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APRENDIZ DE MALO

Autor: Santiago Salcedo, Adaptado por: Tonnie Lynnie

INICIO DE LA OBRA

MARCELINA: (Escurre el mocho y comienza a fregar mientras tararea una canción.) "... Dicen que
la distancia es el olvidoooo... y yo no concibo la razón...." (Se acerca hasta donde está escondido el
CACO. Al cabo de varias pasadas por donde se encuentra éste, lo descubre. Se asusta y grita.) ¡Un
ladrón! ¡¡socorrooo!! ¡¡socorrooo!! ¡un ladrón!

CACO: (Se levanta rápido y la encañona con su arma, mientras en la otra mano sostiene una bolsa
de plástico de basura.) ¡Alto! ¡No grite! llevo un arma y si grita, se me podría disparar.

MARCELINA:(Deja de gritar y habla muy tranquila.) Pero usted es un ladrón y yo siempre he visto
en las películas, que cuando una mujer de limpieza descubre a un ladrón, tiene que gritar, ¿no?

CACO: (Dubitativo.) Bueno, sí...; supongo que... sí; pero ya ha gritado.

MARCELINA: Sí; pero ha sido poco. en las películas...

CACO: ¡Déjese de películas! ¿No ve que si grita más, podrían oírla?

MARCELINA: ¡Pues claro!, ¿Para qué cree que son los gritos?

CACO: (Le muestra la pistola que empuña apuntándola.) Por lo visto usted señora no se ha fijado
en ésta.

MARCELINA: (Levanta el trapeador como si fuera a pegarle.) Y ahora, como he visto en las
películas, yo tendría que defenderme pegándole con el palo del trapeador o salir corriendo
pidiendo ayuda.

CACO: ¡Qué fijación, dios mío! no sé que películas debe ver usted; las que yo veo, por menos de lo
que usted ha hecho, ya se la habrían cargado.

MARCELINA: (Con tranquilidad, baja el trapeador y se apoya en él con las dos manos) Esas que
usted ve, deben ser películas americanas de ahora. A mí las de ahora no me gustan. Las que de
verdad me gustan son las de antes. Que además, no sé por qué esa moda de meter por la tele y en
los cines, películas americanas. Con lo bonitas que eran aquellas películas en blanco y negro…

CACO: (Interrumpe enfadado. Levanta la voz.) Pero bueno, que no estamos aquí para hablar de
películas. ¡Que esto no es un cineforum, señora! A ver si se entera: (Silabea, mientras le apunta
con la pistola.) Es-to es un a-tra-co y se supone que yo soy el malo de la película.

MARCELINA: (Suelta el trapeador asustada, y levanta las manos) ¡¡Aaaay, no me diga eso que me
asusta!! ¡¡Ay, Dios mío!! ... ¡Ay, Dios mío!! ¡Ay, Dios mío!! (Repite excitándose y gritando cada vez
más.)
CACO: (Conciliador al ver la reacción de Marcelina.) Mujer, tampoco se pase. Que yo no le voy a
hacer nada. La pistola es de plástico, ¿ve? (La tira al suelo.) Además mire, (se quita el antifaz)
¿Usted cree que tengo cara de malo?

MARCELINA: (Deja de lamentarse repentinamente. Comienza a inclinarse lentamente para coger


la pistola, mientras habla.) Hombre, visto así, pues no. Pero con el antifaz y la pistola
apuntándome, me ha asustado mucho.

CACO: (Con satisfacción) ¿Ah, si? ¿La he asustado? Menos mal, porque con lo que me entrené en
el espejo de mi casa...

MARCELINA: (Mientras se ha ido incorporando con la pistola en la mano. La mira) ¡Qué bonita! Si
se la llevara a mi hijo, lo contento que se pondría.

CACO: (Dubitativo) Yo se la daría; pero es que si se presenta alguien, no tendría con qué asustarlo.
Como ha gritado, igual la ha oído el vigilante.

MARCELINA: ¡Que pena! Bueno..., otra vez será. (Le devuelve el arma.)

CACO: (Pensativo) ¿Sabe que?, (Saca de la bolsa un billete del dinero robado) Le daré un billete de
estos que son de cincuenta euros. Así podrá comprarle una pistola bien chula a su hijo.

MARCELINA: (Dubitativa.) ¡Uy... no sé si debo cogerlo! Son... son robados.

CACO: Bueno, ¿y qué? Imagine que usted no lo sabe. Yo se lo doy y ya está. Usted no lo ha robado,
¿verdad?

MARCELINA: (Dubitativa se resiste a coger el dinero.) No..., si visto de esta manera, puede ser que
tenga razón. Yo, al fin y al cabo, no he visto que los robara. Igual podría ser que usted fuera un
empleado de esta empresa y que se hubiera vestido así para gastar una broma a su jefe...

CACO: Mujer, tanto como eso..., y menos gastar una broma al jefe, con lo mala persona que es.
(Se interrumpe, como si tuviera una idea luminosa.) ¡Se me ocurre una solución! (Mientras, deja la
bolsa en el suelo y saca de un bolsillo su cartera. Toma el único billete de 50 euros que lleva y se lo
entrega). Tenga, cójalo. Este no es robado. Lo llevaba por si me fallaba el asunto y tenía que coger
un taxi para salir huyendo, (señalando la bolsa) Ahora ya no me hará falta. (A continuación, el
billete robado que había sacado de la bolsa, lo introduce en su cartera y se la guarda en el bolsillo.)
(Satisfecho) Ya está, ¿ve? Todo tiene remedio.

MARCELINA: (Toma el billete con decisión.) ¿Ve? Así, sí que puedo tomar su dinero. Además le doy
las gracias de parte de mi hijo. (Cambia el tono de su voz.) Dijo antes, que el jefe de esta empresa
era una mala persona. ¿Es que lo conoce?

CACO: (Nervioso) ¿Yoooo? (Exagerado) No, no, no. Es que me lo imagino. No me refería a éste,
sino a todos los jefes en general...

MARCELINA: Hombre, todos, todos, no. Yo tuve una vez uno... Pero siéntese. No tenga miedo. A
esta hora de la noche no vendrá nadie. El vigilante de este edificio debe de estar durmiendo a
pierna suelta. Le decía que tuve una vez (se sientan los dos arrastrando dos sillas hasta ponerse
frente a frente.) un jefe en otra empresa, que era una bellísima persona. Esto fue hace ya unos
cinco años. No lo olvidaré nunca. Era bastante mayor y muy chistoso y un poco picaron. En aquella
empresa tenía que ir a limpiar los despachos a las seis de la mañana; no como aquí que los limpio
a las once de la noche y...

CACO: (Le interrumpe consultando su reloj.) ¿A las once dice? Pero si ahora son las doce y cuarto. Y
no creo que llevemos aquí más de un cuarto de hora.

MARCELINA: Claro que no; ¿pero es que no se ha enterado? (Dirigiéndose al público.) Debe de ser
el único que no lo sabe.

CACO: (Con gesto de extrañeza) ¿Enterarme? ¿De qué?

MARCELINA: Pues hombre, que hoy la tele daba el último capítulo de "Vidas cruzadas"; pero
déjeme que acabe de contarle la historia de mi anterior jefe que era bueno y picarón como le
decía. Me había comprado una bata bien corta y cuando estaba de espaldas y me agachaba para
fregar, él me miraba. El muy ingenuo no se daba cuenta que lo veía reflejado en las cristaleras del
despacho. Él, no tenía que venir hasta las ocho; pero me decía que venía antes porque tenía faena
atrasada.. Durante todo el tempo que trabajé, siempre tuvo faena atrasada. Un poco extraño, ¿no
le parece?

CACO: Hombre, extraño, extraño, no. Mas bien un calentorro.

MARCELINA: Yo, como le dije, me daba cuenta de todo; pero como era muy simpático, pensaba
que porque él mirara, no me perjudicaba en nada y si disfrutaba, mejor para él. ¿No le parece?

CACO: (Animado.) ¡Ojalá, todas las mujeres pensaran como usted!

MARCELINA: Además, me daba pena. El pobre se había quedado viudo y, según me había contado
alguna vez, sufrió mucho con la enfermedad de su mujer hasta que murió.

CACO: ¡Vaya! Insisto ¡Ojalá, todas las mujeres pensaran como usted! Aunque, de todos modos, su
jefe era todo un viejo verde.

MARCELINA: ¡Venga ya! Que también los jóvenes son verdes. Y si no, usted que habría hecho en
su lugar. ¿Hubiera mirado para otro lado?

CACO: Mujer, yo, yo... (Tose nervioso, como queriendo eludir el asunto.) ¿Por qué no me cuenta
eso de "Vidas cruzadas", que dijo antes?

MARCELINA: Sí hombre, la serie esa tan bonita de la tele. Hoy daban el último capítulo.

CACO: ¿La novela esa que todo el mundo habla? Sí, sí que estaba enterado; por eso he elegido
esta noche para hacer este ingrato y humillante trabajo (exagerado). Pensé que como todos
estarían pendientes de la novela esa, me resultaría mucho más fácil. (Se levanta y comienza a
moverse de un lado al otro del escenario.) Según el manual del atracador novato que leí, insistía en
la estrategia. Decía que un atraco había que programarlo con la mentalidad de un soldado. Como
buen militar, debía elegir el cuándo, el cómo y el... el... (Mira el techo como si intentara recordar.)

MARCELINA: (Lo interrumpe.) Es que hoy día, para todo hay que estudiar mucho...

CACO: (La interrumpe soltando de carrerilla.) ¡El cuándo, el cómo y el dónde!


MARCELINA: (Aplaude con entusiasmo.) ¡Bravo! ¡Bravo! ¡Qué buena memoria que tiene! En
cambio yo...

CACO: (La interrumpe queriendo demostrarle que lo sabe muy bien) El cuándo significa que es muy
importante la elección del momento. El cómo...

MARCELINA: (Lo interrumpe elevando la voz.) ¡Pare! ¡Pare! Que yo no me pienso dedicar al atraco.
Lo mío es limpiar. (Le muestra el trapeador.)

CACO: Tiene razón; pero con lo que me ha costado memorizarlo...

MARCELINA: (Lo interrumpe.) Por lo que veo, pues, calculó mal; porque el capítulo se emitía de las
nueve y media hasta las once y media; por eso esta noche he venido a limpiar a las doce.

CACO: No he calculado mal. Es que he tenido mala suerte. El pirata en el que venía a realizar mi
nuevo trabajo, se detuvo un rato en un bar, porque los pasajeros no querían perderse, si una de
las protagonistas moría envenenada. Cuando se enteraron de que la mala no la mataba, respiraron
todos tranquilos y pidieron al conductor que marchara rápido, porque querían llegar cuanto antes
a casa para ver el final de la serie.

MARCELINA: Qué tontos! ¿Pero cómo iban a matar a la protagonista aunque fuera en el último
capítulo? No lo hubiéramos consentido. ¿No le parece?

CACO: (Angustiado.). La verdad, no estoy para esas historias. Ya tengo bastante con la mía.

MARCELINA: (Como si no lo hubiera oído.) Un cuarto hora después de ese intento de asesinato de
Aurina. Aurina es la mala, ¿sabe usted? Es que es importante conocer los nombres de los
protagonistas para poder explicar bien la historia...

CACO: (Con cara de resignación.) Ya le he dicho que a mí esas historias con nombres o sin
nombres...

MARCELINA: (Como si no lo hubiera oído.) Menos mal que el marido de Aurina, la mala, descubre
a tiempo que Ernesto, el marido de Dolorita, la buena, junto con Aurina habían tramado matarla
para quedarse con todo el dinero de ella. Ella es muy rica ¿sabe usted? La policía los detiene y
Justino, Justino es el marido de Aurina, se enamora de Dolorita y acaban juntos. No sabe usted lo
que lloré de alegría al ver que se besaban tan enamorados mientras a los malos los metían en la
cárcel. Es que Aurina era malísima. Durante los trescientos noventa y nueve capítulos de la serie,
me hizo sufrir una barbaridad...

CACO: (Se tapa las orejas con ambas manos.) No siga, por favor, (con voz quejosa.) que yo, señora,
sólo he venido a robar y nada más.

MARCELINA: (Como si no lo hubiera oído.) Pero es que usted no tiene pinta ni de malo ni de
ladrón. Tendría que haber visto toda la serie para aprender a ser malo de verdad.

CACO: Es que a mí eso de ser malo, no me sale. Sólo soy un aprendiz.

MARCELINA: (Comprensiva) ¡Claro!, al que no le va algo, no le va. Y para colmo es usted un poco
desafortunado. Un día que se decide a robar algo, le pasa todo eso en el pirata.
CACO: (Medio llorando.) Es que tengo más mala suerte... Todo me sale al revés. Elijo esta noche de
final de telenovela, creyendo que me será más favorable y hasta usted, que siempre viene a
limpiar antes, hoy lo hace más tarde y me encuentra. Menos mal que es una buena mujer y se está
portando bien. Si llega a ser una de esas histéricas, no sé lo que hubiera hecho...

MARCELINA: ¿Es que su manual del atracador no dice nada al respecto?

CACO: Es que como iba justo de tiempo, sólo me leí los dos primeros capítulos.

MARCELINA: (Comprensiva.) ¡Vaya por Dios!

CACO: (Con voz compungida.) Y a toda esta mala suerte, añada que no hace mucho mi mujer...

MARCELINA: (Se levanta repentinamente, mostrando mucho interés.) Espere... Espere que ahora
me lo cuenta; pero antes, ¿le apetece unas galletas y un vinito tinto?

CACO: (Sorprendido.) ¿Qué? ¿Cómo dice?

MARCELINA: SÍ, hombre, a esta hora de la noche un vinillo nos irá bien. A mí para entonarme y a
usted, para darle ánimos, después de todo lo que habrá sufrido para hacer lo que ha hecho, con lo
bueno que aparenta.

CACO: (Compungido.) Ya lo puede usted asegurar. Estoy que aún me tiemblan las piernas. (Sale
Marcelina rápida y vuelve, al instante, con una caja de galletas y una botella con dos vasos de
plástico. Los deja en la mesa del despacho.) Muchas gracias.

MARCELINA: No se preocupe es que su trabajo es muy penoso y arriesgado. ¡Pobrecito! (Mientras


habla, echa vino en los dos vasos y le ofrece la caja. Ambos cogen sendas galletas. Bebe un sorbo
del vaso y chasquea la lengua. Se acomoda relajada en la silla.) (Con interés) A ver, cuénteme
¿Qué me iba a decir de su mujer?

CACO: Bueno es que el que esté yo ahora aquí de ladrón, tiene que ver con mi mujer . (Se come un
trozo de galleta.)

MARCELINA: (Muy interesada.) ¡Cuente! ¡Cuente! ¡Pobrecito! Seguro que su mujer es una
caprichosa y malgastadora que para pagar sus lujosos abrigos de piel y las joyas con las que le
gusta deslumbrar a sus amigas, le ha obligado a hacer todo esto. ¡Pobrecito! Ahora que recuerdo,
no hace mucho vi una película un poco antigua que el pobre marido...

CACO: (Le interrumpe con voz compungida.) Bueno, en mi caso no es eso. ¡Ojalá lo fuera!

MARCELINA: (Muy interesada.) ¿Ah, no? (Bebe un poco de vino y se acomoda mejor en la silla.)
Pues cuente, cuente.

CACO: (Voz compungida.) Como usted ha visto, no soy profesional. Más bien diría que soy
eventual. La verdad es hoy la primera vez que hago esto. Todo empezó en un bar a donde había
ido para pensar sobre mi situación matrimonial. Entonces apareció por allí Fernanda una amiga
íntima de mi mujer...
MARCELINA: (Bebe todo el vaso de golpe y coge una galleta. Le interrumpe interesada.)
¡Pobrecito! A ver, cuente, cuente esa historia; pero antes beba usted y coma... (Le ofrece la caja
de galletas. Él bebe un poco y coge una galleta.) ¡La noche es joven! (Se frota las manos.)

CACO: (Se come la galleta.) Le decía que Fernanda, la amiga íntima de mi mujer, que a su vez es la
mujer de mi mejor amigo, apareció por el bar, en donde estaba intentando calmar mi pena...

MARCELINA: (Le interrumpe impaciente.) ¡Qué lío! ¿Qué tiene que ver su amiga Fernanda con
usted? ¿Son amantes?

CACO: ¡Pero qué dice!! ¿Yo una amante? Nunca le haría una cosa así a mi mujer. No, no somos
amantes. Fernanda es amiga íntima de mi mujer. Yo sólo la conocía por ser la amiga de mi mujer y
la mujer de mi mejor amigo con los que salimos muy a menudo.

MARCELINA: (Con desespero.) Si eso ya me lo ha dicho. ¡Dígame que tiene que ver Fernanda,
(recalcando) la a-mi-ga ín-ti-ma de su mu-jer, con usted. (impaciente.) ¡Me tiene muy curiosa!!

CACO: Es lo que pretendo explicarle.

MARCELINA: ¡Santo cielo! Es que con tanto rodeo, me pierdo. Aún no me he enterado de nada.

CACO: Eso es porque me interrumpe. Si tuviera un poco de paciencia enseguida lo entendería


todo.

MARCELINA: Está bien, no interrumpiré; pero cuénteme de una vez que me tiene más perdida que
si fuera una serie de televisión por capítulos.

CACO: Como le decía, Fernanda, la amiga íntima de mi mujer, que a su vez es la mujer de mi amigo
de toda la vida, apareció por el bar, en donde estaba intentando calmar mi pena (al oír otra vez lo
mismo, Marcelina se levanta de la silla y da una vuelta por el escenario levantando las manos al
cielo; pero no dice nada. Vuelve, se sienta y se bebe una copa de golpe. Él continúa hablando
como si nada. Al ver que ella bebe, él hace lo mismo.) Ella venía muy furiosa. Por lo visto acababa
de enterarse, lo mismo que yo, de que su marido y mi mujer nos habían engañado.

MARCELINA: ¡Pobrecitos! Vaya coincidencia...

CACO: Coincidencia ninguna o... o... bueno, toda; porque mi mujer se ha juntado con su marido.
¿Entiende ahora mi desgracia? Mi mujer me ha dejado liándose con el sinvergüenza de mi mejor
amigo.

MARCELINA: Ahora lo entiendo. Y su amigo dejó a su mujer, que se llama Fernanda, por irse con la
mujer de usted.

CACO: ¡Exactamente! (Compungido.) Nadie lo podría expresar con mayor precisión.

MARCELINA: (Se medio incorpora de la silla interrumpiéndolo.) Pero si esto es tan serial como ese
de las Vidas cruzadas que terminó ayer. ¡Pobrecito! Pero siga, siga. (Se acomoda otra vez).

CACO: Fernanda, que venía muy desesperada, me propuso un plan para vengarnos de su marido,
mi, hasta hace dos días, mejor amigo. (Con voz triste y consultando su reloj.) Bueno, para ser más
exactos, un día, doce horas y unos minutos. (Con pena). Total los minutos no importan mucho.
MARCELINA: (Repite, también, con mucha pena.) ¡Pobrecito! Solamente un día, doce horas y... y...
unos minutos. (Mira su reloj.) Ahora unos pocos más.

CACO: (Continúa con el mismo tono compungido.) Fernanda me propuso darle donde más le iba a
doler. En su dinero. Ella sabía que en su empresa, que es precisamente ésta; por eso estoy yo aquí,
claro, tenía una caja fuerte con dinero negro y, además, sabía la combinación; así que me propuso
quitárselo y repartírnoslo.

MARCELINA: ¡Muy bien, se lo merecía! Ahora entiendo lo que dijo nada más conocernos sobre la
mala persona que era el jefe. (El caco aparenta distraído intentando coger del suelo una galleta
que se le ha caído al intentar comerla.)

CACO: (se lamenta) Y lo peor es que para que mi mujer trabajara y se sintiera realizada, como
decía ella, fui yo mismo el que le pidió a mi amigo que la empleara en su despacho.

MARCELINA: ¡Pobrecito! Pero es que casi siempre se comienza por ahí...

CACO: (La interrumpe compungido.) ¿Qué quiere decir?

MARCELINA: Pues eso, que cuando uno o una, empieza a decir que quiere realizarse, malo. Eso es
la excusa para alejarse de la atadura del matrimonio.

CACO: (Compungido.) Pero si yo la mimaba. Y lo que más me duele es que lo haya hecho con mi
mejor amigo...

MARCELINA: (Lo interrumpe.) Este amigo, que dice, debe de tener un nombre, ¿no?

CACO: (Medio llorando.) Pero, ¡cómo! ¿Es que aún no se ha enterado que estoy hablando de su
jefe?

MARCELINA: (Intentando animarlo.) Pues claro que me he enterado. Lo que pasa que a mí me
contrató una agencia de colocación. Ya sabe (con acento despectivo), ese invento de trabajar para
empresas sin pertenecer a ellas. Y, claro, no tengo el gusto de conocer a su a-mi-go ín-ti-mo
(Recalcando esto último), que además no es mi jefe.

CACO: Es que le tengo tanta rabia, que no quiero ni puedo pronunciar su nombre.

MARCELINA: ¡Pobrecito! Pero no se aflija usted. Mírelo por el lado positivo.

CACO:(Repite.) ¿Por el lado positivo? (Mira en todas direcciones.) ¿Dónde está ese lado? Yo, por
más que miro no lo veo.

MARCELINA: Quiero decir que debe pensar en que si lo abandonó así, sin más ni más, es porque
seguro que su mujer no era buena y que ya hacía tiempo que andaba con su amigo, ¿no?

CACO: Vaya, pues si saber que mi mujer me engañaba hace tiempo, es un lado positivo, ¡cómo
debe de ser el otro lado! Sí no me lo explica, la verdad, no entiendo qué tiene que ver lo que dice,
con el lado positivo. (Se sirven sendos vinos y cogen pastas.)

MARCELINA: Pues hombre, que era mejor que le dejara, que no estar llevando unos cuernos
enormes y siendo el hazmerreír de todos. Porque en esto, siempre, el interesado es el último en
enterarse.
CACO: (Compungido.) Ya lo puede decir. Un día antes de que me dijera que se iba con mi mejor
amigo, como era el día de su cumpleaños, yo, inocente de mí, va y le regalo un collar de oro, que
me costó...

MARCELINA: (Le interrumpe indignada.) ¿Y tuvo esa fresca la cara de aceptarlo y no decirle nada
hasta el día siguiente? ¿Ve como era una mala mujer?

CACO: (Voz llorosa.) Y, encima, ella era, como le dije, la mejor amiga de la mujer de mi amigo;
porque, sabe usted, ella al principio...

MARCELINA: (Se levanta de repente, interrumpiendo sus palabras.) ¡Alto! ¡Alto! ¡Pare usted!

CACO: (Se levanta, también, y empuñando su pistola, mira asustado en todas direcciones) ¿Qué
sucede? ¿Es que ha oído algo?

MARCELINA: (Tranquilizadora.) ¡No, hombre, no! Ya le dije que podía estar tranquilo. Lo que pasa
que una historia tan interesante debería oírla alguien más. Es que si, no, la cosa queda sin gracia.
Necesito otra persona para poder comentar.

CACO: ¿Pero qué dice usted? No la entiendo.

MARCELINA: Es que me he acordado que en los despachos de la planta de encima, (señala hacia el
techo), está limpiando Paqui. Y he pensado en llamarla. Con lo que le gustan estas historias, no me
lo perdonaría si no la avisara. Esto que está pasando aquí, no sucede cada día. Es como la novela
ese de la tele; pero con la diferencia de que nosotros somos los protagonistas.

CACO: Bueno, pues avísela. (Se acerca al público.) No, si al final, hasta me haré famoso y todo.
(Vuelve y se sienta, sirviéndose un poco más de vino.)

MARCELINA: (Se acerca hasta la mesa del despacho. Descuelga el teléfono. Marca un número.
Espera unos segundos.) Hola Paqui, que soy yo, Marcelina. ....... No, no, no pasa nada. (Mira al
caco y tapa el teléfono con la otra mano.) Es que quedamos que si algún día nos pasaba algo que
nos llamáramos. ........... ¿Que con quién hablo? Es una sorpresa. Por eso te llamo. ¿Cómo tienes la
faena? ................ ¿Casi terminada? Pues, acábala rápido y te vienes para aca, que estamos de
celebración. ............... No, no; no te diré nada. Date prisa. Ya lo verás. ................. SÍ, es un hombre;
pero no te diré más. No insistas. No te olvides de la contraseña, cuando llames. ................. (Cuelga
bruscamente.) Es que si no le cuelgo el teléfono, acabará sacándome todo.

CACO: (Con cara de preocupación.) ¿Pero esa Paqui es de confianza?

MARCELINA: SÍ, hombre, sí. No se preocupe.

CACO (Encoge los hombros con resignación.) ¡Ah, bueno!

MARCELINA: Ella, también ha pasado lo suyo.

CACO: ¿Si?

MARCELINA: (Se sienta junto al caco.) Hace exactamente un año, su marido, bueno (recalcándolo)
su exmarido, que era constructor, se fue a vivir con el aprendiz que... (Se oyen tres golpes y tras
una pausa, se repiten los tres golpes en forma de contraseña, interrumpiendo.)
MARCELINA: (Se levanta de golpe.) ¡La contraseña! (Se dirige hacia la entrada y abre la puerta. El
caco se levanta y empuña la pistola.)

MARCELINA: ¡Hola Paqui! Pasa, pasa y verás.

PAQUI: (Asomando por la entrada.) Me tienes súper intrigada. A ver ¿qué es lo que pasa? (El caco
al ver a la mujer deja la pistola junto a la bolsa del atraco.)

MARCELINA: (Se dirigen a donde está el caco, seguida de Paqui.) Ven que te presentaré a... a... (Se
dirige al público haciendo un gesto muy expresivo.) Pero, ¡si aún no sé cómo se llama! (Paqui se
detiene insinuante delante del caco.)

PAQUI: ¡Cómo te lo montas Marcelina! Aquí bochincheando y yo sin enterarme. (Acercándose más
al caco.) ¿Cómo has dicho que se llama este joven tan apuesto...?

MARCELINA: No te lo he dicho porque aún no se lo he preguntado.

PAQUI: (Mira lo que han preparado, coge la botella de vino y la muestra.) ¡Qué moderna! ¿Estás
aquí parqueando y aún no sabes qué nombre tiene?

CACO: Me llamo José.

PAQUI: Mucho gusto José. (Se acerca y le da dos sonoros besos.)

MARCELINA: (Al público) Pues yo no voy a ser menos. No siempre tiene una la ocasión de poder
besar a un joven e indefenso caco. (Se aproxima a él y le da, también, dos sonoros besos, imitando
a Paqui.) Y yo soy Marcelina.

CACO: (Perplejo y poniendo cara de circunstancias, se levanta y les da la mano.) Encantado señora
Marcelina y encantado señora Paqui.

MARCELINA: Déjate de tratamientos. Solamente somos Marcelina y Paqui. Además que eso de
señora Marcelina suena tan cursi.

PAQUI: (Insistiendo.) Bueno Marcelina, ¿y de qué va la fiesta?

MARCELINA: (Se vuelve a su amiga.) No digas tonterías para llamar su atención, que te conozco
demasiado Paqui. El pobre no está para lo que tú crees. Lo está pasando muy mal. Su mujer lo ha
abandonado liándose con su mejor amigo y para consolarse ha atracado este despacho.

PAQUI: ¡Pobrecito! Lo que habrá sufrido. De todos modos encuentro muy original eso de atracar
como terapia. A mí cuando me puso los cuernos mi exmarido, me dio por comer bombones. Me
puse como una vaca de gorda.

MARCELINA: Que no, Paqui, que no es nada de terapias ni tonterías de psiquiatra. Que la cosa
tiene más amiga.

PAQUI: (Como si no la hubiera escuchado.) No te preocupes, José. Además te tuteo porque


estamos unidos en parecida desgracia; aunque lo mío fue peor (Con desparpajo.) Por lo menos tu
mujer te ha dejado por tu amigo, pero es que a mí, mi marido, me abandonó poniéndome los
cuernos con el aprendiz de albañil que tenía...
CACO: (La interrumpe.) No se preocupe tutee, tutee. Yo también lo haré. Como dice usted, bueno,
quiero decir, como dices tú, estamos unidos en parecida desgracia, aunque lo tuyo fue ya
superlativo.

MARCELINA: (La interrumpe autoritaria.) ¡Paquiii! No le cuentes tus penas al pobre José, que
bastante tiene con lo suyo que, además lo tiene muy reciente. Dile algo que lo anime y siéntate
aquí. Al fin y al cabo lo tuyo ya es historia. (Toma otra silla y la sitúa al lado de José el caco.
Marcelina se va en busca de otro vaso. Paqui no espera y se sirve en el vaso de Marcelina y bebe
de golpe todo el contenido, chasqueando la lengua.)

PAQUI: No sabía yo que las penas se celebrarán, también. (Dirigiéndose a José.) Supongo que tú
eres el homenajeado; pero al revés, ¿no? (Ríe mientras levanta la botella mostrándola a todos.)

CACO: (Se encoge de hombros, bebe de su vaso y coge otra galleta.)

PAQUI: (Toma el vaso de Marcelina y se bebe su contenido de un trago)

MARCELINA: (Vuelve con el vaso en la mano.) Ese era mi vaso. Y no digas tonterías. En cuanto ves
a un tío, es que tienes que hacer algo para llamar su atención. (Dirigiéndose a él) No le haga caso,
bueno, rectifico, no le hagas caso. Si Paqui te tutea, yo no voy a ser menos. Al fin y al cabo yo te he
conocido primero.

CACO: (Con voz compungida.) Tiene razón señora Marce... ¡Ay, perdón! que me dejo llevar por los
formalismos sociales. Repito, tienes razón Marcelina, gracias a tu comprensión se me está
haciendo más llevadera esta la que para mí era mi noche más triste.

MARCELINA: (Se sienta y se acomoda relajadamente, mientras ofrece la caja de galletas a José y le
llena el vaso de vino.) Come y bebe y olvídate de todo, menos de la historia que me estabas
contando. He visto en alguna película de esas de ahora, que el protagonista con problemas visita a
un psiquiatra o algo así. Se pasa el paciente hablando toda la hora mientras el otro nada más hace
que escuchar y al final el pendejo le paga una buena cantidad. Y digo yo, ¿no sería lo mismo
comprarse un maniquí, ponerle una bata blanca y tenerlo uno en la habitación de su casa?

PAQUI: (Interrumpe moviendo afirmativamente la cabeza.) Pues tienes razón Marcelina. Yo estuve
visitando a uno de esos y las únicas palabras que recuerdo son: (Imitando la voz del doctor.) “Al
salir, mi secretaria le cobrará mis honorarios y le asignará el día y la hora de su próxima sesión”.
(Volviendo a su normal.) ¡Lástima que no hubiera pensado en eso del maniquí! Me hubiera
ahorrado un dinero, aunque como me quedé sin trabajo, al final tuve que dejar de ir y fue cuando
me dio por comer bombones. Me puse como una vaca...

MARCELINA: (La interrumpe.) Paqui, que ya nos lo has contado. Que te he llamado no para que
me cuentes tu vida que me la sé de memoria sino para que oyeras la de José. Cuando entraste me
estaba contando... (Dirigiéndose a él.) Bueno, José, mejor que rebobines un poco para que Paqui
coja el hilo del asunto.

CACO: (Con el mismo tono compungido.) Le estaba contando a Marcelina, antes de que vinieras,
que mi mujer era la mejor amiga de la mujer de mi amigo; porque, ¿sabes?, los cuatro éramos
amigos íntimos y salíamos juntos todos los fines de semana y fiestas.
PAQUI: ¡Y tan íntimos! ¡Vaya que coincidencia! ¡Si parece la serie esa de "Vidas cruzadas"!

MARCELINA: Lo mismo pensé yo.

CACO: Y yo que creía que mi caso era único.

PAQUI: (Le sirve más vino y le ofrece galletas. Ella también toma una y la mantiene en la mano.)
¿Pero es que no sabes de que va?

CACO: Tengo una ligera idea por lo que me ha contado antes Marcelina y lo que oí en el autobús,
mientras venía hacia aquí. Es que no me gustan mucho las novelas y para colmo con lo de mi
mujer, no estoy para historias sentimentales.

PAQUI: No, ¡claro! Ahora estás para interpretarlas. (Ríe.)

CACO: ¿Qué dices? No te he entendido. ¿No será que te empieza a hacer efecto lo que has
bebido?

PAQUI: Si sólo llevamos media botella entre los tres. Nada, hombre, lo que quería decir es que tú
eres el protagonista de tu propia telenovela.

CACO: En eso estoy de acuerdo. Porque ser engañado por mi mujer con mi mejor amigo ya es
gordo; pero que además ella sea la mejor amiga de la mujer de él, sólo pasa en las telenovelas. Y si
a esto se añade que hace tres días me quedé sin trabajo, ya es para llorar. (Apuran los tres a la vez
sendos vasos de vino. Chasquean los tres los labios al terminar.) (Con la voz un poco afectada por
la bebida.) Este vino es bastante bueno.

PAQUI: (Compungida. Se empieza a notar el efecto del vino.) Que historia más triste. (Se levanta y
se acerca a José.) Déjame que te dé otro beso. (Se oye un sonoro beso. Se vuelve a sentar.)

MARCELINA: (Se levanta decidida. El vino va haciendo efecto. Habla con más dificultad. Se acerca,
también, a José y le da otro sonoro beso.) ¡Pobrecito! Pero no te preocupes que aquí estamos
nosotras para consolarte. (Luego toma la botella y llena los tres vasos. Deja el vaso y sale del
escenarios. Vuelve con una pequeña bocina. Pulsa el “play” en el celular y se oye una música
romántica. Después toma la botella y la levanta.) Si no fuera por ésta, ¿creés que podría soportar
la penosa tarea de limpiar y limpiar, un día y otro día, siempre lo mismo y a la misma hora? Ella y
yo somos desde hace tiempo muy buenas amigas. (Le da un sonoro beso).

CACO: (Se levanta.) Déjame que le dé yo también otro beso. (Se repite el sonoro beso.) Gracias a ti
y a vuestra compañía me siento otro. (Se sienta de nuevo) (La música se va apagando
suavemente).

MARCELINA: (Se sienta también y deja la botella a su lado.) A las penas puñaladas. Y ahora,
escucha que te voy a contar, así por encima, de qué va la serie. Los llantos que me he dado. Es que
tenía escenas muy tristes y me daban una pena... Soy muy sensible, ¿sabes?

CACO: (Dubitativo) Pues sólo me falta ahora que me cuenten más penas. ¡No te molestes! Es que
con lo de mi mujer, el paro y... además ya me la contaste antes...

MARCELINA: Lo de antes José, sólo fue el final...


PAQUI; El chico tiene razón. ¿Para qué le vas a contar lo de la tele si ya lo sabe? Total, poco más o
menos, la historia es la misma que le ha pasado a él. Que, por cierto, casi no me he enterado...

MARCELINA: (Con ganas de explicar la historia.) Tienes razón Paqui que lo he interrumpido antes.
La historia es que la mujer de José quería trabajar, porque quería, quería...

CACO: (Interviene.) Realizarse.

MARCELINA: Eso, realizarse, y va José y no se le ocurre otra cosa que pedirle a su mejor amigo que
le dé trabajo en su empresa. Empresa que, mira por donde, es esta misma en la que estamos.

PAQUI: Pero hombre de Dios, un poco confiado sí que has resultado ser. En mi caso, yo ¿cómo iba
a imaginar que mi marido iba a andar con su ayudante? Ya veo que vas de bueno y confiado por la
vida y, (le da unas palmadas en la espalda.) amigo mío, a veces hay que ir un poco de malo...

CACO: (Interviene.) Es que yo sólo soy aprendiz de malo.

MARCELINA: (La interrumpe.) Alto, alto que estaba explicando yo la historia y se estan yendo por
la tangente; aunque he de reconocer que un poco confiado sí que has sido, José.

CACO: (Interviene.) Mujer, si ella era la mejor amiga de su mujer...

MARCELINA: (Le interrumpe para continuar ella.) De la mujer de su amigo, quieres decir ¿no? Es
que si no lo explicamos bien, Paqui se hará un lío.

PAQUI: ¡Acertaste! Es que con tanto amiga y amigo, ya no entiendo nada.

MARCELINA: ¡Calla y escucha! Luego lo entenderás. Quédate con que la mujer de José trabajaba
con su amigo, jefe y dueño de su empresa y que, además, los cuatro eran todos amiguísimos.
¿Verdad José?

CACO: ¡Clarísimo!

MARCELINA: Y después lo de siempre. Que tu mujer te avisaba que tenía que quedarse en el
despacho para repasar las cuentas y que no venía a comer, porque se comería un bocadillo... lo
mismo que en la serie esa de “Vidas cruzadas”...

PAQUI: Aunque hay una diferencia

MARCELINA: ¿Diferencia?

PAQUI: SÍ, mujer. Que en esa serie, la mujer del jefe y amiga de la otra, se entiende, también, con
el otro. Por eso se titula “Vidas cruzadas”...

MARCELINA: Bueno, no han llegado a tanto; pero algo tiene que ver con que ahora en este mismo
momento, José esté aquí con nosotras. ¿Verdad José?

CACO: SÍ, sí, porque ella...

MARCELINA: (Se adelanta.) Tú descansa y come unas galletas. Ya lo explico yo.

PAQUI: ¡Ah! ¿Es que hubo algo? Esto me lo he perdido.


MARCELINA: No te adelantes, que no es lo que piensas. Es que el pobre José después de enterarse
del asunto de su mujer con su mejor amigo, se fue a un bar a reflexionar sobre su pena. Estando
allí, se le acercó la amiga de su mujer y esposa de su mejor amigo, que se llama, que se llama...

CACO: Fernanda. Ya te dije que se llamaba Fernanda.

MARCELINA: Eso es, se llama Fernanda.

PAQUI: ¿Fernanda? Anda como una amiga, que tu no conoces y que el año pasado, se...

MARCELINA: (La interrumpe.) ¿Qué no la conozco? Pero si me lo contaste la semana pasada y tres
o cuatro veces unos meses antes. Se fue a vivir con un jovencito de veintiún años, dejando a su
marido y a su hijo, también de veintiún años.

PAQUI: ¡Qué memoria!

CACO: (Toma el vaso y lo levanta para hacer un brindis.) Un brindis, porque oyendo el resto de
historias me hacen sentir que lo mío es casi nada. (Se levantan los tres a la vez y beben y
chasquean la lengua.)

MARCELINA: (Animada.) Y lo de Josefina, aún fue peor...

PAQUI: (La interrumpe.) Me estabas hablando antes de Fernanda, la amiga de la mujer de José.

MARCELINA: Es verdad, es que con este vinillo, me inspiro un montón.

CACO: (Interviene.) Se me acercó Fernanda. Venía hecha un basilisco. Acababa de oír de los labios
de su ...

MARCELINA: (Autoritaria.) Tú, descansa y come galletas. (Le ofrece la caja.) Sí, acababa de oír de
los labios de su marido, el jefe y amante de la mujer de José...

CACO: (Interrumpe afectado y acongojado.) No hace falta que entres en tanto detalle.

MARCELINA: Hay que ser fieles a la noticia. Es la cruda realidad; pero aquí estamos para
consolarte. ¿Verdad Paqui?

PAQUI: (Aproximándose insinuante.) Sí, sí, para consolarte...

MARCELINA: Acababa de oír de los labios de su marido y jefe, bueno, ya sabéis de quien, que la
dejaba por, por... ¡Anda! Si tampoco nos has dicho como se llama tu mujer.

CACO: ¿Para qué? (Acongojado.) Es que yo ya no quiero ni recordar su nombre.

MARCELINA: (Impositiva.) Pero es que no se puede contar una historia sin citar los nombres de los
protagonistas. ¿Os imagináis “Vidas cruzadas” sin que nos dijeran cómo se llamaban los
personajes?

CACO: (Comprensivo.) Visto así, tienes razón. Se llamaba (Duda y baja la voz y balbucea su nombre
del que sólo se oyen las tres últimas letras.) ..isa.

MARCELINA: No lo he entendido. ¿Y tú Paqui?


PAQUI: Tampoco. Me pareció oír Luisa, Felisa o algo así.

CACO: (Con claridad.) Elisa.

PAQUI: (Espontánea.) Un nombre bonito. Me gusta.

MARCELINA: ¡Vaya, tu siempre tan oportuna!

CACO: (Con nostalgia y pena.) A mí también me gustaba...

MARCELINA: (Animando.) ¡No pienses más! Come más galletas y bebe. (Le ofrece de nuevo la
caja.) Si me dejáis continúo con la historia. Por fin ahora tengo los nombres de todos los
protagonistas: (Como si recordara.) Elisa, la mujer de José, nuestro amigo protagonista. (señala a
José ostensiblemente). Fernanda, la mujer de... de..., bueno de tu amigo; pero, ahora que pienso,
si tampoco me has dicho su nombre...

CACO: Ya te dije que no quería ni pronunciarlo...

MARCELINA: Pero eso fue antes cuando nos hablábamos de usted y cuando no te había explicado
el argumento de que no se puede contar una historia como dios manda, si no se dicen los nombres
de todos los personajes...

CACO: Siempre te sales con la tuya. Serías una buena empresaria.

PAQUI: (Riendo.) Empresaria del trapero...

MARCELINA: (Sin hacer caso.) Sigo sin saber el nombre de tu amigo. Bueno, ahora ex-amigo.

CACO: (Con cara de resignación.) Severino.

PAQUI: Con ese nombre, no me extraña que... ¡Ay! Ahora me acuerdo que conocí...

MARCELINA: (Levantando la voz.) ¡Paquiii!

PAQUI: Perdona, es que a mí, también me gusta contar historias...

MARCELINA: (La interrumpe.) Ya lo sé; pero hoy me toca a mí. ¿Para que crees que te he llamado y
te he invitado a galletas y vino? ... Decía que Fernanda acababa de oír de los labios de su marido
Severino y jefe, bueno, ya sabéis de quien, de que la dejaba por que se había enamorado de Elisa,
la mujer de José, nuestro amigo. Y que Fernanda llegó, según dijo José, hecha un basilisco. Por
cierto, que bien, bien, no sé que significa esta palabra.

CACO: Es una forma de decir que vino muy enfadada.

MARCELINA: Es lo que yo pensaba; pero quería asegurarme. Total que vino hecha un cisco y le
propuso a José un plan perfecto para darle donde le podía doler más al... al mal nacido de tu ex-
amigo. ¿Verdad José?

CACO: (Intenta explicarlo.) SÍ, sí, al mal nacido de mi ex -amigo. Me ofreció...

MARCELINA: (Lo interrumpe rápida.) ¡No pienses más! Come, come más galletas y bebe. (Le ofrece
de nuevo la caja.) Ya lo cuento yo. Le propuso atracar la caja fuerte de su marido que tenía en su
empresa. Justo aquí donde estamos ahora mismo. Fernanda, su mujer, sabía la combinación por lo
que no le resultó difícil a José abrirla. En ella solamente guardaba dinero negro.

PAQUI: ¡Coño con la Fernanda! Eso es una mujer de... de... bueno ya me entendéis. Yo con mi
marido...

MARCELINA: (La interrumpe.) No sigas, que si no esta historia se va a hacer eterna.

CACO: (Dubitativo.) Pero si ya está la historia.

MARCELINA: Pues sí, claro. Bueno, estar no está, porque estamos nosotras en la historia. Resulta
que José vino a esta empresa, abrió la caja y... (se inclina y coge la bolsa de plástico negra,
levantándola) aquí está el dinero negro, en una bolsa negra.

PAQUI: Debe de ser para no desentonar. (Se dirige a José.) ¿Y qué piensas hacer con todo ese
dinero?

CACO: (Se encoge de hombros.) No sé, me imagino que lo tendré que repartir con Fernanda. Como
es dinero negro, Severino no podrá ir a la policía. (Animando su rostro.) Lo que me gustaría ver su
cara de asombro cuando abra la caja fuerte y se la encuentre vacía.

MARCELINA: (Echa vino otra vez en los vasos y brindan de nuevo. Se levantan los tres a la vez.)
Brindemos por la cara de sorpresa y rabia que pondrá su examigo. (Beben y como siempre
chasquean la lengua los tres al mismo tiempo.)

PAQUI: ¿Y ahora qué hacemos?

MARCELINA: (Animada.) La fiesta continúa. Tengo una idea. (Se levanta y sale del escenario).

PAQUI: (Se quedan solos. Ella se le acerca un poco más, moviendo la silla con el propio cuerpo sin
levantarse. Poniendo cara de pena.) ¿Pero tú no te diste cuenta que había algo entre tu mujer y tu
amigo?

CACO: (Con la voz un poco tomada por efecto del vino.) De amigo nada de nada. Ex-amigo y nada
más. (Con voz quejosa.) ¿Cómo iba a imaginar que cuando me llamaba de que se quedaba a
repasar el balance de la empresa, la repasada era ella por el mal nacido de mi ex-amigo? (Entra
Marcelina con una baraja española en las manos y escucha de pie sin interrumpir el comentario de
José.)

MARCELINA: ¡Qué cosas dices Paqui! ¿Es que no sabes que en estos casos el interesado
(remarcando), o sea el marido, es el último en enterarse? Y si no, a ver. ¿Cuándo te enteraste tú
de lo de tu marido?

PAQUI: Mujer, es que lo de mi marido era distinto. Con lo que presumía de macho ¿Cómo me iba
a imaginar que se me iba a quemar con el aprendiz de albañil que tenía?

CACO: (Pensativo.) No sé. Pero ahora que pienso, sí que había notado algo. Cuatro días antes de
dejarme, quise jugar un poco con ella en la cama y me puso un montón de excusas. Me decía lo
típico (imitando la voz femenina) ¡Ay, ahora no! Es que tengo dolor de cabeza...

PAQUI: (Mira coqueta a José.) Pues yo nunca tengo dolor de cabeza.


MARCELINA: Si Paqui, ya lo sabemos. Tú siempre estás a punto. (Se sienta y deja la baraja en
medio de la mesa.) ¡La noche es joven! ¡Vamos a olvidarnos de tanta historia triste y nos vamos a
distraer jugando unas manos a cartas.

PAQUI: (Muy animada) Podemos jugar a prendas. Cada vez que pierda me quito una...

MARCELINA: (La interrumpe.) ¡Tú siempre en primera línea! (resignada) Bueno, pues si tu te
quitas ropa, yo contaré un chiste cada vez que pierda. (Dirigiéndose a José) ¿Y tú, qué harás?

PAQUI: (Frotándose las manos.) Pues como yo. Cada vez que pierda, que se quite, también una
prenda.

MARCELINA: Paqui, no te embales. ¿No ves que él no está para estas historias? (Se dirige a José.)
Supongo que sabes jugar 21, ¿no?.

CACO: SÍ, sí, cuando íbamos a comer a casa de mi suegra, siempre acabábamos jugando 21. Por
cierto que la voy a echar de menos. Me hacía unos guisos que me chupaba los dedos. Todo lo que
tenía ella de cocinera le faltaba a su hija, o sea, a mi mujer.

MARCELINA: (Pone a los tres lo último que queda de vino de la botella. Ostensiblemente la apura
hasta que cae la última gota. ) Se acabó lo que se daba. No pienses más José. Estamos aquí
haciéndote compañía Paqui y una servidora para que te olvides de tus penas. ¡Brindemos y
juguemos! (Levantan los vasos los chocan) Por los tres y que Dios reparta suerte. (Se los beben de
golpe y chasquean los tres la lengua, como en veces anteriores.)

PAQUI: Amiga no te pongas dramática, ni que fuéramos a ponernos delante de un toro.


(Marcelina deja la botella de vino y las galletas en el suelo y limpia la mesa con un paño. Mientras,
canta muy animada la canción del principio de la obra: “Dicen que la distancia es el olvido”).

CACO: (Pone la bolsa de plástico con el dinero encima de la mesa con decisión.) Pues yo me juego
la mitad de este dinero. Un billete de 50 euros cada vez que pierda, a condición de que yo sea
siempre la banca. (Abre la bolsa y saca un grueso paquete de billetes. Cierra la bolsa y la deja en el
suelo.)

PAQUI: (Frotándose las manos.) Esto se pone al rojo vivo.

MARCELINA: (Se acomoda en su silla.) (Al público) O es muy generoso o es que el vino está
haciendo su efecto. (Dirigiéndose a José.) Bueno, si te empeñas, de acuerdo. (Le entrega la baraja)
Para ti la banca.

CACO: (Se frota las manos y comienza a barajar.) ¡La noche es joven! (Da una carta a cada uno.) ¡Y
a las penas puñaladas! (Cada uno mira la carta pensativo y mirando de reojo al vecino como
vigilando que no vean sus respectivas cartas.)

CACO: (A su derecha está Marcelina. Se dirige a ella.) ¿Carta o te plantas?

MARCELINA: Me planto.

CACO: (Le toca a Paqui.) ¿Quieres carta o te plantas?

PAQUI: Carta. (Le pone delante una carta a la vista.)


PAQUI: (Le devuelve la carta.) La carta tiene que estar boca abajo.

CACO: (Dubitativo) Pues yo en casa de mi suegra siempre jugaba así.

MARCELINA: (Con autoridad toma la carta devuelta y se la pone delante de ella.) Déjate de rollos
Paqui. Se juega así. ¿No ves que la primera carta te la ha dado boca abajo?

PAQUI: Bueno, bueno, no te enfades. (Pensativa) A ver..., (pausa) si tú no has pedido carta, es que
tienes un...

MARCELINA: ¡Juega y calla!

PAQUI: (Duda.) Bueno, va, dame carta.

CACO: Jo, que indecisa. Como en todo hagas igual. Total Paqui, aunque pierdas, sólo te has de
quitar una prenda y aún las tienes todas.

PAQUI: (Se ríe divertida.) Ja, ja, ja, se te ven las intenciones. Tranquilo jefe que todo llegará.

MARCELINA. ¡Qué va, José! No le preocupa quitarse ropa, sino perder el dinero.

CACO: (Se reparte, también, una carta. Deja el mazo y la mira unos segundos. La deja junto a la
otra.) Me pido otra. (La mira.) ¡Me planto! (Se dirige a las dos.) A ver, ¿Marcelina y Paqui...?

MARCELINA: (Muestra la carta.) 19.

PAQUI: Vaya, la señora no quiere arriesgar. Pues yo 20.

CACO: (Recuenta en voz alta sus cartas.) 21, ¡blackjack!

PAQUI: Con la suerte del principiante.

MARCELINA: (Tono comprensivo.) Claro, desgraciado en amores...

CACO: ¡Eh! ¡Eh! Que sólo he ganado la primera mano. (Se frota las manos.) Habéis perdido y por lo
tanto ya sabéis lo que les toca. A ti, Marcelina, explicar un chiste y a ti, Paqui, (se frota las manos
con satisfacción) un “estreapteas”.

MARCELINA: (Se levanta.) ¡Ay Dios mío! Pero si yo no sé contar chistes...

PAQUI: (Animada y divertida.) ¡Nada! ¡Nada! Lo prometido es deuda.

MARCELINA: (Se resiste.) ¡Claro! Como a ti desnudarte no te cuesta nada...

PAQUI Y CACO: (Los dos a la vez.) El chiste, el chiste, el chiste…

MARCELINA: (Resignada.) Bueno, si no hay más remedio...; pero que conste que no están
obligados a reírse. (Una pequeña pausa, mientras hace como si se preparara para contar el chiste.)
Va una madre con un niño al psiquiatra. A ver dígame - dice el doctor - ¿Qué es lo que le pasa al
niño? La mujer enfadada le responde: pero doctor, ¿usted cree que si yo lo supiera hubiera venido
a visitarlo?

PAQUI Y CACO: (Aplauden y se ríen.) (Marcelina se sienta y antes de que se lo pidan, Paqui se
levanta rápidamente y se sitúa delante de ellos.)
PAQUI: (Se acerca hasta la mesa donde está la bocina y pone la música de su celular.. Después
toma unos guantes de goma de Marcelina y mientras comienza la música se pone los guantes.) Es
para ponerme en el papel. (Comienza a moverse insinuante al ritmo de la música, mientras
empieza a levantarse el sueter. Cuando va a quitársela, suena el timbre de la puerta
insistentemente. Todos se alarman. Paqui queda estática. Marcelina y José se levantan y éste
empuña su pistola.)

MARCELINA: Que yo sepa no esperaba a nadie más. ¿Quién será? Si fuera la policía dirían eso de
las películas: ¡Abran a la ley! ¡Es la policía! (Tranquilizadora.) Debe de ser la Sofí que trabaja en la
planta de abajo, que cuando termina pronto viene a buscarme. (Todos se relajan. Marcelina va a
abrir la puerta mientras Paqui y José esperan sin moverse.) (Abre la puerta y entran cantando, el
presentador del programa)

PRESENTADOR: (Se acerca hasta José. Paqui vuelve lentamente a abrochar los botones de su
blusa. Marcelina se sitúa al lado de José.) (Con voz de presentador de TV.) José Díaz Mendoza,
usted ha sido el afortunado para sufrir la broma-sorpresa que nuestra cadena televisiva
“Globalón”, ha ofrecido a todo el país para cerrar los trescientos noventa y nueve capítulos de la
famosa serie “Vidas cruzadas”. Usted fue el seleccionado, entre otros muchos candidatos, gracias
a la propuesta de su mujer Elisa y sus dos amigos Fernanda y Severino que lo planearon todo…
(Caco con cara de sorpresa) Ha colaborado, también, aún sin saberlo, la señora de la limpieza
Marcelina Páez, que contando con el permiso de Severino, jefe de esta empresa, nos permitió
utilizarla como señuelo para este gran programa. La cadena Globalón y toda nuestra amplia
audiencia se lo agradece con este generoso aplauso. (Aplausos.)

PAQUI: (Interviene con desparpajo.) ¿Y a mí qué? ¿No me van a dar las gracias?

PRESENTADOR/A: Usted, señora, no estaba previsto que interviniera. Fue cosa de su amiga. Y
como comprenderá, no podíamos cortar la emisión. La verdad, que al final resultó muy interesante
su anónima participación. (Dirigiéndose a todos.) Tres cámaras ocultas. Una aquí (va señalando
exageradamente la posición de las cámaras), allí y detrás de aquel cuadro, nos han permitido
seguir con todo detalle la gran broma y para compensar a nuestro gran protagonista José Díaz
Mendoza... (Se acerca hasta donde está la bolsa de plástico negra y la levanta mostrándola a la
cámara. Alza mucho la voz.) ¡¡Acaba de ganar un millón de dólares!! (Repite agitando la bolsa.)
¡¡ Un millón de dólares!! ¿Cómo se siente ahora que sabe que todo ha sido falso y que su mujer y
sus amigos...? (Le quita bruscamente la bolsa y sin soltarla se acerca hasta situarse entre Marcelina
y Paqui a las que coge pasando sus manos por sus hombros sin soltar la bolsa.)

CACO: Pues que la broma sigue ahora por mi parte. Marcelina y Paqui, nos vamos de viaje y
además les regalo 50.000 dólares para cada una. (Dirigiéndose a su mujer y amigos.) Como he
dicho, la broma sigue. Dentro de un año hablaremos.

MARCELINA Y PAQUI: (Riendo.) ¡Eso! ¡Eso! Dentro de un año hablaremos...

MARCELINA, PAQUI Y CACO: (Los tres a la vez, sin dejar de reír y medio cantando se van moviendo
a ritmode la música de fondo.) ¡Nos vamos de viaje! (Llegan cerca de la salida y antes de
abandonar el escenario, se vuelven los tres)
CACO: Y recuerden…

Marcelina: La vida es una…

Paqui: Y a gozarla (Salen rápido el escenario. El presentador queda como petrificados sin saber que
hacer.)

Fin de la representación

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