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Sin embargo, los teóricos de la Escuela Monetaria no supieron prever que el remedio
que inicialmente propusieron, sería a la larga peor que la enfermedad que con acierto
habían diagnosticado. Por ello, más adelante, los autores de la Escuela Monetaria se
dieron cuenta que la solución definitiva del problema consistía en la prohibición de la
expansión crediticia no respaldada por un aumento del ahorro real. Por ello se
volvieron defensores de la banca libre al considerar que a través de los instrumentos
del mercado, y la quiebra de los bancos que perdieran la confianza, se fijarían los
limites a la emisión de depósitos no respaldados.
Años más tarde fueron los propios banqueros privados quienes acabaron
imponiendo el establecimiento de un Banco Central, que actuando como prestamista
de última instancia, garantizara y perpetuara los privilegios expansionistas de una
banca privada que se dedicaba al cada vez más beneficioso negocio de crear dinero
fiduciario a través de la expansión crediticia, sin necesidad de preocuparse por los
problemas de liquidez.
Bibliografia:
La primera función de un banco central era financiar las guerras, su segunda, promover el
desarrollo económico de un país. Posteriormente, el resultado adverso de estas funciones
llevaron a los gobiernos a limitarlos a la función fundamental, la de controlar la inflación, que
es la que provoca la inestabilidad de múltiples variables macroeconómicas.
La financiación de las guerras se observa en los países europeos desde el siglo XVII hasta el
siglo XX. El primer banco central fue creado por el Parlamento Sueco en 1668, siendo su
principal acreedor la Corona Sueca. Esto generó inflación y crisis financieras. Después de un
siglo, en 1779, la ley fue modificada, obligando al Banco a que la masa monetaria fuese
respaldada por oro en una proporción fija. Sin embargo, comenzó la guerra con Rusia y se
regresó a su origen violando el precepto de estabilidad que confería ese patrón oro.
Igualmente, el Banco de Inglaterra fue creado en 1694 para financiar la guerra entre
Inglaterra y Francia, pero además, se le asignaron innumerables funciones: guardián de las
reservas internacionales y de la estabilidad de la moneda, el monopolio de la emisión
monetaria, agente financiero del gobierno en cuanto al mantenimiento de sus cuentas y el
manejo de su deuda. En 1720, a fin de prevenir la quiebra de la compañía South Sea, se le
asigna la función de prestamista de última instancia. El abuso de emisiones inorgánicas
condujo a más de 300 crisis financieras.
Ciento veinticuatro años después, en la era Victoriana (1844), el Parlamento Inglés, entendió
que el crecimiento excesivo de la oferta monetaria generaba inflación. Esto llevó a la
modificación de la Ley del Banco de Inglaterra, señalando expresamente que el incremento
en la oferta monetaria debía ser respaldada por oro a fin de garantizar la estabilidad de
precios.
Otros bancos centrales de Europa fueron creados con el mismo fin. España (1782) para
financiar la Guerra de la Independencia Americana, Francia (1800) para financiar la Guerra
Napoleónica. El banco Alemán fue una de las pocas excepciones. En 1875 uno de los bancos
comerciales más grandes, el Prusia de Berlín, fue transformado en el Reich. Aun cuando
subordinado al gobierno, la legislación prohibía el financiamiento de las necesidades del
gobierno en el siglo XIX. La experiencia del Banco Reich le sirvió para llegar a ser la
columna del Sistema Monetario Internacional porque quedó demostrado que el banco no
debía financiar al gobierno para poder controlar la inflación y preservar la estabilidad
monetaria. Sin embargo, en 1914, cuando estalló la primera Guerra Mundial, dicho principio
fue violado. Todos saben que la Alemania de este período ha sido el país que ha
experimentado la hiperinflación más elevada de toda la historia.