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EL ALMOHADON DE PLUMAS

DOCENTE

LUIS GENARO PEREZ GONZALEZ

ESTUDIANTE

JUAN CAMILO TOVAR GALINDO

UNIVERSIDAD COOPERATIVA DE COLOMBIA

HUMANIDADES III

NEIVA, HUILA

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Concomitantemente, es de total importancia manifestar que el género literario de la obra
“El almohadón de plumas”, es plenamente narrativo, ya que sus características son
símiles a la brevedad de la prosa, la existencia de un solo hecho y lamentablemente, un
inhóspito y sorpresivo. De igual manera, se puede inferir razonablemente que su género
es fantástico, con fundamento en lo misterioso en todos sus lapsos; aunado a lo
mencionado, aquel precepto “parásitos de aves”, es inverosímil en la lógica formal de la
actualidad, por el contrario, tendríamos que clasificar aquel dicho dentro la irracionalidad,
lo que nos conlleva a acreditar el género fantástico.

De tal suerte, en armonía el lugar donde se consuma los hechos, tal y como lo
evidenciamos a lo largo del relato, el silencio, la barbarie y la desolación, reinan en tal
sitio. Aquel ambiente pragmático es digno de resaltar, ya que influyo notoriamente en la
salud psíquica y física de la afamada esposa Alicia. Esta última, abandono sus sueños
como mujer, por consumar una independencia en el amorío con Jordán, soportando la
heterogeneidad, la indiferencia y la insensibilidad de este último, su propio esposo. Alicia
nunca tuvo profanidad social, su conglomerado social era funesto, por el contrario, Jordán
gozaba de un proceder cotidiano social.

Es considerable resaltar que el origen de la problema, se radica en el lapso donde Jordán


le concibió una sorpresa (regalo) a su amada esposa, la cual se componía de un
almohadón de plumas usado por todas las féminas de su conglomerado familiar, y que a
la final, represento el microcosmos de la mezquindad. Bastaron solamente 3 meses para
que aquellos efectos trágicos intrínsecos de Alicia, la instruyeron al padecimiento de una
anemia compleja. Aquel destemple se agudizaba al inicio de todas sus mañanas, lo que
conllevo a que su esposo Jordán, se preocupara notoriamente por su estado de salud.
Por tal motivo, de inmediato recurrió a un profesional de la salud, con fines de
desentramar aquella enfermedad malévola; en el primer diagnóstico se constató la
anemia, trágicamente, su cura y su tratamiento, no fue consumado porque en tales años,
la ciencia medicinal no tenía una evolución considerable, por el contrario, lo empírico
reinaba en tales lapsos.

Para efectos de contribuir con la tragedia padecida en tal momento por Jordán, la señora
del aseo evidencia el fallecimiento de esposa. Aunado a lo anterior, el estupor de aquella
empleada, reino en su relato, puesto que en aquel almohadón concedido por Jordán, y
donde Alicia situaba coloquialmente su cabeza, contenía dos manchones de sangre.

De tal suerte, para efectos de investigar la procedencia de los manchones, la empleada


del aseo procedió a cargarlo, lastimosamente por la pesadez del mismo, no pudo
consumar dicha actividad. Jordán, al evidenciar aquellos paroxismos, se dispuso a alzarlo,
y de inmediato situó al almohadón en la mesa de su sala, con fines de rasgarla con un
objeto corto punzante; la sorpresa era en su totalidad, puesto que en el interior del
almohadón, se situaba un parasito, semejante a un monstruo pequeño. Aquel
descubrimiento, era importante para inferir razonablemente que su esposa Alicia, fue
víctima de aquel adefesio.

Aquel relato lúgubre, caracterizado por el sufrimiento, salvamento y desconsuelo, es


totalmente digno de una reflexión dentro del proceder amoroso en determinadas
relaciones sentimentales. Haciendo uso de las verisimilitudes del aciago actual, la
dependencia emocional a una persona representa el infortunio caudal de la ley del
silencio. Es importante resaltar que las muestras de cariño, el respeto y la comunicación,
son sustanciales en la cotidianidad de las parejas, con fines de que este último no le
llegase su fin.

“El almohadón de plumas”, ha conseguido la gran caracterización de la literatura


fantástica, correlacionándola con la actualidad, con fundamento en el reprimido y funesto
proceder amoroso que se vive. Para efectos de colegir, la frialdad del prosista no es
llamativo, los acontecimiento catastróficos lo han instruido a la brevedad.

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