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CECILIA
FRANCO
GLADIS
Escena
Cocina de una casa humilde. Adornos y muebles de mal gusto. Cecilia corta sobre una
mesada las puntas de los tallos de una docena de rosas. Las introduce constantemente
dentro de un florero para comprobar si el largo es el adecuado. Nunca lo es. Se
impacienta. Sobre una mesa de madera –que está ubicada en el centro del escenario-
Franco intenta cortarle el cogote a una gallina muerta. Pero es en vano: el cuchillo
tiene poco filo y él es demasiado torpe. Por lo tanto, durante los primeros minutos de
la obra sólo se oyen resoplidos de fastidio y de esfuerzo, tijeretazos nerviosos y golpes
de cuchillo.
CECILIA: (Molesta por la torpeza del marido) ¿No la podrías haber comprado
directamente sin cabeza?
FRANCO: (Haciéndole notar su lucha con las rosas) ¿No las podrías haber comprado
directamente sin tallo?
CECILIA: Yo no las quiero sin tallo, nada más quiero que me entren bien en el
florero.
FRANCO: (Sin despegar la vista de la gallina) Y yo nada más quiero que esta
desgraciada me entre bien en la fuente.
FRANCO: Para que sepas, la puedo cocinar con cabeza y todo… (Levanta la gallina y
con el cuchillo le hace un corte imaginario por la mitad) Si la parto al
medio, así, la puedo meter con cabeza y pechuga por un lado, y después
con las patas y todo el resto.
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FRANCO: Mirá, hacéme el favor… que ya bastante tengo con esta gallina como para
encima tener que escucharte cacarear a vos.
CECILIA: (Deja de cortar los tallos de las rosas, se acerca a la mesa y toma a la
gallina por el pescuezo) Porque andá a saber qué porquerías puede llegar
a… ¡Pero qué te tengo que andar explicando a vos!
FRANCO: (Intenta decir una frase con tono erudito pero se pierde) “Uno mira los
pecados del pecador pero siempre ha de olvidar los… los…”
CECLIA: ¿A Kevin?
FRANCO: (Para sí) “Kevin”, “Kevin”, ni que fuera norteamericano ese perro
mugriento… (A Cecilia) Sí, sí, al “Señor Mister Kevin”. ¿O acaso no te pasa
la lengua por toda la cara?
CECILIA: (Tocándose las mejillas) Son besitos, eso es cariño… ¡y bastante más del
que me das vos!
CECILIA: (Muy ofendida regresa a la mesada para seguir cortando los tallos de las
rosas) ¡Sos un guarango!
FRANCO: Ah, ¿no tengo razón? ¿El perro no se pasa la lengua por el culo, acaso? Ah,
no, me olvidé que el “Señor Mister Kevin” cada vez que termina de hacer
su “popó” se limpia la colita con papel higiénico. (Como si hablara un
perro yanqui) “Guau, guau, plis, dadme el peiper higienicou que ya he
hechou mis souretes…” Y te voy a decir más, el otro día que lo llevé al
parque se la pasó toda la tarde oliéndole el cu…
FRANCO: (Levanta a la gallina y la mira a los ojos) ¿Ves? Así de injusto es este
mundo… Y después se quejan porque te quiero morfar el marote. (Le besa
el pico) Criaturita de Dios… Si con ese pico a lo sumo habrás comido el
maíz que te daba Don Pascuali.
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CECILIA: ¿Cómo que “Don Pascuali”?
FRANCO: (Silencio tenso. Cae en la cuenta de su error y para ganar tiempo se hace
el payaso y canta) Don Pascuali, Don Pascuali, tenía una granja bonita…
Don Pascuali, Don Pascuali, criaba a sus gallinitas…
CECILIA: ¡No te hagas el marmota y vení para acá! ¿“Don Pascuali”, dijiste vos? (Se
toma la cabeza, sobreactuado) ¡No me digas que le robaste esta gallina a
Don Pascuali!
FRANCO: (Nervioso) Shhht, pero calláte la boca… ¿Qué querés… que se entere todo
el barrio?
FRANCO: La gallina no es de nadie… O, en todo caso, (Abre los brazos y mira hacia
el cielo) es de nuestro Señor.
CECILIA: Sí, dale, ahora hacélo cómplice a Dios de tus barbaridades, es lo único que
te faltaba.
FRANCO: (Dulce) Pero Chiqui, no es para ponerse así… Lo que pasa es que, te juro,
yo tenía la intención de ir hasta el mercado y comprar una gallina… pero
después me dije: ¿Para qué voy a gastar tanta plata si puedo pedirle
prestada una gallinita a mi vecino?
FRANCO: (Simula ofenderse) ¡Bueno! ¡Qué tanto ni tanto! Don Pascuali es mi amigo
y entre los amigos manejamos códigos que vos…
CECILIA: (Lo interrumpe) ¿“Amigo”? ¿“Amigo”, dijiste vos? No, si vos sos el colmo
de la caradurez, eso sos.
CECILIA: “Bueno Chiqui”, ¡un cuerno! Vos sabés perfectamente cómo quiere Don
Pascuali a sus gallinas y cómo las cuida y cómo…
CECILIA: (Lo aparta de un empujón) Y también sabés que las gallinas son la única
compañía que tiene.
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CECILIA: ¿“Pierda”? ¿“Pierda”, dijiste vos? Esta gallina no se “perdió”, esta gallina
se la “afanaste”.
FRANCO: Está bien, está bien… es una forma de decir… quien dice “pierda” dice…
FRANCO: ¿Qué… las gallinas no se escapan, acaso? Tienen patas, corren, vuelan… No
es algo (Subraya la palabra) “inverosímil”.
CECILIA: Sí, pero da la casualidad de que esta gallina no corrió, ni voló, ni cacareó.
FRANCO: (Todavía protegiéndose del golpe que se veía venir) ¿Qué pasa?
CECILIA: ¡Romina!
FRANCO: ¿Romina?
CECILIA: (Tomándole una pata a la gallina) ¿No le ves la cintita roja? (Franco sigue
sin comprender y ella se enoja aún más) ¡Esta gallina es Romina! ¡La
gallina favorita de Don Pascuali!
CECILIA: (Se desploma en una silla. Con el rostro entre las manos) ¿Vos te das
cuenta?
FRANCO: Sí, Chiqui, me doy cuenta… pero (Intenta nuevamente decir una frase con
tono erudito) “de nada vale el reproche cuando los actos han sido… han
sido…”
CECILIA: (Lo empuja a Franco para abrirse paso) ¡Salí de acá! (Coloca a la gallina
en el centro de la mesa y la ausculta con mucho cuidado)
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CECILIA: (Muy concentrada) Quiero ver si todavía le late el corazón.
CECILIA: (Con la oreja aún pegada en la pechuga) ¡Calláte por favor que no me
dejás oír!
CECILIA: (Se espanta de lo que acaba de hacer y con extrema delicadeza vuelve a
recostar a la gallina sobre la mesa) ¡Mirá lo que me hacés hacer!
(Comienza a caminar muy nerviosa por toda la cocina tratando de
encontrar una solución. Se le ocurre una idea. Le da a la gallina
respiración boca a boca –o, mejor dicho, “boca a pico”– y algo que parece
ser un masaje cardíaco)
FRANCO: ¿Y?
FRANCO: (Cada vez que lo acciona hace una pausa en su respuesta) Una vez vi… en
una película… que a un tipo que moría… los doctores lo revivían…
enchufándole corrientes de electricidad…
CECILIA: (Le quita el aparato de la mano) ¡Payaso! (Pausa) ¿Me querés decir qué
vamos a hacer ahora?
CECILIA: (Se suelta bruscamente) “Resignación” ¡un cuerno! (Se limpia la cara y las
manos con un repasador) Escucháme una cosa, vos quedáte acá con
Romina que yo la voy a ir a buscar a la tía… ¡No te muevas de acá!
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Cecilia sale tan rápido que Franco ni siquiera puede intentar detenerla. Se queda solo.
Desconcertado por la situación, inicia una caminata alrededor de la mesa. Pero la
presencia de la gallina lo incomoda… y luego lo irrita.
FRANCO: (A Romina) Bueno, supongo que ya estarás contenta… Ésta debe ser tu
venganza de ultratumba, ¿no? Sí, ya te imagino, riéndote desde el infierno
de las gallinas… sí, porque vos debés estar ahora en el infierno, por
rencorosa… Sí, ya te imagino, riéndote con todas tus viejas amigas del
gallinero… Pero sabés qué, ellas deben estar en el cielo porque al menos
murieron en buena ley, flotando en un rico caldo o acompañando unas
papitas (Lo dice textual) “noisette”. En cambio vos, vos ni siquiera
cumpliste con tu función de gallina, ni siquiera serviste para quitarle el
hambre a la humanidad… Claro, como la “señorita Romina” era la favorita
de Don Pascuali se pensaba que se iba a salvar de terminar sepultada en
un estómago… ¡Pero no! Usted va a terminar en el lugar que corresponde:
¡en mi panza! (Pausa) Pero yo también me río, ¿sabés por qué? Porque
ahora, en el infierno, te debés estar asando a fuego lento, como en un
gran espiedo. (Se ríe a carcajadas) No podés escapar de tu destino: si no
te cocinan acá, te cocinan (Señala hacia el suelo) allá. Y lo que es peor:
te cocinan por toda la eternidad… Así que elegí… Yo te puedo meter al
horno, ahora, y vos te vas derechito al cielo como una linda gallinita que
cumplió con su deber… O te podés hacer la cocorita y te garantizo que te
terminan haciendo “vuelta y vuelta” en el…
Antes de que entren en escena se las escucha discutir. Por fin se abre la puerta de un
golpe e irrumpe la tía Gladis secundada por Cecilia. Gladis tiene unos 50 o 60 años, y un
cuerpo enérgico y fibroso. Se podría decir que ostenta una extraña mezcla entre
aristócrata y conventillera.
GLADIS: (Prepotente, buscando por toda la cocina) ¿Dónde está el Ser? (Franco se
queda inmóvil porque no sabe qué responderle) ¿Dónde está el Ser… el
Ser?
FRANCO: (Levanta a la gallina del cogote y se la muestra) Acá está, doña Gladis…
GLADIS: (Aparta a la gallina de una bofetada) Esto es el Ente, yo busco el Ser, el-
Ser-de-la-gallina.
GLADIS: ¡Cállese la boca! (Lo mira por primera vez a los ojos) Así que usted la
mató.
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CECILIA: Sí, sí, fue él, tía, fue él…
GLADIS: (A Franco) ¡Déme la gallina! (La inspecciona y se tapa la boca para sofocar
un grito) ¡Romina! ¡Es Romina!
FRANCO: (Para sí) Pero qué, ¿la conoce todo el mundo a esta gallina piojosa?
GLADIS: (Le reprocha a Cecilia) Nena, vos no me dijiste que se trataba de Romina.
GLADIS: ¡Lo que pasa es que nada! Si el pobre Don Pascuali descubre que
desapareció su Romina se nos muere ahí nomás de un infarto. Yo le tengo
que ir a avisar de inmediato.
CECILIA: (La retiene de un brazo para que no se vaya) ¡Por eso, tía! Pensá si
además se entera de que se murió.
GLADIS: (Clavándole la mirada a Franco) ¡De que la mataron, dirás vos! (Franco
abre los brazos y mira hacia el cielo, sin entender por qué le reprochan
tanto que haya matado a una simple gallina)
CECILIA: Por favor tía, nos tenés que ayudar… por lo que más quieras te lo pido…
CECILIA: (Se persigna al escuchar “preso”) ¡Ay, no, otra vez no! (La abraza a
Gladis) No sabés cómo te lo agradezco… esto fue una desgracia para todos
nosotros.
GLADIS: ¡”Oiga”, nada! A ver, sirva para algo y dígame hace cuánto mató a
Romina.
FRANCO: (Mira su reloj) Y… habrá sido hace una hora… (Le toca el pico a la gallina)
hace una hora y “pico”.
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CECILIA: ¡Ay, Dios te bendiga tía!
GLAIDIS: Nada, nada… pero ahora voy a necesitar mi “instrumental”… porque vos
con el apuro no me diste ni tiempo de agarrar… (A Franco) A ver, usted,
inservible, no se quede ahí parado, vaya acá al lado y dígale a mi marido
que le dé mi bolso de trabajo.
GLADIS: (A solas con Cecilia) ¡Pero otra vez, nena! ¡Siempre lo mismo!
GLADIS: Una “gallina”, una “gallina”… ¡Cuando no es una cosa es la otra! Al final
te darás cuenta de que no sirvió para nada todo lo que hicimos: sigue
siendo el mismo atorrante de siempre. No, pero si era como yo decía…
mejor hubiese sido dejarlo…
CECILIA: No, no… vos estás equivocada… Franco cambió mucho desde que vos lo…
GLADIS: (Burlona) ¡Ay, sí! ¿Podés creer que cuando entré casi no lo reconocí?
¡Pensé que era el Príncipe de Asturias!
GLADIS: No soy mala, yo te quiero y por eso te digo las cosas como son. (Pausa)
Nena, nena, yo todavía no entiendo cómo te pudiste casar con semejante
mequetrefe.
GLADIS: Pero una es joven y se casa ilusionada, creyendo en todas las mentiras que
le dicen… una por una, en todas… ¿Y después? Te voy a decir lo que pasa
después… (Toma a la gallina y se la refriega a Cecilia por la cara)
CECILIA: (Le quita la gallina y la vuelve a recostar sobre la mesa) ¡Pero él ni sabía
que se trataba de Romina!
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GLADIS: ¿Y eso qué? La ignorancia no lo absuelve. Nena, nena, sos igual a tu
madre, siempre defendiendo lo indefendible.
CECILIA: Que ahora yo lo reprendí mucho cuando me enteré que se había robado a
Romina.
GLADIS: Por eso mismo te lo digo… que no la desaproveche. (Pausa) En fin, es cosa
tuya… Pero te juro que no entiendo cómo podés seguir estando al lado de
un inútil que no sirve ni para cuidar al perro.
CECILIA: ¿A Kevin? ¡No sabés cómo lo quiere! Se la pasan dándose besos… Y además
lo saca a pasear todos los días, llueve o truene.
GLADIS: Igual a tu madre… ¡Claro que lo saca a pasear, tonta! ¡Porque aprovecha
la escapada para irse a chupar al bar!
CECILIA: No te creo.
GLADIS: Mientras tu marido (Hace el gesto de tomar de una botella por el pico)
“empina el codo” en esa cueva de mala muerte, el pobre perro se queda
atado al poste de luz… ¡Así es como lo saca a pasear!
GLADIS: ¡Ja! ¡Otro inútil! Ahí, mirando la tele y tomando cerveza. Ahora debe
estar con tu marido hablando de fútbol y de autos y de todas esas pavadas
que a los hombres… (Le toma la muñeca a Cecilia para ver la hora en su
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reloj) ¡Pero cómo puede ser que tarde tanto en ir hasta acá al lado! Si no
se apura me parece que no vamos a poder hacer nada…
CECILIA: ¡Ay, no, por Dios! (Corre hacia la puerta, la abre y grita) ¡Fraaancooo!
¡Apuraaateee! (A Gladis) Ahí viene, quedáte tranquila.
FRANCO: (Entra agitado) Disculpen, lo que pasa es que Rodolfo justo estaba con…
GLADIS: Sí, sí, entre inútiles siempre se lavan las manos… (Empuja la mesa contra
una pared y pone a la gallina sobre el piso) Traiga el bolso para acá y no
estorbe. (Abre el bolso y comienza a ponerse collares, anillos, pañuelos,
aros, etc. Lentamente se va transformando en una bruja del tipo
“parapsicóloga”. Una vez lista, saca del bolso una especie de campana de
vidrio, de esas que se usan en los bares para tapar los sándwich de miga)
FRANCO: (A Gladis) Ah, me dijo Rodolfo que no se demore mucho con eso porque se
le llena de moscas el dulce de batata.
GLADIS: ¡Silencio! (Ahora saca del bolso una botellita llena de arena, vierte un
poco sobre su mano y va dejándola caer en forma de lluvia, formando un
círculo alrededor de la gallina)
FRANCO: ¿Y?
CECILIA: Y que mientras dure no puede hablar con el asesino del muerto.
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GLADIS: … y acepta la palabra arrepentida, vertida como licor sutil sobre el cuerpo
servil de Romina. Por favor, condúcela por el sendero que traspasa la
frontera de la noche eterna. Divinidad Pájara, ser luminoso, esplendente e
infinito de grandeza, bondad y plumaje, adorna el altar del milagro con la
seda milenaria que envuelve la vida… ¡Escuchad nuestro pedido! (Finaliza
el círculo de arena)
GLADIS: (Saca del bolso una capucha y se la entrega a Cecilia) Decíle que se
arrodille y se ponga la “capucha del arrepentimiento”.
FRANCO: (Tomando la capucha) ¡Que tengo oídos, mujer! (A Gladis) Oiga, usted no
me irá a cortar la cabeza a mí, ¿no?
CECILIA: ¡Franco!
GLADIS: ¡Pájara!
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Romina para devolverle el fluido espiritual que rige el sistema de la vida.
Imploramos tu facultad generatriz y celebramos la naturaleza plástica del
universo… (A Cecilia) Ahora decíle que cacaree.
CECILIA: ¡Franco!
FRANCO: Pero decíle a tu tía que ya estoy grandecito para andar jugando al “Mago
de la Hoz”.
CECILIA: ¡Franco!
GLADIS: (A Cecilia) Decíle que la hoz se la voy a pasar por el cogote si no hace lo
que le digo.
CECILIA: ¡Franco!
CECILIA: ¡Franco!
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FRANCO: (Se acerca a Cecilia y le pregunta en voz baja) ¿Que te pregunte qué cosa?
GLADIS: Además, estamos pasando por alto un pequeño detalle… porque usted no
sólo mató a Romina, también se la robó… ¡Es un doble pecador!
FRANCO: Espere, señora, que yo no cometí ningún pecado… Bien dice la Biblia que
(No logra completar la frase) “Perdonados sean aquellos que por su
hambre levantaran la… la…”
CECILIA: Franco, por favor, si no la revivimos se te va a armar lío con Don Pascuali…
¿Qué querés? ¿Volver a la comisaría?
GLADIS: (Sin escucharla) … porque parece ser que tu marido ahora es un experto
en teología. A ver, “licenciado”, ¿cómo es eso de que yo ando
contradiciendo la “Voluntad Divina”?
FRANCO: Y sí, muy sencillo… Mire señora, el mundo se divide en vivos y muertos.
Por ejemplo, (Toca cada una de las cosas que nombra) Cecilia está viva,
usted está viva, yo estoy vivo… y, en cambio, la mesa está muerta, estas
flores están muertas, la gallina está muerta… Entonces, así, todo tiene un
orden y nadie se pelea, ¿me entiende? Es como una suerte de equilibrio:
los vivos por un lado, viviendo, y los muertos por el otro, muriendo…
Ahora, claro, usted me puede decir que a veces a uno le agarran ganas de
que algún muerto se salga de la tumba y vuelva con nosotros…
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sí resucita, como por ejemplo ese Lázaro… ¡Ah, pero qué viva! ¡A ése lo
resucitó Jesús! ¡Pero Jesús ya no existe!
FRANCO: No, no, digo que ahora Jesús ya se volvió para arriba y no anda haciendo
más favores personales. No sé, ¿después de Lázaro revivió a alguno más?
GLADIS: (Burlona) ¿Cómo que no, nena? Hacé un poquito de memoria… (Cecilia se
paraliza) ¿No te acordás de ese muchacho de la tele? Ése, tan simpático,
de anteojitos, que después escribió un montón de libros… ¿cómo era que
se llamaba?
FRANCO: Bueno, póngale que revivió a ése que usted dice… pero no deja de ser
uno, uno entre cientos de miles de millones que se mueren todos los días…
Entonces, está bien clarito: si Dios no volvió a despertar a un finado es
porque quiere que las cosas se queden como están, es decir, que se
respete Su Voluntad… Pero ahora viene usted y de golpe…
CECILIA: (La abraza a Gladis y la obliga a callarse) Franco, la tía vino a ayudarnos…
FRANCO: ¡La primera Ley Divina es el hambre, señora! Y cuando a uno le pica el
bagre no le queda otra que matar a un bicho para morfarlo.
FRANCO: Ah, claro, ¿la lechuga no vive, acaso? No se enamora, no tiene lechuguitas,
no respira, nada, ¿no?
CECILIA: Y, porque una lechuga, una lechuga… no hace nada, es un… vegetal…
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FRANCO: Vive, y eso es suficiente. (A Gladis) Mire señora, (Señala hacia el cielo) y
esto con todo respeto al “barbeta”, pero si Él hubiese querido que
nosotros no matáramos animales nos hubiese creado sin estómago.
FRANCO: Que el hombre fue creado con un estómago y que no le queda otra que
llenarlo, ¿me entiende? Porque si no, una de dos: o nos creaba sin
estómago o nos creaba con un estómago que no hiciera ruido.
GLADIS: ¿Qué?
CECILIA: Sí, como la fuente de la plaza, que tira agua para arriba y vuelve a tomar
agua y la vuelve a tirar y siempre es la misma agua.
FRANCO: Ahí está, o como bien dice la Chiqui, Dios nos hubiese creado con un
estómago “auto alimentable”.
FRANCO: Está bien, está bien… pero que quede clarito que yo no soy ningún
asesino… Tan sólo soy un hombre con un estómago.
GLADIS: ¡Ja!, usted tendría que haber sido abogado. (A Cecilia) Nena, ¿te das
cuenta de lo que está haciendo? Lo único que quiere es que le bajemos los
cargos y que ya no lo juzguemos por el “asesinato” sino tan sólo por el
“robo”.
GLADIS: A mí no me venga con ese discurso barato que yo no soy su mujer. Usted
se podría haber comprado perfectamente una gallina en el mercado, pero
prefirió guardarse esa plata para gastársela en el bar mientras “saca a
pasear” al perro.
CECILIA: (A Franco) Entonces… ¿es cierto? ¿Robaste para irte a tomar a ese bar?
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FRANCO: No, Chiqui… bueno, en cierta medida… La verdad es que yo robé porque
no quería pecar.
GLADIS: (A Cecilia) Nena, no lo escuchés que te va a volver loca. Será posible que
en esta familia todas las mujeres estemos condenadas a casarnos con lo
peor de la especie humana… “Hasta que la muerte nos separe”. ¡Ja! ¡Ni
eso nos salva!
CECILIA: ¡Tía!
FRANCO: (Se explica a sí mismo) Si alguien roba para comer, por ejemplo, como
hice yo con esta gallina, eso no es pecado… Pero si en cambio yo voy al
bar y me robo, digamos, una damajuana de vino, es decir, que robo para
tomar, para quitarme la sed, entonces eso sí es pecado…
FRANCO: (Vuelve en sí) Que yo robé la comida para poder pagar como un buen
cristiano la bebida.
GLADIS: Usted tiene una capacidad asombrosa para transformar el agua en vino.
FRANCO: Justamente, en un buen vino. (Pausa) Lo que pasa es que… (Mira hacia el
cielo) y nuevamente con todo respeto… pero las leyes divinas a veces son
medio (Subraya la palabra) “incoherentes”. A uno le dicen: “Te ganarás el
pan con el sudor de la frente”. Pero después…
GLADIS: (La desprende de los brazos de Franco) Nena, ¿vos estás loca? El
mandamiento dice que hay que ganarse el pan con el sudor de la frente,
pero tu marido se lo ganó con el sudor del de enfrente.
FRANCO: Usted dice que yo no… (Poniéndole la axila en la cara de Gladis) ¡Huela,
huela! ¡No sabe cómo me hizo correr esta desgraciada! (Gladis se aleja
asqueada) Ahora, digo yo, después de tanto esfuerzo… ¿no me merezco
cenar como Dios manda?
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FRANCO: ¿Y a la gallina?
FRANCO: Sí que es necesario, porque una cosa es que uno… Mire, la gallina ya sabía
que tarde o temprano se iba a tener que morir, ya lo tenía, cómo le digo,
asumido. En cambio, esto de que ahora usted la levante de la tumba… no
sé, me parece que no estaba en los planes de nadie.
GLADIS: ¡Porque ahora no le conviene! Pero bien que cuando a usted… (A Cecilia)
Ahí lo tenés, escuchálo, escuchálo…
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CECILIA: No, no pasa nada… Dale, ahora ponéte la capucha y cacareá.
CECILIA: (Tomando el florero para partírselo por la cabeza) ¡Te voy a matar!
FRANCO: (Se quita la capucha y comienza a correr) Pará, pará, lo estoy haciendo
por Don Pascuali… ¡Es que en esa película todos los que resucitaban se
volvían malísimos!
FRANCO: (Se frena e intenta calmarla) Chiqui, mi amor, mi vida… dejá el florerito
en la mesita que se te puede caer… (Cecilia respira profundamente y
obedece) Ahí está… hablemos como gente civilizada… Te decía: ¿A mí
quién me garantiza que esta gallina-zombi no resucite encabronada? ¿Y si
después lo quiere liquidar a mi amigo Don Pascuali?
GLADIS: (Tomándole el pelo) Usted quédese tranquilo que Romina va a estar muy
contenta de volver con su amigo Don Pascuali. Se lo prometo.
FRANCO: No sé, no sé… un difunto no puede volver muy feliz que digamos.
GLADIS: No sea macabro, acá nadie está hablando de revivir a un muerto viejo. La
gallina todavía está blandita.
FRANCO: Por eso, vamos a comerla antes de que le agarre el “riguroso mortis”.
GLADIS: (Lo empuja para que se arrodille) ¡Antes de que nada! ¡Póngase la
capucha! (A Cecilia) Tranquila nena, todo va a salir bien.
CECILIA: (Le acaricia la cabeza encapuchada) Ahora hacé lo que la tía te pide y que
sea lo que Dios quiera.
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GLADIS: (Dando vueltas sobre sí, en éxtasis místico) Cacaree, cacaree, cacaree…
Franco comienza a cacarear. Las luces suben y bajan. Se oyen tambores, gritos de
animales y voces gruturales. El ritmo es frenético. Luego se reanuda la escena: Gladis
está desmayada, Franco continúa arrodillado en el mismo lugar y Cecilia está escondida
debajo de la mesa.
CECILIA: (Descubre que la tía está tirada en el piso y se acerca corriendo) Tía, tía,
¿estás bien? ¡Por favor!
GLADIS: (Mareada) Sí, sólo un poco… siempre me pasa… vos no te… fijáte si
pudimos…
CECILIA: (Corre a destapar la gallina, la levanta y la ausculta con cuidado. Abre los
ojos como una nena sorprendida) ¡Sí, sí, le escucho el corazoncito! ¡No lo
puedo creer! ¡Lo hiciste otra vez!
GLADIS: (Recobrándose lentamente del desmayo) Bueno, nena… mejor así, mejor
así… Ahora andá y llevála rápido a lo de Don Pascuali… antes de que se dé
cuenta de todo lo que pasó.
CECILIA: ¡Te quiero, tía! (Se va corriendo con la gallina en los brazos, envuelta en
el repasador como si fuera un bebé)
FRANCO: (Se levanta y se saca la capucha. A Gladis) Se salió con la suya, nomás.
GLADIS: ¡Desagradecido!
GLADIS: Pero también fue creado con un cerebro y con un corazón… (Se acerca y le
toca la panza) Aunque es evidente que usted desarrolló mucho más una
cosa que la otra.
FRANCO: Primero lo primero: “Panza llena, corazón contento”. (Pausa) ¿En serio
revivió al pajarraco?
FRANCO: No será una joda que me están haciendo con la Chiqui, ¿no?
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GLADIS: ¡No diga idioteces, quiere!
FRANCO: Está bien, no se enoje… Lo que pasa es que me, no sé, como que me
asombra… (Pausa) ¿Ya levantó a muchos muertos?
GLADIS: ¿Qué?
GLADIS: (Pausa) Sí, una vez… (Lo mira fijo) Y fue el error más grande de mi vida.
(Se le acerca, le pone la campana en la cabeza y se va de la cocina)
FRANCO: (Se saca la campana de la cabeza. Solo en el escenario) ¡Vio que tenía
razón! No, si con estas cosas no hay que andar jugando… Y, dígame…
¿quién fue? ¡Oiga! ¡Oiga!
Se baja el telón.
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Acerca de la obra:
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con las interpretaciones de Javier Carrizo, Yésica Martínez y Lucrecia Cabanas,
bajo la dirección de Marcos Bidalún.
Participó en el XIV Festival de Teatro Estudiantil José Angel Porte Acero (2004,
Venezuela). Fue representada el 15 de junio de 2004 en la Sala de Conciertos del
Ateneo de Caracas por el grupo de teatro “Aquiles Nazoa” de la UNE Carlos
Soublette. Rainer Suárez obtuvo el premio a la “Mejor Caracterización
Masculina”.
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