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Dramas Pobres - Claudia Rodríguez
Dramas Pobres - Claudia Rodríguez
Dramas Pobres
© Claudia Rodríguez
Inscripción Nº 257019 (2015)
Todos los derechos reservados.
Ilustraciones
© Ricardero
Diseño y diagramación
Kamila Recaba! B.
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Pamela Anderson
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Historia corta
Nada de heroísmo en él
[pero tampoco nada de ternura en mí].
Él se enamoró de mí
[por mi éxito en el mercado negro]
por los animales muertos que vendo
[en trozos de cuero, carne y huesos].
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Rusi gracias por las cosas porque me van a ser-
vir arto. Tengo pa 3 meses estar metia aqui. Es
que no teniai pa que venir imagínate que van a
decir. Yo se que nada gueno, pero tu sabí que
las cosas son como son. Anda a dejarle flores
a tu mamá por lo menos y no llori rusio gueon
que tres meses pasan volando. Cuando salga li-
bre quiero dejar el puterío alomejor me corto el
pelo y así te olvidai de mi. Alomejor me voi al
campo a recoger flores. No volvai a venir gueon
que no me gusta ver que llorai por culpa mia.
Chaito no más con vo.
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Vacaciones
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Un poco de Corín Tellado
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Recibo todas las semanas tus mandados que
me sirven harto y te lo agradezco Rusio. La
cagaste pa ser buena gente con una. Mi mamá
te lo agradece tanto. ¡Ya me falta menos! No
sabí na como tengo el pelo de largo, commo
me han hecho bien estas vacaciones porque se
me ha puesto lindo y brilloso. Alomejor cuan-
do me veai me vai a desconocer. Cuando te
escribo estos papelitos se me olvida que es-
toy aquí. Cuando salga quiero viajar con mi
mamá pal sur, así como pa comer pan ama-
sado. Sí, y si querí podí venir con nosotras.
¡Rusio! Flores pa tu mamá ¡porsiaca! Cuídate
ese resfrío y no llorí gueón que me da pena.
¿ Cómo está la esta?
¡Rusio! ¿Algún día voy a salir de aquí?
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Una no cree, una no se imagina que sin nuestro amor,
el mundo sería más caro. Una no se imagina que el uso
de nuestra piel es una fuerza laboral, similar a la de la
mantención de la ropa limpia o la comida servida. Per-
manecer siempre dispuesta es participar en la economía
del cuidado, no remunerado; por ello, podríamos es-
tar sosteniendo, sin recibir nada a cambio, al capitalis-
mo y las revoluciones, de la misma forma inconsciente.
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Rusio no temar pa que venir a verme
paca. Me dio tanta vergüenza cuando me
pillaste en el patio lavando loza. Había-
mos caído presas toas juntas, las cuatro,
así que habíamos recién terminado de
almorzar y me gritaron ¡visita! y erai vo.
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El mundo sin mí
r
Fumo porque es un .lugar seguro.
Fumar me protege de la lluvia
fumar es hacerse de valentía
para hablar de ti a bocaradas.
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Es definitivamente la negación del amor lo que nos une.
Santiago impone una fuerza opuesta a las ciudades
m Podría ser que son los cobardes los que se unen
así mismo como a las bocas
y los cobardes, los felices.
Para mí basta que la ciudad y sus letreros nos aten.
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42
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§ o..
u
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Sin ciudad
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plásticamente, y en momentos de crisis, antes de dor-
mir, que llore. Mi problema de salud es precisamente
la agobiante persecución de las palabras y los ojos, y
es que no me alcanzan las letras unidas para decir que
la ciudad se mueve. Mi caminar por la ciudad lo ve,
nunca nada fue igual en las mismas calles. Se presume
que mi trastorno es por ser la hija de mi madre, que
si no hubiera sido hija, sería un niño alegre y fuerte,
y las palabras hubieran sido otras e incluso la for-
ma de mirar, resistente. La dislexia que me acompaña
me desconectó de las otras. Se dice que la pequeñez
íntima que conservo me excluye del mundo y que
me determina a no ser feliz. Dicen que no sé contar
historias y desde que me diagnosticaron de incom-
prensible, enmudecieron la ciudad que llevo dentro.
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Que quienes insistan en difundir miedo sepan por fin qué es sangrar. e debe abortar todo. Que corra sangre por todas las ciudades.
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Lola Puñales
El cirujano
me agarró
y zurció
todo junto: Recuerdo mi presentación en sociedad. Recuerdo tan-
el cartílago, to haber sido la protegida de tres madres elefantas,
los nervios porque a pesar de todo lo que aconteciera a nuestro
y la piel alrededor, aunque en las calles y lugares de encuentros
de m1 na- marginales nos encontráramos con policías armados y
nz. Ahora rufianes de la droga, y en televisión se hablara de guerra
me río y civil y que todo el mundo sufría por el futuro de Chile,
me duele la fui feliz hasta que amaneció. Ahí, el taxista se agarró a
cara toda. combos por defender a la más travesti de todas, y de
Tendré que no sé de donde salió un puñal que se le clavó en el pe-
aprender a
cho al negro, y gritando todas se fueron a la urgencia
reír como
y quedé sola, vestida de rubia desconocida. Recuerdo
la Mona-
que del charco de sangre salió vapor y el color se afe-
lisa, ha-
Soy de esas locas Estuardas, rró al cemento del clandestino y aunque le echaran
ciendo una
que entre tantos amores y agua, cloro o ácido, permanecería siendo infinitamente
mueca de
orgasmos no puede decir que sangre y a partir de esa noche, yo, la Lola Puñales.
felicidad.
vive, si cada cierto tiempo, no
Antes besa-
se pone en riesgo de muerte.
ba siempre
las cicatri-
ces de mis
amantes.
Ahora no sé
quien besa-
rá las mías.
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Ser travestí es maquillarse la cara,
mientras llega la noche, en diferen-
tes espejos, atreverme a usar colo-
res fuertes para salir a la calle con
frío, para que me digan Susi. Ca-
minar por Vicuña y bailar y tomar
un copetito mientras pasa la hora.
Encontrarme a ratos con la Esta
y con la Otra y conversar con los
hombres que se creen hombres,
para lamerlos un rato y emborra-
charse. Ensuciarme de droga y
aunque me duela la muela masticar
chicle con sabor a mora y pensar
en el Este, que se fue con mi plata.
Enfermarme de rabia y perder la
memoria y volver al departamen-
to a pagar las cuentas y comprar
más maquillaje para tapar la pena
de llevar a cuesta este misterio.
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Nosotras las travestís m siquiera so-
mos conscientes de las características
de nuestra potencia. Un día podemos
llamarnos Lady Godiva o Rapunsell,
otro día ser Marta-la-número-uno o la
Quintrala y terminar la semana como
Madame Butterfly o la Momia. Cada
uno de los nombres que momentánea-
mente llevemos, nos establece como
sujetas con un verbo, un sujeto y un
predicado; hipótesis, ensayos y errores.
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La Mentira
5 Se bajó
esperando algo
quizás una decisión instantánea mía
y antes de que el vagón volviera a ser vagón
cerró los ojos con guiños de gatito
10 agarrándome con una fuerza simbólica
mientras yo jugueteo en la cara con mi pelo sucio
-como el de una muñeca recogida del techo-
para resistirme a descubrir ante él mi gran nariz
quebrada.
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Sé que cuando vea una película voy a llorar. Holliwood
destruyó la ilusión de mi infancia. Siempre los malos de las
Aunque no lo crean, hasta las desafortunadas llegamos a percibir
películas morían o quedaban tullidos, ninguno se salvaba
que una forma de alimentarse es someterlos, matarlos y luego
de su cruel destino. Cuando vi morir a King Kong supe que
recordar 1 os
era a mí a quien la industria estaba matando. No se puede
ser tan grande, tan fea y vivir en el centro de la ciudad.
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La vida y el cine quieren aplastarse una a la otra. Se
puede ignorar lo que digo pero cuando vi unas prue-
bas de cámara, inéditas, de la última película de ella,
de esa que no terminó porque la encontraron muerta,
se debe tomar en cuenta que para quienes viven de
la industria, para ganar y asegurar comida en la mesa,
nunca va a importa de quién es el cadáver. Eso es
lo que me afecta. Si vieras esas pruebas de cámara
en Youtube, podrías conmoverte conmigo. ¿Sabes? En
una escena, donde la estrella debe interactuar con un
perro que no obedece las indicaciones de su amo (ins-
talado detrás de las cámaras) ella, inesperadamente se
conecta como una niña desesperada con la mascota,
y la escena se pierde porque libera una monstruosa
carcajada, un sonido gutural estrepitoso que parece
venir del raspeo del aire por los cartílagos, rabiosa de
deseos de que no hubiera en frente de ella una cáma-
ra, un director y uno de esos hombres que redactan
guiones, toda una estruendosa caída del glamur cine-
matográfico. En el siglo de oro del cine, una mujer
puede hacer escenas de desnudos, pero no será nunca
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posible que una estrella se ría así, como un animal, entramado fastuoso que se cortó y pegó en nuestras
como una fiera adolorida. La industria del cine, debe vidas, y que provocó que todas crecíamos engañadas y
mantener esos rollos de películas muy ocultos, hasta falsas. ¿Te dai cuenta cómo la vida pende de un hilo?
mucho tiempo después de la muerte de ella, porque ¡Cuídate! A esas fuerzas del cine no les podí tener con-
representan otra cosa, una mucha humana miseria. fianza. ¡Cuídate! Al cine no le podí perder el miedo.
¡Y fíjate! En el segundo registro del que te hablo, el
de la prueba de cámara, su cara, con una insistente
pasta de rímel en los ojos y una cabellera totalmente
platinada, para esa prueba en la que ella avanza y
se devuelve en el interior de un set dentro de otro
set, para probar formas y fondos, en una monótona
situación de primeros y planos totales, con continuos
cortes de plaquetas, en las que la actriz personifica
a una joven que disfruta de un feliz regreso a casa,
entre órdenes de corte y grabando por sobre ella, ahí
por uno o dos instantes, aparece, una maldita tris-
teza que la consume. Sus ojos lúcidos se retuercen,
se congelan y mueren frente a las cámaras. Al sonar
la plaqueta, en cosa de segundos, ella, se desconec-
ta, se va lejos y se pierde, otra vez, como una hija
no deseada de una obrera demente. Como una niña
despreciada, pero esa verdad no será nunca prove-
chosa para las películas de la época, para el aparataje
que engarzó el gusto y la necesidad de Hollywood
en nuestros corazones. Por historias con infinidad de
versiones de una misma y única historia ajena. Pobres
que se convierten en héroes y princesas que cantan
bajo la lluvia. Es eso finalmente lo que me afecta, el
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Rusio ¿como tay? Sabi que el otro día
fuí al cementerio y le pasé a dejar flores
tu mamá ¡porsiaca! No te pasí rollo. El
otro día te vi pasar bien contento con
una mina por la avenia Mata. ¡No tení
a que mentirme! las cosas son como
son no mas po. Así que cuando vengai
no te pasí rollos. Chaito no más con vo.
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Sácate la ropa! Él era libre pero las fracciones mal-
sanas de su ternura se sumaron a mí y sofocaron sus
ganas de huir para apegarse al mapa de mis cicatrices.
¡Sácate el pantalón! ¡Sácate la camisa y ahora el bóxer!
¡No me importan tus recuerdos! El lugar se oscureció
retorcido herméticamente a su favor, para que él pu-
diera controlar el tiempo que durara el crimen. Tem-
bló. Las carnes enfermizas tienen sus propias lógicas.
¡No me importan tus miedos! El control de su des-
precio sería el rompecabezas de un paisaje para mí, y
para él un riesgo, un callejón, un motín, porque para
él siempre sería mala suerte rozar, lamer, hundirse en
alguien como yo. Es una suerte turbia subordinarse a
una torcida mona como yo. Sé muy bien que doy asco.
¡Tírate ahí!, le dije para hacerme la linda, para que se
dejara hacer todo lo que yo quisiera, para atemorizarlo,
para que sintiera ese miedo que se sufre cuando se
huye de la policía, por asesinato, por cogotear, por con-
sumir, por putear, por vagancia, por hambre, haciéndo-
me la linda para que obtuviera todo por lo que pagó y
a mi favor gozar sus piernas con todos mis ojos, para
condenarlo a sentir la mala suerte de mi carne y mal-
decir su nombre de estudiante, lampiño y perfumado,
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para que se me devolviera menos el sudor a carne
muerta que sale de mi boca, seca de odio y de miedo,
expeliendo amarga la certeza de un deseo indeseable.
Mi boca hundida en su muslo, expeliendo amarga la
sospecha de ese placer, la cabeza de su pichula en la
chuecura de mis dientes, mi lengua, mi carne roja,
odiando y gozando ser la travestí vieja que se lo come.
Los hombres son así, son otras caras, son otros ojos y otras
narices lo que buscan, hasta que la encuentran a una, su
asquerosa afortunada. ¡No me importan tus quejidos!
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Soy una resentida, no puedo dejar de pensar en vacaciones como un derecho moderno, intrínseco.
El progreso del Estado no chorrea hasta la periferia. A los pobres el sol veraniego no nos bronceará parejito.
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¡Rusio! los pacos te tienen cachao, sa-
ben de la enfermedad de tu vieja, que
soy tonto por el chocolate, que lei al che
Guevara y que le dijiste a un sapo que
no estai enamorao de nadie. ¡Cuidate te
lo pido! -dentro, con poco aire- Cuída-
te por la señora de tu madre te lo pido,
recuerda que está sorda y se puede caer
y se puede sentir sola y presa cuando
te vas lejos, sin aire, ahogándome. Me
preocupa que salgai con la ropa húmeda
y que se te ponga hedionda en el cuerpo
y que te de la gripe, sin poder abrazarte
allá afuera, tan lejos, sofocándome. Aquí
me cuentan que los pacos te identifica-
ron, que saben que andai vendiendo allá
arriba las joyas de la Pamela Díaz y que
a final de mes me mandai plata para la
comía -sabi, que lo que necesito aquí con
nada se compra- cuídate de que te ma-
ten y me dejen sola, sorda, lejos, sin aire.
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La Delirio no deja de contarme cosas que ni siquiera
a mí misma se me podrían ocurrir, porque parece que
tiene tiempo pa' pensar, no como yo, que con esto de la
diabetis y del Mal del Parkinson no pienso más que en
mis sentimientos, en mi triste deterioro, que hace que
ni siquiera me recuerde de cortarme las uñas de los
pies, o de peinarme con el pelo moja' o, o pintarme el
ojo negro pa' no verme tan descuida, o de tomarme la
aspirina en las mañanas pa' que se me diluya la sangre
y pueda ir a la feria ... ¡hay tanta gente que anda así por
la vida! Sin tomarse su aspirina, no como ella que no
piensa en que el tiempo se va y no se devuelve ... a mí
no me da el tiempo pa' hablar de las cosas que habla la
Delirio, aunque me gustaría. Debe ser relajante hablar
y que te pongan atención. Ella me contó que la Esta le
contó a ella, que de vez en cuando se pregunta sollo-
zando -le digo Esta a la Esta porque hay que respetar
a las personas en sus intimidades, fue un acuerdo que
hicimos con la Delirio porque si no esto se convierte
en un pelambre de mala fe y yo creo que hay que ir
por la vida derechito mejor, con la güena onda, así que
se guarda el secreto de quién es la Esta- que de vez
en cuando se pregunta, sobre todo cuando se toma un
pisquito, ¿dónde quedó mi ojo? Dice la Delirio que
la Esta cuando era joven, recién llega' del norte, linda
como ella sola, con una piel morenita impecable, sin
barba, y de cachetes rojitos se fue a hacerse la linda
por una de las quintas de recreo de esa época y justo
en una redá' vino un paco y le pegó un culatazo en
plena carita. La Delirio le pone color pa' contar las
cosas y a mí me da un poco de nervio, así que le digo
Absolutamente por haber nacido aquí,
que no quiero saber más y que la corte, que es muy
cuando hablo y cuando escribo relato
terrible la historia pa' que la ande contando así, con
la historia de este territorio. De ma-
tanto detalle, porque la verdad es que ella no estuvo nera implícita, infratextual o incluso
allí cuando pasó to' o eso y quiere hacer creer que sí, desde la negación, describo a las abue-
que lo vio to' o. La verdad es que ella resume lo que las de mis abuelas y su subordinación.
le han contado las difuntas que sí estuvieron y que le Hablo de ser migrante, de la misma
heredaron la historia, porque la verdad era que nadie forma en que hablo de haber nacido
se había da' o cuenta que la Esta se había quedado sin en un mundo con cordillera y de la
un ojo. La Delirio dice que el paco maldito la tenía misma forma del espacio baldío que
entre ceja y ceja porque la Esta le había dicho que implica ser travestí, en las narracio-
no cuando la sacó a bailar y que más tarde se vengó nes de quienes han nacido aquí y no
cuando hicieron la maroma de la redá'. Dice que el nos nombran. Así mismo, con la poca
paco atravesó la pista de baile y que cuando le azotó la importancia que tienen las biografías,
aunque no lo crean, cuando hablo de
culata, saltó el ojo como un gajo de uva, pero que como
ser analfabeta, también estoy hablan-
to' o el mundo corría pa' la' o y la' o, nadie se preocupó
do del miedo que ha significado tener
de agarrar el ojo pa' metérselo otra vez en la cuenca,
una voz después del once de septiem-
así que se perdió en la pista de baile, quedando la Esta
bre, porque también nacimos aquí.
bien tuerta. ¿Dónde habrá quedado mi ojo? Dice que
se pregunta ¡Y entierra'o debe haber queda'o po', niña!
Dice la De lirio ... Entre risa y risa igual me da pena
porque se me imagina que le debe costar llorar, igual
que a las madres que lloran por sus hijos perdidos.
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Rusio gueón siempre cuando vení me de-
jai la ca~á. Te vení a hacer el lindo y me
desarmai to el panizo, como si yo no tuvie-
ra na que salir a trabajar. Soy vaca gueón
?por qué te aprovechai de la güea? Es me-
JOr que no te aparescai mas por aquí, yo
no puedo dejar de putiar por vo. Además
la Esta no se merece lo que vo lo hací
así que muerete gueón lejos de mi casa:
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El otro día me preguntaron si había sufrido discrimina-
ción en el colegio y me puse a llorar como una magda-
lena, en público. Como que el frío me desatornilla y me
deja sensible a los recuerdos de lo que creía superado.
El invierno se filtra por todas las puertas, por los bor-
des. Ahí donde se ve solo óxido, también se debe ver
humedad. El invierno se filtra y se aloja en todas las
cerraduras y hace que las puertas y las ventanas cierren
mal, que los bordes se enchuequen y dejen pasar inju-
rias, vergüenza. Sí, me avergoncé porque cuando me vi
llorando, me di cuenta que se me había olvidado de que
era así de chueca, asomada, colegiala. Para el público
también fue vergonzoso. ¿Sufriste discriminación en el
colegio? Y no sé si primero recordé o primero se me
cayeron las lágrimas. Ni siquiera puse resistencia y vol-
ví a los bordes de la infancia. Recordé lo bonita de mi
madre, su cariño por mí hacía que viera belleza en su
cara de leona. Recordé que me dijo que me inscribiría
en la lista de los almuerzos y que me metió una cuchara
grande en el bolso de colegio. En la casa éramos pobres
y éramos muchos hijos. En la casa con mis hermanos y
mi mamá dependíamos de un padre que al parecer no
nos quería y se emborrachaba. Al parecer mi situación
era común en todo el colegio. Las filas de estudiantes
para almorzar eran interminables y muchas veces fui-
mos tantos que nos dieron las cuatro de la tarde. Éramos
filas interminables de niños similarmente hambrientos,
pero ahí, en el procedimiento, en la larga espera, se me
hizo reconocer que mi hambre era torcida, perversa.
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"Él me mintió, pero yo le dije toda la verdad:
soy travesti".
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