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CUANDO EL AMOR VIAJA CONTIGO

Desde un lugar del paradisíaco Caribe de la República Dominicana, escribo


esta emocionada misiva, la cual depositaré en una botella y luego arrojaré al
mar con una enorme carga de gratitud y amor, con la firme esperanza de que
dentro de unos cien años pudiera ser descubierta por alguien.

Sonará extraño que la crónica de un viaje de promoción, tenga visos de una


carta de amor, donde el romance de verano fue el principal ingrediente y los
eternos recuerdos las luminarias que reemplazaban al maravilloso cielo de la
noche.

El inicio de la pandemia a inicios del 2020 nos obligó a cambiar hábitos y


costumbres que hasta ese entonces nos parecían invulnerables, sin embargo,
nuestras vidas se modificaron radicalmente.

Nuestro anhelado viaje que celebraría el 40° aniversario de nuestro fin de la


etapa escolar se vio truncado, y peor aún, cuando la organizadora de esta
inolvidable experiencia, partía de este mundo afectada por la inclemencia del
virus que hasta entonces desaparecía a millones de personas en todo el
planeta. Así es...nuestra Midori ya no estaba con nosotros, y con ello, parte de
nuestras vidas también se esfumaba.

Cuando finalmente pudimos realizar el viaje en el 2021, todo comenzó a fluir


desde el amor. Ese amor que nos llevaba a cumplir con el ansiado sueño de
los amigos de siempre de la promoción, a pesar de las angustiantes
circunstancias que vivía el mundo, y sobre todo hacer realidad el sueño de
Midori. Porque sí...ella estuvo ahí, siempre a nuestro lado.

Se suele decir que es el universo el que confabula de alguna manera para que
las cosas ocurran, y este caso no fue la excepción, pues todos los que
participamos de este viaje vivimos momentos perfectos, a pesar de que
algunos no nos habíamos visto incluso por décadas.

Nuestros momentos estuvieron llenos de magia, de mucho cariño y amor


fraterno, lo que se sumaba a la inmensa alegría en cada comida, en cada
caminata por la playa, al jugar con el mar caribeño, en los bailes y en las risas
constantes. Y Midori siempre nos acompañaba. Siempre.

Fue muy gracioso cuando la gente del hotel nos identificaba como “un grupo de
turistas asiáticos que hablaban muy bien el español”, a lo que respondíamos
que éramos “un grupo de turistas japoneses que habían realizado este viaje
como parte de la celebración por nuestra graduación en el curso de español”.
Sin embargo, de inmediato les dijimos que todos habíamos nacido en el Perú y
que nos sentíamos orgullosos de nuestros orígenes…¡viva el Perú!

Me siento bendecida por haber nacido aquí, agradecida con el ojichan y la


obachan por haber emigrado a este hermoso país.
Los problemas y las dificultades continúan en la vida cotidiana, sin embargo,
desde este memorable viaje, hoy me siento una mejor persona, una mejor
peruana, y muy agradecida con los amigos y amigas que tengo siempre al lado.

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