada] [valle, tachado] llanura marítima.
Contables son las casitas humildes que escalan la serranía por este costado
occidental: Chaupiaco, á 6 kil de Playas, Balsapamba, casa de algunos recur-
sos pa- //
ra el viajero; [Putsho, tachado] Santa Lucía, casa de un buen campesino lla-
mado José Velasco, que nos creyó ingenieros encargados del estudio del F.C.
y á causa de esto nos ofreció franca y benevola hospitalidad [arriba escrito: la
segunda noche de viaje]; Putsho, tambo de arrieros, desabrigado y atestado de
enjalmas, y Guanesey, donde almorzamos despues de dejar Santa Lucía, almuer-
zo [que mertece ser descrito, tachado] en que para servírnoslo hicieron compañía
varios empresarios indígenas, poniendo este la sopa de locro, aquel los huevos,
el otro el pan y el último el agua de panela; el mas caracterizado formuló la
cuenta poniendo por alto precio en concepto de los demas empresarios lo que á
nosotros nos parecio á precios infimos porque no alcanzó á cuarenta centavos el
[total, tachado] valor de cada almuerzo. Cubierta la cuenta la distribución de las
ganancias legítimas no ofrecía dificultad pero las dolosas diéron por resultado
una reyerta que nos hizo desternillar de risa; pobres indios! /
[dibujo de flecha indicando el párrafo nanterior] Ya á estas alturas [la tem,
tachado] el frio (16°) empieza a ejercer influencias psicológicas.
Desde este punto el trazo del camino, que hasta entonces iba aceptable, em-
pieza á corresponder con la impaciencia por coronar la ya deseada cumbre y
adopta el procedimiento de zicsags, aunque conservando las pendientes suaves,
sin propasar el 15% de los C. de h.
Las partidas de borricos cargados de papas y cebollas y gallinas se ven descen-
der por la curba anterior y se oye el guirigay quichua de los arrieros, media hora
antes de encontrarlos. Las ráfagas de niebla que invaden la cumbre frecuente-
mente y envuelven al viajero, le causan las mas raras ilusiones de acústica: piensa
uno que le hablan al costado personas que están á varias cuadras de distancia.
70 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Al llegar á la cumbre del Chuche vuelve el viajero la vista atras creyendo


poder mirar la inmensidad del oceano y no //
ve sino un muelle colchón de copos algodonudos que cubre el horizonte,
allá abajo.
El Chuche está a 3018 m sobre el nivel del mar (casi como Monserrate) con 12°
de temperatura y á siete leguas distante de la llanura. El promedio de la pendiente
entre Playas y la cuspide, es pues de 8 ½%-
La serranía que el camino corta en este punto es un[a, tachado] ramal [arri-
ba escrito: de 15 legs] que se desprende de la cordillera occidental del Ecuador
en [d, tachado]el nudo del Chimborazo, [y termina, tachado] corre paralela-
mente [durante, tachado] a la Costa y termina [arriba escrito: casi al frente] de
Guayaquil, formando con la cordillera madre la hoya del rio Chimbo, afluente
del Guayas. El valle de aquel rio supo aprovecharlo el gobierno de García Mo-
reno para [principio, tachado] tender una via ferrea que no pudimos estudiar
pero que entendemos que tiene unas diez leguas de longitud desde Durán, en
la banda Sur del Guayas, frente a Guayaquil, hasta el despunte de la serranía
del Chuche. /
El camino desciende luego al valle del Chimbo, de modo que siguendo
[sic] la bajada del valle por medio de una via carretera [arriba escrito: de 15
leg.s de desarrollo] se podría aprovechar el principio del F.C. con grandes ven-
tajas para el comercio, y con economía de distancia y esfuerzos. No será esa
sinembargo la via definitiva que habrá de poner en comunicación la region
andina con Guayaquil. Hay un camino del extremo del F.C. á Riobamba, que
segun informes es mejor via para Quito, aunque un poco mas larga y despro-
vista. Esta via [sigue unos, tachado] cruza la gran Cordillera Occidental por la
depresión del Chunchi y sigue los accidentes del gran valle interandino que
constituye el maciso ó mesa [ecuatoriana, tachado] donde vive la verdadera
raza[za, tachado] ecuatoriana. Si se tuviera en cuenta la comunicación de Quito
y todo el norte de esta mesa hasta Pasto con el mar, indudablemente la via mas
corta y ven-//
tajosa seria la que arrancara de Esmeraldas, puerto sano situado cuatro gra-
dos al Norte de Guayaquil, y que siguiendo el valle del rio Guallabamba [arriba
escrito: directamente al oriente], escalara la altiplanicie á inmediaciones de la
capital, con un desarrollo la mitad menor que la via del Sur.
Este camino le daría al Ecuador una ventaja inmensa sobre Colombia, por-
que haría del Sur del Cauca su tributario económico. [se inserta dibujo de ojo,
señalando la importancia de esta observación]
(α) En la cumbre del Chuche, el camino tiene un descanso de un kilometro
plano ó [poco menos, tachado] que se desarrolla entre picos que cierran el pa-
norama por un momento. De repente sale de estas encrucijadas para sorpren-
der el viajero con la vista de valle de Chimbo, como la tierra prometida: no es
cuaderno 3 71

posible seguir la marcha: el espectáculo es tan hermoso que la bestia irgue las
orejas y suelta un largo resuello frunciendo las fauces, á la orilla del abismo que
tiene á sus pies. /
Abajo una [arriba escrito: mosaico] alfombra de verdura dibujada en pe-
quenos [sic] cuadros de diferentes matices del hermoso verde de los cultivos;
entre cuadro y cuadro un abolonado de un verde mas claro aun, formado por
hileras de sauces [lo, tachado] y madreselvas de como florido lindero de predios;
en cada cuadro la techumbre gris de una casita coronada por un penacho del
humo del hogar, en cierto puntos un centros de agrupación de casitas blancas
y rísueñas al contorno de una iglesia que las acaricia y atrae como si fueran sus
hijas queridísimas; en el fondo, en los costados, por donde alcanza la vista, la
misma alfombra y allá al frente la mole inmensa del Chimborazo, padre geo-
gráfico del soñado valle.
He ahí el Ecuador, visto á vuelo de pajaro. Allí detras de estas barreras que lo
defienden de los aires mefitícos del mundo, debe reinar la felicidad. El //
bienestar económico, la paz social, la inocencia de las costumbres deben
florecer en esta tierra encantadora y bajo este cielo de un azul profundo.
Un descenso de cerca del 40% durante una hora conduce al fondo del valle
[arriba escrito: á 2342 s/m y 17°t.]. Se camina una legua de rumbón y no se avanza
sinembargo sino 2 kil. en proyección horizontal. Se atraviesan las plazas de San
Miguel y San José de Chimbo donde donde [sic] el pueblo vestido de mil colores
juega á la pelota despues de misa.
El camino sigue luego juguetón, con revueltas y sorpresas por el gracioso
valle arriba. Pasa por el frente de multitud de casitas [rodeadas de, tachado]
cerca[das, tachado] [arriba escrito: escondidas tras cercas de piedra], de piedra,
por sobre la cual asoman como coquetas muchachas recargadas en la rústica
valla, las madre selvas y los curubos floridos. Atraviesa huertas de verduras en
zurcos negros coronados de un cordon grueso de lechugas crespas; pasa por de-
bajo de sauceras cuyas ramas [caidas, tachado] / endebles y dejativas le acarician
constantemente el rostro frescachón [de, tachado] [arriba escrito: al viejo] Eolo
que [ilegible tachado] vaga por allí amable á veces, murmurador casi siempre,
y en ocasiones maldiciendo de los osculos del Chimborazo, pero en todo caso
arrastrando flores y ojas verdes y cargado de perfumes. Acompaña en largos
trechos al rio que desciende de las neveras, divirtiendo los ecos con las carcaja-
das de sus trasparentes linfas.
Al pasar un puente monumental de piedra, tras de cuyos parapetos parece
ocultarse el soldado defensor de la patria, y dejar el camino el tabarog [?] del valle
para empinarse en [empi, tachado] espirales en busca de Guaranda la capital de
la provincia, los [h, tachado]ojos buscan por última vez entre los repliegues del
terreno los manes [albos, tachado] de Arcadia.
Oh! Patria de Juan Montalvo! Por que no sois feliz? //
72 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Capítulo II

Continúan los recuerdos del viaje

[2783m-19° Guaranda es punto de escala para ascender al Chimborazo. Allí se


descansa un dia, se prepara fiambre para pasar el páramo. -Es población de 8 a
10000 habitantes. Conviene indicar en esta poblacion las ventajas de que disfruta
en el Ecuador la autonomía municipal, tachado].
Guaranda, población de 8 á 10000 h. capital de la Provincia de Bolivar, está
á 2783 metros sobre el nivel del mar [arriba escrito: dista de Sn Miguel 4 legs] y
a pesar de su proximidad al nevado tiene una temperatura de [19, tachado] 16°
Allí se detiene el viajero para que descansen las cabalgaduras y para proveerse
de comestibles á fin de pasar el páramo en las mejores condiciones. Entre tan-
to se estudian las ventajas que tienen en el Ecuador las entidades municipales.
La autonomía municipal herencia española conservada en esta república á pesar
de las aternativas [sic] de los partidos, mantiene en prosperidad las secciones
[aunque el conjunto nacio- / nalmanifieste aparente pobreza y sufraaulagas, ta-
chado]. La vida seccional mantendrá siempre la energia del conjunto nacional,
por ineptas que sean las manos que empuñan las riendas del gobierno de la
República. Si se medita un poco se comprende que el alma de las instituciones
políticas del Ecuador es [esta, tachado] la vida municipal.
Guaranda con ser una población de tercer orden y con una [presupuesto,
tachado] renta de 8000 sucres anuales, gracias al buen manejo de sus asuntos,
posee muchas comodidades de que carecen en Colombia ciudades mas populosas
y arrentadas. El puente aquel, de que se hizo mención atras, es obra municipal:
lo principió el Sr. D. Gregorio Coloma cuando ejerció la jefatura políta [por po-
lítica] con el trabajo personal subsidiario y con una base en dinero de 14 sucres
que resultaban de superavit en el muy ajustado presupuesto.
Todas las casas son de teja en Gua //
randa, sus calles son anchas y empedradas en bombeo hacia el centro y cune-
tas á uno y otro lado por donde bajan arroyuelos de agua limpia. [arriba escrito:
En cada esquina pende un rejo que atraviesa lá calle en cuyo centro hay un farol
de petróleo para el alumbrado nocturno]. La plaza es grande y desapacible como
toda la poblacion, en uno de sus costados se edifica [arriba escrito: hace 5 años]
una enorme y sólida iglesia, q.e, como casi todas del Ecuador, á imitación de
la catedral de Quito le dá[n, tachado] uno de sus costados al cuadro dela plaza.
Es digno de notarse en la edificación de esta iglesia el espíritu económico que
ha aconsejado la confección del ladrillo y de la cal dentro de la misma obra y la
excavación de un profundo pozo de donde se proveen de agua para los trabajos.
El iniciador de esta obra ha sido el R.P. Pedro A. Vallejo y en su construcción
se emplea el trabajo personal subsidiario del municipio. La casa municipal es
cuaderno 3 73

un edificio peque- / ño pero elegante, donde hay una bibloteca [sic] de unos
3000 volúmenes, de los cuales la cuarta parte son de obras nacionales; tambien
está instalada allí una pequeña imprenta de poco uso. El salón principal de la
Municipalidad, que ocupa el piso alto, está lujosamente amueblado al estilo
propio del pais con enchapados é incrustaciones laboriosas y bisantinescos, dos
retratos de mérito relativo del Libertador y del General Francisco Javier Salazar,
personaje de la administración de García Moreno, [ocupan, tachado] adornan
las paredes del Salón, cubierta de tapiz rojo. En buenos edificios públicos de
reciente construcción funcionan dos colegios, uno de varones y otro de seño-
ritas. Por último, hay un Hospital muy bien servido por Hermanas francesas,
donde [abundan, tachado] brillan el aseo y las flores del jardin, con salónes para
[veinticuatro enfer //
mos, tachado] los dos sexos, el [salón, tachado] de varones tiene doce aseadas
camas de hierro. La cocina tambien de hierro es una pieza donde se puede entrar
con guante blanco, y en la botica, que está á cargo de una Hermanita tan fresca y
hermosa como una flor, reina un orden que cualquier farmaceuta envidiaría. Este
Hospital cuenta apenas tres años de existencia.= Tratando de encontrar alguna
población colombiana semejante á Guaranda se nos representó Sonsón con su
iglesia de granito, sus calles pendientes y silenciosas y su alumbrado nocturno
para hacer mas perceptible la soledad de la noche. Este silencio, este sociego, esta
soledad [es, tachado] que se sienten en Guaranda concordantes en un todo con
la índole de la raza indígena, son propios de todas las ciudades ecuatorianas del
interior.= En [el esplendor, tachado] la inquietud de la naturaleza ecuatoriana, el
cielo, la vegetacion, las montañas y el / aire lo hacen todo: el hombre se arrima á
la pared de su casa, cruza los brazos bajo su enorme ruana y guarda un silencio
de oración mental.= Si entrais a una casita campesina rodeada de flores, todo lo
vereis: el telar en el corredor con una faja roza en comienzo, la barbacoa aden-
tro, cubierta por un cobertor hilachoso y destendido, como si fuera la escama
arrugada que se arrancó [el, tachado] un animal; en el centro de las tres piedras
negras del fogón, conteniendo un montón de ceniza gris, y á las inmediaciones
las ollas en desorden, en una de las cuales oculta la cabeza y medio cuerpo un
perro flaco que gruñe al sentir vuestra presencia. Creeis que el albergue esta
desabilitado y [al, tachado] mirais á todos los rincones oscuros [del, tachado],
sin ver a nadie; Pero al dar la vuelta para salir, os sorprende detrás de la puerta
la figura terra-cotuna de un hombre que se denuncia como ser viviente, porque
os saluda con humildad: Si no fuera por esto, os creerias ante una de las figuras
de madama Tousot. //
Este [espiritu, tachado] aire de soledad que el indio le da á su casa, se lo da el
pueblo silencioso á sus ciudades.
La marcha hacia el Chimborazo, fuera de la preparación del fiambre, exije
otras precauciones: madrugar muchísimo, para que se pueda pasar el páramo
74 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

ántes del medio dia, ponerse sobre el cuerpo tres franelas, dos pares de pantalo-
nes y el mayor número de ruanas; abrigarse las manos, los pies y la carra [sic] [,,
tachado]: en una palabra, prepararse para el paso de[l, tachado] [arriba escrito:
un] “San Bernardo.” Si se pasa despues de medio dia, se corre la contingencia
de encontrar el monte bravo, es decir, armado con todos los rayos de Júpiter con
todos los cubascos de Saturno y con todos los huracanes de Eolo [loco, tachado]
enfurecido. En este caso lo mas probable es que el viajero se emparama. [Corre,
tachado] Esponerse á estas contingencias, el que va con catarro es aventurar
una credencial de / tísico. Nos permitimos aconsejarles [por propia experiencia,
tachado] á las caravanas que emprendan este viaje, que si alguno de sus indivi-
duos ha cojido catarro en El Chuche, no lo obliguen á la alternativa de quedarse
solo en Guaranda ó pasar así el Chimborazo; aunque ese compañero sea el mas
insignificante de la carabana.
El Chimborazo bravo es un [acontecimiento, tachado] monte espantoso,
al que Moises no se le hubiera atrevido: el que mira [arriba escrito: el mundo
americano a 7000 m de altura] como autocrata soberbio de las [termendas [sic],
tachado] cordilleras, [ruge y a su grito magestuoso, tachado] llora en tempanos
de hielo y á en llanto de gigante, el cielo se oscurece y desata sus cataratas, los
[dragones del, tachado] aguilones surgen enfurecidos y [a falta de objetos que
pulverizar, tachado] [arriba escrito: si no encuentran en quien saciar su cólera]
arrancan las piedras de los peñascos para arrojarlas [á los abismos, tachado] con
estrépito a lo [profundo, tachado] hondo de las cañadas; y de las mas [profundas,
tachado] negras [arrugas, tachado] berrugas del cielo [que en estos casos pone
semblante de ... A Dios iracundo caen como lluvia de fuego y mujidos de bajo
profundo, tachado] saltan chispas violaceas y colma el firmamento un mujido
de bajo profundo.
La madrugada con estas prevenciones que //
excitan cualquier sistema nervioso, implica el desvelo de toda la noche,
durante el cual se divaga sobre el suplicio de los emparamados. Choca espe-
cialmente la idea de que los muertos al rigor del frio, quedan siempre riéndose.
A las tres de la mañana todos los viajeros están en pie, tomándose á soplo y
sorbo una taza de chocolate. El cielo estrellado anuncia una jornada feliz y el
buen humor invade los corazones. Cada cual, bujía en mano examina si en su
montura ó en su acémila ha habido cambios sustanciales: hay [cam, tachado]
bestias que tienen la barbada del freno sobre la nariz, otras estan sin gualdrapa
y á la que mejor han aperado los pajes la han dejado sin baticola. En la enmien-
da de estos desperfectos cada cual dice su chascarrillo y las alegres carcajadas
anuncian al tranquilo vecindario [que, tachado] la hora de la partida.
En desfilada fantasmagorica se atraviesa la plaza y se cruzan las callejuelas /
del poblado y se toma la senda del campo. El aire frio cargado de esencias de
cerro recuerdan al santafeño sus estudiantiles excursiones á Monserrate y con
cuaderno 3 75

el corazón colmado de recuerdos, canta los aires de la Patria. Por una especie de
sugestión simpática toda la carabana guarda silencio para [llevar sus recuerdos,
tachado] pensar en los seres muy amados del hogar [querido, tachado] huérfano
y [arriba escrito: (1)] quien sabe, [por debajo de las monteras y (1), tachado] a la
sombra de la noche que oculta[n, tachado] todas las debilidades de los hombres
fuertes, cuántas lagrimas correrán por debajo de las monteras.= Al principio ...
fantástica á la luz de las estrellas moribundas, [la, tachado] que de cada mato-
rral del camino hace un[a, tachado] endriago, dá incertidumbre de [las, tacha-
do] sensaciones y causa vagas ideas rebeldes al molde de la palabra. Despues
la aurora, con su luz de misterio, va dandole vida á los contornos del paisaje.
La silueta negra de los //
picachos proyectada sobre el cielo gris, va [tomando con, tachado] recibiendo
brochazos de luz risueña: la mañana se presenta [en su carro de rosas, tachado]
con su paleta cargada de carmín y rosa, untando con travesura infantil cuanto
encuentra.
[se inserta dibujo] Hecho el dia mucho tuvimos que sorprendernos de nues-
tras figuras: pareciamos envueltos de hospital. Quien, á falta de guantes de lana,
se había forrado las manos en pañuelos de seda; quien, para defender las orejas,
habia improvisado capucha con un canto de la ruana; quien, á falta de bayetón,
perforó un cobertor de su cama. La desfilada de estos figurones de sombrero
alicaido y cubiertas hasta los ojos era para ponerle miedo al mismo Chimborazo,
á pesar de sus bravatas.
Poco á poco fuimos [aprecibiendonos de, tachado] notando que ibamos
[subiendo por una cañada, tachado] por un camino de banqueo tallado en el
flanco escarpado de un contrafuerte de la cordillera occi- / dental: á la derecha
el alto talud erizado de rocas salientes, á la izquierda el abismo en cuyo fondo
corre entre elechos y frailejón un riachuelo llamado el Cachica[g, tachado]hua.
El camino aunque angosto está tallado sobre trazo de carretera, cuyas curbas
rodean suavemente los lomos de la serranía hasta coronar el espinazo de la cor-
dillera en el boquerón de [Yaguascocha, tachado] Guaidaloma.
A medida que se asciende se vá notando silencio y recojimiento en la
naturaleza.
El boquerón de [Yaguascocha, tachado] Guaidaloma, punto el mas empi-
nado del camino, está a [3825 m, tachado] 4056m s /mar y dista de Guaranda
5 [½, tachado] leguas, de modo que la inclinación media de esta parte es del
5%. Desgraciadamente no podemos dar aquella altura sino como aproximada
por def porque [nuestro barómetro de bolcillo carece de escala para esa altura
presiones menores de [espacio en blanco] milimetros y hubimos de computar el
propasamiento de la aguja por una aproxi- //
mación medida con el nonio movible, como si las divisiones continuaran propor-
cionales á la presión lo que [au, tachado] no es exacto, aunque si muy aproximado
76 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

cuando el propasamiento es pequeño como en este caso Por otra parte, tachado],
la observación fué hecha en una hora (las 10 a.m.) de máxima presión. [La tem-
peratura, tachado] El termómetro marcó á esa hora 4°.
Dos kilómetros adelante de ese punto y á [230 m mas bajo (1), tachado] se
descubre á la izquierda (1) una cañada interpuesta, el grandioso nevado. Cuando
nosotros lo vimos [parecia, tachado] nos pareció como un monstruo durmiendo
al sol, á cuyas caricias brillaban [los, tachado] sus espejosas escamas de mármol.
El camino deja sus pretenciones de carretero y apresura el descenso [por
entre canfilones [?] hasta tolorillas, tachado] propasándose del 10% durante tres
kilometros adelante de Guadaloma; despues en dos leguas mas, hasta llegar al
tambo de Choquipoguio, [aunque, tachado] vuelve a la pendiente suave, pero
sigue por zanjones y resbaladeros, donde es / preciso cruzar las piernas sobre
[el pescuezo de la bestia, tachado] cabeza de galapago para que los estribos no se
atoren contra las paredes [de, tachado] y la barriga de la bestia.
Choquipoguio es una casa de posada muy incómoda por estar todavía en la
región paramosa á 3478 m metros [sic] s nivel del mar, pero de gran consuelo
para el viajero que se ha retrazado por el mal tiempo. Quien madruga llega hasta
Mocha dos leguas mas adelante.
En Choquipoguio á la derecha abre el camino que conduce á Riobamba,
ciudad que se columbra desde allí entre arboledas y á la izquierda (1) por el
llano de Sanancajas de suave pendiente ascendente del 2% de [un, tachado] seis
kilómetros de longitud (1), se va á Mocha.
[En todo, tachado] El llano de Sanancajas está dominado al Occidente por el
Carahuairazo, nevado contiguo al Chimborazo, de forma //
piramidal muy aguda: es un verdadero pararayos.
En este mismo llano tuvimos la sorpresa de ver las primeras llamas, [arriba
escrito y tachado: (Auchenia)] animal característico de estas regiones, que los
zoologos clasifican en cuatro variedades, guanaco, vicuña, paco y llama pro-
piamente dicha. No aprendimos á distinguir estas variedades y parece que en el
Ecuador no hay sino vicuñas y llamas. Las llamas es originarias [sic] del Perú;
antes de la conquista [de los, tachado] inca no existían en el Ecuador. Los emigra-
dos del Cuzco las trajeron y de ellas formaron grandes hatos para el servicio de
emperador en esta misma llanura al pie del Chimborazo donde las pastoreaban
los ministros del culto y en muchos otros lugares á propósito. Estos animales
tienen mas o menos la estatura de un burro, el cuello muy largo, erguido como el
de la [sebra, tachado] gerafa, las ancas caidas como las de este animal y la cabeza
semejante á la del camello. Los indios las usan para la carga con pesos de mas
de cuatro arrobas. Entonces caminan con tales dengues y donaire que parecen
unas niñas melindrosas. /
[Existe entre el indios y la llama no sabemos qué especie de relación en nuestro
concepto: su simpatía, su paciencia, su amistad recíproca, tachado]
cuaderno 3 77

La simpatía de estos animales, su paciencia á toda prueba, su aire humilde y


triste con aquella dignidad de quien [fué, tachado] no se le reconocen sus mé-
ritos, nos hacen ver en ellos un simbolo del indio. La amistad que liga al indio
ecuatoriano con la llama fortifica en nuestro concepto aquella relación de ideas:
no podemos concebir al uno y á la otra separadamente.
En la altiplanicie de Cundinamarca y Boyacá podrian vivir las llamas y
propagarse tanto como en el Ecuador. Desgraciadamente las que trajo el señor
General S. Camargo para su hacienda de Miraflores han quedado reducidas á
hembras porque los machos fueron perseguidos por el león?) (Aquí entran los
informes que debe suministrarme D. Jorge Camargo.)
Ya dijimos que el borde del llano de sa- //
mancayas [?] dista de Choquipoguio mas de una legua. De este borde des-
ciende el camino comodamente hacia Mocha. Los paisajes de esta región se nos
asemejaron a los del valle de Tenza. A medida que se baja, la tierra deja la tris-
teza del paramo, para ofrecer cultivos risuenos heredades en miniatura donde
el maíz, la cebolla, el col y las rosas del campo se entre mezclan al acaso con
toda la gracia que la Primavera eterna sabe dar á sus cultivos tropicales. Todo es
festivo en este valle menos las casas de los hombres: Cuánto se nos parecieron
estas casas á los indios que vimos por primera vez en Babahoyo! Las techum-
bres pajizas bajan hasta el suelo y solo interumpen su superficie piramidal en un
corto frente á manera de serquillo que proteje la cara de la vivienda donde hay
una puerta y dos ojos simétricos a los lados, ventanas pequeñísimas que apenas
permiten la entrada de luz hacia / el interior. Como la paja de sus casas usan
tambien los indios el cabello.
[se inserta dibujo denominado Fig B] Al ver las casas de los paramunos del
Chimborazo, con su cuspide cónica, tentado se siente el viajero á aceptar la
teoría de Spenser de que los hombres imitan en sus construcciones las formas
que de la naturaleza que les son mas familiares. En nuestro caso parece que
el frio y no [ningun, tachado] el sentimiento estético ha impuesto la forma de
las cabañas.
Con los últimos resplandores del arrebol atravesamos la graciosa aldea de
Mocha en busca de alojamiento. De todas las casas del pequeño poblado se aso-
maron los vecinos a presenciar nuestra entrada. [arriba escrito: Las bestias que
traiamos eran de allí y [todos, tachado] cada cual reconoció la suya.] Pronto nos
informaron sobre una casa de alojamiento, donde dimos con nuestros cuerpos
molidos [con, tachado] por la marcha de mas de doce leguas.
Los vecinos de Mocha son blancos y de buenos colores, segun la muestra de
las muchachas //
del hospedaje, bellas y risueñas. Algo del espiritu que anima las capitales
contagia los pueblecillos cercanos. Las simpáticas mochunas nos anunciaron
curiosas observaciones sociales de Quito.
78 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

El hambre nos tenía mal humorados y por esto, mas que en las bellas, era
preciso pensar en la comida. Sobre una mesa donde nos divertiamos haciendo
geroglíficos con el dedo en el polvo que la cubría, estendieron un mantel de un
color indefinible que probablemente era blanco. Protesta unánime contra el
mantel! Buscaron otro mas limpio y resultó con manchas de chocolate y manteca
amarillenta en muchos puntos. Nueva protesta que fué inútil porque no había
[mas, tachado] manteles mas limpios. Por lo menos en éste el análisis descubría
la procedencia alimenticia de las manchas. Una moza tan sucia como el primer
mantel colocó en el centro de la mesa un botellón con / agua; en los dibujos
del vidrio habia unas verdaderos [sic] incrustaciones no tan negras como de
azabache pero de un aspecto viscoso [nueva, tachado]; adentro se columbra-
ban rinconadas de vegetación lamosa que observadas al microscopio habrian
exhibido animales de aspecto feroz: nueva protesta contra la [criada, tachado]
fámula y el botellón. Y las protestas hubieran seguido si las sombras de la noche
no disimulan otros mil desperfectos que la comida tuviera. Ojos que no ve ...
[puntos en el original] La única protesta en que fuimos atendidos fué contra la
presencia de una vela indiscreta que apagamos para mayor comodidad del festín.
La inspección de las camas era inútil pues debiamos no mirarlas por respeto
al bello sexo, [al que parecían pertenecer, tachado]. Decididamente en aquella
fonda la tabadora no entraba sino por mensualida //
des vencidas. Es entendido que no hizimos uso de las camas [qu, tachado]
del hotel.
Mocha, para no [ocuparnos, tachado] decir mas [sobre él, tachado], está á
3163m sobre el nivel del mar y tiene una tempa de 9°.
A la mañana siguiente á la vista del Tungurahua, hermoso nevado de alguna
semejanza con el Tolima, tomamos la carretera que conduce á la ciudad de Am-
bato. La via es empedrada, amplia y de fuertes pendientes para su categoría, pues
en algunos puntos tiene mas del 7% de inclinacion. Despues nos ocuparemos de
esta calzada con mas detención si el trayecto de Ambato á Quito ofrece algunas
observaciones sobre transportes.
Con bestias de relevo en dos horas y media se recorren las seis leguas que
separan á Mocha de Ambato.
A penas hay en Colombia algo comparable á la hermosura y fertilidad de los
cam- / pos que preceden a Ambato y son los de Duitama en Boyacá; la diferencia
en favor del aspecto [de, tachado] Ambateño consiste en que allí [letra ilegible
tachado]el suelo es suavemente accidentado [por oteros de curvas voluptuosas,
que semejan las ondulaciones del mar. Por lo demás, las mismas huertas atesta-
das de arboles frutales en florecencia perenne, las mismas sauceras en fila, hay
una señal de tachado que puede referirse a todo el párrafo] como separación de
predios, el mismo verdor y los mismos riachuelos serpentinos y trasparentes.
Para que se aprecie el valor de la comparación, sépase que Duitama alcanza tal
cuaderno 3 79

grado de belleza que [es, tachado] la consideramos superior en intensidad a la


del Valle del Cauca.
Despues de admirar

Cap III
Algo sobre la revolución
[sociología, política, tachado] ecuatoriana

La diligencia de Ambato a Quito

[Consideramos fatigado al lector con la descripción del suelo ecuatoriano y como


basta á nuestro proposito la idea que acerca de él nos hemos propuesto infundir-
le apresuramos nuestro viaje tanto colo la velocidad de la diligencia lo permite.
Un capítulo más [sobre vias de comunicación, tachado] y entraremos a la ciudad
de Atahualpa., tachado]
Entre el campo y la ciudad de Ambato hay un contraste brusco. Es un paso
entre lo bello y lo feo. La hermosura de los campos parece que no ejerciera in-
fluencia ninguna en la estética de los hombres. La ciudad es de reciente cons-
trucción, por eso las calles son rectas y se cortan á escuadra y, para reducir en
algo los peligros de un nuevo terremoto, las calles son exajeradamente anchas
en relación con la altura de los edi- / ficios. La pavimentacion de las calles es un
empedrado menudo, uniforme y bombeado de guijarros redondos. Los edificios
son de un solo piso en lo general uniformes, de aspecto desapacible, ventanas
cuadradas de reja carcelaria cruzada en rombos al estilo morisco [a la ampli-
tud, tachado]. No se busque en Ambato una casa con jardin emberjado hacia
la calle ni una alameda en las amplias cuadras, ni una figura en los tejados que
se distinga de la forma ordinaria: nada que rompa la monotonía de una ciudad
simétrica. Para los buenos ambateños lo bello es lo [arriba escrito: recti]líneo,
lo geométrico: están en ese grado de la evolución estética en que no se siente la
armonía sino en la uniformidad. Y no se crea que esta es una ciudad atrasada:
para apreciar su importancia baste saberse que es la cuna de los tres Juanes,
cuyos nombres han sonado bien fuera de las fronteras, Juan Montalvo [arriba
escrito: el gigante], Juan Mera [añadido antes de cambio de folio: el académico //
y Juan Vela, el periodista.
La amplitud y desabrimiento de las calles de Ambato y la poca gente que
circula por ellas le dan á la ciudad un aire de tristeza y aburrimiento tan grande
que acaso eso esplique la afición de aquellos sus tres hijos notables á la sosegada
vida del estudio.
Se dice en el Ecuador que la ciudad esta, ademas de ser la tierra de las frutas es
tambien la patria de las bellas. No tuvimos el gusto de ver una sola: debe haberlas
80 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

sin duda; pero ellas, como todo el vecindario, se encierran á llevar vida vegetati-
va. Durante el invierno de Diciembre y Enero, Ambato es lugar de concurrencia
de familias quiteñas en busca de aires; entonces, acaso la ciudad despierte del
marasmo en que nosotros la encontramos á fines del verano.
[de, tachado] La altura de la ciudad S/nivel del mar es de 2570 m [arriba es-
crito: que también es la altura media del maciso ecuatoriano] y su temp es de
17°-. / Es decir que está próximamente á la altura de Bogotá y sinembargo su
temperatura es [mucho, tachado] tres grados mas elevada a causa de su mayor
proximidad á la línea [ecuatorial, tachado] equinoxial.
En esta ciudad se nota cierto movimiento progresivo, por sus construcciones.
Sobre planos del Sr. Francisco Smit se levanta en granito una carcel de bello estilo
de fortaleza. En las azoteas de ese edificio tuvimos el gusto de ver ladrillos de
simento romano fabricado en la localidad [por los señores Martínez, tachado] y
obtenido al precio de +14 el metro cuadrado. La fábrica de este producto, [será
de muc, tachado] es un indicio notable del espíritu de progreso que anima á los
hijos del pais. Tambien está en construcción un edificio de estilo gótico, desti-
nado al Colegio de Mariana de Jesus y posee un cómodo local donde funciona
el externado Bolívar para varones, colegio que se sostiene con los derechos sobre
las mortuorias.
Hay varios hoteles, de los cuales solo conocimos el “Guayas”, aseado, cómo-
do, elegante y so- //
bre todo á cargo de una familia cuya cultura y benevolencia nos [ha obligado
a detenernos mas de los justo en consideraciones favorables á Ambato, tachado]
hizo formar muy buena opinion de la índole de los habitantes. El padre de esta
familia es un viejo conservador de los que presentaron su apoyo á la valiente
dominación de García Moreno. El nos decía con cierto [intuición científica,
tachado] candor político: “yo apoyé á García Moreno por que era un hombre
práctico y amigo del progreso material del Ecuador [(como todos los tiranos
pensabamos nosotros), tachado]. Si Alfaro piensa seriamente en el ferrocarril,
yo seré el primero en pedir su reelección.”
El anhelo ferviente de todos los buenos corazones de estas repúblicas es el
progreso material. Lo vimos en el [buen, tachado] sencillote propietario de Santa
Lucía, que nos entregó su casa porque nos creyó ingenieros y lo vemos en el Sr.
Coloma, hombre de corte antiguo, que votaría por el excomulgado como votó
por el tirano, á truque de ver / entrar la locomotora a las calles de Ambato.
Desgraciadamente antes que [el ferrocarril, tachado] la velocidad en los tras-
portes en el orden sociológico ineludible, hay muchas etapas que los sencillos
hijos del Ecuador no sospechan. Para ellos el [cristus, tachado] alpha del progreso
es el transporte instantáneo; que la raza sea estúpida, que tenga gangrena eco-
nómica, que carezca de psicología superior eso no importa, que haya ferrocarril
aunque viaje vacio, eso traerá todos los adelantos y prosperidades apetecibles.
cuaderno 3 81

La imigración extrangera entrará con todos sus conocimientos y capitales, aun-


que los conocimientos caigan en terreno esteril y los capitales carezcan de segu-
ridad. La abundancia de los productos interiores saldrá á hacerle competencia
á iguales productos extrangeros que segun las revistas son hoy mas caros, no
importa que el jornal suba y que la calidad de lo que creiamos bueno y barato
resulte malo y caro en la competencia de los mercados de las plazas mas aven-
tajadas. Nuestros productos naturales exportados nos darán //
dinero en cambio, si acaso nuestras papas nuestras harinas y nuestros tejidos
son derrotados [arriba escrito: en su propio campo] por las papas las harinas y
las mantas extrangeras: á nuestras maderas, á nuestra tagua, á nuestra piedra
pomez no puede hacerles competencia ni las vigas de fierro, ni las pastas de ce-
luloide, ni el cartón. Nosotros somos ricos, riquísimos inmensamente ricos por
la munificencia de Dios y solo nos falta tener una puerta para inundar al mun-
do con nuestras riquezas y que el mundo nos de en cambio oro, que es el mejor
símbolo de la riqueza. Oro? Ah! Tambien tenemos oro: nuestros rios arrastran
oro en polvo, las entrañas de nuestras cordilleras estan cruzadas por verdaderas
venas auríferas y con solo escarbar un poco las esmeraldas, el ópalo, el onix, el
marmol, brotan de nuestro rico suelo.
[arriba escrito: Adular este sentimiento es el secreto de los tiranos ...] Si alguien
les dice que nada de eso es riqueza [arriba escrito: en manos de un pueblo flaco
[y, tachado] tonto y vicioso] adular este sentimiento es el secreto de los tiranuelos
en manos de un pueblo flaco, tonto y vicioso, que la riqueza no es sino el tra /
bajo, que el trabajo se mide en unidades de fuerza muscular á que no alcanzan
los pueblos envilecidos por el régimen de las sociedades Suramericanas, que lo
que importa es variar este régimen sobre principios científicos, lo consideran á
uno ora enemigo del progreso, ora enemigo del orden. y le vuelven la espalda.
La diligencia sale de Ambato dos veces por semana los viernes y los martes
y sale de Quito los lunes y los jueves.
Tanto habiamos oido hablar de la diligencia que llegamos á perder acerca
de ella toda noción, á fuerza de figurarnosla en armonía con la importancia que
le atribuyen. No sabremos decir cómo soñabamos la diligencia: un vehículo
muy amplio de varios carros lujosísimos, tirados por una docena de caballos
normandos; algo indefinido, pero grande, magestuoso, espléndido: la misma
exageración imaginativa con que locos de //
entusiasmo vimos por primera vez el Salto del Tequendama. Esto de la dili-
gencia, pensabamos para nuestro capote, es el precursor del ferrocarril; ya este
precursor á pesar de su amplitud no da á vasto al movimiento de trasportes y
se hace preciso reemplazarlo con el ferrocarril. Es natural; colmado el tráfico de
los caminos de herradura vienen las carreteras en que se atascan con el tiempo los
carros, carretas y carruages en número superior á la capacidad de la vía; entónces
para no ensanchar esta se piensa en un vehículo que por su rapidez y amplitud
82 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

equivalga al servicio total de los lentos y pequeños vehículos, esto puede ser el
ferrocarril ó algo intermediario para que no haya salto brusco en la transición:
este intermediario es la diligencia. Ese es el orden lógico y cronológico [arriba
escrito: del desarrollo] de los vehículos de trasporte.
Como hay dos vias para ir de Guayaquil á Quito, la de Riobamba y la que /
habíamos llevado [que se juntan a Choquipog, tachado], nada influia en este ra-
ciocinio la soledad de nuestro camino ni su desamparo ni escases de posadas y
comodidades; tan solo indicaba esto que desacertadamente habiamos elejido el
camino intransitado. El otro debia estar atestado de recuas, concurridísimo de
pasajeros y provisto á uno y otro lado de tambos, hoteles [posa, tachado] posadas,
fondas y habitaciones y poblaciones que naturalmente se forman al estímulo del
negocio con los transeuntes.
La circunstancia de no hacer la diligencia sino dos viajes por semana, tal era
nuestra ofuscacion, era mayor motivo para imaginarla enorme [y velocísima,
tachado]. Es verdad que nos sorprendió no poco que cuando fuimos la vispera
del viaje á tomar puestos supimos que no eramos de los últimos, que la diligencia
no podia ofrecer sino doce puestos y que despues de asegurar los //
cinco que necesitabamos todavía quedaban localidades disponibles aunque
en el imperial; Eso nos hizo sospechar que en el término de dos dias ó tres no
habian llegado á Ambato por el otro camino ni siquiera siete pasageros
El viernes a eso de las diez de la mañana sentimos desde nuestro tranqui-
lo apartamento del hotel un ruido inusitado en la ciudad; primero un mujido
sordo como el que suele preceder á los terremotos. Botamos el libro en que sa-
boreabamos á Cumanda, fruto de la tierra y saltamos á la calle donde nos situa-
mos de modo que no nos alcanzara ninguno de los [dos, tachado] edificios en
caso de temblor. Allí el ruido se nos hizo mas perceptible, aunque todavía vago:
el murmullo de la ciudad, 14000 personas que anunciaban [la diligencia, tacha-
do] algo. Algo [sic], el latido de mil perros y en medio de todo esto mas y mas
perceptible ruido de cadenas, toques de corneta gritos y silvidos de arriería y el
crujir de las ruedas sobre el empe- / drado: la diligencia! La multitud invadia las
bocacalles, hombres sin sombrero, mujeres desgreñadas, niños desarrapados,
todos con los objetos de que se ocupaban en sus casas en las manos, la costura,
el niño desnudo ó á medio fajar, el serucho y todos los instrumentos del oficio de
cada cual, personas vimos con el plato del almuerzo en la mano. Después de un
rato de estupor nos abrimos paso á codazos entre la muchedumbre asombrada,
para ver nosotros también la entrada triunfal del monstruo…
Cual sería nuestro desencanto al ver no mas que un pequeño obnibus como
para seis personas tirado por cinco mulas flacas?
Mientras se hace el relevo y se prepara el armatroste para ponerse en marcha
de regreso á Quito, vamos á informar ál [nue, tachado] lector sobre el resumen
ó estracto sucinto de un contrato celebrado por el actual //
cuaderno 3 83

gobierno con una casa extranjera para construir un ferrocarril de Guaya-


quil á Quito.
La empresa toma para sí la mitad de las acciones cuyo valor goza de la ga-
rantía del interés al 7% anual de que responde el Gobierno, la otra mitad de
las acciones las toma la República. Como la República no tiene dinero en caja
[arriba escrito: hace] toma un empréstito á los empresarios por la suma nece-
saria para cubrir [arriba escrito: el valor de] estas acciones, al intéres del 6%
anual y amortizable por anualidades en el término de 25 años. Para el monto
del capital se computa cada kilometro de via en 50000 [sucres, tachado] pesos
en oro (?).
Es de suponerse que la vía tendrá un desarrollo de 500 kilómetros de modo
que valdrá 25 millones de pesos en oro ó sean 52’500000 sucres.
El Ecuador, pueblo de millón y medio de habitantes, contrae una [em, tacha-
do] deuda de 264 millones de pesos y responde de los intereses de esta deuda
[arriba escrito: al 6%], y de otra suma igual / al 7% como garantía de las utilidades.
Los intereses anuales de la primera parte ascienden á $1.575000 [pesos, tachado]
lo de la segunda á $1.637500, la anualidad media de amortización es 1.050000.
Total 4.262500 anuales. Lo que correspondería á razon tres pesos próximamente
por habitante anualmente.
Conviene advertir que las rentas de la República ascienden hoy á 5000000(?),
que [como se verá despues, tachado] no alcanzan á cubrir el presupuesto de gastos.
[Despues de hacer en media hora estos pocos números debemos pensar en
nuestro viaje en diligencia, tachado]. En la diligencia [que venias, tachado] de
Quito venía el Sr. D. Ignacio Robles notable comerciante de Guayaquil que habia
sido llamado por el Presidente para la Cartera de Hacienda. La presencia (1) en
el Gobierno (1) de este honrado comerciante era prenda de seriedad y aplomo
[en el gobier- //
no, tachado], cosas de que frecuentemente carecen los de estas Repúblicas
pseudo-democráticas. Por qué regresaba el Sr. Robles sin encargarse del minis-
terio? Para perder el viaje y la cartera [preciso eran que algo muy grave hubiera
visto, tachado] el Sr. Robles debió ver en el fondo de la Caja algo espantoso,
que debió causarle pánico: [un culebrón enroscado, tachado] por ejemplo, [ó,
tachado] una tenia enorme, [algo así, tachado]. - El Sr. Robles dijimos nosotros,
conocedor de estos parásitos de la Caja, en vez de asustarse como una monja ha
debido matar el animalejo.
-Justamente ese deseo de matar la tenia motivó su regreso, porque el ciu-
dadano [Alfaro, tachado] Presidente no consistió en ello. El ejército superior á
los recursos del Tesoro y un gran depósito de Je- / fes militares con sueldo y sin
funciones, se comen [come, tachado] las rentas y la Hacienda está en bancarrota.
[El Sr. Robles pido para hacerse cargo de Ministerio la reducción del Ejercito y la
baja de los jefes inútiles y no le fue concedido, tachado].
84 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Entonces recordamos que en todas las poblaciones habiamos encontrado


fuerza publica [que nos produjo el efecto de un pais militarizado y revelde á la paz
natural, tachado]. El contraste que se nota entre el sociego de las poblaciones,
el semblante humilde y paciente de los habitantes y el ruido de las cornetas y la
presencia de los soldados disolutos que circulan por todas partes de pantalón
colorado y gorra á lo [mala, tachado] perdonavidas, ese contraste chocante nos
causó muy mal efecto pero [lo excusamos y disimulamos, tachado] lo comps al
contraste entre el brillo de los instrumentos de cirujía y la cara macilenta del
paciente, pensando en la Revolución que el General Alfaro está llamando á rea-
lizar en el Ecuador. No eramos nosotros un elemento revolucionario importado
al Ecuador por el General Alfaro? [Cómo protestar contra esa fuerza que debia
ser la garantía de nuestra mision? Tiene derecho el cirujano de horrorizarse ante
las cuchillas y lan //
Cetas de que se sirve para operar á los pacientes?, tachado] Nosotros que repre-
sentabamos la revolución universitaria, es decir, el alma máter de la Revolución;
cómo espantarnos [de, tachado] ante las lancetas del cirujano, [los nosotros que
ibamos á, tachado] si debíamos ser sus consejeros?
Enemigos de la fuerza bruta bien quisieramos eliminarla en todos los [asi,
tachado] acontecimientos sociales. Ella [brutaliza y, tachado] salvajiza los mo-
vimientos mas ilustrados y nobles, ella hace odiosos los mas siblimes [sic] reme-
dios, ella corrompe los mas elevados propósitos, ella humilla las mas levantadas
intenciones, ella abofetea groseramente el alma sencible de los pueblos, ella per-
vierte a los hombres, ella estupra, ella viola, ella roba, ella incendia, ella asesina!
Arruinar el Tesoro por sostener este cáncer, implica en el Gobierno una de
dos: ó el mas ferviente propósito de aperar un pueblo enfermo ó el mas relajado,
el mas salvaje, el mas estúpido de los egoísmos: el egoísmo de / del [sic] bandolero.
[arriba escrito: Con todo el entusiasmo de nuestro corazón] odiamos por esto los
gobiernos de fuerza que llevan el pantalón colorado al domisilio, á la reunión,
á la Asamblea, al Comisio, á las urnas, á la iglesia, al Teatro, á las fiestas, a los
duelos, al congreso, á las puertas del Banco. Esos Gobiernos son los malhecho-
res. Esos Gobiernos no pueden exhibir sino sangre en sus manos, sombras en
su conciencia y la afrentosa marca de los ladrones en sus frentes.
Las cuestiones ferrocarrileras y las cuestiones fiscales y militares que estába-
mos considerando, junto con nuestro llamamiento al Ecuador como contrapeso,
nos mantenía en un estado de equilibrio penoso: estábamos parados en un pie.
Alfaro principiaba á ser, para nuestro espíritu caviloso, un enigma
No lo habiamos conocido personalmente todavía, pero nos lo figurabamos
silencioso como una esfigie y [risueño, tachado] halagüeño como una sirena.
//
Desde este momento comenzamos á caminar hacia la resolución de un pro-
blema. El éxito de nuestra misión era una disyuntiva.
cuaderno 3 85

Cap IV

En la Diligencia

Al estrecho cajón de la diligencia entraron dos viudas jóvenes [un niño hijo de
una de ellas, tachado], una anciana [procedente del Perú, que hacia 30 años que
habia abandonado á Quito, tachado] meticulosa y mas arrugada que un aba-
nico, dos religiosas educacionistas, un caballero importante y dos de nosotros.
Al ruido infernal de los zagales (postillones) comenzó á sacudirse el carruaje
con peligro de rompernos la mollera contra la tapa y exponiendonos á dar[les,
tachado]nos de topes de carnero [á, tachado] con los de la banca de enfrente.
La anchura entre las bancas no permite que [dos, tachado] las rodillas quepan
unas enfrente [de otra sin, tachado] de otras, de modo que las piernas de los de
allá se empeinan con las de acá, como los dedos de un muerto. No es posible
mover un / brazo sin incomodar al vecino. A poco andar todos conociamos el
motivo [hu, tachado] del viaje de los demás, su procedencia, color político y pro-
fesión. La intimidad de los cuerpos fomenta la intimidad de las almas. Una de las
viudas iba á Quito á colocar á su hijo que venía en imperial, en la escuela de los
hermanos cristianos, la otra venía de exhumar los restos de su esposo, era joven
y bella y demostraba un profundo abatimiento, las religiosas eran llamadas por
el Arzobispo á dirijir un colegio de señoritas, el caballero se mostraba reservado
pero parecia hombre de leyes que iba á Quito a sustentar la segunda instancia
de un pleito, la anciana volvia á su patria después de largos años de ausencia, su
marido un viejito enjuto y delicado había seguido caballero en una potrancha
ticona. Cuando nosotros declaramos el objeto de nuestro viaje circuló por los
circustantes un estreme- //
cimiento diabólico. La vieja quiteña se santiguó, las viudas suspiraron, el
caballero carraspeó y las religiosas [como medida, tachado] a modo de conjuro
pasaron una ó dos cuentas del rosario tan grandes como mararayes. [Después
del, tachado] Pasado el primer momento de estupor, alguna de las señoras sacó
un litro de aguardiente con que fortificaron el espíritu contra las tentaciones del
Demonio: Despues de media hora de silencio otra de las damas se sintió mareada
y con este motivo circuló por segunda vez la botella para fortificar el estomago
- El mallorca es muy buen remedio contra el mareo, dijo una de las religiosas.
Udes gustan, caballeros?
-Gracias reverenda madre, nosotros no nos mareamos
Fortificado el espíritu fué despejandose poco á poco la prevención en con-
tra de los [incredulos, tachado] herejes y se restableció la armonía. La vieja hizo
reminiscencias de su juventud y refirió con / mucha gracia el modo picaresco
como el viejo de la potranca cautivó su corazón; el letrado habló [arriba escrito:
con enfasis y fanfarronería] de sus biajes por Estados Unidos, [(sic), tachado]
86 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

suprimiendóses [sic] el artículo la viuditas nos dispensaron sonrizas de una


coquetería irresistible y las religiosas trataron varias cuestiones amenas con
sorprendente chispa, erudición y talento. En atmosfera simpática, á nosotros no
nos faltaron carrasquillos de Gonzalón y trampas de D. Vicente Montero, que
produjeron un efecto maravilloso. Despues de la risa no hay prevención: todos
éramos buenos amigos. Las mujeres, [especialmente, tachado] inclusive las re-
ligiosas nos manifestaron una simpatía franca. La viudita de las exhumaciones
nos decía entre dientes con una música de lenguaje encantadora:
-Así somos las quiteñas, nos morimos por los extrangeros.
-Si todas las quiteñas [tuvieran, tachado] tienen [arriba escrito: siquiera] la
mitad de las gracias de Ud, debe haber muchos extranjeros en Quito, nos per-
mitimos con //
testarle á nuestra vecina, casi al oído.
El respetable [abogado, tachado] caballero de los viajes a Estados Unidos se
sintió fatigado con nuestras frivolidades y en la primera parada tomó asiento
en el imperial. Nosotros quedamos dueños del campo.
Es cierto que su estirado [presencia, tachado] talante nos tenia cohibidos, de
modo que cuando nos favoreció con su ausencia, desplegamos todos nuestros
recursos artísticos de trato social [a la bogotana, tachado] al estilo cursi. Ellas
como que tambien se sentian incomodadas con la presencia de su paisano,
pues á sus espaldas soltaron una [lengua, tachado] charla estupenda. (α) En este
viaje aprendimos muchas costumbres indígenas, conocimos la simpatía de las
mujeres y nos informamos del modo de ser de los hombres, de todo lo cual nos
ocuparemos oportunamente.
Con ingenuidad infantil estas amables señoras [nos hicieron muchas adver-
tencias utilisimas nos ilustraron sobre el caracter y las costumbres de la Sierra,
tachado] tomaron a cargo nuestro pupilaje:
relaciónese esto en diálogos con las demás.
El aspecto del terreno que atraviesa la diligencia en diez leguas, de Ambato
a Latacunga, se asemeja mucho á la mesa boyacense. Llanuras amplias en ve-
ces y cruzadas de Sauceras, estrechas en ocasiones, [y, tachado] entre colinas
escarpadas y estériles que en las rasgaduras de su vegetación mustia dejan ver
su esqueleto granítico. = La carretera de violentas pendientes suele cortar por
derecho los remates de los contrafuertes, con la pretensión de ser mas rectilí-
nea que suave. En estos cortes, generalmente profundos, aparece en los taludes
la inscripción geológica de una serie de capas mas ó menos gruesas de ceniza
volcánica [arriba escrito: como ciclos de muerte] separadas por hilos negros de
tierra vegetal. Allí se lee una persecución constante de las irrupciones volcánicas
contra la vida insipiente de la vegetación. //
Después de [muchas, tachado] tres paradas paradas [sic] en Cuchibamba y
San Miguel para renovar las bestias de tiro.
cuaderno 3 87

Dos observaciones negativas muy importantes teniamos hechas hasta ahora,


á saber: que no habiamos encontrado limosneros ni elefransiacos. La primera
sufrió en San Miguel, lugar de parada de la diligencia, una refutación termi-
nante. Una tropa de infelices rodeo el vehiculo implorando socorro contra la
miseria. Sea la ocasión de advertir que la segunda no sufrió menoscabo en todo
el viaje, lo que si no demuestra la ausencia del mal, sí implica un relativo estado
de sanidad. En Colombia [los emporios del, tachado] el mal tiene sus principales
yacimientos en los valles intermedios entre la altiplanicie y el mar á la altura de
1000m a 1500 y en temperaturas de 18 á 20° como el valle de Tensa y las hoyas
del Suárez y el Chicamocha. En el Ecuador el modo brusco como la cordillera
se levanta en busca de empinadas / alturas, acaso sea la causa de su sanidad.
En las inmediaciones de Latacunga conocimos la raza de los Caras, el indio
mas notable del Ecuador por la belleza de sus formas y la pureza etnográfica
de sus costumbre. Ya en Guaranda [y en Ambato, tachado] habiamos visto
una raza de indios que no nos llamó [había escrito: llamaron] la atención por
la semejanza con los Chibchas. Los de Guaranda [y Ambato, tachado] segura-
mente descendientes de los Puruhaes, son de baja estatura, feos, de un color
carmelito negrusco, chatos, cariredonda y bocones. Su aspecto es desidioso y
poco atrayente. El traje descuidado, los sombreros alicaidos y el cabello des-
peinado y duro.
Había fiesta en Latacunga: una partida de indios de sombreros muy grandes
de alas arriscadas, ruanas rojas y pantalon blanco hasta la rodilla venian dan-
zando con cascabeles en los pies al compas //
de un tamboril. Las fisonomias de los indios nos llamó la atencion por lo
correcto de su perfil y por su color pálido. Estos son los quichuas nos dijo la mas
caraterizada de las religiosas: aquellos del sombrero mas grande son los nobles.
Los indios reputan una degradación el tratar a los mestizos. [Saben Uds cómo
dicen ellos yo te año? Ñuca cuyani, tachado]
-Señora, Ud Sabe quichua? Eseñenos la conjugación del verbo amar.
-Con benévola sonrisa conjugo el verbo así:
-Presente de indicativo, yo amo, tu amas, etc.:
Ñuca cuyani, Can cuyangui, Pay cuyan; Ñucanchi cuyanchi, Can cuna cu-
yanchi, Pay cuna cuyan
A la primera india bonita que pasó cerca de la diligencia le gritamos: ñuca
cuyani! Y la india nos miró con un desden supremo.
-Los indios nos dijo la religiosa se desdeñan de tratar á los mestizos, ser
mestizo es un oprobio.
Desde entonces contrajimos el propósito de estu / diar las costumbres de los
indios que por este solo indicio nos fueron simpáticos.
Muchas reflecciones [arriba escrito: se] nos vinieron con este incidente, que
resumimos en la siguiente conclusion: raza que conserva su lenguaje y que mira
88 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

como una afrenta la adulteración de su sangre, [no, tachado] es una raza [degra-
dada, tachado] autóctona que merece [que la, tachado] estudio [mos, tachado].
En qué consiste el sentimiento íntimo de la nacionalidad? Acaso en la con-
servación del suelo que ocupa un pueblo? En la defensa de sus costumbres? en
la integridad de su individualidad etnica? No son todos estos síntomas de un
sentimiento egoista y orgulloso de su raza? La buena opinion que un pueblo tiene
de su raza ese es el sentimiento intimo de su autonomía etnica. Cuando este sen-
timiento se prostituye hay degradacion nacional. Los hombres se averguenzan
de su origen y al reconocer superioridad en las otras razas quieren pertenecer á
ellas si no en sangre, por lo menos en es- //
píritu y serian capaces de negar á su madre por parecer hijos de una indivi-
dualidad nacional mas poderosa. De estos invéciles se hace la gerarquía de los
esclavos. - Los que les baten la colita a los extrangeros por ser de otra raza, nos
recuerdan aquel indio que encontró Robinson en su isla, que al verlo se postró
en tierra y tomando el pie del blanco lo paso sobre su nuca en señal de que [acep,
tachado] solicitaba la servidumbre. Hay temperamentos cerviles. Como indivi-
duo típico recordamos cierto amiguito bogotano que por sepillarle la zolapa á un
inglés abandona los halagos [arriba escrito: y la sociedad] de sus viejos amigos
y parientes. Algo por el estilo hemos creido encontrar en el espíritu que anima
á ciertas sociedades en las cuales [e, tachado]la simple condición del catirismo
[da, tachado] es motivo de acojida muy halagüeña, que no se le dispensa á gente
de antecedentes notoriamente honorables. Aquella tendencia individual y esta
idiosincracia social de benevolencia / extremada y gratuita a favor de las [razas,
tachado] extranjeros; se traduce en los gobiernos en [preferencia en favor del
contratista, tachado] favoritismo cobarde por el servicio extrangero y [en cobar-
dia ante las cuestiones y hasta, tachado] en prodigalidad territorial y sumision
hullante [por humillante??] y pusilanimidad en los [tratados, tachado] asuntos
de cancillería.
La entrada á Latacunga fuá á las 5 ½ y la salida debia ser á lamanecer [sic]
del dia siguiente era preciso aprovechar media hora de luz para ver la ciudad.
Esta nos pareció aseada y alegre á causa de la animación de la fiesta de nuestra
Señora de Las Mercedes. Circulaban por las calles y asomaban á las ventanas
las mas hermosas mujeres que en el Ecuador habiamos visto: ojos negros como
lumbreras de una hornaza de pasiones, bocas risueñas dispuestas á conceder
dulces perdones á quien peca en sus ojos y un gracejo general de que apenas
teniamos idea por las relaciones sevillanas: la verdadera raza española al sol //
del trópico.
Las calles son angostas pero rectas, planas y bien pavimentadas. Las casas,
generalmente bajas gastan cierto buen gusto en sus puertas y ventanas, pero es-
tán interrumidas las edificaciones con largas paredes de piedra pomez, de modo
que las casas se agrupan en familias ó centros de atraccion que generalmente
cuaderno 3 89

es una plaza o una Iglesia tambien tallada en piedra pomez con torres capricho-
zas y cargadas de adornos. Contamos seis iglesias de churrigarrescas fachadas,
entre las cuales nos llamó la atencion Santo Domingo por el buen gusto de su
construcción
A inmediaciones de esta iglesia, casi en el campo, se levanta un suntuoso
edificio de gran cúpula, destinado á la escuela de Artes y oficios. La premura de
tiempo no nos permitió hacer detenidas observaciones en esta simpática ciudad
de piedra pómez, de la cual provoca echar- / al hombro una de sus repulgadas
y ligeras torres. En una iglesia arruinada se observan curiosos casos de equili-
brio de los escombros el mas notable de los cuales consiste en un arco completo
sostenido en uno solo de los pilares: la adherencia de la argamasa es suficiente
á sostener el arco.
La[s, tachado] cantera[s, tachado] de donde extraen la gran cantidad de pie-
dra pomez para la ciudad es, segun supimos otra ciudad subterranea habitada
por mendigos.
A propósito de mendigos, ya extrañábamos no haber encontrado [arriba es-
crito: en el Ecuador] cuando tuvimos la pena de ser víctimas de una tropa enorme
de ellos que nos persiguieron con rezos, súplicas y lastimas hasta nuestra alcoba
del “Hotel Central” comoda, aseada y amplia casa de huespedes. frente de cuya
enorme puerta conventual para la Diligencia.
Latacunga está diez leguas de Ambato, //
tiene un clima delicioso de 16°. de temperatura y está á 2737m. S/mar. Las
inmediaciones de la ciudad tienen apariencia de esterilidad á causa del riego de
ceniza volcánica que cubre el terreno.
El aspecto árido de la llanura que corre hasta el pie del Tiupullo fatigara la
vista si en cada una de las dentelladuras de las dos cordilleras que la circun-
dan no ofreciera mil formas caprichosas coronadas eternamente de nieve. Por
donde quiera que los vidrios opacos del onmibus [sic] dejan ver el horizonte se
descubre un nevado hermoso, el Corazón, [arriba escrito: el hiniza] el altar, el
Changay, el Cotopasi y [recordamos, tachado] un sinnúmero que la memoria no
conserva sus nombres, casi siempre armoniosos. Recordamos que el Cotopaxi
lo vimos á las ocho de la mañana bajo un cielo azul [casi negro, tachado] de un
azul grueso, como dijera Grillo; el sol lo alumbraba por detrás y la refreacción
daba á / la brillante cupula un reborde de iris. La pluma se fatiga de describir
bellezas de esta tierra donde viven las musas, y es preciso pasarlas por alto para
no llenar un volúmen.
[Al comenzar la subida de Tiupillo, tachado] La barrera que separa los pampas
[sic] de Leon delos valles de Machahi, formada por dos ganglios enlazados que
se desprenden de las dos cordilleras en los nudos del Cotopaxi en la oriental y
el Hiniza en la occidental, se llama Tiupullo. Al comenzar su largo ascenso, á
cuatro leguas de Latacunga se levanta en el último recodo de [Vall, tachado] la
90 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

llanura á la derecha dela carretera el panecillo del Callo, colina [artificial, tacha-
do] tumular [túmulo, tachado] de los seiris, de una curvatura perfecta, á cuyo pie
existen las ruinas de un templo o palacio construido por aquellos y reedificado
por los Incas. Todos los cronistas, viajeros historiadores y turistas han visitado
este monumento levantado por la vanidad //
de los poderosos señores de esa [patri, tachado] hermosa patria para conme-
morar su poderío y por su pie pasamos todos haciendo congeturas los blancos
y con aire de la mas estúpida indiferencia los indios. [añadido: No se les á ocu-
rrido á los Ecuatorianos para descubrir los secretos y riquezas de la Tola de Callo
practicar un túnel al nivel del suelo].
El ascenso de Tuipullo es tan fuerte que los viajeros echan pie a tierra y
siguen andando al paso lento de las mulas que arrastran fatigosas el carruaje
vacio. Dos leguas tiene la subida hasta la cúspide que está á 3400m [arriba es-
crito: s/m] (T=10°)
En este paramo vivió un hombre terrible tipo del bandolero [y formó que,
tachado] capitan de una cuadrilla de malechores, [cuyos, tachado] que asalta-
ban al viajero puñal en mano difundiendo el terror en la comarca. Parece que
los descendientes y discípulos de este respetable personaje viven todavía en los
repliegues del intrincado paramo, porque para pasarlo los transeúntes forman
grandes carabanas de mutuo auxilio. /
El tiempo pérdido en la subida lo recupera el vehículo chiriador de las cinco
acemillas en el descenso vertiginoso al valle verde esmeralda de Machachi. Den-
tro del cajón todo es sangoloteo, aturdimiento y topeteos de los ocho cuerpos
que dentro forman el conglomerado informe de piernas entre cruzadas y troncos
y brazos [con, tachado] en baile de San Vito. Afuera el aire zumba en los oidos
y el ruido de las carretas [arriba escrito: sobre los empedrados de la calzada] es
la música infernal de la marcha hacia los [abismos, tachado] precipicios [arriba
escrito: que se suceden con rapidez vertiginoza]. Despues de pasar con rapidez
vertiginosa un puente en curba, estrecho, en terraplen altísimo y sin baranda
se comprende que esta especie de locomoción es la mas horripilante [escuela,
tachado] gimnasia de los [abi, tachado] abismos
En el fondo de este accidentado y profundo valle, despues dejar [sic] á Ma-
chachi, este el pueblecito de Tambillo de calles de rumbón [temperatura de 16º
y alt. S/m de 2800 á, tachado], a cuatro y media leguas del alto de Tiupullo y á la
misma altura de Quito, del //
que lo separan cinco leguas y el alto de Santa Rosa interpuesto [una legua
adelante, tachado] á la quinta parte del este trayecto con una altura relativa de
240m. [3040 m S/m, tachado]
Vencida esta última barrera, el viajero mira á sus pies un valle limpio, acci-
dentado por sus suaves repliegues del terreno, en el que brota el trebol frondoso
estrellado de blancas flores en forma de redondas borlas. Allí pacen ganados de
cuaderno 3 91

pelo brillante y cogote abultado que [m, tachado] levantan la cornamenta alar-
mados al ruido de la diligencia, miran con pereza y vuelven saboreándose al
jugoso pasto. Allí el potro de largas crines y ancas redondas, corre con el cuello
estirado hacia el suelo, las orejas echadas atras, mordiendole las rodillas á sus
compañeros, levantando las patas traseras en brusco ataque y haciendo las mas
airosas corvetas, hasta ocultarse en las suaves hondonadas. Al recuesto de las
colinas, entre sauces y eucaleptus, se descubre el barandaje y las cumbreras de
teja rosada de alguna manción / del orgulloso aristócrata. En último término
se descubre el Panecillo, gracioso montículo tras del cual, como la quitena re-
milgada entre las blondas de su mantilla, se oculta Quito, la “Luz de América”
prometiéndole á la fogoza juventud del viajero no soñadas aventuras.

Resumen. Perfil general del camino

Naturaleza
Lugares Dists parciales Alturas s/mar ascensos Descensos
del Camino
Guayaquil kilómetros 2 metros metros Metros
Babahoyo 90 3 Fluvial
Playas 30 35 32 Anegadizo
Alto del 35 3018 2983 Cam de h
Chuche esquistos
San Miguel 2½ 2342 …. 676 40% arcilloso
de Chimbo
Guaranda 20 2782 440 Travesía es-
quisto
Boquerón 25 4056 1274 Carretero
Guadaloma
Choquipogio 12 ½ 3478 … 678 Canfilones
Borde de 6 3598 120 Camino
Samancajas de trillo
Mocha 4 3163 … 435 id de herradura
Ambato 30 2570 …. 593 Carretera
calzada
Latacunga 50 2737 167 id id
Callo 20 2880 148 id id
Tinpullo 10 3400 520 Pendientes
fuertes
Tambillo 22 ½ 2800 …. 600 id id
Santa Rosa 5 3040 240 Empedrados
Quito 20 2800 240 id
totales 382 ½ …… 5920 3122 En gral buen
camino
//
92 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Conforme á este cuadro el[a, tachado] trabajo de conducción de un kilógra-


mo de Guayaquil á Quito, sería:

Por desplazamiento horizontal (382.500 kgrámetros) 5100 cabs. V


Por ascensos (5920 kilogrametros) 79. “
Trabajo positivo 5179. cab V.
Por descensos, trabajo negativo (3122 k.g) 41. “ “

Esto sin tener en cuenta las resistencias y los pequeños accidentes del terreno.

Una carta, de 20 gramos de peso, [ilegible tachado] cumple en 10 dias bajo


de ciento cuatro caballos de vapor, para ir de Guayaquil á Quito!

Sara Momo

Cap V.-

Peripecias de un contrato revolucionario

[Antes de conocer á Quito por dentro conviene aspirar su atmósfera pólítica, para
ir previniéndose y entenderlo mejor. Nosotros tachado] No encontramos mejor
método de exposición que el mismo que la naturaleza de nuestro viaje nos ofre-
ció para hacer las anotaciones que tenemos. El contrato sobre la fundación de
un Colegio nos llevó al Ecuador y durante los primeros dias de permanencia en
Quito nuestras impresiones pasaron á traves del proyecto que nos preocupaba,
con cierta vaguedad agradable que quisieramos infundir al lector para bien de
la nación que estamos bosquejando. La impresion que un simple turista expe-
rimenta al mirar los conjuntos es muy distinta y menos real que la que siente el
que [se siente, tachado] está envuelto en el remolino de las cosas. Por esta razón
detenemos al lector á las puertas de la ciudad para tras //
mitirle las ideas con que nosotros observamos. Esto es preparar su ánimo
para que no haya incongruencia entre el relato y el espíritu del lector.
Desde que se supo en Colombia el movimiento vigoroso y altivo que hizo
el pueblo ecuatoriano cuando su gobierno [vendió, tachado] ultrajó la digni-
dad nacional en el negocio de El Esmeralda, desde Cúcuta hasta Ipiales corrió
un estremecimiento de simpatía y se prestó oido atento al eco de los sucesos
que se cumplian allende el Carchi. Todos los organos de la prensa popular se
mantuvieron en fisga y nunca faltó el aplauso ó la congoja segun fueran las no-
ticias favorables ó adversas á la revolución. Todos los buenos hijos de esta tierra
cuaderno 3 93

anihelaban por el triunfo de la santa causa de la dignidad de la República herma-


na. Millares de colombianos de la frontera, residentes en el Ecuador ó emigran-
tes entusiastas corrieron á ofrendar su sangre a la revolución ecuatoriana. Por
centenares se contaban co- / lombianos en las huestes de la revolución. Nunca
la suerte del Ecuador ha dejado de conmovernos [la sang, tachado]. En paz ó en
guerra Colombia mira al Ecuador como amantísima hermana. Prueba de est[e,
tachado]a [interés, tachado] simpatía fraternal es el interés con que se están le-
yendo estos insípidos apuntes.
En Colombia se esperaban y aun se esperan grandes actos de la revolución
ecuatoriana. Todavía el entusiasmo está en espectativa á pesar de que hay mo-
tivos para creer que la hora de la redención del pueblo ecuatoriano ya no sonará
en este siglo como ha sonado para todos los pueblos del Continente.
[arriba escrito: El Dr. Emiliano Forero] -Un joven liberal, de talento y de co-
razón, arrebatado por este entusiasmo cerró aquí sus negocios judiciales [arriba
escrito: que marchaban prosperamente] y a [principios, tachado] fines del año
pasado se trasladó á Quito con el objeto de contribuir á la trasformación social
que el empobrecido y aflijido pueblo del //
Ecuador necesita. El Dr. [Emiliano, tachado] Forero recorrió las 800 leguas
que por Panamá nos separan de Quito [arriba escrito: que son menos que las 250
de tierra] y llegó justamente cuando estaba reunida la Asamblea Constituyente,
que debia cumplir la anhelada trasformación. Terrible debió ser el desencanto
que sufrió el Dr. Forero cuando se convenció que el espíritu de la Asamblea no
correspondia ni con mucho á las aspiraciones del gran pueblo.
Sinembargo, el Ejecutivo estaba inspirado segun parecía en el sentimiento
revolucionario. El Dr. Alban Mestanza, liberal de altos quilates estaba encargado
del Ministerio de Instrucción pública. Con este [ciudadano, tachado] colabo-
rador eminente del gobierno deploraban Forero y muchos otros colombianos
residentes en el Ecuador la decadencia revolucionaria. El Dr. Mestanza no deses-
peraba y creia que mientras el estuviera en el gobierno el espíritu revolucionario
seguiría influyendo en los destinos de la patria. /
El Dr. Alban Mestanza concibió la idea de adoptar un procedimiento tardío
pero seguro y facil de llevar á cabo la empresa, por el procedimiento de la evo-
lución instruccionista. Comprendió que era preciso llevar la reforma por los
claustros universitarios. [y en vista de los libros de Filosofía y Política de Espi-
nosa que el Dr. Forero, tachado] A falta de profesores ecuatorianos de la escuela
moderna, preguntaba el ministro á nuestro paisano que profesores habría en
Colombia capaces de acabar con la Metafísica de Aquino. En contestación Fo-
rero le presentó dos libros escritos por el Vicerrector del Externado de Bogotá,
instituto que inauguró en Colombia la escula [sic] determinista. Aquellos dos
libros eran la Filosofía experimental segun las doctrinas de Spencer y las Bases
positivas del Liberalismo del Dr. Ignacio V. Espinosa.
94 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

El hijo del Externado vió la posibilidad de trasplantar al Ecuador aquel


instituto //
que tan sorprendentes resultados tuvo en Colombia y con fervoroso empeño
[trabajo, tachado] infundió en el ánimo del Ministro sus deseos y su fé.
Sin pérdida de tiempo comenzaron las gestiones conducentes á la traslación
de los profesores. Gracias á la intervención entusiasta del general Juan B Gon-
zález Garro, nuestro paisano que suministró los fondos necesarios, gracias al
solicito interés que desplegó el consul ecuatoriano en Bogotá Dr Felipe Franco
Izquierdo que allanaba todas las dificultades y gracias al mismo Dr. Forero
que no se separó del telégrafo estimulando á costa de valiosos telegramas,
[p, tachado] el entusiasmo de Espinosa, las negociaciones terminaron en un
contrato ventajosísimo para el Ecuador del que los profesores solo derivarian
recompensas morales.
Los profesores abandonaban sus familias y sus negocios que todos tenian
bien establecidos por un sueldo puramente alimenticio, á trueque / de participar
de la honra con Alban Mestanza, Franco Izquierdo, Forero y González Garro de
haber abierto la era de la reforma social [del, tachado] en el Ecuador.
Cuando se tuvo conocimiento en Bogotá de la celebración de este contrato
las felicitaciones caian sobre los profesores como anticipados laureles: todos
deseaban hacer parte de la novísima expedición libertadora. El pais se sintió
orgulloso y tanto la prensa como los particulares hicieron acto solemne de des-
pedida á los hijos de la Patria que iban al Ecuador á echar los ultimos vínculos
espirituales entre las dos hermanas.
Ni en Colombia ni entre los profesores se supo al principio cuál pudiera lle-
gar á ser el alcance de la expedición. Su trascendencia se presentía grandiosa
y mentísima
Los profesores soñaban candorosamente en ser los libertadores de la con-
ciencia esclavisada, //
los defensores de la dignidad de la mujer, los misioneros del indio envilecido
é ignorante. Juzgaban que la lucha contra los poderes seculares sería formida-
ble, pero que la victoria sería segura aunque viniera con la corona del matirio.
Sueños de la juventud generosa!
Para ellos como para el público el ministro Albán Mestanza era un órgano
del Presidente Alfaro. El fuego de la Revolución estaría en el alma del qe [sic]
[arriba escrito: fue] proscrito por muchos años y siempre víctima de la zaña de
aquellos seculares poderes, del [res, tachado] abanderado de la Democracia, de
representante de un[a raza, tachado] partido heroico e infortunado, del que en-
carnará el derecho y la Justicia, de un descendiente de los Seiris. El indio Alfaro
era el símbolo de la reivindicación de un esclavo colosal cuatro veces centenario.
Al llegar á Quito supimos que Alban Mestanza habia sido expulsado del
Ministerio. Los motivos de esta expulsión fué, segun fuente oficial, que era un
cuaderno 3 95

Ministro voluntarioso que an / daba por cuerda propia, haciendo una política
distinta de la del Gobierno. El pretexto para pedirle perentoriamente su renuncia
fué baladí y si se quiere ridículo: un pesame equivocado que le dio á la Reina de
España en su caracter de Ministro tambien de lo Exterior. El Ecuador no podia
consentir que en la Etiqueta de las Naciones, pareciera mal informado!
Al rededor de los intrusos colombianos que se atrevian á abrir un Colegio
en Quito se hizo el vacío. Nunca intrusos extrangeros merecieron mas desden.
Bolivar el intruso mas descarado, ni Sucre, el mas amable de los intrusos, fue-
ron tratados con tánto menosprecio: esos eran intrusos venezolanos, como fué
intruso venezolano el jeneral Miranda en los Estados Unidos. No queremos
hablar de los intrusos colombianos. El general Alfaro no nos mando un edecán
a saludarnos.-
En la prensa de la gran capital nos saludaron con insultos: jívaros, [chibchas,
tachado] guajiros, en cuanto a la nacionalidad; titiriteros, aventureros, gitanos
de la buena ventura, en cuanto á la profesión; //
corrompidos enemigos de la familia, [del culto, tachado] de la moral, del [la
paz social, tachado] orden de las sociedades, en cuanto á las opiniones; merce-
darios, alquilados, corruptores á sueldo, hambreados, explotadores, merodea-
dores de caminos, indignos, ignorantes, malevolos, perversos, brutos, tontos
y chisgarabices, en cuanto al caracter; descamisados, descalzos, de zapatón
roto, codisucios, mal trazados, en cuanto al vestido; feos, tuertos, lánguidos y
espelucados, en cuanto á la figura; ladrones, borrachos, asesinos, [estrupadores,
tachado] libertinos, en cuanto a las costumbres. Para no completar el catálogo
de los insultos, afortunadamente ignoraron el nombre de nuestras madres.
Agradecemos este recato involuntario.
La prensa liberal, constituida por un solo periódico “El Tren” habló algo en
nuestro favor, á pesar de que nosotros significamos el deseo de qe se guardara
silencio digno en este volate de verduleras que se apellidaba prensa católica.
Un jefe del ejercito por motivos personales dió de palos al Sr Aristizabal autor
de Somaten y redactor de El Tren / y al dia siguiente el jefe vapulador [?] fundó
“El Atalaya”, periódico subencionado por el Gobierno.
A nuestros oidos ya había llegado el asesinato impune de Vivar, a la media
noche, al pié de los paredones extramuros del sementerio de San Diego, ejecutado
por el general Manuel A Franco, Comandante en Jefe del Ejército, con escándalo
de todas las fuerzas vivas del liberalismo ecuatoriano. Ya sabiamos la destruccion
abieza de las haciendas y casas de una señora viuda de Flores, y conociamos el
modo salvaje como se despedazó á plena luz una imprenta en la Capital por la
fuerza pública del gobierno. De modo que nuestro espíritu revolucionario es-
taba anonadado ante los extragos del espíritu revolucionario del ecuador [sic].
Aguardando alguna muestra de bienvenida de parte del Sr. Gral Alfaro,
permanecimos ocho dias sin ir á visitarlo hasta que por conducto de algun
96 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

[colombiano, tachado] amigo muy asiduo á palacio tuvimos conocimiento de


que el señor Presi- //
dente reputaría como un desaire la mayor demora de nuestros besamanos.
A causa de esta insinuacion resolvimos nuestra visita [arriba escrito: al Gral
Alfaro] temerosos de violar los usos de la etiqueta [ecua, tachado] oficial tan
celosa en el Ecuador.
Era el domingo 3 de octubre dia de Nuestra señora del Rosario, Patrona de
Quito. En la iglesia de Santo Domingo se celebraba una suntuosa fiesta con
misa pontifical y sermon. Todo el señorío de la piadosa ciudad colmaba las
hermosas naves del templo. En el centro frente de una mesa de cojin estaba de
grande uniforme el general Alfaro, á los costados el Ministerio, [en, tachado] al
frente los magistrados de la Alta Corte, á la espalda el Estado Mayor del Ejercito
y los edecanes de Palacio. Al evangelio el Sr. Arzobispo, rodeado de canonigos
en traje de Diacónos, se puso la mitra y ocupó el trono á la izquierda del altar,
con las manos enguantada de rojo en actitud suplicatorio y cerró los ojos, lle /
no de compunción. En el mas solemne silencio el concurso volvió los ojos al
púlpito: un fraile de capucha negra y anchas mangas blancas lo ocupaba. Con
un versículo en latín, pronunciando á la sordina, principió el sermón. La Reina
de los cielos, amparo de los hombres, protectora amorosísima de Quito, para
probar la fe de su pueblo habia permitido el triunfo momentáneo de la impie-
dad. El masonismo habia caido sobre el Ecuador como el mas tremebundo
flagelo. El liberalismo, condenado desde lo alto de los cielos por la voz omni-
potente del Eterno, infestaba los puestos públicos que tantos varones piadosos
y justos habian honrado…
El auditorio miraba la blanca cabeza del ciudadano Presidente de la Repúbli-
ca, sobre la cual caía[n, tachado] [mil, tachado] una catarata de anatemas desde
la encumbrada catedra del Espíritu Santo. El [león, tachado] héroe de “Gatazo”
estaba dormi-//
tando al arrullo de la argentina y armoniosa voz del predicador, cuyos musi-
cales periodos colmaban las sonoras cúpulas del templo. A imitación de Su Ex-
celencia, los altos magistrados y los arrogantes coroneles que lo rodeaban tenian
caídos los párpados y ni un músculo inquieto denunciaba que estaban despiertos.
El acto así afectaba cierta solemnidad imponente: la Iglesia con la enteresa
de su inmenso poderío, por boca de un fraile humilde, castigaba la hipocre-
cía de los poderosos. [Cristo, tachado] Jesús tambien sacó á látigo á los trafican-
tes del Templo.
Terminada la misa, el señor Presidente con un cortejo oficial, regresó [a pa-
lacio, tachado] entre las filas del ejército que estaba tendido en alas por toda la
Carrera de Venezuela, [hasta, tachado] desde el atrio hasta palacio.
Dos horas despues a la hora fijada para nuestra visita de saludo, nos presenta-
mos en el salón presidencial. Un gallar- / do edecán de gran parada nos anunció.
cuaderno 3 97

Ibamos a hablar con el famoso Alfaro, el alma de la revolución. El señor presi-


dente no se hizo esperar. Ya habia cambiado su casaca bordada de oro por un
sencillo dolmán azul de alamares de seda negra que jugaba muy artísticamente
con el pantalón blanco de ancha franja de oro. Alfaro es de pequeña estatura, de
bien sentados hombros, sobre los cuales se levanta una hermosa cabeza de cabe-
llos canos recortados al rape. Su frente escampada, sus cejas blancas abundantes
y nítidamente dibujadas, sus ojos negros tienen mirada franca y benévola, su
nariz de buen corte, su boca grande medio oculta bajo un vigote marcial blanco
como la cabeza y la chivera que tambien usa á la Boulanger. La presencia de este
viejo soldado es eminentemente simpática por que tiene la belleza apacible de
la vejez, la vivacidad de la juventud, la energía del valor y la franqueza benévola
del demócrata sencillo. //
Sin solemnidad, sin amaneramientos, como á antiguos camaradas nos salu-
dó á cada uno por nuestros nombres, dandoles cierta inflección interrogativa,
por si acaso las señas que él tenía de nosotros lo engañaban. Solamente olvidó
el apellido del autor de estos apuntes, seguramente porque este apellido no lo
lleva sino una sola familia [en Colombia, tachado], que [probablemente, tachado]
acaso no tiene representantes en el Ecuador.
A pocas vueltas la conversación rodó sobre la prédica.
­–­A las primeras descargas del fraile me quedé profundamente dormido, dijo
el general, y terminó la frasé con una carcajada de mal efecto
Después, deseoso de paladear nuestros probables gustos sacrílegos, nos re-
firió con salero la mistificación de que se valió con la Virgen del Quinche para
ganarse la opinión del pueblo de Quito: una amiga del [general, tachado] caudillo
oculta bajo el altar de aquella imagen contestaba con voz / angelica á las devotas
que pedian la muerte de la revolución: “nuestro muy amado hijo Eloy triunfará”.
No podemos dar mas datos psicologicos del general A. porque después de esta
visita prometimos no volver á palacio.
No es necesario referir el proceso mental á que sometimos al excelentísimo
señor Presidente del Ecuador para que al dia siguiente de esta visita pusiéramos
un telegrama á nuestro apoderado en Bogotá anunciándole que el contrato no
se llevaría á cabo y que probablemente necesitariamos trasladar fondos á Quito
para el regreso.
Todos los trámites que siguieron fueron seguidos con poco interés por el
autor de estas líneas, como que tenía conocimiento cierto del desenlace final;
sinembargo haremos un breve resumen de esos trámites porque ellos pintan el
modo de ser del actual gobierno.
El local donde debía funcionar el Instituto habia estado de cuartel y por
instancias repetidas del Dr. Forero lo desocuparon pocos dias antes de nuestra
llegada. Cómo encontrariamos este edificio! Nuestro [arriba escrito: jefe] cabe-
cilla tomó a su cargo el empeño de //
98 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

las reparaciones: concurrió quince veces donde el ministro de I.P.; unas


[veces, tachado] no estaba en el despacho, otras estaba ocupado y no podia re-
cibirlo, otras [veces, tachado] lo recibía con una hora de antesala para citarlo al
dia siguiente; por fin el ministro de I.P. promovió competencia de jurisdicción
al Ministro de Obras Públicas, quien, despues de varias citas fallidas y discu-
siones, declinó la competencia [en el de S.P., tachado]. Entre tanto el general
Alfaro aseguraba á sus visitantes colombianos que al dia siguiente mandaría un
batallón á hacer el aseo del edificio. Cuando el Ministro supo esta determinación
presidencial citó al Dr. Espinosa al local para ver los daños y calcular el coste de
las reparaciones. Espinosa debia pasar á las 8 a.m. por la casa del Ministro para
trasladarse al local. “Vuelva Ud. á las nueve, porque el señor esta durmiendo”
No a las nueve, sino á las diez volvió Espinosa: el Ministro, de bata, con los ojos
congestionados, le gritó desde el corredor alto:
–He amanecido con cefálico, excúseme Ud. por hoy; / tenga la bondad de
volver mañana y traígase al joven ingeniero compañero suyo, para que nos haga
el presupuesto.
–Pues señor, contestó Espinosa, estoy cansado de adelantar esta gestión a que
mi contrato no me obliga [do, tachado]: hagan Udes lo que gusten.
[Ese mismo dia ó, tachado] Al día siguiente un portero del ministerio citó á
Espinosa al Despacho, con el objeto de discutir el Plan de Estudios, presentado
desde que llegamos, y para participarle que ya se habia dado principio a la re-
paración del edificio.
Conforme al contrato, correspondía á Espinosa dictar el Plan de Estudios
relativo á las Facultades de Literatura, Matemáticas, Filosofía y Jurisprudencia.
El Ministro se sorprendió de la amplitud de los estudios “nosotros no necesita-
mos sino de una Escuela Normal de institutores” dijo, agreguemos un curso de
Peda [por pedagogía] y suprimamos esto de Filosofía, ciencias sociales y políticas;
“aquí, en nuestra Universidad, se hacen muy bien estos estudios”
Para fundar una Escuela Normal de insti- //
tutores, muy útil por cierto en el Ecuador ha debido contratar el Gobierno
[arriba escrito: (1)] como lo hizo el de aquí [arriba escrito: (1)], maestros alemanes,
en el año 72. El proyecto en esta forma era inaceptable para nosotros porque no
era ese el objeto seductor que nos habia llevado. Nuestra misión era de formar
libres pensadores y no maestros de escuela, era tarea de propaganda liberal mas
que pedagógica. En esta virtud Espinosa protestó rotundamente contra la supre-
sión de la Filosofia y Ciencias Sociales propuesta por el Sr. Ministro.
Entonces el ministro pidió un presupuesto para el establecimiento del Insti-
tuto. Hecho este en las condiciones mas económicas arrojó un total de #50000
prox. para el primer año incluyendo reformas [loc, tachado] del local, material,
útiles biblioteca y demas enseres y sueldos de empleados. Los años subsiguientes
solo sería necesaria la suma de #24000.
cuaderno 3 99

En el estudio del presupuesto empleó el Ministerio algunos dias, durante los


cuales / el general Alfaro mantenia [nues, tachado] la fe de los demás profesores
con promesas de apoyo decidido para el Instituto: que le consagraría todas las
becas universitarias, [que lo dotaría con los museos de Historia natural que, ta-
chado] que lo preferiría al sostenimiento del Ejército, etc., etc.
Por fin una noche se presentaron en nuestra casa D. Rafael Gómez de la Torre
y D. Leonidas Pallares Arteta á darnos la definitiva sobre el asunto. Despues de
muchos preámbulos sobre los deberes del liberalismo en el mundo, para el cual
no debia haber fronteras, concluyeron manifestándonos su agradecimiento por
la buena voluntad con que fuimos á presentarle nuestros servicios al Ecuador;
[pero, tachado] y se [manifestaron, tachado] mostraron tristísimos porque la
premura del Tesoro no permitiera hacer los gastos que conforme al presupuesto
exijía el establecimiento del Colegio.
Nosotros les contestamos que tambien deplorábamos que el [liberalismo del,
tachado] Gobierno ecuatoriano [se, tachado] tuviera que pasar ante el //
mundo por la afrenta de [violar, tachado] [arriba escrito: no poder dar cum-
plimiento a un C] un contrato celebrado en toda regla [para no verse obligado
á cumplir en parte la mision que el liberalismo esperaba de él, tachado] en el de-
sarrollo del cual tenía puesta la atencion el liberalismo por la trascendencia que
tenía para la emancipación del pueblo ecuatoriano.
A pesar de esta recriminación hecha por el autor de estas [líneas, tachado]
memorias, sin autorización de sus compañeros, y pretermitiendo las considera-
ciones debidas á los visitantes, el gobierno se manifestó deseoso de que algunos
quedaramos en el pais con algun empleo lucrativo, cosa que le agradecimos pero
que no creimos deber [ni necesitar, tachado] aceptar.
En nota oficial del ministro ratificó lo dicho verbalmente, menos en cuanto á
la penuria que pudiera escusar su conducta. La nota dice así: Número 166. Rep.
del Ecuador. Ministerio de justicia, Culto, Inst. Pública, etc. [Bene, tachado]
Quito Noviembre 6 de 1897.= Sr. D. Ignacio V. Espinosa. Si grato me es dirijirme
á Ud. tengo a la vez, el sentimiento de manifestarle que el Gobierno deplora no
poder dar / cumplimiento al contrato celebrado en Bogotá por orden de mi an-
tecesor, en virtud de que, segun la Ley Orgánica de Instrucción Pública vigente,
no existe el establecimiento para él cual celebraron dicho contrato.
No menos sensible le es al Gobierno verse, por de pronto, en la dura impo-
sibilidad de no poder aceptar la generosa y benévola oferta de Ud. y sus dignos
[compañeros, tachado] comprofesores [sic] para fundación de una escuela normal
y colegio de enseñanza secundaria, por cuanto, la ley no ha previsto lo necesario
para este gasto. = En tal situación, y al vernos privados de las luces y expontánea
voluntad de Ud. y de los demás señores que le acompañan, cumpleme, a nom-
bre del Gobierno, dar á Ud., y por su medio, á sus distinguidos colegas, las mas
expresivas gracias por la reconocida bondad y noble desinterés con que se han
100 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

prestado á venir al Ecuador: hecho que ha merecido justamente la gratitud del


Gobierno.= Con sentimientos de distinguida consideración reitero á Ud. las
protestas de mi verdadero aprecio.= Rafael Gomez de la Torre
Así terminó el enigma.
Junio 16/98.- //

Documento 6.

Antioquia

Notas del viaje hecho en Nov. de 1896-

La Sabana: El largo tren de 14 carros colmados de pasajeros, paseantes desocu-


pados la mayor parte, hacendados de las inmediaciones que van á sus fincas y
pocos viajeros de largo. Todos leen los periódicos del dia, “La Época” y “El Correo
Nacional”, “El Tio Juan” y “Los Tiempos”.
Yo miro la vecina pradera poblada de vacas de diferentes colores, de caballos
que le vuelven al tren el anca lustrosa y de toros que levantan al cielo su mujido
ensordecedor. Miro las casitas de paja del arrendatario circundadas de arbolocos,
borracheros y curubos. El estenso barbecho surcado por el arado, la sementera de
papas agostada por el hielo / hace frio. La neblina rastrera, tupida á veces, oculta
los cerros del horizonte, diafana en partes; vela el paisaje á penas, produciendo
semblanzas holandezas con la laguna y con el rio, de cuyas linfas tranquilas se
levanta entre los juncos un vaho de invierno.
Un mar de pasto verde, frio, algo monótono se extiende al rededor del tren,
hasta el pie de los cerros pedregosos y estériles que limitan la llanura en todas
direcciones, azulosos los unos, amarillos y descarnados los otros.
Facatativá.- Jadeante, como bestia cansada, sube el tren faldeando la colina,
el boquerón desde donde se divisa el poblado y con un largo grito saluda la ciu-
dad. Ella permanece preocupada con sus transacciones de miel, maiz y papas.
La plaza esta colmada de traficantes, habladores de tierras bajas que ensordecen
con el run-run de sus voces. Las calles estan //
atestadas de carros, mulas y bueyes cargados de sal. El barro de los camellones
y la muchedumbre de negociantes que invade las aceras embaldosadas, apenas
permiten el paso del transeunte que busca hotel.
El camino de Honda.- No sabe el viajero por dónde volverse despues de haber
recorrido el camino de Honda. De Agua larga á Chimbe baja entre pedruzcos
estorbosos al paso de la bestia, por empedrados tan inclinados que se va pen-
sando en el próximo resballon [sic] de las herraduras, y por barriales laterales
que inspiran mas confianza. Cualquiera que no conozca el camino duda de la
cuaderno 3 101

autenticidad y fidelidad de una fotografia que de él se tome. Imposible! Eso no


es, no puede llamarse camino, y mucho menos camino de la capital! En Chimbe
hay una posada que mas parece guarida de bando-/ leros. Hay muchas jovenes,
hijas de la patrona y encargadas de la asistencia, que se rien del transeunte, lo
codean y entablan con el charla tendida. Una de ellas me pidió la cadena del re-
loj. Allí se me perdió la mula y tuve que fletar un mal rocin tuerto y caro hasta
Guaduas. Tambien se me perdió una botella de anisado español. Yo sí noté que
las mozas aquellas amanecieron decidoras y carialegres.
De Chimbe á Villeta hay un trozo de camino bien trazado, llamado la va-
riante, con el cual se evita el alto de Guascas. Le falta consolidación al piso y es
estrecho el sendero. Pero vaya! algo es algo!
El resto del camino es malo y desprovisto, especialmente es mala la parte
entre Guaduas y Las Cruces. Qué horror! Allí se pueden hacer estudios de ne-
gligencia ad- //
ministrativa.
Sorprende cómo todos sensuramos este camino cuando somos simples ciu-
dadanos, le encontramos variantes posibles, lo imaginamos bien conservado
con las rentas apropiadas y luego lo olvidamos para siempre. No de otra manera
se explica el abandono en que lo han mantenido todos los gobernantes, que sin
duda lo han pasado maldiciendo de él.
El camino racional al Magdalena está abierto y no lo transitamos! De Agua
larga á Sasaima hay un camino carretero ó poco menos; de Sasaima á Villeta
hay un buen camino que podria convertirse en carretero, y de Villeta á Utica ha
abierto el Sr. Lievano otro camino [tambien, tachado] de suavísimas pendientes
que junto con el camino plano que va de Utica al Magdalena forma lo que se
llama el “Camino Lievano” /
Adaptar este camino mediante un arreglo con el Sr. Liévano, sería un acto
salvador para la Capital.
Honda.- Qué penoso es tener que detenerse en esta fortaleza derruida! Las
calles estrechisimas (de 3 á 5 m), las casas altas, construidas de piedra berroqueña
(como dirian en España) El terremoto del año 1805 destruyó muchos tramos altos
de aquellas casas; el movimiento de riqueza y los hábitos de esplendor de que
disfrutó la ciudad en los tiempos coloniales á causa de ser ella paso obligado de
mercancías para el Pacífico y mercado de oro de la cordillera inmediata, se han
extinguido en gran parte; de modo que los nietos levantan miserables barracas
entre los muros donde sus abuelos tenian palacios.
A causa de la estrechez de las calles, de la pobreza de las habitaciones, de la
forma de su comercio y del color de sus habitantes, Honda parece una ciudad
asiática. Los turcos deben congeniar grandemente con //
Honda; y efectivamente la colonia turca es numerosa. Pero los hondanos han
abrigado celos contra ella por su interés comercial, y los periódicos de la ciudad
102 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

(El Motor y La Voz del Tolima) alzan el grito al cielo contra los hijos de la sublime
puerta y piden al Gobierno que les impida la entrada al pais.
El Río Magdalena.- El retardo de las lluvias había mantenido[s, tachado]
nuestra grande arteria son agua. Nuestra grande arteria ofrece cada dia ma-
yores dificultades para la navegación. Los barcos que surcan nuestra grande
arteria saben cuando zarpan, pero ignoran cuando anclarán. La disminución
de aguas es cada año mayor y el aumento de bancos de arena se ve dia por dia.
Nosotros, que somos tan amigos de fomentar las industrias extrangeras hemos
cometido la suicida liberalidad de permitir la explotación de minas de aluvión.
Estas empresas ensucian las aguas de todas las comarcas que / tienen oro re-
corrido en sus terrenos. Estas empresas se llevan el oro á cambio de llamarnos
bárbaros y nos dejan el lodo que llega a [arriba escrito: o] formar los bancos del
Magdalena. Efectivamente los ingleses tienen razón! Somos unos bárbaros,
cuando les facilitamos á ellos, por espíritu de pseudosivilisación, el modo de
perjudicarnos gratuitamente; y somos unos bárbaros en muchas otras cosas
que no es del caso enumerar.
Pues, iba diciendo que el rio es malo y empeora. Los vapores suben casi siem-
pre hasta Puerto Liévano sin dificultad. De modo que la adopción del camino
que uniría á Bogotá con este puerto salvaría muchas dificultades del tráfico, en-
tre otras el ferrocarril de La Dorada, que es muy caro: trece cargas me costaron
#52… ” ” #4 ” ”; el pasaje de 1ª vale #1.30 y el equipage á 20 ¢ el kilog.
Otro sí: hay escases de carga en la baja- //da y en este caso solo se empieza
con las dificultades del ferrocarril, estrechas bodegas y desarreglo en ellas; in-
conveniente que sufre la carga de importación tambien; hay superabundancia
de carga en la subida, entonces hay mil dificultades mas por la escases relativa de
vapores. Dicen que estos son muy malos para pasajeros, que el servicio es sucio;
eso dicen los que han viajado por mar. Yo que no conozco sino nuestras posadas
al estilo de la de Chimbe y otras peores, estuve muy contento con la comida y el
servicio en general, por carecer de punto de comparación.
Que he de decir de la belleza de nuestra grande arteria! El bosque en las sepa-
radas márgenes, el desierto apenas interrumpido por las cabañas miserabilísimas
de los leñadores; la belleza natural, el paisage que hizo Dios para habitacion de
los tigres y de los caimanes! Ya me fatiga la descripción de nuestras salvages
bellezas. No negaré que son agradables, pero mucho nos hemos enorgulleci- /
do candorosamente con ellas!
Vaya todo lo anterior á vuela pluma á gisa de introduccion y únicamente
para trazar el itinerario. Estoy en Antioquia, que será el objeto de estas notas.
Puerto Berrio.- Mucho negro, mucho calor. El vapor Enrique echó el puente
sobre la barranca llena de la inmundicia del africano suburbio. En medio de
varias casuchas de paja que tratan de formarse en calles destaca una casa de ma-
dera, de tres pisos: es el hotel. El cuarto que me dieron, expuesto a todo viento,
cuaderno 3 103

tenía por todo mueble un catre. La noche en el fué muy mala, mucho chirivico
y el aire frio ó humedo de la montaña que no dista una cuadra.
No creo que estoy todavía entre antioqueños. Hay dos en Pto. Berrio, Eugenio
Montoya, liberal política y privadamente, agente de trasportes y paño de lágri-
mas de todo pasagero, y el [otr, tachado] dueño del hotel, joven de Medellin, á //
quien le pregunté que tal le parecía el clima de Puerto Berrio y me contestó:
-He! Señor, aquí le dan las fiebres hasta á la quinina!
F.C No tuve tiempo de visitar el taller, que ponderan como magnífica de-
pendencia del ferrocarril.
Tomamos el tren á la 7 a.m. El pasaje vale #1.35 y la carga #5.85 (50 kil)
Al principio atraviesa el tren un terreno senagoso donde los durmientes se
consumen y desnivelan por falta de consolidación en el terreno. Hay mucho
cabeceo en los carros. A propósito, le cobran a uno el pasaje de 1ª y lo colocan
en un carro de 3ª. El tren bambolea y chirrea hasta Monos.
Monos De Pto Berrio á Monos todo es en montaña. Tal cual paradero hay en
la via que no llama la atencion, habitado siempre por negros.
La Estación provisional de Monos está situada en una estrechura del Rio
Nus. Es una estrechura. Las casas al pie de barrancos tajados para hacer el plan
de los estrechos patios, atasco / de bueyes blancos en la única calle del caserío.
Llegamos en domingo: las tiendas atestadas de hombres tomando tragos. Siguen
los negros constituyendo la masa de poblacion.
En Monos hay otro Montoya, D. Jesus, hermano del primero y mas simpático
y atento que aquel. Nos obsequió, nos buscó bestias arriero, etc. y nos propor-
cionó almuerzo.
Camalcon.- Primera posada á 3 leguas de Monos y su habitante Marco An-
tonio Arbelaez, de Marinilla como el arzobispo, fué el primer tipo antioqueño
que encontré. Un blanco hombre bondadoso, hospitalario y sencillo en el hablar,
con su dejo maicero. Lleva cuenta detallada en pizarra y por partida doble de
lo que pide el huesped durante la tarde la noche y la mañana mientras ensillan:
total cinco duros!
En fin, anduve el camino y entré á Medellín. Antioquia no es nada: Medellin
vale mucho mas. Medellin es Antioquia //

Documento 7.

La Celosía

[Despues de mirar las calles estrechas y solitarias de Medellín, me propuse bus-


car la raza Antioqueña. Recordaba el hombre aquel que ví en Honda arriando
una partida de bueyes: dos metros de estatura 170 kilogramos de peso una de
104 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

cuyas pantorrillas hubieran servido de modello para pintar las de San Cristobal,
[nervudas, formidables como para sostener el Hombre-Dios. Barbado el arriero,
tachado] cejón, hozco, fornido, formidable inmenso: de la raza de los titanes.
Recordaba el chiste andaluz, la vivacidad de tantos antioqueños que hemos visto
en Bogotá., tachado] /
[escrito en letra distinta, y en sentido opuesto al resto del texto:

Carne 126
Manzanas 30
mantequilla 15
huebos 39
platanos 27
tomates 5
Aruchuelas 5
Arbejas 5
banela 10
Arroz 35
papa [50, tachado] 57
manteca 25
Arina de trigo 4
Lecchugas [por lechugas] 3
hierva [2, tachado], 3
rrabane-sanahoria 4
Cebollas 5]
//

La Celosía

La celosia es una rejilla de listones diagonales, de dos centímetros de anchos,


que se cruzan en rombos, por donde no cabe un dedo. Un bastidor adherido á
todas las ventanas de Medellin.
Eso … [sic] eso es lo que constituye el caracter de Antioquia, eso es lo que
singulariza la raza, eso lo que le dá la fuerza á ese pueblo, eso es lo que vale en
Antioquia por mas de un estudio sociológico. La celosía!
[escrito Sare, en la misma letra de la lista de mercado] La herencia israelita,
dicen los mas, con su amor al lucro, con un espíritu egoista de tribu proscrita,
es lo que individualiza entre nosotros el pueblo antioqueño como raza. El estí-
mulo del trabajo el consiguiente vigor, la fecundidad prolífica, el amor al hogar,
la aspereza campechana y leal del antioqueño, todo proviene de la san / judia
colonizadora de ese pais montañoso.
El maiz, sostienen otros á imitación de Burke, es el secreto de todos los carac-
teres de la raza antioqueña. Una alimentacion abundante, un trabajo ímprobo,
cuaderno 3 105

unas costumbres sanas á causa del trabajo y de la alimentacion han dado por
resultado en el mestizo antioqueño los distintivos del yankee suramericano.
Traiga usted un asturiano á un suelo montañoso, pongale un azadon en la mano
y un puerco en el corral y tendrá usted un antioqueño
Hipótesis! Vaya otra: un moro, un gallego, un navarro, un cualquiera, hombre
celoso, trajo á su mujer bonita y la encerró en su casa: cerró su casa y se guardó
la llave en el bolcillo; para que su mujer no se quedara á oscuras en el chiribitil,
practicó unas troneras en los muros y les hizo un tejido de cañas de tal manera
que la luz entrase pero que //
no saliese; así la mujer veia y no era vista: en una palabra el hombre que por
cualquier atavismo oriental importó [al pa, tachado] la celosía, ese fué el padre
de la raza antioqueña. Las hijas de éste llevaron en patrimonio la reja y ellas
se la trasmitieron á sus hijas y á sus nietas: una nacion entera se formó que no
conoce la luz sino a través del rombo.
No importa el origen: parece que la raza antioqueña no es tal raza. Blancos,
negros, indios, gitanos y cuantas sangres había y vinieron á América se con-
gregaron allí al estímulo de la mina rica; se mesclaron ó permanecieron mas
ó menos puras para conservar hasta el presente sus especimens [sic] perfectos;
pero todos usaron la celosía, todos veian el cielo, al nacer, cuarteado en losanjes
y eso es suficiente para que todos sintieran de la misma manera. No hay raza
antioqueña pero sí hay / índole antioqueña.
Allí el español superticioso, fatuo, amigo de las rencillas y noble como buen
descendiente del gran Pelayo; allí el negro de mirada lánguida, tanto mas artero
cuanto mas mimado, mas insolente y cobarde; allí el humilde indio, mentiroso
y desconfiado; allí el zambo lenguaraz y pendenciero; allí el gitano amarillo,
ojicaliente, aventurero, descidioso y agorero; allí el judio de nariz aguda, labio
delgado, ojo de ave de rapiña, pequeño y vivaz, sentado tras del mostrador soñan-
do como la arrana en su red de[l, tachado] la trama de cien hilos; allí por ultimo
las mil combinaciones de estos tipos: zambos con olfato de judio y humos de
español; moros con la suspicacia del indio y la avaricia del israelita; allí el mes-
tizo desconfiado, pelicrespo, narigón y de ojo oriental: mesclas y combinaciones
matizadas de todos los colores y aspectos. //

Documento 8.

Autobiografía

Primera infancia
I Lectura El Catón Cristiano
II Escuela Primaria: mala
106 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

memoria- El sacrificio de
Isaac. Caletre mate-
mático. El cuadro sinóp-
tico de Pitágoras para
la multiplicación. Un
ayuno. Los monitores.
Progresos en la escuela.
Colegio aristocrático.
de Bogotá-Bachille
rato en el Co [por Colegio] del R. [por Rosario]
Universidad Nacional. //

Grado solemne a los 19 años.


El discurso de Quijano Otero
----
Fracasos- Plano de Bogotá
Garzón-Celsoo.Maga [por Magdalena].
Doctor Delgado: temon
Carlos E. Restrepo
Álbum de geroglíficos
Bocas de Ceniza
Plano del rio
Al Meta
Puerto Wilches- Sueldos
Luís Mendoza. [arriba escrito: F.C de Cúcuta], Caleras
Fórmula de Tarifa
-Tranvía de Bogotá
F C [?] literario: el chiste. No hay

[en la margen izquierda de la hoja se escribe: F.C de Cúcuta-Rafael Torres


Mariño $3000 a Luís Mendoza].
Cuaderno 4

Documento 1.

Respuestas al Sr. Dr. Triana

1ª Mi padre trajo cinco llamas.


2ª De estas dos eran machos y hembras las restantes.
3ª Fueron conducidas sin tomar siquiera la precaución de ponerse zapatos
á fin de preservarlas contras las asperezas de nuestros caminos del sur que son
en lo general muy malos.
Después de cuatro o cinco días de marcha continua se les dejaba descansar
uno o dos.
4ª Llegaron en buen estado de carnes y sanas de las patas, causando por esto
nuestra admiración.
5ª Pocos días después de llegar á Miraflores murió una de las hembras, la mas
vieja, la cual á causa de la edad tuvo que sufrir mas con el larguísimo viaje y con
el cambio constante de temperaturas, desde la muy fría del Guanacas, hasta la
ardiente del Magdalena. Las compañeras, llevadas inmediatamente á un clima
de 15°. Centígrados, se adaptaron muy bien.
6ª La temperatura del sitio donde actualmente viven es de 16° centígrados,
pero han vivido en climas más y menos fríos.
7ª Ocurrió al principio que inmediatamente que parían las llamas los peque-
ñuelos eran devorados por los perros de la vecindad, en tér / minos que cuando el
encargado de cuidarlas se aproximaba sólo encontraba restos tan insignificantes
que no podía por ellos saberse el sexo á que habían pertenecido. Supusimos en
los primeros casos que se trataba sólo de mal parto y fué despues de unos dos
años cuando se descubrió la verdadera causa de que no aumentara el número
de estos animales.

107
108 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Como se vé, la llama es tan indefensa, está tan desprovista de armas de defen-
sa, –toda vez que no puede defender á sus pequeños de los ataques de gozques
poco temibles– que sólo podiá vivir y desarrollarse bien sino allí donde por el
clima y por la ausencia de maleza [tenga, tachado] encuentra pocos enemigos.
Por el poco cuidado que hemos tenido con nuestras llamas, ellas no servi-
rán de base para un cálculo exacto relativo á la medida de su propagación etc.
Sin embargo, creo poder afirmar que de los tres años de edad en adelante cada
hembra da un hijo al año y estas crías están en la proporción de dos hembras
por cada macho.
Algún tiempo despues de su llegada- creo que dos años- murió el más joven
de los machos, y tocóle al otro continuar de único padre [?] del pequeño rebaño.
En los últimos años hemos observado que la reproducción. //
ha sido casi nula y lo atribuímos á que el macho, por lo viejo, se ha hecho
poco apto para la función genésica. Murió tambien éste hará cosa de dos años,
dejando un macho pequeño que desapareció poco después víctima seguramente
de un oso que merodiaba por los alrededores.
9ª Las llamas vinieron el año de 1884 y ha habido hasta hoy tres generaciones.
Repito que por haberse perdido las dos primeras generaciones y por no haber
continuado en los últimos años la propagación normal, a causa de la falta del
macho, la existencia actual no nos puede servir de base para un cálculo acertado.
10ª Quedan tres hembras y un macho castrado recién nacido por un perro
sorprendido en esta operación.
11ª Las llamas podrán servir entre nosotros para los mismos usos a que se
las aplica en el Ecuador.
12ª Convendría traer llamas á la altiplanicie de Bogotá porque ellas serían
un gran recurso para nuestros campesinos, quienes podrían emplearlas como
bestias de carga. Sabido es que en el Ecuador las gentes pobres se sirven de ellas
para hacerlas transportar pesos hasta de cuatro arrobas; para el labrador ecua-
toriano la llama es casi / tan necesaria como el buey para el colombiano, con la
diferencia de que el buey cuesta caro, en tanto que el precio de las llamas es muy
bajo y el de su mantenimiento casi ninguno, como que viven, ásemejanza de las
ovejas, en tierras frías y de mala calidad.
Es ciencia generalmente aceptada entre los hacendados ecuatorianos que
la presencia y el contacto con las llamas preserva al ganado vacuno del conta-
gio de las pestes. Si esto es verdad, nuestros hacendados harían una positiva
ganancia con la importación de tan simpático y útil animal: no habría ya que
temer esas enfermedades que, como la ranilla [?], causan estragos en nues-
tras haciendas.
Hemos observado que nuestras llamas se mantienen siempre gordas y sa-
nas. Su carne aunque un poco insípida, también sirve para comer. La lana de
la llama, menos fina que la de la oveja, es sinembargo muy fuerte y abundante,
cuaderno 4 109

y sería indudablemente un nuevo y precioso elemento para nuestra indus-


tria manufacturera –
----
Firma probable: Sergio Camargo Acosta,
de Miraflores, Boyacá

Documento 2.

Fisionomía social del Ecuador


Apuntes de Quito)
----
//
[se inserta copia de mapa de Suramérica] /
//
Julio 3 de 1898
Quito á vuelo de pájaro.
Las ciudades [pu, tachado] tienen como las caras de los hombres un gesto
especial que solo los pintores saben encontrar para copiar el parecido, pero que
todos sentimos. Habrá quien sostenga que este gesto del parecido es la resul-
tante de la exactitud de todas las facciones, cosa que negamos, fundados en dos
argumentos: 1º. Puede retratarse un hombre emboscado hasta los ojos y si el
pintor el copia el parecido todos reconocemos a la persona. 2º. Los caricaturistas
desprecian completamente la semejanza de las facciones, pero saben ponerle al
conjunto ese rasgo especial que caracteriza al individuo. Qué sea ese rasgo in-
dividual en las ciudades es acaso mas difícil de encontrar que en las fisonomias.
Un rincón de ciudad, [lleva, tachado] una [arriba escrito: extremo de] calle, una
fachada de casa y hasta un portón aislado, llevan en sí el signo que particulariza
la / [do, tachado] ciudad á que pertenecen. Qué sea ello es [arriba escrito: casi]
imposible decirlo. Las ciudades tienen un semblante indefinible que habla de
la raza, de la índole, de la historia de las costumbres del pueblo que las habita.
Una observación superficial encuentra ese semblante y sin parar mientes en
él lo esplica por relación de ideas puramente subjetiva en el conservador. Pero
mas detenida meditación encuentra una esplicación que no es tal por lo vaga é
indefinida del fenómeno que quiere explicar, se llega a una palabra misteriosa
que dice mucho y no esplica nada: el estilo. Ante esa palabra se detiene todo
análisis. [se inserta: cap estética] [El estilo es una modalidad de las cosas del
hombre que habla denuncia [la, tachado] [arriba escrito: cierta] idiosincracia
de su autor ó dueño]
110 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

En el gesto, en las maneras, en las palabras, en el traje, en los muebles en las


casas va este sello individual del estilo. La importancia del estilo personal por
ser denunciante de algo íntimo indivi- //
[arriba escrito, cómo título: Cap. De Estética] dualísimo ha hecho decir que
el estilo es el hombre. En efecto, [arriba escrito: en] un conjunto de facciones
comunes á todas las caras siempre se busca eso particularizante que los [retratis,
tachado] fisionomistas llaman el parecido, donde reside el caracter fisonómico;
en las maneras en el traje y en el lenguaje formados por movimientos, objetos
y palabras comunes á todo el mundo se encuentra cierto [gusto, tachado] aire
especial, [abstracción hecha de lo general,, tachado] constitutivo del modo propio
de cada cual; en las obras de los hombres, en sus escritos, en sus pinturas, en sus
construcciones, va siempre un gusto particular[isante, tachado] [que, tachado]
denuncia[añadido: ndo] el autor como si fuera el sello de fábrica de imposible
falsificación. En las obras de los artistas la autenticidad se descubre por el estilo,
[que vale, tachado] mas [arriba escrito: fidedigno] que la firma.
[En, tachado] El estilo es una modalidad de las cosas humanas que además de
denunciar á su autor ó dueño, habla de su idiosin / [arriba escrito, cómo título:
Cap. Estética] crasia, de su temperamento, de su índole, porque sin darse cuenta
de ello, el hombre pone su carácter en todas sus obras. La [originalidad que bus-
ca, tachado] sinceridad tan recomendada por la crítica moderna depende de la
mayor impresión personal que lleven las obras. La verdad viene imponiéndose
hasta en los productos de la fantasía. Allí la verdad es la confesión ingenua de
los fenomenos psíquicos. La ley de la armonía y la suprema ley de la crítica, ella
impone la verdad en la espresión para otorgar el premio de belleza á lo [verd,
tachado] ingenuo, a sus golpes la convención artificiosa, los estados de conciencia
finjidos, las mentiras subjetivas van desapareciendo. El naturalismo no es un[a,
tachado] accidente como lo han creido muchos de sus [partidarios, tachado]
neófitos que siendo delicados en la concepción forjan violentas groserías para
resultar extremados partidarios del sistema. //
Así como los hombres [tienen estilo propio en, tachado] les imprimen cierto
sello a todas sus obras, [así tambien, tachado] los pueblos le infunden algo ca-
ractco [por característico] á las ciudades que habitan. Si no pudimos encontrar
en Guayaquil ese aire especial, en Quito lo encontramos en todas partes. En Gua-
yaquil hay gentes de multitud de razas y procedencias y cada una trae é impone
un estilo, de tal manera que allí no se distingue nada característico, excepto la
instabilidad. Quito es la manción definitiva de una sociedad neta, cuyos rasgos
característicos puede estudiarse facilmente. Esta sociedad le ha dado á la ciudad
un aspecto especial. El viajero experimenta al entrar a Quito una emoción rara
como si estuviera en presencia de una generación muerta: impresión de vejez,
olor á recuerdos, algo como una inmersión en el pasado. El siglo XVIII parece
haber dejado su retrato en los muros agrietados de aquella ciudad de piedra.
cuaderno 4 111

En los pesados edificios hay quietud y silencio en el color de las fachadas


y en las tejas verdo / sas hay [col, tachado] olvido, en los portones monumen-
tales se leen recuerdos de grandeza, en los altos y desvencijados balcones hay
ausencia de la hermosa castellana de epocas caballerescas. La agrupación de
torres de variados caprichos, ora en cúpulas, ora en agudas pirámides, ya en
paralelipípedos almenados, ya en tremendas facetas perforadas por angostas
atalayas, le dan á la ciudad el aspecto de una plaza militar de otra época estra-
tégica. Los largos y altísimos muros sin ventanas, en que el ladrillo se alterna
con la piedra brusca con aspecto decrépito, hacen pensar en el ascetismo de
viejas edades. Los pesados arcos que atraviesan ciertas calles llenos de ara-
bescos escudos y columnas desportilladas entre cuyos intersticios asoma la
vegetación trepadora del tiempo, recuerdan la edad media, [amiga, tachado]
enamorada de la fuerza y del arte. Los grandes, pesados y parapetados puen-
tes sobre riachuelos y barrancos profundos, [hacen pens recuerdan, tachado]
manifiestan una generación atlética que desafía el tiempo. Los recobecos y
sigsags de las ca- //
llejuelas estrechas, las muchas escalinatas torcidas de las casuchas, la agru-
pación de los compartimentos de las mismas en desorden y desimétricos, todo
indica cierto desden por las comodidades de la vida propio de tiempos pasados.
Las costrucciones pesadísimas en las que el arco poderoso y la columna airosa y
el arquitrave espléndido se entre mesclan, como en un baile de máscaras lo ele-
gante con lo ridículo y lo simplemente prosaico, siempre con aspecto de fuerza,
de vejez y de pretensiones vanidosas, [denuncian el, tachado] producen vagas
reminicencias de romance. (A)
[En los adornos y figura de los muebles en el semblante de la gente que entra
á las iglesias y transita por las calles. , tachado]
En la labor de los adornos interiores de las casas, edificios civiles y templos
se goza de aquel gusto [apacible, tachado] de las formas bisantino y exuberante
propio de los tiempos [lujuriosos, tachado] sensuales y asceticos en que el arte se
delietaba [sic] en [carnalidades, tachado] embriagueces de místicas lujurias. Por
un mueble / lleno de incrustaciones [col, tachado] de carey, de hueso y de ma-
deras lujosas, con mil tallas fantásticas y de formas pesadas, de los que adornan
las salas de Quito, un anticuario creería haberse encontrado tesoros valiosos,
si ignorara que ese es todavía el gusto moderno. Las patas rapaces agarrando
bolas, las cabezas de animales de visaje felino, los grifos y dragones alados,
los leones rampantes y las águilas de pico agresivo y ojo feroz abundan en las
[carpinterias, tachado] ebanisterías. Estatuas pagánicas que rinden tributo á
las fomas [por formas] y á las pasiones desnudas en yeso y piedra, adornan las
escaleras y vestíbulos. Pinturas de amor en toscos frescos y oleografías porno-
gráficas cubren las paredes de los pasillos y gabinetes. El mismo gusto pagano
se descubre en los adornos y juguetes de sobremesas. Dentro de las iglesias suele
112 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

tropezarse con cuadros de un gusto brutalmente pagano, aplicado á asuntos


[rel, tachado] católicos.
Quereis conocer el semblante de la ciu- //
dad de Quito? Trasladaos al barrio alto [arriba escrito: y antíguo] de Bogotá, á
la región comprendida entre la Candelaria [y, tachado] Ejipto y Las Aguas. Calles
estrechas, tortuosas, accidentadas, pendientes é impregnadas del misterio del
pretérito. Casas altas de dos y tres pisos unas en buen aspecto, [d, tachado] dentro
de las cuales se [malicia, tachado] adivina la miseria honestamente disimulada;
otras que arrojan á los cuatro vientos, por sus desimétricas y encumbradas trone-
ras los gritos de un [a, tachado] interior desesperante de humillación y pobreza,
donde respira el vicio; otras silenciosas de balcones cerrados y portones viejos
ante los cuales el turista se detiene horas enteras aguardando una aventura de
capa y espada; otras talladas en barrancos, de los que salen arrebujadas muje-
res incógnitas y hombres enbozados. Todo esto cubierto con cielo oscuro por la
tarde y brillante por la mañana.
= Ante un ventanón enrejado con gruesos y desteñidos balaustres estába-
mos un dia pensando en las incursiones históricas, con aquel diletantismo de
anticuarios que produce deleites con olor de mohó, cuando se abrió un pequeño
postigo, que no sos- / pechabamos en la rancia ventana y se asomó por él una
muchacha de ojos histéricos, negros, quebrantados y prometedores. El rostro
pálido de la niña pues apenas parecía contar con 16 años, nos despertó no sabe-
mos qué anomalía sensual en el organismo. Saludamos á la reclusa castellana
que tal nos la figuramos con [ojos, tachado] gesto [lujurioso y ella nos contesto
con el brillo de, tachado] espresivo [nacido, tachado] de nuestro anormal estado
de conciencia y [ella, tachado] en el rostro de ella cundió una llama de rosas y
sus ojos tomarón las humedades dela adolescencia y el brillo de las pasiones
enloquecidas.
Hay en Quito a cada dos cuadras una iglesia ó un monasterio y en los zagua-
nes amplios el adoratorio de algun santo retablo y en las esquinas sombrías y
bajo los arcos el nicho iluminado de alguna virgencita de piedra. A las [siete de
la noche, tachado] tres [cuatro, tachado] de la mañana lo despierta á uno el tin
tin apresurado de los llamamientos á misa nocturna. A esta oración de la aurora
siempre estuvimos tentados á //
concurrir, sobre todo cuando supimos que las hermosas niñas de aquella
ciudad adolescente concurrian compungiditas y suspiradoras; pero [lo, tachado]
hemos de confesarlo francamente, á esta tentación se opuso el abrigo delicioso de
la cama de Quito, imposible de abandonarse sin motivos mas seductores. Otra
cosa hubiera sido si Amor nos hubiera robado el sueño delicioso de la madru-
gada. A las cinco de la mañana sí veiamos, á la luz mortecina del farol público
en lucha con los primeros rayos del alba, regresar á sus casas unos palmitos
peripuestos de manos delicadas enredadas en la camándula y el rostro oculto
cuaderno 4 113

pudorosamente entre las blondas de la mantilla. A esas horas en que los hombres,
que [somos, tachado] son pura prosa, duermen ellas andan solitas ó seguidas de
una criada que suele llevarles el tapete y el recado amoroso.
Por la noche si soliamos ocurrir al llama- / miento á rosario que hacian nues-
tros buenos vecinos, los frailes [agustinos, tachado] de la Merced. Nos seducía el
silencio del templo, [y, tachado] su casi completa oscuridad [arriba escrito: y el
perfume adormecedor del incienso]. La lámpara del Santísimo entre una guar-
dabrisa azul producía tenue luz de misterio. Tal cual bujía de las que el devotó
dejó frente á una imagen [producia con las columnas, tachado] proyectaban
sobre las naves unos cortes de sombra [arriba escrito: con las columnas y arque-
rías], tan gratos á la meditación, al recogimiento y a las dulzuras del silencio,
que á su abrigo [h,tachado]echábamos á volar los ensueños mas embriagadores.
Siempre habíamos creido que la religiosidad tiene sus deleites que solo podían
disfrutarlos los corazones puros de las vírgenes, pero en estos ratos de sociego
en los templos de Quito, tuvimos el gusto de saber que esos placeres pueden
disfrutarlos también los corazones relajados por la duda.
El menudo taconeo de las muchachas, el //
andar cojo ó arrastrado de las viejas y el pesado chacleteo de las bolsiconas
piadosas, intermitente al principio antes del segundo [toque, tachado] repique y
los cuchicheos de las que entraban, atravesaban el haz luminoso del presbiterio
y se perdian en la sombra de las naves, rompian el silencio y de las altas bovedas
descendian los ecos como murciélagos á estrellarse contra el[os, tachado] des-
nudos [muros, tachado] y sonoro pavimento. Despues del tercer repique de la
campana, comenzaba el rezo y un murmullo [de variadísimas, tachado] cantado
en coro angelico de voces femeniles contestaba á la media oración en bajo pro-
fundo que pronunciaba un fraile viejo. Al toque de ánimas ellas [regres, tacha-
do] volvian á su casa y él arrastraba sus zapatos hasta el interior del Convento.
A la sacudida despedidora de las llaves del [lego, tachado] padre sacristán el [cu-
rioso, tachado] soñador incrédulo salía de su rincón y atravesaba las / solitarias
calles de la ciudad pensando y cavilando en cuáles podian ser los motivos que
tuvo el anterior Ministro de Cultos, señor Alban Mestanza, para prohibir la[s,
tachado] entradas á los templos antes de las seis de la mañana y despues de las
seis de la tarde.
Las mañanas en Quito son [inmensamente, tachado] diáfanas bellas. Bajo un
cielo profundamente azul, y en un círculo de nevados reverberantes de blancura
y enmedio de una comarca de prados frescos, el pulmón respira aires de glo-
ria y se desea libertad y alas para ascender al firmamento. Desde cualquiera de
las colinas que circundan y forman el estrecho nido de la ciudad, se experimenta
amor [deleitoso, tachado] y piedad por esa patria de los Atahualpas. Si el extran-
gero [arriba escrito ilegible] experimenta generosa simpatía por la ciudad que
se empina sobre el lomo mas //
114 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

alto del [E, tachado] ecuador, bien se esplica que sus hijos cariñosos la llamen
con [zalamería, tachado] inocente orgullo filial “Luz de América”. (B)
Despues de las ocho de la mañana, hora [hasta, tachado] en que [duran, ta-
chado] las mujeres [arriba escrito: dejan de cazcalear] verondean[do, tachado]
por las calles, de iglesia en iglesia, [en busca de mas misas, tachado] la ciudad va
poniéndose triste, el cielo se encapota y casi siempre llueve. La lluvia de Quito
es tenaz y entristecedora: llueve mucho, pero no tanto como trece meses al año.
Las estaciones del maciso ecuatoriano varían bastante de las de la altiplanicie
de Bogotá: llueve[n, tachado] los meses de Diciembre á Marzo y Junio y Agosto;
[De modo que el cielo como las bellas, tachado] El cielo azul se deja ver poco y
como tambien se dejan ver poco las damas hermosas, Quito [poco, tachado] no
corresponde bien al apodo cariñoso que le dan sus hijos. /
(hay que hermosear esta parte que requiere mucho donaire)
Las horas de la mañana son preciosas en Quito, no solo por su cielo cuanto
porque [se, tachado] permiten ver algo mas hermoso [que, tachado], como con
las quitenas devotas y remilgadas, en busca de misas. Si esta ciudad merece
el nombre de Luz de América, seguramente será porlo monas que son sus
mujeres. Difícilmente se encontrará en otra parte [mas, tachado] mayor nú-
mero de mujeres [divinas, tachado] bonitas. [La hermosura femenil en Quito
es extrema: habrá un Lima ó un Bogotá donde sea [mas, tachado] intensa. Por
casualidad [se, trachado] tropieza el observador con una fea, tachado] Una
mujer fea en Quito es un fenómeno, es un asombro, es un acontecimiento
estrepitoso, cuánto desearán serlo los excéntricos! El que quiera casarse con
una fea, co[mo no hay, tachado]mo hay, teorias [que no se case en Quito, ta-
chado] que lo aconsejan, le florecerá allí la vara de San José por un milagro.
Es entendido que no hablamos de las viejas que por obra del tiempo pierden el
sexo. Todos los tipos de la belleza se encuentran allí, hay para todos los gustos:
morenas chispeantes de baterías eléctricas formidables, rubias melancólicas
capaces de encrespar de celos á las sirenas del mar, de ojos pardos y garzos y
verdes y grises y //
oscuros como el anochecer y negros como las ventanas del infierno; y hay
contrastes y caprichos como solo á Dios se le ocurren: cejas crespas y ojos frios,
pestañas castas y pupilas tontuelas, lo negro y lo rubio, lo [raro, tachado] ar-
diente y lo triste [arriba escrito: quiso ponerse á prueba] la infinita y fecunda
combinacion estética del autor de lo bello. Si hubiera entre las flores tan asom-
brosa variedad de tipos, Lineo se hubiera vuelto loco. [Hablar, tachado] Tratar
de las bellezas de Quito es complicar cualquier plan en un laberinto sin salida.
No hemos querido hablar sino de ojos y nos falta decir que por ellos lanzan las
quiteñas cascadas de fluidos simpáticos que si se trasformaran en fuerza mecá-
nica como se [conseguirá, tachado] pretenderá cuando [Inglaterra, tachado] el
Tequendama agote sus energías, Quito podría proveer de luz y calor á todas las
cuaderno 4 115

ciudades de America económicamente. [Hay, tachado] Ay de los enamorados


que caigan bajo la influencia de estas ener- / gias sublimantes!
Se comprende facilmente que la potencial afectiva de las quiteñas puesta co-
mo un reflector arquimédico sobre su propia conciencia religiosa debe producir
seráficos incendios. Ellas son [religiosas, tachado] devotas pasionales como Asis
y Santa Teresa.
En su continente abstraido se descubre un deseo de agradar á Dios que raya
en coquetería piadosa.
Una dama arebujada en su mantilla deblondas, que medio descubren los
crespos de su frente radiosa y le sirve de parapeto á las descargas fulgurantes de
sus ojos y á las provocativas sonrisas de sus humedos labios, con su talle flexible
y esbelto y su andar donairoso y beatífico, en la mano delicada el devociona-
rio de concha nacar y cortes dorados y envuelta en el turgente brazo á modo
de pulsera //
la camándula conjugadora de las picardias del diablo, parece un agente o
sacerdotiza del Dios de los amores infinitos, del Dios que convida al amor en el
misterio de sus noches de plenilunio. (B)
La primavera de estas [flores, tachado] plantas tropicales es de corta duración,
pronto las rosas de sus mejillas se tornan pálidas y enfermisas, las sonrisas de
sus labios se truecan en mueca hipócrita y se empaña el brillo de la mirada. Por
una especie de galvanismo vuelven las emociones á hacer fulgurar [de, tachado]
por instantes las juveniles gracias con fuego histérico. Parece que la belleza fue-
ra fuerza cuya misteriosa misión solo se cumple una vez. El rostro que exhibió
poder inmenso decae de repente por una vejez prematura sin que la belleza de
la ancianidad que es nobleza y magestad reemplace el rocicler de la juventud.
Las cor- /rientes generosas hacia el exterior de efectos simpáticos cambian de
dirección y se vuelven avaras, de modo de descubrirse cierta reconcentracion
que repulsa. Las caras afables se blindan con cierta ceriedad desabrida y el amor
á Dios se enriquece con todas las afecciones secundarias. [En, tachado] la llama
religiosa [se queman, tachado] devora el amor propio, los afectos de familia, los
vínculos sociales y los sentimientos políticos. Ese ser que a primer examen pa-
rece un egoista o un automata, bien analizado resulta simplemente un fanático.
Un hombre o mujer, que al efecto solo se diferencian en detalles de vestido
sombras de formas diversas, se deslizan por el pie de los altos muros hacia los
templos. Andan pensando como temerosas de hacer ruido inclinados sobre pies
huyendo de peligros imaginarios sean las diabólicas tenta- //
ciones de la vista sean los tropezones insignificantes del anden; la lluvia la
reciben con negligencia sobre sus capas ó mantos verdosos y en su abstraida
sonrisa de enagenados ó en su seriedad espinosa hacia los accesorios de la vida
se [halla, tachado] proclama una abnegación rayana en imbecilidad. Gente sucia
por virtud y perezosa por esclavitud mental recorre las arcaicas calles de Quito
116 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

[arriba escrito: ¡, abajo: !] entre dia en busca de atenuados deleites religiosos. Si


deteneis un autómata de esta especie para que os informe alguna cosa os mira
con torpeza fisiológica, pone un continente caritativo, hace una sonrisa inmo-
tivada, cruza las manos y [levan, tachado] baja los párpados beatíficamente y os
responde como si acabara de llegar de la luna. Pero si á su unublado [sic] cerebro
ha llegado la idea de que sois un infiel, un hereje ó un liberal que á tanto equivale
os conjura con la señal de la cruz y sigue refunfuñando algo / que puede ser una
oración o un insulto. (C)
C. Hacia el norte de la ciudad la calle principal deja las hondonadas y es-
trecheces que la oprimian y se abre en la plazuela de San Blas en busca de una
planicie [q, tachado] ocupada por el observatorio. Detras del observatorio queda
la pequeña pero hermosa llanada del ejido entre dos eminencias el Cayambe
nevado en el horizonte y la capillita humildísima de Belen sobre una barranca.
Nada tan conmovedor como el pequeño templo de la fé sencilla de los hombres
ante el esplendido altar de alabastrino brillo en que parece que Dios sienta su
planta para recibir el culto de sus pobres criaturas.
En estas inmediaciones pululan los indios de vistosos trajes en cuyas fisono-
mias interesantes quiere el viajero leer la his- //
toria de su grandeza y la queja de su esclavitud.
Allí tambien, en el egido, el buen pueblo mestizo, de camisa aplanchada,
juega á la pelota los domingos.
El Egido es el Ecuador: para conocer esta Republica y estudiarla en su historia
indigena, en su sociología actual y en su porvenir [étnico, tachado] basta [deler, ?
tachado] pasear por el Egido. Quito es un apendice, una adherencia, el Egido es
la Nación. En Quito lo anormal, la cristalizacion de la conquista, el reducto de
la aristocracia, de la supertición y de la tiranía que hay que destruir; en el Egido
el pueblo genuino, la quinta del rico de buen gusto, el juego de la burguesía, la
religión humilde y la patria hermosa, que hay que fomentar.
Echados en el llano al sol vertical del trópico formamos muchas veces con la
imaginación el diagrama pintoresco del Ecuador en / el porvenir. El observatorio
símbolo de la ciencia empinado sobre sus airosas torresillas dominaba el cuadro,
al pie la iglesita de Belen con el establo donde nació el humilde filósofo de to-
dos los siglos y el abnegado redentor de [los hijos de Adan al, tachado] todos los
hombres sobre el llano en circulo congregado un pueblo benevolo, inteligente y
satisfecho que vigoriza en el juego alegre el musculo que lo hara poderoso [sobre
la carretera, tacahdo] al … las [m, tachado] quintas de recreo de los laureados del
[trabajo, tachado] talento y [rodando, tachado] la calzada, el coche del opulento
[proletario, tachado] industrial, en que pasa [recordando victoreado por, tachado]
saludando cariñosamente á sus obreros. Qué le falta á esta fantasía para ser una
realidad? La [vida, tachado] existencia de la Democracia
cuaderno 4 117

Nota sobre la aristocracia. Enfrente de una casa de gran portón aguarda un


carruage charolado uncido á una pareja de ca- //
ballos soberbia; en el pescante un hombre de cubilete, gaban gris de botones
dorados, pantalón de ante ajustado y bota de charol, [aguarda al amo, tachado]
sofrena los inquietos caballos. Sale un joven flaco bien vestido á la moda de
Paris, enguantado y elegante; sube al coche que parte á la carrera, sigue la calle
de “Guayaquil”, atraviesa la plazuela de San Blas y entra en el Ejido. Cerca de
Cotocollao hay una quinta entre arboles y flores que trasciende á misterios
de amor. Allí hay otro carruaje enfrente á la portada…
Nuestro aristócrata es dueño de una ó dos haciendas heredadas de sus ma-
yores, tiene casa en Quito y quinta en las afueras. Paga criados y goza de su
renta. Las haciendas ricas en indios de concierto le dan caudal suficiente para
vivir bien / en Quito y pasear por Europa de cuando en cuando. Qué hace este
aristocrático personaje? Goza de sus rentas. Qué ideas trae del viejo continente
para propagarlas en su patria? Ningunas salvo las adquiridas en Maville. Gene-
ralmente los ricos propietarios mandan á sus hijos á [E, tachado] educarse en
la civilización europea, y allí aprenden las maneras de buen tono: tomar el vino
en copas adecuadas, comer con circuspección y elegancia, andar con cierto chic
y vestirse bien; allí aprenden á llevar vida de nobles. Todos esos jóvenes saben
acaso cómo se puede mejorar los cultivos, qué empresas adecuadas pueden de-
sarrollarse en su patria, que sistemas educacionistas conviene establecer? Para
ellos la patria es el feudo que mientras mas ignorante mas produc- //
tor, pero si no traen luz no es por deliberada intención de no ser útiles, sino
porque no se les ocurre qué puede hacerse á causa de que para ellos la misión de
la vida es gozar. = Las familias aristocráticas viven espléndidamente son impor-
tantísimos elementos de buen gusto y de cultura en las maneras y no aspiran ni
comprenden mas objeto de la sociedad. Una moda, un tronco de caballos, un
piano eso es lo que importa [al ind, tachado] la gente noble.
En resumen: los sedicentes nobles son los ricos explotadores de conciertos.
Lo que les interesa es aumentar el rendimiento de estos conciertos. Viven en la
opulencia y los placeres. El pais les debe la introducción de nuevas modas, nue-
vos placeres y palabras francesas. Viajan y estudian en Europa donde aprenden
a ser refinados en sus gustos pero no aquellos / adelantos que la civilización trae
consigo. Creen que los viajes se hacen para gozar y derrochar caudal, para ir á
los bailes públicos, visitar los cafes y los teatros. Preguntar á un joven surame-
ricano rico que llega de Europa, cómo son las Academias, las Bibliotecas, los
Museos, qué organización tienen las Universidades é Institutos, qué adelantos
industriales les llamaron la atención etc. es una necia pregunta.
El noblecito vuelve de Europa á sentirse mal en la sociedad campechana de
su patria, vicioso y enfermo.
118 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

La democracia en que estuvieron figurando como unidades insignificantes


solo les sirve para desquitarse con orgullos en su patria, y para apercibirse de
que es necesario conservar en ella la clasificación [no, tachado] aristocrática que
los hace personas distinguidas en ella: fortifican el egoismo de clases. //

Quito por dentro


(Capítulo lejano. Resumen de la prostitución ecuatoriana)

Quito es un laboratorio social en que por artes raras se han reunido un cúmulo
de elementos de reacción enérgica. Allí la esclavitud de una raza muestra sus
consecuencias en los contagios y en sus consecuencias directas; Allí la hijiene
[social, tachado] personal, moral y social falta en absoluto. Allí se palpan las
consecuencias de un sistema económico ruinoso y desmoralizador. Allí la teo-
cracia tiene de bulto las consecuencias de un contubernio mostruoso entre lo
espiritual y lo temporal. Allí la aristocracia, como consecuencia del orden social
manifiesta sus ventajas en la moralidad, adelanto industrial y científico si acaso
produce como debe producir para que tenga razon de ser.
Aquí está la piedra de toque de todo un sistema económico, religioso, moral
y polí- / tico implantado durante largo tiempo.
Quito es un documento sociológico digno de que se conserve en rasgos im-
perecederos para conocimiento del mundo actual que todo quiere conocerlo,
para experimentación científica que no sabe decir nada sin observar bien los
fenómenos, y para satisfacción del liberalismo cobarde que se asusta de lo que
ha hecho en las otras repúblicas suramericanas y quiere dar paso atrás.
Saludable advertencia para los que viven suspirando por el pasado lleno de
candores es incursionar por una ciudad que se ha detenido en el Siglo xviii por
obra de las dificultades topográficas, por obra de la teocracia y por obra de los
buenos conservadores, amigos de statu quo y encariñados de las distinciones
de clases sociales aunque la Democracia entre en la familia por debajo de las
enaguas, a virtud de las presiones aparen- //
tes deformadoras de la ley natural

____ (A)

Quito está estrechado entre el Pichincha por occidente y dos montículos,


El Panecillo y El Ichimbía, por el oriente, de modo que coartarle su extensión
superficial. El crecimiento del poblado tiene que ser á lo alto. Todas las casas
son ya de dos pisos, [y, tachado] hay muchísimas de tres y no faltan algunas
de cuatro. La economía superficial ha reducido á los habitantes á ocupar en
sus viviendas el menor espacio posible: la mayor parte de ellos no ocupan sino
una parte de una pieza, pues en cada tienda y pieza interior viven mas de tres
cuaderno 4 119

personas. Las casas de familias son pequeñísimas y sin corrales y en cada pieza
vive una familia.
La ciudad ocupa una extensión superficial como la cuarta parte de Bogotá y
su población parece ser algo como 70.000 habitantes. / Tal aglomeración obliga a
la reunión de diferentes clases sociales en una misma casa. Las piezas del primer
piso se arriendan á artesanos y mujeres del pueblo. En esas piezas viven sin hijie-
ne y miserablemente un número de personas de ambos sexos, con perros, gatos,
gallinas y curies. Allí cocinan trabajan y satisfacen toda clase de necesidades.
[Entr, tachado] Un patio de aquellas casas es algo como una plazuela estrecha
donde se seca ropa, se lava al muchacho, se calienta la cola, se sacude la cama, se
espulgan al sol los vecinos, se insultan las comadres, se abofetean los hombres,
se castigan los niños y se requiebran los enamorados. En esos patios hacen sus
aguas menores los hombres contra las columnas las mujeres á discreción á la
faz del revuelto vecindario. Las necesidades mayores se cumplen adentro en
el cuarto. De noche y á la mañana la ciudad huele mal. De dia suelen botar las
damas aguas por los balcones. //
En el segundo piso y en el tercero vive la familia sola si es acomodada ó en
dos ó tres piezas segun sus recursos (comedor, sala y alcoba); las demas piezas se
arriendan á otras familias ó á célibes que comen en la calle si son hombres ó que
tiene su hornilla en la cocina común ó en las piezas de arriendo si son mujeres.
En estos pisos, como es natural la vida es mas tranquila que en la planta baja
aunque no excenta de escenas risibles conmovedoras [y, tachado] o escandalo-
sas. En cuanto á lo escandaloso de las escenas ello es relativo: un disgusto entre
marido y mujer por celos mutuos, una aventurilla entre el vecino y la vecina,
la aplanchadora que viene de mal humor á cobrar al inquilino etc etc. Escenas
de amor que mas que vistas se adivinan hacen llevadera la vida de esas casas,
monotona por lo demas. /
De este modo de vivir necesariamente resulta una facil y ejemplar comuni-
dad de costumbres que generaliza lo mas facil que no siempre es lo mejor. Esto
esplica cómo en Quito se encuentra el contagio indígena en las mas altas clases.
Otra consecuencia de este modo de vivir y de la generalización de costum-
bres es el aniquilamiento de la sanción. Las diferencias de costumbres en una
mismas. Las diferencias de criterio en las diferentes clases lo que estimula y
establece la sanción de los de arriba sobre los de abajo y al contrario. No debe
sorprender pues la anulación atrofia de la crítica de costumbres que á la primera
entrada se nota en Quito.
Por último, todo concurre á que el desaseo sea la nota característica de //
la sociedad: la estrechez de las viviendas, la generalización de las costumbres
populares y la poca ó ninguna sanción; independientemente de que la naturaleza
lo aconseja en las regiones frias contra el cual consejo solo puede oponerse la
predicación crítica de las clases cultas.
120 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Lo que se dice del contagio del desaseo puede muy bien generalizarse á las
demas manifestaciones de la conducta: los placeres se vulgarizan, el lenguaje
se hace chontal, la religión se convierte en idolatria atávica, las relaciones se
prostituyen. Las perversiones altas, contraidas en la molicie y el parasitismo,
bajan y las depravaciones, nacidas en la atmósfera pestilencial de la miseria y
la esclavitud suben. Por eso es tan facil hacer ampliaciones y generalizaciones.
Un hábito de los mas bajos como el hurto indígena, de / procedencia servil pue-
de encontrarse intacto ó modificado en las altas clases. Tómese una costumbre
chocante en la alta espuma social de Quito y con poco estudio se descubrirá su
procedencia indígena y el camino que ha seguido a través de los entarimados y
tabiques de los diferentes pisos de las habitaciones. La suprema ley mecánica de
la reacción se ve netamente cumplida en Quito.
La presión de los conquistadores convertida a través del tiempo en explota-
ción de los nobles sobre los plebeyos indios y mestizos bajo la forma de tributos
ruinosos que engendran miseria, latrocinio y vicios en éstos, sube de contra-
acción hacia los primeros en forma de contagios. La intensidad y modo de los
placeres en Quito se resienten en las altas clases de orígenes vulgares. Allí no
es raro que //
un joven se presente en una casa de familia con una canasta de licores para
tomarselos sin motivo en un dia muerto con las damas de la casa. Entonces se
bebe y se bebe hasta acabar con la canasta. El licor preferido entre los hombres
y señoras es el aguardiente de económico precio. Las mujeres beben mucho y no
parece que se embriaguen; sinembargo el licor les produce cierta familiaridad
con los hombres, propensa á irrespetos. Hay una costumbre en esto de beber
introducida sin duda por los señores, que consiste en no denegarse jamas una
señora á tomar con quien la invite: caso de no hacerlo así se le fusila. El fusila-
miento se ejecuta sentando á la dama en el centro de la sala atada en una silla para
que cada uno de los concursantes la obligue a tomarse una copa de aguardiente;
despues de cuatro tragos forzados y sucesivos la victima no ofrece resistencia á
causa del envenenamiento al-/cohólico. Se comprende que ante tan cruel suplicio
no hay mas recurso que emborracharse de buen grado. En Quito no hay visita
en que no se ofrezca trago como chocolate en la vieja Santa Fe. El aguardiente
desempeña en Quito el papel mas importante en las diversiones sociales: sin
aguardiente no hay visita, tertulia, festejo ni paseo, porque el aguardiente es el
humor en este pueblo apático por excelencia. El placer de los hombres es el de
Baco, las cantinas son su residencia ordinaria en las horas de ocio. Las horas
de ocio son largas para los empleados y trabajadores é interminables para los
nobles. Las conversaciones entre copa y copa versan sobre conquistas amorosas
llevadas á cabo por ellos entre lo mas selecto de las damas quiteñas, con circus-
tancias de novela romántica: en medio del baile, bajo el emparrado del jardín,
al amanecer cerca del templo //
cuaderno 4 121

so pretexto de misa de aurora, un escamoteo amoroso [al padre, tachado]


Fray Mengamo; en las propias barbas del marido etc etc. Para corroborar es-
tas hazañas se dan [se ?, tachado] filiaciones reservadas que corren de boca en
boca entre la juventud nobiliaria de Quito. La sal de estas conversaciones es el
honor de las desgraciadas quiteñas, dignas de mejores galanes. Por informes
de algunas señoras y [mas que, tachado] por experiencia personal conocimos
la maledicencia de los hombres de Quito y la depravacion de sus gustos. Quien
enamorado de las formas de su esposa quiere darlas á conocer de sus amigos y
para conseguirlo lanza barbaramente un toro bravo al baño [arriba escrito: al
momento] en que la señora deja el túnico para enjugarse; quien embriaga á su
joven esposa para entregarla á la brutalidad de sus compañeros de orgía; quien
marca á su querida enmedio de una bacanal con hierro candente, despues de
haberla jugado á los / [arriba escrito: manceba para que el ganar el curso la mar-
que con herrete como á bestia] dos sobre las espaldas desnudas en lugar de mesa.
Alguna señora de Quito esplica la predileccion que las preciosas hijas de aquella
ciudad muestran por los estrangeros por una especie de repulsión que sienten por
sus paisanos.
Para que los nobles no tengan necesidad de trabajar [g, tachado] y que gocen
de sus prerrogativas es preciso que la esclavitud de los indios y el respeto de los
mestizos por el orden social se mantengan intactos, que las clases en que Dios
puso á los hombres [como decía, tachado]. El Ilmo Sr. Obispo de Quito, con mo-
tivo de la apertura del [un, tachado] colegio [revolucionario, se evite, tachado]
liberal aconsejaba que no se permitirá la infiltración de ideas democráticas en
la conciencia de los niños.
Las ideas democráticas en efecto son nocivas á este orden de cosas, creado
por la conquista. Conforme á estas ideas revolucionarias //
la importancia social se adquiere á fuerza de méritos y no por virtud de una
ejecutoria. El premio á la buena conducta, al trabajo honrado á las virtudes
patrióticas puede pretenderlo tanto el indio como el blanco, y las sociedades
democráticas elevan á sus puestos de honor á todos aquellos que por su educa-
ción, por su trabajo y por su abnegación han ganado la estimación, el respeto y
el amor de sus compatriotas. Las familias y los hombres que en el movimiento
de la democracia han llegado á los primeros puestos procuran conservarlos por
los mismos procedimientos que les sirvieron para conquistarlos son los mas ce-
losos defensores de la honra de su conciencia. El estímulo del premio y el temor
a la sanción difunden en la masa popular el amor á la buena conducta. Esa es la
moralidad democrática, única moralidad que es posible en la sociedad. Cuan-
do se tropieza en el mundo afortunadamente por casualidad á estas horas del
siglo, en el que las clases / sedicentes selectas ó nobles solo pueden exhibir como
título de tales los pergaminos otorgados á sus [mayores, tachado] antepasados
y donde se han cerrado las puertas á otr[a, tachado]os [procedencias, tachado]
122 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

motivos de selección, puede asegurarse que en ese pueblo fomentan germenes


mortales y pestilentes. Allí no hay mas remedio salvador que la Revolución, que
quema el cancer y pulverice como el martillo de Dios todos los reductos en que
se esconde el hediondo pus.
El grito de dolor del pueblo operado, el chirrido de los miembros carboniza-
dos, el olor á sangre podrida suelen por algun tiempo traducirse como protestas
de la justicia ultrajada como esclamaciones del derecho moribundo, como in-
tergecciones angustiosas de la moral suprema expirante. Todas las sensiblerías
patológicas se conmueven y aturden el orbe con los bramidos del monstruo que
se retuerce en sus extertores de muerte. El grande escándalo de la rei- //
vindicacion de la dignidad humana se cumple entre los aspavientos de los
contagiados y en deplorable desorden. Es un cataclismo espantoso, que parece
traer la desolación.
Pero despues viene la paz, la salud, la felicidad de la vida fisiologica. Como
despues de la poda los renuevos verdes exhiben lozanía. Como despues de la
tempestad el cielo brilla azul y el aire corre fresco y puro.
[(A) Primera parte de este Cap. – La esclavitud de la clase ínfima del pueblo
ecuatoriano tiene [do, tachado] efectos físicos y económicos que ya se han trata-
do en el Capítulo correspondiente y efectos morales íntimamente enlazados con
aquellos que es preciso tratar aquí.
La debilidad de la base de población y su miseria, abstracción hecha de atrazo
económico, tiene los siguientes efectos: envilecimiento [moral, tachado], aban-
dono y desidia, miseria, embrutecimiento, cobardia, perversión moral y todos /
los accesorios infamiantes de la abyección.
La miseria, sin tener en cuenta las mil consecuencias que trae consigo de
embrutecimiento, debilidad y perversión, origina la pereza misma que parece
concentrar en su vientre todas las demás abominaciones. La pereza parece causa
y es efecto del malestar económico del pueblo y del individuo. Una nutrición po-
bre en forma de industrias raquíticas en el uno y de alimentos escasos en el otro,
conduce á cierta flaqueza á cierta inacción á cierto decaimiento que se llama
pereza. La pobreza, causa de sinnúmero de síntomas es una enfermedad. Desde
el punto de vista religioso, Astete dijo que la pereza es un decaimiento de animo
en bien obrar, y como todo lo dicho por él, esa es una definición verdadera – Por-
que la pereza deja de serlo en el obrar mal? Porque para obrar mal los enfermos
de esta dolencia parecen estar sanos; así como los sanos no [la, tachado] tienen
actividad para ello. La pereza es una locura tranquila, desorganizadora como //
todas las locuras, pero incapaz de actividades para la organización de las
energías. – Aquel que siente frio para sacar las manos del abrigo si se trata del
trabajo es capaz de sufrir la intemperie desnudo si se trata del placer- gratuito.
El que no invierte una molecula de fósforo cerebral en concebir una idea [benéfica,
tachado] industrial, cavila y cavila en nonadas poéticas ó en [tonterías, tachado]
cuaderno 4 123

planes aviesos de complicación maravillosa. El que no puede leer una teoría cien-
tífica porque se le cierran los ojos de sueño, es capaz de pasar las noches en vela
devorando los volúmenes de una novela mentirosa. De tal manera se confirma
esta experiencia que la definición de Astete puede sacarse del campo religioso para
situarla en el campo moral, ó industrial ó político y siempre es verdadera: “pereza
es un decaimiento de ánimo en bien obrar.”, es decir, pereza es una enfermedad
desorganizadora, es, mejor dicho, fuerza energía, potencial negativa. – Pereza es
resistencia, reacción contra / los movimientos útiles. Pereza es adherencia, o un [?]
movimiento hacia atras. Es fuerza negativa. – Si se midiera la suma de energías que
consume el perezoso en contrarestar el movimiento de la corriente que lo impulsa se
vería que en ser perezoso hay trabajo y trabajo poderoso. Puede decirse que pereza
es reaccion. Así los defraudados economicamente son perezosos, los [los los los]
ensañados socialmente son perezosos, los partidos conservadores son perezosos.
(A). La pereza parece causa y es efecto del malestar economico. Cuando la
alimentacion es poco nutritiva á causa del mal jornal del jornal escluvisado que
se sustrae artificialmente de la ley de la oferta y la demanda, cuando no tiene
estímulos la actividad, tachado]
(A) Dos condiciones necesita un pueblo para su moralidad; el jornal libre y la
sanción justa. Por el jornal libre conquista [arriba escrito: el hombre] a la medida
de sus necesidades el bienestar económico y por el premio á //
las consideraciones sociales se hace virtuoso.
Cuando [letra ilegible tachada] hay esclavitud, en cualquier forma que aquella
gravite sobre la masa popular, aquellas dos condiciones de moralidad desapa-
recen y la sociedad se corrompe y tiende á desaparecer, si carece de las energias
suficientes para recuperar su libertad.
El esclavo, fuera de que es energía nula para el trabajo, [se vu, tachado] lleva
sin pereza a todas sus actividades aunque sean libres estas actividades. Por esto
el esclavo es triste y poco pensador. Los pueblos [sometidos a la tiranía política,
a la imposicion [d, tachado] religiosa, á la tiranía fiscal ó á la la tiranía aristocrá-
tica, no producen, tachado] que soportan la servidumbre económica, aceptan la
tiranía política, social y religiosa y son apaticos en todos los [demas, tachado]
ordenes de actividad. Simultáneamente se paran la parte económica, la cuestion
intelectual y artística y la actividad moral.
[La pereza, tachado] Una nutrición pobre, consecuen- / cia del mal jornal,
produce flaqueza decaimiento y inacción fisica que junto con el desaliento moral
del oprimido constituyen la pereza tal como la define el padre Astete. La pereza
es un estado morboso consecuencial de la servidumbre. Ella es efectoy no causa
del malestar económico.
Pero si es consecuencia de la esclavitud á su turno origina la miseria. La ten-
dencia á vivir sin trabajar conduce al hurto á la [mala fe, tachado] prostitución
y al soborno y socaba el derecho de propiedad.
124 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

La alimentación en Quito es escasa y mala. Los indios del oriente solo cargan
coca y yuca mascada en fermentacion para hacer una bebida refrescante y em-
briagadora. Los indios serranos son muy frugales tambien: no comen sino maiz
cocido que cargan entre el bolcillo y harina de cebada (machica) que comen en
seco ó revuelta con agua en //
frio. Los mestizos comen pan negro, locro y chicha y las gentes de clase media
y acomodada apenas prueban la carne y comen mucho locro y carne de puerco y
queso y ají en todas las comidas. La alimentacion en el Ecuador es pues comple-
tamente mezquina. En cambio se bebe mucha chicha y aguardiente.
Parece que esta mala alimentacion comunicara á los habitantes tal indolencia
que se descubre en el andar pausado en la inclinación del cuerpo, en las maneras
encojidas en la timidez de la mirada y la indolencia mas chocante en cuanto al
aseo de las casas y personas. En las casas no cultivan las flores y en los patios solo
ven objetos ocultables: cobijas deshilachadas que viven espulgando las mujeres
para comerse los parásitos; ropas de uso interior en desaseo vergonzoso; vasijas
de uso interno de mal olor y feo aspecto. Los borrachos y los perezosos duer-
men de dia en los andenes, zaguanes y corredores. Las mujeres del pueblo y
algunas que parecen / por su vestido pertenecer á una clase superior hacen sus
aguas menores en las calles mas públicas sin rubor [de, tachado] ninguno. Vimos
una bolsicona haciendo eso a tiempo en que pasaba por cerca de ella la comu-
nidad de un colegio de varones: todos los muchachos le palmeaban la cabeza y
ella continuaba estoicamente satisfaciendo su necesidad. Los hombres de todas
clases hacen lo mismo en las plazas, en los atrios de los templos, en los recodos de
los puentes y donde quiera que hay un rinconcillo que les oculte medio cuerpo.
Muchas veces escapamos por casualidad de que alguna señorita nos empapara
con sus aguas derramadas á la calle desde el balcón. Las damas de alto coturno
suelen presentarse en el templo en las compras y en los paseos con un pañuelo
rojo ó una cinta negra atada á la frente á modo de benda hipocratica y con la
desfachatez mas candorosa se excusan de ciertas cosas con la denuncia de sus
dolencias naturales, en palabras puramente de clínica doméstica.
En la vida comunal de las casas tiene que soportar el inquilino mil confian-
zas bochornosas.- //
El desaseo en el vestido interior de muchas mujeres de elegante traje exterior
puesto de manifiesto al saltar un arroyo ó subir un escalon hace juego con el
colorete de las mejillas y el color oscuro de los pescuezos.
Quién sabe que relación existe entre el desaseo corporal de las damas, su exte-
nuación moral y el empleo de los afeites escandalosos y ridículos para ocultarlos;
es el caso que bajo las capas de albayalde y carmin se adivina involuntariamente
cierta hijiene moral descuidada.
Por regla general se nota que la indolencia de los hombres y su holgazanería
se ha trasmitido á las mujeres; que por naturaleza son pulcras y laboriosas por
cuaderno 4 125

idiosincracia de su sexo. Las mujeres de los artesanos cuya vida está á la vista de
los transeuntes, no hilan, no cosen, no laban, no muelen, casi no cocinan gracias
á lo elemental y mezquindad de las comidas. Pasan dias enteros mirando los
cobertores de las camas á caza de parásitos ó espulgandose unas á otras con el
mismo / estímulo. A la puesta en pequeños tendales suelen expender marrano
frito y mais tostado y solo suspenden sus tareas insectívoras para cortarle un
cuartillo de chancho al parroquiano. Dos niñas calzaditas hijas del sastre nuestro
vecino del frente consagraban las horas de recreación sentadas en el quicio del[a,
tachado] taller á prestarse las cabezas y era de ver las caricias voluptuosas que
se prodigaban para conseguir el consentimiento. Despues de larga observación,
en el visaje de las niñas, en sus movimientos sensuales y en la voracidad que
manifestaban, descubrimos que la comida de piojos ocasiona verdadero deleite
lujurioso ó cosa por el estilo. No nos atrevemos á describir las varias escenas de
crápula infantil que nos obligaron á sacar la anterior conclusión. Las señoritas
de alta clase se entregan tambien á tan sucia complacencias? Seguramente ob-
secados con la teoría de los faciles contagios atribuimos á eso las cari- //
cias que una señorita le prodigaba tras de las vidrieras de su balcón a [su
hermanita, tachado] una linda niñita; pero no podemos asegurarlo por no
haber comprobado el hecho ni por repetidas observaciones ni por referen-
cias fidedignas.
[Parece que, tachado] Las damas de rango gustan de cultivar las bellas artes,
para las que tienen asombrosas disposiciones como todo el pueblo ecuatoriano.
Muchas complacencias causan las hermosas quiteñas al aburrido transeunte [no,
tachado] que desde su cuarto oye la música dulcísima y melancólica de los pianos
de la vecindad y consuela con los aires populares en voces de primer orden el
hastio de una ciudad donde no hay teatros, ni se hacen visitas. Discutiamos con
una espiritual señorita de Quito, con el objeto de explorar las opiniones feme-
niles sobre el trabajo de las señoras y tuvo la amabilidad de hacernos saber que
las quiteñas leen con provecho y / que tienen aficiones literarias, cosa que nos
complace repetir; pero se mostró muy enemiga de las prosaicas labores domés-
ticas. Enardecida por nuestra aparente censura á las literatas nos confesó que los
colombianos mereciamos crítica severa de parte de la sociedad quiteña porque
nuestras mujeres saben mas de cocina que de poesía. Sinembargo parece que el
Ecuador cuenta con muy raras literatas de profesión ó que siquiera publiquen
sus obras. Sea esta la oportunidad de hacer justicia al talento sobresaliente de
nuestra primorosa contrincante que en todas las articulaciones de debate supo
vencernos sin apelación y con gracia encantandora. Testigos que no nos harán
pasar por lisonjeros, D. Lucio Rojas y el Dr. Emiliano Forero que ayudaron á
[hacerme, tachado] festejar sus [mis derrotas victorias, tachado] triunfos.
Naturalmente aquel pueblo perezoso ama el dinero [como lo aman, tachado]
pero en un modo bien //
126 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

diferente de cómo lo estiman los pueblos laboriosos.


En Quito, á causa de la pobreza, el dinero tiene un valor ponderado. Una
moneda hace allí mas prodigios que en todas partes. Un dia botamos al anden
una [pequeña moneda, tachado] peseta por el capricho de darle un gusto á algun
pobre, [pero, tachado] y resulto que la fortuna favoreció á una joven que por su
aspecto parecía no necesitarla: primero le puso un pie para ocultarla y conmo-
vida miró á todas partes; parecía que fuera á hurtársela; despues la levantó y
la besó varias veces con tal efusión que nos inspiró piedad; levantaba los ojos
al cielo y volvía á mirarla con entranable cariño. Los pobres piden la limosna
con tal ahinco y tan conmovedores palabras y con aire tan patético que es muy
dificil negarla, y cuando la reciben aunque no valga sino medio centavo lloran y
le besan la mano al caritativo y le prometen una y varias veces que rezarán por
él. Los criados que han merecido propinas se vuelven halagueños y serviciales
has- / ta empalagar con ofertas [de servicios, tachado] inaceptables.
Al extrangero le llegan frecuentes cartas suplicatorias que suelen llevarlas
niñas ó señoritas vergonzantes de buena figura. Cuando menos se espera inva-
den la habitacion bellas muchachas á ofrecerse como bordadoras, aplachando-
ras ó artistas en pluma. Vienen de misa con tapete lujoso que [desdice, tachado]
niega dice de la profesión que dicen tener. Algunas se presentan tan temprano
que lo sorprenden á uno en el lecho. [este párrafo tiene una línea vertical en el
margen izquierdo]
Por causa de este estado de miseria en Quito la codicia del bien ageno es-
tá muy generalizada. En los almacenes, comerciantes al parecer respetables,
cuando se les pregunta el precio de sus artículos dicen uno mucho mayor del
verdadero, con el objeto de que el comprador ofrezca algo mas de lo que vale la
cosa y estafarle el exeso. Los compradores que se sienten humillados en usar //
el regateo con súplicas é insistencias bochornosas, son defraudados indig-
namente por comerciantes que se precian de honrados.
En el modo de celebrar el mas insignificante negocio, por el visaje descon-
fiado de los contratantes, por el cúmulo de seguridades que exije el que dá y lo
remiso en prestarlas el que recibe, se descubre que nadie cree en la honradez de
los demás. Debe haber en Quito poc[o,tachado]a [noción del, tachado] respeto
[que merece, tachado] a la propiedad agena, cuando hay tanta desconfianza.
Independientemente de esta desconfianza [q, tachado] notable entre las personas
cultas, hay razón para vivir con el ojo alerta porque abundan los cacos por todas
partes. No hay que dejar nada descuidadamente, [ni, tachado] por un instante,
porque es robado en el acto. Si se vuelve la espalda ante el mozo que viene á traer
la carta, os roba los anteojos ó el juguete ó el libro de sobre la mesa. /
Allí, por esto permanecen cerradas todas las puertas y en sobresalto cons-
tante todo el mundo. A pesar de esto se registran diariamente numerosos robos.
Nosotros fuimos víctimas durante nuestra corta permanencia en la ciudad de
cuaderno 4 127

multitud de escamoteos, que se quedaron impunes porque la policía mira co-


mo actos lícitos esta clase de delitos. En Quito es inútil dar una queja por robo
ó hurtó. Presenciamos escandalizados el despojo que una tropa de mujeres del
pueblo consumó en la calle mas concurrida de la ciudad la que conduce al Ejido,
cerca del teatro en la persona de un infeliz indio del Oriente que traía algunos
productos naturales de esta region para la venta. El indio vociferaba y gemía
enmedio de la chacota del bárbaro populacho sin que ocurriera un policial
a protegerlo. //
[en el margen izquierdo texto vertical: se nos informó aunque esto no lo cree-
mos que el ministro hace uso de expresos a Pasto]
En el Ecuador no existe el sagrado de la correspondencia. Supimos de una
manera segura que la admon de correos está á merced de la policía y alguien
á quien[es, tachado] prometimos escribir[nos, tachado] a Riobamba nos exijió
que lo hicieramos con nombre supuesto para q.e las cartas no fueran [ilegible
tachado] usurpadas por personas curiosas.
Parece guardar alguna relacion esta inseguridad con dos hechos que se obser-
van en Quito bien notables ciertamente. No se ve en las tablas de los almacenes
el nombre de ninguna razón social como si el espíritu de asociación que es signo
de confianza mutua no existiera y toda propiedad extrangera está denunciada
como tal por avisos bien perceptibles ó por los colores de la bandera protectora:
por todas partes se leen letreros que dicen: propiedad colombiana, propiedad
peruana, propiedad chilena etc. Todo esto habla muy alto de que en el Ecuador
la propiedad no está bien asegurada.
Por informes de algunos abogados supimos que los [asuntos, tachado] pleitos
de intereses entre parientes abundan en los tribunales y que son muy frecuentes
las querellas entre padres é hijos, lo que demuestra relajación de los vínculos
de familia.
Cuestión pornográfica. La miseria y el hambre mas que sus pasiones son
en lo general causa de corrupción moral de las muje / res, cuando los hombres
saben aprovechar ese malestar. Nos sorprendió mucho en Quito un informe
suministrado por la joven esposa de un [al, tachado] empleado superior del
ramo de L.P.
-Tengo motivos para sospechar de unas tantas señoritas que [solicitan, tacha-
do] tratan de ganarse el apoyo de mi marido en el nombramiento de Directoras
de Escuela; pero yo no soy celosa!
Un alto empleado amigo nuestro, era padrino interesado en el nombramiento
de cierta niña á quien le vimos galantear fuertemente. Sensurado por nosotros
su modo de ser benéfico, se encojió de hombros y nos dijo que ese modo de
aprovechar las influencias era comun y corriente; que la iniciativa venía de ellas.
Parece pues que esta especie de limosna [?] civil ha llegado á ser tan frecuente
que se ha convertido en modo infalible.
128 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Hay en Quito en abundancia una especie de corredoras de amor que le


ofrecen //

[Quito en paños menores

Es preciso repetir que se nota en esta ciudad profunda animadversión entre los
dos sexos. Los hombres hablan mal de las mujeres y estas se vengan de la misma
manera. Sin embargo esta no es en forma de sanción porque no hay, tachado]
á los hombres sus valiosos servicios. Ellas revolotean al rededor de las mu-
chachas bonitas y parece que llevan la estadística de las probables. Conocen
todo el personal femenino y tienen mil modos de ponerse en contacto con sus
victimas, [ora, tachado] tomando arriendos cerca de ellas, cuando la empresa
es difícil. Para estas odiosas mujeres cuya profesión clandestina es un produc-
to de corrupción profunda, no hay nada imposible, pues se valen de todas las
astucias, de todas las seducciones y de todos los medios eficaces y aprovechan
á maravilla cuantas facilidades les ofrecen las cos- / tumbres que desgraciada-
mente le son propicias.
La labor de los hombres en este espantoso manejo se reduce á designar la
víctima y suministrar los fondos necesarios á la agente. Estos fondos sirven
principalmente para enriquecer á las intermediarias. Hay algunas cuya fama ha
llegado á perjudicarlas, pero la mayor parte se ocultan en una mediania [anoni-
mas en que son mas útiles, tachado] de portentosa virtud.
Sorprende que en una ciudad populosa no se vean esas mujeres extraviadas
que caen en el desprecio social por su vida escandalosa. En Quito no hay eso ó
por lo menos no se ven como en otras partes á simple vista. Pudiera decirse que
esta ciudad es altamente moral si la moralidad se midiera por razon inverza del
numero de estas desgraciadas. Bien significativo es en efecto la ausencia de estas
depravaciones visibles sobre las cuales parece concentrarse toda la abominación
de un pueblo, como en focos de inmundicia //
social. La localización de estas dolencias morales en determinados centros
personales produce el efecto del úlceras descubiertas denunciantes de un mal
que debe permanecer oculto, para simular salud. Esto por lo menos no es es-
candaloso: si todos los hombres son igualmente enfermos en todas partes allí
no lo son por el nefando pecado del escándalo.
Cabe aquí trascribir las palabras referentes á nosotros del Sr. D. Salvador
Ordoñez, anciano respetable y jefe de una de las mas honorables familias
de Quito. Reconvenido por algun amigo por no haber atendido una carta de
recomendación que tuvimos el [la debilidad, tachado] candor de hacerle lle-
gar dijo:
-Para tratar á ese joven [preferiría que, tachado] lo aceptaría aunque fuera
disoluto, pero que no fuera liberal.
cuaderno 4 129

Ese es el criterio! Criterio legítimo porque en nuestra condición de libera-


les es que estamos cometiendo el escándalo de publicar / á los cuatro vientos
del Orbe estas cosas que suceden en Quito al murmurio [?] de un cuchicheo
piadoso. Bien sabemos que mereceremos por esto no solo la censura de la ti-
morata opinión de Quito, sino la de una parte muy importante de los paises
en que lean estos apuntes. No importa, hijos de la Democracia, nos confor-
mamos con el beneplacito del [menor número, tachado] unas pocas personas
de sano criterio.
La influencia natural de las fuerzas fisiológicas por otra parte tienen cumpli-
do efecto donde privan estas opiniones porque allí donde el extremado criterio
político y religioso se cumple así, hay libertad fisiológica para que los hombres
y las mujeres vuelvan al imperio de la naturaleza.
En quito la libiandad de unos y otras no está oprimida por artificios y por
caminos muy diferentes se llega al predominio de las fuerzas naturales del
organismo. //
Por esto no es raro que en Quito, en los baños públicos, haya advertencias por
este estilo: “No se permite la entrada á personas de distinto sexo”. Este aviso habla
de una costumbre que segun el criterio del empresario es preciso extirpar. Los
preceptos por autoritarios que sean no pueden prevalecer contra las costumbres
que tienen antecedentes remotos en la naturaleza de los hombres. En prueba de
esto, tuvimos ocasión de observar como algunos esposos (como tales debiamos
tenerlos) entraban á los baños con las esposas y cuñadas.
Olvidábamos decir que en Quito cursan muchos juicios de divorcio sin es-
cándalo del vecindario. La disolución matrimonial se ha conseguido.
Oimos decir á propósito de estas materias qe las [señoras, tachado] mujeres
casadas no desdeñaban los galanteos masculinos y pretendimos someter á la
prueba experimental este informe. En la primera ocasión propicia le ponde-
ramos como estrellas en noche sombría los ojos á una her- / mosa señora y le
dijimos que sus dientes eran las teclas de un piano de fábrica celestial y mil ton-
terias por el estilo. Cuando estabamos en estos coloquios pasó el marido que
tenía la fortuna de tener por esposa una mujer tan bella y amable y nos cortamos
y quisimos detener la respuesta.
-No tema Ud nada: mi marido no puede desagradarse [porque me digan que
soy bello, tachado] por eso. No es cierto? Fabian? agregó dirigiéndose a caballero.
Instintivamente palpamos el revolver que dormía en nuestro bolcillo trasero
para convencernos de que no lo habiamos olvidado, por lo que pudiera suceder;
pero [no ocurrió novedad, tachado] la sonrisa benévola del marido nos advirtió
de que no ocurriría novedad.
No se crea que nosotros vamos á bailes con armas, es que en Quito na-
die anda desarmado [y para no oponernos á la costubre, tachado] á causa de
130 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

inseguridad personal y por ciertos motivos [de inseguridad personal, tachado]


que nos sindicaban de extranjeros perniciosos por ir á abrir un colegio agrega-
dos a los naturales en aque- //
lla sociedad no [abandon, tachado] contrariábamos el uso general.
En efecto, y esto sirva para probar la moralidad de la sociedad que usa el
criterio de D. Salvador Ordonez, es preciso que se sepa que los profesores co-
lombianos contratados para fundar un colegio en Quito merecieron hostilidad
abierta de parte de aquella sociedad. La Prensa los insultó y los mostró a las pa-
siones famélicas de la plebe diciéndole que iban á quitarle el pan al pueblo, los
mostró tambien a las pasiones fanáticas de los creyentes asegurandole que iban
á enseñar masonería y á prostituir á la juventud. Los sacerdotes en el púlpito [y
en el, tachado] y el Sr. Arzobispo en una pastoral tambien los mostráron como
un peligro para el rebaño. [La, tachado] Afortunadamente la plebe de Quito no
lee pero la gente culta si se exito con la presencia de los extranjeros perniciosos y
desplegó toda / suerte de hostilidades desde el insulto personal hasta el ataque en
pandilla organizada por los jóvenes nobles de Quito en el Club. En la lista de esos
jóvenes [arriba escrito: que la policía […] tó] figuran los apellidos mas respetables
de la nobleza: Jijones, Gangotenas, Bonifaz, Henríquez, Polit, Rivadeneira, etc.
//

La civilización interandina.
Quito por dentro
(simples costumbres y edificios)

Con una renta en Quito puede vivirse holgadamente. Hay muy buen mercado de
carnes granos, legumbres y frutas en abundancia y relativamente barato para el
que tenga renta. Con un real se compran muchas cosas, como para vivir un pobre
al dia La libra de carne vale real y cuartillo, una gallina vale dos reales, un cone-
jillo vale tres cuartillos, una arroba de papas vale cuatro reales, tres aguacates un
cuartillo y así de lo demas. La criada que lleva ocho reales á la plaza atrae víveres
suficientes para tres personas. El pan es grande y malo como el chocolate. (A)
Si uno pone cocinera puede alimentarse regiamente porque la plaza de Quito
es abundante y variadísima. Pero hay mal gusto para las comidas: el ají, el queso
y el achiote condimentan cuanto hay hasta em / palagar. La sopa por excelencia
es el locro, especie de ajiaco de papas casi deshechas con queso molido en abun-
dancia. Los guisos de cuy con cominos hostigantes y manteca por montones
trasciende en Quito á las cuatro hora en que todo el mundo se encierra á comer.
El chancho (marrano) frito hace el deleite de los paladares ecuatorianos. Es curio-
so ver en casi todas las tiendas el chancho entero emperifollado con flores y ajises
entre las orejas la boca y los ojos, cubierto de cebolla y perejil picados y rodeado
de maiz frito como flores de violeta blanca. En estos tendales gastronómicos
cuaderno 4 131

venden tambien maiz tostado, habas, cebada molida, [arriba escrito: (máchica)],
cucarrones fritos panes y biscochos mustios en figura humana con pintorreteos
de anilinas, cigarrillos de papel amarillo en atados de á 25 al cuartillo y [mil co-
sas mas de comer y beber, tachado] chicha jora, chicha morada, [el, tachado] //
mazatos de varias especies, morocho (mazamorra antioqueña) pinol (que
es un brevaje de harina [dulce, tachado] panela y especies dulces) y multitud de
otras cosas de la tierra que es imposible recordar.
En estos miselánicos y minúsculos almacenes de comidas el pobre llega con
un cuartillo y compra ocho cosas distintas. Al efecto un cuartillo está dividido
en cuatro [mer, tachado] randichaupis y ocho mercados que son las últimas
subdivisiones de la moneda. Un randichaupi de chocolate, otro de pan, otro de
queso y otro de carbon hacen el desayuno de una persona. Con randichaupis
de carne, papas, máchica y medios randichaupis de sal, cebollas, achiote y queso
se hacen comidas y almuerzos á las mil maravillas.
Cholitas espeluznadas y sucias recorren las calles con una canasta llena de
frutas á la cabeza gritando: “Capulices negros y gruezos” o bien “frutillas / la
buena frutilla” [arriba escrito: Albaricoques] ó bien “Albaricoques, aguaca-
tes grandes”.
El capulí efectivamente es una cereza grande negra, jugosa y dulce. Por un
cuartillo llenan las vendedoras un plato. La frutilla es la fruta de chil de tres y
cuatro centímetros de diámetro y tan dulces como la miel. La primera vez que
compramos pedimos dos reales como para darle una á cada uno de los tres ami-
gos que nos acompañaban y fué tal la cantidad que nos dieron que no alcanzó
el pañuelo para contenerla. Los Albaricoques son pequeños pero muy dulces y
de una carne casi [roja, tachado] bermellón; dan cinco pares por cuartillo. Los
aguacates de tierra fría ápenas son como una pera, hilachosos [y, tachado] e
insípidos; de estos dan cuatro por cuartillo. Tambien hay naranjas de tierra fria
tan grandes como una nuez.
En varias tiendas divididas en muchos cuarticos como confesionarios, hay
á la puerta un montón de hielo pulverulento, en- //
vuelto en paja y en una paila giratoria preparan los helados. A medio dia
en Quito hace calor y entonces se llenan las heladerias de toda clase de gentes
que van á tomar sorbetes helados y salpicón. El helado de frutas ó de leche por
rareza es blanduzco y lo sirven como torres bamboleantes en un vasito peque-
ñísimo como para tomar cremas. Es de ver el afan con que el consumidor talla
la torre rapidamente con la cucharita por el lado que se vá desplomando, para
mantenerla en equilibrio a costa de la anestesia de la lengua fatigada de trabajar
á 10° bajo cero. La cantidad de helado que sirven en Quito por medio real equi-
vale á cuatro tantos de lo que cuesta aquí, donde la sucesora de Narcisa, real y
medio. Despues de consumir una torre de esas queda el parroquiano agobiado.
Sinembargo hay personas pudientes que se administran dos torres. Por encargo
132 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

especial hacen en algunas casas helados finos en forma de frutas + [nota de pié
de página: + como piñas y corderillos pascuales]. El salpicón es jarabe de fruta
me- / sclado con hielo. [Sirven, tachado] Por medio real dan separadamente el
jarabe en un vaso grande y [el hielo, tachado] la nieve en forma de pirámide en
un plato, para que el consumidor se sirva de ella a discreción.
La nieve la traen [arriba escrito: en borricos] de los muchos montes plateados
que rodean á Quito [en borricos, tachado], cuidadosamente empacada en gruesa
cubierta de paja. Es tan barata que en Guayaquil la nieve llevada así del Chimbo-
razo le hace competencia al hielo artificial de la buena fábrica que allí funciona.
En todas las calles [de, tachado] hay cocinas donde se expenden á la mano
almuerzos y comidas á precios sin competencia. El aspecto de estas fábricas de
locro por mayor es el de un antro oscuro en cuyas profundidades se vislumbran
las carisucias empresarias entre el humo de la leña, como sacerdotisas de Pro-
serpina. La aureola de hollin que circunda estas fachadas desde el quicio hasta
los balcones del tercer piso, le comuni- //
can á la ciudad el aspecto de estación de hulleras [inglesas, tachado] de Gales.
A ciertas horas del dia Quito huele por todas partes á longaniza asada.
En las muchas salpimenterias populares de Quito se expende ají de huevo,
de cuy, de aguacate y chicha de varias clases. Ver aquellas salsas [ora, tachado]
amarillas, rojizas y verdes, de olor apetitoso y sabor de diablos molidos causa
tal sed que la jora se impone como soberana suprema deidad de la gastrono-
mía ecuatoriana.

Sobre la preparación de la chicha

La jora es una chicha, mejor que la nuestra, [que, tachado] la cual ha sabido con-
servar no solo su prestigio á traves de los siglos, sino su composición incácica.
[como prenda de nobleza, tachado] Es el verdadero vino de maiz. Se prepara
haciendo germinar este grano hasta convertir su fécula en azucar, la que, junto
con los demas elementos nutritivos [se fermenta hasta la se lleva, tachado] y sin
mas aditamento de dulce, se conduce lentamente á la fermentacion vinosa. Bien
sabido es entre los licoristas que hay cuatro clases de fermentación: la acética
que es sumamente rápida, / la pútrida que es venenosa, la alcóholica, que es mas
lenta que la ácida y la vinosa [que, tachado], la cual requiere quietud y [elabo
ilegible tachado] oxigenación lenta. Nuestra chicha, madre de todas nuestras
estupideces, y desventuras, proviene de la segunda forma de fermentación.
Aquí muelen el maiz, es decir, lo hacen incapaz de la fecundación sacarina, y
en bollos lo arrinconan á que se pudra y á que convierta la fécula en micogra-
fía enferma; Suspenden luego la putrefacción por medio de la cocción y así lo
agregan á una fermentación ascética [y alcoholica, tachado] de miel de caña, que
se cumple independientemente de la [fer, tachado] presencia del maiz podrido
cuaderno 4 133

ó bajo su influencia patológica que produce [el alcohol amílico tan, tachado]
la ptomaina y la leucomaina venenosisimas [como desagradable, tachado] res-
ponsables de la enfermedad popular clasificada en “San Juan de Dios” con el
nombre de chichismo.
La preparación de venenos para el espendio po- //
pular está prohibido en todas partes del mundo y admira como en la altipla-
nicie de Bogotá no se ha castigado severamente este modo de preparación de la
chicha. La Junta de Higiene debería aconsejar y la policía imponer el siguiente
método de preparación de la chicha, perfección del procedimiento inca, en
cuanto se hace con mayor aseo:
1º. Disponer el maiz en tandas ó capas de dos centímetros de espesor, man-
tenerlo abrigado y regarlo con agua hasta que se principie la germinacion
2º. Quebrarlo despues y cocinarlo en bollos en poca agua hasta reducirlo al
estado glutinoso
3º. Molerlo luego hasta convertirlo en masa homogénea, cernerlo para des-
huncharlo y revolverlo con la cantidad de agua suficiente para el guarapo
4º. Fermentar este guarapo con ó sin miel, segun el gusto del consumidor,
[revolviendo, tachado] agitándolo / bastante al principio para oxigenarlo, y lue-
go dejándolo tranquilo en vasijas de poca boca para conducir [arriba escrito: la
chicha hasta la] fermentacion vinosa completa, para darla al consumo [ó con-
servarla, tachado] fresca ó envejecerla en pipas ó embotellada.
Este es el procedimiento empleado por los indios de Quito para hacer la jora
y coincide exactamente con los procedimientos cientificos de los vinateros y lico-
ristas de granos. Los indios hacen la germinacion bajo una capa delgada de tierra
en patios planos á la intemperie; pero parece que será mas activa económica y
aseada en sarandas o barbacoas, como se hace la cebada de la para la cerveza.
No debemos entrar á hacer comparaciones sobre la intelectualidad de los
indios ecuatorianos y nuestros chibchas de la altiplanicie porque fuera de las
diferencias de la bebida hay otras que no [se, tachado] permiten la igualación
de circustancias. Tan so-//
lo se puede asegurar que la estulticie de los quichuas no se debe atribuir al
uso de la chicha, como han dado en la flor de hacerlo todos los que hablan de
ellos: hay un cúmulo de causas de que trataremos en el curso de estos apuntes.
(A) En Quito solo hay una ó dos casas de posada que mejor les valiera no
describirlas, en las que es insufrible permanecer mas de una noche. Allí no se
conocen los hoteles propiamente dichos como el de Ambato. El forastero se aloja
en piezas amuebladas dentro de casas de familia y come en restaurantes, que
los hay de varias clases: de á #20, 10 y 5 por mes, con la circunstancia de [igu, ta-
chado] que unos son peores que otros. Manteles sucios, criados tontos, grosería
de los comensales de la mesa inmediata, botellazos á media nada y para el co-
lombiano sátiras á Santander. [A), tachado] Es notable la costumbre de sentarse
134 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

los jóvenes casi siempre á la mesa con sus / buenas copas. El licor preferido por
la gente decente es el aguardiente bajo la forma de uva peruana, pisco de Gua-
yaquil, mosto verde [arriba escrito: mallorca] etc. productos efectivamente mas
agradables y baratos que el coñac y acaso mas sanos. Las piezas y apartamen-
tos de arriendo son comodos elegantes y á bajo precio: en las mejores casas y
cerca de las mas elegantes familias cuesta un apartamento con el lujo apetecible
diez ó doce pesos por mes. A)
Como los alimentos y las viviendas el jornal es barato. Un operario comun
gana dos reales diarios; un muchacho para el servicio gana dos pesos por mes,
un [empleado, tachado] dependiente de almacen diez pesos; los altos empleados
públicos cien pesos. La manufactura es barata: un corte de paño nacional vale
tres pesos, un par de botines de lujo cuatro pesos, un vestido de hombre [arriba
escrito: (lujo)] veinticinco pesos y así de lo demás. //
En la epoca a que se refieren estos datos el [valor, tachado] premio del oro
eran de 110% por moneda ecuatoriana [que es, tachado] de plata de 0.900.
Es verdad que la moneda ecuatoriana, de plata de 0.900 goza de circulación en
las repúblicas vecinas y está en buen credito de manera que se le reconoce su ley.
Por esta razón el oro guarda con ella la relación de valores. En la epoca de nuestro
viaje estaba el oro al 110% por plata ecuatoriana al paso que en Pasto y Panamá
se compraba al 140% en plata colombiana de 0,835, lo que significa algo como
diez % a favor del[a, tachado] credito de la moneda ecuatoriana sobre la nuestra.
Los artesanos son hábiles aunque impuntuales [el calzado lo fabrican se,
tachado] son capaces de trabajar en toda clase de obras como un buen obrero
europeo. Para correjir la impuntualidad hay pena correccional por contrato no
cumplido. El calzado es muy bueno, los edificios manifiestan habilidad suma
de albanitería y cantería, las obras en madera son preciosas / en talla trabajan
envidiablemente; en sastrería fallan la mayor parte pero hay un sastre científico
de primer orden, [dr., tachado] Chiriboga Alviar que ha fundado una academia
para propagar sus conocimientos [El gobierno, tachado] La nación sostiene una
Escuela de Artes y Oficios, llamada el Protectorado que [estuvo, tachado] fue
próspera á cargo de los padres salecianos de donde salieron inteligentes opera-
rios. Hoy este instituto [á causa del abandono oficial y del cambio, tachado] por
el cambio de administración oficial se manifiesta [decadente, tachado] conva-
leciente. Allí hay talleres de carpintería, [arriba escrito: ,ebanistería], herrería,
carrosería, talabartería, zapatería, tenería, y [ilegible tachado] tipografía, todos
movidos por fuerza hidraulica y el edificio es uno [bello, tachado] de los mas
elegantes y cómodos, [co, tachado] con lo que demuestra el solícito interés que
los gobiernos del Ecuador han mirado el cultivo de las artes mecánicas. Es de-
plorable que el ejercicio libre de la industria haya estado //
cohibido por la ley. En todos los talleres particulares exhiben los maestros
entre marco y vidriera la patente expedida por la Policía [para, tachado] que los
cuaderno 4 135

habilita para poder ejercer su oficio. Las profesiones liberales tampoco se pueden
ejercer libremente, es preciso presentar exámenes en unos casos y hacer refrendar
los Diplomas en otros, para poder ejercer. La refrendación de Diplomas como le
sucedió al Dr. Emiliano Forero se dificulta[n, tachado] y se le pone obstáculos y
dilacio [sic] indefinidas. El doctor Emiliano Forero no pudo conseguir durante
ocho meses que la Universidad le refrendara su diploma, como tenía derecho
de esperarlo por la gracia concedida á los profesores graduados en Colombia.
El profesor que se anuncia sin estas formalidades tiene penas de multas impo-
nibles por el inspector de estudios conforme á la ley de L.P.
La Universidad de Quito es un cuerpo autónomo al estilo de las de Salaman-
ca, intoca- / ble, irreformable é inmejorable segun dicen, donde se ha refugiado
la hermenéutica, la astrología y las humanidades de otros siglos. Parece que en
ella se hacen buenos estudios en medicina y legislacion, pues en todo el Ecua-
dor abundan médicos y abogados competentes hijos de este venerable instituto.
Pero carece de facultad de Ingeniería y Ciencias Naturales y anda [en, tachado]
á oscuras en Ciencias Sociales y Filosofía. La juventud allí se esteriliza en la
Metafísica y en el estudio de los clásicos latinos.
Los colegios secundarios están á cargo de los jesuitas y de los hermanos
cristianos y en ellos hay tres ó cuatro cursos de gramática, otros tantos de la-
tin, y otros tantos de escolástica, con absoluto descuido de las matemáticas, las
ciencias físicas, la química, la fisiología, la biología y demás ciencias positivas
que constituyen hoy por hoy el plan de estu- //
dios de los institutos verdaderamente científicos. Hablar de la clasificación
actual de las ciencias [arriba escrito: y de la filosofía positiva y de sociología que
las coronan] en estos institutos ecuatorianos sería caer en heregía ó en barbari-
dad. El Dr. Forero mereció conato de pueblada y lapidación porque tuvo el arrojo
de esplicar en una conferencia de cosmografía la teoría de Laplace sobre la ge-
nesis del [los, tachado] sistema planetario. Y, segun dijo el Sr. Rafael Gomez de
Latorre, el Instituto Mejía no se abrió con los profesores colombianos porque
estos fueron sindicados de maestros de magia y masonería.
La Biblioteca nacional situada en un edificio casi ruinoso contiene muy pocas
obras modernas; pero es rica en infolios en latin e impresos macarrónicos que
nadie hojea. Allí duerme la ciencia de siglos muertos. (V)
En materia de museos, á pesar de las riquezas de anticuaria que debe poseer
el Ecuador referentes á tres civilizaciones indígenas, no hay una sola colección
de estas cosas. Los / buenos ecuatorianos ofrecen al viajero á bajo precio ob-
jetos indígenas de inestimable valor para que vayan á enriquecer los museos
extrangeros Por falta de dinero no hicimos en los pocos dias de permanencia
en Quito una coleccion de [objetos, tachado] documentos incásicos que bien
hubieran figurado en nuestro museo nacional junto con el manto de Atahualpa
y las banderas de Pizarro.
136 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

El observatorio astronómico de Quito es independientemente de su posición


la mejor del mundo, un[o de los mejores, tachado] famoso instituto por su dota-
ción de istrumentos modernos y buen arreglo así en su hermoso edificio como
en el registro electrico y simultaneo de aquellos. Las observaciones meteoroló-
gicas se comparan todas en el curso del dia por medio de ingeniosos diagramas
[automáticos, tachado] isocronos con el [curso, tachado] movimiento del sol,
y los instrumentos ópticos para observaciones astronómicas son de primera
calidad y ofrecen las mayores comodidades al observa- //
dor. Allí se aprovechan todos los recursos de la ciencia moderna en sus
variadas aplicaciones astronómicas y meteorológicas. Deploramos [no ser su-
ficientemente competentes en estas ciencias y, tachado] que el caracter de estos
apuntes no [arriba escrito: lo, tachado] permita para hacer una noticia minu-
ciosa é instructiva sobre ese diamante engastado con el lujo correspondiente en
el sitio mas elevado bajo la línea equinoccial. [arriba escrito: Pero nos promete-
mos hacerlo para los Anales de Inga [por Ingenieria] si nos lo permite ntra [por
nuestra] incomcia [por incompetencia?]. Baste hacer notar que el orgullo [más
que el amor á la ciencia, tachado] nacional ha sabido corresponder [en cuanto
al establecimiento, tachado] á la alta posición geográfica; pero este orgullo no
impide el pensar en ceder el establecimiento a algun sabio europeo [arriba es-
crito: aleman probablete [por probablemente] segun dicen en vez de aconsejar
mas bien hacer el sabio que [arriba escrito: sepa] deba aprovecharlo y hacerlo
ilustre en los anales de la ciencia. La obra es alemana y en ella han contribuido
todos los gobiernos que se han sucedido desde el ilustre de D. Gabriel, que trajo
los cuatro sabios je- / suitas alemanes a cuya inspiración se debe
La literatura ecuatoriana por las muestras que conocemos está en el periodo
pomposo é inutil del romanticismo. Esta forma poderosa de la actividad hu-
mana no ha pasado de su primitiva misión deleitante por la ficción de ideales
imposibles. Epoca infantil de los ingenios en que parece que puede calcularse
las fuerzas viriles del porvenir. La producción literaria del Ecuador de fuerza
tiene que ser escasa por falta de estímulos: este es un pueblo demasiado joven,
cuyo afan del momento es crecer y reir. Poco se lee ó mejor dicho leen pocos.
No le ha llegado aun el momento en que el vulgo lea. En Quito los periódicos no
tienen mas de 200 suscriptores. Por esta razón las producciones periodisticas
son menguadas en tamaño y esencia. Dos periódicos de oposición conocimos
y uno ministerial gratis; todos va- //
cuos, aservos é ilegibles, de [tamaño minúsculo y, tachado] forma [descui-
dada, tachado] tipografica desmañada. No los pregonan los muchachos por las
calles porque no hay compradores. Todavía en Quito es de buen tono principiar
una polémica periodística por esta frase: “Por casualidad ha llegado á mis ma-
nos un papel en que venían envueltos cominos… etc…” como si fuera elegante
que vinieran á las manos de un hombre [arriba escrito: que no es cocinero]. Mas
cuaderno 4 137

fácilmente los cominos que los diarios. Para que se forme el lector la idea de la
Prensa de Quito reproducimos el siguiente suelto: de saludo á los profesores de
un colegio:
La literatura [esta dividida en partidarios de, tachado] liberal periodistica
está detenida, estática en Montalvo [que, tachado] y lo citan lo comenta[n, ta-
chado] y reproduce[n, tachado] hasta [el hastío y en partidarios de Cumandá
que la ponderan hasta la saciedad. Uno y otro son de la misma escuela literaria,
solo que el uno imita á Victor Hugo y el otro parece que no hubiera leido sino
á Atala, tachado] producir monsalvitis aguda. Tanto se repite por otro lado el
nombre de D. Leon Mera que se hace presiso leer á Cumandá. Quien haya leido
á Atala no tiene de que sorprenderse [?] en Cumandá. El mismo teatro los mis-
mos personajes la misma intención. Los esfuerzos juveniles son lamartinescos
además. El naturalismo que es [arriba escrito: en] la literatura / el tributo de la
belleza á la verdad en este siglo del positivismo científico, no ha podido llegar
á un pueblo alimentado mentalmente con la ficción metafísica (aquí lo del es-
tilo al comienzo del cuaderno W). Sorprende [arriba escrito: a primera vista]
que en este estado social en esta atmósfera intelectual y en un pais bello, como
pocos, la poesía y la música no tengan cultivadores selectos, ni la pintura [y la
música hayan florecido brillantes, tachado] continue teniéndolos. Despues de
Miguel de Santiago la pintura ha venido muriéndose en el Ecuador, sin que el
sentido estético se dinamice al mismo tiempo como [suceda, tachado] se ve en
las etapas que ha[n, tachado] recorrido la[s, tachado] familia[s,tachado] [artis-
tas, tachado] de las Artes emocionales. Si la estética de los colores decae, suele
ser para [que se, tachado] transformarse en una energía de mayor velocidad ó
mas compleja. La escena estática de la pintura, insuficiente á satisfacer el anhelo
del movimiento emocional que ha provocado cae en menosprecio inmerecido
vencida por la música y por la escena viva de la palabra; y la armonía puramente
emocional de la //
nota muda para el pensamiento provoca á la psicológica armonía del verso
y del cántico. (X)
Miguel de Santiago [fue con, tachado] en Quito, [como, tachado] y Vasquez
en Bogotá, [un, tachado] fueron accidentes artísticos revolucionarios, semillas
traidas por [los, tachado] pájaros de otros vergeles, [á terrenos ricos en jugos pero
de clima y medio impropio, tachado] germinaron por la fuerza individual de la
simiente; dieron su fruto, y [arriba escrito: al influjo del medio hostil] murieron
como plantas exóticas sin dejar descendientes [arriba escrito: (1) ni [el, tachado]
desdén con que [en, tachado] su época fueron tenidos. Solo los apreciaron á me-
dias los ignorantes frailes españoles paisanos de Velasques.] No se esplica de otro
modo el salto brusco que se nota entre ellos y sus antesesores y sucesores. (1) No
tenemos de qué ufanarnos por ellos hasta que no lleguemos al estado sociológico
á que [ellos, tachado] correspondian [arriba escrito: y].
138 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Quito está en el periodo de la estética abigarrada, infantil ó indígena, que á


tanto equivale. Epoca en que los colores fuertes y su contraste brusco causan el
deleite de naturalezas pristinas. Se ve este amor de los contrastes en los vestidos
del pueblo. El indio gasta mantas de los mas duros colores: ruanas rojas á listas
amarillas, hanacos ó chircates verdes, amarillos ó [azu, tachado] morados, /
con mantas de tinte complementario. Las mestizas, que allí llaman bolsiconas,
usan enagua morada ó verde encima y debajo enagua roja, pañolón de colores
tiernos, rosado, celeste ó [caña, tachado] crema, con bordados de varios colo-
res en graciosa ramazon; sobre esto un rebozo de bayeta en contraste con
la enagua y los botines bordados juegan con el pañolón, de modo que una
bolsicona es siempre tricolor. Las señoras tambien usan falda clara con man-
tilla de color carmelita ó negra y la sombrilla roja ó azul [completa, tachado]
y las cintas y lazos y encajes completan el iris. Es verdad que las damas tienen
buen gusto en esto de buscar los colorines en sus trajes á la moda y que con su
gracia andaluza realzan el corte y elegancia de sus trajes y tambien es verdad
que la mayor de las veces salen á la calle de negro, como aquí, pero siempre son
su donaire inimitable. Los hom- //
bres de alta clase visten con elegancia pero en guantes, corbatas y pañuelos
rinden tributo á la estética abigarrada del comun de la nación.
La armonía del sentimiento estético obliga en todas las manifestaciones
humanas. Los placeres en Quito cuando ocurren, son bulliciosos [y si no pare-
ciera dura la palabra, diriamos que extravagantes, tachado]. Quito se entrega
á dos clases de placeres las [privados, tachado] reuniones en tertulia casera y
las fiestas de Inocentes en Diciembre. Las tertulias se hacen con motivos de
cumpleanos, que se festejan indefectiblemente so pena de mil desagrados so-
ciales, Bailes, lo que nosotros entendemos por bailes de tono; parece que rara
vez se [ven, tachado] hacen en Quito. Las comidas salpimentadas la bebida
abundante y fuerte y las danzas estrafalarias, [oci, tachado] llevan al frenesí
el buen humor. Hay una danza que llaman la Cueca, la chilena otra y otra que
raya en locura, denominada alza que te han visto: todas tres, cancanes mas
y mas licenciosos. Estas las bailan con ademanes provocativos, [bo, tachado]
sonrisas pica- / [...] rescas y miradas quemadoras, del cholo para arriba, todas
las clases sociales. Los indios son tristes y lentos en sus danzas. (Z) (Z’)
La fiesta pública de Navidad dicen que es un carnaval frenético en que toma
parte todo el mundo con juegos bulliciosos y disfraces estravagantes. El placer
con sus mil locuelas [hast, tachado] desciende de los Cielos y convierte en una
Babilonia la ciudad monacal. Parece que aquello es el excelsior [?] de las compla-
cencias humanas. Tanta fama atronadora tiene este carnaval, que [le, tachado]
nos infundió temor y en vísperas salimos de Quito como José de los brazos de
la esposa de Putifar.
cuaderno 4 139

[Meditando Por la observación cuidadosa de, tachado] El sentido estético en


potencia que origina todas las manifestaciones [arriba escrito: 2] placenteras,
emocionales y pasionales dela [pueblo, tachado] sociedad quiteña, puede[n,
tachado] [decirse que esa sociedad, tachado] compararse al de un adolescente.
El resorte [formidable, tachado] de todas las ener- //
gías en distensión [voluptuosa, tachado] formidable pone ese pueblo robusto
y sano en aptitud de saborear con entusiasmo toda suerte de voluptuosidades.
A eso debe atribuirse en gran parte su religiosidad. El amor á Dios es [una,
tachado] la forma [la, tachado] mas excelsa de la potencial afectiva. Las [natu-
ralezas, tachado] [arriba escrito y tachado ilegible] razas pasionales son siempre
[arriba escrito: de] naturaleza[s, tachado] eminentemente religiosa porque la
religion es fé y la fé es [la filosofía de las pasiones, tachado] energia trasformada
en voluntad ciega. Las naturalezas individuales calculadoras, frías, pensadoras
pueden concebir una idea abstracta de Dios, pero son incapaces de inflamarse
por ella, [con, tachado] en los ardores de un amor [fanático, tachado] heroico.
La evolución religiosa gana en la concepción de Dios, pero pierde en su amor,
mejor dicho, tiende á desaparecer sustituida por la filosofía. La religión por no
ser raciocinio sino emoción, como todas las emociones debilita á medida que
va haciéndose conciente. Las mujeres y los adolescentes la sienten mejor que los
hombres, porque, mas ricos de fluidos nerviosos, el giro de sus emociones ca-
re- [nota de pié de página: El Ecuador desde el punto de vista estético religioso
está en [...] / cen de diferenciación y sus descargas se hacen por un solo canal.
Emoción religiosa sienten con los perfumes, con las notas pomposas del organo,
con la espiral del humo del incienso, con el silencio solemne del templo, con la
luz que se descompone en las ojivas en reflejos opalinos. En el cántico de vís-
peras en esquilón de martines y en la campanada de animal que parece llamar
á la oración á los muertos, sienten como en las agonias de la luz entre paisajes
de colores enlutecidos el descenso del sol, como ante la luna que no se levanta
portadora de misterios tras de la negra serranía, como en el alto peñasco el
silencio de una noche pavorosa. La emoción artística y la emoción fisiológica
ó afectiva se confunden gratamente con la emoción de causalidad religiosa o
incipientemente filosófica. La emoción afectuosa animal es mas inconciente,
que la emosión artística y ésta es mas indeterminada que la emoción de las re-
laciones generalísimas //
del raciocinio. (Póngase esto en orden teórico)
(V- Hay muy pocas librerias. Conocimos tres: dos de colombianos la de Vi-
cente Urrutia y la de D. Ramón Calvo y una ecuatoriana, la del Sr. Moya, donde
no pudimos encontrar ninguno de los libros que solicitamos, tales como la
biografía de García Moreno, las opiniones de un Diplomático sobre Quito etc.
Pero estas librerías no tienen el caracter de un negocio lucrativo pues exepto la
primera, las otras dos pasan inadvertidas por los otros negocios que las ahogan
140 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

ó por el aspecto del local. En una cobacha del palacio de Gno está la que me
parece que es de Moya.
(W-Se encuentra talento artístico en este pueblo desde el indio escultor en
piedra cuyas obras están á la vista en las fachadas recargadísimas de los templos;
en el pueblo medio que adorna sus obras de zapatería, carpintería y albañilería
con un gusto [nota de pié de página: Los cementerios sin arboles sin flores, tristes
como la [...] / exhubernate de ojetes, bordados, tallas y cornicerías churrigarres-
cas; en el pueblo culto que adorna sus casas con paisajes, cuadros y esculturas, y
se nota en la alta clase por sus mujeres casi todas cultivan la música y la pintura
y bordan bellamente. Este sentimiento estético se percibe hasta en la música del
lenguaje comun. El pueblo es naturalmente artista aunque elemental, pero no
prospera como no [ilegible] en lo demas.
(X- Aquí, despues de Olmedo, no ha vuelto á cantar ningun bardo. Todos los
poetas son orugas. La Antología ecuatoriana de poetas tiene 684 pags y exhibe
82 poetas, de los cuales 80 son inpasables, cuyas composiciones producen el
efecto de mascar vidrio. Los otros dos son Olmedo y Pallares Arteta” (qué con-
traste). Podría mencionarse á D. Luis Cordero.
(x’ El téatro es malísimo aunque su aspecto es elegante y artístico por fuera.
Lo alumbran con petróleo; pero no sube ninguna compañía dramática que valga
la pena y no hay autores ni actores nacionales.- /
w “Aquí no hay casa, restaurante, oficina, tienda ó pieza donde no haya
un paisaje por lo menos. Eso sí no se vé paisaje sin nevado: el Chimborazo es
lugar común así en pintura como en literatura” Hay unos niños que ofrecen
en venta al estrangero vistas ideales de muchos sitios, hechos á brocha gorda.
Los niños refieren a propósito del paisaje mentiroso algun pasaje histórico
del Ecuador:
-Vea Ud. esto representa la laguna de Yaguarcocha; aquí fue donde degolla-
ron muchos indios.
-Quién cometió esa carnicería?
-Yo no recuerdo si fué Tupac ó Bolivar: como qué fue Garcia Moreno….No!
fueron los Españoles que vinieron con Hernán Cortes.
“En casi todas las casas cubren las paredes con frescos mas ó menos malos y
es de notarse que abundan las escenas de amor del género fuerte
El amor no ha [subido, tachado] pasado en este pueblo de las nociones ele-
mentales de la animalidad.
“So pretexto de representar indios y ninfas, mal / tratan el desnudo de un
modo deshonesto. La abundancia de esculturas en yeso y madera sigue en canti-
dad á la pintura aunque los asuntos son mas nobles: milogía, santos, [y, tachado]
asuntos humanos por rareza y por excepcion de índole nacional. El arte aquí es-
casea en calidad y abunda en cantidad. (Y “En las 38 iglesias por rareza se ve una
obra de merito.” Sacados los cuadros de Miguel de Santiago (que no conocimos)
cuaderno 4 141

los demas son cristos magullados y contusos horriblemente, santos demacra-


dos y diablos espantosos: tormentos de la estética, el arte y la religion” Vuelve
el genio nacional á la nota triste cuando quiere dar idea de la beldad beatífica.
Un santo de mirar dulce y semblante inefable es imposible para el sentido religio-
so de origen indígena. La idea terrible de Dios, el rigor de la penitencia espiatoria
y la displicencia por las delicias aunque sean celestiales impone al pintor religioso
tal severidad y apatía en sus cuadros que no despiertan en el observador ageno
á esa convención virtuosa la emoción ceráfica. “El //
cuadro que mejor idea dá del gusto religioso del arte en Quito es uno del
infierno que está á la Derecha al entrar á la iglesia de Sn. Ignacio: “ es un plagio
brutal del de Mig. Angel en que aparece el tormento de los organos viciosos; len-
guas arrancadas, cráneos extrangulados, entrañas cauterizadas hasta lo brutal
y estúpidamente grosero.” En lo antiguo vimos uno de gran tamaño de Jesus y
la Samaritana de 26 figuras, muy hermoso; es anónimo. =El arte moderna [sic]
está atrasadísima en pintura: no se produce sino manufactura ordinaria, sin
métodos ni aspiración y es tal el hábito manufacturero que no vale suplicar la
producción de un trabajo esmerado. En Quito todo se reduce actualmente á
copias malas. Los talleres de los mejores pintores educados en Roma no tienen
sino fotografías ampliadas y copias de oleografías ordinarias. Pero estas copias
de retratos son descuidadas en dibujo y colorido. Pretendimos traer una obra
maestra del mejor pintor de Quito, / de quien conocimos trabajos admirables de
otra época y aunque se esforzó y nos dedicó toda su buena voluntad y diligencia
no produjo una muestra digna de sus antiguas aptitudes: ha perdido la noción
de la proporción y del color. Sinembargo el tono general y la labor del empaste-
lado indica que no han sido suficientes contra su talento la falta de estímulos.
= Los retratistas de mujeres á fuerza de hacer santos lisos, han terminado por
idealizar de tal manera religiosa á sus modelos que no retratan sino hacen vír-
genes quiteñas. La pintura es relamida y sin vigor. La cuadrícula y la pobreza
han acabado por matar la pintura de Quito. Uno de los mas habiles pintores el
Sr. Melgarejo (Todo esto está muy malo: hay que reformarlo introduciendo con
orden todas las notas y cartas). Valor de las obras de arte.
(Z La música está en pañales. Hay alguna //
disposicion, buen oido y bellas voces, pero la falta de escuela, con motivo
de que las compañías líricas no llegan hasta Quito, mantiene estacionaria es-
te arte. El elementalísimo tono de los mitimaes llamado SanJuanito es lo que
forma la delicia popular. Al principio la tristeza monotona de ese aire repetido
en mil tonos en las arpas indígenas en las dulzainas del cholo y en el piano de
las damas fastidia; pero á medida que uno se atempera en Quito, esta música
va despertandole emociones indefinidas de cierta nostalgia. Seguramente se
requiere una larga adaptacion para sentir al oirla el entusiasmo que despierta
en los corazones ecuatorianos.
142 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

En Quito solo hay un parque aunqe [sic] parece que existieron otros dos en
Sn. Fracisco y en la Plaza Mayor [arriba escrito: que están abandonados]; pero el
que [ilegible tachado] conservan en el ejido al rededor del observatorio es de lo
mas bello que puede haber en Suramérica. Es un trapezoide de 58m / al frente y
200m atras por 340m y 400m á los costados. Allí hay arboles anejos, senderos
arenados, cuadros de flores preciosas, grutas de pinos tableados, senderillos
graciosos, un estanque dividido en dos partes por un puente de piedra Prados
de pastos artificiales, un montículo artificial con camino en espiral desde cuya
cuspide se domina un paisaje sin rival, un pabellon en el fondo con escalinata de
piedra donde se sienta el señorío de Quito á oir retreta los domingos y por últi-
mo hay allí un jardin botánico en que se cultivan especies exoticas. La portada
principal y las tres puertas de los costados son en elegante verja. El observatorio
con sus torrecillas, sus cupulas y cornisas embalaustradas, rodeado de una verja
ocupa el centro del ermosisimo parque. //
En cuanto Á estatuas públicas en bronce solo hay una, la del gran Maris-
cal, Á quien profesa el simpático pueblo del Ecuador Á pesar de sus resabios
coloniales, inmenso cariño. Por desgracia es una mala escultura. Aparece
Sucre de pie [con,tachado] mirando al Pichincha con [la, tachado] una mano
sobre el pomo de la espalda y la otra en actitud indicativa al sitio de su victoria.
La desproporción de las partes y lo ordinario del trabajo hacen que el viajero no
se recree ante la imagen del virtuoso malogrado Capitan de nuestra epopeya.
Más artística es la del mismo que aparece sobre el tímpano del teatro en un gru-
po de la Gloria y la Libertad, con el pie sobre el Leon Ibero y en actitud resuelta
empunando en una mano el estandarte de la República y en la otra la espada
que cortó la cadena colonial. El grupo es de yeso. [Parec, tachado] y al leon le
cortaron la cabeza segun cuenta una anecdota porque el ministro español lo
pidio por reputar aquello una ofensa á su Patria. /

[Iglesias de Quito, tachado]


(2’) Juego de Pelota

Son los ejercicios atleticos de primordial importancia para el desarrollo socio-


lógico del pueblo; porque contribuyen despues de la alimentación á desarrollar
la energía física, fuente del bienestar económico. Asegurado este comienza la
desintegracion de otras necesidades del orden moral y político. Por eso compla-
ce vivamente ver que en todo el Ecuador el pueblo tiene pasión arraigada por
el juego de pelota. [Los, tachado] Consiste este juego en [diferentes pruebas de,
tachado] arrojar una pelota pesada á gran distancia, á cierta altura y en deter-
minada direccion por medio de fuertes raquetas de cuero que se manejan con
el brazo derecho. [Los mas hábiles arrojan la pelota á 200 m de distancia, tacha-
do] Este ejercicio forma la parte fundamental del juego, pero mediante ciertas
cuaderno 4 143

convenciones entre dos ó mas partidos en que la habilidad y la fuerza se ponen


á prueba, se hace interesante y sumamen- //
te divertido, hasta despertar la mas viva de las pasiones populares del Ecua-
dor. Por él se olvida el amor, el licor y el trabajo. En todos los pueblos el comun
tiene un ejido plano para el juego de pelota: en todas partes del mundo la parte
mas plana de una localidad se destina á la plaza en la edificacion de un pueblo;
pero en el Ecuador se reserva para el ejido. En Quito, por ejemplo, [todos, tacha-
do] los que no están en el secreto del cual es la grande afición del pueblo se pre-
guntan cómo es que la edificación se desborda por laderas y barrancos y respeta
la hermosa planicie que demora á espaldas del observatorio. Los niños andan con
raquetas tan grandes como una férula y habilitan de pelota un corcho, una bola
de trapos, cualquier cosa y van ejercitandose [cuando, tachado] á todas horas.
Se encuentran dos en cualquier parte y con una mano se tienen los calzones mal
[asegurados, tachado] fajados á la cintura y con la otra / reciben la improvisada
pelota que se arrojan mutuamente. [Nada, tachado] No hay hombre del pueblo
en el Ecuador que ignore el juego de pelota y hay algunos tan diestros que la
arrojan á 200m de distancia ó por encima de la torre. Nada hay en ese pais que
deba llamar mas la atención del viajero observador que esta afición popular. Ella
implica la regeneración física de esa raza, fuerte, amable, inteligente y virtuosa.
En esa [ejer, tachado] pasión por los ejercicios musculares confía el sociólogo
la redención positiva y segura de aquel pueblo llamado á los mas altos destinos
en el futuro; y el político cuitado [sic] cuenta con ella [para, tachado] como la
mas poderosa auxiliar para el establecimiento del derecho. Afortunadamente
los interesados en mantener embrutecido al pueblo no se han [caido, tachado]
apercibido de que las expansiones físicas únicas que le[s, tachado] han dejado
[al pueblo esclavo, tachado] en su esclavitud, seran la reivindicadoras //
del[añadido: a] [porvenir, tachado] libertad en el futuro no lejano: [El, tacha-
do] ignoran que el movimiento de los pueblos solo puede detenerse [encerran-
dolos, tachado] envolviendolos en un círculo perfectamente cerrado, porque
las actividades se trasforman [pero, tachado] para cumplirse en otra dirección.
El pueblo que no puede pensar, ni trabajar, ni aspirar á los premios sociales,
para que no sea siempre un criado imbecil hay que prohibirle el juego de pelota.
En comprobación de esta teoría de la transformación de las energias sociales, es
digno de notarse que al pasar la línea que [separa, tachado] limita por el norte
el reinado de la aristocracia, el juego de pelota pierde su condición de ejercicio
atlético para convertirse en puro entretenimiento de destreza con bolas pequeñas
casi abandonado en los hábitos populares, á pesar del contagio de costumbres,
[y,, tachado] herencias de raza [y, tachado] é influencias tiránico-religiosas que
se [ven en, tachado] ejercen en la frontera. /
//
Ag 3/1898 (1)
144 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

La cuestión económica. Orden Social

Es muy cómodo ser dueño de una hacienda en el Ecuador. Los dueños de predios
además de ser ricos son personas de alta posición social y política, es decir que
gozan de mil consideraciones de parte de los demás individuos del agregado y
tienen en sus manos un gran poder. Las consideraciones de que con objeto pro-
vienen principalmente de que son ricos, aunque ellos y los que se las prodigan
digan que es porque son buenos. Y son ó se han hecho buenos. Es natural, el
hombre acomodado puede cultivar su espíritu y suavisar su carater. El poder
proviene de que ellos son la cúspide de la pirámide social y por ellos pasa la re-
sultante de un agregado de fuerzas dispuestas de tal manera que la estabilidad
del conjunto no se altere ó que no haya movimientos interiores. Mejor dicho la
sociedad ecuatoriana es aristocrática. Las clases sociales no / tienen renovación.
- Las sociedades democraticas tienen sin duda clases selectas, pero estas vienen
luchando desde la base por conquistar las alturas y las [riqueza implica, tachado]
consideraciones [porque, tachado] son resultado del talento del trabajo y de la
virtud. Tanto se equivocan contra las leyes sociales los que pretenden allanar
las eminencias sociales como los que creen que eso puede y pretende la Demo-
cracia. La sociedad es una especie de anfiteatro cuyos escalones sucesivos son
mas y mas suaves comodos y lujosos, desde la piedra tosca hasta el rico y muelle
cojin, al acceso de todo el que por sus condiciones inherentes pueda escalarlos.
La igualdad democrática consiste en que todos los hombres tienen derecho á
colocarse en el puesto que le permitan sus merecimientos, es decir, que tienen
libertad de adquirir por igual esos merecimientos. Las clases sociales existen
por fuerza seleccionaria pero ellas no gravitan unas sobre otras en //
(2)
la yustaposición democrática: el[a, tachado] [ca, tachado] orden superior no
oprime sino que estimula al inferior. El movimiento de corrientes ascendentes
se cumple constantemente y la corrupción de los [sic] masas inmóviles no so-
breviene. La justicia se enseñorea en el equilibrio del agregado, como fuerza
natural de perfeccionamiento.
La pirámide aristocrática no es un simple anfiteatro, es una verdadera cons-
truccion por capas ó hiladas yuxtapuestas, de modo que las que están debajo
soportan el peso de las que están encima, con la circustancia en oposición á toda
ley de equilibrio, que los elementos inferiores son [los, tachado] mas débiles que
los superiores. [Hay en, tachado] Obran sobre este [artificio, tachado] agregado a
cambio de fuerzas naturales qe mantengan el equilibrio, artificios en lucha con
el movimiento, tendentes á imponer la estática. [Se sabe en efecto que los hom-
bres del, tachado] Los indios forman la primera hilada de la pirámide social en
el Ecuador; sobre los in / dios están los mestizos; sobre los mestizos los blancos.
El indio para trabajar la tierra, el mestizo es el artesano y el blanco es el amo que
cuaderno 4 145

está sobre el artesano en virtud de la ley de carcel por contrato no cumplido y


sobre el indio en virtud de la ley de conciertos.- Todo en esta sociedad obedece
á la conservación de este orden de cosas impuesto por la conquista. Solamente
hay una excepcion que es el juego de pelota. El interes de la alta clase prima en
todas las manifestaciones de la Nación.
En primer lugar quienes constituyen la alta clase? Como signo generalísimo
hemos dicho que los blancos; pero esto tiene subdivisiones: los hombres ilustra-
dos y los propietarios. Puede haber reunión de estas dos condiciones, pero lo que
constituye la eminencia es el caudal y no el saber. Entre unos y otros la cúpula
de la pirámide la forma el clero. El clero es instruido, mejor dicho //
(3)
ve claramente cuál es su posición y en qué consiste, y por esto es ademas
propietario [arriba escrito: y es el mas rico propietario del Ecuador. -] La clave
conciente de este artificio social es el clero. De ahí proviene la filosofía [arriba
escrito:pseudo]religiosa [ó pseudoreligiosa, tachado] de la organización. Afecta
caracter sagrado esta filosofía, ápesar de oponerse al orden providencial, por el
mero hecho de estar sustentada por el sacerdocio y por los medios religiosos de
qe ellos disponen. Si en la administración de los sacramentos se practica, si se
predica en la cátedra del Espíritu Santo, y si se consigna en las cartas pastorales
aunque agena á toda noción [religiosa, tachado] de justicia y caridad, [arriba
escrito: ni] por vía de nomenclatura debe llamársela cuestión religiosa. [Conste,
tachado] Si para Dios todos los hombres son iguales, si para Dios la riqueza y el
orgullo de los afortunados de la tierra no valen nada, conste que la teoría aris-
tocrática no puede ser teoría religiosa. [Sobre ella se puede discutir sin merecer
premio ni castigo, como si se tratara de matemáticas, sino en / cuanto se haga de
buena ó de mala fe. No basta demostrar que dos y dos no son cuatro, es preciso
ademas comprobar que quien tal sostiene lo hace con fin dañado. Los que tienen
á su cargo la calificación de las intensiones pueden sensurar [sic], tachado]
El clero seguramente guiado por ideas [mas que, tachado] erróneas de orden
social, habituado á la yuxtaposición impuesta en el mundo por la fuerza bruta
de la tiranía durante largos siglos, á la cual ha servido y de la que se ha benefi-
ciado, cree que ese es el orden providencial. Esto esplica el apoyo que en todo
tiempo le ha prestado.
El orden social antes de vislumbrarse el derecho era el impuesto por el poder
del mas fuerte. Era lo natural: la sociedad humana no conocía mas excelencias
que la del valor físico.//

Orden social. I.

En las sociedades como en los individuos el desarrollo físico prima sobre los
demas desarrollos. Lo primero es la formación del organismo fuerte, despues
146 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

por desintegraciónes sucesivas de las diferentes funciones de los organos vie-


ne el desarrollo intelectual y moral. La Naturaleza en todas las cosas impone
el crecimiento: las plantas y los animales antes de entrar en otras funciones se
fortalecen. El niño instintivamente trata de ser fuerte ejercitando en constante
movimiento sus diferentes organos, y la primera idea de excelencia la adquiere
por comparación entre lo mas grande y lo mas pequeño, [entre lo, tachado] des-
pués entre lo mas fuerte y lo mas debil y luego entre lo mas valiente y lo menos
valiente. A un niño no se le oirá decir fulano es mas fuerte que perensejo, antes
de que haya repetido mil veces que este es mas pequeño que aquel. La nocion de
fortaleza es mas compleja que la de magnitud y la de valor es mas que la
de fortaleza. Cuando el niño dice que su padre es mas valiente que un soldado
ha pasado por grados sucesivos de la idea de magnitud á la idea de fuerza y de
[la, tachado] esta a la de energía.
[De la misma, tachado] Segun el mismo proceso las sociedades se consti-
tuyen y clasifican al principio por la noción de fuerza. La defensa las agrupa
y las fortalece y las nociones de fuerza y valor son las determinantes de las
excelencias sociales. En las sociedades primitivas [e, tachado] los mas fuertes
y los mas valientes son los selectos. La aristocracia tiene su origen en el valor
físico. El prestigio inveterado de los fuertes costituye las castas privilegiadas.
Ellas toman toda la parte que quieren en la soberania, mejor dicho toman para
sí la mayor parte en perjuicio de los demas individuos de la agrupación, quie-
nes de buen grado delegan en aquellos su derecho en los primeros momentos;
pero cuando el desarrollo físico de los de abajo los hace envidiar á los de arriba
comienza con la idea de derecho la noción revolucionaria y la conjugada idea
de prescripción en los de arriba: es preciso defender [el orden social, tachado]
las diferencias establecidas por la fuerza con algo que los justifique cuando la
fuerza es patrimonio de todos. La prescripción divina como autora del orden
social se opone á la primera noción de derecho.- Este nuevo supremo / elemento
del orden social tiene profundas y arraigadas variantes en el espíritu humano
persistentes por muchos siglos. “Dios, así lo dispone” es formula diamantina
dificilisima de atacar. El espíritu religioso del hombre primitivo [del hombre,
tachado] la acepta por luengos siglos sin discusión; pero tocante ya á una facul-
tad superior, en el desarrollo lento de la psicología popular tiene á la larga sus
puntos débiles que es preciso reforzar por métodos irresistibles para la epoca
y no falta un [San Agustín, tachado] filosofo cristiano que le dé forma relativa-
mente científica ala defensa del orden social de[añadido:l] [la fuerza fundada
en la voluntad divina, tachado] Estado teocrático. La formula con todo sufre
profunda modificación, consistente en hacer del orden social escabel de la Igle-
sia: no es el Estado institución divina sino en cuanto le sirva á la Iglesia á fundar
su [reino [Todos los cristianos debe obediencia al Gobierno, tachado] o mejor en
cuanto dependa de ella, pues Dios confio á Pedro el gobierno [espiritual, tachado]
cuaderno 4 147

de la Cristiandad y este encomendó de lo temporal á los príncipes. Como todos


los hombres deben ser cristianos, el gobierno de los infieles tienen obligacion de
reivindicarlo los principes cristianos. Esto esplica la intervención del Papa en la
adjudicación de las colonias americanas á la Corona española. Está cesión de
soberanía está apoyada en precedentes históricos tales como la legitimación del
Gobierno de Constantino en cuanto se hizo cristiano. y la coronación de Carlo
Magno. El derecho divino irrevocable de los reyes de España sobre estas naciones
es cuestión de actualidad en el Ecuador. La legitimidad de D Carlos de Borbón es
por el mismo motivo inegable, tanto al cetro español como al dominio del Ecua-
dor. Como esplicar á García Moreno?, al margen izquierdo una línea horizontal
y texto: política]
El sistema teocrático justifica de modo perentorio el orden social aristocrático
que los nobles [gru, tachado] disfruten del primer puesto social por tradición.
Ellos recibieron sus ejecutorias de manos del Rey en el nombre de Dios. Los pri-
vilegiados nobiliarios son por consiguiente sagrados. La Iglesia ha podido por
fuerza mayor consentir en algunos paises en la anulación de aquellos privilegios
pero no por esto [se, tachado] ha derogado su influencia defensora de ellos ni ha
renunciado al patronato del poder secular, donde la influencia revolucionaria no
ha sido fuerza mayor.- (Revolucion) Para que la iglesia suscriba la Democracia
es preciso darle á la revolución todo el lujo de fuerza de que es capaz: hay que
extremarla hasta sus últimas consecuencias: la lucha á medias hace crónica la
lucha é inveterado el desequilibrio.- //
(5)
El clero lucha en cuanto tenga fuerzas para luchar por el poder temporal:
en esta lucha es posible vencerlo y se le ha vencido mil veces y es de obliga-
ción moral vencerlo. Desgraciadamente el torneo se propasa generalmente al
terreno espiritual donde la Iglesia es invencible y allí sufrimos los liberales
vergonzosas derrotas.
El clero de los paises donde tiene asidero la Edad media defiende las institu-
ciones aristocraticas por las anteriores razones.
La teoría científica del Derecho popular, debil y contemporizadora en su largo
proceso, ha obtenido en los tiempos actuales su completo y franco desarrollo.
No puede ufanarse sinembargo del señorío absoluto. A causa de la lentitud del
desarrollo psicológico, la teoría científica sufre la humillación de ser discutida
todavia en los centros mas ilustrados del mundo. Ha sido preciso un proceso
de siglos para que el [mun, tachado] derecho pase del agregado militar, que lo
absorbia todo, primero á las castas privilegiadas y luego a los individuos me-
diante un desarrollo filosófico al parecer especulativo desde los escolásticos y
los racionalistas hasta los positivistas de la actualidad. Las escuelas se han suce-
dido, la evolución mental se ha cumplido en todas sus faces empirica, metafísica
y científica y todavía existen pueblos (la mayor parte) en los cuales la idea del
148 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

derecho hecha sentimiento apenas impulsa á los hombres selectos, aunque la


obra de estos conste en sus intituciones [sic] políticas.
No es pues sorprendente que en el Ecuador, pueblo retirado de las corrientes
modernas prive todavía la filosofía política y social de la Edad media. Allí hay
nobleza; allí hay estado eclesiastico con todo los fueros consuetudinarios del de-
recho canónico y allí hay plebe con todos los pechos que los [sic] dos jerarquias
sociales le tenian impuestos antes de la Revolucion.
Es preciso que nos detengamos á esplicar cómo está constituida en el Ecua-
dor la pirámide social, para que se vea que allí no ha hecho extragos los aires
revolucionarios.
La gente noble, aunque no usa los títulos en su tratamiento, lo es por herencia.
Los señores del Ecuador son ó se dicen ser descendientes directos de los enco-
menderos españoles. Holgazanes y orgullosos cuentan todavía con los tributos
del pueblo bajo, [los, tachado] indios conquistados por sus mayores para sostener
el lujo de su rango. Cuentan en sus haciendas ó señorios ó encomiendas here-
dadas, por centenares los indios ó esclavos de concierto y los tratan á látigo y
los explotan como legítimos y crueles amos. Están disfrutando con el consen- /
timiento de las instituciones escritas y con la defensa de la filosofía religioso-
social predicada por el clero en los púlpitos y difundida en panfletos y pastorales
y sostenida por el ejemplo y el consejo.
La mescla social ha sido imposible por procedimientos legitimos. El despre-
cio con que miran á las gentes de color es soberano y soberano es el desden con
que tratan á los plebeyos y aunque sean blancos. Los hombres tratándose de
las hijas del pueblo y en esta clase incluyen á todas las mujeres por educadas y
cultas que sean, con la mas grosera amabilidad y la mas corruptora confianza.
La sanción no existe para ellos y por eso hacen alarde de los mas estúpidos pla-
ceres. Invulnerables como son han impuesto tan licenciosas costumbres que el
extrangero llega á pensar que aquel es un pueblo mal inclinado por naturaleza.
Y en su perversión moral llevan el escarnio á sus propias señoras, recatadas y
virtuosas por naturaleza. Las calumnias que propagan contra las mujeres de la
alta clase son de tal naturaleza absurdas que un ligero análisis las desvanece. Sin
estímulos de mejoramiento, son ociosos, decadentes, desdeñosos del trabajo, no
gustan de viajes, de estudios ni de embellecimiento moral: no cultivan ninguno
de sus aspectos personales y caminan entre placeres brutales rapidamente hacia
la mas deplorable invecilidad. La mujer de la alta clase social de Quito participa
de los defectos inherentes á la posición artificial que ocupa, pero parece que
está llamada por sus [es, tachado] virtudes á conservar en el próximo desastre
las tradiciones de la cultura de esa sociedad digna de sobrevivir sin el regimen
nefando que hoy la prostituye. En otras partes. -
En estas condiciones la vida social en el Ecuador es esteril. Las corrientes
civilizadoras del pensamiento son tenues ó nulas, promovidas como deben serlo
cuaderno 4 149

por las clases selectas La ciencia, las artes, la literatura, las manifestaciones todas
de la inteligencia no florecen entre la nobleza. Ella vive con su orgullo estúpido,
se alimenta con la sangre de los indios y hace alarde de fanatismo religioso por
instinto de conservación, acaso sin apercibirse de que en ello estriba su fuerza
como entidad tradicional de un sistema proscrito.
El clero procedente ora de esta clase ora de los antros carlistas de España es
como la Nobleza propietario de grandes predios, dueño de numerosos //
(6)
conciertos de indigenas y usufructuario de preeminencias [mas, tachado] que
rayan en idolatría. Fuero en la legislación inmunidad social y poder inmenso,
ilimitado y abusivo, hacen de este gremio el verdadero soberano del Ecuador
que sostiene en alto á la Nobleza y pisa con planta ferrea la serviz del buen pue-
blo. Sin contrapeso en el orden social el Clero ha sido lo que le ha placido ser,
desde simple aficionado á toda clase de complacencias animales hasta poderoso
dispensador del oleo que intituye divinos [de, tachado] a los gobiernos [civiles
civil, tachado] dislocados de la tradicion teocrática. Como nobles imitan á sus
parientes, como propietarios no les van en zaga y como representantes de la
conquista son los mas fervorosos sostenedores de la Escuela tradicionista. Puede
decirse que en el clero ecuatoriano (salvo honrosas excepciones que valen por
toda la cleresía) se deposita, se conserva y se cultiva la idea y la clave del sistema
aristocrático del país.-
[En que consiste, tachado] Allí como aquí se diferencia el clero nacional del
clero extrangero solo que allí las diferencias son en la mayor parte favorables al
segundo, mientras que aquí sucede lo contrario.
[con corchete en el margen izquierdo: donde la Democracia tiene vida, la
Aristocracia lucha haciéndose útil en la ciencia, en la industria, en la filantropia,
en la caridad por no perder su alto puesto; pero en el Ecuador solo esgrime las
ventajas odiosas de la conquista.] /
//

Documento 3.

Gramática Chibcha
Extracto de la del S. E. Uricoechea

Cap. I. Ortografía.

No hay alfabeto (Sin embargo, existen las palabras leer y escribir, “ioquec
zeeubunsuca” y “bchihiscua”.)
No hay l ni d, y la r es ere siempre Y=EI o IE=E=I
150 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Cap II. Pronunciacion.

Z=Fh (fuerte)
Ch= Ché francesa
E,I=(EI)=Y
H aspirada, como J débil.
PQ unidas, cuando están enmedio de dicción y seguidas por C o por P,L

Cap III. Nombre

No tienen genero ni número; pero se declinan en genitivo de posesión, cuan


/ do terminan en a. Ejemplos:

Munuycea, el hombre;
Muyse-cubun, la lengua de los hombres;
Paba, el padre;
Pab-ipeu que, es de mi padre
Chuta, el hijo;
Chuty qui, la mujer del hijo
Ze pabu chuta, hijo de mi padre.

Todos los nombre [sic] acabados en e tienen el genitivo suprimiendo la e, así:

Sue, español
Su-cubim, lengua de español

Algunos nombres acabados en a hacen el genitivo en as, como cha (varón),


chas (chas que, casta de varón); guecha, tio materno, guechas güi, la mujer del tio.
El plural de los nombres se entiende por numerales adjuntos o por el número
del verbo que rigen, así: //

Muysca bosa, dos hombres


Muysca inae abycine (forma plural de estas)

Cap IV. Pronombres

Sustantivos: Adyacentes:
Yo- Hycha Ze (zehohosa, conmigo)
Tu-Mue Um (Umbohoza, contigo)
Aquel (El) Asy A (Abahoza, con él)
El (ése) ysy
El (éste) sisy
cuaderno 4 151

Los adyacentes son posesivos, antepuestos á los nombres como:

Ze-boi (mi manta), chi boi (nuestra manta), mi boi (vuestra manta), a boi
(su manta).
Tambien se hace la redundancia equivalente a “Yo, mi”, “yo, contigo”: Hycha
ze boi, Hicha ze bohoza, etc.
El ze posesivo equivalente a mi, mio, se reemplaza por i antes de ch, n, s,
t, x, z, como: ichuta, mi hijo; inyguy, mi hermano; izioma, mi legaña; izisquy,
mi cabeza. /

Son pronombres adyacentes en ciertos casos de sintaxis, los siguientes:

Yo- (Cha) correspondiente a Hycha


Tu- (Ma) “ a Mue
Nosotros (Chi) “ a Hycha
Vosotros (Mia) “ a Mue

Cap. V Verbo ser= Guensuca

No tiene sino presente (gue) y futuro (nga):

Yo soy, era, fuí y había sido: Hycha gue


Tu eres, eras, fuiste, etc. Mue [ilegible tachado] gue
Aquel es, era, fue etc. As gue [ilegible tachado]
Nosotros somos, eramos etc. Chie gue [ilegible tachado]

Vosotros sois, erais etc. mie [ilegible tachado] gue


Aquellos son, eran etc. As gue
Juan es etc. Juan gue
Yo seré Hycha nga
Tu serás Muenga
Aquel será As nga //

Nosotros seremos Chie nga


Vosotros sereis Mienga
Aquellos serán As nga
Pedro será etc. Pedro nga

El subjuntivo se hace agregando al pronombre la partícula sa o san


Si yo fuera= Hycha san
Si tu fueras= Mue san
Si el fuera= As san
152 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Si vosotros fuerais= Mie san


Si ellos fueran= As san
Yo soy? Hycha ua, en presente
Fueres? Mue ua, “
Sere yo? Chan mua, en futuro
Seras tu? Muen nua

Yo no soy- Hycha nza


Tu no eres- Muenza

No seré yo- Hycha nzinga


No serás tu- Muenzinga /

Cap. VI. Subjuntivo de No ser

Yo no soy Hycha unza


Tu no eres Muenza

No seré Hycha nzinga


No serás Muenzinga

Cap VII. Conjugación

Hay dos verbos, en scua y en suca.


Hacer=Bquyscua

Yo hago= Zebquyscua
Yo hice= Um bquyscua
Tu hiciste= Ze bquy
El hizo= A bquy

Yo haré= Ze bquinga
Tu harás= Um quinga
El hará= A bquynga //

BQUYSCUA

Quica= Hacer

Yo hago o hacía- Ze bquyscua


Tu haces o hacías- Um quyscua
cuaderno 4 153

El hace o hacía- A bquyscua


Nosotros hacemos- Chi bquyscua
Vosotros haceis- Mi bquyscua
Ellos hacen- A bquyscua
-
Yo había hecho- Ze bquy
Tu habías hecho- Um quy
El había hecho- A bquy etc.

Yo haré- Ze bquynga
Tu harás- Um quynga
El hará etc.- A bquynga

Has tu=Quyú- Haced vosotros= Quguva.


Que Este yo haciendo= Cha quisca
“ Está tu haciendo= Ma quisca Ma quysca
“ Esté aquel haciendo = Quysca /

Cap X- Verbo negativo

Se forma con el afirmativo, agregando la particula Za o Zynga


Ejem: Ze bquyscua-za= Yo no hago
Ze bquyscua-zanan= yo no estoy haciendo

Cap. XI Interrogaciones

Se forman poniendo al fin de la inflexion verbal el verbo sustantivo interro-


gativo ua, como A bquy-ua= Ha hecho?

Cap. XII- Verbos anómalos

Estar viniendo- Ixyquy


Viniendo yo- Ixyguyman
Yo el que vengo- Cha xyga
Venir- Zemnyscua
Yo llevo o llevaba- Bxy
Traer- Bsoscua
Trae tu- Soco
Taiga [sic por traiga] yo- Chas suca //

(11)
154 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Yo el que traigo- Chasonga


Yo el que traje- Chabaca
_

Yo [traigo, tachado] digo- chahasugue


Tu dices- Ma hasugue
El dice- No hosugue
Yo el que digo- Cha hasca
Yo el que dije- Cha haia

Libro 2º. Cap. I

El Nombre

Los adjetivos según al sujeto; Muysca cho, hombre bueno


Los pronombres lo preceden; v.g: Lis [?] muysca, as muysca- este o aquel indio
Los participios tambien preceden al sujeto: Uca muysca= hombre viniendo.
Los numerales lo siguen: Muysca ata, boza, mica etc= 1,2,3…hombres. To
ata, to boza, To mica= 1,2,3…perros. /
Para adjetivar los sustantivos se le suele añadir la partícula quin:
Quyhye, [sarna?, tachado] barba, quinhyequin= [sarnoso, tachado] barbado
Iza, zarna, Izaquin, zarnoso.
Para adjetivar los participios se les agrega la palabra mague (tu [ilegible ta-
chado] siendo) Apquyhyzyn (cosa blanca) Apguyhyzyn mague, hacerse blanco.
Estos adjetivos se usan como sustantivos y se conjugan como verbos, v.g:
1º. Apquyhyzyn mague [arriba escrito: boi] (sugeto) [boi, tachado] soco (atri-
buto) Blanqueada-manta (sugeto) soco (dame)
2º. Apquyhyzyn maguenan o maguensan, si fuere blanco o blanco siendo.
Para pedir razón del modo de ser se agrega al participio mague (tu siendo)
la partícula ne, así:

Hac- [m, tchado]aguen- um-taban-magueme


Por qué-siendo-Tu mezquino-

Para negar se agrega al participio //


(12)
adjetivado la forma negativa za, así

Hychan-ita banza
Yo yo mezquino no
cuaderno 4 155

De este modo se conjugaría el verbo “No ser mezquino”:

Hychan itabanzynga= No seré mezquino


Um tabanzaca= Tu no eres mezquino etc

El nombre fuiza (plenitud) ofrece en su empleo ciertas peculiaridades que


caracterizan la índole del chibcha:
Pospónese siempre a la sustancia o cosa a que se refiere y forma con ella un
sustantivo. Los sustantivos abstractos aislados en los que aparece la idea de ple-
nitud suelen terminar en e, en vez de a: fuiza, fuize, fuiz:

Choe-Fuiz inae azucune


Bueno-todo-allí-esta
Todo lo bueno está allí /

Ipcua fuizua?= Ipena fuiza gua


Qué todo son=Qué son?

Xie fuizua?
Quienes son todos?=Quiénes son?

Xie fuiza uea?


Quién todo vienen= Quienes vienen?

Xie fuiza ina zuza?


Quien todo all´está?= Quién más está allí?

Ipeva-fuiza ma baza=
Qué todo tu traes= Qué nos trajiste?

Ipeva guiza nquynga


Qué todo se hará= Qué más se hará?
----
Los participios sustantivados conjugables, de que se viene tratando, cuando
provienen de verbos finitivos (los cuales representan cosa ya acabada, como:
aquine, hecho está y aquinza, no está hecho) tienen la misma construc- //
ción que los participios de los comunes y admiten en la conjugación de que
son suceptibles, los pronombres cha, ma [org, tachado] y pue-

[Chitapeu (cosa caliente mía), tachado]


[Mistupena? (cosa caliente mía), tachado]
156 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

den cambiar la sílaba final ca, peua por gue, v.g:

Chitupeua- [cosa, caliente] caliente


Chachitugue, estoy caliente
Chu chitunza, no estoy caliente

Son sustantivos de esta precedencia:

Chitupeua= cosa caliente (Calor?)


I Chichupeua= cosa fria (Frio)
Sotupeua= cosa pequeña (Pequeñez)
Iotupeua= cosa mojada (Humedad)
Guespeua= cosa semejante (Semejanza)
[Cp?, tachado] Cuhupeua id id
Huistupeua= Cosa grandecilla (mediania)
Anupeua= Cosa mediana (medianía)

Los cuales aceptan el pronombre Cha y la terminación que (ser o estar), v.g:

Superlativos

Se forman agregando in: Cho (bueno) choin (muy bueno) [arriba escrito: boní-
simo] . Si el adjetivo termina en a se pierde esta para formar el superlativo: [Cl,
tachado] cuhuma (grande), cuhumin (grandísimo).
El aumentativo se forma como en castellano, anteponiendo la palabra hata
o hataca que quiere decir muy: hata-cho: muy bueno; El superlativo máximo se
forma así: Cho (bueno), Choin (bonísimo), hata cho in (muy bonísimo)
Superlativos de adjetivos verbales como blanqueado.
Apquyhizyn maguenan: blanqueado.
Apquyhizynz ynapuyquyn= blanquadísimo Ynapuyquin, como modifica-
tivo del adjetivo, significa intenso; como modificativo del sustantivo, signifi-
ca muchos.
Muisca ynapuyquyn= muchos hombres //
En los adverbios y preposiciones adverbiales el superlativo se hace suprimien-
do la a final y reemplazandola por la terminación ia vg:

Anaca, anaquia=
Choc, choquia= muy bien
Zuhuca, zuhuquie= gusto, mucho gusto
cuaderno 4 157

Comparativos

Preposiciones aumentativas:

Qui hyca → Quihye, Quihys


Qui hysa
Qui hycaia }= mejor o peor
Quihy saia

v.g: Juan gue { quihye


{Quhys
{yquihye zuna
Juan gue ys quihycai zona
Juan es mejor o peor

Otro caso muy general de comparacion: Pedro aquyznz, Juan quihycai azone
Pedro (es) malísimo, Juan (es) peor /
Comparativos de cantidad o número se hace con los verbos [arriba escrito:
ycungue, ycunga yscunza, yscungue] yscunza, yscunzynga (presente y futuro del
verbo {yscuncun= ser más}, así:

At-unza (Ata unza), Boza-unza) etc.


Un y mas (mas de uno), Dos es más (Mas de dos) etc.
Ata gue (no es mas de uno), Bozugue (no es mas que dos) etc

No ser tanto se dice Yzquinza, así:

Yspuic choc agueza; ysquie achucuza }=


Es mas bueno no mas; id id

No es tan bueno como eso


Un-quie semucanza | A-iquie choc agueza
Tu no eres sabio | El no es bueno tanto

Genitivo de posesión

Pedro bo[y, tachado]i: la manta de Pedro


Pedro bo[y, tachado]i gue: la manta es de Pedro
Pedro chuez ahuquy
Pedro hijo de vino= Ha venido el hijo de P.
158 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Muysca, Paba (Hombre, Padre), por eso terminados en a, hacen el genitivo


muyse, pab o cambiando la a por u: pabu, v.g: //

Z-pabu chuta gue


Mi-padre de hijo es
El hijo es de mi padre.
Ze-pab ipena gue

Mi padre qué es-Uricoechea traduce:


Mi padre cuyo es= Es de mi padre
I-chuti güi= la mujer de mi hijo

Otra formación especial del genitivo así: para cha (macho) y Guecha (tio
materno) se pone chas, guechas
Chas gue (la casa del varon, Chas guaia (la madre del varon)
Los nombres de dos o tres letras acabados en e pierden esta letra, así:

Ie (el humo); I-ie: Humo del humo o camino del humo o chimenea

Zie (múcura); zi-uhuea= Oreja de múcura


Sue (español); Zu-eubun=lengua de esp.
Sue fucha: la mujer española
Su fucha: la mujer del español /

Pronombre

1° Z = Mi v.g: aba, zaba; yba, zyba; uba, zuba


2° guaia, zuaia; gue, zue
Guasgua, zuasgua: mi muchacho.
3° Ioqe, zoque = mi papel
4° En poder de quien = Huina, zuhuina = en mí poder.
1° A = de él v.g: Uba, oba = Su cara
Upeua, opeua = su ojo
Uque, oque = su imagen
2° Yba, aba = Su cuerpo
Yta, ata = Su mano
3° Cosa suya = Ipeua, epeua = cosa de él
1° Um = m= tu v.g: Aba, maba = tu maiz
Yba, myba = tu cuerpo
Uba, muba = tu cara
cuaderno 4 159

2° Guaque, muaque = tu pariente


Guaieu, muañeu = tu madre
3° Huina, muhuina = En tu poder

Pronombre personal
1° Guahaicansuca, muahaicansuca
“ - aborrece[m, tachado]rte //

Guahai[arriba escrito: an]msuca, muahaiasuca = perderte


Guahusansuca, muahansansuca – llorarte ó gemirte [p, tachado] o gemir por tí.

2° Huscua, zuhuscua = yo vengo


Hyzegoseua, Zyhyzegoseua = yo orino
“ Myhyzegoseua = Tu orinas
3° Bquyseua, umquyseua = Tu haces
Biaseua, miaseua
Biohotysuca, miohotysuca
Unyseua, Emnyseua = yo llevo [revisar, P. 151]
“ , Umniseua = Tu llevas
4° Cha, Ma solo se juntas a nombres propios y participios:
Ma muysca = Eres hombre
Cha muyse = Soy hombre
Ipeua maquysea2 = Qué tu haces?
Cha quysea magueza = Yo haciendo nada
5° Chia, Mia, cuando son sujetos ([Yo, tu, tachado] [arriba escrito: nosotros,
vosostros] no se juntan sino con nombres, v.g:
Chia muysca gue = [Yo, tachado] Nosotros hombres [ilegible]
Nosotros hombre somos /
6° Chi, mi no se ponen ante los participios de plural, cuando dichos pronombres
deberían aparecer como sujetos.
7° Hycha, chie se juntan con el verbo [palabra incomprensible. P. 152] segunda
persona sobre quien recae su acción, v.g:
Xico mue guitua? = Quien te azotó
Pedro gue hycha guitua = Pedro es yo azotó
----
8° En las cosas del cuerpo se pone cha en vez de chi que corresponde, v.g:
Cha puyquy, en vez de Chi puyquy
[Nuest, tachado] Nuestro corazón
9° El pronombre ma (tu) suele ateponerse al participio de tercera persona:
Ma quisca – Ma quyia
Tú, el que hace – Tu, el que hizo
160 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

10° Tambien suele ponerse con otras formas verbales de tercera persona, como:
Ie ma bsoscuaza = No come nada
Nada tu, come no //
11° Tambien en verbos de segunda persona suele ponerse ma en vez de um, v.g:
Abas ma zyzynga, en vez de abas um zyzynga = No lo codicies.

Otros pronombres personales

Zitas = Yo mismo – Chitas = Nosotros mismos


Mitas = Tú mismo = Vosotros mismos
Atas = El mismo = Ellos mismos
Channyca El mismo; que se pone con Yo, tú, él: icha channyca, mue
channyca [signo de etcétera]
Pedro channyca = El mismo Pedro.
Zepaba channyca = el mismo [arriba escrito: mi] padre
Huyza, propio, se diferencia de channyca en que solo se usa en genitivo de po-
secion: zepaba huyza = mi propio padre.
Zepquy quyn [Revisar. P. 153] = por mí mismo
Um quy quyn = por ti mismo
Apquyquyn = por el mismo [signo de etcétera] v.g:
Zepquyquyn ze-mucane = [Por mí mismo yo, tachado] Por mí mismo yo supe = /
Zepquyquyn ina Abquyquyn ahuquy
Yo por mi mismo fui El por sí mismo vino
Inuc equivale a zepquynyn, Abquynyn; pero se usa sólo con verbos
neutros, así:
Inuc z-uhuquy Inuc a-na
Yo mismo me vine El mismo se fue

Cuantitativos

Ata: Uno | Fa: Seis


Boza: Dos | Cuhupcua: Siete
Mica: Tres | Zuhuza: Ocho
Muyhica: Cuatro | Aca: Nueve
Hizca: Cinco | Upchihica: Diez

Fie= Mucho

Al referirse estas palabras a sustantivos o a personas de verbo, se les anade


una n, excepto para el verbo Gue: ser
cuaderno 4 161

v. g: Muysca atan ana; Muyca bozan ahuquy


Hombre uno se fueron; Hombres dos vinieron
Muysca fien ana; Ata gue = Uno es
Hombres muchos se fueron Fie gue = Muchos son //

Se observa que en vez de n se agrega c, [además de, tachado] cuando los nu-
merales se juntan aguen, aga que quiere decir ya:

Fiec [?] aguen, fiec aga= Ya son muchos

[Atac aga, Bosac aga, Micac aga, etc., tachado]


[Ya son dos, tachado] Ya son dos, ya son tres etc.

No se agrega ni n ni e cuando están precedidos de una preposicion v.g:

Chie mica nyie: Dentro de tres meses.

u Cuando se juntan con los verbos que significan tiempo [ilegible]pone z, v.g:

Feez quyne: Hace mucho tiempo


Zocam bozaz aguine: hace dos años
----
Otros adverbios de cantidad son:
Fiba, ficua, fica, fican, ficava
Fiba unquy?; [Ficua pesos, tachado] Pesos ficua?
Cuantos tu hiciste – Pesos cuantos?
Fican Xicoa? Ficas aquyne
En cuanto tiempo? Cuanto tiempo hace? /

Pronombres

Hycha-Yo Chie: Nosotros


Mue-Tu Mie-Vosotros
Sisy, Ysi Asy-El-Sysy, Ysy, Asy-Ellos
----
Ze-yo Chi-Nosotros
Um-Tu Mi-Vosotros
A-El A-Ellos
----
162 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Cha-Yo Chia-nosotros
Ma-Tu Mia-vosotros

Chahac – Yo Chihac – Nosotros


Mahac – Tu Mihac – vosotros
Yc – El ye – Ellos
----
Chahas – Chihas
Mahas Mihas
Ys Ys //

Chahan Chihan
Mahan Mihan
Yn Yn
----
Zuhue – Chihue
Muhue – Mihue
Hoc – Hoc
----
[Raices y verbos

Segu Scua – Secubun Zuca = decirle, hablar


Bta Scua Hyzun Zuca echar, amar
Abquy Scua Biaique Zuca asir, encargar
Sequibgos Scua Zebquibi Zuca despedir, “
Zemi Scua Zefehisugo Zuca entrar, reprender
Aguen Zuca,

Raíces de verbos

En Scua En Suca
Zegu = dicho Cuban–palabra
Cuban – Palabra Tizin – amor
Bta – dar Zebquyn–encargo, tachado] //

Adverbios de tiempo

Ahora:-Fa, sa
Antes-Sasa
Antes que-Sa suca //
cuaderno 4 163

Nombres de pueblos chibchas


x medio traducidos – xx traducidos

x Aratoca | xx Chimichagua - Chininigagua


x Beteitiva | xx Chinacota – Chinna gota
x Boavita | xx Chinavita
xx Bogotá – Fac a tá | xx Chipaque Chibaque
Bojacá – Bohacá | xx Chipazaque Chibazaque
Boyacá | Chipa tá
Busbanzá | x Chiquinquirá
xx Zipacón | x Chiquisa
x Cocuy | Chiscas (No chibcha)
xx Cogua Cuhua | Chita (No chibcha)
xx Cómbita | Chitagá (No chibcha)
xx Cota gota | Chitaraque
Covarachía (No chibcha) | x Chivatá
xx Cucaita | xx Choachí – Pohiguachie
Cucunubá | xx Chocontá
xx Cuitiva | Duitama
Chámeza | xx Engativá Nga – tiva
xx Chía | xx Facatativá
xx Cajicá | Fusagasugá – Flor de prima-
Firavitoba | xx Guayatá
x Fomeque | x Güepsa
Fontibon Hyntiva | Güican
xx Fosca Hosca | xx Iza
xx Funza Hunza | xx Chibazaque
xx Fúquene | Uvita
x Fusagasuga Fuchagashuga | xx Boavita-Guavita
Gachalá (No chibcha) | Macaravita
xx Gachanzipa | Machetá
xx Gachantivá | Molaga vita
Gachetá | Mongua
x Gambita | Monguí
Gámeza | xx Moniquirá
xx Garagoa | Mutiscua (no chibcha)
Guabata | xx Nemocón
Gachetá | Oicatá
Guapatá | xx Pachavita Pabchavita
xx Guasca | Pandi
164 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

xx Guatavita | Panqueba
xx Guateque | Pasca
xx Guatoque | Quetame //
Sesquilé syquyle (?)
xx Ramiriquí | Socotá
xx Ráquira | Socha
Saboyá | xx Susa (lo mismo que Zipa y
Z[ilegible]
Sácama | xx Susacón
Sáchica | xx Sutamarchán
Samacá Thamacá | xx Sutatausa
xx Sátiva | xx Sutatenza
xx Soacha Sua-Chá | Tabio
xx Soatá Sua-tá | x Tasco
xx Sogamoso Sua mox | Tausa
xx Somondoco | xx Tena Tyma
Sopó | Tenjo
Sora | xx Tenza Tynasuca
Soraca | xx Tibacuy
xx Sotaquirá Suta quira | x Tibaná
xx Suaita | xx Tibasosa Tibasusa
xx Suba | Tiribita
xx Subachoque | Tinjacá Tinhacá
Suesca- Suesuca | xx Toca
Supatá | xx Tocanzipa
xx Sastoque /
Suapaga (rio) Sua-paga
xx Togüí To-güi
Tópaga To-paga
xx Tota
Tunja Hunca, Hunza
Turmeque
Tuta
xx Tutazá
xx Ubaque
xx Ubaté Ybaté
Unvita
xx Usaquen Ibsaquin
Usme
Uvita
Viota
cuaderno 4 165

xx [ilegible tachado]Viracachá
Zetaquirá- Zytaquin
xx Zipaquirá
xx Tenza Tinisaca
tinisuca //

Traducciones

Bogotá-Fac a tá- Fuera del sembrado


Cogua-Cuhua Lengua (Tunebo)
Combita- Comba vita Cola de tigre ó mano del tigre
Cota-Gota Crespo
Cucaita- Seminario viejo
Cuitiva- Cuy tyba Aprendiz de capitán
Chia Chie Luna
Chinácota Enmedio del crespo
Chinavita Fin del valle
Chipaque-Chi baque Nuestro jefe (cabecera)
Chipazaque Chi pab zaque Nuestro padre el zaque
Chocontá [Choque one tá, tachado] Cho-cone-tá
Engativá Nga tyba Serás capitanía
Facatativa- Capitanía de afuera
Fosca Hosca Borrachero
Funza Hunza sin pan Tunja (tierra negra)
Gachanzipa Llaga del zipa (Hospital)
Gachantiva Llaga del capitán
Guasca Cercado de la sierra /
Guatavita Gua ta vita Extremo [arriba escrito: de la semen-
tera] de la sementera de sierra
Guatoque [Arroyo, tachado] arroyo de la sierra
Guateque Cerca [?] de la id
Güepsa Sin casas (despoblado)
Iza Caspa-zarna
Ramiriqui Rumiraqui Tierra blanca (Tunebo)
Ráquira Ruca-quira Pueblo de ollas (“)
Soatá Sua-tá Sementera del sol
Sogamoso Sua-mox Parada del sol
Sotaquirá Suta-quira Patio de la ciudad
[Suaita, tachado] (Antes del pueblo)
Suaita llano del sol
Suba Enfrente
166 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Subachoque Frente al trabajo


Suachoque Trabajo del sol
Sia choque Trabajo del agua
Sastoque Arroyo antiguo
Socotá Trae la labranza
Susa Señorío
Susacon Aliado del Susa
Zuta Mi vestíbulo, [arriba escrito: mi] patio.
//
Suta Lugar vacío
Suta marchan Antes de M[a, tachado]erchan
Suta tenza (lugar donde estaba) antes [de, tachado] Tenza
Suta tausa antes [de, tachado] tausa
Tena sucá Tyna suca de bajada
Tiba cuy capitán de plateros
Tiba sosa Tyba susa Capitanía de sosa
Toca vestido
Tocanzipá vestido del Zipa
Tota Tuta flecha (tunebo)
Tutazá Tuta sua sin flecha
Ubaque Ubaca cabecera
Viracacha Vira cocha arco iris
Zipaquira pueblo del zipa
Chiti cuy primogenito del platero
Guayatá Guaia-tá sementera de la señora
Guan tiba Horca de capitanes
Sama cá Cercado del par
Tequen thama …Tequene Cerca del par
Cajicá Cahica Cercado de piedra
Gacha neque gacha nyguy Llaga del pastor /
Tobia Canasta
Caque za sin pelea
Tipa coque Tiba coque Lindero de capitanes
Muequetá Muyguy tá labranza del prado
Aquimin zaque (Leiva) Zaque a plazo
Pachavita Pabchavita Prima hermana?
Chiquiza Chyquyza sin sacerdote
Fúquene Foguyne Barcoaa [?] (lecho) de Fo
Soacha Sua Cha Dios hombre (varón)
Chiquinquirá Chy guy quira Ciudad sacerdotal
Ara toca Ara-tocan Rasgadura de túnica
cuaderno 4 167

Chimichagua-Chiminigaque El creador
Tunja-Hunza Cercado de Huncahua
O señor (hue) de Hunza
Bojaca-Mojaca-Moxa ca- Cercado de la víctima
Togüi Casa del perro
Moniquirá Monquira Otra tierra
Gachaneque gachanyquy Llaga del guarda
Guaquira Pueblo del cerro o del peje
Tiquisa Tyguyza sin ventura //
Tunzaque-Tunzaque [pan para el zaque, tachado] el zaque negro
Tunza casa negra- o sin pan
Hunzagua=cerro del ídolo=Onzaga
Tinjacá-Tunjacá-Fonzacá=Consacá
Usaquen-Uzeaguy-Nido frio

VEREDAS

Siatala. vereda de Gama – Cundinamarca


Guavio “ G “ “
Pauso “ “ “
Zipa – Zaque o Chipazaque, Junín actual
Nemegata, río de Junin
Terama “ “
Nemustén, Cascada de rio Sueva, en Junin, 25 los cuales son tambien veredas
de Junin //

Nombres chibchas de veredas

Firabitova o Firavía, de donde era natural el Sumo Sacerdote de Suanua


Bacatva- Vereda de Firavitoba. (Boyacá) [Rev. P. 169]
Diraviba- id id id
Irboa- id id id
Mombita- “ “ “
Ocan- “ “ “
Buzagá- Vereda de Iza “
Cirguazá- “ de Mongua “
Duce- Capitanía del Cacicazgo de id
Monguí id id id
Tutazá- Vereda de Monguí, hoy Distrito.
Mongúí, Vereda de id hoy distrito.
168 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Docagua, id de Monguí – Boyacá


Duzgua, “ “ “
Tegua, “ “ “
Reginaldo “ “ “
Buchin vereda de Pasca “
Chinurá “ “ “ /
En el primitivo caserío de Pesca había un colegio de nobles indios
Butagá-Vereda de Pesca – Boyacá
Chaguatá “ “
Chabiga (Antiguo caserío) “
Chincua o Chinurá “ “
Mochagá (Antiguo caserío) “
Nocuatá “ “ “
Susacá o Soacá “ “
(Véase tambien Pueblo Viejo
Suaneme,- Vereda de Pesca, Boyacá
Tabacá- “ “
Daitó- “ de Pueblo viejo
Joba- “ “ “ “
Mombita “ “ “ “
Susacá- id id
Suce id id
Monquirá-Vereda de Sogamoso, donde estaba el templo del Sol.
Morcá-Vereda de Sogamoso //
Mochacá – Barrio de Sogamoso
Ombachita – Vereda de Sogamoso
Siatame “ “
Ayalas (nombre español) Vereda de Tibasosa, lugar de adoratorio
Daisí- Vereda de Tota o Tuca
Guáquira-Antes Siscomo, Vereda de Tota
Furaquira, Vereda de Tota
Moquechá- V id id
Toca id id sitio del Cacicazgo de Tota.
Boyacá-Vereda de Garagoa
Fumbaque- “ “
Guánica “ “
Hipaquira “ “
Quirgua “ “
Chuapal, Vereda de San Pedro de Upía
Yoteguengue. “ “ “ “
(no es palabra chibcha)
cuaderno 4 169

Cupavita – Vereda de Chinavita /


Fusa – Vereda de Chinavita-Boyacá
Sicha – “ “ “
Tibacota – Vereda de Macanal “
Guavio – “ “ “
Ayatá – Vereda de Miraflores “
Chapasía “ “ “
Rusa “ “ “
Suna “ “ “
Lengupá, antigua población en Miraflores
Patanoa, Vereda de Zetaquira
Juracambita “ “
Guanatá “ “
Rusa “ “
Tirinquita – Vereda de Belen de Cerinza
Tuaté “ “
Buntía Vereda de Betéitiva
Cucuacón “ “
Divaquía “ “
Otengá “ “
Sourcua “ “ //
Hometá – Vereda de Floresta-Boyacá
Toca vita – “ “ “ “
Tobasía “ “ “ (antiguo pueblo indígena)
Chámeza – Vereda de Nobsa
Bonza – “ “
Toibita – Vereda de Paipa
Bonza – “ “ (El resguardo)
Sativa – “ “
Tunguaquita – Vereda de Santa Rosa-Boyacá
Cachavita “ “
Siraquita “ “
Cartavita Vereda de Tutazá (Tutasua)
Mocharía – “ “
Pargua “ “
Runta – Vereda de Tunja
Pirgua – “ “ “
Tumacá, Vereda de Cómbita
Suta “ “
Quirbuquirá, antigua vereda de Cómbita. //
Pijaos – Vereda de Cucaita-Boyacá
170 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Siatoca – Vereda de Chivatá [Motavita, tachado] “


Ricayá – “ Chivatá “
Ristá – Vereda de Motavita “
Sote – “ “
Forantivá – Vereda de Oicatá
Güintivá “ “
Porativa “ “
Boyacá – Vereda de Ventaquemada
Bojirque “ “
Ciatá “ “
Choquira “ “
Jurpa “ “
Nerita “ “
Sota “ “
Supatá “ “
Chinquichanga, antigua de Sáchica
Churubita, antigua de Sáchica
Ritoque, id id
Quite, Vereda de Samacá /
Guantoque – Vereda de Samacá-Boyacá
Churuvita – “ “
Ruchical – “ “
Pataguy “ “ antiguo santuario
Tibaquirá “ “
Tuacá – Cacicazgo de Samacá
Cacique grande – antigua vereda de Sora
Cacique chiquito – id id id
Capachaine – Vereda de Sora
Caitoque “ “ (antigua)
Guatamís “ “
Chicaneca “ “
Chaine Vereda de Soracá
Rominguira “ “
Taitoque “ “
Cormechoque - Vereda Siachoque
Juruvita “ “
Tocavita “ “
Turga “ “
Guatichá “ “ //
Firaya – Vereda de Siachoque - Boyacá
Tova – Vereda de Sotaquirá - “
cuaderno 4 171

Bosigas “ “
Uche “ “
Chonquira “ “
Gaunza “ “
Guaguaní “ “
Ocuzá “ “
Sia toca “ “
Sotaquirá “ “
Soconsua “ “
Tuaneca – Vereda de Toca
Cunucá “ “
Raiba “ “
Tinua Vereda de Tuta
Tintova (Cacicazgo de Cheva) Jericó
Guantó – Vereda de Gámeza
Satova – “ “
Sasa “ “
Tajausí – Cacique de Gámeza /
Cuazá – Vereda de Labranzagrande
Chaguaza “ “
Ochica “ “
Ocobé “ “
Suacia “ “
Uchuvita “ “
Uzasá “ “
(Todas fuera del territorio chibcha)
Tutazá – Vereda de Paya
Norancuá “ “ “
Suapaga – Rio y vereda de Paya
Taguá – Vereda de Morcote
Tocaría “ “
(Las anteriores están fuera del territorio)
Moniquirá – Vereda de Pisba
Cómeza – Vereda de Socotá
Chipa – “ “
Coscativá “ “
Cochía “ “
Chusvita “ “ //
Guáquira – Vereda de Socotá
Gualatamo “ “
Mausa “ “
172 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Parpa “ “
Anaray – Vereda del Paramo en Socha
Bisbita “ “ “
Sochuelo – Vereda de Socha, donde estuvo antiguamente el pueblo.
Socuará – Vereda de Soacha
Guaita – “ “
Tutasco – Vereda de Tasco
Hormezaque “ “
Turaquira – Vereda de Turmequé
Rinchoque “ “
Chiratá “ “
Siguineque “ “
Guanzaque “ “ (alto del Zaque)
Joyaguá
Chinquira “ “
Juratá “ “
Páscata “ “ /
Veredas de Guayatá
Tencua
Sochaquira “
Súnuba “
Guavita “
Ciavita “
Fonzaque “
Gacha “ Valle de Tensa [Joibus ?]
Sunubé “ “ “
Fucansa “ “ “
Runi “ “
Tuzo “ Suacha C/marca
Manegacha “ “
Agua eun “ “
Chipo “ “
Chacua “ “
Tinsuque “ “
Chusacá “ “
Chanca “ “
Guanzaque “ de Turmequé (Boyacá)
Ruichoque “ “ “ //
Teguaneque – Vereda de Turnequé (Boyacá)
Baganique “ de Ramiriquí (Nombre del Cacique)
Piranguata “ “ “
cuaderno 4 173

Soconzaque “ “ Boyacá (Nombre del Zaque)


Guatareta “ “ Siénaga –
Chuzacá “ Soacha
Fusangá “ “
Fusacatán “ de Fusagasugá
Cuja rio id
Panches “ “
Guavio “ “
Subia montaña
Quininí Cerro de Tibacuy
Cueva del mohán id
Cumaca-Acutá-Chinauta (Fusagasugá)
Iguá (Finca del Marquez de San Jorge-id)
Icononzo y Pandi (Cafetal de Guayuco)
Usatama (Cacique de F/sugá)
Hicua-Cerrito de Fusagasugá. /

Apellidos chibchas actuales

Suba.- Caita- Cayatiba- Mususú- Neuque- Nibia- Nibiayo-[arriba escrito: Leon


Bravo, fuerte] Chisaba- Quincha.

Garagoa.- Cucaita- Rátiva- Chivatá- Oicatá- Sosa- Sastoque.-

Ramiriquí. Casgay- Cicua- Cucaita- Cupa- Cuta- Chocontá- Fuquene- Guata-


quira-Guaya-cundo- Mongui- Mongue- Naizaque- Neba- Nemequén- Niam-
pira- Nope-Pacacora- Pa-Pateque- Pirazán- Quicazaque- Ragua- Raipira-
Simbaqueba(Suba?)- Sora- [nombre ilegible]

Duitama. Cipagauta- Cogua- Cogaría- Cuspoca- Chinome- Guatibonza- Guio-


Nítoba, Nuncira- Pita- Suna- Tobo, via[n, tachado]chá

Firavitoba- Boyacá- Cogua- Quiasua- Samacá- Tinjacá- Univio- Zipa

Santa Rosa- Engativá- Guiza- Isaquita- Juya- Paipa- Rátiva- Sístiva

Busbanzá- Adamu- Cuy- Ducón mecón- Su [arriba escrito: teve] pan

Tibasosa:- Cachope- Cuasúa- Cuida- Curmen Jiratá- Umba- //


174 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Vocabulario chibcha
de las palabras mas usuales

Sustantivos

A (español) A (chibcha)

Abeja Tuchua Aba Mata de maíz


Abertura Atoca Aca Nueve
Abuena Coca Afan Afrenta
Abuelo Guexica Achopucua Rincón
Abuela Coca Agueza Crencia
Afrecho Iga Arnon Calor
Agua Sie Aoscua Baño
“ caliente Sisque Ata Uno
Aguila Sie Atoca Abertura
Agujero P Chigua Atamy Punta, filo
Aire Fiba Atizin Amigo
Ala Gaca Azysquy Palo, cabo
Alacrán Quisua B
Alfiler Topo Bco Vómito
Algodón Quihisa Bgye Viudo /
Aliso Guane Bgyeguaia Difunto
Arbol Quye Bhu Carga
*Ama, señora Guaia Biohoty Bebida
Amigo Atyzin Bique Cara
*Amo, señor Hue Bira Caracol
Andrajo Panta Bobesicatabia Zarna
Antepasados Sasbiza Boi Manta
Antigüedad Saita Bosa Dos
Antojo Suaca Bompcua Carcoma
Anzuelo Tyhysua Bugun Tiesto
Año Zocan Busuan Vaho
Arador (gusano) Izgi Busuaquyn Malva
Araña Sospcua C
Arco (arma) Hacapo Ca Vallado, Cercado
Afrenta Afan Cafun Bollo regio
Arco del cielo Chuquy Cagüi Favorita; sultana
Arena Guanza Canua Rama
Arepa Tyhytafun Caque Pelea
Arroyo Sietoque Cata Barranca, Trampa
cuaderno 4 175

Aza (oreja) Chuhuca Coca Uña-Abuela //


Azadura (bofes) Tyhyba Comba Tigre
Ave Sue, sueguana Cona Mochilita
*Azote Ioque Cone Llanto
Ayer Muyhicasuaza Cuba Canto de piedra
Antier Mona Cunaba Hermita
B Cubun Lenguaje
Balsa Zine Cuca Seminario, Precio
Baño Aosena Cugo Caza
Barba Quyhye Cuscua Pepita
*Barbacoa (cuya) Quyne Cusmuy Casa redonda
Barranca Cata Cuza Peine
*Barriga Ie, Ieta Cuhuba Hermanos menores
Barro (lodo) Unsiec Cuhupca Siete
Barro (greda) Tybso Cuhusa Tabique
Bebida Biohoty Cui Oficial (operario)
Besamano Choa Cute Hez
*Bien Choc Cumne cue Piojo
Bienaventuranza Chica cho Ch
Bienes (valores) Epcua Chasucia Suegra /
Bollo Bun, Fun Chibsan Remolino de viento
*Bordon Chune Chica Yerno
Braza Gata Chichacho Bienaventuranza
Brazo Peuaca Chie Luna, Mes, Honra
Brujo Supeuaquin Chigu Calentura
Buche Iospcua Chiguaque Vecino
Boca Quyhica Chihica Venado, Carne
Bolsa (costal) Peuamne Chihicaca Dia de carne
Bolsillo Peuamne chuta Chihisaba- León (fuerte de guerra)
Bollo regio Cabun, Cafun Chihiscago Mentira
C Chihiza-Raiz, Vena, Fuerza
Casa Güe, Guy “ Nervio
“ redonda Cusmuy Chihiza pecuaza Ramera
“ cuadrada Sugüe Chihize Cabuya
“ mediana Quy hy ty muy Chihyca Pintor
“ chica (mucjo) Titua, Tita Chimy-Carne, Pulpa
“ vacia Güe muy muy Chine Camiseta
“ bahareque Su husy muy Chircate (x) Enaguas
Cabello Zye Chisua Mochila
Cabellera Zye gahasio Chiubica Llanten
x Tengase en cuenta que en chibcha no hay R [ilegible] //
176 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Cabo, fin Yn bgyusa Chiza quy hycha- Gargantilla


“ rama, Trenza Muy hica Choa Besamano
“ aza, palo Azyquy Choc Bien
“ de vela Gati moque Choque Trabajo
“ punta Atamy, Obta, Otaz Choque aguecua Dia de trabajo
*Casamiento Ita güy Chuba- Coyuntura,
Cautivo Baia cañuto, Racimo
Caza Cugo Chubana Ermita
Ceniza Sueta, Susque Chubana gue gue Vecino
Cascajo Hycaco Chubeo Prenda
Cáscara Huca Chue Zancudo, Pechos
Casco (tiesto) Bugun Che cota Esmeralda
Cuatro Muy hica Chuhuca chie Oido fino
Catorce [arriba Chuhuca Oido-oreja
escrito: quihichu?] Quicha muy hica Chuhupcuchihica Vasallo
Cabeza Sysquy Chuhuta Ratón
Cabecera Ubaca Chune Nieto, Nieta
Cabuya Chihize Chune Bordon
Cobre Bahazca Chun sua Santuario
Cuan de paja Pcuamne Chu[n, tachado]
Cacique Psihipcua sacuy Artífice
Cadera Muyhyzuca Chisque Caña /
Cal Supqui Chuquy Arco del cielo
Coyuntura Chuba Chuta Hijo, hija
Calabaza Zihiba Chyquy Sacerdote
Calentura Chigu Chyza Voz
Calor Amon Chuzaguacha Moza
Calva Zita pcuana Chuzo Idolo
Cama, alcoba Puypcua E
Camino Ie Eca Término
Camiseta Chine Entac isucune Teniente
Campo Muy quy Epcua Bienes de fortuna
Canasta Tobia Eta muyza Fin
[G, tachado]Candela Gata F
Canción Ty Faboa Mármol
Canto piedra Uba, Cuna Fagua Estrella
Canto de ropa Coca Faoa Neblina
Caña Chusque Faquy Cañada
Caña dulce Suamne Fiba Aire
Cañon de pluma Sugaca Fihista Pecho
Cañuto Chuba Fiqueone Jovencillo
cuaderno 4 177

Capitan mayor Sybytyba Firequyn Gaznate //


“ menor Tybaroque Fiza Garganta
Capitanpia Sybyn Fizcua Regazo
Corra Uba, Bique Fo Zorra
Caracol Biza Foaba Jaboncillo
Carbon Gaspcua Fucha Hembra, Abeja
Carcoma Bompcua Fuhucha Mujer
Carencia Aqueza Fuhupcua Garza
Carga Bhu Fun Bollo
Carne Chihica, Chimy Fusquy- Polvo, Tierra
“ humana Muysechimy G-
Casa del perro Toqüy Gaca Ala, Pluma
D Gahachua Pueblo solo
Diente Sica Gaspcua Carbón
Diablo Guahaioque Gata Braza, Candela
Deuda Ichubia Gataca Sóbaco
*Diestra Ytacho Gati moque Cabo de vela
Diez Ubchihica Gati Fuego
Difunto Bgyeguaia Goca Pierna
Dinero Nyia Gota Rodilla
Disciplina Quity Gua- Monte, Sierra, Pez /
Dolor, enfermedad Iu Filo Sica
Doncella Cha amucanza Fin Ynbgyuca, Eta
Dueño de casa Güegue muyza
Dia Sua Flecha Quyecho
“ de carne Chihicaca Flor Uba
“ de trabajo Choque aguacua “ de la Sabana Tutuaba
E Frente Quyqua
Eco Chygua Frisol Histe
Enemigo Saba Fuego Gata
Enfermedad Iu Fuerza Chihiza
Entendimiento Bquyquy G
Entrañas Tyhyba Gallo Supcuaguicha
Esmeralda Chuecota Gallina Supcuaguifucha
Espaldas Gutaquyn Gallinazo Fimanzo
Espantajo Uca Garabato Zizua
Estiercol Gye Garganta Fiza
Estrella Fagua Gargantilla Chiraguy
Ermita Chubaná, cubaná hycha
Fábula Quycagua-Quyca Garza Fuhupcua
178 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

G (Chibcha) Gato montés Nymy //


Gua maquesca Pescador Guisca umbral
Guabxie Sobrino Guasquacha Niño
Guaca Yerno Guasqua fucha Niña
Guacha Mancebo Gune Terrón
Guachaguasqua Mozo Gutaquyn Espaldas
Guaha ioque Diablo Gy Pescuezo
Guaia Madre, Ama, Señora Gyca Nuera
Guasqua Mozo Gye Estiercol
Guane Aliso, Saya Gyi Nuera, Suegra
Guanza Arena H (Chibcha)
Guatoc, ó Guatoque Quebrada Hapaco Arco de flecha
Güe Casa, Pueblo Hanna Puñado
Guecha Jefe Hiba Sapo
Güe muy Casa vacía Hica Piedra
Güequyhica Puerta Hicha Suelo, Tierra
Güeta Veinte Hichaquy Hoyo
Guexica Abuelo Hichu Nieve
Güi Esposa Hisca Medicina (remedio)
Guiu Hermanos mayor y m. Histe Frisol
Gaznate Firequyn Hosca, Borrachero,
Golondrina Sieychasua Tabaco, Miel /
Gorgojo Toza Huachaza Hermanas
Guarda Tanyguy Huca Cáscara
Guerra Saba Hue Amo, Señor
Geme Quyhyn Hyca Nombre, Piedra
Gente Muysca Hyca bimy Relámpago
Gesto Uba Hycaro Cascajo
H Hyme Trementina
Hambre Yechan I
Hembra Fuhucha, Fucha Iaia Red
Hermanos Chuahara Ibsu-Mosca, Labio
“ mayores Guiuschuchaza Ichubia Deuda
“ menores Chuhuba Ie-Masa, Camino, Barriga
“ a hermana Nyquy Ieta Barriga
Hez Cute Iga Afrecho
Hiel Hosca Ii Sombra
Hijo, hija Chuta Inago Riña
Hilo Simne Iohosa Nalgas
Honra, brillo Chie Iomy Papa, Testículo
Hortaliza Quysca Ioque-Azote, Pergamino
cuaderno 4 179

Hoyo Hichquy Iouscua Buche //


Hueso Quyne Iosua Renacuajo
Huso Zaza Iesua Renacuajo
I Itacho Diestra
Idolo Chuzo Ita güe Dueño de casa
Imagen Uque Iu Dolor, Enfermedad
J Izyi Arador
Jaboncillo Foaba J
Jefe Guecha Ja Leña
L Jeque Sacerdote
Labio Ibsa Jigua Suago [?]
Labranza Ta M
Lagarto Muyhyzyzo Mica Tres
Lago Xigua, Jigua, Mizegüi Mica Mona
Xiba, Siba Mona Antier
Lágrima Upcuaxiu Moque Pedazo
Lanza Supcua Mue Mollera
Lanzadera Suquyn Muisca Gente
Lengua Pcua Muysco Mico, Mono
Lenguaje Cubun Muiscchimy- Carne humana
Leña Ha, Ja Muyhyca Trenza/
Leon (guapo) Chihisaba Muy hica Trenza de ramo
Lechuza Simte Muy hica Cuatro
Lombriz Sosua, Ona Muy hica suaza Ayer
Lucero (Faborita) Cagüi Muyne Yerba
Llanten Chiubica Muy quy- Campo, Prado
Llanto Cone Muyza Pulga
Lluvia Xin, Sin Muy sua Sueño
M Muyhysuca Cadena
Macana Tamy, Xiquy Muyhyzyzo Lagarto
Madre Guaia N
Maiz (mata) Aba Nigua Sal
“ grano Agua Nyia Oro, Dinero
Malva Busuaquyn Nyanza Oro falso
Mancebo Guacha, Guasqua Nyhyza guesca Nadador
Mano Yta Nyquy Pastor
Manta Boi Nymy Gato montés
Marido Sahaoa Nyquy Hermano o hermana
Marido y mujer Sahaoa- Nza Falso
Güisa O
Masa de comer Ie Obta Punta
180 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Mazamorra Suque //
Medicina Otaz Punta, Filo
(remedios) Hizca Ocasa Verdad
Mensajero Tyuquyne Ona Lombriz
Mentira Chihiscago Opcua Ojo
Mes Chie-Suna Opcuasuta Tuerto
Mezquindad Taban Opcua manguenza Ciego
Mico Mizegüi, Muysco Oque Señal
Mochila Chisua P
Mochilita Cona Paba Padre
Mollera Mue Pabcha Prima
Monte Gua Panta Prima
Mosca Ibsa Pcua- Lengua-Pepita
Mosquito Chue Pcuaca Braso
Moza Chuza guacha Pcuahaza Rayo
Mozo Guacha, Guasqua Pcuamne. Cuan, Costal
Mozo (criado) Zubatan zona Pcuamne chuta Mochila
Manceba Tygüi Pchiqua, Ventana, Agujero
Moza (niña) Guasqua fucha Pquyquy Voluntad
Mozo (niño) Guasqua cha Psihipcua- Cacique, Príncipe
Mugre Tymy /
Mujer Fuhucha, Fucha Q
“ esposa Güi Quibsa Ají
Mundo Quicagua, Azonuca Quica- Pueblo, Patria,
Murciélago Supcua Fábula
Nadador Nyhyza guesca Quicagua azonuca Mundo
Nalgas Iohosa Quihicha beheta- Pati-zambo
Naríz Saca Quhicha muy hica- catorce
Neblina Fava Quihisa Algodón
Nervio Chihiza Quihyza Saliva
Nido Uze Quisua Alacrán
Nieto, nieta Chune Quizo Perdíz
Nieve Hichu Quye Taba, Arbol
Nigua Sote Quyca Pestilencia
Noche Za Quyeca Rama
Nombre Hyca Quyecho Flecha
Nuera Gyi,Gyca Quygua Frente
Nueve Aca Quyhica Boca
O Quyhye Barba //
Ocasión Quypcua Quyhyn Geme
Oido fino Chuhucachie Quyhytymuy- Casa mediana
cuaderno 4 181

Ojo Upcua Quyhyquy Pasto


Oficial (artesano) Cui, Quyne- Hueso. Red, Tallo
Chisacui Barbacoa
Ola Simque Quynhua Quijada
Quypcua Ocasión
P Quysca Hortaliza
Padre Paba Quyty Telar
Padre e hijo Pabaschuta S
Pampanilla Ocan Saba Guerra
Pastor Nyquy Saca Nariz
Pedazo Moque Sahaoa- Marido
Pelea, riña Caque Saita Antigüedad
Pelo Ibsa Sasbiza Alepasados [sic]
Pergamino (papel) Ioque Sica- Pico, Diente, Filo
Pico Sica Sie- Rio, Agua
Piedra Hica Siegahasua Golondrina
Pedrisco Tyhuca Sietoque Arroyo
Piedra mármol Faboa Siunque Ola
Pierna Goca Simte Lechuza /
Pintor Chihyca Sisque Aguacaliente
Platero Tiba Sin Lluvia
Patio Ucta, uta Socua Lombriz
Patio mio Zuta Sospcua Araña
Plazo Aquimin Sote Nigua
Pluma Gaca Sua- Sol, Dia
Precio Cuca Suaca Antojo
Prima hermana Pabcha Suaia Tia materna
Polvo Fusquy Suamne Caña dulce
Prado Muyquy Suaquyn Lanzadera
Prenda Chuboo Suaty Verano
Prima noche Tasca Sue Ave
Primos Ubso Sueguana Ave
Principe Psihipcua Sueta Ceniza
Par Tama Sugaca Cañón de pluma
Paramo Zoque Sugüe Casa cuadrada
Pariente Uaque Suhusymuy Casa de bareque
Párpado Upcuabai Summe Pato
Pasto Quychquy, Quy Suna camellon, Mes
Hycuy Supcua Murciélago, Lanza
[?] //
182 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Pie Quihicha Puñado Hanna


Patituerto- Quihichabeheta Piedra Hyca
Pato Sumne Q
Pecho Fihista Quebrada Guatoc
Pechos (tetas) Chue Quijada Quynhua
Peine Cuza
Pez, pese [?] Gua
Pepita pcua, cuspcua
Perdiz Quizo
Pescador Guamaguesca
Pescuezo Gy
Pesitilencia Quyca
Piojo Cumme cue
Pueblo Quica, Güe
Pueblosolo Gahachua
Puerta Güe quyhyca
Pulga Muysa
Pulpa Chimy
Punta Obta
Punta del dedo Ytiba /
R Supecuagicha Gallo
Rayo Pcuahaza, Tybara Supcuaguifucha Gallina
Raiz Chihiza Supqui Cal
Rama Quyeca, Canua Suque Mazamorra
Ramera Chihira pcuaza Susque Ceniza
Rana Zihista Sutatá Tierra caliente
Renacuajo Iesua Sybyn Capitanía
Ratón Chuhuta Sybytyna Capitán mayor
Relampago Hycabimy Sysquy Cabeza
Red Quyne, Iaia T
Regazo Fiscua Ta- Labranza, seis
Remolino de viento Chibsan Taban Mezquindad
Resuello Zefihiscas Tama Par
Rincón Achopcuana Tamsa Tributo
Riña Inago Tamy Macana
Rio Xie, Sie Ta myquy Guarda
Rodilla Gota Tiba Platero
S Tibara * Rayo
Sacerdote Chyque Jeque Tibco Greda
(*) En Chibcha no hay R //
cuaderno 4 183

Santuario Chunsua Tigua Aguila


Sapo Hiba Tihycua Anzuelo
Saliva Quihyza Titua, Tita Casa chiquita
Sangre Yba Tobia Canasta
Saya (falda) Guane, Chircate Tocan Pampanilla
Seis Ta Togüe Casa del perro
Seminario Cuca Topo Alfiler
Señal Oque Toza Gargajo
Señor Hue Tutuaba Flor de la Sabana
Sesos Zote Tybara Rayo
Sienes Agua Tybaroque Capn menor
Sierra Gua Tygüi Manceba
Siete Chuhupca Ty Canción, Canto
Sobaco Gataca Tyhyba- Entrañas, Bofes
Sobrino Guabxie Tyhuca Pedrisco, guisa
Sal Sua Tyhyta fun Arepa
Sombra Ii Tymy Mugre
Suegra Chasuaia Tyquy Ventura
“ Gyi Tyquyne Mensajero /
Suelo Hicha U
Sueño Muy sua Uaque Pariente
T Uba Canto de Piedra, Cara
Tabaco, borrachero Hosca Uba Gereto, Flor
Tabique Cuhusa Ubaca Cabecera
Taba Quye Ubchihica Diez
Tallo Quyne Ubso Primos
Teniente Entac isucune Uca Espantajo
Telar Quyty Ucta, Uta Patio
Terrón Gune Umne Tizne
Testículo Iomy Unsiec Barro (lodo)
Teta Chue Upcua Ojo
Tia materna Suaia Upcua bri [?] Párpado
“ paterna Zepabafucha Upcuaxin Lágrima
Tierra (elemento) Hicha Uque Imagen
Tierra (polvo) Fusquy Uze [?] Nido
Tuerra (patria) Quica X
Tierra caliente Sutatá Xiba Lago
Tigre Comba Xie Rio
Tinaja Sie Xigua Lago //
Tio materno Zuecha Xiquigüi Esposa fecunda
184 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Tizne Umne Xiquy Macana


Tizon Gatimoque Xiu- Lluvia, Zumo
Tomineja Quynra Y
Tórtola Sunqui Yba Sangre
Tortuga Curqui Ycchan Hambre
Totuma Zocaz, Chye Yn bgyuca Fin
Totuma colorada Tyn zoque Yn bgyusa Cabo
Trabajo Choque Yta Mano
Trampa Cata Yta cho Diestra
Trementina Hymne Ytiba Punta del dedo
Trenza Muy hyca Z
Tres Mica Za Noche
Tributo Tamsa Zasca Prima noche
Tuerto Opcua suta Zaza Huso
U-V Zefihiscas Resuello
Umbral Guisca Zepabafucha Tia paterna
Uno Ata Zie Tinaja
Uña Coca Zihiba Calabaza
Vaho Busuan Zihista Rana /
Vallado Ca Z
Varón Cha Zine Balsa
Vasallo Chuhupcuachihica Zimne Hilo
Vecino Chiguaque Zita pcuana Calor
“ Chibana gue gue Zizua Garabato
Veinte Güeta Zocam Año
Vena Chihiza Zoque Páramo
Venado Chihica Zote Sesos
Ventana Pchigua Zuta Mi patio
Ventura Tyquy Zuecha Tio materno
Verano Suaty Zubatanzona Criado
Verdad Ocasa Zye Cabello
Viudo Agüi, bgye Zyegahasio Cabellera
Voluntad Pquyquy
Vómito Bco
Voz Chiza
Y
Yerba Muyne
Yerno Chica, Guaca //
cuaderno 4 185

Adjetivos

Achacoso Iuquin Abasenmague Dulce


Advenediso Queba Absiesmague Medroso
Ajeno Ma Aca men mague Duro
Alegre Aquyquy Acamuca Atado, amarrar
[arriba escrito: Alguno, algunos Atabe]
Alto Guate
Acosyn mague Llorón
Amarillo Tiba Acubatan mague Hablador
Amarilla cosa Atiban Achuachan mague Respondon
Amontonado Achunoa Achinan mague Perezoso
[arriba escrito: Aquel quien xicoa]
Atado, amarrado Aconuca Achinan mague Reluciente
[arriba escrito: Aquel Asi, As]
Azul Chisquyco, Chisquin Achuenza Malo
[arriba escrito: B]
Baldio Chaquisca Achunoa Amontonado
Barbado Quyhycquin Afain Goloso
Blanco Quyhyzio Afihizan mague Pesado
Borracho Chienuca Age gue Enojado
C Agocitae btascua Zancadilla
Castrado Aniomi Agüi Viudo
Caliente Chitue Aguachuca Pelada
Caliente cosa Chiletupcua Agytyn mague Risueño
Cenagoso Chysca Ahysien mague Tierra /
Z
Zancadilla Agocitae btascua
Zarza Bobe sica tabia
Zorra Fo
Zumo Xiu

Apéndice

Madrugada Cagüi
Nosotros Chie
Nuestro Chi
Qué Ipco, Iacho
Quién Xi, Xis, Xie}
Vosotros Mie
Yo Hycha
186 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Tu Mue
El Asy [?]
Ellos, Ellas Yse
Qué? Ipco, Iahaco
Segunda vez Ycja muyaca
Una sola vez Zonata
Lugar, Ocasión Quypena //
II Aniomi Castrado
Dulce Mica Apquyquy Alegre
Duro Abasen mague Aquimin Plazo
Duro Acamen mague Aquyn Frio
E Asuy, As Aquel
Entrambos Tamca [?]
[El, Ellas A, tachado] Ataban mague Mezquino
Ellos, Ellas Yse Atabe Alguno, algunos
Enfermo Iusuca Atas, zitas, mitas- El mio, mio,
Enfermero Iuquin yo mismo, tú mismo
Enojado Aguegue Atabanza Generoso
Entero Hiscue Atacchiguene Parejo
Ese, Este Sisy Atiban Amarillez
Enviado Chatynca Atobaca Redondo
Espeso Hytyvco Atuca Unico
Ermitaño Chubaquin Atiban mague Morado
F Azunga Pequeño
Falso Nza B
Frio Nyco, Aquyn Buchua Seca
Fecunda mujer Xiquigüi Bgyu Postrero
Fria cosa Nyco, Aquyn /
G C
Goloso Afain Cuhipcua Sordo
Grande Chuhuma Ch
Generoso Atabanza Cha Macho
H Chaquisca Baldío
Hablador Acubatan mague Chatyuca Enviado
Helada Hichu Chi Nuestro
Hermoso Mcepcuasa [?] Chie gue Agudo, Sagaz
I Chienuca
Igual Mahatec Chisquico Verde
Izquierdo Zuina Chisquin Azul
J Chite tupcua Caliente
Juntamente Emzac Chitue Caliente
cuaderno 4 187

Junto Ybana Chubaquin Ermitaño


L Chuhuma Grande
Ladrón Ubia Chyhyn Primero
Loco Mahazansuca Chisca Cenagoso
Llorón Acosyn mague Chyty Primogénito
M E
Macho Cha Enzac Juntamte //
Malo Acuebza F
Medroso Absies mague Fihiza Nuevo
Mensajero Tyuquyne G
Mercado (provision) Ipta, Icpta Guasquin Preñada
Mezquino Ataban mague Guate Alto
Mismo (el, yo, tu) Etas, Zitas H
Mitas Hichu Helada
Morado Atiban mague Hisuc Entero
N Huiateuca Preso
Negro Muyhyzio Hui itene Encarcelado
Nuestro Chi Hytyco Espeso
Nuevo Fihiza I
P Icpta, Ipta- Mercado
Parida Izquyn Iessienga Pasajero
Parejo Atac chiguene Inge zunga Pequeño
Partida Zocam Ingui achuenza Peor
Pequeño Azunga Iusuca Enfermo
Postrero Bgyu Iuquin Achacoso
Preñada Guasquin “ Enfermiso
Primero Chy hyn Izquyn Parida /
Preso Huiateuca M
Primogénito Chyty Ma Ajeno
Principal Quyhyczona Mahatec Igual
Pasajero Iessienga Mahazanuca Loco
Pelada Aguachuca Mepcuao Hermoso
Pequeño Inge chuca Mi Vuestro, Tuyo
Perezoso Achian mague Mica Diferente
Peor Ingui achuenza Micat aguecua Vario [?]
Perpetuo Yene aguecua Muyan Segundo
Pesado Afihizan mague Muyhyzio Negro
Pisada Quihichipcua Muynquin Soberbio, bravo
Puro Nbehezca N
R Nbehezca Puro
Reciente Tyhyca Nyco Frio
188 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Redondo Atobaca
Reluciente Achinan mague P
Respondón Achachuan mague Qqueta Tonto
Risueño Agytyn mague Queba Advenedizo
S Quihipchipcua
Sagaz, agudo- Chie gue Quihichipcua Pisada //

Segundo Muyian Quyhyczona Principal


Soberbio (bravo) Muynquin Quyhyequin Barbado
Sordo Cuhupcua Quyhyxio Blanco
T S
Tierna Ahysien mague Sisy Este
Tonto Pqueta [Squina Luego, tachado]
Tuerto Openaquinta T
“ Opena suta Tamaca Entrambos
“ Hana sutacua Tiba Amarillo
U Tyhica Reciente
Unico Atuca U
V Ubaca El propio
Vacía Ytu que Ubia Ladrón
Vario [?] Micat aguecua Y
Vecino Chibanaquegue Ybana Junto
Verde (color) Chisquico Ysuc aguecua Perpetuo
Viudo Agüi bgye Ytuque vacía
X
Xicoa Aquel que
Z
Zocan Partida
Zuina Izquierdo
Cuaderno 5

Documento 1.

Dinámica indígena 1898


Asuntos indígenas

Costumbres de Quito
Los nacimientos los celebran con festejos en que abunda la chicha y el guiso
de curí (ají de cuy), preparados por el marido. No acostumbran nombrar de
padrinos á los blancos, aunque estos sean los patrones. Dos dias despues del
nacimiento hacen el bautismo. Convidan á la fiesta á los amigos quienes para
poder concurrir están obligados á pagar su escote. La fiesta se reduce a comer y
beber hasta caer dormidos. Ocho dias no mas dura la dieta de la madre.
Un indio que se enamora lo pone en conocimiento de los padres de la niña
para poder visitarla todos los domingos. El novio bromea en la casa de su novia
con todos por igual, de manera que un extraño no puede imaginarse que hay
predilec/ción. El galán lleva á las visitas chicha y aguardiente, para ganarse la
voluntad de los padres que es la que decide el sí de la novia, esta obedece cie-
gamente. Si por cualquier motivo el matrimonio no se lleva á efecto, el padre
calcula el valor de los obsequios que ha hecho el novio en su casa y se lo devuelve
en dinero. Ajustada definitivamente una boda, el capitán de indios (que allá lla-
man alcalde) le entrega la novia al servicio del cura por el término de ocho dias,
terminados los cuales el novio vá á reclamarsela al Cura y la pide solemnemente.
Vienen luego las proclamas y demas ceremonias religiosas y sacramentales. A la
ceremonia concurre la novia vestida de bolsicona, es decir, con enagua cerrada de
bayeta roja ó morada, con diadema de joyas, grandes sarcillos y collar, ajuar que//
tiene obligación de darle en préstamo el padrino, que generalmente es su
propio padre. El hombre lleva tambien traje especial que consiste en pantalón
largo de dril blanco, aplanchado y abierto de la rodilla para abajo, al estilo meji-
cano, poncho y sombrero nuevos. De la iglesia salen á son de tambora, chirimía

189
190 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

y otros instrumentos, novios, padrinos y convidados en conveniente algarabía y


desorden. Instalados en la casa de la boda principian las libaciones y despues de
haber pagado cada convidado su obligación que consiste en una peseta. En una
mesa baja comen primero los músicos en señal de acatamiento á los sacerdotes
del arte y despues viene el banquete general, los hombres en la mesa, las mujeres
en el suelo al contorno. Esta fiesta de comer, beber y bailar suele prolongarse
varios dias, segun los recursos de los despil/farrados anfitriones; pero el convi-
dado que se ausenta y vuelve, renueva su escote. El lecho nupcial, constituido
por un cuero de res y una cobija, no se usa hasta que términa la fiesta. Llegado
este momento las mujeres conducen á la novia y los hombres al novio; los padri-
nos los desnudan de las ropas, hasta dejarlos mondos y lirondos y los encierran,
llevandose la llave. Al dia siguiente vuelven trayendoles lavada por ellos la ropa
ordinaria de la diaria fatiga. Las uniones indígenas son siempre legítimas.
Todo indio que va á morir hace indispensablemente testamento ante el juez
parroquial. El arado, el machete, la paila, el bastón, todo lo que formó su riqueza
es convenientemente distribuido entre los deudos, sin olvidar la ovejita para el
amo cura, la gallinita y en último extremo de pobreza, el cuy. //
Cuando el indio muere lavan el cadaver en chicha jora (la mejor) y le tapan
las orejas y las narices con algodón para que no entre el gusano. Envuelto en
mantas y sobre una barbacoa lo conducen á casa de algun amigo ó pariente y allí
lo velan, lo lloran y cantan sus virtudes y hazañas al calor de muchas libaciones
de aguardiente que al efecto llevan los amigos. Al dia siguiente, despues de las
exequias, lo conducen al panteón entre cánticos y lamentos. Hecho el entierro, la
viuda ó el deudo principal obsequia á los concurrentes con chicha ó aguardiente
á las puertas del cementerio. La comitiva regresa á la casa mortuoria a celebrar
la fiesta fúnebre que principia por brindar por la bienaventuranza del difunto
con aquella misma chicha que sirvió para bañarlo, y continúa las comidas y las
danzas por dos/ dias. Los deudos llevan luto por un mes. El luto consiste en
sombrero y ruana negros, que generalmente alquilan.
La conmemoración de los muertos la celebran el 2 de noviembre de un mo-
do bien original. En una manta llevan á la iglesia pan y frutas que estienden en
el suelo con una vela encendida al pie y sobre estos comestibles rezan ciertas
oraciones. Despues los llevan á la casa y se los comen con mazamorra morada.
A cada bocado creen que sale un alma de penas.
En las fiestas civiles del Ecuador no toma participacion la raza indígena.
Esto indica una vez mas que allí hay dos naciones. Las fiestas de los indios son
las religiosas en las que desempeñan el principal papel en calidad de paganos:
ellos son los que hacen el gasto.
El priostazgo es una institución ecuato//
riana profundamente sabia. Está fundada en la experiencia de cuatrocientos
años de práctica afortunada; la indicó desde un principio la indole generosa é
cuaderno 5 191

impróvida del indio; se aprovechó, al establecerla, el hábito contraido por esa


raza durante el gobierno socialista de los Incas, mediante el cual el ahorro era
inútil porque la propiedad individual no existía, el trabajo era en comun, el go-
bierno su … nía á los gastos de cada cual y lo que adquiría ó pretendía conservar
subrepticiamente el individuo era denunciado para el uso comun.
El priostazgo es la continuación del socialismo inca, adoptado por el con-
quistador como del mas eficaz medio de subyugar. La propiedad individual que
dignifica al hombre y le infunde la noción de su derecho y lo hace ciudadano,
no puede existir para los indios con el priostazgo.
Toda fiesta religiosa se hace a cargo de uno, / dos o tres priostes. Los priostes,
segun el uso consuetudinario, no pueden ser sino indios de pura raza. Tengase
en cuenta que un indio gana anualmente diez ó veinte pesos, para que se juzgue
lo embozado, tiránico y cruel de la institución. Los priostes corren con el ador-
no de la iglesia, con el valor del alumbrado, con el coste de la música y con las
gangas curales (valor de la misa, el sermón etc.). Corren tambien con la pólvora
para las vísperas, con los regocijos populares de la festividad, con la comida y la
bebida de músicos y danzantes.
El prioste para cumplir su cometido con el puntillo y la emulación que cum-
ple á su invecilidad y orgullo, tiene que gastar cien veces mas de lo que gana en
un año: pide prestado á su patrón y firma su compromiso de esclavitud suyo y
de sus hijos, porque las deudas son hereditarias.
[Pero nos hemos olvidado de las fiestas, tachado] //
Para el nombramiento de un prioste se observa el siguiente formulario: el
señor cura averigua el estado de desahogo de los candidatos y los designa al
prioste saliente; éste va donde la victima y le ofrece una copa de aguardiente,
si esta es aceptada queda solemnemente y ante todo el vecindario como testigo
aceptado también el cargo de prioste de esta misma fiesta para el año siguiente.
Desde ese momento, y durante los 365 dias del plazo, el indio se da á la tarea de
arruinarse, arruinar á sus parientes y comprometer á los amigos. La copa trai-
dora es la señal del compromiso inviolable. El nombra los músicos, organiza las
danzas y distribuye todos los servicios de la fiesta de plaza.

“Ya llega el Corpus, qué haremos?


“Un hijito venderemos;
“Pasando diez mil trabajos
“Nuestra jocha cumpliremos
(Introducción de un canto indígena)

Las vísperas de las grandes fiestas se celebran con cohetes, arbolitos de tre-
mentina, vacaloca y carreras en caballos de trapo. En estos regocijos indígenas,
el prioste está en todas partes arruinando á los amigos y obsequiando á los
192 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

indiferentes. Terminadas las vísperas, la indiada invade las tabernas a conver-


sar en voz alta. [sobre asuntos valadis que si fueran traducidos se ufanarian de
sabios muchos mas estultos (?) habladores de chichería. Por esos cerebros ya no
parece haber una idea completa: ellos no saben de qué se trata en esas conmemo-
raciones que los estan arruinando; lo mandó el amo cura y eso basta, tachado]
La abundancia de sonidos guturales, la variedad de consonantes que salen en
tropel sin compañía de vocales, las Sh, gh, th, w y muchos otros sonidos estraños
al castellano que pronuncian estos indios con rapidez vertiginosa, hace creer al
viajero que está en una taberna alemana. Cuántas cosas curiosas, cuántos re-
cuerdos de raza, cuan//
tas preocupaciones y que de filosofías rústicas no pudiera [tomar su, tachado]
sorprender en estos momentos de expansión del indio oprimido, el que esté en
el secreto de esa lengua armoniosa de los Incas!
Pero [volvamos, tachado] dejemos que los indios caigan rendidos por la
embriaguez y veamos cómo festejan en la plaza del pueblo los grandes dias del
catolisismo, estos [convencidos, tachado] entusiastas sostenedores del culto.
En cualquier fiesta religiosa la concurrencia de indios es innúmera; en-
tonces se ve que los blancos y mestizos son una minoría imperceptible. Los
trajes vistosos de colores abigarrados llenan la plaza y sus inmediaciones
como un jardin florecido. El tumulto de los colores, como el rumor de las
multitudes anima el ambiente. Con solo su presencia, los indios embellecen
las festividades de la Iglesia ecuatoriana. En la procesión ellos llevan el alum-
brado con aire compunjido y / humilde, ellos van adelante rodeando al prioste
que les distribuye cohetes, ellos riegan flores y queman resinas olorosas en
la vía que va á recorrer el Santícimo. Terminada la procesion principian las
danzas. Una tambora lúgubre á cuyos golpes monótonos se enloquecen los
hijos del sol, rompe la marcha; la siguen tamboriles y pitos y chirimías tan
desapasibles como la tambora; despues siguen los saltarelos con cascabeles
en los pies y en las manos que ensordecen al sacudimiento acompasado de
sus dueños, y, por último, los danzantes de plumajes y lanzas empabezadas,
en marchas y contramarchas de un ritmo lento y cadencioso, cierran el cor-
tejo, al que persigue una multitud frenética de alegría. Allí van los priostes
repartiendo tragos del buen mallorca que hace felices a estos buenos ciudada-
nos sostene//
dores de todo el orden social del Ecuador.
Los pueblos, como en Chillo, donde el Corpus se celebra con simulacros
de batallas á piedra que terminan en verdaderos combates prehistóricos con
muertos y heridos.
Los indios de Santa Clara de Samillán, pueblo [to, tachado] tan inmediato a
Quito como Chillo, son de mejor gusto en su fiesta de Corpus. Visten de estera
un morraco enorme y lo montan en un burro enjaezado también con adornos de
cuaderno 5 193

ramo; el burro y el morraco llevan ademas mil frutas pendientes. Los indios de
la fiesta tambien van disfrazados con trajes vegetales y con pendientes de frutas
y flores. Entre músicas de tamboril y pinguhios (especie de clarinete indígena)
recorren todas las casas y tabernas del lugar, hasta que la noche y la embriaguez
los recojen cariñosas en su misterioso seno. /
No se piense por esto que el indio sea católico. Un ligero análisis de estas
costumbres demuestra á las claras por el contrario, que el indio ha continuado
el culto de sus dioses. La iglesia remplazó el adoratorio, la custodia estrellada
y resplandeciente es para ellos la mejor representación del Sol; los santos, las
imágenes y demas objetos del culto han ocupado en su imaginativa religiosa el
lugar de sus antiguos ídolos; los sacerdotes de hoy son para ellos los sacerdotes
de antaño que tambien hacían rogativas en busca de lluvia. Le han cambiado
el nombre á sus dioses, ellos han olvidado los antiguos nombres, pero no han
cambiado las entidades abstractas en cuyo honor hacen hoy lo mismo que hacian
los buenos súbditos de Atahualpa.
El indio de hoy tiene las mismas super //
ticiones que tenia el indio gentil sumadas á las que les han enseñado los cris-
tianos que son tan infundadas como aquellas. Todo para el indio es un motivo de
zozobra: los indicios y augurios lo asaltan en el ruido del huracan, en [el aspecto
del cielo, tachado] los celages del firmamento, en los gritos de los animales y en
el aspecto de la vegetacion. Si zumba la mosca al entrar en la casucha, tendrán
carne en la comida; si los curís se alegran, esperan huésped; si canta el buho, hay
muerto en la familia; si la tortolla arrulla, desgracia segura; si el arco iris aparece
al occidente enfermedades epidémicas; si canta la gallina, carestía y hambre; si
el Cotopaxi hace erupción, guerra; [si se queman las tuzas se malogra el maiz; si
ven la culebra es buen indicio, tachado]
Las actuales ideas de los indios se diferencian muy poco de las que tuvieron
antes de la conquista. La física de la naturaleza es la misma de entonces. El aire,
las plantas, la luz, el universo se mueve para ellos, / impulsado por [agentes, ta-
chado] entidades inteligentes que tienen el conocimiento del futuro, los cuales
son agentes de Dios. Ese espíritu supersticioso de los indios corresponde con las
ideas metafísicas de sus opresores y se acomoda perfectamente á sus atavismos
y vagas tradiciones, si es que la opresión se las permite.
Para el indio, que no ha tenido mas enseñanza que la religiosa ni mas fuentes
de ideas que las que se refieren á los asuntos espirituales, todo tiene su explica-
ción metafísica, todo tiene su motivo en una voluntad caprichosa, sobre natu-
ral é incomprensible, pero infinitamente poderosa y sagaz. Esa voluntad tiene
por costumbre anunciar la [comida de carne, tachado] visita de los amigos [en,
tachado] por medio de la alegría de los curís, el hambre del pueblo por medio
del canto de la gallina y las convulsiones sociales y políticas por medio de la
erupción estruendosa de los volcanes.
194 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

La enseñanza de la doctrina á que los indios naturalmente son rebeldes, se


hace los //
domingos despues de misa de doce. Para excusarla ó evadirla muchos pre-
fieren no ir al poblado. Presididos por el indio gobernador armado de látigo,
los capitanes con sus bastones de macana con acantonaduras de plata hacen
alas en el atrio á la puerta de la iglesia para no dejar pasar á los ignorantes, que
quedan entre las filas. Así los conducen al patio de la municipalidad u otro lugar
apropiado, donde el amo gobernador principia en quechua aquello de que “todo
fiel cristiano … esta muy obligado … a tener devoción … por Cristo nuestra
luz – de todo corazón…diciendo así …+ por la señal…de la santa cruz”. A cada
suspensión de resuello del gobernador, los indios repiten en coro. Esto se pro-
longa hasta que, terminadas las obras de misericordia, el viejo indio dice, como
si la estuviera leyendo, la palabra Fin. Despues viene el examen. / En estos exá-
menes se lleva á la práctica el viejo aforismo de que la letra con sangre entra. Al
lerdo que no sabe contestar, le administra el amo gobernador una azotina dura
y pausadamente; á cada golpe la víctima tiene que responder con un Dios se lo
pague, en señal de agradecimiento.
Bueno es que se sepa que tan dura enseñanza no es gratuita, aunque ya se ha
visto que sí es obligatoria. Todos los alumnos de tan original academia tienen
obligación de concurrir á ella con un haz de leña para el hogar del señor Cura.
El gobernador de indios, como se ve, es un personaje que administra la mas
afrentosa de las penas á sus subordinados. De dónde emana su autoridad? A él
le obedecen ciegamente los capitanes y á //
estos le presta el pueblo indígena ciega obediencia. Es una severa institu-
cion militar, establecida por los conquistadores y consentida por la República.
Al gobernador lo nombran de acuerdo el Cura y el jefe político del Distrito.
El gobernador nombra á los capitanes (que allá llaman alcaldes).
Para que se conozca la índole de esta clase de autoridades indígenas, basta
exponer algunas de sus principales funciones que ejercen movidos por un vivo
celo en servicio de las buenas costumbres. Además de la enseñanza de la doc-
trina, el gobernador por medio de sus agentes los alcaldes, tiene obligación de
hacerle al Sr. Cura las compras semanales de víveres. Al efecto recibe el dinero
necesario y lo distribuye entre los alcaldes, quienes ocupan los caminos por don-
de deben entrar los indios vivanderos y allí verifican á viva fuerza la expropia /
[Al indio que hace mucho tiempo que concurre á esta academia, lo examina
el gobernador y si no ha aprendido á contestar las preguntas del catesismo, le
administra una azotaina dura y pausadamente. A cada golpe la víctima dice:
“Dios se lo pague!”
Olvidaba advertir que es costumbre que cada indio ignorante que concurre á
este aprendizaje, tiene obligación de pagarlo mediante la entrega al Sr. Cura de
un haz de leña.
cuaderno 5 195

Fuera de esta misión docente de los gobernadores [de indios, tachado], estas
autoridades político-religiosas, tienen otras funciones que desempeñar, dignas
de mención, tachado]
ción de los artículos mas excelentes, previa indemnización, al justo precio
que ellos imponen. Lo mejor es equitativo que sea para el amo cura.
Otra misión de los alcaldes y gobernadores //
es la de [vigilar, tachado] velar por la buena conducta de las viudas y solteras,
y disponen para el efecto de las visitas domiciliarias: para ellos no hay puerta
cerrada. El mancebo que requiere de amores á una india, cae bajo la vigilancia
socarrona de esta policía de ojos de Argos, y antes que la intriga amorosa tome
mal sesgo, ya el cura y los deudos toman cartas en el asunto para hacerlo termi-
nar en los esponsales. La tendencia humana es violar los reglamentos. Aseguran
sinembargo algunos [conocedores de costumbres, tachado] observadores, que
antes de los esponsales las costumbres indígenas permiten [un año, tachado]
doce meses de amaño, para saber si congenian los futuros cónyuges.
----
Preocupaciones. Creen los indios que hay un ser sobre natural muy alto,
de gran sombrero, que llora y produce las quebradas. A este lo llaman duende.
Cuando lo ven, pues / casi todos aseguran haberlo visto, se espera un siniestro.
El arco-iris bebe agua. Las plumas de la gallina y el pelo de los curís los arrojan
al camino para aumentar la reproducción de las crias. El diablo anda por los
campos en figura de culebra. Finalmente los indios sufren frecuentes alusina-
ciones que les hace ver cosas extraordinarias y sentir atracciones irresistibles.
----
Receta para chicha jora. toman maiz amarillo delgado y lo riegan en un patio;
lo cubren con una capa de tierra y lo riegan hasta la germinación. En este estado lo
recojen, lo laban, lo cocinan y lo muelen. Esta masa la disuelven en suficiente
cantidad de agua, la ciernen y la guardan en moyas enterradas hasta la completa
fermentación que dura ocho dias //
El jaúchihua: es una fiesta agrícola que se celebra en las haciendas al terminar
la recolección de las cosechas. Generalmente se rigen por la cosecha del maiz;
pero tambien la hacen en la cojienda del trigo, de las papas, etc., según las cir-
cunstancias, del cultivo propio de cada hacienda. Para la terminación del entroje
los indios se presentan vestidos de limpio. Recojido el último saco de frutos, las
indias atan de la cintura á los patrones y mayordomos que presencian las faenas,
con el extremo de una faja roja muy lujosa, con calados y bordados, que cada
una lleva ese día al efecto y tiran del otro extremo hasta el patio de la casa. Los
hombres llevan a cuestas los sacos ó bien los conducen en bestias si la semente-
ra es distante. Al llegar á la portada, el indio mas grande grita a todo pulmón:
196 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

jauchihua! jauchihua! Jau / chihua! y todos los demás contestan en alegre coro
jauchihua! ... las indias sobrantes invaden las habitaciones en persecución de
damas y demas patrones á quienes conducen hasta el patio haciendo creer que
los traen á la fuerza. Ya en el patio le dan tres vueltas entonando cánticos de fe-
licitación á los amos por la buena cosecha, de votos por que la del próximo año
sea mejor y de alabanzas á su propio trabajo, á cuyo mérito se debe la fertilidad
de la tierra. Luego se dirijen á la troy y allí vuelven á cantar algo que significa
que todo [s, tachado] el acopio de frutos es un regalo que ellos los servidores les
hacen á sus amos. Si los indios no fueran tan humildes se podría creer que esta
parte del formulario es una irónica protesta contra la explotación de que son
víctimas. Concluido el lúgubre //
Canto [s, tachado], cada patrón preso gratifica á su conductora con alguna
moneda y principia la fiesta en que ostentan los propietarios verdadera prodi-
galidad. Se come en abundancia, se bebe mucho mas; hay corridas de toros,
bailes y cuanto puede ser grato á los gustos de los buenos servidores. Desde sus
balcones presencian los aristócratas hacendados una vez en el año el regocijo
de sus esclavos.
Esclavos y no otra cosa son los indios ecuatorianos, aunque la constitución
nacional lo niegue con descaro inaudito. Véase lo que son los conciertos, que
á continuación explicaremos, y dígase como pueden llamarse los concertados.
Conforme á la ley, ninguna persona puede arrendar sus servicios persona-
les por mas de cinco años. En cada hacienda hay desde / tiempo inmemorial
cierto número de servidores indígenas que se aumentan anualmente como los
ganados. Estos servidores hacen parte integrante del predio como las casas y
los arboles. Cuando se pone de venta una hacienda, se ponderan sus ventajas
y comodidades y se agrega que tienen tantos conciertos, como tantas cabezas
de ganado y tantas cuadras de cerca de piedra. Parece, pues, que los servicios
por concierto entran en los contratos de compra venta y pasan de un dueño á
otro mediante el traspaso del dominio. Tambien se subarriendan: el dueño de
conciertos en las épocas de cosechas fleta sus concertados por un precio doble,
triple y aun cuadruple del valor del jornal, según la demanda de peones. Vaya un
caso concreto como ejemplo ilustrativo: el Sr. Federico Campuzano necesitaba
una partida de peones //
para hacer una trocha de La Tacunga á la región oriental, en cumplimiento
de cierto contrato con el gobierno para hacer un camino. En las condiciones
del jornalero ecuatoriano, es muy difícil conseguir un número considerable de
peones libres. Hizo saber el Sr. Campuzano que necesitaba un gran número y se
le presentó un agente de las reverendas madres clarisas á ofrecerle cuatrocientos
indios del concierto de alguna hacienda que tienen las monjitas. Se estipuló el
precio diario que debian recibir las Rs Ms [por reverendas madres] por cada peon
en sesenta centavos y como lo que cada indio recibe conforme á su concierto
cuaderno 5 197

es un real, la utilidad se reducía á cincuenta centavos por cabeza y por dia. Tan
notable y pingüe ganancia la justificaba el agente haciendo notar que la región
donde iban á utilizarse los conciertos es mor / tífero.
La Constitución del Ecuador consigna en uno de sus artículos que enel te-
rritorio de la República no hay esclavos. La ley prohibe los conciertos por mas
de cinco años. Cómo se explican en consecuencia los hechos anotados arriba?
El dueño de haciendas que va á concertar un indio libre se presenta con él
ante el juez parroquial para ajustar el arriendo. El magistrado nombra un testigo,
especie de curador, que presencia la diligencia de concierto y firma en represen-
tación del indio. En esta diligencia se estipula [como, tachado] entre otras cosas,
que el concierto durara por cinco años improrrogables.
Antes de expirarse el término del arrendamiento, por influencias del pa-
trón con el gobernador, cae el indio de prioste ó bien por causa de su misera-
ble jornal //
con el cual tiene que mantenerse, ó por la muerte involuntaria ó fortuita de
alguno de los animales que están á su cuidado y de que es responsable confor-
me á las estipulaciones del concierto, en una palabra por tantos motivos como
dias tiene el año, el indio se alcanza en sus cuentas. Entónces el patrón vuelve
con el indio á donde el juez a hacer cuentas y por saldo renueva el contrato, pa-
ra que el indio pague el saldo que le resulta en cuentas, por el termino de cinco
años improrrogables. Esto se repite tantas veces como lustros tiene la vida de
un concertado.
A la muerte del concertado la viuda concurre con sus hijos al pago de la re-
lativamente enorme deuda, la cual supera siempre al valor de los jornales de la
familia durante la minoría de edad, lo que obliga al mozo que cumple veintiun
años á celebrar su primer concierto para pagar deu / das contraídas por él mismo
y acaso para terminar con las hereditarias.
El concertado gana actualmente un real de jornal del que tiene que mante-
nerse. El trabajo se comienza a las 6 a.m. A las diez de la mañana, se presenta la
mujer en el cultivo trayendo en una mano una ollita ahorcada con una cabuya,
tapada con una hoja de col y coronada por una cuchara negra de madera; en
la otra mano trae en un pañuelo un puñado de maiz tostado y una botella de
chicha para que almuerce su marido.
Los peones se sientan en rueda y las ollitas pasan de mano en mano y las
cucharas de boca en boca dando la vuelta, hasta terminar con el contenido de
todas las ollas simultáneamente.
Un rato de charla, de gracejos, de carcajadas y al trabajo nuevamente. A las
seis de la tarde regresa el indio á comer á su cabaña //
presa de las mas extravagantes alusinaciones. Sienten que una fuerza miste-
riosa los atrae hacia los abismos del camino y muchos aceptan inconcientemente
la oferta salvadora que les hace el hado y se precipitan por los peñascos.
198 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Hay en cada hacienda cierto número de concertados de servicio doméstico


que prolongan sus tareas hasta que los patrones se entregan al sueño; estos se
llaman guasicamas. El guasicama tiene al fin de sus quehaceres una sesión de
doctrina, en que se repiten las cuerizas descritas ya con su correspondiente “Dios
se lo pague amito” que es una de las pocas frases que se les permite pronunciar
en castellano.
El indio no puede dormir sino seis horas. A las cuatro de la mañana entonan
los guasicamas el Santo Dios y rezan el rosario presididos por el mayordomo
con látigo en mano. /
En una hacienda contigua á Quito encontraron un dia un indio ahogado
en el aljibe. Obedecería este indio ál llamamiento de ese espíritu salvador que
se les presenta durante sus alusinaciones ofreciendoles los abismos y despeña-
deros? Esta mala inclinación de la raza indígena, no puede curarse sino con la
enseñanza dominical de la doctrina cristiana: esto es lo que aconseja la sana
razón. Los espíritus liberales, tentados por el demonio, que protestan contra
tan piadosa y caritativa costumbre, claramente lo que quieren es el completo
embrutecimiento de esa raza maldita.

Cuentas

Además del salario, el indio concertado tiene derecho á los siguiente: una cua-
dra de terreno y el pasto para una ó cinco bestias. Al fin de cada mes tiene que
recibir una provisión de víveres en frutos desechos de la hacienda, cuyo precio
se le carga en cuenta. Cuando se muere algun ani //
mal de peste se despresa y se distribuye entre los concertados cargandoles
tambien en cuenta el valor de la carne al precio corriente. El 1 de noviembre re-
cibe tambien el concertado á cuenta de salarios una muda de ropa. Todo esto y
las pérdidas de los animales y objetos que están bajo el cuidado de cada cual, se
hacen figurar en el debe del indio. En el haber se abonan únicamente los jornales
por los dias completos de trabajo: si el indio sufre un dolor de estómago a medio
dia y no puede seguir en la faena, pierde el medio día trabajado.
En el Ecuador no hay resguardos de indígenas.
La misha. Es un juego que apuestan generalmente los patrones jóvenes con
las [mosas, tachado] indiecitas bonitejas. No hay previo consentimiento en la
apuesta: es costumbre respetada y obligante. En las cojiendas de maiz blanco
[suelen en, tachado] / los patrones andan buscando aquellas mazorcas que ten-
gan un grano pintado, encontrada por casualidad con pinta negra se la botan
a una viuda, con pinta roja a una soltera. Si la mujer la recoje, está obligada a
obsequiar al hombre con lo que este le pida.
----
cuaderno 5 199

Los indios de Sámbisa una jornada distante de Quito tienen contraida la


obligación de barrer [se incerta dibujo de indígena barriendo] las calles de
la ciudad. Parece segun cuentan que estos indios ofrecieron este tributo desde
tiempo inmemorial á cambio de no tener que prestar otra clase de servicios y
desde entonces recorren cascorbos y chiliprosos las calles de Quito con sus es-
cobas al hombro. En ocasiones han tenido que traerlos á la fuerza y una vez se
refugiaron en nuestra Legación. La limpia de letrinas en verano es horrible. //
Estática indígena: (1ª parte historia)
Las naciones civilizadas que ocupaban antiguamente el Ecuador, antes de
la invasión de los Incas, eran: los Cañaris, que ocupaban el Azuay, los Puru-
haes, que vivían en la actual provincia del Chimborazo y los [Seros?, tachado]
Caras que habian desalojado o sojuzgado a los quitus y que señoreaban la pro-
vincia actual de Pichincha.
Al sur, en Loja, habitaban además las tribus de los Paltas, desidiosos y amigos
del aislamiento, y Zarzas; en la costa de Guayaquil los Punaes y los Chimbas;
al norte los Huacas, Tuzas, Tulcanes y Quillasingas, amigos impertérritos de
su independencia.
Los Caras invadieron por mar, entraron por la bahía de Caraquez en las
costas de Manabí, se establecieron y fundaron la ciudad de Carán. Hicieron su
éxodo por el rio Esmeraldas, [como, tachado] con tantas dificultades como los
españoles por el Opón para su / bir á la altiplanicie; desalojaron á los Quitus y
sojuzgaron á los Cayambi y Otavalo Huaca y Tuza hasta donde los Quillasingas
por el norte y a los de Lalacungay Ambato y Mochas (?) por el sur. De modo
que sojuzgaron medio Ecuador, desde la provincia de Tungurahua hasta las
fronteras pastusas. Mas al sur tenian á los Puruháes, nación pequeña pero po-
derosa con la cual durante dos siglos no se atrevieron á medir sus armas; pero
á quienes unieron á su imperio mediante el enlace de las dinastías. Carán el XI
[Sciry, tachado] Scyri (?) de los quiteños hizo modificar en la Asamblea de los
Grandes del Reino, la ley de la sucesión al trono, para favorecer con ella á su hija
Toa, en perjuicio de su sobrino (hijo de hermana) á fin de casarla con Duchicela
heredero del condorazo (?) Regulo de Puruhá.
Para unificar la nacionalidad solo quedaba al sur la nación de los Canarís
y algu //
nas tribus bárbaras.
Los Caras hablaban quichua. Los Caras adoraban al sol y la luna [y á las es-
trellas, tachado]. En la cima del Panecillo [anotación de pie de página: El templo
del Panecillo era al propio tiempo un observatorio astronómico: en el atrio había
dos columnas grandes que se presume servirían para marcar los solsticios y doce
pequeños [colum, tachado] pilares en círculo para los doce meses del año que
principiaba en Diciembre, esto indica claramente que el origen de los Caras no
era tropical, pues tenían ideas científicas claras sobre las diferentes inclinaciones
200 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

del sol en las diferentes épocas del año. La preocupación religiosa de los cronistas
que á todo le daban idea de culto hicieron estas columnas símbolos de la luna y
del sol cuando no parecen ser sino simples gnómones.] edificaron un templo a la
primera divinidad en forma cuadrada y donde está hoy la iglesia de San Juan,
al norte, edificaron otro templo á la luna, redondo. [y en la cima de otra colina,
tachado]. Los templos los edificaban en colinas [anotación de pie de página com-
plementa: el de Cayambi era de adobe circular, el de Carangua estaba forrado en
lamina de plata, asi como probablemente ...]. Edificaron otro templo a la luna,
redondo. Las imágenes del sol eran de oro y las de la luna de plata. Los tributos
que en estos templos se hacían eran de frutas, flores y animales (recuérdese la
costumbre de los actuales indios de Semillán).
El sistema de gobierno de los Caras era monarquía absoluta, con Asamblea
aristocrática consultable en casos graves y sin cuyo reconocimiento no podia
entrar á gobernar el monarca. La sucesión se hacía al hijo primogénito y en su
defecto al hijo de la hermana mayor.
Los Caras eran polígamos y propietarios. Vestian de algodon y lana, usaban
lanzas y picas de piedra. Construian fortalezas así [se inserta dibujo de fortaleza].
Te / nían tambores de troncos de árboles ahuecados (los mismos de los jivaros
de Oriente) que estaban fijos suspendidos entre dos maderos.
La esmeralda sobre la frente era la insignia de los monarcas. Los nobles
usaban diademas de un solo orden de plumas para distinguirse del soberano
que usaba dos. Las sepulturas eran entre los Caras en forma de montículos
huecos donde colocaban el cadáver con los enseres de la vida. Tolas se llama-
ban estas estas [sic] sepulturas. Así se llama todavía un barrio apartado al SE
de Quito y un pueblo en la boca del R. Santiago en Esmeraldas. Para inumar
el cadáver usaban las marchas y los llantos fúnebres que todavía se ven algo
trasformados.
La tola mas importante es la de Callo al pie de Tuipullo [ya descrita, tachado],
que vimos de paso. //
Los Caras usaban una escritura mas perfecta que la de los peruanos, si-
guiendo un sistema que no se ha estudiado y del que apenas queda vaga noticia,
consistente en el orden de colocación de ciertas piedrecillas de diferentes formas
colores y tamaños que disponian en estantes ó escritorios de barro. La invasión
bárbara de los españoles en busca de tesoros borró las huellas de esta ciencia,
que ya los Incas habian reemplazado con los cordones anudados, sistema mas /
rudimentario, llamado quipos.
[inicia con una nota (A)] Los Caras vinieron á las costas del Ecuador en bal-
sas ingobernables al impulso de las corrientes. Que corrientes se estrellan en la
costa de Manabí?
Los Puruhaes: en el gobierno sucedia el hijo mayor varón. Adoraban los ne-
vados. Chimborazo era Dios hombre, Tungurahia era Diosa, que se enfrentan.
cuaderno 5 201

Edificaron un templo al pié del Chimborazo, donde le hacian sacrificios en la


siembra y la cosecha y todos los años le sacrificaban una doncella. En Liribamba
tenian un ídolo de labios abiertos por donde le echaban la sangre de las vícti-
mas humanas que le sacrificaban, degollando á los prisioneros de guerra. A los
primogénitos tambien los sacrificaban para conservarlos con veneración em-
balzamados. Se tenían los puruhaes como hijos del Chimborazo. Las mujeres
temian ser fecundadas por el arco iris.
Cuando estaba el maiz para cojer los mozos re //
taban en los cerros a que quisiera hacerles daño en las cojiendas, tambien
tenian la superstición de ortigarse los pies al entrar en las sementeras de papas
para mejorar y apresurar la cosecha.
[inicia con la letra (C)] Cuando alguno moría recorrian las mujeres los sitios
frecuentados por él, llorando y cantando sus virtudes y se tenían de negro la
cara en senal de duelo. Si el muerto era algun personaje sentaban el cadaver en
una silla, bailaban al contorno y así lo enterraban con sus armas. Los jefes tenían
varias esposas pero los particulares eran generalmente monógamos. El novio
pedía a la novia parándose en la puerta y ofrendando a los padres un haz de leña.
El ponerle nombre a los niños varones era á los 5 años, entonces le tomaban
los vecinos un mechón de pelo y lo obsequiaban.
[inicia con la letra (C)] La viuda iba detras del cadaver con bastón y sostenid
pore dos indias. Sacaban el cadaver /
Tumbando la culata y abandonaban para siempre la casa. Si caía un rayo [ó
el arco iris, tachado] también lo adoraban. Si caía el arco los criados tumbaban
las sillas pa que no se sentara el Diablo.
A los criminales los confinaban a una isla del lago Colaycocha donde morían
de hambre. Creían que en este lago penaban las almas de los muertos (purgatorio)
Los cañaris. eran una confederación como los chibchas. Cada cacique go-
bernaba su tribu pero en caso necesario se reunian en Asambleas presididos
por el monarca de Tomebamba. Los señores tenían una esposa y varias mance-
bas. El primer hijo varón heredaba el cargo paterno. La confederación apoyaba
á los caciques pobres y debiles. = Creian en el diluvio: como los quitos que se
salvaron en Pichincha, cuando sobrevino ya estaba poblada la Canari-bamba;
todos se ahogaron menos dos hermanos varones que se salvaron en el monte
de Huacay-ñan. Uno //
de los hermanos procreó seis hijos en una guacamaya de cabeza humana;
tres de estos hijos eran varones y los otros mujeres, los cuales se casaron entre
sí para repoblar el mundo. Sinembargo tambien coincidia la creencia de que la
laguna Sigsig era de donde habían nacido los primeros hombres. Tanto el cerro
como la laguna eran lugares sagrados.
Adoraban la luna, los arboles grandes y las piedras jaspeadas, y los de Tome-
bamba adoraban un ídolo en figura de oso.
202 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Adoraban sus armas con figuras de guacamayas, animal sagrado para ellos.
Los meses lunares y años de 12 meses.
Capacidad intelectual. las tribus semibarbaras del litoral al propio tiempo
que no habían constituido nacionalidad, ni usaban vestido propiamente, que se
tatuaban el cuerpo, se deformaban el cráneo, se oradaban las narices para usar
argollas, que hacian sacrifi / cios humanos á sus dioses y vivian en constantes
guerras á caza de prisioneros, eran industriosos, compactaban sal y sostenían
comercio de oro y mantas con las naciones civilizadas del interior; pescaban con
narcóticos vegetales; labraban con arte en que se descubre un alto desarrollo
estético utensilios, muebles y estatuas de madera y de piedra; trabajaban la al-
farería con relativa perfección y tenian ideas claras sobre la calidad y precio de
las esmeraldas, perlas que ellos pescaban y de los demas objetos que constituian
sus industrias, y usaban la balanza en sus negocios. Conocian el uso de las velas
marinas. Estas tribus estaban en materias religiosas en el periodo pagánico.
Entre sus ideas religiosas tenian una de caracter científico que llama la aten-
ción: [tenian en, tachado] rendian culto á la Salud y á Esculapio. En el puerto de
Manta tenían un templo consagrado a Umiña, que es una inmensa esmeralda
tallada en forma de cabeza humana, a la que se le debían tributar esmeraldas
pequeñas. Cuando se venían los enfermos el sacerdote //
les aplicaba la esmeralda, tomándola con suma reverencia con un lienzo in-
maculado. En la isla de Santa Clara habia otro templo en que la imagen del dios
era una grande estatua de piedra de figura humana con la cabeza muy prolon-
gada hacia arriba; las ofrendas las constituian principalmente manos, piernas,
pechos etc. y demas partes del cuerpo tallados en oro y plata.
En la desierta isla sagrada de la Plata se rendía culto al Mar. En ciertas épocas
del año se trasladaban las tribus navegantes á esta isla á celebrar sus fiestas y a
depositar en el templo sus ofrendas, consistentes en vasos de oro y plata, ropa
fina y otros objetos valiosos.
[la multitud, tachado] En otros tabernáculos secundarios rendian culto á
divinidades malévolas [Marte o Proserpina, tachado] simbolisadas en cabrones
negros, ante las cuales degollaban á los pri / sioneros. Las cabezas de las víctimas
las conservaban [en los templos, tachado] dentro de los santuarios reducidas al
tamaño de una naranjilla como lo hacen las tribus de oriente [les, tachado] y
los cuerpos cuidadosamente embalsamados los colgaban en las fachadas de los
mismos templos.
Las localidades que ocuparon estas tribus estaban regadas de estatuas de
vestido talar las mas semejantes a las de la Isla de Pascua, en cuyas cabezas se
descubren fielmente expresadas diferentes emociones:, cuales manifiestan es-
panto, cuales dolor, cuales sonrisas irónicas. Multitud de dados de piedra con
bajo-relieves de formas humanas y sim [blones (?), tachado] bólicos de los dioses
descritos se encuentran todavía esparcidos [en, tachado] bajo las selvas.
cuaderno 5 203

Entre Porto-viejo y Montecristi, en la llanura de Manabí, hay una eminencia


aislada formada por varios conos agrupados, que se designa con el nombre de //
Cerro de hojas. En cada una de estas eminencias había un número mas ó
menos considerable de sillas y columnas de piedra dispuestas en círculo. Desde
ese cenáculo de los principes ó sacerdotes helénicos, se domina el mar y la lla-
nura. [anotación de pie de página: Parece que contaban semanas de 7 dias y que
destinaban uno, el tepipichinche a las fiestas religiosas.]
La forma y arte de las sillas son dignas de notarse: el asiento en forma de pe-
queño sofá sin espaldar reposa sobre las espaldas de un hombre á gatas en cuya
cabeza levantada, se ve el esfuerzo que está haciendo para sostener el peso del
amo. En otras el sustentáculo es un tigre. Los Punas eran dibujantes espantosos.
[inicia con letra (D)]. Las tribus del oriente, probables parientes de las tri-
bus costeras, sirven para estudiar el carácter de estas. Ellos no creen en Dios,
su culto es á la fuerza, al talento, al valor y a la venganza. Cuando los misio-
neros les hablan de un dios de dulzura y de piedad ellos se rien y contestan
que su capitán vale / más que el Dios cristiano. Arrogantes y espresivos en
su lenguaje y altivos y orgullosos en su porte, para ellos no hay mas hermoso
que la libertad de la selva, a quien aman con conciencia de sus excelencias.
Ellos creen en un ideal como todos los hombres, de acuerdo con su desarrollo
moral, creen en aquello que nosotros llamamos el Diablo, un ente bajo, malo,
cruel y astuto al que le atribuyen los únicos fenómenos que el hombre natural
puede percibir y clasificar como tales, el ventarrón que arranca los árboles de
raiz, el rayo que mata é incendia, el terremoto que asola, la inundación que
[mata, tachado] destruye y arrasa. Ese ser es estúpido porque no alcanza en
su poder maldito sino á los que coje desprevenidos. El hombre es más valiente
que él porque se bate //
cuerpo á cuerpo con sus enemigos, y mas inteligente porque sabe usar la astu-
cia engañosa y conoce mejor las oportunidades. Si halagan este espíritu perverso
y estúpido no es porque lo reputen superior sino para que les sirva de aliado.
-Pero no veis, le dicen los misioneros, que hay una luz que nos alumbra du-
rante el dia, que nos da calor y que alegra nuestra vida?
-Ah! Pues ese es el sol! Que sale todos los dias á la misma hora, que no oye
nuestras súplicas de que se oculte á medio dia y que no tiene voluntad.
Llevar á la cabeza de estos hijos de la Naturaleza la idea superior de una
causa primera, es imposible: Imposible por los procedimientos escolásticos y
metáfisicos empleados hasta ahora por los candorosos bárbaros de [occidente,
tachado] las ciudades candorosas bajo su traje talar como los hijos de las selvas.- /
Asunto mas profundo. Psicología indígena. [sigue letra (D)] A pesar de este
politeísmo de las tribus costenas, creian en un dios espiritual, el dios creador Ron
Ticci-Viracocha, a cuyo rapido paso los montes se hundian. Este tuvo dos hijos
Imaimana y Tocapo Viracochas. Ron creó los primeros hombres; se revelaron y
204 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

los volvió gatos negros. Los hombres actuales fueron creados por Pachacamac,
hijo de Ron, para lo que tuvo lucha con su padre. El jaguar y la culebra eran
animales sagrados.
Habia en cada localidad algun sitio llamados pacarinas, objeto de especial
adoración que no hubieran cambiado por otros mejores, mas bellos y fértiles:
la pacarina era el símbolo de la patria. En los destierros llevaban agua de su río
pacarina para bautizar otro de la nueva patria [anotación de pie de página con
la letra (E): Llevaban tambien reliquias de los dioses de las tribus y fincaban en
el culto de estas reliquias la prosperidad del pueblo].
Los indios consideraban todos los objetos animados, así era que hablaban
con el agua al pasar un río, se despedían de su chicha al ausentarse y la reque-
braba al beberla.
Levantaban mojones con columnas de diversos tamaños agrupadas, para
fijar el término de las heredades y provincias. Al pie de estas regaban chicha
en ciertas solemnidades. Deidades patrias, llamadas Uznos (como los Incas).
Ademas, cada nación, cada parcialidad cada familia y cada individuo tenía
un penate (Lares). Los cuerpos de los antepasados momificados eran venerados
como dioses. Todos los actos de la vida también tenían su dios Izhpana era el
dios de los orinales.
El ídolo familiar se transmitía de padres á hijos hasta la extinción de la fa-
milia: el ultimo se enterraba con él.
El indio en sus aflicciones consultaba á sus pe / nates y les pedia auxilio.
El ídolillo les decia por medio de suertes qué dios estaba ofendido. El espíritu
religioso de los indios era un fanatismo superior al de los católicos con todos
sus santos y advocaciones.
La naturaleza los tenia amedrentados: en todas las cosas se ocultaba un dios
que podia hacerles daño. La espiritualidad exagerada.
Todas las naciones ecuatorianas conocian y practicaban el derecho de
propiedad.
Hacian sus casas con adobe ó piedras toscas usando el barro como cimento.
En unos eran redondas como entre los Cañaris, en otras cuadradas y todas de
maderamen cónico cubierto de paja con claraboya para el humo. No usaban
ventanas y las puertas las cerraban con una manta ó con un cuero. El menaje de
las casas lo formaban el fogon que mantenian con leña de dia y de noche. Los
Cañaris conocían el carbon vegetal. //
Eran agricultores y cultivaban el maiz, la papa, la hibia, ruba, el rabano, el
ají, el tomate, la calabaza, la yuca, el plátano, el maní, la batila y muchas frutas
como las cerezas, la chirimoya y el aguacate. Comian chuchos blancos ó altra-
muces. Parece que no conocian la caña de azucar porque el dulce lo extraían de
la cana de maiz, ni la cebada. El cuy ó curí era su cria por excelencia: este era un
animal importantísimo. Usaban tambien el perro pequeño, comian poca carne
cuaderno 5 205

de caza (armadillo). No usaban el arado porque carecían de animales propios


para su empleo. Las siembras las hacian con un palo de regaton para hacer los
hoyos. No usaban los huevos [ni la leche, tachado].
Observaban el cielo para reglar la agricultura. Las fiestas de la cosecha del
maiz del mes de junio las fijaban la posición de las Pléyades.
No usaron los indios monedas sino que cambiaban directamente los produc-
tos; sin embar / go los Cañaris tenian en grande aprecio las conchitas marinas de
ciertos colores, las pedrezuelas de cierta forma y los cascabelitos de oro como se
deduce de las excavaciones de Chirdeleg, objetos que servian de moneda entre
otros pueblos americanos (Los Mayas, península de Yucatán).
No habiendo en el Ecuador ganados lanares antes de la conquista inca, de-
bieron hacer comercio de lana con el Perú. Los indios del interior fabricaban
telas de algodon y tejian el fique. Todas las naciones indigenas sabian trabajar la
cerámica de primor y eran hábiles canteros y fundidoras de oro, pues laminaban
y soldaban admirablemente los metales.
Conocian la virtud curativa de algunas plantas como la quina contra las fie-
bres y fuera de los conjuros de los agoreros usaban métodos curativos de baños,
emplastos vegetales y frotaciones.
No se conocen sus leyes, pero las habría para pueblos que tenian el derecho
de propiedad, que hacían //
cambios comerciales, que tenían ritos nacionales, y que vivían en sociedad
regimentada. La sabiduría y eficacia de estas leyes la indican el genio sumiso de
los indios á la autoridad.
Ademas de la pintura, de la escultura gustaban de el arte de la palabra: com-
ponían cantares y ese gusto lo han conservado. Su musica es muy elemental:
sonatas monótonas de pocas notas de un sabor lúgubre. Analogos á su música
eran sus bailes, lentos, de marchas, zapateos, brincos y rodeos desacompasados.
Puede decirse que [eran] relativamente habiles en la escultura eran muy media-
nos pintores elementales músicos y malos poetas y horribles danzantes. Ese es
el orden descendente de la estética, como tendremos ocasión de comprobarlo
en la actual civilización quitena.
En sus fiestas se adornaban ricamente / con joyas, preseas, brazaletes, pe-
cheras, coronas y tiaras de oro y plata y á falta de estas prendas valiosas con gar-
gantillas de conchas, de semillas vegetales, pedrezuelas de colores y dientes de
animales con plumajes vistosos y con pieles y mascaras grotescas. Las mujeres
tocaban tamborcillos y cantaban (F) (La escritura) (I).
Las naciones originarias hablaban diversos idiomas como las tribus de la
costa y otras del interior que no estaban constituidas en nación, pero si estos
idiomas eran semejantes no puede saberse porque desaparecieron en gran parte
por las conquistas Caras, incas y españolas.
Los Caras hablaban el quichua, como se demostrara en otro lugar.
206 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

[inicia con letra (G)] Los Cañaris, que se sepa, usaban un sistema de escritura
diverso del de los quipos peruanos y de las piedrecillas de los Caras: escribían
en listones de madera por medio //
de líneas y figuras grabadas. En los sepulcros de Chordeleg se encontraron
haces de estos bastones hasta en número de 32 forrados en lámina de plata tam-
bien con grabados y unidos por medio de cintas de oro. La riqueza material de
estos objetos fue parte á que los conquistadores españoles los destruyeran.
[inicia con letra (H)] Los mismos Cañaris dibujaban planos en madera y en
tela. Belalcazar recibió de un cacique en Tomebamba un plano en tela que re-
presentaba el camino que debía seguir para avistarse con Rumuñahui.
[inicia con letra (I)] Tradiciones del Diluvio y del hombre blanco que pre-
dicaba, el cual dejó en Ambato y en Loja piedras marcadas con su pie. Estas
tradiciones son delos indios dela altiplanicie.

Resumen:

1. Naciones anteriores á los Caras, sus adelantos y estado de civilizacion. 2.


Invasión de los Caras, su procedencia y conquistas. 3. Estado de cultura de los
Caras. 4. Conquista de los quichuas. 5. Cultura de los Incas. 6. Quiénes son pues
los indios actuales

Los quichuas

Los Scyris celebraron alianza con los Cañaris de modo que con esta pequeña
nacion se repartian la región de la Sierra del Ecuador casi en su totalidad, co-
lindando con tribus casi bárbaras por todos lados. Entre esta confederación
Ecuatoriana y los peruanos Incas estaban interpuestas las tribus de los Paltas,
Huancabambas, Cajas y Cascayuncas.
En facil campaña llegaron los Incas hasta la frontera de los Cañaris quienes
apercibidos los rechazaron en un primer encuentro pero pronto correspondieron
que era inutil la resistencia á tan poderosos enemigos y se incorporaron tambien
en el Imperio mal de su grado.
En lucha titánica invadió el Inca Tupac Yupanqui el reino de los Scyris ga-
nando terreno palmo a palmo al precio de sangrientas victorias hasta las puertas
de Quito. /
Constituidos así los pueblos del Ecuador en largos años y difíciles campañas
los sojuzgaron los Incas, pero llevaron sus armas victoriosas hasta [el, tachado]
Pasto. Al sur iba el imperio hasta Argentina.
Al ocupar los Incas el territorio del Ecuador lo hicieron de un modo verda-
deramente como Señor que toma posesion de un hermoso predio. Construye-
ron rápidamente ciudades, palacios reales, fortificaciones, templos suntuosos,
cuaderno 5 207

cuarteles y tambos o alojamientos inmensos. Prolongaron hasta los confines


pastusos las dos grandes calzadas que atravesaban longitudinalmente el colo-
sal imperio por la Cordillera y por la Costa, construyeron puentes sobre todos
los ríos, fundaron colegios seminarios y establecieron el servicio de correos.
En el trascurso de tres reinados no completos, los de Tupac Yupanqui, [Manco,
tachado] Huayna //
[el folio inicia con el dibujo de un ojo] Cápac y Atahualpa, [conquistaron,
sojuzgaron, tachado] en lucha de conquista con multitud de pueblos distintos
plantaron su civilización en la nacion ecuatoriana y establecieron en Quito su
augusta mansion.
Pero con esta civilización impusieron un sistema de gobierno perfectamente
tiránico. Impusieron su idioma, su religión y sus instituciones sociales por ley de
fuerza. Es verdad que su idioma era el mas hermoso y completo de los idiomas
americanos, que su religión era el culto mas natural y grandioso y que sus ins-
tituciones eran el mas perfecto [que el mundo haya presensia, tachado] sistema
socialista que en el mundo se haya practicado jamas. Ellos venian con soldados,
pero tanto como soldados traian sacerdotes, linguistas y administradores.
Nota importante: en Diciembre, epoca de florecencia del maiz, se celebraba
la gran fiesta de Raymi. Quito, Diciembre. Fiestas
Huayna Cápac murió en Quito; su cuerpo embalsamado fue trasladado
al Cuzco pero su corazón, por disposición del monarca debía permanecer en
Quito en el templo del Sol. Por causa del dolor que produjo entre sus súbditos
esta muerte, mas de mil personas se suicidaron para ir á servir al monarca en el
reino de las eternas sombras.
El movimiento regular del sol hizo pensar á Huayna Cápac en un ser superior
“El Sol, decía, es como una llama atada á un poste, pues no puede moverse sino
en un mismo círculo y siempre de la misma manera”.
Cuenta la Historia que cuando una mujer era por él atendida en sus súpli-
cas, poniendole una mano sobre el hombro le decia: hija se hará lo que pides,
si era joven; señora, se hará lo que deseas, si era casada; madre, se hará lo que
mandas, si era anciana.
Los señores Incas eran polígamos según man //
dato religioso.-
Los Caras despues del fallecimiento del último Scyri, á pesar de la imposi-
ción Inca reunidos en asamblea votaron soberania de la Pacha, heredera única
de aquel; entonces Huayna Cápac, proclamó que se casaría con ella, cosa que
verificó con pompa soberbia. Esta fué la madre de Atahualpa, á quien el generoso
y diplomático Inca amó con delirio. Tal fue el modo definitivo de sojuzgar no
ya el territorio, sino el corazón de los Caras.
A la borla carmesí, juntó Huanacapac la esmeralda que los Scyris usaban
sobre la frente.
208 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Atahualpa, era vivo, talentoso, memorista y afable y valiente, prendas con


las cuales y acaso principalmente por el amor de Pacha y por el cariño que supo
infundirle el pueblo del Ecuador, se ganó el corazón de su padre, quien proximo
á la muerte lo declaró heredero de la corona de los / Scyris, que le correspondia
por derecho materno, y á Huascar su primogénito hijo de la Goya del Cuzco, le
legó el resto del imperio.
Los incas establecieron en el Ecuador que cada Nación usara un distintivo:
debían usar una corona ó cinta de totumo los cañaris; los puruhaes, la honda
en que eran tan hábiles. Unos debían llevar el pelo largo, otros recortado á la
altura de los hombros. Qué se proponían en estas distinciones? Se proponian
estimular con ellas el sentimiento de nacionalidad en bien del progreso del po-
deroso imperio.
Los Incas se afeitaban ó rasuraban la barba. Quizquiz se hizo notable cuando
niño por que era quien le arrancaba sin dolor, uno á uno, los pelos de la barba a
H.C. tambien solian arrancarse las pestañas del ojo derecho para ofrendarselas
al sol en un soplo.
Jamás el Quichua se presentaba ante sus idolos, ante sus superiores, o ante //
sus soberanos sin un obsequio.
Los quichuas introdujeron en el Ecuador muchos procedimientos agrícolas
sobretodo en la disciplina y método de los trabajos, y el conocimiento de varias
plantas alimenticias como el maní y el uso de los abonos y de los regadíos. Las
llamas también fueron traidas al Ecuador por los incas, quienes las pusieron en
los páramos del Chimborazo como rebaños del Sol.
Parece que los Incas introdujeron la costumbre de la confesión, práctica muy
curiosa, por no pertenecer al orden religioso sino al trato de los afectos.
Cosmogonia inca. Los dioses El Sol y la Luna se amaron y tuvieron dos hijos
hombre y mujer que aparecieron en las llanuras del Cuzco. Esta pareja fue la
progenitora de la familia imperial. El incestuoso matrimonio de los incas no los
degeneró (?) [interrogante en el original].
Si los Caras son quichuas se apartaron de los del Cuzco antes de que el po-
derío de los Incas los llevara á que la adulación de los sacerdotes los declararan
hijos de los dioses. / No es extraordinario esto de que un pueblo crea que sus reyes
son hijos del cielo. Todos los pueblos han tenido esa tendencia. La primera idea
consiste en creerse el pueblo mismo hijo de la divinidad: la idea de creación se
asocia indefectiblemente a la idea de paternidad. Los reyes son llamados como
Dios padres del pueblo. Por esta razón y por la idea teocrática tan profundamente
arraigada en el corazón de los hombres consistente en última trasformación ó
selección en que Dios ha instituido a los príncipes, fácilmente se comprende la
genealogía divina de los Incas. La cual sirve para comprobar la antigüedad de
ese gobierno y el desarrollo sociológico delos Quichuas. Los españoles también
cuaderno 5 209

pasaron al principio de la conquista en casi todos los pueblos como hijos del Sol,
como sucedió en Cundinamarca (L?)
Los Caras de Quito no ofrecieron resistencia á la imposicion politico-religiosa
del Inca porque estaban en un estado previo de este periodo sociológico.
Con cierto atavismo pagano, ó acaso cierto respeto hacia la agena concien-
cia, los Incas impusieron el culto oficial del Sol; pero permitieron el culto de los
demas dioses secundarios de las naciones conquistadas, práctica analoga á la
de los romanos.
Colegios. Fuera de los seminarios fundaron los Incas en el Ecuador los mo-
nasterios de virgenes consagradas al culto del Sol, las cuales hacian votos de
castidad y clausura perpetuas. Hubo monasterios de verdaderas monjas quichuas
en Caranqui, Latacunga, Luribamba (cap de los Puruhaes), [y, tachado]en To-
mebamba (de los Cañaris) y en Quito, el último de los cuales subsistió hasta la
llegada de los españoles, cuyos cronistas atestiguan su existencia. La virginidad
era pues, virtud amada por la Divinidad de los quichuas. /
El rigor administrativo de los Incas, que trasladaban al destierro á pueblos
enteros, condenó á la muerte tambien a naciones enteras: los Caranquis, parcia-
lidad emparentada con los Caras, como su nombre lo indica que demoraban al
Norte de Ibarra fueron degollados en masa a la orilla de un hermoso lago que
por haber enrojesido sus linfas tomó el nombre con que hoy la conoce el viajero
que viaja para Colombia; Yaguar-Cocha significa lago de sangre.
Varias parcialidades de los Cañaris, rebeldes al yugo de los incas fueron tras-
ladadas al Cuzco en destierro perpetuo; otro tanto sufrieron cacicazgos íntegros
de los Puruhaes, que fueron trasladados á las mesetas de Bolivia. A ocupar las
ciudades desiertas venían colonias quichuas y aymaraes.
Estos desterrados en grupo se llamaban mitimaes temperatura igual y seme-
janzas geográficas. Los mitimaes del Callao trajeron las llamas de las //
que se aprovechaban como bestias de carga y como ganado lanar aunque
nunca usaron su leche como alimento, usaron para ellos su carne.
Agri. los incas mejoraron la agricultura: se labraron campos abandonados
porque los aplicaron al servicio del Sol y de la familia imperial, se mejoraron
muchos que eran improductivos por falta de agua, pues construyeron canales
y acequias de riego a enormes distancias, canales y acequias de los que apenas
queda los vestigios.
Asociación. Las enemistades de las tribus belicosas desaparecieron y el es-
fuerso perdido en las guerras se consagró al trabajo. La asociación de esfuerzos
produjo multiplicidad en los rendimientos.
Vias. Humboldt compara las calzadas que conoció en sus vestigios á las an-
tiguas vías de los Césares. No hay fijeza en cuanto á la anchura de la calzada que
atravesaba de N á S todo el imperio desde / Huaca en Tulcán hasta los confines
de Chile, en mas de 800 leguas de longitud.
210 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

En algunos puntos el maciso terraplen atravesaba profundos valles, colman-


do profundidades enormes, en otros el corte tajaba rocas durísimas; en otros
atravesaba pantanos en que por laboriosos artificios se consolidaba el terreno; si-
tios había en que el suelo requería un firme de losas unidas con cimento calcareo
de consistencia del cimiento romano. Cuantos puentes, cuantos cortes, cuantos
muros de sostenimiento, que de obras de arte no requerirá una calzada imperial
de 800 leguas de longitud por la cima de los Andes! Hoy la poderosa República
delos Estados Unidos no se atrevería a emprender tan colosal empresa. (J)
Arquitectura. Dos clases de edificios construyeron los Incas en el Ecuador, los
comunes y ordinarios, innumerable de casas, tambos, colegios, almacenes mili-
tares etc. de poca consistencia que el tiempo ha no solo destruido sino borrado
su memoria y otros monumentales y magnificos cuyas ruinas aun predican el
poderío y la civilización de sus autores: templos, palacios, cuarteles y fortalezas
de piedra labrada, que en algunas partes como en Mocha han servido de cantera
para edificar un pueblo.
En Achupallas, existen las ruinas de un edificio de piedra labrada, en la
cordillera de Azuan están los cimientos de una fortaleza, en el pueblo de Deleg
y en sus cercanías hay cuatro posadas reales arrumadas en las juntas, cerca de
Loja están todavía en pie los paredones de otro tambo inca en Pomallacta hubo
otro edificio. En cuanto á palacios hubo cinco ó seis, de proporciones grandio-
sas en cuyo emplazamiento, segun se juzga por las ruinas del de Cañar, cabían,
la mansión real, observatorio, templo / grandes jardines y casas para guardia y
servidumbre numerosa.
El estilo de los edificios incas se distingue por el cuidado de las junturas y por
la labor convexa del paramento visible de las piedras. El cimento empleado es
muy consistente y su composición se ignora. Los Incas no empleaban columnas,
arcos ni bóvedas en su arquitectura, lo que denuncia que ella les era propia y
que sus adelantos eran debidos al propio esfuerzo. No tuvieron modelos arqui-
tectonicos que imitar. Esto denuncia indudablemente una civilización peculiar
y original de el pueblo quichua.
Política. Para construir los palacios de Quito y de Tomebamba, los incas
con lujo de prodigalidad y en honor de los pueblos conquistados transportaron
desde el Cuzco las piedras labradas, cosa que llenó de orgulloso reconocimiento
el corazón de los nuevos súbditos. //
(J) Don Juan de Santacruz Pachacuti, cuenta de una ciudad construida por
Huayno Capac en Tomebamba, á la que proveyó de agua taladrando un cerro
y con una canal espiral de siete vueltas. En la localidad no hay vestigios de esta
maravilla, pero si se conserva la tradición del famoso túnel que conducía las
aguas al palacio de Ingapirca a través de la Cordillera.
Año religioso. Si el sol era el dios de los Incas, las épocas de hacerle sus fies-
tas era de acuerdo con el calendario agrícola. La siembra del maiz en Octubre,
cuaderno 5 211

la florecencia en Diciembre, la recolección en Junio eran indispensables tem-


poradas de festividades en honor del padre de la fertilidad. (*) (disciplina de
los trabajos)
Sociologia Todo entre los incas seguia en sistema rigurosamente inalterable;.
La organizacion en decenas etc. Del ejercito la celebración de los matrimonios
en un dia / fijo; el comunismo, por el cual nadie poseía bienes propios, la forma
magnitud y distribucion de casas, heredades en tarea de trabajo; la provisión de
alimentos y telas ó lanas para los vestidos, todo tasado y medido con exactitud;
la hora de las comidas y del sueño; el servicio alternado del soberano; la edad
del matrimonio la inspeccion mutua y la organización por decurias, centurias,
millares, decenas y centenas de millar. El indio era vigilado dentro de su choza,
por la autoridad que no lo perdia de vista un solo momento.
Aristocracia. Las clases sociales entre los quichuas, eran:
1. el yanacona, el paria, que debía ocuparse de los mas vil y penoso.
2. El pueblo, de donde salian los soldados y artesanos
2 bis. Los sabios (interpretes de quipus, los maestros, astronomos, etc.)
3. Las familias de los caciques o gobernadores.
4. Las familias de los regulos destronados
5. Los bastardos del trono
6. Los hijos legítimos de los soberanos que eran de estirpe sagrada [arriba es-
crito: divina] (N)
La realeza.- El Inca era dispensador y origen de todo derecho y de toda divi-
nidad (?) [interrogante en el original] y se le obedecía ciegamente. El indio vivia
para el imperio, no //
Debía tener voluntad. El soberano era el dueño de todo las minas, las aguas,
las tierras, los ganados, los animales cilvestres.
Distribución de bienes. De manos del soberano recibia el indio el terreno que
había de cultivar el algodon y la lana de que había de tejer su vestido y la esposa
con quien habia de vivir [Llegado el indio a cierta edad debía casarse, tachado]
(x) Disciplina agrícola. Los trabajos agricolas eran fiestas a las que el indio
se presentaba con vestidos de gala, el tambor, la flauta y los cánticos no sesaban
un instante [durante el trabajo, tachado] dandole animación y ritmo á los mo-
vimientos. Los canticos en coro con estribillos y esclamaciones de aliento no
dejaban de caer al labrador y la chicha repartida con prodigalidad mantenía los
ánimos alegres.
Las minas se explotaban para esplendor del culto y de los soberanos.
Comercio No había cambios. Donde los Incas plantaban sus instituciones
desaparecía el comercio; por / consiguiente los quechuas no conocian el uso de
la moneda.
El terreno se dividía en tres partes desiguales, una para el Sol, otra para el
Inca y otra para el pueblo. Todos los años segun el censo se hacia el reparto.
212 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

A cada [varon, tachado] padre de familias se le entregaban cierto número de


tupos (80m x 40m) de terreno segun los [el, tachado] hijos [varones, tachado]
e hijas que tuviera (Parece que el tupo equivalía á ½ fanegada). No habia un
individuo que no recibiera su parte. El gobierno repartia la semilla anual nece-
saria y vigilaba los cultivos. Nadie tenia derecho de estar ocioso: ni el niño, ni el
anciano, ni el ciego, ni el inválido, aquel espantaba los pájaros de la sementera,
este otro la deserbaba, quien torcía cabuya, quien molía el barro en la alfareria
y quien en último extremo de incapacidad estaba obligado á espulgarse y á en-
tregar cierto número de canutillos colmados de piojos. Todos tenian su trabajo
medido en proporción á sus fuerzas. Los enfermos, las viudas y los ausentes en
comisión guerrera, //
minera ó constructora tenian derecho á que el Comun le cultivara el campo
que les tocó ese año en suerte. Los cultivos se hacían primero en los campos del
pueblo, después en los del Inca y últimamente en los del Sol.
Los productos de todos los cultivos iban íntegros a la troj del Estado, de don-
de volvian á salir para la alimentacion del pueblo, en justa taza y medida. Si en
una región las cosechas se perdian por el mal tiempo ahí estaban los almacenes
del provisor Inca para no consentir jamás el hambre en el pueblo. En esta ad-
ministración consultaron los incas la improvidad y la propensión á la pereza,
que exhiben los indios.
Se comprende que los Incas fueron mas que guerreros hacendados en
el origen de su preponderancia. Pudiera llamárseles los señores del Cortijo
Providencial: el Sol como Dios, la agricultura como culto, el trabajo como ley,
la [providencia, tachado] jurisprudencia distributiva como gobierno, hacen
de los Incas los [verdaderos servidores de la naturaleza ... , tachado] genuinos
representantes de la providencia. Bien merecian ser hijos del Sol, los padres
del pueblo.
Las aguas tambien eran de propiedad nacio / nal y el Inca era quien las dis-
tribuia por medio de acequias y canales de riego y reglamentaba prolijamente el
tiempo y la hora en que debian beneficiar á cada localidad y predio.
Mojones. Los terminos de cada parcialidad subordinada al imperio eran
fijados con hitos mandados fijar por el Inca y á nadie le era lícito moverlos.
Rebaños. Las llamas, que pastaban en los paramos, eran tambien de pro-
piedad social; por esto en el Cuzco se llevaba cuenta minuciosa del número de
cabezas de que constaba cada rebaño.
Distribución de lana. Cada año en determinada época se hacía el esquileo de
los rebaños y los vellones se almacenaban en los depósitos del Comun para dis-
tribuir á cada individuo la cantidad de lana necesaria para su vestido, el cual no
podia variar ni en forma ni en color segun los usos impuestos a cada parcialidad.
Forma del vestido. Todos los súbditos del Inca usaban un vestido semejante.
Los varones usaban túnica //
cuaderno 5 213

estrecha sin mangas y un manto largo para envolverse el cuerpo. Las mujeres
usaban atadas á la cintura por medio de una faja dos mantas una interior y otra
exterior envueltas hasta la pantorrilla, a la espalda una manta estrecha cruzada
sobre el pecho con un grueso alfiler. La taleguilla para la coca terciada como
cantimplora de cazador y las sandalias completaban el ajuar.
Algodonales. Sembrados, cultivados y cosechados por orden del Inca para
la distribución de los vestidos. La hilanza era oficio de las mujeres y el tejido era
de los hombres
Nombre del imperio. El nombre general era Tuhuantin suyo, como quien dice
el orbe. Cuatro regiones: al N. Chinchasuyo; al S. Callasuyo; al Or. Antisuyo y
al Oc. Contisuyo.
Organizacion administrativa. En cada una de estas regiones había una espe-
cie de virrey del supremo consejo del Inca. Los jefes de las nacio / nes conquis-
tadas seguian siendo autoridades dependientes de la organizacion del imperio.
Mediante la clasificación de decuriones, centuriones por informes que iban
subiendo de jerarquía en jerarquía, el Inca estaba al corriente de todo lo que
sucedía en el vasto imperio. El decurión por ejemplo visitaba á sus diez subor-
dinados á las horas de comer para vigilar el aseo y la disciplina de las familias.
Las casas estaban abiertas para el decurión.
Banquetes públicos. Dos veces al mes debian comer juntos los individuos de
un mismo pueblo, a la pampa presididos por el Curaca. Nadie debia entonces
ser tenido en menos. El pueblo tambien se juntaba para trabajar en la heredad
de los desvalidos.
Colegios de nobles. Tanto para rehenes como para educarlos regiamente se
llevaban al Cuzco á los hijos de los principes sometidos y enveces a los mismos
príncipes les confinaban á la Corte.
Conquista. Propuestas, halagos, buenos tratamientos, guerra y crueldad,
adopción de los //
dioses todo lo empleaban los incas para aumentar su imperio.
Administración de justicia. Pocos crímenes podian cometerse bajo la vigi-
lancia del gobierno inca pero si se cometian eran juzgados pronta y sumaria-
mente. Para ellos la prontitud era el primer atributo de la justicia. Cinco dias era
el tiempo máximun de duración de un juicio. Los Curacas eran los jueces y los
decuriones ó centuriones eran los fiscales. Tres penas habia: la reconvención, el
tormento y la muerte. Los delitos políticos se castigaban con prisión, confina-
miento, destierro y suplicio capital, segun convenía á la politica.
El desaseo, la mentira, la ociosidad se castigaban con tormentos mas o menos
dolorosos, segun la gravedad de la falta.
El incendiario el homicida, el adúltero, el blasfemo, el que irrespetaba la
virtud de las vírgenes, era condenado al último suplicio. / [A la familia de, ta-
chado] Algunos delitos se castigaban tambien en la familia del malhechor, como
214 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

el envenenamiento. La pena capital era en la horca, en el entierro vivo ó en el


despeñamiento, con o sin suplicio previo, segun la gravedad del delito.
La adultera moría por asfixia colgada de los pies.
El decurión ó autoridad encubridora, sufría la misma pena que el autor
principal del delito.
[inicia con letra (N)] Aristocracia. Los sacerdotes eran de sangre real.
Sobre los nobles y los sabios no pesaban los tributos. El Inca era el autócrata,
jefe civil, militar y religioso del imperio [se inserta dibujo de una pirámide con
incas, nobles, sabios, pueblo, yanaconas]. La gran virtud de esta pirámide era
la obediencia. La voluntad del Inca era la suprema ley; pero la voluntad de esta
admirable organización no podia ser contraria á la necesidad de su complicada
existencia. Piénsese en los deberes de ese autódrata clave de ese estupendo arco
y se verá que la voluntad del amo supremo no puede ser libre. El //
Inca habitaba encerrado como un misterio en soberbios palacios. Lo que él
tocaba quedaba consagrado. Los grandes del imperio entraban humillados á
su presencia y consideraban como un honor el casarse con las concubinas del
hijo del Sol. Cuando se presentaba en público abrumaba con la magestad de su
opulencia. Si se descubría el rostro el pueblo caía de hinojos. Su vestido era de
riquísima tela de vicuña, recamado de oro, los pendientes, brazaletes y pechera
engastados de piedras preciosas. La cabeza adornada con la borla carmesí so-
bre la frente, la guirnalda de plumas de un pájaro misterioso sostenida por una
placa de oro. La litera en que se trasportaba era un riquísimo trono portátil. Las
músicas y los danzantes y las guardias resplandecientes y la corte empabezada,
todo contribuía á dar al hijo del Sol el mas soberbio aspecto.
Heredaba el trono el Hijo-Sobrino. Cuando el príncipe tenia 16 años se le
investía, previa una / rigurosa prueba a su energía, a su fuerza y a sus talentos.
La ceremonia de institución del príncipe heredero consistía en horadarle las ore-
jas para que usara los pendientes distintivos de su gerarquía. De modo análogo,
se instituian grandes del Imperio á los jóvenes nobles de su misma edad. La edu-
cación física de los nobles consistía en hacerlos dormir sin abrigo á la intemperie,
en pasar en vela largas horas de la noche para que supiesen vencer el sueño y el
hambre, en sufrir sin manifestar dolor latigazos en las piernas desnudas, para
que aprendiesen á ser impávidos ante las dolencias físicas, en hacer asaltos y de-
fensas de fortalezas con agilidad, valor y maestría. Era la educación del soldado.
Decirle débil (Mizhqui-tullu) á un noble era el mas aprobioso de los insultos.
[inicia con letra (L)] Fiestas religiosas. Habia dos cultos, el oficial y el privado.
El primero era obligatorio al Sol //
el segundo era dedicado á los dioses nacionales, familiares y penates de cada
parcialidad. Cada culto tenía sus sacerdotes y sus templos. Los sacerdotes no
usaban distinciones ni eran nobles por su ministerio sino por su prosapia. Los
sacerdotes del Sol eran de la familia imperial, llevaban vida austera y hacian
cuaderno 5 215

penitencia. La astronomía, la agronomía y el ritual tenian vinculos indisolubles.


Los Incas tenian avanzados conocimientos sobre la marcha del Sol y computa-
ban el tiempo de acuerdo con ella y así fijaban las epocas de sus fiestas religiosas
y agrícolas á un tiempo mismo. Contaban el año de doce meses de solticio de
[invierno, tachado] verano, que al sur de la línea equinoccial corresponde en
Diciembre. Los Scyris [hay, tachado] tenian este mes de primero en el año y los
Incas, seguramente apercibidos del cambio de la estación al pasar la línea ecua-
torial fijaron como primer mes el de Junio / en que cae para el Norte el solsticio
de verano. Nótese esta circunstancia que da idea de la astronomía inca.
En el solsticio de verano celebraban la fiesta del Sol o fiesta de añonuevo. En
equinoccio de Primavera la de la renovación del fuego sagrado; en el solsticio de
invierno el Intip-Raymi, ó baile real, y en el equinoccio de otoño la de la purifi-
cación para conjurar los males. Fuera de estas fiestas tenían muchas otras entre
las cuales eran notables las de la siembra, florecencia y recolección del maiz. Para
conocer las epocas del año usaban los incas unas columnas que por su sombra
hacian el servicio de gnomones.
[Pregunta el ilustre historiador ecuatoriano Gonzalez Suárez, despues de haber
exhibido todas estas costumbres del sabio imperio, cuál sin la conquista española
qué sería hoy del Ecuador?, tachado]
Introducción ó influencia del Sol en la socio- //
logía. Si hubiera un pueblo que surgiera á la vida, [del psicologica, tachado]
pensamiento libre de ideas metafísicas, sin [ideas, tachado] nociones de Dios,
sin teorías políticas, sin sistemas economicos; un pueblo que cultiva la tierra y
siente que vive al influjo del Sol, y que reglara su vida por él unicamente que ve
que el Sol da luz, calor y fecundidad. Que se levantara obedeciendo al Sol y se
recoje cuando el Sol se oculta, que coloca el grano [bajo, tachado] en la tierra
bajo [al, tachado] en abrigo fecundante [del sol, tachado], que vé la naturaleza
galana cuando las nubes del invierno dejan limpio el cielo y resplandeciente
el astro, que la cosecha abruma los tallos en las canículas; que no vé en el orbe
nada mas bello ni tan benéfico como [el Sol, tachado] ese globo de fuego que
juega como rey de la estética, con el paisaje del vespero. Ese pueblo amaría el sol
sobre todas las cosas, con el amor de un hijo. Las madres con el niño sobre las
rodillas bendeciría al sol y le diría al niño aquel es tu pa / dre, que desde el cielo
te mira. Ese buen pueblo llegaría á creer que era hijo del Sol, [Cómo, tachado]
no ya en sentido figurado, que la idea simbólica, á traves de las generaciones se
convierte en idea religiosa.
Todo cambiaría á la vista de ese pueblo: la casa, el rio que corre y modifica
la forma de sus barrancas, el arbol que fue arbusto florido se ha convertido en
tronco musgoso; unicamente el Sol es el inmutable. El abuelo que es muy anciano
le dice al nieto que el conoció el Sol tal como está hoy, y que su padre tambien
lo conoció en el mismo estado. Después de muchas generaciones observadoras
216 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

llega este pueblo a tener la idea del tiempo indefinido sin principio ni fin. El Sol
es lo eterno.
Ese pueblo [cree pues en, tachado] concibe en el sol un Dios creador, inmortal
e inmutable //
Las [comparaciones, tachado] relaciones inconmensurables, indeterminadas
é indefinidas dan origen a las ideas vagas de infinito. Lo vago, lo incognocible,
lo indefinido, mediante una experiencia psicologica está dentro de nosotros.
El instrumentos de mensuración de lo indefinido es tambien indeterminado
é incognocible. La relación entre el Creador y la Criatura produce la noción
de alma.
El pueblo hijo y adorador del Sol es espiritualista. Por una deducción elemen-
tal para ese pueblo todo lo que se mueve tiene alma. Los pueblos espiritualistas
que en todo momento de las cosas adivinan la intervención de un espíritu que
obra en el nombre de Dios, son pueblos tímidos, sumisos inactivos y superticio-
sos. Al caudillo afortunado le reputan primogénito y predilecto de la Divinidad
y el gobierno militar se transforma el gobierno teocrático.
El gobierno divino debe ser gobierno paternal: / el hombre criatura débil que
le debe á Dios la existencia y la vida á cada momento expuestas, no puede negarle
al gobierno divino la mas ciega y absoluta obediencia y de él debía aguardar el
agua, el alojamiento, el alimento, el vestido, la esposa y todo! La agricultura para
este pueblo debia ser el mejor ejercicio religioso porque se cumplia en asocio del
dios de la fecundación.
Un físico, un debil físico que se hubiese presentado en medio de ese pueblo,
sería un revolucionario formidable que habría hecho retroceder á Dios muchos
millones de leguas mas allá del Sol. //

Junio 26
Estática indígena y la mezcla

Especies distintas. En Quito se ven varios tipos de indios: unos pequeños [chatos,
tachado], de piernas gruesas arqueadas de modo de formar una O alargada con
ellas cuando juntan los talones; el color de estos indios es de chocolate reque-
mado y se asemejan a los de Guaranda y Ambato por el pelo sucio en mechones
despeinados que les caen sobre la espalda. El rostro cuadrado de pómulos salien-
tes, nariz chata, boca grande, dientes cortos y parejos, frente estrecha y mirada
baja. Excepto el pelo que los chibchas actuales usan recortado, guardan aquellos
indios mucha semejanza con los nuestros de la altiplanicie. [arriba escrito: El
traje es desarrapado y sucio, calzón blanco de largos fundillos, muchas ruanas
deshilachadas de diferentes colores y gorros de picos á uno y otro lado sobre las
orejas, con las cuales en veces apenas se cubren la coronilla.] Por esta razón se
nos ocurrió que este sea el antiguo tipo ecuatoriano de la Sierra, quitu, puruha
cuaderno 5 217

o cañaris. / Hay otros altos, de miembros hoseos y delgados, tipo de rostro bien
conformado de color mas amarilla que carmelita, boca grande, mentón redondo,
pomulo saliente nariz bien cortada y pelo abundante recortado á la altura del
cuello. Estos indios se presentan en Quito sin sombrero, con una ruana corta y
angosta que apenas les cubre los enflaquecidos codos y un pantalón de lienzo
ajustado y de una cuarta de pierna á modo de calzón de baño. Llegan con rasgos
pintados en la cara. Estos probablemente vienen de tierra caliente y son una de
las especies de indios de la región Oriental.
Otra especie de indios de buena estatura mas bien altos que bajos, fornidos
de miembros, corte de cara perfecto menton redondo un tanto pronunciado,
labios gruesos pero bien rasgados, nariz perfec- //
tamente aguileña, ojo grande y de mirada dulce y levantada y pelo largo
hasta la espalda que les cubre las orejas. El color es carmelito oscuro limpio.
El vestido que usan estos indios es un calzoncillo muy ancho de liencillo blanco
á la altura de la rodilla, camisa ordinaria de lienzo ó no camisa y dos o tres rua-
nas enormes de lana de colores vivos rojo o amarillo a listas de contraste fuerte,
puestas unas sobre otras y un sombrero de fieltro nacional de alas arriscadas
como navio de papel. La musculatura y la belleza varonil de estos indios son
cosas que llaman la atención del extrangero. Las mujeres altas y rollizas también
y de bellas formas no son tan hermosas como los varones, de modo que es mejor
mirarlas cuando ellas miran á otro lado. Ellas usan [una, tachada] dos mantas
pardas o paños cortos / sobre el pecho y la espalda prendidos sobre el hombro y
bajo el sobaco con alfileres, los extremos inferiores de las mantas están cojidos
á la cintura por el hanaco (chircate) que es otra manta envuelta en la cintura
que va hasta la rodilla asegurada con una faja roja atada en muchas vueltas que
le cojen en veces una cuarta de talle desde el cuadril hasta debajo de los pechos.
Ellas no usan sombrero [generalmen, tachado] y terminan su tocado con [aha,
tachado] manto [estrecha y larga, tachado] cuadrado de bayeta roja hasta la corva
que se cruzan y se afianzan sobre el pecho con un prendedor enorme. [arriba
escrito: Sobre este manto por detrás cae una coleta ajustada trenzada en rombos
con pábilo hasta terminar en una punta aguda semejante á la cola de un fara].
Indispensablemente llevan una manta en forma de amaca á la espalda suspen-
dida y anulada sobre la frente en esta hamaca vá el muchacho y á falta de el un
atado de ropas ó comestibles. Se adornan de gargantillas de //
cuentas y largos sarcillos de cobre ó de vidrio. La abundancia en Quito de
estos indios promedia por lo menos el senso general. Puede decirse que este es el
tipo general de los indios del centro de la república. El viajero los encuentra desde
Latacunga hasta el Chota. Indudablemente estos son los Caras= La presencia
franca y arrogante de estos indios contra la cual no han podido la servidumbre
impuesta por los Incas y por los blancos, la dulzura e inteligencia de su mirada
triste pero abierta como de quien no ha olvidado su pasada grandeza predispone
218 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

grandemente en su favor y el viajero anhella por la dignificación de esta raza que


no puede aceptar su degradación y envilecimiento actuales.
Hay una cuarta especie de indios que solo se diferencian de los anteriores
en que son / mas claros de color, lo que aquí llamamos trigueños, es decir, del
tinte del trigo oscuro, en que son de menor estatura y mas delicados en sus for-
mas y facciones: bellos con la mas correcta de las bellezas y aseados en su traje y
peinado con una bien tejida trenza larga y gruesa en mitad de la espalda. Boca
bien delineada y sensual, nariz borbónica perfecta, frente amplia y ligeramente
abombada, cara oval y ojos negros grandes y risueños que denuncian un carácter
ducísimo y una inteligencia clara.
Qué atractivo [ilegigle tachado] tienen estos indios que quien los mira no
quisiera apartar de ellos los ojos? No abundan en Quito y cuando aparecen
[provocan, tachado] atraen las miradas de los mismos quiteños. A una linda
quiteña cuyos ojos siempre buscabamos en el paseo y en el templo, varias veces
la sorprendimos envolviendo con su mira //
da pensadora y magnética la figura simpática de algunos de estos indios.
Si ella nos hubiera seguido en nuestras excursiones á las afueras de la ciudad
también nos habria sorprendido en contemplación muda ante esos indios en-
cantadores, que nos inspiraron una pasión [mas estensa que la que ella la nos
infundio, tachado] que bien merecía el honor de sus celos.
Los vimos comer sentados de cuclillas en la portada del observatorio, ex-
tendían en el suelo un pañuelo en que traian mote frio; los seguimos á la iglesia
donde entraban con un recojimiento primoroso; los acompañamos al mercado
donde alegaban con las damas y les daban de papirotazos en sus blancas y per-
fumadas manos cuando ellas les acariciaban las mejillas; estuvimos con ellos
en las tabernas oyendoles los aires nacionales que ellos [le, tachado] arranca-
ban á las cuerdas de rústicas de sus harpas y siempre humedeció nuestros ojos
la profunda melan / colía de esas músicas nostálgicas, en que parecen cantar
los aires de la Patria ausente. Con los primeros acordes de esta música del co-
razón dolorido nuestra alma alzaba el vuelo, atravesaba los Andes aspirando
los perfumes trementinosos que nos recuerdan siempre los azuetos escolares y
cerniéndose por entre los pinos del Panteón bogotano venia [n, tachado] hasta la
lapida mortuoria de un viejo que [pro rega (?), tachado] ofrendó su sangre [por,
tachado] a la libertad de estas razas infortunadas.
Estos bellos indios serán los mitimaes del Cuzco y del Callao que traian
consigo cántaros de agua del rio sagrado de la patria para bautizar con ella los
rios del destierro?
Ellos viven localizados en ciertos puntos: los vimos en Latacunga festejan-
do su antigua purificacion con la fiesta de la [virgen, tachado] diosa católica del
hábito blanco, [de la que prodiga la ventura en merced generosa de su corazón,
tachado] y los volvimos á ver en Otalvalo, tres meses des //
cuaderno 5 219

pués saludando en el Aguinaldo la renovación del Sol.


[Dias un, (?), tachado] En otra ocasión le gritamos á una muchacha de esta
raza que pasó cerca de la Diligencia Ñuca-Cuyani y nos miró muy mal. En Ota-
valo ante una moza de 17 años, altiva en su inocencia y bella con la mirada llena
de candores y misterios, de cutiz oscura por debajo de la cual parecía circular
el calor del Sol guardamos respetuoso silencio y merecimos una mirada risue-
ña. Iba la muchacha con sombrero de paño, sarcillos grandes de cobre maciso,
gargantilla de tres ordenes de cuentas, justillo de tela oscura, pañuelo de seda de
vivos colores cruzado sobre el pecho y anaco verde no completamente cerrado
de modo de dejar ver sobre el costado una faja de enagua blanca. Un rebozo de
bayeta azul envuelto con arte para dejar ver la gargantilla y el pa / ñuelo com-
pletaba el ajuar.
Es digno de notarse que el castellano es el verdadero conquistador de esta
raza. Todos estos indios no hablan sino el quichua pero se podría asegurar que
la preciosa muchacha de Otavalo sabía ya algunas palabras en castellano por el
uso del pañuelo de seda. Aquel que ha rechazado el idioma ha rechazado con él
las ideas, las costumbres, los vestidos y hasta las telas de que se sirven los blancos.
= Una india que entiende el castellano, principia por usar enaguas blancas y el
hanaco entreabierto para ostentarlas; si pronuncia algunas palabras, usa ya telas
distintas á las del comun de su raza; si habla bien adopta el bolsicón que es una
enagua de bayeta con pretina y sustituye el manto rojo con el pañolón bordado
de seda y se convierte en bolsicona //
Pero estas trasformaciones en la vestimenta no se cumplen todos en una sola
generación. La india de Otavalo no cambiará el vestido adulterado que ostentaba
ufana y casi risueña en la fiesta de Navidad; ella llegará á la vejez con ese traje;
pero en sus miradas pasionales hacia el blanco que [la, tachado] observaba ab-
sorto [en, tachado] su belleza, se descubría que con el uso del pañuelo de seda
había perdido mucho del orgullo étnico. El hombre blanco le llamaba ya la aten-
ción y una leve tendencia á la mezcla de sangre germinaba en su organismo. Ella
hará traición al mandato materno, ella despreciará el rencor que sus hermanos
le profesan á las que aman á los blancos. Acaso ya se apesararía de ser india al
comprender que hay hombres mas hermosos y esforzados que los hijos del sol.
El mestizo con el oprobio de su cuna y el menosprecio de sus tios, pier [por
pierde] / muchísimo el sentimiento de nacionalidad y abandona la tribu, aprende
el castellano y olvida muchos habitos de sus antepasados.
Los mestizos oscuros en quienes la sangre indígena no ha perdido su pre-
dominio, hablan con acento estrangero un mal castellano, buscan [el, tachado]
la sociedad de los blancos y adoptan en gran parte sus vestidos. Los hombres se
ponen camisa de cuello, alargan hasta el tobillo el calzón de lienzo, se recortan
el cabello y usan sombrero de ala tendida. Las mujeres cambian el hanaco por
la falda, usan camisa de estremeña y toman la mantilla de bayeta.
220 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Una [paso, tachado] jeneración mas y surgen el cholo de ruana de paño y la


bolsicona de escarpines bordados y llena de colorines. Ellos ya no saben el qui-
chua y ignoran quiénes fueron sus antepasados; pero si [la fortuna, tachado] el
viento de la democracia los encumbra [no, tachado] los buscarán [sino, tachado]
en el arbol genealógico de los capitanes de Pizarro. Los colores fuertes de los
trajes ecuatorianos y el respeto á las ejecutorias tienen el mismo origen indio.
El mestizo se reciente de su origen adúltero hasta en sus mas avanzadas y blan-
cas especies. Ellos siempre se avergüenzan de ser lo que son y en su deseo de cam-
biar de naturaleza miran con desabrimiento lo que les es propio y admiran con
mal disimulada envidia lo ageno. Su desequilibrio étnico los conduce á anhelar
por otra sangre y la buscan con cierta lacivia en sus relaciones genesicas con los
extrangeros. A esta misma causa obedece su tendencia a [pertenecer, tachado]
disfrutar de la estimación de las gentes de otra raza lo mas diferente posible, con
menosprecio de los [propios, tachado] vínculos de afinidad: el aprecio por los
extrangeros crece en razón directa de las diferencias de raza; un sur americano
es mas estimado que un forastero [y un ingles es mas estimado que un frances,
tachado] aunque no tanto como un italiano y mucho menos que un alemán.
Muchos fenómenos sociales que en Quito se [cum (?), tachado] obser / van
como á través de las paredes de cristal de un enorme laboratorio, se esplican por
este (cambia a por e para concordar con el cambio de palabra) [mezcla, tachado]
desequilibrio [de sangres; pero no hace (arriba escrito: aviene) el propósito de estos
apuntes buscar estas leyes] biológico.
Pero si la mezcla de las razas produce estas cualidades nuevas en el nuevo
tipo, tambien conserva los atavismos de los componentes. [El indio En la bolsi-
cona se descubre la humildad del indio y, tachado]
El mestizo es benévolo, servicial, humilde y des [poco, tachado] leal como
su abolengo indígena. Quien habla con un ecuatoriano genuino se siente muy
agradado: qué amabilidad, qué dulzura de carácter, que maneras delicadísimas;
la sonrisa del (ó de la) ecuatoriano no sube á risa casi nunca y jamas llega á car-
cajada; pero en esa muestra del bienestar prodiga una gran cantidad de fluidos
simpáticos. El lenguaje es pudoroso, melifluo, halagueño y musical; de las gar-
gantas ecuatorianas no salen por nin //
gun motivo sonidos ásperos, ni discordancias bruscas, [que se oían, tachado]
ni acentuaciones desacompasadas; la [vocalizacion, tachado] pronunciación trata
de suprimir las vocales graves y las consonantes de emisión rotunda y abunda
en sonidos agudos y silvados: si dependiera del gusto ecuatoriano se suprimirían
del lenguaje las vocales A, O y las consonantes H, K, J que los obligan á abrir
la boca; pues al pronunciarlas las atemperan con un estiramiento pudoroso de
labios, como la niña que se estira el trajesito, [para, tachado] de modo que las
convierten casi en nada. En cambio la I, la S y la G gurutal se les salen por entre
los dientes [y por entre el carmín de los labios dulces, tachado] en hilo continuo.
cuaderno 5 221

[La palabra, tachado] El sonido Psi besa constantemente los labios [voluptuosos,
tachado] apretaditos de las quiteñas y lo [dicen, tachado] emiten con tal parpa-
deo y melindre [encantadores, tachado] que dejan comprender [que gozan con
el juego de esa palabra (arriba escrito y también tachado: esperimentan cierta ...
en las membranas)] una especie de voluptosidad labidental las palabras quichuas
en el lenguaje señoril para dulcificarlo.
La palabra No es muy rara entre las quiteñas. Un visaje díscolo un movimien-
to brusco de protesta, una corrugación nerviosa no se ven / en Quito.
La índole de las ecuatorianas es suave y dulce, hasta el punto de no saber
manifestar sus desagrados. Cuando nos insultaron por la prensa, lo hicieron
con tal lenidad, que nosotros nos reiamos.
Las ocupaciones sedentarias son las preferidas por los mestizos; el quietismo
indígena se ha trasmitido íntegro á sus derivados. Las industrias pacientes, como
los tejidos a mano, los bordados, la [alfareria, tachado] serámica y las artes de
cuidadosa labor prosperan en el Ecuador. Admira la cantidad de paciencia que
los artífices saben consumir en sus obras. Las portadas de las iglesias especial-
mente la de San Ignacio, las tallas [de, tachado] en madera de los adornos de las
mismas y sus muebles llenos de incrustaciones primorosas, son monumentos
levantados [o, tachado] por la inconmensurable paciencia de los artistas [mas que
al, tachado] tanto como por su buen gusto estetico. Tejidos de paja, bordados,
figurillas de tagua llenas de detalles, labores de pelo, paisajes y sillas de plumas,
todo lo que exhibe el comercio manufacturero de la Sierra parece obra chi //
[arriba dice: sigue el fanatismo]
nesca. Si se tratara de premiar la primera virtud del pueblo ecuatoriano,
indefectiblemente sería coronada la paciencia.
La influencia de esta virtud ó como quiera llamársela es decisivo en todas las
manifestaciones, sociales de esa Nacion. La lentitud y seguridad con que ella se
mueve puede asegurarle larga paz y sólido aunque no rápido progreso, cuando
el verdadero equilibrio social llegue á establecerse. Pero hasta ahora esa misma
[condición, tachado] virtud de la masa popular, así como su exagerada creduli-
dad, han sido el motivo principal de su desventura y atraso. La religiosidad del
pueblo ecuatoriano es la misma que fatigaba la conciencia de los aborígenes: la
inmensa gerarquía de los dioses, desde el Sol hasta la figurilla de hueso que el
indio llevaba en la bolsa para consultarle á cada paso su conducta, dioses, [ge-
rarquí, tachado] á quienes debian mantener gratos sopena de mil infortunios,
han cambiado [de, tachado] los nombres pero no / su poder arbitrario y su
influencia multiple ni sus caprichos y exigencias de constante tributo. Para los
hijos de los indios Dios continua interviniendo con su infinito poder en todos
los asuntos mas tribiales de la vida, hasta en el movimiento de la hoja del árbol
y su inteligente y soberana voluntad se modifica con dádivas, halagos y súpli-
cas. Dios se complace con ciertas acciones de los hombres y se enoja con otras
222 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

y unas veces castiga con rigor los mas reconditos deseos y otras consiente la
inequidad descarada para despues satisfacer mas estruendosamente su justicia.
El premia a los que se le han sacrificado, con deleites eternos y con martirios y
tormentos espantosos y crueles entre los cuales el plomo fundido castiga á que
por seguir sus malos instintos desoyen sus mandatos. Entre Dios y los hombres
hay un sinnumero de Santos que sirven de intercesores cada cual con su espe-
cialidad abogadil, unos como Santa Rita consiguen los imposibles, otros como
San Antonio encuentran los bienes perdidos, otros como San Rafael devuelven
la vista á los ciegos, otros como Santa Ana hacen fecundas á las mujeres, otros
como San José //
les proporcionan esposo, etc. etc. de tal manera que cada santo hay que man-
tenerlo propicio por medio de oraciones y ofrendas para que atienda á las mil
necesidades de los hombres. Para ellos el dogma espiritualista del catolisismo
es asunto secundario; [Entre los hombres y los santos hay una tercera gerarquia
Hace 2000 años que estan entrando juntos (?) al cielo abogados a la intimidad y
al Consejo de Dios y continuan entrando según lo avisa el jefe de los sacerdotes
en sus canonizaciones] la religion ecuatoriana solo afecta en el concepto del
heredero de atavismos idolátricos las formas militantes que hemos descrito.
Los sacerdotes son una tercera gerarquía de semidioses situada aquí en la tierra
para varios efectos especialmente para recibir las ofrendas y para gobernar el
reino espiritual de los fieles. Los sacerdotes son sagrados, su fuero principal
consiste en llegar impunemente hasta el tabernáculo de la conciencia indivi-
dual por medio de la confesión: para ellos no hay puerta cerrada, conocen los
mas íntimos secretos de los hombres, viven dentro de los mas ocultos voliciones
de las virgenes y ocupan el corazón de las esposas y mantienen en esos antros de
la conciencia el es / píritu religioso ferviente. Eso y lo que se llama gobernar el
reino espiritual de los fieles. El gobierno espiritual, como cualquier gobierno,
se preocupa especialmente de la paz: que no entre en su reino ningun elemento
perturbador. Los enemigos de la conciencia son las ideas y los afectos. Cuidado
con dejar entrar algo de eso en el corazon de los fieles sin que los sacerdotes le
den el pase. Las mujeres, mas sumisas que los hombres, no leen, pero aman: es
preciso presidir y encausar sus afectos; de modo que el director espiritual debe
apoderarse de todos los resortes afectivos de la mujer para manejarlos a discre-
ción. Cosa que ellas han entregado gustosas.
En cuanto á las ideas que andan en castellano en libros y papeles, lo mejor
es cerrarles el paso no dejando que los indios aprendan castellano, no dejando
que los mestizos aprendan á leer, apoderandose de las escuelas y sensurando
libros y periódicos. //
El fanatismo impuesto al Ecuador es el resultado de un estudio profundo de la
psicología indígena y la obra es perfecta. El Ecuador por este sistema es el pueblo
teológico. El jornal está reglado por la Iglesia que es el propietario y empresario
cuaderno 5 223

mas acaudalado, las clases sociales estan sostenidas en sus puestos por teorías re-
ligiosas, la industria y la ciencia, las artes y la literatura estan monopolizadas por
el poder teocrático; las costumbres estan dirijidas por el sacerdocio y la política
se somete tambien á su potestad por el concordato y la instituyen por medio de
un sistema filosófico que enseñorea los planteles y las tribunas del Espíritu Santo.
El sistema ha llegado bajo los mas gratos auspicios á sus últimas consecuencias.
La responsabilidad del sistema es innegable, ineludible y patente. Todo lo que se
diga bueno y malo del desarrollo y funcionamiento social del Ecuador / es una
comprobación de lo pernicioso ó eficaz del sistema teocrático. No se circunscriba
el tiempo de vigencia de este sistema á la conquista española porque eso impli-
caría cierta parcialidad en contra del sistema blanco únicamente, la teocracia
viene fundándose en el Ecuador desde los Incas y acaso desde los Scyris. No se
crea que de este sistema sea responsable únicamente la raza blanca. //

Introducción a la estática indígena anterior

El estado de verdadera servidumbre que aflige á los numerosos indios de la


Sierra ha desarrollado en ellos cualidades que se mantenian latentes durante
su libertad. La generosidad de su índole ha sido propicia al crecimiento de es-
tas cualidades. El indio por naturaleza es amigo de los colores sin armonía, su
estética es extravagante: el contraste fuerte de tintas complementarias, como el
rojo y el verde, forma su delicia emocional. Sus dibujos no aprovechan la curva
suave que tantos deleites procura a las razas occidentales; los ángulos, las rectas
bruscamente quebradas, los laberintos intrincados y sin concierto recuerdan
en él su remota procedencia asiática. Amigo de las emociones estéticas bruscas
[como los placeres que le procuran buscar tradiciones de genio (?), tachado], es
sensual en sus placeres y los busca ó en una inacción perezosa y apática ó en
una embriaguez estentoria y estúpida. Sin el amor a la embriaguez no podría
concebirse la raza indígena. Figurarse un indio saboreando un placer delicado
y apacible es algo difícil: se le concibe quieto, con las manos entre las rodi / llas y
la barba pegada al pecho ó haciendo piruetas ridículas y diciendo tonterías en
alta voz; pero no se le concibe ensenagado en otros vicios: el es casto, parco en
las comidas y aconductado en sus demás costumbres. Cuando el indio esta
borracho pone de manifiesto su caracter adulador y quisquilloso, sus afabilida-
des son insoportables y por ... estas pajas arman ellos una guasanga de Dios es
Cristo, que termina en abrazos y reconciliaciones tiernísimas. En esas trifulcas
espantosas puede estudiarse el fondo de benevolencia del caracter indígena.
Quién se alarma con una pelea de indios? De seguro que no habrá un muerto
ni siquiera un herido. Comparense estos resultados bélicos con lo que sucede
entre blancos y negros y se deducirá cuanta es la dulzura de caracter indíge-
na. (se intercala * que corresponde a la siguiente nota, la cual se inserta más
224 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

adelante: En su deseo de agradar es halagüeño, hospitalario, servicial y ladino


y solo por su desgracia en el ánimo de sus opresores no consigue ser estimado.
El mal éxito de sus esfuerzos simpáticos lo ha vuelto tímido, condición que no
le es peculiar, pues cuando ha tenido oportunidad de educarse y respirar ciertos
aires de libertad ha probado que es capaz de un valor heroico (m).
(esta nota corresponde a la anunciada en el párafo anterior, y también se
encuentra más adelante) [(m) En sus mismos vicios el indio muestra una noble-
za de caracter que ojalá pudieran ufanarse de ella los blancos. Su [im, tachado]
prodigalidad é improvidencia el orgullo que tiene de ser gastador y rumboso en
sus constantes fiestas, tachado]
El indio por ningun motivo es grosero en sus protestas: instintivamente bus-
ca circunloquios para expresar sus resentimientos enmedio de [sus, tachado]
la colera ó la indignación. En su trato comun es respetuoso, como que [ilegible,
tachado] reconoce las [diferencias, tachado] preeminencias de clases á causa de
su [temperamento, tachado] idiosincracia conservadora [y aristócrata, tachado].
Las pro //
fundas reverencias del indio, los tratamientos humildisimos y casi siempre
cariñosos que emplea y sus maneras siempre acompasadas y pulcras, denuncian
independientemente de su abyección actual un temperamento aristocrático. Ese
temperamento los convierte en soldados orgullosos y altaneros magistrados,
cuando la conscripción les da vestidos abigarrados y armas relucientes ó cuando
el señor cura [los nombra de, tachado] les entrega el baston de gobernadores, ó
cuando el propietario los constituye en mayorales de la hacienda. No andemos
con rodeos, digamoslo de una vez, cuando un indio llega a ser personaje, es un
personaje respetable! La noción democrática, el principio del individualismo
deben buscarse en las razas caucásicas. El orgullo y la dignidad del blanco de-
penden de la valía que él le da á su persona y no á la autoridad social que repre-
senta ni á los bienes de que disfruta. El indio individuo es humildísimo, el indio
símbolo es orgulloso. Es que esta raza es eminentemente socialista; por eso estas
re / públicas mestizas serán siempre autoritarias.
El indio es amigo del orden, sufrido, sumiso y cumplidor de la ley; la paz
pública rara vez se altera por causa de ellos, aunque la tiranía los esclavice. Las
asonadas indígenas en el Ecuador, apesar de que la crueldad de la minoría blanca
es afrentosa, no han tenido lugar sino de siglo en siglo. (se intercala x que corres-
ponde a la siguiente nota, la cual se inserta más adelante: Si se pudiera hacerse
el balance de las buenas y malas condiciones del indio le resultaría un saldo tan
grande en favor de / sus virtudes que despertaría la emulación de los hombres
mas aptos para la moralidad)
Se han repetido tantas veces los defectos de los indios que bien merecía ca-
llarlos si no fuera necesario tenerlos en cuenta para buscar el origen de ciertos
hábitos ecuatorianos que se fundan en ellos. El indio es pródigo y generoso en sus
cuaderno 5 225

fiestas y por eso se endeuda y aunque es inteligente las condiciones económicas


en que lo ha puesto la tiranía blanca lo condena á ser negligente, imprevisor y
perezoso. Poco importa que un indio duplique su rendimiento de trabajo si el
valor del jornal no es proporcional á este rendimiento y / si sus necesidades no
quedan mejor satisfechas. La holgazanería y el hurto [es, tachado] son conse-
cuencia de la falta de estímulos para el trabajo. El látigo en vez de hacerlos activos
los ha vuelto tímidos, hipócritas y rencorosos. En el esclavo cómo no encontrar
la mentira, la desconfianza, la perfidia y la venganza? Por esto es muy difícil
averiguar la verdadera naturaleza psicológica de los oprimidos.
Pero el gran rasgo del indio es la supertición. Todo ignorante es superticioso
porque las relaciones de causalidad erróneas conducen á formar sistemas absur-
dos sobre los fenomenos observables. La intervención de un poder sobrenatural
en el movimiento de todas las cosas es propia deducción de la observación, pero
si el observador es religioso dificilmente puede apartarse de la metafisica para
la esplicación de lo que ve. Las leyes del universo para llegar á establecerse //
tienen que sostener lucha contra el espíritu sistemático de los creyentes.
Ese espíritu religioso de los indios al cual se aferran como el náufrago en las
tempestades de su esclavitud, es el mayor obstáculo que pueden tener para su
desarrollo psicológico. El espíritu del indio está blindado por la supertición con-
tra el desarrollo para el conocimiento de la verdad en todos los ordenes de ideas.
La gran dificultad para el progreso de esa raza estriba en su religiosidad profunda.
Contra esa religiosidad se estrella la enseñanza evangélica y se estrellará por
mucho tiempo la luz de la verdad científica.
El panteismo y el paganismo indígena son su peor enemigo. Para luchar
contra ellos es preciso emplear un método de enseñanza astuto, contempori-
sador y tenaz.
El gran número de indios del Ecuador al propio tiempo que serán la base
social de / esa Nación, dificultará y hará muy tardío su progreso.
El Ecuador tiene cerca de dos millones de habitantes de los cuales el 75% son
indios puros, que por su fanatismo religioso oponen una resistencia formidable
á la civilización.
Fuera de las numerosas hordas de la región Oriental, casi todas de proce-
dencia Caribe, se observan en la Sierra las siguientes especies de indios de pro-
cedencia Maya probablemente. //

El indio actual del Ecuador.


Costumbres y régimen

La inmensa mayoría indígena de nuestra hermana del Sur, por su masa ó por
su potencia ha resistido el contacto corrosivo y destructor de los pocos blancos
que la subyugan hace cuatro siglos.
226 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Para conocer el Ecuador y para poder meditar en su porvenir, si se adoptara


allí un régimen social distinto, es preciso mirar atenta y cariñosamente esa base
compacta de población cobriza, que es como el lienzo opaco donde se delinera
la civilización occidental, exótica é infecunda, dado el terreno o el metodo como
se ha plantado. El grande hombre del Ecuador será aquel que, sin los atavismos
de la raza conquistadora, sepa regar la semilla fecundante en el seno prolífico
de aquel pueblo. Ingerido el germen, el pueblo indígena adaptado al medio geo-
gráfico del trópico, dará de sí un producto de civilización propio, exuberante y
rapido, como en el Japón.
La experiencia tenaz y violenta de cuatrocientos y tantos años de presión
en moldes refractarios, ha debido hacer comprender al pueblo colonizador que
el concepto latino del progreso mental no se aviene con las circumboluciones
cerebrales de los hijos del Sol.
La escuela quichua y no la universidad salamanquina será la genitora de la
noción del derecho para el pueblo ecuatoriano. Se nos ocurre, y valga la frase
como formula comprensiva de la revolución que conviene á los pueblos del tró-
pico, que el dia enque renazca el idioma madre a la vida moderna, comenzará
la evolución positiva de las razas suramericanas.
Los antiguos conquistadores del Ecuador, Caras y Peruanos, aportaron allí
sangre similar, lenguage de raiz comun y civilizacion atemperada y progresiva:
fueron como el incremento sucesivo regulador y ascendente de un organismo
en crecimiento. La conquista española quebró, sublevó, socavó, interrumpió ó
anuló aquella génesis, porque su sangre, su idioma, sus ideas eran totalmente
extrañas y de imposible simpatía. El sojuzgado no podía ser como antaño el
compatriota sino el siervo.
Los antiguos Quitus, raza hembra donde ingertaron los Caras, sojuzgaron
á su turno en la epoca de su virilidad á los remotos aborígenes salvages pro-
bablemente de origen Caribe que poblaban las faldas del Pichincha y de cuyo
espécimen estas recorren la selva oriental en periodo bárbaro con el nombre
de Gíbaros.
Cuaderno 6

Documento 1.

Continuacion de los “Cuadros y Paisajes”


----
Viaje pintoresco y científico al Caquetá [arriba escrito: Putumayo], efectua-
do en Marzo de 1906, en exploración del Camino al Putumayo [arriba escrito:
Caqueta, tachado],
Por
Miguel Triana
Ing°. Civil.
Dedicado á los compañeros de exploración. —
/
[(Título)
Viajes en Colombia.
(Introduccion á la Sociología)
El Putumayo. [en 1906, tachado]
por
Miguel Triana
Etc. etc, tachado]
----
Dedicatoria:
Al [l, tachado] ilustre explorador del Caquetá,
Exm°. Sr. Gral
Rafael Reyes.
Dedica este libro,
Su admirador y amigo
El autor.

227
228 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

[Dedicatoria:
Al Exm°. Sr. Presidente de Colombia
Gral Rafael Reyes,
Explorador del [Caquetá, tachado] Putumayo, [y, tachado] miembro de núme-
ro de la Sociedad geografica de Bogotá, etc
[Como á su colega, y admirador y amigo, tachado],
deduca este libro, El Autor, tachado]
//

Primera Parte. — La Cordillera


Cap. [III, tachado] I.

La patria boba y su gobierno, á guisa de introduccion.

Llegó el tiempo de romper el viejo molde federalista. El Coloso del Cauca se


rompió en dos grandes Departamentos: Nariño, esperado por los Surianos como
un ensueño, surgió á la vida. El espíritu público, activo, certero y sencillo de los
primeros dias de la Patria, inflamó el corazón de los nariñenses. Quiso la fortuna
que la primera designación de Gobernador recayera en un joven pastuso lleno
de virtudes cívicas: talentoso, activo, patriota, amplio en sus ideas, progresista
y sin pasiones banderizas, Julián Bucheti organizó su pequeño Gobierno con
elementos análogos y la barca echó á andar!
Universidad, Escuela normal, Escuela de artes, caminos….. todo lo acometió
el pueblo de Nariño con entusiasmo á la voz y el impulso de su joven gobernante.
No es del caso referir al detal el impulso de vida que ha recibido el Sur, consti-
tuido en entidad política cuasi autónoma. Valga lo dicho para esplicar el motivo
de la presencia de un Ingeniero bogotano en la hermosa selva que demora al
Oriente de Pasto y sus aledaños.
Seducido por las notables condiciones de Pasto para ocupar puesto pree-
minente en el porvenir de Colombia, el autor de estos apuntes enamorado del
paisaje y de los asturianos que viven en las breñas pastusas, escribió pa- / ra La
Revista Ilustrada sus impresiones de viaje, cuando venía del Ecuador, con el cri-
terio desprevenido de quien no piensa volver á los sitios descritos ni á tratar con
los hombres cuyas costumbres le llamaron la atencion: hubo en aquel articulo
hasta mortificante ingenuidad y lo informó un pensamiento de la Escuela noví-
sima, al parecer antagónico del sentimiento tradicional de la Sociedad pastusa.
Sinembargo, ese es el origen del presente viaje. Cómo se cumplió la génesis del
viaje y cual fué el proceso que lo constituyó en un hecho, poco importa saberlo.
Estamos sobre la cumbre que separa aguas entre el Pacífico y el Atlántico, de-
jando atras la tierra cultivada en pequeños cuadros por los laboriosos indijenas
cuaderno 6 229

del Valle de Atrís y mirando el anfiteatro de cerros que, como velos de tul gris,
ocultan la inmensa planicie del Corazón de la América: ese es el hecho.
3260 metros sobre el nivel del mar, frío intenso, dia nublado, por entre cuyas
rachas inquietas se mira el lago interandino de La Cocha, de aguas verdes y tran-
quilas. Un misionero con su capucha calada, su rosario de grandes pepas negras
y sus alpargatas de fique, ha venido á mostrarnos el camino. Sobre la encum-
brada cima de los Andes el Fraile y el Ingeniero, el fraile que está construyendo
un camino, y el ingeniero que, acaso, vaya á evangelizar entre los salvages de
Oriente, forman un simpático contraste. //

Cap. II

San Pedro de la laguna.— La filisofía [sic] de los indios.— La misión evangélica


del Caquetá.— El Camino de los Capuchinos.— Itinerario de la Expedicion.—
Una belleza natural.— El primer puente construido.— La Capilla insular.— La
Santamaría y su comandante.— etc. etc.—
“La Laguna” se llama una comunidad de indigenas radicada en el extremo
Sur del Valle de Pasto. [Sa, tachado]
— “San Pedro de la laguna”, nos corrigió el misionero.
[Como todos los pueblecillos indígenas de este contorno, “La Laguna” es una
dispersión de casitas en gracioso desorden, como familia caprichosa, al rededor
de una capilla que blanquea á lo lejos como una paloma. Ese punto blanco es el
simbolo de fraternidad, á cuyo cariño debe la pobre familia indígena su consti-
tución social. El indio es altamente religioso; su metafísica, como la de todo hom-
bre elemental, es gobernada por voluntades difundidas en el espacio; los agentes
sobrenaturales constituyen toda su filosofía, toda su ciencia, toda su doctrina:
el buen Dios, iracundo á veces, cuando manda los rayos, los huracanes, los tem-
blores, impone su bendita providencia sobre todo lo creado. La iglesia blanca,
con su torricilla cuadrada cubierta de teja y su veleta en forma de cruz, que mas
que para indicar, se ha colocado allí para dar dirección á los vientos, domina el
conjunto. El sacerdote que oficia en el altar de este templo está en permanente
comunicación con el buen Dios y aunque hecho de sucia carne, es, segun dicen los
periódicos, Su representante en la tierra. La obediencia ciega al sacerdote, siempre
que se conserve intac-, tachado] / ta la filosofía trascendental del Carbonero, se
impone como consecuencia.
¨ Algunos pueblos indigenas del contorno de Pasto, entre los cuales está
“San Pedro de la laguna”, junto con toda la Región del Putumayo, están á cargo
de la Misión evangelica de los Franciscanos descalzos[,, tachado] ó [,, tachado]
Capuchinos, próximamente, desde la revolución de Alfaro en el Ecuador.
De Pasto al pueblo de La Laguna hay 6 ½ kilómetros de regular camino, el
cual podría hacerse garrotero [que, tachado] siguiendo el riachuelo que desagua
230 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

el vallecillo en esta rinconada — llamado RioNegro,— [podría convertirse en


Carretero del 3 al 4%, tachado]; pues este pueblo solo está sobre Pasto á doscientos
veinte mt [concuen, tachado] (220m.) [de diferencia de nivel., tachado]
De Sn. Pedro de La Laguna á la depresión de la Cordillera, con el trabajo de los
indígenas, han construido los Capuchinos otros 6 ½ kilómetros de buen camino,
para ponerse en comunicación con el rico cuenco de La Cocha, precioso mar
mediterraneo que estanca las aguas del páramo de Bordoncillo y las encamina
al rio Putumayo, por el enfilado cauce del rio Guamuez. Este rio [Guamuez, en
cuya desembocadura yacen los restos del Vapor que trajeron [Reyes Hermanos,
tachado] en otra época, para surcar el Putumayo, tachado]; servirá de guia en
la Selva desierta á los exploradores del Caquetá, cuyas aventuras serán consig-
nadas en este libro.
Estamos, pues, en “El Diviso”, con un misionero de hábito carmelita y cordon
de siete nudos. El Reverendo Padre, á traves de sus anteojos, mira con recelo
y circuspección nuestro talante militar. Quién sabe cuántas leyendas le hayan
llegado de nuestro liberalismo!
La trocha de bueyes para ganar la planada de La Cocha es infernal; algunos
la transitan[mos, tachado] de á caballo, expuestos á quebrarle la ca- //
nilla al bruto y estampar en cerámica natural [nuestra, tachado] su figura;
otros se apearon para andar atascándose hasta la rodilla. [En todo caso, que los
pastusos no puedan gozar del espectáculo del precioso lago, es deplorable. Sin em-
bargo, tachado] Nos informó el Misionero que en las épocas de verano podrían
venir las familias á contemplar este diamante engastado en la cima de los Andes.
Desde las alturas y velada la sierra del Patascoy, que lo represa por el Oriente,
se nos figuró una bahía tranquila y silenciosa, hasta donde no llegan las cóleras
de Neptuno. No cruza el aire una garza, no corta la linfa una vela; ningun ru-
mor interrumpe el solemne silencio de este mar dormido. La ilusión que trae el
viajero de contemplar desde aquí la inmensa llanura oriental, se desvanece y se
estrella contra los copos de nubes del confin; pero se levanta en el alma, como
en las costas oceánicas, la emoción del infinito y cruza por el pensamiento [una
plegaria, tachado] con vuelo de gaviota el ensueño de las aventuras lejanas.
Del “Diviso” al plan del lago, en el paso del [El, tachado] Encano, uno de
los rios que aportan las aguas del Bordoncillo, hay próximamente 5 kilóme-
tros de distancia y una diferencia de nivel de + 20 metros; de modo que po-
drían unirse con un camino [suavísimo, tachado] del 10%. En este paso del rio
Encano construyó la Expedición su primer puente rústico, para el cómodo
acareo de los víveres que han de seguirnos en el ignoto viaje. Del Encano al
embarcadero, orillando el juncal, hay 3 kilómetros mas y 30 [decía 20] metros
de desnivel. Poco mas de cuatro leguas dista, pues, La Cocha de Pasto y está
sobre esta ciudad doscientos ochenta metros (280mt.) ó sea á 2820 mts. sobre
el ni- / vel del mar.
cuaderno 6 231

En las mas inmediata extremidad del lago, frente al embarcadero, hay un


islote solitario, cubierto de bosque, que llaman la Corota, donde han levantado
los capuchinos una capilla pajiza. Para ir á su capilla insular, han construido
dos ó tres barquichuelos, el mayor de los cuales, capaz para cincuenta pasageros,
se llama “La “Santamaría”, en memoria de cierta histórica caravela. El Capitan
Botina, indio malicioso y engreido con su encumbrado cargo, la comanda por
delegación de sus compatriotas de la Comunidad de los lagunas, propietarios
de esta fértil y salvage comarca.
El nombre de la barca, la influencia del Misionero que nos facilita el embar-
que y la circustancia de que la conquista, despues de cuatro siglos, está á media
distancia del salvage Marañón, nos hace caer en cuenta, acaso ofuscados por una
presunción vanidosa, que la Expedición al Caquetá es una empresa de los tiem-
pos heróicos, aunque del género de aquellas mil tentativas que por sus pequeñas
proporciones se pierden de vista á traves de los siglos; pero á cuyo esfuerzo de
conjunto debió el Castellano el dominio de un continente.
El Sr. General Reyes, [de estirpe de conquistadores, tachado], no ha querido
echar en olvido la Región donde comenzó á hacerse célebre por sus empresas,
y decretó como Presidente de la República la exploración [egregia que rompe
la marcha sobre las ondas, tachado] científica de este territorio, la cual abre su
marcha por navegación superandina de un lago misterioso en la embarcación
del [Colon, tachado] que nació hijo de un cardador de lana, //

Cap. II [I, tachado] Navegación Andina

Una ilusión desvanecida.— Consejo á los visitantes.— La horizontalidad en el


panorama.— El embarque vespertino. La hora pálida.— Una pintura rembra-
nezca.— La capilla rústica.— La oración del Cabo.— El lago de dia.
Del rancho del Encano, á 30mt. sobre el nivel del lago, se recorren 2k. por toda
la orilla del riachuelo de este nombre, por entre cienagas y juncales que estor-
ban la vista. Una línea recta, al nivel del suelo, y los cerros lúgubres del cuenco
cordillerano, forman el paisaje que tántos encantos promete desde la cumbre.
Con este motivo, revestidos de toda la rudeza de quien no tiene escrúpulos
mundanos, á cuyo favor crecen las reputaciones inmerecidas [en materia de be-
lleza y santidad, tachado], nos permitimos aconsejar á los [contempladores de
ésta en [se añade: d] el, tachado] turistas del porvenir, que contemplen La Cocha
desde el rancho del Encano: ni un paso mas!
De allí para adelante, no se saborean sino desagrados y peligros, propios de
paladares ásperos: [los Lívistong [sic] gozan mucho con las amarguras de la tris-
tísima soledad del desierto, tachado]. La onda negra, la tripulación inexperta y
soez, las bancas inseguras, el paisaje de cerros abruptos es lo que [suelen, tacha-
do] encuentran los turistas que de dientes para afuera suelen decir: “que bello!”
232 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

La maniobra del embarque comenzó á las seis de la tarde, [nos distrajo de las
melancólicas ideas que, cual murciélagos importunos, cruzaban nuestra mente,
tachado]. Salidos del canal del Encano entre juncos; se presentan la línea de
agua negra, cuya profundidad calcula el aterrorizado navegante, y el peñón
de La Corota, cubierto de una arboleda sombría. /
La retaguardia, encargada de recojer los últimos trebejos del rancho abando-
nado, no cupo en el primer viaje, y pudimos verla cruzar el estrecho de 1000mt
á La Corota, á cuya orilla la aguardabamos contemplativos.
Era el momento de las tristezas del dia; un viento frío de 7°. se deslizaba en-
tumecido y perezoso, sobre la linfa negra; las cordilleras [cordilleras, tachado]
parecían pintadas con tinta china; el silencio de la noche, en consorcio con las
agonías de la luz, producía la magnífica melancolía de una naturaleza mori-
bunda; la estela de la barca lejana, como estertores de vida, se estendía en rayos
temblorosos hasta los rincones opacos de la lejanía, y la silueta de nuestros retra-
sados compañeros parecía la sombra de los viajeros eternos de la laguna Estigia.
— Un grito de alborozo, al ver que los esperabamos, interrumpio por un
momento las sinfonías de la hora palida, y emprendimos el ascenso del sendero
de la montaña, hacia la capillita de la cumbre. El bosque, durante la noche, ofre-
ce fantasticas perspectivas: los árboles dormidos, los [árboles, tachado] troncos
negros, las encrucijadas de la selva oscura, son la mansión de los endriagos.
La luna naciente mandaba sus rayos verdes á traves de ramaje como mensages
de la viuda [arriba escrito: solitaria] del firmamento.
Cuando coronamos la cima, ya los piadosos hijos de la montaña que nos pre-
cedieron, habian iluminado la Capilla y su altarcillo rústico, vestido de musgos,
trajo un resptandor de cielo á nuestra alma.
Sobre la tosca mesa del altar encontramos un papel que así decía:

“Con humildad y confianza te pido, oh! Santa Virgen, un viaje feliz”


Firmaba el Benjamin de la Expedición: //
[el Cabo Uscategui.

Como de costumbre, el primer Ayudante, despues de comer al amor de la ho-


guera, entonó el Rosario, y, tachado] En el recinto de la misma capilla, el Estado
Mayor [de la Expedición, tachado] durmió tranquilo, cada cual merodeando
con el pensamiento, [cada cual, merodeando, tachado], al rededor de la sencilla
oración del Cabo.
— “Que así sea!”…….. A la media luz de la aurora volvimos á mirar las toscas
estacas que forman la hospitalaria capilla, en señal de despedida, y recorrimos
nuevamente el descenso al puerto por la misma alameda natural, formada de
troncos musgosos, que hallamos la vispera en idilios amorosos con la luna; sus
caricias son alegres y pródigas, y sus favores llevan consigo el talismán de la
cuaderno 6 233

belleza. A la luz azulina, se nos antojó, el bosquecillo de La Corota, no la encru-


cijada de las brujas, sino el lugar de cita de las cirenas del lago. La vegetación
reverdecida, perfumada y brillante, ofrecía grata mansión á las hadas, desterra-
das ya del mundo. El anacoreta esta [asilo, tachado] manción para aislarse de las
miserias sociales, puede encontrar allí la paz de Dios.—
Sinembargo, esta aurora estaba pálida y no venía adornada, como suele, con
lampos de rosa. La mañana estaba fría y opaca, los ánimos desapacibles ante el
peligro de una navegación aventurada, el cristal del lago, quieto como fisonomía
de gente egoista, no prometía nada. Cuando caimos al puerto, todo estaba listo
para recibir nuestra persona en el puesto de honor (por cierto muy incómodo) en
la proa de La Santamaría; las otras dos barquetas menores parecian consumirse
entre los juncos al peso de la carga y de la peonada. La agrupación de hombres
rudos y mal ó pobremente ves- / tidos, hace siempre recordar á los pescadores
de Galilea. Nuestros hombres, como aquellos, melenudos, de rostros espresivos,
rústicos y asustadizos, miraban en su emoción de miedo hacia la proa de La
Santamaría como en demanda de fortaleza de ánimo. Mucho hacía el Jefe de la
Expedición en no manifestar los temores de que estaba poseido al imaginarse
un naufragio probable. “A manos de estos marineros improvisados, en estas
cascarillas de nuez recargadas y á merced de los huracanes de la temporada,
todos estos hombres honradotes y sin malicia, pueden sucumbir hoy, con Jefe
y tenientes, si el que se impuso, ahora siglos sobre los vientos y las olas, no nos
protege”: Esto pensaba el atribulado Jefe de la Expedición, quien para infundir
valor á los labriegos que por primera vez se embarcaban, miraba con semblante
tranquilo la linfa traidora.
El cuerno sonó, á falta de corneta, y las barquillas salieron del puerto. La la-
guna fue presentándosenos, poco á poco, en toda su magnitud. La suerte estaba
echada y, como sucede siempre, el miedo iba desapareciendo, á medida que el
peligro nos envolvía: cuando estuvimos lejos de las orillas salvadoras, todos los
semblantes estaban serenos.
Una especie de abrazo entre dos cordilleras que vienen á juntarse en las
cumbres, despues de atravesar grandes comarcas, es lo que forma este mar
interandino. “El “Tábano”, el “Motilon” y el “Romerillo” al Occidente y el “Bor-
doncillo” y el “Campanero” por el Oriente empinan sus cúspides para mirarse
en el cristal y estiran sus faldas arrugadas hasta convertirlas en cabos y penín-
sulas del lago. La figura de este semeja imperfectamente la América del Sur: la
ensenada del Norte donde le entra la quebrada que desciende del Tabano, es
Colombia y su per //
dido itsmo; hacia el lado correspondiente á Venezuela le entra el rio Encano
que viene del Bordoncillo; la ensenada Oriental representa el Brasil, por donde
le entra al Noreste el rio Quilinsayaco que viene del Campanero; al Sur se forma
un cuerno semejante á la Patagonia por cuya extremidad meridional se desliza
234 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

oculto entre los juncos y sin ruido el hilo de agua que engrosado en su viaje hace
caudaloso el Putumayo, su compañero de aventuras en el [Caquetá, tachado]
Territorio Oriental. Las quebradas del “Mortiño” y “Santa Lucía” provenientes
del páramo de éste nombre, reunidas, entran al lago en el sitio que en el anterior
símil le corresponde á Chile. Por el lado del Paraguay rompe la armonía de esta
semejanza una isla larga, de cerca de un kilómetro de longitud, que á modo de
punta entrante se atraviesa en el lago. Esta isla es mas importante que la Corota
y nadie ha hecho mención de ella.
Navegabamos con viento contrario y con remeros vizoños, lo que no podia
dar por resultado una grande y uniforme velocidad en la marcha. Las horas
trascurrian de un accidente al accidente inmediato, que tomabamos como punto
de referencia para formar idea de las dimenciones. Ya el almuerzo se imponía
como una necesidad imperiosa y todavía parecía que estábamos á medio cami-
no; la costa septentrional se perdia de vista mas por la opacidad de la atmósfera
que por efecto de la distancia, y la bocana meridional no parecía aproximarse.
El viaje empezaba á afectar la uniformidad desesperante del mar. Un fugitivo ra-
yo de sol abrigó por un momento nuestros atenidos cuerpos y alegró nuestra vista
con un paisaje azul: el gris del agua, el verde mustio de la montaña y el blanco
mate del cielo, al contacto mágico del padre de la luz, tomaron tintes opalinos.
Solo en este instante nos pareció el lago hermoso; pero con hermosura, como la
del mar, indescriptible. Despues volvió á cubrirlo la tela gris.
A medio dia atracamos por fin en la boca de / la Santa Lucía, donde á pocos
momentos despues blanqueaban nuestras toldas y ardía el hogar, entre los juncos.

Cap III [I, tachado] [añadido: Los Compañeros]

En El Campamento.— Los expedicionarios.— La biografía como documento


histórico.— [Plan de operaciones, tachado].— La ley de resguardos.— La eman-
cipación prematura en los pueblos.— Proceso de la degeneración de un pais.—
Régimen vivificante.— Siluetas instantáneas.— [Poemio ofrecido, tachado].
Un jefe de tribu
Es domingo; no hay materia para el diario; la gente anda dispersa ó se charla al
calor de la hoguera. El campamento ocupa una especie de isla entre las corrientes
del Mortiño y Santa Lucía; todo lo demás es cenagoso; de modo que la tolda es
el único refugio contra el frio y este libro la única entretención contra el [hastio,
tachado] aburrimiento. Desde aquí, por la abertura de la tienda se vé el lago, para
recojer la sugestión artística de la naturaleza; la luz de gabinete fotográfico que
se tamisa á traves de la lona prepara en cierto modo la impresionabilidad y así
la pluma descriptiva corre sin tropiezo sobre las páginas de este Diario.
A traves del lienzo, los peones dicen sin cuidado hipócrita sus opiniones y
se oye el chisporroteo de la leña.
cuaderno 6 235

Los compañeros de viaje, en un rincón de la tolda, se dedican á sus aficiones


ó por lo menos la vida de campaña que la tolda implica permite cierta expansión
de ideas: cada cual se muestra [cual, tachado] como es y refiere ingenuamente
sus pasadas aventuras.
[Sin el proposito de ser indiscretos, de cada una de las personas que in- //
tervienen en estas aventuras se puede inferir algo que las caracterice, para
solaz del lector y para la mejor inteligencia de la relación. La Biografía, dentro
de los justos límites, es un preciso auxiliar de la historia: ella pinta al hombre,
que es el gran protagonista de la comedia eterna, tachado]. [al margen izquierdo:
No se borre]
La verdad, aunque sea la verdad artística, justiciera siempre, que al fin y á la
postre deber ser el objeto de toda obra, ofrece en la presente, á vuelta de pintu-
ras, descripciones y comentos de caracter literario, un fondo crítico de la época
que atravesamos, un análisis [simulado, tachado] de la sociología local y una
benéfica sanción, descolorida y dispersa, sobre los hechos y los personages con
que el relato vaya tropezando.
[Los compañeros de viaje intervienen en los unos y conocen á los otros; qué
mucho, pues, si en la relación misma de nuestras aventuras de viaje, se atienda
á las personas que las provocan ó las sufren y se recojan opiniones y recuerdos
de ellas, útiles ó amenas en [cotracción, tachado] conexión con esta importante
región del Pais?, tachado] [al margen izquierdo: No se borre]
Son, nuestros peones, naturales del pueblo indígena de Pejendino, anexo al
Distrito municipal de Pasto, de las varias comunidades que están regidas por una
ley especial, á virtud de la cual los indígenas gozan el usufruto de cierta estensión
de terreno ó Resguardo y nombran, segun costumbre inmemorial, sus Cabildos.
Esta especial condición ha determinado un estado sociológico bien curioso,
[especie de socialismo al Sur de Colombia, tachado], digno de estudiarse para
ver hasta qué punto influye en el progreso y bienestar de Nariño. Por de pronto
se nos ocurre comparar el modo de ser de nuestros actuales peones de cepa in-
digena con el de nuestros compatriotas chibchas, de Cundinamarca y Boyacá.
Los chibchas, [Estos, tachado] menores de edad, como la mayor parte / de los
que se emancipan prematuramente (hombres y pueblos) malversaron su patri-
monio en cuanto tuvieron permiso de vender y cayeron en la miseria. Sobre su
natural estolidez, el indio pobre contrajo los defectos que [degeneran, tachado]
degradan al miserable. Por lo que hace á la raza, apresuró su dejeneracion y su
muerte, y por lo que hace al pais, la ley de emancipacion de indigenas ha pro-
ducido una crísis económica, ya de antigua data, que ha traido, á su turno, la
degeneración del pais, el principio de su disolución y el general retroceso que
el menos perspicaz puede observar. Cómo mediante la concurrencia de causas
concomitantes de otro orden [que conviene callar, tachado], ha podido cumplirse
el proceso apuntado, es muy facil esplicar.
236 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

En efecto: la multitud de labriegos que en el Sur de Colombia cultivan la tierra


hasta producir el panorama de un inmenso jardin, en Cundinamarca y Boyacá
abandonaron sus pequeños predios en favor de las grandes haciendas; y, si la
ganadería (que es un estadio anterior al de la agricultura) progresó, ésta entró en
decadencia, y con tal este motivo empezaron á escasear los víveres y á ser difícil y
cara la vida. [La carestía de la vida ha debilitado a los hombres [el pais, tachado],
degradado al [ciudadano, tachado] pais y corrompido á los Partidos, tachado].
Los indios, envilecidos por la misería, se convirtieron en adocenados jornaleros,
los que, mediante un servicio forzado y pervertido, elevaron [tambien, tacha-
do] así el precio de todos los productos. Las industrias de exportación tropical,
beneficiadas transitoriamente con la crísis, complicaron la manifestacion neta
del fenómeno desastroso que, al fin, se [coronó, tachado] erigió en sistema, con
el papel moneda y se coronó [de aprobio, tachado] //
con la última guerra de los tres años. Basta lo apuntado á la ligera, para com-
prender cuánta influencia social ejerce una medida inconsulta, aunque ella pa-
rezca benéfica á primera vista y se refiera á la mas humilde clase de ciudadanos.
El actual chibcha es falso, mentiroso, borrachin, ladrón y cobarde. El ac-
tual quillasinga, inferior en su origen á aquel, es el mozo altanero, demasiado
altanero, festivo, austero y fuerte á quien estamos escuchando charlar y tocar la
flauta á traves de nuestra tolda. Despues veremos cómo las condiciones de éstos
varían de una parcialidad á otra. Allá se debate [un, tachado] el pueblo en una
especie de epilepsia social, por la circulación corrosiva del papel moneda; aquí
se cumplen tranquilos los fenómenos de la vida economica, á merced de una
moneda benéfica. Allá principian las manifestaciones de la hidrofovia política;
aquí palpita sano el espíritu público de los primeros dias de la Patria, muy á
pesar, todo esto, de la ley del contagio.
Pero, apartémonos de estas filosofías, que afligen el ánimo del patriota, y
volvamos alegres la vista hacia nuestros abnegados compañeros de trabajos,
con el fin de trazarles la silueta en pocos rasgos. A estos amigos, como á los
peones, los irá detallando de cuerpo entero el curso de las aventuras en que han
tomadola principal parte.
El primer Ayudante del Ingeniero Director, alistado como práctico de la
Expedición, es, [arriba escrito: segun dice el mismo], un veterano de la monta-
ña, cuyas aventuras en el Caquetá parecen soñadas por el capitan Mayne Ride.
Ha vivido muchos años entre los salvajes de Oriente, dice conocer las lenguas
bárbaras y fué por algun tiempo reductor de los Aguaricos y otras tribus,
de las que se servía en sus em- / presas y factorías. Se nos presento en el Dtto. de
Tangua en el momento en que hacíamos, casi prendidos de las achupallas, el
trazo de un camino por el peñón- vertical de “La Barrera” y lo obligamos, para
entendernos, á que escalara el abismo en que estabamos suspendidos, lo que
hizo con paso firme, apesar de sus cincuenta años. Nos mostró un croquis muy
cuaderno 6 237

claro del territorio que debe beneficiar el Camino al Caquetá y quedamos [satis-
fechos, tachado] seducidos con [de, tachado] este hallazgo, aunque desconfiados
del mucho saber.—
Es el Segundo Ayudante, hombre de leyes y papeles, conocedor de los [hom-
bres, tachado] personages y las cosas del Sur, previsor, recursivo, consagrado á la
obligación y de genio mecánico. Ha viajado al Perú, ha pasado aventuras y como
es observador, posée el don de adaptarse á las curcustancias y aprovecharse de
lo que sabe y de lo que encuentra. Si no es el práctico en las casas de Oriente sí
sabe de oidas todo lo que hay por allí y será el [hombre práctico, tachado] primer
auxiliar del viaje. Buen elemento. Desde que llegamos á Pasto ha sido servicial y
buen amigo, á quien debemos la mejor ayuda para hacernos allí al patio.
El Sabrestante nombrado por los contratistas para organizar y auxiliar la
Expedición, ha resultado un hombre de primer orden para el efecto; pudiera lla-
mársele la Providencia de los expedicionarios: él todo lo facilita, todo lo consigue,
todo lo resuelve facilmente. Es sumamente activo y expedito y posee la primera
cualidad del servicio: la disciplina. Obediente, arreglado consecuente con su car-
go y afable, promete por su sola buena voluntad el éxito de esta exploración. //
El cabo es un jovencito de familia bogotana, nieto de procer de la Indepen-
dencia, sin experiencia todavía de las cosas; por su buen caracter y por sus an-
tecedentes tiene que hacer camino en el mundo y promete ser un util auxiliar de
esta empresa.
Del cocinero y su ayudante podriamos decir seguramente mucho bueno, si
dispusieran de elementos de repostería: con el plátano verde y la carne seca hacen
todos los dias un buen sancocho.
No olvidaremos, por último al servicial y honrado page que nos cupo en suer-
te hallar en Pasto para que nos acompañe y sea nuestro íntimo ecónomo en las
correrías profesionales en el Departamento de Nariño.
Cada cual pondrá su contingente bueno ó malo en este libro: el público lector
dicernirá el premio al mas meritorio.
Los demas elementos de la expedición son de segundo plan: su influencia
será de acomodo y benéfica; pero nunca alcanzará á ser nociva: apesar del modo
indisciplinario como ha quedado organizada ésta. Lejos de la ley, los hombres se
agrupan y clasifican espontáneamente en orden de utilidad, sagacidad y fuerza.
La vida de tribu y la organizacion militar del Jefe serio, valeroso y activo, se im-
ponen en el desierto; nobstante reglamentos irregulares, que perderán su efica-
cia negativa ante el orden natural que domina en la montaña. Víveres, peones y
un Jefe experto, es lo que se necesita. Faltará este jefe? Al primer contratiempo,
que ya se ve venir por la ineptitud del contrato orgánico, por la codicia de los
contratistas, por el invierno y por la altanería indisciplinaria de los peones, se
aterrorizará el [infeliz y sensible, tachado] buen autor de estos apuntes y volverá
grupus á su bella mision? El tiempo lo dira! /
238 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Cap. [I; tachado]V.

Media legua de Camino.— El palito.— Específico contra la viruela.— Dificul-


tades graves.— Proyecto desesperado. Biografía del palito.— [arriba escrito:
Un paso de la cordillera.— Un dia de hambre.]— El cercado de legumbres.— El
calomo ausente.— El rey de la creacion.—
Estabamos en un pantano; el único sitio seco estaba ocupado por la tolda:
un paso fuera de ella equivalía á un baño de pies. Pero á dos y medio kilóme-
tros de distancia directa columbrabamos las casas de Santa Lucía al Occidente.
Despues de almorzar, á las 9:00 a.m., del dia 2 de Abril levantamos campo en
busca de aquel mejor asilo. Ocho horas duró el traslado. Con el agua de la cié-
nega al tobillo y con un palito en la mano echamos á andar. Los de vanguardia
habian tendido sobre la corriente que desagua la ciénaga, un arbusto torcido á
modo de puente: cinco pasos de un equilibrio dificilísimo ó baño entero, tal era
el dilema. Alguno de los peones de mala cabeza optó involuntariamente por
lo último y salió tiritando de frío. El autor en la mitad del movedizo puente se
devió de la vertical hacia la derecha y, al buscar apoyo en su palito en el fondo
del cause, encontró que éste era mas profundo que la longitud del bastón…….
La cosa no fué grave: apenas se mojó hasta el codo; pues logró, con el auxilio
de una rama, ponerse á horcajadas sobre el viaducto y avanzar así hasta ganar
la opuesta orilla. Para no mojar el pantalón en la ciénaga hubo de remangar-
se hasta arriba de la rodilla, hasta donde se clavaba á cada paso. La corta-
dera, paja que crece en los pantanos, [corl, tachado] hería implacablemente
la cutis mal //
acostumbrada á estas desnudeces. Un pie arrancado de aquí, representaba el
sacrificio de su compañero que se consumía allá. Las alpargatas soliciladas por
la chupa del lodazal, luchaban por no quedarse perdidas en el fondo. En mas
de una ocasión las nobles manos intervinieron en auxilio de los pies y entonces
era cosa digna de verse á un pobre expedicionario trabajando como mosca en
almibar. Para economizar esta briega, era necesario saltar con ayuda del palito
á los almohadillones que á modo de alfileteras bordan y tapizan los anegadi-
zos. Aquellos puntos sólidos unas veces flanqueaban, otras ofrecian un pérfido
servicio y otras veces estaban á distancias mal calculadas por el gimnasta fati-
gado, y el choque aumentaba en estos casos la profundidad del atasco. Apesar
del frío y del permanente baño, un ejercicio tan obligado inundaba en sudor
nuestro cuerpo.
Todo tiene su término y la que en lo sucesivo será célebre ciénaga de Santa
Lucía, tuvo el suyo. Enlodados hasta las narices salimos á la casucha salvadora,
á recibir la desastrada noticia de que estaba infestada de viruela. Eran las cinco
de la tarde y no había tiempo de construir rancho para la peonada, carente co-
mo está de una tolda. Esta, por otra parte, es la única habitacion del contorno, á
cuaderno 6 239

varias leguas á la redonda. [Afortunadamente venimos provistos de un específico


eficaz, El Caribe, fabricado por el Sr. Francisco Atalaya C. de Bogotá á cuya vir-
tud maravillosa debimos la salvación instantanea de varios miembros de nuestra
familia, atacados no ha mucho del terrible flagelo., tachado]/
Una dificultad grave amenaza en tales circustancias el exito de la Expedicion:
hace dias que vamos de marcha y los cargueros necesarios para el trasporte del
material y de los víveres necesarios para el dilatado viaje, no han podido contra-
tarse. Se nos habian prometido para el 31 del pasado en el Sitio de Santa Lucía,
donde concurrimos puntuales y hoy estamos á 2 de Abril y por algun inconve-
niente insuperable por los señores Contratistas, no aparecen aun.
Esperamos el regreso del [un posta, tachado] sobrestante despachado ayer,
con el objeto de encarecer por última vez la necesidad de los cargueros á los se-
ñores Contrastistas, para tomar una determinación desesperada. Las primeras
manifestaciones del invierno de Oriente, precursoras del crecimiento de los
rios hasta hacerlos invadeables durante meses y meses, no permiten esperar
mas largo tiempo.
Los dias pasan y no regresa el Sobrestante: un silencio tenaz responde á
nuestras quejas. Parece que estuvieramos á cien leguas de Pasto. Nos botaron
al otro lado de la Cordillera y salieron así del paso. Calculamos á los que tienen
obligación de velar por nosotros, muy tranquilos, pensando que no sufrimos
puesto que nadie oye nuestros gritos. Así tambien, el aveztruz se cree en segu-
ridad, cuando ha ocultado la cabeza.
Nos aconsejan que regresemos! No, señor: sigamos adelante, aunque sea á
morirnos de frío, de desamparo y de hambre. Para eso hay quién responda de
nosotros mediante un contrato!
Adelante, comandante! [sale una flecha que lleva al primer párrafo no
tachado] //

[Cap. V.

El camino mas recto de Pasto ál Putumayo— Otro paso de la Cordillera.— Un dia


de hambre.— La suerte de los humildes y pobres de espíritu.— Un campamento
con bandera.— Un cercado de legumbres.— El Colono ausente.— La paz del al-
ma.— El rey de la Creación.—, tachado]
El que espera desespera. Los señores de Pasto que no han vivido la vida
miserable de la montaña, del páramo y del desierto, parece que no se les dá un
ardite el que nosotros pasemos los dias mal comidos, con frio y desesperados
por la imposibilidad de movilizarnos. Tenemos otras moratoria para la llegada
de los cargueros. Entre tanto, exploremos el Páramo de Santa Lucía, [que á la
postre ha de dar hoy de paso ála [camino, tachado] trocha mas recta de Pasto á
La Sofía., tachado]
240 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Una mañana lluviosa, como todas las que hemos conocido en estas alturas,
tomamos nuestro bordón y emprendimos el ascenso de la montaña. Subir y mas
subir cuesta arriba, anhelosa la respiracion y ya trémula la pantorrilla; resbala
aquí á lo largo de un arbol caido, cae allí entre las raices huecas de algun otro
viejo habitante de la secular montaña; al favor de las lianas caminamos cuatro
horas: alcanzamos la cumbre, á 3480m. S/mar, y descendimos en busca de “Los
Potreros”, últimas roturaciones hacia el Oriente que los montañeces de las Cabe-
ceras del Rio Opongoy (Rio “Bobo”, mas abajo) han convertido en dehesas. Estas
distan mas de dos leguas de la ranchería que nos alojaba y era preciso regresar
por falta de habitaciones, pues salimos sin equipo.
[De “Los Potreros” hacia Pasto hay camino abierto de cinco ó seis leguas de
longitud. [Por esta vía comienzaría, pues, el camino, tachado]. / en proyecto á
la quinta parte de su longitud próximamente. Aunque el paso de la Cordillera
por Santa Lucía ofrece [una, tachado] 7 leguas de mesa paramosa, y una altura
120m. superior que la del “Diviso” de La Cocha, las ventajas de aproximación y
economía en la construcción provocan un [estudio, tachado] y los mil accidentes
de un corte longitudinal de la cordillera si triunfara esta vía, convendría hacer un
estudio mas detenido, á tiempo de [hacer, tachado] verificar el trazo, para eludir
aquella y disminuir ó escalar suavemente ésta, para rodear luego á media falda
la ciénaga original del Guamuez en que estamos metidos, tachado]
El regreso á los ranchos, con el cansancio de la tarde y el hambre del dia, fué
mas penoso y fecundo en caidas, por aquello de que “de para abajo las piedras
ruedan”. Llegamos incapaces de alcanzar el Campamento mandado levantar al
otro lado de la ciénaga, para evitar el rancho infestado y dormimos allí confia-
dos en el Caribe, [se añade: específico de nuestro uso contra la viruela]. Muchas
veces hemos hablado del palito que ha sido eficaz auxiliar en las marchas, y
sería ingratitud no hacerle tambien su biografía. Infortunado palo, le tocó en
suerte nacer muy lejos de los centros industriales; fuerte, recto y de peso, acaso
hubiera representado algun papel de importancia en el gran mundo, si no fuera
un palo salvage. Apoyo de la ancianidad habría servido de caballo á los nieteci-
llos y de reliquia venerable y prenda hereditaria despues. Apoyo del carbonero
de los contornos, habría ido á la ciudad siquiera una vez. Mas grueso, serviría de
techumbre a la familia del Colono ó de combustible en el Sagrado hogar. Pero
quiso su suerte quenaciera en la montaña lejana, donde hay millones mejores
que él que no sirven pa- //
ra nada. Que agradezca [que, tachado] el haber caido en nuestras manos, pues
aunque lo tiramos despreciativamente mientras no lo necesitamos, volvemos
á recojerlo cariñosos al dia siguiente y no permitimos que se le envilezca como
azador en la cocina. Tendido en el suelo, sin procedencia de familia, como un
simple expósito, lo encontramos á la orilla de un arroyo perfido y como nos
salvara de un baño al pasar, le cobramos afecto, apesar de ser [feo, tachado]
cuaderno 6 241

salvage Grato, como todos los seres humildes, nos salva cada momento de un
traspie, nos sirve de balancin en los equilibrios, de tanteo en los casos dudosos,
de palanca arquimédica en los saltos supremos y de permanente apoyo en la
via-crucis del pantano y en el derrumbadero de la trocha. Este ó ese otro dia
lo dejaremos olvidado ó lo reemplazaremos por otro mejor y morirá como un
cualquiera, comido por la podredumbre, nobstante sus grandes servicios: que
siga la suerte de los humildes y pobres de espíritu!
El Campamento, N°.1., mandado construir, no dista del rancho de las vi-
ruelas mas de 2k.—; pero se interpone la temida cienaga, nunca bastante mal-
decida y desacreditada cuanto merece. Los peones atascados hasta la cintura,
al peso de sus cargas; los equipages enlodados; los comestibles mojados con
barro hediondo, [como salsa inglesa, tachado]; las panelas destilando almibar,
y una sarta de pantalones y alpargatas y sombreros secandose al humo, fueron
el tributo que supo cobrar la ciénaga en su corta travesía. Siempre dias lluvio-
sos, desde el amanecer veiamos entre la neblina, flotar la banderola blanca
de la tolda “comandante” llamando á su Jefe: de genero listado muy vistoso,
se recostaba con donosura sobre el boscage en el limpio de un colono igno-
rado; á [uno y otro, tachado] lado el rancho agazapado del propietario, cabe
la infinitésima labranza, y / al costado opuesto el rancho de la peonada, casi
tan orondo como la tolda. Ocho repollos mal contados, cuatro matas de oca
y algunas cebollas dispersas, todo cuidadosamente encerrado en un cerco de
diez pasos en contorno, constituian la labranza del colono ausente. = Qué es-
pecie de hombre sería este centinela avanzado de la civilización, mas próximo
al desierto que á la sociedad, separado de ésta por una barrera cordillerana y
una ciénaga por añadidura? Nadie supo decirnos el nombre de este humilde
vecino del desierto; pero nos preciamos de comprender sus aficiones solitarias.
Se nos antoja que huyó al bosque por una vereda estrechísima que arranca de
la puerta del ranchito, acaso porque sintió gente en los contornos. Es, segura-
mente, un hombre arisco cuyas energías en lucha con la organización social,
con el tributo, con el trabajo personal subsidiario que solo paga el pobre, con
los onerosos cargos de comisario y fiscal de indigenas, con la conscripcion
militar y con las mil cargas que impone la mentida y falaz vida civil, lo han
conducido á buscar la verdadera y única libertad, la libertad del desierto. Allí
no llega el cobrador de impuestos, ni el polizonte altanero, ni el pordiosero
tenaz á golpear con impertinencia á vuestra puerta; allí no se os impone la fas-
tidiosa opinión de los vecinos, ni la mas fastidiosa etiqueta social, ni la tiránica
sanción en veces tan necia como veleidosa: vuestra conciencia allí se vuelve
solamente á Dios, oye sus inspiraciones en la sublime armonía de la creación
y vive tranquila. La inefable paz del alma, porque anhelan en su lucha eterna
todos los humanos, solo bate sus alas blancas en la soledad, tras de la cordillera
y el pantano. = Nós ima- //
242 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

ginamos al señor de esta cabaña, casi viejo, melenudo, enegrecido por el sol
[y haraposo, tachado]; pero arrogante[,, tachado] con su escopeta al hombro;
altanero con su independencia, y dichoso al sentirse dueño absoluto de la fuente
que baja cristalina de la montaña, de los pastos que reverdecen en la pradera,
del bosque rico en maderas y montería, del aire cargado de brisas y perfumes
y del sol que manda hilos de oro á fecundar las cuatro legumbres de su heredad:
[una mujer amada que aliente las palpitaciones del Corazón, y ese sería el ideal
[de una vida, tachado] para concluir una vida que haya sido de azares y desen-
gaños!, tachado]
Embozados en el poncho de abrigo, [con el agua hasta el tobillo ez, tachado]
bajo una atmósfera rumosa y en el silencio del páramo; lejos ya de todo recurso;
sin poder avanzar por falta de cargueros; temerosos de que que [sic] el invierno
nos obligara á retroceder divagaba- nuestra mente en bagatelas como metido
en esta aventura. Bonachonamente esperabamos el resultado de nuestras cartas
si no se tratara del peligro que corría la Expedicion y nuestro nombre, compro
apremiantes al Contratista y de nuestras notas suplicatorias al Sr. Gobernador.
Los dias y las semanas trascurrian esperando el regreso de los postas con la [so-
lucion, tachado] aproximacion del alivio.
— Ya no llega nadie hoy: son las seis de la tarde y nadie se aventura [despues
de, tachado] á pasar la Cordillera por la noche. Mañana llegarán!
Pero llegaban y morian los dias, sin que acudieran en nuestro auxilio los
cargueros. [y,, tachado] Consumiéndose [arriba escrito: rapidamente] los viveres
[arriba escrito: y nuestra paciencia,] un dia [acu, tachado] se presentó en nuestro
corazón una cosa que antes no lo habia invadido. Perdonenos el Sr. Contratista:
puede tan fácilmente enfermarse en el abandono absoluto [de los hombres el
alma, tachado] el alma de un hombre de bien! Cayó en nuestro corazón, como
una gota de acibar, la sospecha; una sospecha indefinida, pero temible para
nuestro credito profesional; y así / resolvimos levantar el campo con los peones
de trocha como cargueros.-

— Cap. VI.— [se añade: (Suprímase


y consúltese al llegar á Sibundoy)]

Un poco de etnografía americana.— Situación de los Sibundoyes.— Su seme-


janza con los tunebos.— Rasgos descriptivos de éstos.— Semejanza de los Ca-
ras con los Sibundoyes y desemejanza con los Chibchas.— Migración de los
Caras al Valle del Magdalena y su sendero.— Los Sibundoyes son Ecuatorianos
Al Oriente y contiguo al cuenco del lago, del cual vamos saliendo por su
desaguadero natural, demora el gran valle de los Sibundoyes. Estos son especie
de tunebos del Sur; y como [aquellos, tachado] los del Norte viven en los re-
pliegues de la Cordillera que [van, tachado] conducen á la [Casanare, tachado],
cuaderno 6 243

llanura oriental, [éstos subsisten en otro repliegue de la misma cordillera que cae al
Territorio del Caquetá, tachado]. Conocimos en la Salina de Chita á los [primeros,
tachado] unos, naturales del Caserío de Sínsiga, y por esto no nos sorprendio
ver en las calles de Pasto á los [segundos, tachado] otros. Hay entre estas dos
parcialidades bárbaras muchos puntos de semejanza que conviene anotar, á fin
de establecer desde luego ciertas bases á un estudio etnográfico posterior, [que
pensamos acometer cuando acabemos de conocer, hasta la Guagira, todos los
Andes Orientales., tachado]
Los tunebos son color de chocolate, de elevada estatura, fisonomía noble,
mirada tímida, boca grande, sin pelo de barba, nariz aguilena [sic], hombros
levantados y un tanto inclinado el cuerpo hacia adelante, como habituados al
carguio; usan el pelo á la altura del hombro, sin sombrero y por todo vestido una
ruana de lana negra, casi hasta los pies. Son habitantes cordilleranos intermedia-
rios entre los Unzag-guas [arriba escrito: y Chitagolos] de Pamplona y los [arriba
escrito: Guahivos, Salívas] Caribes de la llanura Oriental, de tal manera que se
vacila, por sus condiciones étnicas, si clasificarlos entre los primeros, rechazados
á las vertientes orientales de la Cordillera por los conquista- //
dores españoles, ó entre los segundos remontados ya y hechos sedentarios en
éxodo secular hacia la altiplanicie: un estudio comparativo de la lengua tuneba
actual con los dialectos caribes del Orinoco, resolvería la cuestion, ya que no es
posible revivir el idioma de los extinguidos aborigenes del Norte de Santander
para [p, tachado] hacer una comparación mas inmediata. Pero la afinidad de tu-
nebos y sibundoyes permite acaso hacer extensivas á aquellos las averiguaciones
que es facil [hacer, tachado] obtener sobre la procedencia de éstos.
En ciertas épocas del año salen los tunebos á las poblaciones inmediatas,
desde Pamplona hasta Socotá, en partidas hasta de veinte, bajo la obediencia de
un capitán, á cambiar por sal y mercancías, la cera vegetal, la caraña, la otoba y
algunos otros productos de su rudimentaria industria.
— “Compadre”, nos dijo el capitan de la partida que medio hablaba caste-
llano, “déjanos beber agua sal.”
Aunque sin intervencion en la salina, como aquello cae en chorro de 800
M por minuto y concentracion saturada al rio Casanare, les indicamos á los
tunebos que podian cojer cuanta quisieran y ellos sin mas miramientos se in-
clinaron sobre las canvas de la elaboración y bebieron como caballos, durante
cinco minutos, sin tomar resuello.
Entre la partida venía una muchacha como de 17 años, de bellísimas formas,
cubierta la cintura con una manta corta muy envuelta al rededor del cuerpo y
sugeta con una faja roja que en espirales muy unidas le formaba un gracioso
corselete. Un pañuelito pendiente del cuello y muchas gargantillas le cubrian
el exhuberante pe- / cho; además usaba como adorno un hilo de cabuya muy
ajustado á la munequilla derecha, en numerosas vueltas á modo de pulsera.
244 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Algun obrero de la Fábrica, mientras los indios bebian, se permitió acariciar á


la preciosa indicieta: ella se quejó indignada á su capitan y éste deponiendo su
habitual humildad se volvió airado hacia el libertino y le dijo:
— “Atrevido! Mira la pulsera de la muchacha: no ves que es doncella?.”…..
Algunos años despues volvimos á encontrarnos con otra partida de tunebos,
del pueblecillo de Cobaría, en la ciudad de Pamplona. Andaban en compras,
agrupados todos á las puertas de los almacenes, en regateos pueriles por el paño
de agujas y el diminuto espejo. Entonces conseguimos fotografías de los tipos
notables de estos barbaros, que hubiera sido interesante cotejar con las que he-
mos tomado de los sibundoyes; desgraciadamente dichas fotografías se nos han
extraviado debido á nuestros frecuentes viajes.
Refiriéndose Ancizar, en su notable Peregrinacion de Alpha, á la resistencia
que ofrecen los tunebos á establecerse cordillera adentro, copia las siguiente[s,
tachado] respuesta de uno de ellos:
— “Aquí no tierra para tunebo; allá tierra bastante. Cuando Dios crió sol y
luna, crió tunebo y tierra libre!”
Desde [Diciembre, tachado] Enero hasta Marzo, época de verano en la Cor-
dillera, suelen salir los sibundoyes á Pasto en numerosos grupos. La Galería, el
mercado y las calles centrales se ven invadidos por la indiada. Llaman mucho
la atención del forastero la figura, el lenguage y los modales de estos indígenas.
Usan un pocho ó manta ecuatoriana á grandes franjas que les cubre[n, tachado]
hasta los pies, bajo la cual gastan únicamente una camiseta de lienzo recojida á //
cintura por la faja del machete. El abundante y lasio pelo á la altura del
hombro, recogido por una cinta que les pasa sobre la frente, sin mas sombrero,
adorna y embellece la erguida y bien configurada cabeza. La estatura y robustez
hercúleas de estos hombres, recuerda á los caras, ya estudiados por nosotros
en algun escrito sobre los indios del Ecuador. La color y facciones arrogantes
del sibundoy en general, tambien corresponden con las de aquellos primeros
conquistadores de los quitus, provenientes al parecer de las islas de la Oceanía,
en una de las cuales, la isla de Pascua, se encuentran estatuas y monumentos
análogos á los que éstos dejaron en la bahia de Caranqui en sus primeros acan-
tonamientos en el Continente.
En el valle de Sibundoy se han refugiado dos parcialidades que, mediante
el contacto secular, ya no se diferencian sino por el lenguage: procedentes del
Ecuador los unos, hablan el quichua suave de las provincias del Sur de aquel pais,
y procedentes los otros de la [Cundinamarca, tachado] gran Confederación de
los Chibchas, que iba hasta el actual Departamento de Santander, hablan una
lengua que ellos llaman cochi: deploramos que nuestra ignorancia hereditaria
en materia de lenguas americanas no nos permita determinar con exactitud a
localidad del Imperio del Norte de donde provienenestos especímenes curiosos
de nuestros aborígenes.
cuaderno 6 245

Cuentan las crónicas que hacia 1541 cuando Belalcazar regresó á los paises
conquistados por él en su viaje á Cundinamarca, [hacia 1541, tachado], trajo
una tropa de chibchas que, en el decurso de los acontecimientos ocurridos
despues, se establecieron en el apartado y tranquilo valle, donde se salvaron del
exterminio que, por pretexto de evangelizacion, les juró el castellano codicioso
y cruel. Hoy, al cabo de 345 años, acaso hayan cambiado algo en el físico; pues
el hijo de la altiplanicie bogotana en vano bus- / ca semejanza en ellos con sus
dejenerados paisanos de Suba y Bosa, Tausa y Cucunubá, Cuítiva y Covarachía
ó [Chopo y Labaleca, tachado] Chiscas y Chitagá. Los actuales chibchas son de
baja estatura, chatos, de mirada maliciosa, cortos de piernas y de ruin visage,
mas bien semejantes á los del centro del Ecuador que representan al mas antiguo
habitante de las mesas andinas.
No hay mayor diferencia, sinembargo, con los tunebos del Oriente de los
Andes Santandereanos, como acaba de verse. Será una leyenda lo de la trashu-
mancia hecha por Belalcazar? No será mas bien, al contrario, que los tunebos y
los sibundoyes representan la vanguardia del tranquilo y secular éxodo de las
razas civilizadoras del Sur, á lo largo de las cumbres andinas, que la conquista
española paralizó de repente y perturbó por varios siglos?
La presencia de los caras al respaldo de los quillasingas, sí es de facil espli-
cación [sic]. Estos arteros, diplomáticos y valerosos colonizadores, mas que
conquistadores, dejaron huellas eternas de su presencia hasta el Tolima, como
lo demuestran las ruinas de edificios de piedra, muy semejantes á las que en
Caranqui recuerdan su planta civilizadora, y el sendero de esta migración pue-
de decirse que subsiste á traves de los valles altos que alimentan y origina [el,
tachado] los rios Putumayo y Caquetá.
Por otra parte, los incas, conquistadores tan crueles como los castellanos,
aunque no tan exterminadores, concurrian al proceso del éxodo por medio de
la expatriación de naciones enteras cuando no ofrecian fácilmente la cerviz al
duro yugo. Matimaes llamaban ellos á estos pueblos traplantados en masa. Los
trasladan á regiones re- //
motas, para que la lucha de adaptación al medio domeñara sus energias y pre-
parara el campo á una colonización mas facil. Los caras ecuatorianos sufrieron,
despues de vencidos por armas y halagados con matrimonios y nacionalización
de sus dioses, este método de apaciguamiento, donde quiera que se revelaron
contra el sistema eminentemente socialista de sus amos. Matimaes se llamaban
tambien los viejos subditos que por voluntad incontrovertible del monarca ve-
nian á ocupar los hogares vacios de los desterrados.
Acaso los [sibundoyes, tachado] indios del Valle, unos de ellos, tan semejantes
á los caras actuales del Ecuador en lenguage, tipos y costumbres, hayan sido los
matimaes precursores de las conquistas peruanas hasta el rio Mayo.
246 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

A nuestro paso por el centro de aquel valle, quizá podamos observar minu-
ciosamente al indio en su casa. /

-Cap. VII.-

La “Hermana Agua”.— El tiempo como factor de buen éxito.— Meteorología


de Nariño.— Una Expedición fracasable. En Consejo de la Hermana.— El agua
en la Ciénaga.— El agua en las nubes.— El agua bajo la fogata.— El agua lluvia
Una noche de tempestad.— [Lo que no se le humedeció á Francisco I., tachado]—
El raizal, la roca y la escalinata.— La momia del emparamado.— Impiedad
de la Codicia.—
Para fijar el momento de la exploración al Caquetá, poco ó nada se tuvo en
cuenta la estación. El dia de la marcha se determinó para tal fecha, como se
hubiera podido como se hubiera podido fijar para otro dia cualquiera, bueno ó
malo. No se [hizo, tachado] miró al cielo como se hace el dia de la siembra, [ni
como el, tachado] ó el dia del paseo. [mirar al cielo, tachado]; Por esta razón el
dia estuvo nublado y así ha podido estar trasparente y tibio. La imprevisión ó
la indolencia de que [gobierna adolecen, tachado] cojean todos nuestros actos
como pueblo, van en razón directa del cuidado que solemos gastar en nuestras
empresas privadas; porque el altruismo y el egoismo son fuerzas antagónicas,
como todas las que rigen el orbe, de cuyo equilibrio resulta el movimiento social
uniforme y próspero.
En la región cordillerana, sometida por cada uno de sus flancos á dos regi-
menes [f, tachado] ventosos diversos, el que viene del Pacífico, seco de Junio á
Noviembre, humedo de Diciembre á Mayo, y el que viene del Atlántico, húme-
do de Abril á [Septiembre, seco, tachado], Junio [y de , tachado] y de Octubre
á [Marzo, tachado] Diciembre, seco de Enero á Marzo y de Julio á Septiembre,
determinan concurencia de lluvias por ambos costados hacia Abril y Mayo y
calmas tambien por ambos costados es decir verano seguro en la Cordillera de
[Julio á Septiembre, tachado] Diciembre á Febrero.
Debe tenerse presente que la ley meteorológica determina generalmente
lluvias en la región //
fría cuando hay calores en la llanura que fomentan la evaporación; los vien-
tos cargados de humedad que en esas epocas corran hacia la cordillera se con-
densan en lluvia en las alturas. Recíprocamente, los vientos de tierra fomentan
lluvias en el mar. La descoincidencia de los calores y la alternación de los vientos
oceánicos producen ocho meses de invierno en el flanco oriental de los Andes,
seis alternados en el [Atlántico, tachado] Oriente y en [e, tachado] la costa del
Pacífico, y trimestres de verano, paramos, vientos y lluvias calmadas y abun-
dantes en el Costado occidental de la Cordillera. El diagrama adjunto da idea
de estos fenomenos:
cuaderno 6 247

Cuadro aproximado
de
Estaciones en Nariño y Oriente

Cordillera
Meses. Costa del Pac. Llanura Oriental
Flanco occident Flanco oriental

Junio

inundaciones
Lloviznas

Verano é
Julio

Grandes lluvias
Agosto
Verano

Septiembre
Lluvias

Octubre

Noviembre

Lluvias
Verano y vientos

Diciembre
Verano y vientos

Enero

Febrero
Invierno

Marzo
Grandes lluvias

Verano

Abril
Lluvias

Mayo

Es, pues, el caso, que á esta infeliz exploracion, le tocaron las lluvias de Abril
y Mayo, para el paso de la cordillera á la ida; las inundaciones consiguientes de
la llanura, [arriba escrito: para la permanencia] y los crecimientos de los rios y
las grandes lluvias, para el repaso de la misma Cordillera. Total: oscuridad ab-
soluta en el panorama, dificultad primero [y, tachado] é imposibilidad despues,
en los acarreos y trasportes de tierra, indeterminación en el curso de los rios
bajos y probable mal / exito, si el capricho de la suerte no dispone lo contrario.
Hasta ahora la “Hermana Agua” no ha querido acariciarnos con cendales
de mortaja ni cerrar nuestros ojos con neblinas impenetrables, ni interrumpir
nuestra marcha con el furor de sus torrentes. Ella nos moja apenas y al oido nos
dice con suave rumor “anda breve, antes de que el viejo Neptunose despierte
airado: búrlate de la imprevisión de los hombres.”
248 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Al amor de este buen consejo vamos atravesando presurosos la ancha mesa


paramosa de Santa Lucía, de siete leguas de largo, por entre su ciénaga, que en
veces nos moja hasta la cintura y amenaza tragarnos, cuando confiados ponemos
el pie en la tupida alfombra de plantas acuáticas que simulan un prado. Es curioso
ver el desfile de los pobres pejendinos, habilitados como cargueros, consumidos
medio cuerpo en el lodazal, haciendo esfuerzos supremos por no dejar ahogar
en pesado fardo encomendado á sus espaldas! El agua del pantano es muy fría y
la llovizna que nos cae sin cesar del cielo es muy fría tambien; de modo que entu-
mecidos, rígidas las articulaciones y dando diente con diente por la convulsión
de las mandíbulas, apresuramos el chapaleo para cojer calor; pues la “Hermana
Agua” nos dice: en estas alturas quien detiene el paso puede sucumbir de frio;
esa convulsión se convierte en risa nerviosa, la anestesia se generaliza por todos
los miembros, la circulación se [paraliza, tachado] suspende y sobreviene instan-
táneamente la muerte con un sueño [invencible, tachado] soporífero deleitoso.
Salidos del pantano, una racha de aire rasgó el tul gris que velaba el paisage
y pudimos en un instante afortunado tomar algunos rumbos con la brújula
para fijar las //
ideas sobre la topografía de la comarca. El cañón del Guamuez, siempre al
Sur, estrechado por las vertientes abruptas de la sierra dentellada y negra del
Patascoy, daba paso lento á una bocanada de neblinas venidas de [on, tachado]
la llanura: era una bandada de nubecillas sueltas, de vanguardia, que parecian
explorar el terreno para la invasión del grande ejercito; despues venian rodando,
como copos inmensos de algodon, los blancos círrus; luego era la legion confusa
de todos los vapores del Caquetá hechos un infinito compacto de nubes grises,
enlutadas, preñadas de rayos. La tempestad y la noche nos amenazaban y en
cuanto pudimos ganar el bosque, levantamos tolda.
Una red de raices, en malla vibratoria, formaba el piso, por debajo del cual
corría el agua á torrentes, en busca del Guamuez, para volverse á su tierra.
La fogata para hacer la comida, calentar el cuerpo y secar las ropas mojadas, no
quería entrar en arreglos con la “Hermana agua:” no habia sitio seco, no había
leña seca, los fósforos húmedos se resistían á prender. Con los papeles y cartas
queridas y el soplido de todas las bocas de los expedicionarios, que se pusieron
al servicio del cocinero, se logró levantar un fuego remiso. La lluvia caía como
sobre el Arca de Noé y los chorros que se formaban de hoja en hoja y de arbol en
arbol, parecía que iban á perforar la tela de la tienda. Un frio intenso, inspirador
de este Capítulo del viaje, corría por debajo de los cobertores que nos envolvian.
“Esta noche, comenzó á decir nuestro compañero de campaña, me recuerda
otra que pasé en La Horqueta, de viaje para Funes”
— Justamente, contestamos, á la hora de es- / esta, estamos frente á la tierra
del anis, cordillera de por medio. Pero continúea [sic] Ud. su cuento, valeroso
Ayudante!
cuaderno 6 249

“Ya eran las seis de la tarde y habia llovido; la quebrada de Yaruquí bajaba
por montes y yo había determinado hacer noche en una casa pajiza que tenía por
allí el finado Sixto Guerrero; pero me alcanzaron unos amigos que venian de
buen humor, resueltos á llegar á Funes, por el antiguo camino que sube del puente
de Guapuscal, por una cuesta empinada y zanjonuda, hasta el plan de La Hor-
queta. Por seguir en tan buena compañia revoqué mi resolución de pernoctar
en casa de don Sixto y seguí con ellos. Yo iba montado en una mula bravísima
y picarona: á la orilla de Yaruquí, cuando estaba acomodando las piernas en
la montura para no mojarme, uno de los de la partida que venía á pié, saltó á la
grupa: el animal se asustó, dió un vuelo á la mitad de la quebrada, el de ancas
cayó al agua cuan largo era, yo escape me labo tambien falto de equilibrio [sic],
la mula pasó en un santiamen el raudal y aquel amigo se hubiera ahogado, si no
se cae á la orilla no mas. Nos tomamos un trago y seguimos en parranda, sin
acordarnos mas del de á pie. La suerte estaba echada; entonces no existía la casa
del “El Placer” que despues levantó don José Guerrero, y teniamos que seguir.
Pasamos el puente de Guapuscal sobre el rio Bobo que bajaba bramando como
un endemoniado por entre los estribos de roca nativa, y se cerró la //
noche.
“A poco andar cuesta arriba, por esos zanjones, oscurísima la noche, sentí
que el caballo del compañero de adelante, se echó á rodar dejando en el zanjón
del camino el ginete. Condolido, me apeé, eché el encauchado sobre mi montura
y acudí á tener el caballo y auxiliar al caido. Cuando lo tuve ya caballero otra
vez en su corcel, volví en busca de mi acémila y cual no sería mi congoja cuan-
do sentí los estribos de cobre que chocaban contra los peñascos de la ladera, al
galope del maldito animal que se había regresado, dejando á pie á su amo!…..
“El compañero apuró, para alcanzar á los de adelante, y no supo mi desven-
tura: todos pensaban que yo iba detras, callado la boca por el frio.
“Despues de mil caidas y levantadas, cuando á la mula le plugo pararse, en-
redada en la brida, guiándome al oido por el tascar del freno que no á la vista
por la oscuridad de la noche, logré recuperarla, no sé en que sitio de la cuesta.
Ya no [en, tachado] encontré el encauchado é inoficioso me pareció buscarlo:
estaba, pues, como quien dice, á la intemperie.
“Como yo no veia la bestia no conocia ó fingía no conocer el camino, á du-
ras penas, rueda aquí, tropieza allí; temeroso siempre de caer á algun abismo,
logré salir, no sé por qué lado, á una planeta ó descanso que atraviesa el sendero
antes de llegar á la Horqueta, donde yo suponía que me estaban aguardando los
compañeros del viaje.
“Allí fué lo peor del cuento: volvió á llover, como está lloviendo ahora, y yo
en cuerpo! Vueltas y revueltas en la planeta ro- / deada de abismos y el camino
para seguir no parecía. Calado hasta los huesos, resolví hacer alto allí hasta que
amaneciera y, montado en mi mula para defender un tanto la única parte seca
250 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

que me unía á ella, pasé la noche, contando los rebuznos del pollino de “Inan-
tás” que me servía de reloj: los relámpagos no me daban tiempo de consultar
el que llevaba en el bolsillo y los fósforos, como tienen de costumbre, se habian
descabezado con la mojada. A la luz de los rayos miraba las orejas de la mula
echadas hacia atras para que la lluvia no se le entrara……..
“Al fin vino el[a, tachado] alba y yo, en [l, tachado] vez de seguir en busca
de los compañeros y al objeto de mi viaje, me sentí en ridículo y, encolerizado,
volví grupas, como puede volverlas esta expedicion si nos extraviamos en este
páramo, aguardando peones de carga y demas auxilios.”
La alusion del cuento nada tenía de consoladora y como para amortiguar su
agudo efecto, el Ayudante terminó así:
— “Cuando repasé la quebrada de Yaruquí encontré al amigo que se me iba
á montar en ancas, dormido al pie de un caspi, mas mojado que yo, [que como
le digo habia salvado algo del desastre á semejanza de Francisco I, quien estaba,
tachado] con la cara hecha un ají rocote por la venenosa influencia del fatídico
arbusto, á que tuvo la locura de ampararse.”
Al dia siguiente, siempre acariciados por las gracias —que no castigados
todavía por las cóleras de la “Hermana agua”,— seguimos marcha presurosa,
si así pue- //
de llamarse una velocidad de un kilómetro por hora, en busca del descenso
del páramo, donde el rio Guamuez parece que da vuelta al último pico de la
Sierra del Patascoy, para precipitarse á las tierras bajas.
El contrafuerte de la Cordillera madre que encierra el cuenco del lago por la
derecha es granítico, como era de suponerse. Los arboles se agarran á la roca viva
por medio de largas y robustas raices, dejando entre el piso aparente que ellas
forman y el suelo ingrato que las sustenta un espacio mas ó menos profundo.
El sendero aereo practicado sobre esa malla de raices mucilagosas y cubiertas
de lama, está lleno de peligros y es dificilísimo recorrerlo á pasos desiguales
é inseguros sin andar casi á gatas. El raizal ó la rocallosa llamamos la última
cuchilla de Santa Lucía desde donde despejado el cielo se vería hasta la llanura.
Los caucheros llaman esto el alto del Tábano y al río que corre al pie encajona-
do entre dos cuchillas verticales, por entre peñascos que lo hacen bramar en la
montaña como toro herido, lo llaman el rio “Saraconcho,” palabra quechua que
significa rumbon de pedruzcos.
El descenso á la orilla de este rio tiene una inclinación del 100 por 100 y en
veces mas. Para bajar los 640 mt. de diferencia de alturas desde el alto del Tába-
no, hay que [bajar, tachado] hacerlo por una gigantesca escalinata de granito,
poniendo los talones en las hendiduras de la roca y dejando deslizar el cuerpo
por la resbalosa, enlodada y cortante superficie que vierte agua por todas sus
anfractuosidades. Un paso fal- / so, y el esqueleto del caminante llegaría hecho
polvo á las ondas tumultuosas del rio. La raices de los arboles entrecruzadas
cuaderno 6 251

sobre la roca, facilitan tanto como complican la laboriosa maniobra de los car-
gueros en este inenarrable camino de los caucheros.
Al comenzar el descenso, es decir cerca de la Cumbre, encontramos debajo
de un peldaño de esta infernal escalinata una cruz. Allí sucumbio de frio, de
cansancio y de hambre un carguero venido con Froilan Acosta desde las selvas
del Aguarico. Era un infeliz indio de aquellas reducciones de esclavos que ali-
mentan la sed de riqueza de los actuales hijos de españoles en Oriente. Cinco
meses, segun informan los peones permaneció allí momificado el cadaver, á
quien creyeron al principio los pasajeros un hombre cansado ó dormido: despues
lo arrojaron por un desumbadero lateral, por donde inútilmen- pretendimos
bajar para reconocer la momia. Aquella cruz, símbolo de la paz eterna, advierte
al caminante que la muerte asecha en estas horribles sitios, donde suele encoleri-
zarse por ocho meses en el año la “Hermana Agua,” menos impía que la codicia.
Cumplido el contrato de los alegres pejendinos, incierto en sus informes
ignorante de todo y acobardado el primer Ayudante, que enantes exhibió una
biografía agreste meritísima, á punto de agotarse los víveres, ausente el Sobres-
tante, flaqueando la salud del Ingeniero por la Hermana Agua, la situación em-
pieza á hacerse verdaderamente difícil.
Paciencia y valor!
[Reorganicemos la expedición en un pequeño grupo de gente resuelta y siga-
mos, para no volver grupos ridículamente; que el exito corona á los valientes! //

Cap. VIII.— (Se repone este Cap.)

[El Viernes Santo.— Criterio puramente humano para meditar sobre esa fecha.—
La doctrina de amor.— El auditorio.— Los testigos de ultra cruz.— El abogado
y la legislación de los infelices y pobres de espíritu.— Los hipócritas.— Quienes
han acusado al Verbo de blasfemo.— La humildad del Maestro — El Juicio suma-
rio.— El juez prevaricador.— La nueva era. Lo que simboliza la cruz.— Piedra de
toque para conocer á los fariseos.— Lo que no puede decirse por falta de luces.— El
estandarte de los infelices.— Los malos subsisten.— Institucion eterna.
Los dias conmemorativos de la pasión y muerte del Justo han llegado y la
Expedición hace alto en señal de respeto al recuerdo de aquellos acontecimientos
extraordinarios que tuvieron por consecuencia, desde el punto de vista puramente
humano, la exaltación del debil, el premio á la virtud, el triunfo de la moral, la
defensa del Derecho del infeliz y menesteroso y el triunfo de una doctrina subli-
me que la especie humana habia sido incapaz de comprender hasta entonces: la
doctrina del amor al enemigo.
La sublime doctrina fué predicada entre las multitudes ignorantes y fanáticas,
por el Santo entre los Santos, bajo la apariencia de un hijo del pueblo y amigo
de los infelices y pobres de espíritu. Unos pescadores rudos del lago de Galilea
252 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

cobraron un entusiasta afecto por el Señor y una fé ciega por la verdad de su


palabra: ellos eran sus compañeros en todas las correrías de su predicación, los
depositarios de su infinita sabiduría y los testigos de su amor por los hombres.
Despues atestiguaron lo que habian visto y oido, cuando las multitudes por in-
fluencia de los sacerdotes acusaron de Sacrilegio al Justo y lo crucificaron como
á malhechor y blasfemo.—, tachado] /
Nacido Jesús en el hogar de un artesano en una atmosfera de simplicidad
y pureza de costumbres, situó el origen de su vida al nivel de los humildes de
corazón y con ellos vivió y trató y á ellos defendió. Su doctrina es la del infeliz,
para el que sufre, para el que vive y muere ignorado. Los soberbios, los ambi-
ciosos, los potentados y los fariseos la invocan á cada paso para humillar al
menesteroso, para explotar en su servicio á los que han hambre y sed de justi-
cia, para tiranizar á los pueblos y para corromper á los hombres, para declararse
ministros del Altísimo, depositarios del bien y la verdad y para cubrir sus vicios,
sus sacrilegios y sus blasfemias con la apariencia de la santidad y la máscara de
la hipocrecía, la palabra engañosa pobre de la Santa unción que vivifica y con-
vence. Detras de la palabra falaz de amor [de, tachado] está el veneno del odio
al semejante, detras del habito de la humildad esta la soberbia satánica, detras
del desprendimiento aparente esta la codicia desenfrenada por los bienes de la
tierra; detras de la decantada castidad está la prostitucion encubierta como el
gusano en la flor mas hermosa.
En aquel tiempo, como ahora, la Doctrina de Cristo se enfrentó contra toda
esa gente. Ellos tomaron sus palabras con la mala fé con que los fariseos de todos
los tiempos han interpretado la Verdad del Verbo y lo acusaron de conspirador
contra el Cesar, de falso Profeta y blasfemo.
Como andaba confundido con los galileos, como no se distinguía con vesti-
duras especiales ni usaba el oro y la púrpura, como no escribió libros ni asombró
el mundo con los //
[al margen izquierdo: (x) Desde entonces la conciencia humana supo comprar
la libertad en el suplicio de los Mártires por la verdad]
descubrimientos de una ciencia presumida y ridícula; como no ganó batallas
que lo recomendaran como procer; en una palabra, como era humilde como
el lirio del valle y como fuente de aguas puras, los hombres del gran mundo,
los amos y los empleados del orden social no lo conocian y los Sacerdotes del
Templo hubieron de comprar á uno de sus amigos, prostituyendo con dinero la
conciencia de un hombre inferior, para que lo señalara á los sayones.
El juicio se surtió breve y sumariamente, como se han surtido todos los
juicios de una justicia cobarde ante la verdad, que se inviste con los ropages de
la Hija de Dios para satisfacer ruines pasiones y mezquinos intereses. La impo-
sición de un pueblo fanático amedró al Juez debil y éste, con mano deicida, en
su sentencia infame declaró el fin de la vieja y oprobiosa era, la redención del
cuaderno 6 253

hombre y el principio de una revolución hacia el bien que no terminará hasta


hasta el reino de Dios.
Desde entonces hay una sanción suprema, aun en el concepto hipócrita de
los perversos tras de la cual esconden sus delitos, que ampara la Verdad del que
tiene la razón, la Justicia del que tiene el derecho y el Bien del que lo ha mer-
cido [sic] en méritos de virtud (x). Desde entonces la mujer, que era esclava de
la lujuria de los hombres, se ha levantado á la categoría de esposa y madre; el
enfermo en vez de estorbo social que mereciera la muerte, merece la piedad, las
consideraciones y hasta el sacrificio en su provecho de todo lo superfluo de la
sociedad á que pertenece; el niño, el anciano, el debil tienen en su favor la sim-
patía de la especie y el valuarte de su pueblo que los defiende; el ignorante tiene
instrucción y / consejo, el afligido consuelo, pan el hambriento, posada el que
viaja, vestido el desnudo, sepultura el cadáver del infiel abandonado en la roca
del camino, que antes era pasto de los buitres.
Desde aquel bendito instante en que el Salvador de los hombres exhaló el últi-
mo suspiro en el suplicio de los facinerosos, estos mismos extraviados ó enfermos
del alma, merecieron la compasión social y tuvieron escuela en los presidios, de-
fensor [en su, tachado] ante sus jueces y perdon por su arrepentimiento. La igual-
dad, la fraternidad, la Caridad y el Perdón extendieron sus blancas alas sobre
las cabezas de los hombres para hacerlos dichosos en este valle de amarguras.
“Amaos los unos á los otros, haced bien á los que os aborrecen y calumnian,
perdonad á vuestros enemigos” dijo mil veces el Señor á sus discípulos, y en ese
oleo sacrosanto de amor fundó toda su eterna Doctrina que redimió al mundo.
Para conocer á los fariseos y falsos cristianos no hay sino que probarlos en la
piedra de toque del Amor, que es Caridad, que es humildad, que es abnegación,
que es dulzura, que es obediencia, que es la virtud y esencia de todas las virtudes
y el único casto fuego que alienta el corazón de los justos.
Todo esto y mucho mas del orden sobrehumano que nos es vedado decir
por falta de luz, significa la crucesita de troncos que pide oración al pasajero
sobre la tumba del que murio á la vera del camino en esta larga peregrinación
por la tierra.
Hoy hace [1906, tachado] 1873 años que el inmaculado, el sabio, el Santo
hijo de Dios expiró en esa cruz por la humanidad. Bendigamos al Salvador y
meditemos hoy en [su, tachado] el inmenso beneficio de la ┼ enarbolada en el
estandarte de los infelices y //
no en el escudo [Cap IX, tachado] de los potentados ni en la corona de los
reyes, ni en el pecho de los soberbios. Jesús no modificó á los hombres; de manera
que subsisten todavía los publicanos, los discípulos traidores, el pueblo fanático que
se hace juez sanguinario de los blasfemos, los verdugos que creen santificar sus
manos en el sacrificio del prógimo, los sacerdotes que exitan este fanatismo ca-
nibalesco, los jueces débiles y venales que vuelven la espalda al Cristo [arriba
254 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

escrito: y se laban las manos de culpa] por complacer al poderoso[s, tachado] y


[arriba escrito: los] testigos falsos [del error evangelico, tachado] maliciosos in-
terpretes de la palabra divina que se dicen defensores del Templo, amenazado
de que se le destruya y no se le reedifique en tres dias; pero dejó la cruz tinta en
su sangre, á cuyo amparo se acogen los menesterosos de la Verdad y del Bien,
barca que no sosobra, Templo que no se arruina, [reino que no caduca, tachado]
institución que no caduca, república de igualdad, de libertad y de fraternidad
cuyas leyes son eternas.
—— Escrito lo anterior hemos vuelto á leerlo y aunque lo censuramos por de-
clamatorio y altisonante, á modo de sermon de Cura de Aldea, no nos atrevemos
á pasarle raya de tacha, en gracia del espíritu de verdad que lo ha inspirado. Valga
así, ruidoso, como el rio á cuyo arrullo ensordecedor ha sido escrito, [medroso,
tachado] severo, como la selva oscura á cuyo amparo estamos arranchados, y
cantaleteado como el chillido de los insectos que invaden el salvage campamento:
sea este Capítulo un modo indirecto de sugerir la emoción de la selva desierta,
que á traves de un temperamento artístico ha hecho sonar tambien la cuerda del
moralista [la nota religiosa, tachado], tachado]. /

Capítulo VIII [(Se reformó), tachado]

Hoy es Viernes de pasión.— El Lirio del Valle.— La Brisa del Campo.— La idea
antigua.— El reino de Dios.— La parábola milagrosa.— Las bienaventuran-
zas.— La escala de los poderosos.— La blasfemia.— La acusación.— El traidor.—
El juicio.— El cadalso.— La hora de tercia.— La ruina del viejo Templo.— El
Derecho.— Defensa de los malhechores.— De tejas para arriba.— Los fariseos
actuales.— [El Cielo y la Patria defendidos con cuchillo, tachado].
Hoy es Viernes Santo. Hace frío; llueve y una neblina discreta vela las sonrisas
del cielo: el dia está triste! La cañada estrecha, por donde se precipita el rio con
bramido ensordecedor, como heraldo de las neveras y mensagero estrepitoso de
los volcanes ecuatoriales, esta invadida de un hálito de tristezas. Los árboles que
interceptan la luz, abren sus horquetas festonadas como las rasgadas vestiduras
de [unos, tachado] gigantes paralizados de repente en su marcha hacia el olimpo,
cuyos esqueletos levantaran sus brazos en actitud clamorosa ó fatídica. Tal pa-
rece que la montaña, despojada de sus galas primaverales, conmemorara como
los hombres, el dia en que se empañó el Sol y tembló el orbe en sus cimientos
por [la, tachado] el sacrificio del Justo! El lirio del Valle inclinó su corola [des,
tachado] en las alturas del madero infamante y de su caliz, colmado de perfumes
que subieron al Cielo, cayo una gota de nectar que alimentará para siempre el
alma humana.
Nacido en un pesebre, bajo el aliento tibio de la vaca y el jumento, en una
noche dicembrina, al cántico festivo de los pastores, amó los campos donde
cuaderno 6 255

corren las brisas, portadoras de esa oración de perfumes que se desliza sobre
las praderas, los sembrados y los eriales donde briega el labriego sencillo, hijo
de Dios y del Trabajo.— Jesús [representa en toda su vida, tachado] simboliza la
poesía de la naturaleza y el anhelo de los humildes: el reino de Dios. //
[al margen izquierdo: (x) Dijo tantas cosas de sabiduría cuando habló conmlos
tiempos, con las generaciones y con todos los Pueblos, que sería imposible que las
repita boca humana en pocas palabras]
La sed de justicia de los desheredados representa ahora el clamor de la tierra
hacia el cielo prometido; en los antiguos tiempos, cuando no existía el Derecho
de los débiles que proclamó Jesús, ese clamor era un quejido de muerte eterna,
una protesta contra el destino sordo, una maldición á la Esperanza, un rugido
de blasfemia.
Del taller del Carpintero justo, donde vivió la paz de un amor inefable, sa-
lió Jesús á predicar entre las turbas, por los caminos y los campos, el reino de
Dios: una doctrina maravillosa que dejaba extaciadas á las multitudes: el Verbo
divino, la [antes de “la” parece haber un signo] ley de la Caridad*, el camino
del Cielo!
[La nueva ley era la sublime ley del amor., tachado] “Amaos los unos á los
otros, rogad por los que os aborrecen, perdonad al enemigo.” (x) La [palabra,
tachado] parábola del Santo corría como fuente aguas vivas por el corazón de
los hombres y las fieras se convertian en corderos; los leprosos se curaban los
palurdos en sabios, los ciegos de nacimiento veian la bienechora luz; [los enfer-
mos se curaban, tachado] los incapaces para el bien se agilaban, los paralíticos
se movian. Esa palabra llena de prodigios debía conquistar y redimir al mundo.
Un dia subio Jesus a la montana, seguido de una gran muchedumbre, ham-
brienta tanto de verdades como de pan; era la muchedumbre de los infelices,
de los pordioseros, de los lázaros; la muchedumbre inmensa de los miserables de
la tierra. Extendio Jesús su mano, colmada de bendiciones, sobre estas cabezas
leprosas y pronunció este Sermón: “Vosotros sois los bienaventurados, voso-
tros sereis llamados hijos de Dios, [y gozareis, tachado] de vosotros es el Reino
de los cielos.
El divino autor de esta doctrina, [que es la voz del Padre celestial que está en
los cielos, tachado], dijo “yo soy la Verdad, el Camino y la Vida;” y por esa senda
de la verdad y del bien [se, tachado] construyó la [verdadera, tachado] única es-
cala de Jacob para los sabios, los ricos y los poderosos de la tierra.
La Fe, la Caridad y la Esperanza, como una trinidad religiosa de consejeras,
ocuparon la conciencia humana, donde antes solo se quemaba [unicamente,
tachado] el inciencio á los ídolos, padres espúreos de una falsa virtud. El viejo
templo iba á ser derribado por aquella doctrina resplandeciente como sol de
Verdad: “yo derribaré el Templo y lo reedificaré en tres dias.” “Yo soy el / Hijo
del Hombre”
256 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

—Ha blasfemado; amenaza destruir nuestro Templo; dijeros los fanáticos,


ciegos al sentido del Verbo.
En aquel tiempo como ahora la Doctrina de Cristo se enfrentó contra aquella
gente. Ellos tomaron la parábola sublime con la mala fé con que los fariseos de
todos los tiempos interpretan el texto de la verdad y con el calo hipócrita con
que disfrazan la virtud, y lo acusaron de Conspirador contra el Cesar, de falso
Profeta y de Blasfemo.
Como andaba confundido entre los galileos, como no usaba el oro y la púr-
pura en sus vestiduras en señal de distinción, como no era un celebre escritor
de presuntuosos y huecos libros de una ciencia tonta, como no ceñía el sable del
Centurión ilustre; como simplemente era el Buen Pastor, que da la vida por sus
ovejas, los guardianes del orden social que, efectivamente, habia socavado, no
lo conocian personalmente, y los defensores del amenazado templo hubieron de
comprar á uno de los pescadores que á todas partes lo seguian para penetrarse
de su evangelio, prostituyendo con dinero la conciencia de un hombre inferior en
espíritu que se decía su discípulo y su amigo, para que lo mostrara á los sayones.
El papel de Judas es uno de los mas interesantes del sagrado drama: vendió
por un poco de dinero la amistad del Maestro; compró —segun dicen unos—
el Campo de Acéldama, [para, tachado] con el intento de pasar allí en posición
honorable sus últimos dias; pero agobiado por los remordimientos del perjuro,
el codicioso y el ecéptico, resolvió darle fin á sus dias con un suicidio horrible.
Se ignora si despues de su perfidia mereció honores del régimen por el cual se
sacrificó; pero sí se sabe que sus sucesores en el oficio los han merecido y disfru-
tado hasta con el título de benefactores y con el calificativo de provindenciales. //
El juicio deicida se surtió breve y sumariamente, como se suelen surtir los de
una falsa Némesis, temerosa de la verdad, intrumento de pasageros y en veces
criminales intereses. La imposición turbulenta de un pueblo mal aconsejado,
arredró al juez debil, quien, con su sentencia inicua, sentó por primera vez el
precedente de que el triunfo en casos semejantes siempre es de los sacrificados.
El patíbulo infame en que el Justo padeció su agonía fue el signo de la civiliza-
ción, el galardon de los buenos, el amparo de los menesterosos y afligidos, el va-
tuarte [sic] de la virtud, el emblema de la piedad, el guardian de la paz eterna…..
La hora de tercia llegó y al inclinar el Redentor la cabeza coronada de espinas,
se derrumbó el Templo antiguo. La nueva ley quedó sancionada y el amor de los
hombres batió sus blancas alas sobre los desgraciados.
Desde entonces hay una sanción suprema aun en el concepto hipócrita de los
perversos tras de la cual pretenden esconder sus delitos, que ampara el testimo-
nio de la verdad, la justicia del derecho y el mérito de la virtud. Desde entonces
la Verdad, el Derecho y el Bien tuvieron quien diera la vida por ellos y surgió la
Moral como institución pública. que zozobra al parecer, en ciertos tiempos,
pero que jamás naufraga,
cuaderno 6 257

Desde aquel dia, la mujer esclava produjo la mujer esposa, para el enfer-
mo hubo hospitales, [y, tachado] asilos para los inválidos y escuelas para los
ignorantes; el afligido halló consuelo, pan el hambriendo, abrigo el viajero y
sepultura de derecho el infiel muerto de cansancio, de hambre y de frio bajo
la roca del camino. Desde [que, tachado]el instante bendito en que el Buen
Pastor murió hablando con Dimas, el salteador de caminos, los mismos ex-
traviados ó enfermos del alma merecieron la compasión social y tuvieron
[ensenanza, tachado] en los presidios, defensor ante la Justicia y perdón por
su arrepentimiento.
— Todo esto y mucho mas que corre de tejas para arriba, por lo que nos
está vedado el discutirlo, significa el Viernes Santo, terminamos diciéndole á
nues- / tro compañero de campaña, con el ánimo evangélico que nos inspiraba
la selva.
— Pero, si así es, como lo creo, so pena de heregía, el mundo debe ser un
eden, nos contestó el interlocutor.
— No, amigo; desgraciadamente andan todavía por el mundo, su capa de
buenas personas y muy influyentes en veces y por épocas, los discípulos trai-
dores, los fariseos, los verdugos que creen santificar sus manos en el sacrificio
del [los masones, tachado] prójimo, el pueblo sanguinario que se [hace cree,
tachado] constituye en Justicia de Dios, los Sacerdotes que exitan el fanatismo
popular, los testigos falsos que violan la verdad, los escribas que interpretan á
su amaño la ley, los jueces débiles que le vuelven la espalda al Cristo y se laban
de culpa las manos por complacer al poderoso, por temor á la amenaza ó por
recibir con mano de miserables la paga de sus prevaricatos y andan tambien
los faltos de fé, que creen que la barca de la moral y de la patria amparadas á la
cruz se hecha á pique porque el naufrago se agarra á sus bordes y entonces le
cortan las manos, como necesidad pública, y creen de buena fé haber salvado
el bajel.— que es de todos y para todos.— El Reino de Dios no se prometió para
este, amigo mio, sino para el otro mundo! //

Cap. IX.— [se añade: La Cordillera á vuelo de pájaro]

Sigue el estudio de la Cordillera.— El Cerro Alcalde y sus dos boquerones de


los lados.— Pasto, directamente, está incomunicado.— La cruz de los grandes
caminos de Nariño.— Historia de la trocha de Santa Lucía.— La familia de los
Ipiales.— La Termal Salada.— La Patria de los Cargueros.— Los Atlantes.— Dos
bizonas.— Consideraciones filosóficas.— El heraldo de Pasto.— Un meeting
en la selva.— El discurso de I[h, tachado]alleyriand.— La canalla!— De tripas,
corazon.— Fin del conflicto.—
La cordillera forma un gran macizo en toda esta región ó altiplanicie del lago,
coronado por un pico notable: el “Cerro Alcalde”, como quien dice la primera
258 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

persona del contorno. Columbramos el “Alcalde” desde el Encano y procuramos


darnos cuenta de su situación; lo hemos dejado á la espalda á 16 leguas al Sur de
Pasto. La formidable mole del “Alcalde” se sostiene sobre varios contrafuertes,
especie de raices dispersas que accidentan de modo intrincado este sistema
orografico: al Norte se apoya en el Bordoncillo que como hemos visto origina
la Cordillera del Gran Patascoy, carcelera del lago por el Oriente; al occidente
arroja como un ganglio lleno de antenas[,, tachado] el Galeras, y al Sur se mira
con [el, tachado] su rival en Señorio, el Cerro de San Francisco que demora al
respaldo de Puerres. Una serie de rios [entre, tachado] con sus correspondientes
cuencos, subdivididos por riachuelos y quebradas que corren por entre los dedos
de una mano, arroja al Alcalde en todas direcciones: el rio Curiaco y el Bobo
que van al Guiatara entre la Cordillera y el Galeras; el rio Pasto, entre el mismo
Galeras y las antenas occidentales del Bordoncillo, que desagua en el Juanambú;
el rio Gloriano, el Saraconcho y el Verde que caen al Guamuez
[Tuvimos, tachado] Hay que [atravesar, tachado] cortar las cañadas de estos
últimos para caer el tumultuoso rio Verde de especial importancia en esta fa-
milia de rios alcaldescos. Al atravesar la ancha mesa paramosa de Santa Lucía
observadamos [sic] con pena que las hoyas por / donde era de echar el camino
para comunicar á Pasto con el oriente evitando el largo pantano de los origenes
del Guamuez, conducian al maciso del Cerro Alcalde “en vez de ofrecer un bo-
querón como el del “diviso de la Cocha”, [El siguiente boquerón, tachado] entre
éste y el Bordoncillo. El siguiente boquerón hacia el Sur está comprendido como
queda dicho entre el mismo “Alcalde” y el “San Francisco”, frente á los pueblos
de Funes y Puerres. Pasto, pues, directamente está incomunicado por camino
racional con el Territorio del Caquetá, salvo el caso de que trasmonte dos cor-
dilleras [pasando por, tachado] cortando el Valle de Sibundoy por el pueblo de
Santiago en busca no del Guamuez sino de Platoyaco originario del Putumayo.
En este caso tiene que adoptar un embarcadero en el Guineo mas distante que
el Alpichaque, como lo comprobaremos en el curso de este viaje.
[al margen izuiqerdo: pasa a otra parte] [El rio Verde, cañón arriba, ofrece el
boquerón de paso hacia el occidente, que por el rio Angasmayo y acaso mejor por
el Tellez, relacionará con Oriente el Camino de Barbacoas, que llega al puente
de Triana ó de La Victoria, sobre el Guaitara. El rio Juntas que desemboca en el
Guamuez, abajo de rio Verde, puede ofrecer análogo ó acaso mejor servicio que
éste. El rio Sucio ya tiene su nacimiento en el San Francisco y desviaría el camino
hacia el extremo sur del departamento de Nariño en beneficio casi exclusivo del
Carchi equatoriano.—, tachado]
La trocha de Santa Lucia la mandó hacer el Sr. Rogerio Becera, empresario
de cauchos hacia el año 1882 y la hizo Jerónimo Ipiales padre de uno de nuestros
cargueros, práctico y baqueano de una rusticidad perfecta, de quien nos hemos
valido con buen éxito en estas investigaciones geográficas. Nos habla //
cuaderno 6 259

de una fuente salada de alta concentracion y temperatura que hay en [este,


tachado] el pequeño cuenco del rio verde. La urgencia de nuestra invernosa
esploración no nos permite ir á la termal, á medir la concentración del agua.
[El amigo Ipiales es el Caporal de nuestros cinco cargueros que llegaron ayer
corun dos del pueblo, tachado] [arriba escrito: Proceden del pueblo] indigena de
Catambuco en el valle de Pasto. Es una parcialidad típica en todo diferente de la
de los pejendinos [al margen izquierdo se inserta: El amigo Ipiales es el caporal
de cuatro cargueros que llegaron por fin ayer despues de habernos despedido de
los buenos pejendinos, yá cuando á fuerza de esperar se nos están acabando los
víveres que sacamos de Pasto y representan á los calorce cargueros que pedimos
como necesarios para movilizar el material de la espedicion.—]
Estos hombres son maravillosos para el carguío en estas trochas infernales:
son de proporciones atléticas, las piernas tienen bajo la epidermis un tejido
muscular que parece[n, tachado] culebras de acero enroscadas en las pantorri-
llas de un Laoconte. Hay pasos en la trocha donde no se sabe qué admirar mas,
si la fuerza para escalar una pared vertical de granito de tal cual endidura para
apoyar las puntas de los dedos ó la agilidad que requiere el equilibrio de los pasos
contados sobre el abismo con un quintal á cuestas. Las [huellas, tachado] impre-
siones de los pies de estos hombres parecen de elefantes y las huellas resbaladas
en el barro parecen de buey. Al verlos en fila paciente, escalar la montaña, bajo
sus enormes bultos, se piensa involuntariamente en la figura que representa al
Dios Atlante con el [fardo del, tachado] mundo al hombro.
Había entre estos atletas, pacientes y lerdos, dos bizoños que hacian su es-
cuela en esta trocha de caucheros; dos mocetones ariscos remisos al servicio y
dejativos, que de buena gana hubieran dejado correr las cajas de nuestro ins-
trumentos, rumbón abajo, si no hubiesen sabido que el precio de ellas equivale
á dos ó tres años de su soldada. Considerabamos el terrible noviciado de estos
lobeznos, por la fatiga y el maltrato nuestro, á travez del peine de cuchillas del
“Cerro Alcalde”, que adrede hemos procurado describir. /
Despues de un largo dia de lluvia en que habiamos agotado, en esfuerzos
de pugil con los peñascos, las raices y los atascos, [el poco, tachado] la ración de
cebada que á guisa no de alimento sino de generadora de fuerza habiamos
echado por la boca a empujones, como bagazo á la fornalla, hicimos alto á orillas
de un[a, tachado] arroyo bullicioso. Ya la hoguera secaba nuestros vestidos y
la marmita de la cebada hervía, y nosotros, abrigados bajo la tienda dejabamos
divagar la imaginación por las cordilleras, [los valles, tachado] las cañadas y los
torrentes que se interponen entre la libertad de la llanura, poblada de bárbaros,
cruzada en todos sentidos por canales navegables de arenas de oro, revestida por
la selva rica en productos valiosisimos, y la vida social de las tierras cultivadas de
allende el “Alcalde”, pobladas por una raza fuerte y paciente como la de nuestros
cargueros, azotadas aquellas comarcas por la miseria, el atrazo industrial y un
260 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

régimen político inepto para la paz del derecho, que las mantiene estacionarias
á traves de un siglo de bélicas tentativas de cambio. Hemos debido, en lugar de
estas ideas fuera de ocasión, meditar en que los víveres iban agotándose y que
estabamos á mitad del camino, que nuestros peones eran insuficientes para el
trasporte de los indispensables elementos de vida en el desierto y que carecia-
mos de brazos para abrirnos brecha en la selva y construir puentes sobre los
rios embravecidos por el invierno. Pero ya no insistiamos en este problema de
la vida de la expedición en el desierto de la selva; porque ello había sido materia
de una larga correspondencia con el Gobernador y de un[a, tachado] enojoso
despacho de postas y comisionados donde los contratistas encargados de orga-
nizar equipar y alimentar de fuerza y víveres esta expedición y ya confiabamos
en que la inminencia del peligro movería á estos señores á ser mas diligentes //
y próvidos. Cuando á todo andar desembocó por la trocha un peon que venía
en nuestro alcance. Al verlo se animó el corazón y gritamos:
“Gracias á Dios! Tenemos peones, tenemos víveres!”
— [Que, tachado] Manda decir el Sobrestante, detenido en Santa Lucía, que
dónde pone á trabajar los peones de trocha contratados para la pica del trazado
que Ud., Sr. Ingeniero, ha venido á dirigir!” y nos entregó una carta de insultos
del sobrestante en la que nos trataba nada menos que de Traidores á la Patria!
Le esplicamos al insolente y estúpido heraldo que el objeto de esta [explora-
ción, tachado] expedicion no era trazar camino sino [buscar, tachado] explorar
el [lado, tachado] terreno por donde debe trazarse y que los peones de trocha
debian estar á nuestro lado para lo que fuera menester. a lo cual replicó airado
que los macheteros y los cargueros habian sido víctimas de estafa y engaño de
parte de los contratistas, quienes seguramente para pagarles menos les habian
hecho creer que su trabajo estaría radicado á inmediaciones de Pasto y no por
estas “lejuras riscosas”. El hombre habló á media voz con nuestros atléticos y
pacientes cargueros y regresó veloz con la nota para el Sobrestante de los con-
tratistas, en que se le suplica que nos dé alcance con carne y panelas, para que
no perezcamos de inanición como el Aguarico.
No había andado el instigador diez cuadras, cuando los comentarios de los
cargueros fueron tomando las proporciones de un meeting: aquellos dos vizonos
[sic] de marras se habian convertido en oradores populares fogozos y atravilia-
rios. A sus elocuentes proposiciones de insubordinación á viva fuerza, ya los
pacientes interlocutores del auditorio atlético tomaban sus armas y sus equipos
diminutos para [lom, tachado] cojer la contramarcha por sobre los cadáveres de
quienes nos opusieramos á su sabio y acertado designio.
El abnegado Ayudante, que ha quedado á nuestro servicio, despues del
desconcierto de la primitiva organización, acudió con su diplomacia / y su
sistema de convicción á calmar los ánimos de los revoltosos y les dirigió el
siguiente discurso:
cuaderno 6 261

“Señores:
“Hasta ahora habeis venido, fieles, sumisos y contentos, compartiendo con
el Sr. Ingeniero y conmigo las penalidades de esta marcha……”
— Pero ya no seguiremos mas! contestaban los cargueros; porque hasta aquí
hemos sido unos estúpidos, dejandonos tratar como bueyes de carga!
“Buenos muchachos:
“Cómo vais á tener la crueldad de dejarnos[,, tachado] á este padre señor,
que casi ya no puede andar, y á mí, que vengo con las espinillas llagadas, aban-
donados con nuestras maletas en esta soledad!”
— Qué canarios! y qué canastas! á los blancos contra el suelo!
“Hombres de bien:
“Cumplid vuestro contrato y os prometemos una gratificacion”
— Que no sigan engañándonos; á la punta de un cuerno vayan con sus pro-
mesas: nos regresamos por sobre ustedes!”
El atribulado autor, aterrorizado con la gritería y las interjecciones de cuar-
tel que ensordecian el aire, acariciaba las cachas de su revolver, escondido bajo
la tolda, y meditaba en el triste fin de esta expedición, con la cual venía soñan-
do como si fuera una conquista de gloria desde que hizo el sacrificio de arran-
car á su esposa y á su hijo de las comodidades de la capital por venir á coayuvar
los deseos patrióticos del General Reyes en favor de este apartado rincón
de Colombia.
El instante era decisivo. Los peones dentro de un minuto nos dejarían solos
expuestos á perecer! No //
habia razón que pudiera convencerlos de lo contrario y á medida que se les
iban bajando el tono suplicatorio, ellos se hacian arrogantes y amenazadores.
Se acordó el pusilánime Jefe de la diminuta Expedición de que el valor
personal de los caudillos es lo único que hace conjurar esta clase de subleva-
ciones, y haciendo de tripas corazón, se presentó de repente ante los sedicio-
sos, airado el rostro, con el sombrero á lo matón y el revolver montado en la
mano y dijo:
— “El que se quiera ir dé un paso al frente!….. aquí no se detiene á nadie con
halagos!…. Salga el valiente que pasa sobre mi cadaver!……
Un silencio profundo sucedió á la algazara. Hubo el momento de vacilación
de las multitudes, que el Ayudante supo aprovechar con astucia:
— “Os firmaremos un certificado para que podais reclamar mejor remu-
neración de los contratistas: efectivamente, hay que ser justos, la trocha está
dura y los bultos pesados…… Seguid con nosotros, buenos compañeros, que
sereis indemnizados”
— Así es otro modo, contestaron á una los colosos, si nos tratan con cariño
y nos dan el testifican; por qué no habiamos de seguir, sirviéndole al dotor, que
es tan gueno y tan [aguantador, tachado] guapo?
262 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

La conjuración quedó debelada en dos segundos y parece que mientras la


cebada no se agote, el éxito de la Expedicion al Putumayo está asegurado.
Vivan los caudillos valientes! /

Cap. X. —

Importancia del camino.— Quién se hará dueño del corazón de America?—


El perro del hortelano.— Empeño de los colombianos por comunicarse con el
Oriente.— Motivos de ese empeño.— La audacia ayuda á la fortuna.— Ineptitud
de nuestra raza.— Poseción transitoria.— Medios de llevarla á efecto con el ca-
mino.— Patente para hacer caminos en baldios.— La colonizacion.—
Parece altisonante y fuera de quicio la valentonada del capítulo anterior.
Qué mejor ocasión de regresar á Pasto, con la esperada noticia de que la Ex-
pedición, encomendada á tan malas manos, fracasó? En vista de los arreglos,
analizado el criterio de los organizadores de esta empresa y sondeado el espíritu
público que la apoya en el pueblo, pronosticamos este fracaso; pero prome-
timos tambien corresponder personalmente á la grande importancia que le
atribuimos al proyecto del Camino al Caquetá. En qué consiste esta importan-
cia? veamoslo.
Al reparar el mapa de la América del Sur, encuentra el sociologo un bello
problema para la humanidad: qué raza y qué clase de civilización florecerán
en el corazón de este continente? El planisferio entero no ofrece nada igual! El
gran Valle del Nilo, donde germinó la asombrosa civilización de los ejipcios,
progenitora de la actual civilización europea, es un palmo de tierra y una nona-
da paupérrima en comparación con la pampa sin límites de la hoya amazónica
y sus congeneres del Orinoco y el Plata, donde podría espandirse diez veces la
población actual de Europa = la socialista. Todas las grandes potencias vuelven,
por esta razón, [angustiadas, tachado] codiciosas, la vista hacia este territorio
desierto y resguardado por naciones débiles, casi despobladas, herederas del
espíritu de discordia que les legaron los hijos de Pelayo y del Cid.
Consecuentes con ese fatídico espíritu, las ener- //
gias que estas nacioncillas no agotan en las hecatombes que [sucitan a diario,
tachado] alimentan permanentemente por asuntos religiosos, políticos y econó-
micos, de orden baladí, las invierten en sucitarse dificultades de límites y pleitos
eternos entre [sí, tachado] ellas, á fin de mantener proindiviso y sin fomento el
patrimonio del futuro.
La cordillera, de nevados perpetuos y volcanes que iluminan las noches
ecuatoriales, es la barrera formidable, [casi infranqueable, tachado], que á los
colombianos, como á las demas nacionalidades del Pacífico, nos separa de la
posesión y disfrute de nuestra porción oriental, ubérrima en riquezas. Todos los
pueblos fronterizos con esa raya dentellada y fría, ya sean colombianos, como
cuaderno 6 263

Santander, Boyacá y Cundinamarca; ya sean hermanos, como las Repúblicas de


allende el círculo equinoccial, mas ó menos, han procurado vencer la barrera con
ferrocarriles, caminos ó senderos transitables. Santander adelanta su camino
del Sarare; Boyacá cuenta con las vias de Chita, Pajarito y Chámeza y todavía
quiere hacer la del Valle de Tenza; Cundinamarca tiene el magnífico camino de
Cáqueza y adelanta el de la Calera y Sumapaz; el Tolima mismo disfruta ya de la
Senda á Florencia: Solo Nariño anda todavía por las trochas de los cascarilleros
de antaño [y ugaño, tachado], á lomo de indio!
Y no se crea que aquí el interés individual y regional ha carecido de estímulos.
La quina y el caucho que tantos millonarios ha hecho en otras partes, dieron
y dan aquí pingues rendimientos; la región, segun dicen, es rica en minerales;
aquí están el Patascoy, de vetas de plata, la Vermeja, de arenas de oro, y los [nos,
tachado] raudales que laban en Sucumbíos los ricos cuarzos [que, tachado] ex-
plotados por otros hombres, en otras épocas. Los indios pagan las mercancías
que demandan al Comercio de la Sierra, en cañutos de pluma, llenos de oro
en polvo; dos varas de [cilla, tachado] lienzo para una camis[eta, tachado]a,
un cuchillo[s, tachado] / de á peseta, un puñado de cuentas ó un espejillo de á
medio, representan otros tantos cañutos de oro. El caucho negro, que vale en
el exterior á 0.75¢ la libra, se consigue, por procedimientos de explotacion que
estudiaremos mas adelante, casi gratuitamente y en cambios lícitos á 0.30¢ oro.
La tagua, la bainilla, el cacao silvestre, los bálsamos, [y, tachado] aceites y barni-
ces vegetales, las pieles y plumas preciosas, [que, tachado] abundan en el Caquetá
y [que, tachado] se desprecian por no enriquecer de una sola vez al exportador; de
tal modo que l[o, tachado]as [montones, tachado] ricas almendras del Teobromo,
codiciadas en los mercados del mundo, se pudren aquí bajo los arbustos, que
hubieran cultivado en el Olimpo, segun enseña su nombre. Excusado es decir
que [en, tachado] bajo esta lluvia de oro se fecundarian todas las industrias;
que la agricultura, [la ganadería, tachado], la ganadería, las artes [md, tachado]
manuales, el verdadero comercio de alas en los pies, la genesica industria de los
trasportes por vapor, en que viaja Mercurio, la manufactura fabril, el arte de
construir que precede á Cosmópolis, agitada y fecunda, florecerian en esta tie-
rra de las civilizaciones vertiginosas: que lo proclamen así el Gran Pará, Iquitos
y las mil poblaciones á la europea que surgen del desierto, bajo el riego de este
Pactulo y al empuge de un puñado de codiciosos inteligentes.
Un adarme de espíritu emprendedor y otro adarme de espíritu aventurero
produjeron, en corroboración de estos datos, un Larrañaga, hijo del pueblo de
Pasto, que en diez años llegó á ser el Naval de los Güitotos y el Montecrito de la
ciudad teológica. Todo mozo audaz, [arriba escrito: de sangre caliente,] á quien
ahoga el quietismo social y económico de Nariño, donde hay muchos que [dela,
tachado] pudieran hacer lo propio, toma su bordon, cruza por los peñascos la cor-
dillera, se interna [el, tachado] en la selva de los Aladinos y no vuelve nunca, si //
264 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

carece de los atractivos de la familia, ó vuelve á hacer correr en los mostra-


dores del cicatero comerciante asombrado, las libras esterlinas, con la insolencia
seductora de un andaluz.
Estos casos aislados no constituyen, sinembargo, una corriente consoladora;
al contrario, su rareza hace notar que hay un adherente en las tierras cordillera-
nas, que retiene[n, tachado] al emigrante voluntario, ó un obstáculo sociologi-
co que ata los pies y embota la voluntad, anhelosa de buscar mejor teatro. Con
efecto: las dos razas que, aisladas ó en grupo mestizo, pueblan la mesa andina,
á saber, la caucásica y la indígena Maya, aptas ambas en igual grado de una ci-
vilizacion superior, como lo prueban sus antecedentes, no pueden adaptarse á
las tierras ardientes, donde degeneran rápidamente y sucumben en la lucha de
adaptacion, á traves de pocas generaciones. Solo el proceso lento, secular y por
migracion espansiva que requiere una exhuberancia de población de que estamos
muy lejos, podría conquistarnos para siempre el corazon de la América, caso,
por otra parte, de que llegaramos á la categoría sociológica de pueblo autóctono,
circustancia mas remota [aun, tachado] acaso, dada la presencia simultánea de
dos razas de tan diferentes caracteres y antecedentes en lucha imperceptible para
el vulgo, pero formidable en sus efectos de agotamiento.
Nuestro problema, desde el punto de vista científico, como todos los proble-
mas sociológicos que de modo empírico vamos acometiendo en lo político y en
lo económico, como Nación, afecta caracteres veleidosos, resultados instables
y breves periodos de duración, como si vivieramos provisionalmente en estas
latitudes ingratas de la zona tropical.
El empeño relativamente transitorio de apropiarnos el Caquetá requiere en
nuestro humilde concepto dos procedimientos simultáneos: el fomento agrícola
de la zona del camino en la cordillera para hacerlo expedito y la importacion de
colonos para la llanura /
El fomento del camino ó, mejor dicho, el tráfico local es muy facil. Consiste en
adjudicar, á uno y otro lado del trazo, pequeños lotes á los millares de labriegos
pobres que viven miserablemente en la altiplanicie y que mirarían tal adjudica-
ción como un beneficio redentor. Tambien hay en las ciudades y poblaciones de la
Sierra un sinnúmero de personas sin oficio bastante lucrativo, mas bien cobardes
para la lucha de la vida que propiamente vagos, quienes [en, tachado] se enrola-
rian gustosos, con probabilidades de hacer una pequeña fortuna, el dia de esta
leva colonizadora. Las adjudicaciones de á veinticinco ó cincuenta hectareas, con
apariencia de remuneración ó premio á los peones y empleados subalternos de
esta empresa, fué consultada por nosotros al Supremo Gobierno, con el objeto
de prevenir el evento de que este camino, por el alto costo que ha de representar,
se quede en el simple trazo, borrable en poco tiempo por el rastrojo. La faja de
desmontes consiguientes, de un kilómetro de anchura, en toda la extension de
la línea y el cúmumulo de habitaciones de esta azona, determinarian la cons-
cuaderno 6 265

truccion y conservación á escote simulado ó por contribucion indirecta, de un


camino de capital importancia sobre un trazo científico. No hemos obtenido la
autorización solicitada para esto, seguramente porque á ello se oponga alguna
de nuestras contraproducentes leyes de fomento; [y, tachado] pero en ningun
caso nos imaginaremos que la idea ha sido menospreciada por el progresista,
diligente y competentísimo Sr. Ministro del Ramo, nuestro respetado colega y
amigo. Ademas del beneficio de lo que pudiera llamarse camino //
expontáneo ó por generación de tráfico, como se han hecho casi todos nues-
tros caminos, el sistema propuesto ofrece las siguientes ventajas:
1ª. Facilita los viajes por los recursos de forrages, posadas y alimentación que
encuentra el pasagero.
2ª. Abarata, por consiguiente, los fletes;
3ª. Valoriza una inmensa region de baldios, á lo largo del Camino, en una faja
de muchas leguas de ancho, por la proximidad á las tierras cultivadas y ha-
bitadas, y
4ª. Sanea, seca y mantiene la via.
Construido así ó por erogación cuantiosa del Tesoro, el camino abriría el
campo á la emigracion voluntaria de empresas hacia el rico Caquetá y se esta-
blecería el éxodo paulatino y atemperado de la raza cordillerana, portadora de
una civilización estable, hacia la llanura salvage.—
El subsiguiente recurso de poseción rápida del Territorio consiste, como
queda dicho, en la importacion de colonos extrangeros á cargo ó, por lo me-
nos, en beneficio de los empresarios nacionales, que el aliciente de la riqueza
y las comodidades del camino atraigan á la llanura. Los ingenios, los labrantíos,
las fábricas, las minas, las empresas fluviales etc etc que el oro del Caquetá, me-
diante el Camino, haya de fomentar, necesitan brazos atemperados al clima,
inteligentes y baratos.
El problema de la inmigración, para su planteamiento únicamente, que no
para su solución definitiva (asunto arduo y fastidioso para el amable lector)
requiere un capítulo aparte, que será el siguiente. Puede leerse sin pereza; pues
[será agradable, tachado] promete mas charla útil que sermón esteril.— /

Cap. XI.—

El metodo ingestivo.— Los amos del Pacífico.— La guerra ruso-japonesa en


relación con el Caquetá.— La importacion de chinos.— Cómo la hizo el Perú y
ventajas que produjo.— Se reproduce el proceso contra los chinos.— La econo-
mía política sale á defenderlos.— El triunfo de los haraganes y chapuceros.—
Se incendian las propiedades de los amarillos.— Vuelve el Perú á la ruina.—
Los presidiarios profugos son los yanquis.— Los Anarquistas son los colonos
argentinos en las pampas.— Los chinos peruanos en Iquitos.—
266 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

No es nuestro ánimo entrar en un estudio formal del asunto, tan debatido y


nunca resuelto, de la inmigracion á Colombia: insinuaremos de un modo burla
burlando ciertas ideas sobre la materia, sin cometer la candidez de tratar á lo
profundo la cuestion, para hacerla pesada, como proceden los sabios. Entremos
de un brinco en materia.
Al pasar por Tumaco consideramos [e, tachado]la preponderancia comercial
que ha de adquirir el Japon en el Pacífico, la variedad y baratura de la mercancía
oriental, la conveniencia económica de traer á nuestros puertos de Buenaventura
y Tumaco aquellos productos y la consiguiente necesidad de situar en el extremo
Oriente cónsules aptos para provocar aquella corriente mercantil.
Resumimos aquí nuestra teoría, sin entrar en nueva demostracion ni en
detalles, para establecer el enlace necesario con el problema de las colonias
del Caquetá.
Vamos á referir, tal como nos lo está contando nuestro compañero de expe-
dición, cómo se hizo en el Perú la importación de chinos y las ventajas é incon-
venientes que semejante medida produjo; para colaborar por nuestra parte con
un ejemplo lleno de advertencias provechosas y no con un consejo que habría
de levantar contra nuestro inocentón libr[ejo, tachado]aco el encono de los
economistas de mitaca que se alarman ante la idea de que nuestros haraga- //
nes jornaleros y nuestros [.IX, tachado] chapuceros industriales van á sufrir
por la baja de los [jornales, tachado] salarios y con la competencia de la mano
de obra.
El Gobierno del Perú concendió licencia á los hacendados de la Costa para
que introdujeran hijos del Celeste Imperio, á título de colonos, para el fomento
rápido y económico de sus empresas agrícolas. Estos señores, por iniciativa priva-
da, celebrarón contratos con algunas compañías japonesas, aplicadas al carretage
de emigrantes chinos. La cosa llegó á ser muy facil: [llegaban, tachado] venian á
los puertos peruanos los buques de vela japoneses atestados de emigrantes, que
habian vendido su libertad, durante siete años, por un plato de lentejas. Los píca-
ros japoneses revendian la mercancía con utilidades atractivamente grandes. Por
doscientos soles, como precio corriente, conseguía cualquier agricultor peruano
de la costa un esclavo á quien disfrutaba durante aquel tiempo. El trato ó mejor
dicho, la trata debia producir utilidades seductoras para ambas partes, puesto
que en los cuatro años que duró de la licencia, hubo una verdadera inundación
fabulosa de chinos en [e, tachado]la costa peruana, [que luego se regó, tachado]
dispersada despues por toda la region ardiente del pais y por toda la costa del
Pacífico: Guayaquil, Tumaco, Buenaventura y hasta Cali [llegaron los, tachado]
tuvieron chinos peruanos ya manumisos
Las haciendas peruanas adquirieron la preponderancia que tuvieron en la
época de los esclavos negros, con la [ventaja, tachado] diferencia de que los ama-
rillos resultaron mas inteligentes que sus amos y, por consiguiente, recuperada
cuaderno 6 267

su libertad, se enriquecieron mas que ellos. Hubo hoteles chinos baratísimos


donde solían servir ratas deliciosas, con el rótulo de curíes de chan chan, y hasta
parece que algun médico, paroquiano de ellos encontró una vez entre un tamal
los mismo que San Nicolás de Bari[e, tachado] encontró en otro. /
Hubo chinescas panaderías, pastelerías, confiturías y mil establecimientos
más de la misma terminación, donde se fabricaban manjares suculentos á precios
sin compelencia: que le dieron á Ud. gliserina en lugar de azucar, soda en lugar
de maltha, magnesia en lugar de harina y leche de papaya en lugar de leche de
burra ó de yegua siquiera, eso no lo averiguaba la Oficina Municipal de análisis.
La materia de artes manuales y pequeñas industrias fué el crugir de dientes de
las labanderas, aplanchadoras, cocineras, sastres, peluqueros, y demás artesanos
del pais; aquello era inaudito, esos [perros de trenza, tachado] macacos le estaban
quitando al pobre el pan de la boca! Regalaban el trabajo y lo que, sobretodo, no
se podía soportar era que adolecian del imperdonable defecto, para los artesanos
peruanos, de que los otros trabajaban con reglas y argucias desconocidas para
ellos. Los mismos dependientes de almacenes que duraban un cuarto de hora
en hacer la suma de una facturilla tenian motivo fundado de queja contra los
chinos porque empleaban maravillosamente el abaco.
[El comercio cuánto tenía que sufrir: imagínese el lector que tuviera un vecino
donde el comprador encontrara, tachado]. El comerciante chino [traia, tachado]
trae sus manufacturas en buque de vela, directamente de las fábricas de Oriente,
sin pasarlas por las oficinas de Comision de Paris y sin andarlas por Panamá ó
Magallanes; por consiguiente, el comerciante [peruano tenía que, tachado] ru-
tinero debe soportar la afrenta de que el chino del [enfrente, tachado] costado
le [quitara, tachado] robe la clientela
[En una palabra: los chinos eran en el Perú una calamidad pública y fué pre-
ciso, tachado]
Vinieron [arriba escrito: del C.I.] al Perú músicos, médicos, sacerdotes, abo-
gados, diplomáticos y cuanto tan //
detestable colonia pudiera necesitar para no valerse de los servicios de los
nacionales; de modo, segun decian los periodicos, que los chinos no dejaban
en el pais nada en cambio de lo que se llevaban: señor! ni sus huesos dejaban
para abono los chinos en el Perú; porque venian buques fúnebres á llevarselos!
Había, porsupuesto, órganos de la Prensa que defendían la colonia asiática.
La competencia industrial, decian los tales, estimula al [industrial, tachado]
obrero del pais; el jornal bajo, significa la prosperidad de toda empresa; don-
de las empresas dan grandes rendimientos, la riqueza pública prospera y, con
ella, la cultura y el poderío de los pueblos; la competencia comercial da nuevos
rumbos á [esa, tachado] esta industria, permite aplicar á especulaciones de otro
orden los capitales mal entretenidos en ella y, sobretodo, determina la baja de
los artículos de consumo, en provecho del pueblo; y en cuanto á que los chinos
268 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

no dejan nada en cambio de lo que se llevan, eso es [falso, tachado] paradógico


por dos razones: 1ª. porque ellos no toman nada gratuitamente; el jornal que
[ellos, tachado] reciben representa su trabajo; el dinero que pone el parroquia-
no sobre el mostrador del almacen chino, representa la pieza de sedería que
el otro se lleva para su casa: aquel trabajo y esta [pieza de, tachado] seda se
quedan en el pais y representan riqueza, y 2ª. porque la economía que el chino
hace comiendo mal, viviendo miserablemente y durmiendo solo cuatro horas
por noche, economía muy suya que pudiera trasladar á donde se le antojara
como lo hace ó puede hacerlo cualquier hijo de vecino, natural ó extranjero,
la emplea el chino en comprar tierras, casas y semovientes que representan ri-
queza nacional. El chino, añadian / deja[n, tachado] hasta sus hijos en el pais,
porque se casa[n, tachado] con las cholas. sus defensores, [hay un signo que
indica que algo se debe incluir. Creo que significa que debe quedar así: “con sus
defensores, las cholas”] Es sumiso á la autoridad: manda un decreto que todo
mundo blanquee ó deshierve y los primeros que se apresuran á [blanquear y,
tachado] obedecer la voz del Alcalde son los chinos; que iluminen los vecinos
sus casas, porque mañana es 28 de Julio y los chinos, sin saber qué significa esa
fecha, mencionada con todo enfasis en el bando, sacan en el acto la escalerilla
y cuelgan de sus puertas el característico farol de papel. En los catastros y listas
de contribuciones municipales, siempre los chinos, mal aforados en ellas, son
los primeros en pagar el tributo. Risueños y zalameros, los chinos vuelven con
un gracejo la palabra dura [que les dice, tachado] dicha por el patriota que ve en
ellos una plaga para el pais.
No fué posible oponerse á la respetable opinión del mayor número [de pe-
ruanos, tachado] y la prohibición para traer mas chinos se impuso. Pero, los
peruanos perjudicados con la competencia amarilla, no quedaron contentos
con esto y, cuando salieron de la ciudad de Lima, derrotados por los chilenos, le
prendieron fuego al barrio chino que circundaba el mercado de la Concepción,
[como otros, tachado] cual Parttos prófugos. La vindieta nacional quedó satisfe-
cha y despues del desastre de Antofagasta volvió el Perú á su antiguo, delicioso,
sociego industrial.
Los Estados Unidos deben su preponderancia en el mundo á que tuvieron
territorio [que, tachado] para ofrecer [al colono extranjero, tachado] á los profu-
gos de todos los presidios de Europa, á trueque de nacionalizar [su industria y,
tachado] allí su sangre y crearse una industria. La Argentina debe[n, tachado]
su prosperidad estupenda á que trajo á sus pampas la miserable y corrompida
colonia italiana, donde el trabajo la ennobleció y la riqueza la trasformó, de raza
de anarquistas en pueblo de patriotas. Y los chinos, perseguidos en el Perú, tras-
montaron la cordillera y están haciendo de su nueva patria, a pesar de su odio,
en Iquitos, Loreto y otros centros del oriente peruano. la señora del Marañon y
sus afluentes.— //
cuaderno 6 269

Cap. XII

La parte triste del viaje.— Recuerdos de familia.— Nuestra incomunicacion.—


La trocha corta las cuchillas.— Efectos antiesteticos y melancólicos del invier-
no.— En qué consiste el valor.— Penas de ausencia.— La sencibilidad en medio
del viaje.— Esperanzas de un boquerón.— Pasó la ocasión de verlo.— Defini-
ción de un puente.— Peligro de caerse al rio.— Vista á la derecha.— 270°.—
La exploración no fué perdida.—
Despues de la reorganización, la pequeña espedición marcha triste; azota-
da permanentemente por la lluvía, cerrados los ojos al paisaje, amenazada de
quedarse á sucumbir de hambre entre dos rios invadeables; quebrantada á cada
dia de marcha como si librara una batalla indecisa, teniendo que parar en ca-
da jornada de á legua para reparar los quebrantos, comiendo cebada por todo
alimento, durmiendo sobre el agua, empapadas ya las ropas de repuesto; con
el frío que sopla de la cordillera y casi sin fogatas, que la leña mojada sostienen
mal y la humedad apaga en cuanto se queda dormido el Cocinero, fatigado por
el cansancio y debilitado por la escasa alimentacion. Los mozos de Pejendino
que nos daban serenatas con las armonías de su flauta y nos hacian reir con
sus cuentos de brujas, cumplieron su contrato y regresaron á sus sembrados; el
Sobrestante se fué á Pasto á despachar [arriba escrito: los relevos de peones] y
los encargos pedidos, para asegurar la navegación del Guamuez, y no volvió; el
primer Ayudante sorprendido como novicio en estas montañas que decía co-
nocer, se quedó, acobardado [ó, tachado] haciendose el enfermo; y los cargueros
de Catambuco siguen pacientes, pero silenciosos. La incomunicación con Pasto
se ha hecho absoluta [despues de, tachado] no obstante la intempestiva visita del
instigador de la sublevación. Hace un mes que no sabemos nada de nuestras fa-
milias, incapacitadas como están para establecer por su propia cuenta un servicio
de correos por estas soledades para saber de nuestra suerte. Las consideramos
llenas de zozobra al saber que los contratistas nos han abandonado á una / [en
el margen superior: (x) y en fertil agitacion como la del perdido en el laberinto]
aventura muy incierta.
La trocha de los caucheros [que seguimos al sesgo aguado con, tachado] sigue
entre la cordillera, que nos queda á la derecha, y [con, tachado] las profundida-
des del rio Guamuez, que corre, paralelo, [á ella, tachado] á nuestra izquierda, y
en bebia azotan [?] (x) sube y baja constantemente, desde los huecos profundos
y lóbregos por donde se despeñan las aguas en blanca espuma, haciendo re-
tumbar los ecos de las cañadas, hasta los picachos donde rasgada la vejetacion
cerdoza é hirsuta que los reviste de un verde negro, [muestran su, tachado] se
ve el esqueleto granítico [como las llagas corroidas de un leproso, tachado] de la
cordillera, que [causan, tachado] amedrenta en su soledad y silencio. El invierno
con sus cortinagas, ora blancos como mortajas, ora grises como [cortina tules de
270 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

pampas fúnebres, tachado] los recuerdos tristes, ora negros como adornos de
carro mortuorio, le impone mas amargura á esta barrera horrible que ya nos
separa de los seres [arriba escrito: queridos] que por nosotros suspiran.
Las valentías no son tales, sino porque imponen ora el vencimiento del mie-
do, cuando se trata de [morir, tachado] jugar la vida, ora el dominio de la ternura,
cuando se trata de sacrificar los afectos; pero, para las naturalezas delicadas, este
sacrificio es superior al primero.
“La muerte no es terrible, sino porque significa despedida” Dejar la esposa
amada y al hijo del corazón anegados en llanto, [por nuestra ausencia, que ellos
consideran llena de, tachado] mirando desde la playa la nave que se aleja hacia los
peligros y [oscura como, tachado] hacia lo ignoto, es el suplicio de los navegantes;
no son los [peligros, tachado] [ilegible] naufragios ni el pavor de lo desconocido.
La mordaza impuesta á eso dulce y tierno que gime dentro de nosotros, cuando
aparentamos serenidad, que [vuela, tachado] pasa por sobre las cordilleras en
forma de recuerdos [y, tachado] para velar sobre el hogar ausente, y como un
hálito cariñoso [se posa sobre, tachado] besa la frente de quien suspira por no-
sotros, ese es el suplicio de los exploradores del desierto; no la lluvia, el sendero
escabroso ni [el hambre, tachado] la mezquindad de los hombres.
Algo por este [tenor, tachado] [arriba escrito: estilo veniamos pensando] al
descender, apoyados en nuesto [sic] largo bastón, [al, tachado] por una larga
cuesta, á cuyo pie sonaba el rio Verde. La tarde estaba lóbrega, [y, tachado] el
cuenco oscuro de cuchillones verticales arremolina- //
ba rachas de niebla, la tempestad se desataba furibunda en las alturas; es de-
cir, que el corazón y la tierra armonizaban en sus congojas. [Por qué no decirlo?
El Jefe de la expedicion al Caquetá venía triste, Con la tristeza del niño á quien
por primera vez deja [doblemente tachado] seperan de la casa paterna., tachado]
Ya estabamos á las dos tercias del viaje y solo de inducciones se alimentaba
la esperanza de resolver el problema del camino. Habiamos presentido desde
dos campamentos atrás, por la dirección con que [bajaban, tachado] bajan las
aguas trasversales, que pronto atravesariamos una cañada recta al occidente.
La capacidad hidrográfica del rio Verde nos hacía creer que la hoya de este rio
fuera suficientemente larga para [determinar ó, tachado] provenir de un boque-
rón de la serranía. Las nieblas sinembargo, no permitian ver el cerro y la noche
oscura y la mañana próxima, encapotada de frío como las anteriores, eludirian
la exploracion de travez.
Una hora larga pasamos en la puerta de la tienda esperando que la tempestad
calmara en la cumbre y sobreviniera, como sucede siempre, la limpieza del cielo.
El conjunto de estas circustancias tenía cierto saborcillo artístico y, á caza de
paisajes y semblanzas para este libro, nos hemos detenido á recojerlo.
La noche llegó por donde mismo esperabamos la luz de una esperanza y en-
tramos á la tolda con el malestar espiritual del dia entero. La mañana tambien
cuaderno 6 271

vino encapotada, y el medio- [Hay una flecha que conecta “medio-” con “día”,
tres renglones más adelante]
[El campamento dista del [puent, tachado] paso del rio un kilómetro, tachado]
día y la tarde en que esperamos el despejo del cielo. Fallida quedó por enton-
ces la esperanza fundada en el rio Verde.
Agotada la paciencia, al tercer dia seguimos marcha y nos internamos nueva-
mente en la trocha, como alameda umbría, impenetrable á los rayos del sol. Sobre
el rio habiamos hecho reponer un puente viejo. Por puente, siempre que usemos
aquí esa palabra, debe entenderse [una, tachado] el tronco torcido y lano- / so de
un arbol arrojado entre dos riberas de un torrente embravecido, ensordecedor y
medroso. Este puente tiene una longitud suficiente para hacerle perder la cabeza
á un buen acróbata y vibra hacia el centro por añadidura.
Desde el boscaje de la trocha veiamos [pasar, tachado] á nuestros atléticos
cargueros pasar el peligroso puente con el correspondiente bulto á cuestas. Uno
de ciertos dos vizoños se negó á pasar su bulto y no faltó quien lo desempeñara;
pero, al llegar escotero al centro del puente, tuvo que botarse á horcajadas para
no descender á una muerte segura. El caporal, viejo y veterano en el carguío,
entró por último. Una de sus patas de San Cristobal resbaló sobre el lomo del
lanoso tronco [lanoso, tachado] aquel y vaciló un momento. Recuperado el
equilibrio, contramarchó andando de para atrás: la cosa estaba fea! Algun
otro, de mejor cabeza, tambien sacó del afan al viejo. Despues [pasó, tacha-
do] atravesó nuestro predilecto Ayudante, paso á paso, precavido, haciendo
paticas de loro sobre el malhadado palo. El turno final nos tocaba é íbamos
á servir de espectáculo á toda la expedicion que desde la opuesta orilla nos
miraba con angustia. Bendigimos entonces nuestras aficiones infantiles por
la cuerda teza y otros equilibrios y nos lanzamos á la prueba con la impavidez
con que nos embarcamos en la Cocha. Para hacer gala de presencia de ánimo
al llegar al centro de la dificultad miramos hacia [el origen del río, tachado] la
derecha y vimos con sorpresa que el boquerón de Rio Verde estaba despejado.
Allí mismo con mil dificultades sacamos la brújula y tomamos el rumbo: 270°.,
exactamente al Occidente.
[El éxito de la esploración estaba asegurado., tachado]
Despues no debiamos volver á ver el soñado boqueron de Rio verde. //

Cap. XIII.—

Sigue el camino y no mas.— Como el Condor.— A un kilómetro de altura.—


La diversión de los montes.— Un viento del norte.— Sancho, amigo, donde
yo esté será la cabecera.— Otro kilómetro más.— Los dedos de un muerto.—
El maoa completo. La primera vocal.— La voz apacible del buen sentido.— Viaje
soñado.— Un trazo borrado por el interés privado.— Dónde duermen los de
272 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Túquerres.— D. Víctor Triana.— El Mariscal Santacruz.— Pasa la Cordillera


sin viento.— El dominio de la Patria.—
Para no fatigar al lector presentándole en detalle y sin conceciones mentales
para que el haga los ingenieriles raciocinios sobre la vía mas corta [pa, tachado]
á traves de la cordillera, los elementos que vamos recogiendo dispersos en la pe-
nosa marcha, vamos á tomarnos el trabajo de dictaminar con ellos como peritos,
á fin de salir de esta enojosa parte de nuestro libro. Levantamos en peso al pa-
ciente lector y como si fuera en el aerostático le mostraremos el mapa. Como no
sea éste un libro de técnica ni propiamente geográfico, para hacerlo instructivo
y sobretodo ameno, le pediremos permiso á la gravedad (á la gravedad física se
entiende) y en son de licencia poética, salimos de estos prosaicos atascos, para
echar á volar como el condor por sobre los Andes. El viaje es seductor; no será
en Clavileño que lo hacemos ni vendados los ojos por la niebla.
Parados en la plaza de Pasto, la metropoli del Sur, perdemos nuestro peso y,
á un impulso del tacón, subimos y subimos verticalmente. A un kilómetro de
altura estaremos al nivel de la generalidad de las crestas: orientemonos con el
frente al Sur, el Occidente á la derecha y el Levante á la izquierda para darnos
mejor idea de lo que vemos. A la derecha y á muy corta distancia está el [cono des-
cranado, tachado] cráter del Galeras, cuyas concavidades nos ocultan los bordes
quemados de esa boca del infierno; á la izquierda está el Páramo del Bor- / don-
cillo, por cuya mesa cubierta de frailejón vá un pobre Sibundoy con un fardo de
mercancias para Mocoa; á nuestro frente, enfilados como en el juego del angel y
el diablo, que jugamos cuando eramos niños, estan, unos cargados á [la, tachado]
un lado, otros al lado contrario, una serie de montes de diferente estatura, que
nos miran de hito en hito á ver á que hora decimos: “[Angel Guardian, tachado]
San Miguel dorado, = Por un alma vengo, = si no me la das, = cogida la tengo!”
= El último rapazuelo, aunque el mas empinadito, es el Cerro de San Francisco
que demora, allá lejos, en los confines de la Patria, inmediaciones de Puerres,
notable por haber muerto allí, asesinado por el ejercito victorioso, un prisione-
ro que fué de los libertadores de Cuba. Por delante de este cerro célebre están,
formando el cordón, el Pundiuco, el Alcalde, el Caballo Blanco y el Motilonci-
to, que hace de angel[, fuera de, tachado] y que se agarra del Bordoncillo, fuera
de otros chicuelos que no se ven. Debajo de nosotros está la ciudad alarmada,
discutiendo con los prácticos, temerosa de que al verse el terreno desde lo alto,
el camino se aleje de sus antiguas trochas: Los encargados de suministrar gas al
globo le [suspenden, tachado] curvan la válvula alimenticia; pero éste, á virtud
de no sabemos que ley superior á la voluntad de los hombres, sigue subiendo é,
impulsado por vientos del Norte, se pierde de vista…………………
No tienen hasta este momento del Boletin aeronauta, motivo ninguno de
alarma los deliberantes hijos de Pasto: parece, segun nuestro entender, que se
trata de buscar el camino mas corto, mas útil y mas económico para unir á Na-
cuaderno 6 273

riño con el Putumayo, y Pasto, mas que la capital de este Departamento, es su


cerebro, su corazón y su brazo. Puede hoy por hoy decir esta ciudad que donde
ella esté, será la cabecera de la mesa en //
el Sur.
Subamos otro kilómetro en los aires, para que todas las grandezas de la tierra
pierdan su orgullo, para que los gigantes de la cordillera no estorben la vista y
para que no lleguen hasta nosotros las tontas palabrerías del interés parroquial.
Ya estamos: vemos, como en boca abierta, en el cráter del Galeras; vemos, mas
allá, el rio Guáitara, con su cauce profundo, que parece servir de valla eterna al
progreso del Sur, corriendo paralelamente á tres leguas de la cordillera, hacia
el Norte y [elos rios, tachado] vemos el rio Guamuez á dos leguas distante de la
cordillera, corriendo paralelamente á ella hacia el Sur por la vertiente opuesta.
En angulo agudo con este rio, arranca del Bordoncillo una cordillerita llena de
picos agudos y de pretensiones de personage corográfico, donde descuella el
Patascoy, mentiroso cerro á quien visitaron por su fama dos sabios alemanes.
Esta cordillerita separa aguas entre el Putumayo niño y el Guamuez y forma
una lengüeta aguda y estrecha que penetra en la llanura oriental como hocico
de oso hormiguero. Mas al Norte del Bordoncillo arroja la cordillera madré un
largo contrafuerte hacia la llanura donde está Mocoa, que separa aguas entre el
Putumayo y el rio Caquetá ó Yapurá. Desde cada cerro de la Cordillera madre,
de la de Patascoy y de la de Mocoa descienden cuchillones que se entre cruzan
como los dedos de un muerto, á quien le han atado las manos para que sostenga
la cruz. El camino de Mocoa va atravesando á la izquierda del pequeño Pasto
estos dedos de muerto, la trocha de Santa Lucía que ya el lector debe conocer,
para que no se encamine nunca por ella, atraviesa tambien los dedos del muerto,
y atraviesa tambien los dedos muerto el sendero por Santiago de Sibundoy que
siguiera la derecha del pequeño Putumayo. Pero del cerro de Pundiuco, contiguo
al Boquerón del rio Verde, baja el penúltimo cuchillón que cae al Guamuez á
unas 8 leguas arriba del puerto del Alpicha- / chaque [arriba escrito: en el sitio de
Juntas], donde comienza la llanura; por el último cuchillón que cae del Cerro de
San Francisco y separa aguas entre el Riosucio, afluente postrero del Guamuez, y
el Aguarico, hermano del Guamuez, que va subsiguiente al Gran Putumayo, hay
una trocha de caucheros que baja de Puerres ó Potosí á San Miguel del Sucum-
bios, [mucho, tachado] algo mas abajo del [G, tachado] puerto del Alpichaque.
El Aguarico y el San Miguel reunidos, caen al Putumayo á cuatro jornadas de
canoa del puerto de La Sofía, fin de nuestro viaje. He ahí el mapa.
Como puede verse en este mapa, Pasto forma el vértice de una A. El palo de
la derecha del lector ó sea oriental del mapa, es la trocha de Santa Lucía, de 21
leguas de largo, hasta el punto del atravesaño [arriba escrito: ó Juntas,] y 10 [es-
crito sobre 80] leguas mas hasta el Alpichaque, que queda en la pata de ese palo;
el palo de la izquierda del lector ó sea, occidental del mapa, va hasta Ipiales, pero,
274 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

hacia la mitad del camino, está el puente de Triana, donde concurre el camino
de Barbacoas que pasa por Túquerres; el cual puente está situado frente al rio
Tellez: que enfrenta con el Boquerón del rio Verde. El atravesaño de la A, del
puente de Triana á Juntas, tiene próximamente 7 leguas, sin atravesar corrientes
ni dedos de muerto y ese es el camino que nos prometemos aconsejar, aunque
el interés parroquial de corta visión, como todos los intereses egoístas, triunfe
como tambien generalmente triunfa lo particular sobre lo de servicio general y
la voz desautorizada del tumulto sobre la voz apacible del buen sentido.
¨ Para finalizar este capítulo sobre el camino en proyecto y no volver á
tratar mas de ese asunto, vamos á aprovechar la vena en que hoy estamos de
hacer castillos en el aire, para forjar un //
viaje de Pasto á La Sofía, por el camino construido, á fin de calmar los ánimos
de los adversarios, que quieren todo para sí solos, aunque ese todo sea inferior
á lo que se les ofrece en [comun, tachado] asocio con los demas que tienen el
mismo derecho que ellos al bien procomunal.
Sale Ud. de Pasto, á las seis de la mañana por el carretero que al ’70 trazó el
autor de este libro [si el interés privado no lo ha echado por tierra, tachado] y como
anda despacio, almuerza a las 10 a.m. en Tangua, muy simpática población sobre
el rio Bobo, donde habrán fundado sus empresarios [fun, tachado] habilantes
un hotel, [donde han de, tachado] en el cual dormirán los que vienen de Túque-
rres. Sale de Tangua á las 12 y á la 1 y ½ se detiene Ud. en “El Placer” en charla
con el propietario de esa casa, hombre de espíritu público, como hay pocos en
el pais, especie de directorio del viajero que le suministra á Ud informes sobre
cuanto Ud. quiera. Después de este ameno é instructivo sesteo, sigue Ud. viaje
á las 2 p.m. por el camino carretero que construyó D. Víctor Triana, galopando
alegremente, sin fatiga de su caballo, hasta cruzar el rio Téllez, dejando á la de-
recha el mencionado puente de Triana ó de La Victoria, primer puente colgante
que, en vía de ensayo y como modelo de economía, construyó sobre el Guáitara
aquel inteligente y bien intencionado ingeniero, de quien tan mal hablan en el
Sur en señal de gratitud. Amaina Ud. el trote de su caballo, para no fatigarlo en
la subida á Funes, en la que los inteligentes y valerosos funeños han tallado un
camino imitación de los de Triana, que envidiaría cualquier Director de vías
públicas en estas tierras mas arrugadas que las de Antioquia. A las cinco de la
tarde entra Ud., en el pueblo del anis, á la hospitalaria casa de uno de los Santa-
cruz, descendientes de aquel Mariscal [Santacruz y, tachado] del mismo apellido,
que no niegan su estirpe de patriotas. Allí encuentra Ud. una aegida deliciosa,
clima de 15°., instrucciones para su via- / je y una gallina asada de fiembre, unos
duraznos camicesos del huerto y algun fraseo de aguardiente, metido todo eso
por la Sra de la casa á hurtadillas en sus alforjas, como [fiambre para, tachado]
almuerzo al pasar la cordillera. Le aconsejan que madrugue y á las cuatro de
la mañana encuentra Ud. su caballo ensillado y el desayuno listo con huevos
cuaderno 6 275

estrellados. [listos, tachado] Antes de las 8 á.m. ha cruzado ud. la cordillera, para
evitar el viento y ha mirado la llanura desde una altura que no pasa de 3400 mt.
sobre el nivel del mar, por entre una ligera cortina de contrafuertes que mueren
en el Sitio de Juntas, cinco leguas mas adelante. Allí llega U. á las 12, fatigado
de bajar constante al 1070, por un camino de granito, donde no hay agua para
aplacar la sed. En este sitio encuentra Ud. la primera hacienda del colono enri-
quecido, cubierta de cacaotales y cauchos [de, tachado] como sombrío: tiende
la hamaca en el ancho corredor que mira al rio Guamuez y su hermoso puente
de alambre y [se queda, tachado] sigue por la tarde para acortar el camino del
puerto en tierra tropical ó se queda para aprovechar la frescura de la madrugada,
y llegar al Alpichaque ante de medio día, por una alameda recta de arboles fru-
tales, [cauchos, tachado] Siringas cultivados, Canimes, Caobas, Dátiles, Cocos,
arboles de Kola y mil cultivos de los pequeños propietarios á quienes en vía de
remuneración, desde la época del trazo, se les adjudicó un pequeño lote para
extender el dominio de la patría en Oriente. //

Cap. XIV

El Soñador por temperamento.— Del sueño á la realidad.— Lo que se anda


con dos tabacos.— Perdido!.— El mal del camino.— El Guamuez habla.—
Un obstáculo.— “Cartucheras! al cañón!”.— Objeciones al cumplimiento de una
orden descabellada.— Consejo á los ingenieros.— Los temores.— Motivos de
esperanza[s, tachado].— Preparativos.— La oracion de Pasto. El viver retrasa-
do.— Bajó el rio.— La ejecución.— Viva Eladio!— El paso.— La crisis.— Hágote,
porque me hagas.— Sueña, corazón!
[El soñador de verdad,, tachado], El gran forjador de castillos, sueña en todo
tiempo, [de, tachado] en dia alegre y [de, tachado] en noche lúgubre, y en to-
do lugar por áspero é ingrato que sea: no necesita sitio ameno, dulce abrigo ni
embriagadoras fruiciones; el hatkits que circula por sus venas y sube en espi-
rales voluptuosas al cerebro, lo fabrica en el taboratorio [sic] del alma el deseo
vehemente del bien. Mientras tus uñas se descarnan contra la roca y tus plantas
se desgarran en las espinas y sufres hambre y fatiga….. Sueña, corazón, suena!
Así no te [duelen los martirios, tachado] ofenden abrojos del sendero de la vida.
Justamente veniamos bajando á trancadas y empapados hasta el hueso, por
la cuchilla del Aleton que desciende del Cerro Pundiuco hasta Juntas, cuando
forjabamos el viaje ideal del capítulo anterior. La cuchilla escarpada por los
costados es mas bien un tabique de divorcio entre las aguas del Guamuez que
ensordecen por la izquierda y las del rio de Las Juntas que le contestan con sordo
rumor por la derecha; Cuchilla larga y sin agua, [donde no, tachado] en cuyo
lomo no puede hacer noche la carabaña fatigada. Ya son las cinco de la tarde;
la noche comienza á hacerse en la selva; el oso sigue por el mismo sendero en
276 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

busca de su guarida: el sabe dónde pasará la noche; nosotros lo ignoramos. Varios


peones fatigados al peso de una carga excesiva [y lesionados, tachado] é inválidos
por los traspies y rodadas que de continuo vienen sufriendo como nosotros, se
han quedado muy atrás: quizá dormirán con el oso.
Esta jornada de trocha, que en camino limpio apenas / daría tiempo á un
viajero para fumarse dos cigarros, fué para nosotros una verdadera derrota: la
noche con amenazas de muerte nos perseguía como enemigo cruel. Los delan-
teros, los ágiles y robustos, los que siempre vencen en este pijilato con la materia
estúpida, habrán llegado ya á Las Juntas? Nosotros llegaremos mañana! Esto pen-
sabamos, desconsolados, á cada nueva arruga dela montaña que venciamos, sin
columbrar, entre la media luz mortecina del boscage, el humo del campamento.
Enredados en las lianas y vejucos, estabamos buscando á tientas la huella de
nuestros precursores, cuando vimos, como salida de un repliegue disimulado
del cuchillón, una voz que nos gritaba con eco que amortiguaba el rumor cla-
moroso de los dos torrentes reunidos:
— Pu ai nués, dotor; cárguese pa su derecha, porque se pierde! Mire que el
monte es engañoso!
Y perderse uno en el bosque, á veinte leguas de Pasto y á otras tantas de La
Sofía, nada tenía de consolador en el trance que pasábamos. El perdido se ato-
londra de tal manera que no ve senderos, ni calcula rumbos, ni sabe para dónde
corre el rio; en su desaforado afán por andar, se rasga las carnes sin sentirlo,
atropella precipicios y se aleja estúpidamente del derrotero salvador; agitado y
anheloso, sin fuerzas humanas que gastar ya, sigue, sinembargo, sobrexitado
por una fiebre que le quema el cerebro, dando trancos desfallecientes, por entre
espinas y malezas, hasta caer derrumbado en un abismo que da fin á su miserable
existencia en el silencio encubridor del desierto. =
[una flecha conecta con párrafo anterior]= “Ese es un perdido”, dicen las
gentes con razón, empleando metafóricamente el epíteto para el hijo pródigo.
Por fortuna para el autor de estos apuntes, en ésta, como en otras mil oca-
siones, oyó la voz salvadora y volvió pronto al sendero.
Un poco mas de andar entre el oscuro, y llegamos, rotos y desfallecidos, á un
hueco profundo, donde chis- //
porroteaba alegre[se añade: mente] la hoguera de la peonada. Allí acurru-
cados, [codo con codo con, tachado] y apegados al cocinero que preparaba á la
ligera el vivificante café, vimos llegar, maldiciendo su suerte, hasta el último peon
rezagado: uno portador de nuestro catre, que venía cojeando y dando alaridos
por el mal de camino, que le picó en una rodilla.
No hay para qué repetir por la centésima vez que llovía y que, bajo las caricias
de la Hermana Agua, se armó la tienda, en el oscuro y entre el monte. Al res-
paldo de la tienda (y tal parecía que la salpicara con sus espumas) se oía bramar,
con rugido de catarata, el rio Guamuez.
cuaderno 6 277

Esta atronadora maldición de Neptuno prisionero entre las breñas, no nos


dejó dormir en toda la noche; no tanto por el ruido que, á la larga, causa som-
nolencia, sino por lo que nos decía en su ronco lamento:

“Yo soy la linfa bulliciosa y alegre, sobre la cual tiras


“ te un puente rústico en El Encano, para que pasara el fra-
“ le á su capilla insular; yo soy la ola misteriosa que apla
“ cazte con el recuerdo del Justo de Thiberiades; yo soy
“ la ciénaga traidora de Santa Lucía á quien maldijis
“ te irreverente; yo represento el poder ultrajado de todos
“ los rios que artificiosamente atravesaste, guardianes de
“ mis dominios; yo soy la sangre de la cordillera de
“quien vienes burlándote. Con ella, levantada por
“ Dios para defender la [paz, tachado] libertad de la llanura contra la
“ codicia y corrupción de los blancos, me opondré á
“ tu sacrílego intento de violar [mi, tachado] el sagrado de mis
“ [tranquilos, tachado] dominios. Bien te conozco:, eres el precur-
“ sor de los poderosos! Ya he oido tus falaces discursos y
“ en los siglos que llevo de existencia, desde antes de los In-
“ cas que los decian mejor que tú, los he oido en
“ muchas lenguas é inspirados en todas las mentirosas
“ filosofías de los sabios. Yo represento la Eternidad
“ y tu eres un miserable incidente del Tiempo. Aquí /
“ yo soy el Destino perpetuo de las obras inmu-
“ tables del Creador y tú el orgullo satánico de
“ la infeliz creatura: yo soy ahora el fuerte ultrajado y tú el
“ debil insotente.

“No pasarás!”

La noche, el Rio y la Loca de la casa siguieron hablando cosas profundas y


medrosas en los rincones de la tienda, hasta que la Aurora, simepre benéfica[,,
tachado] como la sonrisa de Dios, esparció los endriagos y surgió el Dia cargado
con su labor cuotidiana, que repartió por igual entre los hombres.
Saltamos del lecho y salimos, todavía bajo la impresión del ensueño noc-
turno, á ver en que fundaba sus baladronadas el Guamuez. Una gran piedra
yase á la orilla y se avanza sobre la tumultuosa corriente; nos subimos á ella á
contemplar el monstruo, de melenas blancas y voz de gigante, y á meditar so-
bre el curso que debía seguir la expedición ante semejante obstáculo. Una hora
larga permanecimos allí, víctimas de dolorosa perplejidad. Otra piedra de la
ribera [opuesta, tachado] de enfrente, sobre la cual teniamos puesta la vista,
278 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

divagadora como el pensamiento que se dejaba deslizar sobre la espuma presu-


rosa, desapareció en breve bajo la capa blanca, en señal de que la creciente ame-
nazaba alzarse hasta los montes. Los tumbos de agua montaban sobre pedrones
ocultos y caian en cascada del otro lado, donde hacian una vuelta de carnero,
para dar lugar al tumbo siguiente. En partes la corriente, siempre blanca, parecía
dar una consumida por debajo del monolito que no podía socabar y las chispas
de agua hechas polvo impalpable, hechas neblina y hechas humo, causaban
irizaciones de luz; mas allá, la capa líquida ocultaba su agitación y aparentaba
sociego, y entonces perdía su alabastrino ropage de espumas y se mostraba de
un verde misterioso como la linfa amar- //
ga y medrosa del mar. Las dos curvas vibratorias de una S, [vibratorias,
tachado], con movimiento de escamas de monstruo marino, voraz y cruel, en
eterno y sordo retumbo, rozaban sus convexidades contra la montaña, de una
apacibilidad y quietud magestuosas, tanto como son tambien magestuosas la
agitacion y la voz clamorosa del rio. Un pájaro de vuelo rápido pasó, [por nuestra
vista, tachado], en dirección contraria á la corriente y casi rozando las espumas;
parecía un correo de la llanura que hubiera escogido este camino de diamantes
para ir [mirándose como Narciso en su linfa. —, tachado] escuchando de cerca
lo que dicen los raudales en su parla interminable.
— Entonces qué resuelve, nos preguntaron los peones que espiaban nuestr[a,
tachado]o mud[a, tachado]o [contemplacion, tachado] estasis sobre el rio.
Habiamos olvidado el objeto de nuestra meditación. [ó mejor dicho:, tachado]
Sí, qué debemos resolver?
— Es claro! Pues que tenemos que pasar!….
—Así, como está, es imposible. Quién ha de estar resuelto á ahogarse?
— El bajará un poco.
— Si no lloviera hoy por Santa Lucía!
— Allí hay una piedra que estaba descubierta hace un momento; sobre ésta
y aquella, se tiende una vara de unos 20m. de largo y otra aquí, de este otro lado,
para que sirva de pasamano….
Una sonrisa del caporal y aquel malicioso rascarse de la cabeza por debajo
del sombrero, fué la señal de que la orden sería obedecida pero no cumplida,
como decía cierto Alcalde.
— Pues á cortar las varas, mis amigos, no hay mas que hablar!
— Y sin un rejo con que arrastrar [esos largueros de varas, tachado] seme-
jantes varones.
— Pues con vejucos, hombre, con vejuquitos!
En el fondo de todas estas ordenes había un vacío horrible que nosotros, con
toda nuestra in- / geniería y talvez por causa de ella, no queriamos penetrar: el
modo. Teniamos que violar toda la teoría de las [Antes de, tachado] palancas [y
estropear, tachado] é irrespetar cruelmente la memoria de nuestro inolvidable
cuaderno 6 279

profesor de Resistencia de Materiales, Sr. D. Luis Lleras. Aquella palanca de 20m.


que no tenía en un extremo mas punto de apoyo que las patas de los peones,
proyectada sobre un abismo; el momento flector, los bejuquitos, etc etc eran todo
un capítulo de oprobio contra el Arte de Construir Por fortuna habiamos dejado
en Pasto, bajo de llave, nuestros importunos libros de consulta y de aquí allá
se pueden decir muchas mentiras, sin que haya quien las contradiga La prueba
es que el caporal, hombre práctico en Catambuco y seguramente albañil como
los de Jamondino, no tuvo una objeción que oponer á nuestro sabio proyecto
de puente, desde el punto de vista científico. De aquí se desprende un impor-
tante consejo ál Cuerpo de Ingenieros, á saber: esconder bajo llave la Sabiduría,
siempre que se trate de salvar una situacion crítica. La Ciencia, como decía un
médico eminente, no sirve sino para tiempo de paz.
Despues de nuestra ordenes, fielmente trascritas en este libro, procuramos
sacar el cuerpo, temerosos, no de que la ciencia de las palancas tuviera un men-
tís á orillas de un rio casi ignorado por los geografos en el corazón de la selva
amazónica, sino de que alguno de nuestros artífices, en la atrevida ejecución
del proyecto, cayera al rio y se ahogara.
En todo caso contábamos con un elemento poderoso en los [casos, tachado]
actos sublimes, [elemento, tachado] agente que ha devuelto la vida á los enfermos
abandonados por Hipócrates, que ha resuelto los [pro- //
blemas jurídicos en [que no se entienden ni juristas ni togados, tachado] pro-
vecho de los que carecen de razón que ha dado la victoria siempre al general mas
estupido y perezoso que ha enriquecido al que compra en el alza y vende en la baja
y que ha de resolver la cuestión del puente sobre el Guamuez, contra momentos y
palancas, que ha conquistado para el peor cerdo la mejor vellota: la fortuna de
los que no [tienen otra cosa en su favor, tachado].
los Pandectas y los Siete Tratados en provecho del que carece de razón en
pleitos, que ha enriquecido al que compra en alza y vende en baja, que ha conquis-
tado para el peor puerco la mejor bellota, que ha proclamado sabio al charlatán
y hombre de bien al ladrón, [que ha dado siempre la victoria en nuestras guerras
al general mas inepto, tachado] y que por estos y otros ejemplos, ha de solucionar
[la cues, tachado] el problema del puente sobre el Guamuez, contra momentos y
palancas: la fortuna de los que no tienen otra egida en su favor.
Las vigas de veinte metros bajaron de las alturas de la cuchilla, quebrando
árboles y estropeando arbustos, con sonaja y gritería que intimidaba los estruen-
dos del rio, tirados por nuestros peones á modo de bueyes, atadas por las puntas
con formidables lianas.
Pero el rio no bajaba y antes bien amenzaba cubrir la gran piedra del estri-
bo occidental.
Entre tanto, llegó un peon de Pasto con cartas y una maletica. Temblamos
en su presencia y, fuera de la carta de amor, reservamos las demas hasta no
280 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

saber primero qué contenía la maleta Estabamos acostumbrados á recibir co-


municaciones em[p, tachado]olismáticas, heraldos subversivos y cartas en que
nos suponen vendidos á los de Puerres, para que les tracemos el camino por el
mismo pie de la plaza. Abierta la maleta vimos con sopresa, despues de trein-
ta y seis dias de ausencia, que nos mandaban [un, tachado] / por primera vez
un pequeño repuesto de víveres: diez libras de carne y seis panelas. Esto nos
infundió valor y abrimos las otras cartas, muy amables por cierto. La fortuna
empezaba á sonreirnos.
— Y el cajon de rancho y vino que me anuncia mi mujer?
— Se quedó en Rio verde, porque pesaba mucho
— Y la botella de aguardiente que me anuncia en esta carta el Contratista?
— Esa se quedó en Saraconcho, olvidada. Los de atrás traen mucho víver.
— Que buen provecho les haga, amigo; á nosotros nos alcanzará el víver,
cuando ya no haya muelas.
— Y los lazos pedidos para hacer taravitas y el liencillo para pagar canvas en
el Alpichaque y la pólvora, por si falta carne?
— Todo eso viene atras, patrón, á marchas forzadas. Es que los peones que
vienen cargando lo de hacienda tienen que estarse volviendo y revolviendo por
sus maletas, y son pocos los cargueros.—
— Vuelvase, amigo, y demeles recuerdos á los de atrás, que procuren alcan-
zarme en Alpichaque, antes de mi embarque!
La noche fué de verano: mucha estrella en el cielo y la luna delgadita que
nos alumbró en la Corota, volvió otra vez á cruzar las copas de los árboles para
iluminar la tolda con círculos de luz regados en desorden, como monedas en
mesa de juego.
Al amanecer, los peones anunciaron la baja del rio y procedieron á la ejecu-
ción de la magna obra de este viaje. Suspendieron por su extremo, por medio de
vejucos y tramoyas de su exclusiva invención, una de las vigas, que así quedaba
un tanto avanzada sobre la gran piedra //
en que todos estaban parados, y se abrazaron al resto del fornido palo, para
lanzarlo á la voz de tres, como una catapulta.
— Una! dijo el caporal, y la viga quedó en suspenso como palito de hormigas.
— Dos! y retrocedió un poco, hasta el balanceo del brazo y la pantorrilla
avanzada de cada peon, para tomar vuelo.
— Tres! La viga atravesó el rio como una flecha y se clavó á dos tercios
de la distancia.
Allí sobrevino el acto heroico de todo momento supremo: uno de los peones
saltó al palo, que todavía vibraba como una cuerda, y atravesó el abismo con los
brazos abiertos para que le sirvieran de balanza; llegó al extremo inferior de la
viga, se echó resuellamente al agua,. [arriba escrito: aquella, tachado] suspen-
dio [la vi, tachado] [arriba escrito: aquella] sobre el hombro derecho y como un
cuaderno 6 281

San Cristobal, haciendo señas para que le ayudaran por la otra punta atravesó
el resto del rio, dando traspies entre los penascos, y, con el agua embravecida al
pecho, [y, tachado] depositó su carga en el estribo oriental. Al concluir su proeza
se quitó el sombrero y saludó.
— Vila Eladio! gritaron los muchachos.
Tras de él siguieron tres ó cuatro, llevando el cabestro de vejuco de la otra
vara; del cual tiraron desde la [otra, tachado] orilla opuesta, procurando que
esta segunda [viga, tachado] se deslizara sobre la primera, hasta que llegó á su
[puesto, tachado] lugar. Era el pasamano, que arreglaron como pudieron, para
que desempeñara tan honoríficas funciones.
El puente estuvo hecho.
Al regresar todos empapados de sudar y de agua les dijimos:
— Buenos muchachos! Mereceis una gratificacion que os haré dar en Pasto
por los /
contratistas y si ellos no se creen obligados por su contrato á hacer ese des-
embolso, os la pagaré yo de mi escaso bolsillo.
Mientras pasaban lentamente los bultos de nuestro equipo y bastimento, nos
paseabamos llenos de angustia en el plan del estribo natural que espera al puente
definitivo, al mirar que por el Norte llovía y que á medio alzar nuevamente el rio
quedariamos incomunicados. El último bulto pasó al cabo y el buen Ayudante
tras de él. Nos tocaba el turno.
Una superticiosa emoción nos sobre cojió al poner el pie en la resbalosa viga
y al agarrarnos con ambos brazos del fornido pasamano. Sería el Jefe de la Ex-
pedición el tributo que cobrara el rio por su paso? Con verdadera crispatura de
nervios fuimos dando sobre el raudal, enloquecido por la cólera, nuestros pasos
vacilantes é inciertos; el balanceo desacorde del piso y el pasamano producía en
nuestro cuerpo un tira y afloje, de un efecto emocional inesplicable: las monta-
ñas rusas, en que se le suben á uno todas las entrañas á la boca, son una monada
en comparación de este efecto de resorte convulsivo en el estómago. El maldito
efecto flector [y, tachado] iba siendo cada vez mas grande á medida que el brazo
de palanca crecía, y el arco del puente aumentaba hacia abajo rapidamente: ya
el raudal mojaba con yerta y golpeante agua nuestros pies y la flecha vibratoría
aumentaba mas y mas. Por fin nos subió el golpe de agua hasta la rodilla, donde
sentiamos el impulso de una rueda de palelas, de aquellas que giran vertigino-
samente por debajo de los molinos. Los pasos los dabamos //
al tanteo bajo el agua, en la que entrabamos y salíamos, como velero automá-
tico. Poco á poco se anda lejos y nuestros veinte metros de viga, [equivalentes,
tachado] especie de alcaloide concentrado de nuestras veinte leguas de trocha,
se acabaron por último. Cuando saltamos á tierra, con risa nerviosa le dijimos
á nuestro ayudante:
282 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

La exploración acaba de hacer su crisis y está salvada. Hemos ganado la


batalla definitiva; ya no habrá sino escaramusas. El problema del camino está
resuelto. [Presiento que el paso de este rio decidirá de la nueva era de mi vida,
tachado] Yo gratifico por el paso del rio á mis peones y el pais, Ud. lo verá, va á
gratificarme tambien.
—“Sueña, corazón, sueña: así se hacen menos punzantes los abrojos del sen-
dero de la vida!” Me tarareó el Ayudante, haciendo estribillo del comienzo de
este capítulo. [Hay un dibujo] /
//

Segunda parte
En la selva
Cap. I.

Adiós á la cordillera.— Las alamedas de la Gran Selva.— La génesis mitoló-


gica.— Un rayo de Sol.— La mansión de los dioses.— Los ensueños alema-
nes.— Fantásticos señores de la montaña.— El Panorama.— El mar!— La
simplicidad.— “Despues de Dios, el mar”.— Lo bello y lo sublime.— Un espec-
táculo sublime.— Un escalón sobre la llanura.— Azul y carmin.—
El paso del rio en el sitio de Juntas, á veinte y una leguas de Pasto, significó,
en efecto, [el paso, tachado] la transición á lo plano y la terminación de la zona de
las lluvias: estábamos fuera de la cordillera. Como si aquel rio [fuera, tachado]
trazara la raya de la fortuna, al pasarlo, no mas, nos sonrió la naturaleza, hasta
entónces agresiva. Hicimos rancho sobre una planeta seca por la primera vez
y por la primera vez oimos el chirrido de las chicharras y el canto alegre de l[o,
tachado]as [pajaros, tachado] aves parleras. Se acabaron el silencio tétrico y el
frío aflictivo delos páramos y al subir á la larga meseta que domina el rio hasta el
alpichaque en suavísimo descenso, le dijimos un alegre adios al horrible camino
recorrido. Desde algun diviso de esta última subida, con verdadero resentimien-
to, miramos atrás: una mortaja blanca cubría la montaña.
El suelo seco y plano, la selva copuda y tibia, el perfume de la arboleda tro-
pical y el ozono que satura el aire bajo la fronda verde, vivificaban nuestro ser y
levantaban nuestro ánimo. El sol, ya casi olvidado en nuestros recuerdos, dejaba
caer sus rayos por entre los claros del boscage y movía brillanteces de vida bajo
las alamedas. Los troncos rectos y erguidos de los arboles, entre los cuales no
crece arbusto pequeño, ni se arrastran las zarzas trepadoras, permiten espaciar
la vista en todas direcciones, simulando lejanas perspectivas. La selva grande
es una especie de tem- / plo, de naves indefinidas, donde se siente el hálito de
una divinidad fugitiva. Los paganos, penetrados del sentimiento estético, que
busca á Dios como el heliotropo busca vagamente al sol, concebian muchos de
cuaderno 6 283

sus [dioses, tachado] idolos tutelares en la atmósfera perfumada de los bosques y


[a la, tachado] en su verdosa media luz, plagada de oráculos. El viento que corre
por las encrucijadas de la floresta viene cantando un himno lleno de placenteras
armonías; la fuente limpia, bulliciosa y fresca que [viene, tachado] procede de
ignotas [lejanías, tachado] lontananzas, parece que balbuciera festivales ende-
chas en sus murmurios; el [inco, tachado]tronco añoso de la ceiba, cuyo ramage
se levanta orgulloso sobre las copas de los mas empinados gigantes que florecen
en las alturas, se engalana con yedras de brillantes ojillas y con madreselvas
matizadas por campanulas de vivos y variados colores. Al recorrer esta selva
poblada de armonías en el aire, en la luz, en el agua y en los perfumes, se adi-
vina la genesis de los [dioses, tachado] divinidades forestales; porque todavía,
despues de veinte siglos de haber volado al Olimpo, para no vivir mas entre los
[mortales, tachado] hombres, parece oirse, sentida é inefable, como un arnillo, la
Flauta de Pan; tambien las argentinas carcajadas de las Ninfas que corrían pre-
surosas y alegres [ante, tachado] por las [persecuciones, tachado] desvergüenzas
del Sátiro, entre cuyas belludas manos quedaban cendales albos y fragantes de
sus pudibundos velos; parece todavía verse la mano munificente de Flora [re-
gando, tachado] acariciando á la Primavera, y se ven [todavía, tachado] aun los
pámpanos floridos entre la agreste cabellera del viejo Sileno y entre las nervudas
piernas de su sensual discípulo, eterno perseguidor de las Musas, que tambien
inspan todavía bajo estas frondas los cantos á Natura, la prolífica.
Sentados sobre un tronco viejo, que por centenares de años levantó hasta el
cielo el palio de su verdor y hoy yace tendido en tierra, humillado por la muerte,
dejabamos divagar la imaginacion y la vista en aquella especie de parque de [un,
tachado] príncipe encantado, cuyo palacio de cristal, situado //
en la cúspide de un otero, debe ser el prisma en que se rompa la luz en siete
rayos para producir el rojizo sol de los venados al vispero, los celages diaman-
tinos del anochecer, el ópalo de las tristezas del dia, [lejanías, tachado] lonta-
nanzas. [Para, tachado] Quien ha dejado de recibir por mucho tiempo el rayo
vivificante del astro incendiado que disemina la vida, como el pródigo inago-
table del firmamento, á millones de leguas á la redonda, siente un bienestar
deleitoso cuando contempla uno de esos rayos [festosos, tachado] muníficos
que baja, pintando de fiesta todo cuanto toca á su paso: la hoja de un verde
brillante, el tronco de un cepia apacible, la flor de un rojo candela, la gota de
agua de un diamantino fulgor [ador, tachado] y el corazón del artista con un
lampo de caricias.
En las latitudes del Mediterraneo, que moja las costas de Italia y de Grecia, y
en la época fantástica de los [heoes, tachado] héroes de Troya, esta selva habría
sido la mansión terrenal de los inmortales. Diana, Venus, Minerva y Apolo ha-
brian vagado por este inmenso templo, tejiendo para los hombres la guirnalda
de la vida.
284 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

En las latitudes del Norte, cuna[s, tachado] de las leyendas blancas, esta-
ría en la actualidad poblada esta selva grandiosa, de hadas, nomos y ensue-
ños alemanes.
Aquí no mas, en Colombia mismo, los hijos del Tolima, habrian visto en ella
con su imaginación poética á Patasola [con su, tachado] armado de largo bastón
de puas, saltando de tronco en tronco, y cantando las tristezas, que ellos recojen
en su castriera pastoril. En Cundinamarca, los montañeses habrian oido aquí al
Mohán, encolerizado por la invasión de sus dominios y por el descubrimiento de
sus tesoros. En Santander, la Mancarita de pelo, con sus mandíbulas dentadas
y sus uñas de acero habría disputado su selva durante el día y la Mancarita de
pluma, con voz engañosa que imita el ruego de la mujer y [el llanto, tachado] de
los niños el quejido, habría llorado durante la noche las derrotas de su esposo
[desposeido, tachado] ultrajado.
Libres de toda sugestion imaginativa, los caucheros de Catambuco que nos
acompañan, no sirven de eco á ningu- / na leyenda fantástica, ni propalan la
novela de ningun suceso extraordinario, ni cuentan sus propias aventuras de la
montaña: cargan su bulto como bueyes, comen callados en la cocina y edifican,
llegado el caso, el puente sobre el abismo, sin apercibirse de su propia valentía.
Caminando á paso largo, bajo esta verdosa atmósfera de los misterios, es-
paciado el espíritu con la embriaguez del ozono, sin sendero definido y solo
al rumbo de nuestra brújula, llegamos la primera tarde á[l, tachado] un borde
de la meseta, de que se despeña una cascada sobre el rio, é hicimos alto para
pasar la noche.
Bautizamos este sitio con el nombre de “El Panorama.” A traves de los arboles
adivinábamos el paisaje y hasta tenía éste el encanto de lo velado y entrevisto,
que constituye la conquetería de la seducción; pero hombres, al fin, rompimos
ese velo [de los encantos, tachado] y nos pusimos, mientras los compañeros
montaban la tolda, cara á cara con el espectáculo.
Como la suprema esclamación de asombro, dijimos:
— El Mar!…….
Y nos quedamos largo tiempo pensativos. No menos suspenso de sus pen-
samientos, debió quedarse Balboa, en presencia del Oceano Pacífico. Cuantas
profesías de un remoto porvenir cruzaron por nuestra mente, otras tantas de-
bieron cruzar por la del atrevido descubridor.
Recordamos que fué original nuestra primera entrevista con aquel infinito
de las aguas. En aquella ocasión, como buenos serranos, ibamos prevenidísimos
para la sorpresa y hasta nos habiamos aprendido de memoria las joyas mas va-
liosas de la literatura castellana sobre el grandioso asunto, con el presuntuoso
intento de someterlas entonces á una crítica objetiva. Por entre unos juncos iba
deslisandose el tren que nos conducía á Sabanilla y por [entre los cuales, tachado]
debajo de ellos la resaca [salpicaba, tachado] mojaba de //
cuaderno 6 285

agua salada las traviesas de la via, como en otro tiempo las de la laguna
de Herrera humedecian nuestras botas de infantil excursionista en la Saba-
na de Bogotá.
— El mar! el mar! gritaban poseidos de frenético entusiasmo los viajeros y
el que esto escribe miraba atónito para uno y otro lado, en busca de la sober-
bia maravilla.
— Esto es el mar? preguntó al cabo con el mas ingenuo desden: esta mez-
quindad de agua estancada que la imaginacion estiende, siempre [boba, tachado]
simplona, hasta el confin del espacio?
— Vamos! Paisano, y qué mas quiere usté? nos preguntó un español que
seguía para Barcelona.
— Yo?…. [Pues, tachado] yo quiero la suprema belleza, la suma de todas
las potencias del orbe, el guardador en su seno de todas las riquezas que haya
bajo el Sol!……
— Pues eso es el mar, paisano; mírelo usté! y nos mostraba la faja de agua
ya muy ancha, [y, tachado] que empezaba á ponerse color de botella; pero siem-
pre simplona.
Hasta entonces, por mas que presumiamos de eruditos, ignorabamos el
genuino y sabio concepto de la simplicidad. Gracias al mar y las mil ideas que
nos ha sugerido, hoy comprendemos la belleza infinita de la luz encerrada en su
impalpable diafanidad, la sabrosura del agua insípida y trasparente, la incon-
mensurable sabiduría de la verdad simple y sencilla, la maternidad de todas las
virtudes en la humildad candorosa como la nieve y el sumun de la belleza, la
verdad y el bien en la idea simple de Dios.
Uno de nuestros talentosísimos compañeros de viaje escribió un soberano
artículo sobre el mar, que levantó habladurías entre los lectores por aquella época
de esplendor literario en Colombia, y entre las muchas cartas de felicitacion ó de
crítica que recibió por su sorprendente artículo, le llegó una targeta sin fe- / cha
y sin firma que contenía simplemente estas cinco palabras:
“Despues de Dios, el Mar!”
Y nosotros, no hallando otra comparación mas verdadera y hermosa para
medir el espectáculo de mil leguas de verdura que teniamos ante los ojos, en el
sitio de El Panorama, repetiamos conmovidos:
— El Mar!……..
[Cap. II., tachado] Los preceptistas en literatura enseñan á distinguir entre lo
bello y lo sublime: lo bello, dicen, es la armonía entre la idea y la forma, cuando
aquella es profunda y ésta, mesurada, elegante y capaz de contener completa-
mente el concepto justo de la primera. Lo sublime, continuan diciendo, es la
preponderancia de la idea grandiosa expresada en forma simple que apenas
puede contenerla y explicarla un breve espacio, para conmover profundamente
el ánimo [arriba escrito: de modo] casi instantane[a, tachado]o[mente, tachado].
286 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Lo bello en lo moral, en lo físico y en lo literario, llena la vida de los hombres, el


espacio que nos rodea y los volumenes de las bibliotecas; es decir que lo bello es
muy frecuente. No sucede lo propio con lo sublime, así es que se pueden citar
raros ejemplos para su mejor inteligencia; ejemplo de lo sublime en la frase: [Fiat
lux, tachado] La frase anonima trascrita arriba; ejemplo en lo moral: la muerte
de Cristo entre dos malhechores; ejemplos en lo físico: el estallido de un volcán
y la vista [de la línea del mar, tachado] de la pampa amazónica. Quedense estos
temas para los Genios, como ellos escasos, y vengan á nuestro repertorio litera-
rio temas de segundo y de tercer orden para amenizar á lo humano los motivos
de nuestro viaje.
Así es que basta á nuestro propósito, ya que nos sorprendió en El Panorama
uno de aquellos otros temas, decir simplemente:
— “La vista de la llanura amazónica es un espectáculo sublime” y seguir
nuestro relato como si no hubieramos dicho nada.
El rio sigue en dirección SE en línea //
[Cap II.—, tachado]
recta, socabando un profundo lecho en la meseta inclinada que lo acompaña
hasta la baja llanura donde es navegable. Esta meseta de 1000 metros termino
medio sobre el nivel del mar, regada á un lado y otro por pequeñas y frecuentes
aguas, de suelo fecundo como lo indica la [montaña, tachado] vegetación robusta
de que está cubierta y de una temperatura mas suave que la del Valle del Cauca,
á causa de las brisas del Atlántico que la refrescan en juego con las brisas frias
de la cordillera que determinarán lluvias frecuentes, ofrece un terreno propicio
para las colonias agrícolas, formadas con labriegos de la cordillera y la altipla-
nicie, donde se atemperan muy bien. Establecidos los cultivos de clima medio
en este escalón ó antesala de la llanura, ésta será nuestra por todos sus canales.
Por entre el cuenco del rio, como la línea cóncava del mar, azul hasta con-
fundirse con el firmamento, se ve la llanura sin límites.
Cuando, una hora después, empleada en estas contemplaciones y ensueños,
volvimos al campamento, encontramos la toldita listada, con su banderola iza-
da, mirando tambien el paisaje, por entre una especie de cortina hilachosa de
festones, que quedaron colgantes después de la tala.
Agonizaba el dia después de que [el rayo del sol botó, tachado] cayó sobre la
planada [un, tachado] la sombra azul de la cordillera, no sin que por algunos
boquerones de esta atravesaran los rayos horizontales del sol trazando en el cielo
caprichosas y vivas franjas con los colores del iris. Sentados bajo nuestra tolda /
contemplamos este enmarcado panorama azul, cada momento mas oscuro,
hasta que la noche lo borró todo con su brocha de tinieblas: festones del primer
término, la meseta fronteriza del segundo y las fajas de la llanura y el cielo, del
último [termino, tachado]. La aurora debía ofrecernos el mismo espectáculo
teñido de carmin. Bendito sol, que á mas de su paternidad sobre la vida, traza
cuaderno 6 287

el curso del tiempo y es tambien el soberano artista de la belleza! Con razón te


proclamó su dios y su progenitor el pueblo que [una, tachado] fué poderoso y
feliz en estas latitudes. //

— Cap. II.—

El Gran Patascoy y sus entrañas.— un dia de azueto.— El rugido del volcán.—


Un cerro mentiroso.— El Doña Juana.— Lo han visto por la noche.— Un
volcán de incógnito.— El cuento de Ipiales.— La fortuna.— Parábolas de un
campesino.— El grito de la conciencia— La montaña de oro.— La avaricia.—
En las gradas del Cielo— Blanca y trasparente.— Quien es?— La moraleja
del peon.—
Anduvimos gozosos por la meseta algunas jornadas mas é hicimos alto un
dia que el calor invitaba al baño. Ya que tánto habiamos sufrido hasta entonces,
queriamos premiarnos con un dia de solaz. A la orilla de una corriente seductora
armamos nuestra tolda y todo el mundo se preparó á pasar un dia placentero:
quién pensó en lavar la ropa, quien en secar al sol su equipage mohoso, los mas
tomarían las escopetas y batirian el campo en busca de una danta, que mucha
falta nos hacía la carne, y, por último, nosotros pensamos en escribir el presente
capítulo. Mas ó menos, excepto en lo de la danta que no resultó sino paujil, el
programa se cumplió; pero vino la tarde y nosotros no habiamos escrito nada,
por la sencilla razón de que no teniamos nada que decir.
— No ha oido, el patrón, el rugido del volcán?
— Si, hombre, he oido hacia el N.E como estampidos lejanos de cañón. Creí
que fueran truenos en la cordillera, donde supongo que seguirán las tempestades.
— Pues ese es el volcan, que nosotros hemos oido siempre por ese lado, pa-
trón; ese es el volcán.
— Y qué volcán puede ser? Será el Doña Juana?
— No, patrón, dicen que es el Patascoy.
— El Patascoy, añadió nuestro Ayudante, tuvo la culpa del terremoto de
Pasto en 1834.
— Por eso lo llamo en [alguna, tachado] otra parte el Cerro mentiroso: los
sabios alemanes Stewbel y Rais [por Alphons Stübel y Wilhelm Reiss], comi-
sionados por alguna sociedad científica para estudiar los volcanes / ecuatoria-
les, visitaron por esa culpabilidad gratuita el Patascoy y no lo encontraron de
caracter volcánico. Yo no he tenido ocasión de leer el libro de aquellos viajeros
ilustres; pero el finado Sr. D. Higinio Muñoz, que fué su amigo, así me lo aseguró.
— Entonces cuál puede ser? preguntó el Ayudante.
— Yo creo que es el Doña Juana, [que es, tachado] por ser el de mas recientes
manifestaciones. El 30 de Noviembre de 1899 sus cenizas me alcanzaron en el pá-
ramo de Barragán, frente á Chaparral; entonces se llevó el puente de Juanambú,
288 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

la corriente de lava que arrojó, y destruyó [e, tachado]los pueblitos de Aponte y


Las Mesas que demoraban en sus faldas.
— Ese no debe ser; porque se ha callado: ya los [de Las Mesas, tachado] los
pueblos han vuelto á sus cultivos.
— Hombre! Ahora recuerdo que D. [Leonidas, tachado] Fidel Coral, me ase-
guró en una conversación que tuve con él, que desde el cerro de San Francisco
había visto una noche dentro de la montaña arder un volcán, cuya situación no
supo indicarme.
— De todo lo cual resulta, concluyó el Ayudante, que hay por estos lados un
volcan que anda de incógnito.
Como el capítulo no podía quedar trunco aquí, nos dirijimos al peon que
nos escuchaba y le dijimos:
— Amigo Ipiales, tú no sabes alguna historia de encantamiento de los vol-
canes de por aquí, que suenan, á veces….., que se dejan ver, en ocasiones….., en
noches oscuras……, y que nadie los ha podido encontrar?
— Si, patrón, si sé un cuento [arriba escrito: del Patascoy] que me han conta-
do de por aquí; pero no es bonito ni puede hacerle gracia á mi dotor, que sabrá
tantas historias de por allí.
— Te aseguro que tu cuento me interesará, cualquiera que sea, y talvez le
guste á muchas personas, cuando yo lo repita, si logro referirlo en tu //
propio estilo. Echa ese cuento; habla, hombre, que te estamos escuchando!
“Pues, señor, comenzó Ipiales, era un hombre muy pobre, que oyó decir que
por aquí se encontraba la [Fortuna, tachado] Ventura
“Juan se llamaba el pobre [y no era casado ni tenía dolientes, tachado] hombre.
“Un dia resolvió salir á buscar la [Fortuna, tachado] buena Ventura y cojió
por esta trocha: digo yo que cojería por estos lados.
“Caminó y caminó y se encontró con muchas personas que venian de abajo
y á todas las personas les preguntaba:
— “Buen amigo, me da Ud. razón de la [Fortuna, tachado] Ventura?
— “Vamos buscándola, le contestaban todos.
“Siguió andando al contrario de como andaban todos los que venian bus-
cando [su Fortuna, tachado] á tan solicitada señora; porque él había oido decir
siempre que por allá abajo se la encuentra. [la Fortuna, tachado].
“Se [encontró, tachado] topó despues con un anciano y le preguntó:
— “Buen anciano, me da Ud. razón de la [Fortuna, tachado] Ventura?
— “No la conoces? [la Fortuna, tachado]? Eres pues un tonto: la [fortuna,
tachado] ventura va contigo.
“Juan[, pues,, tachado] era Jóven, y el viejo tal vez le quiso decir que la [for-
tuna, tachado] ventura es la juventud.
“Despues se encontró con una mujer. Esta debe ser [la fortuna, tachado],
pensó Juan, y le dijo:
cuaderno 6 289

— “Mujer, sabes donde está la [fortuna, tachado] ventura?


— “Hombre, en tí está.!
Ella le daba á entender [arriba escrito: seguramente] que ser hombre es [te-
ner, tachado] la [fortuna, tachado] mayor dicha; pero él no entendio y siguió
su camino.
“Despues se encontró con un lázaro y le preguntó:
— “Buen hombre, ha visto Ud. la [fortuna buena, tachado] ventura?
— “Sí: la tuve como tú y la perdí.
“No ven? [parece que, tachado] le decía que la fortuna es la salud; pero Juan
era torpe y no entendió
“Al cabo llegó á la orilla de un rio y al tiempo de vadearlo vió á su lado una
[viejita muy po-, tachado] niña, muy linda; pe- / [arriba escrito: ro casi desnuda],
[bre, tachado] que le dijo:
“[Talvez andas, tachado] Has venido, como todos, buscando la [Fortuna,
tachado] ventura; si me [ayudas á pasar, tachado] pasas el río te prometo seguir
acomp[añarte, tachado]ñándote.
“Juan no era de mal corazón, pero era egoista y, como iba de prisa, y el rio era
feo, no quiso [ayudar, tachado] pasar consigo á la [viejecita, tachado] chiquilla.
“Al [pasar, tachado] llegar al otro lado volvió á mirarla [á la viejecita, tacha-
do] y ésta le gritó:
— “Amigo! Sígue por ese camino y serás rico!
“Juan se puso muy contento por haber tenido ya razón de donde encontra-
ría la [fortuna, tachado] ventura que buscaba, y siguió andando. No vé, patrón,
Juan era torpe como nosotros y no entendió tampoco lo que le dijo la [pobre-
cita, tachado] criaturita; porque l[a, tachado]o [viejecita, tachado] que él debía
haberse echado á cuestas sin chistar, era la misma [Pobreza, tachado] Sabiduría.
“Pronto encontró Juan un cerro de oro. Digo yo que sería ese mismo Patascoy,
del que cuentan que es tan rico.
“Recogió muchos pedazos de oro y los echó en [la, tachado] su maleta. [que
llevaba, tachado]
“Ya encontré, por fin, la Fortuna, pensó Juan, y se volvió por el mismo
camino…
“Cuando llegó otra vez al rio, encontró á la misma [viejecita, tachado] niña,
ahora adusta:
— “Arroja ese oro al rio y te acompañaré, volvió á decirle
— [Vieja estupida!, tachado] “Grandísima simplona! le contestó Juan; de qué
me servian entonces las hambres que he pasado y los trabajos?
— “Lo mismo que todos los que [pasan, tachado] andan por aquí buscando
[dome, respondió la vieja, tachado] el modo de ser felices!
“Juan se rió y siguio [ligero, tachado] para su casa.
290 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

“El gran peso que llevaba no lo dejaba andar; pero Juan, cae aquí, levanta
allí; sudando y untado de barro; llagados los lomos y maldiciendo de los malos
caminos, no se separaba de su maleta. Dormía en los mismos barriales donde
se caia con [su maleta, tachado] ella, por no //
dejarla sola un momento.
“Al fin [se, tachado] enfermó y, antes de llegar á su [casa, tachado] pueblo,
donde pensaba mostrar su oro y hacer un palacio, murió el pobre Juan!
“Lo primero que vio en el otro mundo, sentada en las gradas del Cielo, fué á
la [viejecita, que, tachado] niña, quien le dijo:
— “Deja tu maleta á un lado, pobre Juan, que vas á comparecer ante la vista
de Dios, y quiero acompañarte.
— “Antes prefiero no entrar, que separarme del fruto de mi trabajo!
— “Entra con [ella, tachado] él, si quieres, pobre Juan.
“Y Juan entró donde Dios, con el oro á cuestas!….. Cuando volvió á salir,
vió á la [viejecita, tachado] niña todavía en las puertas del cielo, tan blanca y
trasparente, que parecía uno de sus ángeles.
[se añade: — Has sido mas venturosa que yo:] Quien eres? le preguntó Juan.
— “Yo soy la paz del alma.”
— “Ya ven, terminó Ipiales, que no es la juventud, el ser hombre, la salud,
ni la riqueza, como los patrones pensaban, lo que hace la felicidad[?, tachado],
sino conformarse uno con su suerte? Ese es el cuento!” — Y el patrón, no nos
cuenta uno? [cuento?, tachado]
— No, Ipiales; para salir con un cuento mejor que el tuyo, se necesita ser
como Leon Tolstoy.
Este nombre debió ser muy conocido de Ipiales; porque ya no replicó mas y
se quedó dormido sobre el suelo mojado, muy conforme con su suerte. /

Cap. III.— Donde aparece el eterno Sancho

[Consecuencias de un contrato, tachado].— Nos vamos!— No siempre está el


palo para cucharas.— [En vísperas.— Así reza:— Nulidades.— Simplificacion
de quebrados.— Los treinta y dos pesos.— El miedo al invierno.— Un hombre
resuelto.— Pronósticos cumplidos.— La soledad en la Selva., tachado]— Fuga
de un peon.— Un tipo de cauchero.— La talega de cebada.— Alucinaciones del
hambre.— Redondilla aplicable.— Ultimos proberbios de Sancho
— Señor vinieron á decirnos, muy de mañana, los otros peones, carecemos
de víveres con qué mantenernos y por esa razón venimos á despedirnos de Ud.
y á ver qué se le ofrece para Pasto.
— No se vayan, hombres de Dios, comerán Udes rancho y beberán vino
Saint-Julien en mi mesa; pero tengan la amabilidad de no privarme de su grata
cuaderno 6 291

compañía, durante tres dias mas, hasta llegar al Alpichaque, donde cuentan y
no acaban de la yuca y el plátano que brota la tierra!
— No vamos, señor!
— Es cosa resuelta?
— Si, señor, nos vamos!
— Pues, deseo á Udes un feliz viaje y que si se ven con los contratistas en-
cargados de la organizacion de la expedición al Putumayo, me los saluden y les
den mis mas cumplidos parabienes. Adios, mis amigos!
Dieron media vuelta [por, tachado] á la derecha y desaparecieron por la
misma parte por donde, llenos de ilusiones, habiamos llegado el dia anterior.
Por qué no nos opusimos, revolver en mano, á la partida de los peones en esta
ocasion? Por tres razones: 1ª. Porque no se nos antojó; 2ª. Por que nos pareció que
ahora los peones presentaban un motivo irreprochable y 3ª. Porque con el via- //
je de los peones, se hacen interesantísimas la aventuras de un explorador casi
solitario en la Selva del Caqueta y podemos decirle al pais: “Nosotros fuimos
hasta el fin, sin ser parte interesada en este asunto, ni apesar de la estulticie [ó
mala fé, tachado] de quienes están moralmente mas obligados que nosotros.
[La víspera del dia fijado para nuestro viaje recibimos la copia del contrato
celebrado tres meses antes, del que no teniamos la menor noticia y que dice así:
“(aquí el texto del contrato sin los nombres de los contratistas)
En el acto notamos que el contrato era por tiempo ilimitado, que carecía de
clausulas penales para el caso de incumplimiento, que anulaba en un todo el De-
creto orgánico de la Expedición, que no había sido sacado á licilación valiéndose
para eludir este requisito de una rebaja de cuatro pesos oro sobre los ochocientos
pesos que imponen aquella formalidad. Pero sobre estos puntos nada teniamos
obligacion de decir.
Ademas observamos que se excluia al Ingeniero Director del derecho á ali-
mentos, trasporte de sus víveres, confección de alimentos sus comidas y servicio
personal, cosas esenciales de la Expedición misma, puesto que puede decirse que
el objeto residía en dicho empleado, á cuyas funciones en el viaje debian colaborar
todos los elementos y accesorios de la empresa. Observamos tambien que no se
subordinaban á él los nombramientos de ninguno de los empleados que debian ir
á sus ordenes y supimos que los contratistas reducirían sus compromisos á man-
dar á la montaña unos pocos peones pagandoles su alimentacion en dinero, con
lo que suprimian todo el material y servicio de despensa y cocina, /
con lo cual en perjuicio de la desciplina, gobierno y supervivencia de la Expe-
dición en el desierto simplificaban sus deberes al pago de diez ó catorce peones á
veinte ó treinta pesos por mes.
Con estas observaciones promovimos á fuerza de comunicaciones un contrato
adicional que dio por resultado el nombramiento de un cocinero, la compra de
servicio de mesa á última hora y el envío á casa del Ingeniero la suma de treinta
292 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

y dos pesos plata para que constituyera su tren particular completo de trasportes,
alimentación y servicio.
Fué nuestro ánimo presentar nuestra renuncia desde entonces para no vincular
nuestro nombre á un fiasco seguro; pero temiamos que se atribuyera á cobardía de
atravesar la cordillera en invierno, y contando con nuestra energía prometimos
espontaneamente en nota de despedida al Gobernador que aunque todo augu-
raba el fracaso, el Supremo Gobierno encontraría en nosotros un hombre digno
del honor y la confianza que dicho Gobierno le ha dispensado.
Las aventuras de hambre, frio, retardos, insubordinaciones y carencia de
peones á nuestro lado, así como la historia de las ideas de fomento de esta región
que vamos consignando en el presente libro, prueban que no han sido infundados
por una parte ni presuntuosos por otra nuestros pronosticos.
Y basta de mas esplicaciones sobre nuestra soledad en la Selva, que serian
enojosas para el amable lector é inoficiosas en un libro ameno que no presume
de cabeza de proceso. //

Cap. IV

Donde aparece el eterno Sancho.— La culebra petacona.— Se habrá muerto?—


Fuga curiosa.— Un tipo de cauchero.— Visto al través.— La endumentaria.— El
Hércules.— La conquista de un dinamo.— La talega de cebada.— Ocho dias sin
comer.— El altar del Rio sucio.— Las alucinaciones del hambre.— La redondilla
aplicable.— Aparece Sancho.— Sus últimos proberbios.— La huella, tachado]
A la madrugada sintió Ipiales un ruidito por la hojarasca del rancho: “Debe
ser alguna petacona que anda buscando cucarachas”, pensó el Caporal, y siguió
adormecido.—
Cuando amaneció llamó á Marcillo para que rajara leña y atizara la hoguera.
Marcillo no respondio. “Se habrá muerto este prójimo?” volvio á pensar Ipiales,
y estiró la mano para palpar la realización de sus sospechas. El lecho de Marcillo
estaba frío y sin las acostumbradas vestiduras de costales, encerados y ruanas
que sirven para ablandar la yerta tierra: Marcillo habia desaparecido! El buen
Caporal, aterrorizado con la desaparición de su único compañero fiel, salió del
rancho y gritó con toda la fuerza de su gaznate:
— Marcillo!…. Marcillito!……
Nadie respondió. La fuente siguió murmurando y los mil rumores de la Selva
apagaron el impotente grito del hombre. Marcillo se había fugado á la [Canelita,
tachado] Callandita.
— Pero, quien es Marcillo, preguntará el lector.
Vamos á trazar su biografía, ya que ha vuelto las espaldas de un modo distinto
de los demás peones, para que ella defina un tipo del cauchero.
cuaderno 6 293

Plácido Marcillo, natural de la Comunidad indígena de Catambuco, en el


valle de Pasto, como la mayor parte de los que se amparan al privilegio de las
leyes de proteccion, ya no tiene ni un octavo de Sangre indígena: es blanco, de
barbas lochas, como ellos dicen, y ojos garzos. De muy mediana estatura, sus /
formas atléticas se espanden de través, de modo que parece visto por cierto
binóculo de prisma que vendian los Montalvitas en su Almacen de Los Niños.
De calzoncillo remangado hasta mas no poder, de chaleco en pelo ó exhibien-
do desnudo el pecho cubierto de vellos y tapada la melenuda cabeza por un cucu-
rucho, coladera ó gorra de payaso, que en otro tiempo fué sombrero, nos parece
verlo con un bulto mas grande que él ascender la roca vertical con paso firme.
— Este es tu bulto, buen Marcillo, le decian los otros peones, adhiriendo al
mas pesado todo lo que ellos, los perezosos, no querian cargar.
— A mí qué me asusta, contestaba el Hércules, soy capaz de echarmelos á to-
dos ustedes á la espalda, cuando se cansen. Y muy alegre, pero siempre silencioso,
tomaba la descubierta en las marchas. Cuando los demás llegaban maldiciendo
al Campamento, ya Marcillo había rajado leña y tenía encendida la fogata.
No era conveniente dejar de mano á tan conspicuo personage y así, con fre-
cuencia, lo llamabamos á la tolda, para darle un sorbo de vino y un cigarrillo.
— Quieres irte para Bogotá conmigo? le preguntamos un dia.
— Con el patrón iré contento hasta el fin del mundo.
Habiamos conquistado el cariño de un verdadero dinamo y estabamos felices
con nuestra hazana.
Cuando, por [e, tachado]los semblantes y los modales de la cuadrilla adivina-
mos que se tramaba un complot, llamamos á Ipiales y á Marcillo y los amones-
tamos, curándonos en salud, para que en ningun caso nos dejaran abandonados
en la montaña, y así nos lo prometieron. Al desarrollarse tan suavemente la
conspiración de la víspera, nos alentaba la seguridad en Ipiales y sobre todo, en
Marcillo. Idos los sediciosos, reunimos nuestra tropa y le[s, tachado] prometimos
por mitad la gratificación ofrecida á los demás y le en- //
tregamos una hermosa talega de cebada de nuestro bastimento, que no hu-
biera sido suficiente para ocho glotones, pero que [satisfacía, tachado] colmaba
la golosería de dos Heliogabalos y llenaba su semblantes de sonrisas voluptuosas.
Como Marcillo se entusiasmara ante la talega esclamó, en un rapto de espan-
sion confidencial:
— Esos que se fueron no son caucheros: no valen nada; no nos harán falta.
Si dejan de comer en cuatro dias, se comen unos á otros. Yo [he, tachado] aguanté
[todo, tachado] sin comer ocho dias, [y aquí estoy, tachado] cuando cauché por
[est, tachado] Rio sucio, y nada se me dió.— Lo que vi fué un altar con columnas
y como con caras de leones, pegado en la roca por donde sale el rio, formados
de una piedra blanca.
294 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

— Ah! Esas se llaman estalactitas y son de cal, esclamamos como si tuviera-


mos por delante un alumno.
— Tambien ví entonces un paujil muy grande, que me perseguía y escapaba
los golpes que yo le asestaba con el machete, como si fuera un cristiano adestrado
á la pelea. Lo peor era que el paugil echaba á reirse á cada envite mio.
— Pues esas eran las alucinaciones del hambre; lo mismo que sentian y creian
ver los anacoretas, volvimos á replicarle á nuestro atónito y supuesto alumno.
“En sancho sus faltas nota
“Cada cual, y en el hidalgo:
“Quien no es Sancho Panza en algo,
“Tiene que ser Don Quijote!
Nos aplicamos esta redondilla por nuestra conferencia con Marcillo y hoy
abrigamos la seguridad de que lo que buscaba el neo Sancho, á la madrugada,
por la cabecera de Ipiales, no era otra cosa que la talega de cebada, mas se-
ductora en su realidad que la mitad de la gratificación prometida en pesos de
á ocho décimos; pues “mas vale pájaro en mano que buitre volando” y “mas /
vale un “toma” que dos “te daré.” y [“vaya la burra al trigo y el pallino á la
cebada”, tachado] una cosa piensa el burro y otra el que lo está enjalmando”,
que “la miel no se hizo para la boca del azno” y [que, tachado] “este dotor que
se embrome solo por aquí, buscando caminos que nunca se harán, [que, ta-
chado] entre tanto, yo pobre indio de Calambuco, nada tengo que hacer con
estos estudios y me conformo con la talegade cebada que habian de comerse
los demas”.
Y Marcillo, mas avisado que los otros peones, salió del campamento con su
talega á cuestas, por la misma huella que le trazaran sus paisanos. //

Cap. IV

Aventuras de viaje.— La lista.— Qué dejamos?— La reorganizacion.— Todos


cargamos.— El último sacrificio.— En marcha.— Arrazaron la labranza.— Una
curva imprevista.— La dispersión.— Uno ya perdido!— La desorientación.— Los
Monos.— La arrimada de las cositas.— Un cocinero de improviso.—
Llamemos lista. Somos los sobrevivientes del último cuadro:
— Ingeniero Director….. Presente!
— Segundo Ayudante….. Aquí!
— Cocinero particular…. Presente!
— Ciudadano Ipiales…. Sente!!
A esto ha quedado reducida la Expedición al Putumayo. Además, unas latas
de sardinas, unas galletas y cuatro botellas de vino, de propiedad del autor, que
se irán tambien. Como reserva de víveres tenemos diez ó dice tiros; los demás
los malgastaron los cazadores de antes de ayer.
cuaderno 6 295

Hagamos la postrera reorganización:


— Tenemos un carguero. Qué es lo mas importante para la vida[?, tachado]
en el bosque?
— Las camas!
— No; los víveres!
— No serán mas bien las hachas y las armas?
— Soy de opinión que debemos llevarnos todo esto á cualquier costa.
La humedad, las hormigas, el zancudo, acabarían con nosotros, sin catres y
toldillos; pronto, mañana mismo, estaremos viendo paujiles risueños, si deja-
mos nuestros contados bastimentos; sin herramienta, nos detendrá el primer
torrente crecido, no podremos hacer rancho y careceremos de lumbre; el oso, el
leon, el ligre, darán cuenta de nuestros carapachos, sin las armas; por otra parte:
qué comeremos, si no matamos monos, antes de tres dias, cuando fenescan á
manos de pecadores las cuatro golosinas que puso mi señora en mi equipage.
— Y su taquímetro?
— Que se quede! /
— Y sus otros instrumentos?
— Que se queden…. Ah! No. Yo llevaré la brújula que es indispensable,
el Sextante que es muy conveniente, el nivelito Abney sin el cual no ando nun-
ca, el termómetro, el hipsometro y el aneroide, que son casi tan indispensables
como la brujula, y además llevaré mi cinta metálica y……
— Pero, señor, dónde piensa Ud. llevar todo eso, que ocupa un cajon?
— En los bolsillos, hombre! El Ingeniero debe tener muchos bolsillos para
estos casos: además, pienso llevar sobre mi cuerpo repuesto de botas, yesquero,
lámpara, reverbero, revolver, reloj, repuesto de ropa blanca, encauchado……..
— Deploro no tener una báscula á mano, para averiguar si Ud., así armado,
pesa menos que los antiguos caballeros de cota de malla!
— [hay una flecha, como indicando que este renglón debe ir unido al ante-
rior] Bien: estamos provistos de toda clase de instrumentos; pero su equipage,
su saco, su baul de piedras que trae,…..?
— Que se queden!
— Y mi baul con los libros, útiles de escritorio, botiquin, serrucho, martillo,
hilo, agujas, ajedrez, y demás cosas útiles, por las que Ud. lo llamaba el cofre
del cubiletero?
— Salve Ud. dos libros: el diario de la Expedición y mi Viaje al Caquetá, los
que tambien llevaré yo convenientemente atados á la espalda; póngame tintero
y pluma en el carriel de mis peines, y dejemos lo demás.
Despues de un momento de arreglos de bultos, volvió el Ayudante á sacarnos
de nuestras cavilaciones:
— Señor, los víveres y las ollas, platos, perolos etc hacen un bulto sumamen-
te pesado.
296 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

— Adjudíqueselo Ud. á nuestro bravo Ipiales, que cree que la conformidad


es la madre de la ventura.
— Con su cuero, sus ruanas, su cobija y su ropa, por añadidura, Ipiales no
puede dar un paso. //
— OH! Marcillo ingrato, cuánta falta nos haces! Pues que se queden los
trinches, la batea, el perol grande, los platos, los pocillos, las tazas y reduzca Ud.
la batería á una olla, un plato, una cuchara y un jarro: comeremos por turno.
Además, continuó diciendo el Ayudante, los catres y las camas hacen un
bulto muy pesado y, sobre todo, muy voluminoso para el pobre Villota que no
está acostumbrado á cargar y tendremos que dejar algo de eso.
— Pues es claro! Salve Ud. los toldillos y deje los tendidos: dormiremos sin
cobija. Cada cual que cargue con su mana, si quiere abrigarse en caso de frío.
Ya creiamos arreglado el asunto á fuerza de sacrificios, cuando volvió el im-
placable Ayudante con una nueva embajada:
— Señor, dijo, la herramienta, las toldas y las armas forman un bulto [q, ta-
chado] para el que falta carguero, si Ud no dispone otra cosa.
Momento de perplejidad: las toldas no pueden quedarse….. La herramien-
ta?…… imposible dejarla. Las armas?…… jamás!: sin armas, tenemos la muer-
te segura por hambre ó por ataque de las fieras! Qué hacer?…… Oh! Marcillo
infame, cuanto te extranamos tus admiradores!
— Amigo: el último sacrificio! Deje Ud. la tolda grande y distribuyamonos
entre Ud. y yo, las herramientas, la toldita y las armas.
El buen Ayudante, que no llevaba suyo sino un catrecito y un toldillo ó mos-
quitero, que dejaba [todo, tachado] su [equipage y, tachado] ropa sus queridos
libros recreativos y todo su equipo en el baul, se nos presentó agobiado bajo el
peso de los fierros, convenientemente empacados en la toldita de caucho que
pesa tánto como un mal matrimonio, y nos dijo:
— Como Ud. va demasiado cargado con instrumentos, ropa, botas, libros
etc y tiene que andar espedito para sus observaciones, resolví echarme á cuestas
yo solo este bultico algo pesado pero que no es estorboso. Andaremos dispacio,
no es verdad?
— En marcha, pues; es ya medio dia!
Siguiendo las huellas de los cazadores de aquel nefando / dia de azueto, que
tan caro nos estaba costando, llegamos á un sembrado de maiz y yuca, donde
acordaron su perfidia los mal agradecidos. Allí estaban desmintiéndolos las
sombras del festín cubiertas de voraces hormigas y abejas bobas. No había tan
hambre: un sinnúmero de tuzas de mazorcas azadas y á medio roer, huesos de
paujil, cáscaras de plátanos y otros despojos, indicaban que allí hubo [festin,
tachado] comilona, á costa de nuestras municiones y de nuestra candorosa
amabilidad. Los desalmados hicieron su agosto, arrazaron la sementera agena,
puesta allí y conservada á fuerza de privaciones por el colono ausente; cargaron
cuaderno 6 297

sus maletas de provisiones, [ae, tachado] formaron el proyecto de burlarse de


nosotros y volvieron diciendo que violaban su contrato, porque tenian hambre!
Estabamos frente á la boca de Riosucio, donde el Guamuez hace una curva.
Nuestro rumbo se apartaba con este motivo del borde de la meseta que habiamos
seguido hasta entonces como guia segura. Esto, sin apercibirnos de la razón del
cambio, nos puso en grave desconcierto. Hubo réplicas de parte de Ipiales que
era el hombre de la montaña, [que, tachado] las cuales llevaron al ánimo de los
demás, que la brújula nos estaba engañando, puesto que el ruido del Guamuez
se hacía mas lejano á medida que andabamos: era indudable que nos internába-
mos en la planicie y que de allí no habría brújula que nos sacara. La autoridad
científica, que era la única que conservaba en el desierto el desdichado autor de
estas líneas, le faltó tambien de repente y la minúscula expedición se dispersó
en busca cada cual de mejor sendero.
Temerosos de quedarnos aislados, débiles ante la razonada convicción de los
demás, al principio segui- //
mos al Ayudante, quien tomó primero en ángulo recto hacia el rio, pero que
poco á poco fué trazando á la ventura el círculo fatal del perdido y emprendió
inconcientemente el regreso. Ya comenzaba, el pobre, á andar á trancos y nos era
difícil seguirlo, brújula en mano, y con el cúmulo de arreos que nos enredaban.
Entre tanto, nuestros dos cargueros, cada cual por lado opuesto llamaban y lla-
maban una especie de “reunión al centro” pero sus voces, al paso acelerado del
Ayudante, iban quedando á la espalda y empezaban á hacerse imperceptibles.
— Amigo, le gritamos por último, no lo sigo mas; mire que Ud. va ya perdido,
camino de Pasto, como los catambucos.
— No, señor, por aquí debe de ser!
— Vuelva en sí, mire Ud. en la brújula la dirección que lleva. Ud. es bizoño
en la selva y se ofusca: atengamonos mas bien á Ipiales [arriba escrito: que debe
tener todavía el instinto salvage de orientacion]. Yo [vuelvo, tachado] voy en su
busca, para que volvamos á agruparnos.—
Y echamos á andar, grita que grita, para que los muchachos [me, tachado] nos
contestaran, hasta que estuvimos á suficiente [distancia, tachado] proximidad
y nos respondieron. Afortunadamente la selva grande es limpia por debajo y se
la puede transitar en todas direcciones sin atropellar zarzales. Pronto estuvi-
mos reunidos tres de los cuatro expedicionarios; pero el Ayudante, tenaz como
un gallego, seguía girando en círculos concéntricos, persuadido de que había
encontrado el rumbo. En una de sus aproximaciones oyó nuestros gritos por
delante y nos salió al encuentro, maravillado de que los tres hubieramos andado
mas ligero que él.
Para curarlo de su presunción de guia, le preguntamos, con la brpujula
en la mano:
298 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

— Adivine Ud. para dónde debemos seguir ahora.


— Pues es claro: por aquí, y mostraba el Norte.
Todos nos reimos de la absoluta desorienta- / ción de un perdido y como
hubiesemos [per, tachado] malgastado mucho tiempo en esta divagacion y em-
pezase á caer la tarde, seguimos el rumbo racional en busca de un sitio adecuado
para acampar.
A poco rato encontramos suelo seco, agua pura y una partida de monos que
jugaban en los arboles: allí hicimos campamento, con el nombre de “Los Monos”.
— Le parece, patrón, nos dijo Ipiales al amanecer, que nos volvamos, yo y
el maestro Villota, á ver si les arrimamos sus [maletas, tachado] cositas que les
van á hacer mucha falta alla abajo?
— Buena idea, hombre, pero tenemos un inconveniente: quien hace de comer?
— Yo, dijo el Ayudante. //

Cap. V[I, tachado]



Sobre la eterna cuestion de la comida.— Morrocoy, morrocoy!— “Mientras
mas peor, mas mejor”.— Diversos tipos de ranchos.— El caldo del paisa.—
Recuerdos de la juventud.— Comida por las hormigas.— Noche de luna— La
diana.— Almuerzo variado.— La mensualidad indefinida.— A las armas!— Los
cazadores.— Modo de limpiar escopetas.— Huellas.— El regimen de la galleta.—
Los monos.— Plun!— Efectos de una sancion oportuna.— Consomé, chuletas
y beafstek.—
[“Mientras mas peor, mas mejor”, decía un cierto indio de una estupidez
luminosa, como hay muchos entre ellos. En nuestra actual situación, hemos pal-
pado la verdad de aquella notable paradoja. Quién, en efecto, no ha saboreado
en lo íntimo de la pena una satisfaccion inefable, al agotar hasta las heces el
caliz de la amargura? Quién no ha sentido un amargo placer al cumplir hasta
el fin un dolorosísimo deber? El hijo que recibe en sus labios, con la bendición
del viejo moribundo [arriba escrito: su último aliento] y luego lo alza en sus
brazos para darle eterna sepultura, no se sienta sobre la tierra removida y lanza
un suspiro de una satisfacción que parece sacrílega? El caso nuestro no ofrece
paridad con este cruel trance de la vida; pero lo recordamos para esplicarnos
mejor el fenómeno que se está cumpliendo entre los cuatro miembros de una
que fué Exploración científica al Putumayo y que no ha dejado de serlo sino
en cuanto los encargados de velar por ella, la creen seguramente muerta y ya
comida por las hormigas.
El regreso de los cargueros que enantes vivian hoscos ó maldicientes en la co-
cina y que cometian en nuestra presencia como por irrespetarnos los actos mas
soeces y decían las mas insolentes palabras, ha causado un grave mal como pue-
de juzgarse por el capítulo anterior; pero, como si ellos representaran un espíritu
cuaderno 6 299

hostil y malévolo que mantuviera agrios los ánimos y contraidos los / semblantes,
al calcularlos lejos, ya sonó en la cocina una ruidosa carcajada muy en armonía
con la frotada de manos festiva é involuntaria que el Ayudante y el Ingeniero nos
estábamos dando sin saber por qué. El vínculo de simpatía habia enlazado unos
cinco corazones en medio de los sufrimientos, [y, tachado] incluyendo el del buen
Marcillo, cuya desercion, por mas que digamos, no hemos podido conciliar con
su anterior conducta y con su natural sencillo y generoso. Los otros corazones
de mozos perversos no se podian avenir con la atmósfera casi mística, que por
virtud de nuestro ministerio científico y de nuestra sencibilidad de artistas, [le
imprimimos, tachado] nos rodea en nuestra casa, ora esté en la ciudad, ora en
la selva. No es el primer caso que notamos de extraneza á nuestro lado, en la paz
que suele rodearnos, en el orden de ideas que fomentamos y en el genero sencillo y
tierno de satisfacciones que nos procuramos y procuramos á quienes nos rodean, de
parte de aquellos seres aviesos y rebeldes por no decir naturalezas inferiores que,
momentáneamente, en las mentidas relaciones sociales y en los negocios ó, tem-
poralmente, por razon de servicio, empleo ó concierto remunerado ó gratuito han
tenido que soportar aquella atmosfera que parece les es nociva. Regla general que
hemos comprobado en muchos años de observación: todo canalla (perdonesennos
el calificativo) se vuelve altanero y traidor bajo nuestro trato y proteccion; pero
las naturalezas nobles por el contrario se hacen mas fieles y amables bajo nuestro
modo juguetón y serio al propio tiempo: los primeros nos irrespetan pronto y nos
pierden el cariño, las segundas se complacen con nosotros y nos rinden cada dia
mayores consideraciones. Pero la disgresión va larga y vamos al caso del indio:
mientras mas peor, mas mas mejor.
Nuestra última jornada de cargueros a pesar de la pérdida en que estuvo en-
vuelto el ayudante fué mas bien un paso alegre que un trabajo penoso: es verdad
que el cúmulo de correas y cordeles //
que nos envolvian para mejor conducir nuestros trebejos, nos enredaban y nos
dificultaban la marcha; pero sentiamos una rara satisfacción interior tan grata
en esa jornada y un buen humor tan franco, que nos parecía que mas bien [arriba
escrito: ibamos] de broma [arriba escrito: en un parque] que de serio en el lejano
corazón de la Selva en medio de peligros. Otro tanto debian sentir los compañeros
porque los semblantes estaban festivos y las bocas habladoras. Deploramos que
el modo de ser de los catambucos no permita echarlos de menos aunque hagan
falta sus servicios. No así los pejendinos cuyas alegrias y gracejos recordamos
con frecuencia.—
En Los Monos el dia fué tranquito [sic]., tachado]
Organizadas así las marchas, anduvimos muchos dias paso á paso[;, tacha-
do]. Unos [y hasta dos, tachado] pocos kilómetros recorríamos en ocho horas de
fatiga; pero la dirección hacia el Alpichaque era constante. “El que anda, llega”;
“poco á poco se anda lejos”; “morrocoy, morrocoy! adelante voy.”: tales eran
300 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

nuestras jaculatorias consoladoras en esta marcha por el desierto de la Selva,


tan lenta como la de los isrraelitas cuando huyeron de Ejipto.
Sinembargo estábamos de buen humor. Ahora vinimos á comprender la
sabiduría de cierto indio estúpido de Cundinamarca, que decía á cada nuevo
reves de la fortuna:
— “Mientras mas peor, mas mejor, mi amo!”
En efecto se agitaba dentro de nuestro corazon una dulce alegría y en todos
los semblantes jugeteaba la sonrisa. En el carguío, cada traspie era motivo de
una carcajada general; la construcción de los ranchos, á la luz de la tarde, se
hacía, charla que charla:
— Hoy voy á hacerlo al estilo mataguate, el de ayer, de espinazo redondo, se
dice á la peruana; pero el mejor, / de doble agua[s, tachado], es el colombiano;
decía Ipiales al echar hoja de palma sobre la armazón de la chosa.
— Cuando Ud. acabe de conversar, replicaba nuestro cocinero, voy á tenerle
el caldo de piedras que hizo el antioqueño en la posada de la miseria: no tiene
por ahí, entre su maleta, maestro Ipiales, un gajito de cebolla para aderesarselo?
[Y, tachado] E[e, tachado]l hacha sonaba y el bosque pía, por la primera
vez, trozos de Traviata, Lucía y Trovador, que entonábamos con voz [ora de
tenor, ora, tachado] de barítono, haciendo, con el recuerdo de la música, vagas
reminicencias de encantadoras, inocentes y caballerescas aventuras de amor.
[“Fué la noche de Hernani?… no ±; lo recuerdo muy bien, Fucilli, con su soberana
voz de bajo profundo hacía de Mefisto, [en Fausto, tachado] ,……… Fue la [últi-
ma, tachado] noche [arriba escrito: de Fausto, última] de la temporada. Yo tenía
malgastados mi abono y mis camelias, en tentativas estériles. Qué corazon de
mujer, caramba! Si no hubiera sido por la romanza de Margarita, que ablandó esa
piedra, mi derrota hubiera sido calamitosa….. Cómo comienza esa enternecedora
romanza? Qué memoria la mía para la música! nunca que necesito, me acuerdo
de nada; pero voy á cantar la serenata, que dá lo mismo!”……..
Y con voz de bajo profundo acompañabamos [nus, tachado] las maniobra]
[s para armar el catre, imitando la zalamera entonación del tentador diabó-
lico, tachado].
La Juventud, coronada de flores, alzaba su frente en el panteon de [nus, ta-
chado] las memorias nuestras, iluminado como para sala de baile.
Nunca se comprobó mejor la próvida ley de las compensaciones.
El chascarrillo festivo se venía á los labios de [to, tachado] estos cuatro hom-
bres, miembros póstumos de la que se llamó expedición científica al Putumayo
y que sinnembargo no ha dejado de serlo sino en cuanto los encargados de velar
por ella la creen muerta //
y ya comida por las hormigas.
Vesta, la viajera nocturna del firmamento, se encarg[aba, tachado]ó de [ha-
cer, tachado] pintar fantásticos [paisages, tachado] telones y decoracionesdos
cuaderno 6 301

fantasmagóricas dantescas, con las masas sombrías del copage, [y, tachado] con
los encajes [y filigranas, tachado] de los helechos y bambues, con retazos irregula-
res de un cielo de [colorido incierto, tachado] palidez indefinible y con filamentos
de su luz [misteriosa y, tachado] melancólica, propia como para iluminar [las,
tachado] escenas trágicas. [arriba escrito: El grillo] la rana, el buho, el murciéla-
go y demas líricos de las tinieblas, en este teatro fantasmagórico, arrullaban el
descanso merecido y tranquilo de los espedicionarios, durante la noche.
Al amanecer, un pájaro desconocido, desde lo mas alto del ramage, entonaba
largas, variadas y festivas dianas, de una música maravillosa; á la que hacian
coro los mil flautines de menor inspiración y aliento que entonaban agudas
notas en el diapasón de sus gargantas. Las faenas de la marcha comenzaban al
bajo rumor de los dos peones en el rancho y al chisporroteo de la candelada, y
se propagaban hasta la tolda, con el desbarajuste de catres, empaque cotidiano
de cajones y voces de alegría por la partida.
— Qué hacemos de almorzar hoy? no queda sino la galleta y una mera latica
de sardinas!
— Harás, sopa de galleta con sardinas.
— Y qué mas?
— Hombre! Prepara tambien un atomatado de sardinas, en polvo de galleta!
— pero, señor! Qué hacen los de atrás que no arriman víveres? Segun dice
Ud. estamos á veintisiete leguas de Pasto y un buen peon camina esta distancia
en cinco dias.
— A los de allí no les afana alcanzarnos, amigo, no vé que así pueden cobrar
la tercera mensualidad del contrato?
— Y si morimos por aquí?…..
— Mejor para ellos: siguen cobrando indefinidamente sus mensualidades,
hasta que Dios sea servido!
Pero el aviso de la consunción de los víveres no era para soltar gracejos y
había que pensar en renovarlos. La sel- / va, como el mar, ofrece en sus oscuras
concavidades mucha alimento de vida.
Justamente, á la zasón, pasaba á corta distancia del campamento de “Las 12
quebradas” un piara de zainos, gruñendo.
— A las armas, muchachos! Pero tengan cuidado de no tirarle sino al últi-
mo de la manada; porque he oido decir que cuando se ataca á los delanteros, se
vuelve la tropa enfurecida contra el cazador.
— El paujil de los catambucos costó diez cartuchos y solo nos quedan
otros diez!
— Pues no pierdan Udes tiro, bravos tiradores!
Los bravos tiradores no habian disparado jamás una escopeta.
— Si el dotor no apunta, quién sabe con qué pamplinada saldremos nosotros,
dijo Ipiales; de cuyas dotes de montañero teniamos una alta idea, hasta entonces.
302 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

El relator de estas aventuras tampoco había tomado jamás en sus manos una
carabina y lo propio le sucedía al Ayudante. Por esta carencia de devotos de Diana
las armas venian tomadas, hasta el punto de no alzar el gatillo.
Pues, á limpiar las armas! Entre tanto la piara de cerdos monteces siguió,
gruñendo, su camino
El petróleo untado por fuera y echado por el cañon de las escopetas no pro-
ducía mejoría ninguna.
— Será necesario desarmarlas? Y sin un desatornillador, cómo nos las
componemos?
Aquí del genio mecánico del Ayudante: él sabrá!
Mientras él bregaba por desarmar las escopetas para limpiarles los ejes y re-
sortes oxidados, valiéndose para esta operacion del hacha y los machetes, gritó
á nuestra espalda, con cierta mofa, una hermosa pava: “Ya será tiempo de que
se rian de nosotros los paujiles?”, pensamos, recordando la aventura famélica
de Marcillo. //
Los zainos se fueron y la pava tambien se puso á buen recaudo; pero, si por
entonces se perdió la ocasión de proveernos de carne, las armas, en cambio,
quedaron en disponibilidad de servir.
Durante la marcha veia Ipiales, deseoso de disparar, huellas de danta, de
siervo, de oso, y de mil cuadrúpedos mas, cuyas huellas solo eran comprensibles
para [Ipiales, tachado] él: los demas no veiamos donde [él, tachado] nos mos-
traba sino hojarasca, troncos podridos y pepas [de, tachado] silvestres, á medio
roer por los monos.
Estos [bim, tachado] cuadrumanos pasaban, columpiandose, por las copas
mas elevadas de los arboles, en grandes partidas de gruñidores, chillones y
silvadores; pero andaban tan lejos de nuestro alcance, que siempre impedimos
los disparos inoficiosos. Nuestro propósito era cojer á “boca de jarro” la presa
y fusilarla á mansalva y sobre seguro. No había que perder tiro. El régimen de
galleta y café sin dulce nos mantendría, mientras una hermosa danta nos rega-
lara con su rica carne.
Al parar por la tarde, para construir el rancho, seguramente el ruido del ma-
cheteo despertó la curiosidad de los simios y vinieron, [y cerquita, tachado] muy
de cerca á mirarnos y como á burlarse de nosotros: qué muecas! que pruebas de
agilidad! que gritería bufona!
— La escopeta! prontico!
— Udes. no se metan en esta: cada cual en su oficio; ya es tarde y esta-
mos todavía como en la calle. Hagan su desmonte, que yo les voy á dar carne
de mico!
Tomamos el rifle, le metimos la cápsula, levantamos la culata á la oreja de-
recha, como habiamos visto hacer á los cazadores y soldados, y aguardamos,
listos, un instante.—
cuaderno 6 303

Un gran mono se crucificó adrede entre dos ramas exactamente en la direc-


ción del calibre y……
Plun!!! La selva retumbó, el culatazo / nos hizo vacilar, [da a, tachado] una
bocanada de humo cerró el trayecto.
Cuando el humo se disipó vimos la partida en viaje presuroso y como rien-
dose á carcajadas en su fuga.
— Ve! Ya botó una cápsula y no hizo nada!
— Pero herido sí se fué!….. Contestamos para excusar nuestra chambonada.
— Les juro que tendremos carne! y salimos corriendo detrás de la partida.
Pronto la alcanzamos: el estallido habia provocado la sorpresa mas bien que
el terror en los traviesos habitantes de los ramages.
Nos situamos detras de un arbusto, apoyamos el cañon en una de sus hor-
quetas, previnímos el ánimo contra el culatazo é hicimos nuestra composición
de lugar, especie de plan de batalla que cruza el pensamiento del hombre en los
instantes críticos.
Una rama se agachó con el peso de tres monos en racimo y disparamos tran-
quilamente sobre ellos.
Chupulun! Sonó un bulto que cayó al suelo. Con cierto asco ó escrupulo re-
cogimos el caliente cadaver de la víctima y lo arrastramos de la cola hasta bolarlo
despreciativamente y con soberano orgullo á los pies del cocinero.
— Esta misma noche quiero comer consomé de mico, chuletas de mico y
beasfstek [sic] de mico! //

Cap. VI[I, tachado]

Se pone uno suspicaz.— Regreso.— El avío.— Escribir y carpintear.— Manu-


factura de un catre.— El dige de la leontina— Cuando mas á medio dia.— Velo-
cidad de un peon.— Las cinco y media!— Aquisito no mas.— De mosquitero á
mosquitero.— Un suspiro ahogado.— El page de San Juan.— Dónde está Ipiales?
Una baja mas.— Las píldoras de Bristol.— Los cultivos La trocha al Alpicha-
que.— Se ensancha el horizonte.— La pequeñez humana.— Una academia.— Va
á llover.— La Tempestad.—
Tocaba detención, mientras los peones volvian al Campamento de “Las 12
Quebradas” por las maletas de nuestro equipage retrazado, [ó como dijo Ipia-
les, tachado]
Les entregamos una escopeta y la mitad de las municiones, o sean cuatro
cartuchos, y partieron. A pocas cuadras oimos dos tiros seguidos: ya gastaron
la mitad de su avío.—
Teniamos mico y podiamos entregarnos á nuestras aficiones: el capítulo [an-
terior, tachado] precedente, que sin duda le ha parecido bueno al lector, fué una
de esas aficiones; la mecánica del Ayudante, consagrada á componer su catre,
304 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

fué la otra. Escribir por escribir y carpintear por carpintear, son dos vicios de
entretenimiento, como cualesquiera otros. Pero habiamos cerrado un pacto:
“Ud. llega á Pasto con un catre de viaje, de su exclusiva invencion, y yo llevo un
libro de aventuras.”
En dias de venirnos, él había ido donde un carpintero y le dijo: “Hágame Ud.
un catrecito portátil.” Y el catre estuvo hecho en un santiamén: Dos guesos lar-
gueros, unidos por una tela de costal, y sus enormes patas de tijera. El [trasporte
hasta “El Encano”, tachado] acarreo de semejante armatroste hasta “El Encano”
no ofreció insuperables dificultades; pero allí se hubiera quedado por estorboso,
en [mi, tachado] poder de otro que careciera del genio de la mecánica, auxilia-
do por una tenacidad sin ejemplo, que adorna [al, tachado] á su dueño. [de él,
tachado] Recortar los largueros en dos secciones y unirlos con [una, tachado]
visagras, que hubo tiempo de pedir á Pasto, fué la primera reforma que sufrió
el mueble. Las visagras, sinembargo, resultaron como para cajita de costu- / ra
y en la primera noche de ensayo pusieron al artífice en el suelo con grande es-
truendo. No había tiempo, para pedir un[a, tachado]os [visagras de puerta de
catedral, tachado] cerrojos de portón de presidio, como se requerían y empesó
la inventiva á funcionar: palos á lo largo, palos al traves, puntales, tijera central
y mil procedimientos mas, fueron sucesivamente pasando por la prueba expe-
rimental. No hubo momento de reposo: nuestro libro y el catre distrageron los
ratos de hastío que nos ofrecía la marcha lenta. Es el caso que el libro tiene mas de
60[0, tachado] paginas y el catre se dobla, se desdobla, sirve de mesa, de estrado,
no pesa, es fuerte, da un volúmen como para llevarlo bajo el brazo, tiene falleras
de ajuste y correderas de extensión: en una palabra es casi una obra de arte. Pero
el orgulloso inventor no está todavía satisfecho y continuará, como todo artífice
de genio, introduciéndole diarias reformas á su obra querida!
— Tengo esperanza, le decimos por gracejo, de que cuando entremos á Pasto
ya llevará Ud. su catre prendiente de la leontina en el bolsillo del chaleco.
Así pasó el dia. Los dos peones debian regresar, cuando más, [por la tarde,
tachado] tarde, á medio dia:
— Las cinco! Se fueron á las [6, tachado] seis pasadas; tenian que recorrer, de
aquí, [á, tachado] allá, tres kilómetros. Un caminador sin carga, en esta plani-
cie, recorre esa distancia en media hora! Pongale Ud. otra media hora, porque
se fueron despacio, y tenemos que han debido salir de [alla, tachado] “Las 12
Quebradas” antes de las [8 a.m., tachado] ocho.
— Los cartuchos aquellos los habrán entretenido algo….
— Bien! Que salieran á las nueve. Un peon cargado camina 1500m. por hora:
han debido llegar aquí á las once.
— Y Los descansos? Y Si mataron pava?…..
— Corriente: agrégueles Ud una hora mas! Póngales otra de barato. A la[s,
tachado] una han debido llegar… y son las cinco y media!
cuaderno 6 305

— Siempre les tendremos su comidita lista; porque ya los calento aquisito no


mas, decía el buen Ayudante atizando la candela, cuyo humo se le entraba por //
los ojos y lo [hacía llorar, tachado] ponía á lagrimear y á hacer visages.
Cerró la noche y los peones no llegaron.

*
* *

Diálogo de mosquietero á mosquitero:

— No oyó Ud. ayer, cuando uno de ellos dijo: “Caracoles! yo no sigo cargando
mas en esta lejanía”?
— Sí oí; pero eso fué porque se tropezó con una raiz.
— Y no se apercibió Ud. de que Ipiales dejó una yucas en “Cachupendo”,
escondidas en la paja y dijo: “aguárdenme ahí, condenillas”?
— Como tenía la esperanza de regresar por aquí……
— Diga Ud. el propósito y no la esperanza; [hombre!, tachado] no sea bueno!
Ellos ya no llegan. Pensemos en la última reorganización: la Expedición no ha
fracasado todavía; cuenta con dos hombres!
— Y, en ese caso, aquí qué dejamos?
— Todo! No tenemos víveres que nos estorben; no tenemos ropa de respuesto;
no hemos de andar cargando catres!
— El tiro fué certero: un suspiro se exhaló por debajo del toldillo vecino…….
— Y no oyó Ud. anoche, dijo por último el interlocutor, un bufido por
allí arriba?
— Sí lo oí, no hay cuando: es el tio tigre.

*
* *

Al dia siguiente, a las nueve de la mañana, despues de almorzar y empacar conve-


nientemente los catres para dejarlos bajo el rancho á la “mataguate”, envolviamos
nuestras almohadas, [cuand, tachado] para seguir como el page de San Juan,
cuando un ruidito de chamizas nos hizo volver instantáneamen- [sic] la cabeza.
— Pensábamos que fuera el tigre!…..
— Dónde está Ipiales?
— Viene atrás enfermo.
En efecto, una hora mas tarde llegó el pobre hombre, agobiado bajo su carga
y el rostro desnudado. El hambre lo había obligado á comer pepas de monte,
tostadas al fuego, y venía con una indigestion respetable. Empesaba á recoger el
fruto de su fidelidad! Qué otra cosa puede conseguir el infeliz y pobre de espíritu
306 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

que cumple humildemente con su deber, en apartados é ignorados sitios? Por


fortuna, sobre sus mis- / mos lomos, en el inagotable baul del Ayudante, traía
un frasco de píldoras de Bristol y con cuatro estuvo alentado. todo un botiquín.
Ya teniamos una baja más.
[Pero nos hizo, tachado] Este incidente nos hizo perder un dia de marcha y
para no [perderlo, tachado] quedar debiendolo en el contado estricto de la vida,
acordamos una excursión por los contornos del campamento, para explorar
el campo.
No fué gran cosa lo que anduvimos; pero comprendimos una vez mas que
recorriamos una planicie suavemente inclinada hacia el Sur, que solo se inte-
rrumpe para dar paso á los numerosos raudales que la zurcan de Oriente á Oc-
cidente en busca del Guamuez. La temperatura de esta planicie es de 24°. y su
altura media sobre el nivel del mar es de 1000mt.s Allí pueden fundarse cultivos
de café, cacao, caña de azucar, plátanos, yuca, maiz, pastos artificiales y cuanto
el agricultor de las tierras medias recoge á manos llenas de la próvida labranza.
[Pero, sobre todo, tachado] Además, tuvimos [un, tachado] dos hallazgos
valiosísimos: 1°. Una trocha limpia [arriba escrito: probablemente] de los indios
del Alpichaque, [probablemente, tachado], que sigue [como nosotros veniamos
siguiéndola,, tachado] el borde de la meseta que mira al Guamuez. Estabamos
en la ruta del puerto y no muy distantes; pues, segun dicen, los indios no hacen
largas excursiones para sus cacerías y esta trocha no debía de tener otro objetivo,
y 2°. Un conejo para reemplazar en la despensa al mico que nos sabía á paicos..
El horizonte se ensanchaba por esta parte.
Al regresar al campamento pudimos medir la infinitésima pequeñez del
hombre. El rancho agazapado parecía la guarida de una alimaña; nuestros mos-
quiteros completaban la semejanza: eran el capullo asqueroso de un gusano ó
[de un, tachado] la tela enmarañada de algun arágnidez horrible. La //
sombra de la tupida y magestuosa arboleda, entre cuyas raices se guarecía
este raro animalejo, concurría á poner de relieve su ruindad y tristeza. Grita-
mos de lo alto de la colina fronteriza, desde donde contemplabamos á traves
del boscage el abatido orgullo del hombre, y el peon enfermo nos contestó con
balido de fiera doliente………
La orquesta de los sapos comenzó[aba, tachado] sus preludios: un gran Bajo,
cuya garganta debía estar provista del cornetón mas grueso del organo catedra-
licio, tronaba en un rincón de la cañada y [e, tachado]la Contralto de enfrente,
[sobre la loma, tachado] en una arruga de la cañada inmediata, le hacia el duo
[; , tachado] con sentido eco. Aquello parecía una plática de amor sapuno. Las
voces de segundo orden iniciaban sus coros con cierta timidez: gua!…… Gua-
guá…. guaaaa!!! Los numerosos sapillos, seguramente alumnos de esta acade-
mia de canto, comenzaron tambien su estudio con aplicación verdaderamente
escolar: a!,-a b!,..a,b,e!….abcd-
cuaderno 6 307

— Lean! Lean! Lean! gritaba el sapo mayor.


Las ranas enflautaban sus vocecillas agudas con tenaz empeño, como para no
deslucir sus habilidades en este [certamen, tachado] conservatorio silvestre. Y los
renacuajos, chiquillos consentidos de la madre sienaga, chillaban y chillaban!
— Va á llover, dijo Ipiales; cuando los sapos arman este alboroto, es
agua segura.
— Medrados quedariamos! Hambre, soledad, enfermedades y agua vá, por
añadidura! No digas eso, Ipiales; porque te oyen.
Y, con efecto, á eso de la media noche, nos despertó el estallido de un true-
no. Tras de éste, sonó otro, sordo y lejano. Un relámpago iluminó la selva con
siniestro fulgor.
— Dios mio! [Tendremos, tachado] La tempestad!…….
La tempestad en la selva es mas medrosa y terrible que en el mar. Los rayos
descuajan é incendian; el huracán tumba y arraza; los arroyos, hechos pode-
rosos torrentes, braman en sus [estrechos, tachado] pedregosos cauces, se salen
de madre é inundan la planicie, con asoladora rabia; Las fieras, amedrentadas,
rugen con sentido lamento en / sus cuevas, y el hombre tiembla aterrorizado
en su miserable pequeñez é implora misericordia al [Padre celestial!, tachado]
Buen Dios!
Gruesas gotas de agua caian sobre la toldita con estrépito de balas y el rumor
fatídico del chubasco que azotaba las copas de los arboles, se acercaba presuroso.
— Nota Ud. que el concierto ha callado [y que el silencio precursor de los de-
sastres, se impone, tachado] como si el terror impusiera tétrico silencio á estas
alimañas de mal agüero?
Los centelleos eléctricos se sucedian ya con tal rapidez, que mas parecía que
en este escenario dantesco se corrieran y descorrieran instantáneamente telo-
nes ora negros, ora de [que, tachado] mustias arboledas grises. En ese palpitar
luminoso del Cielo, se adivinaba la agitación convulsiva de la tormenta.
La atmósfera, [conmovi, tachado] inquieta por la conmosión, era víctima de
sacudidas epilépticas. El huracan bravío [se, tachado] giraba y se azotaba como
una vívora frenética sobre las [copas, tachado] ramages del bosque. Al estallido
de los truenos, al rumor del chubasco y al rebramar del viento, hecho remoli-
no, se agregaba el crugir de la arboleda y el estrépito de la montaña al caer en
grandes agrupaciones, como familias enteras agobiadas por la maldición de
los dioses.
— A qué hora nos tocará á nosotros morir aplastados por la caida de cual-
quiera de estos gigantes que nos rodean? Quien sabrá mañana donde sucumbió
el último cuadro de esta infeliz expedicion?
Pero la racha de las furias del cielo pasó sobre nuestras cabezas sin causarnos
daño alguno y solo subsistió un aguacero tenaz hasta el amanecer.
Las predicciones de Ipiales son de temerse! //
308 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Cap. VII [I; tachado]

[La eternidad de las corrientes, tachado] La inmortalidad y su secreto.— Un peon


menos y un bulto mas.— Pronosticos de Bristol.— Cada cual á su oficio.— Un
cuento simbólico.— Historia de las lagunas.— Un explorador extravagante.—
Un baño de agua fría.— Un peon de Mocondino y su mujer.— Lo primero que
vio al llegar al Alpichaque.— La parte que supo el [p, tachado] mestizo.— Lo
que el viajero apuntó para las inteligencias superiores.— Como era el monar-
cha.— Cuánto sabía.— Qué representaba?— La semilla de la Guata.— Qué pi-
dió el viajero.— La ley del amor.— [Yo soy el río!, tachado]…. la sabiduría de las
aguas.— Cómo cuenta el pueblo sus leyendas.
— Ipiales! Cómo te sientes?
— Mucho malo, mi dotor; me ha picado el rematiz. Tengo un dolor en los
huesos que ni qué!
“Vaya, pues; no solo hay que darle de baja en la Expedición á un carguero,
sino que es preciso darle de alta á un bulto mas!”
— No escampa, señor. Qué hacemos?
— Si las píldoras de Bristol no son buenas para el reumatismo, en cambio,
su almanaque tiene [sus, tachado] aciertos, en cuanto á predicción del tiempo.
Consulte Ud. nuestro calendario.
— “Mayo 8; luna llena”……. “Seco en el Centro y Sur de México”…..
— Eso significa que hoy llueve, por causa de la oposición; pero mañana ten-
dremos buen dia, si nos [consideramos, tachado] declaramos súbditos de [S.M.,
tachado] D. Porfirio.
Qué hacer? llueve á cántaros…. Ipiales muy malo….. Todos f lacos y
desalentados!
— Pues en casa y cada cual á su oficio: el uno, á zobarse las piernas, para ver
si le sirven mañana; el otro, á rajar leña para la hoguera, que anoche durante la
tempestad, pujaba por ahí el tio tigre; el otro, á reformar su catre y el infrascrito,
á su libro, para que la relación vaya al dia.
— “Pero allí pára la relación del dia: tendrás que escribir la de mañana, por
anticipación, / pedazo de alcornoque! “Esto nos gritaba la conciencia.
— Pues, no, mi señora! Para divertir á esta gente que está triste, contestamos,
voy á inventar un cuentecillo alusivo á este viaje.
[Y va de cuento:, tachado]
Todas las lagunas del pais tienen su leyenda: la de Tota, el Calvario encontra-
do por D. Fernando de Vargas y Olarte, en la península de Susacá; la de Siecha,
la ceremonia imperial del Dorado; la de Fúquene el sacrificio de los Tausas en
servicio del Zipa; la de Ubaque, el escondite de los tesoros del príncipe Guatavita,
rescatados á la codicia de Saguanmachica; la del Verjón, detras de Monserrate,
cuaderno 6 309

el venado de oro; la de [Tena, tachado] Pedro-palo, la calzada misteriosa. La de


Pasto, la cocha, en lengua quichua, [es, tachado] ha sido la laguna muda.
Pero de hoy en adelante, [á traves de los siglos, tachado], tendrá tambien
su historia fantástica, fundada en el viaje que hizo desde sus orillas un explo-
rador extravagante [infortunado atrevido, tachado]. La inventiva popular le
pondrá colorido á esta historia y pasará de boca en boca á traves de los mas
remotos tiempos:
Erase un hombre raro, que gustaba de andar por cordilleras y dehechos.
El oyo decir que [h, tachado] existía este lago, cuyas aguas iban desde el Bordon-
cillo al Atlántico, y quiso decifrar el misterio de esa corriente trascontinental.
Buscó un peon que le llevara bastimentos, se calzó la bota ferrada y echó á andar.
Llegó á la orilla de El Encano ó El Encanto y le dijo al peon:
— Voy á darme un baño en estas aguas que tienen encanto; si me consumo y
no vuelvo á salir, aguardame con mis comestibles en el Alpichaque. El Alpicha-
que, es el primer punto del rio, donde vuelven á aparecer nuevamente los in- //
dios, allá muy lejos, en la llanura. Anda breve, porque yo puedo llegar allí
antes que tú.
El peon se rió del expolorador nigromántico y esperó detrás de unos juncos
á que su patrón acabara de bañarse en las aguas verdosas de la cocha.
Pero trascurrió una hora y el bañista no salía de estas heladas aguas.
— Se habrá echado á ahogarse este loco, pensó el peon, y acudió á sacar si-
quiera el cadáver.
Pero cuál no sería su sorpresa, cuando, en lugar del patrón, [encontró un gran
pato que asomaba la cabeza y, tachado] oyo una voz que parecía salir del lago,
que le decía: en puro castellano, tachado]:
Feliciano, anda breve, que en el Alpichaque te aguardará tu patrón.
“Tiempo tengo, dijo para sí Feliciano, de volverme á Mocondino (que de
allí era el peon) á consultar el caso con mi mujer, que tiene sangre de Obispo”.
En Mocondino le dijo su mujer, una guapa moza emparentada realmente
con algun Prelado ilustre del tiempo de la Colonia:
— Cumple tu palabra, Feliciano, y á tí que te importan las hechicería de ese
embustero? Vas al Alpichaque y vuelves en ocho dias. Nada pierdes con eso.
Cumple tus compromisos, siempre, hasta con los muertos, Feliciano mio!
El peon, de mala gana, hizo el viaje á todo andar, para comerse, al regreso,
los comestibles del estrámbotico andariego.
Al llegar al Alpichaque, lo primero que vio Feliciano fué á su patrón, todavía
de botas altas, paseandose alegre por la orilla del rio y conversando en idioma
con los indios.
— Por qué vienes tan tarde, Feliciano? Hace tres dias que te aguardo pa-
ra despedirte; porque ya no necesito de tus servicios: de aquí para abajo, me
310 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

llevarán estos amigos, para quienes conseguí en el camino una / recomenda-


ción obligante.
— Señor, vine lo mas ligero que se puede andar por esta trocha; pero los rios,
los atascos, las subidas y bajadas, lo entretienen á uno.
— Toma tu gratificación y devuelvete…… Pero te noto [muerto, tachado]
lleno de curiosidad para tener qué contarle á tu mujer, y voy á darte gusto. [La
cosa es muy facil. Oyeme, tachado]: Tu trasmitirás la parte fantástica y novelesca
y yo haré saber de otro modo la parte científica y filosófica de mi aventura; oye[la
toda: , tachado] pues lo que te toca:
En aquella laguna, en tiempo [de la Conquista, se, tachado] inmemorial se
consumió una raza [entera, tachado] innúmera; pero has de saber, Feliciano, que
esa raza no [ha muerto, tachado] muere: vive [y, tachado] siempre se reproduce
eternamente y es dichosa. [bajo las aguas., tachado] [arriba escrito: Ese pueblo
me recibió y aquí me trajo] [Este es un secreto que sabemos muy pocos: tal cual
indio puro que no ha sido traidor á sus antepasados, de los que hay [muchos,
tachado] algunos en Cundinamarca y Boyacá, y yo, el único blanco que profesa
á los tales verdadera amistad. A tí, mestizo sin antecedentes, sin principios, sin
[nociones, tachado] atavismos de nacionalidad y traidor siempre á quien quiera
tu ennoblecimiento, tengo autorización de trasmitírtelo esta parte para que en
tus labios desleales deje de [serlo, tachado] ser un secreto, porque ya es tiempo de
que el mundo lo conozca tan adulterado como tu espíritu mentiroso y fanático
quiera presentarlo.* El resto del cuento apareció en las memorias del viajero y
dice asi, tachado]
Yo traía el sesamo que me entregó el actual cacique disfrazado anónimo de
Cucunubá, que pasa por un simple agorero ó Tegua en Subachoque, y con solo
pronunciarlo, á orillas de la Cocha, en lengua inca, se abrieron las aguas y una
deputacion de príncipes indio salió á recibirme. Las mas vivas demostraciones
de afecto merecí en el curso de la suntuosa calzada llena de palacios que recorrí
hasta el alcazar de parte del pueblo que se agolpaba ruidoso en las bocacalles
para victoriarme. El [centesimo, tachado] millonesimo sucesor de los hijos del
Sol, me hizo el honor de quitarme el velo para recibirme y me abrazó enterneci-
do. La fisonomía noble del monarca infunde el mas profundo respeto; su hablar
cadencioso y lle- //
no de pensamiento trasmite en pocos momentos un caudal de ciencia igno-
rada en el mundo; sus maneras magestuosas denuncian la nobleza de su estirpe,
cuyo origen se pierde en la oscuridad de los tiempos. Sobre la faz de la tierra no
se tiene idea, ni en Europa ni en los paises asiáticos, de la pampa, el poderío, la
sabiduría, la bondad [y, tachado] la riqueza [riqueza, tachado] y las comodidades
de que disfruta este archinobilísimo principe.
“Yo no soy el Inca, como me llama mi pueblo, sino el padre y representante
de mi nación. Las instituciones perfectas en que se ha cristalizado la política de
cuaderno 6 311

esta [mi nación, tachado] raza, han nacido, se han procesado y han florecido,
desde muchos siglos atrás, en el corazón de mis ante pasados y yo soy el alma
de esas instituciones hecha hombre ley inmutable á través de una seleción casi
eterna. Por eso aquí no hay [ley, tachado] legislacion escrita: el derecho está en
mi sabiduría y en mi Justicia.
Mi sangre corre por las venas de este pueblo, que así mismo se dice con
razon hijo del Sol; porque desde la simple combinación binaria [del, tachado]
de su origen adánico [de esta nación, tachado], mi primer abuelo que fundó la
dinastía fué el mismo genitor inicial de esta [raza, tachado] prole numerosa y
en mí, por la educación de gobierno y porque sé la historia desde el orígen de
los tiempos, se concentran las aspiraciones, las pasiones, las aficiones, las tra-
diciones, la ciencia y las artes de mi pueblo. Por esta razón entre nosotros no
hay ciencia escrita: ella está en mi inteligencia y en mi aplomo como está en la
vuestra la noción axiomática.
“Este pueblo es feliz bajo mi providencia y aquí no hay idea de las revolucio-
nes; porque el derecho crece con el curso del tiempo, como crecen y se compli-
can á traves de las generaciones vuestras las relaciones económicas, políticas y
sociales[, de mis hijos, tachado] que vosotros violais. Ni puede haber sediciones,
porque el pueblo sabe que yo soy la esencia de él mismo y que mi desaparicíon
[equival, tachado] equivaldría al suicidio. /
[“Te agradezco tu visita y las tristes noticias que me dás de los de tu raza en
el mundo, fuera de su natural ambiente [arriba escrito: geográfico] moral y polí-
tico. Esta es la segunda vez, despues de cuatro centurias que tengo correo de esa
gente: en la primera los obligó el hambre á buscar mi socorro. Recordarás cuando
se agotaron en Cundinamarca las papas; porque esos hombres degenerados han
olvidado la ciencia de los cultivos que les enseñó mi padre. Entonces vinieron
aquí y les renové la semilla. Ahora que quieren de mí? Pide lo que gustes que te
será concedido., tachado]
— Serenísimo Señor! [Vuestros, tachado] Mis hermanos en la tierra han lle-
gado á tal postracion [de imbecilidad, tachado] y desdicha, que ya no quieren
sino la muerte. En cuanto á vuestro ilustre huesped, quiere dos cosas: 1ª. Conocer
esa ciencia todo poderosa, en virtud de la cual pareceis eterno, si no lo sois en
realidad; y, 2ª. Que me permitais seguir viajando por el mundo; porque ese es
mi delirio y porque allí tengo lo que amo mas que mi vida!
— “No has pedido nada; pero has conquistado el secreto de la Sabiduría.
Sigue mi consejo y gozarás de la misma inmortalidad que yo: ama á tu pueblo y
[trasmítele, tachado] tributale á él tu saber y tu vida; ama á tu hijo y trasmítele
con tu propia alma el amor [á, tachado] por tu pueblo. Así éste que tiene la me-
moria perpetua de los organismos que se renuevan en sí solos, confundirá en una
sola personalidad perpetua á tí, á tu hijo, á tu nieto, y estos irán confundiendose
por herencias del ser en la personalidad y en la conciencia de sus antepasados.
312 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

“En cuanto á tu deseo de salir de aquí para seguir viajando y volver al abri-
go de tus afectos, me he anticipado á tus deseos; porque, [hombre, tachado] ser
de otra [raza, tachado] especie y otras nociones de la moral y de la ciencia, tu
presencia entre mis sub- //
ditos sería eminentemente [nociva, tachado] corruptora: tu viaje está prepa-
rado y en cinco minutos habrás recorrido sin sentirlo las treinta leguas que te
separan del Alpichaque, la otra portada de mi reino.”
[— Vuestro nombre, serenísimo señor, para conservarlo eternamente en
mi memoria.
— [Yo soy el rei Guamuez”, tachado] — No has comprendido quien soy?…..
Me llaman el Rey Guamuez”, tachado]
“Qué sabia filosofía la de los rios; cuánto ganaran los hombres si la com-
prendieran y los gobiernos si la siguieran! Que esa es la autocracia? Que eso es
el Socialismo absoluto? Vana palabrería, que ha tiranizado siempre á los hijos
de Adan!”
Esto dijo y siguio en marcha hacia Oriente el nigromántico andariego y Fe-
liciano, procurando retener tan intrincada historia para referírsela á su mujer,
volvio á Mocondino, y allí se hizo viejo contando su cuento, [así, tachado] del
modo siguiente:
— “De Cucunubá vino un enviado á ver y visitar el Encanto de La Cocha.
Y el enviado era un indio que llamaban el Tegua por su sabiduría. Y á mí se me
presentó como un [doctor, tachado] viajero; pero no era sino un Sabio. Llegamos
á la orilla y él se entró de rondon al Alcazar de las aguas y yo seguí ligero al Al-
pichaque. En el Alcazar lo recibieron príncipes vestidos de peces y princesas de
sirenas; y el rey que era el alma del rio y el Encanto de la laguna, lloró al verlo y
le dio un abrazo que ainas lo emparama. El Tegua le pidio una merced al rey de
las aguas y éste le dio el secreto para gobernar á los pueblos haciendose pueblo
como el rey del agua se hizo rio, y el hechizo para hacerse inmortal por medio
de la trasmigracion de las almas (digo yo de las almas, que él no dijo sino de la
sabiduría y el amor) de padres á hijos, á nietos y a chornos. Las espumas lo sa-
caron breve para que no se contaminaran de muerte las linfas y yo lo encontré
[aguardandome, tachado] ya en el Alpichaque, platicando sobre estas brugerias
con los indios [“, tachado] Mayos”. /

Cap. [XI, tachado]VIII

Cerca del Alpichaque.— En la inopia.— Levantate y anda.— Acta de la ago-


nía.— El letargo del hambre.— Decorativo.— La espinilla.— Los tobillos.— El
vino en pelo.— Dónde encontraremos aguardiente?— El arrastrón.— Antro-
pofagia.— El predominio de los hombres inferiores.— La tierra del plátano
artón.— Nueve leguas en quince dias.— Dónde está el Alpichaque?— Calculos
cuaderno 6 313

alegres.— Interviene la matemática.— Falta una legua.— Incrédulos— Ensueños


famélicos— Qué es el Alpichaque.— Te inmortalizo
Estabamos con un conejo por toda ración y algunas migajas de galleta; no
teniamos ya cartuchos y habiamos perdido la esperanza de que se nos diera al-
cance con víveres y peones. Era preciso andar ó sucumbir.
— Amigo Ipiales, levántate y anda!
— Me adolecen mucho las canillas, patron.
— No importa: es preferible que se te partan de dolor, á que muramos to-
dos aquí, olvidados de los hombres. Vamos, buen amigo, tu tercio al hombro
y en marcha!
La relacion de estos [dias, tachado] jornadas es una penosa acta de agonía.
El pobre cocinero, indio de color de chocolate requemado, que exhibía en
plenos carrillos dos hermosos parches de un carmelito mas encendido, estaba
pálido, comenzaba á blanquear, [y, tachado] se le desencajaban las mandíbulas
y se le hundian los ojos. A cada veinte ó treinta pasos recostaba su maleta en
algun tronco, para cojer fuerzas, y se quedaba aletargado.
— Upa!. Upa! Otro empujoncito mas; no seas cobarde: el Alpichaque no
debe estar distante!
Y el hombre, suspiraba, hacía otro esfuerzo para recuperar la carga y, con-
fortado con la esperanza, seguía andando. /
Nuestro infatigable Ayudante iba siempre de vanguardia, silencioso, cabis-
bajo, acaso arrepentido de haber jurado nuestras banderas. Con su sombreri-
to calado hasta los ojos é inclinado sobre [su, tachado] el bastón al peso de su
maleta, parecía un decorativo constante en el paisaje monótono de la trocha,
alameda sombría, siempre igual. Tenía los ojos abotagados, la mirada opaca y
los pies hinchados. [L, tachado]
— Esta peladurita de la espinilla está tomando el aspecto de una llaga; pero
no me impide caminar.
El autor iba perdiendo sus energías y dejaba comprender su fatiga. Al paso
del cocinero, le hacía compañía en todos sus descansos. Sentía un anhelo triste
en el estomago: el vino sin colacion le hacía mal:
— “Me cae frío, como un aguacero, en el puro enladrillado!”
Las sienes, el pulso y los talones como si estuvieran apostemados, nos palpi-
taban con violencia. Un piquetico constante en uno de los tobillos y la hinchazón
escesiva [sic] de esta parte del pie, nos hacían sospechar que empezabamos á
sufrir del mal de Ipiales.
— “Es el frio que se le ha colado”, nos decía éste para tranquilizarnos; “don-
de encontremos aguardiente, dese una frotación y verá que [nole, tachado]
no le sigue.”
En una palabra: la escasez de alimentos, la humedad, la falta de luz, la fatiga
y la desesperanza, minaban la salud de los cuatro expedicionarios rápidamente.
314 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Aquello había perdido, apesar de nuestro espíritu organizador, los caracteres


de una marcha para degenerar en un arrastrón.
En tales condiciones desfallecen toda disciplina, todo propósito, toda aspi-
ración, toda superioridad de alma y no subsisten sino las necesidades fisicas,
niveladoras de todos los hombres á la estatura de las bestias. Es verdad que en
este trance, no llegamos [todavía, tachado] [arriba escrito: ni con mucho], á
pensar / cuál de los cuatro tendría la carne mas tierna y apetitosa, ni cuál haría
menos falta en el mundo, [para, tachado] a fin de que prestara su carapacho pa-
ra un festín antropofágico: eso no se empieza á deliberar sino al quinto dia de
hambre absoluta, segun aseguraba Marcillo. Por lo pronto, lo que sucedía era el
predominio del egoismo con sus odiosas manifestaciones, que tánto denuncia
en la vida social á los hombres inferiores: la buena armonía, que reinaba en la
dichosa época de la panela y de la cebada, empezaba á desaparecer, y la amargura
de los ánimos, que apenas arrugaba el entrecejo de los expedicionarios, hubiera
hecho de las suyas, si el mismo egoismo no [hubiera, tachado] aconsejara “la
union por la fuerza”. Esta fué oportunidad de comprobar experimentalmente
que las crisis económicas son las mas eficaces causas de disociación en un pais
de pocos vínculos como el nuestro, durante las cuales predominan los hombres
inferiores á virtud de su mayor desenvoltura en la lucha brutal.
[En, tachado] Nuestra diminuta sociedad de cuatro miembros, de bien de-
finidas categorías y escalafonados de acuerdo con ellas, empezaba á revolcarse
en favor de los de abajo y en perjuicio de los de arriba, como sucede siempre en
las revoluciones y hubiera estallado la sedición, de la que hubo varios conatos,
si la necesidad de buscar la tierra del plátano hartón, no fuera, por de pronto,
una aspiración común, de recíprocos enlaces.
Habiamos andado quince dias desde Juntas y aunque la distancia recorrida
apenas alcanzaba á nueve leguas, nos parecía que ya llegabamos al otro lado
del planeta.
— Dime Ipiales, tú has ido al Alpichaque por el otro lado del rio?
— No he ido sino á Santa Rosa, que queda á mano derecha como á medio dia
del [camino, tachado] Alpichaque, segun he oido decir. //
— Cuánto hay de Juntas á Santa Rosa?
— Escotero hay tres dias.
Tres dias suman veinticuatro horas de marcha, que á tres kilometros por
hora, hacen probablemente [setenta y dos, tachado] catorce leguas. Es decir que
todavía nos faltan cinco leguas? No, eso es mucho: el Alpichaque, segun enten-
demos es un puertecillo de canoas sobre un raudal, donde se desanda en tres lo
que se anda en uno. En La Cocha observamos que los remos determinan una
velocidad de 100m. por minuto. Segun esto, qué velocidad llevan las aguas del
río en el Alpichaque?
cuaderno 6 315

Mano á la cartera y á resolver [e, tachado]la siguiente ecuación:

V + 100 = 3 (V – 100); lo que da:


V = 200, para la velocidad de las aguas.

De modo que las canoas bajan con 300 metros de velocidad y suben con 100
por minuto; es decir que bajan como rayos!
— Ah! mi Formulario! Ahora sí que deploro no haber traido mis libros” La
formula de Prony nos habría dado la diferencia de nivel entre el Alpichaque y
la gran llanura de la red de aguas, donde está La Sofía. El nivel de este punto
no puede ser menor que el de Honda (240m); agregándole lo que nos dijera M.
Prony, tendriamos la altura del Alpichaque…….. Como venimos bajando con
el 1%, sabiendo que hoy estamos á 500 metros sobre el nivel del mar……
— En fin, no podemos saber cuánto nos falta para llegar al Alpichaque!
— Ipiales! Dime una cosa: cuánto gasta un peon cargado?
— A sigun[!, tachado] Si va ligero…. cinco dias y si va despacio….. seis!

1r. Caso: cinco, por ocho, por 1200mt; igual cuarta y ocho kilom.
2°. Caso: seis por ocho, por 1500; igual cincuenta kilómetros
Total: distancia de Juntas á Santa Rosa diez leguas. [Eso, tachado]

— Eso sí será, amigo: diez leguas! Hemos camina- /


do nueve; luego, cuando mas, nos falta una!
— No hay que afligirse, muchachos. Si mañana le metemos con empe-
ño, llegaremos!
— Dotor! Lo que hay es que nosotros ya no le creemos á sus cálculos!
Todo nuestro ensueño, nuestro pensamiento constante, nuestra obsesión, era
llegar al Alpichaque. Ni un palacio encantado en los cuentos de hadas produce
el mismo anhelo misterioso. Despiertos giraba nuestro pensamiento al rededor
de sus plataneras y de noche soñabamos haber llegado ya y estar en una hama-
ca fumandonos un cigarrillo, de los que hacía muchos dias que nos habiamos
privado por el retardo del cajón que se quedó en Rio verde.
En medio de este delirio alpichacuno, resultado entre otras mil circustan-
cias de nuestra extenuación, que nos causaba fiebrecita famélica, nos solia-
mos preguntar:
Y bien; qué es el Alpichaque? Qué gente vive allí? Cuantas casas hay? Que
esperanza fundada tenemos de encontrar [allí, tachado] recursos? Quién nos
asegura que las canoas no están de viaje por el Putumayo? Y los dos ó tres indios
que viven [allí, tachado] en ese puerto no es lo mas probable que tengan sus casas
del lado de Santa Rosa? Lo seguro es que vamos hacia el Suplicio de Tántalo?
316 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

En todo caso: oh! Alpichaque! Seas puerto ó portillo, solitario y sin recursos,
inhospitalario y esquivo; te deseamos la inmortalidad, y ojalá que por la fama
de estas aventuras, caiga sobre tu nombre el polvo de los siglos siempre [fresco,
tachado] brillante como [el de, tachado] sobre Roma. //

Cap. IX

El Puerto encantado.— El ideal.— La exactitud matemática.— Las Cañas del


Valle.— Uno, dos, tres kilómetros.— El Alpichaque!— La chagra.— Lo que
comimos.— Apetito y hambre.— Gracias á Dios.— El criterio de la yuca.— El
Alpichaque atras.— Los bandidos en la selva— Recoleccion del caucho.— In-
forme de un peon.— Plan para encontrar el Alpichaque.— Viene gente.— Los
víveres y los peones llegan tarde.—
Logramos con los cálculos anteriores con todas sus equis impresionistas,
levantar el ánimo agotado y nosotros mismos adquirimos la certidumbre de que
al cabo de pocos kilómetros de marcha, descifrariamos el encanto de nuestro
patrocinado puerto, de imperecedero recuerdo. A la mañana siguiente la expe-
dición recorría la tortuosa trocha á buen paso.
Vale tánto el ideal en la vida!
Nadie sintió el cansancio hasta completar [una legua, tachado] tres horas de
marcha, que los peones entienden otras tantas leguas.
— Ya ve Ud. El Alpichaque no parece! esclamaron los muchachos arrojan-
do coléricos sus bultos al suelo[!, tachado] De aquí sí no seguimos, aunque nos
muramos de hambre!
— Pero; barántula con la exactitud que quieren Udes. Darle[s, tachado] á las
matemáticas! Uno ó dos kilómetros mas ó menos no son para hacer dudar de
la ciencia, hombres de Dios!
No era el momento propicio para confortar esas almas y, aunque hemos po-
dido andar mucho mas ese día, tanto por la hora á que estábamos como porque
sentiamos poco cansancio, resolvimos acampar allí.
— Bien! Pasemos aquí la noche y llamemos este campamento de “Las Víspe-
ras”; porque los pocos kilómetros que perdemos hoy, los recuperaremos mañana.
Esa noche dirigimos la amortiguada charl- / la sobre la exhuberancia de las
tierras calientes.
— Este clima nos recuerda el del Valle del Cauca, donde, no es exageracion,
[una, tachado] las cañas de azucar alcanzan á tener diez metros de largo y son
tan gruesas como aquella palma.
— De modo que los cañaduzales parecerán guaduales?
— Casi, hombre, casi! Para meter una viga de esas al trapiche es preciso ha-
cerla cinco ó seis trazos y es necesario rajarlas á lo largo para que quepan. Pero
eso no es nada: cuanto pesará aquí un plátano?
cuaderno 6 317

— Una libra, tal vez.


— Pues entónces un plátano del Valle pesa por lo menos, media arroba.
Y qué almibar! Con un plátano bien asado, se tienta y se halla cualquier mulato
del Cauca.
— Eso dicen!
— Y las yucas! Señor, las yucas casi son tan grandes como las de la hacienda
de D. Domingo Rosero. Es que por aquí no tienen idea de lo que es la tierra ca-
liente. Verás Udes. mañana en el Alpichaque…..
Soltada la charla por ese lado, no tuvimos que animarla: [el, tachado] en la
cocina siguieron creciendo las cañas del Alpichaque, hasta que las del Valle pa-
recian canutillos de cebada.
Ya obscuras y cuando el sueño rondaba por los toldillos, salió una voz de
la cocina:
— A qué horas piensa, dotor, que llegaremos mañana al Alpichaque?
— Segun y conforme: si salimos temprano y no andamos con que por aquí
no es y por allí sí debe de ser la trocha, calculo que llegare- //
mos á medio dia; porque ya no falta nada.
Ya teniamos provisión de esperanzas para el trajín del dia siguiente.
— Bendito Dios, decía el cocinero, que ya mañana, no más carga.
Alegres tambien, hasta donde pueden estarlo los hambreados, dejamos atrás
á todo andar el Campamento de “Las Vísperas”.
Uno, dos, tres, cuatro kilómetros y nada que parecía el puerto. Ya el desaliento
cundía entre los muchachos [y en nuestro corazón, tachado], cuando la claridad
de la arboleda nos anunció un desmonte.
— El Alpichaque! El Alpichaque! gritaron los peones, al pasar una quebra-
da profunda.
En efecto, se abrió de repente el cielo y un grupo de palmeras nos presentó
el paisaje ideal de los campos de la llanura.
Eran las doce del dia.
El hambre corroía nuestras entrañas. Los muchachos [sol, tachado] arroja-
ron las maletas para volar á explorar el Campo en busca de lo que hubiera [que,
tachado] de comer. Una hora anduvieron por ahí merodeando, mientras[,, ta-
chado] nosotros, rendidos de fatiga, aguardabamos sentados sobre una piedra
del arroyo el resultado de la exploración
— Señor! quedemonos aquí: hay caña, maiz, batatas, yuca, chontaduros,
aguacates…. y á Ud. le traemos esta piña. Estamos en una Chagra!
Con verdadera voracidad nos comimos la piña y pedimos que nos trage-
ran otra. Qué bienestar tan inefable el que se experimenta al comer cuando
se siente hambre. No confunda el lector el valor de las palabras: él, que no ha
sentido sino buen apetito ante la suculenta sopa, piensa que eso / era lo que
nosotros sentiamos al devorar las piñas casi con cáscara y corazón. No! era
318 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

la mas vil de las miserias humanas; era el hambre, que aconseja el robo, el
suicidio, la antropofagia!
Satisfecha la necesidad, nos reanimamos como no habiamos vuelto á estarlo
desde que salimos de Pasto y miramos el campo, las palmeras, el cielo, donde
adivinamos la Providencia y le rendimos nuestra acción de gracias.
Una hora mas de chupar caña y comer piñas y mazorcas crudas.
Nuestro criterio era otro muy distinto del de nuestra gente: el Alpichaque,
mas que el plátano artón de doce libras, significaba la coronación de nuestras
aspiraciones en esta curiosa exploración del Caquetá. De modo que la chagra se
nos ofrecía como un medio para verificar el viaje y no como un fin. Los peones,
por el contrario, llegaron á persuadirse, á fuerza de repetírselo nosotros, que
el objeto de nuestros anteriores sacrificios era llegar donde hubiera que comer.
Por esta razón cuando les gritamos: “Muchachos, en marcha; á dormir al Alpi-
chaque” encontraron esta orden cruel, estúpida y antojadiza.
Nos impusimos en esta ocasión con la energía con que solemos hacerlo en los
grandes trances y los buenos muchachos salieron del sembrado murmurando
contra nuestra tiranía y contra nuestra imprevisión
— No sean tontos! les dijimos; este será nuestro almacen de víveres: lleven
como para comer esta noche, que mañana, ya instalados en el puerto, volverán
por una buena provisión.
Este fué realmente nuestro intento: ya habiamos calmado el hambre y el
fin del viaje estaba muy cerca, qué objeto tenía el adherirnos allí al amor de
unas yucas?
Desgraciadamente caminamos toda la tarde y //
el siguiente dia, hasta que la trocha dejó el rumbo al Sur que llevaba, se fué
separando poco á poco del rio y se internó hacia el oriente con suave giro hacia
el Norte en sus últimas curvas.
Habiamos dejado atras el Alpichaque!
Por la mañana del segundo dia, pasamos un rio bastante aguado, cuya direc-
cion, mas bien cargada al Oriente que al Sur, nos puso en sospechas de si sería
ó no afluente del Guamuez.
— Solamente que hiciera una curva de retroceso para buscar á éste ó que lo
vaya á cortar muy abajo!
Continuamos andando por la trocha unos kilómetros mas por vía de ex-
ploración y comprobamos nuestra certidumbre de que ya [la trocha, tachado]
el sendero no sería buen[a, tachado] [guía, tachado] director; pues no es obra
de los indios del Alpichaque, como habiamos creido, sino de los caucheros que
andan [h, tachado]errantes por la selva en busca del precioso arbol. Varias veces
encontramos derribados y picados á puñaladas los vigorosos señores de la Selva,
muertos á manos de codiciosos de encrucijada, [que matan, tachado] semejan-
tes á sus asesinos para robar el puñado de monedas que lleva el viajero en el
cuaderno 6 319

bolsillo, ese que en el resto de sus dias hubiera producido centenares de miles!
Nos infundió profunda tristeza esta señal de [nuestra, tachado] salvagez y si se
quiere esta depresión de [nuestro, tachado] nivel moral. No es un acto criminal
cortar una existencia productiva? No es un acto inmoral conspirar contra la obra
divina de la procreación de las especies útiles al hombre? No es una prueba de
[supino estupidez, tachado] salvaje egoismo dormir una noche bajo el rancho
que pueden utilizar otros viajeros [y, tachado] é incendiarlo después? [No es e,
tachado] para que no sirva mas? No es una torpeza crasa matar la gallina de los
huevos de oro? Pues este crimen, esta inmoralidad, esta salvajez egoista y esta
torpeza, cometen los caucheros al derribar el arbol que los [ingleses, tachado]
hombres superiores están culti- / tivando en otras partes con solícitos ciudados.
[Si tan, tachado] Siquiera [el, tachado] cada delito de derribar un arbol compen-
sara con una riqueza á cada vez que se comete. “Si mereciera la pena” El arbol
caido produce tanto como vivo y convenientemente sangrado: no se crea que
[e, tachado] la estulticie de matarlo aumenta el beneficio. Acaso la buena epoca
del derribe, como es natural, haga mas productiva la tumba; pero en el furor
de la codicia, esta [epoca, tachado] oportunidad tampoco se tiene en cuenta: no
se respeta [tampoco, tachado] ni la edad ni la [oportunidad, tachado] ocasión
— Derribemos el palo, dicen, aunque nos produzca poco; que sinó alguien
despues será el aprovechado.
En un rancho de cauchero donde estuvimos el último dia vimos derribados
cuatro hermosos arboles picados en toda su extension.
— Dime Ipiales, cuántas arrobas de caucho habrán producido estos cua-
tro arboles?
— Pues, señor, nos contesto; conozco estos árboles: son de caucho blanco;
han sido cortados en sazón y en buena época y calculo que habrán producido
una libra cada uno. Para llenar esta prensita, que está aquí, de unas treinta libras
de capacidad, han tenido que derribar en este contorno otros veinte arboles.
— Qué horror! Y por esa mezquindad han cometido semejante infamia?
Definitivamente estos son unos bandidos de menor cuantia!….. Dos arrobas
que fueran, no merecen el remordimiento que debe causar [segar, tachado] el
destruir así una fuente de riqueza nacional!
— Los grandes arboles de caucho negro, por allá abajo, sí producen hasta
dos arrobas.
Ya con fuerzas, regresamos rápidamente al rio aquel que habiamos pasado
por la mañana, poseidos de una especie de temor, por haber andado solos por
esta trocha de caucheros. //
Era hora de hacer campamento y meditabamos sentados sobre una barranca
que mira [al rio, tachado] la corriente, si sería [conveniente, tachado] acertado
bajar al dia siguiente por toda su orilla, en busca del Guamuez ó si convendría
mejor seguir el curso de la quebrada anterior, cuya direccion es satisfactoria.
320 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

— En dos jornadas, por la playa del Guamuez, una de para abajo y otra de
para arriba, le deciamos á nuestro Ayudante, habremos dado con el puerto.
— Oyó Ud. un grito allá?
— Sí; debe ser el eco del que han dado nuestros muchachos.
— No! Viene gente, dijo, levantándose alborozado.
Efectivamente, á los pocos instantes se arrojaban al rio unos seis hombres
que conducian las maletas que habiamos dejado atras, y con ellos venía el So-
brestante que nos había abandonado hacía casi dos meses!
— Traigo cebada, carne y panelas
— Ya caso no [l, tachado] las necesitamos, contestamos con desabrimiento.
Y el Alpichaque donde está?
— No sabemos. Nosotros hemos seguido las huellas de Udes. y los peones
que conocen dijeron que hoy los alcanzariamos allá.
— Y trae Ud. un buen cargamento de esos tres artículos que tánto lo ha de-
morado…?… y los peones hasta cuando están contratados?
— Alimentos vienen ya muy pocos y los peones terminan su contrato y re-
gresan, pasado manana.
— Muy bien! Vivan los contratistas! /

Cap. X[I, tachado]

El encanto del puerto.— Los exploradores de Canaan.— Dormido.— Los


cuernos de oro.— 1000 cazadores y 100.000 lebreles.— Como el huracán.— Lo
que ven los penitentes.— El príncipe.— La sabia distribucion de tiempo.—
No hay tal puerto.— La picardia de los catambucos.— Su perversidad.— Su
codicia.— Su pereza.— El contra de aquella brivonada.— No hay orilla.— Fal-
taban pocos kilómetros.— Otra vez el espectáculo.— La nutria.— El princi-
pe Alpichaque.—
Para nosotros, los empaques untados de sustancia revenida, gelatinosa ó
[engrudosa, tachado] como engrudo de los comestibles, ya en descomposición,
que salieron de Pasto hace mas de [cuarenta, tachado] treinta dias: 70 libras
de menjurje! Para ellos traian los cargueros, además de sus víveres, secos, pa-
vas, venados, puercos monteces, monos y ardillas, ora en salazón, ora frescas
presas, acabadas de cazar, calientes todavía bajo sus pieles. Nos parecía que
ellos, como en los tiempos bíblicos eran, y no nosotros, lo exploradores de la
tierra de promision. Agobiado bajo el peso de un hermoso siervo que todavía
parecía implorar clemencia con sus ojos tristes y turbios, pasó el rio el último
peon retrasado.
Bajo esta [última, tachado] postrera impresión, á la hora de las tristezas del
día, entramos á nuestra tienda, á seguir meditando cómo daríamos con el Al-
pichaque en esta inmensidad de la Selva amazónica.
cuaderno 6 321

Piadoso el sueño cerró nuestros párpados; pero la inquietud del alma se


sobreponía á la fatiga del enflaquecido cuerpo, y soñamos…… que habiamos
dado con el Alpichaque!
Pero el tal [no era un puerto sino era, tachado] se aparecio como un ciervo
de [cascos, tachado] pezuñas y cuernos de oro, que brillaban al sol en su rauda
carrera. Teniamos á nuestras ordenes, para aprehender al bruto, un millar de
cazadores, alegres, obedientes, ágiles y avesados. //
Militarmente, á toques de corneta, se dispuso la partida: aquella organización
era maravillosa. Casi sin hablar, con un ligero movimiento apenas, se ponian en
ejecución nuestros pensamientos.
Por centenares de miles se contaban los galgos que batian el inmenso campo
de la corrida.
Los cazadores y los perros formaban una línea de ataque, de eficacia inde-
fectible, que se agitaba con regularidad y en ondulaciones breves: Ora corría
sinuosa como una cierpe, ora se fraccionaba en agilísimos fragmentos que
volvian á unirse para hacer una circumbalacion, y el grito de los cazadores y el
ladrido de los perros producían en la estension de la selva una música llena de
magestuosas y alegres tonalidades.
No habiamos podido comprender [hasta ahora, tachado] antes el placer de la
caza, que alegra hasta la locura á los hijos de Diana. Tienen razón los cazadores:
aquello es el placer de los dioses!
Apesar de tan flamantes circustancias, la partida con sus mil incidentes, que
sería monótono reproducir aquí, se prolongaba con aquella persistencia, enojosa
al cabo, de los delirios.
A punto de cerrar el círculo, pasaba la res como un huracán por el único y
estrecho punto franqueable; pero, casi instántaneamente, volvía con rapidez
vertiginosa, superior á la del [la presa, tachado] venado, á formarse el cerco que
lo envolvía mas adelante. Las mas opuestas emociones se alborolaban en nuestra
alma: el placer infinito, la angustia y el desaliento mantenian en nuestro sistema
nervioso una agitación convulsiva.
Por último, un cazador se nos acercó cauteloso y nos dijo al oido:
— No será esto el diablo? Así dicen que lo han visto los penitentes! /
— Silencio! No vayan tus superticiones á difundir el desaliento y el páni-
co en [á, tachado] nuestra gente! Ignoras, acaso, que ese ciervo es el Alpicha-
que encantado?
— Y quien es el Alpichaque?
— El principe [dueño, tachado] dueño y guardian de toda esta inmensidad!
Nobstante haber sucedido este diálogo en voz muy baja, lo oyeron los caza-
dores y, aterrorizados, se dispersaron en la selva. El grito de la desesperación
que nos arrancó este último infortunio en nuestra empresa, nos despertó, para
no poder dormir mas en toda la noche.
322 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

“¿No podría salir de este asunto del príncipe encantado un bonito cuento para
nuestro libro, que concurra á pintar el estado de ánimo en que estamos,: [sic]
perdidos en esta selva, sin peones ni víveres, en busca del puerto que creemos
salvador, no solo de nuestra reputación de exploradores, sino de nuestra vida y
las de nuestros compañeros?”
[“Hay que darle al príncipe la forma clásica de las leyendas”, seguiamos pen-
sando en el desvelo, “aletas trasparentes, carro de oro, tirado por cisnes y delfines,
con riendas de hilos de luz”….. “Ah! Quien tuviera la inventiva sutil de Ruben
Darío”, tachado]
“Pero la situación no está para rubendariacas! No tenemos víveres, no hemos
dado con este esquivo y acaso tan mentiroso puerto como es mentiroso [el, ta-
chado] volcan el Patascoy, y solo contamos con peones para dos dias discutibles.”
“En todo caso, haya ó no puerto, es preciso salir á la vega del rio para bus-
carlo ó habilitarlo.”
“Aprovechemos los instantes: un dia de los peones á traer víveres de la [chagra,
tachado] sementera abandonada y el otro á llevar nuestras maletas ála playa.” //
[al margen izquierdo: (x) “Entonces, de dónde he sacado yo toda esta historia
del puerto del Alpichaque? Estaré loco?” pensamos con perplejidad. Las pasa-
das aventuras nos habian debilitado hasta la certidumbre de los conocimien-
tos anteriores!”]
Eso pensamos y esto resolvimos en el desvelo.
— Tú qué haces aquí, metido en el rancho, como una hembra en dieta! le
gritamos coléricos á un peon que violó nuestra orden de ir á traer yucas.
— Señor; es que estoy malo!
— Qué tienes? le preguntamos, ya en tono amistoso.
— Vea, señor; nos contestó, mostrándonos la espalda llagada. [Le había, ta-
chado] Una picada de zancudo [y, tachado] le había hecho un nuche y sobre eso
había cargado todos los dias!
— Te daremos un remedio. Eres cauchero? Has andado por aquí? Conoces
el Alpichaque?
— Sí, patrón, soy cauchero; pero no he andado por aquí sino una chulla vez.
Todo esto se llamaba entonces el Alpichaque.
— Y el puerto dónde queda? hay chagras? hay indios?
— Por aquí no hay ningun puerto. Allá, arribota, cuando se cauchaba por
aquí, había un charco, por donde pasaban á Santa Rosa. De resto, el rio corre
encajonado entre dos peñas.
Este fué el primer [Informe, tachado] dato testimonial que tuvimos del
Alpichaque.
— Y en ese charco, en las orillas, vivía alguien y había canoas?
— No señor. El charco servía para pasar en balsa y nadie tenía habitacio-
nes por allí.
cuaderno 6 323

— Está bien! Que te pongan en eso, tabaco mascado; que [eso, tachado] es
buen[o, tachado] remedio para que se salga el nuche
(x) Al dia siguiente regresaron los peones con diez yucas y [una, tachado]
media cuartilla de maiz. Habian empleado dia y medio en recorrer cinco kiló-
metros, en recolectar y dejar allá provisión para abundar en la que tenian y en
burlarse de nuestra desesperada situación.
— Por qué tardaron Udes tánto y trageron tan poco? /
— Señor, porque a chagra está legisísimos y porque no hay casi nada en ella:
los loros, los micos y las hormigas, señor, son por aquí los peores enemigos de
las siembritas de uno.
— Pues, qué se va á hacer! Ahí tienen Udes las maletas listas; se ha hecho
muy tarde: anden ligero, por el amor de Dios!
— A lo cansados que venimos, seguir cargando? Nuestro contrato se
terminó desde ayer y nos [c, tachado] vamos. Bien aburridos que estamos
de esto!
— Vamos, muchachos, por favor! Tengan Udes piedad de nosotros! No es ya
sino un rato mas de trabajo. No vayan á cometer la crueldad de abandonarnos
enmedio de la montaña, como hicieron los de la otra cuadrilla. Miren que, por
causa de eso, ibamos sucumbiendo en esta trocha. Udes no nos han servido de
nada, por [fe, tachado] venir de cazadores: hágannos este único servicio y que-
daremos tan agradecidos como si los treinta dias de su contrato nos los hubieran
servido debalde.
— Si nos dan panela, compadezcamonos de este pobre dotor y sirvámosle
en eso, dijo alguno.
— Es justo, contestamos, que se les den algunas panelas: no [se, tachado] les
[darán, tachado] daremos sino [una, tachado] tres porque estamos [muy, tacha-
do] escasos y nos van á faltar.
— Este bulto tan grande y tan pesado no lo puedo llevar yo, dijo el caporal,
mozo atlético que hubiera cargado el doble en otras circustancias.
— Es el mismo que ha venido trayendo [ay, tachado] hasta aquí mi pobre
cocinero, que ya no tiene fuerzas para matar un piojo! Y un mozo robusto, va-
liente y bien comido se queja!
— Es que yo no tengo obligacion y si lo llevo es por lástima!
— Por la misma razón, hombre! los favores no se regatean. //
Mientras los peones discutian y escatimaban indignamente el primero y
único servicio que nos iban á prestar, acaso para empeorar nuestra situacion,
nos acercamos al Ayudante y le dijimos al oido:
— He dejado al cocinero sin carga, para que vaya, ya que es hombre de nues-
tro afecto, junto con el Sobrestante, hasta la chagra y se traigan algo de lo que
tienen allá prevenido estos brivones: arregle Ud. la marcha con disimulo.
324 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

— Todo! nos contestó el avisado subalterno. Lo que no puedan traer, que


lo dejen escondido, para volver: es una idea magnífica. Esos víveres pueden
sustentarnos entre las dos peñas del rio, mientras vienen de Pasto á sacarnos.
— Eso de las peñas son cuentos de esta canalla, [por, tachado] para inti-
midarnos!
— Dicen tambien que materialmente no hay orilla donde hacer campamento.
— Allá veremos! Despache aquello.
Los minutos se nos hacian horas, porque temiamos que [los, tachado] estos
cargueros habituados á la perversidad, se arrepintieran de un momento á otro
de prestarnos un servicio. Pocos instantes de tan anhelosa angustia hemos
pasado en la vida como los que se emplearon en cargar. Al cabo estuvimos en
marcha. Los pocos kilómetros que nos separaban de rio se anduvieron en me-
nos de una hora.
— Dónde están las peñas, amigo, le preguntamos al del nuche en la espalda.
Te hiciste el remedio?
Habiamos pisado el plano interminable de la llanura, donde no solo cabe
una tolda, sino las toldas de todo un continente!
Atónitos contemplabamos á la orilla del rio ese conjunto tan simple y tan bello
del cielo confundido con el horizonte: [arriba escrito: nos cubría], completa, la
media esfera de las estrellas! Respirabamos embelezados este aire / de libertad
grandiosa, donde nada muestra sus confines. Avidos de luz, despues de muchos
dias de la media tinta verde de las tupidas arboledas, experimentabamos en todo
nuestro [ser, tachado] organismo el benéfico poder de esta energia fotoquímica,
aquí, “donde cae el sol á plomo”.
De improviso interrumpe nuestro embelezo el grito alarmante de un peon:
— La carbina! Una nutria!
— Dónde? Dónde está ese animal?
— Allí, patrón, detras de aquellas piedras de la punta de la isla.
En realidad: asomaba y se escondia una bola negra en parte y rojiza hasta
los ojos. Se nos ocurrió que sería un castor ó una foca. Era inoficioso hacer el
tiro, pues estaba del otro lado del rio y quién [ni como, tachado] podía pasar á
recojerla? Pero queriamos conocer la nutria y no la perdiamos de vista. [Será
esta foca en encanto del puerto?, tachado]
De pronto se irguió y [asomó, tachado] apareció, de medio cuerpo un [indio,
tachado] hombre, que estaba pescando.
— Un indio! Un indio!
Corrió la voz [arriba escrito: en el campamento] y todos salieron á la playa.
El indio miró con alguna indiferencia á sus espectadores y siguió en [su,
tachado] el oficio haciendo [su, tachado] el papel de nutria. La parte negra de la
bola era el cabello, la parte rojiza era la frente, untada de barniz como el resto
del rostro.
cuaderno 6 325

Todos le gritamos y él salió hasta la orilla opuesta. Buena estatura, bien muscu-
lado y de camisa sin mangas, caida hasta las rodillas y atada á la cintura por el
cordon del machete.
Correspondió á nuestro llamamiento haciendo señas de que vendría
— “Ese es el príncipe encantado del Alpichaqué, que nos hacía falta para
el cuento!” //

3ª. Parte
Los Salvajes
Cap. [XII, tachado] I

El indio de cuerpo entero.— Preliminares.— Las ideas estéticas generadoras de


la sociología.— Correlacion entre el suelo y sus habitantes.— El espectáculo de
la gran llanura y los sentimientos filantrópico[s, tachado] y religioso.— Quié-
nes viven en ella?— Cuándo principiaremos el estudio de los indios?— Prepa-
rativos para recibir el primero.— Trae Ud. guantes?— Los hombres se dejan
engañar.— Nos cojio desprevenidos.— Su retrato.— Sabe castellano!— Su vi-
da.— Sus ideas.— Sus achaques.— Su importancia.— Su estado comparativo
de civilizacion.—
Fervientes enamorados del paisage, solemos quedarnos alelados ante un
cuadro de boscage tocado por la luna, que no llamaría la atención de un pintor,
ó ante una barranca pedregosa que rompe verticalmente con sus acantilados
las ondas del lago y los celages de la tarde; barranca, lago y celages que hablan
un lenguaje ininteligible, y boscage plateado, [que in, tachado] verdaderamente
psicológico, que infunde una emocion de algo vago [que, tachado] necesario
á la felicidad. Qué hablan las cosas entre sí para producir ese concierto silen-
cioso para el oido y lleno de armonías para el espíritu? Dónde está la potencia
inductiva de la Naturaleza, que en ciertos conjuntos sugiere determinadas
[y, tachado] ideas y analogos sentimientos? “La tarde está triste; la mañana
está festiva; lo bello del paisaje [vigoriza el, tachado] [arriba escrito: exita los]
músculos”: esto dice un pueblo entero, cada cual en su casa, sin ponerse de
acuerdo. Corre acaso por la superficie impresionista de las cosas una esencia
inteligente, que ejerce en todos los hombres las mismas ideas y emociones, en
veces de un orden tan trascendental y complejo que hacer [buscar á, tachado]
creer en un Dios omnipresente? O bien; es que hay en el organismo humano
una fibra que se conmueve de un modo especial ante cada cosa y ante cada una
de sus infinitas combinaciones, para llevar al cerebro la universalidad de las
sugestiones naturales en número tambien casi infinito? [Que, tachado] [arriba
escrito: Es igual que sea objetiva ó subjetiva] esta potencia inductiva de las ideas
326 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

estéticas universales, generadoras á su turno de / variadísimas y comunes no-


ciones del orden científico, moral, religioso y artístico.
Satisface á nuestro propósito hacer notar simplemente la correlación entre
los aspectos del paisage y las ideas de los hombres que los observan. Aunque es
materia para un libro de Psicología geográfica, se nos ocurre enlazar aquella co-
rrelación momentánea con el caso de un espectáculo perpetuo, para esplicarnos
la índole, el temperamento político, la religiosidad en cierta forma, las aficio-
nes y, si posible fuera, hasta los vicios y virtudes comunes á todos los pueblos
sometidos á una misma influencia monótona de un paisaje [perpetuo, tachado]
invariable. La íntima concordancia entre las circustancias geográficas y socio-
lógicas de los pueblos, no puede revocarse á duda. La índole áspera de los hijos
de la montaña hace contraste, en efecto, con la generosa índole de los hijos de
la llanura; la credulidad superticiosa de aquéllos con la libertad de espíritu
de éstos; el temperamento poético de los unos con la [ipología, tachado] psicolo-
gía exacta y las aptitudes científicas de los otros; la movilidad de sentimientos y
variedad de aficiones de los [primeros, tachado] segundos con la lentitud y per-
sistencia modal de los [segundos, tachado] primeros; el espíritu de obediencia
[de, tachado] y amor al orden de aquellos, con el amor al derecho y el espíritu de
independencia de éstos, y por último la pasionalidad en los vicios y virtudes de
los hombres del llano, con la premeditacion interesada [de, tachado] en los deli-
tos y las concientes y abnegadas virtudes [que adornan, tachado] del hombre de
la cordillera.
En estas ideas divagaba nuestro espíritu, á la hora del crepúsculo, con la mi-
rada perdida en el confin vago de la llanura, confundido en la línea indecisa del
horizonte, [de, tachado] donde se apoya la bóveda de un firmamento azul. Qué
magnificencia de espectáculo! Ante él la vida [parece amable, porque, tachado]
se comprende como un don y se sien- [sic] el deseo de servir á los hombres, pr.
qe. se olvidan sus mezquindades [de los hombres y se //
levanta, tachado] y de lo íntimo del corazón se levanta, no una oración de-
finida, sino una especie de perfume inefable que [sube hasta, tachado] se dirige
hacia el Creador de tan imponderable y grandioso escenario. Las espirales de
este álito de amor divino, como las del humo de la choza, giran en el espacio y,
como si carecieran del aliento de una plagaria propicia, vuelven hacia la tierra
y se difunden en la planicie inmensa. Allí, bajo esa arboleda, á la orilla de estos
canales que se entre cruzan como una red, viven los hijos de la naturaleza, la
vida de la libertad, bajo la mirada de la Providencia.
Cuántos son los millares de indios que gozan perpetuamente de este espec-
táculo imponderable de belleza y libertad, al amparo directo del Dios del amor
y las misericordias? Por disposición de esta mano protectora de sus criaturas,
los [blancos, tachado] civilizadores, los conquistadores, los evangelizadores, no
han podido contarlos durante cuatro largas centurias.
cuaderno 6 327

Cómo son y cómo viven estos hijos de Dios?


— Mañana principiaremos á averiguarlo: el indio del Alpichaque ha pro-
metido venir.
Para curar este capítulo del estado magistral que va tomando, tan contrario
al sistema bucólico y jugetón del escritor ameno, nos permitimos bajar al suelo
de las cosas que suceden, para contar los preparativos que pensamos hacer, á
fin de recibir al indio dignamente.
— Ud. trae guantes?
— Sí: unos viejos, contra el mosquito; pero están muy feos.
— Póngaselos; porque conviene que el indio lleve á sus hermanos la noticia
de que ha visto un personage.
Ah! Pues entonces me pondré mi payama roja, mi [sol, tachado] palelot
impermeable, mi cachucha de panadero y mis botas! No olvidaré cruzarme /
tambien mis instrumentos y mis armas!
— No ve Ud. cómo los reyes y los pontífices se visten de un modo extraordi-
nario, para impresionar á los demás hombres y hacerles creer que son superiores
á ellos y de misión providencial?
— Tiene Ud. razón: á los hombres, sean civilizados ó salvages, se les puede
engañar siempre con el mismo viejo y gastado artificio. Pero yo no deseo pasar,
ni siquiera entre los segundos, como hombre extraordinario; porque eso me
obligaría á vivir de la farsa, y la farsa impone tambien deberes de hipocrecía,
muy difíciles de cumplir por los hombres de bien.
— Sería curioso ver á este indio postergado ante Ud. como hijo del Sol,
por ejemplo!
— No crea eso; Ud. verá como este hijo de la pampa es superior á la idea que
en Colombia tenemos de ellos.
[Estábamos afeitandonos, para aparecer simplemente, en los honores del in-
do, como un amigo de la verdad con la cara limpia, cuando se presentó, tachado]
Estabamos afeitandonos en honor del indio, para aparecer simplemente
con la cara limpia, como cualquier amigo de la verdad, cuando se presentó en
el campamento de [repente, tachado] pronto. Se detuvo un instante al llegar al
limpio, durante el cual lo examinamos de conjunto. La magestad salvage que
exhibió en este breve momento fue suficiente para formarnos de él una buena
idea, diferentísima por supuesto de la que se formaron los demas. Camisa lim-
pia, gargantillas en gran número y de diferentes especies de pepas y colmillos
le cubrian el pecho, y á atado á la cintura su machete: [disna ceñido, el, tachado]
tal era su vestido. La estatura es elevada, su musculatura robusta y bien propor-
cionada, su fisonomía cubierta de brillante barniz ro- //
jo [era, tachado] es casi hermosa por la regularidad de sus facciones y la
espresión atrevida y franca [de su apostura, tachado]. Usa bien recortado el
pelo á usansa europea. El aspecto de este [rey, tachado] señor de la selva se nos
328 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

antojó magistral, á modo de sacerdote de alguna religion druídica. El estuvo


correcto en su endumentaria; á nosotros nos sorprendio desgolletados y con la
mas dejativa [neg, tachado] vestimenta de que puede hacer uso en su toilete un
solteron en el desierto.
— “Ooorías!” dijo y se acercó, estendiendonos franca y amistosamente
la mano.
— Buenos dias! Contestamos todos
— Sabe castellano! esclamaron admirados los peones y lo rodearon á darle
la mano y á hacerle un cúmulo de preguntas que interrumpieron y echaron á
perder el ceremonial de la entrevista.
— Cristiano?
— Si, cristiano, agua.
— Cómo llamando?
— Basilio, llamando. sí.
— Mujer teniendo?
— No; mamá y hermana, teniendo. [sí, tachado]
— Pasando rio, pagando, Santa Rosa? preguntamos nosotros por el mismo
sistema imitativo que lo hacian los peones.
Nada contestó: no había comprendido.
— Chingando río, mio parejo tuyo, pagando? corrigió alguno.
— Pagando? Canoachica: paseando playa, cojiendo peje- Santarosa,
canoa grande.
— “Este[s, tachado] chingando, parejo tuyo, Santa Rosa”. le replicamos mos-
trando al sobrestante para que viera que se trataba de uno solo.
— Ah! Sí! Mañana componiendo chicha, otro mañana paseando, otro ma-
ñana soñando playa, otro mañana fuendo.
— “Que mañana tiene que hacer su chicha para el viaje; despues tiene que
salir al rio á pescar; al tercero dia, dormirá en la playa, para emprender viaje al
cuarto dia”; es lo que quiere decir, nos interpretó un peon. /
[al margen izquierdo: (x) “En los rios con su canoita que él solo maneja con
maestría. He ahí el señor de la Selva!”, tachado]
Con unos pocos gerundios en castellano logramos acordar, pues, el paso á
Santa Rosa, donde dice Basilio que viven otros indios dueños de canoas gran-
des en las que podemos bajar el rio Guamuez. El indio vino á ser de este modo
la llave da llanura.
Satisfecha la curiosidad de los peones, nos dejaron conversar con nuestro
hombre. A fuerza de gerundios y de ademanes, supimos por él que tiene su
[vivienda, tachado] choza en la misma banda del rio y no muy lejos de nuestro
campamento, donde vive con su madre y su hermana. Pesca, pasea, suena en
las playas; se mueve en todas direcciones en el bosque con ayuda de su machete
y del sentido de orientacion en virtud del cual, este laberinto, donde nosotros
cuaderno 6 329

nos perdiamos al caminar diez metros sin brújula, él lo recorre de dia y de


noche como si fuera el huerto de su casa. = (x) Le dijimos que eramos Inge-
nieros, mandados por el Presidente Bogotá, para ver los rios y hacer camino
á Pasto.
— “Umjú!”…. dijo y se quedó un momento pensativo. Comprendimos por
esta intergeccion gutural y por el momentáneo malestar que creimos notarle,
que, vagamente, de un modo seguramente indefinido, adivinó ó presintió en
nosotros un enemigo de su vida, [que, tachado] de su casa y de su felicidad, en-
cerrados estos conceptos en la bendita libertad de la selva.
Es muy preguntador, tuvimos que mostrarle y esplicarle el reloj y algunas
otras cosas. Nos conversó mucho, haciendo él esfuerzos inútiles para darse á
entender, sobre los rios y los indios (hermanos) de por allá abajo; cosas de que no
pudimos darnos cuenta. En ciertos instantes de su intrincado relato hacía escla-
maciones sumamente expresivas de sorpresa, de terror, de alegría y se reía y como
que nos preguntaba con mirada muy inteligente qué opinabamos de todo eso.
Pronto miró en la inmediata cocina unas yucas:
— Yuca, traendo, chagra?
— Sí, yuca que mandamos traer de la labranza
— Umjú….. //
En esta segunda vez la intergeccion gutural significaba á no dudarlo:
“Estos son los civilizados, los fundadores, los proclamadores, los defensores
del derecho de propiedad como piedra angular de toda sociedad y de todo
derecho?… Umjú!!!”
— Las traendo, comprando; agregamos.
— Umjú! repitió por tercera vez…….
Aquello fué un careo entre la pureza virginal de la selva y la corrompida
dama que llaman Sociedad!
La segunda habia dicho [=, tachado] — “Yo soy el derecho de propiedad,
genitor de las civilizaciones modernas!”
La primera le contestó:
— “Yo soy la Libertad única madre de todos los derechos!”
— “Relacionemos estas dos diosas de los hombres por medio de un camino”
habia dicho el progreso y el indio había contestado:
— “Umjú!”….
Quisimos tomar una fotografía de Basilio; pero no permanece quieto un
segundo, en la tarea de mirar á todas partes y espantarse los moscos. Hubiera
sido preciso contar con su beneplácito y era imposible darle á entender la cosa.
Al cabo de un rato de visita nos pidió un remedio para la cabeza.
— No le crea, nos dijeron los peones, es costumbre: lo que quiere es
Agua Florida.
— Sí, agua florida, repitió Basilio.
330 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Empapamos un trapo en ese perfume y se lo entregamos: lo Aspiró con de-


leite y se frotó la frente los brazos y las piernas. Iba á untarse tambien en los pies,
porque, decia, tenía dolor; pero, examinado el caso, resultó con una herida de
espina, que requería linimento veneciano, segun dijo el [med, tachado] Ayudante,
que ejerce tambien las funciones de médico de la Expedición.
Estiró el pie con la misma donosura con / que hubiera dado la mano para
despedirse y se solazaba de que uno de nosotros, de rodillas ante él le ungiera
esos pies de cortos y desplegados dedos. “Estos necesitan de mí y yo no necesito
de ellos, parecia pensar; que me sirvan y me regalen, ya que aquí soy el amo!”
Le dimos sal y una botella vacia:
— No! Con Agua Florida, dijo.
Se le llenó de solución de perfume.
— Me voy! dijo y salió por donde mismo habia entrado sin decir adios ni
mirar atras.
— Qué opina Ud. del indio? nos preguntó el Ayudante [s, tachado] al
dia siguiente.
— Que es mas civilizado que [los que viven en el Valle de Atris, tachado]
muchos que se creen tales y que no lo cambiaría por todos los catambucos de
las cuadrillas traidoras! //

Cap. [XIII, tachado] ][ [sic]

Los tres Robinssons.— Los verdaderos signos de la civilización.— Se huyó el coci-


nero.— Lista y organización.— Las faenas.— La tarea del pensamiento.— Triste-
za.— La fiebre!— [Juzgado por un Tribunal— El castigo., tachado]— Busquemos
al indio.— El enviado se tarda.— Son las siete de la noche.— Congeturas.— Co-
mo una danta.— Qué dice el indio?— Nuevo plazo.— Vámonos en balsa?
— Cómo así? No comprendo por qué, un salvage desnudo adornado con col-
millos de culebra y pintada la cara, puede ser mas civilizado que los que andan
vestidos, saben un idioma rico en vocablos y creen en una religion [que aconseja
el, tachado] consejera del amor de Dios y del prójimo!
— Si el vestido representa el sentimiento elevado del pudor ó del arte; si el
lenguage sirve para expresar y recibir ideas altamente complejas en el orden
científico, y si la religión sirve para levantar el alma hasta Dios y para [prodigar,
tachado] ser esclavo del bien, no hay duda de que quien posea estos tres medios
de manifestarse en el orden estetico, en el campo de la verdad y en la fecunda
atmósfera de la moral, será un hombre civilizado. Pero yo dudo ó mejor dicho,
puedo demostrarle á Ud. que los indios [arriba escrito: mis paisanos, tachado]
de la altiplanicie [arriba escrito: en general] no comprenden lo bello, son com-
pletamente ignorantes y estúpidos y están en un nivel moral apenas superior al
de los animales!
cuaderno 6 331

Todo esto podiamos decirlo sin cuidado, porque los catambucos se habian
marchado hacía una hora y no podian oirnos.
Hubieramos continuado nuestra antropológica conferencia, si un incidente
importantísimo no nos hubiera ahorrado ese trabajo.
— Hace rato que no veo al cocinero: se habrá fugado, dejandonos en el mas
absoluto desamparo?…….. /
— Nada tendria de raro: es un indio de Anganoy, que toca clarinete en la
“Banda vieja” de Pasto.
Se le llamó á grandes gritos, se le buscó en las inmediaciones y, para des-
engaño final, no se encontró en el Campamento su maleta. El infiel cocinero,
rompió su contrato, olvidó su deber, maldijo del afecto que parecía dispensarnos
y tomó las del Viblu Diego.
— He ahí para qué les sirven á los indios de la altiplanicie el vestido, la
lengua de Servantes y la religión de la Caridad: para dejar á perecer en la so-
ledad el desierto á tres hombres, que han sido sus amigos, [pero que no son
de su raza!., tachado]
— Y bien; qué hacemos ahora? La situacion se complica! [horriblemente!,
tachado]
— [Nada!, tachado] En primer lugar llamemos lista, para ver cuántos somos
y cuántos quedamos; en segundo lugar, [arriba: hagamos] conformidad que, co-
mo decía Ipiales, [que era, tachado] es el secreto de la ventura, y en tercer lugar,
organicemonos.
Lista de los miembros de la Espedicion, á treinta y dos leguas de Pasto, y
ejemplos que ejercen:
1 Un Sobrestante sin peones, [que, tachado] el cual se encargará dela [manejo
interior, tachado] cocina, servicio de postas, consecución de leña, agua, pro-
visiones etc.
2 Un Segundo Ayudante, quien se encargará de la despensa, de las construc-
ciones, de la direccion de la casa y demas cosas que vayan ocurriendo; y
3 Un Ingeniero Director, [que se, tachado] encargado de pensar cómo sal-
dremos á la otra punta y de llevar[á, tachado] la minuta de los sucesos; sin
perjuicio de servir de Ayudante á los anteriores y de reemplazarlos en caso
de falta temporal ó definitiva
Distribuidas así las cosas, cada cual entró contento á ejercer las funciones
de su nuevo empleo; se hizo un famoso almuerzo con yuca, plátano y pescado
fresco, con [que el indio, tachado] el cual tuvo el indio la amabilidad de obse-
quiarnos, y reimos, bromeamos y nos olvidamos del cocinero infiel.
Todos trabajaban permanentemente: porque el //
trajin de una casa en la selva da mucho que hacer. Va á llover: es preciso
construir un cobertizo para la cocina; porque, sinó, la candela se apaga y cuesta
triunfo volver á encenderla. Salen los Robinson al campo, cortan varas, bejucos
332 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

y hoja de palma y vuelven á construir un rancho de “rabo de gallo” [que,


tachado] no [se, tachado] terminado oportunamente y la candela se apagó.
A prender nuevamente la [candela, tachado] hoguera y á terminar ó reformar
el rancho: mas varas, mas bejucos, mas palmicha. A hacer la comida, [que,
tachado] pues ya casi es de noche: [el, tachado] trasiego de cajones y bultos; el
despensero se mueve de la repostería á la despensa, de la despensa al fogon, del
fogon á la quebrada; suenan los platos, el hacha en el monte y el chisporroteo
de la leña; el humo lo invade todo, los ojos lagrimen, las marmitas hierven y,
despues de mil aulagas, empieza á difundirse por el ambiente un delicioso olor
á guiso, capaz de atraer los tigres! Luego, sigue el lavar y fregar ollas y platos,
para dejar todo en orden. “[que, tachado] pues con el prófugo andaban siempre
las cosas manga por hombro”.
— Mañana tenemos [que, tachado] necesidad de construir un aparador para
las cosas.
— Y una barbacoa[,, tachado] bajo el rancho, para trabajar con comodidad
— Y [hay que, tachado] debemos sacar al sol los equipos [que, tachado] pues
vienen mohosos
— Y….. amanecerá y veremos. [, pues la obra enseña., tachado]
Los otros trabajaban y no permitian que el Notario hiciera otra cosa que
pensar y pensar:
— Valiente tarea la que Udes me han dejado: hacer girar el molino sin trigo!
Cualquiera creería que andabamos de vagos, cuando nos paseabamos las
horas enteras en la playa, cuando nos recargabamos sobre un tronco con
las quijadas entre las manos y cuando suspirábamos á media noche bajo el
toldillo. Qué haciamos? Pensabamos! /
Sería mucha ingenuidad y muy laborioso consignar todo lo que iba pro-
duciendo ese molino permanente del pensamiento de un [pensador, tachado]
soñador en la selva. Por allí pasaban sistemas de gobierno, métodos científicos,
artes industriales, crítica social, planes de colonización, proyectos de libros con
índices completos, [la historia y el porvenir,, tachado] cuentos de hadas, cuentos
de amor, la teoría psicológica de las pasiones, inventos sorprendentes, [el órgano
luminoso, tachado] y, sobre todo, la teoría científica de reducción de los indios
á la vida civilizada, que venía imponiéndose como indispensable en este libro.
Tambien pensábamos en nuestra situación. El rio, todavía bravío, inter-
puesto entre nosotros y el único lugar de recursos, por una parte; por detrás,
32 leguas de una trocha horrible; la suspensión en el envío de víveres; nuestra
suerte á merced de un indio suspicaz y sin compromisos seguros. Pensabamos
en el “manana, oto manana, oto manana”, indefinidos del que era nuestra tabla
única de salvacion. Quién nos asegura que los indios, dueños de canoas en Santa
Rosa, las tengan en este rio? No es lo natural que estén en aguas del San Miguel?
lo que nos obligaría á verificar sin cargeros y sin víveres la travesía por tierra de
cuaderno 6 333

rio á rio y salir al Putumayo infinidad de tiempo despues y cortarlo muy abajo
sin acabar de formar idea de la navegación del Guamuez hasta La Sofía?
Por último, pensa[ba, tachado]mos….. porqué no confesarlo? acaso el lector
no ha amado?…. pensabamos en nuestro hogar querido!
Cuánta alarma va á producir en nuestra casa el saber que nos quedamos á la
orilla de un río torrentoso, enmedio de la selva desierta, con unas pocas yucas
robadas [arriba escrito: por todo almacen,] sin un peon y que, además, nos trai-
cionó el cocinero y page de nuestra confianza íntima! Esto es lo que nos hace
suspirar á media noche bajo el toldillo: la congoja, [de, tachado] y las lágrimas
que se van á derramar [las perso, tachado] en nuestra tran- //
quila y hasta ahora risueña casita.
Por último pensabamos en que nuestra persona va perdiendo la salud, mi-
nando el organismo por la mala alimentacion, los miasmas, la humedad per-
manente y, sobre todo, por las contrariedades. Una fiebrecita constante nos hace
perder diariamente la fuerza física y la energía moral.
Sometidos, seguramente, los dos compañeros á análogas influencias,—
despues del primer dia de vida de anacoretas, [en, tachado] durante el cual,
la novedad los mantuvo de buen humor, han caido en una apatía desoladora.
No hablan sino lo menester; no rien, no bromean: un silencio conventual reina
en la choza; cada cual hace su oficio con seño triste!
En tales condiciones, algo como la desesperanza asoma la mustia cabeza por
la empalizada, y la lluvia ó el sol ó la luna traen consigo un hálito de profunda
melancolía. Largas horas pasamos bajo el toldillo quemados por la fiebre sin que
venga á templar el alma una palabra consoladora ó cariñosa, [Seguramente en
la conciencia de los compañeros se ha levantado un Tribunal para llamarnos á
juicio y se nos hace responsables de la situación. Por fortuna nuestra triste situa-
ción los desarma y no nos recriminan., tachado] á que nuestro temperamento
es tan adicto.—
Trascurridos tres dias del plazo fijado por Basilio para hacer el viaje á Santa
Rosa, mandamos al Sobrestante á su rancho, para que acordara la hora de par-
tir al dia siguiente. Trascurrió el dia completo y ya venía la noche y el enviado
no regresaba.
— Que puede ser? No [lo, tachado] habrá encontrado la choza? Lo convida-
ría el indio á pasear y lo ha entretenido? Habrá tenido algun contratiempo fatal
en el camino? Habrá resuelto pernoctar por allá?
La angustia empezaba á punzarnos el alma con la idea de que habiamos
perdido probablemente otro compañero mas Ya [sic] las sombras invadian el
bosque: imposible el regreso.
— Estuvieron de paseo, llegaron tarde y el indio le ha / ofrecido abrigo en su
casa! Vaya, no hay mas! Qué impertinente pesimismo!
— Son las siete!….. dijo en tono desencantado el Ayudante.
334 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

— Sí, son ya las siete de la noche: qué cosa mas inesplicable!


Un rodar de piedras y un quebrar de palos, como si viniera una danta perse-
guida, sonó allá arriba en la barranca y un instante despues apareció el Sobres-
tante en el Campamento. Respiramos!
— Que fué? Que dice el indio? Ya creiamos que dormiría Ud con él.
— El indio andaba [en, tachado] por el rio y llegó á su casa[,, tachado] hace
apenas una hora. Yo resolví aguardarlo, para ver en qué quedábamos. Aquí
tienen Udes estos plátanos y este sábalo [arriba escrito: con] que me regaló.—
— Pero; qué dice de viaje?
— Le pagué dos pesos anticipados y dijo: “Mañana haciendo chicha, otro
mañana pescando, otro mañana soñando playa, otro mañana, üüj, tempranito
se fuendo!”
— Es decir que nos pone el mismo plazo que fijó hace tres dias? Ese indio
se está burlando de nosotros! No [tendre, tachado] podriamos [que, tachado]
resolver la dificultad, construyendo una balsa [arriba escrito: para] que nos lleve
al Putumayo? //

Cap. [XIV, tachado] III

El idilio de la vida salvage.— Un tipo romano.— Efectos de la fiebre.— Viaje á


Santa Rosa.— Robinson de Hermana de la Caridad.— Un domingo en casa.—
Benéfica ilusión.— Vivamos aquí?— La voz y el ala de Dios.— Su ley.— La mejor
cabaña.— La industria y el arte.— La muerte delos [justos, tachado] inocen-
tes.— Desvío de la idea: la predicación.— Resumen de las invectivas contra la
Sociedad.— Deja tu herramienta y sigueme.— La lluvia interrumpe los efectos
de la propaganda.— Donde se descubre la incongruencia.—
Retemplada [Durante, tachado] nuestra fiebrecita, tres dias despues, tuvi-
mos el gusto de ver aparecer á Basilio en trage de viaje. Nos pareció un [solda-
do, tachado] ciudadano romano con su túnica corta, sus brazos desnudos, sus
sandalias rojas y, tejidas de cintas del mismo color, unas medias que le subían
hasta la rodilla. En la mano traía la brillante hoja de acero. Qué apostura tan
graciosa y marcíal. Olvidábamos: con el mismo barniz rojo de los [cal, tachado]
aparentes calcetines, tenía [arrogantemente, tachado] pintado el rostro, lo que
le hacía perder su caracter de ciudadano romano.
— “[No, tachado]. Vaya! Qué tonteria! En qué ciudadano de la historia antigua
estaba yo pensando?…. No es éste el príncipe Alpichaque?”….. “Por fin querrá
llevarnos á todos ó simplemente al posta?”…. [“Los otros que vayan á conocer la
ciudad: yo espero aquí la visita que tengo anunciada”., tachado]
— Hasta la vuelta, doctor, que se reponga! dijo el sobrestante.
Estábamos divertidos con el baile de dos pigmeos [que estaba verificandose,
tachado] el cual tenia lugar [frenéticamente, tachado] nada menos que en el
cuaderno 6 335

cielo del toldillo: las narices, los pies y las manos de los fantoches se alargaban
y se encogian á compas del baile y [las carcajadas de estos, tachado] sus visages
eran [tan, tachado] sumamente expresivos, [y, tachado] extravagantes y varia-
dos. [que, tachado] /
Por esta razón no nos dimos cuenta del [momento, tachado] instante en que
indio y posta salieron del campamento en vía para Santa Rosa[,, tachado] ni, por
lo pronto, le [p, tachado]reconocimos á este hecho la inmensa importancia que
para nuestra vida y el éxito del viaje tenía: simplemente nos pareció natural
que el portero de la llanura, como si fuese un empleado ó un rematador de pon-
tazgo, diese paso [al primero, tachado] quien quiera que lo pedía. Al comienzo
vago de la fiebre, idealizamos aquel asunto, para darle con el desarrollo de la
enfermedad los caracteres de un hecho casi insignificante.
Las tareas del Robinson subsistente, [se hacian, tachado] eran árduas para
él solo, teniendo que hacerse cargo, además, de las profesiones de médico y en-
fermero, las que desempeñó como una Hermana de la Caridad! Pero á nuestro
inmejorable compañero, diligente como una hormiga, le alcanzaba el tiempo
hasta para construir trampas de cazar y redes de pescar. Debiamos comer á
costa de su ingenio!
Los dias pasaban en el Campamento, no como los pintan, cargados de afán,
sino livianos y socegados. Parecian domingo en casa: luz apacible, rumor uni-
forme del vivir de las cosas, sociego del batallar; El manantial con su murmurio
risueño; la selva con su perfume, su frescor y el triscar de sus hijuelos; el [torrente,
tachado] jugueteo de la luz y de la brisa [que, tachado] las cuales por el [camin
desmonte, tachado] emplazamiento del rio venian hasta las festonaduras de
nuestra cabaña y, sobre todo, cierta paz de alma que el [deber, tachado] trabajo
cumplido producía en el compañero y la fiebrecilla en nosotros, todo esto pare-
cía decirnos: [El hombre, tachado] “cuán dulce es la soledad” [El hombre es feliz
en la soledad”, tachado] Esta frase callada del conjunto armonioso de la vida de
[las cosas, tachado] la selva, no se avenía mal con la avidez de amor de nuestra
alma, tan armónica con el [perfumado aliento de amor que exhalaban, tachado]
deleite [ceductor, tachado] con que palpitaban á nuestro rededor //
todas las cosas, y con [que, tachado] el cual se embellecían todos los seres;
porque, á causa de aquella misma sed, [nuestra,, tachado] en nuestro sopor febri-
citante, soñabamos despiertos [con lo unico, tachado] con la posición tranquila
de lo que aquí nos faltaba para ser felices. Podemos, en efecto, asegurar que por
causa de la mas benéfica ilusion, nos envolvia la red cariñosa de ciudados que
solo sabe tejer sobre el lecho del enfermo la mujer amada!
— “No quieres, la deciamos en el delirio, que vivamos siempre aquí? Este es
el paraiso; [Eva mía, tachado]; no oyes [arriba escrito: hablar] al mismo Dios?
[que nos habla?, tachado] Escucha! Cierra por un momento tus oidos a estos [ru-
dos, tachado] rumores inmediatos de la fuente, el río y las chicharras, y aguza tu
336 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

sentido hacia el centro de la llanura;…….. no [a, tachado]percibes allá, la voz del


Creador?………….. [Ella nos, tachado] Ella no ordena aquí sino libertad dentro
de su gravitación y amor dentro de su providencia!…….. Ves ese resplandor
que supera la luz del Sol? Es el ala de Dios, que se posa sobre la tierra para ungir
[arriba escrito: de paz inefable] á sus creaturas inocentes!, [aquí, lejos del pecado
y la iniquidad de los hombres!, tachado]………….. Quieres una cabaña mejor
que esta? Por entre sus cuatro horcones, forrados en terciopelo verde, entra la luz
regando alegría desde la aurora, la brisa cargada de frescos perfumes á medio
dia y la oración del [dia, tachado] [arriba escrito: mundo] á la caida de la tarde;
las cortinas de crespón se cierran por sí solas para velar nuestro sueño y si la
luna rompe indiscreta sus pliegues, es para traernos mensages indecifrables de
un infinito de misterios!
Adiestrado en el tiro de piedra, cazaré las aves mas hermosas para vestirte
con [mas, tachado] el mismo esplendor que las reinas orientales; hilaré las mil
fibras de que es rica la selva para zurcir los mios; pescaremos juntos á la orilla
del rio y cantaremos á su [rumor, tachado] ejemplo la nota de la labor, con toda
la simplicidad del arte supremo; adornaré tus cabellos con las flores del / [en el
margen superior: Tu pregunta ha desviado el curso de mis ideas: los amigos en
sociedad son el lenitivo de sus males; en esta vida de paz serian estorbosos; pero
se me ocure idear una propaganda…. ] nenufar y podrás enorgullecerte de tu
belleza en el cristal de mis ojos! Vivamos aquí [eloda, tachado] nuestra vida
será un idilio y, cuando muramos, volveremos al seno de Dios, porque hemos
cumplido su ley!”
— Y nuestras familias? Nuestros amigos, que se quedan por alla?……

……………………………………..

(x) [indica que se inserta el texto que aparece en el margen superior] —


[Ordenaremos, tachado] Aconsejaremos á Basilio [arriba escrito: para] que [en
unión de, tachado] solo ó en asocio de sus hermanos, haga incursiones en las
ciudades para predicar el evangelio de la Selva y [aquéllos, tachado] allá oran
por boca de sus hijos predilectos la voz del Dios de Adan; se volverá su corazón
á la luz de la Verdad y y vendrás por grupos y por colonias á vivir aquí tambien
la verdadera vida á que debe [vivir, tachado] aspirar el hombre! Imagínate [que,
tachado] cuán mágico efecto el [que, tachado] que produciría en el alma enferma
del mundo, ante la corrupción social que ahoga las [alm, tachado] naturalezas
nobles á quienes les ha tocado la desgracia de nacer en su seno, y enmedio de
ese infierno de crisis socialista, la voz inspirada del príncipe Alpichaque [con,
tachado] á la [sonoridad del Trueno y el movimiento del aire, tachado] que el
torrente prestara sus sonoridades, el viento sus giros y la selva sus seducciones,
para gritar en medio de la muchedumbre hambreada y eceptica:
cuaderno 6 337

“Andais errados: la civilizacion es la paz [de Dios, tachado] en la Justicia y


la paz huye hasta [de estas plazas, de estos palacios, de estos teatros y de estos
templos., tachado] vuestras conciencias.
“Estadistas: el único [problema, tachado] objeto de la sociedad es la seguridad
mutua y todos sus gobiernos parece que se hubieran constituido para violarla.
“Filósofos: el derecho master es la libertad y éste es el primero que se [proscri-
be, tachado]sacrifica para darle [vida, tachado] existencia aparente á los demas.
“Moralistas: el objeto de la vida es conservarse á sí misma y una lucha per-
manente no hace sino conspirar contra ella.
“Economistas: Un organismo que [cual la imagen //
del Tiempo, tachado] se devora á sí [mismo, tachado] propio, carece de objeto
y el objeto del esfuerzo humano debe ser el bienestar al menor costo: Si el ren-
dimiento de una maquina se invirtiera en alimentarla, dirias que eso es lo mas
imperfecto, y ese es sinembargo, el trabajo del hombre en la sociedad.
[Pobres humanos, tachado] “Víctimas de una mentida civilizacion que no
responde á la Justicia, ni garantiza el derecho, ni satisface las miras del Creador,
ni siquiera redunda en bienestar de quienes la compran á precio de sacrificios:
no merece que vosotros murais bajo sus ruedas, como el brahama!
“Los que querais gozar la paz de Dios y saber que no dependeis si no de El,
[que, tachado] quien os hace libres como el aire, os entrega toda la creacion
para que disfruteis de ella y os proteje con su Providencia, arrojad vuestras he-
rramientas de trabajo [y vuestro dinero, tachado] y seguidme á la Selva, donde
sereis felices sin la sociedad”.—
Ya empezabamos á imaginarnos el efecto de esta predicación y veiámos las
muchedumbres de vafos y perezosos detrás de nuestros desnudos apóstoles;
camino de la pampa, cuando un aguacero torrencial [que, tachado] venido de
la llanura, se nos [entró, tachado] coló á la cabaña, por entre los mismos cuatro
horcones, forrados de terciopelo verde, por donde debía [entrar, tachado] pasar
solo la luz, y tuvimos que violentar el dulce veleño para hacer trinquibales [arriba
escrito: con la ruana y el encauchado] contra el chubasco. Empapados hasta el
hueso, la fiebre con sus ensueños cedió el puesto al calofrío con sus realidades
y dando diente con diente, nos reiamos del apostolado de los salvages y de los
filosóficos discursos que, como una incongruencia enorme, habiamos puesto
en sus labios.
Oh! Encantadoras predicaciones de ciertos innovadores: ya sabemos cuál
es vuestro origen! /

Cap. [XV., tachado]— IV

Réplica á la anterior teoría.— Las formas silvestres de la alimentacion con


maiz.— Variedad de sus aplicaciones en la cocina artistica.— La chicha y la
338 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

arepa.— Dejeneracion por causa de la primera.— Raza vigorosa por causa de la


segunda.— El proceso de la civilizacion.— La alteración de ese proceso.— Can-
to de Gutiérrez González.— La familia del indio.— La hembra es la raza.— La
noción de Dios.— La ropa sucia.— Educacion de indígenas.— Los salvages.—
La stribus bárbaras.— Tentativa frustrada sobre los nómadas.— Seleccion de
tribus sedentarias.— Aislamiento y desvastacion de las belicosas.— Remedio
de los ingleses para los restos de las que subsisten.—
“Nadie se muere la víspera”, dice un adagio vulgar, el cual cumplió sobre
nosotros su consoladora y deliciosa [consecuencia, tachado] sabiduría. Pasamos
nuestra convalecencia en la misma playa miasmática que nos había producido el
mal, é hicimos nuestra dieta, con maiz de la Chagra, en mazamorra, en torrejas
[azadas, tachado], en coladas, en arepas, en mote, en clarito, como dicen los
antioqueños, y en todas las formas [arriba escrito: silvestres y rústicas] en que
pueda presentarse en el bosque este “jefe altanero de la espigada tribu”, [nunca
cantado tan dignamente cual lo merece por los dos grandes poetas de estas lati-
tudes: Bello y el que formó con él la augusta trinidad que habia de mostrarsele
antes de morir., tachado]
“[Jefe altanero, tachado] Monarca indiscutible” de los granos, el maiz ofre-
ce á la alimentacion del hombre[s, tachado] mas [ventajas, tachado] variedad
que todos los [demas granos, tachado] otros. Recordamos, en efecto, que algun
gastrónomo eminente se propuso en cierta ocasión obsequiar al Cuerpo Diplo-
mático en Bogotá con un banquete “de la tierra” como él lo llamó, [para indicar
que sería en homenage al fruto por excelencia de la zona tórrida, tachado] en el
que no figuraría sino un solo producto agrícola, hijo de nuestra zona, el maiz.
Sopa, principios, tortas entremes, postres, dulces, [café y vinos, tachado], pan,
confituras, licores, café y vino: todo era de maiz! Maravillados quedaron los
extranjeros de ver y saborear los mil variadisimos y deliciosos productos del //
[maravilloso, tachado] prodigioso grano. Es de advertirse que en el suntuoso y
aristocratico festin no figuraron, por vulgares y prosaicas, la chicha bogotana, la
mazamorra de ceniza ni la arepa antioqueña, sin [sal, tachado] insípida y pesada
como un remordimiento, [que son, tachado] las cuales forman la predilecta tri-
nidad del maiz, cuyas excelencias, virtudes y defectos no son para discutidos en
un [conventículo, tachado] corrillo de golosos, sino en un congreso de sociólogos!
— Respetado y querido [autor, tachado] viajero: Ud. parece que se está bur-
lando de mí? dirá el lector; pues viene á presentarme como elementos sociolo-
gicos tres artículos, casi encanallados, del consumo popular!
— Justamente!
Considérese, por ejemplo, cuánta influencia, [positiva ó, tachado] negativa,
habrá ejercido la chicha en los destinos de este pais[;, tachado] y, por poco que en
ello se recapacite, se llegará á la conclusión de que [Bolivar y Nuñez, Santander
y Ospina, Mosquera y Reyes, tachado] [arriba escrito: Urdaneta, Melo, Nuñez y
cuaderno 6 339

Payán, López y, tachado] las guerras y sus hombres perniciosos, solo han sido
pasageros incidentes de un largo proceso [arriba escrito: de degeneración] que
se cumple á virtud de mas persistentes causas.
Ya nos figuramos la réplica á la tesis, que en forma de gracejo, habrá de di-
rigirnos algun chusco de la ciudad de las granadas de oro:
— “Comprendo la influencia nociva de la chicha; pero no veo la influencia
de las arepas! Tenga Ud. la amabilidad…..”
— Apostemos, escritorcillo de [á, tachado] tres al cuarto, que te has metido en
arquitrabes? [Hombre! Las arepas….. La cosa está dificultosilla!, tachado] Cómo
salgo de este atasco? En estos casos, lo mejor es botarse á fondo. Así:
El único pueblo vigoroso que hay en este federalópolis, el mas inteligente
y el que en [mas de una, tachado] repetidas ocasiones ha dado muestras de
prudencia, en medio de la locura general, es precisamente el que come arepas,
como alimento primo-
Querrá esto decir que el maiz es bueno pa- / ra volver á los hombres inteli-
gentes y discretos?
No; para vigorizar la raza cualquier alimento es bueno, tomado en cantidad
suficiente. El secreto de aquel pueblo de maiceros no es su dudoso origen judio,
ni son sus costumbres [un tanto sarracenas, tachado] originales: es que el maiz
dá dos y hasta tres cosechas en el año y, por consiguiente, es un producto bara-
to, al alcance de todo [el mundo, tachado] prójimo y, lo que es mejor, del gusto
de todo el mundo [arriba escrito: entre ellos] = Pueblo que se alimenta bien, es
pueblo vigoroso; pueblo vigoroso, [equival, tachado] quiere decir equilibrado;
[es decir, tachado] o sea, ni nervioso [como el que se alimenta con un producto
pol, tachado] que no sirva sino para hacer versos ni flemático, que no sirva si-
no para cargar alfalfa: ni soñador ni estolido, [ni poeta ni, tachado] De allí [lo,
tachado] que se llama “talento del bueno” á un género de talento muy vulgar
entre los [maiceros, tachado] antioqueños: [e, tachado] la habilidad para [hacer
dinero, tachado] ganar la vida, que ejercitada en lucha desigual, [arriba escrito:
y en terreno fecundo] llega á ser habilidad para hacerse rico.
“Padre carretero, hijo caballero, nieto pordiosero” En este bello adagio se
comprende el curso del [las leyes sociologicas, tachado] desarrollo de las fami-
lias y los pueblos: despues de satisfechas las necesidades económicas, surgen las
necesidades superiores de la civilización, para degenerar nuevamente, [á traves
de, tachado] cuando se cae en la molicie, [y en, tachado] periodo evolutivo. [hasta,
tachado] Cualquier [salvage, tachado] hombre enriquecido [arriba escrito: (y lo
propio hacen las generaciones)] busca por si ó por conducto de sus hijos, [los re-
finamientos de la ciencia, la industria, el arte ó la simple molicie, segun la rapidez
del proceso, tachado] la inversión de la riqueza en la industria, la aplicación del
tiempo á los [y, tachado] ó el derroche de la fortuna en los placeres, segun sea
la rapidez del proceso. [Al, tachado] enriquecimiento hasta la opulencia [arriba
340 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

escrito: por medios afortunados ó irregulares] durante una sola generacion, [el
á, tachado] la que se refiere el adagio anterior.
Primero[;, tachado], comer; Segundo, trabajar; Tercero //
enriquecerse; cuarto, aprovechar la riqueza en cultivar necesidades superio-
res. Ese es el proceso de la civilizacion.— [El curso de la civilizacion, tachado]
Este proceso se detiene ó se perturba[,, tachado] aun en el caso del carretero
enriquecido de la noche á la mañana, si no recorre los términos sucecivos de la
vigorizacion de la raza, su aptitud para el trabajo, su enriquecimiento lento y la
aplicacion de esta riqueza en el fomento de la vida superior, que es la civilizacion
misma: cualquiera otra cosa, en el individuo, en las familias ó en los pueblos,
que no sea adquisicion así escalonada, equivale á madurar frutas en cenizas Las
has comido, lector?
Es este el motivo por que el maiz esta ejerciendo tarea sociológica en el pue-
blo antioqueño.
Cuando Gutiérrez González cantó el maiz, fué porque, con la intuicion de
los genios, comprendió que en ese grano de la vida de su pueblo, cantaba al ca-
bello de Sansón
— Ayudante!
— Presente, señor!
— Sabe Ud. que hace dias estoy en un proyecto?….
— Cual puede ser?
— Que visitemos la familia del indio. Quiero conocer el bello sexo de la selva.
Conocer [á, tachado] la hembra es conocer la raza.
— Pero Ud., en su calidad de convaleciente, no puede hacer largas caminatas,
contestó el Hipócrates, y el rancho de Basilio debe estar un poco abajo.
— Pues, vaya Ud. y me trae informes, sobre lo siguiente: 1°. complexion de
la vieja, para saber si estos climas son sanos y si la raza es robusta; 2°. Fíjise bien,
porque Ud. como que poco ha sido aficionado al género: belleza de la moza; pues
de allí deduzco la aptitud genésica de la gran familia del Putumayo; 3°. Aficiones
domésticas de las dos: si cocinan, lavan, barren, arreglan y embellecen el menage;
porque con eso mido su grado de civilización. Como las mujeres siempre son
coquetas, [arriba escrito: de [como, tachado] presente nuestro,] un único espejo
y un frasquito de agua florida!
— Y no sería bueno tambien, averiguarles qué piensan de Dios y cómo en-
tienden nuestra sagrada religion?
— Imposible! Para eso necesitaría Ud. conocer su len- / gua como un aca-
démico de la selva ó que ellos conocieran la nuestra, tánto como D. Rufino J.
Cuervo. Esas ideas abstractas no pueden expresarse con cuatro gerundios. Por
otra parte, la idea que cada hombre tiene de Dios es distinta; pero se deduce
facilmente por el modo como ese hombre bebe el agua ó se pone el sombrero.
En cuanto á [nuestra, tachado] la sublime religión del Crucificado, quizá nosotros
cuaderno 6 341

mismos, á pesar de nuestra cultura y selección, no estamos todavía en aptitud


de entenderla debidamente. Qué idea pueden tener esos [animales, tachado] in-
felices del [la sublimidad, tachado] poder maravilloso del sacrificio por el amor!
“Cristiano, agua” es lo único que saben y pueden decirle sobre eso.
Mientras el Ayudante iba á cumplir la misión encomendada á su sabiduría,
nosotros nos dimos de alta y, apoyados en el palito de marras, salimos á la playa.
“El aire puro del río, la luz y el calor directo del sol, son el mayor reconstitu-
yente”. “Un ligero ejercicio tambien es bueno”. “Sin que [mi querido Galeno y,
tachado] Sor Hormiga lo sospeche, voy á lavar mis pañuelos; en cuanto á ropa
interior, tengo suficiente para ir botando al rio, con disimulo, á medida que se
ensucie: [tengo que, tachado] debo hacerlo así, porque sinó, Sor Hormiga es ca-
paz de la[b, tachado]varmela[,, tachado] y en eso no puedo consentir!” “Pero los
pañuelos, siempre son pocos en estos climas del perpetuo enjugarse la frente:
tengo que lavarlos escondidas!”
Y á medida que refregabamos el lino contra el granito, con aquella tenacidad
con que un soltero prende sus botones, porque duda de la eficacia de su proce-
dimiento, nosotros pensabamos:
— La introduccion que [tenemos, tachado] tengo escrita, [ya, tachado] so-
bre proceso civilizador, está clara………. Esta manchita del pañuelo debe ser
leche de corneto; pero esta negra, es como tinta indeleble de algun arbusto
desconocido…..
— Ya la aplicacion de la teoría es cosa muy facil! Ahora debo pensar en qué
significa para los //
gobiernos las expresiones reducción de indígenas, civilizacion de salvages,
[evangelizacion, tachado] catequizacion de tribus bárbaras………. [Cuantas ja-
bonadas le dará una lavandera á la ropa, para dejarla blanca? Este pañuelo está
perfectamente amarillo y le he metido como un real de jabon! Ya tengo peladas
las manos y estoy moribundo de fatiga: ¡que se quede percudido!, tachado]
[Los, tachado] El término[s, tachado] reduccion implica conquista, el de ci-
vilización es muy complejo, como vamos viendo, y el de catequizacion, aunque
pudiera ser laica, implica mas propiamente conversión piadosa de carácter re-
ligioso. Desechados de nuestra discusión el primero y el último en la parte que
pueda tener éste de prodigioso, por efectos de la gracia divina, que anda de tejas
para arriba; queda[n, tachado] subsistente[s, tachado], bajo el concepto general de
educación de indígenas, todo lo demás; [arriba escrito: este] objeto [que, tachado]
cabe en la misión docente que han querido imponerse los gobiernos temporales
[,, tachado] y podemos tratarlo sin riesgo de andarnos por cercado ageno.
Pero los gobiernos ejercen su tarea sobre un pueblo que sabe ya comer; aun-
que, ora coma poco, ora coma mal, y que tiene nociones del deber y del derecho.
Pero los salvages [estan por debajo, tachado] deben estar fuera de todo cono-
cimiento y de toda noción: [estan mas abajo del, tachado] yacen inferiores al
342 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

nivel del suelo de la sociedad; como si dijeramos soterrados bajo los cimientos.
Poner estos seres [siquiera al nivel del suelo,, tachado] siquiera á la altura del pi-
so, [siquiera en el polvo que halla la sociedad con sus plantas, tachado]; situarlos
en la categoría de los miserables de la tierra, por lo menos, [y, tachado] darles
la nocion de la vida de que gozan en el mundo hasta los imbéciles, y la sanción
moral primaria de los criminales, seria el objeto de esta educacion [de animales
sabios, tachado] primitiva. = Sinembargo, ni de las crónicas de la Conquista, ni
de la historia de las Misiones, ni de la relación de ningun viajero, hemos [visto
que haya en América, tachado] podido deducir racionalmente que hubiera por
aquel esa clase de salvages. = La tarea, pues, se facilita poniendo las cosas en su
debido lugar: existen tribus / bárbaras en esta región de la América, de un gra-
do social muy superior al del salvage, á un nivel moral apreciable, con [nocion,
tachado] desintegracion de [sus, tachado] derechos y en veces tan amantes de
[esa noción, tachado] ellos, que los han defendido con perseverancia, energia y
astucia, contra sus detentadores. = Ocasión puede presentársenos, si nó en este,
en algun otro viaje, de poner en evidencia el grado de [s, tachado]civilizacion de
estas tribus, estudiando sus creencias, sus industrias y sus placeres. = Han podido
ciertos vanidosos cronistas dar á entender otra cosa, para merecer, [en, tachado]
por sus depredaciones y sus abusos sobre esas parcialidades, el calificativo de
heroes; [y mártires, tachado]; pero una crítica serena y científica comprueba
fácilmente la superchería, hoy cuando por un solo hueso se reconstruyen ani-
males de otras edades geológicas y por un geroglífico se analizan las leyes, las
artes y las ciencias de una nación extinguida y olvidada. Por los métodos de la
crítica moderna, el escritor mentiroso queda desautorizado en breve, aunque
trate del mentir de las estrellas, que es un [cómodo, tachado] dichoso mentir,
pues que ninguno ha de ir á preguntárselo á ellas. = No es posible comprobar
[la existencia, tachado] en la pampa amazónica la existencia de [las, tachado]
hordas salvages estúpidas, feroces y degradadas [de, tachado] semejantes á las
de Australia Polinesia y Africa, muchas de las cuales, apenas usan un lenguage,
poco diferente del grunir de las fieras. Los záparos, los gíbaros, los cocamas y
otras tantas que todavía conservan su independencia son simplemente nacio-
nes militares, bravias sin duda, pero que no han dejado de prestarse á que se las
visite y estudie sin ánimo de sojuzgarlas [ni, tachado] con artificios [ni con la
fuerza, tachado] ó violencia. Por mucho tiempo los [zaparos, tachado] cunivos,
por ejemplo dejaron [olvidadas, tachado] las armas para vivir reposadas y cari-
ñosas al lado de un misionero, que les hacía olvidar las delicias de la guerra, //
enseñandoles á amar un Dios de paz. [que, tachado] Dejaron de amar los
dulces lares el dia en que, complicaciones [ignoradas, tachado] reservadas por el
cronista ó imprevistas por el misionero, [que no sabía, tachado] lego en el idio-
ma [ni, tachado] y la política de la pampa, les pusieron nuevamente las armas
en la mano y el corazón en el dios de sus antepasados. Del padre [N N., tacha-
cuaderno 6 343

do] Enrique Rither, joya y ornato de la mas diligente, abnegada y celosa mision
evangélica que han visto los siglos, no quedaron ni las hilachas de [la, tachado]
su túnica, el dia del despertar de [los, tachado] aquellos guerreros á sus naturales
atavismos. = La misma suerte corrieron siempre todas las precoces tentativas
de reduccion á la vida sedentaria de las parcialidades nómadas, organizadas
bajo la disciplina militar de sus jefes y generales natos. = Cruzada la pampa en
todas direcciones [la pampa, tachado] por aquella época, en que al espíritu de
conquista ó de aventura[,, tachado] se unía [el mas, tachado] un ardiente fervor
de propaganda evangélica, se cumplió la mas completa selección de tribus, para
fundarse las innúmeras poblaciones que llenaban la llanura, desde el Ucayali
hasta el Orinoco, con [todas las, tachado] aquellas naciones que buscaban ya las
[delicias, tachado] comodidades de la vida sedentaria [con, tachado] en el trabajo
industrial y bajo el amparo de un principio de justicia distributiva, y quedaron
remontadas é impotentes condenadas á sucumbir en lo mas intrincado é in-
accesible de los rios, aquellas otras refractarias todavía á la vida civil. La Real
Pragmática [de La Católica Magestad de Carlos III, tachado], sobre expulsión
de los Jesuitas, dovolvió á las parcialidades belicosas el señorío transitorio por
cierto de la inmensa llanura. De entonces al presente, dichas parcialidades, sin
posible refuerzo de caribes[;, tachado] hijos del Oceano, llevando la agitada vida
de campaña que malogra la prole y en guerra debastadora unas contra otras,
han desaparecido casi completamente.
[— Y qué remedio, preguntará el lector, se les puede aplicar á estos [pajarracos,
tachado] pocos bandoleros de la selva tan peligrosos todavía?
— Los ingleses en sus conquistas y los yanquis en su expansion territorial so-
bre las praderas de los Pieles Rojas, han empleado uno muy eficaz y el único que
los anglosajones [emplean, tachado] preconizan para sojuzgar á los in, tachado]
/ dividuos, cualesquiera que sean su raza, [y, tachado] su grado [de civilización,
tachado] sociologico y sus títulos de dominio, que ocupen un territorio que ellos
quieran [usurparse, tachado] civilizar:
El reminttong! //

Cap. [XVI, tachado] V

La Familia del Putumayo.— En primer lugar…— Físico, edad y educación de


la vieja.— Su trage y su desconfianza.— “Cumandá”.— La industria indige-
na.— Cultura, comercio y pincipio social.— Dos procedimientos para acelerar
el proceso.— Las antiguas migraciones sobre el Tolima.— Las fortificaciones
del Guaitara.— Invasion sobre Túquerres.— [arriba escrito: En busca de sal.]—
Estudios que pueden emprenderse.— [Un grande embuste., tachado]— Dónde
están los anales de la Historia de America?
Con la cara muy festiva volvio el Ayudante de visitar la cabaña de Basilio.
344 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

— En primer lugar: la [moza es voluptuosa, tachado] ….. muchacha es


elegantona……
— No, amigo; vamos por orden: eso no debe estar en el primer lugar. Parece
que Ud., á diferencia de lo que yo creia, es un perito….. En primer lugar la vieja!
— La vieja es chiquita, chata, fea; no tiene sino dos dientes y el cabello, en-
marañado y corto por naturaleza, está casi blanco de canas; anda encorvada,
apoyandose en un bastón, con paso trémulo. Cualquiera diria que tiene mas de
ochenta años.
— Buena raza! Buena raza! Las viejas siempre son feas: en su juventud la
hubiera visto Ud. y no vendría á ponerme por delante á la moza. Y el esqueleto,
digo la [h, tachado]osamenta, cómo le parecio?
— Las canillas y las muñecas gruesas, el craneo grande
— Magnífica raza! Esas naturalezas viven hasta los cien años.
— No sabe una jota de castellano; [pero en, tachado] nobstante su silencio,
me pareció seria, pero amable: apaciguaba á los perros, en un lenguage mas en-
marañado que sus mechas, para que me dejaran tranquilo; me ofreció asiento
y me sirvió un masato de plátano y chontaduro delicioso.
— Ola! Con que es todo una dama de su casa! No procedería mejor una in-
dia en Funza, donde en veces le niegan al huesped el fuego y el agua…… Y el
vestido? y el menage? /
— Una túnica sin mangas, [un poco, tachado] algo mas larga que [e, tachado]
la de Basilio, atada á la cintura por una faja; numerosas gargantillas y dos pul-
seras de cuentas negras, constituyen todo su vestido, muy raido por cierto. Las
barbacoas para las camas, algunos banquitos como estrados y la red de pescar,
forman el menage. Todo limpio, y barrido el suelo. A propósito de la red, estuve
examinándola para tener idea en la ejecución de ésta que estoy haciendo; pero
en cuanto la anciana observo mi examen, tomó el utensilio y lo guardó en el
rancho: me pareció eso una señal de desconfianza.
— Todo [eso, tachado] lo que Ud. me cuenta me habla bien de esa gente, in-
clusive la desconfianza. A quienes, le parece a[l, tachado] Ud., que deshonra esa
precaución de la india?
— Es claro! Pues á toda esa raza suspicaz!
— No, señor. A quienes han tratado con ella, para engañarla; á los blancos,
que les toman su trabajo y los productos de su industria, á título de conquista-
dores, sin tener en cuenta el tan decantado derecho de propiedad. la india creyó
con fundamento, que Ud. era uno de tantos, que en otras ocasiones le[s, tacha-
do] han robado sus redes ó sus peces, y quiso poner en seguridad aquello que
á Ud. le estaba llamando la atención, de una manera tentadora. Ese es el único
sistema de educacion de indígenas que, desde la epoca de las encomiendas y los
mijituyos, hemos venido empleando con esa gente…… Ahora sí, vamos á tratar
muy despacio de la moza; á ver; exponga!
cuaderno 6 345

— Nada mas de lo dicho, puedo agregar, en cuanto á la muchacha; porque


en el acto en que me vió, cojió el bosque.
— En su calidad de perito, ha podido Ud. prestarle patas al gamo y seguirla:
ella bien sabía que donde estaba libre de asechanzas, era al lado de la anciana.
No sabe Ud? [que, tachado] En el lenguage mudo de la coquetería, aprez nature,
una mujer que huye sin motivo significa: “tengo asuntos que ventilar contigo á
solas; sigueme!” “Habria traidoles todo un //
poema!
— Si, señor; un volumen de Cumandá, bajo el brazo……. ó mi buena bofe-
tada en las narices!
— Y eso que Ud. me oculta detras de la espalda, desde que llegó? Muestre,
hombre, muestre!
— Es un obsequio que nos hace la vieja, obra de sus manos.
— Una escudilla! Qué sorpresa! Eureka! la industria indígena: [la obra, ta-
chado]la [case, tachado] obra de la civilización!
— La india estaba moldeando otras piezas muy bonitas: platos y botijuelas,
y continuó sus labores durante la visita!
Examinamos detenidamente el tiesto: el tiesto que era para nosotros como
un libro.
La forma de una copa de champañe, de pata corta; mejor dicho la figura de
un frutero. El barro fuerte, sonoro y ligero: talla delicada y maestra. Barniz rojo,
firme, del que usan los timanejos [arriba escrito: en la de Natá]. La decoración,
en forma de caliz de flor, artística y de una simplicidad deliciosa.
El libro, ó sea, el tiesto, en su primera pagina decía ó parecía decir:
“Estos indios ya conbinan el arte en su comida
“Hace mucho tiempo que esta [visua, tachado] necesidad superior los domi-
na, puesto que han alcanzado ya grande adelanto en esta industria.
“Tienen comercio; puesto que la manufactura de la india supera á sus per-
sonales necesidades. El comercio implica extensas relaciones en la localidad.
No viven aislados sino vinculados á un modo social, más ó menos definido, mas
ó menos amplio.
“Esta industria, mediante el comercio, implica la existencia, dentro del radio
social, de otras industrias que le son conjugadas. La [nacion, tachado] agrupa-
cion vinculada á que estos individuos pertenecen es una entidad, mas ó menos
neta, con caracteres étnicos definidos. En esta región no hay solamente indios:
hay un Pueblo! /
“Este pueblo tiene, entre otras calidades que le son anteriores y concomitan-
tes, cristalizado ya y en aplicación, el sentimiento estético, propio exclusivamente
de las razas cultas. En efecto, en el orden plástico, las bellas artes no se desdeñan
en prohijar á la Cerámica y prestarle, por conducto de la escultura, [y, tachado]
la pintura y el simple dibujo, el prestigio de sus recursos y la nobleza de sus fines.
346 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

“En una palabra: esta gente, vestida á la europea y con un idioma culto, es,
relativamente al grado social de los colombianos, gente civilizada”.
Concretadas así las condiciones del problema [docen, tachado] dela naciona-
lización de este pueblo, (por no emplear mal los términos de reduccion y civi-
lizacion,) [y ed, tachado] la tarea docente del Gobierno y su misión de fomento
quedan reducidas á dos capítulos, al parecer muy diferentes; pero que conducen
exactamente al mismo fin:
1°. — La introduccion de la Sal al Comercio indígena. El cloruro de sodio, es,
efectivamente, el padre y generador de las naciones. El inicia la alimentación
fisiológica, determina la industria agrícola, fija la residencia de las habitan-
tes y consagra para siempre los fundamentos de la vida social. Tras de la
sal, viene el maiz de las cuatro cosechas, á cumplir su prodigiosa misión de
engrandecimiento, con rapidez antioqueña.
2°. La Fundación de escuelas indígenas con textos muy elementales, en idioma
bárbaro, para enseñar á leer, las cuatro operaciones y la geografía general
de Colombia. Por qué no en castellano los textos? Porque es principio peda-
gógico, que el maestro debe ponerse á la altura mental de sus alumnos para
hacerse entender, y, bien sabido es, que el idioma [es, tachado] representa la
coronación y resumen de la psicología humana. Al niño que sabe leer en su
idioma, (y entiéndase que es casi imposible enseñarle eso en idioma ageno,)
se le puede fácilmente trasmitir el conocimiento de otras lenguas y todo lo
que con éstas se [puede, tachado] ha logrado expresar, en orden á ideas tras-
cendentales: la filo- //
sofía de las ciencias, los preceptos de la moral, las [dulzuras, tachado] auto-
sugestiones de la conciencia y las abstracciones sobre Dios y el alma, solo llegan
á una inteligencia rica en [conceptos clasicos, tachado] la concepcion [clasica,
tachado] de una filología gramatical.
La escudilla de la india, —como un mensage de la gran pampa amazónica,
[que es una non, tachado] ante la cual “es un palmo de tierra y una nonada el valle
del Nilo, donde germinó la maravillosa civilizacion oriental, genitora bajo mil
conceptos de la actual civilizacion europea”, — continuaba expuesta á nuestra
análisis, sobre el mismo tronco que nos servía de escritorio.
— El mismo gusto y barniz de [las timanejas!, tachado] Natá! repetiamos
asombrados. Igual á la loza que vimos, en Natagaima, hacer á los actuales pan-
ches! La misma que baja [arriba escrito: por el Magdalena] y grandes balsones
álos mercados de Ambalema [arriba escrito: Girardot] y Honda y que llama
sobre manera la atención en la altiplanicie [arriba escrito: de Cundinamarca y
Boyacá], acostumbrados, como estamos, á ver la tosca y elemental de Tocancipá,
Ráquira y Tutazá, obra chibcha!
“Qué relaciones existieron entre el gran valle del Magdalena, padre de la
nacionalidad colombiana, y este criadero de naciones, donde estiende sus
cuaderno 6 347

brazos inconmensurables el sobervio Amazonas, padre de los rios? Qué migra-


ción había establecida entre uno y otro? Cuál era el sendero?…………
— Cuando, hace pocos meses, veniamos explorando la vertiente occidental
de la cordillera que cae al rio Guáitara, nos hicieron observar una cosa curiosa,
sobre la cual formaban los compañeros de viaje varias congeturas. Son unos
cimientos artificiales de piedra en seco, especie de murallas á flor de tierra,
formando escalones angostos en las abruptas faldas, que casi á pico descienden
al rio. Se hacen muy notables dichas construcciones desde la boca del rio Sapu-
yes, que viene de la Mesa de Tuquerres, hasta la [hoy, tachado] cañada del rio
Angasmayo, cuyos orígenes se enfrentan, cordillera de por medio, con los del
Riosucio que / [al margen izquierdo: Chitarrán] acaba de tributar sus aguas al
Guamuez pocas leguas arriba del Alpichaque. El numero de estas construccio-
nes se multiplica entonces hasta lo increible. Millones de brazas se necesitaron
para acarrear la piedra, [á, tachado] ladera arriba, y millares de millones para
construir á hilo y casi geométricamente esos cimientos. Con qué objeto se hi-
zo tan paciente, [laboriosa, tachado] artística y prodigiosa obra? No se puede
comprender! Aquello representa una suma tan enorme de esfuerzo humano,
como la construccion de cien ciudades. Qué raza de cíclopes hizo aquello? Im-
posible adivinarlo! Los siglos y las generaciones han pasado sobre esa labor, al
parecer inoficiosa, ejecutada por un pueblo seguramente tan numeroso como
los mismos guijarros que arreglo, y ni los siglos ni las generaciones han podido
derrumbarla[s, tachado], para echar sobre ella el polvo del olvido, y allí está la
maravillosa obra, aguardando seguramente el cumplimiento de otro objeto inex-
crutable: acaso la construcción de un camino, ǂ [sic] que permita la continuacion
del Drama de los siglos! Ibamos subiendo, y al mostrarnos, por fin, una colina
aislada cuyo nombre[s, tachado] es Chiturrán [sic], rodeada por todas partes
con aquellos cimientos y coronada por un castillete pentagonal, rodeado de un
foso, no pudimos menos que esclamar: — “Esa es una fortaleza! Y los otros son
reductos avanzados hasta el rio Sapuyes”
— Aquí se ha cumplido una epopeya, digna de los cantos de Homero. Dos
naciones formidables por su número, por sus energias y por su perseverancia,
libraron [aquí, tachado] en este teatro el duelo heroico. Los asaltantes eran
aguerridos y en número infinito; los asaltados, se comprende que disputaban
palmo á palmo el infernal desfiladero……….. En este campo no han luchado
simplemente dos naciones enemigas, sino mas bien dos razas rivales! Por qué
luchan? Por la Sal del Pacífico!
De regreso, se nos ocurrió explorar la hoya del //
rio Sapuyes, como via posible á Túquerres, y, desde las alturas de Imués,
columbramos, siempre con el frente á Occidente, en un escalón de la roca dos
cuadros perfectamente geometricos construidos con tierra [arriba escrito: á
modo de vestigios de castillos]. Mas adelante, [arriba escrito: en la garganta
348 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

de Chirristés] un laberinto cuadrangular tambien, que pudimos visitar y cuyo


plano curioso conservamos, nos corroboró en nuestras hipotesis prehistóricas.
— Como se llama esto? preguntamos al Sr. Secretario del alcalde de Imués
y la mas conspicua [arriba escrito: persona] del lugar.
— Esas son cosas de los infieles!
“Los infieles” significa por aquí los aborigenes.
Pero, volvamos á nuestra escudilla.
Cosa sorprendente: es del mismo gusto, del mismo barniz y del mismo barro,
al parecer de las que se encuentran [en Pasto, Tuquerres y Obando, tachado] sobre
el nudo cordillerano, en los sepulcros de los “infieles”. = Ahora sí comprenderá
cualquiera la relación geografica y sociológica de los nombres Putumayo, An-
gasmayo y Rio Mayo.—
El tiesto, por último, decía ó parecía decir:
“Es preciso recorrer y estudiar esta llanura con criterio científico; por-
que la Historia de América no se ha escrito y parece que sus ineditos anales
están aquí.—
[“Es preciso recorrer esta America y estudiar las huellas de su historia con
ánimo desprevenido.
“Es preciso con ayuda de la ciencia analizar y criticar las cronicas y las histo-
rias para despojarlas de las mil fábulas y mentiras intencionales que contienen.
“Es preciso rehacer la historia de la Conquista y Colonizacion de la Améri-
ca, con los materiales puros que resulten de aquellos estudios y de otros análisis;
porque parece que el mundo ha sido víctima de un grande embuste.”, tachado] /

Cap. [XVII, tachado] VI La Conquista

El tambor á palos quiere.— Cuando piensa el hombre en Dios.— Cuatro hombres


pálidos.— Los machetes se comen.— El Gran Proveedor.— El corazón avisa.—
Perdido el viaje á Santa Rosa.— El indio de enemigo Un discurso in extremis.—
La desesperanza.— Un prisionero.— Lo que no habia dicho de buenas.— Un
nuevo título de antropófagos.— El pobre príncipe Alpichaque con la lleve en
la mano.— La desfilada de los camisolines.— Adios, amigo!— Consecuen-
cias deducidas.—

……………………………………..

Era uno de esos dias sofocantes, en que parece que el aire no tiene alas. Dia de
angustia en que el corazón se vuelve á Dios; porque el hombre solo es religioso
en dos casos: cuando sufre y cuando siente las bellezas de la creacion.
[Oimos un grito agudo en uno de esos dias ardientes, tranquilos [en los cua-
les, tachado] cuando se vuelve el corazón al cielo y ora, porque el hombre solo
cuaderno 6 349

piensa en Dios [cuando esta angustiado, tachado] en los momentos de angustia,


[ó, tachado] y cuando la belleza de sus obras mueve el sentimiento estético de su
alma, [oimos un grito agudo y prolongado, tachado] en forma religiosa, tachado]
— Sonó un grito!
— Es un animal.
— No. Es el grito de un hombre: debe ser el Sobrestante. Ya creia yo que se
habia muerto!….. Pero, por un caso frecuente de acústica, me pareció que el
grito salió de aquí arriba, sobre la barranca.
Pocos momentos despues se fueron introduciendo al campamento cuatro
hombres pálidos, en calzoncillos y camisa blancos y gorras viejas. “Quiénes serán
estos fantasmas? Qué vendrán á pedirnos del otro mundo?”
— Buenos dias!
— Se los dé Dios! Qué hacen Udes por estos mundos? Acaso son peones que
mandan de Pasto en nuestro salvamento?
— No, señor: somos caucheros y venimos á ver cómo se arregla lo del mai-
cito y la yuca que su persona nos hizo tomar de la Chagra. Eso nos hace mucha
falta á nosotros!
— Y á nosotros tambien, nos está haciendo eso mucha falta; contestamos
para prevenir el caso de que tuvieran el intento de llevarse los cuatro granos
que nos quedaban y que hubieramos disputado á balazos… Y bien! qué arreglo
quieres Udes. que hagamos? //
— Pues señor, como Udes ya no [tienen, tachado] tendrán casi qué comer,
nosotros les traeremos mas yuca y más plátanos y Ud. nos da en pago, por todo,
dos machetes.
— Trato cerrado! Vayan á traernos dos buenos bultos de comestibles y cuen-
ten con los machetes!
Nos informaron que tenian sus trabajos adelante, en un rio nombrado el
[Achoteyaco, tachado] Luxayaco, que tributa al Guamuez por su banda izquier-
da, cerca de su bocana y que por allí tenian plataneras.
— Esta visto, le dijimos al Ayudante, luego que se hubieran ido los caucheros,
está visto que nosotros contamos con otro contratista mas piadoso que los de
Pasto, quien ya ha mandado á reponernos la provision y nos promete peones
para un caso crítico.
— Ah! Sí! El Gran proveedor de reserva, que no abandona á sus animalitos!
Pero, serán estos dueños del maiz?
— Poco me importa averiguarlo, puesto que nos hacen dos favores: en pri-
mer lugar, se echan á cuestas lo del maiz, que pesaba sobre mi conciencia como
un delito, y nos traen mas comestibles y, en segundo lugar, [sera, tachado] nos
inspiran la benéfica confianza de que no estamos solos en esta inmensidad!
Dos dias despues se cumplieron fielmente los pactos; nos informaron los cau-
cheros que dentro de dos meses saldrian á Pasto y convinimos en que haríamos
350 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

nuestro regreso con ellos, pagandoles muy bien, si para entonces estábamos por
aquí inmóvilizados y vivos todavía.
— En cuanto á estar vivos, pierdan cuidado; que si Dios no les quita la vida
de otro modo, nosotros no los dejaremos perecer por hambre.
Otro grito prolongado, por el lado del rio, nos anunció que el Sobrestante se
presentaba por fin, despues de diez dias de ausencia. No nos palpitó alborozado
el corazón y somos de los que creen que el corazón anuncia con exaclitud [sic],
cuando se sabe consultársele: Tenemos una explicacioncilla sobre eso, medio
científica, medio superticiosa, de nuestro exclusivo uso.
— Estamos salvados! exclamó el buen Ayudante, sacudiendo / un perol.
— No lo espere así por ese lado, amigo: tengo seguridad de que ese hombre
no ha entregado ni siquiera mi nota al Corregidor, en que le pido auxilio.
— Es que Ud., doctor, es fatalista y se ha puesto suspicaz!
— Ya lo verá!
Largo rato despues aparecio el Sobrestante sin que lo acompañara el indio
Basilio. Nos informó que Santa Rosa es una infeliz agrupación de pocas casas
donde viven los indios emparrandados con los caucheros; [donde, tachado] allí
no hay con quien entenderse, [sin, tachado] no hay cura ni persona seria y aquello
está hecho una guazanga.
— Y el Corregidor y el Gobernador de indios?
— El Corregidor…… ah! estaba en el San Miguel: le remití su oficio; pero va
á ser inútil, porque supe que las canoas que pudieran mandar de allá, San Mi-
guel abajo y Putumayo y Guamuez arriba, tardarian en llegar aquí nueve dias;
al paso [y, tachado] que, aquí no mas, en la bocana, á ocho horas de navegacion
está, segun supe, el pueblo de San José, donde podemos conseguirlas.
— Todo eso lo sabía yo antes de mandarlo á Ud. á Santa Rosa. Cómo pretende
Ud. que se haga el viaje á San José en busca de canoa?
— El indio ha de llevarme.
— Tiene Ud. acordado el viaje con él?
— No; pero supongo que si Ud. le ordena al indio….
— Yo no tengo facultad de dar ordenes perentorias á los indios; pero cuando
[pensé en, tachado] volví los ojos hacia Santa Rosa, fué porque el indio se habia
excusado de ir á la bocana, [porque, tachado] á causa de que su canoa, demasiado
pequeña, no le sirve sino para pescar. Creo que se perdió el tiro por Santa Rosa
y con eso se agotó el último cartucho!
— Mañana quedó de venir el indio y verá Ud. //
[que, tachado] cómo es facil.
Efectivamente vino el indio, con semblante displicente y nos chocó que
en esta ocasión [hubiera venido, tachado] se hubiera presentado sin pintu-
ra en la cara, faltando así á una ceremonia inpresindible en la etiqueta de
la Selva.
cuaderno 6 351

— Buenos dias Basilio, buen amigo!


— Oorias!
— Por qué estás serio?
— Vos mintiendo! No siendo gobierno: siendo cauchero ladrón.
— [Mentiras Sí, tachado], Vengó del Gobierno de Bogotá, muy lejos, á visitar
rios y ver indios!
— No! Mintiendo.
— Quien te lo dijo?
— Santa Rosa, [Higinio, tachado] diciendo.
[Se refiere seguramente á algun empleado disperso de esta infortunada expe-
dicion, que desertó hacia Santa Rosa., tachado]
— Llevarás á este á la bocana?
— No: canoa chica.
— Pagamos, cusma, sal ó machete….
— No! Nada!
— Favor de amigo! y le ofrecimos la mano.
— No amigo: caucheros roban indio.
Partio el indio, malmodado; pero le gritamos por última vez, para con-
moverlo:
— Blanco, triste! Gobierno Bogotá, triste!
Nos miró con desfachatez y siguio su camino. El indio habia sido pérfidamen-
te mal influenciado y [había, tachado] trocaba de repente su afabilidad hacia el
representante del poderoso y magnánimo Gobierno [arriba escrito: de Bogotá],
que los manda auxiliar, por el odio al cauchero estafador.
“Señores: (prorrumpimos en forma declaratoria)
“Somos perdidos! Dos meses mas de hambre, + [sic] de mosquitos, de so-
ledad y de tristeza! Udes, acaso puedan hacer el regreso por la infernal trocha
que pasamos: yo ni puedo ni quiero hacerlo. Volverán con la triste noticia /
de que por no jugar nueve dias de navegación por allá abajo, se quedó el inge-
niero, hecho un esqueleto, aguardando su salvamento por el Guineo, para fines
del año! [”, tachado] Entre tanto, el esqueleto se habrá comido los dedos allí, bajo
ese toldillo, y las hormigas habran pulido y abrillantado sus huesos!”
Un silencio profundo siguió á este elocuente discurso. “No le falta razón!”
pensarían los interlocutores.
Hay que confesar cuándo fuimos débiles á fin de que se nos crea cuando
decimos que fuimos fuertes = Sobrevino despues del discurso jocoserio una
espantosa tormenta en el alma: el espacio era escaso para nuestros desmesura-
dos pasos, de tigre enjaulado. Salimos á la playa á respirar á pulmón vatiente,
porque en el rancho nos [habia aire suficiente, tachado] asfic[cx, tachado]iabamos
[bastante, tachado]. Nuestro seño, generalmente festivo, ó burlon, se frunció con
mueca de cólera, mezclada de infinita amargura. Se nos empequeneció de tal
352 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

manera el ingenio, que no eramos capaces de zurcir dos ideas. Definitivamente


amilanados, estupidizados y neuroticos, nos pareció ver llegar la última hora,
lejos del hogar muy amado!
— Nosotros arreglamos eso! nos dijo el valeroso Ayudante, cuando volvimos,
al anochecer, ál campamento.
— Cómo? Construyendo una balsa? Quién de nosotros la maneja por estos
raudales desconocidos, sin que se estrelle contra las rocas á los cinco minutos?
— Conquistamos al indio para que nos sirva de piloto.
— Imposible! No irá: los medios de seducción están agotados.
— Pues, en ese caso, ir nuevamente á Santa Rosa.
— Quién va? No hay camino, como Ud. ha oido [que dijo, tachado] al So-
brestante, y sin el indio que sirva de guía, cualquiera que emprendiera el via-
je, se perdería en el bosque, si no se ahoga en los caños crecidos que cruzan
la llanura.
— Dejemos obrar, doctor, que algo hemos de hacer //
mañana.
— Está bien! Con su pan se lo coman! Hagan lo que gustan.
Pero al dia siguiente, á tiempo de marchar á la cabaña del indio hicimos á
los comisionados una advertencia:
— Cuidado con violentar á ese hombre; pues quiero que se respete la liber-
tad que él ha comprado, á costa del inmenso sacrificio de vivir en esta soledad!
= Denle cuánto pida para ganar su capricho; pero [una flecha señala que desde
Denle comienza el párrafo]

……………………………………..

Al volver con el indio, se adelantó el Ayudante y nos dijo:


— Háblele serio, bravo!
Entonces hicimos un esfuerzo para [poner, tachado] arrugar la frente y al
llegar el indio le dijimos:
— Blanco bravo!
Con el aire humilde de un perro castigado entró á la cocina y se sentó si-
lencioso junto al fogón. El Sobrestante atizaba el fuego y limpiaba la carabina.
El Ayudante cosía una cachucha de piel y sostenía entre las piernas una esco-
peta. El indio intimidado procuraba salir á esplicarse con “el mayor”; pero un
gruñido de sus guardias lo retenía en su puesto. Teniamos, para decirlo de una
vez, un prisionero en el campamento.
Permanecimos agenos á esta [p, tachado] fechoría de chapetones, pero, echa-
da la suerte no quicimos tampoco quijotear oponiendonos: “Ya dejar a ver qué
resulta de esto” pensabamos.
Por la tarde pidio permiso el prisionero para hablar con el mayor
cuaderno 6 353

— “Blanco, dijo, mañana conversando indios, trayendo canoa grande”


— Que indios?
— Benito, Toribio, Ildefonso canoa grande, grande.
— Bueno. Blanco contento!
Con esta palabra que para el indio debía ser un salvoconducto, ya salía del
campamento en via de su casa; pero fué detenido militarmente por sus / guar-
dias y confinado nuevamente á la cocina: allí paso la noche. Al amanecer dijo
el Ayudante:
— Ahora sí, será bueno dejarlo ir, á que traiga los otros indios; pero exíjale
Ud. palabra de cumplimiento.
Almorzó, se le dieron las dos varas de liencillo que el Sobrestante trajo de
Santa Rosa, en señal de pacto, y [partió, tachado] “Se fuendo”!
— Nada tendría de raro que, ofendido el indio, en vez de traer porteadores,
traiga guerreros que nos cocinen á flechazos. Qué importa que con ese ataque á
unos santitos viajeros y exploradores científicos, se capten estos indios una vez
mas el título de salvages y el calificativo de antropofagos?
— Ese no vuelve mas: adios liencillo; ojos que te vieron ir!
Todo el dia y parte del siguiente estuvimos entre el desaliento y la esperanza.
En aquellos instantes de la dulce esperanza en que se cree hasta en el vaticinio
de los sueños que la halagan, nos deciamos:
“[Cuando, tachado] Imposible que el Príncipe Alpichaque, guardian de la
llanura, pueda revocar el decreto de su destino, que contra su voluntad y la de su
raza, le manda [que él ha de ser, tachado] abrir las puertas de la pampa [llanura,
tachado] á sus enemigos?”
Precedidos de Bacilio, en desfilada, fueron entrando, unos con escopeta, otros
armados de brillante machete, todos, pintada la cara y cubiertos con camisolin
blanco, cual fantasmas teatrales; uno, dos, tres, cuatro…… Seguirán entrando?
Vendrán de paz?
“Oorías!”, “oorias!” “oorias”! Fueron diciendo. [todos, tachado]. Vaya, pues,
parece que son los porteadores y no los guerreros!
El trato fué breve: llevarian al Sobrestante donde Ildefonso á la bocana, quien
mandaría canoa grande para nosotros dos.— [Buen viaje amigo!, tachado] //
— Buen viaje: no olvide Ud. entregar ó hacer llegar mi nota al corregidor, sin
ponerse a deliberar! Le dijimos al Sobrestante.

……………………………………..

[La anterior relacion, no pasaría de ser una de tantas aventuras de viaje, que
suceden, se escriben y se olvidan, sin dejar una [enseñanza, tachado] riqueza en
el libro; si detras de ella no viniera el autor recogiendo los granitos de oro para
fundirla y engastarla.
354 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

El discreto lector ya la tendrá cincelada y colocada en el joyel de sus conoci-


mientos: no está mal que oiga nuestra crítica, en este caso.
Los intereses bastardos de los conquistadores, opuestos entre sí, fomentaban
discordias, [de, tachado] las que los indios pensaban aprovechar para [perderlos,
tachado] salvarse. El germen de las sublevaciones de los esclavos suele estar entre
[ellos mismos, tachado] los amos. Las sanas intenciones de unos eran vilipendia-
das por la ruin envidia de los otros, y donde hubiera reinado la concordia entre
blancos piadosos é indios sumisos, surgía inadvertida la zizaña sembrada por los
espíritus malígnos.
[Fiel, tachado] Contrahecho trasunto de lo que sucedía en la época de la
Conquista, porque todos los hombres son [iguales, tachado] semejantes; en
nuestra minúscula Expedicion y en nuestras contadas y sencillas aventuras con
los naturales, parecían copiarse los caracteres y los sucesos en forma diminuta
[tambien, tachado] caricaturesca. Parecía que la historia de los tiempos heroicos,
por una reduccion de óptica moral, se [redujera, tachado] sucediera á nuestra
vista en una miniatura de actualidad, anacrónica y burlona. Las disenciones de
los aventureros, sus pasiones en juego; las sediciones de las tribus, promovidas
por ellos mismos, las [guerras, tachado] expediciones pacificadoras violentas,
las luchas entre naturales y extran[g, tachado]jeros, cada día mas agresivas; el
derecho de [la, tachado] conquista, con los pies hinchados por las picaduras de
los mosquitos, en conflagracion con el derecho de [la, tachado] posesion, [el
antagonismo entre las dos razas que se disputaban el aire respirable y la luz del
sol: el duelo á muerte, donde principió y ha podido seguir reinando la amistad,
tachado] vestido de camisolín. [El, tachado] Despues de la amistad, el odio, la
represalia, [el exterminio, la destruccion,, tachado] la tiranía; [la demolición de
un, tachado] sustituido un //
régimen bárbaro por otro régimen criminal; [roto el curso dominado el ré-
gimen, tachado] violado el sagrario de una civilizacion insipiente por el choque
brutal de otra civilizacion presuntuosa [sadica la desolacion sembrada por los
que venian á fomentar la vida: la dispersion y la muerte de los basallos que se
debian alistar en el empadronamiento “ya eres mio, ahora quiero que no seas de
nadie: muere”., tachado] Todo esto en proporciones ridículas lo veíamos clara-
mente en el curso de nuestras cortas relaciones con un solo indio. Fue primero
nuestro amigo: nos visitó, nos obsequió, nos sirvió de guía; lo agazajamos, lo
estudiamos y lo ponderamos. [Algunos, tachado] Algun Lope de Aguirre le
[hicieron torcer, tachado] pervirtió el ánimo; [y, tachado] perdió nuestro afecto
y nos fué esquivo. Tras de eso, el allanamiento de su casa; el llanto de su pobre
vieja; el atropello; la prisión: España, escondida en la medula de los huesos de
los que la vituperan, surgió entre nosotros altanera, antojadiza, dominante,
abusiva y cruel; el conquistador romano, el godo legitimario [cruel, tachado]
despiadado y esclusivista godo, el fanático árabe, [sanguinario [y, tachado],
cuaderno 6 355

tachado] [e hipócrita, tachado] zalamero y perfido, y [la insolencia y arrojo del,


tachado] el arrojado y aventurero Castellano, [aventurero, tachado] tuvieron en
[este, tachado] el rinconcito de una cabaña de mestizos en la selva, sus represen-
tantes, en abigarrada mezcolanza, á la española. El indio en la cocina tuvo que
haberselas con [uno de, tachado] los tataranietos de los antiguos tiranizadores
de sus tatarabuelos.
— “No tendrá tambien que haberselas el Sobrestante, por alla abajo, con los
herederos del Caribe, disimulado, rencoroso y sanguinario?”
Esto nos quedamos pensando = – “Si pasan cinco dias sin tener noticias de
nuestro correo, debemos empezar á temer la represalia!” //

Cap. [XVIII, tachado] VII

Un generalísimo.— El 5°. día.— Dibujo é inventario del campamento.— Los


buenos amigos.— Estamos tristes.— Un episodio de las misiones.— Particion
de una herencia.— Dos reyes distintos.— La mañana y el rayo.— Estudios de
éste.— La prima.— Juramento y despedida.— Conclusion de estudios Promesas
de amor.— La campaña.— Los triunfos.— La política.
El quinto dia trascurrio al rumor monótono, eterno, del rio y al eterno tañer
de las chicharras, sin que nada alterara la igualdad de la vida que llevavamos
en el campamento del Alpichaque, hacía casi un mes. La tarde con sus celages
nublados de invierno llegó y, por mas que mirabamos al rincón oriental del
desmonte, ningun ser alteró el quietismo de esta especie de prision. La noche
tambien, de cofia gris, llegó y con ella una como desesperanza puso el silencio
en nuestros labios. La lamparilla pendiente de una horqueta iluminaba con luz
amarilla un corto espacio dentro del cual cabia el rancho de los dos toldillos, el
“Rabo de Gallo” bajo cuyas plumas formaba la huguera sus espirales de humo, la
tarima de la loza, la mesa rústica con sus silletas de guadua donde celebrabamos
nuestros banquetes: todo nuestro menage. Mas allá, apenas se adivinaban los
troncos rectos de los arboles, bajo cuyos ramages se agazapaba nuestra cabaña,
y en el fondo oscuro, la alta barranca que en otro tiempo talló el rio, hendida
por el cause pedregoso del arroyuelo que tánto alboroto hacía en las noches de
tempestad. Al pie de la terraza, formada por antiguos sedimentos del rio, al lado
opuesto se desarrollaba en la media luz de una aurora boreal, la llanura sin fin,
representada á nuestra vista por la banda negra de una arboleda que proyectaba
con sus mas altas copas un dibujo de encajes en un cielo de una palidez [indefi-
nible, tachado] cadavérica.—
“Los amigos que tuvimos en el infortunio, pensa- / bamos aspirando el humo
de nuestro postrer cigarrillo, no se olvidan jamas: este conjunto de cosas que en
su rusticidad nos sirvieron durante los dias amargos de nuestro confinamiento
en esta soledad nunca se borrarán de nuestro recuerdo, y mañana o el dia que
356 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

plegue á Dios sacarnos de aquí, suspiraremos en son de despedida al dejarlos


llorando nuestra ausencia!”
— Estamos muy tristes y callados, dijo nuestro compañero, improvise Ud.
un cuentecillo, de esos que sabe hacer, para distraernos de [estos, tachado] los
lúgubres pensamientos.
— Un cuentecillo? No: voy á contarle un episodio de las misiones: una [histo-
ria, tachado] leyenda de amor. A casi todos nuestros escritores se les ha ocurrido
el mismo anacronismo, la misma in[g, tachado]congruencia é idéntica invero-
similitud, por plagiar la imposible Atala del Sr. Visconde de Chateaubrand, por
cierto inimitable.
— Soy todo oidos!
— Va de cuento:
El viejo [Canoajo, tachado] Guamuez, monarca del Putumayo, á la hora de
morir, llamó á sus dos hijos, Chemir y Tomecab, y les dijo:
Conozco vuestros opuestos caracteres y temo por la prosperidad de mis
subditos, despues que mi padre el rio me arrastre en sus hondas hasta la eterni-
dad de las aguas sin límites. Tú, mi primogénito Chemir, apacible, bondadoso
y crédulo, podrias tener en la fogosidad, actividad y espíritu aventurero de tu
hermano Tomecab, las dotes de un general experto, si él fuera sumiso y perse-
verante y si en tí existiera aquel don de imposición y dominio que constituye la
primera virtud de los príncipes. Para evitar la sedición y la guerra entre herma-
nos, he resuelto dividir vuestro patrimonio, que por fortuna es muy extenso, en
dos monarquías: la del [G, tachado] Alpichac hata Sucunimios prosperará en las
artes de la paz bajo tu paternal cuidado, amadisimo Che- //
mir, y la de Aguarico hasta el Napo, cuyos jeques y basallos son belicosos,
resguardará la primera contra las asechanzas de los rumaguas, avaguas y chom-
paguas, de quienes siempre he vivido recelando y á cuya costa podrás tú, mi
bravo Tomecab, extender los límites de tus dominios hasta donde el Sol no [le
nace, tachado] tiene cuna.
El bondadoso Chemir, anegados sus ojos en lagrimas y besando con efusion
las frias manos del anciano, contestó:
— Oh! [Mi, tachado] idolatrado padre mio! Por prolongar una duración mas
el calor de tu sangre, [no solamente, tachado] cedería mi trono y renunciaría [á,
tachado] mi poderío [y a mi deber, tachado] integramente en favor de mi her-
mano, [sino que, tachado] le sacrificaría, ademas, mi libertad y sería su esclavo,
á trueque de que durmais tranquilo en el seno de vuestros mayores!—
El generoso Tomecab, poniendo la frente contra el suelo y [besando, tachado]
acariciando los pies de su padre, esclamó:
— Las sombras te serán propicias, poderoso y magnánimo rey y señor mio!
Jamás las plantas de los enemigos pisarán el suelo sagrado del Alpichac, donde
cuaderno 6 357

gobernará con el amor de su corazón y la sabiduría de su palabra, mi hermano,


rey y pontífice, cuyo basallo quiero ser!
El anciano monarca, general ilustre, sabio legislador de su pueblo y guardian
consagrado de la fé de sus antepasados, murió tranquilo en brazos de sus dos
hijos [que, tachado] quienes compartieron en herencia, mas que sus dominios,
sus egregias virtudes.
Y pasaban los tiempos…….
Chemir el sabio, fundaba ciudades, fomentaba la industria, abría escuelas,
daba premios, [f, tachado] levantaba templos al sol, glorificaba la agricultura
declarandola culto religioso y con mano cariñosa sanaba los enfermos de su pa-
triarcado y enjugaba las lágrimas de sus súbditos. Tomecab el valeroso, levantaba
fortificaciones, construia cuarteles, abria gimnasios, clasificaba y ennoblecia á
sus basallos en la carrera de los honores y extendia sus dominios, tanto por el
poderío y renombre de sus legiones, como por los artificios / de su diplomacia.
Contrajo nupcias el primero con la mas gallarda y virtuosa de sus basallas,
en quien [despertó, tachado] produjo la sublime trasfiguracion del amor que ele-
va en ese fuego hasta la nobleza de los reyes á los plebeyos, hasta la inspiracion
cefáfica de los iluminados á los simples y hasta la unción de los santos á los que
tienen alma. En este matrimonio [arriba escrito: feliz] tuvo una hija, á quien
llamó Satel, que significa la montaña. Esta niña, hija de la Sabiduría y e Amor,
debía ser para su patria el Hada de la Fortuna!
Algunos años antes habia [contraido matrimonio, tachado] nacido en [una de
las, tachado] la vecina corte del poderoso Aguarico, el príncipe Rafi que significa
el rayo “Hijo del Sol”. A su vez, este príncipe, hijo del [monarca, tachado] regulo
mas valeroso dela gran llanura y de la princesa mas rica del Marañón, á quien
debia representar en la secuela de [la mas, tachado] sus presuntos no medidos
dominios, prometia ser el Archimonarca, Emperador y Pontífice Sumo del [los
Domin, tachado] Reino del Sol.
La felicidad estaba alumbrando el trono del Alpichac y la fortuna al ya so-
berbio dosel de Tomecab: eso significaba que las sombras habian sido propicias
al espíritu justo del rey Comodjo Guamuez. Como si se hubiese cumplido [e,
tachado] la promesa hecha á éste por sus hijos, tal parecía que un mútuo basallage
voluntario uniese las dos monarquías ó que no se hubiera fraccionado la antigua.
Los guerreros obtenian como premio á sus servicios los pequeños condados de
Alpichac y [una verdadera inundacion de, tachado] los sabios, industriales y
artistas de esta Grecia amazónica merecian en el reino vecino la riqueza y los
honores. Las reales [rol, tachado] familias cultivaban cariñosas relaciones [y
cariño, tachado] y fraternal correspondencia.
En ninguna Academia podia Rafi recibir la mas completa educación que en
la corte de su tio. De modo que desde los ocho años vivió en ella, mereciendo de
los [maestros, tachado] artífices, sacerdotes y [hayos, tachado] sabios de que se
358 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

formaba [el, tachado] esta nobilísima y sagrada corte, los honores y atenciones
de un Principe de la Corona [arriba escrito: pontificia] del //
Putumayo, á que en el mundo solo tenía derecho un solo ser favorecido por
los Dioses: la princesa Sotel!
Seis años de estudios [clasicos, tachado], sobre legislación, historia, religión
y bellas artes, requerían entónces, para la educacion clásica de un príncipe; [el
resto, tachado] otros seis eran necesarios para la educacion práctica de natacion,
carreras, ejercicios de armas etc y otros seis completaban en las campañas ó
en los viajes [aquella educación bárbara, tachado] el noviciado de los monar-
cas bárbaros.
Corrieron juntos por los parques del rey sabio, [bajo la vigilancia de doscien-
tos Ayos que formaban el personal docente del reino, tachado], los dos ilustres
primos. [y cazaron y, tachado] Persiguieron los pajaros y recojieron flores y res-
piraron juntos [arriba escrito: el aire de la vida] durante los seis años infantiles,
el Rayo y la Mañana!
La leyenda no refiere por inoficiosa ó por velada la copenetración del perfu-
me de estas dos flores.
catorce años tenia Rafi cuando, por entre dos filas de guerreros que se es-
tendian desde el [trono, tachado] alcazar del Aguarico hasta el [trono, tachado]
alcazar de Alpichac, recorrió sobre una alfombra de flores y al son de marchas
guerreras, el [camino, tachado] espacio que lo separaba hacía seis años de su
[madre, tachado] casa paterna.
En la portada del cercado donde vivió la infancia llena de candores, de per-
fumes del alma y de notas [de una música, tachado] inefables de la música per-
dida de los recuerdos se detuvo Rafi, puso el rostro en el polvo y entre un raudal
de lagrimas besó mil veces la tierra donde [quedaba la alegría de su corazon, y
así se despidió de pasó los dias de la inocencia, tachado] pasó los [dias, tachado]
únicos dias felices. Despues, levantándose, alzó las manos en señal de promesa
y mirando al cielo dijo:
“Sombras de mis mayores: si algun guerrero ha espantado al mundo con su
nombre y aterrorizado á los monarcas con sus hazañas, que se aterroricen [y se
espante con el nombre y las hazañas del, tachado] los pueblos y palidezcan los
reyes ante el hermano de Sotel, Reina de la Pampa sin límites!” /
La educacion subsiguiente fué tan rápida, que con pasmo de los maestros,
el príncipe en poco tiempo superaba en fuerza, agilidad y destreza á los mas
aventajados nobles del reino.
La guerra siempre viva, que con ventajas por causa de su diplomacia, había
mantenido el Aguarico con sus vecinos hasta someterlos uno á uno y conti-
nuar con el concurso de éstos el ensanche ilimitado de sus dominios, ofreció
ocasión al valeroso Rafi para seguir sin pérdida de tiempo su último curso
de aprendizage.
cuaderno 6 359

Pero antes de partir á la Campaña donde expondría mil veces la vida, pidió
permiso á su padre para despedirse de su tío.
Las trompetas, los [gritos, tachado] cantos de guerra, [de, tachado] y los pena-
chos, plumages y patenas de la marcial comitiva del principe, alteraron un dia de
repente la paz que batía [permanentemente, tachado] siempre sus alas silenciosas
sobre [la techumbre del, tachado] el Alcazar del buen Alpichac.
Maravillada quedó Sotel y colmada de un orgullo interior que no sabía es-
plicarse, al ver la gallardía la riqueza y el despejo de su primo. En los banquetes
[arriba escrito: que se sirvieron en su honor] no podia levantar los ojos de los
manjares, porque sentía sobre su frente algo que la ofuscaba como si los ojos del
[p, tachado] apuesto mancebo [tuviesen, tachado] despidiesen un [resplandor
deslumbrante, tachado] brillo resplandeciente. Y en las danzas miraba ella á todas
partes á ver donde ponía sus figuras de honor el ilustre bailarin.
— Prima: antes de ir á la conquista de coronas que mi padre el rey tiene dis-
puesta con cienmil guerreros, he venido á preguntarte: te acuerdas de cuando
eramos niños? Recuerdas que un dia jugando con otros niños, [me escog, tacha-
do] que haciamos el papel de reyes rivales, me elegiste como esposo? Si tuvieras
que volver á //
elegir, te acordarías de mí?
— Siempre, siempre, contesto la princesa cubierta de rubor.
Al dia siguiente las trompetas, los timbales, las castrueras y los pitos de la
comitiva del principe se oian en la Selva, cada vez mas lejanos del tranquilo
alcazar de Alpichac; pero el pensamiento de Sotel como una mariposa blanca
giraba en contorno del presunto conquistador de tronos.
La campaña principio con un desastre: el mas antiguo, el mas táctico y el
mas valeroso de los generales del Aguarico, en el primer encuentro con los ene-
migos, perecio.
El innumerable ejército entonó los cantos lúgubres de la muerte, los jeques y
caciques lloraron durante tres dias sobre su cadaver y el superticioso monarca,
atribulado, no atinaba con cuál de sus muchos capitanes podría reemplazarlo y
ya pensaba en aplazar la Campaña, hasta despues de los sacrificios para hacer
propicios á los Dioses.
— Concededme una gracia, padre, rey y señor mio, le dijo el principe. Per-
mitidme por doce horas disfrutar del inmenso honor de ser el generalísimo de
vuestras tropas. Quiero vengar la muerte del noble hermano de mi madre que
acaba de morir. Despues de este ataque, si no he roto la línea de batalla del ene-
migo, volveremos á las fortalezas de nuestra frontera.
— Sea! dijo el rey en un momento de orgullo paternal: serás dueño del botin
y usarás la borla roja si triunfamos!
El toque de atencion y á las armas, suspendio las pompas funebres y en el
acto corrio por las filas del ejercito que el hermoso principe Rafi á la cabeza de
360 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

los valientes iba á recomenzar la batalla. Un hurra! de admiracion, de orgullo


y de alegría resonó en el espacio y / las tropas por parcialidades, por capitanías
y por centurias, se pusieron en fila con el arma lista. El príncipe se colocó al
frente y gritó:
“Síganme los [valientes, tachado] mejores de este valeroso y escogido ejercito.”
Y arremetió con tal ímpetu, que los generales, capitanes, centuriones y tropas
de su nación que quisieron darle alcance para [secundarlo y, tachado] defenderlo,
solo sirvieron para secundarlo: con la rapidez de su nombre atravesó el campo,
salto el reducto, acometió cuerpo á cuerpo á los mas esforzados enemigos que
le hacian frente, los batió y, como si fuera otro Marte, hizo bajar del cielo la vic-
toria, que [la, tachado] recogieron sus legiones.
Desde ese dia, la borla roja de los generales adornaba su frente y era la primera
que se veía en el asalto á los enemigos. = Como una avalancha irresistible, este
ejército aguerrido, comandado por un general de veinte años, atravesó la llanu-
ra en alas de la victoria, asalto ciudades, aprisionó numerosos régulos, cautivo
ricos principes y dominó y sometió al afortunado Aguarico, naciones enteras.
La campaña se prolongó por largo tiempo no tanto por el bregar de la gue-
rra, que el panico precedía á tal general y á tal ejercito, sino por las ardides de la
diplomacia del monarca y por las artes de su política con la que restañaba odios
para encadenar tronos á su carro de triunfos. =
(x)
— Pero, veo que es tarde! esclamamos mirando el reloj, con el objeto de ha-
cer aquí un quiebre al cuento. Debemos economizar petroleo, para no seguir á
oscuras. Seguiré mañana, si los porteadores no han venido.
(x) — Elige, hijo mio, el premio á tu bravura y á tu saber!
— Yo quiero la mano de mi prima Sotel.” //

Cap. [XIX, tachado] VIII

El Sacrílego.— Antes que se acabe el maiz.— Guerras de la edad media.— Mo-


raleja anticipada.— El misionero Santo y su obra.— El nombre de “María”.— La
trasfiguracion del misionero.— La despedida del misionero.— propósitos cate-
quísticos.— Satanás de fraile.— Lo que pidió la avaricia, la gula y la lujuria.—
La murmuración y los impios.— la guerra santa.— El cebo.— La oscuridad es
mala.— La sospecha.— La muerte.—
A la misma hora, en el mismo escenario y bajo idénticas y aun mas penosas
emociones, al dia siguiente comenzamos así:
— Hoy es el Sexto día: debemos empezar á temer por el Sobrestante? A decir
verdad, ni en el aspecto de los camisolines, ni en el fondo de mi corazon super-
ticioso, que anuncia el porvenir y lo remoto, he encontrado razón suficiente
cuaderno 6 361

para temer por el Sobrestante, quien por allá estará riendose de las aventuras en
que nos tienen sus amos: por quien debemos empezar á temer es por nosotros,
porque como se está acabando el petróleo, se acabará el maiz; pero ya comen-
zada la leyenda, es preciso [la, tachado] acabarla antes que el petroleo y el maiz.
[[Continuemos:, tachado] Siguiendo las huellas de escritores eminentes, hemos
tomado de otros siglos y de otras civilizaciones unos personages y los hemos colo-
cado con nombres de sabor indígena en el corazón de la Selva amazónica, siquiera
con el objeto de esplicar la manera inusitada como desaparecian las reducciones
[y, tachado] en el desierto y como podrían acabarse en algunas ciudades á manos
[de la imprudencia, tachado] de [l, tachado] novios y maridos celosos, si como se
asegura [Sotto voce, tachado] anda por allí Sollicitatio al turpia.
— Ya me imagino que Ud. á fuer de criticón estará diciendo que los persona-
ges descritos parecen tomados de las guerras entre [Sarracenos y cruza, tachado]
de la edad media
— Dispense Ud. me parece haber leido algo semejante á lo que Ud. refirió
anoche en las historias de la E- / dad Media en Europa …….
[— Seguramente: todas las batallas entre bárbaros, aquí como [fue, tachado]
en Europa son iguales; tengo ademas la autorizacion y ejemplo
— [Contestó: he seguido la huella entre nosotros, tachado] de escritores ilus-
tres [como D. Juan Mena, D. José Caicedo Rojas, D. Felipe Pérez, quienes repito
tomaron por modelo al Sr. Chateaubriand. Solo que mi, tachado] Pero mi in-
tención [arriba escrito: aunque incorrecta] es útil, pues conduce á esplicar cómo
desaparecieron muchas doctrinas y reducciones en la selva y como podrian correr
la misma suerte á manos de novios y maridos celosos en ciertas ciudades donde
los coros y femeniles [hermandades en que suele andar suele ocultarse, tachado]
asociaciones de apariencia ocultan la diabólica sollicitatio al turpia en perjuicio
[de la mas considerada, tachada] del séptimo sacramento.
Continuemos:
Por aquella época se presentó en el cercado de Alpichac un hombre, un pere-
grino, que no llevaba mas equipo ni avío que un libro bajo el brazo y un báculo
en la mano. Era joven todavía, de túnica negra, rasurada la barba, blanco como
el Dios peregrino que en otro tiempo atravesó tambien la llanura, de ojos azules
de mirar humilde y tierno. Al mirarlo, como si tuviera un talisman escondido
en el pecho, inspiraba simpatía: Un perfume misterioso exhalaba en torno, que
ejercía poderosa fascinacion: las gentes, las mujeres y los niños lo rodeaban y
querian entender sus palabras, de un timbre argentino y musical.
— Quien eres? preguntóle el canservero, para avisar á [su, tachado] mi amo.
— “Un maestro”, dijo, señalando al cielo y mostrando el libro. “Yo soy el
humilde siervo de Dios!”
Las puertas del alcazar del rey sabio se abrieron para el maestro de las cosas
del cielo y fué admitido como Ayo de la princesa; para que ella aprendiese “la
362 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

ciencia delos [cielo, tachado] Dioses”, segun pensó el monarca. Al poco tiempo
la princesita enseñaba el idioma al peregrino; cosa que supo hacer con tal arte,
que éste, en poco tiempo, lo habló á perfección y escri- //
bió en él un libro; el primer libro escrito en idioma bárbaro, bajo la protec-
cion del rey sabio: “Catecismo” se llamaba el libro. Esta fué la mayor gloria de
su reinado!
Pronto el peregrino quiso [construir, tachado] un gran salón donde cupie-
ra el pueblo para dar conferencias públicas y el buen monarca le construyó
“la iglesia”.
Allí, como un pedagogo inspirado, el peregrino expuso con tan admirable
método y arte su doctrina que el pueblo entero la aprendió. No se conformó el
maestro con la comprension de su doctrina; detras de ella, decía, mediante [el
bautismo, tachado] la humillacion, hay un pielago de misterios que absorven la
mente y un caudal infinito de gracias que purifican el alma, calientan el corazon
con un fuego de delicias, iluminan el entendimiento con una luz mas resplande-
ciente que la del sol para poder comprender á Dios, y con todas estas virtudes se
siente un amor hacia el prójimo, tan dulce y vehemente, que por hacerle el bien
se soportarian todos los suplicios: el hombre se hace santo.
— Ya teneis la luz suficiente para dar el primer paso en el camino de la hu-
millación. Quereis recibir el bautismo?
Cuando esto dijo, manos le faltaron al buen misionero para sacramentar
á la multitud.— Despues de lo cual las mujeres y los niños lloraban de placer,
de un placer inesplicable, y los hombres y los ancianos sintieron en su corazón
un balsámico [tan poderoso que cayeron en una especie de exlasis de deleites,
dentro del, tachado] por el cual no alentaban sino para los demas y en el que
hubieran querido morir para gozar eternamente del paraiso: estavan tocados
“con la gracia de Dios”.
El monarca que, aunque cariñoso y benévolo, era justo y mantenía en sus
dominios en rigor la energía de las leyes del rey su padre contra / los corrompi-
dos, tuvo ocasión de maravillarse de que, á partir de aquel dia, que el Misionero
llamó de las “Catecumenos”, desaparecieron en la corte los delitos por virtud
misteriosa de la doctrina evangélica.
— Padre: le dijo la princesita [un, tachado] este mismo dia [arriba escrito:
quencede [?]] de fiesta en las monarquias de los Mayos, [en, tachado] por que
[se celebraba, tachado] conmemoraba el nacimiento de “La Mañana”. Padre!
Concededme una gracia hoy, que es mi dia.
— Manda! Oh! Reina de la Gran Llanura! Tu mano ha sido solicitada por el
príncipe mas grande y poderoso del mundo: por tu primo, el Serenísimo Empe-
rador y Pontífice de todas las naciones conquistadas! Manda, reina [soberana,
tachado] tambien del corazón de este viejo!
— Era, Señor, que [pensaba, tachado] deseo cambiar de nombre.
cuaderno 6 363

— Cambiar de nombre! Dioses de mis mayores: que sacrilegio! Tienes uno,


ante quien se detienen el aire y el Sol! Cual puede superarle en poderío y belleza?
— Quiero llamarme “María”
— María! María! Replicaba asombrado el rey: [María! qué música sin igual
suena en mis oidos? María!, María! Qué talisman tenienen [sic] estas cinco letras?
Pero, tachado] No puedes cambiar de nombre, sin consultar la voluntad de los
Dioses. [María! María!, tachado]…..
En este momento se abrió la puerta del magnífico refectorio y entró un con-
vidado inesperado: el misionero? [arriba escrito: venía á despedirse del monarca
para seguir su gira evangelica por la llanura] No: el misionero usa la túnica negra
y este que llena con su luz todo el recinto [tiene, tachado] parece tener túnica de
plata ó de nieve. El cabello del misionero está tonsurado y éste cuyo perfume
embalsama el recinto y los corazones, usa el cabello de oro en bucles ungidos
por [perf, tachado] esencias celestiales. Extendio con magestad la mano derecha
y diciendo “Yo soy [arriba escrito: como] el lirio del campo”, causó tal envele-
so entrelos convidados, que [ni, tachado] [arriba escrito: todos creyeron haber
presenciado la trasfiguración del jabon] ojo vio, ni oido oyí, ni entendimiento
humano pudo //
comprender el efecto maravilloso del nombre de “Maria”, generador de pro-
digios y milagros!
Cuando monarca y convidados volvieron en sí de la especie de ensueño en
que estuvieron sumergidos durante un segundo, buscaron con los ojos al nue-
vo convidado y no lo encontraban; pero lo [sentían, tachado] veian en la mente
con la mano extendida y lo sentian en el corazón como un lirio resplandeciente
y perfumado. Entonces fué cuando [dijeron todos:, tachado] el viejo monarca
sintio iluminada su mente y dijo:
— “Este nombre hace prodigios! [Donde esta el misionero?, tachado] Te lla-
marás María:
El peregrino del báculo y el libro, al dia siguiente del catecumenos, beso la tie-
rra y siguió su camino. Pero dejó esparcido en el aire algo como el hálito de Dios,
cuando al [decir adios, tachado] despedirse de su contristado pueblo, exclamó:
— “La paz os doy, la paz os dejo; el Señor sea con [vuestro espíritu”, tachado]
vosotros. En el corazón de estos pobres indios, en el de los caciques, en el de la
princesa María y en el del anciano monarca ardió siempre la llama de la Caridad,
en su mente brilló siempre la luz de la fé.
“Cuánto deliro, decía María, por transmitir á mi hermano Rafi este fuego y
esta luz que elevan mi alma á la altura de los cielos!”
Pero trascurría el tiempo, colmado el corazón de María del fuego sa-
cro, y las complicaciones de la política no permitian regresar á su esperado
y soñado novio. “El novio á quien Dios formó pensando en mí”, como decía
la princesita.
364 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Pronto se presentó en el cercado de Alpichac otro peregrino de báculo y


alforja, en cuyos ojos brillaba un fuego siniestro, extraviados por un constante
pensamiento de lujuria; cuya nariz se inflaba por la soberbia y cuya boca se tor-
cía por la maldicion y la mentira. Bajo su hábito seguramente no venía oculto
el talisman de las simpatías; porque su presencia infundía cierto pavor que los
fieles confundieron con el respeto de las cosas santas. No / trascendia su cuerpo
con el fascinador perfume del lirio sino que mas bien olía á hostigante incienso.
En una palabra y para decirlo de una vez: era Satanás disfrazado de monge, que
venía cauteloso á regar zizaña en el sembrado y á roer con diente hediondo la
miez madura.
— Quien eres? preguntole el Canservero
— Soy un representante de Dios!
Las puertas del alcazar y el corazón de los fieles se abrieron en el acto al pér-
fido enemigo. Pediá limosnas y echaba en la alforja; pedia indios que habian de
servirle de rodillas, muchos criados que el llamó mitayos; pidió casa y se hizo
construir la mas confortable del poblado; dijo que él venía á enseñar tambien la
agricultura que es la base de la civilizacion y con el trabajo gratuito de los indios
fundó una hacienda. [Necesito mujeres que le dieran placeres, tachado] Gustaba
de tratar los asuntos de su mision especialmente con mujeres y fundó una So-
ciedad que se reunía en su casa á puerta cerrada conforme á ritos, dela cual era
presidente y supremo dispensador de gracias y honores. María no fué de estas.
La murmuración y la desconfianza empesaron á cundir. La fé de los buenos
creyentes vacilaba, se extinguía la llama del amor en sus pechos.
— “Los que murmuran de mí; los que ven en mis santas acciones el vil interés
y no el celo por la causa combatida de Dios; son los impios, sobre quienes caiga
la ira del cielo y el santo enojo de vosotras, fieles ovejas: hay que revestirse con
piel de perro para perseguir y ahuyentar esos lobos”!
La noble María objeto del mas solícito interés por parte del representante
divino; porque decía que era una alma tibia, que no concurría á los ejercicios
privados de piedad que él habia fundado; la noble María, vivía defendiendo al
Santo Ministro. //
— No todos pueden ser perfectos: el que tuvimos la desgracia de perder se
llamaba el humilde siervo y por eso era perfecto. Pero la obediencia es debida
á todos: obedezcamos ciegamente á éste; él es el responsable de nuestras accio-
nes; el sabrá!
Un dia, víspera de las visitas reales que los ministros del Aguarico tenian
obligación de hacer al rey mayor, se presentó en el alcazar el misionero con los
ojos bajos y las manos guardadas.
— Serenísimo señor! dijo el monarca: por gracia del cielo hemos sido ad-
vertidos de que vais á entregar vuestra hija, la santa princesa María, á un infiel.
— Y eso que os importa?
cuaderno 6 365

— Como estamos encargados de la felicidad de vuestro reino y de la salvación


de vuestra alma…. quisimos advertiros, serenísimo señor, que cometeis pecado
mortal con solo consentir esa idea en vuestro pensamiento y que el fuego eterno
os espera y la ruina de vuestros Estados, si ese nefando sacrilegio con la virgen
cristiana se comete!
María oyó esto, dicho acaso para ella, mas bien que para su padre, y un sudor
frío inundó su cuerpo.
— Y voz, misionero, por qué no redimis esas almas de allá?
— Otros lo han intentado estérilmente, serenísimo señor.
— Y qué quereis que yo haga, santo y buen consejero de los monarcas?
— Que negueis vuestro consentimiento y así lo manifesteis mañana en
la visita real.
— Qué locura! Eso sería la guerra con el mas poderoso de los monarcas!
— Santa guerra [señor, tachado], la que se pelea contra los infieles, serenísimo
señor, y en esa guerra el mas poderoso de los monarcas seriais voz, que contariais
con las legiones / celestiales!
— De nada de eso habrá necesidad, interrumpio indignada la princesa: yo
haré cristiano á mi novio y que haya paz y concordia!
— Famosa idea esclamó alborozado el misionero, digna de una Santa Mónica.
Yo os instruiré para el caso, si su Majestad os permite que vayais [todos los dias,
tachado] á la misa de cuatro que celebro todos los dias en la iglesia y al rosario
de por la noche al que nunca habeis concurrido.
— Las princesas no deben salir entre el obscuro; eso es propio de las plebeyas,
dijo María, riendo á carcajadas. Celebrad mas bien vuestras prácticas de dia!
Desde entonces se clavó en el corazon de la virgen una espina horrible que
amargaba todos sus instantes. Solo los consejos del misionero le darias fuerza de
alma, para hacer el milagro: iría en su busca á la [misa de madrugada para poder
hablar á solas con él, tachado] iglesia [para, tachado] á fin de recibir la instrucción
necesaria para la conversión de su novio.— ………………………………………
Por fin se acabó la guerra. Los victoriosos monarcas del vecino reino vol-
vieron á sus Estados mas poderosos que todos los reyes juntos. El generalisimo
principe, conforme á etiqueta conyugal, debia ir á conducir los ricos presentes
del botin que en arras cumplía poner á los pies de su prometida; pero esto era
acompañado de toda la oficialidad y la Corte: los grandes de la tierra no tienen
derecho de ser felices.
Púsose el príncipe una camiseta, se pintó la cara y de incógnito resolvio pre-
sentarsele nuevamente á la Soñada Sotel, para decirle que la amaba con delirio y
que ella era la única causa de sus triunfos, por que para ofrendarselos, los supo
jugar con la muerte pensando en ella.
Así lo efectúo el impaciente mancebo. //
366 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Al cerrar la noche se presentó en el Alcazar de su tio como si fuese un correo


de Rafi y le informaron que la princesa estaba en la iglesia.
Sola? Ha ido sin la corte y sin sus damas de honor? Imposible: eso no lo hace
jamas una Alteza Real!
Con el corazón lleno de zozobras y de mil emociones encontradas, voló el
principe disfrazado á la iglesia. En el oscuro recinto, apenas iluminado por una
lamparilla azul, destinada al santísimo, distinguió entre unas pocas mujeres que
rezaban ó roncaban, la esbelta figura de su novia. Terminó el rezo y el misionero
sacudio las llaves del recinto sagrado en señal de que debian desocuparlo los fieles
y los fieles salieron, pero su novia no salía. Corrieron los cerrojos y rechinaron
[podría haber un signo antes de esta palabra] en el silencioso recinto de Dios y
las puertas de la mansión se cerraron al mundo y su novia la princesa Sotel, la
virgen Cristiana, el orgullo de la Dinastía, se quedo encerrada con un hombre
en un salón [oscuro, tachado] solísimo (pues para el infiel el misionero y la iglesia
no eran sino un hombre y un salon)……….. L……………….
Las potencias soblevadas en el corazón de un hombre!
Voló el cercado, tomó una masa guerrera, [de, tachado] con las que se
acostumbra[n, tachado], así como con los craneos de los enemigos, adornar los
pórticos, y aguardó de pie firme, presa de infinito dolor, de infinita indignacion
é infinita venganza el momento en que esas malditas puertas que le ocultaban
su deshonra, giraran nuevamente bajo sus enmohesidos goznes. Bien podría
ser una hora ó un [siglo, tachado] año despues. / alí [sic] estaría como la estatua
del vengador!
Lo único que deliberó el desgraciado, el infeliz el que pagaba sus triunfos con
su desdicha, [fu, tachado] durante l[a, tachado]os [dos horas, tachado] momentos
de espera fué á cual heriría primero.
— A ella, é ella! para que jamás vuelva á caber la piedad en mi corazón.
Despues á él y tras de él todos los que hay esparcidos en la llanura.….. todos!….
todos!….. todos!…..

……………………………………..

Al dia siguiente, el tranquilo pueblo madrugador y alegre que iba á misa


vespertina para estar de plácemes el día entero, presenció el mas horroroso
espectaculo: la iglesia querida, que con sus manos hizo el santo, anegada en
la sangre [del misionero y, tachado] de la princesa María, cuyo[s, tachado]
cadaver[es, tachado] yacia[n, tachado] [en el cuerpo del la ig edificio sagrado,
abrazados el uno al otro, tachado] de hinojos ante el ora santo. El misionero
habia desaparecido. = [Las lenguas maldicientes insultaron la memoria de la
angelical princesa, diciendo que un delito sacrílego la hizo víctima del oprobio,
la muerte y el infierno!, tachado]
cuaderno 6 367

Las gentes sencillas del pueblo aseguraban que el monge se había llevado el
alma de la angelical princesa.
Agobiado por el dolor y por años el rey Guamues murió pronto y tras de él
se dispersó su pueblo, víctima de las represalias provocadas por Aguarico, cuyo
hijo siguio desvastando la pampa con delirio destructor. Algunos años despues
ya no quedaban sino ruinas en los vastos dominios del Putumayo.— //

Cap. [XX, tachado] IX

Navegacion del Guamuez.— Llegan los expertos.— No conocen el rio.— Salida


del campamento.— Adios á la familia de Basilio.— Como el rayo!— Rechazan
el práctico.— Plan de marcha Adios á la vida.— Los raudales.— La cartera del
indio.— El Lloco.— Los trovadores del Nilo.— El Putumayo!.— Realmente eran
los expertos de la nacion.— La Sofía.— “El Tundama”.— Viva el general Reyes!—
Con la última línea del Cap. anterior, tal vez sin redondearle un epílogo ex-
presivo, que recogiera hacía un fin práctico las ideas del que leyere, asomaron
por el rincón oriental del campamento los aguardados porteadores, con carta
del Sr. Rogerio Becerra, en que nos ofrece su auxilio. Aquello tuvo que ser un
suceso para quienes habiamos perdido la esperanza de buen suceso. Dos indios
[de calzones, tachado], medio salvages, medio civilizados, enigmáticos por su
aspecto, fueron los conductores de la misiva salvadora:
“Va una canoa suficiente y dos expertos muy recomendables”
— Quiénes son los expertos?
— Nosotros!
— Udes. conocen el rio?
— No, señor!
— En este caso convendría que bajara con nosotros un práctico? Hay muchos
brazuelos, chorros, curvas…..
— No cabe: estorbaría.
— Entonces, vamos á la ventura! [Dormirán aquí y marcharemos! Qué hacer?
Quieres salir de aquí? Si, por cualquier parte. No regodearse., tachado]
Los expertos se llaman Roberto, tipo caribe, y Venancio, mas explícito y
amable, pe- / ro no sabe sino sonreirse y callar.
[en el margen izquierdo: guitotos] Comenzaron desde luego nuestros arreglos.
Todo estaba en su puesto: la maleta? Allí, sobre la tarima. Las botas? Allí colga-
das. El sombrero? En la misma estaca que lo recibió hace veintiseis dias. Todo
completo? Veamos…… La maleta descosida se sostenía como un biscochelo á
virtud de la cohesión molecular; las botas carcomida la zuela alrededor de los
clavos, se separó del cañón al primer empuge; el sombrero, sin hule, sin forro,
sin vivo, servía todavía para coladera de café. Todo parecía mercancía alemana
de aquella que ponderaba el antioqueño diciendo que [arriba escrito: de] una
368 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

[arriba escrito: de, tachado] carta escrita en papel de Amburgo, llegaban las letras
sueltas bajo la cubierta. Si la oxidación es una combustión lenta, la putrefacción
encomendada á la humedad y al calor, es una cocción lenta. Todo estaba podrido!
Nos aperamos como se pudo y estuvimos listos
Dejamos el campamento con cierto genero de tristeza inexplicable: allí ha-
biamos sufrido mucho; pero allí tambien nos amó la Providencia! Volveremos
allí algun dia? A tiempo de partir regamos en el desmonte unos granos de maiz,
por si acaso detrás de nosotros caía por allí otro desgraciado.
— Para qué desperdicia así el maiz?
— No! Es que siembro para el porvenir y para ese anónimo que se llama
el perdido.
No olvidamos el palito de Santa Lucía! era un buen amigo á quien no debia-
mos abandonar como suelen los afortunados. No era posible que el sufrimiento
nos hubiera mejorado? No dicen acaso, que el sufrimiento ennoblece? Como
dejar al amigo de 32 leguas de tristezas?
Estabamos en un punto del rio muy / correntoso todavía, á donde no era
posible que subieran las canoas. Tuvimos pues que trastadar [sic] nuestros po-
dridos equipages dos kilómetros mas abajo. Teniamos que pasar por la cabaña
de Basilio: una ocasión de comprobar la verdad de nuestras inducciones sobre
su familia.
La vieja es una baletudinaria que muy bien puede contar cien abriles: es
simplemente un recuerdo, una mirada al pasado…………
La moza es un horror de fealdad! Un hombre con enaguas, con el pelo recor-
tado, musculatura recia y apariencia de fuerza tal, que el macho ante ella, debe
sentirse humillado. El amor que puede inspirar esta hembra no tiene relación
con el noble y profundo sentimiento que constituye el hogar de las civilizaciones
selectas: es una bruta! Cuando mas capaz de procrear animales del monte! Les
hechamos la bendicion en señal de despedida y partimos.
Entramos en la canoa con miedo. La embarcada del Encano qué tenía que ver!
Sale la canoa al centro del rio á impulso de los bogas: saltan á sus puestos y
comienza la navegación del Guamuez……..
En un minuto perdimos de vista la playa de embarque, cruzamos dos veces
el brazuelo, torneamos una canoa y estuvimos fuera de todo alcance: habiamos
andado [dos kilómetros! Trescientos y tantos ciento setenta, tachado] mil metros
[veinte, tachado] 20 metros por segundo! La exhalación. Una tocomotora [sic]
á todo vapor, por un plano inclinado, no anda [and, tachado] sino la décima
parte de esta distancia La rapidez de las montañas rusas no tienen punto de
comparación con este disparo de bala de cañon. La canoa cambió en ese trayecto
tres ó cuatro veces de frente: el proero atras y giro de frente; el lomo del madero
se raspaba contra el suelo y parecía que iba á desfondarse. No / hubo tiempo
de hablar……
cuaderno 6 369

Momentánea detención para tomar resuello.


— Quieren Udes. un práctico que conozca el rio, para que les indique el
mejor brazuelo?
— Es inutil: nosotros saldremos bien.
— Ya lo creo Udes. saben nadar y pueden buscar la [pl, tachado] orilla; pero
nosotros vestidos…….
— A desnudarse blancos!
En un santiamen estuvimos de carnada de los mosquitos.
Despues el de popa [estiró, tachado] irguio sobre el espolón de la barca su
gran talla y miró á lo lejos. Un raudal de notas finas, breves, silvadas, imitó en
su garganta algo como el rebuzno de un jumento, al que contestó el de proa con
una inclinacion lacónica de asentimiento. El plan estaba trazado. Adelante!
— Compañero! Sabe Ud. el acto de contricion?
— Imposible poder recordarlo en estos momentos!
— Pues entónces, [rece Ud. lo que sepa: un padre nuestro, cualquier cosa;,
tachado] piense en Dios; porque ha llegado la última hora!
Teniamos por delante un plano inclinado de un [5, tachado]6%, cuyos came-
rages eran una explosión de espumas que escupian al cielo. El salto de Honda
se hubiera sentido avergonzado en su bravura, longitud é inclinación, y allá, en
el extremo, había una caida como una cascada.
— [“Adios! Seres queridos: conste al cielo que mis últimos pensamientos han
sido para vosotros!”, tachado]
La canoa se precipitó en el raudal [como, tachado] cual una flecha y giraba
en él como un ringlete. Las rachas de agua pasaban sobre nosotros [como una,
tachado] en forma de ducha, unas veces golpeandonos la espalda, otras veces
ultrajandonos la cara como un insulto. Nuestros barqueros hablaban un idioma
de sílabas, tan breves como intergeccio- //
nes [telefónicas, tachado] y en él se trasmitian una recíproca lluvia de ordenes,
réplicas y contrareplicas; lenguage del peligro, de la maldición y del espanto, que
hubieramos entendido en el gesto altanero y en el ademan magnífico de esos
ministros de Neptuno, si hubieramos tenido el ánimo tranquilo para traducir
la sublime eufonía de las tempestades. La tuníca negra de los tripulantes, [las,
tachado] sus gargantillas de dientes de tigre, el tatuage feroz de [los, tachado] sus
visages y el idioma de las maldiciones, nos los [presentaron, tachado] hacian ver
como los fatídicos Dioses del Guamuez, vengadores [y magníficos o extraordina-
rios, tachado] magnánimos. Eran los hijos de los Caribes [A, tachado] echandose
á cuestas en esa escalinata del alcazar de las cascadas, la salud y la suerte del [dos
los, tachado] hijo[s, tachado] de españoles, [sus antiguos enemigos, tachado] sus
antiguos frageladores y victimarios……….

……………………………………..
370 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Tres leguas anduvimos así, rio abajo, en cosa de media hora, que nos pare-
ció un siglo. Cuando entramos á las aguas tranquilas, donde el rio se desliza
en un silencio apacible, [comprendimos, tachado] adivinamos toda la estética
de nuestros bogas y comprendimos la hermosura sin rival de su tocado. La que
estos hombres usan es la mas armonica y magnífica endumentaria: La palidez
y el trage del europeo son una irrisión en la gran llanura.
Para ellos, nosotros somos los estraordinarios: hombres vestidos, encha-
lecados, forrados, embotados, de sombrero, pálidos y de un lenguage lleno de
[armonias, tachado] músicas y dulzuras, que se ahogan en el rumor perfecto
de la selva, mas armoniosa todavía.
Se nos antojó que Roberto, el incisivo, que clavaba sobre nosotros su mirada
de fuego con interrogaciones de una psicología misteriosa, había de llevar una
cartera de apuntes, por el tenor siguiente: / “El blanco mayor todo lo mira; pero,
como lo mira todo con el criterio falso de una civilizacion discordante con el
medio actual, juzga mal todo lo que ve: se admira de lo que no debia llamarle
siquiera la atencion. De muy poco provecho para el mundo debe ser eso que
va escribiendo!
“Va contento con el rio tranquilo y acaso piensa que el puerto debe situarse
tres ó cuatro leguas mas abajo, perdiendo así unas emociones varoniles de que
estos blancos, [arriba escrito: en su cobardía], siempre andan huyendo. [en su
cobardía, tachado].—
“Miró el reloj, miró el sol á traves de unos vidrios, anotó algo en su libro,
miró aquella playa y dijo:
“Allí acamparemos esta noche: arrimen.
“Los blancos comienzan á consultar al sol, que es para nosotros conse-
jero eterno.
“Armaron en el arenal una casa portatil y comieron una comida horrible.
Nosotros tomamos vigorizantes enérgicos [en, tachado] de nuestras raices que
ellos no conocen.
[“Nosotros, tachado] “Les hicimos creer que dormiriamos cerca de su rancho.
Tontos! Cuándo podriamos quedar seguros bajo la hospitalidad de los blancos?
Que ellos nos la pidan en nuestras casas para concedersela sagrada y franca:
[nosotros, tachado], la falaz que á trueque de nuestra libertad ellos nos ofrecen,
no la aceptamos nunca. El bosque es mas seguro.
“A media noche nos llamaban para esclavisar las horas sagradas de nuestro
sueño. Ve! No quisimos responderles.
“Ellos solos desarmaron el rancho á esa hora, hicieron de comer, empacaron
sus cosas, y á la estrella del alba, salimos de nuestro campamento para [empren-
der, tachado] seguir viaje.
Cuando raspamos nuestro lloco, el mayor nos preguntó:
cuaderno 6 371

— Para que sirve eso?


— Para dar fuerza, espantar la pereza, calmar el mal genio y abrir la inteli-
gencia, le contestamos.
— Quiero probar si es cierto: dame!
Y le dimos una pócima doble que él se tomó de un trago.” //
Siguen ahora los apuntes blancos al calor del lloco.
La canoa se deslizaba en un silencio absoluto sobre una linfa dormida.
La expedición parecía la desfilada cautelosa de los trovadores en los cahales
del Nilo. Todo estaba dormido, los árboles se balanceaban y las palmeras tre-
molaban sobre el cielo gris. La sombra de la arboleda cortaba el rio en dos franjas
que la estela de la barqueta rizaba en resplandores de luz matinal. y los indios
conversaban ó cantaban algo tan suave y tan armonioso como una melopea.
Siete kilómetros andados, á la luz de la aurora, al volver una curva del rio,
vimos luces en una playa. Levantaban campo; dos canoas se balanceaban en [e,
tachado]la orilla. Nosotros pasamos sin curiosidad y á [pes, tachado] velocidad
de dos leguas por hora.
— Adios! Adios! gritamos.
— Adios!
— Esos son caucheros con gente de San Diego dijo Roberto.
Al rasgar el sol, magestuoso é indescriptible, un grupo de nubes que parecian
tapar el cañón del rio, se abrió de repente un canalizo hacia el Norte.
— Este es el Putumayo!
La cordillera de Mocoa se ve cerca. El rio, reunidas sus aguas con las del
Guamuez que hoy las superaban, toma todo el aspecto que tiene el Magdalena
en [B, tachado]Puerto Berrio y sigue hacia el Sur.
Habiamos navegado el Guamuez en ocho horas [catorce, tachado] doce le-
guas desde el Alpichaque, las que [pueden, tachado] podrian reducirse á ocho
en línea recta por camino de tierra, si no fueran de sospecharse los pantanos.
Diez kilómetros abajo de la bocana del Guamuez hay una casita risueña, la
primera que veiamos desde Santa Lucia; sitio bello; los indios hermosamente
pintados, parecian japoneses. Los saludos entre nuestros barqueros y los peo-
nes pintados de la barranca fueron efusivos.
— Qué tanto les dicen?
— Que creian que nos habiamos ahogado en el / Guamuez, porque el rio
venía revuelto.
— Pues si no hubiera sido por la maravilla de estos hombres, morimos.
— Son los primeros bogas de San José: nadie los rivaliza, dijo el capataz de
los japoneses aquellos.
— Y esta posesión cómo se llama?
— La Sofía[!, tachado].
372 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

— [La Sofia? Viva el General Reyes! Ah! Ya recuerdo, tachado]: Aquí pereció
el “Tundama”, primer buque de vapor que zurcó estas aguas. [Loar a quienes
hicieron ese esfuerzo en favor del pais! Ese esfuerzo resultó desgraciado por enton-
ces; pero el mismo corazón que palpitó aquí [en el coraz, tachado] por la patria,
rige hoy sus destinos: bendita coincidencia! Viva el general Reyes!, tachado]
Allí nuestros conductores hicieron alto; sacaron unas cajas donde llevaban
artículos de tocador, espejo peines, tijeras, pinceles, pomadas y barnices y se
consagraron, con nimio cuidado, a embellecerse. Desaparecieron los mechon-
citos salientes que tenian en el cabello, se arrancaron las cejas, pestañas y pelos
de barba que empezaban á asomar; borraron la antigua pintura uniforme del
rostro y la sustituyeron con difíciles y vistosos arabescos de rojo siena y se tiñe-
ron de negro los labios.
— Tohí! Tohí! Exclamaron, contemplándose en sus espejos.
— Muy bellos, muy hermosos! Tradujimos antojadizamente nosotros y acer-
tamos; porque ellos mostraron sus dientes blancos en alarde de risa y repitieron:
— Tohí: buen trabajo de pintura!
Ademas, para conpletar su tocado, se pusieron calzones y sombreros. //

Cap [XXI, tachado] X

Los indios sionas.— Cómo son los pueblos.— El cacique de San José.— El trage
de ceremonia.— Recuerdos al General Reyes.— La ovación á los expertos.—
Dónde viven los Sionas.— La mentalidad de los indios.— Su sistema de numera-
ción.— Cultura de los Sionas.— Deseos de ir á Bogotá.— Rasgos distintivos.— La
industria Costumbres notables.— El amaño.— La ley de Moisés.— Nombres y
cristianos y gentiles.— Un camino antiguo en el Guamuez.—
A tiro de rifle de La Sofía, se ha trasplantado el pueblo indigena de San José;
porque donde estuvo, 5 kilómetros arriba del Guamuez, murieron tres caciques
y por esto los indios derribaron sus casas y fueron á fundar á otra parte. Esto
hacen siempre. El rancherío es efímero; no hay estabilidad en las poblaciones
indígenas. Debe atribuirse á esta condición especial de las fundaciones, de irse
trasladando á otras partes, el movimiento lento del exodo indigena, cuyos efectos
son tan importantes en la sociología andina.
Ibamos á conocer por primera vez un rancherío de bárbaros. Sobre una me-
seta que domina el río en una larga visual, hay una especie de plazoleta entre
palmeras y en su contorno se levantan diez casas grandes de palmicha y guadua
muy bien construidas. En una de esas talvez en la de mayor salón había una
bandera colombiana en la puerta.
— Aquí le tiene preparado á Ud. alojamiento de honor el Sr. D. Casimiro
Castillo, capitan, exgobernador y cacique de los Sionas, nos dijo el Sr. Becerra,
quien salió á recibirnos á la barranca.
cuaderno 6 373

En el centro del gran salón, pulcramente barrido, estaba sentado en un banco,


torciendo ñoasuá (especie de palmicha) para hacer chinchorros; un indio lleno
de adornos de plumas vistosas en la ca- / beza, las orejas y las narices. El cuello
lo tenía envuelto en chaquiras ó gargantillas de varios colores [gargantillas, ta-
chado] y el cuerpo cubierto con una túnica negra de cuyas bocamangas pendian
largos mechones de la misma ñocuá Nos pareció un sacerdote de alguna religión
oriental. El [no pareció, tachado] afectó no fijar en nosotros su desdeñosa [vista,
tachado] mirada.
— Capitan! le dijo Becerra, tengo el honor de presentarte un enviado del
presidente de Bogotá.
— Ah!….. General Reyes recuerda indios?
— Sí: el Exm°. Sr. Presidente no ha olvidado [que en, tachado] al Putumayo
[comenzó á hacerse benemérito de la Patria por el trabajo, tachado] y me ha
mandado á [continuar la labor de civilizacion malograda en otra época, tachado]
trazar camino y ver indios amigos.
— Mi casa para vos y para Reyes, dijo el indio levantándose con solemnidad
y orgullo: que traigan aquí equipages.
A continuacion fueron presentándose lujosamente ataviados, en son de vi-
sita oficial, el Gobernador José Chica, los otros capitanes Mario Jamo Jeromo
Jucuro y varios particulares del pueblo. Todos hablan castellano tan bien, como
el cacique, y nos preguntaron muchas cosas sobre nuestra persona y nuestra
tierra natal:
— Bogotá, grande, como Mocoa? Bonito Bogotá?
— No: Bogotá mas grande; mas bonito… talvez.
— Lejos Bogotá? Cuántas lunas andando?
— [Si, tachado]: Tanto como Caraparaná: dos lunas andando.
— Eso, todo, gobierna Reyes?
— Mucho mas: otras dos lunas hasta Guajira. Buen[o Quieren, tachado] Re-
yes? Aquí fué corazón grande!
[No pudimos contener la viva emoción que [nos causó, tachado] experimen-
tamos como colombianos, al ver honrado así al Presidente de la República por
[unos salvages, tachado] los rudos hijos de la libertad en el corazón dela [desierto,
doblemente tachado] Selva amazónica, tachado].
Los indios de San José, á cuya parcialidad pertenecen nuestros dos espertos,
rinden grandes honores al oficio del canalete y por esta razón, Victor y //
Venancio merecieron casi una ovación pública al llegar á su pueblo, por la
proeza ejecutada por ellos en los raudales del Guamuez: [ela pueblo, tachado]
el gentío lo rodeó en la plaza á escuchar sus aventuras, que ellos supieron pon-
derar como maravillosas. Entonces volvimos á ver retratada en sus rostros la
serie de peripecias tan imperfectamente descritas anteriormente y á oir las mo-
dulaciones de un idioma elástico, que tantas variantes y recursos ofrece á los
374 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

trasportes del ánimo. La lengua, que así vibra como canta, se llama Siona y
participan de ella un sin número de parcialidades que se extienden á las ori-
llas del Putumayo [arriba escrito: durante 70 leguas,] desde la boca del Gui-
neo hasta [Setcuta 170 leguas, tachado] la boca de Jocorobué, donde viven ya
[sus, tachado] los Guitotos, nacion tan mansa y civilizada como los Sionas.
Se diferencian en lenguage y maneras; pero en el fondo, su psicología y su de-
sarrollo social [e, tachado]son tan semejantes, que basta estudiar á los unos
para conocer á [los, tachado] sus condueños [de, tachado] en un territorio
uniforme, sometido, por lo demás, á análogas influencias. Otro tanto sucede
entre estas naciones y los que viven en el Aguarico y sus aledaños, quienes
hablan distinto y se pintan la cara de un modo diferente, pero que son tan
parecidas que no sabe distinguirlas ni un antropólogo en sus disquisiciones
etnográficas; ni un un simple visitante, [co, tachado] como nosotros, en sus
diletantismos de turista.
Nuestro amigo Basilio del Alpichaque, por ejemplo, cuyos rasgos biográ-
ficos conoce el tector [sic] hasta la saciedad, pertenece á la clasificación de los
Aguaricos, así como los pocos habitantes del rio Guamuez. Sirva, pues, lo dicho
acerca de él y su familia, para pintar la nacionalidad indígena á que pertenece,
tan semejante á los sionas.
No sucede lo propio entre éstos, que pudieramos llamar Putumayos [arriba
escrito: oceameos ó caribes] en general, con los del Guineo, Mocoa, Sibundoy
etc de procedencia peruana mas ó menos remota. Los primeros van [subi, ta-
chado] en su exodo conquistando la cordillera, / los segundos, en el suyo, van
invadiendo la llanura.
No tuvimos tiempo de estudiar la mecánica y menos la filosofía de la lengua
siona, cuyas modulaciones tánto nos entusiasmaron, cuanto mas misteriosas
nos parecian en nuestra ignorancia: eso, que es obra de sabios y benedicti-
nos, hubiera sido asaltar la clave del problema americanista y el secreto de
industrias, religión y psicología de éstas naciones y sus confederados; pero
como base de mas detenidas deducciones sobre la mentalidad de estos pueblos
anotamos los nombres de los [diez primeros, tachado] números dígitos, advir-
tiendo que su modo de formación denuncia al parecer un sistema no decimal
de numeración: quedense por ahora para los aficionados las deducciones
consiguientes; además se nota que el vulgo de los indios no usa[n, tachado]
sino hasta el diez en sus cuentas, pues luego siguen por veintes, valiéndose de
los pies y de las manos. Por último, nos pareció que no conciben los núme-
ros abstractos, en el concepto de relacion con la unidad, pues nunca dicen,
por ejemplo, cuatro á secas, sino cuatro-reales, cuatrohombres, cuatrodias
[signo de etcétera] siempre ligado el sustantivo, contado con el numero que
lo limita.
cuaderno 6 375

1 Té (Uno) 6 Dique sara noté (Otra mano la uno)


2 Samú (Dos) 7 Dique sara samú
3 Samu-té (Dos y uno) 8 Dique sara samí té
4 Caje seca (cuatro) 9 Dique sara caje seca
5 Té sara (Una mano) 10 Siante sara. (Ambas manos)

Como se ve, en los nombres de estos diez números está el proceso historiado
de la noción de número por qué han pasado todos los pueblos y si todavía no
se han simplificado esos nombres ni han tenido el engranage decimal de cuyo
sistema son la base, eso depende de la limitación comercial [y, tachado] faltos
de ensenanza por medio del trato á que han estado reducidos estos índios; me-
jor dicho: esa incipiencia pondera mas el estado rudimentario del comercio en
Oriente que //
la falta de capacidad mental de los naturales, quienes por otra parte mani-
fiestan un gran desarrollo intelectual.
En efecto: aparte de ese espíritu insinuante y fácil que tan bien habla siempre
de la cultura de quien lo posee, notamos en las preguntas que nos hacian los
indios una idea cabal de multitud de cosas de que suelen no darse cuenta los que
presumen de civilizados. Los indios de San José, por ejemplo, se han dado
mejor cuenta de nuestra misión que los del valle de Atris y han procedido en
consecuencia mas patrioticamente que muchos señores de categoría en Pasto.
Manifiestan tambien una curiosidad muy racional en cuanto á las circustancias
del camino de que no han dado señales los muchos viajeros que han recorrido
la región como en el fondo de sus petacas para [hacer alarde, tachado] exhibir
despues [de, tachado] una ignorancia supina en los informes que [se han ser-
vido darnos, tachado] dan del territorio.— Se consideran mas colombianos en
su deseo de conocer cómo es la capital de la República y en el lujo del pabellón
nacional, que muchos hijos de las ciudades que ignoran dónde queda Bogotá y
á quienes es preciso conminar para que adornen las puertas de sus casas el dia
del natalicio de la Patria.
Tomandonos estabamos la primera taza de cafe despues de una cuarentena
de ayuno taza con la [que, tachado] cualtuvo la amabilidad de obsequiarnos el
Sr. Becerra, cuando se presentó á visitarnos tambien un indio viejo sin etiqueta
ninguna: trage de entre casa. Hablaba el castellano perfectamente y se manifestó
tan familiar y campechano que lo juzgamos un paisano disfrazado de Siona.
Estiró las piernas, chupó su cigarrillo, escupió á diestra y siniestra y dijo:
— Cual es tu tierra? [nos preguntó, tachado]
— Bogotá.
— Y tu oficio?
— Hacer caminos; viajar….. escribir aventuras! /
376 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

— Allá tienes mujer, hijos?


— Mi esposa y mi hijo están en Pasto.
— Blanca tu mujer? Tu niño sabe leer?
— Si, sí, hombre! Soy ingeniero, mayor de edad y casado; mi hijo sabe cien-
cias y [qué mas quieres saber de mí?, tachado] tengo corta picos y callares, muy
buenos, de venta.
— Cuándo te vuelves para Bogotá? Quiero conocer Bogotá: llévame!
— Está bien: te llevaré sirviéndome. Vamonos mañana!
— Sirviéndote; pero yo tengo mucho caucho para vender y pagar mis gastos.
Mañana, no: es muy pronto. Aguardame en Pasto.
— Estamos conformes: si sales pronto á Pasto, seguirás conmigo.
Se nos espera pues un famoso compañero de viaje: un salvage que no acepta
que se le hagan sus gastos, aunque vaya sirviendo, y que quiere conocer el mun-
do, en compañía de un casado formal y con hijos que saben leer! Vaya con los
salvages si todos son por el estilo.
El aspecto del pueblito, las amistades que encontr[é, tachado]amos ya forma-
das en [mi, tachado] nuestro favor, oficiosas, insinuantes y sencillas, y la idea de
que esta gente vale cien veces mas de lo que la juzgan, nos hizo olvidar, durante
nuestra permanencia en San José, que estabamos en una tribu del Caquetá, para
creernos en un centro social bien constituido.
Los indios éstos son muy visitadores, obsequiosos y preguntones; son inte-
ligentes honrados y trabajadores; cultivan con perfección varias industrias, de
cuyos productos llevamos algunas muestras; son hábiles constructores de ca-
sas, canoas y utensilios de pezcar, cazar y navegar; [con, tachado] saben hacer
hamacas de nacuma torcida, de un primor admirable; utilizan la corteza de la
guadua en tejidos de paja fuerte, de muchas aplicaciones como asientos rusticos,
cedazos y prensas para extraer la fécula de la yuca; cultivan en pequeño la tie- //
rra sembrando lo que necesitan para la subsistencia; son honrados, puntua-
les y escrupulosos en el cumplimiento de su palabra; contratados para bogas en
los viajes de rio, no solamente sirven bien, sino que se constituyen en instruc-
tores, compañeros y proveedores del patrón, con tan amabilidad y sencillez que
cultivan en este profundo cariño y sincera estimacion. Qué es pues, si no fuere
todo aquello, lo que se necesita y pueda faltarles á estos hijos de la Selva, para
ser gente civilizada?
No encontramos cosas extraordinarias en las costumbres de estos indígenas;
pero, no dejando de ofrecer cierta originalidad, presentamos como muestras
algunas de ellas, y deploramos que la brevedad de nuestra informacion no nos
permita ser mas prolijos.
Como todo prójimo, el indio se enamora de la india; la cosa es notada por los
padres de ésta, quienes, cuando ven ya la fruta madura, celebran un gran festin
de muchas carnes monteces y fermentos de yuca, chontaduro y platano para
cuaderno 6 377

provocar el suceso. Cuando el buen humor reina en la concurrencia, el padre


del mancebo ú otro padrino respetable que lo representa se dirige al anfitrion y
le dice mas ó menos los siguiente:
— “Fulano quiere casarse con tu hija. Qué opinas tú de eso? El mozo posee
grandes prendas: ha bajado el Putumayo hasta Caraparaná ó ha subido hasta la
bocana del Guineo; es un piloto habil; maneja perfectamente el harpón, la red
y el anzuelo; tira la flecha y la escopeta con gran primor que no pasa un pajaro
por los aires ni un siervo por el bosque cuando él anda de caza sin que ese dia
no haya carne en la cocina;”……
— “Pues mi hija, en las habilidades propias de / su sexo no le va al otro en
zaga: muele la yuca á la madrugada para hacer el casabe del dia, bate variedad
de chichas con verdadera exquisités, lava muy bien ropa, como ves, está alentada
y robusta y ningun hombre ha merecido que vuelva á mirarlo.
— Tal para cual, compadre: serán dichosos si tú consientes en que se casen.
— Pues, que se casen, compadrito de mi alma!
Fijado [entre los, tachado] por los dos viejos el dia de la boda [sutre, tachado]
cora libaciones y abrazos, corre la noticia entre los concurrentes, quienes se ha-
cen lenguas ponderando las perfecciones de los prometidos; entonces interviene
la suprema autoridad social, representada por el Sr. Gobernador de indígenas,
quien en forma poco solemne requiere la libre voluntad de los futuros y los
amonesta al cumplimiento de los deberes conyugales. La ceremonia luego se
reduce á muy poco:
— “Hombre”: dice el anciano que apadrina al varón, “dale la mano á tu [mu-
jer!, tachado] novia! Estás obligado á mantenerla, á defenderla y á educarla. Dala
[sic] la mano á tu mujer! Estás obligado á corregirla, amarla y darle ejemplo de
buena conducta.— Por tres veces te ordeno que le des la mano a tu esposa. (Se
dan la mano) Que seais felices y tengais muchos hijos! Ya sois casados.” Pala-
bras analogas le dice á la novia la anciana que le amadrina, relativas al servicio,
respeto y obediencia que debe á su [esposo, tachado] marido. El festin de bodas
por cuenta del novio termina el acto. Sinembargo, el vinculo no queda perfecto
sino hasta después del amaño, temporada en la cual viven bajo la vigilancia de los
padres de la novia, con los miramientos de un par de prometidos, aunque con las
obligaciones aparentes de dos esposos. El marido puede durante este noviciado
repudiar á su mujer si por mal caracter ó ignorancia de sus deberes ésta se hace
acredora á semejante desacato. Aceptada la esposa por el ma- //
rido, termina el amaño y ya el matrimonio es indisoluble.
Las indias se huyen al bosque para dar á luz, donde nadie las vea ni les ayu-
de; bañan á su hijo en la quebrada y se lo entregan al marido para que él lo crie
durante la cuarentena que ellas pasan en absoluto aislamiento, sin poder tocar
nada de su casa, como si estuviesen inmundas, segun la expresión de Moises.
Semejante aislamiento lo sufren las mujeres por diferentes motivos y hay una
378 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

casa, especie de lazareto, destinada á ese efecto. Los cuidados maternales que
absorben al padre en estos dias no le permiten salir de su casa y aseguran
que guarda en favor de su hijo verdadera dieta. Despues del término fijado por
la costumbre y la necesidad, las mujeres se dan un baño aromático purificador
para volver al trato con las gentes.
Los bautismos se hacen como manda el padre Astete y el niño en este acto
recibe un nombre cristiano que usa en la vida y trato con los blancos, pero lue-
go recibe otro nombre de tribu que es con el que lo llaman en su lengua los otros
indios. El objeto de esta paridad de nombres parece indicar un estado de tran-
sicion entre dos ritos. (x)
El nombre de tribu de un indio que nos presentaron en San José nos llamó
la atencion:
— “Odac Mahá”
— Qué significa ese apodo?
— Camino de chonta
— Y por qué razón te lo pusieron?
— Porque en una cacería que hice por el rio Guamuez arriba, encontré en la
selva [un, tachado] los vestigios de un antiguo camino de empalizada.
(x) Lo propio sucede con los pueblos: San José, por ejemplo lo llaman
Huejo Bohó /

Cap. [XXII, tachado] XI

El Bajo Putumayo.— Un conocedor inteligente habla.— Los Güitotos.— La


ley marcial.— Descripcion de un suplicio.— Las gargantillas de muelas huma-
nas.— Los conflictos con el Perú.— La aventura de Gasca y los Calderón.— Una
bofetada y en derrota!— Los colombianos arrancan los mojones.— La defensa
en “El Globo” de El Pará.— La verruga del Derecho Público.— [Muerte de José
Francisco Gómez y su hijo, tachado].—
— Por lo que veo, nos dijo [el, tachado] un inteligente [y gran, tachado] co-
nocedor del territorio, [Sr. Becerra, por lo que veo, tachado] Ud. piensa que todas
las naciones indígenas del Putumayo son mas ó menos con ésta y hay entre ellas,
sinembargo, ciertas diferencias que me permito hacerle notar para la mejor cla-
sificación que Ud. haga de ellas.
— Agradezco á Ud. todo informe que se sirva darme y daré traslado al inte-
ligente lector para que él y no yo haga la debida clasificación.
— En primer lugar, refiriéndome á los Guitotos, la índole de éstos es mas
retraida con los blancos que la de los Sionas. Ellos celebran sus fiestas donde los
blancos no los vean y muchas de sus costumbres nos son desconocidas por este
mismo motivo. Estos bárbaros son polígamos segun parece.
cuaderno 6 379

— En cuanto á eso, tengo noticia de que los blancos[,, tachado] que, segun
dicen, tienen varias mujeres á su servicio, les han dado un ejemplo que ellos han
imitado desgraciadamente, y que muchas luchas armadas con ellos tienen su
origen en tristes rivalidades de amor.
— Tampoco son muy mansos: yo ví un patíbulo levantado por allá, muy
abajo, para sacrificar á dos de sus enemigos.
— Regiría la ley marcial, bajo cuyo imperio yo ví mas de ciento [levantados,
tachado] en la última guerra por allí arriba, [El estado de guerra durante el cual,
tachado] levantados en nombre de la //
civilizacion. Le suplico que me describa el sacrificio, para ilustrarme en esa
clase de asuntos. La vida, pues, no está muy segura entre los Güitotos?
— No sé si el caso es frecuente y lo refiero de oidas: un jefe Güitoto aprendió
á dos de sus enemigos y para justificar su castigo ante los blancos que viven por
allí, los hizo pasar como que fraguaban una perfidia contra éstos, que era preciso
castigar para escarmiento. [Concedida, tachado] Obtenido así el consentimiento
de quienes podian castigar su delito, levantaron dos postes verticales de poca
separación y les [cru, tachado] atravezaron otros dos maderos para formar una
cruz doble en la que ataron en forma de X á los sentenciados. Toda la noche su-
frieron esa capilla los infelices. Cerca de ellos permaneció tambien toda la noche
un espía para conseguir sorprenderles lo que se comunicaran en tan críticos mo-
mentos; pero en vano, porque los sentenciados guardaron absoluto silencio: no
se lamentaron siquiera de su suerte. Al amanecer prepararon sus sacrificadores
con maderas muy finas una hoguera cerca del patíbulo. Cortadas las cabezas,
inmediatamente extrageron el corazón palpitante y lo [boliaron, tachado] azaron
esas entrañas en la hoguera. Tambien les cortaron el brazo izquierdo que colo-
caron junto con la cabeza en un pequeño sexto que llevaba alguno á la espalda:
el corazon lo devoraron los antropófagos y dando gritos destemplados corrieron
al bosque, seguramente á continuar el festín con el brazo la tribu entera. La ca-
beza la ensartan en un palo frente de las casas y con los dientes y muelas hacen
gargantillas. Dígale Ud. á Bernardo de la Espriella que le muestre una de mas
de 60 muelas que él conserva.
Horrorizados con esta relación, que tan mal habla de las garantías individua-
les en la region ba- / ja del Putumayo, resolvimos consignarla sin comentarios
en nuestro libro, así entre comillas; para que, si presta mérito y fé, sirva de corri-
genda [en, tachado] al mismo libro en lo que tenga de optimista. Advertimos, eso
sí, que no solemos salir garantes sino de aquello que vemos ó que [se, tachado]
nos asegura el interlocutor [con, tachado] serio haberlo visto.
= Con el fin de ilustrar este libro con todo lo referente al Putumayo, y para dar
idea de los conflictos de los colombianos con los Peruanos, trascribimos tambien
el que tuvo lugar en Caraparaná en 1902, digno de mejores anales.
380 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

“Marco A. Gasca, nos dijo el mismo informante, estuvo en Mocoa hacia 1901,
á denunciar por delitos atroces á los Larrañagas y con el objeto de recabar del
prefecto el nombramiento del Sr. Neftalí Arboleda como Corregidor de aquella
remota circuscripcion. Gasca llevó á sus expensas al corregidor y obtuvo de él que
colocara como su Secretario al Sr. Zacarías González. Al llegar, aprendieron en
union de otros colombianos á Rafael Larrañaga y á un argelino llamado Jacobo
Berchilon, que estaban desapercibidos y siguieron por tierra á la colonia indiana
de la Chorrera donde estaba el gran Benjamin Larrañaga padre de Rafael (de
quien ya hicimos mención en este libro por sus inmensas riquezas)
Valiéndose de algun ardid, se escapó Barchilon y dió aviso a Benjamin, con
lo que se frustró el golpe. Los profugos se pusieron á salvo en Iquitos.
Temerosos los colombianos de Caraparaná de que aquellos hombres solici-
taran el concurso extrangero para tomar desquite, despacharon por brazuelos
y arrastraderos ó caminos breves de tierra que acortan mucho los viajes en el
Territorio, á un expreso con un oficio para el consul colombiano en aquella
ciudad, que lo era entonces el Sr. Manuel María Montero, suplicandole que
llegado aquel caso protestara contra el recurso de los traidores haciendo pre-
sente al Sr. Prefecto de Loreto que Caraparaná está en territorio colombia-
no donde nada tenian que ver las autoridades peruanas. No quiso el consul
hacer antici- //
padamente la protesta porque segun contestó, aquello era provocar la posi-
bilidad de una intrusion; pero les advirtió sinembargo que próximamente sal-
dría de Iquitos una lancha armada en guerra que seguramente se encaminaba á
Caraparaná. Apercibidos así los colombianos dispusieron el modo de apresar la
lancha si entraba al puerto. Contó un diario de Manaos que iban 200 soldados en
la lancha y los colombianos eran [cuatro, tachado] pocos; pero al llegar á Igapa-
raná, los peruanos que hay en ese rio advirtieron al capitan que los colombianos
estaban apercibidos y que combatirían. Entonces los jefes de la tropa dejaron
allí los soldados y resolvieron ir solos con [algun, tachado] el pretexto de andar
comprando caucho, á explorar el campo. [Ap, tachado] Apostados cuarenta tira-
dores [par, tachado] colombianos en emboscada se prometian cortarle la retirada
á los peruano y á título de valientes triunfar y apresar la lancha; pero no llegó el
caso porque esta se presentó de paz. Aunque era de tenerse un engaño, cuatro
de los nuestros resolvieron ir á bordo previo [la señal, tachado] el convenio[da,
tachado] de que un tiro sería la señal de que estaban en peligro y de comenzar
el ataque. Los cuatro [quen, tachado] que entraron á bordo fueron los señores
[José A, tachado] Marco A. Gasca José Gregorio, Teofilo y Abelardo Calderón.
— Señores, dijo uno de ellos dirigiéndose al Capitán, á qué [tiene, tachado]
debe Colombia el honor de [una, tachado] ser visitada por oficiales peruanos
en sus puertos?
— Venimos á ver si Udes tienen caucho para la venta y no mas.
cuaderno 6 381

— En ese caso, pueden Ud. bajar á tierra y aceptar nuestra hospitalidad como
particulares, pero no como oficiales del ejército peruano.
— Pero observo agregó otro que estos comerciantes galoneados no izan el
pabellón colombiano…..
— Desgraciadamente, no tenemos bandera colombiana para los saludos de
puestos, contestó el / capitán.
— Pero nosotros sí tenemos trapos de colores en nuestros almacenes, que
podemos venderles. Entre tanto es bueno arriar aquella bandera de proa.
Extendio el rifle y disparó contra la bandera peruana. La tripulacion de ser-
vicio, á una señal del capitán, arrió la bandera.
Ya en tierra esclamó algun otro de los colombianos, ganosos de pelear á
todo trance:
— Pero mi jefe, sepa Ud. que la tierra colombiana no [podemos, tachado]
pueden pisarla divisados de militares sino [nosotros, tachado] los colombianos,
y le tumbó el kepis de un manotón.
Con estas razones, los oficiales peruanos se reembarcaron apresuradamente,
levaron anclas y viraron de bordo con tal precipitud, que escape se estrellan con-
tra la barranca de enfrente al empuge de 100 libras de vapor, [contra la barranca
de enfrente, tachado] que le pusieron a la caldera.
No paró En esto [paró, tachado] la revancha de Barrilon y Larrañaga: el sitio
de la Chorrera que se habia colonizado por colombianos, pasó á ser del Perú.
Como me lo contaron te lo cuento”.
Con estos dos cuentecillos hemos querido complacer al amable lector que
hasta aquí no ha acompañado, valiendonos de ellos como de dos brochazos
para pintar las lejanías del bajo Putumayo, donde no podemos llevarlo, co-
mo no tampoco podemos ir nosotros por la [necesidad, tachado] urgencia
del regreso. [Bien quisieramos visitar toda esta interesantísima región; pero
acaso por el Camino de Mocoa, hallemos algo digno de la atención del pu-
blico., tachado]
— [Nos vola, tachado] Cambiamos aquí de rumbo: volvamos hacia Pasto.
Pero antes vamos á ofrecerle [al, tachado] á los viajeros venideros un cuadro de
distancias en el Putumayo que tambien por medio de informes hemos logrado
formar hasta aquel lejano rincó del País.—
En San José tuvimos el gusto ver al Sr. Juan Felipe Muñoz Idrobo, el que
arrancó el puente que //
peruanos y brazileros colocaron Putohé [arriba escrito: Potuhé], como mojon
de frontera dentro de nuestro territorio. Colombiano al fin, como aquellos de
Caraparana que á bofetadas hacen respetar el territorio patrio, ardía en indig-
nacion aquel buen comerciante de cascarilla y chaquiras, recien que pusieron
postes los vecinos (1868) sin atender nuestro derecho y ni siquiera invitarnos á
los parlamentos que tuvieron para celebrar [e, tachado] los tratados de [1873,
382 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

tachado]-(?) 1851-1858 Subia D. Juan Felipe pensando en ese desacato, [que,


tachado] el cual le dolía como si él [lo, tachado] sintiera bajo su camiseta listada
palpitar el corazon de la [viejita, tachado] madre Colombia, tan respetada cuando
triunfó en Tarquí y tan traicionada despues, cuando las ambiciones la fraccio-
naron y humillaron. Ver el poste, cuya inscripcion declaraba que allí partian
términos, dentro de[l, tachado] nuestro suelo, los vecinos, y saltar de la canoa
colérico, todo fué una. Agarró con ambos brazos el nadero, como un campeon
que provoca á la lucha á un gigante, y pretendió derribarlo del primer empuge;
pero el poste no se movió. Entonces sacó su machete y poco á poco, á golpe de
paciencia y como deleitandose en el sacrificio [á, tachado] que, por sí y ante sí,
decretó contra la temeridad de dos naciones, cortó el poste, lo arrastró y lo botó
al rio. La cosa se supo pronto en las aduanillas cercanas y salieron lanchas en
persecución del atrevido; pero éste, conocedor de caños, itsmos y arrastradoras,
se burló de sus perseguidores. Con eso creyó el buen patriota haber devuelto á
la joven Colombia la herencia materna, arrebatada por un atentado en grande,
tan insólito como el suyo.
Tiene D. Juan Felipe, actualmente, algo como sesenla [sic] años de idas, ojos
grises, cabello negro y barba blanca. Es natural y vecino de Pasto y todavía hace
el mismo negocio, que en sus heroicos tiempos á lo largo del Putumayo, sin ha-
berse ganado en él un modesto patrimonio para la vejez. Parado en la barranca
de San José, aguardando [á que volvieran, tachado] la vuelta de unos caucheros
á pagarle [algunos, tachado] la provision de viveres que / que les dió al fiado,
encontramos el sencillo patriota
— Y, si los lanchas lo hubieran alcanzado, qué habría sido de su suerte?
— Habría sido fusilado en cruz de San Andrés y mis muelas andarian por
ahí en la gargantilla de algun jefe de los Andoques, la invencible tribu que suele
hacer alianzas con los blancos para incursionar de una República á otra.
Algun tiempo despues de esta aventura del Sr. Muñoz, hizo un viaje al Basil
el Sr. General Reyes y encontró repuesto [el poste, tachado] el hito [hito puesto,
tachado] en [el sitio de, tachado] Santa Bárbara, de donde, cuentan por aquí las
gentes con orgullo, [que, tachado] lo arrancó tambien; pero él no huyó sino que
fué al Pará y escribió valientes artículos sobre límites en “El Globo”, importante
diario de aquella ciudad. [sobre límites en defensa de nuestro derecho ultrajado,
tachado]. Nada tendría de raro que quien derribó el mojón de Santa Bárbara
y justificó su procedimiento en el corazón del Brasil con su pluma en la mano,
cuando apenas era un ciudadano “corazón grande” segun la expresion del Ca-
cique,— hoy, como primer Magistrado, [lo, tachado] arrancara para siempre ese
infamante mojón, clavado, no tanto en el suelo amazonico, cuanto en la frente
de Derecho público internacional de América!—
[Otro ejemplo del patriotismo de los colombianos en el Bajo Putumayo:,
tachado] //
cuaderno 6 383

Cap. [XXIII, tachado] XII

El Alto Putumayo.— Itinerario de todo el rio.— A dónde conduce este rio.—


Cómo se nos cambió la fortuna.— Nuestros bogas para la subida.— Opinio-
nes osbre la extinción del caucho.— Opiniones sobre cultivos propios para
el Territorio.— El enemigo del tabaco.— Descripcion del viaje de subida.—
La navegación del rio Guineo.— [Con-, tachado] Un naufragio.— Lo que dijo
el náufrago.— Importancia de nuestros bogas y la estimacion de los ingas.—
El gran médico de los Sionas.— Epítome de las plantas de virtudes misteriosas.—
Dónde aprendió Perdomo.—
Cambiamos aquí de rumbo: volvemos hacia Pasto. Para mejor situar la re-
gión de que nos hemos ocupado y para información de los viajeros primerizos
que anden en lo sucesivo por estos mundos. [Hemos formado con, tachado]
Valiendonos de informes suministrados por el Sr. Cornelio Ortiz, joven muy
inteligente y observador que hace frecuentes viajes al Territorio, [el siguiente,
tachado] hemos formado el siguiente:

[Ip, tachado] Itinerario para la navegacion


del rio Putumayo
hasta el puerto de Igaparaná (Igaraparaná)
parciales en Kl.

DistS. parciales
totales en Legs.
Posicion sobre

Posición sobre

Dists.– Teales
Distancias

Distancias

en kilóms.

Puertos,
en Legs.
Puertos poblacio-
el rio

el rio

Poblaciones y
nes y corrientes
tributarios.—

Pueblo de San Bund.D. 7 K. xxx Concepción D 10 Kil 62 legs.


Vicente a Guineo
Puerto Guineo “ Izq. 25. 5 legs. Rio y pueblo D. 100 “ 82 “
a Boca id Güepí
Boca Guineo á R. “ D. 15. 8“ Rio Caucaya Izq. 50 “ 92 “
Sn. Juan
“ [á, tachado] “ Izq. 5 9“ Yaricaya D. 150 122 “
Pueblo San Diego
“[á, tachado] Rio “D 5 10 “ Yubineto D. 100 142 “
Orito Pungo
“ Rio Guamuez “D 10 12 “ Campuya D. 200 282 “
““[á, tachado] “D 10 14 “ Caraparaná I 100 202 “
pueblo San José
Pueblo Yocorqué “D 20 34 “ Igaraparaná I. 300 262
Quebrada Piñuña “ Izq. 5 35 “
Pueblo Montepa Izq 15 50 “
Rio San Miguel D 10 52 “
/
384 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

No sabemos por qué [misterioso, tachado] secreto atractivo hacia el[o, tacha-
do] Amazonas, como si fuera la ley misteriosa de las migraciones que esparce á
los hombres por el mundo, [tomamos, tachado] emprendimos el regreso con [algo
semejante á la pereza,, tachado] un sentimiento contrario al que nos impulsó por
sobre dificultades casi invencibles hacia abajo. El rio tranquilo y magestuoso,
que en curvas elegantes se desarrolla llanura adentro, nos [prometía, tachado]
invitaba á seguir su curso y parecía prometernos muy hermosas aventuras. Con
la imaginacion hicimos un viaje de salvages en la incómoda canoa, comiendo
plátano, cojido al azar. en las fecundas vegas, donde nace á merced de los coli-
nos que arrastra la corriente, y durmiendo bajo las hojas de las palmeras en la
arenosa playa, hasta donde las risas civilizadoras del Oceano traen [la lancha,
tachado] el buque de vapor y la alimentación europea en tarros, y el Camarote
elegante, y la vida confortable para el viajero. Bajo esa encantadora agitacion de
la industria, [y, tachado] en el bullicio de todos los idiomas y ante el talimundis
de todas las costumbres de la tierra, que hoy invaden el Marañon, llegamos en
alas de la fantasí hasta el Atlántico, cruzado de barcos inmensos con las banderas
de todos los pueblos. La canoita en que debiamos subir el rio hasta sus orígenes,
se balanceaba al pie de la barranca esperando que acabaramos de abrazar á los
indios que salieron á despedirnos.
Las circustancias que nos habian acompanado hasta allí cambiaban com-
plelamente [sic]: necesitamos [canoa, tachado] una taza de café y un cigarrillo
al llegar á San José, despues de muchos dias de abstinencia, y tuvimos [á bordo,
tachado] rancho, [licores, tachado] vinos, carnes y atenciones en casa del Sr.
Becerra; significamos la necesidad de canoa y el joven Ortiz nos rogó que acep-
taramos la del Sr. Gabriel Martínez de quien es agente, pues él tomaría á mal
que su canoa no hubiera servido á una Comision científica desamparada en la
llanura; apetecimos un pan y el Sr. Rosendo Diaz, comerciante en víveres, nos
ofreció al fiado cuánto nos fuera necesario en materia de bastimento; eran //
menester cinco bogas de muy difícil consecución, pues los compromisos
de caucho y la solicitud de otros transeuntes los tenía en alza, y el Gobernador
[de indios, tachado] personalmente se ofreció á traernos con los hombres mas
escogidos de la tribu. Un gobernador, dos capitanes, un tegua y Ñumi Rasa, el
hijo del Cacique, constituian nuestra tripulacion.
El Sr. Becerra nos acompañó hasta La Sofía:
— Allí tengo un porvenir para mi familia y un horizonte para los colonos: un
cultivo de tabaco! La libra [de tabaco, tachado] de ese artículo vale en [Iquitos,
tachado] La Chorrera á cuatro soles. El terreno éste es muy fertil y conozco el
cultivo, porque yo soy hijo de Palmira. Estoy lleno de esperanzas!
— Qué otro cultivo cree Ud. que ofrezca ventajas?
— El tabaco….. el mismo caucho, [que con tan inaudita torpeza hemos des-
truido, tachado], enriquecerian al colono.
cuaderno 6 385

— Pero, segun dicen, estas montañas están pobladas de caucho; para qué
sembrar lo que ya está sembrado?
— Ya el caucho se acabó, aunque subsiste la fama. No ve Ud. cómo estos ne-
gociantes en víveres no saben cómo salir de su mercancia? Ya no hay negocio!
El [negocio, tachado] cebo gratuito ya le dió de comer á las mozcas, ahora sigue
[al negocio, tachado] la labor del trabajo. Hay que desmontar, sembrar pastos,
criar ganado……. Así viene la riqueza sólida. Mientras hubo caucho, no se fundó
nada estable; así como mientras hubo oro en California, nadie quería labrar la
tierra, que es la única dispensadora de las riquezas, por estar lavando las arenas
auríferas. [Cali, tachado]
Nos despedimos del inteligente y abnegado empresario con la pena de no
haberlo escuchado todo el tiempo que fuera [neces, tachado] menester, para
llevarnos al interior todo el acopio de conocimientos [que, tachado] requerido
[la, tachado] por la corriente de emigrantes que quisieramos encaminar hacia
estas regiones.
— Que el [mon, tachado] pulgón le respete su plantio y que me / informe del
resultado de su empresa, le gritábamos todavía desde lejos. No olvide!
La canoa se alejaba lentamente al impulso de las palancas. El pujido acom-
pasado de los bogas y el balanceo de la barquilla, nos causó un sueño traidor,
durante el cual nos sangraron á sus anchuras los mosquitos. Cuando desper-
tamos, navegabamos por entre el bosque, haciendo trocha en los ramages para
abrirnos paso: era que la creciente habia levantado el rio mas de tres metros. Las
angustias de los indios [en el paso, tachado] al pasar por debajo de los troncos
inclinados sobre la corriente, nos trasmitian viva zozobra, lo mismo que la lucha
formidable contra la corriente en el cañón estrecho de San José viejo. Frente de
este sitio un remolino había levantado un banco de arena, á cuya solidez efímera
confiamos durante la primera noche la seguridad de nuestro sueño. Amanecer,
[coger, tachado] presenciar la toilet de los indios y el tragin de la palanca; almor-
zar en frío, [arriba escrito: a medio dia,] ver á los indios raspar lloco [y, tachado]
y tomar horchatas de yuca, plátano y chontaduro mascados, levantar rancho
en la playa arenosa al anochecer y repetir esto mismo, durante una serie de dias
monotonos que se hace interminable; eso es el viaje de subida.
[San Diego, tachado] Boca del Orito [arriba escrito: San Diego], boca de San
Juan, boca del Guineo, esos son los únicos accidentes que interrumpen, de tarde
en tarde, iniformidad de la alameda que sombrea el canal.
Llegamos á San Diego en busca de impresiones: el mismo aspecto del poblado,
los mismos indios preguntones…… todo igual.
En la boca del Guineo, en vez de seguir subiendo el Putumayo —muy pobre
ya de aguas— para tomar el Camino de Mocoa en el pueblo de San Vicente, á
tres horas de navegación; cometimos el desacierto[,, tachado] que cometen to-
dos, de seguir, durante dos dias[,, tachado] por el Afluente, mas escaso de aguas
386 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

que el principal, [arriba escrito: que corre, tachado] por un cauce atascado de
empalizadas, //
lleno de brazuelos, [que le hurtadores imp, tachado] hurtadores implacables
de su mísera [su miserable, tachado] corriente, [correntoso, tachado] tumultuoso,
con raudales frecuentes y en el cual la palanca deja de funcionar para [que se,
tachado] arrastrar la barqueta á tirones sobre una tela de agua que lubrifica el
lecho pedrogoso [que le raspa el fondo como una escofina, tachado] verdadera
escofina desbastadora del madero. = En uno de esos chorros del Guineo tuvimos
la pena de ver las consecuencias de un naufragio, ocurrido pocas horas antes
á un pobre comerciante en víveres que bajaba con un solo boga en un potrillo:
volcada la canoa, averiada la mercancía, el propietario secandose al sol como
un pájaro mojado y el indio echando pestes contra la tacañería del patrón, que
se habia negado á pagar otro boga mas.
“— Si se topan en Mocoa con mi compadre Elpidio, mi socio, díganle que
aquí terminó el negocio que tan alucinado lo tenía!”
Eso nos recomendó el naufrago que dijeramos y para conocimiento del com-
padre Elpidio, que puede ser hijo de D. Público, repetimos palabra por palabra
el saludable recadito del escarmentado vivandero.
Para nuestra llegada al pueblecillo del Guineo, habitado por indigenas
de lengua quichua ó inga, nos prometíamos un filón [de, tachado] riquísimo de
observaciones en el trato recíproco de dos naciones diferentes. Eran nuestros
bogas, como hemos dicho, la flor y nata de los Sionas: entre ellos venía el gobier-
no espiritual y temporal de la tribu representado en el indio viejo que “llevaba
la batuta”; [el, tachado] su poderio militar representado [en uno de, tachado]
por sus capitanes, Yiyo Curoo, ó sea gusanillo de chaquira, ej el rico y atlético
Jamo, adornado siempre con nuevas plumas, [y, tachado] famosas gargantillas
y primorosos dibujos en la cara; su aristocracia, encarruada en Ñumi Rasa, el
principillo flacucho y esquivo que hacía sus estudios en el arte de la náutica, y
la ciencia de Hipócrates consagrada en / la experiencia medica del indio cara-
toso, cojo y desarrapado que venía instruyendonos en sus secretos. Aseguraba
el amigo Ortiz que los del Guineo les dispensaban á los Sionas profunda esti-
macion por su sabiduría de teguas y por su pericia en el rio. Desgraciadamente,
los nuestros no quisieron permanecer entre los otros á quienes saludaron en
castellano y trataron con desden, y regresaron sin dilacion.
Para aquel frustrado evento, como para ilustrar la relacion de los conjuros
que nos prometiamos presenciar, con alarde de recetas y filtros, reservabamos
los cuatro ó cinco secretos que nos reveló el ilustre curandero de Güejo Bohó
durante el viaje. Hay otro curandero mas conspicuo todavía: el cacique supremo
de toda la Nación, residente en Montepá: Taita Maguricio, que calza bota, usa
pantalón de casimir y sale con paraguas, en quien depositan sus pesares y de
quienreciben consejo todos Sionas; pero este sabio no sale nunca de su pueblo.
cuaderno 6 387

Ya que se nos vanó el mejor capítulo de este libro, que hubiera sido consa-
grado á Hermes y donde se h[u, tchado]abieran, tachado] visto las maravillas
de las artes diabólicas, por las que tan respetados son los Sionas, Guineo arriba,
nos conformaremos con presentarle al lector en forma de epítome las virtudes
curativas de algunas plantas, con su nombre indígena, á fin de que si provocan á
ponerlas en uso, puedan adquirirse facilmente, pidiendolas á cualquier comisio-
nista de Mocoa ó de Pasto, quien por estos nombres las solicitará en el Putumayo:
Eó.— Curare: veneno enérgico que usan en las flechas.— Lo eslraen de un
bejuco llamado Simá.
Yajé – [Simá, atchado] Yagé.— Bejuco del que fabrican un extracto que produ-
ce la claro videncia de tesoros y pronósticos, con el cual se embriagan escondidas
de los blancos, las mujeres y los niños, en raras solemnidades, á cuyo efecto se
dan cita reservadísima en lo mas //
retirado y oculto de la Selva.
Miutará.— Arbusto espinoso cuyo cocimiento produce la mas absoluta anes-
tesia local: cura intantáneamente las neuralgias y los dolores de muela.
Piupiú.— Bejuco que aplican [p, tachado] contra las fiebres.
Yocú.— Semilla de una flor muy grande, en forma de ostras que quedan
pendientes del bejuco, cuya almendra de un sabor á higuerilla, produce un
aceite eficaz contra el reumatismo. Vulgarmente la llaman los blancos habilla.
[Vean, tachado] Aprovechen los amigos de los [misterios, tachado] específicos
misteriosos que tánto auge le prestaron á Perdomo! Estos han sido sorprendidos
en la misma selva, por quien [no, tachado] tiene tánta fé [ni siquiera, tachado] en
los doctores [y mucho menos, tachado] como en los [charlatanes, tachado] adi-
vinos de juayuco y careaj, sus antecesores en el oficio.— /
//

[4a., tachado] Cuarta parte


El sendero de Mocoa
Cap. I.

Las migraciones.— La bodega del Guineo.— Concurrencia á ella de porteadores


indios y viajeros blancos.— El contacto secular de las razas.— La convocatoria
del Gobernador.— Diversidad de tipos.— Comunidad de aficiones.— Degra-
dación en los adornos.— Sobre el uso del cabello.— Traza que se observa en el
sendero.— Corriente ascendente y contracorrientes.— La lucha de los idiomas.—
Formacion de la historia.— Nuestro humilde prospecto.—
Estamos en un rancho, habilitado de bodega, atestado de bultos despacha-
dos de Mocoa para los empresarios del Territorio. No hay un bodeguero que
cuide de la conservación de la mercancía ni un agente que la despache por el rio.
388 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

La incuria, la humedad, las hormigas y todos los demás agentes corrosivos de la


montaña, harán pagar un caro bodegage á quienes economizan el sostenimien-
to de un empleado del puerto. Aunque el movimiento de carga ha de ser muy
escaso y lento y el de viajeros, mas [escaso, tachado] reducido todavía, creemos
que un comisionista establecido aquí, haría buen negocio y sería muy benéfico
al comercio y al tráfico.—
Aquí llegan los cargueros de San Diego [y, tachado], Sibundoy, [los estriberos
de, tachado] San Andrés y Mocoa; aquí se tratan con los bogas de San Diego y
San José y con los, comerciantes blancos y mestizos de Pasto; aquí se han pues-
to en contacto durante los siglos [las razas de, tachado] los caribes y los caras,
[y, tachado] los quichuas y los castellanos, [y, tachado] los chibchas que tragera
Belalcazar y los antiguos quillasingas oriundos de la altiplanicie; aquí la sangre
americana, en [todos, tachado] sus varios matices, por rara [coincidencia, tacha-
do] convocatoria de su destino, se mezcló y revolvió como en la confluencia de
sus encontrados senderos. Los caribes que subian y los oriundos, y los venidos
despues que bajaban, se encontraron aquí con los quichuas que pasaban á lo
largo y con los chibchas del le- / lejana procedencia que cruzaban [de, tachado]
furtivos al través [furtivamente, tachado] y aquí, en esta bodega, se nos presentan
todos como en un muestrario. La raza madre aquí debió dejar impresos su tipo
y sus costumbres; la raza del primer cruzamiento su caracter; la instruccionista
y colonizadora, su genio, [y, tachado] sus artes, su religion y su idioma, y la con-
quistadora sus tributos, sus humillaciones y sus violencias, preñadas de artificios,
simulaciones y malicias. Aquí, en confusa aglomeración, deben surgir de esta
concurrencia de indios rasgos fisonómicos, ideas, [hábitos, tachado], costum-
bres, atávi[cos, tachado]smos [palabras, cos, tachado] etimologías y mil carac-
teres étnicos contradictorios que causarían la mas penosa perplejidad á quien
pretendiera hacer una clasificación de razas [y de secciones, tachado] indígenas.
Entre los numerosos indios que, por convocatoria del Gobernador, han ve-
nido á que los retratemos, hay algunos nacidos aquí, otros venidos del alto valle
desde hace muchos años y otros recientemente establecidos en el puerto; [A, ta-
chado] pero todos andan dispersos por las inmediaciones, rebeldes á agruparse
en una población; son pescadores y navegantes y dispensan á los Sionas mucho
aprecio por sus habilidades náuticas y por sus conjuros curativos. Hay tipos
demasiado subidos de color, de pómulos salientes, boca grande, labios gruesos
y dentadura fuerte; otros hay de facciones regularizadas por la mezcla, de color
pálido, labios delgados y expresión psicológica y hay otros de primorosas formas
femeninas, fisonomía finísima, boca pequeña, dientes [finos, tachado] risueños
y parejos, ojos grandes de dulce expresión y nariz perfilada. La diversidad en
el estilo de la pintura de la cara en [el, tachado] que predomina el gusto por las
líneas delgadas y los puntos aislados [á modo de encage fino, tachado] que les
cubre apenas los ojos, á modo de dominó de fino encage, hace sospechar una
cuaderno 6 389

tendencia á la desaparición de ese adorno, [h, tachado]eredado de los caribes:


aquí la pintura ni adorna ni seduce, porque desarmoniza con el género de vida
y con el medio y, por esto, ha perdido su estética: es antipática la expresión de
estos indios pintados, lo contrario de lo que sucede en el Putumayo, donde la
pintura seria //
y concordante con los plumages y la vida aventurera del rio, da una aparien-
cia altamente seductora á las rudas fisonomías de los indios. Allá la pintura es
útil y su frecuente uso ha educado el gusto para volverla motivo de adorno; aquí
dejó de ser útil para ser adorno únicamente, cada dia mas refinado, que solo se
usa [arriba escrito: en asocio de otros mestizos adornos] en ocasiones mas y mas
tardías y con gusto descendente. = En su migracion hacia la cordillera, el caribe
ha debido ir perdiendo la pulcritud de sus atavíos, al paso que la franqueza de sus
ademanes y la ingenuidad de sus ideas, por el mismo proceso. Las gargantillas
de colmillos de tigres, que enantes acaso fueron de muelas humanas, han dege-
nerado en la simple gargantillita de cuentas de escasos hilos; el mechón de paja
de palmich[a, tachado] que envuelve el brazo del caribe ha llegado á convertirse
en esta parte en una especie de charretera corta, mas frecuentemente de ramas
de olor que de la blanca paja[;, tachado], [y, tachado] el túnico blanco allá ó de
vivos colores, se ha convertido aquí en túnico negro; los plumages de allá han
desaparecido aquí en las diademas, para venir á reducirse arriba en una simple
cinta que ata la frente de los Santiagos. Lo contrario sucede con el cabello: [en
la baja llanura, tachado] los Sionas, Cajenas y Güitotos usan casi rasurada la
cabeza; al paso que aquí, el corte del [el, tachado] pelo va á la altura del cuello,
en Sibundoy á la altura del hombro y, en toda su longitud y trenzado, lo usan
los indios de la altiplanicie ecuatoriana [arriba signo de pie de página tachado,
al margen izquierdo ilegible tachado]. = Por lerda que sea la percepción del via-
jero que sube el rio y llega á este puerto, con ánimo de seguir subiendo el valle,
hasta tropezar con el muro de la Cordillera, se le impone la observación de las
relaciones vinculatorias de los indios que viven á lo largo de este sendero, abierto
primeramente á [las canoas, mas adelante á, tachado] navegación en balsones,
campanes, canoas y cuyucos, mas adelante á la pesca [y al laboreo de oro, tacha-
do] playa arriba y por último [hay una nota ilegible tachada] / al laboreo del oro
en las cañadas, y de esta observación [deduce, tachado] sobre los naturales, por
la deformación lenta del tipo, por la lenta trasformación de las costumbres, cuya
traza se palpa tendida en el camino, como el rastro de los animales que pasan
[y, tachado] sobre la arena, por el gusto y la habilidad industrial en degradación
sucesiva ora ascendente, ora descendente, y por los enlaces de ideas, ritos, ins-
tituciones y lenguages, deduce imprecindiblemente la marcha de una corriente
humana que se originó en el Atlántico, subió el rio, venció los raudales, siguio
por el torrente y acaso cruzó por algun boquerón la cordillera. Tal [es, tachado]
se comprueba aquí el exodo, de los caribes como corriente pobladora de América.
390 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

[Pero como sucede en el mar [el, tachado] con el flujo y reflujo y con las co-
rrientes y contracorrientes, como sucede en mec, tachado]
[sale flecha que viene de la página anterior] [(x) = El natural de un puerto de
rio, en sus industrias y aficiones, obedece la ley del atavismo: si sus antepasados
eran hijos de la tierra siguen las aplicaciones sedentarias y las aficiones nomades,
vagamundas del navegante, si fueron hijos del rio sus atecesores. Los habitantes
de esta reión viven dispersos y esquivos á la agrupación en poblados, aman la vi-
da de la selva, tienen sus canoas y respetan y distinguen á los Sionas =, tachado]
Pero, como sucede en mecánica con la accion y la reaccion, como en el mar
hay flujo y reflujo, y como en todos los movimientos de la naturaleza se estable-
cen corrientes y contracorrientes; en las migraciones humanas sucede lo propio:
la necesidad de la espansión determina corrientes humanas encontradas, ora
de naturaleza puramente instintiva, ora de caracter conciente en migraciones
colonizadoras y en expediciones de conquista. Las migraciones de los caras, de
que, –como vimos en el capítulo VI, Primera Parte,– parece haber vestigios en
el alto valle; las de los hipotéticos chibchas, actuales sibundoyes, y [y, tachado]
las de los quichuas, cuyo mas limpio espécimen veremos en Santiago, así como
la de los blancos y mestizos establecidos recientemente en Mocoa //
y en el pueblo de San Francisco, representan las contracorrientes civiliza-
doras, conjugadas y recíprocas con el éxodo institivo y poblador de los caribes
del Atlántico. A estas contracorrientes, de variable potencial de obsorción y de
diversos condiciones de actividad y energía instruccionista, se deben la impo-
sición de costumbres exóticas, la consagracion de cultos mixtos y [la formaci,
tachado] la adopción de idiomas mestizas que se observan en este remolino, de
razas. Se puede decir que la raza madre de los caribes ha traido sangre, cuyos
caracteres físicos predominan en esta muchedumbre, al paso que las razas ma-
chos de los quichuas y castellanos han traido ideas, [y lenguages, tachado], cuyos
símbolos de expresión hablada han desalojado [al, tachado] el idioma original,
adulterándose, y luchan todavía entre sí por el predominio absoluto.
El idioma de los antiguos peruanos, que no entendería Alahualpa [sic] si se
levantara de la tumba, es el que predomina por ahora en toda esta región, adul-
terado, enriquecido en [términos, tachado] y neologismos y barbarizado en sus
pronunciación y en su gramática. Solo dos entidades étnicas mantienen en este
gran valle del Alto Putumayo la [propiedad, tachado] posesión de su idioma,
aunque prostituido por el contagio incásico: los blancos de Mocoa y San Fran-
cisco, procedentes de Pasto, que hablan un castellano sumamente incorrecto,
[y, tachado] lleno de provincialismos y plagado de expresiones quichuas, y los
Sibundoyes, que hablan el Cochi; [que trageron, tachado] traido de su remota y
discutible procedencia…..
Tal es, en síntesis, [e, tachado]la madeja que habrá de desenmarañar el
americanista ilustrado y provisto de todos los [numerosos, tachado] necesarios
cuaderno 6 391

elementos, para colocar, como en un estante de museo, debidamente clasifica-


das, [aq, tachado] en un tramo lo de los caribes, en otro lo de los antiquísimos
habitantes [arriba escrito: del maciso], en otro lo de los caras, en el de mas allá
lo de los [q, tachado] quichuas, en esotro [sic] lo de los chibchas y por último lo
que han aportado los blancos. Cual otro Cuvier, tiene que / tomar los rasgos
fisonómicos subsistentes puros para reconstituir los tipos originales; de [unas,
tachado] las costumbre, [recortando, tachado] actuales, reduciendo a unas las su-
perpocisones y complementando á [las, tachado] otras en sus recortes, tiene que
revivir adornos, usos, [instituciones, tachado] leyes y ritos; tomando los idiomas
en uso y comparándolos con los antiguos, cuyas raices subsisten, tiene que ana-
lisar sus multiples convinaciones y estudiar el proceso de su copenetracion, para
deducir la cronología y persistencia de las migraciones; y, en una palabra, tiene
que hacer deponer á todos estos testigos y á los muchos otros que se presentan
en el curso del juicio, para escribir la historia de este pueblo, de inéditos anales.
El constante entrar á nuestra bodega – posada de todas las especies de indios
que aquí concurren de abajo, de arriba y de los contornos, nos ha permitido
arreglar á nuestro antojo, [s, tachado]cin auxiliares técnicos, nuestro pequeño
estante, para colocar en él [en blas, tachado] tal cual tipo hecho y bien definido,
tal cual costumbre rara, original [y, tachado] ó sorprendente y tal cual cono-
cimiento curioso, por divertir y, si no es inmodesta la espresión, por ilustrar la
última parte de nuestro penoso viaje. //

Cap. II

Del Guineo á Mocoa.—El Gobernador.— Sus alegatos de Comisionista.— La


escuela de los indios.— Nuestra carabana.— La chicha de yuca.— El estribero.—
Aventuras de viaje en indio.— El ciego y el tullido.— El ginete y el caballo.— Ex-
perimento sobre la sugestion.— Cómo se contenta á un inferior.— Los piojos del
Sibundoy.—Cambio de carguero— La planicie para una Colonia.— Encuentro
con una mula y un caballo.— Salen las gentes de Mocoa á recibirnos.— Lo que
piden.— La trocha de “La Tortuga”— La ciudad de Asis.—
Para asegurar peones de trasporte fué preciso entenderse con el Gobernador
de indígenas de la pequeña circuscripción de El Guineo. Lo mandamos buscar
y pronto ocurrió el llamamiento.
Despues de discutir bastante el precio de los fletes y de procurarse el pago
de una comisión con lujo de argumentos y charla fatigante, convino en andarse
por los contornos en busca de cargueros. El indio Apolinar, que así se llama, es
un verdadero apoderado de sus gobernados:
— Pobres indios, decía, carecen aquí de todas las comodidades de los blan-
cos y los consideran obligados á todo servicio. Si están ocupados en sus cacerías
para comer carne (porque el indio tambien tiene[n gus, tachado] necesidad de
392 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

comer carne) cómo obligarlos á que vengan á cargar ó á bogar al servicio de los
blancos? Pues pagandoles bien! Pero hay blancos que no quieren pagar. “Gober-
nador: consiguenos tántos indios; [”, tachado] gobernador obliga tú á que [este,
tachado] el indio trasporte este bulto que le parece al perezoso muy pesado; go- /
bernador esto; Gobernador aquello” Y cuánto[s, tachado] le pagan al Gobernador
por andar en los bosques buscando indios? Nada! Acaso el gobernador es [un,
tachado] esclavo del primer blanco que lo llama?
El discurso siguió por ese estilo hasta que le dimos una libra de sal y le pro-
metimos [buen, tachado] generosa remuneración y buen trato para sus subditos.
Despues de esto, fué puntual en el suministro de cuantos indios tuvimos nece-
sidad, y hasta nos acompañó en el viaje. Iba con un niño como de ocho años de
edad, cargado con un bultico de hoja de bijao, dentro de la cual había masato
de yuca para la provisión del camino; tal cual rasgo de pintura le afeaba la carita.
— Es mi chiquillo, á quien estoy dandole las primeras lecciones para que se
haga hombre: él tiene que cargar su masato, batir su chicha, hacer su rancho y
pasar los rios sin que nadie l[oe cargue, tachado] ayude. Así aprende!
— Y por qué no lo mandas á Mocoa ó á Sibundoy á la escuela?
— Qué más escuela que ésta? El indio no necesita para su vida [que, tachado]
sino saber lo que mi chiquillo está aprendiendo conmigo. El anda conmigo en
las cacerías y en la canoa, de la misma manera.
La carabana de nuestros cargueros estaba formada de mozos de toda proce-
dencia: del Guineo, de Mocoa y del alto valle en fraternal compañía; alegres y
caminadores iban charlando en inga mil gracejos que los hacian reir á carcajadas.
De trecho en trecho se detenía la partida y con el masato de uno de ellos se batía
la chicha con agua de los riachuelos para todos los demas y siempre nos ofrecian;
en alguna ocasión probamos,con repugnancia sabedores, de que aquello ha- //
bia sido mascado, con el fin de experimentar el sabor de la chicha de yuca:
almidón sin decantar, lleno de hilacha y un tanto agrio; es[a, tachado]o es todo
el avío de estos viajeros.
Nuestro estribero era un indio, casi blanco de Sibundoy. = Hubieramos
podido seguir á pie hasta Mocoa, pues el sendero es plano y muy andable, pero
queriamos probar tambien este extraordinario vehículo, [cada siglo, tachado]
mas y mas raro en nuestros trasportes nacionales. En una tablilla pendiente
de la frente y los hombros del carguero [se sienta el peregrino, tachado] con [la,
tachado] su cintura [del peon, tachado] entre las rodillas y los codos sobre su
espalda, va el viajero, atados los pies á la misma tablilla como un verdadero pollo
de fiambre. Sobre la coronilla de nuestro indio, á modo de escritorio, hacíamos
nuestras anotaciones— de cartera. El hombre se santiguó, pronunció un[a, ta-
chado] larg[a, tachado]o [oracion, tachado] conjuro entre dientes y echó á andar.
El desplazamiento del centro de gravedad, el nuevo régimen de equilibrio
y el sometimiento [voluntario, tachado] incondicional, á una voluntad agena
cuaderno 6 393

que preside los movimientos del que va encima de un modo inusitado, causan
por lo pronto una emoción extraña que redunda en buen humor del viajero
novel. La [risa, tachado] humillacion de sentirse trasformado el hombre sano y
robusto en tullido é inválido [arriba escrito: por declinacion [cobarde, tachado]
propia] es la emoción subsiguiente que experimenta el cabalgador de indio: los
compañeros de á pie, [inclinados sobre, tachado] apoyados en el bordón, pasan
con semblante festivo, censurando en su pensamiento la debilidad de áquel.
Una y otra emoción pasan pronto, sustituidas por el embarazo de una posición
forzada y contínua; los codos se entumecen sobre la espalda sudorosa del in-
dio, las rodillas se envaran bajo un solo y permanente doblez, los pies ceñidos
fuertemente por / la manea hormiguean y pierden la sencibilidad y la espalda
encorvada oprime contra los omoplatos del vehículo todas las entrañas del via-
jero con la fatiga consiguiente: qué cansancio! Es el cansancio del perezoso. Pero,
como le sucede al holgazan el espíritu busca ocupaciones frívolas en qué matar
el tiempo.
A qué aplicar la observación? El asecido del indio, que hace “jup” en las su-
bidas y “um” en las bajadas se hace familiar como el pujido de las mulas en el
camino de Honda. Para entretener con algo la holganza del viaje se nos ocurrió
verificar una experiencia. Entre carguero y patrón debe cerrarse tácitamente un
pacto semejante al que acordaron el ciego y el tullido:
— Tu miras por mí le dijo el ciego al tullido
— Con la condición, le contestó éste, de que tú camines por mí.
Y el pacto se cumplió tan fielmente, que ciego y tullido formaron un solo
hombre con dos almas al principio, que necesitaban del lenguage para armoni-
zar sus voluntades y para disfrutar de los organos complementarios prestados
mutuamente; pero después de algun tiempo, las corrientes nerviosas establecidas
de los pies á la espalda y de los ojos al estómago vencieron la resistencia de las
camisas y anduvieron de punta á punta como rápidos correos telegráficos, de
modo que el ciego caminaba sin tanteos y el tullido sentía en sus propios pies,
como un castigo por sus [distracciones, tachado] descuidos, los tropezones que
sufría su compañero.
Por otra parte, pensabamos para echar las bases de nuestra experimentacion,
entre el ginete y el caballo tambien se establecen corrientes nerviosas en virtud
de las cuales el bruto se adormece, anda //
triste ó galopa alegremente [cuando, tachado] siempre que el hombre se
deja dominar por el sueño y la tristeza ó cuando se [pone nervioso p, tachado
enlusiasma [sic] en el combate o [arriba escrito: se pone] alegre por la llegada al
[termino, tachado] cabo del camino. Para remachar [los, tachado] estos prelimi-
nares, recordamos que los chalanes educan en los pasos á los potros mas por la
sugestión [que por los, tachado] ejercida sobre la bestia que por los movimientos
comunicados por la rienda.
394 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Con estas seguridades, dimos principio á la curiosa experimentacion. Por


lo pronto creimos necesario pensar energicamenle en que debiamos [ejercer,
tachado] recuperar el dominio [mental sobre el barbaro que, tachado] de nues-
tra voluntad abdicado en favor de un bárbaro tan ciego de inteligencia como
nosotros eramos tullidos por debilidad física. Entre él y nosotros quién debía
mandar? La respuesta era clara: nosotros! Si entre él y su carga humana se había
establecido la compañía del ginete y el caballo era indudable que él ademas de
soportar el peso íntegro debia renunciar tambien á su [libertad, tachado] libre
voluntad y andar no como él quisiera dentro del cumplimiento de su contra-
to y como fuera de costumbre, sino á nuestro soberano antojo. Descutido así
dentro de nuestro fuero interno, sin que el otro tuviera parte en esta discusión,
porque no lo creimos necesario, quedó sancionada la razón de nuestro dere-
cho de mandar á boca cerrada, por obra del mero pensamiento y á fuerza de
energía psíquica.
Primer mandato mental: “párate ahí!.”… El indio siguió andando. “Párate
estúpido”….. Nada: el indio anda que anda. Pensamos que no había obediencia
por falta de energía y formulamos entonces nuestro mandato así: grandísimo
animal, párate ó te arranco un mechón de pelo!”…… Nada: el indio, rebelde á
nuestra autoridad, seguía andando. Impacientes por / la insubordinacion del
“predio sirviente” y persuadidos de la conveniencia de una sanción estimulante
para el éxito de la sucesivas experiencias, le tiramos el cabello al pobre indio
y…… se paró de repente indignado.
— Qué es la cosa, blanco!
— Es que necesito que te detengas un momento.
— Pues, entonces, habla y no pegues, que para eso me hizo Dios tan racional
como tú.
— Fué un cariño, hombre, no te enojes!
Le dimos un cigarrillo para reconciliarlo y se olvidó el buen hombre de nues-
tra inusitada agresion: es tan facil contentar al inferior!
Renunciamos por injustas y acaso peligrosas á nuestras experiencias sobre
sugestión, y empezábamos nuevamente á fastifiarnos nuevamente sobre el car-
guero y ya teniamos intención de arrojarnos al barro, cuando alcanzamos á ver
que subía por la carrera del cabello del indio un hermoso piojo blanco trasparente
con un punto rojo en mitad del cuerpo. Andaba con rapidez por esta especie
de trocha abierta en la enmarañada selva de la cabeza: “Qué andará buscando
esta fiera por el bosque? No tiene en todas partes modo de comer?” Se detenía
de [cua, tachado] trecho entrecho, miraba á todos lados y seguramente lanza-
ba un prolongado bramido con el que haría resonar los ámbitos: algo andaba
buscando aquel bicho. Curioso sería averiguarlo y prudente no perder de vista
tan [peligroso enemigo, tachado] incorregible antropófago. Al salir á la plazoleta
cuaderno 6 395

de la coronilla surgió no sabemos de donde otro piojo; este era negro y parecía
venír de la región de la nuca.
— Dos razas! esclamamos entusiasmados. Aqui puede haber un combate ó
un cruzamiento de mestizos!
— Qué dices, blanco? Preguntó el propie- //
tario del ganado.
— Que aquí se han encontrado dos razas y que [va á, tachado] puede haber
un cruzamiento.
— Si, blanco, los de por aquí son [muy, tachado] casi negros y [altivos, ta-
chado]; pero los de arriba son [bla casi blancos, tachado] despercudidos y mas
racionales. Sinembargo, no creas que hay cruzamientos; pues los de arriba no
se casan con los de abajo.
— Y tampoco pelean?
— Tampoco!
Apesar de lo que nos estaba sosteniendo el indio carguero, nuestro [ama,
tachado] instructivo interlocutor, tuvimos ocasión de presenciar en plena pla-
zoleta un combate singular ó un torneo amoroso, que no nos fué dable deter-
minar, por falta de microscopio y micrófono, si las evoluciones de los dos piojos
eran manifestaciones de rabia ó [de, tachado] afecto, muy semejantes entre los
brutos. No presenciamos el desenlace del drama, porque eran las cuatro de la
tarde, habimos llegado á una planicie hermosisíma, á orillas del Ñaoyaco, y era
preciso arranchar.
— Mañana me cargarás tú, amigo Gobernador, para que descanse un poco
el Sibundoy.
Sobre el [indio, tachado] Gobernador de El Guineo perfumado con hojas de
albahaca, atravesamos al dia siguiente la hermosa planicie que media entre el
Ñaoyaco y el rio Mocoa, para pasar por un istmo relativamente angosto y casi
tan plano como una mesa de billar, de la hoya del rio Putumayo al que van las
aguas por donde veníamos cruzando á la del rio Caquetá, donde tributa el Mocoa
y los numerosos afluentes que en lo sucesivo debiamos atravesar. Los senderos
del Guineo y el Limón, sedos puertos fluviales, los mas avanzados de las dos
grandes aortas de la llanura [del, tachado] Oriental, [se encuentran e, tachado]
hacen su cruzamien- / to en las primeras faldas de la cordillera á cuatro leguas
próximamente de uno y otro embarcadero.
Qué situación la de esta planicie tan propicia para una colonia agrícola! Dis-
tante [arriba escrito: 3 leguas] de Mocoa, centro de recursos, [q hoy, tachado] que
hoy han desaparecido por la decadencia [en q, tachado] consiguiente al sociego
industrial del Territorio; de terreno bajo, plano, rico [gado, tachado] en aguas,
rodeado de una numerosa parcialidad de indígenas inteligentes y robustos; de
clima sano y apropiado á una gran variedad de cultivos remuneradores; [invita
al trabajo del con, tachado] en comunicación imediata con Nariño por el sendero
396 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

colonizado de Mocoa y Sibundoy, con el Tolima por el Caquetá, el Orteguasa y el


Camino de Florencia y con el grande Amazonas por los dos robustos brazos,
el Caquetá y el Putumayo, con que este padre de las naciones americanas impone
su poderosa providencia sobre la patria Colombiana.
Aquella región convida á que se la colonice: allí cabrian numerosas hacien-
das de ganado, que tan generosa remuneracion ofrece en los mercados del Ma-
rañón [pues se venden, tachado] donde vale la cabeza quinientos soles, allí los
cacaotales, los cañaverales, [e, tachado]los tabac[o, tachado]ales, las caucheras
cultivadas y las mil industrias agricolas del trópico [inundarian de, tachado] ta-
pizarían de variados matices de verdura la pampa fecunda. Los capitales grandes
y los pequeños recursos encontrarian allí la centuplicación como premio y el
esfuerzo del colono que traiga abnegación y habilidad sería recompensado con
una rápida riqueza.
Al llegar á Mocoa al arrullo de estos pensamientos, ancalzamos á ver desde
las eminencias de nuestro indio dos bagages ensillados que nos mandaba algun
vecino progresista de la arrui- //
nada ciudad: una mula y un caballo!
Se podrá creer que que experimentamos ante esos dos únicos representantes
de sus respectivas especies en Mocoa, [la alegría, tachado] el contento de quien
se encuentra con sus paisanos en tierra estranjera?
Un poco mas adelante un grupo de personas nos salía al encuentro: eran los
vecinos notables de Mocoa, algunos de los confinados á la colonia penal y dos
misioneros. Nuestra emoción al abrazar á todas estas personas desconocidas,
que sinembargo eran en este momento nuestros hermanos de civilización, fué
tan viva que si hubiera dependido de nosotros [hacer un prodigio, tachado] ha-
briamos concedido lo que de improviso nos imploraron:
— De Ud. depende, señor; determine el camino por aquí!
— Pero, no tienen ya el camino por donde vinieron estas bestias?
— Oh! Eso representa un prodigio de trasportes! [Esos, tachado] Los dos
animales que Ud. ve, han venido por la trocha de “La Tortuga”, [casi á cuesta,
tachado] á costa de mil dificultades, que no es posible sobrellevar sino de siglo
en siglo.
— Cómo le pareció, doctor, nos dijo luego uno de los frailes, la planicie que
acaba de recorrer como para una fundacion?
— Magnífica, estupenda!
— Pues ayúdenos, doctor, con su dictámen en favor del camino por aquí.
[Yo estoy, tachado] Nosotros estamos acariciando el ensueño de hacer allí una
ciudad. Para que la proteja Ud. como si fuera su padrino, nos comprometemos
á darle el nombre que Ud. quiera. Elija el nombre, doctor.
— Si son Udes los fundadores, llamémosla, “la ciudad de Asis”! /
cuaderno 6 397

Cap. II

La tribu de los mocoas.— Estadística de la capital.— Nuestro alojamiento.—


La cal y el marmol.— Una costumbre piadosa de los indios.— [El Camarico,
tachado].— Las vísperas.— La misa de indios.— La doctrina.— La casa del sín-
dico de la fiesta.— El salón del baile.— El bufet.— Las escanciadoras.— Quién
paga esta fiesta?.— Baile de dos viejas.— No es costumbre.— Cómo enamoran
las indias.— Fabricación de la chicha.— La música indígena.— Cuántos indios
tiene la tribu y donde viven.— Baile religioso.— La procesión.— Prisión de un
borracho.— La costumbre de la flagelación.— El derecho consuetudinario y
en filosofía.—
La ciudad de Mocoa tiene veinte casas y en el [último, tachado] senso de 1904
aparece con doscientos once habitantes blancos y ciento cincuenta y ocho indios
dispersos en el bosque. Esto quiere decir, con la Estadística en la mano, que no
[tuvimos, tachado] tendriamos dónde alojarnos al llegar. Pero los misioneros y
los confinados en pocesión del local de escuelas, á una nos ofrecieron hospitali-
dad. [Entre un convento y un cuartel la elección estaba hecha., tachado] Pensará
de seguro el piadoso lector que aceptamos el convento y se equivoca: preferimos
el local de escuelas, habilitado para [cuartel y, tachado] residencia provisional
de los [confinados, tachado] miembros de la Colonia Penal. Aquí hacian la vida
deliciosa bohemia de los presos políticos, [nuestros, tachado] algunos paisanos,
condiscípulos y amigos personales, al propio tiempo que nuestros antiguos
adversarios en [ideas las luchas peleadas por los derechos del hombre y la, tacha-
do] las eternas grescas que han mantenido [en riña, tachado] separados á los
colombianos. No tocando asuntos de doctrina política, se nos prometía, como
así fué, una feli permanencia en [su honrosa y, tachado] tan amena compañía.
[hay una flecha] (mármol) Era la víspera de una festividad religiosa, sostenida
segun costumbre por los indígenas, y así se nos ofrecía la oportunidad de obser-
var los usos y [de el, tachado] sentimientos [religioso, tachado] de piedad de los //
naturales.
[No bien tomamos puesto en uno de los balcones de la escuela para formar
idea del conjunto del poblado, que en un principio creimos suburbio de la menta-
da ciudad, cuando desembocó hacia el convento, al son del tamboril y la flauta,
una procesión de indios, cargados con frutas, huevos, gallinas y otros obsequios
menores para el Sr. cura., tachado] La bulliciosa y alegre desfilada de mas de
veinte indios [arriba escrito: del Camarico] en traje de fiesta, [alegres, tachado]
produce muy buen efecto.
— Eso se llama un Camarico: es un obsequio que le hace al cura el alferez
de la fiesta. Ese que Ud. ve no vale sino unos dos ó tres pesos. Pero en algunas
poblaciones de[l, tachado] Nariño, los camaricos valen un dineral, dijo algun
conocedor de las costumbres.
398 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Al venir la noche hubo cohetes, [y, tachado] vacaloca, [y, tachado] música
indígena y repiques de campanas. Nobstante un aguacero torrencial jugaron la
vacaloca los indios al pie del convento y estuvieron dichosos. Luego sonaban
la tambora y los cohetes por allá, lejos, en alguna casa oculta entre los árboles,
donde tenía lugar el baile. [La tambora, tachado] El bombo y los totazos [sonaron
siguieron, tachado] continuaron hasta el dia siguiente.
Puntuales estuvimos á la misa para [continuar, tachado] proseguir nuestras
observaciones. Los blancos ocuparon casi toda la nave, siendo de notarse que
había mas hombres que mujeres. En el espacio que dejaron libre éstas, hacia
la puerta, se sentaron las indias, formando escuadra [con, tachado] entre sus
piernas desnudas, bien estiradas, y el busto embuelto en mantilla cruzada al
pecho sin cubrirse con ella la desgreñada cabeza. Saludamos aquí la génesis de
la mantilla con que nuestras paisanas enlutecen el templo y los paseos. Así per-
manecieron las neófitas, mirando al coro y amamantando á sus hijos, durante
todo el sacrificio. Una india vieja, que entró de las últimas, fué la única que
se persignó y [principió, tachado] procedió á hacer- / lo trazando lentamente
una cruz sobre la mejilla izquierda, otra sobre la derecha y besándose ruido-
samente el dedo pulgar. (x) Del lado opuesto estaban los indios, mucho mas
circuspectos y devotos que sus consortes; pero en cuyo tatuage medio borrado
y en cuyas cusmas sucias y cabezas expelucadas se veian rastros de la orgía de
la noche. En este sexo tambien hubo uno que se distinguió por la compostura
de su atavío; parecía un [príncipe, tachado] joven bien educado por la cultura de
sus maneras y por [el rigor, tachado] la puntualidad y recato con que siguió el
ceremonial de la misa.
Terminada ésta, salieron los blancos y se quedaron en su puesto los naturales.
Entonces vino un hermano lego á enseñarles la doctrina cristiana, que los [estos,
tachado] repetían en coro, palabra por palabra, en castellano.
En el atrio esperamos la terminacion de este rezo, hasta que salieron los indios
en desfilada y los seguimos á la casa del alferez ó síndico de la fiesta, situada un
kilómetro fuera de la población, donde recomenzaría el baile. A la vuelta de va-
rias veredas, entre una hermosa platanera, se oían los rumores de un fandango.
El salón de la choza estaba colmado de indios, á un lado sentadas en el suelo
las mujeres; del lado opuesto sentados en su estrado de cañizo, que rodeaba el
recinto y de pié cerca de la música, los hombres. La primeras cantaban á media
voz y reian y charlaban con el desparpajo de quien está artificialmente alegre;
los hombres discutían, se abrazaban unos á otros y daban traspiés ó se balan-
ceaban sobre sus escaños con los ojos entrecerrados. Tal cual yacía [dormido,
tachado] adormecido contra la pared, con la barba sobre el pecho y las manos
dejativas sobre las rodillas.
Tabique de por medio, estaba el bufet, [colma, tachado] atestado de grandes
ollas de guarapo y chicha de yuca, y de allí salían constantemente, una tras
cuaderno 6 399

(x) Nota: Tuvimos despues el gusto de visitar la escuela de indígenas que


sostienen allí los
//
otra, interrupcion, las [serviciales, tachado] escanciadoras, bien ceñidos los
anacos por fajas coloradas muy envueltas hasta mitad del pecho y correctamente
untadas de pomadas rojizas. La serie de totumas de licor era indefinido: entre-
gaban una y recibian las desocupadas y las totumas andaban de boca en boca.
Nos colocamos furtivamente junto al joven aquel acicalado y correcto que
vimos en la iglesia para que nos sirviera de instructor:
— Cómo te llamas?
— Bautista Descanse, mi amo, un criado tuyo.
— Quién hace esta fiesta?
— El Síndico, dueño de casa: [y, tachado] la pólvora, los gastos del templo,
la cera de la procesión y la comida que habrá despues, todo lo costea. Allí está
animando á las mujeres para que bailen.
En efecto: se hizo espacio y salieron dos viejas; porque las mozas, mas por
filimiscas que por recatadas, no quisieron exhibir sus habilidades. Cada una de
aquellas cargaba un muchacho dormido pendiente á la espalda por medio de una
sábana no muy limpia. A pasos cortos, en frecuente desacuerdo con la música,
y con la vista al suelo, recorrian las bailarinas dos pequeños círculos tangentes.
Aquello se hacía con tal seriedad y desabrimiento, á pesar de la música, que mas
parecía una ocupación que un placer. Despues bailó del mismo modo el Síndico
con otro indio y así continuó la fiesta.
— Baila tú con aquella moza que no te aparta los ojos, le dijimos á Bautista;
seguramente desea que la invites.
— No es costumbre, contestó, bailar hombre con mujer.
Nuestro elegante interlocutor era sin duda un personage ó un envidiable
proyecto de marido; porque merecía las atenciones de las fámulas, quienes lo
[ofre- / obligaban con frecuentes libaciones de chicha: el tomaba primero y, en
vez de pasarle al vecino como hacian los demás, invitaba á beber á la portadora
del masticado brevage. Habia una muy asidua, bien acicalada y graciosa, que se
presentaba bamboleante y cantando á media voz, con aquella coquetería propia
de la hembra en conquista. Nuestro amigo probablemente le insinuó en alguna
ocasión que nos obsequiara tambien, porque suspendiendo el canto y cambiando
el visage risueño nos estiró con displicencia la totuma de la que aparentamos
probar. Durante el tiempo que la tuvimos entre los labios se nos representó,
como una amonestación para que sostuvieramos el engaño, el modo de fabri-
cacion de la chicha: cuécese la yuca y, todavía caliente se la muele con una me-
dia luna de piedra sobre una tabla ó arteza, al contorno de la cual se acurrucan
hombres, mujeres y muchachos á mascar la masa, hasta comunicarle suficiente
cantidad de saliba que le sirva de fermento. En este estado la envuelven en hojas
400 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

platanillo ó vijao, que le dá grato perfume, y la dejan enfuertar durante tres dias
para disolverla en agua y envasarla en [las, tachado] grandes vasijas de fermen-
tación vinosa hasta que se decante y se sociegue el mosto. Si supieran utilizar las
heces de esta decantación, como levadura, para los sucesivos revueltos, economi-
zarian el laborioso trabajo de la masticación. Idéntico procedimiento emplean
con el plátano, el chontaduro y el maiz, para la elaboracion de la variedad de
chichas usadas por los indios en sus frecuentes fiestas.
No dejamos de observar el estilo de la música, procurando establecer la co-
nección de estas costumbres con las que notamos en el Ecuador, por medio del
hilo sutil del aire nacional que, como el aire de familia, persiste casi siempre á
traves de las generaciones y de las peripecias de los pueblos; pero, á despecho de
lo que esperabamos, dados el leguaje [sic] y las //
analogías d eotro orden que se deducen de lo que llevamos dicho, no pudi-
mos descubrir en el compás monótono que estábamos escuchando, semejante
si no idéntico al de la cumbia costeña y la manta y la caña de los calentanos del
interior, las tristes y sentidas melodías del [San Juanito, tachado] Sanjuanito
ecuatoriano, [ó, tachado] del bambuco caucano ni del torbellino tolimense, que
con dulce y tenue nota evocan los recuerdos poéticos de una patria perdida en
remotas lontananzas. Los quinientos indios [arriba escrito: restos de la numerosa
tribu] mocoas que la presencia de los blancos dispersó [hacia Condagua, tacha-
do] recientemente por los lados de Condagua y Junguillo hasta las fronteras de
los andaquies [por el Norte, tachado] y de los [Cofanes, tachado] Carijonas, que
estrechaban á estos [sobre, tachado] de la parte del llano sobre la cordillera por
el Norte, y hasta las fronteras de los Sionas, [hacia los centros, tachado] al lado
del Guineo y San Vicente, donde se agrupan hoy estos que probablemente no
fueron ecuatorianos sino sus esclavos en tiempos remotos, observan las mismas
costumbres, [y, tachado] mezcla de las de los caribes, raza madre, con los de los
[quichua, tachado] caras y quichuas, sus sojuzgadores sucesivos.
Nada mas teniamos que averiguar en la cabaña del baile [de Corpus, tachado]
y volvimos á nuestro alojamiento á esperar la procesión de la Virgen.
El golpe de la tambora y los cohetes llamaban á los indios y los repiques ale-
gres de las campanas invitaban á los blancos á la ceremonia. [de la, tachado] Los
unos iban ocupando el atrio y los otros entraban á la iglesia. Pronto á la tambora
se asociaron el tamboril y la flauta y enmedio de la algazara recomenzó el baile
frente al convento, con la iniciativa del hermano lego, ante quien se hincaban
los danzantes para obtener su venía, la que concedía muy ceremoniosamente
por medio de bendiciones pseudo episcopales con [arriba escrito: el correspon-
diente] besamano[s, tachado]
Desde el balcón del convento vimos desfilar la procesión. A la derecha una
fila de indios [con coranen y, tachado] á la izquierda otra fila de indias, detrás /
de los santos el cura con capa fluvial y por ultimo las mujeres blancas muy
cuaderno 6 401

envueltas en sus mantillas y pañolones cerraban [la comitiva, tachado] el con-


voy, hasta regresar á la iglesia. = Quien los vió por la mañana en la sala del baile,
no extrañaba el culebreo de las filas indigenas, imperceptible para los demás;
sinembargo, un indio iba exediendose en sus vaivenes y olvid[aba, tachado]ó la
comportura que la solemnidad requería.
— Voy á darle un susto á aquel indio, nos dijo un padre misionero que nos
atendía; y llamando al hermano lego, le dió esta orden: “que pongan en la carcel
á aquel indio que iba [allí,, tachado] detras del paso de la Virgen[,, tachado] ha-
ciendo monerías.” El lego trasmitió la orden al Sr. Alcalde y éste personalmente
redujo á prisión al indígena.
— A este indio, agregó el misionero, se le podrian aplicar tres azotes, segun
costumbre. La costumbre por aquí y en concepto de los indios es la única ley,
como Ud. tendrá ocasión de observar. Todo se detiene entre estos indios ante
esta frase: “no es costumbre” Quiere Ud. hacer su viaje, por ejemplo, por la muy
corta y plana trocha de “La Tortuga” por donde transitan bestias ya, y no puede
Ud. hacerlo; porque los cargueros le objetan el seguir por allí, á causa de que “no
es costumbre”. Pretende un sacerdote civilizador modificar alguno de los usos,
que Ud. habrá criticado ya en sus adentros en esta fiesta, y los indios le declaran
tiranizador de las costumbres. No altere Ud. el derecho consuetidinario de los
indios, porque lo aborrecen y le arman mil caramillos; para los que encuentran
apoyo en los blancos, si se trata de hostilizar á los misioneros!
— Pero, eso de los azotes es una costumbre, á la que gustosos renunciarían
los indios[;, tachado], por ser siempre el hombre enemigo de las penas dolorosas;
sobre todo cuando puede llegar á ser él mismo la víctima. //
— No lo crea Ud. La pena de azotes es acaso una de las inveteradas cos-
tumbres de mas difícil desarraigo, como voy á demostrarselo: en primer lugar
el dolor tiene una eficacia misteriosa que lo defiende. Yo he observado que
los indios se quedan muy tranquilos y hasta festivos despues de una azotina:
la víctima tiene por esto obligación de decir después de ella, “Dios le pague”.
Si no dice así [dice, tachado] manda el Gobernador que le den tres azotes mas,
hasta que el castigado pierde la ira y se manifiesta amistoso. Los azotes man-
tienen entre los indios el principio de autoridad, la docilidad de caracter y la[s,
tachado] pureza de costumbres: es pues la base de las mismas costumbres.
En segundo lugar, son los [mismos, tachado] indios, como gobernadores, y
para conservar la constitución social no escrita que ellos obedecen ciegamen-
te en sus prácticas gubernamentales, los que mantienen siempre en rigor la
pena de azotes.
Conocida por nosotros la filosofía del derecho consuetudinario indigena que
andabamos buscando, solo nos faltaba la aplicación política de ese derecho y
así le suplicamos al sabio y humilde misionero que se manifestó nuestro amigo,
que nos instruyera sobre este punto.
402 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

— “Eso varía de una tribu á otra. Entre estos indios de por aquí (se refería á
la dispersa tribu de los mocoas) el gobierno es aristocrático. Hay un Supremo
Concejo de Ancianos que solo se renueva con la muerte de sus miembros. Estos
viejos enemigos de toda innovación, defensores de las costumbres y hostiles á
toda enseñanza ora sea en [e, tachado]lo relativo al idioma, [en, tachado] á las
ciencias ó, [en, tachado] á los asuntos religiosos, son quienes nombran y dirigen
al Gobernador; el gobernador nombra alcaldes y justicias y estos forman el Ca-
bildo que, en suma, solo hace lo que quieren los mayores, como ellos los llaman.
En Santiago y Sibundoy los usos cambian, como Ud. vera” /

Cap. IV

Un misionero notable.— Su figura.— Beneficios del aspecto y la expresion.—


Quién es el ingeniero de hábito.— El mapa de la región.— Argumentos en favor
de la vía de Mocoa.— La sal de Santa Bárbara.— Tradición sobre la sal gema.—
[Admiracion, tachado] amistad de un religioso y un sabio.— La telepatina y la
hemoglobina.— La cal y el marmol en Mocoa. El sacerdocio científico.— Nueva
corriente colonizadora de nuestra región oriental.— El criterio de la benevolen-
cia— Reputacion de los capuchinos.—
Entre los tonsurados de hábito color de café y cordón nudoso, que salieron
á encontrarnos, había uno que nos llamó desde el primer momento la atención,
por la simplicidad de su figura y por la timidez de sus ademanes. Los hombros
caidos, las manos estorbosas, que él ora escondía en las mangas y ora dejaba
[caer, tachado] colgar desvaidas; la estatura elevada y gibosa; la cara larga y
mal barbada, el ojo triste y coronada la figura por un sombrero descintado
y alicaido. Se mantuvo á reserva y fué el último que nos saludó, con naturali-
dad pero sin efusión. No presumimos de psicólogos y mucho desacertaríamos
al pretender excursionar por el alma de un religioso que ha consagrado su vida al
dominio de sí mismo; nos referimos, por consiguiente, al benéfico aspecto y á la
expresión edificante de éste, [misionero, tachado], que, al parecer, congenió con
nosotros, sin [p, tachado] aspirar á describir los fenomenos intimos de una alma
consagrada á la [mortificacion, á la abnegación y á la anonadación mundana.
Ojalá nos fuera dable [pintar, tachado] aprovechar en beneficio de nuestros [his,
tachado] lectores, [de, tachado] los trofeos y las enseñanzas de las [lucha de un
alma, tachado] balallas [interiores, tachado] abnegación. [una flecha señalando
página anterior: “(Hallazgo del Mármol)]
Desde nuestro paso por La Cocha quisimos averiguar cuál de los [misioneros
era el c, tachado] religiosos era el ingeniero que dedicaba sus esfuerzos á hacer
caminos del 10% [arriba escrito: á traves de los penascos] y á establecer //
una empresa de navegación en la cumbre de los Andes; de modo que el Padre
“X” no nos sorprendió con un croquis del camino de Mocoa con que tuvo la
amabilidad de obsequiarnos.
cuaderno 6 403

— Aquí tiene Ud., nos dijo al presentárnoslo, todos los argumentos que
pueden alegarse en favor de esta vía: el provecho de dos valles que se ponen en
comunicación con Pasto; del primero, ó sea el de La Cocha, que Ud. ya conoció,
pueden salir las maderas de construcción [que ya escasean, tachado] escasas ya
en la ciudad; del segundo, ó sea del de Sibundoy, pueden salir los brazos á precio
ínfimo que [p, tachado] construirán el camino. Por aquí salen, la[s, tachado]
via[s, tachado] del Tablón, al Norte del Departamento, por [la que, tachado] don-
de viene una corriente colonizadora hacia el reciente pueblo de San Francisco
y la vía del Tolima por donde vendrá la sal de las fuentes de Santa Bárbara y las
inexproradas [sic] del rio Mandiyaco. Esta vía comunica simultáneamente con
los rios Putumayo y Caquetá, entre los cuales se desarrolla desde aquí la region
colonizable que ha de encabezar la “Ciudad de Asis”. Solo me falta hacer notar
en el croquis que la región beneficiada cuenta con cinco mil brazos y que [solo,
tachado] únicamente necesita de un trazo para que ellos hagan casi gratuita-
mente el camino. Voy á mostrarle á Ud. la sal de Santa Bárbara, que podemos
consumir aqui.
Nos mostró una sal de caldero de polvo fino y muy blanca. Corre la tradición
de que un indio de Junguillo comerciaba con los andaquies en artículos traidos
de Pasto á Mocoa á cambio de sal. Una vez le [promet, tachado] mostraron un
trozo de sal vijua y le prometieron mostrarle la mina. Al siguiente viaje temeroso
de un engaño aunque él era muy querido entre sus parroquianos, llevó consigo
á un compañero á quien los andaquies le quemaron los pies durante el sueño;
amedrentado el /de Junguillo regresó sin conocer el banco de sal y suspendio
su comercio. Los tolimenses continuaron entónces un comercio análogo [arriba
escrito: que han conservado] hasta la fecha y vienen á Junguillo y Mocoa con la
misma sal á trueque de oro corrido. Así se descubrió la fuente de Santa Bárbara,
que hoy es de propiedad del Sr. D. Lorenzo Cuellar.
El padre “X” es admirador de los hombres de ciencia. Sabedor de que el Sr. D.
Zerda Bayón andaba por el Caquetá en Comisión científica,hizo[,, tachado]viaje
á Cananguchal, con el objeto de visitarlo. El sabio y el religioso simpatizaron
vivamente; [aunque aquel es poco partidario de éstos y aunque los capuchinos
tienen en muy indigno concepto á los liberales y viven calumniandolos anatema-
tizandolos desde la cátedra sagrada., tachado] Nos hablaba el padre de nuestro
profesor y amigo con vivio entusiasmo; repetía fielmente las [opiniones, tachado]
conferencias que á éste le hemos oido con delicia sobre balanza infinitesimal
ó atómica y sobre radioactividad, y ponderaba los beneficios que reportará el
pais de la excursión del D. Zerda por el Caquetá. Entre las varias conquistas
científicas de este ilustre naturalista colombiano alcanzadas en el Caquetá nos
habló detenidamente el [p, tachado]Padre de la Telepatina extraida del Yajé y de
la Hemoglobina caquetena. Es la primera un alcaloide activisimo, de probables
aplicaciones terapeuticas, que debe su nombre á la propiedad mencionada al final
de la [3, tachado]4a. parte de este libro, [en virtud de la cual, los pacientes hacen
404 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

largos viajes ideales durante el [suen, tachado] letargo que les produce; viajes en
[los, tachado] que reconocen detalladamente los senderos recorridos, descubren
lo que buscan y ven patentemente, como en los cuentos de hadas, á las personas
queridas que están ausentes. Por aquí se refieren cosas maravillosas á ese respecto.,
tachado] La hemoglobina, producto extraido de algun entretenedor de fuerza
usados por los indios en sus viajes, como //
el lloco, de que tambien hemos dado noticia en este libro, es un reconstitu-
yente del que espera el inventor grandes beneficios para la humanidad doliente.
[una línea conecta con De la inocencia, más abajo] En nuestras frecuentes
conferencias con el inteligente y progresista religioso hablamos siempre de la
Colonia de Ñaoyaco y de la “Ciudad de Asís”.
— Todo lo que se haga con la guadua y la palmicha, le dijimos en alguna
ocasión, resultará costoso y efímero. Su “ciudad de Asis” debe ser de calicanto
y teja. Lo que es la teja, la estoy viendo en potencia en este suelo arcilloso; pero
la cal, me parece difícil.
— No, señor. Tenemos la cal en un banco, aquí no mas, al otro lado del rio:
vea Ud. la muestra.
— Parece calcareo hidraúlico. En todo caso producirá una cal para cons-
trucciones, de superior calidad.
— Deseo que Ud. me acompañe á estudiar otro banco que hay mas arriba y
lo convido para mañana
En efecto: fuimos á visitar el otro banco, el cual no resultó calizo; pero en
cambio tuvimos el gusto de descubrir en el lecho del rio, un bloque rodado de
mármol blanco, que nos obligó á [tomar detenidos informes sobre cuál pudiera
ser perseguir su procedencia. De esta averiguación resultó que en Ñinayaco, á
mediados del camino de Sibundoy á Mocoa, se recorre por un lecho de apariencia
marmórca., tachado]
[Despues de conocer la historia del camino de La Cocha y la navegación de
este lago, se la pedimos al buen padre para consignarla en este libro, y es como
sigue:, tachado]
De la inocencia infantil del Dr. Zerda (para volver á nuestro tema) deducía
el Padre interesantes [deduc, tachado] enseñanzas
— El sacerdocio científico, nos decía, tiene tantos puntos de semejanza con
el misterio sacerdotal, como que ambos emanan del mis- / ma fuente de verdad,
que al encontrarme con el doctor y verlo contentísimo haciendo sus estudios,
lejos de toda comodidad, con sus pantalones rotos y andando á pié á merced de
la Providencia, me llenó de complacencia al figurármelo como un misionero
de la Selva[,, tachado]. El tambien andaba civilizando y atrayendo á la luz de un
reino, desconocido en el mundo: la flora colombiana! Los estudios del Dr. Zerda
en el Caquetá, terminó el misionero, pueden conducir al descubrimiento de al-
gun producto natural que reemplace [en, tachado] el ya extinguido caucho, para
cuaderno 6 405

atraer una nueva colonización al Territorio, á cuyo empuje recupere Colombia


la poseción de lo que ha abandonado.
[Toda esta doctrina de patriotismo y de progreso en boca de un capuchino con
relacion á un copartidario nos tenía vivamente complacidos. Nada, en efecto, es
tan grato á nuestro gusto como devolver hasta donde esté á nuestro alcance, una
reputación perdida: gozamos una especie de deleite cuando tenemos elementos
para hablar bien de quien todos hablan mal[,, tachado] y, por esta razón, hemos
dedicado un capítulo de nuestro libro á neutralizar, con nuestro testimonio en fa-
vor de un misionero, el mal concepto en que se tiene á éstos, no solo en la localidad
sino á muchas leguas á la redonda. Por aquí se les acusa de varios y atroces delitos,
acaso sin la serenidad de ánimo necesario para juzgarlos y por allá se les reputa
como disociadores se previene al a viajero muy en contra [de ellos, tachado] suya,
dandoles [una, tachado] la odiosa fama [horrible, tachado] de ciegos, [y, tachado]
vehementes y crueles enemigos de [los [ho, tachado] colombianos ilustrados que
hacen parte del partido liberal, tachado] sus hermanos en la Patria, que la honran
con su ciencia y sus virtudes, por el mero hecho de llamarse liberales., tachado] //

Cap. V

El Camino de Mocoa.— El vehículo.— La situación de Pueblo viejo.— La re-


tirada de los pueblos que cambian de lugar.— El contacto maléfico de razas
distintas.— Descripción del camino.— Apoteósis de[l, tachado] carguero.—
Las eminencias y las honduras.— La trocha de “La Tortuga”.— La escalera de
Mármol.— Utilidades y modo de esplotar [sic] la mina de mármol.— La liber-
tad en la industria.— Llegada al Valle de Sibundoy Historia de la fundación
de San Francisco.— Un estenso Valle perdido.— La colonia blanca empieza á
apoderarse en Sibundoy.— Arenas de poblacion.— El incendio.— Utilidad de
nacionalizar los terrenos.—
El camino de Mocoa, [tan, tachado] renombrado como impasable, corres-
ponde á su fama. Desde las goteras del [la, tachado] poblado, [ha, tachado] es
preciso situarse sobre las espaldas del indio para poder dar un paso seguro. Co-
rre plano durante una legua por un tendido de chontas disparejas, flojas como
teclado é intermitentes, hasta Pueblo-viejo, donde se interrumpe la bóveda de
la selva y se entra á potreros y cultivos correspondientes á lo que fué la antigua
ciudad indígena. = Es digno de observarse de paso que el movimiento reciente
de los pueblos que cambian de lugar, en vez de acercarse al mundo civilizado se
retiran. La ley acaso no sea generalísima; pero tiene su esplicación en lo relativo
á los pueblos indígenas por el hostil contacto blanco que los hace retrogradar
de su antigua morada. [Tres C, tachado] Tres pueblos viejos hemos visto en este
viaje: San José á tres leguas arriba del actual; Guineo á una legua mas acá del
pueblo que se está edificando en el puerto, y Mocoa indígena á otra legua mas
406 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

acá del que [antes, tachado] edificaran los indios para que lo ocuparan hoy en
definitiva los blancos. Como hemos visto, la / tribu de los mocoas anda actual-
mente dispersa, seguramente hostilizada por los blancos del Mocoa moderno.
La hostilidad de éstos contra aquellos se traduce en tributos de trabajo personal
y en otras explotacione sá que se presta la superioridad muy grande que separa
las dos razas es la escala. Introducir blancos á los centros indígenas es constituir
sobre éstos la servidumbre y decretar su extinción ó su dispersión social. Ade-
lante, al pasar por Sibundoy tendremos ocasión de ver en cambio el caso con-
trario, de [los, tachado] la revancha indígena contra la intrusión de los blancos.
Pero, sigamos nuestro viaje á traves de los peñascos. Sale el camino de la
llanura y comienza en Pueblo viejo el ascenso penoso de la montaña, donde
la cabalgadura en indio se impone como el único medio posible de trasporte.
Allí, [donde, tachado] si el peatón comun tendría que andar á gatas clavando las
uñas en la arcilla resbalosa como un jabón, posa la pata firme el indio sin que
trepide en lo mínimo; donde el equilibrio sobre una raiz tortuosa, inclinada y
resbaladiza es perfectamente imposible para un acróbata vulgar, anda el indio
con una donosura envidiable; en el cangilon estrecho donde no cabe la zuela
de una bota, ni un par de rodillas “de frente en batalla”; la planta elástica y la
rodilla ferrada del indio se abren senda sin lesionarse y con una agilidad asom-
brosa; cuando la nariz granítica de Rumipiña [arriba escrito: ó Carnicerias] se
interpone en la senda y se avanza vertical sobre el abismo, como para olfatear
las ondas frenéticas del profundo rio, no hay viajero primerizo que siquiera se
atreva á pensar que por esa roca húmeda é inclinada haya pisado pié humano,
y sinembargo, á pasos cortos, de frente á veces, á veces de costado y tambien
de para atras, dando pasos en todas direcciones, segun lo exige[n, tachado] la
fórmula maravi- //
llosa que conjura el peligro, el indio va pasando por aquel desfiladero impo-
sible, y cuando un rio se [interpone, tachado] [arriba escrito: precipita á traves
del camino,] tumultuoso ó profundo, lo salva el indio con el agua á la cintura
ó por la babosa chonta que le sirve de puente. En este caso, el viajero, desde las
eminentes espaldas del indio, ve correr á sus pies el torrente encajonado entre
dos rocas altísimas, espumoso y embravecido, como si fuera un condenado
que maldice y blasfema[;, tachado]. En la naturaleza siempre hay un cántico que
[parece proclamar, tachado] glorifica la infinita bondad que reina sobre los
mundos; pero el rio, enegrecido por la colera, que choca y rebrama contra
los estratos lúgubres que forman su cárcel, rompe esta armonía de dulces ple-
garias, para remedar la voz de los réprobos que maldicen de Dios. El pavor que
causa el paso de estos rios [sobre, tachado] á través una chonta resbaladiza, se
[disfruta, tachado] experiementa con verdadero estupor bajo el seguro del in-
dio estribero que, entonces, alcanza las proporciones de una divinidad de las
montañas, á cuya providencia y custodia va encomendada la vida del viajero.
cuaderno 6 407

De los abismos de estos condenados por Neptuno, encumbra en escalera de


[pasos, tachado] peldaños gigantescos, tallados irregularmente en el granito, el
musculado cíclope de tez broncínea, cuasi desnudo, hasta coronar la cima de
agudos contrafuertes, para volver luego á bajar, haciendo prodigios de valor,
de destreza y de pujanza. El Conejoyaco, el campucana, el conejochico, el
Campucanita, el rio Mocoa, el Ninayaco, el Sorayaco, [el, tachado] Patoyaco,
el Titango, el Patoyaco, cuyo curso se persigue durante un kilómetro en pasos
y repasos del río, como el Minchoy, por cuyo cauce medroso y lleno de encru-
cijadas dantescas se andan diez kilómetros haciendole al rio treinta y seis pasos
mal contados y el Putumayo que vuelve á encontrarse infantil, son otros tantas
pro- / fundidades á las que hay que bajar despues de sendas eminencias, para
llegar de Pueblo viejo al Valle de Sibundoy, en once leguas de camino, que se
hacen en mas de tres jornadas en el desierto = Para evitar estos accidentes han
trazado los blancos la trocha de “La Tortuga”.
La bajada de Ninayaco ofrece una particularidad notable que tenemos el ho-
nor de haber observado los primeros, á saber: que la escalera aquella por donde
el indio baja dandole el frente á cada instante [p, tachado] á todos los rayos de la
rosa nautica para lograr vencerla, es de purísimo marmol alabastrino, como si
efectivamente la hubieran construido los gigantes para subir al Olimpo y para
que en sus preciosos peldaños pusieran sus plantas las divinidades mitológicas.
Desgastada la piedra por [e, tachado] la pisada de millares de indios durante
varios siglos, allí están impresas las huellas del primer mocoa que comerció
con los del Valle de Sibundoy, Sobre ellas están las del primer explorador inga
que señaló el camino de la conquista de las tierras bajas, sobre estas, sin variar
un paso, están las del español de hace cuatro siglos y por ellas mismas pasamos
nosotros: la blancura del mármol en estos puntos indica al [indio, tachado] vian-
dante actual dónde debe sentar su planta para no alterar un ápice la costumbre
eterna de una raza estacionaria.
— Será posible, nos preguntó nuestro buen compañero de viaje, aprovechar
esta riqueza?
— Creo que si. En el Brasil y en las repúblicas del Pacífico un metro cuadrado
de losa de marmol blanco, como para lababos, mesas etc, de centímetro y medio
de espesor, que pesa [próximamente cuatro arrobas, tachado] 84.99 libras, vale
veinte pesos oro. En Pasto, Popayán, [y, tachado] Quito y sus contornos las losas
para lápidas, [no, tachado] de 20 decímetros cuadrados, con el mismo espesor,
y peso [de menos de una arroba, tachado] de 18 libras, no pueden valer á menos
de diez pesos oro. [al margen izquierdo una resta tachada: 1906-1540=366] //
El trasporte del metro cuadrado á Tumaco, Quito y Popayán vale cinco pe-
sos oro, incluyendo comisión. Ahora bien: en este inmenso banco de mármol,
con una cierra circular, movida por este torrente de Ninayaco, produciría al
dia millares de metros cuadrados de lámina, al precio de tablas de acerrío; de
408 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

modo que, incluyendo el valor del pulimento, quedaría á favor del empresario
una inmensa utilidad.
— Es, pues, el caso de pedir la adjudicación de esta mina, con sus terrenos
del contorno!
— No, amigo: yo [soy, tachado] sería, como descubridor, el dueño de esta ri-
queza; pero, consecuente con el fin providencial con que ha sido colocada aquí
para la colonización y fomento de esta región, no quiero beneficiar para mí, lo
que debe ser para muchos. Lo que haré será denunciarla al público en mi libro,
para que venga [arriba escrito: libremente] el que quiera aprovecharla, valiéndose
de mis indicaciones. El sistema de los monopolios ha traido al pais al atraso en
que está, contra la munificencia de Dios, que lo ha colmado de riquezas!
No hablamos mas sobre el asunto; porque, al caer dela eminencia del Pata-
chuelo al que pudieramos llamar Guagua-Putumayo, empezamos á ver tatas
en el bosque, para sembrar maiz. El cielo se descubría y algo como un ambiente
de gente de trabajo, apesar de ser domingo, anunciaba el reciente pueblo de
San Francisco, colonia de blancos. Estábamos en el rincón del Valle de Sibun-
doy, llamado “Guairasacha”, que los indios cedieron á sus [antiguos, tachado]
huéspedes de raza conquistadora: la historia de esta cesión es in- / teresante y
de reciente data, la cual nos proponemos relatar [fría y desapasionadamente
en cuatro líneas como lo haría un historiador de otra época, ágeno á los intere-
ses y pasiones que ofuscan el criterio y con el decoro que nos merecemos como
escritores., tachado]
Al salir de los desmontes, se ofrece á la vista del viajero un estenso y hermoso
valle, tan plano y [extenso, tachado] festivo como la Sabana de Bogotá: es el Valle
de Sibundoy. Aunque habiamos oido hablar de él, no [tral, tachado] teniamos
cabal idea ni de su formacion, ni de su amplitud, ni de su importancia, ni de
su riqueza: se goza de una sorpresa gratísima al contemplarlo y se maravilla el
hombre de algun criterio económico [de, tachado] al considerar inmediatamente
cómo ha podido conservarse esta riqueza ignorada y como desdeñada por la
industria, á ocho leguas de una ciudad de tan laboriosos habitantes como Pasto.
A poco andar, la colonia blanca de San Francisco se encarga de enmendar [el,
tachado] en parte la nota de sensura contra el espíritu colonizador de [los blan-
cos, tachado] los nariñenses, pronta á formularse. Era dia de fiesta y los vecinos
del reciente pueblo andaban muy endomingados por la plaza y sus contornos
haciendo lucir el colorín de sus vestidos. Las treinta ó cuarenta casitas que en
líneas rectas enmarcan el pobladito, vuelven blanqueadas y risueñas el frente
al centro, como simbolos del espíritu social de la raza civilizada que hace poco
tiempo las ha levantado en el rinconcito del Valle que plugo á los indígenas ceder
al movimiento economico y á la civilizacion
De tiempo atrás, los blancos estaban aposentándose en el vecino pueblo in-
dígena de los Sibundoyes, señores negligentes del amplio Valle, [de //
cuaderno 6 409

Que se dicen dueños por testamento que aseguran haber hecho en su favor
Carlos Jamiabioy, [santiagueño según indigena, tachado] indio [arriba escrito:
cacique] de Santiago, según lo indica su apellido, quien á su turno lo obtuvo por
compra hecha al rey de España, según cuentan [arriba escrito: al parecer sin fun-
damento] por cuatrocientos patacones, tachado] (x)
[papel insertado en esta parte: Se dicen dueños por un testamento de D. Carlos,
Jamiabioy, cacique de Santiago [y Sibundoy grande, tachado], en el cual dispone
de las tierras de Jamiabioy, Jabancuan y Abuelapamba, colindantes con el Capitan
Ortiz, vecino de Aponte las cuales fueron heredadas de sus abuelos, según dice el
mismo tesatmenteo de 15 de marzo de 1700. Hablan de otro testamento otorgado
por D. Leandro Agreda, vecino de Sibundoy que debe ser el pertinente, pero que no
pudimos ver, y agregan que ambos testados adquirieron el Valle por compra hecha
al rey por cuatrocientos patacones. Probablemente si la Nación [se apropia del,
tachado] codicia el Valle como baldío, surgirán los legítimos titulos de propiedad.]
El Concejo Municipal de Mocoa, atento á los altos intereses de la civilización
del Valle y de la utilidad pública dictó el dia 27 de Noviembre [de 1906, tachado]
1895 el célebre Acuerdo sobre areas de población en Sibundoy para asegurar á
los blancos en sus edificaciones y para fomentar la colonización del precioso
cuenco; pero no tuvo en cuenta que los terrenos era de propiedad de la parciali-
dad de los bárbaros y cometió el desacierto de no disponer lo conveniente sobre
expropiación.
[Pero l, tachado] Luego un Cabildo de Sibundoy desconoció el acuerdo del
de Mocoa y el 30 de Noviembre de 1902, dictó el que manda [que, tachado] en su
Art°. 3 que los blancos desocupen el pueblo y vayan á fundar en San Francisco,
sobre una area trazada el 3 de Abril del siguiente año. Los blancos no se dieron
por notificados de este acuerdo y por eso vino otro conminatorio de desahucio
en el término de pocos dias, el cual fué en esta parte reformado por la Gober-
nación del Cauca.
Entonces sobrevino la rebelión de los indios contra sus huespedes y el salvage
atentado del incendio de sus casas y el [feroz, tachado] ataque contra ancianos,
mujeres y niños para obligar á un gran número de familias industriosas á aban-
donar el fruto de su trabajo y refugiarse en el bosque.
Los indios, como una [p, tachado] compensación de este injustificable aten-
tado contra la civilización
(x) Nota al fin del Cap. /
y como prenda de paz, cedieron al pueblo de San Francisco el rincón de
Guairasocha donde hoy florece ya la civilización de una raza superior con los
restos dispersos de las víctimas del incendio.— La escritura la otorgó Miguel
Juajibioy, como Gobernador de indios y la aceptó, debidamente autorizado,
Miguel Urbano, como Personero municipal del Distrito de Sucre, del cual es
cabecera el actual pueblecillo de San Francisco.
410 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

A la vista del precioso Valle en el que están atravesados los Sibundoyes, raza
degradada y estúpida, como un obstáculo insuperable á la civilización y cultivo,
[y, tachado] y en presencia de estas energías de defensa de los [Sibondoyes, ta-
chado] bárbaros, ocurre preguntar hasta qué punto el testamento del Famabioy
puede valer contra la marcha de la civilización allende la cordillera.
De muy poco serviría el camino que comunique el Valle de Sibundoy con
[p, tachado] Pasto, si los indígenas incendiaran siempre las plantaciones que
hiciera el hombre civilizado en sus indisputables dominios, [arriba escrito: que
ellos mantienen incultos]. Al paso de que si el Valle pudiera entrar sin menoscabo
de la equidad en el movimiento civilizador, á manos de los blancos, las cuatro
leguas que faltan por construir de La Cocha á Santiago, por la depresion del
Campanero, segun el proyecto de los Capuchinos, representarían para el Dpmt°.
de Nariño un incremento de riqueza equivalente, por lo menos, al valor de las
quince leguas cuadradas de terreno [arriba escrito: de primera calidad] que con
dicho camino se nacionalizan. //

Cap. VI

Los Sibundoyes.— Descripcion física.— Su impudicia en el vestido.— Su parali-


zacion.— La ley de la costumbre.— Los organos entran á Sibundoy de noche.—
Costumbre sobre cultivos.— Donde cosecharían resultados los misioneros.— La
costumbre del suicidio.— Motivos de extincion.— Los sibundoyes no proceden
de Cundinamarca.— Estudio linguístico.— Cómo usan los indios del Valle los
apellidos.— Los apellidos nobles.— La eleccion de Gobernadores.— Biografía
del actual Gobernador.— Funciones de este magistrado.— La traduccion del
sermón en cochi. Dos costumbres exóticas: el conjuro de las casas y la vela
del muerto.— Sabiduría de los bárbaros.—
[al margen izquierdo: vease pag 26. Cap VI Sibundoyes]
Complementa el capítulo anterior el estudio de los indios Sibundoyes, dueños
del Valle y obstáculo amenazador de su colonización.—
Son los tales, como dijimos al principio de este libro, una especie de tunebos
del Sur de Colombia. De gran talla y musculados; de color mas clara que los de-
mas indios; de bien tallada fisonomía, pero poco espresiva; de cuello corto y muy
grueso, tienen apariencia de cotudos; de cusma generalmente sucia y capizayo
hasta los pies; con su pelo lacio y abundante, crecido hasta el hombro y sugetado
á la frente por una cinta de paja. Al llegar al valle precursor de Pasto y [entrar,
tachado] pasar por entre la colonia blanca de San Francisco, vestida de colorines
y decentemente cubiertos hombres y mujeres, choca el viajero, cuando ya piensa
volver á tierra de cristianos, tropezar otra vez con indios casi desnudos: sufre
su pudor; porque piensa que estos vecinos de la civilizacion se presentan así por
indecentes y no por causa de su salvage sencillez y naturalidad. Esta esquivez
cuaderno 6 411

á[l, tachado] imitar los trages de los civilizados sería suficiente indicativo de la
paralización [de, tachado] / mental de estos indios[, si no militaran, tachado] y
de su estado estacionario, si no militaran en apoyo de esta tesis un cúmulo de
datos que los caracterizan.
Su adhesión á la costumbre es muy notable: “No es costombre” es la suprema
razón de sus negativas. Por donde pasaron hoy, han de pasar mañana; lo que
[hoy, tachado] hicieron una vez, tienen que seguir haciendolo siempre; como
estuvieron, como están en este momento, así quieren seguir siendo indefini-
damente. Para ellos, el ideal es la quietud. A cada paso ofrecen los sibundoyes
ocasión de observar ese quietismo tenaz, para defender el cual, seria capaces de
sacrificar hasta la vida[;, tachado]. [pero no, tachado] Mencionaremos, en co-
rroboración de ese rasgo, [sino, tachado] un caso baladí que, sinembargo es muy
decidor: hace cosa de cien años traian al pueblo un organillo para su iglesia y los
Santiagueños, sus emulos y vecinos, pretendieron arrebatarselo en el camino.
Para evitar el despojo emplearon los sibundoyes de toda su astucia y andando
[de noche, tachado] á tientas llegaron de noche á su pueblo, felices por haber
burlado la codicia de sus rivales; repicaron las campanas y echaron cohetes en
señal de regocijo. Recientemente, ya inutil el armonio centenario, [p, tachado]
trageron los misioneros un reemplazo al armatroste aquel y lucha heroica costó
el que los feligreses contribuyeran al gasto, pero al fin el organillo moderno llegó
á Pasto y una comisión de sibundoyes fué á conducirlo. El dia de la llegada al
pueblo se fijó con exactitud, el tiempo era bueno, no había obstáculos en la via,
los Santiagueños (siempre esquivos con los sibundoyes) ya no podian ni querian
impedirles el paso; sinembargo la comision no llegaba á las seis de la tarde del
dia fijado. A media noche se despertaron los misioneros //
al estampido de los cohetes y con los repiques alegres de las campanas.
— Qué es esto? A qué se debe tan extraño alboroto?
— Es costumbre que los [organos, tachado] armonios de Sibundoy, entren
de noche [con, tachado] al poblado!
Con semejante criterio, qué esperanza de civilización hay para esta parcia-
lidad, cristalizada en su barbarie?
— Siembren Udes. papas en este valle y trigo, cebada, habas y cebollas que
todo se daría muy bien, les dicen los misioneros.
— No es costumbre sino sembrar maiz, contestan los bárbaros.
Modificar [en algo,, tachado] en lo mínimo las costumbres de los Sibundoyes,
en sus hábitos domestícos, en sus reglamentos sociales consuetudinarios, en sus
prácticas paganas y en sus vicios, es casi imposible.
— No pierdan Udes. Su[s esfuerzos, tachado] tiempo aquí; les decíamos á los
entusiastas y abnegados misioneros; utilicen esos esfuerzos allá abajo, donde la
civilización cristiana está, puede decirse, latente por la docilidad, inteligencia y
cultura natural de la raza!
412 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Para cerrar el cuadro oscuro que adrede nos hemos propuesto trazar sobre
los sibundoyes, con el intento de disputarles el derecho al Valle en nombre de
la civilización, falta decir que tienen la nefanda costumbre del suicidio. Allí
hay un panteon con mas de cuatrocientos recientes imitadores del famoso
Iscariote. Por una deuda de veinte pesos, por una decepcion de amor, por una
azotina injusta, desatan la faja de su costura y con ella se cuelgan del primer
arbol que encuentran. Si se medita en la significacion que tiene este fatidico
vicio de una raza, en lo relativo á su moralidad y á sus ideas religiosas, se
llegará á la indefecti- / ble conclusión de que la [noción moral, tachado] ética
cristiana no ha podido germinar en la psicología acartonada de semejante
[raza, tachado] tribu.
Por esta razón, por la falta de higiene, por la [subsistencia, tachado] super-
vivencia de [los, tachado] hechiceros, médicos, brujos, envenenadores ó como
quiera llamárseles, y por otros vicios que nos conviene callar para no pasar [p,
tachado] como faltos de benevolencia, esta parcialidad está próxima á desapa-
recer. Allí se encuentran vestigios de una iglesia de ladrillo construida en otro
tiempo, que hoy no podría levantarse por representar un esfuerzo desmedido
para la miserable parcialidad que subsiste, y sinembargo hay [una, tachado] la
tradición de que el ladrillo quemado en Guairasacha, á mas de una legua de
distancia, se trasportaba, [á Pueblo gran por n, tachado] de mano en mano, por
medio de un cordon de indios. Pueblo grande se llamaba lo que hoy se designa
con el nombre de Sibundoy, constante actualmente de una cuarentena de casas
vacías. Y en los tiempos prehistóricos debio ser tan numerosa esta nación, que
defendió el valle contra la invasión de los quichuas, que se estacionaron en sus
vertientes occidentales, donde subsisten con el moderno [apelal, tachado] gen-
tilicio de Santiagueños.
Esta última consideración implica el desconocimiento de la leyenda que atri-
buye á estos indios procedencia reciente de Cundinamarca; desconocimiento
[que, tachado] en que insistimos por otras consideraciones ademas de las con-
signadas en el Cap. Vi de la 1ª. parte de este libro.
De los tres [pueblos indi, tachado] parcialidades distintas establecidas en el
valle, ésta es la única que ha olvidado su origen; los sibundoyes han tomado ó
le dieron su nombre al Valle entero, y ellos ocupan, como hemos observado ya,
su parte [central, tachado] intermedia: to- //
do lo cual indica una anterioridad superior á la migración peruana, muy
anterior á la conquista española
Valiéndonos del pequeño vocabulario chibcha que puede resultar de la des-
composición de los nombres geográficos de Cundinamarca, Boyacá y [Sur de
Santander, tachado] Giranentá, por medio de una paciente inquisicion, pudimos
deducir que el cochi, hablado por los sibundoyes, no tiene analogías ningunas
con el lenguage de la Confederación Chibcha. Pero, como sucede siempre en los
cuaderno 6 413

paises conquistados, hay en el cochi palabras de etimología quichua, idioma de


los conquistadores peruanos, por ejemplo:

Sol, en inga indi, en cochi jinye


Siete “ “ canchis “ “ Can-[supupta, tachado] supta
Ocho “ “ pusa “ “ pus-supta
Nueve “ “ iscun “ “ iscun-supta

Seis en inga se dice: sucta casi la misma terminacion cochi de los numeros
subsiguientes, lo que prueba que los sibundoyes, que solo contaban hasta el cinco,
aprendieron de los ingas y no de los muiscas ni de sus presuntos compañeros
de viaje, los españoles, la elementalísima noción de la [num, tachado] contada
hasta el diez.
Los dias de la semana en cochi tienen alguna particularidad notable:

Domingo — Timingusa
Lunes — Lunuxte (etimología castellana)
Martes — Onaté
Miércoles — Unga-té (tercer dia)
Jueves — Canta-té (cuarto dia)
Viernes — Chachin-té (Sachina es cinco, por lo que, chanchin probablemente,
[quiere decir, tachado] es adulteración del quinto dia)

Sábado — Sebatasa

Se comprende, pues, que la semana – Sibundoy comenzaba en lunes, como


entre los latinos.
Hay otra consideración muy curiosa en este pue- / blo tan inflexible en sus
costumbres, que establece vinculación extraña con los quichuas de Santiago,
á saber: en una y otra parcialidad se sigue la práctica de que los hijos varones
llevan el apellido del padre y las hembras el de la madre.
Los descendientes de los antiguos señores de la tribu, que todavía galardean
de nobles para aspirar á la categoría de Gobernadores, son de apellido Chusoy,
Juajibioy y Chicunque. Entre las mujeres predominan los de Tendejoy, Putanda-
vioy y Muchachasoy. Nobstante la condición aristocrática de los Gobernadores
por virtud de la costumbre, el nombramiento de éstos se hace por elección po-
pular, en tema que hoy proponen los misioneros.
El actual Gobernador se llama Miguel Juajibioy, especie de letrado del pueblo
que fue llevado á Popayán al colegio, de donde se fugó por no poder soportar
los calzones que le obligaron á usar. En conoce todas las tradiciones, es el con-
servador de las costumbres y su sabiduría de leguleyo se funda en saberse de
414 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

memoria la ley 89 de 1890, sobre proteccion de indígenas. Los gobernadores en


este y demás pueblos son el factotum con quien se entienden las autoridades
blancas para cumplir sus mandatos, los misioneros para dirigir la grey, los viaje-
ros para obtener informes, los comerciantes para conseguir peones de carga y la
justicia para mover el látigo que castiga las faltas graves. En la ejecución de estas
múltiples funciones se distingue el actual gobernador en el modo como trasmite
al pueblo en su idioma el sermón del cura: despues de que éste hace su prédica,
se levanta el magistrado, de talla á tlética y con voz de trueno, prorrumpe, co-
mo una cascada, en una oración monótona, sin puntuacion, sin inflexiones, sin
tomar resuello, y hace á su modo la traducción del discurso parroquial.
Hay entre los sibundoyes dos costumbres exóticas que //
aunque poco importantes, queremos consignar en estos apuntes, porque
acaso ellas sirvan para averiguar su procedencia. La primera se refiere al [bau-
tismo, tachado] conjuro de las casas. Terminada la construccion, la engalanan
con follage verde y á su rededor se agrupa alegre el pueblo, con cántaros de chi-
cha, que derraman sobre la techumbre, [entre, tachado] al son de cantos cochis.
La chicha, como se vé, es el licor sagrado con el que los indios festejan las solem-
nidades religiosas, ungen sus habitaciones y además de constituir casi su único
alimento, es el tributo á la amistad entre los vivos y del culto de los muertos,
pues tambien conmemoran con libaciones las fechas lúgubres.
Ninguna inhumacion de cadáveres entre los sibundoyes se lleva á efecto
sin que antes no hayan colocado sobre el féretro una vela de sebo, hasta que se
extingue: solo entonces el alma del difunto tiene entrada en la mansión de ul-
tratumba y el cuerpo en el seno de la madre tierra: tal es la segunda costumbre
en referencia.
De todo lo anterior se deduce que los sibundoyes constituyen una tribu
de bárbaros, rebeldes á la civilizacion, [que se enli, tachado] que la influencia de
Pasto con quien mantienen tráfico constante ha podido infundirles por múltiples
medios en cuatro centurias, y que seguramente se extinguirán antes de que la
luz de una nueva idea ilumine sus cerebros.
— Sinembargo, saben tres idiomas: el cochi, el inga y el castellano, nos ob-
jetaba un amigo.
— Eso no importa; porque conozco en la altiplanicie andina [otros, tachado]
muchos bárbaros de levita que saben otros tantos idiomas europeos y son tan
reaccionarios á la civilización como los sibundoyes. /

Cap. VII.

Los actuales quichuas.— El camino por el valle.— El Trianayaco— [El, tacha-


do] Proecho que pudiera sacar el Ecuador de sus indios.— Los frailes amigos
de la instrucción.— Las capuchinas.— Recuerdos de los indios quichuas de
cuaderno 6 415

Santiago.— Rasgos de estos indios.— Son artistas.— Ceremonias curiosas.— La


ley del Inca.— El Coro de Santiago— La Escuela.— El certamen.— El discurso.—
La premiacion.— Paso del Bordoncillo.— Regreso á Pasto.—
De Sibundoy, Pueblo grande ó Hatun-Uacta (en inga) como dicen los santia-
gueños, sigue el camino por todo el valle, durante tres leguas, por senda plana,
consolidada por chontas. Los caballos que han traido los misioneros, andan por
él con grande habilidad; pero el San Pedroyaco bajaba muy crecido y, al vadear-
lo, el que tuvieron la amabilidad de prestarnos para venir á Santiago, se dejó
volcar por el torrente y nos expusó á ahogarnos. Envueltos en el encauchado y
las correas de los instrumentos y entorpecidos por las botas, rodamos un buen
trecho rio abajo, ante los compañeros de viaje que miraban aterrorizados el si-
niestro, hasta que, repuestos de nuestro primer atolondramiento, recordamos
el nadadito que aprendimos siendo niños en el “Pozo de los Colegiales” y con
él ganamos la orilla.
— Si el Sarabita cambió de nombre por una aventura análoga que en él tuvo
Suárez Rondon, creo de justicia que este infame riachuelo se llame en lo sucesivo
el Trianayaco! Esto le deciamos al Sr. Prefecto Apostólico, temblando de frio,
mientras nos despojabamos de nuestros vestidos mojados. = El Sr. Prefecto es
inspector escolar del Territorio y [con, tachado] en cumplimiento de este cargo
venía á Santiago á presenciar los certamenes anuales de las dos escuelitas de este
pueblo indígena. Se nos iba á presentar la oportunidad de apreciar en ellos las
capacidades de los indios quichuas, de quie- //
nes adquirimos tan favorable concepto en el Ecuador, por sus condiciones
de civilidad, su orgullo étnico y sus aptitudes para las artes, aun en la servidum-
bre degradante en que aquí neutraliza el indio las energías que ese pais pudiera
aprovechar bajo el régimen de la democracia.
Para el siguiente dia de nuestra llegada á Santiago, se fijó la celebración del
acto literario y el inteligente Misionero, ademas de ofrecernos hospitalidad de-
liciosa en la casa de la misión, tuvo el empeño de que presenciaramos el acto,
“para que Ud. pueda contar por esos mundos, nos decía, que los frailes no somos
enemigos de que el pueblo se instruya”
— Como la que Ud. va á ver mañana, continuó diciendonos, hemos funda-
do dos en cada uno de los pueblecillos que están á cargo de la misión: ya vería
las de Mocoa, [la de varones á cargo del P. Baltazar;., tachado] Deploré que no
hubiera presenciado los certamenes de las de San Francisco y Sibundoy. En el
año entrante voy á establecer una escuela mixta alternada en el pueblecillo de
San Andrés que queda aquí cerca. Pretendo, para las escuelas de niñas, traer á
las Madres Capuchinas que alemanas, que Ud. conoció en Tuquerres, y para las
de varones á los Hermanos Maristas.
— Celebro el pensamiento de Ud. en cuanto á las [institutoras, tachado]
institutrices alemanas, que no tienen rival en el mundo; pero me permito
416 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

suplicarle, en cuanto á los Maristas, [en Nariño, tachado] que tome [Ur, tachado]
informes sobre [las, tachado] sus aptitudes y consagración, pues entiendo que
en Nariño, no han aprovechado los niños que están á su cargo: no sé si estaré
mal informado, pero me refiero á opiniones oficiales.
A las 7 p.m. conversabamos y fumabamos en la sala de la casa cural sobre
estos asuntos, en sabro- / sa plática con los Misioneros, que son muy insinuantes
y festivos. Tragimos á cuento las costumbres de los indígenas y recibimos muy
curiosos datos. Supimos, por ejemplo, que estos indios recuerdan vagamente la
época de su venida del Ecuador y dicen que hicieron alto allí, donde se radica-
ron, porque recibieron orden de no caer al plan del valle. Recuerdan tambien la
migración de los Putumayos que se radicaron mas atrás en el Sitio de Chamanoy,
que hoy se llama San Andrés. En aquel sitio vieron una tarde los Santiagueños
un humito y se maravillaron de que por esos lados pudiera andar gente; mandó
el Gobernador á averiguar y el alguacil informó que era un matrimonio con una
hija, que venían perdidos de las tierras bajas, de donde los había dispersado un
amarón (boa constrictor) que arrazó la poblacion donde ellos vivian. El Gober-
nador les ofreció hospitalidad y amparo, pero los emigrados no quisieron pasar
de aquel punto, donde fundaron el actual pueblo de San Andrés, mezclándose
con los santiagueños; pero conservando relativa independencia.
Los Santiagueños recuerdan tambien la época de las primeras misiones [qu,
tachado] quiteñas y cuentan que desde entonces conservan dos de las imagenes
que veneran en su iglesita: la de Santiago dicen[,, tachado] vino de España y la de
la Virgen del Rosario, vino de Lima, junto con el primer clarinete para el coro.
Esta [claridad de, tachado] limpidez en los recuerdos remotos, de que carecen
los Sibundoyes, indica la conciencia de un pueblo ya civilizado para la época
de su migración. En Pasto los confunden por su desnudez con los sibundoyes,
cosa que les ofende como el mayor de los insultos. La diferencia, en efecto es
inmensa: estos son a[c, tachado]ltivos, trabajadores, inteligentes, ambiciosos de
mando é intrigantes //
en las elecciones de Gobernador. La pureza de sus costumbres hace tambien
contraste con la relajación de los sibundoyes, entre quienes el adulterio es comun.
Son amigos de hacer largos viajes y aspiran al cruzamiento con l[a, tachado]os
[mu, tachado] blancos. Sus mujeres son fieles, laboriosas y fecundas; ellas les
tejen las cusmas de lana azul y [se, tachado] las zurcen, en randa graciosa, con
hilo colorado, torcido [por, tachado] tambien por sí mismas; modo de trage que,
junto con su aseo, sirve para distinguirlos. La afición á la música es un rasgo
característico de los Santiagueños; todos los cuales tocan arpa, violin ó flauta,
instrumentos construidos por ellos. Tenemos á la vista una fotografía instantá-
nea de un Carnaval en Santiago, donde está pintada la mas ingenua alegría de
un pueblo de artistas. Sus fiestas de Navidad y Corpus son dignas de verse por
los dizfraces que inventan y por las danzas que bailan. En la fiesta lúgubre de
cuaderno 6 417

Todos los Santos conservan la costumbre ecuatoriana de la ofrenda, que con-


siste en llevarles á los muertos comestibles benditos y al cura una vela: el festin
á la salud eterna de sus [deudos, tachado] antepasados corona la ceremonia del
piadoso culto de los difuntos.
Habla [muy bien, tachado] del [l, tachado] sentimiento artístico de los santia-
gueños el modo como [posesionan, tachado] entregan á los síndicos de la Virgen
[entregándole el que ellos llaman, tachado] el libro de la Consitacion en un arca
coronada de flores, y cómo tras[t, tachado]ladan el cepo á casa del nuevo Gober-
nador, tambien adornado y entre músicas alegres. La posesión [del Gobernador
el, tachado] de este magistrado es la mas suntuosa de las ceremonias públicas
de aquel simpático pueblecillo: el cabildo que él ha nombrado [se junta con, ta-
chado] invita á la gente principal y á los teguas, [á, tachado] para la confección
solemne de los conjuros que pudieramos llamar de la paz, elaborados los cuales,
se despachan en ollitas por medio de comisio- //
nes reservadas para que vayan á enterrarlos cerca de cada una de las perso-
nas que han de ejercer influencia en el pueblo [arriba escrito: á fin de que sean
bondadosas]: en la casa del Gobernador, en la iglesia, cerca del presbiterio, en la
casa cural, etc. Cumplidas estas comisiones con todo alarde de misterio, [para
que, tachado] comienza el banquete [con, tachado] de los grandes, con asistencia
de muchos músicos y danzantes. A la avanzada hora de la noche en que termina
la comida, salen todos en pro[s, tachado]cesión provistos de farolillos y enca-
bezados por el Gobernador y al son de multitud de instrumentos á visitar [lod,
tachado] las casas del pueblo, donde son recibidos con grandes agazajos. Desde
ese momento los hogares quedan bajo la vigilancia de la Justicia, para quien no
puede haber en lo sucesivo acto oculto ni puerta cerrada [ni de, tachado] en el
dia [ni de, tachado] o en la noche. Así es como queda á cargo del Gobernador
la moralidad de su pueblo: él prevee y arregla los pleitos, impide los delitos, [y,
tachado] fomenta los matrimonios de amor y preside todos los sucesos. Tal es
la costumbre [q, tachado] establecida hace siglos por el Inca, que aun subsiste
incólume, á causa de que corresponde con el modo de ser del indio americano.
Trasladar de repente [á, tachado] estas pequeñas sociedades al régimen indivi-
dualista europeo, es trastornarles todas sus nociones de la vida social. [y per-
turbarles toda su psicología, tachado] Así se esplica el embrutecimiento de los
indios y su degeneración moral á medida que estan mas incrustados en la civi-
lización occidental y así tambien se esplica el desconcierto político y sociológico
en las repúblicas mestizas; [La conquista reducción y civilización fundadas en la
violencia contra sustitución de la psicología de los naturales en cualquier orden
porque son íntimamente socialistas martirizadas en formas, tachado] porque son
agrupaciones indias, disfrazadas con trages europeos, que las martirizan y las
ponen en ridículo ante las que sirven de modelo. Pero no anticipemos conclu-
siones [festinadas, tachado] y continuemos nuéstro relato.
418 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

[El salón de la escuela amaneció lleno de asien- //


tos traidos de todas las casas y los. Picados por la curiosidad de ver á los niños
santiagueños, nos trasladamos al, tachado]
Picados por la curiosidad fuimos á misa en busca de observaciones y no tuvi-
mos otra que nos complaciera sino la que hicimos en el coro de la pajisa iglesia:
este es una especie de tribuna levantada sobre cuatro postes, en un rincón, del
costado de la puerta, ala cual se sube por medio de una viga dentellada á guisa
de cremayera. En la pla[l, tachado]aforma está el órgano con sus tubos de latón,
su teclado y sus fuelles á cargo de dos indios que lo hacen sonar; en los pequeños
espacios sobrantes estaban un tamborero, un violinista y un flautista, todos de
cusma limpia y muy peinados. Oficiaba el señor Prefecto apostólico y era preci-
so solemnizar tan fausto suceso con grande orquesta. No sabemos nada sobre
música sagrada ni de qué divinos artificios se hayan valido para infundir en
ella los mas inefables trasportes al corazon religioso; pero es el caso que al oir
los aires populares de los indios, tocados por cuatro instrumentos rústicos en
[desacuerdo, tachado] diapasón discordante para solemnizar la misa cuasi epis-
copal del Prefecto, sentimos tan tierna emoción, que [nos ansamos y, tachado]
pedimos al cielo conservara para [siempre, tachado] este pueblo la simplicidad
poetica de sus costumbres!
Despues [nos, tachado] salimos del templo y nos llamó la atencion el tumul-
to de los niños que andaban en la tarea de embellecer el salón de la escuela para
el certamen que debía verificarse pocos momentos despues. Acariciando cabe-
zas muy lustradas por el agua de la fuente nos abrimos paso hasta el reciento.
Las sillas viejas de la sacristía y los escaños de la iglesia quedaron á medio
camino con nuestra presencia y los muchachos nos rodearon como viejos ca-
maradas. Miramos los mapas, los cuadros de Lancaster y las ramazones verdes
pendidos á la pared y evocamos dulces recuerdos. Entonces sugestionados por
la infancia volvimos á ser niños y, acercandonos al tablero, dibujamos al vuelo
la figura de un indio [arriba escrito: fsso [?]] haciendo gestos, y escribimos al
pie: Este es un Sibundoy. Una carcajada argentina llenó el salón: todos los niños
sabian leer!
Volvimos á nuestro alojamiento y abrimos nuestras maletas para buscar car-
teras en blanco, lápices, plumas y dinero para dar premios; porque nos sentiamos
obligados, en nombre de la Patria, sin titulos ningunos [suficientes, tachado]
porsupuesto, á estimular á estos pequeñuelos hijos de la Selva.—
Con la solemnidad correspondiente á un invitado que en cierto modo repre-
sentaba á Colombia en una humildita escuela de indígenas, [entramos, tachado]
volvimos al salón y ocupamos puesto de honor al lado del Sr. Misionero Inspec-
tor General de Instrucción Pública del Caquetá. Por rara coincidencia estaban
de paso para el Putumayo unos comerciantes de Pasto que bajaban provistos de
guitarras y al comenzar el acto literario rompio la orquesta improvisada con el
cuaderno 6 419

himno nacional. Ocultamos nuestra emoción y presenciamos luego el examen


minucioso de un cúmulo de indiecitos, [los, tachado] de cusmita blanca y capi-
sayos largos hasta los pies que hubieran servido de moquero á cualquier hombre
serio, tal era su tamaño absoluto. El acento extrangero de los niños con su ten-
dencia á convertir la e en i y la o en u daba á sus definiciones un sabor delicioso.
Las materias de enseñanza en una Escuela elemental merecieron en el exámen
la mas alta calificacion del cuerpo cons- / tituido al efecto. Figuraba en este
concejo un joven indio hijo del Gobernador que posee conocimientos suficien-
tes para ejercer atinadamente el cargo. Hubo recitaciones de fábulas, canto en
coro y música de cuerda en los intermedios. [Terminó el acto, tachado] El mejor
alumno, llamado Manuel Fisoy cerró el acto con un discurso muy bello en el que
dió en castellano las gracias en nombre de sus condiscípulos al Director, al Ro.
Padre Benito, inspector local, al Sr. Prefecto Apostólico, Inspector general y al
Gobierno por [e, tachado]los beneficios de enseñanza recibidos y dijo entre otras
frases bellas, la siguiente: “Nosotros somos las humildes violetas de la montaña
ocultas en la hojarasca y el Gobierno de la República, [y, tachado] los señores
Misioneros y nuestro querido maestro nos están infundiendo con caridad y pa-
ciencia el perfume y la blancura del lirio del Valle”. Despues, volviendose á sus
compañeros los exortó en inga á amar los estudios “para que [nuestros, tachado]
los nombres de los niños Santiagueños lleguen hasta Bogota”
— Lo que es el tuyo, Manuel Fisoy, pensamos nosotros [sera, tachado] llegará
con mi libro mas allá de Bogotá, [y acaso merecerá la inmortalidad”, tachado]
hasta donde alcance el vuelo de mis escritos.—
Distribución de premios: Un lápiz, para Mateo Chasoy; una hoja de papel
para Miguel Sansasoy; una pluma, de [aco, tachado] 303, para Lázaro Fisoy; un
libretin, con dedicatoria, para el [form, tachado] Facundo Fandioy, dos varas de
liencillo, para una cusma, [p, tachado] dedicado á Tomás Jansasoy, otra cusma
en proyecto para Lázaro Quinchoa……….
— Padre, –dijo al fin un chicuelo, de cusmita sucia y ruana hasta los pies,
con los grandes ojos llenos de lágrimas,– á yo no dar cusma?
— Pero,… si tú no respondiste nos mas hablaban inga como los Santiagueños.
Hay que subir una cuesta fragosa de 1400 metros para llegar á aquella temi-
da cumbre, donde el frio emparama á los indios por esta epoca y el viento suele
arrastrar[t, tachado]los nada!
— Si, padrecito; yo me persigné……
— Toma entonces; tienes derecho á [d, tachado] iscuy reales! Dentro de un
año te daré unos calzones………………………………………
Por la tarde salimos de Santiago para dormir al pie de la Cordillera, á fin de
que madrugando pudieramos pasar el soberbio Bondoncillo y caer al soñado
valle de Atris, donde duerme Pasto rodeado de pueblecillos indígenas, que ayer
fuera del camino.
420 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Lloviznó aquel dia, pero los hados nos fueron propicios; porque despues
de nueve horas de camino coronamos la cumbre de 3800 mt. sobre el mar, sin
contratiempos y columbramos el deseado cuenco……..
Hemos llegado! //

Documento 2.

Santiago 25 de Julio de 1906


Sr. D.
Miguel Triana
Pasto

Mi respetable Señor
Mucha honra me hace V. escribiéndome y acordándose de mí y si lo agra-
desco mucho
Lemando el discorso que mi Pide y medici quiere publecarlo. Le eslisno [sic]
mucho que haga conocer al presidente nuestros deseos de ser hombres civilizados
como los blancos, por que nosotros tambien somos cristianos y colombianos.
Como me cuesta todavía mucho escribir no lo escribo más largo, en el cosque
sigueya aprenderé á escribir cartas largas,

El Gobernador R Padre Benito


mí an dicho que le salude á v

Su amigo
Manuel Fisoy /
//

Discurso de la Escuela de niños de Santiago pronunciado en 1906


Muy R. P. Prefecto Apco, Sre Alcalde y los demas de la respetable asistencia
Despues de mis respetuosos saludos y agradecimientos en nombre de los que
formamos la corporación escolar, os degnareis [sic] oir mis humildes palabras.
Nosotros los escueleros sanliagueños, gracias en nuestros preceplores [sic]
somos la violeta de vuestro jarden [sic], que prefiere ocultarse entre las yerbas
que en él nacin; pero Vos habeis querido queseamos [sic] lirios, coya fragancia
de la educación la heérs [sic] llegar por todas partes. De Bogotá, yá decin:”, Que
de agra dable [sic] se persibe de entre esas malizas indigenas?”
Nucanchi taitacuna ña nucanchi nombre ehayarca Bogotama, porque
yachay-cono conchime Escuelafe; chimanda mucanchi pueblo euyanacumi
cuaderno 6 421

tucui particolarpe mandana como Misionerocona. Cachamuichi tucuy guan-


braconota Escuelama Guiyay sujco ata. Llusinchimi ña aucacomanopagma da *
Con nuestra cabeza en lierra os suplicam por Dios, no nos dejeischogar entre
estas lezas de la barbarie

He dicho Sres

* Traduccion del Quichua


Padres nuestros y á nuestros nombrs ha lle- / gado a bogotá porque estamos
aprendiendo en la Escuela, por esto nuestro pueblo, parlicularminte [se, tacha-
do] se apreciado de todos dirigiendolo los misioneros. Enviad pues a todos los
niños a la Escuela Avisad á otros
Yá salimos de la condición de salvajes. //

Continuación documento 1

Cap. VIII.—

Camino al Caquetá.— Desde el Bordoncillo.— Consideraciones generales sobre


nuestro viaje.— Comparación de vias.— Seguimos andando.— Llovizna.— Ce-
rró la noche.— Rum sol.— Los piojos.— El Campamento.— Qué otras leyendas
teneis?.— Llegada al pueblo de La Laguna.— Quienes nos esperaban?.— Socio-
logía final.—
//

Documento 3

[recorte de un artículo de periódico]


El Dr. Pereira Gamba

Con la más grata satisfacción publicamos la siguiente manifestación de


este distinguido amigo nuestro, quien la hace en la época en que es más apreciado
por nosotros y cuando ya se había acallado cierta infundada sospecha respecto
de él. El Dr. Pereira es un hombre absolutamente sano en sus costumbres y en
sus creencias; y ahora, de manera voluntaria y espontánea, sin que nadie pusiera
en duda su manera de proceder, ha querido dar esta declaración como reco-
nocimiento, nos dijo, de la buena y cariñosa acogida que ha tenido en nuestra
sociedad. De nuevo estrechamos con el mayor afecto la mano de este simpático
amigo nuestro.
422 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

Comprendo de mi deber desvanecer cualquiera idea errónea que se haya


insinuado respecto de mis creencias y manifiesto del modo más sincero que
soy católico, apostólico romano y que rechazo cualquier principio contrario á
los dogmas y enseñanzas de la Iglesia, en especial las doctrinas del liberalismo,
condenadas y reprobadas por los Sumos Pontífices.

Pasto, Febrero 1.° de 1906.


Fortunato Pereira G.

[Lo que sigue parece haber sido escrito por Triana]

El Renacimiento N°. 46
de 5 de Febrero de 1906.
Tumbas Quimbayas
Comunicaciomes a la academia de historia
Y a la
Societé d’ antropologie de Paris

De
Miguel triana
//

Tesoros funerarios de los quimbayas

El señor D. Luis Arango C, guaquero de la ciudad de Armenia en el Quin-


dío, hijo de D. Gabino Arango, también de la misma afición, hermano del Sr.
Jesús María Arango C, “el guaquero más andarín”, y amigo además de los gua-
queros Ángel Toro, Ramón Buitrago y Carlos Agudelo (a. Macuenco), que ha sido
los más afortunados buscadores de tesoros indígenas, ha recogido pacientemente
las tradiciones y conocimientos de tan curiosas artes antioqueñas y ha formado
un libro titulado RECUERDOS DE LA GUAQUERIA DEL QUINDÍO, el cual
acaba de publicar en Barcelona en la Editorial de Luis Tasso, para perpetuar in-
teresantísimos conocimientos. En este libro encuentra el lector una minuciosa
descripción de las tumbas violadas, con sus dimensiones y variadas formas, así
como un inventario de los cadáveres, con el modo como yacían y las prendas y
joyas con que fueron enterrados.
De ahí, mediante una metódica agrupación de asuntos y una laboriosa cla-
sificación de objetos de que carece el libro, se pueden deducir un cúmulo muy
grande de enseñanzas sobre las condiciones étnicas del pueblo que habitó la re-
gión explorada, su condensación pobladora, la extensión ocupada por aquellos
aborígenes algo de sus instituciones políticas y religiosas, sus conocimientos
industriales, sus aficiones artísticas y no poco sobre sus orígenes, índole y cos-
tumbres domésticas. Es deplorable que la expresiva revelación de los sepulcros

423
424 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

no haya sido recogida con criterio científico, para sacar de ella todo el provecho
que en México y el Perú están derivando las sociedades antropológicas, de las
excavaciones hecha allí sagaz y metódicamente. Es sin embargo, digno de aplauso
el esfuerzo del Sr. Arango para //
salvar del olvido la documentación funeraria que ha resultado de la violación
voraz e irrespetuosa del sueño eterno de una raza exterminada por la Conquista.
El coleccionador de los recuerdos de la guaqueria los presenta sin preten-
siones de erudito y los ofrece humildemente a la consideración de los sabios. En
la presente comunicación, que respetuosamente dirijo a una institución cientí-
fica, sólo me propongo servir de introductor de una noticia que debe interesar a
sus altos propósitos, con el intento que sirva de iniciativa a los fecundos estudios
sobre prehistoria de Colombia. Esta breve noticia, como los experimentáis, su-
giere inmediatamente el anhelo de continuar las investigaciones en lo sucesivo
sobre un plan de sagacidad científicos, alejado del vil propósito de un lucro torpe,
como se han hecho hasta el presente y continúan haciéndose, con el consenti-
miento oficial, por bandadas de guaqueros voraces y estúpidos.
El Sr. Arango circunscribe las informaciones de su libro a la hoya del río
Quindío con el nombre de Rio de la Vieja entra al Cauca por su banda derecha
en la ciudad de Cartago (4. – 45’ – 15’’ Lat. N. 49’ – 18’’ Log. Occ. de Bogotá); pero
extiende el radio de sus observaciones, lejos de la Hoya del Quindío, por uno y
otro lado del río Cauca, hacia el norte y hacia el sur, hasta donde quiera que ha
habido trabajos de guaquería.
Dentro de esta amplitud localizan la extinguida tribu de los Quimbayas los
señores Manuel Uribe Ángel y Ernesto Restrepo Tirado, por inferencias de
los cronistas de la Conquista. El doctor Uribe Ángel en su Geografía de Antio-
quía radica estos indios entre los ríos Chinchiná y La Vieja, por la banda oriental
del Cauca, y el señor Restrepo Tirado en su Monografía de los Quimbayas los
extiende por el sur hasta el río de La Paila, sobre la misma banda. //
Por obra de estos dos americanistas está, pues, en el mundo científico acogi-
do el nombre de Quimbayas para los antiguos habitantes de esta región, cuyas
características antropológicas se deducen de la observación de los sepulcros y
su expresivo contenido, de que se ocupa el Sr. Arango en su libro, aunque bajo
las denominaciones infundadas de Quindos y Pijaos. Sí se imponen estas ca-
racterísticas para definir la raza de los Quimbayas, su territorio es mucho más
extenso del que indican vagamente los cronistas y del que sucesivamente han
delimitado por interpretación literaria los señores Uribe y Restrepo. En efecto,
según los recuerdos de la guaqueria, hay sepulcros del mismo tipo y con-
tenido, del otro lado del río Cauca, en una extensión tan grande o mayor que la
del lado oriental, en Roldanillo, Huasanó, Cajamarca, Sevilla, [ilegible, tachado]
Ansermaviejo, Valparaíso y Andes, de donde arrancaban caminos prehistóricos
hacia el Chocó, de cuyas trazas se ocupa en su libro el Sr. Arango, a las páginas
tumbas quimbayas 425

56, 134, 157, 158, 166 y 181. Los vestigios de estos caminos, de carácter estratégico,
siguieron alguna idea sobre la magnitud, el radio y la índole de la acción nacional
de los Quimbayas. En el sitio de Hojasanchas, comprendido dentro del circuito
en cuestión, hay un camino de indios, de once metros de profundidad y tres-
cientos de longitud, que en parte corre bajo tierra en forma de túnel revestido
de piedra, y en un punto de él se encontraron dos atanores de arcilla de treinta
centímetros de largo por diez de diámetro, que asomaban del talud y por los
cuales salía el agua recogida del terreno. Al occidente de Versalles, en el Valle del
Cauca, en los sitios de Antón, Punía, y Papayal, hay una grande agrupación de
sepulcros (pueblo de guaquería), al cual conduce un camino subterráneo de un
metro veinte centímetros de ancho por tres metros veinte centímetros de alto en
su bóveda, que no se sabe de dónde viene. De este mismo pueblo de Guaquería
salen dos caminos de indios aparte //
que cruzan la Cordillera Occidental, van al río del Escobal y a la mina de oro
de Pilahonda y de allí al río San Jorge. En las “Montañas de San José” (Hoya del
Quindío) hay un camino que atraviesa una cañada, por debajo de la cual pasa
un túnel de dos metros de ancho por tres metros veinte centímetros de altura,
perfectamente tallado a escuadra y plomada y revestido con un cemento arci-
lloso que los guaqueros llaman carmín. Al trasmontar una de las cuchillas que
comunica, sale a la superficie en una extensión de [ilegible, tachado] 100 m. de
camellón a calzada, de ochenta centímetros de ancho en corona y dos con cua-
renta en la base y con la altura de un hombre, de un metro sesenta centímetros,
como si fuera una trinchera. “Una red de caminos de mayor a menor cruzan en
todas direcciones la Hoya del Quindío”, agrega el Sr. Arango.

Sepulcros

La característica fundamental de la extinguida tribu de la Quimbayas y por lo


cual se puede definir exactamente el territorio que ocupó, es la forma de sus se-
pulcros. El autor se detiene en su libro a describir y clasificar sus múltiples varian-
tes, con los nombres que les han dado los guaqueros: de cancel, veleros, tambores,
bongos, matecaña, talabardones; pero todas las formas pueden quedar compren-
didas dentro de un solo orden arquitectónico: son cámaras subterráneas, más o
menos amplias, algunas de gran tamaño con columnatas de sustentación, con
una lumbrera cilíndrica o cuadrangular y a veces cónica, que sale verticalmente
a la superficie del terreno, por donde se ha practicado el laboriosísimo trabajo
de socavación de la bóveda mortuoria a grandes profundidades, algunas a más
de veinticinco metros. Estas lumbreras están rellenas hasta la cúspide con las
mismas tierras del subsuelo y en el mismo orden de estratificación que tienen
en el terreno, y siempre bien [ilegible, tachado] apisonadas y cubiertas con //
tierra vegetal, para continuar sobre ellas las labores agrícolas.
426 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

La colonización antioqueña que ha invadido el Quindío desde el año de 1840,


al talar el bosque centenario, encontró el suelo cubierto de surcos agrícolas donde
se hallaron vestigios de habitaciones prehistóricas, tiestos de cocina y piedras
de moler maíz, en una grande extensión territorial, donde no se sospechaba
que hubieran existido poblaciones indígenas. Por haberse olvidado [ilegible,
tachado] la tradición de las tribus que encontraron Vadillo y Robledo en sus
descubrimientos, igual sorpresa experimentaron los colonos que en 1852 apor-
tó a la región de los Caramantas el Dr. Pedro Antonio Restrepo, fundador del
pueblo de Andes, quienes hacia esta época encontraron también guacas al estilo
quimbaya, una de las cuales era un tambor mencionado en el libro a la página 152,
de dos metros de diámetro y diez y seis de profundidad, con cámara de cuatro
metros en cuadro, de la que se conserva el recuerdo de una elegante diadema
de oro extraída. En el riachuelo de Mulato, entre Andes y Jericó, se explotaron
en 1885 dos riquísimas guacas de [ilegible, tachado] talabardones, sepulcros del
más puro estilo quimbaya, cuyas lumbreras tenía dos metros cuarenta centíme-
tros de diámetro, por diez y siete metros de profundidad total, la una, dividida
en tres bóvedas sucesivas de campana o pabellón, y la otra de veinte metros de
profundidad total, distribuida en siete campanas o talabardones, cada uno
de los cuales en una [ilegible, tachado] y en otra servían de cámara funeraria a
un grupo de cadáveres provistos de prendas y alhajas de oro, de la misma manu-
factura y estilo de las encontradas en la Hoya del Quindío, (pag. 166). Un estudio
más atento de los sepulcros de los caramantas de la región de Andes y Jericó
serviría para establecer de una manera definitiva la identidad de sus antiguos
habitantes con los Quimbayas.
En territorio ocupado por la numerosa tribu de los llamados An //
sermas por los cronistas, está Cajamarca en el Valle del Cauca, sobre su banda
izquierda. Allí entre muchos sepulcros del tipo quimbaya, se encontró uno de
talabardones o sea de campanas, por el estilo de los de Andes, consistente en
un pabellón rectangular de seis metros cuarenta centímetros en corona y trece
metros de profundidad de cuya base inferior se desprendían cinco troncos de
pirámide cuadrangular de ochenta centímetros en corona por seis metros cua-
renta centímetros de profundidad. En cada uno de estos pabellones había cinco
tandas de cadáveres, de cinco en cinco, y en el pabellón superior había diez y
ocho cadáveres más; total, ciento cuarenta y tres cadáveres, provistos de varias
arrobas de oro en joyas. Es digno de notarse que en esta necrópolis los difuntos
más ataviados estaban encerrados en ataudes de madera incorruptible, tallados
en una sola pieza, como tendremos ocasión de observarlos en muchos otros
casos en la Hoya del Quindío.
Entre los sepulcros raros por su arquitectura especialísima, llama la atención
uno encontrado en el Distrito de Montenegro, en el sitio de Platanillal, en el
cual el cañón de lumbrera, tenía talla de una espiral a modo de tornillo, en la cual
tumbas quimbayas 427

reposaban en serie seis cadáveres. En la cámara lateral del fondo, de dos metros
con cuarenta centímetros de ancho, tres con veinte de largo y dos con cuarenta
de altura, sólo había un caracol marino guarnecido de oro.
En forma de templos con columnatas y nichos como para colocar fetiches,
menciona el libro tres: uno en el sitio de Soledad, (Distrito de Filandia) cuyas
paredes enlucidas exhibían pinturas de animales mitológicos al estilo egipcio, el
cual contenía urnas funerarias de cadáveres incinerados, amén de varias arrobas
de oro en joyas comunes y tres coronas de reyes. Otro de Montenegro, segura-
mente de pertenencia sacerdotal, en el que había ocho cadáveres tendidos en for //
mación en cada una de las laterales, con las cabezas hacia la nave central
en cuya testera había un altar con [ilegible, tachado] dos pequeños nichos a
los lados. En esta nave central se encontraron diez y seis incensarios de arcilla,
cocida, correspondientes a los diez y seis cadáveres de las naves laterales. Y el
otro en el pueblo de El Santuario, de la misma disposición de los anteriores,
el cual solo contenía una estatuilla de oro, con manto del mismo metal, la que
los guaqueros dijeron ser la efigie de un santo.
En el Corregimiento de La Tebaida del Distrito de Armenia, en el sitio de
El Muerto, en donde se [ilegible, tachado] han encontrado los más interesan-
tes sepulcros por su delicada arquitectura, unos enlucidos con barro blanco y
carmín y otros revestidos de piedra, cementadas sus junturas. Entre estos hay
uno para un rey pigmeo, de una construcción anómala: desciende tres metros la
lumbrera de un metro de diámetro, toma luego por cuatro metros una inclina-
ción rápida de cincuenta por ciento, para seguir horizontalmente una longitud
de dos metros, en cuyo fondo se encontró un pequeño esqueleto de un metro
veinte centímetros de estatura, enteramente vestido de oro y con doble corona.
Tal parece que La Tebaida hubiera sido el centro de la Monarquía quimbaya.
Los sepulcros encontrados en Santa Rosa de Cabal al desviar las aguas del
río San Eugenio para construir el acueducto de la población, pueden servir para
tener una idea de la antigüedad de los Quimbayas; pues estaban bajo un riego
de enormes piedras arrastradas por el río en remotísima época.
Para sospechar qué tan numerosa era la nación, dice el autor: “La Hoya del
Quindío tiene miles de casas de habitación actualmente, y en cada casa hay por
lo menos dos piedras con molino, sacadas de las guacas”. //
Por perceptibles diferencias que el autor ha tenido el cuidado de anotar, se
comprende que esta vasta nación coexistían dos razas distintas. La una ofrece la
extraordinaria particularidad de tener los huesos de color rojizo, secos y duros,
que cuando están muy podridos semejan polvo de canela. Maravillado por esta
particularidad, supliqué al Sr. Arango que me remitiese un cráneo de tal color,
el cual pongo a vuestra vista, para que juzguéis personalmente de la exactitud de
la observación. No será este pigmento el resultado de impregnaciones ferrugi-
nosas del terreno donde han estado depositados los cadáveres? Tengo la pena de
428 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

confesar mi ignorancia sobre si existen o han existido en el mundo dos especies


de hombres que se diferencien por el color de sus huesos. Sin embargo, acabo de
leer el último número de la Revista “Ethnos” de México, un estudio antropo-
lógico del señor Paul Siliceo Puner, referente a las tribus mexicanas, donde veo
que en las de la Baja California “los cráneos presentan la particularidad de estar
pintados de rojo”. Estos indios de hueso rojizos observa el Sr. Arango, parecen
haber sido fuertes y robustos, de grande estatura, algunos hasta de dos metros.
No eran industriosos, pues sus sepulcros resultan pobres en oro, “cuando mucho
servían para pajes o para peones”, agrega el Sr. Arango. La otra casta de indios
de la región era de huesos blancos, blandos y untuosos. Expresamente advierte
el Sr. Arango, en contradicción de su creencia de que eran pijaos los indios del
Quindío, que no se han encontrado cráneos artificialmente deformados como
es notorio que aquellos los tenían.
En La Popa (Armenia) se encontró el esqueleto de una mujer de esta raza
que conservaba el cabello de cuarenta centímetros de largo, liso, negro, delgado
y sedoso. En San Pedro (Hoya del Quindío) con la cabeza dentro de una olla,
en señal //
de que su dueño había sido enterrado vivo y buscaba alimento en su agonía,
cuyo cabello de veinte centímetros de longitud, era blondo, sedoso y liso. En
Cajamarca (Provincia de Roldanillo) se han encontrado sepulcros con cadáve-
res cuyo cabello, también de veinte centímetros, era bien sedoso y rubio, bien
negro, grueso y áspero. En La Colonia (Salento) en un sepulcro quimbaya se
encontró la momia de una mujer de [ilegible, tachado] cabellera rubia y sedosa
que le caía hasta la cintura. Esta segunda raza, cuya piel es de presumirse que
[ilegible, tachado] fuera casi blanca, era de estatura mediana, ágil e industriosa,
como se comprende por las riquezas encontradas en sus sepulcros.
Está comprobado que estas dos especies de indios se robaban unos a otros.
Es interesante saber que la guaquería ofrece en el Quindío antecedentes prehis-
tóricos. En Toro, en Apia y Montenegro se han encontrado, en efecto, sepulcros
saqueados por los mismos indios. El procedimiento, sin embargo, era más inge-
nioso que el empleado por los actuales guaqueros. Prácticos en el modo como se
constituían los sepulcros y en el sistema de colocar en ellos los cadáveres de los
potentados, practicaban una lumbrera extraviada, muy estrecha y disimulada,
por la cual extraían artificiosamente sus tesoros. En estas peligrosas ratoneras
solían los ladrones quedar aprisionados y se les ha venido a encontrar ahora
disecados, con el producto de su rapiña bajo el brazo.
La coexistencia de estas dos razas de indios en el mismo territorio, fuerte y
agresiva la una, sumisa, decidiosa y paciente la otra, ambas de remotos orígenes
distintos y de prácticas e ideologías diferentes, serviría para descubrir entre ellas
el orden tributario que los vinculaba. Además, servirá de clave para explicar cier-
ta promiscuidad de costumbres que se descubre al contemplar sus despojos. //
tumbas quimbayas 429

Inhumaciones

Generalmente en las tumbas hay varios cadáveres engalanados con sus prendas
de adorno y acompañados de ollas y utensilios de cocina, en los cuales suelen
encontrarse vestigios de alimentos como fiambre para el viaje eterno. También
se les ponía al lado sus armas e instrumentos de oficio, como su hubieran de
continuar sus labores después de la muerte. Parece que en esto abrigaban los
Quimbayas la idea generalizada entre todas las tribus de América de que en el
sepulcro continuaban las agitaciones de la vida. Por esta razón, seguramente, se
les enterraba con sus fetiches y amuletos construidos en arcilla y en oro, en los
cuales se puede estudiar sus conocimientos industriales y sus nociones artísticas.
En algunos sepulcros aparecen los restos de personas que se comprende haber
sido enterradas vivas. Por ejemplo, en los sitios de El Diamante en (Armenia)
y en La Argentina (Montenegro) se encontraron sepulcros en plataformas y
nichos, donde se hallaron de uno a dos cadáveres sentados, recostados contra
la pared y con los pies colgantes. En el sitio de Padilla, (Montenegro), en un
sepulcro que tenía una escalinata, había un cadáver sentado apaciblemente en
uno de los peldaños. En El Recreo (Armenia), en una profunda cámara había un
nicho con el cadáver de un hombre de pie, así como en Argelia (Montenegro) se
encontró otra de cinco nichos para otros tantos muertos parados. En el sitio de
La Cascada (Quindío), se encontró un hombre de pie con un brazo levantado
contra el techo del sepulcro, en cuya mano sostenía una argollita de oro como
única riqueza. En El Espejo (Armenia) al esqueleto de un difunto bien acostado,
adornado con diadema de tumbaga, hacían guardia dos hombres de cunclillas.
En El Platanillal (Montenegro) en una gran cámara había una mesa de tierra con
una cadáver incinerado y al pie de esa pira yacían dos hombres tranquilamente
acomodados contra //
sus costados. Muchos otros ejemplos de cadáveres en actitud de haber si-
do enterrados vivos se podrían citar; pero basta con los anteriores para hacer
pensar que los Quimbayas practicaban extraños ritos funerarios que conven-
dría estudiar.
La práctica de la incineración era muy usada aunque no general, [ilegible,
tachado] como lo prueban las urnas funerarias con huesos quemados y algunos
sepulcros y colmados de cenizas humanas que se han encontrado en la Hoya
de Quindío. En El Muerto, (Armenia) en el Santuario y en la propia plaza de
Armenia se han encontrado inmensos acopios de huesos quemados al parecer
de centenares de cadáveres, que llenaban los sepulcros hasta el tope, en algunos
de los cuales el oro de las joyas y adornos apareció fundido.
En los grandes sepulcros de los reyes de Soledad (Filandia) aparecen como
en Montenegro, los altares incineratorios y las cenizas sagradas, junto con los
tesoros de oro que pesaban quilates, se recogían en decoradas urnas de arcillas.
430 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas

En otros casos los honores fúnebres se hacían depositando cadáveres en bien


tallados ataúdes de madera, como se vio en el de Cajamarca de la llamada por
los cronistas tribu de los Ansermas. En El Membrillal (Circasia), Tolra, Huasa-
nó y Calima se encuentran los ataúdes de madera. Pero lo más interesante es el
encuentro en muchas fosas del Quindío de cadáveres envueltos en un grueso
forro de arcilla que al ser despedazado por los guaqueros, ofrecía a la vista la
mascarilla de los cadáveres y la impresión de su indumentaria. Involuntaria
previsión de los indios para perpetuar sus interesantes atributos físicos que,
sin embargo, no fue eficaz contra la estúpida voracidad de sus perseguidores
póstumos! En Palomino (Sevilla) había tres sepulcros revestidos de piedra, con
sendos cadáveres con mortaja de arcilla plática; en El Recreo (Hoya del Quin-
dío), en una bóveda //
de veinte metros de profundidad, se encontró un cadáver, cuyas formas que-
daron perfectamente vaciadas en la arcilla fina que lo envolvía; en Caicedonía
(Sevilla) el cadáver preservado así contra las injurias del tiempo, estaba cubierto
de arcilla carmín y el hueco midió un metro con sesenta y cinco centímetros; en
el Recreo (Quindío) el personaje forzado estaba guardado por dos cadáveres al
desnudo, y en otro sepulcro del mismo pueblo de guaquería estaba en un nicho
en posición vertical el cadáver de un individuo que llevaba el distintivo de un
solideo de oro fino en la coronilla. En El Diamante (Armenia) en un sepulcro
que ofrecía la particularidad de tener su lumbrera [ilegible, tachado] tapada con
ceniza apisonada, había nueve cadáveres resguardado con arcilla, los cuales es-
taban ataviados con sencillas diademas de torzal de oro al contorno del cráneo.
Se ve, pues, que la extraña costumbre era común a uno y otro lado del río Cauca.
Sirve para explicar la despoblación rápida el encontrar en algunos sepul-
cros una multitud de cadáveres al parecer enterrados simultáneamente: en El
Muerto, (Armenia) a siete metros de profundidad, cuarenta difuntos dispuestos
cuidadosamente en palizada; en Pueblotapado (Montenegro), cincuenta; en
El Cántaro (Quindío) treinta y cinco; en El Guayabo, (Armenia) setenta; en la
Zainera (Quindío) sesenta; en San José (Armenia) en una enorme bóveda, qui-
nientos; en Pueblohediondo, (Armenia) setenta, entre los cuales se encontró
por casualidad uno rico; en Morelia, (pueblecillo de Quimbaya) treinta, uno
de los cuales poseía una cabeza de oro; en Sabanetas, en un sepulcro de tajo
abierto es decir con escala de entrada, y con bóvedas laterales de tres metros por
dos de boca y diez de profundidad, en disposición de cementerio, había ciento
trece cadáveres boca abajo y uno boca arriba. En Corinto se han encontrado
sepulcros hasta con cuarenta cadáveres en orden de estatura, donde aparecen
cráneos pequeños //
como de niños. En Montebonito, a veinte kilómetros de Toro, se encontró
un curioso cementerio con sepulcros de a cuatro cámaras en escala, a pro-
fundidades que alcanzan hasta veinte metros en cada una de las cuales había
tumbas quimbayas 431

exactamente cuatro difuntos; en las cámaras orientales estaban depositados


los indios ricos, circunstancia que sabida por los guaqueros prehistóricos les
sirvió para el saqueo por medio de galerías laterales. En el cañón de lumbrera
de esta admirable necrópolis, de cinco metros de diámetro fueron depositados
en cuidadosas tandas de veinte en veinte, hasta completar trescientos cadáveres.
En La Marina (Quindío) a diez metros de profundidad se encontró una amplia
cámara de tandas también de veinte cadáveres, separadas por capas de tierra de
ochenta centímetros de espesor, como para verificar los entierros no ya simul-
táneos sino en épocas sucesivas. Todo esto deja comprender que había matanzas
colectivas hasta de niños, acaso en la época de la conquista, sospecha de que
no queda duda al considerar que se han encontrado numerosos sepulcros con
cadáveres decapitados. Por ejemplo: en el sitio de Don Andrés se encontró una
cámara sepulcral con ciento setenta cadáveres sin cabeza, arrojados en desorden,
como con apresuramiento, cuyos cráneos estaban amontonados en un rincón
de la bóveda. En número menor, de tres, diez, y seis cadáveres decapitados se
encontraron en hermosas sepulturas cuidadosamente talladas, en los sitios de El
Muerto, Patasola y Pelaez, respectivamente: estos parecen más bien haber sido
ajusticiados. Como un modo oprobioso de inhumación, se puede mencionar
una cámara sepulcral encontrada en El Espejo (Montenegro) en cuyas cuatro
esquinas había un difunto parado de cabeza.
De todo lo anterior se deduce que los llamados Quimbayas constituían un
pueblo fúnebre que celebraba en los sepulcros los más extraños e incomprensi-
bles ritos de la muerte. Si en el territorio //
que ocuparon no se encuentran vestigios de edificios consagrados a la ale-
gría de la vid, y a la pompa de sus reyes, teniendo elementos y aptitudes para
construirlos, como se deduce de las muestras de sus artes, en cambio sembraron
sus mejores campos de sepulcros y cementerios misteriosos, y procuraron por
el disimulo de sus entradas y por la extraordinaria profundidad de sus astros,
premunirlos contra una posible violación de su secreto. Al esmero de su última
morada dedicaban todos sus esfuerzos y allí ocultaban los primores de su in-
dustria y el amor de sus ricas prendas. La riqueza de los potentados, en vez de
pasar por donación o herencia a los sobrevivientes, se atesoraban para consagrar
el culto de los muertos. Al examinar las necrópolis de los Quimbayas se adivina
que la muerte era para ellos una divinidad, cuyos ritos lúgubres les exigían ig-
norados sacrificios y tributos. Algún signo de trascendental misterio encontró
en la conducta de estos indios la [ilegible, tachado] supina ignorancia de los
aventureros españoles que torpemente los exterminaron con sus crueldades,
para que los supersticiosos cronistas de la conquista los hubieran vilipendiado
con los horrendos dictados de antropófagos y adoradores del diablo!.

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