Deslocalización
C L A R I D A D · I N V I E R N O 2 0 0 4 · C U A R TA E TA PA
cabeza, no presiona a los países que si-
guen sin respetar los derechos humanos y
laborales básicos, el problema de las des-
localizaciones y, en definitiva, de las malas
prácticas empresariales va a seguir produ-
ciéndose de manera imparable. Hasta
ahora este fenómeno está afectando so-
bre todo a los sectores que precisan ma-
no de obra de baja o media cualificación.
Si no se adoptan las medidas adecuadas,
la implantación de este pernicioso modelo
también en las industrias que precisan de
alta tecnología y cualificaciones, es sólo
cuestión de tiempo.
En los procesos de deslocalización es fun-
damental que los sindicatos sean capaces
6 7
de asumir y defender políticas a medio y
largo plazo que, por una parte, se antici-
pen y prevean posibles crisis y, por otra,
incorporen el diálogo social a todas las ma-
terias vinculadas a estos procesos.
La Unión Europea, a su vez, debería definir
un marco de relaciones laborales y reco-
nocer los derechos sindicales trasnaciona-
les, así como avanzar en el marco jurídico
relativo a los Comités de Empresa Europe-
os, la Sociedad Anónima Europea, el des-
plazamiento de trabajadores, etc. La nue-
va Constitución Europea es un gran paso
adelante, con el reconocimiento del papel
específico de los agentes sociales y la in-
corporación de la carta de Derechos Fun-
damentales, pero que precisa de posterio-
res desarrollos legislativos que garanticen
una mayor coordinación económica y fis-
cal, así como el pleno empleo y la econo-
mía social de mercado.
Los gobiernos nacionales, por su parte,
más que medidas penalizadoras a las des-
localizaciones, de resultado incierto, deben
elaborar políticas de anticipación, facilitan-
do las condiciones necesarias para que las
empresas permanezcan en la zona y, de
manera fundamental, incrementar y mejo-
rar la formación de los trabajadores.
En el caso de España habría que añadir la
necesidad de reformar en profundidad los
servicios públicos de empleo, haciendo de
ellos no sólo un paliativo frente al paro si-
no, lo que es más importante, un instru-
mento de mantenimiento, consolidación y
mejora del empleo. Es urgente, además,
establecer una política industrial que sea
capaz de definir con claridad los objetivos
de la misma, de manera que nuestro país
tenga capacidad de diseñar sus propios
ámbitos y prioridades.
De igual manera que en el fútbol la mejor
defensa es un buen ataque, en el tema de
las deslocalizaciones, la mejor manera de
evitar el daño es contar con un tejido in-
dustrial saneado, moderno y altamente
competitivo, y con unos trabajadores en
permanente formación y apoyados por
servicios de empleo dinámicos y dotados
de recursos. Por último, sería más que
deseable que el empresariado español
avance hacia la modernización, lo cual pa-
sa por marcar objetivos a medio y largo
plazo, por implicar a los trabajadores en
las decisiones de la empresa, y por fo-
.
mentar la cultura de la coparticipación y
del empleo estable. En suma, que sean
conscientes de que están, también ellos,
en el siglo XXI.
Globalización económica
y deslocalizaciones productivas
José María Zufiaur
Director de Labour-Asociados
1
Bajo el término reestructuraciones empresa-
1 riales se suelen englobar realidades, causas
y manifestaciones muy diferentes: la externa-
lización productiva y las subcontrataciones, la inno-
vación tecnológica, las transferencias de produc-
ción, las inversiones directas en el extranjero, las
fusiones y adquisiciones, las quiebras, suspensio-
nes de pago y declaraciones de insolvencia, los
cambios o mutaciones industriales, lo que podría-
mos denominar “deslocalizaciones profesionales”
(falsos autónomos o autónomos dependientes), la
subcontratación de empresas extranjeras para ac-
tividades en países desarrollados. Y, por supuesto,
las deslocalizaciones de empresas a otros países1.
En un sentido más amplio, cuando hablamos de re-
estructuraciones y transformaciones industriales
estamos refiriéndonos a profundos cambios en el
trabajo y en el empleo, a un fenómeno que afecta a
la sociedad en su conjunto y al pacto social que ha
funcionado durante décadas en nuestras socieda-
des, el llamado “pacto fordista”. A cambios, en su-
ma, en la estructura del capitalismo. Transforma-
ciones que se manifiestan en la propiedad y en la
estructura de las empresas, en la organización del
trabajo y en las relaciones laborales.
1. J.M.Zufiaur. “Reestructuraciones y diálogo social en Europa”. Obra colectiva “descolització i localització d’empreses a Catalunya.
UGT de Catalunya. Abril, 2004.
2. Una investigación realizada en 2003 por el congreso alemán de cámaras de comercio e industria (DIHK) en Alemania concluía
que, entre las empresas que invierten en el extranjero, cerca del 45% lo han motivadas por la perspectiva de economizar costes.
3. Datos de la Banca Suiza UBS.
Focalizando el análisis en el tema de las deslocalizacio-
nes, lo primero que conviene clarificar es el significado
que le damos al término: deslocalización significa, en
sentido estricto, el cierre total o parcial de una empre-
sa y su traslado al extranjero. Es decir, la transferencia
de capacidades de producción de un enclave nacional
a otro extranjero, con el fin de ampliar el mercado y de
importar, para satisfacer el consumo nacional, bienes
y servicios anteriormente producidos localmente.
La principal razón aducida por las empresas para des-
localizar su producción, son los costes2. Si un asala-
riado le cuesta a una empresa, por término medio, 22
dólares a la hora en Nueva York, 16,5 dólares en Ber-
lín o 9 dólares en Madrid, sólo le cuesta 1,8 dólares
en Río de Janeiro, 2,2 dólares en Varsovia, 2,3 dóla-
res en México o 3,3 dólares en Shanghai3. Aunque,
en realidad, la diferencia de costes salariales casi nun-
ca es la única razón que cuenta en las opciones deslo-
calizadoras de las empresas. Si así fuera, probable-
mente debiéramos asistir a una concentración del
movimiento de capitales en los países con más bajos
salarios y menores costes de la mano de obra. Pero
no es el caso. Por el contrario, las inversiones siguen
concentrándose mayoritariamente en la tríada más
desarrollada del planeta (Estados Unidos,
Europa y Japón).
En la deslocalización de las empresas tam-
bién influye el deseo de penetrar en nue-
vos mercados más dinámicos, ante la ato-
nía de la demanda interna en sus países
de origen. En muchas ocasiones, el produ-
cir localmente se impone (estaríamos aquí
refiriéndonos más al caso de las inversio-
nes directas en el extranjero que pura-
mente a las deslocalizaciones productivas)
para ofrecer productos a las poblaciones
de determinados países a precios asequi-
bles para las mismas. El tipo de cambio
de las monedas es, igualmente, un factor
a tener en cuenta: la elevada cotización
del euro en estos momentos puede
estar incitando, a juicio de algunos
analistas, a determinadas empre-
sas europeas a deslocalizar una
parte de su producción y activida-
des para diversificar riesgos. Y el
contexto, en un sentido amplio, suele
constituir así mismo un factor decisivo:
idioma, calidad de las infraestructuras y
los servicios públicos, cualificación de los
trabajadores, normas laborales y me-
dioambientales, presión fiscal.
No obstante, en la fase actual de globali-
zación económica, las empresas multina-
cionales se aprovechan de lo que el eco-
nomista francés François Chesnais
denomina “entrecruzamiento milagroso”
entre “la progresiva convergencia en las
productividades (entre los países del sur y
los del norte) al tiempo que se mantienen
disparidades muy fuertes en materia de
salarios, de condiciones de trabajo y de ni-
veles de protección social”. Todo ello pese
a que, debido al creciente proceso de au-
tomatización de muchas actividades pro-
ductivas y a las grandes inversiones que
las mismas necesitan, el salario represen-
ta una variable (que en muchas empresas
no supera el 10% de la cifra de negocios)
cada vez menos determinante.
Por otro lado, las deslocalizaciones no son
privativas de la industria, como a veces ca-
bría pensar a tenor de los sectores a los
que pertenecen las empresas que apare-
cen en la prensa como consecuencia de
sus decisiones de trasladar la producción a
otros países. Cada vez más, afectan tam-
bién a los servicios; y ya no sólo conciernen
a los empleos poco cualificados sino tam-
bién a los altamente profesionalizados.4
Las deslocalizaciones ya no sólo concier-
nen a los empleos poco cualificados sino
también a los altamente profesionalizados
En los primeros momentos, las deslocali-
zaciones se producían casi en exclusiva en
determinados sectores industriales: Los
servicios se consideraban un sector pro-
tegido frente a la competencia internacio-
nal. Pero la aparición de las tecnologías
de la información y de la comunicación,
que permiten el trabajo a distancia, ha he-
cho cambiar el panorama. El caso más pa-
radigmático son los llamados “centros de
llamadas” o “call centers”, que están sien-
do trasladados masivamente hacia (de-
pendiendo del idioma) zonas como el Ma-
greb, India o América Latina. Y cada vez
resulta más complicado identificar cuáles
son los que, hasta hace bien poco, se de-
nominaban “sectores protegidos”: incluso
los diagnósticos médicos y la enseñanza
comienzan a ejercerse a distancia.
Tampoco las deslocalizaciones afectan só-
lo a los trabajadores sin cualificación pro-
fesional. De manera creciente, se ven
también involucrados los trabajadores de
cuello blanco. El caso de los informáticos
californianos, que ha irrumpido en la pasa-
da campaña electoral estadounidense con
protestas contra la deslocalización de este
tipo de empleos que se está produciendo
en EEUU, es una muestra de ello. Pero es-
te éxodo de trabajadores muy cualificados
no sólo atañe al sector informático, tam-
bién se ha extendido a sectores como el
automóvil, las finanzas, la consultoría o las
biotecnologías.5
2 Los anuncios de cierres y traslados, to-
tales o parciales, de fábricas y líne-
as de producción en diversos paí-
ses europeos (en España los casos
de Samsung, Volkswagen, Lear,
Moulinex, Panasonic, Galletas Fon-
taneda, Levi Straus, Philips, Valeo,
Sony, Delphi, Fagor… son algunos de los
más emblemáticos) han situado en el cen-
tro de la preocupación de los trabajadores
y también de los poderes públicos la pro-
blemática de las deslocalizaciones. No só-
lo por la perdida de puestos de trabajo y la
relativa desindustrialización que entrañan.
También por la presión, cuando no el
chantaje, que comportan sobre los sala-
rios y las condiciones de trabajo.
¿Cuál es, sin embargo, la amplitud real de
este fenómeno? No disponiendo de datos
nacionales suficientemente significativos,
me referiré a los de la UE (a 15 países).6
En este ámbito, la amplitud del fenómeno
parece limitada en relación con la talla eco-
nómica europea y con el peso del intercam-
bio entre los países más desarrollados, que
sigue siendo claramente predominante. De
igual manera, los efectos de las deslocaliza-
ciones, pese a resultar muy perjudiciales y
traumáticos para determinadas empresas,
sectores o regiones, no han representado
hasta ahora grandes desequilibrios en la
balanza comercial de la Unión Europea.
La dimensión económica de las deslocali-
zaciones suele medirse a través de dos ti-
pos de indicadores: la evolución de las im-
portaciones de bienes y de servicios, por
una parte, y las inversiones directas en el
extranjero (capitales que son exportados,
no con fines especulativos, sino para com-
prar o para construir empresas en el ex-
tranjero), por otra.
Es bastante conocido que la UE es una zona
poco abierta al comercio internacional. Esta
situación apenas si ha cambiado: el año pa-
sado, las importaciones representaron el
9,7% del PIB comunitario. Es verdad
que las importaciones provenientes
de China y de los países PECO (Países
de Europa Central y Orieltal) han au-
mentado considerablemente. Aunque
entre ambas apenas si superan las
importaciones provenientes de EEUU.
Pese a la mayor penetración comercial de
algunos países, como China, y del tradicional
déficit europeo en materia energética y de
materias primas, la UE registró el año pasa-
do prácticamente un equilibrio en la balanza
comercial y un superávit si sólo contamos
los productos industriales. Y si bien se ha
producido en estos últimos años un impor-
tante déficit comercial con China, no es el
caso respecto a los países de Europa Cen-
tral, el Magreb o América Latina. El déficit
exterior europeo en cuanto a vestidos, calza-
do, ordenadores, vídeos… es compensado
por el excedente producido en relación con
los coches, la maquinaria y bienes de equi-
po, productos químicos y farmacéuticos.7
En cuanto a las importaciones de servicios
realizadas por la UE-15, sin contar los trans-
portes y el turismo, su valor se ha doblado
prácticamente entre 1992 y 2002. Aunque,
en porcentaje, su peso sigue siendo todavía
pequeño: no llega al 2% del PIB. La importa-
ciones de servicios desde la UE continúan es-
tando concentradas en los países desarrolla-
dos (el 46% provenientes de EEUU, el 13%
de Suiza), en comparación con los que llegan
de los países en vías de desarrollo: de China,
un 3,1%; de India, un 0,6%; de los PECO,
un 4,2% y del Magreb un 0,7%. En suma,
con quien realmente mantiene en este cam-
po la UE un déficit significativo, que además
aumenta fuertemente, es con EEUU.8
Las deslocalizaciones no han representa-
do hasta ahora grandes desequilibrios en
la balanza comercial de la Unión Europea
El otro ratio a considerar, para tener una
idea de la amplitud del fenómeno de las
deslocalizaciones, es el del flujo de inver-
siones realizadas por las empresas euro-
peas en el exterior. Como hemos apuntado
anteriormente, las empresas pueden inver-
tir en el extranjero con uno de estos dos
objetivos: bien para ampliar sus activida-
des en mercados emergentes, bien para
deslocalizar su producción con la finalidad
de abastecer con menor coste su merca-
do de origen. Aunque, en la práctica, es
muy difícil distinguir ambas motivaciones.
En esta rúbrica de las inversiones extranje-
ras directas, la concentración en los países
más ricos es aún mayor que en los inter-
cambios de bienes y de servicios: entre
1997 y 2002, más de la mitad de las mis-
mas han ido a parar a EEUU, frente al 1,1%
que han ido hacia China, el 0,3% hacia India
o el 6,3% a los países PECO. Estos datos in-
dican que Europa no invierte mucho, salvo
en Estados Unidos, en el extranjero. Al me-
nos en las zonas no ricas del extranjero. Lo
que no es nada claro que sea bueno. No al
menos para su balanza comercial. La cara
positiva de las deslocalizaciones/inversiones
hacia el exterior es que contribuyen a la
compra de productos manufacturados na-
cionales. Es lo que ha sucedido con las in-
versiones europeas en los países de la am-
pliación, aumentando, de esta manera, los
excedentes comerciales de los quince. Las
inversiones en el exterior también pueden
ayudar a fijar las poblaciones en el territo-
rio. El ejemplo contrario de todo ello
son las relaciones de la UE con el
Magreb y con África en general: po-
cas inversiones, debilidad de las ex-
portaciones europeas y grandes flu-
jos migratorios hacia Europa.9
Aunque los datos no justifican, por tanto,
la gran alarma que en algunos países eu-
ropeos, especialmente en Francia, han
desatado las deslocalizaciones empresa-
riales no es menos cierto, sin embargo,
que muchos de esos temores tienen su
base en elementos a considerar y seguir
con suma atención, elementos que no
suelen quedar reflejados en los indicado-
res económicos. En primer lugar, porque
es posible que el fenómeno no haya he-
cho más que empezar. En el sector de
servicios, desde luego, pero también en

4. J.M.Zufiaur. Reestructuraciones y diálogo social en Europa, 21 de febrero de 2004. 7. Los datos de este apartado han sido recogidos de Eurostat; Informe sobre la evolución mundial de las inversiones, 2004, de la Conferencia de Naciones
Unidas para el comercio y el desarrollo; Tableau de bord de la OCDE; Alternatives Economiques; Union Work internacional.
5. Alternatives Economiques, número 229.
8. Idem.
6. Los datos de este apartado han sido recogidos de Eurostat; Informe sobre la evolución mundial de las inversiones, 2004, de la Conferencia de Naciones
Unidas para el comercio y el desarrollo; Tableau de bord de la OCDE; Alternatives Economiques; Union Work internacional. 9. Idem.

8 9
el industrial, a tenor de lo que manifies-
tan los propios empresarios en algunas
encuestas realizadas en la UE 10.
En segundo lugar, debido a que la
percepción de esta amenaza po-
tencial acrecienta la inseguridad
social. Con la consiguiente presión
y chantaje sobre los salarios y las
condiciones de trabajo: las amena-
zas de deslocalización pesan como
una losa sobre los trabajadores.
De ello se han producido varios
ejemplos en España pero también en los
últimos meses en Alemania, donde más
de un centenar de empresas, entre ellas
algunas grandes firmas multinacionales,
han planteado a los trabajadores la am-
pliación del tiempo de trabajo y otras exi-
gencias varias, todas orientadas a redu-
cir el coste laboral, bajo la amenaza de la
deslocalización. Este tipo de chantajes
están igualmente de actualidad en Fran-
cia, donde importantes empresas amena-
zan con deslocalizar su producción si no
se revisan (es decir, se rompen para per-
mitir una mayor jornada laboral) los
acuerdos vigentes sobre la jornada sema-
nal de 35 horas. En tercer lugar, porque
esta inseguridad social favorece la acep-
tación de desigualdades crecientes y des-
incentiva el consumo, y en consecuencia
la inversión y el crecimiento. Propicia, en
suma, la profundización de políticas que
han sido las responsables – mucho más
que las deslocalizaciones – del escaso
crecimiento y del alto desempleo que
aquejan a Europa desde hace más de
veinte años. En cuarto lugar, porque pone
en evidencia la debilidad de la política in-
dustrial europea, considerada durante
muchos años como un factor innecesario,
lo que ha redundado en la pérdida de pro-
10. Sources Say. Merecer Management Consulting.
11. José M. Zufiaur. “Globalización y competición entre modelos sociales de reestructuración”. Universidad Europea del Trabajo. Nantes, 31 de agosto de 2004.
12. Joan Tugores i Ques. “Globalització y deslocalització”. Obra colectiva, 21 de febrero de 2004.
13. Deslocalización y localización. UGT de Catalunya, páginas 10 , 11 y 32.
10
ductividad y de competitividad de la eco-
nomía europea.11
Con la consiguiente presión y chantaje
sobre los salarios y las condiciones de
trabajo: las amenazas de deslocaliza-
ción pesan como una losa sobre los
trabajadores
3 Los cambios en la división internacional
del trabajo y el hecho de que estos cam-
bios coincidan con los que se están produ-
ciendo en el capitalismo, como conse-
cuencia de que el campo de actuación de
las empresas se ha globalizado mientras
que el marco de las decisiones políticas si-
ga siendo básicamente estatal, es el con-
texto en el que se están produciendo los
procesos que comentamos.
La mundialización actúa como catalizador
de un conjunto de cambios productivos. La
liberalización del comercio internacional y
del movimiento de capitales, la disminu-
ción de los costes del transporte y de las
comunicaciones están acelerando la ten-
dencia histórica hacia el aumento de la di-
visión del trabajo. Y las empresas se es-
tán adaptando al nuevo contexto, rees-
tructurando sus actividades productivas a
nivel mundial.
Los cambios en la división internacional
del trabajo responden a la incorporación a
la economía global de países en vías de
desarrollo y, por otro lado, a cambios en
la tecnología, el transporte y el comercio
que permiten a muchas empresas colocar
su producción en diversos lugares del
mundo, como consecuencia de lo que se
ha denominado “fragmentación de la ca-
dena del valor”12 y, también, “des-
integración de la producción”.
Ahora es más fácil que nunca, co-
mo consecuencia de la desregula-
ción y de la oportunidad de menores
costes, situar cada fase de la “cade-
na del valor” de la producción en el
lugar que ofrezca mejores ventajas
en términos de costes laborales, fis-
cales o medio-ambientales. El caso de la
elaboración de la muñeca Barbie es un
ejemplo de tal fragmentación productiva: el
diseño y la pintura son norteamericanos,
los cabellos y el plástico se hacen en Ja-
pón y Taiwán, la ropa es china y el montaje
se lleva a cabo en Indonesia y Malasia.13
Pareciera que las empresas multinaciona-
les están llevando a la práctica la teoría de
las ventajas comparativas desarrollada
por David Ricardo en el siglo XIX: cada país
tiene interés en especializarse en los cam-
pos de actividad en los que la productivi-
dad del trabajo es la más elevada en com-
paración con la de otros países. En el
contexto de la mundialización actual, las
empresas multinacionales utilizan las dife-
rencias en los niveles de remuneración y
de condiciones de trabajo para poner, lite-
ralmente, en concurrencia a los trabaja-
dores de los diferentes países. Con lo que
se corre el riesgo de que, en la economía
globalizada, los países que reconocen me-
nos derechos laborales y aseguran más
“paz social” (tal es el caso de China y de
otros países en el mundo; el mismo caso
de EEUU, aunque diferente por existir un
sindicalismo libre, no deja de ser alarman-
te, en este sentido, ya que no tiene reco-
nocidos la mayor parte de los convenios
fundamentales de la OIT) marquen la “línea
a seguir” de la competitividad mundial.
La globalización, éste tipo de globalización
liberal que se está imponiendo, está agra-
vando dos tipos de desigualdades en los
países más industrializados: las desigual-
dades estructurales, que separan a los
grupos sociales, y las desigualdades diná-
micas, que son las que dividen a grupos
sociales homogéneos. La globalización fi-
nanciera hace que aumenten las desigual-
dades estructurales: su lógica provoca un
reparto diferente entre salarios y benefi-
cios. La plena libertad para la movilidad de
capitales provoca que éstos se dirijan, a ni-
vel de cualificación y de otros factores es-
tructurales comparables, allá dónde el cos-
te del trabajo sea menor y la rentabilidad
mayor. Esta globalización financiera aumen-
ta, por tanto, la capacidad de concurren-
cia de los países con bajos salarios y baja
protección social. De esta manera, la mun-
dialización presiona a favor de rentas y be-
neficios y en contra de los salarios en los
países desarrollados. Aunque este fenóme-
no, por sí sólo, no basta para explicar la
pérdida de participación de los salarios en
la distribución funcional de la renta en los
países de la UE, que es debida en su ma-
yor parte a las políticas económicas practi-
cadas por los gobiernos nacionales y por
las propias instituciones comunitarias.14
A su vez, la globalización liberal de los
mercados de bienes y servicios puede ex-
plicar, en parte, el aumento de las des-
igualdades dinámicas. En teoría, los países
ricos se especializan en productos de alto
valor añadido y los pobres en bienes inten-
14. J.P.Fitoussi. Revista Futuribles, marzo 1998.
15. Conocida como “paradoja de Rodrik”, en referencia al economista de la Universidad de Harvard, Dani Rodrik.
16. Alternatives Economiques, octubre, 2004.
17. Luis de Sebastián i Carazo “Sobre les repercussions socials i econòmiques de la localització i deslocalització de l’activitat productiva”. Obra colectiva, 21 de fe
brero de 2004.
sivos en trabajo poco cualificado. Lo que
jugaría a favor de los trabajadores poco
cualificados en los países emergentes y en
su contra en los desarrollados. Este au-
mento de las desigualdades dinámicas po-
dría explicar, en parte, la crisis de algunos
sectores industriales y algunas deslocaliza-
ciones productivas. Pero, como en el caso
de las desigualdades estructurales, no lo
explica todo.
Esta globalización produce, además, una
conocida paradoja15: mientras que la glo-
balización origina crecientes demandas de
apoyo a los poderes públicos por parte de
los territorios y de las personas afectadas
por estos cambios en la división internacio-
nal del trabajo, la creciente movilidad de
los factores productivos, especialmente del
capital, mina las bases fiscales del poder
político democrático, presiona negativa-
mente sobre la fiscalidad del trabajo y los
impuestos indirectos y hace, en conse-
cuencia, retroceder la progresividad y la
equidad fiscal. Es, en este sentido, necesa-
rio y urgente que a una economía globaliza-
da se corresponda una fiscalidad globaliza-
da. Frente a las desigualdades provocadas
por la mundialización, una fiscalidad inter-
nacional es indispensable y posible. Esta es
una conclusión a la que están llegando ca-
da vez más expertos y también dirigentes
políticos (el presidente Chirac ha creado un
grupo de trabajo encargado de realizar un
informe sobre la posible imposición de al-
gunas tasas internacionales). Los movi-
mientos sociales, por su parte, están re-
clamando tres tipos de impuestos inter-
nacionales: una fiscalidad sobre el conjun-
to de las transacciones financieras interna-
cionales; una fiscalidad sobre los benefi-
cios de las empresas multinacionales; una
fiscalidad ecológica, sobre empresas y
usuarios.16
En alguna medida, podemos decir que to-
dos los países, todas las regiones, ciuda-
des y pueblos son sujetos incitadores en
este proceso de deslocalización, o de loca-
lización, de empresas. Todos desean que
éstas se instalen en sus territorios. Para
lo que ofrecen una amplia gama de “venta-
jas comparativas”: terrenos baratos o gra-
tuitos, rebaja o exención de impuestos,
ayudas a la formación, mejora de las in-
fraestructuras y del entorno para la activi-
dad de las empresas. Se produce, por tan-
to una competencia entre Estados,
regiones, ciudades y localidades para
atraer empresas. En esta pugna no se mi-
ra, en muchos casos, si el valor añadido
que aportan las empresas así ubicadas es
mucho o poco, si desestabilizan o consoli-
dan el mercado de trabajo, si garantizan
condiciones de continuidad. Lo importante
es que se establezcan en su demarcación.
Con lo que, en no pocas ocasiones, todas
las ventajas prometidas se convierten en
“pan para hoy y hambre para mañana”.17
Naturalmente, las decisiones de las empre-
sas de localizar su producción en un deter-
minado enclave no coinciden siempre con
las ventajas salariales o de costes laborales
ofrecidas o disponibles. Tales decisiones de-
penden también de otros costes y factores:
el sistema fiscal, el funcionamiento de los
tribunales, las normas laborales y medioam-
bientales, la ausencia o presencia de co-
rrupción en las administraciones públicas, la
dotación de infraestructuras, el precio de la
energía, la formación de la mano de obra, la
11
proximidad a fuentes de materias primas o nómicos estratégicos; desestabilización del
a grandes mercados, la amplitud y dinamis- tejido productivo local, con las consiguien-
mo del mercado interno… tes reestructuraciones profundas, a veces
salvajes, y socialmente costosas; abando-
Las deslocalizaciones, en general, tienen no, de un día para otro, del territorio para
efectos negativos, pero también positivos. instalarse en otro más rentable.
Tanto para los países pobres, receptores de
las mismas, como para los países más des- El provecho que las deslocalizaciones y las
arrollados, emisores de tales transferencias inversiones extranjeras pueden reportar a
de producción. A pesar de las consecuen- los países emergentes, para desencade-
cias sociales negativas, que en términos de nar un auténtico desarrollo, depende en
empleo y desindustrialización de determina- gran medida de la calidad de sus políticas
dos territorios suponen, tanto los expertos públicas: formación, implicación de los ac-
como las autoridades públicas consideran, tores sociales, desarrollo de capacidades
en general, que las deslocalizaciones son emprendedoras, regulación exigente, mar-
un mal necesario para las economías des- co de relaciones laborales cooperativo,
arrolladas: permiten, en algunos casos, la vinculación de los centros de investigación
supervivencia de las empresas y mantener a las actividades productivas, etc. México,
un núcleo de trabajadores en el país de ori- el sureste asiático o Irlanda, que han si-
gen; las empresas deslocalizadas siguen ad- do, a su favor, objeto en el pasado de fuer-
quiriendo componentes de sus suministra- tes procesos de deslocalización producti-
dores habituales, con lo que favorecen la va, son una muestra de que los
balanza comercial de sus países originarios; resultados pueden ser muy diversos en
contribuyen a reducir los precios que ofre- función de las políticas y de los modelos
cen las empresas y aumentan la productivi- sociales imperantes en cada territorio.
dad de las mismas.
En cuanto a los países emergentes, Los significativos casos de deslocaliza-
gracias a las deslocalizaciones pue-
den modernizar su aparato produc-
ción empresarial en nuestro país están
tivo y adquirir un saber hacer indus- provocando una cierta inquietud sobre la
trial y de servicios. Este es un
proceso que hemos conocido en Es-
capacidad de nuestro tejido productivo
paña, por ejemplo, durante las dé- para competir en un contexto globalizado
cadas de los 60 y 70 (quizá por ello,
España tiene uno de los índices de
trasnacionalidad más elevados de Europa 4 Los significativos casos de deslocaliza-
–el 19,5 en 2001–, sólo superada, y am- ción empresarial, de éxodo de empresas,
pliamente, entre los países europeos por que se han producido en nuestro país en
Irlanda, Bélgica, Luxemburgo, Dinamarca y los últimos dos años, especialmente en
Suecia). La llegada de multinacionales a los Cataluña, están provocando una cierta in-
países menos desarrollados puede com- quietud sobre la capacidad de nuestro teji-
portar, igualmente, efectos perversos: pér- do productivo para competir en un contex-
dida de control político sobre sectores eco- to globalizado. Esta inquietud se centra,
por una parte, en las consecuencias de
nuestro diferencial con la UE, en relación
con los factores que marcan el potencial
competitivo de un país. Por otra parte,
preocupa, especialmente, la competencia
que puede provenir de los nuevos países
miembros de la UE.18
Las mayores deficiencias que presenta
nuestro país, respecto a lo que son los
valores medios de la UE, se encuentran
en el stock de capital público, de capital
tecnológico y de capital humano. España
gasta en I+D, en relación con el PIB, la
mitad que la UE (0,9 frente al 1,9), y
muy por debajo de EEUU (2,8), Corea del
Sur (3,0), Finlandia (3,4) o Suecia (4,3).
En número de investigadores por cada
mil empleos nuestro índice (5,0) es igual-
mente inferior a la media europea (5,8)
y muy alejado del de Francia (7,1), EEUU
(8,6), Suecia (10,6) o Finlandia (15,8).
El diferencial en patentes es también
enorme (menos de una sexta parte de la
media comunitaria). La inversión en edu-
cación, el 4,4% del PIB es baja,
frente a una media comunitaria
del 5,1% y muy alejada de países
como Francia (5,8%), Suecia
(7,4%) o Dinamarca (8,5%). Sólo
Grecia, y Luxemburgo (3,9% cada
uno), entre los países de la Euro-
pa-15, gastan menos que Espa-
ña.19
Los países recién incorporados a la
UE presentan índices que indican un po-
tencial industrial en rápido progreso, que
les convierten en claros concurrentes de
los productos industriales españoles. Su
esfuerzo en I+D es ya similar al de Espa-
ña; el gasto público en educación de estos
países es superior al nuestro (5,3% del
PIB frente al 4,4% en el año 2000); el
porcentaje de población entre 25-64 años
con estudios de al menos secundaria es
en los nuevos países miembros del 78%,
frente al 39% en España; y los costes la-
borales, en euros por hora, ascien-
den en España a 14,2 euros (13,6,
según los datos de 2002), mien-
tras que en los países de la adhe-
sión se sitúan en 4,2 euros.20
Estas deficiencias en nuestra estructura
productiva pueden explicar el retraso cre-
ciente que nuestro país viene acumulando
en términos de productividad. La producti-
vidad por ocupado, que en el año 1985 se
situaba en el 98,7% de la media comunita-
ria, había descendido al 92% en 2003; si
la comparación la realizamos por hora tra-
bajada, que puede ser una comparación
más apropiada, nuestra productividad ha
pasado de representar el 88,1% de la me-
dia comunitaria a situarnos en el 80% de
la misma el año pasado; es decir, estamos
a 20 puntos de la referencia comunitaria.
La mayor concurrencia internacional, que
se está haciendo más patente en España,
y que se refleja en los análisis del comer-
cio internacional (España tiene, comparati-
vamente, el déficit comercial más grande
del mundo) y de la inversión extranjera
–también patente en las deslocalizaciones
que se están produciendo– indican que el
modelo de competitividad implantado en
los años 80 y 90, basado en una mano de
obra abundante y con mucha movilidad,
salarios y prestaciones sociales bajas, la
flexibilización de la contratación, de la ne-
gociación colectiva y del despido, el au-
mento del poder discrecional del empresa-
rio, políticas comerciales y de tipos de
20. Banco de España, informe anual 2002.
cambio facultativas e importantes ayudas
financieras y fiscales para la creación, fun-
cionamiento y ubicación de las empresas,
se ha agotado.21
La competitividad no puede venir a largo
plazo de los costes laborales
En primer lugar, porque ese modelo no ha
sido capaz de solucionar los problemas
de fondo de la economía española: esca-
sa productividad, tendencia inflacionista,
precariedad del mercado de trabajo, defi-
ciente política tecnológica, ausencia de
política industrial, poca formación de la
mano de obra, políticas de empleo débi-
les e ineficaces.22
En segundo lugar, ese modelo de precarie-
dad laboral tampoco ha impedido que las
empresas multinacionales comiencen a
marcharse de nuestro país en busca de
nuevos países emergentes. Pero además
de irse, han empezado a dejar de venir. La
inversión extranjera directa hacia España
ha caído espectacularmente desde 2000.
El retroceso ha sido impactante en 2003:
la inversión directa procedente del exterior
descendió un 40% respecto al año ante-
rior. A este problema se une el de las ca-
racterísticas de la inversión foránea: un
40% del total se dirige al sector inmobilia-
rio. Por añadidura, muchas de las empre-
sas multinacionales instaladas en España
han dejado de reinvertir. La concentración,
otro de los problemas de la inversión ex-
tranjera en España, está emitiendo, así
mismo, señales de alarma, pues tiende a
aumentar: Estados Unidos, el único gran
inversor no europeo, protagonizó el año
pasado el mayor desplome en la inversión
hacia nuestro país: pasó a invertir casi
cuatro veces menos. De todas formas, Es-
paña sigue siendo uno de los países
europeos que recibe mayor volumen
de inversión extranjera.23
De tal manera que, después de 30
años de un modelo de competitividad basa-
do en el coste de la mano de obra, esta-
mos descubriendo en España, de nuevo,
que la competitividad no puede venir a lar-
go plazo de los costes laborales y que, en
todo caso, la variable importante no son
los costes salariales sino los costes labora-
les unitarios, vinculados a la productividad;
que esta productividad depende fundamen-
talmente de factores como la investigación
y la innovación, la formación y la educación;
que una política industrial activa sigue sien-
do central para el crecimiento económico,
el empleo y el avance basado en el conoci-
miento; que la creación de un entorno pro-
ductivo y de mercado de trabajo adecuado
es esencial para atraer inversiones y gene-
rar tejido empresarial; y que la creación de
elementos de confianza mutua, de compli-
cidad entre actores – empresas, trabaja-
dores y sindicatos, autoridades públicas,
instituciones de investigación – resulta
esencial para el desarrollo económico en
los ámbitos locales y nacionales, en el con-
texto de la economía globalizada.
5 ¿Qué se puede hacer frente a la amena-
za de las deslocalizaciones? Esta es la
gran cuestión que se plantean en estos
momentos gobiernos e instituciones co-
munitarias. Repasamos a continuación al-
gunas de las respuestas posibles.

21. Antón Costas i Comesaña. ¿Qué poden fer les polítiques públiques per afavorir la localització d’activitats empresarials? Obra colectiva, 21 de febrero de 2004.

18. Joan Tugores i Ques. Obra colectiva, 21 de febrero de 2004. 22. Balance de la legislatura y propuestas de UGT ante las Elecciones Generales. Comisión Ejecutiva Confederal de UGT. Febrero, 2004.

19. Eurostat. 23. Diario El País, 9 de agosto de 2004.

12 13
Una de ellas consiste en rebajar el coste
del trabajo. Aunque ésta ha sido, en las
últimas décadas, una propuesta “de ofi-
cio”, tanto en países desarrollados como
en los emergentes, tanto en los que tie-
nen mayor regulación laboral como en los
que tienen menos, ahora cobra nuevo im-
pulso al calor de los movimientos desloca-
lizadores, exigiendo de los trabajadores
aumentar el tiempo de trabajo, congelar o
reducir los salarios o disminuir las cargas
sociales sobre las empresas. Pero esta
no es, con seguridad, una opción con futu-
ro. Una reducción generalizada (otra cosa
son las excepciones singulares) de los sa-
larios sólo puede conducir a agravar la si-
tuación, a deprimir la demanda interna y a
dificultar la producción de bienes colecti-
vos (alto nivel de educación, de sanidad,
de transportes públicos, de seguridad ciu-
dadana…) que son fundamentales para
mantener a largo plazo un alto nivel de
empleo y de cohesión social. Además, ta-
les limitaciones salariales nunca serán su-
ficientes para compensar el inalcanzable
diferencial de salarios que existe en rela-
ción con los países de la ampliación, con
China, India o el Magreb.
Un nuevo descenso de los salarios, ade-
más, incidiría negativamente en la produc-
tividad del trabajo, que ya registra, en la
UE, tendencias poco satisfactorias: sólo
creció el 0,6% en 2003. Ello es la conse-
cuencia, sin duda, del débil crecimiento
económico y de las insuficientes inversio-
nes en innovación e investigación, pero
también de otros factores como la mode-
ración salarial eterna, la tendencia hacia
los acuerdos colectivos de empresa, la
precariedad del mercado de trabajo y la
escasa inversión en la formación de los
trabajadores.
24. Eurostat 2002.
25. Dictamen del CES europeo sobre “Transformaciones industriales y cohesión económica, social y territorial” CESE 606/2004.
26. Alternatives Economiques, octubre, 2004.
14
En el caso de España, por añadidura, los
costes salariales por hora trabajada en la
industria y los servicios (13,6 euros, se-
gún los datos de Eurostat de 2002)) son
de los más bajos de la UE – menos de la
mitad que los daneses, suecos y alema-
nes, casi la mitad que los ingleses y fran-
ceses y sólo superiores, en la Unión ante-
rior a la ampliación, a los griegos y
portugueses - y las organizaciones sindica-
les vienen practicando, desde hace un
cuarto de siglo, una gran moderación sala-
rial. De hecho, España es el único país eu-
ropeo en el que el coste horario de la ma-
no de obra ha descendido entre 1996 y
200224. La competitividad vía costes sala-
riales sólo tendría algún sentido si se prac-
ticara en un sólo país. Pero todos hacen lo
mismo y esa es una espiral en la que siem-
pre existe un país que resulta más barato.
Así, muchas empresas textiles se habían
trasladado al norte de África en los años
90, atraídas por los bajos salarios; lo mis-
mo sucedió con las maquilladoras instala-
das en México. Actualmente, en estas zo-
nas del mundo y en otras muchas, se
están perdiendo centenares de miles de
empleos, deslocalizados por la competen-
cia china. Pero incluso en China ya se em-
pieza a decir que los salarios en las zonas
especiales de desarrollo situadas en el sur
del país son demasiado caros y que es ne-
cesario trasladar la producción a nuevas
zonas con menores costes salariales.
Invertir en investigación e innovación es
una de las respuestas más reclamadas
para hacer frente a las deslocalizaciones
Sólo una apuesta decidida, se afirma de
forma generalizada, para colocarse en la
avanzadilla de la innovación puede garanti-
zar niveles elevados de crecimiento econó-
mico, en el contexto de una competencia
mundializada. En este objetivo de fomen-
tar la innovación y su transferencia a la
actividad económica, la investigación y la
educación superior juegan un papel funda-
mental. Europa en su conjunto, y desde
luego España, dedica un esfuerzo relativa-
mente limitado en estos campos, en com-
paración con el esfuerzo presupuestario
que realizan EEUU, Japón y los países es-
candinavos. La mayoría de los países eu-
ropeos siguen muy alejados del objetivo de
dedicar el 3% del PIB a la investigación
para el año 2010, objetivo fijado en la
cumbre europea de Barcelona en 2002.
Según el Comité Económico y Social Euro-
peo, de los casi 14.000 investigadores
europeos que estudian en Estados Unidos,
sólo 3.000 tienen la intención de regre-
sar a Europa. Frente a este preocupante
dato, bajo el auspicio de la iniciativa “Re-
gions for knowledge”, el 27 de abril de
2004 se decidió la creación de catorce
proyectos piloto para fomentar la econo-
mía del conocimiento a nivel local y regio-
nal25. En estas materias, EEUU mantiene
una clara supremacía a nivel mundial. De
los 645 mil millones de dólares consagra-
dos por el conjunto de los países de la
OCDE a la investigación en 2001, el 44%
corresponde a lo invertido por Estados
Unidos, frente al 28% dedicado por la
Unión Europea y el 17% por Japón.26
El retraso europeo en este campo tiene
bastante que ver con la insuficiente coor-
dinación de la política de I+D comunita-
ria. Abordar programas de investigación
suficientemente dotados en determina-
dos campos, como el de las biotecnologí-
as, exigiría una mayor cooperación comu-
nitaria. Cuando la Unión Europea ha sido
capaz de establecer programas coordi-
nados, como en el caso del Airbus o de
la Agencia Espacial Europea, ahora el
proyecto Galileo, ha puesto en marcha
proyectos capaces de competir con ven-
taja con Estados Unidos o Japón. Ahora
bien, caminar hacia una mayor coopera-
ción y, en cierta medida, hacia una ma-
yor especialización dentro de los distin-
tos países europeos, como existe, por
ejemplo, entre los diferentes Estados
norteamericanos, es una operación polí-
tica difícil, que demandaría un proyecto
de construcción europea más ambicioso
que el que está sobre la mesa (pese a los
logros de estos últimos años: el euro, la
ampliación y el proyecto constitucional).
Europa, y por supuesto también nuestro
país, necesitan una política industrial ac-
tiva e innovadora. En la Comunicación de
la Comisión Europea “La política industrial
en la Europa ampliada”, del año 2002,27
se reconoce con gran crudeza que “el in-
terés de los políticos se ha desviado algo
de la industria al considerarse, desde po-
siciones no por muy generalizadas menos
erróneas que, en la economía del
conocimiento y en las sociedades
de la información y los servicios, la
industria ha dejado ya de desempe-
ñar el papel fundamental que antes
se le reconocía”. Algo sobre esas
“desviaciones de los políticos” res-
pecto a la política industrial sabe-
mos en España: para muestra, la
rotunda descalificación que hace algunos
años realizó uno de nuestros ministros de
industria cuando dijo que “la mejor política
industrial es la que no existe”. La noción
de política industrial ha sido durante mu-
cho tiempo también tabú en la UE. Lo que
se ha primado es la política de competen-
cia. A su vez, las medidas de carácter
sectorial han sido, y siguen siendo, sospe-
chosas de crear distorsiones a la compe-
27. Comunicación de la Comisión Europea “La política industrial en la Europa ampliada” COM (2002) 714 final.
28. En abril de 2004, la Comisión Europea hizo pública una nueva Comunicación “Acompañar los cambios estructurales: una política industrial para la Europa am
pliada”. COM (2004) 274 final.
tencia y la actividad económica. El exComi-
sario europeo encargado del dossier em-
presas, Erkki Liikanen, reconocía los erro-
res de apreciación cometidos cuando
declaraba: “durante los años 90 se pen-
saba que los servicios estaban en condi-
ciones de tirar de la economía. Era un
error. Hemos comprendido la necesidad
de cambiar de política”.28 Esta es una de
las razones de la pérdida de niveles de
productividad, elemento central para la
competitividad industrial.
La producción industrial, en efecto, sigue
siendo central para el crecimiento econó-
mico y el empleo. Los nuevos sectores de
servicios que están emergiendo dependen
en gran medida de la competitividad de la
industria. Y, además, como se señala
igualmente en la Comunicación de la Co-
misión antes mencionada “los grandes
avances basados en el conocimiento sólo
desembocan en nuevos productos si cuen-
tan con una base industrial sólida y eficaz
que sea capaz de producirlos”.
Invertir en investigación e innovación
es una de las respuestas más recla-
madas para hacer frente a las deslo-
calizaciones
Para establecer una nueva política indus-
trial europea es primordial desarrollar las
redes transeuropeas y los grandes pro-
yectos. También garantizar una mejor ac-
cesibilidad a tales redes y reducir su con-
gestión que, según algunas estimaciones
recogidas en la Comunicación de la Comi-
sión Europea, del 20 de abril de 2004,
podría representar un coste de hasta un
2% del PIB comunitario. El fomento de
grandes proyectos en el marco de las re-
des transeuropeas, es un elemento cen-
tral de la Iniciativa para el Crecimiento
presentada en 2003, que recoge ocho
proyectos en los ámbitos de I+D, la inves-
tigación y las redes de banda ancha. Esta
iniciativa ha tropezado, como la presenta-
da en su día por el exPresidente de la Co-
misión Europea, Jacques Delors, con
grandes resistencias para su financia-
ción. Por otra parte, dicha iniciativa debe-
ría tener en cuenta otros ámbitos de ac-
tuación como la formación de los
trabajadores, las tecnologías medioam-
bientales y las iniciativas de ordenación
social y ecológica del territorio.
A su vez, la creación de clusters regiona-
les podría ser un medio eficaz para atraer
y asentar empresas, aumentar la compe-
titividad regional, prevenir los efectos eco-
nómicos, sociales y territoriales negativos
de las reestructuraciones industriales e
impulsar la cohesión económica y social
del territorio. Para ello es necesario el re-
forzamiento y la mejora de la coo-
peración entre las empresas im-
plantadas en la región; aprovechar
las oportunidades de mejora de las
capacidades tecnológicas que ofre-
cen la constitución de clusters; la
integración en red de las relacio-
nes entre clientes, subcontratistas
y proveedores, lo que favorece la
constitución de conexiones más estre-
chas entre agentes socioeconómicos y
entre las autoridades locales y regionales;
la inserción de las empresas en redes
trasnacionales que permitan el acceso a
nuevos mercados; el desarrollo de expe-
riencias, como las producidas en los dis-
tritos industriales italianos, de movilidad
de los trabajadores dentro del cluster; o
de formación profesional de los mismos,
15
como demuestra la experiencia en torno
a la máquina herramienta en Elgoibar,
Guipúzcoa.29
La dimensión sectorial de la política indus-
trial sigue siendo, igualmente, un factor
central. No obstante, los responsables de
la política industrial europea - pese a que
se reconoce la “necesidad de tener en
cuenta las características y especificida-
des de los sectores en la aplicación de
medidas”, como en los sectores farma-
céutico, automovilístico, químico, textil o
los astilleros - siguen considerando que las
medidas sectoriales han de inscribirse –
para evitar “un retorno a las políticas in-
tervencionistas del pasado” – dentro de la
aplicación de medidas de carácter hori-
zontal.30
La Confederación Europea de Sindicatos31
ha demandado, por su parte, en varios do-
cumentos y resoluciones la puesta en mar-
cha en el ámbito europeo de una política
industrial innovadora, mediante el apoyo a
los servicios de interés general; el
incremento y una mayor coordina-
ción europea de los recursos en
I+D; el aumento de los gastos, públi-
cos y privados, en formación de los
trabajadores; la incorporación de la
dimensión regional a dicha política
industrial; la combinación de políti-
cas horizontales y sectoriales espe-
cíficas de apoyo a la industria; la
creación de un marco de referencia para
la práctica de una efectiva responsabilidad
social corporativa; un programa de apoyo,
sobre todo con nuevas fuentes de financia-
ción, a las PYMES; la participación efectiva
de los interlocutores sociales, a todos los
niveles, en la puesta en práctica de dicha
política industrial.
29. Dictamen del CESE. Transformaciones industriales y cohesión, económica y territorial” CES606/2004.
30. Comunicación de la Comisión “Acompañar los cambios estructurales, 21 de febrero de 2004.
31. La politique industrielle dans une Europe élargie. Comité Ejecutivo, 16 y 17 octubre de 2003.
16
Utilizar la vía fiscal es una cuarta posibili-
dad. Esta es una cuestión de gran actuali-
dad, por los planteamientos que los paí-
ses de la ampliación están haciendo:
pretenden reducir al máximo el impuesto
de sociedades y de esa manera atraer in-
versiones y empresas del resto de la UE
hacia su territorio. Siguiendo, en esto, el
ejemplo irlandés que con un impuesto so-
bre sociedades del 12,5% - entre otros
elementos a su favor, como la disponibili-
dad de una mano de obra formada, angló-
fona y barata – frente a una media del
27% en la UE, ha logrado atraer un volu-
men muy importante de inversiones ex-
tranjeras, sobre todo norteamericanas
(medida que, por otra parte, ha sido finan-
ciada indirectamente con la aportación de
fondos estructurales europeos). Varios
responsables políticos europeos han he-
cho pública su oposición a esa pretensión
expresada por autorizados portavoces, co-
mo el Primer ministro polaco, de los nue-
vos Estados miembros.
Impera actualmente en la UE una políti-
ca cicatera y liberal que corre el riesgo
de hacer muy doloroso el acercamiento
económico y social de los nuevos miem-
bros a los niveles comunitarios
En relación con estos nuevos países
miembros, que es la zona que ahora mis-
mo más temor produce, en España sin ir
más lejos, cuando se piensa en posibles
deslocalizaciones, la cuestión a dilucidar
es bastante simple: si los antiguos 15 paí-
ses miembros de la UE (que, como hemos
visto, mantienen actualmente un desaho-
gado superávit comercial con los nuevos
Estados miembros) quieren evitar un dum-
ping social en toda regla tendrán que
aportar más fondos al desarrollo de los
nuevos socios comunitarios. Y, al mismo
tiempo, defender otro tipo de orientacio-
nes sobre política económica, social y fis-
cal en sus propios países, si quieren ser
creíbles.
En esta última ampliación el planteamiento
ha sido mucho más cicatero que en la que
entraron Grecia, Portugal y España. En
aquella ocasión, los países miembros esta-
ban dispuestos a otorgar ayudas y fondos,
a cambio de que los nuevos integrantes
trataran de acercarse a los estándares so-
ciales, salariales y medioambientales impe-
rantes en la entonces Comunidad Europea.
Ahora, por el contrario, los países más
fuertes de la Unión quieren rebajar aún
más (hasta el 1% del PIB comunitario) el ya
escaso presupuesto actual de la Unión (el
1,24% del PIB de la Unión. Presupuesto
comunitario que, además para evitar cual-
quier veleidad, está topado en el
1,27% del PIB). Con lo que a los
nuevos miembros se les viene a de-
cir: arréglense como puedan para
reducir sus diferenciales con lo que
son valores medios en el conjunto de
la Unión. En esta tesitura, la res-
puesta de estos países es el dum-
ping salarial, fiscal y medioambien-
tal. Impera actualmente en la UE
una política cicatera y liberal que corre el
riesgo de hacer muy doloroso el acerca-
miento económico y social de los nuevos
miembros a los niveles comunitarios, de
ampliar el movimiento deslocalizador de
las empresas y de hacer del todo imposi-
ble cualquier tipo de armonización fiscal
europea.
Dicha armonización fiscal sería, sin duda,
la mejor respuesta. Pero tal idea tropieza
no sólo con la oposición de los nue-
vos Estados miembros y de los anti-
guos integrantes de la UE más be-
neficiados por la falta de armo-
nización, como Luxemburgo o el
Reino Unido, sino que, de acuerdo
con el proyecto de Tratado Consti-
tucional que exige la plena unanimi-
dad para avanzar en este tema, pa-
rece de imposible materialización
durante muchos años.
La reducción de la imposición sobre las
empresas y sobre el capital en general, no
constituiría, de todas formas, ninguna so-
lución si, para compensarla y mantener
los gastos públicos, lo que se hace es su-
bir la imposición sobre el trabajo. Algunos
expertos, en cambio, abogan por subir el
impuesto sobre el consumo en los bienes,
y sobre todo servicios, susceptibles de ser
deslocalizados, con el argumento de que
el impuesto sobre el valor añadido es un
arma anti-deslocalización poderosa: grava
las importaciones al tiempo que exonera
a las exportaciones (hay quien considera
que la mayor debilidad de EEUU ante las
deslocalizaciones, en comparación con Eu-
ropa, se debe, en parte, a su menor im-
posición sobre el consumo).
Actuar sobre el tipo de cambio. Opinio-
nes cualificadas32 estiman que una parte
del auge en la deslocalización de empre-
sas europeas se debe al elevado nivel del
tipo de cambio del euro, como consecuen-
cia de la restrictiva política llevada a cabo
por el Banco Central Europeo. El nivel ré-
cord que ha alcanzado la cotización del eu-
ro repercute negativamente sobre la com-
32. J.P. Fitoussi. Diario Le Monde, 21 de febrero de 2004.
33. Alternatives Economiques, octubre, 2004.
34. Seminario del Grupo Parlamentario Socialista del Parlamento Europeo “Repercusiones Económicas, laborales y sociales de la política de reestructuración,
l4 y 15 de octubre de 2002.
petencia internacional de las empresas ex-
portadoras europeas.
Algunos expertos abogan por subir el
impuesto sobre el consumo en bienes y
servicios susceptibles de ser deslocali-
zados, con el argumento de que el im-
puesto sobre el valor añadido es un ar-
ma anti-deslocalización poderosa
Se pueden, así mismo, considerar de sen-
tido común las opiniones que demandan
actuar para reducir el tipo de cambio del
euro con el argumento de que este tipo de
acción sería mucho más rápida, fácil, me-
nos dolorosa y más eficaz que la reduc-
ción de los salarios. Esta variable del tipo
de cambio es algo que igualmente puede
desempeñar un papel importante en las
relaciones económicas, dentro de la UE,
entre los nuevos y los viejos miembros.
Una entrada demasiado acelerada de los
nuevos socios comunitarios en la unión
monetaria podría implicar un riesgo impor-
tante de pérdida de competitividad por
parte de los países del Este, con la consi-
guiente posible ampliación del déficit exte-
rior de los países PECO respecto a los de
la Europa-15. Y para los antiguos países
miembros un riesgo de ver aumentar las
deslocalizaciones empresariales hacia los
nuevos Estados integrantes de la Unión.
Uno de los elementos que hacen las deslo-
calizaciones más atractivas es la disminu-
ción, en muchos casos espectacular, de
los precios del transporte. Esto ha sido
posible, por una parte, porque no se tie-
nen en cuenta suficientemente los costes
medioambientales, especialmente en el
caso del transporte por carretera y
aéreo; y, por otra, debido a la des-
regulación del sector, por ejemplo
en el sector marítimo. (Una nueva y
mejor regulación de este sector es
urgente a tenor de todos los casos
de atentados al medio ambiente,
como la del Prestige, que hemos
conocido durante los últimos años).
Por otra parte, la necesidad de lle-
var a cabo una acción decida para
frenar el deterioro de la capa de ozono y el
cambio climático, abunda en la necesidad
de una acción política a nivel europeo. Den-
tro de esa necesaria acción de los poderes
públicos se insertan las posibles medidas
orientadas a aumentar los costes del
transporte, como una forma de lograr los
objetivos más arriba indicados y de, al mis-
mo tiempo, dificultar las deslocalizaciones
empresariales.33 No obstante, el rechazo
de una parte importante de la industria eu-
ropea a asumir los costos derivados del
“Protocolo de Kyoto”, rechazo que ha ido,
en el caso de algunas empresas como
ARCELOR, hasta la amenaza de dejar la UE
y deslocalizar sus plantas fuera de los con-
fines comunitarios, indican que ésta y
otras relativas a los costes medioambien-
tales, son medidas seguramente impres-
cindibles pero que todavía requerirán de
ajustes y de un tratamiento consensuado.
El Parlamento Europeo34 y otras muchas
instancias políticas nacionales, así como las
organizaciones sindicales, han pedido con
reiteración la necesidad de endurecer las
normas a aplicar en caso de deslocaliza-
ción de empresas. Naturalmente, no se
17
trata de prohibir las deslocalizaciones, ello
no sería posible y tampoco deseable. Sí re-
sulta imprescindible, en cambio, exigir de
las empresas que pretendan deslocalizarse
el que cumplan una serie de condiciones y
requisitos: establecer mecanismos de anti-
cipación para prever los cambios; aplicar el
principio de responsabilidad social con to-
dos los interesados, incluidas las subcon-
tratas; realizar un esfuerzo real de forma-
ción para garantizar la empleabilidad y
recualificación de los trabajadores; estable-
cer medidas de apoyo a la reindus-
trialización del territorio; obligar a las
empresas la devolución de las ayu-
das recibidas en caso de incumpli-
miento de las condiciones, además
naturalmente, del cumplimiento de
la normativa existente en cada pa-
ís... En particular, es importante la
exigencia de un acuerdo social con todas
las partes implicadas, la asunción del prin-
cipio de simetría en la información (guar-
dando el principio de confidencialidad) so-
bre el futuro de la empresa, la aceptación
por parte de las empresas del principio de
responsabilidad y el idear respuestas a las
consecuencias de las deslocalizaciones: de
una parte sobre el territorio y, de otra, so-
bre los trabajadores de las pequeñas em-
presas y sus empleos, cada vez más afec-
tados por este tipo de procesos.
Además de tratar de asegurar que las
deslocalizaciones sean enmarcadas en
normas, procedimientos y sistemas de ne-
gociación y de tratamiento, es necesario
evitar una competencia desleal entre terri-
torios y países. Para ello es imprescindible
reforzar las normas laborales internacio-
nales. Después de muchos años en los
que ha habido una reticencia por parte,
sobre todo, de los países emergentes ha-
cia las normas sociales internacionales,
35. Alternatives Economiques, octubre, 2004.
36. J.M.Zufiaur. Reestructuraciones y diálogo social en Europa. Deslocalización y localización. UGT de Catalunya.
37. Comisión Europea. “Anticiper et gérer le changement: una aproche dynamique des aspects sociaux des restructurations d’entreprises”.
18
hacia la llamada “cláusula social” en el co-
mercio internacional, por el temor de que
ello fuera utilizado como una traba protec-
cionista por parte de los países más des-
arrollados, es ya comúnmente aceptado
que ese no es un problema norte-sur.
También se producen deslocalizaciones
sur-sur. La espiral de las ofertas de mano
de obra más barata, de menos normas
sociales, fiscales, medioambientales y de
menos sindicatos es una carrera sin fin,
también entre países emergentes.
El creciente flujo de deslocalizaciones en
el sector servicios convierte en central
la cuestión de las normas laborales in-
ternacionales
La Declaración de la Organización Interna-
cional del Trabajo (OIT) definió en 1998
ocho convenios fundamentales (sobre el
trabajo infantil, sobre el trabajo forzoso, so-
bre la igualdad de trato y remuneración, so-
bre derecho de asociación y de negociación
colectiva) que todos los países deben res-
petar. De igual manera la OCDE, el club de
los países más desarrollados, ha termina-
do estableciendo unas orientaciones o líne-
as directrices que deberían respetar las
multinacionales originarias de sus países
miembros. La OCDE ha creado en numero-
sos países Puntos de Contacto Nacionales
a los cuales cabe dirigirse para reclamar el
incumplimiento de tales orientaciones. Aun-
que éstas no poseen valor obligatorio, tie-
nen a veces una cierta eficacia, sobre todo
si la empresa afectada ve en riesgo su ima-
gen. El principal problema de esta normati-
va internacional es que no prevé sanciones
en caso de incumplimiento (EEUU y China
son dos de los principales infractores). El
movimiento sindical ha reclamado sistemá-
ticamente que se incorporen a la regulación
del comercio internacional (a través de la
OMC, cuyas resoluciones son obligatorias y
tiene un sistema de sanciones) las normas
básicas de la OIT. El creciente flujo de deslo-
calizaciones en el sector de servicios, favo-
recido por la apertura al comercio interna-
cional de este tipo de actividades, convierte
en central la cuestión de las normas labo-
rales internacionales.35
En el ámbito europeo, existe un marco co-
munitario de referencia para hacer
frente a las diferentes dimensiones
que suelen presentar las deslocaliza-
ciones y, más en general, las rees-
tructuraciones empresariales (despi-
dos colectivos, dificultades o insol-
vencia de las empresas, cambios en
la compasión del accionariado y en
la titularidad de las empresas, cambios en
la actividad y en la organización de las mis-
mas). Este marco de referencia está com-
puesto por varias directivas: la directiva
98/9 de 1975, modificada en 1998, so-
bre despidos colectivos; la directiva
2001/23 del 12 de marzo de 2001, so-
bre traspaso de empresas; la directiva
2002/74/CE, que sucede a otra de
1980, sobre insolvencia del empresario; la
directiva 1994/45, sobre comités de em-
presa europeos; la directiva 2002/14, so-
bre un marco de información y consulta a
nivel nacional; la directiva 2001/86/CE,
sobre implicación de los trabajadores en la
sociedad anónima europea.36
Existe, igualmente, lo que podríamos deno-
minar un marco indicativo, compuesto por
algunas orientaciones de la Comisión Euro-
pea sobre anticipación y gestión del cam-
bio;37 el acuerdo de los interlocutores so-
ciales, de junio de 2003, sobre “orien-
taciones de referencia para la gestión del
cambio y sus consecuencias sociales”; y
orientaciones y prácticas relacionadas con
la responsabilidad social de las empresas.38
Este marco europeo sigue siendo cla-
ramente insuficiente, como se ha
comprobado en múltiples casos de
reestructuración y deslocalización de
empresas, en los que el tratamiento,
aunque el conflicto afecte al mismo
tiempo a varios países (como en el
caso, entre otros muchos, de
Marks&Spencer), sigue siendo exclu-
sivamente nacional. El desarrollo de
las vías más arriba indicadas – la nor-
mativa y la indicativa – para mejor
responder desde el ámbito europeo
a este fenómeno que comentamos,
resulta bastante incierto. Por una
parte, por las previsibles resistencias
de algunos países, sobre todo los de la am-
pliación, por las razones antes comentadas;
por otra, por las dificultades que las decisio-
nes por unanimidad, en algunas materias
claves, que consagra el futuro Tratado cons-
titucional de la UE, van a plantear.
El hecho de que ciertas empresas multina-
cionales se permiten deslocalizar, y actuar
una vez relocalizadas, sin mayores mira-
mientos es debido a que pueden utilizar y
enfrentar entre sí a los trabajadores de di-
versos países o regiones. Para cambiar es-
ta relación de fuerzas tan desfavorable es
imprescindible desarrollar la negociación
colectiva en el ámbito internacional.
Como es sabido, en Europa las empresas
supranacionales con una determinada di-
mensión tienen que constituir Comités de
Empresa Europeos, con facultades de in-
formación y consulta. En la directiva sobre
este tema se prevé que la dirección de la
empresa debe informar y consultar a los
38. “Socially responsable enterprise restructuring in Europe” European Industrial Relations Review, febrero de 2004.
39. J.M.Zufiaur. Reestructuraciones y diálogo social en Europa, octubre, 2004.
miembros del comité en caso de circuns-
tancias excepcionales “que afecten consi-
derablemente a los intereses de los traba-
El hecho de que ciertas empresas multi-
nacionales se permitan deslocalizar, y
actuar una vez relocalizadas, sin mayo-
res miramientos es debido a que pueden
utilizar y enfrentar entre sí a los trabaja-
dores de diversos países o regiones. Pa-
ra cambiar esta relación de fuerzas tan
desfavorable es imprescindible desarro-
llar la negociación colectiva en el ámbito
internacional
jadores, especialmente en caso
deslocalización, de cierre de empresa y de
establecimiento o de despidos colectivos”.
Actualmente se está tramitando la refor-
ma de esta directiva y el movimiento sindi-
cal, apoyado en la experiencia de 10 años
de funcionamiento de tales Comités (hay
actualmente más de 600 Comités Euro-
peos constituidos), ha solicitado que ten-
gan también la facultad de negociar, que la
información sea completa y veraz y se pro-
duzca, lo mismo que la consulta, en tiem-
po útil, que se garanticen una serie de me-
dios (formación, recurso a expertos,
frecuencia de las reuniones, creación de
comités ejecutivos) y que se refuercen las
sanciones en caso de incumplimiento de
las obligaciones empresariales de informa-
ción y consulta. De igual manera, sería ne-
cesario que las organizaciones sindicales y
los Comités de Empresa Europeos sean in-
formados y consultados en los procesos de
concentración, fusión, adquisición de em-
presas en el ámbito comunitario.39
El diálogo social europeo ha producido al-
gunos avances en la negociación colecti-
va, tanto interconfederal como sectorial.
En el primer caso, existen varios
acuerdos que se han convertido en
directivas y otros que, o bien tienen
que trasladarse al ámbito nacional
por la vía de la negociación colecti-
va (como en el caso del acuerdo so-
bre teletrabajo) o bien son orienta-
ciones destinadas a las propias
organizaciones signatarias. En el ni-
vel sectorial, también se han cele-
brado varios acuerdos, sobre tiem-
po de trabajo, formación, centros
de llamadas… A su vez, los interlo-
cutores sociales han establecido,
en el nivel intersectorial, un progra-
ma de trabajo para el período
2003-2005.
de
No obstante, el ámbito europeo de nego-
ciación colectiva adolece de una serie de
elementos centrales. De un lado, la tradi-
cional oposición empresarial a desarrollar
la negociación colectiva europea. En reali-
dad sólo cuando desde la Comisión y des-
de el Parlamento se muestra una voluntad
decidida de sacar adelante una determina-
da norma los empresarios se muestran
decididos a negociar. De otra parte, sigue
sin existir un marco jurídico comunitario
completo (empezando por el reconoci-
miento de los derechos sindicales trans-
nacionales de asociación, sindicación,
huelga, posibilidad de negociar las remu-
neraciones) en el que desarrollar las rela-
ciones laborales europeas. Finalmente, el
diálogo social, pese a que existe un deno-
minado “diálogo macroeconómico” (en el
que están presentes los interlocutores so-
ciales, la Comisión y el Banco Central Euro-
peo) apenas si aborda las cuestiones cen-
trales que afectan al empleo y a las
19

condiciones sociales en cada país: la evolu-
ción de los tipos de interés o del tipo de
cambio, las inversiones en I+D, la evolución
de los salarios y de las condiciones de tra-
bajo, la armonización fiscal…
En el ámbito mundial, la Confederación In-
ternacional de Organizaciones Sindicales Li-
bres (CIOSL) y los Secretarios Profesiona-
les Internacionales (SPI) están propiciando
la conclusión de acuerdos mundiales en el
seno de las empresas multinacionales, es-
pecialmente sobre la gestión de las rees-
tructuraciones. Hasta el momento se han
concluido este tipo de acuerdos en 32 mul-
tinacionales. En los últimos años se ha ace-
lerado la firma de estos acuerdos: trece de
ellos fueron concluidos en 2002 y 2003.
Los temas más abordados en los mismos
son los derechos sindicales, el derecho a
la negociación colectiva, los derechos de
información y consulta, la igualdad de opor-
tunidades, la salud y seguridad, el salario
mínimo y la prohibición del trabajo infantil y
del trabajo forzoso. Aunque el número de
acuerdos no deja de ser insignificante fren-
te al número de multinacionales (unas
65.000), tales acuerdos suelen ser bas-
tante más eficaces que los “códigos de
conducta” y las declaraciones éticas auto-
proclamadas. En los mismos suelen con-
templarse cláusulas de aplicación, con lo
que se puede verificar su cumplimiento en
las distintas plantas de las empresas. Ello
ha permitido poner en evidencia muchas
iniciativas voluntarias de responsabilidad
social de las empresas, en las que no exis-
te ninguna referencia al Convenio 98 de la
OIT sobre derecho de asociación y de nego-
ciación colectiva, cuando muchas de las
violaciones de los derechos humanos en el
trabajo provienen precisamente de la falta
de los derechos sindicales básicos.
La dimensión trasnacional que tienen los
procesos de reestructuración y deslocaliza-
20
ción son innegables. En consecuencia, el
evitar o paliar la competencia que actual-
mente se produce entre modelos naciona-
les de competitividad y reestructuración
.
productiva, implica desarrollar un marco
trasnacional de regulación social y laboral,
comenzando por el europeo comunitario,
que hoy es claramente insuficiente.
Deslocalización de empresas
en Cataluña
José Mª Álvarez Suárez
Secretario General de UGT-Cataluña
L
a deslocalización de empresas que actualmente
L estamos sufriendo es la consecuencia de un mo-
delo productivo que se ha quedado obsoleto. La
globalización económica plantea unas dinámicas so-
cioeconómicas nuevas a las que es necesario adaptar-
se para garantizar la competitividad, la sostenibilidad y
la internacionalización de nuestro modelo productivo.
Ya hace algún tiempo que desde UGT Cataluña expre-
samos la necesidad de impulsar y concertar un mode-
lo de competitividad productivo y sectorial que articule
y equilibre nuestro territorio, que despliegue un nuevo
modelo de empresa responsable y sostenible, que ten-
ga como ejes básicos de su funcionamiento las perso-
nas, el conocimiento, la innovación, la tecnología y la
participación real como elemento equilibrante de los
intereses para afrontar el cambio.
Un cambio que no será fácil. Es necesario el compro-
miso social tanto de los trabajadores y las trabajado-
ras como de empresarios, sindicatos y el propio Go-
bierno. Su compromiso es imprescindible para prever
y minimizar el coste social de los desajustes que pue-
den producirse en el transcurso de este proceso de
adaptación económica, sobre todo en relación con la
destrucción y reorientación de la ocupación.
Ciertamente, el goteo de expedientes de regulación de
empleo presentados por numerosas empresas, fruto
Deslocalización
C L A R I D A D · I N V I E R N O 2 0 0 4 · C U A R TA E TA PA
o no del fenómeno de la deslocalización, afectan gra-
vemente al empleo y evidencian la necesidad de supe-
rar un modelo productivo basado en la reducción de
costes, los salarios bajos y la precariedad laboral. La
competitividad debe tener su fundamento en las mejo-
ras de la productividad a largo plazo, invirtiendo en in-
novación (en el producto y el servicio, pero también en
los procesos), implementando tecnología, apostando
por la formación cualificada y la especialización de los
equipos humanos, y mejorando la gestión y la organi-
zación de las empresas.
Por todo ello, se hace necesaria una política industrial
y sectorial planificada y comprometida con la colabora-
ción también de organizaciones empresariales y sindi-
cales, que sea capaz de mantener, desarrollar y ac-
tualizar el tejido empresarial catalán. Asimismo, es
preciso identificar cuáles son los sectores estratégi-
cos, así como los nuevos sectores de servicios, ocio y
turismo, y trabajar por su implementación sólida en el
nuevo modelo productivo (inversión en I+D, en innova-
ción en producto/servicio y procesos, en formación
cualificada, etc.).
La actuación del Gobierno debería ir dirigida también a
dar apoyo a las PYMES, que aún siendo la base de
nuestro entramado industrial, no tienen recursos pro-
pios para afrontar la internacionalización de sus pro-
ductos, la necesaria innovación, cualificación de los
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