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RETIRO ESPIRITUAL MES DE SEPTIEMBRE 2018

VIDA CONSAGRADA PARA LA MISION


(Plan Congregacional pág. 12)

1. MOTIVACIÓN.-

EL PAPA FRANCISCO A LAS RELIGIOSAS

La consagrada es madre y no «solterona» Jesús, en la Última Cena, se dirige a los Apóstoles


con estas palabras: «No me habéis elegido a mí, yo os he elegido a vosotros» (Jn. 15, 16),
que nos recuerdan a todos, no solo a los sacerdotes, que la vocación es siempre
una iniciativa de Dios. Es Cristo el que os ha llamado a seguirlo en la vida consagrada
y esto significa realizar continuamente un «éxodo» de vosotras mismas para centrar
vuestra existencia en Cristo y en su Evangelio, en la voluntad de Dios, despojándoos de
vuestros proyectos, para poder decir con San Pablo: «No soy yo quien vive, sino que es Cristo
quien vive en mí» (Gal 2,20). Este «éxodo» de uno mismo es ponerse en un camino de
adoración y de servicio. Un éxodo que nos lleva a un camino de adoración del Señor y de
servicio a Él en los hermanos y hermanas. Adorar y servir: dos actitudes que no se pueden
separar, sino que deben ir siempre unidas. Adorar al Señor es servir a los demás, no
teniendo nada para sí: esto es el «despojarse» de quien ejercita la autoridad. Vivid y
recordad siempre la centralidad de Cristo, la identidad evangélica de la vida
consagrada. Ayudad a vuestras comunidades a vivir el «éxodo» de uno mismo en un
camino de adoración y de servicio, sobre todo a través de los tres pilares de vuestra
existencia: POBREZA, CASTIDAD Y OBEDIENCIA.

PRIMER MOMENTO: VIDA CONSAGRADA PARA LA MISIÓN

Los votos religiosos, como expresión de las bienaventuranzas evangélicas, son una
profecía para el mundo. La vivencia personal y comunitaria de los votos crea un estilo de
vida característico, orientado no hacia el placer, el poseer, el poder, sino hacia el compartir
solidario, hacia la interdependencia y la comunión, al igual que sucede en las parábolas de
Jesús, los votos no solo describen una forma distinta de estar en este mundo, sino que
generan narrativamente un mundo alternativo de igualdad y de dignidad para todos.

Los votos religiosos son parábolas que velan y revelan. Velan, porque para muchas
personas son incomprensibles, entran en la categoría de lo absurdo. Revelan porque son
signos que evocan, provocan, hacen memoria, anuncian lo nuevo, envían más allá. Toda
nuestra vida remite a algo más profundo, a Alguien por quien entrega la vida. Llegamos así
a ser signo de un futuro nuevo, iluminado por la fe y por la esperanza cristiana. Esta
tensión escatológica se convierte en misión, para que el Reino se afirme de modo creciente
aquí y ahora. La comunidad religiosa, por la acción del Espíritu, colabora a su expansión y
crecimiento.

La VR está llamada a ser en el corazón del mundo una llama de amor, que ilumina el
presente e indica el camino del futuro. ¡El amor no pasará nunca! La vida se genera con la
vida.

LA OBEDIENCIA como escucha de la voluntad de Dios, en la moción interior del Espíritu


Santo autentificada por la Iglesia, aceptando que la obediencia pasa también a través de
las mediaciones humanas. Recordad que la relación entre la autoridad y la obediencia se
coloca en el contexto más amplio del misterio de la Iglesia y constituya una particular
actuación de su función mediadora (cfr. Congregación para los Institutos de Vida
Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, El servicio de la autoridad y de la
obediencia, 12).

LA POBREZA como superación de todo egoísmo en la lógica del Evangelio que enseña
a confiar en la Providencia de Dios. Pobreza como indicación a toda la Iglesia de que no
somos nosotros quienes construimos el Reino de Dios, no son los medios humanos los que
hacen crecer, sino que es en primer lugar el poder, la gracia del Señor, que actúa a través
de nuestra debilidad. «Te basta mi gracia; la fuerza de hecho se manifiesta plenamente en
la debilidad», afirma el Apóstol de los gentiles (2Cor 12, 9). Pobreza que enseña la
solidaridad, el compartir y la caridad, y que se expresa también en una sobriedad y gozo
de lo esencial para poner en guardia contra los ídolos materiales que ofuscan el sentido
auténtico de la vida. Pobreza que se aprende con los humildes, los pobres, los enfermos y
todos aquellos que están en las periferias existenciales de la vida. La pobreza teórica no
nos sirve. La pobreza se aprende tocando la carne de Cristo pobre, en los humildes, en
los pobres, en los enfermos, en los niños.

Y después LA CASTIDAD como carisma precioso, que engrandece la libertad del don
a Dios y a los demás, con la ternura, la misericordia, la cercanía de Cristo. La castidad por
el Reino de los Cielos muestra cómo la afectividad tiene su lugar en una libertad madura y
se convierte en un signo del mundo futuro, para hacer resplandecer siempre la primacía
de Dios. Pero por favor, una castidad «fecunda», una castidad que engendre hijos
espirituales en la Iglesia. La consagrada es madre, debe ser madre y no
«solterona» Perdonadme si hablo así pero es importante esta maternidad en la vida
consagrada, esta fecundidad. Que esta alegría de la fecundidad espiritual anime vuestra
existencia: sed madres, como figura de María Madre y de la Iglesia Madre. No se puede
entender a María sin su maternidad, no se puede entender a la Iglesia sin su maternidad,
y vosotras sois iconos de María y de la Iglesia.
 Textos Iluminativos: Jn 6,38-40 / Mt 19, 10-12 / Mc. 10,17-22 Vida Consagrada
para la Misión - Plan Congregacional pág. 12/

 Momento de reflexión en oración.

 Compartir.
a. ¿Hay motivos para llegar a ser significativas, en la realidad que estamos viviendo?
b. ¿Qué experiencia de la Madre Laura nos ayuda a vivir la consagración religiosa en este
proceso de las tres RRR?

SEGUNDO MOMENTO: VIDA CONSAGRADA PARA LA MISIÓN

Jesús habla de lo que ha visto y oído junto al Padre. Entre Dios y Jesús no hay
intermediarios: «El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. Las palabras que os digo, no las
digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras» (Jn 14, 9-10).

El testigo no puede dar testimonio sino de aquello que ha experimentado en primera


persona, hasta el punto de llegar a una autoimplicación, a hacer del testimonio la expresión
más auténtica de la identidad personal. Si esto no fuese así, el testimonio sería un gesto
vacío, una palabra sin contenido.

El testimonio es la primera vía para la evangelización. “Las personas consagradas, por su


vocación específica - afirma el documento Vita Consecrata - están llamadas a hacer visible
la unidad entre la autoevangelización y el testimonio, entre la renovación interior y el
ardor apostólico, entre ser y actuar, evidenciando que el dinamismo proviene siempre del
primer elemento del binomio. “Está en juego entonces la verdad o la sinceridad de la
evangelización: quien evangeliza está involucrado radicalmente en su ser, vive del mismo
Evangelio que da a los demás. Desde este punto de vista, hay algo en la evangelización que
ocurre por contagio, casi espontáneamente, sin programación y más allá de la
intencionalidad. La vida verdadera produce vida verdadera. Las señales del Evangelio son
contagiosas por sí mismas. El religioso/sa se define única y exclusivamente por Jesús. En
Él encuentra su identidad más profunda. Esta experiencia totalizante solo se puede
expresar a través del testimonio. Es lo que ha ocurrido con esa cadena de testigos que han
prolongado en su vida y, no pocas veces, sellado con el martirio, las palabras de Jesús al
inaugurar su ministerio profético: «El Espíritu del Señor está sobre mí; me ha enviado a
anunciar a los pobres la Buena Nueva, a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los
ciegos, a dar la libertad a los oprimidos... » (Lc 4,18).

El seguimiento de Jesús “supone adentrarse en los caminos de Galilea, en los caminos de


la vida; supone encarnarse e implicarse...”. La dimensión profética de la Vida Consagrada
encuentra aquí su razón más profunda, su sitio no será ya “el convento sólido e inmenso,
fuerte como una torre, sino la tienda, el vaso frágil, la simiente que muere para dar vida”.
Su lugar prioritario está en los contextos – no solo físicos – de marginación y exclusión, en
las fronteras de la sociedad, junto a los últimos, a los sin rostro, a las minorías, a aquellos
que han perdido el sentido de la existencia, para anunciar el Reino con la pasión y el
testimonio de una vida sencilla, sobria y solidaria. El cambio de época, la nueva cultura,
con sus enormes potencialidades y con sus límites, la tendencia a considerar la fe como un
asunto privado, sin ninguna relevancia en la vida social, la crisis de valores, sobre todo en
las familias, son desafíos que nos interpelan profundamente. Se nos pide que seamos
‘centinelas’ que mantengan vivo el deseo de Dios y encuentren o despierten este mismo
deseo, esta nostalgia de Dios en el corazón de tantas personas que buscan algo que calme
su sed de infinito. La situación actual, en efecto, nos llama a humanizar los espacios de
encuentro, a reflejar la alegría que llevamos dentro, a anunciar con simpatía y gozo la
‘buena noticia’ de que Dios desea nuestra plena realización, nuestra felicidad y a mostrar
el camino que puede conducir a obtenerla. Sólo de este modo podremos dar visibilidad en
nuestra vida al anhelo de Jesús: «Fuego he venido a traer a la tierra y ¿qué he de querer sino
que arda?» (Lc 12,49). Los religiosos y religiosas hemos de ser ‘centinelas de la aurora’,
personas incansables, llenas de esperanza, testimonios de la ternura de Dios, señales
luminosas de liberación y salvación, nuestra misión es anticipar el alba para testimoniar
la Luz, para transmitir la alegría de haber encontrado a Aquel que colma la vida de
significado.

 Textos Iluminativos.- Ef. 6,19 / 1 Pe. 3,15-16.

 Momento de reflexión en oración.


Anotar lo que más “resuene” en este momento que urgimos resignificarnos:
cuestionamientos, deseos, llamadas, esperanzas...

 Compartir comunitario.

TERCER MOMENTO: REVISIÓN DE VIDA A PARTIR DE LA PRIMERA CONCLUSIÓN


CAPITULAR:

Vivir con alegría nuestra consagración religiosa-misionera desde la centralidad de Jesús


Sediento, en comunidades orantes, fraternas, formadoras y apostólicas, a ejemplo de María.

Finalizar con la Oración de Acción de Gracias.

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