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Tomo II
Utopías ajenas:
evolucionismo, indios
e indigenistas
Miguel Triana y el legado
de Darwin y Spencer en Colombia
Tomo II
Carpeta 1 · 1
Carpeta 2 · 15
Carta · 21
Cuaderno 2 · 27
Cuaderno 3 · 49
Cuaderno 4 · 107
Cuaderno 5 · 189
Cuaderno 6 · 227
Tumbas Quimbayas · 423
v
Carpeta 1
Documento 1.
Introduccion
----
Como no sea mi intencion que los colombianos que los volúmenes de
mis documentos salgan del alcance limitado de los mios, no tengo empacho
de consignar en estas hojas blancas incidentes triviales que ora me complacen,
ora han influido en la conformación de mi individualidad.
Si algún curioso viere estos folios relativos á mi insignificante persona y
preguntare por qué existen y qué objeto tienen, le dire: el cariño de la vida los
ha formado y tienen por objeto darle cuerpo á la experiencia de un hombre,
experiencia cuyo conocimiento casi siempre es tardio y cuyas enseñanzas son
fugaces, Mi propósito hasta ahora es estimularme en la lucha de la existencia,
viendo lo que soy al presente para obligarme por la fuerza de los preceden-
tes. Tienen pues los infolios un motivo benefico y por lo tanto tienen dere-
cho á existir.
Pero pese a qué fin esta defensa? Porque los documentos autobiográficos se
creen y son en realidad ridículas protestas de amor propio.
Documento 2.
Miguel Triana
(Noticia biográfica)
En 1882 terminó [arriba escrito: estudios de] Ingeniero civil [de, tachado] en
la Universidad nacional de la República de Colombia. En 1882 Colaboró en la
construccion del primer puente de hierro que se levantó en aquella República
1
2 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
[(año de 1882), tachado], sobre el rio Chicamocha. [arriba escrito: En 1883] Trazó y
construyó la primera region de carretera que se hizo entre las ciudades de Tunja
y Bogotá, llamada despues gran Carretera central del norte. [arriba escrito: En
1884] Hizo parte del primer cuerpo de ingenieros que construyó el ferrocarril de
Santander (Puerto Wilches). En 1886, bajo la dirección del Sr. González Vásquez,
primer constructor de ferrocarriles en Colombia, fue Ingeniero del Ferrocarril
de Cúcuta. En 1887 fundó la Sociedad Colombiana de Ingenieros. [En 1887,
tachado] estudió el acueducto de “Agua de Dios”. En 1888 estudió el desagüe
del lago de Tota. De 1889 a 1891 [acometió obras de, tachado] Hizo trabajos de
topografía en el Estado de Cundinamarca. En 1892 fue Ingeniero municipal de
Bogotá. De 1893 a 1899 fue Ingeniero instalador de maquinaria para beneficio
del café en Cundinamarca. Después de la guerra de los tres años que asoló el
pais, hizo una exploracion en la región del rio Putumayo y publicó en Paris su
libro “Por el Sur de Co/lombia”. En 1907[arriba escrito:-1909] publicó en Bogotá
la “Revista de Obras Publicas” y en 1810 [si] [la celebre Revis-, tachado] el célebre
“Volumen del Centenario” donde presentó [el, tachado] el estado de progreso
de Colombia, despues de cien años de independencia. En 1911 [y, tachado] -1913
hizo una interesante exploración en la llanura oriental del pais (Región del rio
Orinoco) y publicó en Bogotá su libro “Al Meta”. En 1914-1915 levantó el mapa
del rio Magdalena en asocio de su hijo el joven Ingeniero Jorge Triana. En 1916
presentó al Segundo Congreso científico Panamericano su estudio sobre “Me-
jora en la boca del Rio Magdalena”. En 191[7, tachado]6-1917 fue miembro del
Congreso de Colombia y [c, tachado]olaboró [por elaboró] allí [a la expedición
de, tachado] dos leyes importantes: la que manda estudiar el clima [del país,
tachado] y la que manda hacer el mapa geológico del pais.– La Sociedad ame-
ricana de Ingenieros Civiles (A.S of C.E), en sesión del dia 12 de sep. de 1916, le
confirió el honor de hacerlo Miembro de número. [Es, además, miembro de otras
sociedades científicas de España y América., tachado]
Documento 3.
Resumen.
escuelas superiores, donde los alumnos movidos por su propio interés no nece-
sitan otros estímulos, el régimen liviano de la Candelaria no era un defecto y el
fin se conseguía sin mas diligencia superior.
En cuanto á la organización de los estudios, extensión de los programas,
método de enseñanza etc, á la verdad no me satisfacian. Se prestaba muy poca
atención á las enseñanzas prácticas, se estudiaban con poca detencion algunos
cursos muy importantes en la profesión de ingeniero, á causa de la aglome-
ración de materias contenidas en los programas, ocasionada dicha aglomera-
cion por el anhelo que manifestaba el plan de estudios de formar ingenieros
enciclopedistas; y por último los profesores empleaban con raras excepciones
el llamado método antiguo en la práctica de sus conferencias. La constante
observación de estas á mi parecer imperfecciones, me indujeron las minucio-
sas [observaciones, tachado] consideraciones que me complazco en consig-
nar en seguida.
En toda profesión se entiende por teoría el conjunto de principios abstractos
ó ciencias de que aquella se sirve; y por práctica, la aplicación de la teoría al ejer-
cicio de la misma profesión. Tanto aquella como ésta requieren estudio, es decir,
aprendisaje y por consiguiente método de enseñanza. Para ser teórico ó práctico
en una profesión no basta el aprendisaje en abstracto, se necesitan ademas ex-
pedición y destreza, lo que solo se adquiere en el ejercicio bajo la dirección del
maestro. El criterio práctico ó manera positivista de juzgar las cosas, confiere
mas importancia á la práctica, tal como queda definida, que á la teoría. Prác-
tica y teoría en conjunto inseparable, constituyen lo que se llama una profesión.
La primera por sí sola es un arte. //
La teoría propia de una profesión, circuscribiendo, es únicamente el conjunto
de cuestiones aplicables en el ejercicio de ella. El conocimiento claro y preciso
de estas cuestiones, adquirido por procedimientos sencillos y expeditos, es el
objeto de los estudios teóricos de una profesión. Todo aquello que no tenga
aplicación en el ejercicio de una profesión es ajeno á ella, y por tanto su estudio
desechable. El mismo criterio aconseja la adopción preferente del mas sencillo
procedimiento que conduzca al conocimiento claro y preciso de las cuestiones
indispensables. En resumen, la práctica rige la teoría; lo mas práctico y factible
en menos tiempo es lo mas aceptable.
El estudio de la teoría tiene dos objetos: el primero es el conocimiento de
la razón de las cosas; el segundo es la educación del raciocinio; el uno es esen-
cialmente teórico, el otro es materia de ejercicio: éste, pues, forma la mecánica
de la teoría, sin la cual se haría imposible la consecución del primer objeto.
La posesión de este segundo objeto constituye la expedición teórica.
Sin que se hayan caracterizado, hay sin disputa, dos escuelas antagonistas:
sostiene la una la erudición enciclopedista sin cuidarse de la parte práctica
y quiere la otra subordinar la teoría a los casos prácticos prestando atención
carpeta 1 7
de notarse que, como regla general, aquellas que mas se aplican suelen ser las
mas sencillas.
El Ingeniero civil se encarga de las construcciones, el establecimiento de
motores y la dirección de caminos; en consecuencia, no debian tener cabida en
el plan de estudios ningún curso que no tenga aplicación en la practica de estas
obras; ni debian figurar en los programas mas cuestiones que las indispensables
para la completa ilustración de lo que con ellas se relaciona; y, por último, para
el establecimiento de una teoría indispensable debia adoptarse el procedimiento
mas sencillo, la demostracion mas elemental. Ojalá que contuviera el plan de
estudios todo aquello que tenga aplicación en el campo del Ingeniero civil y
nada mas. Los cursos deben estar distribuidos en años de estudios de manera
que se hagan en orden lógico, es decir, siguiendo el encadenamiento matemá-
tico, y procurando que en un mismo año no aparezcan aquellos que, como el
cálculo y la mecánica, no pueden hacerse á un mismo tiempo. En la formación
de los programas no debe olvidarse el siguiente principio pedagógico: no pasar
á una cuestión sin haber asentado previamente los preliminares ó fundamentos
de ella. El espíritu del / alumno debe ir ascendiendo por grados sucesivos y de
una manera continua en el conocimiento de la [alu, tachado] ciencia. Todos los
programas deben guardar entre sí la armonía de un conjunto solidario, como
que contribuyen todos con igual grado de energía al mismo proposito. A este
fin es indispensable que á los profesores imponga pensun y se les arrebate ter-
minantemente la facultad de modificarlo en el orden, contenido y estensión.
Aunque la variación de profesores adolece de gravísimos inconvenientes, la
fijeza de los programas destruye el mayor de todos ellos, premuniendo [sic]
la enseñanza contra la variedad de sistemas, gustos y modos de interpretar la
misión de los estudios teóricos. Una de las condiciones más apreciables de un
plan de estudios es la que resulta de la prudente distribución de las materias
contenidas en los cursos. La aglomeración pletórica de materias en un solo
curso es señal de que no se tiene en cuenta ni el tiempo disponible, que entra
como factor principal, ni la extensión con que deben estudiarse. Teniendo
en consideración una y otra circustancias, debian distribuirse las materias
de enseñanza de manera que se puedan estudiar todas las que comprende
é impone el plan de estudios, con la debida extensión y con el detenimiento
que cada una de ellas exija por su naturaleza. Una distribución acertada, de
manera de hacer posible la satisfacción obligatoria del pensun, regulariza el
conjunto de los estudios teóricos, destruyendo el contraste que ofrecen en
el actual, los puntos debiles y los de proporciones sobresalientes, que resultan
de una distribución inconsulta.
La misión del Profesor no se reduce á recitar ó repetir lo que traen en buen
desarrollo los libros que le sirven de texto; consiste principalmente en allanar
las dificultades que los mismos libros suelen presentar, y en mos- //
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trar la aplicación útil que las diversas cuestiones tienen dentro del campo
práctico del Ingeniero Civil el descuido de esta obligación del Profesor, ademas
de permitir, origina el crecimiento y aparente importancia que afectan en los
programas las cuestiones inaplicables, aunque de una belleza tentadora en el
campo puramente especulativo. Aquí va tomando incremento la cuestión de las
conferencias de práctica, á diferencia de loque se llama conferencias prácticas
ó ejercicios. Cuando el alumno sale al campo á practicar bajo la dirección del
Profesor, ha de saber en teoría los principios y cuestiones técnicas que va á apli-
car; ha de conocer el uso de las operaciones matemáticas que forman la parte
mecánica ó procedimental de la teoría; ha de estar preparado para manejar con
destreza y rapidez las carteras auxiliares. Esto último basta para recomendar el
ramo de desarrollos y operaciones algebraicas y aritmeticas que encadenan y
conducen á las cuestiones especulativas.
Las conferencias prácticas ó ejercicios en el campo tan descuidados en la
Escuela de Ingeniería durante la epoca de mis estudios tienen por objeto la
aplicación de la teoría á casos concretos, con lo que se consigue la fijeza en las
operaciones de que carecen los ingenieros noveles. Estos ejercicios salvan los obs-
táculos que se interponen entre la teoría y la practica los cuales suelen adquirir
en la imaginacion de los jovenes quimericas proporciones; infunden la valentía
que requieren los trabajos profesionales, y precaven del espíritu meticuloso ó
mejor dicho de la escrupulosidad exagerada de que se burlan la materialidad
de / los medios y la rudeza de los elementos de construcción; colocan en su de-
bida categoría las cuestiones prácticas, que la teoría ora favorece y pondera en
demasía, ora desdeña y desatiende; facilitan por el procedimiento objetivo la
compresión de las explicaciones teóricas que en la cátedra resultan deficientes;
y por último anticipan la adquisición de cierto grado de experiencia práctica, de
destreza en las operaciones sobre el terreno é infunden desde el colegio el golpe
de vista que caracteriza al buen ingeniero.
Tal es la parte esencial de mis observaciones hechas á propósito de la Escuela
de Ingeniería, que con todo, era un buen establecimiento en el que logré terminar
mis estudios y adquirir una profesión honrosa.
Mi grado fué una función pública á diferencia de los demas alumnos que lo
presentaron en secreto. Yo invité á mis relacionados, á las personas notables y á
las autoridades públicas. El acto tuvo lugar en el salón de grados á las ocho de la
noche, fue solennizado por numerosa concurrencia y amenizado con piezas de
música de la banda nacional, que tuvo la fineza de mandar obsequiosamente el
Señor Secretario de Guerra y Marina.
Con esto quedó terminada satisfactoriamente la primera parte de mi vida.
Bogota, 1881.
Miguel Triana
10 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
Documento 4.
DATOS BIOGRAFICOS DE
MIGUEL TRIANA /
I
Nací en Bogotá el 26 de Noviembre de 1859. /
//
Hice mis primeras letras, a los cinco años de edad, en la Escuela pública del Brio
[por barrio] de Las Nieves de Bogotá, a cargo del señor Sixto Guerrero, que fue
el primer Maestro graduado en la Escuela Normal de Institutores que fundó el
Doctor Dámaso Zapata.
Comencé mi Bachillerato en el Colegio de San José, dirigido por el señor Don
Luis Cuervo, hermano de Don Rufino José y del general Antonio B. Cuervo,
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donde fui con discípulo del doctor Juan Evangelista Manrique, del doctor Luis
Cuervo Márquez y del General Carlos Cuervo Márquez; continué estudios de
Filosofía y Letras en la Escuela de Literatura de la Universidad Nacional, cuando
era Rector de ella el ilustre Doctor Antonio Vargas Vega, llamado por mal nom-
bre el Cabezón Vargas. [Continué, tachado] Allí tuve por condiscípulo al célebre
internacionalista doctor Antonio José Restrepo, al doctor Juan de Dios Uribe
Restrepo, a quien llamabamos el Indio Uribe, al general Rafael Uribe Uribe, al
doctor Felipe Angulo (el tuerto) y al Doctor Belisario Porras, Espresidente de
Panamá, quien/
//
prefirió, cuando se segregó aquel Departamento, perder su nacionalidad
panameña a dejar de ser colombiano, como selo exigieron entonces. Terminé
mi Bachillerato en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, cuando
era Rector de aquel histórico Instituto el Doctor Francisco Eustaquio Alvarez.
Ingresé luego a la Escuela de Ingeniería de la Universidad Nacional, cuando
era Rector de ella el lamentado Coronel Antonio de Narváez. Allí tuve por pro-
fesores a los señores Ingenieros Ruperto Ferreira, Andrés Arroyo, Manuel H.
Peña, Manuel Ponce de León, Manuel Antonio Rueda y Luis Lleras. Tuve allí
por condiscípulos a los Ingenieros Alejo Morales, Luis Lobo Guerrero, Diódoro
Sánchez y Rafael Alvarez Salas. /
//
III
Por la primera vez en mi vida fuí llamado en 1907 a ejercer un empleo público
por el Ministerio de Obras Públicas para dirigir la Revista de aquel Ministerio
y entónces hice un volumen de mas de ochocientas paginas, con informaciones
levantadas por mí en todo el pais referentes a su meteorología, a sus estadísticas
de cultivos, a su riqueza pecuaria, a sus veneros minerales, a su movimiento de
poblacion y en general, a sus inmensos recursos. Esto me dio motivo para esti-
mular las Oficinas de Estadística y me puso en relación con infinidad de personas
deseosas de colaborar en esta propaganda patriótica. Entonces concebí la idea
de fundar una Revista Ilustrada que me sirviera de órgano especial con ese ob-
jeto y saqué en los talleres de Juan Casis la Revista de Colombia, de la cual [en,
tachado] hice doce numéros consagrados a cada uno de los Departamentos en
que estaba dividida la República /
//
La belleza de la edicion, no superada hasta entónces y la cariñosa acogida
que mereció esta publicación en todo el pais me decidieron a reunir esos doce
números en un solo cuerpo, que llamé Volumen del Centenario por la circunstan
[sic] de cumplirse cuando salio a luz, la primera centuria de vida independiente
de Colombia. Me enorgullezco de haber podido presentar entonces esa ofrenda a
la Patria costeada [de, tachado] con mis escasos recursos pecuniarios y sin apoyo
oficial de ninguna especie y antes bien luchando contra la animadversión de del
[sic] elemento político que dominaba en aquella época. /
//
La Civilización Chibcha
atentamente la Gramática Chibcha del Padre Lugo y leí con aplicación entusiasta
las relaciones de los cronistas de la Conquista, tales como las del Padre Agua-
dos, Simón Piedrahita y Rodriguez Fresle, de lo que me resultó un cumulo de
conocimientos sobre los mitos, la ciencia [y, tachado] las artes y las instituciones
de los chibchas que me parecieron u [sic] alto índice del estado de civilización
en que estaban an- /
//
tes de la invasión española, muy superior al concepto que de ella se formaron
los escritores que en los últimos tiempos nos dan noticia de ella, [tales como el
erudito Don Vicente Restrepo, y el [s, tachado] corriente investigador doctor Li-
borio Zerda y el inteligente autor de la, tachado]
Autorizado por [ela, tachado] esta persuacion en favor de una raza menos-
preciada por los contemporáneos, la cual, deprimida y degenerada, forma sin-
embargo la base sociológica de nuestro pueblo, me decidí a reinvindicar para
ella el puesto que le corresponde en el escalafón de las Naciones americanas
destrozadas por la Conquista española, y escribí mi ultimo libro titulado La
Civilización Chibcha, el cual ha merecido honrosísimos elogios y comentarios
dentro y fuera del pais. [sale flecha que conecta con párrafo siguiente] Este libro
fue editado con más de 200 grabados, en la tipografía salesiana en el año de 1.922
Entre los críticos que han juzgado [mi, tachado] dicho libro son dignos de
mencion el ilustre escritor Don Marco Fidel Suarez en el 2°. volumen de los
Sueños de Luciano Pulgar, el Dr. Paul Rivet Presidente de la Sociedad de Ame-
ricanistas en su Revista Etnográfica y el Sabio arqueólo [sic] mexicano, Sr. D.
Enrique Juan Palacios en los Anales del Museo de México /
//
Pero sobre todos estos conceptos críticos de la obra están los que en una
serie de conferencias dictadas en el Museo Nacional de Bogotá ante el personal
docente de Cundinamarca ha hecho sobre prehistoria de Colombia el Sabio Pro-
fesor de la materia doctor Gerardo Arrubla como introduccion al curso anual
de Historia Patria en las que analizó admirablemente la situacion etnográfica
de las diversas tribus pobladoras del territorio de Colombia.
Carpeta 2
Documento 1.
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16 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
mucha de la labor de ayer. Por este motivo no estoy satisfecho si juzgo los pasa-
dos diez años con el criterio que me dá mi teoría de la vida, formada cuando yo
era estudiante. Si carezco de materiales recursos he conseguido una pequeña
reputacion, cuya cuantía actual ojalá pudiera avaluar.
No termino sin bendecir con toda la gratitud de mi alma la memoria de mi
padre, á quien debo lo que soy (+ el 23 de Julio de 1889)
Miguel Triana
Carta
Doctor
Miguel Triana
BOGOTA
Estimado Doctor:
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22 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
bien aquí quiere decir paraje, pues es la terminación de palabras que expresan
alguna especialidad del paraje, Pabara claro, rio Pabarando rio claro. No es
como traten de escribir//
Aquí ahora pava, Ogodó paraje de Ogo, (Cedro) Antadó de Anta el Tagua
Chichiri, la golondrina, de aquí Chichiridó, Munrri, no Murri, es el palo de
leche (balata) Chigoro la guadua, asi Chigorodo rio de guaduas, Tasi Tasidó
rio de Sarros.
Tambien los túmulos son semejantes a unos que una expedición Americana
esta estudiando arriba en el Nilo, 800 millas de Luxor y de una antigüedad mayor
que la tumba de Tutenkamen y los ornamentos encontrados iguales a los que
contienen los llamados Perues del Occidente de Antioquia. Estos Perues aca no
pasan de la Cordillera hacia el Este o sea el valle del Cauca, y no en el Quindia,
pero en las sabanas de Bolívar si, pero no en la región de la costa y esto se entien-
da, pues el gran pueblo de los Urabaibes, estaba en las cabeceras del rio Mula-
tos y de aqui se pasa al alto Sinú por una depresión de solo 450 metros sobre el
mar y el asiento del pueblo a 380.
Tambien llama la atención los grandes caminos que hicieron estos Indigenas,
pero todos al Oeste de la Cordillera Occidental, caminos que ponen en vergüenza
el trabajo de los llamados ingenieros de hoy y en Occidente no andaban por los
filos como en el centro de Antioquia, sino que banqueaban en las faldas y esqui-
vaban las vegas por húmedas, aprovecharon de todas las depresiones para pasar
las cordilleras o filos, hacien [sic] cortes y terraplenes y en uno de estos en la hoya
del río Pabon en Urrao, calculé que la acción de la quebrada en el trascurso del
tiempo después de construido el terraplén, había ahondada 3 metros, como se
vé de sus correderos antiguos y seria en el transcurso de siglos.
Los Indigenas de Occidente tenían un gran camino desde el Golfo de Urabá
quizás hasta el Quindio, pero por el flanco Oeste de la cordillera Occidental y
sin duda pasaron por la depresión cerca de Arrayanal a la hoya del rio Risaralda.
Los primeros conquistadores venieron [sic] del Golfo en busca de las minas de
Buritica, lugar al Oeste de la Cordillera y no siguieron [sic] el gran camino que
jira al Sur, pues buscaban las montañas altas de que habla Balboa que se inter-
ponían entre el mar y las minas y sin//
Duda caminaron guiado [sic] por la brújula, pues las montañas se ven desde
el Golfo y asi llegó Cesar a su Guaca que es hoy Uruma, después Badillo, con
mejores conocimientos, vino por la hoya del río Sucio arriba de Mutata y para
no pasar la cordillera se entró por la Cerrazón, dejando el camino, el cual no
pasó por estas peñas, 36 dias gastó en pasar esta estrechadura tendiendo 400
españoles y 1500 Indios, y se adelantó una legua.
El gran camino siguió por la hoya del rio Leon y su cabecera el rio Amp [u,
tachado] rumiando, donde en estos días me dicen han encontrado restos de
obras de piedra, de aquí por una depresión al rio Mutata y por otras a los ríos
carta 23
Bedó, y Tasidó donde he visto el camino y por llano pasaron al rio Quiparadó
y pasaron el rio Sucio al Oeste de la Cerrazón y por el rio Choromandó, al rio
Toguridó y en sus cabeceras pasaron al rio Verde de Frontino y cruzando este,
faldando si[arriba escrito: e]mpre en las lomas al de Frontino y siguieron al Sur
a la gran depresión al Oeste del morro de La Horqueta y cruzando el rio Encar-
nación, por el Penderisco arriba y por otra en las cabeceras del rio Pabon á las
aguas del Atrato en su parte alta.
Tienen tambien ramales al Atrato y a los salados. Tengo la satisfacción de
haber seguido este camino rompiendo una via directa de Frontino a Urrao,
evitando el viejo que cruzaba la cordillera dos veces y de Urrao por el camino
antiguo al pueblo del Carmen en el alto Atrato.
Volviendo a los perues, hay de 24 varas en diámetro y 8 de altura y en uno
que llogre [sic] batir con agua, encontré 11 sepulturas abajo, pero antes había
sacado los dos del centro, el principal muy superficial i los otros se bajaba por
un tambor y por un socabon o camino se llegaba al centro donde colocaban los
muertos uno abajo del otro hasta 11 varas de profundidad, cada vez que ente-
rraban uno crecían el monton de tierra encima, para tapar el tambor y debido
a esto el monton presenta differente [sic] capas de tierra y según las capas se
cuenta los enterrados.
En uno grande que trabajó un hijo mio por medio de una cruzada a 6 pies
abajo del plan natural del terreno, llegó a una gran bóveda de pie-//
dra pero por el lado Occidental y a romper el testero encontró el indio estira-
do y al lado Oriental un monton de huesos de mujer, la que sin duda fue metido
[sic] viva y murió sentado [sic]. Al llegar al lado Este se encontró que otros ha-
bían entrado y sin duda fueron los indios mismos para remover los tesoros del
alcanze de los Españoles como hicieron después de la entrada de Francisco de
Cesar, según nos cuenta Cieza de Leon. Lo raro es que las piedras que forman la
bóveda ó techo tenían 8½ pies de largo, 5 pies de ancho y 13 pulgadas de espesor y
son artificiales, hechas de concreciones de cal, sin duda de las aguas de un ama-
gamiento cercano muy calichoso, pues las piedras tienen intercaladas muchas
hojas y paja, sin duda para ayudar a la deposición de la cal y huecos pasando las
piedras, que servían para embarotarlas [sic] para llevarlas al sitio. Calculé que
para remover y votar la tierra del mogote que se necesitarían 15000 jornales con
carretas y arriba en el filo se ve el banque de donde obtuvieron la tierra.
Cesar en su primera expedición sacó según unos 21 quintales de oro de Ura-
ma y mientras volvieron según les contaron, el Diablo apareció y ordenó que
escondieran sus tesoros, pues volverían los Españoles y asi Badillo n o encontró
cosa, esto nos cuenta Cieza de Leon.
Tambien en prueba de esto unos amigos y yo trabajaron [sic] un asiento cer-
ca de Dabeiba, que sin duda fue el lugar de la fundición de Dabayba, del infor-
me de Balboa y encontramos muchos trastes muy pintados, piedras de moler,
24 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
figuritas y hasta crisoles pero todo despedazado y revuelto con la tierra, los
crisoles tenien [sic] unos la capacidad de fundir 8 £ de oro y el fuego se aplicaba
encima como los antiguos Ejiptos [sic].
Por fin recibi una copia del libro de Cieza de Leon y apenas había leído la
parte en que dice que los Indios habían trasladado sus tesoros, bajé y suspendi
trabajos. Trabajoso seria encontrar donde fueron escondidos pero los indios
hoy no se atreven a entrar un paraje cerca la boca del rio Toguridó y sin duda la
prohibición viene desde entonces.
Algo mas arriba en el cañon del rio encontré la fortificación de Nutibara,
donde el derroto [sic] la expedición de Badillo, se encuentra arriba//
En una falda muy pendiente y derrumbosa, en un pequeño llano y por el lado
de la falda tiene tres trincheras o chavas parallelos [sic] y en el borde del llano y
al oriente del llanito sube un amagamiento muy pendiente y aquí hacieron [sic]
trincheras de piedra seca, por este amagamiento subieron los Españoles y fueron
rechazados con galgas de piedra y madera.
A 1½ kilómetro de este lugar filo arriba se sacaron tres perues y el uno te-
nia el indio estirado con sus alajas puestas y pesaron 27 £ en oro y tumbago.
La bóveda fue hecha de grandes lajas de piedra fina y todo muy bien ajustado
y hasta en colipata.
Los indios de Urama trabajaron el algodón y hacían mantas pintadas que
servían para comerciar con los de abajo, hamacas && y cerca hay buenos [sic]
fuentes de agua salado [sic] que también entre ellos fue articulo de comercio.
En unos perues cerca de Dabeiba hemos encontrado, cuentas de nacar, de
jaspe conchas del mar y una que servia para sacar la tinta morada como hoy y
solo se encuentra en la costa del Panama. Tambien cambiaban sus artículos de
oro y para una mujer daban un canastrico [sic] lleno.
En fin, la raza en las vertientes al Atrato no fue la misma de la al Oeste o sea
en el cañon del Cauca y interior de Antioquia y venieron [sic] sin duda por la
America central, sea por tierra o por agua.
De inscripciones sobre piedras no he encontrado.
En el valle de murri existía otra fundición de que dá cuenta Gonzalo de
Rodríguez, quien entró atrato arriba con Alonso de Heredia y sacó de allí una
india que vivía con el en Cartagena y quien le dio los datos, que la fundición
fue sercado [sic] de tunas y en Murri en el lugar que corresponda con las
jornadas del cuento, existan [sic] unas palmas muy raras y tunosos y están
como sembrados en cercos, cerca de este lugar se han encontrado pepas de
oro fundidas hasta 1¼ £ pero parece que obliteraron toda seña del lugar con
echar agua encima.
Hace dos meses un hijo mio encontró en la Quebrada Cancana, afluente de
Porce en el limite del Mpio de Amalfi, una gran piedra con inscripciones y envio
una copia, pues tienen mucha semejanzas con las que Ud describe//
carta 25
En el “Gráfico”, del rio Colombiona y sin duda esta parte ó sea el Oriente de
Antioquia fue habitado por la misma raza o sea los Pantagoras, pero raza muy
distinta de los de Occidente.
En el Quimbayo no se conoce perues, pero los ornamentos son semejantes
a los del Occidente de Antioquia y sin duda fueron cambiados o servian de ar-
ticulo de comercio entre ellos. Don Vicente Restrepo M, notó esto y me pedió
[sic] todo los que se podía conseguir ó los dibujos de ellos.
Tambien se debe recordar que Cieza de Leon dice que el Quindio estaba
muy habitado por muchos indios antes de la llegada de los Españoles, pero que
habían sido destruidos, sin duda por los Pijaos, pues Cieza de Leon dice que el
valle estaba ocupado por la “Cañagorda” (la guadua) y que antes hubieron mu-
chos indios y sin duda los emigrantes del Norte llegaron hasta aquí. Olvidé decir
que en el lugar de la fundición de Dabeiba, que encima de la tierra removida y
donde encontramos los crisoles && que posteriormente se enterraron los indios,
pero estos en lo que llamamos casas, que son excavaciones muy superficiales
forradas con piedra, lo que demuestra que en Occidente hubo cambio de raza
o costumbre.
Esto vá largo y pido perdón, pero como he encontrado que los arqueológi-
cos [sic] de Medellin aun hablan de que la ciudad de Antioquia fue fundado
[sic] por Robledo y que no he podido sacarlos de este error, poco me entiendo
con ellos. Antioquia de la Cruz fundado por Robledo fue a 2 kiloms al Sur de
Frontino, y bien descrito por Cieza de Leon con lo de la jornada de 12 leguas al
rio Cauca, en este tiempo rio de Sta Marta, pues aun no conocieron bien el rio
Magdalena arriba.
Lastima que la revolución en Mejico obligó a Ud a venir en un tiempo tan
interesante. Siempre a sus ordenes; de Ud Atto y S.S.
Juan H White
Cuaderno 2
Documento 1.
Sociología Americana
I
Apuntes sobre el Ecuador
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Introducción
27
28 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
Las aptitudes del inmediato descendiente del hijo de las selvas, haciendo
extensiva la enseñanza del ejemplo anterior á los asuntos sociales de otro orden,
no son comparables con las aptitudes del hijo de viejas sociedades.
Las ideas en un individuo se desarrollan tan lentamente que la que hoy
emite un pensador como propia, tuvo su génesis laboriosa en la mente de sus
abuelos, muchas generaciones atrás. La simple combinación de dos ideas pre-
constituidas es materia tardía de elaboración. Es candidez propia de niños creer
en estos tiempos en los descubrimientos repentinos y en las improvisaciones
de cualquier orden.
Si la formación de las ideas en el cerebro de un hombre es lenta, la transmi-
sión de las mismas de un hombre á otro es Tardía. Lenta y tardía es También
la difusión de una civilización en el seno de un pueblo, y penosa y secular es la
traslación de la civi- //
lización de una nación á otra, de una raza á otra raza distinta.
Es que todo movimiento implica una lucha con las resistencias del medio,
y las ideas, como cualquier móvil, requieren vehículos y atraviesan obstáculos
resistentes y se mueven en distancias mas ó menos apreciables. La palabra, por
ejemplo, es uno de los vehículos en que viajan las ideas; pero la palabra por sí
sola no se mueve: necesita de la voz libre, de la escritura, de la prensa, del te-
légrafo. La palabra hablada, manuscrita, impresa ó representada de cualquier
otra manera, requiere una fuerza que la impulse y un conductor que la trasmita
á través del espacio y del tiempo.
Las vías fluviales y marítimas para no hablar por ahora sino de los senderos
materiales á través del espacio, ofrecen menos resistencias que los caminos te-
rrestres en suelo plano; y éstos, á su vez, menos resistencias al tráfico de las ideas
que los caminos de montaña. Por esta razón la distancia al mar, la internación
de los ríos y los accidentes del terreno son, junto con la edad de los pueblos que
lo habitan, los mas abultados materiales con que tropieza el crítico de asuntos
sociales y políticos que el algo aprecie sus propios conceptos.
[Los Colombianos en el Ecuador al sensurar con actitud inusitada, por ejem-
plo, el fanatismo religioso de ese / pueblo se olvidan de que allí no hay un Rio
Magdalena que se interne en la República trescientas leguas mar adentro y llegan
á creerse superiores a los hijos de los Incas, tachado].
Tratándose de las dificultades originales de aclimatación de[l, añadido] [una
civilización, tachado] progreso, no solamente las condiciones topográficas, en
el orden material, son elementos sociológicos. Hay otras resistencias físicas que
consumen energías con menoscabo de la vida nerviosa, tales como el clima y la
atmósfera. Los climas ardientes exigen mayor consumo de carbono en las fun-
ciones vitales que en los climas fríos, es decir que requieren aquellos mayores
energías fisiológicas para la vida humana que éstos y por esta razón la aplicación
cuaderno 2 29
del [estas, tachado] [arriba escrito: exceso de las] energías á las funciones psi-
cológicas en las zonas templadas apresura el desarrollo mental de los hombres
mas que en las zonas tórridas. Por otra parte, la presión atmosférica tiene tanta
influencia en el trabajo de los hombres como en el de las máquinas. El motor
fisiológico, que es el corazón, trabaja mucho mas para las necesidades de la vida
en las altas regiones que en las bajas: de modo que, en igualdad de circunstan-
cias, el progreso social cosecha mayores rendimientos al nivel del mar que en
la cima de las montañas.
Si comparamos dos pueblos de la misma edad y raza, el uno establecido por
acaso en un suelo plano, con cli- //
ma fresco y al nivel del mar y el otro en suelo accidentado, clima ardiente y
baja presión, necesariamente encontraremos al cabo de algunos siglos mas ap-
titudes para la civilización y mayor adelanto en todos los sentidos en el primero
que en el segundo, sin que estemos, en justicia, autorizados para atribuir estas
diferencias á condiciones virtuosas del uno o viciosas del otro.
Las diferencias geográficas, que, en tiempo limitado, causan rendimientos
fisiológicos diversos, y, por ende, variedad en las condiciones de vida; en un tiem-
po indefinido, obrando constantemente sobre una larga serie de generaciones,
producen notables modificaciones biológicas entre los individuos de una misma
especie original. Por esto el calor, la fuerza, la idiosincrasia, la intelectualidad
[y, tachado] la moralidad [arriba escrito: etc] ya no pueden ser las mismas para
todas las parcialidades humanas, por próximo que sea su parentesco étnico. [Tal
es en último análisis el mo origen de la diversidad de [arriba escrito: las] razas
humanas, tachado]
Además de las circunstancias anotadas intervienenen [sic] de modo pode-
roso en la diferenciación de las especies la calidad y facilidad de la alimentación
y la abundancia de productos útiles que ofrezca el suelo. Para no entrar en la
consideración de los mil motivos de cambios que en la índole de los pueblos
ofrece el terreno, conviene á nuestro propósito mencionar de paso la fertilidad
que responde del vigor aunque en ciertos periodos de la vida de / las sociedades
parece [retardar, tachado] perjudicar la actividad humana [con intentos, tachado]
como si la Naturaleza aconsejara en esos momentos sociológicos únicamente
las funciones puramente animales. El crecimiento, así en los individuos como
en las especies, corresponde á una edad incipiente del organismo, durante la
cual las funciones de la nutrición son preferentes.
Los pueblos jóvenes requieren, así como los hombres consagrados á trabajos
materiales, una alimentación basta pero abundante, y aquellos posados en suelo
que la ofrece fácil y nutritiva son más aptos, llegado el momento para el traba-
jo, que los mal nutridos y consiguientemente débiles. La mayor aptitud para el
30 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
[y, tachado] [arriba escrito: y la tiranía son] un pernicioso principio social [añadi-
do:, aunque una y otra quieran justificarse en nombre de la civilización y la paz.]
Indudablemente la guerra de nuestra emancipación que obedeció á la ne-
cesidad de la patria de una sociedad nueva, ni terminó con los resabios de los
conquistadores ni coronó la tarea de la creación de la Patria. Ha pasado un siglo
de gestación penosa y todavía no hemos podido desarraigar aquellos resabios
ni la hermosa entidad vive aún en toda su grandeza en la mente y el corazón
de quienes nos repuntamos sus hijos. Si en estos países suramericanos, cons-
tituidos por una masa indígena y una clase directora exótica, se propusiese un
estadista legendario echar las bases de la civilización definitiva, seguramente
descendería en la fábrica de estas bases á inculcar la noción de patria entre los
naturales, que han carecido de ella en absoluto, y á corregir tal noción entre los
[conq, tachado] descendientes de los conquistadores, que la tienen erronea por
el instinto conquistador que inconscientemente los do- //
mina: La idea de patria, efecto, no existe ni entre los oprimidos ni entre los
opresores, porque ella envuelve un amplio afecto, un amor de inmenso alcance
y de intensidad proporcional, que desaparece entre la discordia, tóxico de todos
los afectos.
Muchas personas, [que se, tachado] ufana[n, tachado]s acaso de un acendrado
patriotismo, se sorprenderán al leer las anteriores líneas y al meditar en lo que
ellas tienen de amargo, si deducen que la obra de la conquista, emprendida
cuatro siglos hace, no ha terminado [aun, tachado], que la lucha cruel continúa
viva después de la epopeya de la independencia y que, por consiguiente, la patria,
que es fraternidad cariñosa, no existe aún!
Cuántos de los que viven en la lucha de la discordia y son sus agentes incon-
cientes deploran, sinembargo, la ausencia del abrigo patrio!
La dama [piadosa y dulce, tachado] de casa, [que, tachado] al establecer la
disciplina doméstica sobre la base de que ella se merece toda clase de conside-
raciones de parte de sus criados y servidores, quienes, en cambio, no son acree-
dores á ningúnas porque no las reclaman; esta dama, piadosa y dulce por [otra,
tachado] demás, no es otra cosa [en los …, tachado] que un agente involuntario
de la conquista en pleno siglo XX.
El hacendado en uso de su derecho de dueño de predios que cobra el terraje
de sus colonos / en trabajo, no es otra cosa que un encomendero, defensor de la
servidumbre impuesta por la conquista.
El sacerdote que, en cumplimiento de su misión moralizadora, obliga á los
indios á casarse y no impone esta misma obligación a los blancos, es un agente
de la conquista.
El representante de la autoridad, al hacer conscriptos entre los labriegos, es
el mas cruel recaudador del tributo de esclavos.
34 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
Primera Parte
El Paisaje
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Cap I. El Mar y las costas ecuatorianas
Documento 2.
Barranquilla y su porvenir
- “Señora, soy un humilde médico indígena que por amor a vos y sin in-
teresaros en honorarios ni distinciones, pretende curaos de todas vuestras
numero[sos, tachado]sas dolencias, mas imaginarias que reales. El régimen que
están empleando estos Galenos, enloquecidos por la codicia, que os rodean,
régimen de inacción y sangrías, os tiene extenuada e histérica. Todos vuestros
órganos están sanos: solo vuestra voluntad está enferma. Levantaos! Haced la
prueba para que os persuadáis de que teneis un musculo poderoso! Arrojad
al mar, por el bal- //
cón ese cúmulo de drogroras [sic, por drogas] venenosas que os propinan
a diario vuestros crueles explotadores, y andad señora; porque si no, vuestra
muerte está próxima! ... “
Sin perder de vista la llave de oro del joyel que yacía olvidada a los pies de la
dama, el hombrecillo del monóculo, por el movimiento de los labios del médico
y por sus ademanes, adivinaba, mas bien traducía a su propio idioma las pala-
bras de salud que este pronunciaba con voz tenue en los oídos de la enferma. Los
grandes y hermosos ojos de la pobre histérica se conmovieron en sus órbitas y
un espasmo nervioso [conmovio, tachado] extremeció su delicado cuerpo en
imperceptibles convulsiones del reflejo.
- (En inglés) Que impertinencia!, murmuró el extranjero.
Esbozado en su capa de anónimo, el médico salió del palacio sin ser notado,
y se perdió entre la muchedumbre.
----
Hay en Colombia dos determinantes del genio industrial, a saber: la tradi-
cional afición de los indios por la manufactura y la oferta gratuita de fuerza
mecánica que brinda a porfía el suelo. / Desde su ignoto origen [trae, tachado]
el indio americano, ora sea de raza caribe de inquietud nómade, ora sea de
familia maya de aficiones sedentarias, lleva como un patrimonio [una, tacha-
do] su afición inolvidable por la manufactura, que ha trasmitido en su sangre
a sus descendientes, más o menos mezclados, con ten[arriba escrito: a]cidad
asombrosa. Desde la Patagonia hasta México, el indio americano fabrica con
menosprecio de la competencia industrial europea, como obedeciendo a un
imperativo irresistible de su destino. Donde quien que esta raza halló un ba-
luarte para la supervivencia en el cataclismo de la Conquista.- un acantilado
en la montaña, la reconditez de un rio torrencial en la selva, el valle precavido
entre peñascos, - de allí sale a los mercados la manufactura indígena a com-
patir por sus virtudes y bajo precio con los primores de la maquinaria y el arte
coligados para suplantarla. El genio minero y agrícola de los españoles no ha
podido contrarrestar en sus mestizos el atavismo industrial y en cada colom-
biano bulle un germen manufacturero, mas a menos evidente. Por esta razón
siempre que entre nosotros se ha abierto una Exposición, lo que predomina en
cuaderno 2 39
para el desarrollo local, que habla de los grandes recursos de que dispone el
Departamento de Bolívar. Sobre la fecundación de estos recursos volveré a ocu-
parme detalladamente cuando estudie el trascendental problema de la canaliza-
ción del Dique.
Nótese también una marcha irregular y ruinosa / en la aduana de Santamar-
ta [hasta 1898, desde cuando, tachado] durante 30 años, después de los cuales
recupera una asceleración sorprendente. Me prometo analizar con alguna de-
tención este interesante fenómeno, al ocuparme del ferrocarril, de las bananeras
de Santa Marta.
Para comprender el incremento que van adquiriendo las regiones a que
[arriba escrito: S. C. y B] sirven [arriba escrito: respectivamente] de centros
de distribución, [Ca, Santamarta, Cartagena y B/quilla, respectivamente, ta-
chado] conviene saber que de las 18.000 toneladas que entraron [a, tachado]
la primer[añadido: a] [puerto, tachado] aduana en el año 1913, [arriba escrito:
casi] la totalidad fueron distribuidas en el Departamento del Magdalena; de las
29.500 que entraron por el segundo puerto, solo fueron distribuidas para Bolí-
var y el Chocó 1500, pues 22000 tomaron rio arriba por Calamar, y de las 65000
que entraron por B/quilla subieron el rio 45.000 y se quedaron 20.000 para la
distribución [q, tachado] de que sirve de centro esta ciudad.
De 1887 a 1912 la curva goáfica [sic] de las entradas por B/quilla podrían sus-
tituirse por una línea recta de promedio, con una razón de aumento constante
de 2.700 toneladas por año, [arriba escrito: osea 6%] lo que permitiría calcular
en cerca de 80.000 toneladas la introducción por B/quilla para el año de 1920.
La fecundación del país por el riego que experimentarían sus industrias con //
los $25.000.000 de la indemnización de Panamá, triplicará por lo menos la
cifra del movimiento del puerto de Barranquilla, [arriba escrito: como sucedió
por causa de la amortización,] q [la, tachado] elevaría a la cuantiosa suma de
240.000 toneladas la importación en aquel año venidero.
El movimiento [aduanero, tachado] de aduanas representa un provecho
proporcional para B/quilla como ciudad industrial, a tal punto que esta ciudad,
aunque existió como aldea de ganaderos con anterioridad a la habilitación del
puerto de Sabanilla es [arriba escrito: como centro comercial] simplemente hija
del tráfico. [este puerto, como centro comercial, tachado] Además del servicio de
trasbordo y taller de construcción y reparo de buques, en B/quilla se distribuyen
hoy 20.000 toneladas de mercancías extranjeras en sus numerosos y elegantes
almacenes de detalle y se expenderán como en ninguna otra ciudad comercial
del país, en cuantía relativamente enorme, cuando la Nación despierte a la vida
económica a que [está, tachado] será llamada en breve plazo. Por circunstancias
propicias que multitud de viajeros y sociólogos han estudiado en Estados Unidos
y las Repúblicas del Sur, ha correspondido al Nuevo Mundo dar el espectácu-
lo maravilloso de la improvisación de grandes ciudades, rivales en magnitud,
46 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
comodidades y poderío de las viejas metrópolis del Viejo Mundo, y B/qui- / lla
[d…?, tachado]será en Colombia el primer ejemplar de ese género de prodigios;
tal es su destino manifiesto!
Las 45.000 toneladas de cargamentos de que los buques se producen en
B/quilla para subir el río, no todas pasan directamente del vagón del ferrocarril
de Puerto Colombia a las bodegas de los barcos, como puede creerse. Una gran
parte entran primero a las fábricas de la ciudad para sufrir la transformación de
materia prima a mercancía manufacturada. Así se entran al país las hilazas
de Manchester convertidas por los telares de naciente factoría en en [sic] lienzos,
driles, diagonales, mantas, medias, franelas, ropa interior de punto, hamacas,
lonas, sacos, coletas, etc; los trigos de Australia y Norte América, en hari-
nas, fideos, macarrones y demás pastas alimenticias, las resinas de la India y los
alcalis de [Italia, tachado] Alemania en jabones; las estearinas de Noruega, en
bujías, los alambres de fierro de Suecia en clavos y puntillas.
Tal [Como, tachado] en una ciudad predestinada para las grandezas de la
maquinaria, hoy se agitan en [la, tachado] B/quilla como un instinto manufac-
turero las pequeñas fábricas de transformación elemental y facil, en obras de
verdadera utilidad para el país, las cuales deberían despertar en //
la joven madre Colombia no solo el cariño que merecidamente le profesa a
su hija del Litoral, sino el apoyo y predilección que en veces le disputan las de-
más. Las actividades nacientes de un pueblo infantil, alegre en sus carnavales,
[y fogoso, tachado] ardiente en sus pasiones y soñador de un provenir venturoso,
ofrecen puntos de [profundo, tachado] estudio positivo y utilísimo para la fami-
lia colombiana, del cual apenas quedan delineadas los rasgos fundamentales en
las anteriores páginas, cortas en detalle sobre la industria barranquillera, por
falta de Estadística.
Para juzgar de la actividad de los astilleros de la ciudad, basta saber que en
1913 se armaron 80 embarcaciones así:
Documento 1.
Sara
Sara Elisa
Moncada Sara]
/
[página en blanco]
//
Documento 2.
49
50 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
Documento 3.
I
La querida de Lázaro
Todo el mundo notó que Lázaro, el poeta favorito del público, dejó de escribir
de repente.
El no era, en sus buenos tiempos huraño como ahora. Salia pobremente ves-
tido; pero su cuello siempre limpio y sus zapatos lustrados indicaban el cariño
de la vida.
Andaba recto, era risueño y afable sin ser confidencial.
Solía encontrármelo de paseo en el Parque. Nos juntabamos, hablábamos de
poesía, de crítica social, de la última novela llegada a la librería francesa. Yo, en
momentos de espansión, le contaba mis amores, le describia mi novia, le hablaba
de la dama aquella de aspecto aristocrático que me sonreia désde su gabinete.
El permanecía silencioso: nada tenía qué contar.
52 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
----
----
Abril de 1897
//
54 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
Documento 4.
A los quince años, no mas colegio. La madre sola, aunque quería sacar de
sus hijas dos
cuaderno 3 55
profesoras, no podia sostener por mas tiempo los gastos del aprendisaje pro-
fesional. Se sentia fatigada y era preciso que las niñas le ayudaran en el trabajo.
La fatiga pronto se declaró en malestar y el malestar en dolencia.
Las muchachas no eran tan aptas, como la madre, para la lucha formidable
del trabajo y la enferma solo podia gobernar. Entonces comenzo para las primo-
rosas gemelas el camino escabroso. Los tragecitos de los buenos tiempos fueron
deshilachándose. No habia tiempo de consagrar á la coquetería femenil. Los
diezyocho años que ellas soñaron en teatros y saraos perfuma / das y bellas, las
encontraron destrenzadas y con el tiznado delantal y descalzas.
Llegó un dia en que la vieja enferma no se levantó de su lecho. Los gastos
se aumentarón con las medicinas. La situacion se ponía cada vez mas tirante.
El negocio no daba para pagar salarios y hubo necesidad de despachar á la
sirvienta que recorría las contratas: Quien la remplazaría? Blanca [arriba es-
crito: Luz]? Imposible, antes que echarse el cajón á la cabeza para ir de tienda
en tienda, prefería morirse! No quedaba sino Consuelo, que era tan animosa
para todo. Qué importa, dijo ella, descalza parezco una sirvientica como cual-
quiera otra.
Sinembargo, el primer dia volvio loca de azar y de despecho. Le sucedieron
las siguientes aventuras: como salió tan corrida atropelló a un muchacho a la
primera cuadra y el muchacho le dijo horrores. Después tuvo la desgracia de
encontrarse de manos á boca con las Vanegas, sus amigas íntimas del Colegio:
qué dirían ellas de verla así. Ella se agachó echa un ascua de vergüenza. //
Despues fué que el zapatero de la esquina de La Candelaria le dijo al pasar:
“adios zamba de mi alma”; un viejo atrevido! Y por último tan raro que la mi-
raban los señores: era de imaginarse que iba desnuda; fué lo que mas la ofendió!
Si así les fuera en la calle á todas las mujeres pobres, pensaba Consuelo esa
noche, debian de ser muy infortunadas en esta sociedad las mujeres desvalidas.
A ella no se le ocultaba que todas esas miradas y requiebros soeces tenian por
causa su cara alegrona y provocativa; si adoptara un semblante displicente; acaso
serian respetuosos con ella. Siendo imposible dejar de salir al dia siguiente, lo
mejor era procurar ser muy adusta. Y bien merecian su desprecio los hombres
que se atrevian á insultarla con sus pensamientos los hombres que [la, tachado]
repararon en ella ese dia y no solamente esos sino todos los hombres. [Tan co-
bardes: valerse de que son er, tachado]
Tan hipócritas: cuando le hablaban a una gran dama con zalamería y apa-
rente respeto, qué / no pensarán también de ella los corrompidos? Dentro de
la cabeza de cada hombre, allá detrás de sus cejas espeliucadas, debe haber un
escenario de indecencias. Y luego se hacen los muy respetuosos los grandísi-
mos cobardes ante una saya de seda! Una simple vestimenta mas valiosa que
la mía es el gran motivo de sus caballerosidades finjidas. Sí, todos los hombres
son malos y cobardes.
56 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
Documento 5.
Apuntes Ecuatorianos
Notas quiteñas
(Ensayo para un libro)
Al pie del Pichincha
Prospecto:
Ordenación cronológica Introducción. Leyes sociológicas
1 Cap I. El suelo y la atmósfera
6 Cap II. Los aborígenes antes de la conquista
7 Cap III. La raza blanca en la conquista
2 Cap IV. Razas actuales. Estática social
6 Cap V. La raza india. Dinámica
7 Cap VI. Los mestizos id
8 Cap VII. Los blancos id
3 Cap VIII. Los frailes y su influencia
4 Cap IX. Vicios, defectos y delitos
5 Cap X. Religión, moralidad, estética y ciencia
9 Cap XI. Estado social
10 Cap XII. Los partidos políticos
11 Cap XIII. Instituciones y gobierno
12 Cap XIV. La revolución
Introducción
muy compleja, pues depende de la cuantía del trabajo y por consiguiente del
valor del jornal, el que á su turno está reglado por el cumulo y exigencia de las
demas necesidades.
La cuestion económica es pues la base del adelanto de un pueblo por ser el
vigor de los individuos proporcional a la cantidad de trabajo que rinden. El in-
dividuo rico tiene en mejor desarrollo [sic] y mayores necesidades que el pobre. /
A mayor riqueza, mayores comodidades y por consiguiente mayor desarrollo
comercial, industrial y artístico.
A mayores aspiraciones de comodidad economica, mayor anhelo de estudio
y por ende mas desarrollo intelectual.
Y á mayores comodidades materiales, á mejores gustos artísticos y á mas am-
plias aptitudes intelectuales, mayor dignificación y mas moralidad de costumbres.
Sufren un error los que piensan que en los tiempos pasados, de mayor atra-
zo, [hay, tachado] hubo mas moralidad en las costumbres. Basta, para conven-
cerse de lo contrario, incursionar en los pueblos atrazados, que representan
momentos históricos anteriores para conocer el adelanto moral de las socieda-
des pretéritas.
Por esta razón es falso aquello de que las grandes ciudades son mas corrom-
pidas que los pequeños poblados. //
La pureza de costumbres es un fenómeno sociológico posterior al adelanto
económico, científico, moral y religioso de los pueblos.
En el mismo error incurren los que piensan encontrar mas pudor en cualquier
orden de los actos humanos, en las clases bajas, que en las altas clases sociales
de un mismo pueblo.
La sucesión del progreso sociológico se cumple fatalmente y con los mismos
trámites que cualquier otro fenómeno.
[Hay, tachado] La observación de una alteración en estos trámites denuncia
indifectiblemente una causa perturbadora de la ley natural, causa cuya persis-
tencia violentada por las mil resistencias que encuentra para alterar el orden de
todas las cosas, tiende á desaparecer y desaparece en breve periodo de tiempo.
–Un mal gobierno [arriba escrito: bregar(?)], tanto por lo precoz, como por lo re-
accionario, causa efectivamente aparentes y al parecer profundas alteraciones del
orden natu / ral del progreso social, pero este gobierno sufre á su turno rápidas
modificaciones en la lucha que tiene que librar, en contra del medio ambiente.
Si huera [sic] de atribuirsele infinita duración á las [fuerzas impulsivas, tachado]
causas perturbadoras del movimiento uniforme de los pueblos, desaparecería la
armonía suprema de las leyes fundamentales del universo á que está [n, tachado]
coneccionado dicho movimiento.
Las causas perturbadoras son mas ó menos persistentes pero siempre finitas.
La teoría de dejarlas extinguir es teoría liberal, la de apoyarlas y alimentarlas es
teoría conservadora, la de atacarlas es práctica radical.-
cuaderno 3 61
Estos [arriba escrito: dos] sentimientos del orden [capital, tachado] social
dominan, conciente ó incocientemente á nuestros partidos, aunque en ocaciones
motivos seductores ó resistencias invencibles los hayan desviado temporalmen-
te de sus respectivas sendas. Cuando los partidos por su desarrollo psicológico
dejan de ser meros agentes instintivos de las fuerzas sociales, desempeñan sus
correspondientes misiones conservadora [s, tachado] [y, tachado] é impulsiva
con mas fran / queza y aciertos [y, tachado] el movimiento de perfeccionamiento
social de que son motores, se cumple mas suave y rápidamente.
Desgraciadamente este desarrollo psicológico de los partidos americanos
no ha llegado en ninguna nación á su perfección y hay algunas, como el Ecua-
dor donde uno de los partidos por circustancias muy naturales y por falta de
ejercicio no ve cuál es la misión que está llamado á cumplir en los destinos
de su patria.
[arriba escrito: El Ecuador esta enseñoreado por el partido teocrático: allí el
ha desarrollado su sistema completamente, hasta sus mas lejanas consecuencias;
allí todo es resultado de este sistema, por eso es tan importante el estudio socioló-
gico de ese pueblo para comprobar experimentalmente la eficacia de ese sistema.
Nuestro propósito es unicamente presentar un cuadro lo mas completo posible
del estado social del Ecuador sin que nos guie propósito alguno preconcebido de
sistema: diremos lo bue- //
no y lo malo [con, tachado] sin actitud y sin lisonja, guiados por un sentimiento
de justicia desprevenida. El Ecuador nos merece cariño suficiente para que nos
ocupemos de él sin pasion. No estamos ofuscados ni por la gratitud que no supo
infundirnos, ni por el rencor que tampoco supo despertar en nuestra alma. Tra-
taremos ese pueblo como un documento sociológico digno de que se le conozca tal
cual nosotros lo encontramos en 1897.
[El, tachado] En estos apuntes tomados en poco tiempo no habrá un consejo,
ni una insinuación siquiera porque el autor carece de conocimientos y autori-
dad para situarse en el alto puesto que les corresponde ocupar en la catedra de
las Naciones a los estadistas. La publicación de estos ligeros apuntes obedece
á las reiteradas exigencias de los amigos de la prensa para que de á la estampa las
noticias vervales que les ha comunicado confidencialmente. Son simplemente
relación fiel de lo que vio y aprendio el autor en su rápido viaje por la republica
vecina, [si, tachado] que acaso sirvan para que personas mas competentes saquen
las deducciones [arriba escrito y tachado: aplicables a este ó á que pueblo] que al
autor no se han ocurrido si produjeren este efecto [habran, tachado] obtendrán
mas de lo que el autor se ha propuesto.
Estos son meros apunte útiles acaso para que un espíritu mas cultivado los
aproveche en beneficio de la sociología de la política y de la humanidad. Bien
satisfechos quedariamos de nuestra humilde labor si este librito ocasionara la
formación de una obra redentora del Ecuador.
cuaderno 3 65
Capítulo I
El suelo y la atmósfera
permitió informarnos sobre la calidad de pastos que empradizan las orillas del
río, ni sobre la procedencia y calidad del ganado vacuno que en grandes mana-
das inumaban el paisaje ni sobre la industria azucarera [arriba escrito: ni sobre
la afamada destilación de alcoholes] ni sobre [arriba escrito: el cultivo de cacao]
nada ni sobre nada de lo que veíamos. Nuestro interlocutor era un hombre de
aquellos que vuelan por sobre los campanarios sin preocuparse de las prosaicas
y cursis industrias del suelo.
El pequeño vapor de dos pies de cala y 40 tt de carga sube las 18 legs del río al
impulso de la marea ascendente todos los dias en el término de 7 horas. /
Una partida de hombres de sombreros muy grandes de [fieltro, tachado] lana
apelmasada y ruanas rojas de listas negras, también de gruesa lana que caen hasta
la pantorrilla, [fue, tachado] es lo primero que sobre la barranca de Babahoyo
anuncia al Ecuador de la Sierra.
Al ver el aspecto de frio que ofrecen con sus hombros altos y su aire de quie-
tud y encojimiento que no dejan ver sus manos y apenas las narices y los pies, se
creyera que los 29° de temperatura que marca el termómetro á bordo se reducen
repentinamente en tierra a 8°
“Algún [?] empirico ha dicho que la civilización de un pueblo [se mide por,
tachado] está en razón inversa de la longitud de las ruanas”, pensabamos no-
sotros al saltar á tierra, “Seguramente esto es falso si hemos de atenernos á las
opiniones sociológicas de nuestro indígena interlocutor del buque”. “El catoli-
sismo es el gran civilizador: si hubiera //
[descubrieramos el modo de, tachado] un instrumento pa medir la cantidad
de catolicismo que tiene un pueblo, ese sería el aparato mas seguro para medir
la civilización” –en Babahoyo en invierno se transita en barcas.
Con estos hijos del pais tuvimos luego que celebrar un contrato de alquiler
de bestias. Levantaron mil veces los bultos, pidieron dinero adelantado y á cada
vez que volvian á tantear nuevamente el peso de los equipages, exijían aumento
en el valor que anteriormente habian [ilegible tachado] estipulado. Por ultimo,
desaparecieron con los avances y no los volvimos á ver.
Con mil trabajos conseguimos un fletero formal y tomamos el camino de
la Sierra.
Sobre un camino perfectamente plano, de 8 ms. de anchura en linea recta
recorrimos seis leguas a que dista el pie de la cordillera. A uno y otro lado del
sendero se extienden inmensas plantaciones de cacao sombreadas por arboles
corpulentos que entrecruzan sus ramas por encima del / camino, formando ar-
cos de follage que sombrean y embellecen la ruta. Las partidas de bueyes lentos
y pacientes sirven para el acarreo de la mercancia. Tambien hay indios cargue-
ros que con su enorme bulto y al trotecito van avanzando en la interminable
alameda. Los que salieron por la mañana se alcanzan á ver allá en el extremo y
parece que estuvieran quietos. A poco trotar de nuestras mulas los alcanzamos
68 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
[y, tachado] durante un momento nos acompañaron los gritos de los arrieros
y el murmulo [sic] de las conversaciones en acento italiano y luego los dejamos
atrás. Media hora despues los perdimos de vista.
Muy de trecho en trecho, enmedio del follage se levanta una casita pajiza
sostenida sobre horcones á metro y medio de altura. Todas tienen escalera para
subir el primer piso. Lo anegadizo del terre //
no y el consiguiente paludismo [obliga, tachado] impone este modo de las
viviendas aéreas.
La noche se acerca, no hay casas de posada ni conviene pernoctar en la
llanura insalubre; es preciso avanzar hasta las primeras faldas de la serranía.
La barrera que debemos escalar al dia siguiente está al frente, escarpada y negra;
pero sus faldas no parecen, el terreno continúa senciblemente á nivel y parece
que la serranía comenzara de repente. [E, tachado] La proxima masa negra,
la vegetación gigantesca y frondosa de un verde cada instante mas oscuro, la
estrechura del camino que parece un sendero en el bosque, la soledad en que
quedó el camino despues de dejar atras las arrias de bueyes, todo induce á pen-
sar en buscar amparo; pero hay silencio de desierto en el aire, las aves con los
últimos aleteos vespertinos en el follage han guardado solemne recogimiento:
no late un perro. /
A lo lejos se ve una luz que alumbra y se apaga. Es una esperanza: aca-
so sea el candil de una choza. Sinembargo una luz representa en todo caso
un refugio.
Andar, andar, que la luz persiste: allí hemos de encontrar camas, buena co-
mida para los extenuados estómagos ó por lo menos un corredor de estantillos
para atar las cabalgaduras y [arriba escrito, seguramente haciendo referencia
al corredor: de piso empedrado] para poner horizontal la columna vertebral,
fatigada de mantenerse á plomo.
A poco encontramos casas diseminadas á largos espacios á la vera del
camino en cada una de las cuales pedimos posada inútilmente: “adelantico,
en otra casa que queda á la izquierda” Al fin dimos con la casa hospitalaria.
Difícilmente obtuvimos que la obesa patrona nos vendiera un chocolate á las
nueve de la noche. Con nuestras mantas improvisamos colchones y dormimos
muy bien. //
Este es el caserío de Playas, [f, tachado] último término de la tierra plana
á 24 leguas de Guayaquil y á 35 m sobre el nivel del mar. y 25° de temperatura.
En estas condiciones de suelo [arriba escrito: y tempa] se comprende fácil-
mente cual será la salubridad del clima en esta parte de la Costa ecuatoriana,
que es la llave del pais. - La horizontalidad de la llanura, su depresión y su alta
temperatura hacen de ella una de las comarcas tropicales mas fecundas y mor-
tíferas. He ahí la primera barrera que el suelo del Ecuador le ofrece a la inva-
sión de los adelantos: la espantosa insalubridad de su costa. Solamente por un
cuaderno 3 69
posible seguir la marcha: el espectáculo es tan hermoso que la bestia irgue las
orejas y suelta un largo resuello frunciendo las fauces, á la orilla del abismo que
tiene á sus pies. /
Abajo una [arriba escrito: mosaico] alfombra de verdura dibujada en pe-
quenos [sic] cuadros de diferentes matices del hermoso verde de los cultivos;
entre cuadro y cuadro un abolonado de un verde mas claro aun, formado por
hileras de sauces [lo, tachado] y madreselvas de como florido lindero de predios;
en cada cuadro la techumbre gris de una casita coronada por un penacho del
humo del hogar, en cierto puntos un centros de agrupación de casitas blancas
y rísueñas al contorno de una iglesia que las acaricia y atrae como si fueran sus
hijas queridísimas; en el fondo, en los costados, por donde alcanza la vista, la
misma alfombra y allá al frente la mole inmensa del Chimborazo, padre geo-
gráfico del soñado valle.
He ahí el Ecuador, visto á vuelo de pajaro. Allí detras de estas barreras que lo
defienden de los aires mefitícos del mundo, debe reinar la felicidad. El //
bienestar económico, la paz social, la inocencia de las costumbres deben
florecer en esta tierra encantadora y bajo este cielo de un azul profundo.
Un descenso de cerca del 40% durante una hora conduce al fondo del valle
[arriba escrito: á 2342 s/m y 17°t.]. Se camina una legua de rumbón y no se avanza
sinembargo sino 2 kil. en proyección horizontal. Se atraviesan las plazas de San
Miguel y San José de Chimbo donde donde [sic] el pueblo vestido de mil colores
juega á la pelota despues de misa.
El camino sigue luego juguetón, con revueltas y sorpresas por el gracioso
valle arriba. Pasa por el frente de multitud de casitas [rodeadas de, tachado]
cerca[das, tachado] [arriba escrito: escondidas tras cercas de piedra], de piedra,
por sobre la cual asoman como coquetas muchachas recargadas en la rústica
valla, las madre selvas y los curubos floridos. Atraviesa huertas de verduras en
zurcos negros coronados de un cordon grueso de lechugas crespas; pasa por de-
bajo de sauceras cuyas ramas [caidas, tachado] / endebles y dejativas le acarician
constantemente el rostro frescachón [de, tachado] [arriba escrito: al viejo] Eolo
que [ilegible tachado] vaga por allí amable á veces, murmurador casi siempre,
y en ocasiones maldiciendo de los osculos del Chimborazo, pero en todo caso
arrastrando flores y ojas verdes y cargado de perfumes. Acompaña en largos
trechos al rio que desciende de las neveras, divirtiendo los ecos con las carcaja-
das de sus trasparentes linfas.
Al pasar un puente monumental de piedra, tras de cuyos parapetos parece
ocultarse el soldado defensor de la patria, y dejar el camino el tabarog [?] del valle
para empinarse en [empi, tachado] espirales en busca de Guaranda la capital de
la provincia, los [h, tachado]ojos buscan por última vez entre los repliegues del
terreno los manes [albos, tachado] de Arcadia.
Oh! Patria de Juan Montalvo! Por que no sois feliz? //
72 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
Capítulo II
un edificio peque- / ño pero elegante, donde hay una bibloteca [sic] de unos
3000 volúmenes, de los cuales la cuarta parte son de obras nacionales; tambien
está instalada allí una pequeña imprenta de poco uso. El salón principal de la
Municipalidad, que ocupa el piso alto, está lujosamente amueblado al estilo
propio del pais con enchapados é incrustaciones laboriosas y bisantinescos, dos
retratos de mérito relativo del Libertador y del General Francisco Javier Salazar,
personaje de la administración de García Moreno, [ocupan, tachado] adornan
las paredes del Salón, cubierta de tapiz rojo. En buenos edificios públicos de
reciente construcción funcionan dos colegios, uno de varones y otro de seño-
ritas. Por último, hay un Hospital muy bien servido por Hermanas francesas,
donde [abundan, tachado] brillan el aseo y las flores del jardin, con salónes para
[veinticuatro enfer //
mos, tachado] los dos sexos, el [salón, tachado] de varones tiene doce aseadas
camas de hierro. La cocina tambien de hierro es una pieza donde se puede entrar
con guante blanco, y en la botica, que está á cargo de una Hermanita tan fresca y
hermosa como una flor, reina un orden que cualquier farmaceuta envidiaría. Este
Hospital cuenta apenas tres años de existencia.= Tratando de encontrar alguna
población colombiana semejante á Guaranda se nos representó Sonsón con su
iglesia de granito, sus calles pendientes y silenciosas y su alumbrado nocturno
para hacer mas perceptible la soledad de la noche. Este silencio, este sociego, esta
soledad [es, tachado] que se sienten en Guaranda concordantes en un todo con
la índole de la raza indígena, son propios de todas las ciudades ecuatorianas del
interior.= En [el esplendor, tachado] la inquietud de la naturaleza ecuatoriana, el
cielo, la vegetacion, las montañas y el / aire lo hacen todo: el hombre se arrima á
la pared de su casa, cruza los brazos bajo su enorme ruana y guarda un silencio
de oración mental.= Si entrais a una casita campesina rodeada de flores, todo lo
vereis: el telar en el corredor con una faja roza en comienzo, la barbacoa aden-
tro, cubierta por un cobertor hilachoso y destendido, como si fuera la escama
arrugada que se arrancó [el, tachado] un animal; en el centro de las tres piedras
negras del fogón, conteniendo un montón de ceniza gris, y á las inmediaciones
las ollas en desorden, en una de las cuales oculta la cabeza y medio cuerpo un
perro flaco que gruñe al sentir vuestra presencia. Creeis que el albergue esta
desabilitado y [al, tachado] mirais á todos los rincones oscuros [del, tachado],
sin ver a nadie; Pero al dar la vuelta para salir, os sorprende detrás de la puerta
la figura terra-cotuna de un hombre que se denuncia como ser viviente, porque
os saluda con humildad: Si no fuera por esto, os creerias ante una de las figuras
de madama Tousot. //
Este [espiritu, tachado] aire de soledad que el indio le da á su casa, se lo da el
pueblo silencioso á sus ciudades.
La marcha hacia el Chimborazo, fuera de la preparación del fiambre, exije
otras precauciones: madrugar muchísimo, para que se pueda pasar el páramo
74 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
ántes del medio dia, ponerse sobre el cuerpo tres franelas, dos pares de pantalo-
nes y el mayor número de ruanas; abrigarse las manos, los pies y la carra [sic] [,,
tachado]: en una palabra, prepararse para el paso de[l, tachado] [arriba escrito:
un] “San Bernardo.” Si se pasa despues de medio dia, se corre la contingencia
de encontrar el monte bravo, es decir, armado con todos los rayos de Júpiter con
todos los cubascos de Saturno y con todos los huracanes de Eolo [loco, tachado]
enfurecido. En este caso lo mas probable es que el viajero se emparama. [Corre,
tachado] Esponerse á estas contingencias, el que va con catarro es aventurar
una credencial de / tísico. Nos permitimos aconsejarles [por propia experiencia,
tachado] á las caravanas que emprendan este viaje, que si alguno de sus indivi-
duos ha cojido catarro en El Chuche, no lo obliguen á la alternativa de quedarse
solo en Guaranda ó pasar así el Chimborazo; aunque ese compañero sea el mas
insignificante de la carabana.
El Chimborazo bravo es un [acontecimiento, tachado] monte espantoso,
al que Moises no se le hubiera atrevido: el que mira [arriba escrito: el mundo
americano a 7000 m de altura] como autocrata soberbio de las [termendas [sic],
tachado] cordilleras, [ruge y a su grito magestuoso, tachado] llora en tempanos
de hielo y á en llanto de gigante, el cielo se oscurece y desata sus cataratas, los
[dragones del, tachado] aguilones surgen enfurecidos y [a falta de objetos que
pulverizar, tachado] [arriba escrito: si no encuentran en quien saciar su cólera]
arrancan las piedras de los peñascos para arrojarlas [á los abismos, tachado] con
estrépito a lo [profundo, tachado] hondo de las cañadas; y de las mas [profundas,
tachado] negras [arrugas, tachado] berrugas del cielo [que en estos casos pone
semblante de ... A Dios iracundo caen como lluvia de fuego y mujidos de bajo
profundo, tachado] saltan chispas violaceas y colma el firmamento un mujido
de bajo profundo.
La madrugada con estas prevenciones que //
excitan cualquier sistema nervioso, implica el desvelo de toda la noche,
durante el cual se divaga sobre el suplicio de los emparamados. Choca espe-
cialmente la idea de que los muertos al rigor del frio, quedan siempre riéndose.
A las tres de la mañana todos los viajeros están en pie, tomándose á soplo y
sorbo una taza de chocolate. El cielo estrellado anuncia una jornada feliz y el
buen humor invade los corazones. Cada cual, bujía en mano examina si en su
montura ó en su acémila ha habido cambios sustanciales: hay [cam, tachado]
bestias que tienen la barbada del freno sobre la nariz, otras estan sin gualdrapa
y á la que mejor han aperado los pajes la han dejado sin baticola. En la enmien-
da de estos desperfectos cada cual dice su chascarrillo y las alegres carcajadas
anuncian al tranquilo vecindario [que, tachado] la hora de la partida.
En desfilada fantasmagorica se atraviesa la plaza y se cruzan las callejuelas /
del poblado y se toma la senda del campo. El aire frio cargado de esencias de
cerro recuerdan al santafeño sus estudiantiles excursiones á Monserrate y con
cuaderno 3 75
el corazón colmado de recuerdos, canta los aires de la Patria. Por una especie de
sugestión simpática toda la carabana guarda silencio para [llevar sus recuerdos,
tachado] pensar en los seres muy amados del hogar [querido, tachado] huérfano
y [arriba escrito: (1)] quien sabe, [por debajo de las monteras y (1), tachado] a la
sombra de la noche que oculta[n, tachado] todas las debilidades de los hombres
fuertes, cuántas lagrimas correrán por debajo de las monteras.= Al principio ...
fantástica á la luz de las estrellas moribundas, [la, tachado] que de cada mato-
rral del camino hace un[a, tachado] endriago, dá incertidumbre de [las, tacha-
do] sensaciones y causa vagas ideas rebeldes al molde de la palabra. Despues
la aurora, con su luz de misterio, va dandole vida á los contornos del paisaje.
La silueta negra de los //
picachos proyectada sobre el cielo gris, va [tomando con, tachado] recibiendo
brochazos de luz risueña: la mañana se presenta [en su carro de rosas, tachado]
con su paleta cargada de carmín y rosa, untando con travesura infantil cuanto
encuentra.
[se inserta dibujo] Hecho el dia mucho tuvimos que sorprendernos de nues-
tras figuras: pareciamos envueltos de hospital. Quien, á falta de guantes de lana,
se había forrado las manos en pañuelos de seda; quien, para defender las orejas,
habia improvisado capucha con un canto de la ruana; quien, á falta de bayetón,
perforó un cobertor de su cama. La desfilada de estos figurones de sombrero
alicaido y cubiertas hasta los ojos era para ponerle miedo al mismo Chimborazo,
á pesar de sus bravatas.
Poco á poco fuimos [aprecibiendonos de, tachado] notando que ibamos
[subiendo por una cañada, tachado] por un camino de banqueo tallado en el
flanco escarpado de un contrafuerte de la cordillera occi- / dental: á la derecha
el alto talud erizado de rocas salientes, á la izquierda el abismo en cuyo fondo
corre entre elechos y frailejón un riachuelo llamado el Cachica[g, tachado]hua.
El camino aunque angosto está tallado sobre trazo de carretera, cuyas curbas
rodean suavemente los lomos de la serranía hasta coronar el espinazo de la cor-
dillera en el boquerón de [Yaguascocha, tachado] Guaidaloma.
A medida que se asciende se vá notando silencio y recojimiento en la
naturaleza.
El boquerón de [Yaguascocha, tachado] Guaidaloma, punto el mas empi-
nado del camino, está a [3825 m, tachado] 4056m s /mar y dista de Guaranda
5 [½, tachado] leguas, de modo que la inclinación media de esta parte es del
5%. Desgraciadamente no podemos dar aquella altura sino como aproximada
por def porque [nuestro barómetro de bolcillo carece de escala para esa altura
presiones menores de [espacio en blanco] milimetros y hubimos de computar el
propasamiento de la aguja por una aproxi- //
mación medida con el nonio movible, como si las divisiones continuaran propor-
cionales á la presión lo que [au, tachado] no es exacto, aunque si muy aproximado
76 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
cuando el propasamiento es pequeño como en este caso Por otra parte, tachado],
la observación fué hecha en una hora (las 10 a.m.) de máxima presión. [La tem-
peratura, tachado] El termómetro marcó á esa hora 4°.
Dos kilómetros adelante de ese punto y á [230 m mas bajo (1), tachado] se
descubre á la izquierda (1) una cañada interpuesta, el grandioso nevado. Cuando
nosotros lo vimos [parecia, tachado] nos pareció como un monstruo durmiendo
al sol, á cuyas caricias brillaban [los, tachado] sus espejosas escamas de mármol.
El camino deja sus pretenciones de carretero y apresura el descenso [por
entre canfilones [?] hasta tolorillas, tachado] propasándose del 10% durante tres
kilometros adelante de Guadaloma; despues en dos leguas mas, hasta llegar al
tambo de Choquipoguio, [aunque, tachado] vuelve a la pendiente suave, pero
sigue por zanjones y resbaladeros, donde es / preciso cruzar las piernas sobre
[el pescuezo de la bestia, tachado] cabeza de galapago para que los estribos no se
atoren contra las paredes [de, tachado] y la barriga de la bestia.
Choquipoguio es una casa de posada muy incómoda por estar todavía en la
región paramosa á 3478 m metros [sic] s nivel del mar, pero de gran consuelo
para el viajero que se ha retrazado por el mal tiempo. Quien madruga llega hasta
Mocha dos leguas mas adelante.
En Choquipoguio á la derecha abre el camino que conduce á Riobamba,
ciudad que se columbra desde allí entre arboledas y á la izquierda (1) por el
llano de Sanancajas de suave pendiente ascendente del 2% de [un, tachado] seis
kilómetros de longitud (1), se va á Mocha.
[En todo, tachado] El llano de Sanancajas está dominado al Occidente por el
Carahuairazo, nevado contiguo al Chimborazo, de forma //
piramidal muy aguda: es un verdadero pararayos.
En este mismo llano tuvimos la sorpresa de ver las primeras llamas, [arriba
escrito y tachado: (Auchenia)] animal característico de estas regiones, que los
zoologos clasifican en cuatro variedades, guanaco, vicuña, paco y llama pro-
piamente dicha. No aprendimos á distinguir estas variedades y parece que en el
Ecuador no hay sino vicuñas y llamas. Las llamas es originarias [sic] del Perú;
antes de la conquista [de los, tachado] inca no existían en el Ecuador. Los emigra-
dos del Cuzco las trajeron y de ellas formaron grandes hatos para el servicio de
emperador en esta misma llanura al pie del Chimborazo donde las pastoreaban
los ministros del culto y en muchos otros lugares á propósito. Estos animales
tienen mas o menos la estatura de un burro, el cuello muy largo, erguido como el
de la [sebra, tachado] gerafa, las ancas caidas como las de este animal y la cabeza
semejante á la del camello. Los indios las usan para la carga con pesos de mas
de cuatro arrobas. Entonces caminan con tales dengues y donaire que parecen
unas niñas melindrosas. /
[Existe entre el indios y la llama no sabemos qué especie de relación en nuestro
concepto: su simpatía, su paciencia, su amistad recíproca, tachado]
cuaderno 3 77
El hambre nos tenía mal humorados y por esto, mas que en las bellas, era
preciso pensar en la comida. Sobre una mesa donde nos divertiamos haciendo
geroglíficos con el dedo en el polvo que la cubría, estendieron un mantel de un
color indefinible que probablemente era blanco. Protesta unánime contra el
mantel! Buscaron otro mas limpio y resultó con manchas de chocolate y manteca
amarillenta en muchos puntos. Nueva protesta que fué inútil porque no había
[mas, tachado] manteles mas limpios. Por lo menos en éste el análisis descubría
la procedencia alimenticia de las manchas. Una moza tan sucia como el primer
mantel colocó en el centro de la mesa un botellón con / agua; en los dibujos
del vidrio habia unas verdaderos [sic] incrustaciones no tan negras como de
azabache pero de un aspecto viscoso [nueva, tachado]; adentro se columbra-
ban rinconadas de vegetación lamosa que observadas al microscopio habrian
exhibido animales de aspecto feroz: nueva protesta contra la [criada, tachado]
fámula y el botellón. Y las protestas hubieran seguido si las sombras de la noche
no disimulan otros mil desperfectos que la comida tuviera. Ojos que no ve ...
[puntos en el original] La única protesta en que fuimos atendidos fué contra la
presencia de una vela indiscreta que apagamos para mayor comodidad del festín.
La inspección de las camas era inútil pues debiamos no mirarlas por respeto
al bello sexo, [al que parecían pertenecer, tachado]. Decididamente en aquella
fonda la tabadora no entraba sino por mensualida //
des vencidas. Es entendido que no hizimos uso de las camas [qu, tachado]
del hotel.
Mocha, para no [ocuparnos, tachado] decir mas [sobre él, tachado], está á
3163m sobre el nivel del mar y tiene una tempa de 9°.
A la mañana siguiente á la vista del Tungurahua, hermoso nevado de alguna
semejanza con el Tolima, tomamos la carretera que conduce á la ciudad de Am-
bato. La via es empedrada, amplia y de fuertes pendientes para su categoría, pues
en algunos puntos tiene mas del 7% de inclinacion. Despues nos ocuparemos de
esta calzada con mas detención si el trayecto de Ambato á Quito ofrece algunas
observaciones sobre transportes.
Con bestias de relevo en dos horas y media se recorren las seis leguas que
separan á Mocha de Ambato.
A penas hay en Colombia algo comparable á la hermosura y fertilidad de los
cam- / pos que preceden a Ambato y son los de Duitama en Boyacá; la diferencia
en favor del aspecto [de, tachado] Ambateño consiste en que allí [letra ilegible
tachado]el suelo es suavemente accidentado [por oteros de curvas voluptuosas,
que semejan las ondulaciones del mar. Por lo demás, las mismas huertas atesta-
das de arboles frutales en florecencia perenne, las mismas sauceras en fila, hay
una señal de tachado que puede referirse a todo el párrafo] como separación de
predios, el mismo verdor y los mismos riachuelos serpentinos y trasparentes.
Para que se aprecie el valor de la comparación, sépase que Duitama alcanza tal
cuaderno 3 79
Cap III
Algo sobre la revolución
[sociología, política, tachado] ecuatoriana
sin duda; pero ellas, como todo el vecindario, se encierran á llevar vida vegetati-
va. Durante el invierno de Diciembre y Enero, Ambato es lugar de concurrencia
de familias quiteñas en busca de aires; entonces, acaso la ciudad despierte del
marasmo en que nosotros la encontramos á fines del verano.
[de, tachado] La altura de la ciudad S/nivel del mar es de 2570 m [arriba es-
crito: que también es la altura media del maciso ecuatoriano] y su temp es de
17°-. / Es decir que está próximamente á la altura de Bogotá y sinembargo su
temperatura es [mucho, tachado] tres grados mas elevada a causa de su mayor
proximidad á la línea [ecuatorial, tachado] equinoxial.
En esta ciudad se nota cierto movimiento progresivo, por sus construcciones.
Sobre planos del Sr. Francisco Smit se levanta en granito una carcel de bello estilo
de fortaleza. En las azoteas de ese edificio tuvimos el gusto de ver ladrillos de
simento romano fabricado en la localidad [por los señores Martínez, tachado] y
obtenido al precio de +14 el metro cuadrado. La fábrica de este producto, [será
de muc, tachado] es un indicio notable del espíritu de progreso que anima á los
hijos del pais. Tambien está en construcción un edificio de estilo gótico, desti-
nado al Colegio de Mariana de Jesus y posee un cómodo local donde funciona
el externado Bolívar para varones, colegio que se sostiene con los derechos sobre
las mortuorias.
Hay varios hoteles, de los cuales solo conocimos el “Guayas”, aseado, cómo-
do, elegante y so- //
bre todo á cargo de una familia cuya cultura y benevolencia nos [ha obligado
a detenernos mas de los justo en consideraciones favorables á Ambato, tachado]
hizo formar muy buena opinion de la índole de los habitantes. El padre de esta
familia es un viejo conservador de los que presentaron su apoyo á la valiente
dominación de García Moreno. El nos decía con cierto [intuición científica,
tachado] candor político: “yo apoyé á García Moreno por que era un hombre
práctico y amigo del progreso material del Ecuador [(como todos los tiranos
pensabamos nosotros), tachado]. Si Alfaro piensa seriamente en el ferrocarril,
yo seré el primero en pedir su reelección.”
El anhelo ferviente de todos los buenos corazones de estas repúblicas es el
progreso material. Lo vimos en el [buen, tachado] sencillote propietario de Santa
Lucía, que nos entregó su casa porque nos creyó ingenieros y lo vemos en el Sr.
Coloma, hombre de corte antiguo, que votaría por el excomulgado como votó
por el tirano, á truque de ver / entrar la locomotora a las calles de Ambato.
Desgraciadamente antes que [el ferrocarril, tachado] la velocidad en los tras-
portes en el orden sociológico ineludible, hay muchas etapas que los sencillos
hijos del Ecuador no sospechan. Para ellos el [cristus, tachado] alpha del progreso
es el transporte instantáneo; que la raza sea estúpida, que tenga gangrena eco-
nómica, que carezca de psicología superior eso no importa, que haya ferrocarril
aunque viaje vacio, eso traerá todos los adelantos y prosperidades apetecibles.
cuaderno 3 81
equivalga al servicio total de los lentos y pequeños vehículos, esto puede ser el
ferrocarril ó algo intermediario para que no haya salto brusco en la transición:
este intermediario es la diligencia. Ese es el orden lógico y cronológico [arriba
escrito: del desarrollo] de los vehículos de trasporte.
Como hay dos vias para ir de Guayaquil á Quito, la de Riobamba y la que /
habíamos llevado [que se juntan a Choquipog, tachado], nada influia en este ra-
ciocinio la soledad de nuestro camino ni su desamparo ni escases de posadas y
comodidades; tan solo indicaba esto que desacertadamente habiamos elejido el
camino intransitado. El otro debia estar atestado de recuas, concurridísimo de
pasajeros y provisto á uno y otro lado de tambos, hoteles [posa, tachado] posadas,
fondas y habitaciones y poblaciones que naturalmente se forman al estímulo del
negocio con los transeuntes.
La circunstancia de no hacer la diligencia sino dos viajes por semana, tal era
nuestra ofuscacion, era mayor motivo para imaginarla enorme [y velocísima,
tachado]. Es verdad que nos sorprendió no poco que cuando fuimos la vispera
del viaje á tomar puestos supimos que no eramos de los últimos, que la diligencia
no podia ofrecer sino doce puestos y que despues de asegurar los //
cinco que necesitabamos todavía quedaban localidades disponibles aunque
en el imperial; Eso nos hizo sospechar que en el término de dos dias ó tres no
habian llegado á Ambato por el otro camino ni siquiera siete pasageros
El viernes a eso de las diez de la mañana sentimos desde nuestro tranqui-
lo apartamento del hotel un ruido inusitado en la ciudad; primero un mujido
sordo como el que suele preceder á los terremotos. Botamos el libro en que sa-
boreabamos á Cumanda, fruto de la tierra y saltamos á la calle donde nos situa-
mos de modo que no nos alcanzara ninguno de los [dos, tachado] edificios en
caso de temblor. Allí el ruido se nos hizo mas perceptible, aunque todavía vago:
el murmullo de la ciudad, 14000 personas que anunciaban [la diligencia, tacha-
do] algo. Algo [sic], el latido de mil perros y en medio de todo esto mas y mas
perceptible ruido de cadenas, toques de corneta gritos y silvidos de arriería y el
crujir de las ruedas sobre el empe- / drado: la diligencia! La multitud invadia las
bocacalles, hombres sin sombrero, mujeres desgreñadas, niños desarrapados,
todos con los objetos de que se ocupaban en sus casas en las manos, la costura,
el niño desnudo ó á medio fajar, el serucho y todos los instrumentos del oficio de
cada cual, personas vimos con el plato del almuerzo en la mano. Después de un
rato de estupor nos abrimos paso á codazos entre la muchedumbre asombrada,
para ver nosotros también la entrada triunfal del monstruo…
Cual sería nuestro desencanto al ver no mas que un pequeño obnibus como
para seis personas tirado por cinco mulas flacas?
Mientras se hace el relevo y se prepara el armatroste para ponerse en marcha
de regreso á Quito, vamos á informar ál [nue, tachado] lector sobre el resumen
ó estracto sucinto de un contrato celebrado por el actual //
cuaderno 3 83
Cap IV
En la Diligencia
Al estrecho cajón de la diligencia entraron dos viudas jóvenes [un niño hijo de
una de ellas, tachado], una anciana [procedente del Perú, que hacia 30 años que
habia abandonado á Quito, tachado] meticulosa y mas arrugada que un aba-
nico, dos religiosas educacionistas, un caballero importante y dos de nosotros.
Al ruido infernal de los zagales (postillones) comenzó á sacudirse el carruaje
con peligro de rompernos la mollera contra la tapa y exponiendonos á dar[les,
tachado]nos de topes de carnero [á, tachado] con los de la banca de enfrente.
La anchura entre las bancas no permite que [dos, tachado] las rodillas quepan
unas enfrente [de otra sin, tachado] de otras, de modo que las piernas de los de
allá se empeinan con las de acá, como los dedos de un muerto. No es posible
mover un / brazo sin incomodar al vecino. A poco andar todos conociamos el
motivo [hu, tachado] del viaje de los demás, su procedencia, color político y pro-
fesión. La intimidad de los cuerpos fomenta la intimidad de las almas. Una de las
viudas iba á Quito á colocar á su hijo que venía en imperial, en la escuela de los
hermanos cristianos, la otra venía de exhumar los restos de su esposo, era joven
y bella y demostraba un profundo abatimiento, las religiosas eran llamadas por
el Arzobispo á dirijir un colegio de señoritas, el caballero se mostraba reservado
pero parecia hombre de leyes que iba á Quito a sustentar la segunda instancia
de un pleito, la anciana volvia á su patria después de largos años de ausencia, su
marido un viejito enjuto y delicado había seguido caballero en una potrancha
ticona. Cuando nosotros declaramos el objeto de nuestro viaje circuló por los
circustantes un estreme- //
cimiento diabólico. La vieja quiteña se santiguó, las viudas suspiraron, el
caballero carraspeó y las religiosas [como medida, tachado] a modo de conjuro
pasaron una ó dos cuentas del rosario tan grandes como mararayes. [Después
del, tachado] Pasado el primer momento de estupor, alguna de las señoras sacó
un litro de aguardiente con que fortificaron el espíritu contra las tentaciones del
Demonio: Despues de media hora de silencio otra de las damas se sintió mareada
y con este motivo circuló por segunda vez la botella para fortificar el estomago
- El mallorca es muy buen remedio contra el mareo, dijo una de las religiosas.
Udes gustan, caballeros?
-Gracias reverenda madre, nosotros no nos mareamos
Fortificado el espíritu fué despejandose poco á poco la prevención en con-
tra de los [incredulos, tachado] herejes y se restableció la armonía. La vieja hizo
reminiscencias de su juventud y refirió con / mucha gracia el modo picaresco
como el viejo de la potranca cautivó su corazón; el letrado habló [arriba escrito:
con enfasis y fanfarronería] de sus biajes por Estados Unidos, [(sic), tachado]
86 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
como una afrenta la adulteración de su sangre, [no, tachado] es una raza [degra-
dada, tachado] autóctona que merece [que la, tachado] estudio [mos, tachado].
En qué consiste el sentimiento íntimo de la nacionalidad? Acaso en la con-
servación del suelo que ocupa un pueblo? En la defensa de sus costumbres? en
la integridad de su individualidad etnica? No son todos estos síntomas de un
sentimiento egoista y orgulloso de su raza? La buena opinion que un pueblo tiene
de su raza ese es el sentimiento intimo de su autonomía etnica. Cuando este sen-
timiento se prostituye hay degradacion nacional. Los hombres se averguenzan
de su origen y al reconocer superioridad en las otras razas quieren pertenecer á
ellas si no en sangre, por lo menos en es- //
píritu y serian capaces de negar á su madre por parecer hijos de una indivi-
dualidad nacional mas poderosa. De estos invéciles se hace la gerarquía de los
esclavos. - Los que les baten la colita a los extrangeros por ser de otra raza, nos
recuerdan aquel indio que encontró Robinson en su isla, que al verlo se postró
en tierra y tomando el pie del blanco lo paso sobre su nuca en señal de que [acep,
tachado] solicitaba la servidumbre. Hay temperamentos cerviles. Como indivi-
duo típico recordamos cierto amiguito bogotano que por sepillarle la zolapa á un
inglés abandona los halagos [arriba escrito: y la sociedad] de sus viejos amigos
y parientes. Algo por el estilo hemos creido encontrar en el espíritu que anima
á ciertas sociedades en las cuales [e, tachado]la simple condición del catirismo
[da, tachado] es motivo de acojida muy halagüeña, que no se le dispensa á gente
de antecedentes notoriamente honorables. Aquella tendencia individual y esta
idiosincracia social de benevolencia / extremada y gratuita a favor de las [razas,
tachado] extranjeros; se traduce en los gobiernos en [preferencia en favor del
contratista, tachado] favoritismo cobarde por el servicio extrangero y [en cobar-
dia ante las cuestiones y hasta, tachado] en prodigalidad territorial y sumision
hullante [por humillante??] y pusilanimidad en los [tratados, tachado] asuntos
de cancillería.
La entrada á Latacunga fuá á las 5 ½ y la salida debia ser á lamanecer [sic]
del dia siguiente era preciso aprovechar media hora de luz para ver la ciudad.
Esta nos pareció aseada y alegre á causa de la animación de la fiesta de nuestra
Señora de Las Mercedes. Circulaban por las calles y asomaban á las ventanas
las mas hermosas mujeres que en el Ecuador habiamos visto: ojos negros como
lumbreras de una hornaza de pasiones, bocas risueñas dispuestas á conceder
dulces perdones á quien peca en sus ojos y un gracejo general de que apenas
teniamos idea por las relaciones sevillanas: la verdadera raza española al sol //
del trópico.
Las calles son angostas pero rectas, planas y bien pavimentadas. Las casas,
generalmente bajas gastan cierto buen gusto en sus puertas y ventanas, pero es-
tán interrumidas las edificaciones con largas paredes de piedra pomez, de modo
que las casas se agrupan en familias ó centros de atraccion que generalmente
cuaderno 3 89
es una plaza o una Iglesia tambien tallada en piedra pomez con torres capricho-
zas y cargadas de adornos. Contamos seis iglesias de churrigarrescas fachadas,
entre las cuales nos llamó la atencion Santo Domingo por el buen gusto de su
construcción
A inmediaciones de esta iglesia, casi en el campo, se levanta un suntuoso
edificio de gran cúpula, destinado á la escuela de Artes y oficios. La premura de
tiempo no nos permitió hacer detenidas observaciones en esta simpática ciudad
de piedra pómez, de la cual provoca echar- / al hombro una de sus repulgadas
y ligeras torres. En una iglesia arruinada se observan curiosos casos de equili-
brio de los escombros el mas notable de los cuales consiste en un arco completo
sostenido en uno solo de los pilares: la adherencia de la argamasa es suficiente
á sostener el arco.
La[s, tachado] cantera[s, tachado] de donde extraen la gran cantidad de pie-
dra pomez para la ciudad es, segun supimos otra ciudad subterranea habitada
por mendigos.
A propósito de mendigos, ya extrañábamos no haber encontrado [arriba es-
crito: en el Ecuador] cuando tuvimos la pena de ser víctimas de una tropa enorme
de ellos que nos persiguieron con rezos, súplicas y lastimas hasta nuestra alcoba
del “Hotel Central” comoda, aseada y amplia casa de huespedes. frente de cuya
enorme puerta conventual para la Diligencia.
Latacunga está diez leguas de Ambato, //
tiene un clima delicioso de 16°. de temperatura y está á 2737m. S/mar. Las
inmediaciones de la ciudad tienen apariencia de esterilidad á causa del riego de
ceniza volcánica que cubre el terreno.
El aspecto árido de la llanura que corre hasta el pie del Tiupullo fatigara la
vista si en cada una de las dentelladuras de las dos cordilleras que la circun-
dan no ofreciera mil formas caprichosas coronadas eternamente de nieve. Por
donde quiera que los vidrios opacos del onmibus [sic] dejan ver el horizonte se
descubre un nevado hermoso, el Corazón, [arriba escrito: el hiniza] el altar, el
Changay, el Cotopasi y [recordamos, tachado] un sinnúmero que la memoria no
conserva sus nombres, casi siempre armoniosos. Recordamos que el Cotopaxi
lo vimos á las ocho de la mañana bajo un cielo azul [casi negro, tachado] de un
azul grueso, como dijera Grillo; el sol lo alumbraba por detrás y la refreacción
daba á / la brillante cupula un reborde de iris. La pluma se fatiga de describir
bellezas de esta tierra donde viven las musas, y es preciso pasarlas por alto para
no llenar un volúmen.
[Al comenzar la subida de Tiupillo, tachado] La barrera que separa los pampas
[sic] de Leon delos valles de Machahi, formada por dos ganglios enlazados que
se desprenden de las dos cordilleras en los nudos del Cotopaxi en la oriental y
el Hiniza en la occidental, se llama Tiupullo. Al comenzar su largo ascenso, á
cuatro leguas de Latacunga se levanta en el último recodo de [Vall, tachado] la
90 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
llanura á la derecha dela carretera el panecillo del Callo, colina [artificial, tacha-
do] tumular [túmulo, tachado] de los seiris, de una curvatura perfecta, á cuyo pie
existen las ruinas de un templo o palacio construido por aquellos y reedificado
por los Incas. Todos los cronistas, viajeros historiadores y turistas han visitado
este monumento levantado por la vanidad //
de los poderosos señores de esa [patri, tachado] hermosa patria para conme-
morar su poderío y por su pie pasamos todos haciendo congeturas los blancos
y con aire de la mas estúpida indiferencia los indios. [añadido: No se les á ocu-
rrido á los Ecuatorianos para descubrir los secretos y riquezas de la Tola de Callo
practicar un túnel al nivel del suelo].
El ascenso de Tuipullo es tan fuerte que los viajeros echan pie a tierra y
siguen andando al paso lento de las mulas que arrastran fatigosas el carruaje
vacio. Dos leguas tiene la subida hasta la cúspide que está á 3400m [arriba es-
crito: s/m] (T=10°)
En este paramo vivió un hombre terrible tipo del bandolero [y formó que,
tachado] capitan de una cuadrilla de malechores, [cuyos, tachado] que asalta-
ban al viajero puñal en mano difundiendo el terror en la comarca. Parece que
los descendientes y discípulos de este respetable personaje viven todavía en los
repliegues del intrincado paramo, porque para pasarlo los transeúntes forman
grandes carabanas de mutuo auxilio. /
El tiempo pérdido en la subida lo recupera el vehículo chiriador de las cinco
acemillas en el descenso vertiginoso al valle verde esmeralda de Machachi. Den-
tro del cajón todo es sangoloteo, aturdimiento y topeteos de los ocho cuerpos
que dentro forman el conglomerado informe de piernas entre cruzadas y troncos
y brazos [con, tachado] en baile de San Vito. Afuera el aire zumba en los oidos
y el ruido de las carretas [arriba escrito: sobre los empedrados de la calzada] es
la música infernal de la marcha hacia los [abismos, tachado] precipicios [arriba
escrito: que se suceden con rapidez vertiginoza]. Despues de pasar con rapidez
vertiginosa un puente en curba, estrecho, en terraplen altísimo y sin baranda
se comprende que esta especie de locomoción es la mas horripilante [escuela,
tachado] gimnasia de los [abi, tachado] abismos
En el fondo de este accidentado y profundo valle, despues dejar [sic] á Ma-
chachi, este el pueblecito de Tambillo de calles de rumbón [temperatura de 16º
y alt. S/m de 2800 á, tachado], a cuatro y media leguas del alto de Tiupullo y á la
misma altura de Quito, del //
que lo separan cinco leguas y el alto de Santa Rosa interpuesto [una legua
adelante, tachado] á la quinta parte del este trayecto con una altura relativa de
240m. [3040 m S/m, tachado]
Vencida esta última barrera, el viajero mira á sus pies un valle limpio, acci-
dentado por sus suaves repliegues del terreno, en el que brota el trebol frondoso
estrellado de blancas flores en forma de redondas borlas. Allí pacen ganados de
cuaderno 3 91
pelo brillante y cogote abultado que [m, tachado] levantan la cornamenta alar-
mados al ruido de la diligencia, miran con pereza y vuelven saboreándose al
jugoso pasto. Allí el potro de largas crines y ancas redondas, corre con el cuello
estirado hacia el suelo, las orejas echadas atras, mordiendole las rodillas á sus
compañeros, levantando las patas traseras en brusco ataque y haciendo las mas
airosas corvetas, hasta ocultarse en las suaves hondonadas. Al recuesto de las
colinas, entre sauces y eucaleptus, se descubre el barandaje y las cumbreras de
teja rosada de alguna manción / del orgulloso aristócrata. En último término
se descubre el Panecillo, gracioso montículo tras del cual, como la quitena re-
milgada entre las blondas de su mantilla, se oculta Quito, la “Luz de América”
prometiéndole á la fogoza juventud del viajero no soñadas aventuras.
Naturaleza
Lugares Dists parciales Alturas s/mar ascensos Descensos
del Camino
Guayaquil kilómetros 2 metros metros Metros
Babahoyo 90 3 Fluvial
Playas 30 35 32 Anegadizo
Alto del 35 3018 2983 Cam de h
Chuche esquistos
San Miguel 2½ 2342 …. 676 40% arcilloso
de Chimbo
Guaranda 20 2782 440 Travesía es-
quisto
Boquerón 25 4056 1274 Carretero
Guadaloma
Choquipogio 12 ½ 3478 … 678 Canfilones
Borde de 6 3598 120 Camino
Samancajas de trillo
Mocha 4 3163 … 435 id de herradura
Ambato 30 2570 …. 593 Carretera
calzada
Latacunga 50 2737 167 id id
Callo 20 2880 148 id id
Tinpullo 10 3400 520 Pendientes
fuertes
Tambillo 22 ½ 2800 …. 600 id id
Santa Rosa 5 3040 240 Empedrados
Quito 20 2800 240 id
totales 382 ½ …… 5920 3122 En gral buen
camino
//
92 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
Esto sin tener en cuenta las resistencias y los pequeños accidentes del terreno.
Sara Momo
Cap V.-
[Antes de conocer á Quito por dentro conviene aspirar su atmósfera pólítica, para
ir previniéndose y entenderlo mejor. Nosotros tachado] No encontramos mejor
método de exposición que el mismo que la naturaleza de nuestro viaje nos ofre-
ció para hacer las anotaciones que tenemos. El contrato sobre la fundación de
un Colegio nos llevó al Ecuador y durante los primeros dias de permanencia en
Quito nuestras impresiones pasaron á traves del proyecto que nos preocupaba,
con cierta vaguedad agradable que quisieramos infundir al lector para bien de
la nación que estamos bosquejando. La impresion que un simple turista expe-
rimenta al mirar los conjuntos es muy distinta y menos real que la que siente el
que [se siente, tachado] está envuelto en el remolino de las cosas. Por esta razón
detenemos al lector á las puertas de la ciudad para tras //
mitirle las ideas con que nosotros observamos. Esto es preparar su ánimo
para que no haya incongruencia entre el relato y el espíritu del lector.
Desde que se supo en Colombia el movimiento vigoroso y altivo que hizo
el pueblo ecuatoriano cuando su gobierno [vendió, tachado] ultrajó la digni-
dad nacional en el negocio de El Esmeralda, desde Cúcuta hasta Ipiales corrió
un estremecimiento de simpatía y se prestó oido atento al eco de los sucesos
que se cumplian allende el Carchi. Todos los organos de la prensa popular se
mantuvieron en fisga y nunca faltó el aplauso ó la congoja segun fueran las no-
ticias favorables ó adversas á la revolución. Todos los buenos hijos de esta tierra
cuaderno 3 93
Ministro voluntarioso que an / daba por cuerda propia, haciendo una política
distinta de la del Gobierno. El pretexto para pedirle perentoriamente su renuncia
fué baladí y si se quiere ridículo: un pesame equivocado que le dio á la Reina de
España en su caracter de Ministro tambien de lo Exterior. El Ecuador no podia
consentir que en la Etiqueta de las Naciones, pareciera mal informado!
Al rededor de los intrusos colombianos que se atrevian á abrir un Colegio
en Quito se hizo el vacío. Nunca intrusos extrangeros merecieron mas desden.
Bolivar el intruso mas descarado, ni Sucre, el mas amable de los intrusos, fue-
ron tratados con tánto menosprecio: esos eran intrusos venezolanos, como fué
intruso venezolano el jeneral Miranda en los Estados Unidos. No queremos
hablar de los intrusos colombianos. El general Alfaro no nos mando un edecán
a saludarnos.-
En la prensa de la gran capital nos saludaron con insultos: jívaros, [chibchas,
tachado] guajiros, en cuanto a la nacionalidad; titiriteros, aventureros, gitanos
de la buena ventura, en cuanto á la profesión; //
corrompidos enemigos de la familia, [del culto, tachado] de la moral, del [la
paz social, tachado] orden de las sociedades, en cuanto á las opiniones; merce-
darios, alquilados, corruptores á sueldo, hambreados, explotadores, merodea-
dores de caminos, indignos, ignorantes, malevolos, perversos, brutos, tontos
y chisgarabices, en cuanto al caracter; descamisados, descalzos, de zapatón
roto, codisucios, mal trazados, en cuanto al vestido; feos, tuertos, lánguidos y
espelucados, en cuanto á la figura; ladrones, borrachos, asesinos, [estrupadores,
tachado] libertinos, en cuanto a las costumbres. Para no completar el catálogo
de los insultos, afortunadamente ignoraron el nombre de nuestras madres.
Agradecemos este recato involuntario.
La prensa liberal, constituida por un solo periódico “El Tren” habló algo en
nuestro favor, á pesar de que nosotros significamos el deseo de qe se guardara
silencio digno en este volate de verduleras que se apellidaba prensa católica.
Un jefe del ejercito por motivos personales dió de palos al Sr Aristizabal autor
de Somaten y redactor de El Tren / y al dia siguiente el jefe vapulador [?] fundó
“El Atalaya”, periódico subencionado por el Gobierno.
A nuestros oidos ya había llegado el asesinato impune de Vivar, a la media
noche, al pié de los paredones extramuros del sementerio de San Diego, ejecutado
por el general Manuel A Franco, Comandante en Jefe del Ejército, con escándalo
de todas las fuerzas vivas del liberalismo ecuatoriano. Ya sabiamos la destruccion
abieza de las haciendas y casas de una señora viuda de Flores, y conociamos el
modo salvaje como se despedazó á plena luz una imprenta en la Capital por la
fuerza pública del gobierno. De modo que nuestro espíritu revolucionario es-
taba anonadado ante los extragos del espíritu revolucionario del ecuador [sic].
Aguardando alguna muestra de bienvenida de parte del Sr. Gral Alfaro,
permanecimos ocho dias sin ir á visitarlo hasta que por conducto de algun
96 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
Documento 6.
Antioquia
(El Motor y La Voz del Tolima) alzan el grito al cielo contra los hijos de la sublime
puerta y piden al Gobierno que les impida la entrada al pais.
El Río Magdalena.- El retardo de las lluvias había mantenido[s, tachado]
nuestra grande arteria son agua. Nuestra grande arteria ofrece cada dia ma-
yores dificultades para la navegación. Los barcos que surcan nuestra grande
arteria saben cuando zarpan, pero ignoran cuando anclarán. La disminución
de aguas es cada año mayor y el aumento de bancos de arena se ve dia por dia.
Nosotros, que somos tan amigos de fomentar las industrias extrangeras hemos
cometido la suicida liberalidad de permitir la explotación de minas de aluvión.
Estas empresas ensucian las aguas de todas las comarcas que / tienen oro re-
corrido en sus terrenos. Estas empresas se llevan el oro á cambio de llamarnos
bárbaros y nos dejan el lodo que llega a [arriba escrito: o] formar los bancos del
Magdalena. Efectivamente los ingleses tienen razón! Somos unos bárbaros,
cuando les facilitamos á ellos, por espíritu de pseudosivilisación, el modo de
perjudicarnos gratuitamente; y somos unos bárbaros en muchas otras cosas
que no es del caso enumerar.
Pues, iba diciendo que el rio es malo y empeora. Los vapores suben casi siem-
pre hasta Puerto Liévano sin dificultad. De modo que la adopción del camino
que uniría á Bogotá con este puerto salvaría muchas dificultades del tráfico, en-
tre otras el ferrocarril de La Dorada, que es muy caro: trece cargas me costaron
#52… ” ” #4 ” ”; el pasaje de 1ª vale #1.30 y el equipage á 20 ¢ el kilog.
Otro sí: hay escases de carga en la baja- //da y en este caso solo se empieza
con las dificultades del ferrocarril, estrechas bodegas y desarreglo en ellas; in-
conveniente que sufre la carga de importación tambien; hay superabundancia
de carga en la subida, entonces hay mil dificultades mas por la escases relativa de
vapores. Dicen que estos son muy malos para pasajeros, que el servicio es sucio;
eso dicen los que han viajado por mar. Yo que no conozco sino nuestras posadas
al estilo de la de Chimbe y otras peores, estuve muy contento con la comida y el
servicio en general, por carecer de punto de comparación.
Que he de decir de la belleza de nuestra grande arteria! El bosque en las sepa-
radas márgenes, el desierto apenas interrumpido por las cabañas miserabilísimas
de los leñadores; la belleza natural, el paisage que hizo Dios para habitacion de
los tigres y de los caimanes! Ya me fatiga la descripción de nuestras salvages
bellezas. No negaré que son agradables, pero mucho nos hemos enorgulleci- /
do candorosamente con ellas!
Vaya todo lo anterior á vuela pluma á gisa de introduccion y únicamente
para trazar el itinerario. Estoy en Antioquia, que será el objeto de estas notas.
Puerto Berrio.- Mucho negro, mucho calor. El vapor Enrique echó el puente
sobre la barranca llena de la inmundicia del africano suburbio. En medio de
varias casuchas de paja que tratan de formarse en calles destaca una casa de ma-
dera, de tres pisos: es el hotel. El cuarto que me dieron, expuesto a todo viento,
cuaderno 3 103
tenía por todo mueble un catre. La noche en el fué muy mala, mucho chirivico
y el aire frio ó humedo de la montaña que no dista una cuadra.
No creo que estoy todavía entre antioqueños. Hay dos en Pto. Berrio, Eugenio
Montoya, liberal política y privadamente, agente de trasportes y paño de lágri-
mas de todo pasagero, y el [otr, tachado] dueño del hotel, joven de Medellin, á //
quien le pregunté que tal le parecía el clima de Puerto Berrio y me contestó:
-He! Señor, aquí le dan las fiebres hasta á la quinina!
F.C No tuve tiempo de visitar el taller, que ponderan como magnífica de-
pendencia del ferrocarril.
Tomamos el tren á la 7 a.m. El pasaje vale #1.35 y la carga #5.85 (50 kil)
Al principio atraviesa el tren un terreno senagoso donde los durmientes se
consumen y desnivelan por falta de consolidación en el terreno. Hay mucho
cabeceo en los carros. A propósito, le cobran a uno el pasaje de 1ª y lo colocan
en un carro de 3ª. El tren bambolea y chirrea hasta Monos.
Monos De Pto Berrio á Monos todo es en montaña. Tal cual paradero hay en
la via que no llama la atencion, habitado siempre por negros.
La Estación provisional de Monos está situada en una estrechura del Rio
Nus. Es una estrechura. Las casas al pie de barrancos tajados para hacer el plan
de los estrechos patios, atasco / de bueyes blancos en la única calle del caserío.
Llegamos en domingo: las tiendas atestadas de hombres tomando tragos. Siguen
los negros constituyendo la masa de poblacion.
En Monos hay otro Montoya, D. Jesus, hermano del primero y mas simpático
y atento que aquel. Nos obsequió, nos buscó bestias arriero, etc. y nos propor-
cionó almuerzo.
Camalcon.- Primera posada á 3 leguas de Monos y su habitante Marco An-
tonio Arbelaez, de Marinilla como el arzobispo, fué el primer tipo antioqueño
que encontré. Un blanco hombre bondadoso, hospitalario y sencillo en el hablar,
con su dejo maicero. Lleva cuenta detallada en pizarra y por partida doble de
lo que pide el huesped durante la tarde la noche y la mañana mientras ensillan:
total cinco duros!
En fin, anduve el camino y entré á Medellín. Antioquia no es nada: Medellin
vale mucho mas. Medellin es Antioquia //
Documento 7.
La Celosía
cuyas pantorrillas hubieran servido de modello para pintar las de San Cristobal,
[nervudas, formidables como para sostener el Hombre-Dios. Barbado el arriero,
tachado] cejón, hozco, fornido, formidable inmenso: de la raza de los titanes.
Recordaba el chiste andaluz, la vivacidad de tantos antioqueños que hemos visto
en Bogotá., tachado] /
[escrito en letra distinta, y en sentido opuesto al resto del texto:
Carne 126
Manzanas 30
mantequilla 15
huebos 39
platanos 27
tomates 5
Aruchuelas 5
Arbejas 5
banela 10
Arroz 35
papa [50, tachado] 57
manteca 25
Arina de trigo 4
Lecchugas [por lechugas] 3
hierva [2, tachado], 3
rrabane-sanahoria 4
Cebollas 5]
//
La Celosía
unas costumbres sanas á causa del trabajo y de la alimentacion han dado por
resultado en el mestizo antioqueño los distintivos del yankee suramericano.
Traiga usted un asturiano á un suelo montañoso, pongale un azadon en la mano
y un puerco en el corral y tendrá usted un antioqueño
Hipótesis! Vaya otra: un moro, un gallego, un navarro, un cualquiera, hombre
celoso, trajo á su mujer bonita y la encerró en su casa: cerró su casa y se guardó
la llave en el bolcillo; para que su mujer no se quedara á oscuras en el chiribitil,
practicó unas troneras en los muros y les hizo un tejido de cañas de tal manera
que la luz entrase pero que //
no saliese; así la mujer veia y no era vista: en una palabra el hombre que por
cualquier atavismo oriental importó [al pa, tachado] la celosía, ese fué el padre
de la raza antioqueña. Las hijas de éste llevaron en patrimonio la reja y ellas
se la trasmitieron á sus hijas y á sus nietas: una nacion entera se formó que no
conoce la luz sino a través del rombo.
No importa el origen: parece que la raza antioqueña no es tal raza. Blancos,
negros, indios, gitanos y cuantas sangres había y vinieron á América se con-
gregaron allí al estímulo de la mina rica; se mesclaron ó permanecieron mas
ó menos puras para conservar hasta el presente sus especimens [sic] perfectos;
pero todos usaron la celosía, todos veian el cielo, al nacer, cuarteado en losanjes
y eso es suficiente para que todos sintieran de la misma manera. No hay raza
antioqueña pero sí hay / índole antioqueña.
Allí el español superticioso, fatuo, amigo de las rencillas y noble como buen
descendiente del gran Pelayo; allí el negro de mirada lánguida, tanto mas artero
cuanto mas mimado, mas insolente y cobarde; allí el humilde indio, mentiroso
y desconfiado; allí el zambo lenguaraz y pendenciero; allí el gitano amarillo,
ojicaliente, aventurero, descidioso y agorero; allí el judio de nariz aguda, labio
delgado, ojo de ave de rapiña, pequeño y vivaz, sentado tras del mostrador soñan-
do como la arrana en su red de[l, tachado] la trama de cien hilos; allí por ultimo
las mil combinaciones de estos tipos: zambos con olfato de judio y humos de
español; moros con la suspicacia del indio y la avaricia del israelita; allí el mes-
tizo desconfiado, pelicrespo, narigón y de ojo oriental: mesclas y combinaciones
matizadas de todos los colores y aspectos. //
Documento 8.
Autobiografía
Primera infancia
I Lectura El Catón Cristiano
II Escuela Primaria: mala
106 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
memoria- El sacrificio de
Isaac. Caletre mate-
mático. El cuadro sinóp-
tico de Pitágoras para
la multiplicación. Un
ayuno. Los monitores.
Progresos en la escuela.
Colegio aristocrático.
de Bogotá-Bachille
rato en el Co [por Colegio] del R. [por Rosario]
Universidad Nacional. //
Documento 1.
107
108 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
Como se vé, la llama es tan indefensa, está tan desprovista de armas de defen-
sa, –toda vez que no puede defender á sus pequeños de los ataques de gozques
poco temibles– que sólo podiá vivir y desarrollarse bien sino allí donde por el
clima y por la ausencia de maleza [tenga, tachado] encuentra pocos enemigos.
Por el poco cuidado que hemos tenido con nuestras llamas, ellas no servi-
rán de base para un cálculo exacto relativo á la medida de su propagación etc.
Sin embargo, creo poder afirmar que de los tres años de edad en adelante cada
hembra da un hijo al año y estas crías están en la proporción de dos hembras
por cada macho.
Algún tiempo despues de su llegada- creo que dos años- murió el más joven
de los machos, y tocóle al otro continuar de único padre [?] del pequeño rebaño.
En los últimos años hemos observado que la reproducción. //
ha sido casi nula y lo atribuímos á que el macho, por lo viejo, se ha hecho
poco apto para la función genésica. Murió tambien éste hará cosa de dos años,
dejando un macho pequeño que desapareció poco después víctima seguramente
de un oso que merodiaba por los alrededores.
9ª Las llamas vinieron el año de 1884 y ha habido hasta hoy tres generaciones.
Repito que por haberse perdido las dos primeras generaciones y por no haber
continuado en los últimos años la propagación normal, a causa de la falta del
macho, la existencia actual no nos puede servir de base para un cálculo acertado.
10ª Quedan tres hembras y un macho castrado recién nacido por un perro
sorprendido en esta operación.
11ª Las llamas podrán servir entre nosotros para los mismos usos a que se
las aplica en el Ecuador.
12ª Convendría traer llamas á la altiplanicie de Bogotá porque ellas serían
un gran recurso para nuestros campesinos, quienes podrían emplearlas como
bestias de carga. Sabido es que en el Ecuador las gentes pobres se sirven de ellas
para hacerlas transportar pesos hasta de cuatro arrobas; para el labrador ecua-
toriano la llama es casi / tan necesaria como el buey para el colombiano, con la
diferencia de que el buey cuesta caro, en tanto que el precio de las llamas es muy
bajo y el de su mantenimiento casi ninguno, como que viven, ásemejanza de las
ovejas, en tierras frías y de mala calidad.
Es ciencia generalmente aceptada entre los hacendados ecuatorianos que
la presencia y el contacto con las llamas preserva al ganado vacuno del conta-
gio de las pestes. Si esto es verdad, nuestros hacendados harían una positiva
ganancia con la importación de tan simpático y útil animal: no habría ya que
temer esas enfermedades que, como la ranilla [?], causan estragos en nues-
tras haciendas.
Hemos observado que nuestras llamas se mantienen siempre gordas y sa-
nas. Su carne aunque un poco insípida, también sirve para comer. La lana de
la llama, menos fina que la de la oveja, es sinembargo muy fuerte y abundante,
cuaderno 4 109
Documento 2.
pudorosamente entre las blondas de la mantilla. A esas horas en que los hombres,
que [somos, tachado] son pura prosa, duermen ellas andan solitas ó seguidas de
una criada que suele llevarles el tapete y el recado amoroso.
Por la noche si soliamos ocurrir al llama- / miento á rosario que hacian nues-
tros buenos vecinos, los frailes [agustinos, tachado] de la Merced. Nos seducía el
silencio del templo, [y, tachado] su casi completa oscuridad [arriba escrito: y el
perfume adormecedor del incienso]. La lámpara del Santísimo entre una guar-
dabrisa azul producía tenue luz de misterio. Tal cual bujía de las que el devotó
dejó frente á una imagen [producia con las columnas, tachado] proyectaban
sobre las naves unos cortes de sombra [arriba escrito: con las columnas y arque-
rías], tan gratos á la meditación, al recogimiento y a las dulzuras del silencio,
que á su abrigo [h,tachado]echábamos á volar los ensueños mas embriagadores.
Siempre habíamos creido que la religiosidad tiene sus deleites que solo podían
disfrutarlos los corazones puros de las vírgenes, pero en estos ratos de sociego
en los templos de Quito, tuvimos el gusto de saber que esos placeres pueden
disfrutarlos también los corazones relajados por la duda.
El menudo taconeo de las muchachas, el //
andar cojo ó arrastrado de las viejas y el pesado chacleteo de las bolsiconas
piadosas, intermitente al principio antes del segundo [toque, tachado] repique y
los cuchicheos de las que entraban, atravesaban el haz luminoso del presbiterio
y se perdian en la sombra de las naves, rompian el silencio y de las altas bovedas
descendian los ecos como murciélagos á estrellarse contra el[os, tachado] des-
nudos [muros, tachado] y sonoro pavimento. Despues del tercer repique de la
campana, comenzaba el rezo y un murmullo [de variadísimas, tachado] cantado
en coro angelico de voces femeniles contestaba á la media oración en bajo pro-
fundo que pronunciaba un fraile viejo. Al toque de ánimas ellas [regres, tacha-
do] volvian á su casa y él arrastraba sus zapatos hasta el interior del Convento.
A la sacudida despedidora de las llaves del [lego, tachado] padre sacristán el [cu-
rioso, tachado] soñador incrédulo salía de su rincón y atravesaba las / solitarias
calles de la ciudad pensando y cavilando en cuáles podian ser los motivos que
tuvo el anterior Ministro de Cultos, señor Alban Mestanza, para prohibir la[s,
tachado] entradas á los templos antes de las seis de la mañana y despues de las
seis de la tarde.
Las mañanas en Quito son [inmensamente, tachado] diáfanas bellas. Bajo un
cielo profundamente azul, y en un círculo de nevados reverberantes de blancura
y enmedio de una comarca de prados frescos, el pulmón respira aires de glo-
ria y se desea libertad y alas para ascender al firmamento. Desde cualquiera de
las colinas que circundan y forman el estrecho nido de la ciudad, se experimenta
amor [deleitoso, tachado] y piedad por esa patria de los Atahualpas. Si el extran-
gero [arriba escrito ilegible] experimenta generosa simpatía por la ciudad que
se empina sobre el lomo mas //
114 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
alto del [E, tachado] ecuador, bien se esplica que sus hijos cariñosos la llamen
con [zalamería, tachado] inocente orgullo filial “Luz de América”. (B)
Despues de las ocho de la mañana, hora [hasta, tachado] en que [duran, ta-
chado] las mujeres [arriba escrito: dejan de cazcalear] verondean[do, tachado]
por las calles, de iglesia en iglesia, [en busca de mas misas, tachado] la ciudad va
poniéndose triste, el cielo se encapota y casi siempre llueve. La lluvia de Quito
es tenaz y entristecedora: llueve mucho, pero no tanto como trece meses al año.
Las estaciones del maciso ecuatoriano varían bastante de las de la altiplanicie
de Bogotá: llueve[n, tachado] los meses de Diciembre á Marzo y Junio y Agosto;
[De modo que el cielo como las bellas, tachado] El cielo azul se deja ver poco y
como tambien se dejan ver poco las damas hermosas, Quito [poco, tachado] no
corresponde bien al apodo cariñoso que le dan sus hijos. /
(hay que hermosear esta parte que requiere mucho donaire)
Las horas de la mañana son preciosas en Quito, no solo por su cielo cuanto
porque [se, tachado] permiten ver algo mas hermoso [que, tachado], como con
las quitenas devotas y remilgadas, en busca de misas. Si esta ciudad merece
el nombre de Luz de América, seguramente será porlo monas que son sus
mujeres. Difícilmente se encontrará en otra parte [mas, tachado] mayor nú-
mero de mujeres [divinas, tachado] bonitas. [La hermosura femenil en Quito
es extrema: habrá un Lima ó un Bogotá donde sea [mas, tachado] intensa. Por
casualidad [se, trachado] tropieza el observador con una fea, tachado] Una
mujer fea en Quito es un fenómeno, es un asombro, es un acontecimiento
estrepitoso, cuánto desearán serlo los excéntricos! El que quiera casarse con
una fea, co[mo no hay, tachado]mo hay, teorias [que no se case en Quito, ta-
chado] que lo aconsejan, le florecerá allí la vara de San José por un milagro.
Es entendido que no hablamos de las viejas que por obra del tiempo pierden el
sexo. Todos los tipos de la belleza se encuentran allí, hay para todos los gustos:
morenas chispeantes de baterías eléctricas formidables, rubias melancólicas
capaces de encrespar de celos á las sirenas del mar, de ojos pardos y garzos y
verdes y grises y //
oscuros como el anochecer y negros como las ventanas del infierno; y hay
contrastes y caprichos como solo á Dios se le ocurren: cejas crespas y ojos frios,
pestañas castas y pupilas tontuelas, lo negro y lo rubio, lo [raro, tachado] ar-
diente y lo triste [arriba escrito: quiso ponerse á prueba] la infinita y fecunda
combinacion estética del autor de lo bello. Si hubiera entre las flores tan asom-
brosa variedad de tipos, Lineo se hubiera vuelto loco. [Hablar, tachado] Tratar
de las bellezas de Quito es complicar cualquier plan en un laberinto sin salida.
No hemos querido hablar sino de ojos y nos falta decir que por ellos lanzan las
quiteñas cascadas de fluidos simpáticos que si se trasformaran en fuerza mecá-
nica como se [conseguirá, tachado] pretenderá cuando [Inglaterra, tachado] el
Tequendama agote sus energías, Quito podría proveer de luz y calor á todas las
cuaderno 4 115
Quito es un laboratorio social en que por artes raras se han reunido un cúmulo
de elementos de reacción enérgica. Allí la esclavitud de una raza muestra sus
consecuencias en los contagios y en sus consecuencias directas; Allí la hijiene
[social, tachado] personal, moral y social falta en absoluto. Allí se palpan las
consecuencias de un sistema económico ruinoso y desmoralizador. Allí la teo-
cracia tiene de bulto las consecuencias de un contubernio mostruoso entre lo
espiritual y lo temporal. Allí la aristocracia, como consecuencia del orden social
manifiesta sus ventajas en la moralidad, adelanto industrial y científico si acaso
produce como debe producir para que tenga razon de ser.
Aquí está la piedra de toque de todo un sistema económico, religioso, moral
y polí- / tico implantado durante largo tiempo.
Quito es un documento sociológico digno de que se conserve en rasgos im-
perecederos para conocimiento del mundo actual que todo quiere conocerlo,
para experimentación científica que no sabe decir nada sin observar bien los
fenómenos, y para satisfacción del liberalismo cobarde que se asusta de lo que
ha hecho en las otras repúblicas suramericanas y quiere dar paso atrás.
Saludable advertencia para los que viven suspirando por el pasado lleno de
candores es incursionar por una ciudad que se ha detenido en el Siglo xviii por
obra de las dificultades topográficas, por obra de la teocracia y por obra de los
buenos conservadores, amigos de statu quo y encariñados de las distinciones
de clases sociales aunque la Democracia entre en la familia por debajo de las
enaguas, a virtud de las presiones aparen- //
tes deformadoras de la ley natural
____ (A)
personas. Las casas de familias son pequeñísimas y sin corrales y en cada pieza
vive una familia.
La ciudad ocupa una extensión superficial como la cuarta parte de Bogotá y
su población parece ser algo como 70.000 habitantes. / Tal aglomeración obliga a
la reunión de diferentes clases sociales en una misma casa. Las piezas del primer
piso se arriendan á artesanos y mujeres del pueblo. En esas piezas viven sin hijie-
ne y miserablemente un número de personas de ambos sexos, con perros, gatos,
gallinas y curies. Allí cocinan trabajan y satisfacen toda clase de necesidades.
[Entr, tachado] Un patio de aquellas casas es algo como una plazuela estrecha
donde se seca ropa, se lava al muchacho, se calienta la cola, se sacude la cama, se
espulgan al sol los vecinos, se insultan las comadres, se abofetean los hombres,
se castigan los niños y se requiebran los enamorados. En esos patios hacen sus
aguas menores los hombres contra las columnas las mujeres á discreción á la
faz del revuelto vecindario. Las necesidades mayores se cumplen adentro en
el cuarto. De noche y á la mañana la ciudad huele mal. De dia suelen botar las
damas aguas por los balcones. //
En el segundo piso y en el tercero vive la familia sola si es acomodada ó en
dos ó tres piezas segun sus recursos (comedor, sala y alcoba); las demas piezas se
arriendan á otras familias ó á célibes que comen en la calle si son hombres ó que
tiene su hornilla en la cocina común ó en las piezas de arriendo si son mujeres.
En estos pisos, como es natural la vida es mas tranquila que en la planta baja
aunque no excenta de escenas risibles conmovedoras [y, tachado] o escandalo-
sas. En cuanto á lo escandaloso de las escenas ello es relativo: un disgusto entre
marido y mujer por celos mutuos, una aventurilla entre el vecino y la vecina,
la aplanchadora que viene de mal humor á cobrar al inquilino etc etc. Escenas
de amor que mas que vistas se adivinan hacen llevadera la vida de esas casas,
monotona por lo demas. /
De este modo de vivir necesariamente resulta una facil y ejemplar comuni-
dad de costumbres que generaliza lo mas facil que no siempre es lo mejor. Esto
esplica cómo en Quito se encuentra el contagio indígena en las mas altas clases.
Otra consecuencia de este modo de vivir y de la generalización de costum-
bres es el aniquilamiento de la sanción. Las diferencias de costumbres en una
mismas. Las diferencias de criterio en las diferentes clases lo que estimula y
establece la sanción de los de arriba sobre los de abajo y al contrario. No debe
sorprender pues la anulación atrofia de la crítica de costumbres que á la primera
entrada se nota en Quito.
Por último, todo concurre á que el desaseo sea la nota característica de //
la sociedad: la estrechez de las viviendas, la generalización de las costumbres
populares y la poca ó ninguna sanción; independientemente de que la naturaleza
lo aconseja en las regiones frias contra el cual consejo solo puede oponerse la
predicación crítica de las clases cultas.
120 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
Lo que se dice del contagio del desaseo puede muy bien generalizarse á las
demas manifestaciones de la conducta: los placeres se vulgarizan, el lenguaje
se hace chontal, la religión se convierte en idolatria atávica, las relaciones se
prostituyen. Las perversiones altas, contraidas en la molicie y el parasitismo,
bajan y las depravaciones, nacidas en la atmósfera pestilencial de la miseria y
la esclavitud suben. Por eso es tan facil hacer ampliaciones y generalizaciones.
Un hábito de los mas bajos como el hurto indígena, de / procedencia servil pue-
de encontrarse intacto ó modificado en las altas clases. Tómese una costumbre
chocante en la alta espuma social de Quito y con poco estudio se descubrirá su
procedencia indígena y el camino que ha seguido a través de los entarimados y
tabiques de los diferentes pisos de las habitaciones. La suprema ley mecánica de
la reacción se ve netamente cumplida en Quito.
La presión de los conquistadores convertida a través del tiempo en explota-
ción de los nobles sobre los plebeyos indios y mestizos bajo la forma de tributos
ruinosos que engendran miseria, latrocinio y vicios en éstos, sube de contra-
acción hacia los primeros en forma de contagios. La intensidad y modo de los
placeres en Quito se resienten en las altas clases de orígenes vulgares. Allí no
es raro que //
un joven se presente en una casa de familia con una canasta de licores para
tomarselos sin motivo en un dia muerto con las damas de la casa. Entonces se
bebe y se bebe hasta acabar con la canasta. El licor preferido entre los hombres
y señoras es el aguardiente de económico precio. Las mujeres beben mucho y no
parece que se embriaguen; sinembargo el licor les produce cierta familiaridad
con los hombres, propensa á irrespetos. Hay una costumbre en esto de beber
introducida sin duda por los señores, que consiste en no denegarse jamas una
señora á tomar con quien la invite: caso de no hacerlo así se le fusila. El fusila-
miento se ejecuta sentando á la dama en el centro de la sala atada en una silla para
que cada uno de los concursantes la obligue a tomarse una copa de aguardiente;
despues de cuatro tragos forzados y sucesivos la victima no ofrece resistencia á
causa del envenenamiento al-/cohólico. Se comprende que ante tan cruel suplicio
no hay mas recurso que emborracharse de buen grado. En Quito no hay visita
en que no se ofrezca trago como chocolate en la vieja Santa Fe. El aguardiente
desempeña en Quito el papel mas importante en las diversiones sociales: sin
aguardiente no hay visita, tertulia, festejo ni paseo, porque el aguardiente es el
humor en este pueblo apático por excelencia. El placer de los hombres es el de
Baco, las cantinas son su residencia ordinaria en las horas de ocio. Las horas
de ocio son largas para los empleados y trabajadores é interminables para los
nobles. Las conversaciones entre copa y copa versan sobre conquistas amorosas
llevadas á cabo por ellos entre lo mas selecto de las damas quiteñas, con circus-
tancias de novela romántica: en medio del baile, bajo el emparrado del jardín,
al amanecer cerca del templo //
cuaderno 4 121
planes aviesos de complicación maravillosa. El que no puede leer una teoría cien-
tífica porque se le cierran los ojos de sueño, es capaz de pasar las noches en vela
devorando los volúmenes de una novela mentirosa. De tal manera se confirma
esta experiencia que la definición de Astete puede sacarse del campo religioso para
situarla en el campo moral, ó industrial ó político y siempre es verdadera: “pereza
es un decaimiento de ánimo en bien obrar.”, es decir, pereza es una enfermedad
desorganizadora, es, mejor dicho, fuerza energía, potencial negativa. – Pereza es
resistencia, reacción contra / los movimientos útiles. Pereza es adherencia, o un [?]
movimiento hacia atras. Es fuerza negativa. – Si se midiera la suma de energías que
consume el perezoso en contrarestar el movimiento de la corriente que lo impulsa se
vería que en ser perezoso hay trabajo y trabajo poderoso. Puede decirse que pereza
es reaccion. Así los defraudados economicamente son perezosos, los [los los los]
ensañados socialmente son perezosos, los partidos conservadores son perezosos.
(A). La pereza parece causa y es efecto del malestar economico. Cuando la
alimentacion es poco nutritiva á causa del mal jornal del jornal escluvisado que
se sustrae artificialmente de la ley de la oferta y la demanda, cuando no tiene
estímulos la actividad, tachado]
(A) Dos condiciones necesita un pueblo para su moralidad; el jornal libre y la
sanción justa. Por el jornal libre conquista [arriba escrito: el hombre] a la medida
de sus necesidades el bienestar económico y por el premio á //
las consideraciones sociales se hace virtuoso.
Cuando [letra ilegible tachada] hay esclavitud, en cualquier forma que aquella
gravite sobre la masa popular, aquellas dos condiciones de moralidad desapa-
recen y la sociedad se corrompe y tiende á desaparecer, si carece de las energias
suficientes para recuperar su libertad.
El esclavo, fuera de que es energía nula para el trabajo, [se vu, tachado] lleva
sin pereza a todas sus actividades aunque sean libres estas actividades. Por esto
el esclavo es triste y poco pensador. Los pueblos [sometidos a la tiranía política,
a la imposicion [d, tachado] religiosa, á la tiranía fiscal ó á la la tiranía aristocrá-
tica, no producen, tachado] que soportan la servidumbre económica, aceptan la
tiranía política, social y religiosa y son apaticos en todos los [demas, tachado]
ordenes de actividad. Simultáneamente se paran la parte económica, la cuestion
intelectual y artística y la actividad moral.
[La pereza, tachado] Una nutrición pobre, consecuen- / cia del mal jornal,
produce flaqueza decaimiento y inacción fisica que junto con el desaliento moral
del oprimido constituyen la pereza tal como la define el padre Astete. La pereza
es un estado morboso consecuencial de la servidumbre. Ella es efectoy no causa
del malestar económico.
Pero si es consecuencia de la esclavitud á su turno origina la miseria. La ten-
dencia á vivir sin trabajar conduce al hurto á la [mala fe, tachado] prostitución
y al soborno y socaba el derecho de propiedad.
124 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
La alimentación en Quito es escasa y mala. Los indios del oriente solo cargan
coca y yuca mascada en fermentacion para hacer una bebida refrescante y em-
briagadora. Los indios serranos son muy frugales tambien: no comen sino maiz
cocido que cargan entre el bolcillo y harina de cebada (machica) que comen en
seco ó revuelta con agua en //
frio. Los mestizos comen pan negro, locro y chicha y las gentes de clase media
y acomodada apenas prueban la carne y comen mucho locro y carne de puerco y
queso y ají en todas las comidas. La alimentacion en el Ecuador es pues comple-
tamente mezquina. En cambio se bebe mucha chicha y aguardiente.
Parece que esta mala alimentacion comunicara á los habitantes tal indolencia
que se descubre en el andar pausado en la inclinación del cuerpo, en las maneras
encojidas en la timidez de la mirada y la indolencia mas chocante en cuanto al
aseo de las casas y personas. En las casas no cultivan las flores y en los patios solo
ven objetos ocultables: cobijas deshilachadas que viven espulgando las mujeres
para comerse los parásitos; ropas de uso interior en desaseo vergonzoso; vasijas
de uso interno de mal olor y feo aspecto. Los borrachos y los perezosos duer-
men de dia en los andenes, zaguanes y corredores. Las mujeres del pueblo y
algunas que parecen / por su vestido pertenecer á una clase superior hacen sus
aguas menores en las calles mas públicas sin rubor [de, tachado] ninguno. Vimos
una bolsicona haciendo eso a tiempo en que pasaba por cerca de ella la comu-
nidad de un colegio de varones: todos los muchachos le palmeaban la cabeza y
ella continuaba estoicamente satisfaciendo su necesidad. Los hombres de todas
clases hacen lo mismo en las plazas, en los atrios de los templos, en los recodos de
los puentes y donde quiera que hay un rinconcillo que les oculte medio cuerpo.
Muchas veces escapamos por casualidad de que alguna señorita nos empapara
con sus aguas derramadas á la calle desde el balcón. Las damas de alto coturno
suelen presentarse en el templo en las compras y en los paseos con un pañuelo
rojo ó una cinta negra atada á la frente á modo de benda hipocratica y con la
desfachatez mas candorosa se excusan de ciertas cosas con la denuncia de sus
dolencias naturales, en palabras puramente de clínica doméstica.
En la vida comunal de las casas tiene que soportar el inquilino mil confian-
zas bochornosas.- //
El desaseo en el vestido interior de muchas mujeres de elegante traje exterior
puesto de manifiesto al saltar un arroyo ó subir un escalon hace juego con el
colorete de las mejillas y el color oscuro de los pescuezos.
Quién sabe que relación existe entre el desaseo corporal de las damas, su exte-
nuación moral y el empleo de los afeites escandalosos y ridículos para ocultarlos;
es el caso que bajo las capas de albayalde y carmin se adivina involuntariamente
cierta hijiene moral descuidada.
Por regla general se nota que la indolencia de los hombres y su holgazanería
se ha trasmitido á las mujeres; que por naturaleza son pulcras y laboriosas por
cuaderno 4 125
idiosincracia de su sexo. Las mujeres de los artesanos cuya vida está á la vista de
los transeuntes, no hilan, no cosen, no laban, no muelen, casi no cocinan gracias
á lo elemental y mezquindad de las comidas. Pasan dias enteros mirando los
cobertores de las camas á caza de parásitos ó espulgandose unas á otras con el
mismo / estímulo. A la puesta en pequeños tendales suelen expender marrano
frito y mais tostado y solo suspenden sus tareas insectívoras para cortarle un
cuartillo de chancho al parroquiano. Dos niñas calzaditas hijas del sastre nuestro
vecino del frente consagraban las horas de recreación sentadas en el quicio del[a,
tachado] taller á prestarse las cabezas y era de ver las caricias voluptuosas que
se prodigaban para conseguir el consentimiento. Despues de larga observación,
en el visaje de las niñas, en sus movimientos sensuales y en la voracidad que
manifestaban, descubrimos que la comida de piojos ocasiona verdadero deleite
lujurioso ó cosa por el estilo. No nos atrevemos á describir las varias escenas de
crápula infantil que nos obligaron á sacar la anterior conclusión. Las señoritas
de alta clase se entregan tambien á tan sucia complacencias? Seguramente ob-
secados con la teoría de los faciles contagios atribuimos á eso las cari- //
cias que una señorita le prodigaba tras de las vidrieras de su balcón a [su
hermanita, tachado] una linda niñita; pero no podemos asegurarlo por no
haber comprobado el hecho ni por repetidas observaciones ni por referen-
cias fidedignas.
[Parece que, tachado] Las damas de rango gustan de cultivar las bellas artes,
para las que tienen asombrosas disposiciones como todo el pueblo ecuatoriano.
Muchas complacencias causan las hermosas quiteñas al aburrido transeunte [no,
tachado] que desde su cuarto oye la música dulcísima y melancólica de los pianos
de la vecindad y consuela con los aires populares en voces de primer orden el
hastio de una ciudad donde no hay teatros, ni se hacen visitas. Discutiamos con
una espiritual señorita de Quito, con el objeto de explorar las opiniones feme-
niles sobre el trabajo de las señoras y tuvo la amabilidad de hacernos saber que
las quiteñas leen con provecho y / que tienen aficiones literarias, cosa que nos
complace repetir; pero se mostró muy enemiga de las prosaicas labores domés-
ticas. Enardecida por nuestra aparente censura á las literatas nos confesó que los
colombianos mereciamos crítica severa de parte de la sociedad quiteña porque
nuestras mujeres saben mas de cocina que de poesía. Sinembargo parece que el
Ecuador cuenta con muy raras literatas de profesión ó que siquiera publiquen
sus obras. Sea esta la oportunidad de hacer justicia al talento sobresaliente de
nuestra primorosa contrincante que en todas las articulaciones de debate supo
vencernos sin apelación y con gracia encantandora. Testigos que no nos harán
pasar por lisonjeros, D. Lucio Rojas y el Dr. Emiliano Forero que ayudaron á
[hacerme, tachado] festejar sus [mis derrotas victorias, tachado] triunfos.
Naturalmente aquel pueblo perezoso ama el dinero [como lo aman, tachado]
pero en un modo bien //
126 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
Es preciso repetir que se nota en esta ciudad profunda animadversión entre los
dos sexos. Los hombres hablan mal de las mujeres y estas se vengan de la misma
manera. Sin embargo esta no es en forma de sanción porque no hay, tachado]
á los hombres sus valiosos servicios. Ellas revolotean al rededor de las mu-
chachas bonitas y parece que llevan la estadística de las probables. Conocen
todo el personal femenino y tienen mil modos de ponerse en contacto con sus
victimas, [ora, tachado] tomando arriendos cerca de ellas, cuando la empresa
es difícil. Para estas odiosas mujeres cuya profesión clandestina es un produc-
to de corrupción profunda, no hay nada imposible, pues se valen de todas las
astucias, de todas las seducciones y de todos los medios eficaces y aprovechan
á maravilla cuantas facilidades les ofrecen las cos- / tumbres que desgraciada-
mente le son propicias.
La labor de los hombres en este espantoso manejo se reduce á designar la
víctima y suministrar los fondos necesarios á la agente. Estos fondos sirven
principalmente para enriquecer á las intermediarias. Hay algunas cuya fama ha
llegado á perjudicarlas, pero la mayor parte se ocultan en una mediania [anoni-
mas en que son mas útiles, tachado] de portentosa virtud.
Sorprende que en una ciudad populosa no se vean esas mujeres extraviadas
que caen en el desprecio social por su vida escandalosa. En Quito no hay eso ó
por lo menos no se ven como en otras partes á simple vista. Pudiera decirse que
esta ciudad es altamente moral si la moralidad se midiera por razon inverza del
numero de estas desgraciadas. Bien significativo es en efecto la ausencia de estas
depravaciones visibles sobre las cuales parece concentrarse toda la abominación
de un pueblo, como en focos de inmundicia //
social. La localización de estas dolencias morales en determinados centros
personales produce el efecto del úlceras descubiertas denunciantes de un mal
que debe permanecer oculto, para simular salud. Esto por lo menos no es es-
candaloso: si todos los hombres son igualmente enfermos en todas partes allí
no lo son por el nefando pecado del escándalo.
Cabe aquí trascribir las palabras referentes á nosotros del Sr. D. Salvador
Ordoñez, anciano respetable y jefe de una de las mas honorables familias
de Quito. Reconvenido por algun amigo por no haber atendido una carta de
recomendación que tuvimos el [la debilidad, tachado] candor de hacerle lle-
gar dijo:
-Para tratar á ese joven [preferiría que, tachado] lo aceptaría aunque fuera
disoluto, pero que no fuera liberal.
cuaderno 4 129
La civilización interandina.
Quito por dentro
(simples costumbres y edificios)
Con una renta en Quito puede vivirse holgadamente. Hay muy buen mercado de
carnes granos, legumbres y frutas en abundancia y relativamente barato para el
que tenga renta. Con un real se compran muchas cosas, como para vivir un pobre
al dia La libra de carne vale real y cuartillo, una gallina vale dos reales, un cone-
jillo vale tres cuartillos, una arroba de papas vale cuatro reales, tres aguacates un
cuartillo y así de lo demas. La criada que lleva ocho reales á la plaza atrae víveres
suficientes para tres personas. El pan es grande y malo como el chocolate. (A)
Si uno pone cocinera puede alimentarse regiamente porque la plaza de Quito
es abundante y variadísima. Pero hay mal gusto para las comidas: el ají, el queso
y el achiote condimentan cuanto hay hasta em / palagar. La sopa por excelencia
es el locro, especie de ajiaco de papas casi deshechas con queso molido en abun-
dancia. Los guisos de cuy con cominos hostigantes y manteca por montones
trasciende en Quito á las cuatro hora en que todo el mundo se encierra á comer.
El chancho (marrano) frito hace el deleite de los paladares ecuatorianos. Es curio-
so ver en casi todas las tiendas el chancho entero emperifollado con flores y ajises
entre las orejas la boca y los ojos, cubierto de cebolla y perejil picados y rodeado
de maiz frito como flores de violeta blanca. En estos tendales gastronómicos
cuaderno 4 131
venden tambien maiz tostado, habas, cebada molida, [arriba escrito: (máchica)],
cucarrones fritos panes y biscochos mustios en figura humana con pintorreteos
de anilinas, cigarrillos de papel amarillo en atados de á 25 al cuartillo y [mil co-
sas mas de comer y beber, tachado] chicha jora, chicha morada, [el, tachado] //
mazatos de varias especies, morocho (mazamorra antioqueña) pinol (que
es un brevaje de harina [dulce, tachado] panela y especies dulces) y multitud de
otras cosas de la tierra que es imposible recordar.
En estos miselánicos y minúsculos almacenes de comidas el pobre llega con
un cuartillo y compra ocho cosas distintas. Al efecto un cuartillo está dividido
en cuatro [mer, tachado] randichaupis y ocho mercados que son las últimas
subdivisiones de la moneda. Un randichaupi de chocolate, otro de pan, otro de
queso y otro de carbon hacen el desayuno de una persona. Con randichaupis
de carne, papas, máchica y medios randichaupis de sal, cebollas, achiote y queso
se hacen comidas y almuerzos á las mil maravillas.
Cholitas espeluznadas y sucias recorren las calles con una canasta llena de
frutas á la cabeza gritando: “Capulices negros y gruezos” o bien “frutillas / la
buena frutilla” [arriba escrito: Albaricoques] ó bien “Albaricoques, aguaca-
tes grandes”.
El capulí efectivamente es una cereza grande negra, jugosa y dulce. Por un
cuartillo llenan las vendedoras un plato. La frutilla es la fruta de chil de tres y
cuatro centímetros de diámetro y tan dulces como la miel. La primera vez que
compramos pedimos dos reales como para darle una á cada uno de los tres ami-
gos que nos acompañaban y fué tal la cantidad que nos dieron que no alcanzó
el pañuelo para contenerla. Los Albaricoques son pequeños pero muy dulces y
de una carne casi [roja, tachado] bermellón; dan cinco pares por cuartillo. Los
aguacates de tierra fría ápenas son como una pera, hilachosos [y, tachado] e
insípidos; de estos dan cuatro por cuartillo. Tambien hay naranjas de tierra fria
tan grandes como una nuez.
En varias tiendas divididas en muchos cuarticos como confesionarios, hay
á la puerta un montón de hielo pulverulento, en- //
vuelto en paja y en una paila giratoria preparan los helados. A medio dia
en Quito hace calor y entonces se llenan las heladerias de toda clase de gentes
que van á tomar sorbetes helados y salpicón. El helado de frutas ó de leche por
rareza es blanduzco y lo sirven como torres bamboleantes en un vasito peque-
ñísimo como para tomar cremas. Es de ver el afan con que el consumidor talla
la torre rapidamente con la cucharita por el lado que se vá desplomando, para
mantenerla en equilibrio a costa de la anestesia de la lengua fatigada de trabajar
á 10° bajo cero. La cantidad de helado que sirven en Quito por medio real equi-
vale á cuatro tantos de lo que cuesta aquí, donde la sucesora de Narcisa, real y
medio. Despues de consumir una torre de esas queda el parroquiano agobiado.
Sinembargo hay personas pudientes que se administran dos torres. Por encargo
132 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
especial hacen en algunas casas helados finos en forma de frutas + [nota de pié
de página: + como piñas y corderillos pascuales]. El salpicón es jarabe de fruta
me- / sclado con hielo. [Sirven, tachado] Por medio real dan separadamente el
jarabe en un vaso grande y [el hielo, tachado] la nieve en forma de pirámide en
un plato, para que el consumidor se sirva de ella a discreción.
La nieve la traen [arriba escrito: en borricos] de los muchos montes plateados
que rodean á Quito [en borricos, tachado], cuidadosamente empacada en gruesa
cubierta de paja. Es tan barata que en Guayaquil la nieve llevada así del Chimbo-
razo le hace competencia al hielo artificial de la buena fábrica que allí funciona.
En todas las calles [de, tachado] hay cocinas donde se expenden á la mano
almuerzos y comidas á precios sin competencia. El aspecto de estas fábricas de
locro por mayor es el de un antro oscuro en cuyas profundidades se vislumbran
las carisucias empresarias entre el humo de la leña, como sacerdotisas de Pro-
serpina. La aureola de hollin que circunda estas fachadas desde el quicio hasta
los balcones del tercer piso, le comuni- //
can á la ciudad el aspecto de estación de hulleras [inglesas, tachado] de Gales.
A ciertas horas del dia Quito huele por todas partes á longaniza asada.
En las muchas salpimenterias populares de Quito se expende ají de huevo,
de cuy, de aguacate y chicha de varias clases. Ver aquellas salsas [ora, tachado]
amarillas, rojizas y verdes, de olor apetitoso y sabor de diablos molidos causa
tal sed que la jora se impone como soberana suprema deidad de la gastrono-
mía ecuatoriana.
La jora es una chicha, mejor que la nuestra, [que, tachado] la cual ha sabido con-
servar no solo su prestigio á traves de los siglos, sino su composición incácica.
[como prenda de nobleza, tachado] Es el verdadero vino de maiz. Se prepara
haciendo germinar este grano hasta convertir su fécula en azucar, la que, junto
con los demas elementos nutritivos [se fermenta hasta la se lleva, tachado] y sin
mas aditamento de dulce, se conduce lentamente á la fermentacion vinosa. Bien
sabido es entre los licoristas que hay cuatro clases de fermentación: la acética
que es sumamente rápida, / la pútrida que es venenosa, la alcóholica, que es mas
lenta que la ácida y la vinosa [que, tachado], la cual requiere quietud y [elabo
ilegible tachado] oxigenación lenta. Nuestra chicha, madre de todas nuestras
estupideces, y desventuras, proviene de la segunda forma de fermentación.
Aquí muelen el maiz, es decir, lo hacen incapaz de la fecundación sacarina, y
en bollos lo arrinconan á que se pudra y á que convierta la fécula en micogra-
fía enferma; Suspenden luego la putrefacción por medio de la cocción y así lo
agregan á una fermentación ascética [y alcoholica, tachado] de miel de caña, que
se cumple independientemente de la [fer, tachado] presencia del maiz podrido
cuaderno 4 133
ó bajo su influencia patológica que produce [el alcohol amílico tan, tachado]
la ptomaina y la leucomaina venenosisimas [como desagradable, tachado] res-
ponsables de la enfermedad popular clasificada en “San Juan de Dios” con el
nombre de chichismo.
La preparación de venenos para el espendio po- //
pular está prohibido en todas partes del mundo y admira como en la altipla-
nicie de Bogotá no se ha castigado severamente este modo de preparación de la
chicha. La Junta de Higiene debería aconsejar y la policía imponer el siguiente
método de preparación de la chicha, perfección del procedimiento inca, en
cuanto se hace con mayor aseo:
1º. Disponer el maiz en tandas ó capas de dos centímetros de espesor, man-
tenerlo abrigado y regarlo con agua hasta que se principie la germinacion
2º. Quebrarlo despues y cocinarlo en bollos en poca agua hasta reducirlo al
estado glutinoso
3º. Molerlo luego hasta convertirlo en masa homogénea, cernerlo para des-
huncharlo y revolverlo con la cantidad de agua suficiente para el guarapo
4º. Fermentar este guarapo con ó sin miel, segun el gusto del consumidor,
[revolviendo, tachado] agitándolo / bastante al principio para oxigenarlo, y lue-
go dejándolo tranquilo en vasijas de poca boca para conducir [arriba escrito: la
chicha hasta la] fermentacion vinosa completa, para darla al consumo [ó con-
servarla, tachado] fresca ó envejecerla en pipas ó embotellada.
Este es el procedimiento empleado por los indios de Quito para hacer la jora
y coincide exactamente con los procedimientos cientificos de los vinateros y lico-
ristas de granos. Los indios hacen la germinacion bajo una capa delgada de tierra
en patios planos á la intemperie; pero parece que será mas activa económica y
aseada en sarandas o barbacoas, como se hace la cebada de la para la cerveza.
No debemos entrar á hacer comparaciones sobre la intelectualidad de los
indios ecuatorianos y nuestros chibchas de la altiplanicie porque fuera de las
diferencias de la bebida hay otras que no [se, tachado] permiten la igualación
de circustancias. Tan so-//
lo se puede asegurar que la estulticie de los quichuas no se debe atribuir al
uso de la chicha, como han dado en la flor de hacerlo todos los que hablan de
ellos: hay un cúmulo de causas de que trataremos en el curso de estos apuntes.
(A) En Quito solo hay una ó dos casas de posada que mejor les valiera no
describirlas, en las que es insufrible permanecer mas de una noche. Allí no se
conocen los hoteles propiamente dichos como el de Ambato. El forastero se aloja
en piezas amuebladas dentro de casas de familia y come en restaurantes, que
los hay de varias clases: de á #20, 10 y 5 por mes, con la circunstancia de [igu, ta-
chado] que unos son peores que otros. Manteles sucios, criados tontos, grosería
de los comensales de la mesa inmediata, botellazos á media nada y para el co-
lombiano sátiras á Santander. [A), tachado] Es notable la costumbre de sentarse
134 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
los jóvenes casi siempre á la mesa con sus / buenas copas. El licor preferido por
la gente decente es el aguardiente bajo la forma de uva peruana, pisco de Gua-
yaquil, mosto verde [arriba escrito: mallorca] etc. productos efectivamente mas
agradables y baratos que el coñac y acaso mas sanos. Las piezas y apartamen-
tos de arriendo son comodos elegantes y á bajo precio: en las mejores casas y
cerca de las mas elegantes familias cuesta un apartamento con el lujo apetecible
diez ó doce pesos por mes. A)
Como los alimentos y las viviendas el jornal es barato. Un operario comun
gana dos reales diarios; un muchacho para el servicio gana dos pesos por mes,
un [empleado, tachado] dependiente de almacen diez pesos; los altos empleados
públicos cien pesos. La manufactura es barata: un corte de paño nacional vale
tres pesos, un par de botines de lujo cuatro pesos, un vestido de hombre [arriba
escrito: (lujo)] veinticinco pesos y así de lo demás. //
En la epoca a que se refieren estos datos el [valor, tachado] premio del oro
eran de 110% por moneda ecuatoriana [que es, tachado] de plata de 0.900.
Es verdad que la moneda ecuatoriana, de plata de 0.900 goza de circulación en
las repúblicas vecinas y está en buen credito de manera que se le reconoce su ley.
Por esta razón el oro guarda con ella la relación de valores. En la epoca de nuestro
viaje estaba el oro al 110% por plata ecuatoriana al paso que en Pasto y Panamá
se compraba al 140% en plata colombiana de 0,835, lo que significa algo como
diez % a favor del[a, tachado] credito de la moneda ecuatoriana sobre la nuestra.
Los artesanos son hábiles aunque impuntuales [el calzado lo fabrican se,
tachado] son capaces de trabajar en toda clase de obras como un buen obrero
europeo. Para correjir la impuntualidad hay pena correccional por contrato no
cumplido. El calzado es muy bueno, los edificios manifiestan habilidad suma
de albanitería y cantería, las obras en madera son preciosas / en talla trabajan
envidiablemente; en sastrería fallan la mayor parte pero hay un sastre científico
de primer orden, [dr., tachado] Chiriboga Alviar que ha fundado una academia
para propagar sus conocimientos [El gobierno, tachado] La nación sostiene una
Escuela de Artes y Oficios, llamada el Protectorado que [estuvo, tachado] fue
próspera á cargo de los padres salecianos de donde salieron inteligentes opera-
rios. Hoy este instituto [á causa del abandono oficial y del cambio, tachado] por
el cambio de administración oficial se manifiesta [decadente, tachado] conva-
leciente. Allí hay talleres de carpintería, [arriba escrito: ,ebanistería], herrería,
carrosería, talabartería, zapatería, tenería, y [ilegible tachado] tipografía, todos
movidos por fuerza hidraulica y el edificio es uno [bello, tachado] de los mas
elegantes y cómodos, [co, tachado] con lo que demuestra el solícito interés que
los gobiernos del Ecuador han mirado el cultivo de las artes mecánicas. Es de-
plorable que el ejercicio libre de la industria haya estado //
cohibido por la ley. En todos los talleres particulares exhiben los maestros
entre marco y vidriera la patente expedida por la Policía [para, tachado] que los
cuaderno 4 135
habilita para poder ejercer su oficio. Las profesiones liberales tampoco se pueden
ejercer libremente, es preciso presentar exámenes en unos casos y hacer refrendar
los Diplomas en otros, para poder ejercer. La refrendación de Diplomas como le
sucedió al Dr. Emiliano Forero se dificulta[n, tachado] y se le pone obstáculos y
dilacio [sic] indefinidas. El doctor Emiliano Forero no pudo conseguir durante
ocho meses que la Universidad le refrendara su diploma, como tenía derecho
de esperarlo por la gracia concedida á los profesores graduados en Colombia.
El profesor que se anuncia sin estas formalidades tiene penas de multas impo-
nibles por el inspector de estudios conforme á la ley de L.P.
La Universidad de Quito es un cuerpo autónomo al estilo de las de Salaman-
ca, intoca- / ble, irreformable é inmejorable segun dicen, donde se ha refugiado
la hermenéutica, la astrología y las humanidades de otros siglos. Parece que en
ella se hacen buenos estudios en medicina y legislacion, pues en todo el Ecua-
dor abundan médicos y abogados competentes hijos de este venerable instituto.
Pero carece de facultad de Ingeniería y Ciencias Naturales y anda [en, tachado]
á oscuras en Ciencias Sociales y Filosofía. La juventud allí se esteriliza en la
Metafísica y en el estudio de los clásicos latinos.
Los colegios secundarios están á cargo de los jesuitas y de los hermanos
cristianos y en ellos hay tres ó cuatro cursos de gramática, otros tantos de la-
tin, y otros tantos de escolástica, con absoluto descuido de las matemáticas, las
ciencias físicas, la química, la fisiología, la biología y demás ciencias positivas
que constituyen hoy por hoy el plan de estu- //
dios de los institutos verdaderamente científicos. Hablar de la clasificación
actual de las ciencias [arriba escrito: y de la filosofía positiva y de sociología que
las coronan] en estos institutos ecuatorianos sería caer en heregía ó en barbari-
dad. El Dr. Forero mereció conato de pueblada y lapidación porque tuvo el arrojo
de esplicar en una conferencia de cosmografía la teoría de Laplace sobre la ge-
nesis del [los, tachado] sistema planetario. Y, segun dijo el Sr. Rafael Gomez de
Latorre, el Instituto Mejía no se abrió con los profesores colombianos porque
estos fueron sindicados de maestros de magia y masonería.
La Biblioteca nacional situada en un edificio casi ruinoso contiene muy pocas
obras modernas; pero es rica en infolios en latin e impresos macarrónicos que
nadie hojea. Allí duerme la ciencia de siglos muertos. (V)
En materia de museos, á pesar de las riquezas de anticuaria que debe poseer
el Ecuador referentes á tres civilizaciones indígenas, no hay una sola colección
de estas cosas. Los / buenos ecuatorianos ofrecen al viajero á bajo precio ob-
jetos indígenas de inestimable valor para que vayan á enriquecer los museos
extrangeros Por falta de dinero no hicimos en los pocos dias de permanencia
en Quito una coleccion de [objetos, tachado] documentos incásicos que bien
hubieran figurado en nuestro museo nacional junto con el manto de Atahualpa
y las banderas de Pizarro.
136 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
fácilmente los cominos que los diarios. Para que se forme el lector la idea de la
Prensa de Quito reproducimos el siguiente suelto: de saludo á los profesores de
un colegio:
La literatura [esta dividida en partidarios de, tachado] liberal periodistica
está detenida, estática en Montalvo [que, tachado] y lo citan lo comenta[n, ta-
chado] y reproduce[n, tachado] hasta [el hastío y en partidarios de Cumandá
que la ponderan hasta la saciedad. Uno y otro son de la misma escuela literaria,
solo que el uno imita á Victor Hugo y el otro parece que no hubiera leido sino
á Atala, tachado] producir monsalvitis aguda. Tanto se repite por otro lado el
nombre de D. Leon Mera que se hace presiso leer á Cumandá. Quien haya leido
á Atala no tiene de que sorprenderse [?] en Cumandá. El mismo teatro los mis-
mos personajes la misma intención. Los esfuerzos juveniles son lamartinescos
además. El naturalismo que es [arriba escrito: en] la literatura / el tributo de la
belleza á la verdad en este siglo del positivismo científico, no ha podido llegar
á un pueblo alimentado mentalmente con la ficción metafísica (aquí lo del es-
tilo al comienzo del cuaderno W). Sorprende [arriba escrito: a primera vista]
que en este estado social en esta atmósfera intelectual y en un pais bello, como
pocos, la poesía y la música no tengan cultivadores selectos, ni la pintura [y la
música hayan florecido brillantes, tachado] continue teniéndolos. Despues de
Miguel de Santiago la pintura ha venido muriéndose en el Ecuador, sin que el
sentido estético se dinamice al mismo tiempo como [suceda, tachado] se ve en
las etapas que ha[n, tachado] recorrido la[s, tachado] familia[s,tachado] [artis-
tas, tachado] de las Artes emocionales. Si la estética de los colores decae, suele
ser para [que se, tachado] transformarse en una energía de mayor velocidad ó
mas compleja. La escena estática de la pintura, insuficiente á satisfacer el anhelo
del movimiento emocional que ha provocado cae en menosprecio inmerecido
vencida por la música y por la escena viva de la palabra; y la armonía puramente
emocional de la //
nota muda para el pensamiento provoca á la psicológica armonía del verso
y del cántico. (X)
Miguel de Santiago [fue con, tachado] en Quito, [como, tachado] y Vasquez
en Bogotá, [un, tachado] fueron accidentes artísticos revolucionarios, semillas
traidas por [los, tachado] pájaros de otros vergeles, [á terrenos ricos en jugos pero
de clima y medio impropio, tachado] germinaron por la fuerza individual de la
simiente; dieron su fruto, y [arriba escrito: al influjo del medio hostil] murieron
como plantas exóticas sin dejar descendientes [arriba escrito: (1) ni [el, tachado]
desdén con que [en, tachado] su época fueron tenidos. Solo los apreciaron á me-
dias los ignorantes frailes españoles paisanos de Velasques.] No se esplica de otro
modo el salto brusco que se nota entre ellos y sus antesesores y sucesores. (1) No
tenemos de qué ufanarnos por ellos hasta que no lleguemos al estado sociológico
á que [ellos, tachado] correspondian [arriba escrito: y].
138 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
ó por el aspecto del local. En una cobacha del palacio de Gno está la que me
parece que es de Moya.
(W-Se encuentra talento artístico en este pueblo desde el indio escultor en
piedra cuyas obras están á la vista en las fachadas recargadísimas de los templos;
en el pueblo medio que adorna sus obras de zapatería, carpintería y albañilería
con un gusto [nota de pié de página: Los cementerios sin arboles sin flores, tristes
como la [...] / exhubernate de ojetes, bordados, tallas y cornicerías churrigarres-
cas; en el pueblo culto que adorna sus casas con paisajes, cuadros y esculturas, y
se nota en la alta clase por sus mujeres casi todas cultivan la música y la pintura
y bordan bellamente. Este sentimiento estético se percibe hasta en la música del
lenguaje comun. El pueblo es naturalmente artista aunque elemental, pero no
prospera como no [ilegible] en lo demas.
(X- Aquí, despues de Olmedo, no ha vuelto á cantar ningun bardo. Todos los
poetas son orugas. La Antología ecuatoriana de poetas tiene 684 pags y exhibe
82 poetas, de los cuales 80 son inpasables, cuyas composiciones producen el
efecto de mascar vidrio. Los otros dos son Olmedo y Pallares Arteta” (qué con-
traste). Podría mencionarse á D. Luis Cordero.
(x’ El téatro es malísimo aunque su aspecto es elegante y artístico por fuera.
Lo alumbran con petróleo; pero no sube ninguna compañía dramática que valga
la pena y no hay autores ni actores nacionales.- /
w “Aquí no hay casa, restaurante, oficina, tienda ó pieza donde no haya
un paisaje por lo menos. Eso sí no se vé paisaje sin nevado: el Chimborazo es
lugar común así en pintura como en literatura” Hay unos niños que ofrecen
en venta al estrangero vistas ideales de muchos sitios, hechos á brocha gorda.
Los niños refieren a propósito del paisaje mentiroso algun pasaje histórico
del Ecuador:
-Vea Ud. esto representa la laguna de Yaguarcocha; aquí fue donde degolla-
ron muchos indios.
-Quién cometió esa carnicería?
-Yo no recuerdo si fué Tupac ó Bolivar: como qué fue Garcia Moreno….No!
fueron los Españoles que vinieron con Hernán Cortes.
“En casi todas las casas cubren las paredes con frescos mas ó menos malos y
es de notarse que abundan las escenas de amor del género fuerte
El amor no ha [subido, tachado] pasado en este pueblo de las nociones ele-
mentales de la animalidad.
“So pretexto de representar indios y ninfas, mal / tratan el desnudo de un
modo deshonesto. La abundancia de esculturas en yeso y madera sigue en canti-
dad á la pintura aunque los asuntos son mas nobles: milogía, santos, [y, tachado]
asuntos humanos por rareza y por excepcion de índole nacional. El arte aquí es-
casea en calidad y abunda en cantidad. (Y “En las 38 iglesias por rareza se ve una
obra de merito.” Sacados los cuadros de Miguel de Santiago (que no conocimos)
cuaderno 4 141
En Quito solo hay un parque aunqe [sic] parece que existieron otros dos en
Sn. Fracisco y en la Plaza Mayor [arriba escrito: que están abandonados]; pero el
que [ilegible tachado] conservan en el ejido al rededor del observatorio es de lo
mas bello que puede haber en Suramérica. Es un trapezoide de 58m / al frente y
200m atras por 340m y 400m á los costados. Allí hay arboles anejos, senderos
arenados, cuadros de flores preciosas, grutas de pinos tableados, senderillos
graciosos, un estanque dividido en dos partes por un puente de piedra Prados
de pastos artificiales, un montículo artificial con camino en espiral desde cuya
cuspide se domina un paisaje sin rival, un pabellon en el fondo con escalinata de
piedra donde se sienta el señorío de Quito á oir retreta los domingos y por últi-
mo hay allí un jardin botánico en que se cultivan especies exoticas. La portada
principal y las tres puertas de los costados son en elegante verja. El observatorio
con sus torrecillas, sus cupulas y cornisas embalaustradas, rodeado de una verja
ocupa el centro del ermosisimo parque. //
En cuanto Á estatuas públicas en bronce solo hay una, la del gran Maris-
cal, Á quien profesa el simpático pueblo del Ecuador Á pesar de sus resabios
coloniales, inmenso cariño. Por desgracia es una mala escultura. Aparece
Sucre de pie [con,tachado] mirando al Pichincha con [la, tachado] una mano
sobre el pomo de la espalda y la otra en actitud indicativa al sitio de su victoria.
La desproporción de las partes y lo ordinario del trabajo hacen que el viajero no
se recree ante la imagen del virtuoso malogrado Capitan de nuestra epopeya.
Más artística es la del mismo que aparece sobre el tímpano del teatro en un gru-
po de la Gloria y la Libertad, con el pie sobre el Leon Ibero y en actitud resuelta
empunando en una mano el estandarte de la República y en la otra la espada
que cortó la cadena colonial. El grupo es de yeso. [Parec, tachado] y al leon le
cortaron la cabeza segun cuenta una anecdota porque el ministro español lo
pidio por reputar aquello una ofensa á su Patria. /
Es muy cómodo ser dueño de una hacienda en el Ecuador. Los dueños de predios
además de ser ricos son personas de alta posición social y política, es decir que
gozan de mil consideraciones de parte de los demás individuos del agregado y
tienen en sus manos un gran poder. Las consideraciones de que con objeto pro-
vienen principalmente de que son ricos, aunque ellos y los que se las prodigan
digan que es porque son buenos. Y son ó se han hecho buenos. Es natural, el
hombre acomodado puede cultivar su espíritu y suavisar su carater. El poder
proviene de que ellos son la cúspide de la pirámide social y por ellos pasa la re-
sultante de un agregado de fuerzas dispuestas de tal manera que la estabilidad
del conjunto no se altere ó que no haya movimientos interiores. Mejor dicho la
sociedad ecuatoriana es aristocrática. Las clases sociales no / tienen renovación.
- Las sociedades democraticas tienen sin duda clases selectas, pero estas vienen
luchando desde la base por conquistar las alturas y las [riqueza implica, tachado]
consideraciones [porque, tachado] son resultado del talento del trabajo y de la
virtud. Tanto se equivocan contra las leyes sociales los que pretenden allanar
las eminencias sociales como los que creen que eso puede y pretende la Demo-
cracia. La sociedad es una especie de anfiteatro cuyos escalones sucesivos son
mas y mas suaves comodos y lujosos, desde la piedra tosca hasta el rico y muelle
cojin, al acceso de todo el que por sus condiciones inherentes pueda escalarlos.
La igualdad democrática consiste en que todos los hombres tienen derecho á
colocarse en el puesto que le permitan sus merecimientos, es decir, que tienen
libertad de adquirir por igual esos merecimientos. Las clases sociales existen
por fuerza seleccionaria pero ellas no gravitan unas sobre otras en //
(2)
la yustaposición democrática: el[a, tachado] [ca, tachado] orden superior no
oprime sino que estimula al inferior. El movimiento de corrientes ascendentes
se cumple constantemente y la corrupción de los [sic] masas inmóviles no so-
breviene. La justicia se enseñorea en el equilibrio del agregado, como fuerza
natural de perfeccionamiento.
La pirámide aristocrática no es un simple anfiteatro, es una verdadera cons-
truccion por capas ó hiladas yuxtapuestas, de modo que las que están debajo
soportan el peso de las que están encima, con la circustancia en oposición á toda
ley de equilibrio, que los elementos inferiores son [los, tachado] mas débiles que
los superiores. [Hay en, tachado] Obran sobre este [artificio, tachado] agregado a
cambio de fuerzas naturales qe mantengan el equilibrio, artificios en lucha con
el movimiento, tendentes á imponer la estática. [Se sabe en efecto que los hom-
bres del, tachado] Los indios forman la primera hilada de la pirámide social en
el Ecuador; sobre los in / dios están los mestizos; sobre los mestizos los blancos.
El indio para trabajar la tierra, el mestizo es el artesano y el blanco es el amo que
cuaderno 4 145
Orden social. I.
En las sociedades como en los individuos el desarrollo físico prima sobre los
demas desarrollos. Lo primero es la formación del organismo fuerte, despues
146 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
por las clases selectas La ciencia, las artes, la literatura, las manifestaciones todas
de la inteligencia no florecen entre la nobleza. Ella vive con su orgullo estúpido,
se alimenta con la sangre de los indios y hace alarde de fanatismo religioso por
instinto de conservación, acaso sin apercibirse de que en ello estriba su fuerza
como entidad tradicional de un sistema proscrito.
El clero procedente ora de esta clase ora de los antros carlistas de España es
como la Nobleza propietario de grandes predios, dueño de numerosos //
(6)
conciertos de indigenas y usufructuario de preeminencias [mas, tachado] que
rayan en idolatría. Fuero en la legislación inmunidad social y poder inmenso,
ilimitado y abusivo, hacen de este gremio el verdadero soberano del Ecuador
que sostiene en alto á la Nobleza y pisa con planta ferrea la serviz del buen pue-
blo. Sin contrapeso en el orden social el Clero ha sido lo que le ha placido ser,
desde simple aficionado á toda clase de complacencias animales hasta poderoso
dispensador del oleo que intituye divinos [de, tachado] a los gobiernos [civiles
civil, tachado] dislocados de la tradicion teocrática. Como nobles imitan á sus
parientes, como propietarios no les van en zaga y como representantes de la
conquista son los mas fervorosos sostenedores de la Escuela tradicionista. Puede
decirse que en el clero ecuatoriano (salvo honrosas excepciones que valen por
toda la cleresía) se deposita, se conserva y se cultiva la idea y la clave del sistema
aristocrático del país.-
[En que consiste, tachado] Allí como aquí se diferencia el clero nacional del
clero extrangero solo que allí las diferencias son en la mayor parte favorables al
segundo, mientras que aquí sucede lo contrario.
[con corchete en el margen izquierdo: donde la Democracia tiene vida, la
Aristocracia lucha haciéndose útil en la ciencia, en la industria, en la filantropia,
en la caridad por no perder su alto puesto; pero en el Ecuador solo esgrime las
ventajas odiosas de la conquista.] /
//
Documento 3.
Gramática Chibcha
Extracto de la del S. E. Uricoechea
Cap. I. Ortografía.
No hay alfabeto (Sin embargo, existen las palabras leer y escribir, “ioquec
zeeubunsuca” y “bchihiscua”.)
No hay l ni d, y la r es ere siempre Y=EI o IE=E=I
150 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
Z=Fh (fuerte)
Ch= Ché francesa
E,I=(EI)=Y
H aspirada, como J débil.
PQ unidas, cuando están enmedio de dicción y seguidas por C o por P,L
Munuycea, el hombre;
Muyse-cubun, la lengua de los hombres;
Paba, el padre;
Pab-ipeu que, es de mi padre
Chuta, el hijo;
Chuty qui, la mujer del hijo
Ze pabu chuta, hijo de mi padre.
Sue, español
Su-cubim, lengua de español
Sustantivos: Adyacentes:
Yo- Hycha Ze (zehohosa, conmigo)
Tu-Mue Um (Umbohoza, contigo)
Aquel (El) Asy A (Abahoza, con él)
El (ése) ysy
El (éste) sisy
cuaderno 4 151
Ze-boi (mi manta), chi boi (nuestra manta), mi boi (vuestra manta), a boi
(su manta).
Tambien se hace la redundancia equivalente a “Yo, mi”, “yo, contigo”: Hycha
ze boi, Hicha ze bohoza, etc.
El ze posesivo equivalente a mi, mio, se reemplaza por i antes de ch, n, s,
t, x, z, como: ichuta, mi hijo; inyguy, mi hermano; izioma, mi legaña; izisquy,
mi cabeza. /
Yo hago= Zebquyscua
Yo hice= Um bquyscua
Tu hiciste= Ze bquy
El hizo= A bquy
Yo haré= Ze bquinga
Tu harás= Um quinga
El hará= A bquynga //
BQUYSCUA
Quica= Hacer
Yo haré- Ze bquynga
Tu harás- Um quynga
El hará etc.- A bquynga
Cap. XI Interrogaciones
(11)
154 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
El Nombre
Hychan-ita banza
Yo yo mezquino no
cuaderno 4 155
Xie fuizua?
Quienes son todos?=Quiénes son?
Ipeva-fuiza ma baza=
Qué todo tu traes= Qué nos trajiste?
Los cuales aceptan el pronombre Cha y la terminación que (ser o estar), v.g:
Superlativos
Se forman agregando in: Cho (bueno) choin (muy bueno) [arriba escrito: boní-
simo] . Si el adjetivo termina en a se pierde esta para formar el superlativo: [Cl,
tachado] cuhuma (grande), cuhumin (grandísimo).
El aumentativo se forma como en castellano, anteponiendo la palabra hata
o hataca que quiere decir muy: hata-cho: muy bueno; El superlativo máximo se
forma así: Cho (bueno), Choin (bonísimo), hata cho in (muy bonísimo)
Superlativos de adjetivos verbales como blanqueado.
Apquyhizyn maguenan: blanqueado.
Apquyhizynz ynapuyquyn= blanquadísimo Ynapuyquin, como modifica-
tivo del adjetivo, significa intenso; como modificativo del sustantivo, signifi-
ca muchos.
Muisca ynapuyquyn= muchos hombres //
En los adverbios y preposiciones adverbiales el superlativo se hace suprimien-
do la a final y reemplazandola por la terminación ia vg:
Anaca, anaquia=
Choc, choquia= muy bien
Zuhuca, zuhuquie= gusto, mucho gusto
cuaderno 4 157
Comparativos
Preposiciones aumentativas:
Otro caso muy general de comparacion: Pedro aquyznz, Juan quihycai azone
Pedro (es) malísimo, Juan (es) peor /
Comparativos de cantidad o número se hace con los verbos [arriba escrito:
ycungue, ycunga yscunza, yscungue] yscunza, yscunzynga (presente y futuro del
verbo {yscuncun= ser más}, así:
Genitivo de posesión
Otra formación especial del genitivo así: para cha (macho) y Guecha (tio
materno) se pone chas, guechas
Chas gue (la casa del varon, Chas guaia (la madre del varon)
Los nombres de dos o tres letras acabados en e pierden esta letra, así:
Ie (el humo); I-ie: Humo del humo o camino del humo o chimenea
Pronombre
Pronombre personal
1° Guahaicansuca, muahaicansuca
“ - aborrece[m, tachado]rte //
10° Tambien suele ponerse con otras formas verbales de tercera persona, como:
Ie ma bsoscuaza = No come nada
Nada tu, come no //
11° Tambien en verbos de segunda persona suele ponerse ma en vez de um, v.g:
Abas ma zyzynga, en vez de abas um zyzynga = No lo codicies.
Otros pronombres personales
Cuantitativos
Fie= Mucho
Se observa que en vez de n se agrega c, [además de, tachado] cuando los nu-
merales se juntan aguen, aga que quiere decir ya:
u Cuando se juntan con los verbos que significan tiempo [ilegible]pone z, v.g:
Pronombres
Cha-Yo Chia-nosotros
Ma-Tu Mia-vosotros
Chahan Chihan
Mahan Mihan
Yn Yn
----
Zuhue – Chihue
Muhue – Mihue
Hoc – Hoc
----
[Raices y verbos
Raíces de verbos
En Scua En Suca
Zegu = dicho Cuban–palabra
Cuban – Palabra Tizin – amor
Bta – dar Zebquyn–encargo, tachado] //
Adverbios de tiempo
Ahora:-Fa, sa
Antes-Sasa
Antes que-Sa suca //
cuaderno 4 163
xx Guatavita | Panqueba
xx Guateque | Pasca
xx Guatoque | Quetame //
Sesquilé syquyle (?)
xx Ramiriquí | Socotá
xx Ráquira | Socha
Saboyá | xx Susa (lo mismo que Zipa y
Z[ilegible]
Sácama | xx Susacón
Sáchica | xx Sutamarchán
Samacá Thamacá | xx Sutatausa
xx Sátiva | xx Sutatenza
xx Soacha Sua-Chá | Tabio
xx Soatá Sua-tá | x Tasco
xx Sogamoso Sua mox | Tausa
xx Somondoco | xx Tena Tyma
Sopó | Tenjo
Sora | xx Tenza Tynasuca
Soraca | xx Tibacuy
xx Sotaquirá Suta quira | x Tibaná
xx Suaita | xx Tibasosa Tibasusa
xx Suba | Tiribita
xx Subachoque | Tinjacá Tinhacá
Suesca- Suesuca | xx Toca
Supatá | xx Tocanzipa
xx Sastoque /
Suapaga (rio) Sua-paga
xx Togüí To-güi
Tópaga To-paga
xx Tota
Tunja Hunca, Hunza
Turmeque
Tuta
xx Tutazá
xx Ubaque
xx Ubaté Ybaté
Unvita
xx Usaquen Ibsaquin
Usme
Uvita
Viota
cuaderno 4 165
xx [ilegible tachado]Viracachá
Zetaquirá- Zytaquin
xx Zipaquirá
xx Tenza Tinisaca
tinisuca //
Traducciones
Chimichagua-Chiminigaque El creador
Tunja-Hunza Cercado de Huncahua
O señor (hue) de Hunza
Bojaca-Mojaca-Moxa ca- Cercado de la víctima
Togüi Casa del perro
Moniquirá Monquira Otra tierra
Gachaneque gachanyquy Llaga del guarda
Guaquira Pueblo del cerro o del peje
Tiquisa Tyguyza sin ventura //
Tunzaque-Tunzaque [pan para el zaque, tachado] el zaque negro
Tunza casa negra- o sin pan
Hunzagua=cerro del ídolo=Onzaga
Tinjacá-Tunjacá-Fonzacá=Consacá
Usaquen-Uzeaguy-Nido frio
VEREDAS
Bosigas “ “
Uche “ “
Chonquira “ “
Gaunza “ “
Guaguaní “ “
Ocuzá “ “
Sia toca “ “
Sotaquirá “ “
Soconsua “ “
Tuaneca – Vereda de Toca
Cunucá “ “
Raiba “ “
Tinua Vereda de Tuta
Tintova (Cacicazgo de Cheva) Jericó
Guantó – Vereda de Gámeza
Satova – “ “
Sasa “ “
Tajausí – Cacique de Gámeza /
Cuazá – Vereda de Labranzagrande
Chaguaza “ “
Ochica “ “
Ocobé “ “
Suacia “ “
Uchuvita “ “
Uzasá “ “
(Todas fuera del territorio chibcha)
Tutazá – Vereda de Paya
Norancuá “ “ “
Suapaga – Rio y vereda de Paya
Taguá – Vereda de Morcote
Tocaría “ “
(Las anteriores están fuera del territorio)
Moniquirá – Vereda de Pisba
Cómeza – Vereda de Socotá
Chipa – “ “
Coscativá “ “
Cochía “ “
Chusvita “ “ //
Guáquira – Vereda de Socotá
Gualatamo “ “
Mausa “ “
172 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
Parpa “ “
Anaray – Vereda del Paramo en Socha
Bisbita “ “ “
Sochuelo – Vereda de Socha, donde estuvo antiguamente el pueblo.
Socuará – Vereda de Soacha
Guaita – “ “
Tutasco – Vereda de Tasco
Hormezaque “ “
Turaquira – Vereda de Turmequé
Rinchoque “ “
Chiratá “ “
Siguineque “ “
Guanzaque “ “ (alto del Zaque)
Joyaguá
Chinquira “ “
Juratá “ “
Páscata “ “ /
Veredas de Guayatá
Tencua
Sochaquira “
Súnuba “
Guavita “
Ciavita “
Fonzaque “
Gacha “ Valle de Tensa [Joibus ?]
Sunubé “ “ “
Fucansa “ “ “
Runi “ “
Tuzo “ Suacha C/marca
Manegacha “ “
Agua eun “ “
Chipo “ “
Chacua “ “
Tinsuque “ “
Chusacá “ “
Chanca “ “
Guanzaque “ de Turmequé (Boyacá)
Ruichoque “ “ “ //
Teguaneque – Vereda de Turnequé (Boyacá)
Baganique “ de Ramiriquí (Nombre del Cacique)
Piranguata “ “ “
cuaderno 4 173
Vocabulario chibcha
de las palabras mas usuales
Sustantivos
A (español) A (chibcha)
Mazamorra Suque //
Medicina Otaz Punta, Filo
(remedios) Hizca Ocasa Verdad
Mensajero Tyuquyne Ona Lombriz
Mentira Chihiscago Opcua Ojo
Mes Chie-Suna Opcuasuta Tuerto
Mezquindad Taban Opcua manguenza Ciego
Mico Mizegüi, Muysco Oque Señal
Mochila Chisua P
Mochilita Cona Paba Padre
Mollera Mue Pabcha Prima
Monte Gua Panta Prima
Mosca Ibsa Pcua- Lengua-Pepita
Mosquito Chue Pcuaca Braso
Moza Chuza guacha Pcuahaza Rayo
Mozo Guacha, Guasqua Pcuamne. Cuan, Costal
Mozo (criado) Zubatan zona Pcuamne chuta Mochila
Manceba Tygüi Pchiqua, Ventana, Agujero
Moza (niña) Guasqua fucha Pquyquy Voluntad
Mozo (niño) Guasqua cha Psihipcua- Cacique, Príncipe
Mugre Tymy /
Mujer Fuhucha, Fucha Q
“ esposa Güi Quibsa Ají
Mundo Quicagua, Azonuca Quica- Pueblo, Patria,
Murciélago Supcua Fábula
Nadador Nyhyza guesca Quicagua azonuca Mundo
Nalgas Iohosa Quihicha beheta- Pati-zambo
Naríz Saca Quhicha muy hica- catorce
Neblina Fava Quihisa Algodón
Nervio Chihiza Quihyza Saliva
Nido Uze Quisua Alacrán
Nieto, nieta Chune Quizo Perdíz
Nieve Hichu Quye Taba, Arbol
Nigua Sote Quyca Pestilencia
Noche Za Quyeca Rama
Nombre Hyca Quyecho Flecha
Nuera Gyi,Gyca Quygua Frente
Nueve Aca Quyhica Boca
O Quyhye Barba //
Ocasión Quypcua Quyhyn Geme
Oido fino Chuhucachie Quyhytymuy- Casa mediana
cuaderno 4 181
Adjetivos
Apéndice
Madrugada Cagüi
Nosotros Chie
Nuestro Chi
Qué Ipco, Iacho
Quién Xi, Xis, Xie}
Vosotros Mie
Yo Hycha
186 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
Tu Mue
El Asy [?]
Ellos, Ellas Yse
Qué? Ipco, Iahaco
Segunda vez Ycja muyaca
Una sola vez Zonata
Lugar, Ocasión Quypena //
II Aniomi Castrado
Dulce Mica Apquyquy Alegre
Duro Abasen mague Aquimin Plazo
Duro Acamen mague Aquyn Frio
E Asuy, As Aquel
Entrambos Tamca [?]
[El, Ellas A, tachado] Ataban mague Mezquino
Ellos, Ellas Yse Atabe Alguno, algunos
Enfermo Iusuca Atas, zitas, mitas- El mio, mio,
Enfermero Iuquin yo mismo, tú mismo
Enojado Aguegue Atabanza Generoso
Entero Hiscue Atacchiguene Parejo
Ese, Este Sisy Atiban Amarillez
Enviado Chatynca Atobaca Redondo
Espeso Hytyvco Atuca Unico
Ermitaño Chubaquin Atiban mague Morado
F Azunga Pequeño
Falso Nza B
Frio Nyco, Aquyn Buchua Seca
Fecunda mujer Xiquigüi Bgyu Postrero
Fria cosa Nyco, Aquyn /
G C
Goloso Afain Cuhipcua Sordo
Grande Chuhuma Ch
Generoso Atabanza Cha Macho
H Chaquisca Baldío
Hablador Acubatan mague Chatyuca Enviado
Helada Hichu Chi Nuestro
Hermoso Mcepcuasa [?] Chie gue Agudo, Sagaz
I Chienuca
Igual Mahatec Chisquico Verde
Izquierdo Zuina Chisquin Azul
J Chite tupcua Caliente
Juntamente Emzac Chitue Caliente
cuaderno 4 187
Redondo Atobaca
Reluciente Achinan mague P
Respondón Achachuan mague Qqueta Tonto
Risueño Agytyn mague Queba Advenedizo
S Quihipchipcua
Sagaz, agudo- Chie gue Quihichipcua Pisada //
Documento 1.
Costumbres de Quito
Los nacimientos los celebran con festejos en que abunda la chicha y el guiso
de curí (ají de cuy), preparados por el marido. No acostumbran nombrar de
padrinos á los blancos, aunque estos sean los patrones. Dos dias despues del
nacimiento hacen el bautismo. Convidan á la fiesta á los amigos quienes para
poder concurrir están obligados á pagar su escote. La fiesta se reduce a comer y
beber hasta caer dormidos. Ocho dias no mas dura la dieta de la madre.
Un indio que se enamora lo pone en conocimiento de los padres de la niña
para poder visitarla todos los domingos. El novio bromea en la casa de su novia
con todos por igual, de manera que un extraño no puede imaginarse que hay
predilec/ción. El galán lleva á las visitas chicha y aguardiente, para ganarse la
voluntad de los padres que es la que decide el sí de la novia, esta obedece cie-
gamente. Si por cualquier motivo el matrimonio no se lleva á efecto, el padre
calcula el valor de los obsequios que ha hecho el novio en su casa y se lo devuelve
en dinero. Ajustada definitivamente una boda, el capitán de indios (que allá lla-
man alcalde) le entrega la novia al servicio del cura por el término de ocho dias,
terminados los cuales el novio vá á reclamarsela al Cura y la pide solemnemente.
Vienen luego las proclamas y demas ceremonias religiosas y sacramentales. A la
ceremonia concurre la novia vestida de bolsicona, es decir, con enagua cerrada de
bayeta roja ó morada, con diadema de joyas, grandes sarcillos y collar, ajuar que//
tiene obligación de darle en préstamo el padrino, que generalmente es su
propio padre. El hombre lleva tambien traje especial que consiste en pantalón
largo de dril blanco, aplanchado y abierto de la rodilla para abajo, al estilo meji-
cano, poncho y sombrero nuevos. De la iglesia salen á son de tambora, chirimía
189
190 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
Las vísperas de las grandes fiestas se celebran con cohetes, arbolitos de tre-
mentina, vacaloca y carreras en caballos de trapo. En estos regocijos indígenas,
el prioste está en todas partes arruinando á los amigos y obsequiando á los
192 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
ramo; el burro y el morraco llevan ademas mil frutas pendientes. Los indios de
la fiesta tambien van disfrazados con trajes vegetales y con pendientes de frutas
y flores. Entre músicas de tamboril y pinguhios (especie de clarinete indígena)
recorren todas las casas y tabernas del lugar, hasta que la noche y la embriaguez
los recojen cariñosas en su misterioso seno. /
No se piense por esto que el indio sea católico. Un ligero análisis de estas
costumbres demuestra á las claras por el contrario, que el indio ha continuado
el culto de sus dioses. La iglesia remplazó el adoratorio, la custodia estrellada
y resplandeciente es para ellos la mejor representación del Sol; los santos, las
imágenes y demas objetos del culto han ocupado en su imaginativa religiosa el
lugar de sus antiguos ídolos; los sacerdotes de hoy son para ellos los sacerdotes
de antaño que tambien hacían rogativas en busca de lluvia. Le han cambiado
el nombre á sus dioses, ellos han olvidado los antiguos nombres, pero no han
cambiado las entidades abstractas en cuyo honor hacen hoy lo mismo que hacian
los buenos súbditos de Atahualpa.
El indio de hoy tiene las mismas super //
ticiones que tenia el indio gentil sumadas á las que les han enseñado los cris-
tianos que son tan infundadas como aquellas. Todo para el indio es un motivo de
zozobra: los indicios y augurios lo asaltan en el ruido del huracan, en [el aspecto
del cielo, tachado] los celages del firmamento, en los gritos de los animales y en
el aspecto de la vegetacion. Si zumba la mosca al entrar en la casucha, tendrán
carne en la comida; si los curís se alegran, esperan huésped; si canta el buho, hay
muerto en la familia; si la tortolla arrulla, desgracia segura; si el arco iris aparece
al occidente enfermedades epidémicas; si canta la gallina, carestía y hambre; si
el Cotopaxi hace erupción, guerra; [si se queman las tuzas se malogra el maiz; si
ven la culebra es buen indicio, tachado]
Las actuales ideas de los indios se diferencian muy poco de las que tuvieron
antes de la conquista. La física de la naturaleza es la misma de entonces. El aire,
las plantas, la luz, el universo se mueve para ellos, / impulsado por [agentes, ta-
chado] entidades inteligentes que tienen el conocimiento del futuro, los cuales
son agentes de Dios. Ese espíritu supersticioso de los indios corresponde con las
ideas metafísicas de sus opresores y se acomoda perfectamente á sus atavismos
y vagas tradiciones, si es que la opresión se las permite.
Para el indio, que no ha tenido mas enseñanza que la religiosa ni mas fuentes
de ideas que las que se refieren á los asuntos espirituales, todo tiene su explica-
ción metafísica, todo tiene su motivo en una voluntad caprichosa, sobre natu-
ral é incomprensible, pero infinitamente poderosa y sagaz. Esa voluntad tiene
por costumbre anunciar la [comida de carne, tachado] visita de los amigos [en,
tachado] por medio de la alegría de los curís, el hambre del pueblo por medio
del canto de la gallina y las convulsiones sociales y políticas por medio de la
erupción estruendosa de los volcanes.
194 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
Fuera de esta misión docente de los gobernadores [de indios, tachado], estas
autoridades político-religiosas, tienen otras funciones que desempeñar, dignas
de mención, tachado]
ción de los artículos mas excelentes, previa indemnización, al justo precio
que ellos imponen. Lo mejor es equitativo que sea para el amo cura.
Otra misión de los alcaldes y gobernadores //
es la de [vigilar, tachado] velar por la buena conducta de las viudas y solteras,
y disponen para el efecto de las visitas domiciliarias: para ellos no hay puerta
cerrada. El mancebo que requiere de amores á una india, cae bajo la vigilancia
socarrona de esta policía de ojos de Argos, y antes que la intriga amorosa tome
mal sesgo, ya el cura y los deudos toman cartas en el asunto para hacerlo termi-
nar en los esponsales. La tendencia humana es violar los reglamentos. Aseguran
sinembargo algunos [conocedores de costumbres, tachado] observadores, que
antes de los esponsales las costumbres indígenas permiten [un año, tachado]
doce meses de amaño, para saber si congenian los futuros cónyuges.
----
Preocupaciones. Creen los indios que hay un ser sobre natural muy alto,
de gran sombrero, que llora y produce las quebradas. A este lo llaman duende.
Cuando lo ven, pues / casi todos aseguran haberlo visto, se espera un siniestro.
El arco-iris bebe agua. Las plumas de la gallina y el pelo de los curís los arrojan
al camino para aumentar la reproducción de las crias. El diablo anda por los
campos en figura de culebra. Finalmente los indios sufren frecuentes alusina-
ciones que les hace ver cosas extraordinarias y sentir atracciones irresistibles.
----
Receta para chicha jora. toman maiz amarillo delgado y lo riegan en un patio;
lo cubren con una capa de tierra y lo riegan hasta la germinación. En este estado lo
recojen, lo laban, lo cocinan y lo muelen. Esta masa la disuelven en suficiente
cantidad de agua, la ciernen y la guardan en moyas enterradas hasta la completa
fermentación que dura ocho dias //
El jaúchihua: es una fiesta agrícola que se celebra en las haciendas al terminar
la recolección de las cosechas. Generalmente se rigen por la cosecha del maiz;
pero tambien la hacen en la cojienda del trigo, de las papas, etc., según las cir-
cunstancias, del cultivo propio de cada hacienda. Para la terminación del entroje
los indios se presentan vestidos de limpio. Recojido el último saco de frutos, las
indias atan de la cintura á los patrones y mayordomos que presencian las faenas,
con el extremo de una faja roja muy lujosa, con calados y bordados, que cada
una lleva ese día al efecto y tiran del otro extremo hasta el patio de la casa. Los
hombres llevan a cuestas los sacos ó bien los conducen en bestias si la semente-
ra es distante. Al llegar á la portada, el indio mas grande grita a todo pulmón:
196 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
jauchihua! jauchihua! Jau / chihua! y todos los demás contestan en alegre coro
jauchihua! ... las indias sobrantes invaden las habitaciones en persecución de
damas y demas patrones á quienes conducen hasta el patio haciendo creer que
los traen á la fuerza. Ya en el patio le dan tres vueltas entonando cánticos de fe-
licitación á los amos por la buena cosecha, de votos por que la del próximo año
sea mejor y de alabanzas á su propio trabajo, á cuyo mérito se debe la fertilidad
de la tierra. Luego se dirijen á la troy y allí vuelven á cantar algo que significa
que todo [s, tachado] el acopio de frutos es un regalo que ellos los servidores les
hacen á sus amos. Si los indios no fueran tan humildes se podría creer que esta
parte del formulario es una irónica protesta contra la explotación de que son
víctimas. Concluido el lúgubre //
Canto [s, tachado], cada patrón preso gratifica á su conductora con alguna
moneda y principia la fiesta en que ostentan los propietarios verdadera prodi-
galidad. Se come en abundancia, se bebe mucho mas; hay corridas de toros,
bailes y cuanto puede ser grato á los gustos de los buenos servidores. Desde sus
balcones presencian los aristócratas hacendados una vez en el año el regocijo
de sus esclavos.
Esclavos y no otra cosa son los indios ecuatorianos, aunque la constitución
nacional lo niegue con descaro inaudito. Véase lo que son los conciertos, que
á continuación explicaremos, y dígase como pueden llamarse los concertados.
Conforme á la ley, ninguna persona puede arrendar sus servicios persona-
les por mas de cinco años. En cada hacienda hay desde / tiempo inmemorial
cierto número de servidores indígenas que se aumentan anualmente como los
ganados. Estos servidores hacen parte integrante del predio como las casas y
los arboles. Cuando se pone de venta una hacienda, se ponderan sus ventajas
y comodidades y se agrega que tienen tantos conciertos, como tantas cabezas
de ganado y tantas cuadras de cerca de piedra. Parece, pues, que los servicios
por concierto entran en los contratos de compra venta y pasan de un dueño á
otro mediante el traspaso del dominio. Tambien se subarriendan: el dueño de
conciertos en las épocas de cosechas fleta sus concertados por un precio doble,
triple y aun cuadruple del valor del jornal, según la demanda de peones. Vaya un
caso concreto como ejemplo ilustrativo: el Sr. Federico Campuzano necesitaba
una partida de peones //
para hacer una trocha de La Tacunga á la región oriental, en cumplimiento
de cierto contrato con el gobierno para hacer un camino. En las condiciones
del jornalero ecuatoriano, es muy difícil conseguir un número considerable de
peones libres. Hizo saber el Sr. Campuzano que necesitaba un gran número y se
le presentó un agente de las reverendas madres clarisas á ofrecerle cuatrocientos
indios del concierto de alguna hacienda que tienen las monjitas. Se estipuló el
precio diario que debian recibir las Rs Ms [por reverendas madres] por cada peon
en sesenta centavos y como lo que cada indio recibe conforme á su concierto
cuaderno 5 197
es un real, la utilidad se reducía á cincuenta centavos por cabeza y por dia. Tan
notable y pingüe ganancia la justificaba el agente haciendo notar que la región
donde iban á utilizarse los conciertos es mor / tífero.
La Constitución del Ecuador consigna en uno de sus artículos que enel te-
rritorio de la República no hay esclavos. La ley prohibe los conciertos por mas
de cinco años. Cómo se explican en consecuencia los hechos anotados arriba?
El dueño de haciendas que va á concertar un indio libre se presenta con él
ante el juez parroquial para ajustar el arriendo. El magistrado nombra un testigo,
especie de curador, que presencia la diligencia de concierto y firma en represen-
tación del indio. En esta diligencia se estipula [como, tachado] entre otras cosas,
que el concierto durara por cinco años improrrogables.
Antes de expirarse el término del arrendamiento, por influencias del pa-
trón con el gobernador, cae el indio de prioste ó bien por causa de su misera-
ble jornal //
con el cual tiene que mantenerse, ó por la muerte involuntaria ó fortuita de
alguno de los animales que están á su cuidado y de que es responsable confor-
me á las estipulaciones del concierto, en una palabra por tantos motivos como
dias tiene el año, el indio se alcanza en sus cuentas. Entónces el patrón vuelve
con el indio á donde el juez a hacer cuentas y por saldo renueva el contrato, pa-
ra que el indio pague el saldo que le resulta en cuentas, por el termino de cinco
años improrrogables. Esto se repite tantas veces como lustros tiene la vida de
un concertado.
A la muerte del concertado la viuda concurre con sus hijos al pago de la re-
lativamente enorme deuda, la cual supera siempre al valor de los jornales de la
familia durante la minoría de edad, lo que obliga al mozo que cumple veintiun
años á celebrar su primer concierto para pagar deu / das contraídas por él mismo
y acaso para terminar con las hereditarias.
El concertado gana actualmente un real de jornal del que tiene que mante-
nerse. El trabajo se comienza a las 6 a.m. A las diez de la mañana, se presenta la
mujer en el cultivo trayendo en una mano una ollita ahorcada con una cabuya,
tapada con una hoja de col y coronada por una cuchara negra de madera; en
la otra mano trae en un pañuelo un puñado de maiz tostado y una botella de
chicha para que almuerce su marido.
Los peones se sientan en rueda y las ollitas pasan de mano en mano y las
cucharas de boca en boca dando la vuelta, hasta terminar con el contenido de
todas las ollas simultáneamente.
Un rato de charla, de gracejos, de carcajadas y al trabajo nuevamente. A las
seis de la tarde regresa el indio á comer á su cabaña //
presa de las mas extravagantes alusinaciones. Sienten que una fuerza miste-
riosa los atrae hacia los abismos del camino y muchos aceptan inconcientemente
la oferta salvadora que les hace el hado y se precipitan por los peñascos.
198 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
Cuentas
Además del salario, el indio concertado tiene derecho á los siguiente: una cua-
dra de terreno y el pasto para una ó cinco bestias. Al fin de cada mes tiene que
recibir una provisión de víveres en frutos desechos de la hacienda, cuyo precio
se le carga en cuenta. Cuando se muere algun ani //
mal de peste se despresa y se distribuye entre los concertados cargandoles
tambien en cuenta el valor de la carne al precio corriente. El 1 de noviembre re-
cibe tambien el concertado á cuenta de salarios una muda de ropa. Todo esto y
las pérdidas de los animales y objetos que están bajo el cuidado de cada cual, se
hacen figurar en el debe del indio. En el haber se abonan únicamente los jornales
por los dias completos de trabajo: si el indio sufre un dolor de estómago a medio
dia y no puede seguir en la faena, pierde el medio día trabajado.
En el Ecuador no hay resguardos de indígenas.
La misha. Es un juego que apuestan generalmente los patrones jóvenes con
las [mosas, tachado] indiecitas bonitejas. No hay previo consentimiento en la
apuesta: es costumbre respetada y obligante. En las cojiendas de maiz blanco
[suelen en, tachado] / los patrones andan buscando aquellas mazorcas que ten-
gan un grano pintado, encontrada por casualidad con pinta negra se la botan
a una viuda, con pinta roja a una soltera. Si la mujer la recoje, está obligada a
obsequiar al hombre con lo que este le pida.
----
cuaderno 5 199
del sol en las diferentes épocas del año. La preocupación religiosa de los cronistas
que á todo le daban idea de culto hicieron estas columnas símbolos de la luna y
del sol cuando no parecen ser sino simples gnómones.] edificaron un templo a la
primera divinidad en forma cuadrada y donde está hoy la iglesia de San Juan,
al norte, edificaron otro templo á la luna, redondo. [y en la cima de otra colina,
tachado]. Los templos los edificaban en colinas [anotación de pie de página com-
plementa: el de Cayambi era de adobe circular, el de Carangua estaba forrado en
lamina de plata, asi como probablemente ...]. Edificaron otro templo a la luna,
redondo. Las imágenes del sol eran de oro y las de la luna de plata. Los tributos
que en estos templos se hacían eran de frutas, flores y animales (recuérdese la
costumbre de los actuales indios de Semillán).
El sistema de gobierno de los Caras era monarquía absoluta, con Asamblea
aristocrática consultable en casos graves y sin cuyo reconocimiento no podia
entrar á gobernar el monarca. La sucesión se hacía al hijo primogénito y en su
defecto al hijo de la hermana mayor.
Los Caras eran polígamos y propietarios. Vestian de algodon y lana, usaban
lanzas y picas de piedra. Construian fortalezas así [se inserta dibujo de fortaleza].
Te / nían tambores de troncos de árboles ahuecados (los mismos de los jivaros
de Oriente) que estaban fijos suspendidos entre dos maderos.
La esmeralda sobre la frente era la insignia de los monarcas. Los nobles
usaban diademas de un solo orden de plumas para distinguirse del soberano
que usaba dos. Las sepulturas eran entre los Caras en forma de montículos
huecos donde colocaban el cadáver con los enseres de la vida. Tolas se llama-
ban estas estas [sic] sepulturas. Así se llama todavía un barrio apartado al SE
de Quito y un pueblo en la boca del R. Santiago en Esmeraldas. Para inumar
el cadáver usaban las marchas y los llantos fúnebres que todavía se ven algo
trasformados.
La tola mas importante es la de Callo al pie de Tuipullo [ya descrita, tachado],
que vimos de paso. //
Los Caras usaban una escritura mas perfecta que la de los peruanos, si-
guiendo un sistema que no se ha estudiado y del que apenas queda vaga noticia,
consistente en el orden de colocación de ciertas piedrecillas de diferentes formas
colores y tamaños que disponian en estantes ó escritorios de barro. La invasión
bárbara de los españoles en busca de tesoros borró las huellas de esta ciencia,
que ya los Incas habian reemplazado con los cordones anudados, sistema mas /
rudimentario, llamado quipos.
[inicia con una nota (A)] Los Caras vinieron á las costas del Ecuador en bal-
sas ingobernables al impulso de las corrientes. Que corrientes se estrellan en la
costa de Manabí?
Los Puruhaes: en el gobierno sucedia el hijo mayor varón. Adoraban los ne-
vados. Chimborazo era Dios hombre, Tungurahia era Diosa, que se enfrentan.
cuaderno 5 201
Adoraban sus armas con figuras de guacamayas, animal sagrado para ellos.
Los meses lunares y años de 12 meses.
Capacidad intelectual. las tribus semibarbaras del litoral al propio tiempo
que no habían constituido nacionalidad, ni usaban vestido propiamente, que se
tatuaban el cuerpo, se deformaban el cráneo, se oradaban las narices para usar
argollas, que hacian sacrifi / cios humanos á sus dioses y vivian en constantes
guerras á caza de prisioneros, eran industriosos, compactaban sal y sostenían
comercio de oro y mantas con las naciones civilizadas del interior; pescaban con
narcóticos vegetales; labraban con arte en que se descubre un alto desarrollo
estético utensilios, muebles y estatuas de madera y de piedra; trabajaban la al-
farería con relativa perfección y tenian ideas claras sobre la calidad y precio de
las esmeraldas, perlas que ellos pescaban y de los demas objetos que constituian
sus industrias, y usaban la balanza en sus negocios. Conocian el uso de las velas
marinas. Estas tribus estaban en materias religiosas en el periodo pagánico.
Entre sus ideas religiosas tenian una de caracter científico que llama la aten-
ción: [tenian en, tachado] rendian culto á la Salud y á Esculapio. En el puerto de
Manta tenían un templo consagrado a Umiña, que es una inmensa esmeralda
tallada en forma de cabeza humana, a la que se le debían tributar esmeraldas
pequeñas. Cuando se venían los enfermos el sacerdote //
les aplicaba la esmeralda, tomándola con suma reverencia con un lienzo in-
maculado. En la isla de Santa Clara habia otro templo en que la imagen del dios
era una grande estatua de piedra de figura humana con la cabeza muy prolon-
gada hacia arriba; las ofrendas las constituian principalmente manos, piernas,
pechos etc. y demas partes del cuerpo tallados en oro y plata.
En la desierta isla sagrada de la Plata se rendía culto al Mar. En ciertas épocas
del año se trasladaban las tribus navegantes á esta isla á celebrar sus fiestas y a
depositar en el templo sus ofrendas, consistentes en vasos de oro y plata, ropa
fina y otros objetos valiosos.
[la multitud, tachado] En otros tabernáculos secundarios rendian culto á
divinidades malévolas [Marte o Proserpina, tachado] simbolisadas en cabrones
negros, ante las cuales degollaban á los pri / sioneros. Las cabezas de las víctimas
las conservaban [en los templos, tachado] dentro de los santuarios reducidas al
tamaño de una naranjilla como lo hacen las tribus de oriente [les, tachado] y
los cuerpos cuidadosamente embalsamados los colgaban en las fachadas de los
mismos templos.
Las localidades que ocuparon estas tribus estaban regadas de estatuas de
vestido talar las mas semejantes a las de la Isla de Pascua, en cuyas cabezas se
descubren fielmente expresadas diferentes emociones:, cuales manifiestan es-
panto, cuales dolor, cuales sonrisas irónicas. Multitud de dados de piedra con
bajo-relieves de formas humanas y sim [blones (?), tachado] bólicos de los dioses
descritos se encuentran todavía esparcidos [en, tachado] bajo las selvas.
cuaderno 5 203
los volvió gatos negros. Los hombres actuales fueron creados por Pachacamac,
hijo de Ron, para lo que tuvo lucha con su padre. El jaguar y la culebra eran
animales sagrados.
Habia en cada localidad algun sitio llamados pacarinas, objeto de especial
adoración que no hubieran cambiado por otros mejores, mas bellos y fértiles:
la pacarina era el símbolo de la patria. En los destierros llevaban agua de su río
pacarina para bautizar otro de la nueva patria [anotación de pie de página con
la letra (E): Llevaban tambien reliquias de los dioses de las tribus y fincaban en
el culto de estas reliquias la prosperidad del pueblo].
Los indios consideraban todos los objetos animados, así era que hablaban
con el agua al pasar un río, se despedían de su chicha al ausentarse y la reque-
braba al beberla.
Levantaban mojones con columnas de diversos tamaños agrupadas, para
fijar el término de las heredades y provincias. Al pie de estas regaban chicha
en ciertas solemnidades. Deidades patrias, llamadas Uznos (como los Incas).
Ademas, cada nación, cada parcialidad cada familia y cada individuo tenía
un penate (Lares). Los cuerpos de los antepasados momificados eran venerados
como dioses. Todos los actos de la vida también tenían su dios Izhpana era el
dios de los orinales.
El ídolo familiar se transmitía de padres á hijos hasta la extinción de la fa-
milia: el ultimo se enterraba con él.
El indio en sus aflicciones consultaba á sus pe / nates y les pedia auxilio.
El ídolillo les decia por medio de suertes qué dios estaba ofendido. El espíritu
religioso de los indios era un fanatismo superior al de los católicos con todos
sus santos y advocaciones.
La naturaleza los tenia amedrentados: en todas las cosas se ocultaba un dios
que podia hacerles daño. La espiritualidad exagerada.
Todas las naciones ecuatorianas conocian y practicaban el derecho de
propiedad.
Hacian sus casas con adobe ó piedras toscas usando el barro como cimento.
En unos eran redondas como entre los Cañaris, en otras cuadradas y todas de
maderamen cónico cubierto de paja con claraboya para el humo. No usaban
ventanas y las puertas las cerraban con una manta ó con un cuero. El menaje de
las casas lo formaban el fogon que mantenian con leña de dia y de noche. Los
Cañaris conocían el carbon vegetal. //
Eran agricultores y cultivaban el maiz, la papa, la hibia, ruba, el rabano, el
ají, el tomate, la calabaza, la yuca, el plátano, el maní, la batila y muchas frutas
como las cerezas, la chirimoya y el aguacate. Comian chuchos blancos ó altra-
muces. Parece que no conocian la caña de azucar porque el dulce lo extraían de
la cana de maiz, ni la cebada. El cuy ó curí era su cria por excelencia: este era un
animal importantísimo. Usaban tambien el perro pequeño, comian poca carne
cuaderno 5 205
[inicia con letra (G)] Los Cañaris, que se sepa, usaban un sistema de escritura
diverso del de los quipos peruanos y de las piedrecillas de los Caras: escribían
en listones de madera por medio //
de líneas y figuras grabadas. En los sepulcros de Chordeleg se encontraron
haces de estos bastones hasta en número de 32 forrados en lámina de plata tam-
bien con grabados y unidos por medio de cintas de oro. La riqueza material de
estos objetos fue parte á que los conquistadores españoles los destruyeran.
[inicia con letra (H)] Los mismos Cañaris dibujaban planos en madera y en
tela. Belalcazar recibió de un cacique en Tomebamba un plano en tela que re-
presentaba el camino que debía seguir para avistarse con Rumuñahui.
[inicia con letra (I)] Tradiciones del Diluvio y del hombre blanco que pre-
dicaba, el cual dejó en Ambato y en Loja piedras marcadas con su pie. Estas
tradiciones son delos indios dela altiplanicie.
Resumen:
Los quichuas
Los Scyris celebraron alianza con los Cañaris de modo que con esta pequeña
nacion se repartian la región de la Sierra del Ecuador casi en su totalidad, co-
lindando con tribus casi bárbaras por todos lados. Entre esta confederación
Ecuatoriana y los peruanos Incas estaban interpuestas las tribus de los Paltas,
Huancabambas, Cajas y Cascayuncas.
En facil campaña llegaron los Incas hasta la frontera de los Cañaris quienes
apercibidos los rechazaron en un primer encuentro pero pronto correspondieron
que era inutil la resistencia á tan poderosos enemigos y se incorporaron tambien
en el Imperio mal de su grado.
En lucha titánica invadió el Inca Tupac Yupanqui el reino de los Scyris ga-
nando terreno palmo a palmo al precio de sangrientas victorias hasta las puertas
de Quito. /
Constituidos así los pueblos del Ecuador en largos años y difíciles campañas
los sojuzgaron los Incas, pero llevaron sus armas victoriosas hasta [el, tachado]
Pasto. Al sur iba el imperio hasta Argentina.
Al ocupar los Incas el territorio del Ecuador lo hicieron de un modo verda-
deramente como Señor que toma posesion de un hermoso predio. Construye-
ron rápidamente ciudades, palacios reales, fortificaciones, templos suntuosos,
cuaderno 5 207
pasaron al principio de la conquista en casi todos los pueblos como hijos del Sol,
como sucedió en Cundinamarca (L?)
Los Caras de Quito no ofrecieron resistencia á la imposicion politico-religiosa
del Inca porque estaban en un estado previo de este periodo sociológico.
Con cierto atavismo pagano, ó acaso cierto respeto hacia la agena concien-
cia, los Incas impusieron el culto oficial del Sol; pero permitieron el culto de los
demas dioses secundarios de las naciones conquistadas, práctica analoga á la
de los romanos.
Colegios. Fuera de los seminarios fundaron los Incas en el Ecuador los mo-
nasterios de virgenes consagradas al culto del Sol, las cuales hacian votos de
castidad y clausura perpetuas. Hubo monasterios de verdaderas monjas quichuas
en Caranqui, Latacunga, Luribamba (cap de los Puruhaes), [y, tachado]en To-
mebamba (de los Cañaris) y en Quito, el último de los cuales subsistió hasta la
llegada de los españoles, cuyos cronistas atestiguan su existencia. La virginidad
era pues, virtud amada por la Divinidad de los quichuas. /
El rigor administrativo de los Incas, que trasladaban al destierro á pueblos
enteros, condenó á la muerte tambien a naciones enteras: los Caranquis, parcia-
lidad emparentada con los Caras, como su nombre lo indica que demoraban al
Norte de Ibarra fueron degollados en masa a la orilla de un hermoso lago que
por haber enrojesido sus linfas tomó el nombre con que hoy la conoce el viajero
que viaja para Colombia; Yaguar-Cocha significa lago de sangre.
Varias parcialidades de los Cañaris, rebeldes al yugo de los incas fueron tras-
ladadas al Cuzco en destierro perpetuo; otro tanto sufrieron cacicazgos íntegros
de los Puruhaes, que fueron trasladados á las mesetas de Bolivia. A ocupar las
ciudades desiertas venían colonias quichuas y aymaraes.
Estos desterrados en grupo se llamaban mitimaes temperatura igual y seme-
janzas geográficas. Los mitimaes del Callao trajeron las llamas de las //
que se aprovechaban como bestias de carga y como ganado lanar aunque
nunca usaron su leche como alimento, usaron para ellos su carne.
Agri. los incas mejoraron la agricultura: se labraron campos abandonados
porque los aplicaron al servicio del Sol y de la familia imperial, se mejoraron
muchos que eran improductivos por falta de agua, pues construyeron canales
y acequias de riego a enormes distancias, canales y acequias de los que apenas
queda los vestigios.
Asociación. Las enemistades de las tribus belicosas desaparecieron y el es-
fuerso perdido en las guerras se consagró al trabajo. La asociación de esfuerzos
produjo multiplicidad en los rendimientos.
Vias. Humboldt compara las calzadas que conoció en sus vestigios á las an-
tiguas vías de los Césares. No hay fijeza en cuanto á la anchura de la calzada que
atravesaba de N á S todo el imperio desde / Huaca en Tulcán hasta los confines
de Chile, en mas de 800 leguas de longitud.
210 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
estrecha sin mangas y un manto largo para envolverse el cuerpo. Las mujeres
usaban atadas á la cintura por medio de una faja dos mantas una interior y otra
exterior envueltas hasta la pantorrilla, a la espalda una manta estrecha cruzada
sobre el pecho con un grueso alfiler. La taleguilla para la coca terciada como
cantimplora de cazador y las sandalias completaban el ajuar.
Algodonales. Sembrados, cultivados y cosechados por orden del Inca para
la distribución de los vestidos. La hilanza era oficio de las mujeres y el tejido era
de los hombres
Nombre del imperio. El nombre general era Tuhuantin suyo, como quien dice
el orbe. Cuatro regiones: al N. Chinchasuyo; al S. Callasuyo; al Or. Antisuyo y
al Oc. Contisuyo.
Organizacion administrativa. En cada una de estas regiones había una espe-
cie de virrey del supremo consejo del Inca. Los jefes de las nacio / nes conquis-
tadas seguian siendo autoridades dependientes de la organizacion del imperio.
Mediante la clasificación de decuriones, centuriones por informes que iban
subiendo de jerarquía en jerarquía, el Inca estaba al corriente de todo lo que
sucedía en el vasto imperio. El decurión por ejemplo visitaba á sus diez subor-
dinados á las horas de comer para vigilar el aseo y la disciplina de las familias.
Las casas estaban abiertas para el decurión.
Banquetes públicos. Dos veces al mes debian comer juntos los individuos de
un mismo pueblo, a la pampa presididos por el Curaca. Nadie debia entonces
ser tenido en menos. El pueblo tambien se juntaba para trabajar en la heredad
de los desvalidos.
Colegios de nobles. Tanto para rehenes como para educarlos regiamente se
llevaban al Cuzco á los hijos de los principes sometidos y enveces a los mismos
príncipes les confinaban á la Corte.
Conquista. Propuestas, halagos, buenos tratamientos, guerra y crueldad,
adopción de los //
dioses todo lo empleaban los incas para aumentar su imperio.
Administración de justicia. Pocos crímenes podian cometerse bajo la vigi-
lancia del gobierno inca pero si se cometian eran juzgados pronta y sumaria-
mente. Para ellos la prontitud era el primer atributo de la justicia. Cinco dias era
el tiempo máximun de duración de un juicio. Los Curacas eran los jueces y los
decuriones ó centuriones eran los fiscales. Tres penas habia: la reconvención, el
tormento y la muerte. Los delitos políticos se castigaban con prisión, confina-
miento, destierro y suplicio capital, segun convenía á la politica.
El desaseo, la mentira, la ociosidad se castigaban con tormentos mas o menos
dolorosos, segun la gravedad de la falta.
El incendiario el homicida, el adúltero, el blasfemo, el que irrespetaba la
virtud de las vírgenes, era condenado al último suplicio. / [A la familia de, ta-
chado] Algunos delitos se castigaban tambien en la familia del malhechor, como
214 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
llega este pueblo a tener la idea del tiempo indefinido sin principio ni fin. El Sol
es lo eterno.
Ese pueblo [cree pues en, tachado] concibe en el sol un Dios creador, inmortal
e inmutable //
Las [comparaciones, tachado] relaciones inconmensurables, indeterminadas
é indefinidas dan origen a las ideas vagas de infinito. Lo vago, lo incognocible,
lo indefinido, mediante una experiencia psicologica está dentro de nosotros.
El instrumentos de mensuración de lo indefinido es tambien indeterminado
é incognocible. La relación entre el Creador y la Criatura produce la noción
de alma.
El pueblo hijo y adorador del Sol es espiritualista. Por una deducción elemen-
tal para ese pueblo todo lo que se mueve tiene alma. Los pueblos espiritualistas
que en todo momento de las cosas adivinan la intervención de un espíritu que
obra en el nombre de Dios, son pueblos tímidos, sumisos inactivos y superticio-
sos. Al caudillo afortunado le reputan primogénito y predilecto de la Divinidad
y el gobierno militar se transforma el gobierno teocrático.
El gobierno divino debe ser gobierno paternal: / el hombre criatura débil que
le debe á Dios la existencia y la vida á cada momento expuestas, no puede negarle
al gobierno divino la mas ciega y absoluta obediencia y de él debía aguardar el
agua, el alojamiento, el alimento, el vestido, la esposa y todo! La agricultura para
este pueblo debia ser el mejor ejercicio religioso porque se cumplia en asocio del
dios de la fecundación.
Un físico, un debil físico que se hubiese presentado en medio de ese pueblo,
sería un revolucionario formidable que habría hecho retroceder á Dios muchos
millones de leguas mas allá del Sol. //
Junio 26
Estática indígena y la mezcla
Especies distintas. En Quito se ven varios tipos de indios: unos pequeños [chatos,
tachado], de piernas gruesas arqueadas de modo de formar una O alargada con
ellas cuando juntan los talones; el color de estos indios es de chocolate reque-
mado y se asemejan a los de Guaranda y Ambato por el pelo sucio en mechones
despeinados que les caen sobre la espalda. El rostro cuadrado de pómulos salien-
tes, nariz chata, boca grande, dientes cortos y parejos, frente estrecha y mirada
baja. Excepto el pelo que los chibchas actuales usan recortado, guardan aquellos
indios mucha semejanza con los nuestros de la altiplanicie. [arriba escrito: El
traje es desarrapado y sucio, calzón blanco de largos fundillos, muchas ruanas
deshilachadas de diferentes colores y gorros de picos á uno y otro lado sobre las
orejas, con las cuales en veces apenas se cubren la coronilla.] Por esta razón se
nos ocurrió que este sea el antiguo tipo ecuatoriano de la Sierra, quitu, puruha
cuaderno 5 217
o cañaris. / Hay otros altos, de miembros hoseos y delgados, tipo de rostro bien
conformado de color mas amarilla que carmelita, boca grande, mentón redondo,
pomulo saliente nariz bien cortada y pelo abundante recortado á la altura del
cuello. Estos indios se presentan en Quito sin sombrero, con una ruana corta y
angosta que apenas les cubre los enflaquecidos codos y un pantalón de lienzo
ajustado y de una cuarta de pierna á modo de calzón de baño. Llegan con rasgos
pintados en la cara. Estos probablemente vienen de tierra caliente y son una de
las especies de indios de la región Oriental.
Otra especie de indios de buena estatura mas bien altos que bajos, fornidos
de miembros, corte de cara perfecto menton redondo un tanto pronunciado,
labios gruesos pero bien rasgados, nariz perfec- //
tamente aguileña, ojo grande y de mirada dulce y levantada y pelo largo
hasta la espalda que les cubre las orejas. El color es carmelito oscuro limpio.
El vestido que usan estos indios es un calzoncillo muy ancho de liencillo blanco
á la altura de la rodilla, camisa ordinaria de lienzo ó no camisa y dos o tres rua-
nas enormes de lana de colores vivos rojo o amarillo a listas de contraste fuerte,
puestas unas sobre otras y un sombrero de fieltro nacional de alas arriscadas
como navio de papel. La musculatura y la belleza varonil de estos indios son
cosas que llaman la atención del extrangero. Las mujeres altas y rollizas también
y de bellas formas no son tan hermosas como los varones, de modo que es mejor
mirarlas cuando ellas miran á otro lado. Ellas usan [una, tachada] dos mantas
pardas o paños cortos / sobre el pecho y la espalda prendidos sobre el hombro y
bajo el sobaco con alfileres, los extremos inferiores de las mantas están cojidos
á la cintura por el hanaco (chircate) que es otra manta envuelta en la cintura
que va hasta la rodilla asegurada con una faja roja atada en muchas vueltas que
le cojen en veces una cuarta de talle desde el cuadril hasta debajo de los pechos.
Ellas no usan sombrero [generalmen, tachado] y terminan su tocado con [aha,
tachado] manto [estrecha y larga, tachado] cuadrado de bayeta roja hasta la corva
que se cruzan y se afianzan sobre el pecho con un prendedor enorme. [arriba
escrito: Sobre este manto por detrás cae una coleta ajustada trenzada en rombos
con pábilo hasta terminar en una punta aguda semejante á la cola de un fara].
Indispensablemente llevan una manta en forma de amaca á la espalda suspen-
dida y anulada sobre la frente en esta hamaca vá el muchacho y á falta de el un
atado de ropas ó comestibles. Se adornan de gargantillas de //
cuentas y largos sarcillos de cobre ó de vidrio. La abundancia en Quito de
estos indios promedia por lo menos el senso general. Puede decirse que este es el
tipo general de los indios del centro de la república. El viajero los encuentra desde
Latacunga hasta el Chota. Indudablemente estos son los Caras= La presencia
franca y arrogante de estos indios contra la cual no han podido la servidumbre
impuesta por los Incas y por los blancos, la dulzura e inteligencia de su mirada
triste pero abierta como de quien no ha olvidado su pasada grandeza predispone
218 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
[La palabra, tachado] El sonido Psi besa constantemente los labios [voluptuosos,
tachado] apretaditos de las quiteñas y lo [dicen, tachado] emiten con tal parpa-
deo y melindre [encantadores, tachado] que dejan comprender [que gozan con
el juego de esa palabra (arriba escrito y también tachado: esperimentan cierta ...
en las membranas)] una especie de voluptosidad labidental las palabras quichuas
en el lenguaje señoril para dulcificarlo.
La palabra No es muy rara entre las quiteñas. Un visaje díscolo un movimien-
to brusco de protesta, una corrugación nerviosa no se ven / en Quito.
La índole de las ecuatorianas es suave y dulce, hasta el punto de no saber
manifestar sus desagrados. Cuando nos insultaron por la prensa, lo hicieron
con tal lenidad, que nosotros nos reiamos.
Las ocupaciones sedentarias son las preferidas por los mestizos; el quietismo
indígena se ha trasmitido íntegro á sus derivados. Las industrias pacientes, como
los tejidos a mano, los bordados, la [alfareria, tachado] serámica y las artes de
cuidadosa labor prosperan en el Ecuador. Admira la cantidad de paciencia que
los artífices saben consumir en sus obras. Las portadas de las iglesias especial-
mente la de San Ignacio, las tallas [de, tachado] en madera de los adornos de las
mismas y sus muebles llenos de incrustaciones primorosas, son monumentos
levantados [o, tachado] por la inconmensurable paciencia de los artistas [mas que
al, tachado] tanto como por su buen gusto estetico. Tejidos de paja, bordados,
figurillas de tagua llenas de detalles, labores de pelo, paisajes y sillas de plumas,
todo lo que exhibe el comercio manufacturero de la Sierra parece obra chi //
[arriba dice: sigue el fanatismo]
nesca. Si se tratara de premiar la primera virtud del pueblo ecuatoriano,
indefectiblemente sería coronada la paciencia.
La influencia de esta virtud ó como quiera llamársela es decisivo en todas las
manifestaciones, sociales de esa Nacion. La lentitud y seguridad con que ella se
mueve puede asegurarle larga paz y sólido aunque no rápido progreso, cuando
el verdadero equilibrio social llegue á establecerse. Pero hasta ahora esa misma
[condición, tachado] virtud de la masa popular, así como su exagerada creduli-
dad, han sido el motivo principal de su desventura y atraso. La religiosidad del
pueblo ecuatoriano es la misma que fatigaba la conciencia de los aborígenes: la
inmensa gerarquía de los dioses, desde el Sol hasta la figurilla de hueso que el
indio llevaba en la bolsa para consultarle á cada paso su conducta, dioses, [ge-
rarquí, tachado] á quienes debian mantener gratos sopena de mil infortunios,
han cambiado [de, tachado] los nombres pero no / su poder arbitrario y su
influencia multiple ni sus caprichos y exigencias de constante tributo. Para los
hijos de los indios Dios continua interviniendo con su infinito poder en todos
los asuntos mas tribiales de la vida, hasta en el movimiento de la hoja del árbol
y su inteligente y soberana voluntad se modifica con dádivas, halagos y súpli-
cas. Dios se complace con ciertas acciones de los hombres y se enoja con otras
222 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
y unas veces castiga con rigor los mas reconditos deseos y otras consiente la
inequidad descarada para despues satisfacer mas estruendosamente su justicia.
El premia a los que se le han sacrificado, con deleites eternos y con martirios y
tormentos espantosos y crueles entre los cuales el plomo fundido castiga á que
por seguir sus malos instintos desoyen sus mandatos. Entre Dios y los hombres
hay un sinnumero de Santos que sirven de intercesores cada cual con su espe-
cialidad abogadil, unos como Santa Rita consiguen los imposibles, otros como
San Antonio encuentran los bienes perdidos, otros como San Rafael devuelven
la vista á los ciegos, otros como Santa Ana hacen fecundas á las mujeres, otros
como San José //
les proporcionan esposo, etc. etc. de tal manera que cada santo hay que man-
tenerlo propicio por medio de oraciones y ofrendas para que atienda á las mil
necesidades de los hombres. Para ellos el dogma espiritualista del catolisismo
es asunto secundario; [Entre los hombres y los santos hay una tercera gerarquia
Hace 2000 años que estan entrando juntos (?) al cielo abogados a la intimidad y
al Consejo de Dios y continuan entrando según lo avisa el jefe de los sacerdotes
en sus canonizaciones] la religion ecuatoriana solo afecta en el concepto del
heredero de atavismos idolátricos las formas militantes que hemos descrito.
Los sacerdotes son una tercera gerarquía de semidioses situada aquí en la tierra
para varios efectos especialmente para recibir las ofrendas y para gobernar el
reino espiritual de los fieles. Los sacerdotes son sagrados, su fuero principal
consiste en llegar impunemente hasta el tabernáculo de la conciencia indivi-
dual por medio de la confesión: para ellos no hay puerta cerrada, conocen los
mas íntimos secretos de los hombres, viven dentro de los mas ocultos voliciones
de las virgenes y ocupan el corazón de las esposas y mantienen en esos antros de
la conciencia el es / píritu religioso ferviente. Eso y lo que se llama gobernar el
reino espiritual de los fieles. El gobierno espiritual, como cualquier gobierno,
se preocupa especialmente de la paz: que no entre en su reino ningun elemento
perturbador. Los enemigos de la conciencia son las ideas y los afectos. Cuidado
con dejar entrar algo de eso en el corazon de los fieles sin que los sacerdotes le
den el pase. Las mujeres, mas sumisas que los hombres, no leen, pero aman: es
preciso presidir y encausar sus afectos; de modo que el director espiritual debe
apoderarse de todos los resortes afectivos de la mujer para manejarlos a discre-
ción. Cosa que ellas han entregado gustosas.
En cuanto á las ideas que andan en castellano en libros y papeles, lo mejor
es cerrarles el paso no dejando que los indios aprendan castellano, no dejando
que los mestizos aprendan á leer, apoderandose de las escuelas y sensurando
libros y periódicos. //
El fanatismo impuesto al Ecuador es el resultado de un estudio profundo de la
psicología indígena y la obra es perfecta. El Ecuador por este sistema es el pueblo
teológico. El jornal está reglado por la Iglesia que es el propietario y empresario
cuaderno 5 223
mas acaudalado, las clases sociales estan sostenidas en sus puestos por teorías re-
ligiosas, la industria y la ciencia, las artes y la literatura estan monopolizadas por
el poder teocrático; las costumbres estan dirijidas por el sacerdocio y la política
se somete tambien á su potestad por el concordato y la instituyen por medio de
un sistema filosófico que enseñorea los planteles y las tribunas del Espíritu Santo.
El sistema ha llegado bajo los mas gratos auspicios á sus últimas consecuencias.
La responsabilidad del sistema es innegable, ineludible y patente. Todo lo que se
diga bueno y malo del desarrollo y funcionamiento social del Ecuador / es una
comprobación de lo pernicioso ó eficaz del sistema teocrático. No se circunscriba
el tiempo de vigencia de este sistema á la conquista española porque eso impli-
caría cierta parcialidad en contra del sistema blanco únicamente, la teocracia
viene fundándose en el Ecuador desde los Incas y acaso desde los Scyris. No se
crea que de este sistema sea responsable únicamente la raza blanca. //
La inmensa mayoría indígena de nuestra hermana del Sur, por su masa ó por
su potencia ha resistido el contacto corrosivo y destructor de los pocos blancos
que la subyugan hace cuatro siglos.
226 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
Documento 1.
227
228 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
[Dedicatoria:
Al Exm°. Sr. Presidente de Colombia
Gral Rafael Reyes,
Explorador del [Caquetá, tachado] Putumayo, [y, tachado] miembro de núme-
ro de la Sociedad geografica de Bogotá, etc
[Como á su colega, y admirador y amigo, tachado],
deduca este libro, El Autor, tachado]
//
del Valle de Atrís y mirando el anfiteatro de cerros que, como velos de tul gris,
ocultan la inmensa planicie del Corazón de la América: ese es el hecho.
3260 metros sobre el nivel del mar, frío intenso, dia nublado, por entre cuyas
rachas inquietas se mira el lago interandino de La Cocha, de aguas verdes y tran-
quilas. Un misionero con su capucha calada, su rosario de grandes pepas negras
y sus alpargatas de fique, ha venido á mostrarnos el camino. Sobre la encum-
brada cima de los Andes el Fraile y el Ingeniero, el fraile que está construyendo
un camino, y el ingeniero que, acaso, vaya á evangelizar entre los salvages de
Oriente, forman un simpático contraste. //
Cap. II
La maniobra del embarque comenzó á las seis de la tarde, [nos distrajo de las
melancólicas ideas que, cual murciélagos importunos, cruzaban nuestra mente,
tachado]. Salidos del canal del Encano entre juncos; se presentan la línea de
agua negra, cuya profundidad calcula el aterrorizado navegante, y el peñón
de La Corota, cubierto de una arboleda sombría. /
La retaguardia, encargada de recojer los últimos trebejos del rancho abando-
nado, no cupo en el primer viaje, y pudimos verla cruzar el estrecho de 1000mt
á La Corota, á cuya orilla la aguardabamos contemplativos.
Era el momento de las tristezas del dia; un viento frío de 7°. se deslizaba en-
tumecido y perezoso, sobre la linfa negra; las cordilleras [cordilleras, tachado]
parecían pintadas con tinta china; el silencio de la noche, en consorcio con las
agonías de la luz, producía la magnífica melancolía de una naturaleza mori-
bunda; la estela de la barca lejana, como estertores de vida, se estendía en rayos
temblorosos hasta los rincones opacos de la lejanía, y la silueta de nuestros retra-
sados compañeros parecía la sombra de los viajeros eternos de la laguna Estigia.
— Un grito de alborozo, al ver que los esperabamos, interrumpio por un
momento las sinfonías de la hora palida, y emprendimos el ascenso del sendero
de la montaña, hacia la capillita de la cumbre. El bosque, durante la noche, ofre-
ce fantasticas perspectivas: los árboles dormidos, los [árboles, tachado] troncos
negros, las encrucijadas de la selva oscura, son la mansión de los endriagos.
La luna naciente mandaba sus rayos verdes á traves de ramaje como mensages
de la viuda [arriba escrito: solitaria] del firmamento.
Cuando coronamos la cima, ya los piadosos hijos de la montaña que nos pre-
cedieron, habian iluminado la Capilla y su altarcillo rústico, vestido de musgos,
trajo un resptandor de cielo á nuestra alma.
Sobre la tosca mesa del altar encontramos un papel que así decía:
oculto entre los juncos y sin ruido el hilo de agua que engrosado en su viaje hace
caudaloso el Putumayo, su compañero de aventuras en el [Caquetá, tachado]
Territorio Oriental. Las quebradas del “Mortiño” y “Santa Lucía” provenientes
del páramo de éste nombre, reunidas, entran al lago en el sitio que en el anterior
símil le corresponde á Chile. Por el lado del Paraguay rompe la armonía de esta
semejanza una isla larga, de cerca de un kilómetro de longitud, que á modo de
punta entrante se atraviesa en el lago. Esta isla es mas importante que la Corota
y nadie ha hecho mención de ella.
Navegabamos con viento contrario y con remeros vizoños, lo que no podia
dar por resultado una grande y uniforme velocidad en la marcha. Las horas
trascurrian de un accidente al accidente inmediato, que tomabamos como punto
de referencia para formar idea de las dimenciones. Ya el almuerzo se imponía
como una necesidad imperiosa y todavía parecía que estábamos á medio cami-
no; la costa septentrional se perdia de vista mas por la opacidad de la atmósfera
que por efecto de la distancia, y la bocana meridional no parecía aproximarse.
El viaje empezaba á afectar la uniformidad desesperante del mar. Un fugitivo ra-
yo de sol abrigó por un momento nuestros atenidos cuerpos y alegró nuestra vista
con un paisaje azul: el gris del agua, el verde mustio de la montaña y el blanco
mate del cielo, al contacto mágico del padre de la luz, tomaron tintes opalinos.
Solo en este instante nos pareció el lago hermoso; pero con hermosura, como la
del mar, indescriptible. Despues volvió á cubrirlo la tela gris.
A medio dia atracamos por fin en la boca de / la Santa Lucía, donde á pocos
momentos despues blanqueaban nuestras toldas y ardía el hogar, entre los juncos.
claro del territorio que debe beneficiar el Camino al Caquetá y quedamos [satis-
fechos, tachado] seducidos con [de, tachado] este hallazgo, aunque desconfiados
del mucho saber.—
Es el Segundo Ayudante, hombre de leyes y papeles, conocedor de los [hom-
bres, tachado] personages y las cosas del Sur, previsor, recursivo, consagrado á la
obligación y de genio mecánico. Ha viajado al Perú, ha pasado aventuras y como
es observador, posée el don de adaptarse á las curcustancias y aprovecharse de
lo que sabe y de lo que encuentra. Si no es el práctico en las casas de Oriente sí
sabe de oidas todo lo que hay por allí y será el [hombre práctico, tachado] primer
auxiliar del viaje. Buen elemento. Desde que llegamos á Pasto ha sido servicial y
buen amigo, á quien debemos la mejor ayuda para hacernos allí al patio.
El Sabrestante nombrado por los contratistas para organizar y auxiliar la
Expedición, ha resultado un hombre de primer orden para el efecto; pudiera lla-
mársele la Providencia de los expedicionarios: él todo lo facilita, todo lo consigue,
todo lo resuelve facilmente. Es sumamente activo y expedito y posee la primera
cualidad del servicio: la disciplina. Obediente, arreglado consecuente con su car-
go y afable, promete por su sola buena voluntad el éxito de esta exploración. //
El cabo es un jovencito de familia bogotana, nieto de procer de la Indepen-
dencia, sin experiencia todavía de las cosas; por su buen caracter y por sus an-
tecedentes tiene que hacer camino en el mundo y promete ser un util auxiliar de
esta empresa.
Del cocinero y su ayudante podriamos decir seguramente mucho bueno, si
dispusieran de elementos de repostería: con el plátano verde y la carne seca hacen
todos los dias un buen sancocho.
No olvidaremos, por último al servicial y honrado page que nos cupo en suer-
te hallar en Pasto para que nos acompañe y sea nuestro íntimo ecónomo en las
correrías profesionales en el Departamento de Nariño.
Cada cual pondrá su contingente bueno ó malo en este libro: el público lector
dicernirá el premio al mas meritorio.
Los demas elementos de la expedición son de segundo plan: su influencia
será de acomodo y benéfica; pero nunca alcanzará á ser nociva: apesar del modo
indisciplinario como ha quedado organizada ésta. Lejos de la ley, los hombres se
agrupan y clasifican espontáneamente en orden de utilidad, sagacidad y fuerza.
La vida de tribu y la organizacion militar del Jefe serio, valeroso y activo, se im-
ponen en el desierto; nobstante reglamentos irregulares, que perderán su efica-
cia negativa ante el orden natural que domina en la montaña. Víveres, peones y
un Jefe experto, es lo que se necesita. Faltará este jefe? Al primer contratiempo,
que ya se ve venir por la ineptitud del contrato orgánico, por la codicia de los
contratistas, por el invierno y por la altanería indisciplinaria de los peones, se
aterrorizará el [infeliz y sensible, tachado] buen autor de estos apuntes y volverá
grupus á su bella mision? El tiempo lo dira! /
238 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
[Cap. V.
Una mañana lluviosa, como todas las que hemos conocido en estas alturas,
tomamos nuestro bordón y emprendimos el ascenso de la montaña. Subir y mas
subir cuesta arriba, anhelosa la respiracion y ya trémula la pantorrilla; resbala
aquí á lo largo de un arbol caido, cae allí entre las raices huecas de algun otro
viejo habitante de la secular montaña; al favor de las lianas caminamos cuatro
horas: alcanzamos la cumbre, á 3480m. S/mar, y descendimos en busca de “Los
Potreros”, últimas roturaciones hacia el Oriente que los montañeces de las Cabe-
ceras del Rio Opongoy (Rio “Bobo”, mas abajo) han convertido en dehesas. Estas
distan mas de dos leguas de la ranchería que nos alojaba y era preciso regresar
por falta de habitaciones, pues salimos sin equipo.
[De “Los Potreros” hacia Pasto hay camino abierto de cinco ó seis leguas de
longitud. [Por esta vía comienzaría, pues, el camino, tachado]. / en proyecto á
la quinta parte de su longitud próximamente. Aunque el paso de la Cordillera
por Santa Lucía ofrece [una, tachado] 7 leguas de mesa paramosa, y una altura
120m. superior que la del “Diviso” de La Cocha, las ventajas de aproximación y
economía en la construcción provocan un [estudio, tachado] y los mil accidentes
de un corte longitudinal de la cordillera si triunfara esta vía, convendría hacer un
estudio mas detenido, á tiempo de [hacer, tachado] verificar el trazo, para eludir
aquella y disminuir ó escalar suavemente ésta, para rodear luego á media falda
la ciénaga original del Guamuez en que estamos metidos, tachado]
El regreso á los ranchos, con el cansancio de la tarde y el hambre del dia, fué
mas penoso y fecundo en caidas, por aquello de que “de para abajo las piedras
ruedan”. Llegamos incapaces de alcanzar el Campamento mandado levantar al
otro lado de la ciénaga, para evitar el rancho infestado y dormimos allí confia-
dos en el Caribe, [se añade: específico de nuestro uso contra la viruela]. Muchas
veces hemos hablado del palito que ha sido eficaz auxiliar en las marchas, y
sería ingratitud no hacerle tambien su biografía. Infortunado palo, le tocó en
suerte nacer muy lejos de los centros industriales; fuerte, recto y de peso, acaso
hubiera representado algun papel de importancia en el gran mundo, si no fuera
un palo salvage. Apoyo de la ancianidad habría servido de caballo á los nieteci-
llos y de reliquia venerable y prenda hereditaria despues. Apoyo del carbonero
de los contornos, habría ido á la ciudad siquiera una vez. Mas grueso, serviría de
techumbre a la familia del Colono ó de combustible en el Sagrado hogar. Pero
quiso su suerte quenaciera en la montaña lejana, donde hay millones mejores
que él que no sirven pa- //
ra nada. Que agradezca [que, tachado] el haber caido en nuestras manos, pues
aunque lo tiramos despreciativamente mientras no lo necesitamos, volvemos
á recojerlo cariñosos al dia siguiente y no permitimos que se le envilezca como
azador en la cocina. Tendido en el suelo, sin procedencia de familia, como un
simple expósito, lo encontramos á la orilla de un arroyo perfido y como nos
salvara de un baño al pasar, le cobramos afecto, apesar de ser [feo, tachado]
cuaderno 6 241
salvage Grato, como todos los seres humildes, nos salva cada momento de un
traspie, nos sirve de balancin en los equilibrios, de tanteo en los casos dudosos,
de palanca arquimédica en los saltos supremos y de permanente apoyo en la
via-crucis del pantano y en el derrumbadero de la trocha. Este ó ese otro dia
lo dejaremos olvidado ó lo reemplazaremos por otro mejor y morirá como un
cualquiera, comido por la podredumbre, nobstante sus grandes servicios: que
siga la suerte de los humildes y pobres de espíritu!
El Campamento, N°.1., mandado construir, no dista del rancho de las vi-
ruelas mas de 2k.—; pero se interpone la temida cienaga, nunca bastante mal-
decida y desacreditada cuanto merece. Los peones atascados hasta la cintura,
al peso de sus cargas; los equipages enlodados; los comestibles mojados con
barro hediondo, [como salsa inglesa, tachado]; las panelas destilando almibar,
y una sarta de pantalones y alpargatas y sombreros secandose al humo, fueron
el tributo que supo cobrar la ciénaga en su corta travesía. Siempre dias lluvio-
sos, desde el amanecer veiamos entre la neblina, flotar la banderola blanca
de la tolda “comandante” llamando á su Jefe: de genero listado muy vistoso,
se recostaba con donosura sobre el boscage en el limpio de un colono igno-
rado; á [uno y otro, tachado] lado el rancho agazapado del propietario, cabe
la infinitésima labranza, y / al costado opuesto el rancho de la peonada, casi
tan orondo como la tolda. Ocho repollos mal contados, cuatro matas de oca
y algunas cebollas dispersas, todo cuidadosamente encerrado en un cerco de
diez pasos en contorno, constituian la labranza del colono ausente. = Qué es-
pecie de hombre sería este centinela avanzado de la civilización, mas próximo
al desierto que á la sociedad, separado de ésta por una barrera cordillerana y
una ciénaga por añadidura? Nadie supo decirnos el nombre de este humilde
vecino del desierto; pero nos preciamos de comprender sus aficiones solitarias.
Se nos antoja que huyó al bosque por una vereda estrechísima que arranca de
la puerta del ranchito, acaso porque sintió gente en los contornos. Es, segura-
mente, un hombre arisco cuyas energías en lucha con la organización social,
con el tributo, con el trabajo personal subsidiario que solo paga el pobre, con
los onerosos cargos de comisario y fiscal de indigenas, con la conscripcion
militar y con las mil cargas que impone la mentida y falaz vida civil, lo han
conducido á buscar la verdadera y única libertad, la libertad del desierto. Allí
no llega el cobrador de impuestos, ni el polizonte altanero, ni el pordiosero
tenaz á golpear con impertinencia á vuestra puerta; allí no se os impone la fas-
tidiosa opinión de los vecinos, ni la mas fastidiosa etiqueta social, ni la tiránica
sanción en veces tan necia como veleidosa: vuestra conciencia allí se vuelve
solamente á Dios, oye sus inspiraciones en la sublime armonía de la creación
y vive tranquila. La inefable paz del alma, porque anhelan en su lucha eterna
todos los humanos, solo bate sus alas blancas en la soledad, tras de la cordillera
y el pantano. = Nós ima- //
242 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
ginamos al señor de esta cabaña, casi viejo, melenudo, enegrecido por el sol
[y haraposo, tachado]; pero arrogante[,, tachado] con su escopeta al hombro;
altanero con su independencia, y dichoso al sentirse dueño absoluto de la fuente
que baja cristalina de la montaña, de los pastos que reverdecen en la pradera,
del bosque rico en maderas y montería, del aire cargado de brisas y perfumes
y del sol que manda hilos de oro á fecundar las cuatro legumbres de su heredad:
[una mujer amada que aliente las palpitaciones del Corazón, y ese sería el ideal
[de una vida, tachado] para concluir una vida que haya sido de azares y desen-
gaños!, tachado]
Embozados en el poncho de abrigo, [con el agua hasta el tobillo ez, tachado]
bajo una atmósfera rumosa y en el silencio del páramo; lejos ya de todo recurso;
sin poder avanzar por falta de cargueros; temerosos de que que [sic] el invierno
nos obligara á retroceder divagaba- nuestra mente en bagatelas como metido
en esta aventura. Bonachonamente esperabamos el resultado de nuestras cartas
si no se tratara del peligro que corría la Expedicion y nuestro nombre, compro
apremiantes al Contratista y de nuestras notas suplicatorias al Sr. Gobernador.
Los dias y las semanas trascurrian esperando el regreso de los postas con la [so-
lucion, tachado] aproximacion del alivio.
— Ya no llega nadie hoy: son las seis de la tarde y nadie se aventura [despues
de, tachado] á pasar la Cordillera por la noche. Mañana llegarán!
Pero llegaban y morian los dias, sin que acudieran en nuestro auxilio los
cargueros. [y,, tachado] Consumiéndose [arriba escrito: rapidamente] los viveres
[arriba escrito: y nuestra paciencia,] un dia [acu, tachado] se presentó en nuestro
corazón una cosa que antes no lo habia invadido. Perdonenos el Sr. Contratista:
puede tan fácilmente enfermarse en el abandono absoluto [de los hombres el
alma, tachado] el alma de un hombre de bien! Cayó en nuestro corazón, como
una gota de acibar, la sospecha; una sospecha indefinida, pero temible para
nuestro credito profesional; y así / resolvimos levantar el campo con los peones
de trocha como cargueros.-
llanura oriental, [éstos subsisten en otro repliegue de la misma cordillera que cae al
Territorio del Caquetá, tachado]. Conocimos en la Salina de Chita á los [primeros,
tachado] unos, naturales del Caserío de Sínsiga, y por esto no nos sorprendio
ver en las calles de Pasto á los [segundos, tachado] otros. Hay entre estas dos
parcialidades bárbaras muchos puntos de semejanza que conviene anotar, á fin
de establecer desde luego ciertas bases á un estudio etnográfico posterior, [que
pensamos acometer cuando acabemos de conocer, hasta la Guagira, todos los
Andes Orientales., tachado]
Los tunebos son color de chocolate, de elevada estatura, fisonomía noble,
mirada tímida, boca grande, sin pelo de barba, nariz aguilena [sic], hombros
levantados y un tanto inclinado el cuerpo hacia adelante, como habituados al
carguio; usan el pelo á la altura del hombro, sin sombrero y por todo vestido una
ruana de lana negra, casi hasta los pies. Son habitantes cordilleranos intermedia-
rios entre los Unzag-guas [arriba escrito: y Chitagolos] de Pamplona y los [arriba
escrito: Guahivos, Salívas] Caribes de la llanura Oriental, de tal manera que se
vacila, por sus condiciones étnicas, si clasificarlos entre los primeros, rechazados
á las vertientes orientales de la Cordillera por los conquista- //
dores españoles, ó entre los segundos remontados ya y hechos sedentarios en
éxodo secular hacia la altiplanicie: un estudio comparativo de la lengua tuneba
actual con los dialectos caribes del Orinoco, resolvería la cuestion, ya que no es
posible revivir el idioma de los extinguidos aborigenes del Norte de Santander
para [p, tachado] hacer una comparación mas inmediata. Pero la afinidad de tu-
nebos y sibundoyes permite acaso hacer extensivas á aquellos las averiguaciones
que es facil [hacer, tachado] obtener sobre la procedencia de éstos.
En ciertas épocas del año salen los tunebos á las poblaciones inmediatas,
desde Pamplona hasta Socotá, en partidas hasta de veinte, bajo la obediencia de
un capitán, á cambiar por sal y mercancías, la cera vegetal, la caraña, la otoba y
algunos otros productos de su rudimentaria industria.
— “Compadre”, nos dijo el capitan de la partida que medio hablaba caste-
llano, “déjanos beber agua sal.”
Aunque sin intervencion en la salina, como aquello cae en chorro de 800
M por minuto y concentracion saturada al rio Casanare, les indicamos á los
tunebos que podian cojer cuanta quisieran y ellos sin mas miramientos se in-
clinaron sobre las canvas de la elaboración y bebieron como caballos, durante
cinco minutos, sin tomar resuello.
Entre la partida venía una muchacha como de 17 años, de bellísimas formas,
cubierta la cintura con una manta corta muy envuelta al rededor del cuerpo y
sugeta con una faja roja que en espirales muy unidas le formaba un gracioso
corselete. Un pañuelito pendiente del cuello y muchas gargantillas le cubrian
el exhuberante pe- / cho; además usaba como adorno un hilo de cabuya muy
ajustado á la munequilla derecha, en numerosas vueltas á modo de pulsera.
244 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
Cuentan las crónicas que hacia 1541 cuando Belalcazar regresó á los paises
conquistados por él en su viaje á Cundinamarca, [hacia 1541, tachado], trajo
una tropa de chibchas que, en el decurso de los acontecimientos ocurridos
despues, se establecieron en el apartado y tranquilo valle, donde se salvaron del
exterminio que, por pretexto de evangelizacion, les juró el castellano codicioso
y cruel. Hoy, al cabo de 345 años, acaso hayan cambiado algo en el físico; pues
el hijo de la altiplanicie bogotana en vano bus- / ca semejanza en ellos con sus
dejenerados paisanos de Suba y Bosa, Tausa y Cucunubá, Cuítiva y Covarachía
ó [Chopo y Labaleca, tachado] Chiscas y Chitagá. Los actuales chibchas son de
baja estatura, chatos, de mirada maliciosa, cortos de piernas y de ruin visage,
mas bien semejantes á los del centro del Ecuador que representan al mas antiguo
habitante de las mesas andinas.
No hay mayor diferencia, sinembargo, con los tunebos del Oriente de los
Andes Santandereanos, como acaba de verse. Será una leyenda lo de la trashu-
mancia hecha por Belalcazar? No será mas bien, al contrario, que los tunebos y
los sibundoyes representan la vanguardia del tranquilo y secular éxodo de las
razas civilizadoras del Sur, á lo largo de las cumbres andinas, que la conquista
española paralizó de repente y perturbó por varios siglos?
La presencia de los caras al respaldo de los quillasingas, sí es de facil espli-
cación [sic]. Estos arteros, diplomáticos y valerosos colonizadores, mas que
conquistadores, dejaron huellas eternas de su presencia hasta el Tolima, como
lo demuestran las ruinas de edificios de piedra, muy semejantes á las que en
Caranqui recuerdan su planta civilizadora, y el sendero de esta migración pue-
de decirse que subsiste á traves de los valles altos que alimentan y origina [el,
tachado] los rios Putumayo y Caquetá.
Por otra parte, los incas, conquistadores tan crueles como los castellanos,
aunque no tan exterminadores, concurrian al proceso del éxodo por medio de
la expatriación de naciones enteras cuando no ofrecian fácilmente la cerviz al
duro yugo. Matimaes llamaban ellos á estos pueblos traplantados en masa. Los
trasladan á regiones re- //
motas, para que la lucha de adaptación al medio domeñara sus energias y pre-
parara el campo á una colonización mas facil. Los caras ecuatorianos sufrieron,
despues de vencidos por armas y halagados con matrimonios y nacionalización
de sus dioses, este método de apaciguamiento, donde quiera que se revelaron
contra el sistema eminentemente socialista de sus amos. Matimaes se llamaban
tambien los viejos subditos que por voluntad incontrovertible del monarca ve-
nian á ocupar los hogares vacios de los desterrados.
Acaso los [sibundoyes, tachado] indios del Valle, unos de ellos, tan semejantes
á los caras actuales del Ecuador en lenguage, tipos y costumbres, hayan sido los
matimaes precursores de las conquistas peruanas hasta el rio Mayo.
246 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
A nuestro paso por el centro de aquel valle, quizá podamos observar minu-
ciosamente al indio en su casa. /
-Cap. VII.-
Cuadro aproximado
de
Estaciones en Nariño y Oriente
Cordillera
Meses. Costa del Pac. Llanura Oriental
Flanco occident Flanco oriental
Junio
inundaciones
Lloviznas
Verano é
Julio
Grandes lluvias
Agosto
Verano
Septiembre
Lluvias
Octubre
Noviembre
Lluvias
Verano y vientos
Diciembre
Verano y vientos
Enero
Febrero
Invierno
Marzo
Grandes lluvias
Verano
Abril
Lluvias
Mayo
Es, pues, el caso, que á esta infeliz exploracion, le tocaron las lluvias de Abril
y Mayo, para el paso de la cordillera á la ida; las inundaciones consiguientes de
la llanura, [arriba escrito: para la permanencia] y los crecimientos de los rios y
las grandes lluvias, para el repaso de la misma Cordillera. Total: oscuridad ab-
soluta en el panorama, dificultad primero [y, tachado] é imposibilidad despues,
en los acarreos y trasportes de tierra, indeterminación en el curso de los rios
bajos y probable mal / exito, si el capricho de la suerte no dispone lo contrario.
Hasta ahora la “Hermana Agua” no ha querido acariciarnos con cendales
de mortaja ni cerrar nuestros ojos con neblinas impenetrables, ni interrumpir
nuestra marcha con el furor de sus torrentes. Ella nos moja apenas y al oido nos
dice con suave rumor “anda breve, antes de que el viejo Neptunose despierte
airado: búrlate de la imprevisión de los hombres.”
248 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
“Ya eran las seis de la tarde y habia llovido; la quebrada de Yaruquí bajaba
por montes y yo había determinado hacer noche en una casa pajiza que tenía por
allí el finado Sixto Guerrero; pero me alcanzaron unos amigos que venian de
buen humor, resueltos á llegar á Funes, por el antiguo camino que sube del puente
de Guapuscal, por una cuesta empinada y zanjonuda, hasta el plan de La Hor-
queta. Por seguir en tan buena compañia revoqué mi resolución de pernoctar
en casa de don Sixto y seguí con ellos. Yo iba montado en una mula bravísima
y picarona: á la orilla de Yaruquí, cuando estaba acomodando las piernas en
la montura para no mojarme, uno de los de la partida que venía á pié, saltó á la
grupa: el animal se asustó, dió un vuelo á la mitad de la quebrada, el de ancas
cayó al agua cuan largo era, yo escape me labo tambien falto de equilibrio [sic],
la mula pasó en un santiamen el raudal y aquel amigo se hubiera ahogado, si no
se cae á la orilla no mas. Nos tomamos un trago y seguimos en parranda, sin
acordarnos mas del de á pie. La suerte estaba echada; entonces no existía la casa
del “El Placer” que despues levantó don José Guerrero, y teniamos que seguir.
Pasamos el puente de Guapuscal sobre el rio Bobo que bajaba bramando como
un endemoniado por entre los estribos de roca nativa, y se cerró la //
noche.
“A poco andar cuesta arriba, por esos zanjones, oscurísima la noche, sentí
que el caballo del compañero de adelante, se echó á rodar dejando en el zanjón
del camino el ginete. Condolido, me apeé, eché el encauchado sobre mi montura
y acudí á tener el caballo y auxiliar al caido. Cuando lo tuve ya caballero otra
vez en su corcel, volví en busca de mi acémila y cual no sería mi congoja cuan-
do sentí los estribos de cobre que chocaban contra los peñascos de la ladera, al
galope del maldito animal que se había regresado, dejando á pie á su amo!…..
“El compañero apuró, para alcanzar á los de adelante, y no supo mi desven-
tura: todos pensaban que yo iba detras, callado la boca por el frio.
“Despues de mil caidas y levantadas, cuando á la mula le plugo pararse, en-
redada en la brida, guiándome al oido por el tascar del freno que no á la vista
por la oscuridad de la noche, logré recuperarla, no sé en que sitio de la cuesta.
Ya no [en, tachado] encontré el encauchado é inoficioso me pareció buscarlo:
estaba, pues, como quien dice, á la intemperie.
“Como yo no veia la bestia no conocia ó fingía no conocer el camino, á du-
ras penas, rueda aquí, tropieza allí; temeroso siempre de caer á algun abismo,
logré salir, no sé por qué lado, á una planeta ó descanso que atraviesa el sendero
antes de llegar á la Horqueta, donde yo suponía que me estaban aguardando los
compañeros del viaje.
“Allí fué lo peor del cuento: volvió á llover, como está lloviendo ahora, y yo
en cuerpo! Vueltas y revueltas en la planeta ro- / deada de abismos y el camino
para seguir no parecía. Calado hasta los huesos, resolví hacer alto allí hasta que
amaneciera y, montado en mi mula para defender un tanto la única parte seca
250 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
que me unía á ella, pasé la noche, contando los rebuznos del pollino de “Inan-
tás” que me servía de reloj: los relámpagos no me daban tiempo de consultar
el que llevaba en el bolsillo y los fósforos, como tienen de costumbre, se habian
descabezado con la mojada. A la luz de los rayos miraba las orejas de la mula
echadas hacia atras para que la lluvia no se le entrara……..
“Al fin vino el[a, tachado] alba y yo, en [l, tachado] vez de seguir en busca
de los compañeros y al objeto de mi viaje, me sentí en ridículo y, encolerizado,
volví grupas, como puede volverlas esta expedicion si nos extraviamos en este
páramo, aguardando peones de carga y demas auxilios.”
La alusion del cuento nada tenía de consoladora y como para amortiguar su
agudo efecto, el Ayudante terminó así:
— “Cuando repasé la quebrada de Yaruquí encontré al amigo que se me iba
á montar en ancas, dormido al pie de un caspi, mas mojado que yo, [que como
le digo habia salvado algo del desastre á semejanza de Francisco I, quien estaba,
tachado] con la cara hecha un ají rocote por la venenosa influencia del fatídico
arbusto, á que tuvo la locura de ampararse.”
Al dia siguiente, siempre acariciados por las gracias —que no castigados
todavía por las cóleras de la “Hermana agua”,— seguimos marcha presurosa,
si así pue- //
de llamarse una velocidad de un kilómetro por hora, en busca del descenso
del páramo, donde el rio Guamuez parece que da vuelta al último pico de la
Sierra del Patascoy, para precipitarse á las tierras bajas.
El contrafuerte de la Cordillera madre que encierra el cuenco del lago por la
derecha es granítico, como era de suponerse. Los arboles se agarran á la roca viva
por medio de largas y robustas raices, dejando entre el piso aparente que ellas
forman y el suelo ingrato que las sustenta un espacio mas ó menos profundo.
El sendero aereo practicado sobre esa malla de raices mucilagosas y cubiertas
de lama, está lleno de peligros y es dificilísimo recorrerlo á pasos desiguales
é inseguros sin andar casi á gatas. El raizal ó la rocallosa llamamos la última
cuchilla de Santa Lucía desde donde despejado el cielo se vería hasta la llanura.
Los caucheros llaman esto el alto del Tábano y al río que corre al pie encajona-
do entre dos cuchillas verticales, por entre peñascos que lo hacen bramar en la
montaña como toro herido, lo llaman el rio “Saraconcho,” palabra quechua que
significa rumbon de pedruzcos.
El descenso á la orilla de este rio tiene una inclinación del 100 por 100 y en
veces mas. Para bajar los 640 mt. de diferencia de alturas desde el alto del Tába-
no, hay que [bajar, tachado] hacerlo por una gigantesca escalinata de granito,
poniendo los talones en las hendiduras de la roca y dejando deslizar el cuerpo
por la resbalosa, enlodada y cortante superficie que vierte agua por todas sus
anfractuosidades. Un paso fal- / so, y el esqueleto del caminante llegaría hecho
polvo á las ondas tumultuosas del rio. La raices de los arboles entrecruzadas
cuaderno 6 251
sobre la roca, facilitan tanto como complican la laboriosa maniobra de los car-
gueros en este inenarrable camino de los caucheros.
Al comenzar el descenso, es decir cerca de la Cumbre, encontramos debajo
de un peldaño de esta infernal escalinata una cruz. Allí sucumbio de frio, de
cansancio y de hambre un carguero venido con Froilan Acosta desde las selvas
del Aguarico. Era un infeliz indio de aquellas reducciones de esclavos que ali-
mentan la sed de riqueza de los actuales hijos de españoles en Oriente. Cinco
meses, segun informan los peones permaneció allí momificado el cadaver, á
quien creyeron al principio los pasajeros un hombre cansado ó dormido: despues
lo arrojaron por un desumbadero lateral, por donde inútilmen- pretendimos
bajar para reconocer la momia. Aquella cruz, símbolo de la paz eterna, advierte
al caminante que la muerte asecha en estas horribles sitios, donde suele encoleri-
zarse por ocho meses en el año la “Hermana Agua,” menos impía que la codicia.
Cumplido el contrato de los alegres pejendinos, incierto en sus informes
ignorante de todo y acobardado el primer Ayudante, que enantes exhibió una
biografía agreste meritísima, á punto de agotarse los víveres, ausente el Sobres-
tante, flaqueando la salud del Ingeniero por la Hermana Agua, la situación em-
pieza á hacerse verdaderamente difícil.
Paciencia y valor!
[Reorganicemos la expedición en un pequeño grupo de gente resuelta y siga-
mos, para no volver grupos ridículamente; que el exito corona á los valientes! //
[El Viernes Santo.— Criterio puramente humano para meditar sobre esa fecha.—
La doctrina de amor.— El auditorio.— Los testigos de ultra cruz.— El abogado
y la legislación de los infelices y pobres de espíritu.— Los hipócritas.— Quienes
han acusado al Verbo de blasfemo.— La humildad del Maestro — El Juicio suma-
rio.— El juez prevaricador.— La nueva era. Lo que simboliza la cruz.— Piedra de
toque para conocer á los fariseos.— Lo que no puede decirse por falta de luces.— El
estandarte de los infelices.— Los malos subsisten.— Institucion eterna.
Los dias conmemorativos de la pasión y muerte del Justo han llegado y la
Expedición hace alto en señal de respeto al recuerdo de aquellos acontecimientos
extraordinarios que tuvieron por consecuencia, desde el punto de vista puramente
humano, la exaltación del debil, el premio á la virtud, el triunfo de la moral, la
defensa del Derecho del infeliz y menesteroso y el triunfo de una doctrina subli-
me que la especie humana habia sido incapaz de comprender hasta entonces: la
doctrina del amor al enemigo.
La sublime doctrina fué predicada entre las multitudes ignorantes y fanáticas,
por el Santo entre los Santos, bajo la apariencia de un hijo del pueblo y amigo
de los infelices y pobres de espíritu. Unos pescadores rudos del lago de Galilea
252 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
Hoy es Viernes de pasión.— El Lirio del Valle.— La Brisa del Campo.— La idea
antigua.— El reino de Dios.— La parábola milagrosa.— Las bienaventuran-
zas.— La escala de los poderosos.— La blasfemia.— La acusación.— El traidor.—
El juicio.— El cadalso.— La hora de tercia.— La ruina del viejo Templo.— El
Derecho.— Defensa de los malhechores.— De tejas para arriba.— Los fariseos
actuales.— [El Cielo y la Patria defendidos con cuchillo, tachado].
Hoy es Viernes Santo. Hace frío; llueve y una neblina discreta vela las sonrisas
del cielo: el dia está triste! La cañada estrecha, por donde se precipita el rio con
bramido ensordecedor, como heraldo de las neveras y mensagero estrepitoso de
los volcanes ecuatoriales, esta invadida de un hálito de tristezas. Los árboles que
interceptan la luz, abren sus horquetas festonadas como las rasgadas vestiduras
de [unos, tachado] gigantes paralizados de repente en su marcha hacia el olimpo,
cuyos esqueletos levantaran sus brazos en actitud clamorosa ó fatídica. Tal pa-
rece que la montaña, despojada de sus galas primaverales, conmemorara como
los hombres, el dia en que se empañó el Sol y tembló el orbe en sus cimientos
por [la, tachado] el sacrificio del Justo! El lirio del Valle inclinó su corola [des,
tachado] en las alturas del madero infamante y de su caliz, colmado de perfumes
que subieron al Cielo, cayo una gota de nectar que alimentará para siempre el
alma humana.
Nacido en un pesebre, bajo el aliento tibio de la vaca y el jumento, en una
noche dicembrina, al cántico festivo de los pastores, amó los campos donde
cuaderno 6 255
corren las brisas, portadoras de esa oración de perfumes que se desliza sobre
las praderas, los sembrados y los eriales donde briega el labriego sencillo, hijo
de Dios y del Trabajo.— Jesús [representa en toda su vida, tachado] simboliza la
poesía de la naturaleza y el anhelo de los humildes: el reino de Dios. //
[al margen izquierdo: (x) Dijo tantas cosas de sabiduría cuando habló conmlos
tiempos, con las generaciones y con todos los Pueblos, que sería imposible que las
repita boca humana en pocas palabras]
La sed de justicia de los desheredados representa ahora el clamor de la tierra
hacia el cielo prometido; en los antiguos tiempos, cuando no existía el Derecho
de los débiles que proclamó Jesús, ese clamor era un quejido de muerte eterna,
una protesta contra el destino sordo, una maldición á la Esperanza, un rugido
de blasfemia.
Del taller del Carpintero justo, donde vivió la paz de un amor inefable, sa-
lió Jesús á predicar entre las turbas, por los caminos y los campos, el reino de
Dios: una doctrina maravillosa que dejaba extaciadas á las multitudes: el Verbo
divino, la [antes de “la” parece haber un signo] ley de la Caridad*, el camino
del Cielo!
[La nueva ley era la sublime ley del amor., tachado] “Amaos los unos á los
otros, rogad por los que os aborrecen, perdonad al enemigo.” (x) La [palabra,
tachado] parábola del Santo corría como fuente aguas vivas por el corazón de
los hombres y las fieras se convertian en corderos; los leprosos se curaban los
palurdos en sabios, los ciegos de nacimiento veian la bienechora luz; [los enfer-
mos se curaban, tachado] los incapaces para el bien se agilaban, los paralíticos
se movian. Esa palabra llena de prodigios debía conquistar y redimir al mundo.
Un dia subio Jesus a la montana, seguido de una gran muchedumbre, ham-
brienta tanto de verdades como de pan; era la muchedumbre de los infelices,
de los pordioseros, de los lázaros; la muchedumbre inmensa de los miserables de
la tierra. Extendio Jesús su mano, colmada de bendiciones, sobre estas cabezas
leprosas y pronunció este Sermón: “Vosotros sois los bienaventurados, voso-
tros sereis llamados hijos de Dios, [y gozareis, tachado] de vosotros es el Reino
de los cielos.
El divino autor de esta doctrina, [que es la voz del Padre celestial que está en
los cielos, tachado], dijo “yo soy la Verdad, el Camino y la Vida;” y por esa senda
de la verdad y del bien [se, tachado] construyó la [verdadera, tachado] única es-
cala de Jacob para los sabios, los ricos y los poderosos de la tierra.
La Fe, la Caridad y la Esperanza, como una trinidad religiosa de consejeras,
ocuparon la conciencia humana, donde antes solo se quemaba [unicamente,
tachado] el inciencio á los ídolos, padres espúreos de una falsa virtud. El viejo
templo iba á ser derribado por aquella doctrina resplandeciente como sol de
Verdad: “yo derribaré el Templo y lo reedificaré en tres dias.” “Yo soy el / Hijo
del Hombre”
256 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
Desde aquel dia, la mujer esclava produjo la mujer esposa, para el enfer-
mo hubo hospitales, [y, tachado] asilos para los inválidos y escuelas para los
ignorantes; el afligido halló consuelo, pan el hambriendo, abrigo el viajero y
sepultura de derecho el infiel muerto de cansancio, de hambre y de frio bajo
la roca del camino. Desde [que, tachado]el instante bendito en que el Buen
Pastor murió hablando con Dimas, el salteador de caminos, los mismos ex-
traviados ó enfermos del alma merecieron la compasión social y tuvieron
[ensenanza, tachado] en los presidios, defensor ante la Justicia y perdón por
su arrepentimiento.
— Todo esto y mucho mas que corre de tejas para arriba, por lo que nos
está vedado el discutirlo, significa el Viernes Santo, terminamos diciéndole á
nues- / tro compañero de campaña, con el ánimo evangélico que nos inspiraba
la selva.
— Pero, si así es, como lo creo, so pena de heregía, el mundo debe ser un
eden, nos contestó el interlocutor.
— No, amigo; desgraciadamente andan todavía por el mundo, su capa de
buenas personas y muy influyentes en veces y por épocas, los discípulos trai-
dores, los fariseos, los verdugos que creen santificar sus manos en el sacrificio
del [los masones, tachado] prójimo, el pueblo sanguinario que se [hace cree,
tachado] constituye en Justicia de Dios, los Sacerdotes que exitan el fanatismo
popular, los testigos falsos que violan la verdad, los escribas que interpretan á
su amaño la ley, los jueces débiles que le vuelven la espalda al Cristo y se laban
de culpa las manos por complacer al poderoso, por temor á la amenaza ó por
recibir con mano de miserables la paga de sus prevaricatos y andan tambien
los faltos de fé, que creen que la barca de la moral y de la patria amparadas á la
cruz se hecha á pique porque el naufrago se agarra á sus bordes y entonces le
cortan las manos, como necesidad pública, y creen de buena fé haber salvado
el bajel.— que es de todos y para todos.— El Reino de Dios no se prometió para
este, amigo mio, sino para el otro mundo! //
régimen político inepto para la paz del derecho, que las mantiene estacionarias
á traves de un siglo de bélicas tentativas de cambio. Hemos debido, en lugar de
estas ideas fuera de ocasión, meditar en que los víveres iban agotándose y que
estabamos á mitad del camino, que nuestros peones eran insuficientes para el
trasporte de los indispensables elementos de vida en el desierto y que carecia-
mos de brazos para abrirnos brecha en la selva y construir puentes sobre los
rios embravecidos por el invierno. Pero ya no insistiamos en este problema de
la vida de la expedición en el desierto de la selva; porque ello había sido materia
de una larga correspondencia con el Gobernador y de un[a, tachado] enojoso
despacho de postas y comisionados donde los contratistas encargados de orga-
nizar equipar y alimentar de fuerza y víveres esta expedición y ya confiabamos
en que la inminencia del peligro movería á estos señores á ser mas diligentes //
y próvidos. Cuando á todo andar desembocó por la trocha un peon que venía
en nuestro alcance. Al verlo se animó el corazón y gritamos:
“Gracias á Dios! Tenemos peones, tenemos víveres!”
— [Que, tachado] Manda decir el Sobrestante, detenido en Santa Lucía, que
dónde pone á trabajar los peones de trocha contratados para la pica del trazado
que Ud., Sr. Ingeniero, ha venido á dirigir!” y nos entregó una carta de insultos
del sobrestante en la que nos trataba nada menos que de Traidores á la Patria!
Le esplicamos al insolente y estúpido heraldo que el objeto de esta [explora-
ción, tachado] expedicion no era trazar camino sino [buscar, tachado] explorar
el [lado, tachado] terreno por donde debe trazarse y que los peones de trocha
debian estar á nuestro lado para lo que fuera menester. a lo cual replicó airado
que los macheteros y los cargueros habian sido víctimas de estafa y engaño de
parte de los contratistas, quienes seguramente para pagarles menos les habian
hecho creer que su trabajo estaría radicado á inmediaciones de Pasto y no por
estas “lejuras riscosas”. El hombre habló á media voz con nuestros atléticos y
pacientes cargueros y regresó veloz con la nota para el Sobrestante de los con-
tratistas, en que se le suplica que nos dé alcance con carne y panelas, para que
no perezcamos de inanición como el Aguarico.
No había andado el instigador diez cuadras, cuando los comentarios de los
cargueros fueron tomando las proporciones de un meeting: aquellos dos vizonos
[sic] de marras se habian convertido en oradores populares fogozos y atravilia-
rios. A sus elocuentes proposiciones de insubordinación á viva fuerza, ya los
pacientes interlocutores del auditorio atlético tomaban sus armas y sus equipos
diminutos para [lom, tachado] cojer la contramarcha por sobre los cadáveres de
quienes nos opusieramos á su sabio y acertado designio.
El abnegado Ayudante, que ha quedado á nuestro servicio, despues del
desconcierto de la primitiva organización, acudió con su diplomacia / y su
sistema de convicción á calmar los ánimos de los revoltosos y les dirigió el
siguiente discurso:
cuaderno 6 261
“Señores:
“Hasta ahora habeis venido, fieles, sumisos y contentos, compartiendo con
el Sr. Ingeniero y conmigo las penalidades de esta marcha……”
— Pero ya no seguiremos mas! contestaban los cargueros; porque hasta aquí
hemos sido unos estúpidos, dejandonos tratar como bueyes de carga!
“Buenos muchachos:
“Cómo vais á tener la crueldad de dejarnos[,, tachado] á este padre señor,
que casi ya no puede andar, y á mí, que vengo con las espinillas llagadas, aban-
donados con nuestras maletas en esta soledad!”
— Qué canarios! y qué canastas! á los blancos contra el suelo!
“Hombres de bien:
“Cumplid vuestro contrato y os prometemos una gratificacion”
— Que no sigan engañándonos; á la punta de un cuerno vayan con sus pro-
mesas: nos regresamos por sobre ustedes!”
El atribulado autor, aterrorizado con la gritería y las interjecciones de cuar-
tel que ensordecian el aire, acariciaba las cachas de su revolver, escondido bajo
la tolda, y meditaba en el triste fin de esta expedición, con la cual venía soñan-
do como si fuera una conquista de gloria desde que hizo el sacrificio de arran-
car á su esposa y á su hijo de las comodidades de la capital por venir á coayuvar
los deseos patrióticos del General Reyes en favor de este apartado rincón
de Colombia.
El instante era decisivo. Los peones dentro de un minuto nos dejarían solos
expuestos á perecer! No //
habia razón que pudiera convencerlos de lo contrario y á medida que se les
iban bajando el tono suplicatorio, ellos se hacian arrogantes y amenazadores.
Se acordó el pusilánime Jefe de la diminuta Expedición de que el valor
personal de los caudillos es lo único que hace conjurar esta clase de subleva-
ciones, y haciendo de tripas corazón, se presentó de repente ante los sedicio-
sos, airado el rostro, con el sombrero á lo matón y el revolver montado en la
mano y dijo:
— “El que se quiera ir dé un paso al frente!….. aquí no se detiene á nadie con
halagos!…. Salga el valiente que pasa sobre mi cadaver!……
Un silencio profundo sucedió á la algazara. Hubo el momento de vacilación
de las multitudes, que el Ayudante supo aprovechar con astucia:
— “Os firmaremos un certificado para que podais reclamar mejor remu-
neración de los contratistas: efectivamente, hay que ser justos, la trocha está
dura y los bultos pesados…… Seguid con nosotros, buenos compañeros, que
sereis indemnizados”
— Así es otro modo, contestaron á una los colosos, si nos tratan con cariño
y nos dan el testifican; por qué no habiamos de seguir, sirviéndole al dotor, que
es tan gueno y tan [aguantador, tachado] guapo?
262 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
Cap. X. —
Cap. XI.—
Cap. XII
pampas fúnebres, tachado] los recuerdos tristes, ora negros como adornos de
carro mortuorio, le impone mas amargura á esta barrera horrible que ya nos
separa de los seres [arriba escrito: queridos] que por nosotros suspiran.
Las valentías no son tales, sino porque imponen ora el vencimiento del mie-
do, cuando se trata de [morir, tachado] jugar la vida, ora el dominio de la ternura,
cuando se trata de sacrificar los afectos; pero, para las naturalezas delicadas, este
sacrificio es superior al primero.
“La muerte no es terrible, sino porque significa despedida” Dejar la esposa
amada y al hijo del corazón anegados en llanto, [por nuestra ausencia, que ellos
consideran llena de, tachado] mirando desde la playa la nave que se aleja hacia los
peligros y [oscura como, tachado] hacia lo ignoto, es el suplicio de los navegantes;
no son los [peligros, tachado] [ilegible] naufragios ni el pavor de lo desconocido.
La mordaza impuesta á eso dulce y tierno que gime dentro de nosotros, cuando
aparentamos serenidad, que [vuela, tachado] pasa por sobre las cordilleras en
forma de recuerdos [y, tachado] para velar sobre el hogar ausente, y como un
hálito cariñoso [se posa sobre, tachado] besa la frente de quien suspira por no-
sotros, ese es el suplicio de los exploradores del desierto; no la lluvia, el sendero
escabroso ni [el hambre, tachado] la mezquindad de los hombres.
Algo por este [tenor, tachado] [arriba escrito: estilo veniamos pensando] al
descender, apoyados en nuesto [sic] largo bastón, [al, tachado] por una larga
cuesta, á cuyo pie sonaba el rio Verde. La tarde estaba lóbrega, [y, tachado] el
cuenco oscuro de cuchillones verticales arremolina- //
ba rachas de niebla, la tempestad se desataba furibunda en las alturas; es de-
cir, que el corazón y la tierra armonizaban en sus congojas. [Por qué no decirlo?
El Jefe de la expedicion al Caquetá venía triste, Con la tristeza del niño á quien
por primera vez deja [doblemente tachado] seperan de la casa paterna., tachado]
Ya estabamos á las dos tercias del viaje y solo de inducciones se alimentaba
la esperanza de resolver el problema del camino. Habiamos presentido desde
dos campamentos atrás, por la dirección con que [bajaban, tachado] bajan las
aguas trasversales, que pronto atravesariamos una cañada recta al occidente.
La capacidad hidrográfica del rio Verde nos hacía creer que la hoya de este rio
fuera suficientemente larga para [determinar ó, tachado] provenir de un boque-
rón de la serranía. Las nieblas sinembargo, no permitian ver el cerro y la noche
oscura y la mañana próxima, encapotada de frío como las anteriores, eludirian
la exploracion de travez.
Una hora larga pasamos en la puerta de la tienda esperando que la tempestad
calmara en la cumbre y sobreviniera, como sucede siempre, la limpieza del cielo.
El conjunto de estas circustancias tenía cierto saborcillo artístico y, á caza de
paisajes y semblanzas para este libro, nos hemos detenido á recojerlo.
La noche llegó por donde mismo esperabamos la luz de una esperanza y en-
tramos á la tolda con el malestar espiritual del dia entero. La mañana tambien
cuaderno 6 271
vino encapotada, y el medio- [Hay una flecha que conecta “medio-” con “día”,
tres renglones más adelante]
[El campamento dista del [puent, tachado] paso del rio un kilómetro, tachado]
día y la tarde en que esperamos el despejo del cielo. Fallida quedó por enton-
ces la esperanza fundada en el rio Verde.
Agotada la paciencia, al tercer dia seguimos marcha y nos internamos nueva-
mente en la trocha, como alameda umbría, impenetrable á los rayos del sol. Sobre
el rio habiamos hecho reponer un puente viejo. Por puente, siempre que usemos
aquí esa palabra, debe entenderse [una, tachado] el tronco torcido y lano- / so de
un arbol arrojado entre dos riberas de un torrente embravecido, ensordecedor y
medroso. Este puente tiene una longitud suficiente para hacerle perder la cabeza
á un buen acróbata y vibra hacia el centro por añadidura.
Desde el boscaje de la trocha veiamos [pasar, tachado] á nuestros atléticos
cargueros pasar el peligroso puente con el correspondiente bulto á cuestas. Uno
de ciertos dos vizoños se negó á pasar su bulto y no faltó quien lo desempeñara;
pero, al llegar escotero al centro del puente, tuvo que botarse á horcajadas para
no descender á una muerte segura. El caporal, viejo y veterano en el carguío,
entró por último. Una de sus patas de San Cristobal resbaló sobre el lomo del
lanoso tronco [lanoso, tachado] aquel y vaciló un momento. Recuperado el
equilibrio, contramarchó andando de para atrás: la cosa estaba fea! Algun
otro, de mejor cabeza, tambien sacó del afan al viejo. Despues [pasó, tacha-
do] atravesó nuestro predilecto Ayudante, paso á paso, precavido, haciendo
paticas de loro sobre el malhadado palo. El turno final nos tocaba é íbamos
á servir de espectáculo á toda la expedicion que desde la opuesta orilla nos
miraba con angustia. Bendigimos entonces nuestras aficiones infantiles por
la cuerda teza y otros equilibrios y nos lanzamos á la prueba con la impavidez
con que nos embarcamos en la Cocha. Para hacer gala de presencia de ánimo
al llegar al centro de la dificultad miramos hacia [el origen del río, tachado] la
derecha y vimos con sorpresa que el boquerón de Rio Verde estaba despejado.
Allí mismo con mil dificultades sacamos la brújula y tomamos el rumbo: 270°.,
exactamente al Occidente.
[El éxito de la esploración estaba asegurado., tachado]
Despues no debiamos volver á ver el soñado boqueron de Rio verde. //
Cap. XIII.—
hacia la mitad del camino, está el puente de Triana, donde concurre el camino
de Barbacoas que pasa por Túquerres; el cual puente está situado frente al rio
Tellez: que enfrenta con el Boquerón del rio Verde. El atravesaño de la A, del
puente de Triana á Juntas, tiene próximamente 7 leguas, sin atravesar corrientes
ni dedos de muerto y ese es el camino que nos prometemos aconsejar, aunque
el interés parroquial de corta visión, como todos los intereses egoístas, triunfe
como tambien generalmente triunfa lo particular sobre lo de servicio general y
la voz desautorizada del tumulto sobre la voz apacible del buen sentido.
¨ Para finalizar este capítulo sobre el camino en proyecto y no volver á
tratar mas de ese asunto, vamos á aprovechar la vena en que hoy estamos de
hacer castillos en el aire, para forjar un //
viaje de Pasto á La Sofía, por el camino construido, á fin de calmar los ánimos
de los adversarios, que quieren todo para sí solos, aunque ese todo sea inferior
á lo que se les ofrece en [comun, tachado] asocio con los demas que tienen el
mismo derecho que ellos al bien procomunal.
Sale Ud. de Pasto, á las seis de la mañana por el carretero que al ’70 trazó el
autor de este libro [si el interés privado no lo ha echado por tierra, tachado] y como
anda despacio, almuerza a las 10 a.m. en Tangua, muy simpática población sobre
el rio Bobo, donde habrán fundado sus empresarios [fun, tachado] habilantes
un hotel, [donde han de, tachado] en el cual dormirán los que vienen de Túque-
rres. Sale de Tangua á las 12 y á la 1 y ½ se detiene Ud. en “El Placer” en charla
con el propietario de esa casa, hombre de espíritu público, como hay pocos en
el pais, especie de directorio del viajero que le suministra á Ud informes sobre
cuanto Ud. quiera. Después de este ameno é instructivo sesteo, sigue Ud. viaje
á las 2 p.m. por el camino carretero que construyó D. Víctor Triana, galopando
alegremente, sin fatiga de su caballo, hasta cruzar el rio Téllez, dejando á la de-
recha el mencionado puente de Triana ó de La Victoria, primer puente colgante
que, en vía de ensayo y como modelo de economía, construyó sobre el Guáitara
aquel inteligente y bien intencionado ingeniero, de quien tan mal hablan en el
Sur en señal de gratitud. Amaina Ud. el trote de su caballo, para no fatigarlo en
la subida á Funes, en la que los inteligentes y valerosos funeños han tallado un
camino imitación de los de Triana, que envidiaría cualquier Director de vías
públicas en estas tierras mas arrugadas que las de Antioquia. A las cinco de la
tarde entra Ud., en el pueblo del anis, á la hospitalaria casa de uno de los Santa-
cruz, descendientes de aquel Mariscal [Santacruz y, tachado] del mismo apellido,
que no niegan su estirpe de patriotas. Allí encuentra Ud. una aegida deliciosa,
clima de 15°., instrucciones para su via- / je y una gallina asada de fiembre, unos
duraznos camicesos del huerto y algun fraseo de aguardiente, metido todo eso
por la Sra de la casa á hurtadillas en sus alforjas, como [fiambre para, tachado]
almuerzo al pasar la cordillera. Le aconsejan que madrugue y á las cuatro de
la mañana encuentra Ud. su caballo ensillado y el desayuno listo con huevos
cuaderno 6 275
estrellados. [listos, tachado] Antes de las 8 á.m. ha cruzado ud. la cordillera, para
evitar el viento y ha mirado la llanura desde una altura que no pasa de 3400 mt.
sobre el nivel del mar, por entre una ligera cortina de contrafuertes que mueren
en el Sitio de Juntas, cinco leguas mas adelante. Allí llega U. á las 12, fatigado
de bajar constante al 1070, por un camino de granito, donde no hay agua para
aplacar la sed. En este sitio encuentra Ud. la primera hacienda del colono enri-
quecido, cubierta de cacaotales y cauchos [de, tachado] como sombrío: tiende
la hamaca en el ancho corredor que mira al rio Guamuez y su hermoso puente
de alambre y [se queda, tachado] sigue por la tarde para acortar el camino del
puerto en tierra tropical ó se queda para aprovechar la frescura de la madrugada,
y llegar al Alpichaque ante de medio día, por una alameda recta de arboles fru-
tales, [cauchos, tachado] Siringas cultivados, Canimes, Caobas, Dátiles, Cocos,
arboles de Kola y mil cultivos de los pequeños propietarios á quienes en vía de
remuneración, desde la época del trazo, se les adjudicó un pequeño lote para
extender el dominio de la patría en Oriente. //
Cap. XIV
“No pasarás!”
San Cristobal, haciendo señas para que le ayudaran por la otra punta atravesó
el resto del rio, dando traspies entre los penascos, y, con el agua embravecida al
pecho, [y, tachado] depositó su carga en el estribo oriental. Al concluir su proeza
se quitó el sombrero y saludó.
— Vila Eladio! gritaron los muchachos.
Tras de él siguieron tres ó cuatro, llevando el cabestro de vejuco de la otra
vara; del cual tiraron desde la [otra, tachado] orilla opuesta, procurando que
esta segunda [viga, tachado] se deslizara sobre la primera, hasta que llegó á su
[puesto, tachado] lugar. Era el pasamano, que arreglaron como pudieron, para
que desempeñara tan honoríficas funciones.
El puente estuvo hecho.
Al regresar todos empapados de sudar y de agua les dijimos:
— Buenos muchachos! Mereceis una gratificacion que os haré dar en Pasto
por los /
contratistas y si ellos no se creen obligados por su contrato á hacer ese des-
embolso, os la pagaré yo de mi escaso bolsillo.
Mientras pasaban lentamente los bultos de nuestro equipo y bastimento, nos
paseabamos llenos de angustia en el plan del estribo natural que espera al puente
definitivo, al mirar que por el Norte llovía y que á medio alzar nuevamente el rio
quedariamos incomunicados. El último bulto pasó al cabo y el buen Ayudante
tras de él. Nos tocaba el turno.
Una superticiosa emoción nos sobre cojió al poner el pie en la resbalosa viga
y al agarrarnos con ambos brazos del fornido pasamano. Sería el Jefe de la Ex-
pedición el tributo que cobrara el rio por su paso? Con verdadera crispatura de
nervios fuimos dando sobre el raudal, enloquecido por la cólera, nuestros pasos
vacilantes é inciertos; el balanceo desacorde del piso y el pasamano producía en
nuestro cuerpo un tira y afloje, de un efecto emocional inesplicable: las monta-
ñas rusas, en que se le suben á uno todas las entrañas á la boca, son una monada
en comparación de este efecto de resorte convulsivo en el estómago. El maldito
efecto flector [y, tachado] iba siendo cada vez mas grande á medida que el brazo
de palanca crecía, y el arco del puente aumentaba hacia abajo rapidamente: ya
el raudal mojaba con yerta y golpeante agua nuestros pies y la flecha vibratoría
aumentaba mas y mas. Por fin nos subió el golpe de agua hasta la rodilla, donde
sentiamos el impulso de una rueda de palelas, de aquellas que giran vertigino-
samente por debajo de los molinos. Los pasos los dabamos //
al tanteo bajo el agua, en la que entrabamos y salíamos, como velero automá-
tico. Poco á poco se anda lejos y nuestros veinte metros de viga, [equivalentes,
tachado] especie de alcaloide concentrado de nuestras veinte leguas de trocha,
se acabaron por último. Cuando saltamos á tierra, con risa nerviosa le dijimos
á nuestro ayudante:
282 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
Segunda parte
En la selva
Cap. I.
En las latitudes del Norte, cuna[s, tachado] de las leyendas blancas, esta-
ría en la actualidad poblada esta selva grandiosa, de hadas, nomos y ensue-
ños alemanes.
Aquí no mas, en Colombia mismo, los hijos del Tolima, habrian visto en ella
con su imaginación poética á Patasola [con su, tachado] armado de largo bastón
de puas, saltando de tronco en tronco, y cantando las tristezas, que ellos recojen
en su castriera pastoril. En Cundinamarca, los montañeses habrian oido aquí al
Mohán, encolerizado por la invasión de sus dominios y por el descubrimiento de
sus tesoros. En Santander, la Mancarita de pelo, con sus mandíbulas dentadas
y sus uñas de acero habría disputado su selva durante el día y la Mancarita de
pluma, con voz engañosa que imita el ruego de la mujer y [el llanto, tachado] de
los niños el quejido, habría llorado durante la noche las derrotas de su esposo
[desposeido, tachado] ultrajado.
Libres de toda sugestion imaginativa, los caucheros de Catambuco que nos
acompañan, no sirven de eco á ningu- / na leyenda fantástica, ni propalan la
novela de ningun suceso extraordinario, ni cuentan sus propias aventuras de la
montaña: cargan su bulto como bueyes, comen callados en la cocina y edifican,
llegado el caso, el puente sobre el abismo, sin apercibirse de su propia valentía.
Caminando á paso largo, bajo esta verdosa atmósfera de los misterios, es-
paciado el espíritu con la embriaguez del ozono, sin sendero definido y solo
al rumbo de nuestra brújula, llegamos la primera tarde á[l, tachado] un borde
de la meseta, de que se despeña una cascada sobre el rio, é hicimos alto para
pasar la noche.
Bautizamos este sitio con el nombre de “El Panorama.” A traves de los arboles
adivinábamos el paisaje y hasta tenía éste el encanto de lo velado y entrevisto,
que constituye la conquetería de la seducción; pero hombres, al fin, rompimos
ese velo [de los encantos, tachado] y nos pusimos, mientras los compañeros
montaban la tolda, cara á cara con el espectáculo.
Como la suprema esclamación de asombro, dijimos:
— El Mar!…….
Y nos quedamos largo tiempo pensativos. No menos suspenso de sus pen-
samientos, debió quedarse Balboa, en presencia del Oceano Pacífico. Cuantas
profesías de un remoto porvenir cruzaron por nuestra mente, otras tantas de-
bieron cruzar por la del atrevido descubridor.
Recordamos que fué original nuestra primera entrevista con aquel infinito
de las aguas. En aquella ocasión, como buenos serranos, ibamos prevenidísimos
para la sorpresa y hasta nos habiamos aprendido de memoria las joyas mas va-
liosas de la literatura castellana sobre el grandioso asunto, con el presuntuoso
intento de someterlas entonces á una crítica objetiva. Por entre unos juncos iba
deslisandose el tren que nos conducía á Sabanilla y por [entre los cuales, tachado]
debajo de ellos la resaca [salpicaba, tachado] mojaba de //
cuaderno 6 285
agua salada las traviesas de la via, como en otro tiempo las de la laguna
de Herrera humedecian nuestras botas de infantil excursionista en la Saba-
na de Bogotá.
— El mar! el mar! gritaban poseidos de frenético entusiasmo los viajeros y
el que esto escribe miraba atónito para uno y otro lado, en busca de la sober-
bia maravilla.
— Esto es el mar? preguntó al cabo con el mas ingenuo desden: esta mez-
quindad de agua estancada que la imaginacion estiende, siempre [boba, tachado]
simplona, hasta el confin del espacio?
— Vamos! Paisano, y qué mas quiere usté? nos preguntó un español que
seguía para Barcelona.
— Yo?…. [Pues, tachado] yo quiero la suprema belleza, la suma de todas
las potencias del orbe, el guardador en su seno de todas las riquezas que haya
bajo el Sol!……
— Pues eso es el mar, paisano; mírelo usté! y nos mostraba la faja de agua
ya muy ancha, [y, tachado] que empezaba á ponerse color de botella; pero siem-
pre simplona.
Hasta entonces, por mas que presumiamos de eruditos, ignorabamos el
genuino y sabio concepto de la simplicidad. Gracias al mar y las mil ideas que
nos ha sugerido, hoy comprendemos la belleza infinita de la luz encerrada en su
impalpable diafanidad, la sabrosura del agua insípida y trasparente, la incon-
mensurable sabiduría de la verdad simple y sencilla, la maternidad de todas las
virtudes en la humildad candorosa como la nieve y el sumun de la belleza, la
verdad y el bien en la idea simple de Dios.
Uno de nuestros talentosísimos compañeros de viaje escribió un soberano
artículo sobre el mar, que levantó habladurías entre los lectores por aquella época
de esplendor literario en Colombia, y entre las muchas cartas de felicitacion ó de
crítica que recibió por su sorprendente artículo, le llegó una targeta sin fe- / cha
y sin firma que contenía simplemente estas cinco palabras:
“Despues de Dios, el Mar!”
Y nosotros, no hallando otra comparación mas verdadera y hermosa para
medir el espectáculo de mil leguas de verdura que teniamos ante los ojos, en el
sitio de El Panorama, repetiamos conmovidos:
— El Mar!……..
[Cap. II., tachado] Los preceptistas en literatura enseñan á distinguir entre lo
bello y lo sublime: lo bello, dicen, es la armonía entre la idea y la forma, cuando
aquella es profunda y ésta, mesurada, elegante y capaz de contener completa-
mente el concepto justo de la primera. Lo sublime, continuan diciendo, es la
preponderancia de la idea grandiosa expresada en forma simple que apenas
puede contenerla y explicarla un breve espacio, para conmover profundamente
el ánimo [arriba escrito: de modo] casi instantane[a, tachado]o[mente, tachado].
286 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
— Cap. II.—
“El gran peso que llevaba no lo dejaba andar; pero Juan, cae aquí, levanta
allí; sudando y untado de barro; llagados los lomos y maldiciendo de los malos
caminos, no se separaba de su maleta. Dormía en los mismos barriales donde
se caia con [su maleta, tachado] ella, por no //
dejarla sola un momento.
“Al fin [se, tachado] enfermó y, antes de llegar á su [casa, tachado] pueblo,
donde pensaba mostrar su oro y hacer un palacio, murió el pobre Juan!
“Lo primero que vio en el otro mundo, sentada en las gradas del Cielo, fué á
la [viejecita, que, tachado] niña, quien le dijo:
— “Deja tu maleta á un lado, pobre Juan, que vas á comparecer ante la vista
de Dios, y quiero acompañarte.
— “Antes prefiero no entrar, que separarme del fruto de mi trabajo!
— “Entra con [ella, tachado] él, si quieres, pobre Juan.
“Y Juan entró donde Dios, con el oro á cuestas!….. Cuando volvió á salir,
vió á la [viejecita, tachado] niña todavía en las puertas del cielo, tan blanca y
trasparente, que parecía uno de sus ángeles.
[se añade: — Has sido mas venturosa que yo:] Quien eres? le preguntó Juan.
— “Yo soy la paz del alma.”
— “Ya ven, terminó Ipiales, que no es la juventud, el ser hombre, la salud,
ni la riqueza, como los patrones pensaban, lo que hace la felicidad[?, tachado],
sino conformarse uno con su suerte? Ese es el cuento!” — Y el patrón, no nos
cuenta uno? [cuento?, tachado]
— No, Ipiales; para salir con un cuento mejor que el tuyo, se necesita ser
como Leon Tolstoy.
Este nombre debió ser muy conocido de Ipiales; porque ya no replicó mas y
se quedó dormido sobre el suelo mojado, muy conforme con su suerte. /
compañía, durante tres dias mas, hasta llegar al Alpichaque, donde cuentan y
no acaban de la yuca y el plátano que brota la tierra!
— No vamos, señor!
— Es cosa resuelta?
— Si, señor, nos vamos!
— Pues, deseo á Udes un feliz viaje y que si se ven con los contratistas en-
cargados de la organizacion de la expedición al Putumayo, me los saluden y les
den mis mas cumplidos parabienes. Adios, mis amigos!
Dieron media vuelta [por, tachado] á la derecha y desaparecieron por la
misma parte por donde, llenos de ilusiones, habiamos llegado el dia anterior.
Por qué no nos opusimos, revolver en mano, á la partida de los peones en esta
ocasion? Por tres razones: 1ª. Porque no se nos antojó; 2ª. Por que nos pareció que
ahora los peones presentaban un motivo irreprochable y 3ª. Porque con el via- //
je de los peones, se hacen interesantísimas la aventuras de un explorador casi
solitario en la Selva del Caqueta y podemos decirle al pais: “Nosotros fuimos
hasta el fin, sin ser parte interesada en este asunto, ni apesar de la estulticie [ó
mala fé, tachado] de quienes están moralmente mas obligados que nosotros.
[La víspera del dia fijado para nuestro viaje recibimos la copia del contrato
celebrado tres meses antes, del que no teniamos la menor noticia y que dice así:
“(aquí el texto del contrato sin los nombres de los contratistas)
En el acto notamos que el contrato era por tiempo ilimitado, que carecía de
clausulas penales para el caso de incumplimiento, que anulaba en un todo el De-
creto orgánico de la Expedición, que no había sido sacado á licilación valiéndose
para eludir este requisito de una rebaja de cuatro pesos oro sobre los ochocientos
pesos que imponen aquella formalidad. Pero sobre estos puntos nada teniamos
obligacion de decir.
Ademas observamos que se excluia al Ingeniero Director del derecho á ali-
mentos, trasporte de sus víveres, confección de alimentos sus comidas y servicio
personal, cosas esenciales de la Expedición misma, puesto que puede decirse que
el objeto residía en dicho empleado, á cuyas funciones en el viaje debian colaborar
todos los elementos y accesorios de la empresa. Observamos tambien que no se
subordinaban á él los nombramientos de ninguno de los empleados que debian ir
á sus ordenes y supimos que los contratistas reducirían sus compromisos á man-
dar á la montaña unos pocos peones pagandoles su alimentacion en dinero, con
lo que suprimian todo el material y servicio de despensa y cocina, /
con lo cual en perjuicio de la desciplina, gobierno y supervivencia de la Expe-
dición en el desierto simplificaban sus deberes al pago de diez ó catorce peones á
veinte ó treinta pesos por mes.
Con estas observaciones promovimos á fuerza de comunicaciones un contrato
adicional que dio por resultado el nombramiento de un cocinero, la compra de
servicio de mesa á última hora y el envío á casa del Ingeniero la suma de treinta
292 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
y dos pesos plata para que constituyera su tren particular completo de trasportes,
alimentación y servicio.
Fué nuestro ánimo presentar nuestra renuncia desde entonces para no vincular
nuestro nombre á un fiasco seguro; pero temiamos que se atribuyera á cobardía de
atravesar la cordillera en invierno, y contando con nuestra energía prometimos
espontaneamente en nota de despedida al Gobernador que aunque todo augu-
raba el fracaso, el Supremo Gobierno encontraría en nosotros un hombre digno
del honor y la confianza que dicho Gobierno le ha dispensado.
Las aventuras de hambre, frio, retardos, insubordinaciones y carencia de
peones á nuestro lado, así como la historia de las ideas de fomento de esta región
que vamos consignando en el presente libro, prueban que no han sido infundados
por una parte ni presuntuosos por otra nuestros pronosticos.
Y basta de mas esplicaciones sobre nuestra soledad en la Selva, que serian
enojosas para el amable lector é inoficiosas en un libro ameno que no presume
de cabeza de proceso. //
Cap. IV
Cap. IV
hostil y malévolo que mantuviera agrios los ánimos y contraidos los / semblantes,
al calcularlos lejos, ya sonó en la cocina una ruidosa carcajada muy en armonía
con la frotada de manos festiva é involuntaria que el Ayudante y el Ingeniero nos
estábamos dando sin saber por qué. El vínculo de simpatía habia enlazado unos
cinco corazones en medio de los sufrimientos, [y, tachado] incluyendo el del buen
Marcillo, cuya desercion, por mas que digamos, no hemos podido conciliar con
su anterior conducta y con su natural sencillo y generoso. Los otros corazones
de mozos perversos no se podian avenir con la atmósfera casi mística, que por
virtud de nuestro ministerio científico y de nuestra sencibilidad de artistas, [le
imprimimos, tachado] nos rodea en nuestra casa, ora esté en la ciudad, ora en
la selva. No es el primer caso que notamos de extraneza á nuestro lado, en la paz
que suele rodearnos, en el orden de ideas que fomentamos y en el genero sencillo y
tierno de satisfacciones que nos procuramos y procuramos á quienes nos rodean, de
parte de aquellos seres aviesos y rebeldes por no decir naturalezas inferiores que,
momentáneamente, en las mentidas relaciones sociales y en los negocios ó, tem-
poralmente, por razon de servicio, empleo ó concierto remunerado ó gratuito han
tenido que soportar aquella atmosfera que parece les es nociva. Regla general que
hemos comprobado en muchos años de observación: todo canalla (perdonesennos
el calificativo) se vuelve altanero y traidor bajo nuestro trato y proteccion; pero
las naturalezas nobles por el contrario se hacen mas fieles y amables bajo nuestro
modo juguetón y serio al propio tiempo: los primeros nos irrespetan pronto y nos
pierden el cariño, las segundas se complacen con nosotros y nos rinden cada dia
mayores consideraciones. Pero la disgresión va larga y vamos al caso del indio:
mientras mas peor, mas mas mejor.
Nuestra última jornada de cargueros a pesar de la pérdida en que estuvo en-
vuelto el ayudante fué mas bien un paso alegre que un trabajo penoso: es verdad
que el cúmulo de correas y cordeles //
que nos envolvian para mejor conducir nuestros trebejos, nos enredaban y nos
dificultaban la marcha; pero sentiamos una rara satisfacción interior tan grata
en esa jornada y un buen humor tan franco, que nos parecía que mas bien [arriba
escrito: ibamos] de broma [arriba escrito: en un parque] que de serio en el lejano
corazón de la Selva en medio de peligros. Otro tanto debian sentir los compañeros
porque los semblantes estaban festivos y las bocas habladoras. Deploramos que
el modo de ser de los catambucos no permita echarlos de menos aunque hagan
falta sus servicios. No así los pejendinos cuyas alegrias y gracejos recordamos
con frecuencia.—
En Los Monos el dia fué tranquito [sic]., tachado]
Organizadas así las marchas, anduvimos muchos dias paso á paso[;, tacha-
do]. Unos [y hasta dos, tachado] pocos kilómetros recorríamos en ocho horas de
fatiga; pero la dirección hacia el Alpichaque era constante. “El que anda, llega”;
“poco á poco se anda lejos”; “morrocoy, morrocoy! adelante voy.”: tales eran
300 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
fantasmagóricas dantescas, con las masas sombrías del copage, [y, tachado] con
los encajes [y filigranas, tachado] de los helechos y bambues, con retazos irregula-
res de un cielo de [colorido incierto, tachado] palidez indefinible y con filamentos
de su luz [misteriosa y, tachado] melancólica, propia como para iluminar [las,
tachado] escenas trágicas. [arriba escrito: El grillo] la rana, el buho, el murciéla-
go y demas líricos de las tinieblas, en este teatro fantasmagórico, arrullaban el
descanso merecido y tranquilo de los espedicionarios, durante la noche.
Al amanecer, un pájaro desconocido, desde lo mas alto del ramage, entonaba
largas, variadas y festivas dianas, de una música maravillosa; á la que hacian
coro los mil flautines de menor inspiración y aliento que entonaban agudas
notas en el diapasón de sus gargantas. Las faenas de la marcha comenzaban al
bajo rumor de los dos peones en el rancho y al chisporroteo de la candelada, y
se propagaban hasta la tolda, con el desbarajuste de catres, empaque cotidiano
de cajones y voces de alegría por la partida.
— Qué hacemos de almorzar hoy? no queda sino la galleta y una mera latica
de sardinas!
— Harás, sopa de galleta con sardinas.
— Y qué mas?
— Hombre! Prepara tambien un atomatado de sardinas, en polvo de galleta!
— pero, señor! Qué hacen los de atrás que no arriman víveres? Segun dice
Ud. estamos á veintisiete leguas de Pasto y un buen peon camina esta distancia
en cinco dias.
— A los de allí no les afana alcanzarnos, amigo, no vé que así pueden cobrar
la tercera mensualidad del contrato?
— Y si morimos por aquí?…..
— Mejor para ellos: siguen cobrando indefinidamente sus mensualidades,
hasta que Dios sea servido!
Pero el aviso de la consunción de los víveres no era para soltar gracejos y
había que pensar en renovarlos. La sel- / va, como el mar, ofrece en sus oscuras
concavidades mucha alimento de vida.
Justamente, á la zasón, pasaba á corta distancia del campamento de “Las 12
quebradas” un piara de zainos, gruñendo.
— A las armas, muchachos! Pero tengan cuidado de no tirarle sino al últi-
mo de la manada; porque he oido decir que cuando se ataca á los delanteros, se
vuelve la tropa enfurecida contra el cazador.
— El paujil de los catambucos costó diez cartuchos y solo nos quedan
otros diez!
— Pues no pierdan Udes tiro, bravos tiradores!
Los bravos tiradores no habian disparado jamás una escopeta.
— Si el dotor no apunta, quién sabe con qué pamplinada saldremos nosotros,
dijo Ipiales; de cuyas dotes de montañero teniamos una alta idea, hasta entonces.
302 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
El relator de estas aventuras tampoco había tomado jamás en sus manos una
carabina y lo propio le sucedía al Ayudante. Por esta carencia de devotos de Diana
las armas venian tomadas, hasta el punto de no alzar el gatillo.
Pues, á limpiar las armas! Entre tanto la piara de cerdos monteces siguió,
gruñendo, su camino
El petróleo untado por fuera y echado por el cañon de las escopetas no pro-
ducía mejoría ninguna.
— Será necesario desarmarlas? Y sin un desatornillador, cómo nos las
componemos?
Aquí del genio mecánico del Ayudante: él sabrá!
Mientras él bregaba por desarmar las escopetas para limpiarles los ejes y re-
sortes oxidados, valiéndose para esta operacion del hacha y los machetes, gritó
á nuestra espalda, con cierta mofa, una hermosa pava: “Ya será tiempo de que
se rian de nosotros los paujiles?”, pensamos, recordando la aventura famélica
de Marcillo. //
Los zainos se fueron y la pava tambien se puso á buen recaudo; pero, si por
entonces se perdió la ocasión de proveernos de carne, las armas, en cambio,
quedaron en disponibilidad de servir.
Durante la marcha veia Ipiales, deseoso de disparar, huellas de danta, de
siervo, de oso, y de mil cuadrúpedos mas, cuyas huellas solo eran comprensibles
para [Ipiales, tachado] él: los demas no veiamos donde [él, tachado] nos mos-
traba sino hojarasca, troncos podridos y pepas [de, tachado] silvestres, á medio
roer por los monos.
Estos [bim, tachado] cuadrumanos pasaban, columpiandose, por las copas
mas elevadas de los arboles, en grandes partidas de gruñidores, chillones y
silvadores; pero andaban tan lejos de nuestro alcance, que siempre impedimos
los disparos inoficiosos. Nuestro propósito era cojer á “boca de jarro” la presa
y fusilarla á mansalva y sobre seguro. No había que perder tiro. El régimen de
galleta y café sin dulce nos mantendría, mientras una hermosa danta nos rega-
lara con su rica carne.
Al parar por la tarde, para construir el rancho, seguramente el ruido del ma-
cheteo despertó la curiosidad de los simios y vinieron, [y cerquita, tachado] muy
de cerca á mirarnos y como á burlarse de nosotros: qué muecas! que pruebas de
agilidad! que gritería bufona!
— La escopeta! prontico!
— Udes. no se metan en esta: cada cual en su oficio; ya es tarde y esta-
mos todavía como en la calle. Hagan su desmonte, que yo les voy á dar carne
de mico!
Tomamos el rifle, le metimos la cápsula, levantamos la culata á la oreja de-
recha, como habiamos visto hacer á los cazadores y soldados, y aguardamos,
listos, un instante.—
cuaderno 6 303
fué la otra. Escribir por escribir y carpintear por carpintear, son dos vicios de
entretenimiento, como cualesquiera otros. Pero habiamos cerrado un pacto:
“Ud. llega á Pasto con un catre de viaje, de su exclusiva invencion, y yo llevo un
libro de aventuras.”
En dias de venirnos, él había ido donde un carpintero y le dijo: “Hágame Ud.
un catrecito portátil.” Y el catre estuvo hecho en un santiamén: Dos guesos lar-
gueros, unidos por una tela de costal, y sus enormes patas de tijera. El [trasporte
hasta “El Encano”, tachado] acarreo de semejante armatroste hasta “El Encano”
no ofreció insuperables dificultades; pero allí se hubiera quedado por estorboso,
en [mi, tachado] poder de otro que careciera del genio de la mecánica, auxilia-
do por una tenacidad sin ejemplo, que adorna [al, tachado] á su dueño. [de él,
tachado] Recortar los largueros en dos secciones y unirlos con [una, tachado]
visagras, que hubo tiempo de pedir á Pasto, fué la primera reforma que sufrió
el mueble. Las visagras, sinembargo, resultaron como para cajita de costu- / ra
y en la primera noche de ensayo pusieron al artífice en el suelo con grande es-
truendo. No había tiempo, para pedir un[a, tachado]os [visagras de puerta de
catedral, tachado] cerrojos de portón de presidio, como se requerían y empesó
la inventiva á funcionar: palos á lo largo, palos al traves, puntales, tijera central
y mil procedimientos mas, fueron sucesivamente pasando por la prueba expe-
rimental. No hubo momento de reposo: nuestro libro y el catre distrageron los
ratos de hastío que nos ofrecía la marcha lenta. Es el caso que el libro tiene mas de
60[0, tachado] paginas y el catre se dobla, se desdobla, sirve de mesa, de estrado,
no pesa, es fuerte, da un volúmen como para llevarlo bajo el brazo, tiene falleras
de ajuste y correderas de extensión: en una palabra es casi una obra de arte. Pero
el orgulloso inventor no está todavía satisfecho y continuará, como todo artífice
de genio, introduciéndole diarias reformas á su obra querida!
— Tengo esperanza, le decimos por gracejo, de que cuando entremos á Pasto
ya llevará Ud. su catre prendiente de la leontina en el bolsillo del chaleco.
Así pasó el dia. Los dos peones debian regresar, cuando más, [por la tarde,
tachado] tarde, á medio dia:
— Las cinco! Se fueron á las [6, tachado] seis pasadas; tenian que recorrer, de
aquí, [á, tachado] allá, tres kilómetros. Un caminador sin carga, en esta plani-
cie, recorre esa distancia en media hora! Pongale Ud. otra media hora, porque
se fueron despacio, y tenemos que han debido salir de [alla, tachado] “Las 12
Quebradas” antes de las [8 a.m., tachado] ocho.
— Los cartuchos aquellos los habrán entretenido algo….
— Bien! Que salieran á las nueve. Un peon cargado camina 1500m. por hora:
han debido llegar aquí á las once.
— Y Los descansos? Y Si mataron pava?…..
— Corriente: agrégueles Ud una hora mas! Póngales otra de barato. A la[s,
tachado] una han debido llegar… y son las cinco y media!
cuaderno 6 305
*
* *
Diálogo de mosquietero á mosquitero:
— No oyó Ud. ayer, cuando uno de ellos dijo: “Caracoles! yo no sigo cargando
mas en esta lejanía”?
— Sí oí; pero eso fué porque se tropezó con una raiz.
— Y no se apercibió Ud. de que Ipiales dejó una yucas en “Cachupendo”,
escondidas en la paja y dijo: “aguárdenme ahí, condenillas”?
— Como tenía la esperanza de regresar por aquí……
— Diga Ud. el propósito y no la esperanza; [hombre!, tachado] no sea bueno!
Ellos ya no llegan. Pensemos en la última reorganización: la Expedición no ha
fracasado todavía; cuenta con dos hombres!
— Y, en ese caso, aquí qué dejamos?
— Todo! No tenemos víveres que nos estorben; no tenemos ropa de respuesto;
no hemos de andar cargando catres!
— El tiro fué certero: un suspiro se exhaló por debajo del toldillo vecino…….
— Y no oyó Ud. anoche, dijo por último el interlocutor, un bufido por
allí arriba?
— Sí lo oí, no hay cuando: es el tio tigre.
*
* *
esta [mi nación, tachado] raza, han nacido, se han procesado y han florecido,
desde muchos siglos atrás, en el corazón de mis ante pasados y yo soy el alma
de esas instituciones hecha hombre ley inmutable á través de una seleción casi
eterna. Por eso aquí no hay [ley, tachado] legislacion escrita: el derecho está en
mi sabiduría y en mi Justicia.
Mi sangre corre por las venas de este pueblo, que así mismo se dice con
razon hijo del Sol; porque desde la simple combinación binaria [del, tachado]
de su origen adánico [de esta nación, tachado], mi primer abuelo que fundó la
dinastía fué el mismo genitor inicial de esta [raza, tachado] prole numerosa y
en mí, por la educación de gobierno y porque sé la historia desde el orígen de
los tiempos, se concentran las aspiraciones, las pasiones, las aficiones, las tra-
diciones, la ciencia y las artes de mi pueblo. Por esta razón entre nosotros no
hay ciencia escrita: ella está en mi inteligencia y en mi aplomo como está en la
vuestra la noción axiomática.
“Este pueblo es feliz bajo mi providencia y aquí no hay idea de las revolucio-
nes; porque el derecho crece con el curso del tiempo, como crecen y se compli-
can á traves de las generaciones vuestras las relaciones económicas, políticas y
sociales[, de mis hijos, tachado] que vosotros violais. Ni puede haber sediciones,
porque el pueblo sabe que yo soy la esencia de él mismo y que mi desaparicíon
[equival, tachado] equivaldría al suicidio. /
[“Te agradezco tu visita y las tristes noticias que me dás de los de tu raza en
el mundo, fuera de su natural ambiente [arriba escrito: geográfico] moral y polí-
tico. Esta es la segunda vez, despues de cuatro centurias que tengo correo de esa
gente: en la primera los obligó el hambre á buscar mi socorro. Recordarás cuando
se agotaron en Cundinamarca las papas; porque esos hombres degenerados han
olvidado la ciencia de los cultivos que les enseñó mi padre. Entonces vinieron
aquí y les renové la semilla. Ahora que quieren de mí? Pide lo que gustes que te
será concedido., tachado]
— Serenísimo Señor! [Vuestros, tachado] Mis hermanos en la tierra han lle-
gado á tal postracion [de imbecilidad, tachado] y desdicha, que ya no quieren
sino la muerte. En cuanto á vuestro ilustre huesped, quiere dos cosas: 1ª. Conocer
esa ciencia todo poderosa, en virtud de la cual pareceis eterno, si no lo sois en
realidad; y, 2ª. Que me permitais seguir viajando por el mundo; porque ese es
mi delirio y porque allí tengo lo que amo mas que mi vida!
— “No has pedido nada; pero has conquistado el secreto de la Sabiduría.
Sigue mi consejo y gozarás de la misma inmortalidad que yo: ama á tu pueblo y
[trasmítele, tachado] tributale á él tu saber y tu vida; ama á tu hijo y trasmítele
con tu propia alma el amor [á, tachado] por tu pueblo. Así éste que tiene la me-
moria perpetua de los organismos que se renuevan en sí solos, confundirá en una
sola personalidad perpetua á tí, á tu hijo, á tu nieto, y estos irán confundiendose
por herencias del ser en la personalidad y en la conciencia de sus antepasados.
312 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
“En cuanto á tu deseo de salir de aquí para seguir viajando y volver al abri-
go de tus afectos, me he anticipado á tus deseos; porque, [hombre, tachado] ser
de otra [raza, tachado] especie y otras nociones de la moral y de la ciencia, tu
presencia entre mis sub- //
ditos sería eminentemente [nociva, tachado] corruptora: tu viaje está prepa-
rado y en cinco minutos habrás recorrido sin sentirlo las treinta leguas que te
separan del Alpichaque, la otra portada de mi reino.”
[— Vuestro nombre, serenísimo señor, para conservarlo eternamente en
mi memoria.
— [Yo soy el rei Guamuez”, tachado] — No has comprendido quien soy?…..
Me llaman el Rey Guamuez”, tachado]
“Qué sabia filosofía la de los rios; cuánto ganaran los hombres si la com-
prendieran y los gobiernos si la siguieran! Que esa es la autocracia? Que eso es
el Socialismo absoluto? Vana palabrería, que ha tiranizado siempre á los hijos
de Adan!”
Esto dijo y siguio en marcha hacia Oriente el nigromántico andariego y Fe-
liciano, procurando retener tan intrincada historia para referírsela á su mujer,
volvio á Mocondino, y allí se hizo viejo contando su cuento, [así, tachado] del
modo siguiente:
— “De Cucunubá vino un enviado á ver y visitar el Encanto de La Cocha.
Y el enviado era un indio que llamaban el Tegua por su sabiduría. Y á mí se me
presentó como un [doctor, tachado] viajero; pero no era sino un Sabio. Llegamos
á la orilla y él se entró de rondon al Alcazar de las aguas y yo seguí ligero al Al-
pichaque. En el Alcazar lo recibieron príncipes vestidos de peces y princesas de
sirenas; y el rey que era el alma del rio y el Encanto de la laguna, lloró al verlo y
le dio un abrazo que ainas lo emparama. El Tegua le pidio una merced al rey de
las aguas y éste le dio el secreto para gobernar á los pueblos haciendose pueblo
como el rey del agua se hizo rio, y el hechizo para hacerse inmortal por medio
de la trasmigracion de las almas (digo yo de las almas, que él no dijo sino de la
sabiduría y el amor) de padres á hijos, á nietos y a chornos. Las espumas lo sa-
caron breve para que no se contaminaran de muerte las linfas y yo lo encontré
[aguardandome, tachado] ya en el Alpichaque, platicando sobre estas brugerias
con los indios [“, tachado] Mayos”. /
De modo que las canoas bajan con 300 metros de velocidad y suben con 100
por minuto; es decir que bajan como rayos!
— Ah! mi Formulario! Ahora sí que deploro no haber traido mis libros” La
formula de Prony nos habría dado la diferencia de nivel entre el Alpichaque y
la gran llanura de la red de aguas, donde está La Sofía. El nivel de este punto
no puede ser menor que el de Honda (240m); agregándole lo que nos dijera M.
Prony, tendriamos la altura del Alpichaque…….. Como venimos bajando con
el 1%, sabiendo que hoy estamos á 500 metros sobre el nivel del mar……
— En fin, no podemos saber cuánto nos falta para llegar al Alpichaque!
— Ipiales! Dime una cosa: cuánto gasta un peon cargado?
— A sigun[!, tachado] Si va ligero…. cinco dias y si va despacio….. seis!
1r. Caso: cinco, por ocho, por 1200mt; igual cuarta y ocho kilom.
2°. Caso: seis por ocho, por 1500; igual cincuenta kilómetros
Total: distancia de Juntas á Santa Rosa diez leguas. [Eso, tachado]
En todo caso: oh! Alpichaque! Seas puerto ó portillo, solitario y sin recursos,
inhospitalario y esquivo; te deseamos la inmortalidad, y ojalá que por la fama
de estas aventuras, caiga sobre tu nombre el polvo de los siglos siempre [fresco,
tachado] brillante como [el de, tachado] sobre Roma. //
Cap. IX
la mas vil de las miserias humanas; era el hambre, que aconseja el robo, el
suicidio, la antropofagia!
Satisfecha la necesidad, nos reanimamos como no habiamos vuelto á estarlo
desde que salimos de Pasto y miramos el campo, las palmeras, el cielo, donde
adivinamos la Providencia y le rendimos nuestra acción de gracias.
Una hora mas de chupar caña y comer piñas y mazorcas crudas.
Nuestro criterio era otro muy distinto del de nuestra gente: el Alpichaque,
mas que el plátano artón de doce libras, significaba la coronación de nuestras
aspiraciones en esta curiosa exploración del Caquetá. De modo que la chagra se
nos ofrecía como un medio para verificar el viaje y no como un fin. Los peones,
por el contrario, llegaron á persuadirse, á fuerza de repetírselo nosotros, que
el objeto de nuestros anteriores sacrificios era llegar donde hubiera que comer.
Por esta razón cuando les gritamos: “Muchachos, en marcha; á dormir al Alpi-
chaque” encontraron esta orden cruel, estúpida y antojadiza.
Nos impusimos en esta ocasión con la energía con que solemos hacerlo en los
grandes trances y los buenos muchachos salieron del sembrado murmurando
contra nuestra tiranía y contra nuestra imprevisión
— No sean tontos! les dijimos; este será nuestro almacen de víveres: lleven
como para comer esta noche, que mañana, ya instalados en el puerto, volverán
por una buena provisión.
Este fué realmente nuestro intento: ya habiamos calmado el hambre y el
fin del viaje estaba muy cerca, qué objeto tenía el adherirnos allí al amor de
unas yucas?
Desgraciadamente caminamos toda la tarde y //
el siguiente dia, hasta que la trocha dejó el rumbo al Sur que llevaba, se fué
separando poco á poco del rio y se internó hacia el oriente con suave giro hacia
el Norte en sus últimas curvas.
Habiamos dejado atras el Alpichaque!
Por la mañana del segundo dia, pasamos un rio bastante aguado, cuya direc-
cion, mas bien cargada al Oriente que al Sur, nos puso en sospechas de si sería
ó no afluente del Guamuez.
— Solamente que hiciera una curva de retroceso para buscar á éste ó que lo
vaya á cortar muy abajo!
Continuamos andando por la trocha unos kilómetros mas por vía de ex-
ploración y comprobamos nuestra certidumbre de que ya [la trocha, tachado]
el sendero no sería buen[a, tachado] [guía, tachado] director; pues no es obra
de los indios del Alpichaque, como habiamos creido, sino de los caucheros que
andan [h, tachado]errantes por la selva en busca del precioso arbol. Varias veces
encontramos derribados y picados á puñaladas los vigorosos señores de la Selva,
muertos á manos de codiciosos de encrucijada, [que matan, tachado] semejan-
tes á sus asesinos para robar el puñado de monedas que lleva el viajero en el
cuaderno 6 319
bolsillo, ese que en el resto de sus dias hubiera producido centenares de miles!
Nos infundió profunda tristeza esta señal de [nuestra, tachado] salvagez y si se
quiere esta depresión de [nuestro, tachado] nivel moral. No es un acto criminal
cortar una existencia productiva? No es un acto inmoral conspirar contra la obra
divina de la procreación de las especies útiles al hombre? No es una prueba de
[supino estupidez, tachado] salvaje egoismo dormir una noche bajo el rancho
que pueden utilizar otros viajeros [y, tachado] é incendiarlo después? [No es e,
tachado] para que no sirva mas? No es una torpeza crasa matar la gallina de los
huevos de oro? Pues este crimen, esta inmoralidad, esta salvajez egoista y esta
torpeza, cometen los caucheros al derribar el arbol que los [ingleses, tachado]
hombres superiores están culti- / tivando en otras partes con solícitos ciudados.
[Si tan, tachado] Siquiera [el, tachado] cada delito de derribar un arbol compen-
sara con una riqueza á cada vez que se comete. “Si mereciera la pena” El arbol
caido produce tanto como vivo y convenientemente sangrado: no se crea que
[e, tachado] la estulticie de matarlo aumenta el beneficio. Acaso la buena epoca
del derribe, como es natural, haga mas productiva la tumba; pero en el furor
de la codicia, esta [epoca, tachado] oportunidad tampoco se tiene en cuenta: no
se respeta [tampoco, tachado] ni la edad ni la [oportunidad, tachado] ocasión
— Derribemos el palo, dicen, aunque nos produzca poco; que sinó alguien
despues será el aprovechado.
En un rancho de cauchero donde estuvimos el último dia vimos derribados
cuatro hermosos arboles picados en toda su extension.
— Dime Ipiales, cuántas arrobas de caucho habrán producido estos cua-
tro arboles?
— Pues, señor, nos contesto; conozco estos árboles: son de caucho blanco;
han sido cortados en sazón y en buena época y calculo que habrán producido
una libra cada uno. Para llenar esta prensita, que está aquí, de unas treinta libras
de capacidad, han tenido que derribar en este contorno otros veinte arboles.
— Qué horror! Y por esa mezquindad han cometido semejante infamia?
Definitivamente estos son unos bandidos de menor cuantia!….. Dos arrobas
que fueran, no merecen el remordimiento que debe causar [segar, tachado] el
destruir así una fuente de riqueza nacional!
— Los grandes arboles de caucho negro, por allá abajo, sí producen hasta
dos arrobas.
Ya con fuerzas, regresamos rápidamente al rio aquel que habiamos pasado
por la mañana, poseidos de una especie de temor, por haber andado solos por
esta trocha de caucheros. //
Era hora de hacer campamento y meditabamos sentados sobre una barranca
que mira [al rio, tachado] la corriente, si sería [conveniente, tachado] acertado
bajar al dia siguiente por toda su orilla, en busca del Guamuez ó si convendría
mejor seguir el curso de la quebrada anterior, cuya direccion es satisfactoria.
320 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
— En dos jornadas, por la playa del Guamuez, una de para abajo y otra de
para arriba, le deciamos á nuestro Ayudante, habremos dado con el puerto.
— Oyó Ud. un grito allá?
— Sí; debe ser el eco del que han dado nuestros muchachos.
— No! Viene gente, dijo, levantándose alborozado.
Efectivamente, á los pocos instantes se arrojaban al rio unos seis hombres
que conducian las maletas que habiamos dejado atras, y con ellos venía el So-
brestante que nos había abandonado hacía casi dos meses!
— Traigo cebada, carne y panelas
— Ya caso no [l, tachado] las necesitamos, contestamos con desabrimiento.
Y el Alpichaque donde está?
— No sabemos. Nosotros hemos seguido las huellas de Udes. y los peones
que conocen dijeron que hoy los alcanzariamos allá.
— Y trae Ud. un buen cargamento de esos tres artículos que tánto lo ha de-
morado…?… y los peones hasta cuando están contratados?
— Alimentos vienen ya muy pocos y los peones terminan su contrato y re-
gresan, pasado manana.
— Muy bien! Vivan los contratistas! /
“¿No podría salir de este asunto del príncipe encantado un bonito cuento para
nuestro libro, que concurra á pintar el estado de ánimo en que estamos,: [sic]
perdidos en esta selva, sin peones ni víveres, en busca del puerto que creemos
salvador, no solo de nuestra reputación de exploradores, sino de nuestra vida y
las de nuestros compañeros?”
[“Hay que darle al príncipe la forma clásica de las leyendas”, seguiamos pen-
sando en el desvelo, “aletas trasparentes, carro de oro, tirado por cisnes y delfines,
con riendas de hilos de luz”….. “Ah! Quien tuviera la inventiva sutil de Ruben
Darío”, tachado]
“Pero la situación no está para rubendariacas! No tenemos víveres, no hemos
dado con este esquivo y acaso tan mentiroso puerto como es mentiroso [el, ta-
chado] volcan el Patascoy, y solo contamos con peones para dos dias discutibles.”
“En todo caso, haya ó no puerto, es preciso salir á la vega del rio para bus-
carlo ó habilitarlo.”
“Aprovechemos los instantes: un dia de los peones á traer víveres de la [chagra,
tachado] sementera abandonada y el otro á llevar nuestras maletas ála playa.” //
[al margen izquierdo: (x) “Entonces, de dónde he sacado yo toda esta historia
del puerto del Alpichaque? Estaré loco?” pensamos con perplejidad. Las pasa-
das aventuras nos habian debilitado hasta la certidumbre de los conocimien-
tos anteriores!”]
Eso pensamos y esto resolvimos en el desvelo.
— Tú qué haces aquí, metido en el rancho, como una hembra en dieta! le
gritamos coléricos á un peon que violó nuestra orden de ir á traer yucas.
— Señor; es que estoy malo!
— Qué tienes? le preguntamos, ya en tono amistoso.
— Vea, señor; nos contestó, mostrándonos la espalda llagada. [Le había, ta-
chado] Una picada de zancudo [y, tachado] le había hecho un nuche y sobre eso
había cargado todos los dias!
— Te daremos un remedio. Eres cauchero? Has andado por aquí? Conoces
el Alpichaque?
— Sí, patrón, soy cauchero; pero no he andado por aquí sino una chulla vez.
Todo esto se llamaba entonces el Alpichaque.
— Y el puerto dónde queda? hay chagras? hay indios?
— Por aquí no hay ningun puerto. Allá, arribota, cuando se cauchaba por
aquí, había un charco, por donde pasaban á Santa Rosa. De resto, el rio corre
encajonado entre dos peñas.
Este fué el primer [Informe, tachado] dato testimonial que tuvimos del
Alpichaque.
— Y en ese charco, en las orillas, vivía alguien y había canoas?
— No señor. El charco servía para pasar en balsa y nadie tenía habitacio-
nes por allí.
cuaderno 6 323
— Está bien! Que te pongan en eso, tabaco mascado; que [eso, tachado] es
buen[o, tachado] remedio para que se salga el nuche
(x) Al dia siguiente regresaron los peones con diez yucas y [una, tachado]
media cuartilla de maiz. Habian empleado dia y medio en recorrer cinco kiló-
metros, en recolectar y dejar allá provisión para abundar en la que tenian y en
burlarse de nuestra desesperada situación.
— Por qué tardaron Udes tánto y trageron tan poco? /
— Señor, porque a chagra está legisísimos y porque no hay casi nada en ella:
los loros, los micos y las hormigas, señor, son por aquí los peores enemigos de
las siembritas de uno.
— Pues, qué se va á hacer! Ahí tienen Udes las maletas listas; se ha hecho
muy tarde: anden ligero, por el amor de Dios!
— A lo cansados que venimos, seguir cargando? Nuestro contrato se
terminó desde ayer y nos [c, tachado] vamos. Bien aburridos que estamos
de esto!
— Vamos, muchachos, por favor! Tengan Udes piedad de nosotros! No es ya
sino un rato mas de trabajo. No vayan á cometer la crueldad de abandonarnos
enmedio de la montaña, como hicieron los de la otra cuadrilla. Miren que, por
causa de eso, ibamos sucumbiendo en esta trocha. Udes no nos han servido de
nada, por [fe, tachado] venir de cazadores: hágannos este único servicio y que-
daremos tan agradecidos como si los treinta dias de su contrato nos los hubieran
servido debalde.
— Si nos dan panela, compadezcamonos de este pobre dotor y sirvámosle
en eso, dijo alguno.
— Es justo, contestamos, que se les den algunas panelas: no [se, tachado] les
[darán, tachado] daremos sino [una, tachado] tres porque estamos [muy, tacha-
do] escasos y nos van á faltar.
— Este bulto tan grande y tan pesado no lo puedo llevar yo, dijo el caporal,
mozo atlético que hubiera cargado el doble en otras circustancias.
— Es el mismo que ha venido trayendo [ay, tachado] hasta aquí mi pobre
cocinero, que ya no tiene fuerzas para matar un piojo! Y un mozo robusto, va-
liente y bien comido se queja!
— Es que yo no tengo obligacion y si lo llevo es por lástima!
— Por la misma razón, hombre! los favores no se regatean. //
Mientras los peones discutian y escatimaban indignamente el primero y
único servicio que nos iban á prestar, acaso para empeorar nuestra situacion,
nos acercamos al Ayudante y le dijimos al oido:
— He dejado al cocinero sin carga, para que vaya, ya que es hombre de nues-
tro afecto, junto con el Sobrestante, hasta la chagra y se traigan algo de lo que
tienen allá prevenido estos brivones: arregle Ud. la marcha con disimulo.
324 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
Todos le gritamos y él salió hasta la orilla opuesta. Buena estatura, bien muscu-
lado y de camisa sin mangas, caida hasta las rodillas y atada á la cintura por el
cordon del machete.
Correspondió á nuestro llamamiento haciendo señas de que vendría
— “Ese es el príncipe encantado del Alpichaqué, que nos hacía falta para
el cuento!” //
3ª. Parte
Los Salvajes
Cap. [XII, tachado] I
Todo esto podiamos decirlo sin cuidado, porque los catambucos se habian
marchado hacía una hora y no podian oirnos.
Hubieramos continuado nuestra antropológica conferencia, si un incidente
importantísimo no nos hubiera ahorrado ese trabajo.
— Hace rato que no veo al cocinero: se habrá fugado, dejandonos en el mas
absoluto desamparo?…….. /
— Nada tendria de raro: es un indio de Anganoy, que toca clarinete en la
“Banda vieja” de Pasto.
Se le llamó á grandes gritos, se le buscó en las inmediaciones y, para des-
engaño final, no se encontró en el Campamento su maleta. El infiel cocinero,
rompió su contrato, olvidó su deber, maldijo del afecto que parecía dispensarnos
y tomó las del Viblu Diego.
— He ahí para qué les sirven á los indios de la altiplanicie el vestido, la
lengua de Servantes y la religión de la Caridad: para dejar á perecer en la so-
ledad el desierto á tres hombres, que han sido sus amigos, [pero que no son
de su raza!., tachado]
— Y bien; qué hacemos ahora? La situacion se complica! [horriblemente!,
tachado]
— [Nada!, tachado] En primer lugar llamemos lista, para ver cuántos somos
y cuántos quedamos; en segundo lugar, [arriba: hagamos] conformidad que, co-
mo decía Ipiales, [que era, tachado] es el secreto de la ventura, y en tercer lugar,
organicemonos.
Lista de los miembros de la Espedicion, á treinta y dos leguas de Pasto, y
ejemplos que ejercen:
1 Un Sobrestante sin peones, [que, tachado] el cual se encargará dela [manejo
interior, tachado] cocina, servicio de postas, consecución de leña, agua, pro-
visiones etc.
2 Un Segundo Ayudante, quien se encargará de la despensa, de las construc-
ciones, de la direccion de la casa y demas cosas que vayan ocurriendo; y
3 Un Ingeniero Director, [que se, tachado] encargado de pensar cómo sal-
dremos á la otra punta y de llevar[á, tachado] la minuta de los sucesos; sin
perjuicio de servir de Ayudante á los anteriores y de reemplazarlos en caso
de falta temporal ó definitiva
Distribuidas así las cosas, cada cual entró contento á ejercer las funciones
de su nuevo empleo; se hizo un famoso almuerzo con yuca, plátano y pescado
fresco, con [que el indio, tachado] el cual tuvo el indio la amabilidad de obse-
quiarnos, y reimos, bromeamos y nos olvidamos del cocinero infiel.
Todos trabajaban permanentemente: porque el //
trajin de una casa en la selva da mucho que hacer. Va á llover: es preciso
construir un cobertizo para la cocina; porque, sinó, la candela se apaga y cuesta
triunfo volver á encenderla. Salen los Robinson al campo, cortan varas, bejucos
332 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
rio á rio y salir al Putumayo infinidad de tiempo despues y cortarlo muy abajo
sin acabar de formar idea de la navegación del Guamuez hasta La Sofía?
Por último, pensa[ba, tachado]mos….. porqué no confesarlo? acaso el lector
no ha amado?…. pensabamos en nuestro hogar querido!
Cuánta alarma va á producir en nuestra casa el saber que nos quedamos á la
orilla de un río torrentoso, enmedio de la selva desierta, con unas pocas yucas
robadas [arriba escrito: por todo almacen,] sin un peon y que, además, nos trai-
cionó el cocinero y page de nuestra confianza íntima! Esto es lo que nos hace
suspirar á media noche bajo el toldillo: la congoja, [de, tachado] y las lágrimas
que se van á derramar [las perso, tachado] en nuestra tran- //
quila y hasta ahora risueña casita.
Por último pensabamos en que nuestra persona va perdiendo la salud, mi-
nando el organismo por la mala alimentacion, los miasmas, la humedad per-
manente y, sobre todo, por las contrariedades. Una fiebrecita constante nos hace
perder diariamente la fuerza física y la energía moral.
Sometidos, seguramente, los dos compañeros á análogas influencias,—
despues del primer dia de vida de anacoretas, [en, tachado] durante el cual,
la novedad los mantuvo de buen humor, han caido en una apatía desoladora.
No hablan sino lo menester; no rien, no bromean: un silencio conventual reina
en la choza; cada cual hace su oficio con seño triste!
En tales condiciones, algo como la desesperanza asoma la mustia cabeza por
la empalizada, y la lluvia ó el sol ó la luna traen consigo un hálito de profunda
melancolía. Largas horas pasamos bajo el toldillo quemados por la fiebre sin que
venga á templar el alma una palabra consoladora ó cariñosa, [Seguramente en
la conciencia de los compañeros se ha levantado un Tribunal para llamarnos á
juicio y se nos hace responsables de la situación. Por fortuna nuestra triste situa-
ción los desarma y no nos recriminan., tachado] á que nuestro temperamento
es tan adicto.—
Trascurridos tres dias del plazo fijado por Basilio para hacer el viaje á Santa
Rosa, mandamos al Sobrestante á su rancho, para que acordara la hora de par-
tir al dia siguiente. Trascurrió el dia completo y ya venía la noche y el enviado
no regresaba.
— Que puede ser? No [lo, tachado] habrá encontrado la choza? Lo convida-
ría el indio á pasear y lo ha entretenido? Habrá tenido algun contratiempo fatal
en el camino? Habrá resuelto pernoctar por allá?
La angustia empezaba á punzarnos el alma con la idea de que habiamos
perdido probablemente otro compañero mas Ya [sic] las sombras invadian el
bosque: imposible el regreso.
— Estuvieron de paseo, llegaron tarde y el indio le ha / ofrecido abrigo en su
casa! Vaya, no hay mas! Qué impertinente pesimismo!
— Son las siete!….. dijo en tono desencantado el Ayudante.
334 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
cielo del toldillo: las narices, los pies y las manos de los fantoches se alargaban
y se encogian á compas del baile y [las carcajadas de estos, tachado] sus visages
eran [tan, tachado] sumamente expresivos, [y, tachado] extravagantes y varia-
dos. [que, tachado] /
Por esta razón no nos dimos cuenta del [momento, tachado] instante en que
indio y posta salieron del campamento en vía para Santa Rosa[,, tachado] ni, por
lo pronto, le [p, tachado]reconocimos á este hecho la inmensa importancia que
para nuestra vida y el éxito del viaje tenía: simplemente nos pareció natural
que el portero de la llanura, como si fuese un empleado ó un rematador de pon-
tazgo, diese paso [al primero, tachado] quien quiera que lo pedía. Al comienzo
vago de la fiebre, idealizamos aquel asunto, para darle con el desarrollo de la
enfermedad los caracteres de un hecho casi insignificante.
Las tareas del Robinson subsistente, [se hacian, tachado] eran árduas para
él solo, teniendo que hacerse cargo, además, de las profesiones de médico y en-
fermero, las que desempeñó como una Hermana de la Caridad! Pero á nuestro
inmejorable compañero, diligente como una hormiga, le alcanzaba el tiempo
hasta para construir trampas de cazar y redes de pescar. Debiamos comer á
costa de su ingenio!
Los dias pasaban en el Campamento, no como los pintan, cargados de afán,
sino livianos y socegados. Parecian domingo en casa: luz apacible, rumor uni-
forme del vivir de las cosas, sociego del batallar; El manantial con su murmurio
risueño; la selva con su perfume, su frescor y el triscar de sus hijuelos; el [torrente,
tachado] jugueteo de la luz y de la brisa [que, tachado] las cuales por el [camin
desmonte, tachado] emplazamiento del rio venian hasta las festonaduras de
nuestra cabaña y, sobre todo, cierta paz de alma que el [deber, tachado] trabajo
cumplido producía en el compañero y la fiebrecilla en nosotros, todo esto pare-
cía decirnos: [El hombre, tachado] “cuán dulce es la soledad” [El hombre es feliz
en la soledad”, tachado] Esta frase callada del conjunto armonioso de la vida de
[las cosas, tachado] la selva, no se avenía mal con la avidez de amor de nuestra
alma, tan armónica con el [perfumado aliento de amor que exhalaban, tachado]
deleite [ceductor, tachado] con que palpitaban á nuestro rededor //
todas las cosas, y con [que, tachado] el cual se embellecían todos los seres;
porque, á causa de aquella misma sed, [nuestra,, tachado] en nuestro sopor febri-
citante, soñabamos despiertos [con lo unico, tachado] con la posición tranquila
de lo que aquí nos faltaba para ser felices. Podemos, en efecto, asegurar que por
causa de la mas benéfica ilusion, nos envolvia la red cariñosa de ciudados que
solo sabe tejer sobre el lecho del enfermo la mujer amada!
— “No quieres, la deciamos en el delirio, que vivamos siempre aquí? Este es
el paraiso; [Eva mía, tachado]; no oyes [arriba escrito: hablar] al mismo Dios?
[que nos habla?, tachado] Escucha! Cierra por un momento tus oidos a estos [ru-
dos, tachado] rumores inmediatos de la fuente, el río y las chicharras, y aguza tu
336 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
……………………………………..
Payán, López y, tachado] las guerras y sus hombres perniciosos, solo han sido
pasageros incidentes de un largo proceso [arriba escrito: de degeneración] que
se cumple á virtud de mas persistentes causas.
Ya nos figuramos la réplica á la tesis, que en forma de gracejo, habrá de di-
rigirnos algun chusco de la ciudad de las granadas de oro:
— “Comprendo la influencia nociva de la chicha; pero no veo la influencia
de las arepas! Tenga Ud. la amabilidad…..”
— Apostemos, escritorcillo de [á, tachado] tres al cuarto, que te has metido en
arquitrabes? [Hombre! Las arepas….. La cosa está dificultosilla!, tachado] Cómo
salgo de este atasco? En estos casos, lo mejor es botarse á fondo. Así:
El único pueblo vigoroso que hay en este federalópolis, el mas inteligente
y el que en [mas de una, tachado] repetidas ocasiones ha dado muestras de
prudencia, en medio de la locura general, es precisamente el que come arepas,
como alimento primo-
Querrá esto decir que el maiz es bueno pa- / ra volver á los hombres inteli-
gentes y discretos?
No; para vigorizar la raza cualquier alimento es bueno, tomado en cantidad
suficiente. El secreto de aquel pueblo de maiceros no es su dudoso origen judio,
ni son sus costumbres [un tanto sarracenas, tachado] originales: es que el maiz
dá dos y hasta tres cosechas en el año y, por consiguiente, es un producto bara-
to, al alcance de todo [el mundo, tachado] prójimo y, lo que es mejor, del gusto
de todo el mundo [arriba escrito: entre ellos] = Pueblo que se alimenta bien, es
pueblo vigoroso; pueblo vigoroso, [equival, tachado] quiere decir equilibrado;
[es decir, tachado] o sea, ni nervioso [como el que se alimenta con un producto
pol, tachado] que no sirva sino para hacer versos ni flemático, que no sirva si-
no para cargar alfalfa: ni soñador ni estolido, [ni poeta ni, tachado] De allí [lo,
tachado] que se llama “talento del bueno” á un género de talento muy vulgar
entre los [maiceros, tachado] antioqueños: [e, tachado] la habilidad para [hacer
dinero, tachado] ganar la vida, que ejercitada en lucha desigual, [arriba escrito:
y en terreno fecundo] llega á ser habilidad para hacerse rico.
“Padre carretero, hijo caballero, nieto pordiosero” En este bello adagio se
comprende el curso del [las leyes sociologicas, tachado] desarrollo de las fami-
lias y los pueblos: despues de satisfechas las necesidades económicas, surgen las
necesidades superiores de la civilización, para degenerar nuevamente, [á traves
de, tachado] cuando se cae en la molicie, [y en, tachado] periodo evolutivo. [hasta,
tachado] Cualquier [salvage, tachado] hombre enriquecido [arriba escrito: (y lo
propio hacen las generaciones)] busca por si ó por conducto de sus hijos, [los re-
finamientos de la ciencia, la industria, el arte ó la simple molicie, segun la rapidez
del proceso, tachado] la inversión de la riqueza en la industria, la aplicación del
tiempo á los [y, tachado] ó el derroche de la fortuna en los placeres, segun sea
la rapidez del proceso. [Al, tachado] enriquecimiento hasta la opulencia [arriba
340 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
escrito: por medios afortunados ó irregulares] durante una sola generacion, [el
á, tachado] la que se refiere el adagio anterior.
Primero[;, tachado], comer; Segundo, trabajar; Tercero //
enriquecerse; cuarto, aprovechar la riqueza en cultivar necesidades superio-
res. Ese es el proceso de la civilizacion.— [El curso de la civilizacion, tachado]
Este proceso se detiene ó se perturba[,, tachado] aun en el caso del carretero
enriquecido de la noche á la mañana, si no recorre los términos sucecivos de la
vigorizacion de la raza, su aptitud para el trabajo, su enriquecimiento lento y la
aplicacion de esta riqueza en el fomento de la vida superior, que es la civilizacion
misma: cualquiera otra cosa, en el individuo, en las familias ó en los pueblos,
que no sea adquisicion así escalonada, equivale á madurar frutas en cenizas Las
has comido, lector?
Es este el motivo por que el maiz esta ejerciendo tarea sociológica en el pue-
blo antioqueño.
Cuando Gutiérrez González cantó el maiz, fué porque, con la intuicion de
los genios, comprendió que en ese grano de la vida de su pueblo, cantaba al ca-
bello de Sansón
— Ayudante!
— Presente, señor!
— Sabe Ud. que hace dias estoy en un proyecto?….
— Cual puede ser?
— Que visitemos la familia del indio. Quiero conocer el bello sexo de la selva.
Conocer [á, tachado] la hembra es conocer la raza.
— Pero Ud., en su calidad de convaleciente, no puede hacer largas caminatas,
contestó el Hipócrates, y el rancho de Basilio debe estar un poco abajo.
— Pues, vaya Ud. y me trae informes, sobre lo siguiente: 1°. complexion de
la vieja, para saber si estos climas son sanos y si la raza es robusta; 2°. Fíjise bien,
porque Ud. como que poco ha sido aficionado al género: belleza de la moza; pues
de allí deduzco la aptitud genésica de la gran familia del Putumayo; 3°. Aficiones
domésticas de las dos: si cocinan, lavan, barren, arreglan y embellecen el menage;
porque con eso mido su grado de civilización. Como las mujeres siempre son
coquetas, [arriba escrito: de [como, tachado] presente nuestro,] un único espejo
y un frasquito de agua florida!
— Y no sería bueno tambien, averiguarles qué piensan de Dios y cómo en-
tienden nuestra sagrada religion?
— Imposible! Para eso necesitaría Ud. conocer su len- / gua como un aca-
démico de la selva ó que ellos conocieran la nuestra, tánto como D. Rufino J.
Cuervo. Esas ideas abstractas no pueden expresarse con cuatro gerundios. Por
otra parte, la idea que cada hombre tiene de Dios es distinta; pero se deduce
facilmente por el modo como ese hombre bebe el agua ó se pone el sombrero.
En cuanto á [nuestra, tachado] la sublime religión del Crucificado, quizá nosotros
cuaderno 6 341
nivel del suelo de la sociedad; como si dijeramos soterrados bajo los cimientos.
Poner estos seres [siquiera al nivel del suelo,, tachado] siquiera á la altura del pi-
so, [siquiera en el polvo que halla la sociedad con sus plantas, tachado]; situarlos
en la categoría de los miserables de la tierra, por lo menos, [y, tachado] darles
la nocion de la vida de que gozan en el mundo hasta los imbéciles, y la sanción
moral primaria de los criminales, seria el objeto de esta educacion [de animales
sabios, tachado] primitiva. = Sinembargo, ni de las crónicas de la Conquista, ni
de la historia de las Misiones, ni de la relación de ningun viajero, hemos [visto
que haya en América, tachado] podido deducir racionalmente que hubiera por
aquel esa clase de salvages. = La tarea, pues, se facilita poniendo las cosas en su
debido lugar: existen tribus / bárbaras en esta región de la América, de un gra-
do social muy superior al del salvage, á un nivel moral apreciable, con [nocion,
tachado] desintegracion de [sus, tachado] derechos y en veces tan amantes de
[esa noción, tachado] ellos, que los han defendido con perseverancia, energia y
astucia, contra sus detentadores. = Ocasión puede presentársenos, si nó en este,
en algun otro viaje, de poner en evidencia el grado de [s, tachado]civilizacion de
estas tribus, estudiando sus creencias, sus industrias y sus placeres. = Han podido
ciertos vanidosos cronistas dar á entender otra cosa, para merecer, [en, tachado]
por sus depredaciones y sus abusos sobre esas parcialidades, el calificativo de
heroes; [y mártires, tachado]; pero una crítica serena y científica comprueba
fácilmente la superchería, hoy cuando por un solo hueso se reconstruyen ani-
males de otras edades geológicas y por un geroglífico se analizan las leyes, las
artes y las ciencias de una nación extinguida y olvidada. Por los métodos de la
crítica moderna, el escritor mentiroso queda desautorizado en breve, aunque
trate del mentir de las estrellas, que es un [cómodo, tachado] dichoso mentir,
pues que ninguno ha de ir á preguntárselo á ellas. = No es posible comprobar
[la existencia, tachado] en la pampa amazónica la existencia de [las, tachado]
hordas salvages estúpidas, feroces y degradadas [de, tachado] semejantes á las
de Australia Polinesia y Africa, muchas de las cuales, apenas usan un lenguage,
poco diferente del grunir de las fieras. Los záparos, los gíbaros, los cocamas y
otras tantas que todavía conservan su independencia son simplemente nacio-
nes militares, bravias sin duda, pero que no han dejado de prestarse á que se las
visite y estudie sin ánimo de sojuzgarlas [ni, tachado] con artificios [ni con la
fuerza, tachado] ó violencia. Por mucho tiempo los [zaparos, tachado] cunivos,
por ejemplo dejaron [olvidadas, tachado] las armas para vivir reposadas y cari-
ñosas al lado de un misionero, que les hacía olvidar las delicias de la guerra, //
enseñandoles á amar un Dios de paz. [que, tachado] Dejaron de amar los
dulces lares el dia en que, complicaciones [ignoradas, tachado] reservadas por el
cronista ó imprevistas por el misionero, [que no sabía, tachado] lego en el idio-
ma [ni, tachado] y la política de la pampa, les pusieron nuevamente las armas
en la mano y el corazón en el dios de sus antepasados. Del padre [N N., tacha-
cuaderno 6 343
do] Enrique Rither, joya y ornato de la mas diligente, abnegada y celosa mision
evangélica que han visto los siglos, no quedaron ni las hilachas de [la, tachado]
su túnica, el dia del despertar de [los, tachado] aquellos guerreros á sus naturales
atavismos. = La misma suerte corrieron siempre todas las precoces tentativas
de reduccion á la vida sedentaria de las parcialidades nómadas, organizadas
bajo la disciplina militar de sus jefes y generales natos. = Cruzada la pampa en
todas direcciones [la pampa, tachado] por aquella época, en que al espíritu de
conquista ó de aventura[,, tachado] se unía [el mas, tachado] un ardiente fervor
de propaganda evangélica, se cumplió la mas completa selección de tribus, para
fundarse las innúmeras poblaciones que llenaban la llanura, desde el Ucayali
hasta el Orinoco, con [todas las, tachado] aquellas naciones que buscaban ya las
[delicias, tachado] comodidades de la vida sedentaria [con, tachado] en el trabajo
industrial y bajo el amparo de un principio de justicia distributiva, y quedaron
remontadas é impotentes condenadas á sucumbir en lo mas intrincado é in-
accesible de los rios, aquellas otras refractarias todavía á la vida civil. La Real
Pragmática [de La Católica Magestad de Carlos III, tachado], sobre expulsión
de los Jesuitas, dovolvió á las parcialidades belicosas el señorío transitorio por
cierto de la inmensa llanura. De entonces al presente, dichas parcialidades, sin
posible refuerzo de caribes[;, tachado] hijos del Oceano, llevando la agitada vida
de campaña que malogra la prole y en guerra debastadora unas contra otras,
han desaparecido casi completamente.
[— Y qué remedio, preguntará el lector, se les puede aplicar á estos [pajarracos,
tachado] pocos bandoleros de la selva tan peligrosos todavía?
— Los ingleses en sus conquistas y los yanquis en su expansion territorial so-
bre las praderas de los Pieles Rojas, han empleado uno muy eficaz y el único que
los anglosajones [emplean, tachado] preconizan para sojuzgar á los in, tachado]
/ dividuos, cualesquiera que sean su raza, [y, tachado] su grado [de civilización,
tachado] sociologico y sus títulos de dominio, que ocupen un territorio que ellos
quieran [usurparse, tachado] civilizar:
El reminttong! //
“En una palabra: esta gente, vestida á la europea y con un idioma culto, es,
relativamente al grado social de los colombianos, gente civilizada”.
Concretadas así las condiciones del problema [docen, tachado] dela naciona-
lización de este pueblo, (por no emplear mal los términos de reduccion y civi-
lizacion,) [y ed, tachado] la tarea docente del Gobierno y su misión de fomento
quedan reducidas á dos capítulos, al parecer muy diferentes; pero que conducen
exactamente al mismo fin:
1°. — La introduccion de la Sal al Comercio indígena. El cloruro de sodio, es,
efectivamente, el padre y generador de las naciones. El inicia la alimentación
fisiológica, determina la industria agrícola, fija la residencia de las habitan-
tes y consagra para siempre los fundamentos de la vida social. Tras de la
sal, viene el maiz de las cuatro cosechas, á cumplir su prodigiosa misión de
engrandecimiento, con rapidez antioqueña.
2°. La Fundación de escuelas indígenas con textos muy elementales, en idioma
bárbaro, para enseñar á leer, las cuatro operaciones y la geografía general
de Colombia. Por qué no en castellano los textos? Porque es principio peda-
gógico, que el maestro debe ponerse á la altura mental de sus alumnos para
hacerse entender, y, bien sabido es, que el idioma [es, tachado] representa la
coronación y resumen de la psicología humana. Al niño que sabe leer en su
idioma, (y entiéndase que es casi imposible enseñarle eso en idioma ageno,)
se le puede fácilmente trasmitir el conocimiento de otras lenguas y todo lo
que con éstas se [puede, tachado] ha logrado expresar, en orden á ideas tras-
cendentales: la filo- //
sofía de las ciencias, los preceptos de la moral, las [dulzuras, tachado] auto-
sugestiones de la conciencia y las abstracciones sobre Dios y el alma, solo llegan
á una inteligencia rica en [conceptos clasicos, tachado] la concepcion [clasica,
tachado] de una filología gramatical.
La escudilla de la india, —como un mensage de la gran pampa amazónica,
[que es una non, tachado] ante la cual “es un palmo de tierra y una nonada el valle
del Nilo, donde germinó la maravillosa civilizacion oriental, genitora bajo mil
conceptos de la actual civilizacion europea”, — continuaba expuesta á nuestra
análisis, sobre el mismo tronco que nos servía de escritorio.
— El mismo gusto y barniz de [las timanejas!, tachado] Natá! repetiamos
asombrados. Igual á la loza que vimos, en Natagaima, hacer á los actuales pan-
ches! La misma que baja [arriba escrito: por el Magdalena] y grandes balsones
álos mercados de Ambalema [arriba escrito: Girardot] y Honda y que llama
sobre manera la atención en la altiplanicie [arriba escrito: de Cundinamarca y
Boyacá], acostumbrados, como estamos, á ver la tosca y elemental de Tocancipá,
Ráquira y Tutazá, obra chibcha!
“Qué relaciones existieron entre el gran valle del Magdalena, padre de la
nacionalidad colombiana, y este criadero de naciones, donde estiende sus
cuaderno 6 347
……………………………………..
Era uno de esos dias sofocantes, en que parece que el aire no tiene alas. Dia de
angustia en que el corazón se vuelve á Dios; porque el hombre solo es religioso
en dos casos: cuando sufre y cuando siente las bellezas de la creacion.
[Oimos un grito agudo en uno de esos dias ardientes, tranquilos [en los cua-
les, tachado] cuando se vuelve el corazón al cielo y ora, porque el hombre solo
cuaderno 6 349
nuestro regreso con ellos, pagandoles muy bien, si para entonces estábamos por
aquí inmóvilizados y vivos todavía.
— En cuanto á estar vivos, pierdan cuidado; que si Dios no les quita la vida
de otro modo, nosotros no los dejaremos perecer por hambre.
Otro grito prolongado, por el lado del rio, nos anunció que el Sobrestante se
presentaba por fin, despues de diez dias de ausencia. No nos palpitó alborozado
el corazón y somos de los que creen que el corazón anuncia con exaclitud [sic],
cuando se sabe consultársele: Tenemos una explicacioncilla sobre eso, medio
científica, medio superticiosa, de nuestro exclusivo uso.
— Estamos salvados! exclamó el buen Ayudante, sacudiendo / un perol.
— No lo espere así por ese lado, amigo: tengo seguridad de que ese hombre
no ha entregado ni siquiera mi nota al Corregidor, en que le pido auxilio.
— Es que Ud., doctor, es fatalista y se ha puesto suspicaz!
— Ya lo verá!
Largo rato despues aparecio el Sobrestante sin que lo acompañara el indio
Basilio. Nos informó que Santa Rosa es una infeliz agrupación de pocas casas
donde viven los indios emparrandados con los caucheros; [donde, tachado] allí
no hay con quien entenderse, [sin, tachado] no hay cura ni persona seria y aquello
está hecho una guazanga.
— Y el Corregidor y el Gobernador de indios?
— El Corregidor…… ah! estaba en el San Miguel: le remití su oficio; pero va
á ser inútil, porque supe que las canoas que pudieran mandar de allá, San Mi-
guel abajo y Putumayo y Guamuez arriba, tardarian en llegar aquí nueve dias;
al paso [y, tachado] que, aquí no mas, en la bocana, á ocho horas de navegacion
está, segun supe, el pueblo de San José, donde podemos conseguirlas.
— Todo eso lo sabía yo antes de mandarlo á Ud. á Santa Rosa. Cómo pretende
Ud. que se haga el viaje á San José en busca de canoa?
— El indio ha de llevarme.
— Tiene Ud. acordado el viaje con él?
— No; pero supongo que si Ud. le ordena al indio….
— Yo no tengo facultad de dar ordenes perentorias á los indios; pero cuando
[pensé en, tachado] volví los ojos hacia Santa Rosa, fué porque el indio se habia
excusado de ir á la bocana, [porque, tachado] á causa de que su canoa, demasiado
pequeña, no le sirve sino para pescar. Creo que se perdió el tiro por Santa Rosa
y con eso se agotó el último cartucho!
— Mañana quedó de venir el indio y verá Ud. //
[que, tachado] cómo es facil.
Efectivamente vino el indio, con semblante displicente y nos chocó que
en esta ocasión [hubiera venido, tachado] se hubiera presentado sin pintu-
ra en la cara, faltando así á una ceremonia inpresindible en la etiqueta de
la Selva.
cuaderno 6 351
……………………………………..
……………………………………..
[La anterior relacion, no pasaría de ser una de tantas aventuras de viaje, que
suceden, se escriben y se olvidan, sin dejar una [enseñanza, tachado] riqueza en
el libro; si detras de ella no viniera el autor recogiendo los granitos de oro para
fundirla y engastarla.
354 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
formaba [el, tachado] esta nobilísima y sagrada corte, los honores y atenciones
de un Principe de la Corona [arriba escrito: pontificia] del //
Putumayo, á que en el mundo solo tenía derecho un solo ser favorecido por
los Dioses: la princesa Sotel!
Seis años de estudios [clasicos, tachado], sobre legislación, historia, religión
y bellas artes, requerían entónces, para la educacion clásica de un príncipe; [el
resto, tachado] otros seis eran necesarios para la educacion práctica de natacion,
carreras, ejercicios de armas etc y otros seis completaban en las campañas ó
en los viajes [aquella educación bárbara, tachado] el noviciado de los monar-
cas bárbaros.
Corrieron juntos por los parques del rey sabio, [bajo la vigilancia de doscien-
tos Ayos que formaban el personal docente del reino, tachado], los dos ilustres
primos. [y cazaron y, tachado] Persiguieron los pajaros y recojieron flores y res-
piraron juntos [arriba escrito: el aire de la vida] durante los seis años infantiles,
el Rayo y la Mañana!
La leyenda no refiere por inoficiosa ó por velada la copenetración del perfu-
me de estas dos flores.
catorce años tenia Rafi cuando, por entre dos filas de guerreros que se es-
tendian desde el [trono, tachado] alcazar del Aguarico hasta el [trono, tachado]
alcazar de Alpichac, recorrió sobre una alfombra de flores y al son de marchas
guerreras, el [camino, tachado] espacio que lo separaba hacía seis años de su
[madre, tachado] casa paterna.
En la portada del cercado donde vivió la infancia llena de candores, de per-
fumes del alma y de notas [de una música, tachado] inefables de la música per-
dida de los recuerdos se detuvo Rafi, puso el rostro en el polvo y entre un raudal
de lagrimas besó mil veces la tierra donde [quedaba la alegría de su corazon, y
así se despidió de pasó los dias de la inocencia, tachado] pasó los [dias, tachado]
únicos dias felices. Despues, levantándose, alzó las manos en señal de promesa
y mirando al cielo dijo:
“Sombras de mis mayores: si algun guerrero ha espantado al mundo con su
nombre y aterrorizado á los monarcas con sus hazañas, que se aterroricen [y se
espante con el nombre y las hazañas del, tachado] los pueblos y palidezcan los
reyes ante el hermano de Sotel, Reina de la Pampa sin límites!” /
La educacion subsiguiente fué tan rápida, que con pasmo de los maestros,
el príncipe en poco tiempo superaba en fuerza, agilidad y destreza á los mas
aventajados nobles del reino.
La guerra siempre viva, que con ventajas por causa de su diplomacia, había
mantenido el Aguarico con sus vecinos hasta someterlos uno á uno y conti-
nuar con el concurso de éstos el ensanche ilimitado de sus dominios, ofreció
ocasión al valeroso Rafi para seguir sin pérdida de tiempo su último curso
de aprendizage.
cuaderno 6 359
Pero antes de partir á la Campaña donde expondría mil veces la vida, pidió
permiso á su padre para despedirse de su tío.
Las trompetas, los [gritos, tachado] cantos de guerra, [de, tachado] y los pena-
chos, plumages y patenas de la marcial comitiva del principe, alteraron un dia de
repente la paz que batía [permanentemente, tachado] siempre sus alas silenciosas
sobre [la techumbre del, tachado] el Alcazar del buen Alpichac.
Maravillada quedó Sotel y colmada de un orgullo interior que no sabía es-
plicarse, al ver la gallardía la riqueza y el despejo de su primo. En los banquetes
[arriba escrito: que se sirvieron en su honor] no podia levantar los ojos de los
manjares, porque sentía sobre su frente algo que la ofuscaba como si los ojos del
[p, tachado] apuesto mancebo [tuviesen, tachado] despidiesen un [resplandor
deslumbrante, tachado] brillo resplandeciente. Y en las danzas miraba ella á todas
partes á ver donde ponía sus figuras de honor el ilustre bailarin.
— Prima: antes de ir á la conquista de coronas que mi padre el rey tiene dis-
puesta con cienmil guerreros, he venido á preguntarte: te acuerdas de cuando
eramos niños? Recuerdas que un dia jugando con otros niños, [me escog, tacha-
do] que haciamos el papel de reyes rivales, me elegiste como esposo? Si tuvieras
que volver á //
elegir, te acordarías de mí?
— Siempre, siempre, contesto la princesa cubierta de rubor.
Al dia siguiente las trompetas, los timbales, las castrueras y los pitos de la
comitiva del principe se oian en la Selva, cada vez mas lejanos del tranquilo
alcazar de Alpichac; pero el pensamiento de Sotel como una mariposa blanca
giraba en contorno del presunto conquistador de tronos.
La campaña principio con un desastre: el mas antiguo, el mas táctico y el
mas valeroso de los generales del Aguarico, en el primer encuentro con los ene-
migos, perecio.
El innumerable ejército entonó los cantos lúgubres de la muerte, los jeques y
caciques lloraron durante tres dias sobre su cadaver y el superticioso monarca,
atribulado, no atinaba con cuál de sus muchos capitanes podría reemplazarlo y
ya pensaba en aplazar la Campaña, hasta despues de los sacrificios para hacer
propicios á los Dioses.
— Concededme una gracia, padre, rey y señor mio, le dijo el principe. Per-
mitidme por doce horas disfrutar del inmenso honor de ser el generalísimo de
vuestras tropas. Quiero vengar la muerte del noble hermano de mi madre que
acaba de morir. Despues de este ataque, si no he roto la línea de batalla del ene-
migo, volveremos á las fortalezas de nuestra frontera.
— Sea! dijo el rey en un momento de orgullo paternal: serás dueño del botin
y usarás la borla roja si triunfamos!
El toque de atencion y á las armas, suspendio las pompas funebres y en el
acto corrio por las filas del ejercito que el hermoso principe Rafi á la cabeza de
360 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
para temer por el Sobrestante, quien por allá estará riendose de las aventuras en
que nos tienen sus amos: por quien debemos empezar á temer es por nosotros,
porque como se está acabando el petróleo, se acabará el maiz; pero ya comen-
zada la leyenda, es preciso [la, tachado] acabarla antes que el petroleo y el maiz.
[[Continuemos:, tachado] Siguiendo las huellas de escritores eminentes, hemos
tomado de otros siglos y de otras civilizaciones unos personages y los hemos colo-
cado con nombres de sabor indígena en el corazón de la Selva amazónica, siquiera
con el objeto de esplicar la manera inusitada como desaparecian las reducciones
[y, tachado] en el desierto y como podrían acabarse en algunas ciudades á manos
[de la imprudencia, tachado] de [l, tachado] novios y maridos celosos, si como se
asegura [Sotto voce, tachado] anda por allí Sollicitatio al turpia.
— Ya me imagino que Ud. á fuer de criticón estará diciendo que los persona-
ges descritos parecen tomados de las guerras entre [Sarracenos y cruza, tachado]
de la edad media
— Dispense Ud. me parece haber leido algo semejante á lo que Ud. refirió
anoche en las historias de la E- / dad Media en Europa …….
[— Seguramente: todas las batallas entre bárbaros, aquí como [fue, tachado]
en Europa son iguales; tengo ademas la autorizacion y ejemplo
— [Contestó: he seguido la huella entre nosotros, tachado] de escritores ilus-
tres [como D. Juan Mena, D. José Caicedo Rojas, D. Felipe Pérez, quienes repito
tomaron por modelo al Sr. Chateaubriand. Solo que mi, tachado] Pero mi in-
tención [arriba escrito: aunque incorrecta] es útil, pues conduce á esplicar cómo
desaparecieron muchas doctrinas y reducciones en la selva y como podrian correr
la misma suerte á manos de novios y maridos celosos en ciertas ciudades donde
los coros y femeniles [hermandades en que suele andar suele ocultarse, tachado]
asociaciones de apariencia ocultan la diabólica sollicitatio al turpia en perjuicio
[de la mas considerada, tachada] del séptimo sacramento.
Continuemos:
Por aquella época se presentó en el cercado de Alpichac un hombre, un pere-
grino, que no llevaba mas equipo ni avío que un libro bajo el brazo y un báculo
en la mano. Era joven todavía, de túnica negra, rasurada la barba, blanco como
el Dios peregrino que en otro tiempo atravesó tambien la llanura, de ojos azules
de mirar humilde y tierno. Al mirarlo, como si tuviera un talisman escondido
en el pecho, inspiraba simpatía: Un perfume misterioso exhalaba en torno, que
ejercía poderosa fascinacion: las gentes, las mujeres y los niños lo rodeaban y
querian entender sus palabras, de un timbre argentino y musical.
— Quien eres? preguntóle el canservero, para avisar á [su, tachado] mi amo.
— “Un maestro”, dijo, señalando al cielo y mostrando el libro. “Yo soy el
humilde siervo de Dios!”
Las puertas del alcazar del rey sabio se abrieron para el maestro de las cosas
del cielo y fué admitido como Ayo de la princesa; para que ella aprendiese “la
362 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
ciencia delos [cielo, tachado] Dioses”, segun pensó el monarca. Al poco tiempo
la princesita enseñaba el idioma al peregrino; cosa que supo hacer con tal arte,
que éste, en poco tiempo, lo habló á perfección y escri- //
bió en él un libro; el primer libro escrito en idioma bárbaro, bajo la protec-
cion del rey sabio: “Catecismo” se llamaba el libro. Esta fué la mayor gloria de
su reinado!
Pronto el peregrino quiso [construir, tachado] un gran salón donde cupie-
ra el pueblo para dar conferencias públicas y el buen monarca le construyó
“la iglesia”.
Allí, como un pedagogo inspirado, el peregrino expuso con tan admirable
método y arte su doctrina que el pueblo entero la aprendió. No se conformó el
maestro con la comprension de su doctrina; detras de ella, decía, mediante [el
bautismo, tachado] la humillacion, hay un pielago de misterios que absorven la
mente y un caudal infinito de gracias que purifican el alma, calientan el corazon
con un fuego de delicias, iluminan el entendimiento con una luz mas resplande-
ciente que la del sol para poder comprender á Dios, y con todas estas virtudes se
siente un amor hacia el prójimo, tan dulce y vehemente, que por hacerle el bien
se soportarian todos los suplicios: el hombre se hace santo.
— Ya teneis la luz suficiente para dar el primer paso en el camino de la hu-
millación. Quereis recibir el bautismo?
Cuando esto dijo, manos le faltaron al buen misionero para sacramentar
á la multitud.— Despues de lo cual las mujeres y los niños lloraban de placer,
de un placer inesplicable, y los hombres y los ancianos sintieron en su corazón
un balsámico [tan poderoso que cayeron en una especie de exlasis de deleites,
dentro del, tachado] por el cual no alentaban sino para los demas y en el que
hubieran querido morir para gozar eternamente del paraiso: estavan tocados
“con la gracia de Dios”.
El monarca que, aunque cariñoso y benévolo, era justo y mantenía en sus
dominios en rigor la energía de las leyes del rey su padre contra / los corrompi-
dos, tuvo ocasión de maravillarse de que, á partir de aquel dia, que el Misionero
llamó de las “Catecumenos”, desaparecieron en la corte los delitos por virtud
misteriosa de la doctrina evangélica.
— Padre: le dijo la princesita [un, tachado] este mismo dia [arriba escrito:
quencede [?]] de fiesta en las monarquias de los Mayos, [en, tachado] por que
[se celebraba, tachado] conmemoraba el nacimiento de “La Mañana”. Padre!
Concededme una gracia hoy, que es mi dia.
— Manda! Oh! Reina de la Gran Llanura! Tu mano ha sido solicitada por el
príncipe mas grande y poderoso del mundo: por tu primo, el Serenísimo Empe-
rador y Pontífice de todas las naciones conquistadas! Manda, reina [soberana,
tachado] tambien del corazón de este viejo!
— Era, Señor, que [pensaba, tachado] deseo cambiar de nombre.
cuaderno 6 363
……………………………………..
Las gentes sencillas del pueblo aseguraban que el monge se había llevado el
alma de la angelical princesa.
Agobiado por el dolor y por años el rey Guamues murió pronto y tras de él
se dispersó su pueblo, víctima de las represalias provocadas por Aguarico, cuyo
hijo siguio desvastando la pampa con delirio destructor. Algunos años despues
ya no quedaban sino ruinas en los vastos dominios del Putumayo.— //
[arriba escrito: de, tachado] carta escrita en papel de Amburgo, llegaban las letras
sueltas bajo la cubierta. Si la oxidación es una combustión lenta, la putrefacción
encomendada á la humedad y al calor, es una cocción lenta. Todo estaba podrido!
Nos aperamos como se pudo y estuvimos listos
Dejamos el campamento con cierto genero de tristeza inexplicable: allí ha-
biamos sufrido mucho; pero allí tambien nos amó la Providencia! Volveremos
allí algun dia? A tiempo de partir regamos en el desmonte unos granos de maiz,
por si acaso detrás de nosotros caía por allí otro desgraciado.
— Para qué desperdicia así el maiz?
— No! Es que siembro para el porvenir y para ese anónimo que se llama
el perdido.
No olvidamos el palito de Santa Lucía! era un buen amigo á quien no debia-
mos abandonar como suelen los afortunados. No era posible que el sufrimiento
nos hubiera mejorado? No dicen acaso, que el sufrimiento ennoblece? Como
dejar al amigo de 32 leguas de tristezas?
Estabamos en un punto del rio muy / correntoso todavía, á donde no era
posible que subieran las canoas. Tuvimos pues que trastadar [sic] nuestros po-
dridos equipages dos kilómetros mas abajo. Teniamos que pasar por la cabaña
de Basilio: una ocasión de comprobar la verdad de nuestras inducciones sobre
su familia.
La vieja es una baletudinaria que muy bien puede contar cien abriles: es
simplemente un recuerdo, una mirada al pasado…………
La moza es un horror de fealdad! Un hombre con enaguas, con el pelo recor-
tado, musculatura recia y apariencia de fuerza tal, que el macho ante ella, debe
sentirse humillado. El amor que puede inspirar esta hembra no tiene relación
con el noble y profundo sentimiento que constituye el hogar de las civilizaciones
selectas: es una bruta! Cuando mas capaz de procrear animales del monte! Les
hechamos la bendicion en señal de despedida y partimos.
Entramos en la canoa con miedo. La embarcada del Encano qué tenía que ver!
Sale la canoa al centro del rio á impulso de los bogas: saltan á sus puestos y
comienza la navegación del Guamuez……..
En un minuto perdimos de vista la playa de embarque, cruzamos dos veces
el brazuelo, torneamos una canoa y estuvimos fuera de todo alcance: habiamos
andado [dos kilómetros! Trescientos y tantos ciento setenta, tachado] mil metros
[veinte, tachado] 20 metros por segundo! La exhalación. Una tocomotora [sic]
á todo vapor, por un plano inclinado, no anda [and, tachado] sino la décima
parte de esta distancia La rapidez de las montañas rusas no tienen punto de
comparación con este disparo de bala de cañon. La canoa cambió en ese trayecto
tres ó cuatro veces de frente: el proero atras y giro de frente; el lomo del madero
se raspaba contra el suelo y parecía que iba á desfondarse. No / hubo tiempo
de hablar……
cuaderno 6 369
……………………………………..
370 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
Tres leguas anduvimos así, rio abajo, en cosa de media hora, que nos pare-
ció un siglo. Cuando entramos á las aguas tranquilas, donde el rio se desliza
en un silencio apacible, [comprendimos, tachado] adivinamos toda la estética
de nuestros bogas y comprendimos la hermosura sin rival de su tocado. La que
estos hombres usan es la mas armonica y magnífica endumentaria: La palidez
y el trage del europeo son una irrisión en la gran llanura.
Para ellos, nosotros somos los estraordinarios: hombres vestidos, encha-
lecados, forrados, embotados, de sombrero, pálidos y de un lenguage lleno de
[armonias, tachado] músicas y dulzuras, que se ahogan en el rumor perfecto
de la selva, mas armoniosa todavía.
Se nos antojó que Roberto, el incisivo, que clavaba sobre nosotros su mirada
de fuego con interrogaciones de una psicología misteriosa, había de llevar una
cartera de apuntes, por el tenor siguiente: / “El blanco mayor todo lo mira; pero,
como lo mira todo con el criterio falso de una civilizacion discordante con el
medio actual, juzga mal todo lo que ve: se admira de lo que no debia llamarle
siquiera la atencion. De muy poco provecho para el mundo debe ser eso que
va escribiendo!
“Va contento con el rio tranquilo y acaso piensa que el puerto debe situarse
tres ó cuatro leguas mas abajo, perdiendo así unas emociones varoniles de que
estos blancos, [arriba escrito: en su cobardía], siempre andan huyendo. [en su
cobardía, tachado].—
“Miró el reloj, miró el sol á traves de unos vidrios, anotó algo en su libro,
miró aquella playa y dijo:
“Allí acamparemos esta noche: arrimen.
“Los blancos comienzan á consultar al sol, que es para nosotros conse-
jero eterno.
“Armaron en el arenal una casa portatil y comieron una comida horrible.
Nosotros tomamos vigorizantes enérgicos [en, tachado] de nuestras raices que
ellos no conocen.
[“Nosotros, tachado] “Les hicimos creer que dormiriamos cerca de su rancho.
Tontos! Cuándo podriamos quedar seguros bajo la hospitalidad de los blancos?
Que ellos nos la pidan en nuestras casas para concedersela sagrada y franca:
[nosotros, tachado], la falaz que á trueque de nuestra libertad ellos nos ofrecen,
no la aceptamos nunca. El bosque es mas seguro.
“A media noche nos llamaban para esclavisar las horas sagradas de nuestro
sueño. Ve! No quisimos responderles.
“Ellos solos desarmaron el rancho á esa hora, hicieron de comer, empacaron
sus cosas, y á la estrella del alba, salimos de nuestro campamento para [empren-
der, tachado] seguir viaje.
Cuando raspamos nuestro lloco, el mayor nos preguntó:
cuaderno 6 371
— [La Sofia? Viva el General Reyes! Ah! Ya recuerdo, tachado]: Aquí pereció
el “Tundama”, primer buque de vapor que zurcó estas aguas. [Loar a quienes
hicieron ese esfuerzo en favor del pais! Ese esfuerzo resultó desgraciado por enton-
ces; pero el mismo corazón que palpitó aquí [en el coraz, tachado] por la patria,
rige hoy sus destinos: bendita coincidencia! Viva el general Reyes!, tachado]
Allí nuestros conductores hicieron alto; sacaron unas cajas donde llevaban
artículos de tocador, espejo peines, tijeras, pinceles, pomadas y barnices y se
consagraron, con nimio cuidado, a embellecerse. Desaparecieron los mechon-
citos salientes que tenian en el cabello, se arrancaron las cejas, pestañas y pelos
de barba que empezaban á asomar; borraron la antigua pintura uniforme del
rostro y la sustituyeron con difíciles y vistosos arabescos de rojo siena y se tiñe-
ron de negro los labios.
— Tohí! Tohí! Exclamaron, contemplándose en sus espejos.
— Muy bellos, muy hermosos! Tradujimos antojadizamente nosotros y acer-
tamos; porque ellos mostraron sus dientes blancos en alarde de risa y repitieron:
— Tohí: buen trabajo de pintura!
Ademas, para conpletar su tocado, se pusieron calzones y sombreros. //
Los indios sionas.— Cómo son los pueblos.— El cacique de San José.— El trage
de ceremonia.— Recuerdos al General Reyes.— La ovación á los expertos.—
Dónde viven los Sionas.— La mentalidad de los indios.— Su sistema de numera-
ción.— Cultura de los Sionas.— Deseos de ir á Bogotá.— Rasgos distintivos.— La
industria Costumbres notables.— El amaño.— La ley de Moisés.— Nombres y
cristianos y gentiles.— Un camino antiguo en el Guamuez.—
A tiro de rifle de La Sofía, se ha trasplantado el pueblo indigena de San José;
porque donde estuvo, 5 kilómetros arriba del Guamuez, murieron tres caciques
y por esto los indios derribaron sus casas y fueron á fundar á otra parte. Esto
hacen siempre. El rancherío es efímero; no hay estabilidad en las poblaciones
indígenas. Debe atribuirse á esta condición especial de las fundaciones, de irse
trasladando á otras partes, el movimiento lento del exodo indigena, cuyos efectos
son tan importantes en la sociología andina.
Ibamos á conocer por primera vez un rancherío de bárbaros. Sobre una me-
seta que domina el río en una larga visual, hay una especie de plazoleta entre
palmeras y en su contorno se levantan diez casas grandes de palmicha y guadua
muy bien construidas. En una de esas talvez en la de mayor salón había una
bandera colombiana en la puerta.
— Aquí le tiene preparado á Ud. alojamiento de honor el Sr. D. Casimiro
Castillo, capitan, exgobernador y cacique de los Sionas, nos dijo el Sr. Becerra,
quien salió á recibirnos á la barranca.
cuaderno 6 373
trasportes del ánimo. La lengua, que así vibra como canta, se llama Siona y
participan de ella un sin número de parcialidades que se extienden á las ori-
llas del Putumayo [arriba escrito: durante 70 leguas,] desde la boca del Gui-
neo hasta [Setcuta 170 leguas, tachado] la boca de Jocorobué, donde viven ya
[sus, tachado] los Guitotos, nacion tan mansa y civilizada como los Sionas.
Se diferencian en lenguage y maneras; pero en el fondo, su psicología y su de-
sarrollo social [e, tachado]son tan semejantes, que basta estudiar á los unos
para conocer á [los, tachado] sus condueños [de, tachado] en un territorio
uniforme, sometido, por lo demás, á análogas influencias. Otro tanto sucede
entre estas naciones y los que viven en el Aguarico y sus aledaños, quienes
hablan distinto y se pintan la cara de un modo diferente, pero que son tan
parecidas que no sabe distinguirlas ni un antropólogo en sus disquisiciones
etnográficas; ni un un simple visitante, [co, tachado] como nosotros, en sus
diletantismos de turista.
Nuestro amigo Basilio del Alpichaque, por ejemplo, cuyos rasgos biográ-
ficos conoce el tector [sic] hasta la saciedad, pertenece á la clasificación de los
Aguaricos, así como los pocos habitantes del rio Guamuez. Sirva, pues, lo dicho
acerca de él y su familia, para pintar la nacionalidad indígena á que pertenece,
tan semejante á los sionas.
No sucede lo propio entre éstos, que pudieramos llamar Putumayos [arriba
escrito: oceameos ó caribes] en general, con los del Guineo, Mocoa, Sibundoy
etc de procedencia peruana mas ó menos remota. Los primeros van [subi, ta-
chado] en su exodo conquistando la cordillera, / los segundos, en el suyo, van
invadiendo la llanura.
No tuvimos tiempo de estudiar la mecánica y menos la filosofía de la lengua
siona, cuyas modulaciones tánto nos entusiasmaron, cuanto mas misteriosas
nos parecian en nuestra ignorancia: eso, que es obra de sabios y benedicti-
nos, hubiera sido asaltar la clave del problema americanista y el secreto de
industrias, religión y psicología de éstas naciones y sus confederados; pero
como base de mas detenidas deducciones sobre la mentalidad de estos pueblos
anotamos los nombres de los [diez primeros, tachado] números dígitos, advir-
tiendo que su modo de formación denuncia al parecer un sistema no decimal
de numeración: quedense por ahora para los aficionados las deducciones
consiguientes; además se nota que el vulgo de los indios no usa[n, tachado]
sino hasta el diez en sus cuentas, pues luego siguen por veintes, valiéndose de
los pies y de las manos. Por último, nos pareció que no conciben los núme-
ros abstractos, en el concepto de relacion con la unidad, pues nunca dicen,
por ejemplo, cuatro á secas, sino cuatro-reales, cuatrohombres, cuatrodias
[signo de etcétera] siempre ligado el sustantivo, contado con el numero que
lo limita.
cuaderno 6 375
Como se ve, en los nombres de estos diez números está el proceso historiado
de la noción de número por qué han pasado todos los pueblos y si todavía no
se han simplificado esos nombres ni han tenido el engranage decimal de cuyo
sistema son la base, eso depende de la limitación comercial [y, tachado] faltos
de ensenanza por medio del trato á que han estado reducidos estos índios; me-
jor dicho: esa incipiencia pondera mas el estado rudimentario del comercio en
Oriente que //
la falta de capacidad mental de los naturales, quienes por otra parte mani-
fiestan un gran desarrollo intelectual.
En efecto: aparte de ese espíritu insinuante y fácil que tan bien habla siempre
de la cultura de quien lo posee, notamos en las preguntas que nos hacian los
indios una idea cabal de multitud de cosas de que suelen no darse cuenta los que
presumen de civilizados. Los indios de San José, por ejemplo, se han dado
mejor cuenta de nuestra misión que los del valle de Atris y han procedido en
consecuencia mas patrioticamente que muchos señores de categoría en Pasto.
Manifiestan tambien una curiosidad muy racional en cuanto á las circustancias
del camino de que no han dado señales los muchos viajeros que han recorrido
la región como en el fondo de sus petacas para [hacer alarde, tachado] exhibir
despues [de, tachado] una ignorancia supina en los informes que [se han ser-
vido darnos, tachado] dan del territorio.— Se consideran mas colombianos en
su deseo de conocer cómo es la capital de la República y en el lujo del pabellón
nacional, que muchos hijos de las ciudades que ignoran dónde queda Bogotá y
á quienes es preciso conminar para que adornen las puertas de sus casas el dia
del natalicio de la Patria.
Tomandonos estabamos la primera taza de cafe despues de una cuarentena
de ayuno taza con la [que, tachado] cualtuvo la amabilidad de obsequiarnos el
Sr. Becerra, cuando se presentó á visitarnos tambien un indio viejo sin etiqueta
ninguna: trage de entre casa. Hablaba el castellano perfectamente y se manifestó
tan familiar y campechano que lo juzgamos un paisano disfrazado de Siona.
Estiró las piernas, chupó su cigarrillo, escupió á diestra y siniestra y dijo:
— Cual es tu tierra? [nos preguntó, tachado]
— Bogotá.
— Y tu oficio?
— Hacer caminos; viajar….. escribir aventuras! /
376 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
casa, especie de lazareto, destinada á ese efecto. Los cuidados maternales que
absorben al padre en estos dias no le permiten salir de su casa y aseguran
que guarda en favor de su hijo verdadera dieta. Despues del término fijado por
la costumbre y la necesidad, las mujeres se dan un baño aromático purificador
para volver al trato con las gentes.
Los bautismos se hacen como manda el padre Astete y el niño en este acto
recibe un nombre cristiano que usa en la vida y trato con los blancos, pero lue-
go recibe otro nombre de tribu que es con el que lo llaman en su lengua los otros
indios. El objeto de esta paridad de nombres parece indicar un estado de tran-
sicion entre dos ritos. (x)
El nombre de tribu de un indio que nos presentaron en San José nos llamó
la atencion:
— “Odac Mahá”
— Qué significa ese apodo?
— Camino de chonta
— Y por qué razón te lo pusieron?
— Porque en una cacería que hice por el rio Guamuez arriba, encontré en la
selva [un, tachado] los vestigios de un antiguo camino de empalizada.
(x) Lo propio sucede con los pueblos: San José, por ejemplo lo llaman
Huejo Bohó /
— En cuanto á eso, tengo noticia de que los blancos[,, tachado] que, segun
dicen, tienen varias mujeres á su servicio, les han dado un ejemplo que ellos han
imitado desgraciadamente, y que muchas luchas armadas con ellos tienen su
origen en tristes rivalidades de amor.
— Tampoco son muy mansos: yo ví un patíbulo levantado por allá, muy
abajo, para sacrificar á dos de sus enemigos.
— Regiría la ley marcial, bajo cuyo imperio yo ví mas de ciento [levantados,
tachado] en la última guerra por allí arriba, [El estado de guerra durante el cual,
tachado] levantados en nombre de la //
civilizacion. Le suplico que me describa el sacrificio, para ilustrarme en esa
clase de asuntos. La vida, pues, no está muy segura entre los Güitotos?
— No sé si el caso es frecuente y lo refiero de oidas: un jefe Güitoto aprendió
á dos de sus enemigos y para justificar su castigo ante los blancos que viven por
allí, los hizo pasar como que fraguaban una perfidia contra éstos, que era preciso
castigar para escarmiento. [Concedida, tachado] Obtenido así el consentimiento
de quienes podian castigar su delito, levantaron dos postes verticales de poca
separación y les [cru, tachado] atravezaron otros dos maderos para formar una
cruz doble en la que ataron en forma de X á los sentenciados. Toda la noche su-
frieron esa capilla los infelices. Cerca de ellos permaneció tambien toda la noche
un espía para conseguir sorprenderles lo que se comunicaran en tan críticos mo-
mentos; pero en vano, porque los sentenciados guardaron absoluto silencio: no
se lamentaron siquiera de su suerte. Al amanecer prepararon sus sacrificadores
con maderas muy finas una hoguera cerca del patíbulo. Cortadas las cabezas,
inmediatamente extrageron el corazón palpitante y lo [boliaron, tachado] azaron
esas entrañas en la hoguera. Tambien les cortaron el brazo izquierdo que colo-
caron junto con la cabeza en un pequeño sexto que llevaba alguno á la espalda:
el corazon lo devoraron los antropófagos y dando gritos destemplados corrieron
al bosque, seguramente á continuar el festín con el brazo la tribu entera. La ca-
beza la ensartan en un palo frente de las casas y con los dientes y muelas hacen
gargantillas. Dígale Ud. á Bernardo de la Espriella que le muestre una de mas
de 60 muelas que él conserva.
Horrorizados con esta relación, que tan mal habla de las garantías individua-
les en la region ba- / ja del Putumayo, resolvimos consignarla sin comentarios
en nuestro libro, así entre comillas; para que, si presta mérito y fé, sirva de corri-
genda [en, tachado] al mismo libro en lo que tenga de optimista. Advertimos, eso
sí, que no solemos salir garantes sino de aquello que vemos ó que [se, tachado]
nos asegura el interlocutor [con, tachado] serio haberlo visto.
= Con el fin de ilustrar este libro con todo lo referente al Putumayo, y para dar
idea de los conflictos de los colombianos con los Peruanos, trascribimos tambien
el que tuvo lugar en Caraparaná en 1902, digno de mejores anales.
380 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
“Marco A. Gasca, nos dijo el mismo informante, estuvo en Mocoa hacia 1901,
á denunciar por delitos atroces á los Larrañagas y con el objeto de recabar del
prefecto el nombramiento del Sr. Neftalí Arboleda como Corregidor de aquella
remota circuscripcion. Gasca llevó á sus expensas al corregidor y obtuvo de él que
colocara como su Secretario al Sr. Zacarías González. Al llegar, aprendieron en
union de otros colombianos á Rafael Larrañaga y á un argelino llamado Jacobo
Berchilon, que estaban desapercibidos y siguieron por tierra á la colonia indiana
de la Chorrera donde estaba el gran Benjamin Larrañaga padre de Rafael (de
quien ya hicimos mención en este libro por sus inmensas riquezas)
Valiéndose de algun ardid, se escapó Barchilon y dió aviso a Benjamin, con
lo que se frustró el golpe. Los profugos se pusieron á salvo en Iquitos.
Temerosos los colombianos de Caraparaná de que aquellos hombres solici-
taran el concurso extrangero para tomar desquite, despacharon por brazuelos
y arrastraderos ó caminos breves de tierra que acortan mucho los viajes en el
Territorio, á un expreso con un oficio para el consul colombiano en aquella
ciudad, que lo era entonces el Sr. Manuel María Montero, suplicandole que
llegado aquel caso protestara contra el recurso de los traidores haciendo pre-
sente al Sr. Prefecto de Loreto que Caraparaná está en territorio colombia-
no donde nada tenian que ver las autoridades peruanas. No quiso el consul
hacer antici- //
padamente la protesta porque segun contestó, aquello era provocar la posi-
bilidad de una intrusion; pero les advirtió sinembargo que próximamente sal-
dría de Iquitos una lancha armada en guerra que seguramente se encaminaba á
Caraparaná. Apercibidos así los colombianos dispusieron el modo de apresar la
lancha si entraba al puerto. Contó un diario de Manaos que iban 200 soldados en
la lancha y los colombianos eran [cuatro, tachado] pocos; pero al llegar á Igapa-
raná, los peruanos que hay en ese rio advirtieron al capitan que los colombianos
estaban apercibidos y que combatirían. Entonces los jefes de la tropa dejaron
allí los soldados y resolvieron ir solos con [algun, tachado] el pretexto de andar
comprando caucho, á explorar el campo. [Ap, tachado] Apostados cuarenta tira-
dores [par, tachado] colombianos en emboscada se prometian cortarle la retirada
á los peruano y á título de valientes triunfar y apresar la lancha; pero no llegó el
caso porque esta se presentó de paz. Aunque era de tenerse un engaño, cuatro
de los nuestros resolvieron ir á bordo previo [la señal, tachado] el convenio[da,
tachado] de que un tiro sería la señal de que estaban en peligro y de comenzar
el ataque. Los cuatro [quen, tachado] que entraron á bordo fueron los señores
[José A, tachado] Marco A. Gasca José Gregorio, Teofilo y Abelardo Calderón.
— Señores, dijo uno de ellos dirigiéndose al Capitán, á qué [tiene, tachado]
debe Colombia el honor de [una, tachado] ser visitada por oficiales peruanos
en sus puertos?
— Venimos á ver si Udes tienen caucho para la venta y no mas.
cuaderno 6 381
— En ese caso, pueden Ud. bajar á tierra y aceptar nuestra hospitalidad como
particulares, pero no como oficiales del ejército peruano.
— Pero observo agregó otro que estos comerciantes galoneados no izan el
pabellón colombiano…..
— Desgraciadamente, no tenemos bandera colombiana para los saludos de
puestos, contestó el / capitán.
— Pero nosotros sí tenemos trapos de colores en nuestros almacenes, que
podemos venderles. Entre tanto es bueno arriar aquella bandera de proa.
Extendio el rifle y disparó contra la bandera peruana. La tripulacion de ser-
vicio, á una señal del capitán, arrió la bandera.
Ya en tierra esclamó algun otro de los colombianos, ganosos de pelear á
todo trance:
— Pero mi jefe, sepa Ud. que la tierra colombiana no [podemos, tachado]
pueden pisarla divisados de militares sino [nosotros, tachado] los colombianos,
y le tumbó el kepis de un manotón.
Con estas razones, los oficiales peruanos se reembarcaron apresuradamente,
levaron anclas y viraron de bordo con tal precipitud, que escape se estrellan con-
tra la barranca de enfrente al empuge de 100 libras de vapor, [contra la barranca
de enfrente, tachado] que le pusieron a la caldera.
No paró En esto [paró, tachado] la revancha de Barrilon y Larrañaga: el sitio
de la Chorrera que se habia colonizado por colombianos, pasó á ser del Perú.
Como me lo contaron te lo cuento”.
Con estos dos cuentecillos hemos querido complacer al amable lector que
hasta aquí no ha acompañado, valiendonos de ellos como de dos brochazos
para pintar las lejanías del bajo Putumayo, donde no podemos llevarlo, co-
mo no tampoco podemos ir nosotros por la [necesidad, tachado] urgencia
del regreso. [Bien quisieramos visitar toda esta interesantísima región; pero
acaso por el Camino de Mocoa, hallemos algo digno de la atención del pu-
blico., tachado]
— [Nos vola, tachado] Cambiamos aquí de rumbo: volvamos hacia Pasto.
Pero antes vamos á ofrecerle [al, tachado] á los viajeros venideros un cuadro de
distancias en el Putumayo que tambien por medio de informes hemos logrado
formar hasta aquel lejano rincó del País.—
En San José tuvimos el gusto ver al Sr. Juan Felipe Muñoz Idrobo, el que
arrancó el puente que //
peruanos y brazileros colocaron Putohé [arriba escrito: Potuhé], como mojon
de frontera dentro de nuestro territorio. Colombiano al fin, como aquellos de
Caraparana que á bofetadas hacen respetar el territorio patrio, ardía en indig-
nacion aquel buen comerciante de cascarilla y chaquiras, recien que pusieron
postes los vecinos (1868) sin atender nuestro derecho y ni siquiera invitarnos á
los parlamentos que tuvieron para celebrar [e, tachado] los tratados de [1873,
382 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
DistS. parciales
totales en Legs.
Posicion sobre
Posición sobre
Dists.– Teales
Distancias
Distancias
en kilóms.
Puertos,
en Legs.
Puertos poblacio-
el rio
el rio
Poblaciones y
nes y corrientes
tributarios.—
No sabemos por qué [misterioso, tachado] secreto atractivo hacia el[o, tacha-
do] Amazonas, como si fuera la ley misteriosa de las migraciones que esparce á
los hombres por el mundo, [tomamos, tachado] emprendimos el regreso con [algo
semejante á la pereza,, tachado] un sentimiento contrario al que nos impulsó por
sobre dificultades casi invencibles hacia abajo. El rio tranquilo y magestuoso,
que en curvas elegantes se desarrolla llanura adentro, nos [prometía, tachado]
invitaba á seguir su curso y parecía prometernos muy hermosas aventuras. Con
la imaginacion hicimos un viaje de salvages en la incómoda canoa, comiendo
plátano, cojido al azar. en las fecundas vegas, donde nace á merced de los coli-
nos que arrastra la corriente, y durmiendo bajo las hojas de las palmeras en la
arenosa playa, hasta donde las risas civilizadoras del Oceano traen [la lancha,
tachado] el buque de vapor y la alimentación europea en tarros, y el Camarote
elegante, y la vida confortable para el viajero. Bajo esa encantadora agitacion de
la industria, [y, tachado] en el bullicio de todos los idiomas y ante el talimundis
de todas las costumbres de la tierra, que hoy invaden el Marañon, llegamos en
alas de la fantasí hasta el Atlántico, cruzado de barcos inmensos con las banderas
de todos los pueblos. La canoita en que debiamos subir el rio hasta sus orígenes,
se balanceaba al pie de la barranca esperando que acabaramos de abrazar á los
indios que salieron á despedirnos.
Las circustancias que nos habian acompanado hasta allí cambiaban com-
plelamente [sic]: necesitamos [canoa, tachado] una taza de café y un cigarrillo
al llegar á San José, despues de muchos dias de abstinencia, y tuvimos [á bordo,
tachado] rancho, [licores, tachado] vinos, carnes y atenciones en casa del Sr.
Becerra; significamos la necesidad de canoa y el joven Ortiz nos rogó que acep-
taramos la del Sr. Gabriel Martínez de quien es agente, pues él tomaría á mal
que su canoa no hubiera servido á una Comision científica desamparada en la
llanura; apetecimos un pan y el Sr. Rosendo Diaz, comerciante en víveres, nos
ofreció al fiado cuánto nos fuera necesario en materia de bastimento; eran //
menester cinco bogas de muy difícil consecución, pues los compromisos
de caucho y la solicitud de otros transeuntes los tenía en alza, y el Gobernador
[de indios, tachado] personalmente se ofreció á traernos con los hombres mas
escogidos de la tribu. Un gobernador, dos capitanes, un tegua y Ñumi Rasa, el
hijo del Cacique, constituian nuestra tripulacion.
El Sr. Becerra nos acompañó hasta La Sofía:
— Allí tengo un porvenir para mi familia y un horizonte para los colonos: un
cultivo de tabaco! La libra [de tabaco, tachado] de ese artículo vale en [Iquitos,
tachado] La Chorrera á cuatro soles. El terreno éste es muy fertil y conozco el
cultivo, porque yo soy hijo de Palmira. Estoy lleno de esperanzas!
— Qué otro cultivo cree Ud. que ofrezca ventajas?
— El tabaco….. el mismo caucho, [que con tan inaudita torpeza hemos des-
truido, tachado], enriquecerian al colono.
cuaderno 6 385
— Pero, segun dicen, estas montañas están pobladas de caucho; para qué
sembrar lo que ya está sembrado?
— Ya el caucho se acabó, aunque subsiste la fama. No ve Ud. cómo estos ne-
gociantes en víveres no saben cómo salir de su mercancia? Ya no hay negocio!
El [negocio, tachado] cebo gratuito ya le dió de comer á las mozcas, ahora sigue
[al negocio, tachado] la labor del trabajo. Hay que desmontar, sembrar pastos,
criar ganado……. Así viene la riqueza sólida. Mientras hubo caucho, no se fundó
nada estable; así como mientras hubo oro en California, nadie quería labrar la
tierra, que es la única dispensadora de las riquezas, por estar lavando las arenas
auríferas. [Cali, tachado]
Nos despedimos del inteligente y abnegado empresario con la pena de no
haberlo escuchado todo el tiempo que fuera [neces, tachado] menester, para
llevarnos al interior todo el acopio de conocimientos [que, tachado] requerido
[la, tachado] por la corriente de emigrantes que quisieramos encaminar hacia
estas regiones.
— Que el [mon, tachado] pulgón le respete su plantio y que me / informe del
resultado de su empresa, le gritábamos todavía desde lejos. No olvide!
La canoa se alejaba lentamente al impulso de las palancas. El pujido acom-
pasado de los bogas y el balanceo de la barquilla, nos causó un sueño traidor,
durante el cual nos sangraron á sus anchuras los mosquitos. Cuando desper-
tamos, navegabamos por entre el bosque, haciendo trocha en los ramages para
abrirnos paso: era que la creciente habia levantado el rio mas de tres metros. Las
angustias de los indios [en el paso, tachado] al pasar por debajo de los troncos
inclinados sobre la corriente, nos trasmitian viva zozobra, lo mismo que la lucha
formidable contra la corriente en el cañón estrecho de San José viejo. Frente de
este sitio un remolino había levantado un banco de arena, á cuya solidez efímera
confiamos durante la primera noche la seguridad de nuestro sueño. Amanecer,
[coger, tachado] presenciar la toilet de los indios y el tragin de la palanca; almor-
zar en frío, [arriba escrito: a medio dia,] ver á los indios raspar lloco [y, tachado]
y tomar horchatas de yuca, plátano y chontaduro mascados, levantar rancho
en la playa arenosa al anochecer y repetir esto mismo, durante una serie de dias
monotonos que se hace interminable; eso es el viaje de subida.
[San Diego, tachado] Boca del Orito [arriba escrito: San Diego], boca de San
Juan, boca del Guineo, esos son los únicos accidentes que interrumpen, de tarde
en tarde, iniformidad de la alameda que sombrea el canal.
Llegamos á San Diego en busca de impresiones: el mismo aspecto del poblado,
los mismos indios preguntones…… todo igual.
En la boca del Guineo, en vez de seguir subiendo el Putumayo —muy pobre
ya de aguas— para tomar el Camino de Mocoa en el pueblo de San Vicente, á
tres horas de navegación; cometimos el desacierto[,, tachado] que cometen to-
dos, de seguir, durante dos dias[,, tachado] por el Afluente, mas escaso de aguas
386 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
que el principal, [arriba escrito: que corre, tachado] por un cauce atascado de
empalizadas, //
lleno de brazuelos, [que le hurtadores imp, tachado] hurtadores implacables
de su mísera [su miserable, tachado] corriente, [correntoso, tachado] tumultuoso,
con raudales frecuentes y en el cual la palanca deja de funcionar para [que se,
tachado] arrastrar la barqueta á tirones sobre una tela de agua que lubrifica el
lecho pedrogoso [que le raspa el fondo como una escofina, tachado] verdadera
escofina desbastadora del madero. = En uno de esos chorros del Guineo tuvimos
la pena de ver las consecuencias de un naufragio, ocurrido pocas horas antes
á un pobre comerciante en víveres que bajaba con un solo boga en un potrillo:
volcada la canoa, averiada la mercancía, el propietario secandose al sol como
un pájaro mojado y el indio echando pestes contra la tacañería del patrón, que
se habia negado á pagar otro boga mas.
“— Si se topan en Mocoa con mi compadre Elpidio, mi socio, díganle que
aquí terminó el negocio que tan alucinado lo tenía!”
Eso nos recomendó el naufrago que dijeramos y para conocimiento del com-
padre Elpidio, que puede ser hijo de D. Público, repetimos palabra por palabra
el saludable recadito del escarmentado vivandero.
Para nuestra llegada al pueblecillo del Guineo, habitado por indigenas
de lengua quichua ó inga, nos prometíamos un filón [de, tachado] riquísimo de
observaciones en el trato recíproco de dos naciones diferentes. Eran nuestros
bogas, como hemos dicho, la flor y nata de los Sionas: entre ellos venía el gobier-
no espiritual y temporal de la tribu representado en el indio viejo que “llevaba
la batuta”; [el, tachado] su poderio militar representado [en uno de, tachado]
por sus capitanes, Yiyo Curoo, ó sea gusanillo de chaquira, ej el rico y atlético
Jamo, adornado siempre con nuevas plumas, [y, tachado] famosas gargantillas
y primorosos dibujos en la cara; su aristocracia, encarruada en Ñumi Rasa, el
principillo flacucho y esquivo que hacía sus estudios en el arte de la náutica, y
la ciencia de Hipócrates consagrada en / la experiencia medica del indio cara-
toso, cojo y desarrapado que venía instruyendonos en sus secretos. Aseguraba
el amigo Ortiz que los del Guineo les dispensaban á los Sionas profunda esti-
macion por su sabiduría de teguas y por su pericia en el rio. Desgraciadamente,
los nuestros no quisieron permanecer entre los otros á quienes saludaron en
castellano y trataron con desden, y regresaron sin dilacion.
Para aquel frustrado evento, como para ilustrar la relacion de los conjuros
que nos prometiamos presenciar, con alarde de recetas y filtros, reservabamos
los cuatro ó cinco secretos que nos reveló el ilustre curandero de Güejo Bohó
durante el viaje. Hay otro curandero mas conspicuo todavía: el cacique supremo
de toda la Nación, residente en Montepá: Taita Maguricio, que calza bota, usa
pantalón de casimir y sale con paraguas, en quien depositan sus pesares y de
quienreciben consejo todos Sionas; pero este sabio no sale nunca de su pueblo.
cuaderno 6 387
Ya que se nos vanó el mejor capítulo de este libro, que hubiera sido consa-
grado á Hermes y donde se h[u, tchado]abieran, tachado] visto las maravillas
de las artes diabólicas, por las que tan respetados son los Sionas, Guineo arriba,
nos conformaremos con presentarle al lector en forma de epítome las virtudes
curativas de algunas plantas, con su nombre indígena, á fin de que si provocan á
ponerlas en uso, puedan adquirirse facilmente, pidiendolas á cualquier comisio-
nista de Mocoa ó de Pasto, quien por estos nombres las solicitará en el Putumayo:
Eó.— Curare: veneno enérgico que usan en las flechas.— Lo eslraen de un
bejuco llamado Simá.
Yajé – [Simá, atchado] Yagé.— Bejuco del que fabrican un extracto que produ-
ce la claro videncia de tesoros y pronósticos, con el cual se embriagan escondidas
de los blancos, las mujeres y los niños, en raras solemnidades, á cuyo efecto se
dan cita reservadísima en lo mas //
retirado y oculto de la Selva.
Miutará.— Arbusto espinoso cuyo cocimiento produce la mas absoluta anes-
tesia local: cura intantáneamente las neuralgias y los dolores de muela.
Piupiú.— Bejuco que aplican [p, tachado] contra las fiebres.
Yocú.— Semilla de una flor muy grande, en forma de ostras que quedan
pendientes del bejuco, cuya almendra de un sabor á higuerilla, produce un
aceite eficaz contra el reumatismo. Vulgarmente la llaman los blancos habilla.
[Vean, tachado] Aprovechen los amigos de los [misterios, tachado] específicos
misteriosos que tánto auge le prestaron á Perdomo! Estos han sido sorprendidos
en la misma selva, por quien [no, tachado] tiene tánta fé [ni siquiera, tachado] en
los doctores [y mucho menos, tachado] como en los [charlatanes, tachado] adi-
vinos de juayuco y careaj, sus antecesores en el oficio.— /
//
[Pero como sucede en el mar [el, tachado] con el flujo y reflujo y con las co-
rrientes y contracorrientes, como sucede en mec, tachado]
[sale flecha que viene de la página anterior] [(x) = El natural de un puerto de
rio, en sus industrias y aficiones, obedece la ley del atavismo: si sus antepasados
eran hijos de la tierra siguen las aplicaciones sedentarias y las aficiones nomades,
vagamundas del navegante, si fueron hijos del rio sus atecesores. Los habitantes
de esta reión viven dispersos y esquivos á la agrupación en poblados, aman la vi-
da de la selva, tienen sus canoas y respetan y distinguen á los Sionas =, tachado]
Pero, como sucede en mecánica con la accion y la reaccion, como en el mar
hay flujo y reflujo, y como en todos los movimientos de la naturaleza se estable-
cen corrientes y contracorrientes; en las migraciones humanas sucede lo propio:
la necesidad de la espansión determina corrientes humanas encontradas, ora
de naturaleza puramente instintiva, ora de caracter conciente en migraciones
colonizadoras y en expediciones de conquista. Las migraciones de los caras, de
que, –como vimos en el capítulo VI, Primera Parte,– parece haber vestigios en
el alto valle; las de los hipotéticos chibchas, actuales sibundoyes, y [y, tachado]
las de los quichuas, cuyo mas limpio espécimen veremos en Santiago, así como
la de los blancos y mestizos establecidos recientemente en Mocoa //
y en el pueblo de San Francisco, representan las contracorrientes civiliza-
doras, conjugadas y recíprocas con el éxodo institivo y poblador de los caribes
del Atlántico. A estas contracorrientes, de variable potencial de obsorción y de
diversos condiciones de actividad y energía instruccionista, se deben la impo-
sición de costumbres exóticas, la consagracion de cultos mixtos y [la formaci,
tachado] la adopción de idiomas mestizas que se observan en este remolino, de
razas. Se puede decir que la raza madre de los caribes ha traido sangre, cuyos
caracteres físicos predominan en esta muchedumbre, al paso que las razas ma-
chos de los quichuas y castellanos han traido ideas, [y lenguages, tachado], cuyos
símbolos de expresión hablada han desalojado [al, tachado] el idioma original,
adulterándose, y luchan todavía entre sí por el predominio absoluto.
El idioma de los antiguos peruanos, que no entendería Alahualpa [sic] si se
levantara de la tumba, es el que predomina por ahora en toda esta región, adul-
terado, enriquecido en [términos, tachado] y neologismos y barbarizado en sus
pronunciación y en su gramática. Solo dos entidades étnicas mantienen en este
gran valle del Alto Putumayo la [propiedad, tachado] posesión de su idioma,
aunque prostituido por el contagio incásico: los blancos de Mocoa y San Fran-
cisco, procedentes de Pasto, que hablan un castellano sumamente incorrecto,
[y, tachado] lleno de provincialismos y plagado de expresiones quichuas, y los
Sibundoyes, que hablan el Cochi; [que trageron, tachado] traido de su remota y
discutible procedencia…..
Tal es, en síntesis, [e, tachado]la madeja que habrá de desenmarañar el
americanista ilustrado y provisto de todos los [numerosos, tachado] necesarios
cuaderno 6 391
Cap. II
comer carne) cómo obligarlos á que vengan á cargar ó á bogar al servicio de los
blancos? Pues pagandoles bien! Pero hay blancos que no quieren pagar. “Gober-
nador: consiguenos tántos indios; [”, tachado] gobernador obliga tú á que [este,
tachado] el indio trasporte este bulto que le parece al perezoso muy pesado; go- /
bernador esto; Gobernador aquello” Y cuánto[s, tachado] le pagan al Gobernador
por andar en los bosques buscando indios? Nada! Acaso el gobernador es [un,
tachado] esclavo del primer blanco que lo llama?
El discurso siguió por ese estilo hasta que le dimos una libra de sal y le pro-
metimos [buen, tachado] generosa remuneración y buen trato para sus subditos.
Despues de esto, fué puntual en el suministro de cuantos indios tuvimos nece-
sidad, y hasta nos acompañó en el viaje. Iba con un niño como de ocho años de
edad, cargado con un bultico de hoja de bijao, dentro de la cual había masato
de yuca para la provisión del camino; tal cual rasgo de pintura le afeaba la carita.
— Es mi chiquillo, á quien estoy dandole las primeras lecciones para que se
haga hombre: él tiene que cargar su masato, batir su chicha, hacer su rancho y
pasar los rios sin que nadie l[oe cargue, tachado] ayude. Así aprende!
— Y por qué no lo mandas á Mocoa ó á Sibundoy á la escuela?
— Qué más escuela que ésta? El indio no necesita para su vida [que, tachado]
sino saber lo que mi chiquillo está aprendiendo conmigo. El anda conmigo en
las cacerías y en la canoa, de la misma manera.
La carabana de nuestros cargueros estaba formada de mozos de toda proce-
dencia: del Guineo, de Mocoa y del alto valle en fraternal compañía; alegres y
caminadores iban charlando en inga mil gracejos que los hacian reir á carcajadas.
De trecho en trecho se detenía la partida y con el masato de uno de ellos se batía
la chicha con agua de los riachuelos para todos los demas y siempre nos ofrecian;
en alguna ocasión probamos,con repugnancia sabedores, de que aquello ha- //
bia sido mascado, con el fin de experimentar el sabor de la chicha de yuca:
almidón sin decantar, lleno de hilacha y un tanto agrio; es[a, tachado]o es todo
el avío de estos viajeros.
Nuestro estribero era un indio, casi blanco de Sibundoy. = Hubieramos
podido seguir á pie hasta Mocoa, pues el sendero es plano y muy andable, pero
queriamos probar tambien este extraordinario vehículo, [cada siglo, tachado]
mas y mas raro en nuestros trasportes nacionales. En una tablilla pendiente
de la frente y los hombros del carguero [se sienta el peregrino, tachado] con [la,
tachado] su cintura [del peon, tachado] entre las rodillas y los codos sobre su
espalda, va el viajero, atados los pies á la misma tablilla como un verdadero pollo
de fiambre. Sobre la coronilla de nuestro indio, á modo de escritorio, hacíamos
nuestras anotaciones— de cartera. El hombre se santiguó, pronunció un[a, ta-
chado] larg[a, tachado]o [oracion, tachado] conjuro entre dientes y echó á andar.
El desplazamiento del centro de gravedad, el nuevo régimen de equilibrio
y el sometimiento [voluntario, tachado] incondicional, á una voluntad agena
cuaderno 6 393
que preside los movimientos del que va encima de un modo inusitado, causan
por lo pronto una emoción extraña que redunda en buen humor del viajero
novel. La [risa, tachado] humillacion de sentirse trasformado el hombre sano y
robusto en tullido é inválido [arriba escrito: por declinacion [cobarde, tachado]
propia] es la emoción subsiguiente que experimenta el cabalgador de indio: los
compañeros de á pie, [inclinados sobre, tachado] apoyados en el bordón, pasan
con semblante festivo, censurando en su pensamiento la debilidad de áquel.
Una y otra emoción pasan pronto, sustituidas por el embarazo de una posición
forzada y contínua; los codos se entumecen sobre la espalda sudorosa del in-
dio, las rodillas se envaran bajo un solo y permanente doblez, los pies ceñidos
fuertemente por / la manea hormiguean y pierden la sencibilidad y la espalda
encorvada oprime contra los omoplatos del vehículo todas las entrañas del via-
jero con la fatiga consiguiente: qué cansancio! Es el cansancio del perezoso. Pero,
como le sucede al holgazan el espíritu busca ocupaciones frívolas en qué matar
el tiempo.
A qué aplicar la observación? El asecido del indio, que hace “jup” en las su-
bidas y “um” en las bajadas se hace familiar como el pujido de las mulas en el
camino de Honda. Para entretener con algo la holganza del viaje se nos ocurrió
verificar una experiencia. Entre carguero y patrón debe cerrarse tácitamente un
pacto semejante al que acordaron el ciego y el tullido:
— Tu miras por mí le dijo el ciego al tullido
— Con la condición, le contestó éste, de que tú camines por mí.
Y el pacto se cumplió tan fielmente, que ciego y tullido formaron un solo
hombre con dos almas al principio, que necesitaban del lenguage para armoni-
zar sus voluntades y para disfrutar de los organos complementarios prestados
mutuamente; pero después de algun tiempo, las corrientes nerviosas establecidas
de los pies á la espalda y de los ojos al estómago vencieron la resistencia de las
camisas y anduvieron de punta á punta como rápidos correos telegráficos, de
modo que el ciego caminaba sin tanteos y el tullido sentía en sus propios pies,
como un castigo por sus [distracciones, tachado] descuidos, los tropezones que
sufría su compañero.
Por otra parte, pensabamos para echar las bases de nuestra experimentacion,
entre el ginete y el caballo tambien se establecen corrientes nerviosas en virtud
de las cuales el bruto se adormece, anda //
triste ó galopa alegremente [cuando, tachado] siempre que el hombre se
deja dominar por el sueño y la tristeza ó cuando se [pone nervioso p, tachado
enlusiasma [sic] en el combate o [arriba escrito: se pone] alegre por la llegada al
[termino, tachado] cabo del camino. Para remachar [los, tachado] estos prelimi-
nares, recordamos que los chalanes educan en los pasos á los potros mas por la
sugestión [que por los, tachado] ejercida sobre la bestia que por los movimientos
comunicados por la rienda.
394 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
de la coronilla surgió no sabemos de donde otro piojo; este era negro y parecía
venír de la región de la nuca.
— Dos razas! esclamamos entusiasmados. Aqui puede haber un combate ó
un cruzamiento de mestizos!
— Qué dices, blanco? Preguntó el propie- //
tario del ganado.
— Que aquí se han encontrado dos razas y que [va á, tachado] puede haber
un cruzamiento.
— Si, blanco, los de por aquí son [muy, tachado] casi negros y [altivos, ta-
chado]; pero los de arriba son [bla casi blancos, tachado] despercudidos y mas
racionales. Sinembargo, no creas que hay cruzamientos; pues los de arriba no
se casan con los de abajo.
— Y tampoco pelean?
— Tampoco!
Apesar de lo que nos estaba sosteniendo el indio carguero, nuestro [ama,
tachado] instructivo interlocutor, tuvimos ocasión de presenciar en plena pla-
zoleta un combate singular ó un torneo amoroso, que no nos fué dable deter-
minar, por falta de microscopio y micrófono, si las evoluciones de los dos piojos
eran manifestaciones de rabia ó [de, tachado] afecto, muy semejantes entre los
brutos. No presenciamos el desenlace del drama, porque eran las cuatro de la
tarde, habimos llegado á una planicie hermosisíma, á orillas del Ñaoyaco, y era
preciso arranchar.
— Mañana me cargarás tú, amigo Gobernador, para que descanse un poco
el Sibundoy.
Sobre el [indio, tachado] Gobernador de El Guineo perfumado con hojas de
albahaca, atravesamos al dia siguiente la hermosa planicie que media entre el
Ñaoyaco y el rio Mocoa, para pasar por un istmo relativamente angosto y casi
tan plano como una mesa de billar, de la hoya del rio Putumayo al que van las
aguas por donde veníamos cruzando á la del rio Caquetá, donde tributa el Mocoa
y los numerosos afluentes que en lo sucesivo debiamos atravesar. Los senderos
del Guineo y el Limón, sedos puertos fluviales, los mas avanzados de las dos
grandes aortas de la llanura [del, tachado] Oriental, [se encuentran e, tachado]
hacen su cruzamien- / to en las primeras faldas de la cordillera á cuatro leguas
próximamente de uno y otro embarcadero.
Qué situación la de esta planicie tan propicia para una colonia agrícola! Dis-
tante [arriba escrito: 3 leguas] de Mocoa, centro de recursos, [q hoy, tachado] que
hoy han desaparecido por la decadencia [en q, tachado] consiguiente al sociego
industrial del Territorio; de terreno bajo, plano, rico [gado, tachado] en aguas,
rodeado de una numerosa parcialidad de indígenas inteligentes y robustos; de
clima sano y apropiado á una gran variedad de cultivos remuneradores; [invita
al trabajo del con, tachado] en comunicación imediata con Nariño por el sendero
396 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
Cap. II
Al venir la noche hubo cohetes, [y, tachado] vacaloca, [y, tachado] música
indígena y repiques de campanas. Nobstante un aguacero torrencial jugaron la
vacaloca los indios al pie del convento y estuvieron dichosos. Luego sonaban
la tambora y los cohetes por allá, lejos, en alguna casa oculta entre los árboles,
donde tenía lugar el baile. [La tambora, tachado] El bombo y los totazos [sonaron
siguieron, tachado] continuaron hasta el dia siguiente.
Puntuales estuvimos á la misa para [continuar, tachado] proseguir nuestras
observaciones. Los blancos ocuparon casi toda la nave, siendo de notarse que
había mas hombres que mujeres. En el espacio que dejaron libre éstas, hacia
la puerta, se sentaron las indias, formando escuadra [con, tachado] entre sus
piernas desnudas, bien estiradas, y el busto embuelto en mantilla cruzada al
pecho sin cubrirse con ella la desgreñada cabeza. Saludamos aquí la génesis de
la mantilla con que nuestras paisanas enlutecen el templo y los paseos. Así per-
manecieron las neófitas, mirando al coro y amamantando á sus hijos, durante
todo el sacrificio. Una india vieja, que entró de las últimas, fué la única que
se persignó y [principió, tachado] procedió á hacer- / lo trazando lentamente
una cruz sobre la mejilla izquierda, otra sobre la derecha y besándose ruido-
samente el dedo pulgar. (x) Del lado opuesto estaban los indios, mucho mas
circuspectos y devotos que sus consortes; pero en cuyo tatuage medio borrado
y en cuyas cusmas sucias y cabezas expelucadas se veian rastros de la orgía de
la noche. En este sexo tambien hubo uno que se distinguió por la compostura
de su atavío; parecía un [príncipe, tachado] joven bien educado por la cultura de
sus maneras y por [el rigor, tachado] la puntualidad y recato con que siguió el
ceremonial de la misa.
Terminada ésta, salieron los blancos y se quedaron en su puesto los naturales.
Entonces vino un hermano lego á enseñarles la doctrina cristiana, que los [estos,
tachado] repetían en coro, palabra por palabra, en castellano.
En el atrio esperamos la terminacion de este rezo, hasta que salieron los indios
en desfilada y los seguimos á la casa del alferez ó síndico de la fiesta, situada un
kilómetro fuera de la población, donde recomenzaría el baile. A la vuelta de va-
rias veredas, entre una hermosa platanera, se oían los rumores de un fandango.
El salón de la choza estaba colmado de indios, á un lado sentadas en el suelo
las mujeres; del lado opuesto sentados en su estrado de cañizo, que rodeaba el
recinto y de pié cerca de la música, los hombres. La primeras cantaban á media
voz y reian y charlaban con el desparpajo de quien está artificialmente alegre;
los hombres discutían, se abrazaban unos á otros y daban traspiés ó se balan-
ceaban sobre sus escaños con los ojos entrecerrados. Tal cual yacía [dormido,
tachado] adormecido contra la pared, con la barba sobre el pecho y las manos
dejativas sobre las rodillas.
Tabique de por medio, estaba el bufet, [colma, tachado] atestado de grandes
ollas de guarapo y chicha de yuca, y de allí salían constantemente, una tras
cuaderno 6 399
platanillo ó vijao, que le dá grato perfume, y la dejan enfuertar durante tres dias
para disolverla en agua y envasarla en [las, tachado] grandes vasijas de fermen-
tación vinosa hasta que se decante y se sociegue el mosto. Si supieran utilizar las
heces de esta decantación, como levadura, para los sucesivos revueltos, economi-
zarian el laborioso trabajo de la masticación. Idéntico procedimiento emplean
con el plátano, el chontaduro y el maiz, para la elaboracion de la variedad de
chichas usadas por los indios en sus frecuentes fiestas.
No dejamos de observar el estilo de la música, procurando establecer la co-
nección de estas costumbres con las que notamos en el Ecuador, por medio del
hilo sutil del aire nacional que, como el aire de familia, persiste casi siempre á
traves de las generaciones y de las peripecias de los pueblos; pero, á despecho de
lo que esperabamos, dados el leguaje [sic] y las //
analogías d eotro orden que se deducen de lo que llevamos dicho, no pudi-
mos descubrir en el compás monótono que estábamos escuchando, semejante
si no idéntico al de la cumbia costeña y la manta y la caña de los calentanos del
interior, las tristes y sentidas melodías del [San Juanito, tachado] Sanjuanito
ecuatoriano, [ó, tachado] del bambuco caucano ni del torbellino tolimense, que
con dulce y tenue nota evocan los recuerdos poéticos de una patria perdida en
remotas lontananzas. Los quinientos indios [arriba escrito: restos de la numerosa
tribu] mocoas que la presencia de los blancos dispersó [hacia Condagua, tacha-
do] recientemente por los lados de Condagua y Junguillo hasta las fronteras de
los andaquies [por el Norte, tachado] y de los [Cofanes, tachado] Carijonas, que
estrechaban á estos [sobre, tachado] de la parte del llano sobre la cordillera por
el Norte, y hasta las fronteras de los Sionas, [hacia los centros, tachado] al lado
del Guineo y San Vicente, donde se agrupan hoy estos que probablemente no
fueron ecuatorianos sino sus esclavos en tiempos remotos, observan las mismas
costumbres, [y, tachado] mezcla de las de los caribes, raza madre, con los de los
[quichua, tachado] caras y quichuas, sus sojuzgadores sucesivos.
Nada mas teniamos que averiguar en la cabaña del baile [de Corpus, tachado]
y volvimos á nuestro alojamiento á esperar la procesión de la Virgen.
El golpe de la tambora y los cohetes llamaban á los indios y los repiques ale-
gres de las campanas invitaban á los blancos á la ceremonia. [de la, tachado] Los
unos iban ocupando el atrio y los otros entraban á la iglesia. Pronto á la tambora
se asociaron el tamboril y la flauta y enmedio de la algazara recomenzó el baile
frente al convento, con la iniciativa del hermano lego, ante quien se hincaban
los danzantes para obtener su venía, la que concedía muy ceremoniosamente
por medio de bendiciones pseudo episcopales con [arriba escrito: el correspon-
diente] besamano[s, tachado]
Desde el balcón del convento vimos desfilar la procesión. A la derecha una
fila de indios [con coranen y, tachado] á la izquierda otra fila de indias, detrás /
de los santos el cura con capa fluvial y por ultimo las mujeres blancas muy
cuaderno 6 401
— “Eso varía de una tribu á otra. Entre estos indios de por aquí (se refería á
la dispersa tribu de los mocoas) el gobierno es aristocrático. Hay un Supremo
Concejo de Ancianos que solo se renueva con la muerte de sus miembros. Estos
viejos enemigos de toda innovación, defensores de las costumbres y hostiles á
toda enseñanza ora sea en [e, tachado]lo relativo al idioma, [en, tachado] á las
ciencias ó, [en, tachado] á los asuntos religiosos, son quienes nombran y dirigen
al Gobernador; el gobernador nombra alcaldes y justicias y estos forman el Ca-
bildo que, en suma, solo hace lo que quieren los mayores, como ellos los llaman.
En Santiago y Sibundoy los usos cambian, como Ud. vera” /
Cap. IV
— Aquí tiene Ud., nos dijo al presentárnoslo, todos los argumentos que
pueden alegarse en favor de esta vía: el provecho de dos valles que se ponen en
comunicación con Pasto; del primero, ó sea el de La Cocha, que Ud. ya conoció,
pueden salir las maderas de construcción [que ya escasean, tachado] escasas ya
en la ciudad; del segundo, ó sea del de Sibundoy, pueden salir los brazos á precio
ínfimo que [p, tachado] construirán el camino. Por aquí salen, la[s, tachado]
via[s, tachado] del Tablón, al Norte del Departamento, por [la que, tachado] don-
de viene una corriente colonizadora hacia el reciente pueblo de San Francisco
y la vía del Tolima por donde vendrá la sal de las fuentes de Santa Bárbara y las
inexproradas [sic] del rio Mandiyaco. Esta vía comunica simultáneamente con
los rios Putumayo y Caquetá, entre los cuales se desarrolla desde aquí la region
colonizable que ha de encabezar la “Ciudad de Asis”. Solo me falta hacer notar
en el croquis que la región beneficiada cuenta con cinco mil brazos y que [solo,
tachado] únicamente necesita de un trazo para que ellos hagan casi gratuita-
mente el camino. Voy á mostrarle á Ud. la sal de Santa Bárbara, que podemos
consumir aqui.
Nos mostró una sal de caldero de polvo fino y muy blanca. Corre la tradición
de que un indio de Junguillo comerciaba con los andaquies en artículos traidos
de Pasto á Mocoa á cambio de sal. Una vez le [promet, tachado] mostraron un
trozo de sal vijua y le prometieron mostrarle la mina. Al siguiente viaje temeroso
de un engaño aunque él era muy querido entre sus parroquianos, llevó consigo
á un compañero á quien los andaquies le quemaron los pies durante el sueño;
amedrentado el /de Junguillo regresó sin conocer el banco de sal y suspendio
su comercio. Los tolimenses continuaron entónces un comercio análogo [arriba
escrito: que han conservado] hasta la fecha y vienen á Junguillo y Mocoa con la
misma sal á trueque de oro corrido. Así se descubrió la fuente de Santa Bárbara,
que hoy es de propiedad del Sr. D. Lorenzo Cuellar.
El padre “X” es admirador de los hombres de ciencia. Sabedor de que el Sr. D.
Zerda Bayón andaba por el Caquetá en Comisión científica,hizo[,, tachado]viaje
á Cananguchal, con el objeto de visitarlo. El sabio y el religioso simpatizaron
vivamente; [aunque aquel es poco partidario de éstos y aunque los capuchinos
tienen en muy indigno concepto á los liberales y viven calumniandolos anatema-
tizandolos desde la cátedra sagrada., tachado] Nos hablaba el padre de nuestro
profesor y amigo con vivio entusiasmo; repetía fielmente las [opiniones, tachado]
conferencias que á éste le hemos oido con delicia sobre balanza infinitesimal
ó atómica y sobre radioactividad, y ponderaba los beneficios que reportará el
pais de la excursión del D. Zerda por el Caquetá. Entre las varias conquistas
científicas de este ilustre naturalista colombiano alcanzadas en el Caquetá nos
habló detenidamente el [p, tachado]Padre de la Telepatina extraida del Yajé y de
la Hemoglobina caquetena. Es la primera un alcaloide activisimo, de probables
aplicaciones terapeuticas, que debe su nombre á la propiedad mencionada al final
de la [3, tachado]4a. parte de este libro, [en virtud de la cual, los pacientes hacen
404 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
largos viajes ideales durante el [suen, tachado] letargo que les produce; viajes en
[los, tachado] que reconocen detalladamente los senderos recorridos, descubren
lo que buscan y ven patentemente, como en los cuentos de hadas, á las personas
queridas que están ausentes. Por aquí se refieren cosas maravillosas á ese respecto.,
tachado] La hemoglobina, producto extraido de algun entretenedor de fuerza
usados por los indios en sus viajes, como //
el lloco, de que tambien hemos dado noticia en este libro, es un reconstitu-
yente del que espera el inventor grandes beneficios para la humanidad doliente.
[una línea conecta con De la inocencia, más abajo] En nuestras frecuentes
conferencias con el inteligente y progresista religioso hablamos siempre de la
Colonia de Ñaoyaco y de la “Ciudad de Asís”.
— Todo lo que se haga con la guadua y la palmicha, le dijimos en alguna
ocasión, resultará costoso y efímero. Su “ciudad de Asis” debe ser de calicanto
y teja. Lo que es la teja, la estoy viendo en potencia en este suelo arcilloso; pero
la cal, me parece difícil.
— No, señor. Tenemos la cal en un banco, aquí no mas, al otro lado del rio:
vea Ud. la muestra.
— Parece calcareo hidraúlico. En todo caso producirá una cal para cons-
trucciones, de superior calidad.
— Deseo que Ud. me acompañe á estudiar otro banco que hay mas arriba y
lo convido para mañana
En efecto: fuimos á visitar el otro banco, el cual no resultó calizo; pero en
cambio tuvimos el gusto de descubrir en el lecho del rio, un bloque rodado de
mármol blanco, que nos obligó á [tomar detenidos informes sobre cuál pudiera
ser perseguir su procedencia. De esta averiguación resultó que en Ñinayaco, á
mediados del camino de Sibundoy á Mocoa, se recorre por un lecho de apariencia
marmórca., tachado]
[Despues de conocer la historia del camino de La Cocha y la navegación de
este lago, se la pedimos al buen padre para consignarla en este libro, y es como
sigue:, tachado]
De la inocencia infantil del Dr. Zerda (para volver á nuestro tema) deducía
el Padre interesantes [deduc, tachado] enseñanzas
— El sacerdocio científico, nos decía, tiene tantos puntos de semejanza con
el misterio sacerdotal, como que ambos emanan del mis- / ma fuente de verdad,
que al encontrarme con el doctor y verlo contentísimo haciendo sus estudios,
lejos de toda comodidad, con sus pantalones rotos y andando á pié á merced de
la Providencia, me llenó de complacencia al figurármelo como un misionero
de la Selva[,, tachado]. El tambien andaba civilizando y atrayendo á la luz de un
reino, desconocido en el mundo: la flora colombiana! Los estudios del Dr. Zerda
en el Caquetá, terminó el misionero, pueden conducir al descubrimiento de al-
gun producto natural que reemplace [en, tachado] el ya extinguido caucho, para
cuaderno 6 405
Cap. V
acá del que [antes, tachado] edificaran los indios para que lo ocuparan hoy en
definitiva los blancos. Como hemos visto, la / tribu de los mocoas anda actual-
mente dispersa, seguramente hostilizada por los blancos del Mocoa moderno.
La hostilidad de éstos contra aquellos se traduce en tributos de trabajo personal
y en otras explotacione sá que se presta la superioridad muy grande que separa
las dos razas es la escala. Introducir blancos á los centros indígenas es constituir
sobre éstos la servidumbre y decretar su extinción ó su dispersión social. Ade-
lante, al pasar por Sibundoy tendremos ocasión de ver en cambio el caso con-
trario, de [los, tachado] la revancha indígena contra la intrusión de los blancos.
Pero, sigamos nuestro viaje á traves de los peñascos. Sale el camino de la
llanura y comienza en Pueblo viejo el ascenso penoso de la montaña, donde
la cabalgadura en indio se impone como el único medio posible de trasporte.
Allí, [donde, tachado] si el peatón comun tendría que andar á gatas clavando las
uñas en la arcilla resbalosa como un jabón, posa la pata firme el indio sin que
trepide en lo mínimo; donde el equilibrio sobre una raiz tortuosa, inclinada y
resbaladiza es perfectamente imposible para un acróbata vulgar, anda el indio
con una donosura envidiable; en el cangilon estrecho donde no cabe la zuela
de una bota, ni un par de rodillas “de frente en batalla”; la planta elástica y la
rodilla ferrada del indio se abren senda sin lesionarse y con una agilidad asom-
brosa; cuando la nariz granítica de Rumipiña [arriba escrito: ó Carnicerias] se
interpone en la senda y se avanza vertical sobre el abismo, como para olfatear
las ondas frenéticas del profundo rio, no hay viajero primerizo que siquiera se
atreva á pensar que por esa roca húmeda é inclinada haya pisado pié humano,
y sinembargo, á pasos cortos, de frente á veces, á veces de costado y tambien
de para atras, dando pasos en todas direcciones, segun lo exige[n, tachado] la
fórmula maravi- //
llosa que conjura el peligro, el indio va pasando por aquel desfiladero impo-
sible, y cuando un rio se [interpone, tachado] [arriba escrito: precipita á traves
del camino,] tumultuoso ó profundo, lo salva el indio con el agua á la cintura
ó por la babosa chonta que le sirve de puente. En este caso, el viajero, desde las
eminentes espaldas del indio, ve correr á sus pies el torrente encajonado entre
dos rocas altísimas, espumoso y embravecido, como si fuera un condenado
que maldice y blasfema[;, tachado]. En la naturaleza siempre hay un cántico que
[parece proclamar, tachado] glorifica la infinita bondad que reina sobre los
mundos; pero el rio, enegrecido por la colera, que choca y rebrama contra
los estratos lúgubres que forman su cárcel, rompe esta armonía de dulces ple-
garias, para remedar la voz de los réprobos que maldicen de Dios. El pavor que
causa el paso de estos rios [sobre, tachado] á través una chonta resbaladiza, se
[disfruta, tachado] experiementa con verdadero estupor bajo el seguro del in-
dio estribero que, entonces, alcanza las proporciones de una divinidad de las
montañas, á cuya providencia y custodia va encomendada la vida del viajero.
cuaderno 6 407
modo que, incluyendo el valor del pulimento, quedaría á favor del empresario
una inmensa utilidad.
— Es, pues, el caso de pedir la adjudicación de esta mina, con sus terrenos
del contorno!
— No, amigo: yo [soy, tachado] sería, como descubridor, el dueño de esta ri-
queza; pero, consecuente con el fin providencial con que ha sido colocada aquí
para la colonización y fomento de esta región, no quiero beneficiar para mí, lo
que debe ser para muchos. Lo que haré será denunciarla al público en mi libro,
para que venga [arriba escrito: libremente] el que quiera aprovecharla, valiéndose
de mis indicaciones. El sistema de los monopolios ha traido al pais al atraso en
que está, contra la munificencia de Dios, que lo ha colmado de riquezas!
No hablamos mas sobre el asunto; porque, al caer dela eminencia del Pata-
chuelo al que pudieramos llamar Guagua-Putumayo, empezamos á ver tatas
en el bosque, para sembrar maiz. El cielo se descubría y algo como un ambiente
de gente de trabajo, apesar de ser domingo, anunciaba el reciente pueblo de
San Francisco, colonia de blancos. Estábamos en el rincón del Valle de Sibun-
doy, llamado “Guairasacha”, que los indios cedieron á sus [antiguos, tachado]
huéspedes de raza conquistadora: la historia de esta cesión es in- / teresante y
de reciente data, la cual nos proponemos relatar [fría y desapasionadamente
en cuatro líneas como lo haría un historiador de otra época, ágeno á los intere-
ses y pasiones que ofuscan el criterio y con el decoro que nos merecemos como
escritores., tachado]
Al salir de los desmontes, se ofrece á la vista del viajero un estenso y hermoso
valle, tan plano y [extenso, tachado] festivo como la Sabana de Bogotá: es el Valle
de Sibundoy. Aunque habiamos oido hablar de él, no [tral, tachado] teniamos
cabal idea ni de su formacion, ni de su amplitud, ni de su importancia, ni de
su riqueza: se goza de una sorpresa gratísima al contemplarlo y se maravilla el
hombre de algun criterio económico [de, tachado] al considerar inmediatamente
cómo ha podido conservarse esta riqueza ignorada y como desdeñada por la
industria, á ocho leguas de una ciudad de tan laboriosos habitantes como Pasto.
A poco andar, la colonia blanca de San Francisco se encarga de enmendar [el,
tachado] en parte la nota de sensura contra el espíritu colonizador de [los blan-
cos, tachado] los nariñenses, pronta á formularse. Era dia de fiesta y los vecinos
del reciente pueblo andaban muy endomingados por la plaza y sus contornos
haciendo lucir el colorín de sus vestidos. Las treinta ó cuarenta casitas que en
líneas rectas enmarcan el pobladito, vuelven blanqueadas y risueñas el frente
al centro, como simbolos del espíritu social de la raza civilizada que hace poco
tiempo las ha levantado en el rinconcito del Valle que plugo á los indígenas ceder
al movimiento economico y á la civilizacion
De tiempo atrás, los blancos estaban aposentándose en el vecino pueblo in-
dígena de los Sibundoyes, señores negligentes del amplio Valle, [de //
cuaderno 6 409
Que se dicen dueños por testamento que aseguran haber hecho en su favor
Carlos Jamiabioy, [santiagueño según indigena, tachado] indio [arriba escrito:
cacique] de Santiago, según lo indica su apellido, quien á su turno lo obtuvo por
compra hecha al rey de España, según cuentan [arriba escrito: al parecer sin fun-
damento] por cuatrocientos patacones, tachado] (x)
[papel insertado en esta parte: Se dicen dueños por un testamento de D. Carlos,
Jamiabioy, cacique de Santiago [y Sibundoy grande, tachado], en el cual dispone
de las tierras de Jamiabioy, Jabancuan y Abuelapamba, colindantes con el Capitan
Ortiz, vecino de Aponte las cuales fueron heredadas de sus abuelos, según dice el
mismo tesatmenteo de 15 de marzo de 1700. Hablan de otro testamento otorgado
por D. Leandro Agreda, vecino de Sibundoy que debe ser el pertinente, pero que no
pudimos ver, y agregan que ambos testados adquirieron el Valle por compra hecha
al rey por cuatrocientos patacones. Probablemente si la Nación [se apropia del,
tachado] codicia el Valle como baldío, surgirán los legítimos titulos de propiedad.]
El Concejo Municipal de Mocoa, atento á los altos intereses de la civilización
del Valle y de la utilidad pública dictó el dia 27 de Noviembre [de 1906, tachado]
1895 el célebre Acuerdo sobre areas de población en Sibundoy para asegurar á
los blancos en sus edificaciones y para fomentar la colonización del precioso
cuenco; pero no tuvo en cuenta que los terrenos era de propiedad de la parciali-
dad de los bárbaros y cometió el desacierto de no disponer lo conveniente sobre
expropiación.
[Pero l, tachado] Luego un Cabildo de Sibundoy desconoció el acuerdo del
de Mocoa y el 30 de Noviembre de 1902, dictó el que manda [que, tachado] en su
Art°. 3 que los blancos desocupen el pueblo y vayan á fundar en San Francisco,
sobre una area trazada el 3 de Abril del siguiente año. Los blancos no se dieron
por notificados de este acuerdo y por eso vino otro conminatorio de desahucio
en el término de pocos dias, el cual fué en esta parte reformado por la Gober-
nación del Cauca.
Entonces sobrevino la rebelión de los indios contra sus huespedes y el salvage
atentado del incendio de sus casas y el [feroz, tachado] ataque contra ancianos,
mujeres y niños para obligar á un gran número de familias industriosas á aban-
donar el fruto de su trabajo y refugiarse en el bosque.
Los indios, como una [p, tachado] compensación de este injustificable aten-
tado contra la civilización
(x) Nota al fin del Cap. /
y como prenda de paz, cedieron al pueblo de San Francisco el rincón de
Guairasocha donde hoy florece ya la civilización de una raza superior con los
restos dispersos de las víctimas del incendio.— La escritura la otorgó Miguel
Juajibioy, como Gobernador de indios y la aceptó, debidamente autorizado,
Miguel Urbano, como Personero municipal del Distrito de Sucre, del cual es
cabecera el actual pueblecillo de San Francisco.
410 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
A la vista del precioso Valle en el que están atravesados los Sibundoyes, raza
degradada y estúpida, como un obstáculo insuperable á la civilización y cultivo,
[y, tachado] y en presencia de estas energías de defensa de los [Sibondoyes, ta-
chado] bárbaros, ocurre preguntar hasta qué punto el testamento del Famabioy
puede valer contra la marcha de la civilización allende la cordillera.
De muy poco serviría el camino que comunique el Valle de Sibundoy con
[p, tachado] Pasto, si los indígenas incendiaran siempre las plantaciones que
hiciera el hombre civilizado en sus indisputables dominios, [arriba escrito: que
ellos mantienen incultos]. Al paso de que si el Valle pudiera entrar sin menoscabo
de la equidad en el movimiento civilizador, á manos de los blancos, las cuatro
leguas que faltan por construir de La Cocha á Santiago, por la depresion del
Campanero, segun el proyecto de los Capuchinos, representarían para el Dpmt°.
de Nariño un incremento de riqueza equivalente, por lo menos, al valor de las
quince leguas cuadradas de terreno [arriba escrito: de primera calidad] que con
dicho camino se nacionalizan. //
Cap. VI
á[l, tachado] imitar los trages de los civilizados sería suficiente indicativo de la
paralización [de, tachado] / mental de estos indios[, si no militaran, tachado] y
de su estado estacionario, si no militaran en apoyo de esta tesis un cúmulo de
datos que los caracterizan.
Su adhesión á la costumbre es muy notable: “No es costombre” es la suprema
razón de sus negativas. Por donde pasaron hoy, han de pasar mañana; lo que
[hoy, tachado] hicieron una vez, tienen que seguir haciendolo siempre; como
estuvieron, como están en este momento, así quieren seguir siendo indefini-
damente. Para ellos, el ideal es la quietud. A cada paso ofrecen los sibundoyes
ocasión de observar ese quietismo tenaz, para defender el cual, seria capaces de
sacrificar hasta la vida[;, tachado]. [pero no, tachado] Mencionaremos, en co-
rroboración de ese rasgo, [sino, tachado] un caso baladí que, sinembargo es muy
decidor: hace cosa de cien años traian al pueblo un organillo para su iglesia y los
Santiagueños, sus emulos y vecinos, pretendieron arrebatarselo en el camino.
Para evitar el despojo emplearon los sibundoyes de toda su astucia y andando
[de noche, tachado] á tientas llegaron de noche á su pueblo, felices por haber
burlado la codicia de sus rivales; repicaron las campanas y echaron cohetes en
señal de regocijo. Recientemente, ya inutil el armonio centenario, [p, tachado]
trageron los misioneros un reemplazo al armatroste aquel y lucha heroica costó
el que los feligreses contribuyeran al gasto, pero al fin el organillo moderno llegó
á Pasto y una comisión de sibundoyes fué á conducirlo. El dia de la llegada al
pueblo se fijó con exactitud, el tiempo era bueno, no había obstáculos en la via,
los Santiagueños (siempre esquivos con los sibundoyes) ya no podian ni querian
impedirles el paso; sinembargo la comision no llegaba á las seis de la tarde del
dia fijado. A media noche se despertaron los misioneros //
al estampido de los cohetes y con los repiques alegres de las campanas.
— Qué es esto? A qué se debe tan extraño alboroto?
— Es costumbre que los [organos, tachado] armonios de Sibundoy, entren
de noche [con, tachado] al poblado!
Con semejante criterio, qué esperanza de civilización hay para esta parcia-
lidad, cristalizada en su barbarie?
— Siembren Udes. papas en este valle y trigo, cebada, habas y cebollas que
todo se daría muy bien, les dicen los misioneros.
— No es costumbre sino sembrar maiz, contestan los bárbaros.
Modificar [en algo,, tachado] en lo mínimo las costumbres de los Sibundoyes,
en sus hábitos domestícos, en sus reglamentos sociales consuetudinarios, en sus
prácticas paganas y en sus vicios, es casi imposible.
— No pierdan Udes. Su[s esfuerzos, tachado] tiempo aquí; les decíamos á los
entusiastas y abnegados misioneros; utilicen esos esfuerzos allá abajo, donde la
civilización cristiana está, puede decirse, latente por la docilidad, inteligencia y
cultura natural de la raza!
412 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
Para cerrar el cuadro oscuro que adrede nos hemos propuesto trazar sobre
los sibundoyes, con el intento de disputarles el derecho al Valle en nombre de
la civilización, falta decir que tienen la nefanda costumbre del suicidio. Allí
hay un panteon con mas de cuatrocientos recientes imitadores del famoso
Iscariote. Por una deuda de veinte pesos, por una decepcion de amor, por una
azotina injusta, desatan la faja de su costura y con ella se cuelgan del primer
arbol que encuentran. Si se medita en la significacion que tiene este fatidico
vicio de una raza, en lo relativo á su moralidad y á sus ideas religiosas, se
llegará á la indefecti- / ble conclusión de que la [noción moral, tachado] ética
cristiana no ha podido germinar en la psicología acartonada de semejante
[raza, tachado] tribu.
Por esta razón, por la falta de higiene, por la [subsistencia, tachado] super-
vivencia de [los, tachado] hechiceros, médicos, brujos, envenenadores ó como
quiera llamárseles, y por otros vicios que nos conviene callar para no pasar [p,
tachado] como faltos de benevolencia, esta parcialidad está próxima á desapa-
recer. Allí se encuentran vestigios de una iglesia de ladrillo construida en otro
tiempo, que hoy no podría levantarse por representar un esfuerzo desmedido
para la miserable parcialidad que subsiste, y sinembargo hay [una, tachado] la
tradición de que el ladrillo quemado en Guairasacha, á mas de una legua de
distancia, se trasportaba, [á Pueblo gran por n, tachado] de mano en mano, por
medio de un cordon de indios. Pueblo grande se llamaba lo que hoy se designa
con el nombre de Sibundoy, constante actualmente de una cuarentena de casas
vacías. Y en los tiempos prehistóricos debio ser tan numerosa esta nación, que
defendió el valle contra la invasión de los quichuas, que se estacionaron en sus
vertientes occidentales, donde subsisten con el moderno [apelal, tachado] gen-
tilicio de Santiagueños.
Esta última consideración implica el desconocimiento de la leyenda que atri-
buye á estos indios procedencia reciente de Cundinamarca; desconocimiento
[que, tachado] en que insistimos por otras consideraciones ademas de las con-
signadas en el Cap. Vi de la 1ª. parte de este libro.
De los tres [pueblos indi, tachado] parcialidades distintas establecidas en el
valle, ésta es la única que ha olvidado su origen; los sibundoyes han tomado ó
le dieron su nombre al Valle entero, y ellos ocupan, como hemos observado ya,
su parte [central, tachado] intermedia: to- //
do lo cual indica una anterioridad superior á la migración peruana, muy
anterior á la conquista española
Valiéndonos del pequeño vocabulario chibcha que puede resultar de la des-
composición de los nombres geográficos de Cundinamarca, Boyacá y [Sur de
Santander, tachado] Giranentá, por medio de una paciente inquisicion, pudimos
deducir que el cochi, hablado por los sibundoyes, no tiene analogías ningunas
con el lenguage de la Confederación Chibcha. Pero, como sucede siempre en los
cuaderno 6 413
Domingo — Timingusa
Lunes — Lunuxte (etimología castellana)
Martes — Onaté
Miércoles — Unga-té (tercer dia)
Jueves — Canta-té (cuarto dia)
Viernes — Chachin-té (Sachina es cinco, por lo que, chanchin probablemente,
[quiere decir, tachado] es adulteración del quinto dia)
Sábado — Sebatasa
Cap. VII.
suplicarle, en cuanto á los Maristas, [en Nariño, tachado] que tome [Ur, tachado]
informes sobre [las, tachado] sus aptitudes y consagración, pues entiendo que
en Nariño, no han aprovechado los niños que están á su cargo: no sé si estaré
mal informado, pero me refiero á opiniones oficiales.
A las 7 p.m. conversabamos y fumabamos en la sala de la casa cural sobre
estos asuntos, en sabro- / sa plática con los Misioneros, que son muy insinuantes
y festivos. Tragimos á cuento las costumbres de los indígenas y recibimos muy
curiosos datos. Supimos, por ejemplo, que estos indios recuerdan vagamente la
época de su venida del Ecuador y dicen que hicieron alto allí, donde se radica-
ron, porque recibieron orden de no caer al plan del valle. Recuerdan tambien la
migración de los Putumayos que se radicaron mas atrás en el Sitio de Chamanoy,
que hoy se llama San Andrés. En aquel sitio vieron una tarde los Santiagueños
un humito y se maravillaron de que por esos lados pudiera andar gente; mandó
el Gobernador á averiguar y el alguacil informó que era un matrimonio con una
hija, que venían perdidos de las tierras bajas, de donde los había dispersado un
amarón (boa constrictor) que arrazó la poblacion donde ellos vivian. El Gober-
nador les ofreció hospitalidad y amparo, pero los emigrados no quisieron pasar
de aquel punto, donde fundaron el actual pueblo de San Andrés, mezclándose
con los santiagueños; pero conservando relativa independencia.
Los Santiagueños recuerdan tambien la época de las primeras misiones [qu,
tachado] quiteñas y cuentan que desde entonces conservan dos de las imagenes
que veneran en su iglesita: la de Santiago dicen[,, tachado] vino de España y la de
la Virgen del Rosario, vino de Lima, junto con el primer clarinete para el coro.
Esta [claridad de, tachado] limpidez en los recuerdos remotos, de que carecen
los Sibundoyes, indica la conciencia de un pueblo ya civilizado para la época
de su migración. En Pasto los confunden por su desnudez con los sibundoyes,
cosa que les ofende como el mayor de los insultos. La diferencia, en efecto es
inmensa: estos son a[c, tachado]ltivos, trabajadores, inteligentes, ambiciosos de
mando é intrigantes //
en las elecciones de Gobernador. La pureza de sus costumbres hace tambien
contraste con la relajación de los sibundoyes, entre quienes el adulterio es comun.
Son amigos de hacer largos viajes y aspiran al cruzamiento con l[a, tachado]os
[mu, tachado] blancos. Sus mujeres son fieles, laboriosas y fecundas; ellas les
tejen las cusmas de lana azul y [se, tachado] las zurcen, en randa graciosa, con
hilo colorado, torcido [por, tachado] tambien por sí mismas; modo de trage que,
junto con su aseo, sirve para distinguirlos. La afición á la música es un rasgo
característico de los Santiagueños; todos los cuales tocan arpa, violin ó flauta,
instrumentos construidos por ellos. Tenemos á la vista una fotografía instantá-
nea de un Carnaval en Santiago, donde está pintada la mas ingenua alegría de
un pueblo de artistas. Sus fiestas de Navidad y Corpus son dignas de verse por
los dizfraces que inventan y por las danzas que bailan. En la fiesta lúgubre de
cuaderno 6 417
Lloviznó aquel dia, pero los hados nos fueron propicios; porque despues
de nueve horas de camino coronamos la cumbre de 3800 mt. sobre el mar, sin
contratiempos y columbramos el deseado cuenco……..
Hemos llegado! //
Documento 2.
Mi respetable Señor
Mucha honra me hace V. escribiéndome y acordándose de mí y si lo agra-
desco mucho
Lemando el discorso que mi Pide y medici quiere publecarlo. Le eslisno [sic]
mucho que haga conocer al presidente nuestros deseos de ser hombres civilizados
como los blancos, por que nosotros tambien somos cristianos y colombianos.
Como me cuesta todavía mucho escribir no lo escribo más largo, en el cosque
sigueya aprenderé á escribir cartas largas,
Su amigo
Manuel Fisoy /
//
He dicho Sres
Continuación documento 1
Cap. VIII.—
Documento 3
El Renacimiento N°. 46
de 5 de Febrero de 1906.
Tumbas Quimbayas
Comunicaciomes a la academia de historia
Y a la
Societé d’ antropologie de Paris
De
Miguel triana
//
423
424 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
no haya sido recogida con criterio científico, para sacar de ella todo el provecho
que en México y el Perú están derivando las sociedades antropológicas, de las
excavaciones hecha allí sagaz y metódicamente. Es sin embargo, digno de aplauso
el esfuerzo del Sr. Arango para //
salvar del olvido la documentación funeraria que ha resultado de la violación
voraz e irrespetuosa del sueño eterno de una raza exterminada por la Conquista.
El coleccionador de los recuerdos de la guaqueria los presenta sin preten-
siones de erudito y los ofrece humildemente a la consideración de los sabios. En
la presente comunicación, que respetuosamente dirijo a una institución cientí-
fica, sólo me propongo servir de introductor de una noticia que debe interesar a
sus altos propósitos, con el intento que sirva de iniciativa a los fecundos estudios
sobre prehistoria de Colombia. Esta breve noticia, como los experimentáis, su-
giere inmediatamente el anhelo de continuar las investigaciones en lo sucesivo
sobre un plan de sagacidad científicos, alejado del vil propósito de un lucro torpe,
como se han hecho hasta el presente y continúan haciéndose, con el consenti-
miento oficial, por bandadas de guaqueros voraces y estúpidos.
El Sr. Arango circunscribe las informaciones de su libro a la hoya del río
Quindío con el nombre de Rio de la Vieja entra al Cauca por su banda derecha
en la ciudad de Cartago (4. – 45’ – 15’’ Lat. N. 49’ – 18’’ Log. Occ. de Bogotá); pero
extiende el radio de sus observaciones, lejos de la Hoya del Quindío, por uno y
otro lado del río Cauca, hacia el norte y hacia el sur, hasta donde quiera que ha
habido trabajos de guaquería.
Dentro de esta amplitud localizan la extinguida tribu de los Quimbayas los
señores Manuel Uribe Ángel y Ernesto Restrepo Tirado, por inferencias de
los cronistas de la Conquista. El doctor Uribe Ángel en su Geografía de Antio-
quía radica estos indios entre los ríos Chinchiná y La Vieja, por la banda oriental
del Cauca, y el señor Restrepo Tirado en su Monografía de los Quimbayas los
extiende por el sur hasta el río de La Paila, sobre la misma banda. //
Por obra de estos dos americanistas está, pues, en el mundo científico acogi-
do el nombre de Quimbayas para los antiguos habitantes de esta región, cuyas
características antropológicas se deducen de la observación de los sepulcros y
su expresivo contenido, de que se ocupa el Sr. Arango en su libro, aunque bajo
las denominaciones infundadas de Quindos y Pijaos. Sí se imponen estas ca-
racterísticas para definir la raza de los Quimbayas, su territorio es mucho más
extenso del que indican vagamente los cronistas y del que sucesivamente han
delimitado por interpretación literaria los señores Uribe y Restrepo. En efecto,
según los recuerdos de la guaqueria, hay sepulcros del mismo tipo y con-
tenido, del otro lado del río Cauca, en una extensión tan grande o mayor que la
del lado oriental, en Roldanillo, Huasanó, Cajamarca, Sevilla, [ilegible, tachado]
Ansermaviejo, Valparaíso y Andes, de donde arrancaban caminos prehistóricos
hacia el Chocó, de cuyas trazas se ocupa en su libro el Sr. Arango, a las páginas
tumbas quimbayas 425
56, 134, 157, 158, 166 y 181. Los vestigios de estos caminos, de carácter estratégico,
siguieron alguna idea sobre la magnitud, el radio y la índole de la acción nacional
de los Quimbayas. En el sitio de Hojasanchas, comprendido dentro del circuito
en cuestión, hay un camino de indios, de once metros de profundidad y tres-
cientos de longitud, que en parte corre bajo tierra en forma de túnel revestido
de piedra, y en un punto de él se encontraron dos atanores de arcilla de treinta
centímetros de largo por diez de diámetro, que asomaban del talud y por los
cuales salía el agua recogida del terreno. Al occidente de Versalles, en el Valle del
Cauca, en los sitios de Antón, Punía, y Papayal, hay una grande agrupación de
sepulcros (pueblo de guaquería), al cual conduce un camino subterráneo de un
metro veinte centímetros de ancho por tres metros veinte centímetros de alto en
su bóveda, que no se sabe de dónde viene. De este mismo pueblo de Guaquería
salen dos caminos de indios aparte //
que cruzan la Cordillera Occidental, van al río del Escobal y a la mina de oro
de Pilahonda y de allí al río San Jorge. En las “Montañas de San José” (Hoya del
Quindío) hay un camino que atraviesa una cañada, por debajo de la cual pasa
un túnel de dos metros de ancho por tres metros veinte centímetros de altura,
perfectamente tallado a escuadra y plomada y revestido con un cemento arci-
lloso que los guaqueros llaman carmín. Al trasmontar una de las cuchillas que
comunica, sale a la superficie en una extensión de [ilegible, tachado] 100 m. de
camellón a calzada, de ochenta centímetros de ancho en corona y dos con cua-
renta en la base y con la altura de un hombre, de un metro sesenta centímetros,
como si fuera una trinchera. “Una red de caminos de mayor a menor cruzan en
todas direcciones la Hoya del Quindío”, agrega el Sr. Arango.
Sepulcros
reposaban en serie seis cadáveres. En la cámara lateral del fondo, de dos metros
con cuarenta centímetros de ancho, tres con veinte de largo y dos con cuarenta
de altura, sólo había un caracol marino guarnecido de oro.
En forma de templos con columnatas y nichos como para colocar fetiches,
menciona el libro tres: uno en el sitio de Soledad, (Distrito de Filandia) cuyas
paredes enlucidas exhibían pinturas de animales mitológicos al estilo egipcio, el
cual contenía urnas funerarias de cadáveres incinerados, amén de varias arrobas
de oro en joyas comunes y tres coronas de reyes. Otro de Montenegro, segura-
mente de pertenencia sacerdotal, en el que había ocho cadáveres tendidos en for //
mación en cada una de las laterales, con las cabezas hacia la nave central
en cuya testera había un altar con [ilegible, tachado] dos pequeños nichos a
los lados. En esta nave central se encontraron diez y seis incensarios de arcilla,
cocida, correspondientes a los diez y seis cadáveres de las naves laterales. Y el
otro en el pueblo de El Santuario, de la misma disposición de los anteriores,
el cual solo contenía una estatuilla de oro, con manto del mismo metal, la que
los guaqueros dijeron ser la efigie de un santo.
En el Corregimiento de La Tebaida del Distrito de Armenia, en el sitio de
El Muerto, en donde se [ilegible, tachado] han encontrado los más interesan-
tes sepulcros por su delicada arquitectura, unos enlucidos con barro blanco y
carmín y otros revestidos de piedra, cementadas sus junturas. Entre estos hay
uno para un rey pigmeo, de una construcción anómala: desciende tres metros la
lumbrera de un metro de diámetro, toma luego por cuatro metros una inclina-
ción rápida de cincuenta por ciento, para seguir horizontalmente una longitud
de dos metros, en cuyo fondo se encontró un pequeño esqueleto de un metro
veinte centímetros de estatura, enteramente vestido de oro y con doble corona.
Tal parece que La Tebaida hubiera sido el centro de la Monarquía quimbaya.
Los sepulcros encontrados en Santa Rosa de Cabal al desviar las aguas del
río San Eugenio para construir el acueducto de la población, pueden servir para
tener una idea de la antigüedad de los Quimbayas; pues estaban bajo un riego
de enormes piedras arrastradas por el río en remotísima época.
Para sospechar qué tan numerosa era la nación, dice el autor: “La Hoya del
Quindío tiene miles de casas de habitación actualmente, y en cada casa hay por
lo menos dos piedras con molino, sacadas de las guacas”. //
Por perceptibles diferencias que el autor ha tenido el cuidado de anotar, se
comprende que esta vasta nación coexistían dos razas distintas. La una ofrece la
extraordinaria particularidad de tener los huesos de color rojizo, secos y duros,
que cuando están muy podridos semejan polvo de canela. Maravillado por esta
particularidad, supliqué al Sr. Arango que me remitiese un cráneo de tal color,
el cual pongo a vuestra vista, para que juzguéis personalmente de la exactitud de
la observación. No será este pigmento el resultado de impregnaciones ferrugi-
nosas del terreno donde han estado depositados los cadáveres? Tengo la pena de
428 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas
Inhumaciones
Generalmente en las tumbas hay varios cadáveres engalanados con sus prendas
de adorno y acompañados de ollas y utensilios de cocina, en los cuales suelen
encontrarse vestigios de alimentos como fiambre para el viaje eterno. También
se les ponía al lado sus armas e instrumentos de oficio, como su hubieran de
continuar sus labores después de la muerte. Parece que en esto abrigaban los
Quimbayas la idea generalizada entre todas las tribus de América de que en el
sepulcro continuaban las agitaciones de la vida. Por esta razón, seguramente, se
les enterraba con sus fetiches y amuletos construidos en arcilla y en oro, en los
cuales se puede estudiar sus conocimientos industriales y sus nociones artísticas.
En algunos sepulcros aparecen los restos de personas que se comprende haber
sido enterradas vivas. Por ejemplo, en los sitios de El Diamante en (Armenia)
y en La Argentina (Montenegro) se encontraron sepulcros en plataformas y
nichos, donde se hallaron de uno a dos cadáveres sentados, recostados contra
la pared y con los pies colgantes. En el sitio de Padilla, (Montenegro), en un
sepulcro que tenía una escalinata, había un cadáver sentado apaciblemente en
uno de los peldaños. En El Recreo (Armenia), en una profunda cámara había un
nicho con el cadáver de un hombre de pie, así como en Argelia (Montenegro) se
encontró otra de cinco nichos para otros tantos muertos parados. En el sitio de
La Cascada (Quindío), se encontró un hombre de pie con un brazo levantado
contra el techo del sepulcro, en cuya mano sostenía una argollita de oro como
única riqueza. En El Espejo (Armenia) al esqueleto de un difunto bien acostado,
adornado con diadema de tumbaga, hacían guardia dos hombres de cunclillas.
En El Platanillal (Montenegro) en una gran cámara había una mesa de tierra con
una cadáver incinerado y al pie de esa pira yacían dos hombres tranquilamente
acomodados contra //
sus costados. Muchos otros ejemplos de cadáveres en actitud de haber si-
do enterrados vivos se podrían citar; pero basta con los anteriores para hacer
pensar que los Quimbayas practicaban extraños ritos funerarios que conven-
dría estudiar.
La práctica de la incineración era muy usada aunque no general, [ilegible,
tachado] como lo prueban las urnas funerarias con huesos quemados y algunos
sepulcros y colmados de cenizas humanas que se han encontrado en la Hoya
de Quindío. En El Muerto, (Armenia) en el Santuario y en la propia plaza de
Armenia se han encontrado inmensos acopios de huesos quemados al parecer
de centenares de cadáveres, que llenaban los sepulcros hasta el tope, en algunos
de los cuales el oro de las joyas y adornos apareció fundido.
En los grandes sepulcros de los reyes de Soledad (Filandia) aparecen como
en Montenegro, los altares incineratorios y las cenizas sagradas, junto con los
tesoros de oro que pesaban quilates, se recogían en decoradas urnas de arcillas.
430 utopías ajenas: evolucionismo, indios e indigenistas