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LOS TRES TIPOS DE ESCUCHA GRUPAL -


LOS TRES TIPOS DE “TRABAJO GRUPAL”
SEGÚN LA DINÁMICA A GENERARSE

Hay un concepto de gran utilidad que facilita la escucha y la coordinación del


grupo en los procesos terapéuticos grupales. Plantea que en la relación del
facilitador con el grupo son posibles tres formas claramente diferenciadas y
contrastantes de escucha al grupo. Estas formas de escucha se pueden mezclar
en una misma sesión o metodología de trabajo grupal, o puede seleccionarse una
de ellas y centrar todo el proceso grupal solamente en esa modalidad de escucha.

Las tres formas escucha han sido denominadas los tipos de trabajo grupal, en la
medida en que dependiendo de la manera en que el coordinador escuche, el
grupo trabaja, es decir, el tipo de trabajo que se da en el grupo depende de
manera estricta del modo en que el facilitador escucha.

Como hemos mencionado, los tres tipos de escucha grupal pueden combinarse,
alternase y entretejerse en cualquier sesión. Sin embargo, con cada uno de ellos
se logran objetivos muy distintos. Cada uno de los tipos de escucha genera una
dinámica diferente en el grupo. Por esto también se les llama los tipos de
trabajo grupal según la dinámica a generarse.

Es de gran relevancia que el coordinador conozca y domine estos tres tipos de


escucha para saber inducirlos o permitirlos durante el proceso grupal, para
aprovechar las ventajas de cada tipo de escucha y para evitar las limitaciones de
cada uno de ellos. Por estos motivos, profundizaremos a continuación de manera
detallada en este punto.

 El trabajo “en grupo”, o “en medio del grupo”: la escucha individualizada

La primera forma es escucha la podemos llamar “trabajo en el grupo” o “en


medio de el grupo”. En este momento o modalidad de escucha un participante
habla mientras los demás escuchan de manera silenciosa, es decir, no le hacen
interlocución manifiesta. Dicho participante podría tener interlocución solamente
de parte del coordinador: sólo él le haría preguntas, anotaciones, comentarios.

Esta forma de escucha o trabajo grupal se llama así porque, mientras se esté
presentando, la persona que estará hablando por algunos minutos va a estar
realizando su trabajo sola pero en medio del grupo.

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Debido a las características mencionadas, también denominamos a esta


modalidad la escucha individualizada en el grupo, en tanto mientras esta se
presente el facilitador está profundizando en la escucha individual de los
participantes … y está permitiendo que se profundice en esta dirección.

El coordinador puede inducir esta forma de trabajo con una frase como, “a
continuación, alguien habla y los demás simplemente escuchamos”.

Ilustremos esto por medio de un escenario:

Se está realizando una terapia grupal en la que se encuentran el coordinador y


ocho participantes. Se va a trabajar en la sesión de hoy el tema de los miedos. El
coordinador les solicita a los participantes reflexionar por unos minutos sobre “tres
situaciones que le producen temor a cada uno de los participantes”.

Una vez pasados los tres minutos, el coordinador plantea el “encuadre” de la


forma de escucha descrita, con las siguientes palabras:

“A continuación, quien desee nos habla sobre sus miedos. Los demás
escuchamos”.

Susana, una de las participantes, comienza a hablar sobre sus temores y lo hace
por cerca de 8 minutos. Los demás compañeros y el coordinador simplemente
escuchan.

Durante estos 8 minutos, Susana ha estado haciendo su trabajo en el grupo, o


en medio del grupo. El coordinador podría haberle hecho preguntas, sin que esto
implicara cambiar de forma de escucha o trabajo grupal. Por ejemplo, podría
haberle preguntado: “Y, ¿qué has hecho para enfrentarte con esos temores?”

Obsérvese que el tipo de trabajo grupal fue inducido (encuadrado) por el


facilitador. Pero también podría haber aparecido de manera espontánea. En este
caso, típico de la clínica grupal, uno de los participantes comienza
espontáneamente a hablar sobre sus asuntos y el resto del grupo escucha de
manera atenta y respetuosa.

Este tipo de escucha y trabajo grupal tiene dos grandes virtudes:

La primera es permitir la máxima profundización en el material personal de un


participante específico del grupo (de quien está “trabajando” en ese momento).

Otra gran ventaja de este tipo de trabajo grupal es que hace a cada uno
responsable de su trabajo. Puede facilitar o presionar a la producción individual,
propicia profundizar en lo individual.

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La desventaja o limitación de este tipo de escucha consiste en “congelar” las


relaciones laterales en el grupo, es decir, en inhibir las interrelaciones mientras el
grupo permanezca en esta forma de trabajo grupal. Por este motivo, en general se
combina con las otras formas de escucha.

En la clínica grupal se está utilizando este modelo de escucha y trabajo grupal


cuando se profundiza en el material de uno de los participantes de manera
continua y meticulosa, mientras sus compañeros simplemente escuchan.

No es prudente utilizar este tipo de escucha y trabajo en los modelos de


promoción y prevención, o debe hacerse con muchísimo cuidado, calculando
hasta donde se permite esta modalidad en una sesión determinada. Por ejemplo,
en el Taller Reflexivo esta forma de intervención está totalmente excluida,
precisamente porque produce material de corte terapéutico, es decir, produce
material personal, íntimo y sintomático.

 El trabajo “por el grupo”, o “por medio del grupo”: la admisión de


intervenciones laterales.

La segunda forma de escucha la llamamos “trabajo por el grupo” o “por medio


de el grupo”. En este momento o modalidad de escucha el coordinador permite
que un participante intervenga sobre otro u otros.

Esta forma de escucha o trabajo grupal se llama así porque, mientras se esté
presentando, la persona a quien el facilitador le permite intervenir sobre otra
ha asumido (consciente o inconscientemente) la dirección del trabajo, es
decir, en este momento el facilitador “se ha ocultado”, por así decirlo, y el
grupo – representado por esa persona – es el que está trabajando.

También se le denomina trabajo por medio del grupo porque, mientras se esté
dando esta modalidad de escucha, el facilitador implícitamente está trabajando
sobre todo el grupo por medio del participante o participantes a quienes él les ha
permitido hacer la intervención.

Podríamos decirlo en otras palabras: en esta forma de trabajo grupal, el


coordinador delega su lugar sobre un participante y sobre el grupo de manera
regulada e intencionada: durante este lapso de tiempo, son el participante que
interviene sobre otro y el grupo mismo quienes asumen la coordinación, sin ser
conscientes de ello.

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Finalmente, llamamos a esta modalidad de escucha también la admisión de


intervenciones laterales debido a que se instala allí donde el coordinador permite
o induce que un participante haga algún tipo de intervención sobre otro.

En el campo de la teoría de grupo se concibe que la relación entre el coordinador


y cada participante constituye una relación vertical, mientras que la relación entre
los participantes es lateral u horizontal. Los términos “vertical” y “lateral” en este
caso hacen referencia a la estructuración del trabajo grupal y no a rangos o
estatuses.

El coordinador puede inducir esta forma de trabajo también con sólo una frase.
Por ejemplo, después de que alguno de los integrantes del grupo ha terminado de
hablar sobre un asunto personal muy significativo, dice: “alguien le quiere decir
algo a… (nombre del participante que acabó de hablar)”.

Ilustremos esta forma de escucha también por medio de un escenario:

Retomemos la sesión hipotética descrita de terapia grupal en la que se encuentran


el coordinador y ocho participantes. Se ha estado trabajando en la sesión el tema
de los miedos. Susana estuvo exponiendo sobre sus temores por cerca de 8
minutos. Al terminar, se queda en silencio por unos segundos.

El facilitador aprovecha para “encuadrar” esta segunda modalidad de trabajo


grupal diciendo: “¿alguien le quiere decir algo a Susana?”

En el momento en que los compañeros comiencen a decirle cosas a Susana, se


cambia de forma inmediata de una modalidad de trabajo grupal a otra. Y, las
implicaciones sobre el trabajo grupal son muy significativas.

Obsérvese que en, este ejemplo, el tipo de trabajo grupal también fue inducido
(encuadrado) por el facilitador. Pero, de manera análoga a como sucede con la
primera forma de escucha, podría haber aparecido de manera espontánea en el
grupo. En este caso, igualmente frecuente en la clínica grupal, uno de los
participantes comienza espontáneamente a hablarle a otros sobre sus asuntos (los
del segundo) y el facilitador le permite proseguir.

El trabajo “por” el grupo o “por medio del grupo” tiene dos grandes virtudes:

En primer lugar, facilita y promueve las relaciones entre los integrantes del grupo,
es decir, afianza las relaciones laterales en el grupo. De este modo, contribuye
muy fuertemente a la construcción de vínculos.

En segundo lugar, incorpora al proceso todos los aportes que los participantes
pueden brindarse mutuamente. Esto implica permitir que los participantes se

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hagan señalamientos, anotaciones, comentarios, sugerencias y propuestas entre


sí.

De este modo, el trabajo “por” el grupo inmediatamente introduce todo el potencial


de apoyo y construcción mutuos en el proceso. Esto significa algo de valor
monumental en la clínica grupal: el trabajo “por” el grupo implica la delegación
plena de la dirección de la sesión que se esté realizando, mientras se permanezca
en esta modalidad de escucha.

Lo anterior significa también que en esta modalidad de escucha el grupo asume


totalmente su liderazgo por un tiempo indefinido (uno, cinco, diez, veinte
minutos… ). En el trabajo “por” el grupo, los participantes asumen el liderazgo de
manera íntegra.

En la medida en que se permite que los participantes se aporten de manera libre,


ellos tienden a profundizar cada vez más en elementos personales y privados. De
esta manera, este modelo de trabajo grupal propicia la aparición y la instalación de
la “intimidad” en el proceso grupal, aspecto, indispensable para los avances de la
clínica grupal. Y, así como en la clínica individual, esta confidencialidad es
necesaria para abordar ciertos aspectos absolutamente reservados de las
personas…

Incorporar sugerencias, comentarios, propuestas, preguntas y todo tipo de


anotaciones al trabajo tiene otra implicación gigantesca: de esta manera, el grupo
asume consciente o inconscientemente un rol terapéutico. Carl Rogers hace
alusión a esta posición del grupo por medio de un postulado de gran valor: “el
grupo también es terapeuta”.

Aprovechar esta capacidad terapéutica del grupo mismo constituye uno de los
pilares de la clínica grupal. De este modo, no se piensa la terapia de grupos como
un escenario en el cual los elementos terapéuticos son provistos sólo por el
coordinador. Los participantes también aportan frecuentes y valiosos elementos
terapéuticos a sus compañeros de trabajo y reciben igualmente de ellos.

En la práctica, esto se evidencia de manera precisa: a veces, la intervención que


un participante hace sobre uno de sus compañeros o sobre el grupo es de un
clarísimo valor terapéutico y aparece allí como un producto que sólo ese
participante podría aportar y no el coordinador…. Él (Ella) aportará otras cosas.

De este modo, se genera en el grupo una sinergia tremendamente dinámica y


enriquecida. Sin lugar a dudas, este factor que estamos revisando constituye uno
de los elementos básicos del escenario tan mágico, creativo, constructivo e íntimo
que es la clínica grupal.

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En la medida en que el trabajo “por” el grupo motiva a los participantes a compartir


elementos personales y profundamente íntimos con sus compañeros, también
propicia que se profundice en el material de cada uno de los integrantes del grupo;
propicia que aparezcan los puntos de vista, paradigmas, creencias, síntomas y
subjetividad de cada integrante del grupo.

El trabajo “por” el grupo, además de sus virtudes ya señaladas, implica un gran


riesgo o limitación que hay que tener en cuenta:

Al permitir las relaciones laterales, es decir, las relaciones de los participantes


entre sí, no solamente aparecen las relaciones de mutuo apoyo y aporte; no
solamente se presentan las relaciones de alianza entre los integrantes. Esta
modalidad de escucha y trabajo también puede desencadenar relaciones de
conflicto entre los participantes; puede desatar relaciones negativas entre los
participantes.

En otras palabras, con el trabajo “por” el grupo se desinhiben en el proceso


simultáneamente relaciones de alianza y de hostilidad.

Por este motivo, al realizar terapia de grupos debe establecerse un encuadre


(acuerdo de trabajo) que incluya normas adecuadas para regular las relaciones
negativas potenciales en caso de que aparezcan.

De igual modo, el coordinador y el modelo de intervención deben admitir la


manifestación de los conflictos y la negatividad de los participantes y proporcionar
herramientas y estrategias para un trámite adecuado de estos. En otras palabras,
al hacer clínica grupal se deben incluir la negatividad de los participantes y los
choques entre ellos como parte esperada del proceso.

Por el contrario, esta modalidad de escucha y trabajo grupal debe excluirse de los
trabajo grupales de promoción y prevención, o debe manejarse con extremo
cuidado, debido a que dispara en el proceso grupal aspectos que son pertinentes
únicamente al escenario clínico: transferencias muy intensas, generación de clima
de intimidad en el grupo, trabajo en torno de material personal e íntimo, trabajo en
torno de material sintomático y otros aspectos.

 El trabajo “de”, o “de todo el grupo”: la escucha grupal o grupalizada.

La tercera forma de escucha la podemos llamar “trabajo de el grupo” o “de todo


el grupo”. En este momento o modalidad de escucha, el coordinador dirige sus
preguntas y sus planteamientos a todo el grupo de manera explícita y, en
consecuencia, todo el grupo está autorizado y convocado a hablar y responder.

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Esta forma de escucha o trabajo grupal se llama así porque, mientras se esté
presentando, todo el grupo está asumiendo el trabajo; todo el grupo está a cargo
de la responsabilidad. Por estos mismos motivos, también denominamos escucha
grupal o grupalizada a esta modalidad de trabajo.

En este tipo de escucha y trabajo, el coordinador se relaciona con todo el grupo


como “unidad”, es decir, no escucha a cada participante ni se relaciona con él
(ella) de manera singularizada.

El coordinador puede inducir esta forma de trabajo con cualquier frase en plural y
dirigida a todos los participantes, es decir, cualquier pregunta o planteamiento que
incluya palabras como, “¿Ustedes…?”. También podría inducir esta modalidad
trabajo grupal al introducir un interrogante con las palabras: “Yo tengo una
pregunta para el grupo…”

Ilustremos esto por medio de un escenario:

En la misma sesión hipotética de terapia grupal en la cual se están trabajando los


miedos de los ocho participantes, después de que Susana ha hablado sobre sus
propios temores y varios compañeros le han hecho interlocución, el coordinador se
dirige a todos los participantes y les dice: “Ustedes también consideran que es
conveniente hablar sobre los miedos, como lo propone Simón?” (Simón es otro de
los participantes).

Obsérvese que, también en este caso, el tipo de trabajo grupal fue inducido
(encuadrado) por el facilitador. Pero, como en las modalidades de escucha
anteriores, también podría haber aparecido de manera espontánea. En este caso,
igualmente típico, uno de los participantes comienza espontáneamente a hablar a
nombre del grupo, o en plural, de manera consciente o inconsciente. Por ejemplo,
en la escena hipotética mencionada, Lucas, otro de los participantes, dice:
“Cuando las personas sentimos miedo, nuestra mente se bloquea y no
aprovechamos las estrategias que tenemos.”

En este momento, Lucas no sólo está hablando a título personal. También lo está
haciendo a nivel grupal y, en consecuencia, ha comenzado a hacer trabajo de
grupo. Podríamos decirlo de otro modo, en este momento, Lucas está intentando
situarse como “portavoz” del trabajo grupal.

El trabajo “de” grupo tiene dos grandes virtudes:

En primer lugar, distribuye la responsabilidad del proceso sobre todo el grupo,


mientras se permanezca en esta modalidad de escucha. Podemos expresar esto
en otras palabras: esta modalidad de escucha distribuye la presión de la pregunta

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sobre todo el grupo; les exige a todos los participantes hacerse cargo de la
pregunta o interrogante que se esté trabajando en ese momento en el grupo.

En segundo lugar, en la medida en que reparte la presión de la pregunta sobre


todo el grupo, admite niveles de presión considerables sobre grupo. Esto se debe
a que los participantes mismos “se modulan”, es decir, ante una intervención
confrontacional hecha por el coordinador por este medio, cada uno toma lo suyo
consciente e inconscientemente.

Este tipo de trabajo grupal tiene dos rasgos que pueden considerarse virtudes o
limitaciones, según los objetivos del modelo escogido o según el momento del
proceso grupal:

En primer lugar, mientras se permanezca en este tipo de escucha grupal de


manera rigurosa, se contienen o modulan las relaciones laterales, es decir, se
“moderan” las relaciones de alianza o rivalidad en el grupo. Por ejemplo, en el
Taller Reflexivo – modalidad grupal de promoción y prevención, cuando un
participante intenta hacerle interlocución directa a uno de sus compañeros, se le
señala: “recuerda que construimos entre todos, por eso, por favor háblale al
grupo”.

En segundo lugar, en la medida en que el coordinador se relaciona con el grupo y


no con cada participante, este tipo de escucha o trabajo grupal (“de” grupo) genera
un discurso grupal y no individual. De este modo, no propicia la aparición de lo
personal en el grupo, es decir, evita y / o modula la aparición de lo íntimo, lo
subjetivo y lo sintomático.

Debido a sus características, este tipo de escucha y trabajo grupal es óptimo para
los modelos grupales de promoción y prevención, aunque también tiene su
espacio y su utilidad cruciales dentro de la clínica grupal. En el Taller Reflexivo,
por ejemplo, el tallerista se mantiene dentro de esta forma de escucha durante
todo el taller.

Guillermo Gutiérrez, Medellín, 2009

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