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Bettelheim Bruno - Sobrevivir El Holocausto - Una Generacion Despues
Bettelheim Bruno - Sobrevivir El Holocausto - Una Generacion Despues
BRUNO BETTELHEIM
SOBREVIVIR
El holocausto una generación después
Traducción castellana de
JORDI BELTRÁN
EDITORIAL C R ÍTIC A
Grupo editorial Grijalbo
BARCELONA
1.* ed ición : ju n io de 1981
2 .a edición: enero de 1983
T ítu lo o riginal:
S U R V IV IN G A N D O T H E R E S S A Y S
A lfred A . K n o p f, N u e v a Y o rk
B. B.
3 de abril de 1981
PRIMERA PARTE
EL LÍMITE ÜLTIMO
La muerte es el límite último de todas las cosas.
(Mors ultima linea rerutn est.)
H o r a c io , Epístolas, I
to. Nos parece que si pudiéramos dar con el significado más pro
fundo de la vida, entonces también podríamos comprender el
verdadero significado de nuestra aflicción (y, de paso, de la aflic
ción de los demás) y esto contestaría a la candente pregunta de
por qué tenemos que soportarla, por qué se nos impone. Si a la
luz de nuestra comprensión del designio de la vida nuestro sufri
miento es necesario para alcanzar su propósito o, cuando menos,
es parte esencial de ello, entonces nuestra aflicción, como elemen
to integrante del gran designio de la vida, cobra sentido y, por
ende, resulta más soportable.
Por muy grande que sea el dolor que uno siente, será más
tolerable si uno tiene la certeza de que sobrevivirá a la enferme
dad causante del mismo y de que con el tiempo se curará. La peor
de las calamidades puede soportarse si uno cree que su fin ya está
a la vista. La agonía más atroz cuesta menos soportarla si uno
cree que su angustia es revocable y será revocada. Sólo la muerte
es absoluta, irreversible, definitiva; ante todo la nuestra, pero
también la de los demás. Es por esto que la angustia causada por
la muerte, cuando no se ve aliviada por una firme creencia en el
más allá, supera en profundidad a todas las demás angustias. La
muerte, negación última de la vida, nos plantea con tremenda
agudeza el problema del significado de la vida.
La muerte y el significado de la vida van unidos de forma
tan intrincada, tan inseparable, que cuando la vida parece haber
perdido todo significado, el suicidio se nos presenta como la
consecuencia inevitable. Los intentos de suicidio aclaran aún más
esta relación. Son muy pocos los suicidios que obedecen al de
seo de poner fin a un dolor insufrible que impide seguir gozando
de la vida, cuando la dolencia que causa el dolor es claramente
irreversible. Con mayor frecuencia los suicidios son el resultado
del convencimiento inalterable de que la vida de la persona ha
perdido completa e irremediablemente todo significado. Basándo
me en mi experiencia con personas que intentaron suicidarse, creo
que la mayoría de los suicidios son accidentes ocurridos en un
intento que se lleva a cabo con la esperanza de que sea frustrado
pero que, por desgracia, no lo es.
La inmensa mayoría de los intentos de suicidio son un grito
EL LÍMITE ÚLTIMO 17
2 . — BF.TTELHEIM
18 SOBREVIVIR
que creían en que una vida sin fin era deseable, parece que sólo
eran capaces de imaginársela como la eterna repetición de los
mismos acontecimientos cotidianos y conocidos, o bien como una
existencia sin problemas, retos ni cambios.
Incluso a los poetas les ha resultado difícil pintar una exis
tencia paradisíaca que contuviera algo más que la felicidad eterna.
Fuese cual fuese la experiencia que de la vida tuvieran los que
creían que ésta no tenía fin, y fuesen cuales fuesen sus ideas sobre
la continuación de la vida después de la muerte, a nosotros una
existencia en la que nada jamás cambia se nos antoja desprovista
de interés. Así, es el carácter finito de la vida, por mucho que
nos desagrade y atemorice pensar en su final, lo que le da su
singularidad y nos hace desear saborear plenamente cada uno de
sus momentos.
El hombre ha de luchar por encontrar el significado de la
vida y de su condición de finita, y a través de esta búsqueda
deberá dominar su temor a la muerte, que define no sólo su reli
gión, sino también mucho de lo que él considera lo mejor de su
cultura y de su estilo personal de vida. En esencia el hombre ha
afrontado de tres formas la inevitabilidad de la muerte: con acep
tación o resignación, convirtiendo toda la vida en una simple
preparación para la muerte y lo que supuestamente vendrá tras
ella; negándola; y esfor2ándose por el dominio temporal.
Durante los siglos en que el cristianismo configuró la vida
del hombre occidental, éste intentó tanto aceptar como negar la ,
muerte. En gran parte era la negación lo que hacía posible la acep
tación, ya que solamente la creencia en una vida eterna en el más
allá permitía al hombre afrontar la certeza de que en esta tierra
incluso «en medio de la vida estamos en la muerte».
Más adelante, cuando empezó a surgir una visión racional-
científica del mundo, la creencia en el más allá se desmoronó.
La aceptación y la resignación se hicieron menos posibles, toda
vez que desde el principio las dos se habían basado en la nega
ción. En el clima de esta nueva edad de la razón, con su compro
miso con este mundo más que con el otro, se creía que el progre
so social, económico y científico aseguraba una buena vida en la
tierra.
EL LÍMITE ÚLTIMO 19
S it u a c io n e s l ím it e
De los 700 u 800 presos que formaban aquella expedición al menos veinte resul
taron muertos durante la noche. Muy pocos salieron ilesos y muchos sufrieron
heridas graves. Comparado con ellos, fui relativamente afortunado al no sufrir
daños permanentes, aunque recibí algunos golpes fuertes en la cabeza y algunas
heridas de poca importancia. Las gafas con montura de concha que llevaba en el
momento de mi detención me clasificaron como intelectual a ojos de los SS, lo
cual despertó en ellos un antagonismo muy especial que tal vez es la explicación
de los golpes en la cabeza, el primero de los cuales me rompió las gafas. Al día
siguiente de mi llegada a Dachau el prisionero que estaba encargado del barracón
(el llamado Block'áltester) me incluyó entre el reducido grupo de recién llegados
a los que llevó a la clínica del campo, ya que me encontraba bastante mal,
debido principalmente a la pérdida de sangre. En la clínica el ordenanza de las SS
hizo que me reconociese el médico del mismo cuerpo, el cual me concedió algunos
días de descanso. Como se me habían roto las gafas y sin ellas apenas veo, el
médico también me permitió que escribiera a mi familia pidiendo otras. Habiendo
aprendido la lección, pedí — y más tarde recibí— unas gafas del modelo más
barato que hubiera en el mercado. Aun así, las escondía y pasaba sin ellas cada
vez que los SS hacían de las suyas: de esta manera corría mucho menos peligro.
Ésta no era más que una de las muchas precauciones que el prisionero tenía que
aprender a tomar si quería incrementar sus probabilidades de sobrevivir.
28 SOBREVIVIR
Así, pues, no tengo la menor idea de por qué fui uno de los afortunados a los
que pusieron en libertad. Puede que tuviera algo que ver el hecho de que una
de las figuras públicas más prominentes de los Estados Unidos intercediera por mí,
personalmente y a través de la legación de su país. Semejante interés por mi
suerte se debía a que durante muchos años había tenido en mi casa, para intentar
curarlo, a un niño autista hijo de una antigua y distinguida familia norteamericana.
Por el contrario, puede que esto aplazara mi liberación, toda vez que muchos
presos que en numerosos aspectos eran iguales que yo fueron liberados antes. Que
las intercesiones podían resultar contraproducentes lo demuestra la suerte que
corrió un buen amigo mío. Un miembro de una familia real solicitó varias veces
su liberación, pero mi nmigo permaneció en Buchenwald durante toda la guerra
y no recobró la libertad hasta que el ejército norteamericano llegó al campo. E l
peligro de las intercesiones de personas muy prominentes a favor de determinado
prisionero residía en que la Gestapo sacaba la conclusión de que el preso podía
serle útil en calidad de rehén, razón suficiente para tenerlo encerrado hasta que
se le pudiera utilizar como tal. Hasta el comienzo de la guerra prácticamente cada
semana (a veces cada día) soltaban a unos cuantos prisioneros. Durante el período
1938-1939 entre los liberados se encontraban bastantes judíos, siempre y cuando
éstos entregasen todos sus bienes —incluyendo las sumas elevadas que pagaban
sus parientes— a los nazis y demostrasen que tenían intención de abandonar
Alemania inmediatamente después de su liberación. Yo reunía tales condiciones
desde muchos meses ames de mi puesta en libertad y puede que ésta fuese la
razón por la que me soltaron finalmente. Durante dicho período fueron tantos
—en términos relativos— los presos judíos que recuperaron la libertad de esta
manera que los prisioneras no judíos decían: «Sólo hay dos formas de salir de
aquí: con los pies por delante o siendo judío». Pero el amigo al que he citado
antes era judío y no fue puesto en libertad, aunque su familia y el miembro de
la realeza que intercedió por él trataron de comprar su libertad por una elevada
suma y ya se habían hecho todos los preparativos para su emigración inmediata.
Para elevar al máximo la incertidumbre y la angustia relacionadas con los campos
de concentración, la Gestapo jugaba al gato y el ratón con los parientes de los
prisioneros. Por ejemplo, mis familiares acudían regularmente al cuartel general
de la Gestapo, tanto en Viena como en Berlín, para suplicar que me liberasen.
En dos ocasiones, a los de Viena les dijeron que ya me habían soltado y que
regresaran corriendo a casa, puesto que probablemente yo estaría allí. En una
ocasión les dijeron que enviaran un emisario (un abogado nazi) a Weimar, la
ciudad más próxima a Buchenwald, para que me recibiese allí, cosa que ellos
hicieron sin conseguir nada. Todo esto ocurrió varios meses antes de que finalmente
me soltaran.
30 SOBREVIVIR
L a c o n d ic ió n d e s u p e r v i v i e n t e
E l sín d r o m e d e l s u p e r v iv ie n t e
D EL CAMPO DE CONCENTRACIÓN
L a v id a com o a n t e s
padres, con aquellos con quienes vivía antes, ya que ellos espe
raban que así lo hicese. En vista de estos y otros muchos factores
(por ejemplo que el prisionero, emocionalmente agotado por su
experiencia, al ser liberado no tuviera confianza en que lograría
comenzar una vida nueva y distinta), la mayoría de los prisioneros
optaban por simplificarse las cosas al máximo, prosiguiendo la
vida que mejor conocían. Éste, dicho sea de paso, fue mi propó
sito al principio: reemprender mi vida, en sus aspectos más im
portantes, allí donde tan cruelmente la habían interrumpido.
Sólo que hacerlo no resultaba tan fácil como el prisionero
había imaginado en los sueños que le habían ayudado a soportar
su aflicción. Al ser liberados, la alegría de encontrarse a salvo se
imponía a todas las demás emociones, a la vez que el ex-cautivo
dedicaba toda su atención a la tarea de recuperar su fuerza física.
Pero no tardaba en aparecer la pregunta «¿por qué yo?» y con
ella la sensación de tener una obligación especial por el hecho de
ser uno de los pocos supervivientes. Pesadillas obsesionantes no
permiten que el superviviente olvide sus experiencias en el campo
aún en el caso de que logre no pensar en ellas durante el día, cosa
que támbién resulta difícil evitar, sobre todo durante los prime
ros años. A medida que va recuperando fuerzas, vuelven a su
memoria numerosos hechos medio olvidados que despiertan en él
sentimientos de culpabilidad, aunque no les encuentre justifica
ción cuando los examina objetivamente. Es comprensible que
muchos prisioneros liberados intentasen impedir que estos pen
samientos dolorosamente turbadores llegasen a su conciencia.
Una vez que has empezado a quitarle validez a lo que expe
rimentaste en los campos no permitiendo que tus vagos senti
mientos de culpabilidad penetren en tu conciencia, se hacen nece
sarias negaciones aún mayores y más represión de los recuerdos
para mantener las negaciones originales. Así, cada negación
exige nuevas negaciones para poder mantener la original y cada
represión, para continuar, exige más represión.
Aquí conviene recordar que la más sencilla, primitiva y radi
cal defensa psicológica contra el impacto de una experiencia con
movedora consiste en reprimirla y negarla, mientras que es más
difícil efectuar una elaboración gradual y ajustar nuestra persona-
52 SO BREVIVIR
R e in t e g r a c ió n
1. Existe una literatura considerable sobre este tema. Cabe citar dos libros
que dicen la verdad sobre el exterminio de los judíos europeos: Raúl Hilberg,
Tbe destruction of tbe European Jews, Quadrangle Books, Chicago, 1961, y Lucy
S. Dawidowicz, The wat against tbe Jews, 1933-1945, Holt, Rinehart and Winston,
Nueva York, 1975.
58 SOBKI V IV IR
2. También cabe citar dos libros entre la abundante literatura sobre los cam
pos de concentración para los llamados «presos políticos»: Eugcn Kogon, 7'he
theory and practice of bell: the concentralion camps and the system bebind tbem,
Farrar, Straus, Nueva York, 1950, cuyo título original alemán, The S S State,
indica más exactamente su alcance, y mi obra The ¡nformed heart, The Free Press,
Nueva York, 1960. Las crónicas más completas de todos los campos de concen
tración, incluyendo los de exterminio y los de trabajadores forzados, se encuentran
en International Military Tribunal, Trial of the major war crimináis before the
International Military Tribunal: Official Text, 42 vols., Nuremberg, 1947-1949.
Véase además O ffice of the United States Chief of Counsel for the Prosecution
of Axis Criminality, Nazi conspiracy and aggression, 11 vols., Washington, D . C.,
1946-1948. (Por cierto que ambas publicaciones incluyen mis declaraciones como
testigo.)
CAM POS D E CONCKNTKACIÓN Al.LMANl.S 59
A lg u n o s hechos a c er c a
DE LOS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN ALEMANES
1. Para el primer informe oficial sobre la vida en estos campos, véase Papers
concerning the treatment of Germán nationals in Germany, H is Majesty’s Stationery
Office, Londres, 1939.
2. L a comida que los presos recibían cada día representaba aproximadamente
1.800 calorías, mientras que la media de calorías que exigía el trabajo que hacían
oscilaba entre las 3.000 y las 3.300. (Más adelante, durante los años de guerra,
las raciones fueron mucho más reducidas que en 1938-1939.)
70 SOBREVIVIR
Un e j e m p l o d e c o m p o r t a m i e n t o p r iv a d o
L a t r a u m a t iz a c ió n o r ig in a l
6 . — BETTELBF.I1I
82 SO B R E V IV IR
A d a p t a c ió n
13. Ésta fue una de las ocasiones en que se hicieron evidentes las actitudes
antisociales de ciertos presos de clase media que mencionamos anteriormente.
Algunos de ellos no compartían aquel espíritu de ayuda mutua y algunos incluso
trataban de aprovecharse de los demás.
90 SO B R E V IV IR
R e g r e s ió n
8 . — BBTTELBBIU
114 SOBREVIVIR
1. Hoy día, después de tantos años, se olvida fácilmente que fueron mucho
los alemanes —en modo alguno sólo los nazis— que obtuvieron ventajas tangibles
de la persecución de los judíos. En su inmensa mayoría, los israelitas poseían
empresas comerciales 11 ocupaban cargos lucrativos, mientras que casi todos poseían
buenas casas. Se les privó de éstas, que fueron entregadas a alemanes. Durante el
último afio antes de la guerra, cuando emigraban al extranjero, los judíos no
podían llevarse sus bienes consigo, y lo mismo ocurrió durante la contienda cuando
los enviaron primero a los ghettos de Polonia y después a los campos. Antes que
ver a los nazis en poder de sus bienes, los judíos que pensaban emigrar daban
sus objetos de arte, joyas, muebles y ropa a sus amistades no judías, ya fuese como
regalo o para que se los guardaran. E l resultado final era siempre el mismo: los
judíos morían en los campos 7 no quedaba nadie para redamar los objetos valiosos.
Si la empresa o el puesto de trabajo que daban sustento a una familia judía iba
a manos de una familia de alemanes no judíos, su hogar • otra y sus bienes a
otras tres o cuatro, por lo menos cinco o más familias alemanas se beneficiaban en
EL HOLOCAUSTO UNA GENERACIÓN DESPUÉS 115
gran medida de la persecución sufrida por una sola familia judía. Razón suficiente
si no para alegrarse al menos pata no poner reparos a una política que las enri
quecía considerablemente sin tener que hacer ningún esfuerzo.
116 SOBREVIVIS
6. Paul Celan, Speeeb G rille and Selectei Poenu, traducido del original alemán
por Joachim Neugroschel, E . P. Dutton, Nueva York, 1971. Las dos últimas lineas
del poema en la traducción de Neugroschel dicen: «Oh tú cavas y yo cavo, y hacia
ti entierro, / y el anillo despierta en nuestros dedos». He cambiado estas líneas
porgue opino que mi traducción es mis fiel al original, que dice: «O du grabst
und ich grab, und ich grab mich dir zu, / und am Finger erwacht uns der Ring».
Tal como yo entiendo a Celan, su intención no era decir que el otro «entierra»,
como sugiere la traducción de Neugroschel, ya que en alemán esto exigirla el
empleo del verbo eingrabén. Icb grab mich dir zu ha de traducirse! «me cavd
hacia ti». Y am Finger erwacht uns der Ring no da a entender que sea el anillo
quien se despierta, sino más bien que es el anillo —símbolo del vínculo que acaba
de establecerse entre uno que cava y el otro que cava hada ¿1— quien les despierta
a ambos.
130 SOBREVIVIR
A pesar de todo, estos viajes no pueden compararse con lo que sucedería en afios
posteriores durante los traslados a los campos de exterminio.
EL HOLOCAUSTO UNA GENERACIÓN DESPUÉS 133
9. Uno de los últimos mensajes que el mundo exterior recibió desde el ghetto
de Varsovia decía: «E l mundo guarda silencio; el mundo lo sabe (es inconcebible
que no lo sepa) y guarda silencio; el vicario de Dios en el Vaticano guarda silen
cio; hay silencio en Londres y en Washington; los judíos norteamericanos guardan
silencio. Este silencio es incomprensible y horripilante». tGeorge Sterner, Language
and silence, Atheneum, Nueva York, 1967.) Pero no fue sólo silencio lo que acogió
al exterminio de los judíos. En los reportajes cinematográficos alemanes se ve lo
que también veían los judíos del ghetto-, las risas y aplausos con que a menudo
los espectadores polacos contemplaban cómo las casas volaban por los aires y los
judíos perecían entre las llamas.
EL HOLOCAUSTO UNA GENERACIÓN DESPUÉS 13 5
1. Paul Celan, Speech G rille and Seíected Poems, trad. Joachim Neugroschel
E . P. Dutton, Nuera York, 1971.
LA ESQUIZOFRENIA COMO REACCIÓN
ANTE SITUACIONES LÍMITE
10. — BETTELHEDI
146 SOBREVIVIR
nía sus excrementos durante más de dos semanas, con lo que afir
maba su autonomía sobre sus funciones corporales, en contra de
las exigencias maternas. Finalmente dejó de retener los excre
mentos, pero se negó a utilizar el retrete. Durante cerca de seis
meses se hizo las necesidades encima y jugó con los excrementos.
Pero durante el mismo período fue saliendo lentamente del estado
rígido y catatónico en que se hallaba desde hacía años.
Una vez que se hubo convencido de que en el entorno de la
Escuela Ortogénica poseía autonomía, al menos en lo referente
a la eliminación, cuando llevaba unos cuatro meses con nosotros
decidió espontáneamente alimentarse a sí mismo, primero por él
mismo, después por una figura materna. Adquirió el hábito de
introducir los alimentos en la boca, masticarlos y mezclarlos bien
con la saliva, escupírselos sobre el brazo, manosearlos un poco
más y fmafmente comérselos directamente de allí. De esta manera
se alimentaba de su propio cuerpo.
El siguiente paso consistió en escupir o depositar la masa
sobre el brazo de la consejera en vez de sobre el suyo. Convencida
de que el niño sentía la honda necesidad de hacerlo, la consejera,
según sus mismas palabras, lo aceptaba
1. Marga Mineo, Bilter berbs, Oxford University Press, Nueva York, 1960.
174 SO B REVIVIR
ante una posible invasión alemana. Tan pronto como los nazis
impusieron el toque de queda a los judíos, su grupo partió para
Budapest, ya que la capital, al ser más grande, ofrecía mayores
probabilidades de pasar inadvertidos. De otras poblaciones llega
ron a Budapest grupos parecidos y todos ellos unieron sus fuerzas.
Entre sus miembros escogieron hombres de aspecto típicamente
«ario» que, tras proveerse de papeles falsos, se alistaron en las SS
húngaras. Estos espías advertían a sus compañeros de las perse
cuciones e incursiones inminentes.
Muchos de estos grupos sobrevivieron intactos. Asimismo, se
habían equipado con armas cortas, por lo que en caso de ser
descubiertos, la mayoría escapaba mientras unos cuantos de ellos
luchaban hasta morir para permitir que los demás se salvasen.
Algunos de los judíos que se habían alistado en las SS fueron
desenmascarados y fusilados inmediatamente, forma de morir que
probablemente es preferible a la cámara de gas. Pero la mayoría
de ellos sobrevivió y permaneció oculta en el seno de las SS has
ta la liberación.
Compárense estos expedientes no sólo con el hecho de que los
Frank escogieran un escondrijo que en realidad era una trampa,
sino también con el hecho de que el señor Frank, en lugar de
enseñar a sus hijos la forma de huir, les diera lecciones de asig
naturas típicamente académicas, lo cual demuestra que era inca
paz de afrontar la gravedad de la amenaza de muerte. Enseñar
asignaturas académicas tenía sus aspectos constructivos, desde
luego. En cierto grado aliviaba la angustia omnipresente en torno
a su destino al concentrarse en temas distintos y al alentar indi
rectamente la esperanza en que llegaría un futuro en el que los
conocimientos adquiridos entonces serían de utilidad. En este
sentido, las enseñanzas que impartía el señor Frank tenían un
propósito, pero constituían un error en la medida en que ocupa
ban el lugar de unas enseñanzas y planes mucho más pertinentes:
la mejor manera de intentar la huida en caso de ser descubiertos.
Por desgracia, los Frank no fueron los únicos que a causa de
la angustia no supieron ver su verdadera situación y tomar las
medidas oportunas. La angustia, y el deseo de contrarrestarla
aferrándose unos a otros, y de reducir su desazón haciendo una
12. — BETTEJJUUM
178 SOBREVIVIR
como hizo ella. Peor aún, la primera vez que intentó escapar de
las cámaras de gas, algunas de las otras prisioneras escogidas
dijeron a los vigilantes que Olga intentaba escapar. Llena de
desesperación, Lengyel se hace la siguiente pregunta: ¿Cómo es
posible que aquellas personas negaran la existencia de las cámaras
de gas cuando durante el día entero veían funcionar los crema
torios y notaban el hedor de carne quemada? ¿Por qué preferían
ignorar el exterminio a luchar en defensa propia? No logra expli
cárselo y sólo nos puede ofrecer la observación de que aquellas
personas veían con malos ojos a los que intentaban zafarse del
destino común de todas ellas, y ello se debía a que no tenían
valor suficiente para actuar. Yo creo que lo hacían porque habían
perdido la voluntad de vivir y se hallaban bajo el dominio de
sus tendencias de muerte. A causa de ello, eran esclavas de los
asesinos de las SS, no sólo física sino también psicológicamente,
cosa que no sucedía con los presos que seguían aferrándose a
la vida.
Algunos presos incluso empezaron a servir a sus verdugos, a
ayudarles a acelerar la muerte de sus congéneres. Entonces las
cosas habían ido más allá de la simple inercia y el instinto de
muerte lo dominaba todo. Los que trataban de servir a sus ver
dugos, ejerciendo para ello las funciones de su anterior vida civil,
no hacían más que proseguir la vida de costumbre y abrir con
ello la puerta a su propia muerte.
Por ejemplo, la señora Lengyel habla del doctor Mengele,
médico de las SS en Auschwitz, como ejemplo típico de la actitud
de «normalidad» que permitía a algunos prisioneros, y cierta
mente a los SS, conservar cierto equilibrio a pesar de lo que
estaban haciendo. Nos cuenta que el doctor Mengele tomaba
todas las precauciones médicas que hay que tomar en los partos,
siguiendo rigurosamente todos los principios de la asepsia, cor
tando el cordón qmbilical con el mayor cuidado, etcétera. Pero
al cabo de sólo media hora enviaba a la madre y al recién nacido
al crematorio.
Habiendo hecho su elección, el doctor Mengele y otros como
él tenían necesidad de engañarse a sí mismos para poder vivir
consigo mismos y con sus experiencias. Sólo un documento perso
182 SOBREVIVIR
1. David Rousset, The otber kingdom, Reynal & Hitchcock, Nueva York, 1947.
196 SO B R E V IV IR
darse de los problemas del mundo actual, entre los que siguen
ocupando un lugar destacado los campos de concentración en su
versión rusa, y que no quieren acometer la difícil tarea de buscar
alternativas a semejante mundo.
Siete bellezas fue una película muy criticada por Pauline Kael
en el New Yorker y también por Russell Baker en el New York
Times. Baker dijo acertadamente que «ha sido elogiada con éxta
sis por los críticos de cine de Nueva York» (incluyendo a Vincent
Canby, del Times). John Simón la calificó de «obra maestra» en
un largo estudio publicado en New York, y fue reseñada con
entusiasmo en Time y Newsweek. No fueron los críticos los úni
cos que reaccionaron así, sino que he podido comprobar que la
película impresionó profundamente a la mayoría de las personas
que la vieron. Lo que es más importante, parece que influyó en
sus puntos de vista relativos a asuntos que casi desconocían antes
de verla, incluyendo la importantísima cuestión de la supervi
vencia.
Esta razón es suficiente para tomarse la película en serio,
prescindiendo de los motivos que empujaron a Wertmüller a
realizarla: ofrecer un entretenimiento discutible, justificar la acep
tación del fascismo o proporcionarnos una visión más profunda
del mundo en que vivimos. La respuesta positiva que general
mente recibió Siete bellezas me induce a pensar que una genera
ción después de los procesos de Nuremberg cualquier forma de
aceptar el fascismo y de sobrevivir bajo él parece admisible, y no
solamente en Italia, donde es fácil encontrar motivos para tal
aceptación, sino también en los Estados Unidos. Sin embargo, me
desaniman en igual medida la aceptación sin reservas de esta
película y su rechazo, mucho menos frecuente, por parte de aque
llos que, a mi juicio, no se tomaron lo bastante en serio ni la
película ni las reacciones ante ella. En una crítica de las películas
dirigidas recientemente por Wertmüller, publicada por la New
York Review of Books, Michael Wood afirma que esta directora
posee «una asombrosa inteligencia visual acompañada de una
gran confusión mental». Y Siete bellezas es una película confusa,
o por lo menos creadora de confusión. Entonces ¿cómo explicar
se los elogios que recibió de la crítica y la reacción del público?
14. — BETTELHEIK
210 SO BREVIVIR
de que las crónicas del nazismo escritas por uno de los criminales
de Nuremberg, Albert Speer, son best-sellers no sólo en Alema
nia, sino también en los Estados Unidos; como también lo son
biografías benévolas de Hitler. El mayor peligro sería que
la decepción ocasionada por las obvias limitaciones del mundo
libre y la vida en él llevase a una fascinación inconsciente ante
el mundo del totalitarismo, una fascinación que fácilmente podría
transformarse en aceptación consciente.
Pensando en Siete bellezas me vino a la memoria el recuerdo
de las reacciones del público ante E l vicario, la obra teatral de
Rolf Hochhuth que se ocupa seriamente del mundo de los
campos de concentración y de los problemas morales que el mis
mo plantea, problemas de los que Siete bellezas se burla. Vi El
vicario tanto en los Estados Unidos como en Alemania. En los
Estados Unidos el público quedó profundamente conmovido y
salió del teatro convencido de que la única postura moral posible
era la del protagonista — adoptar una actitud firme ante el mal,
aunque ello entrañe arriesgar la vida— , si bien la mayoría de
la gente, incluyéndome a mí, quizá no obraría de conformidad
con tan exigente obligación moral. Los norteamericanos se sintie
ron profundamente asqueados, deprimidos o desanimados ante
el espectáculo de un pontífice que faltaba a su obligación de alzar
la voz contra el genocidio. En Alemania tuve la oportunidad de
constatar una reacción totalmente distinta ante la misma obra:
los espectadores se mostraron complacidos y aliviados ante lo que
para ellos era el mensaje de la misma. Se sintieron plenamente
justificados por la obra. Ésta demostraba que los que intentaban
combatir el mal perecían, y que incluso el papa había guardado
silencio; es decir, demostraba que habían obrado bien al no
hacer caso de los campos de concentración que existían en medio
de ellos. La reacción de los espectadores alemanes era fácil de
determinar, ya que su interpretación de la obra tenía importancia
para ellos, por lo que se tranquilizaban en voz alta unos a otros.
La esencia de lo que decían era: «L a obra demuestra que hubiese
sido inútil preocuparse por los campos, ya que hacerlo no nos
habría servido de nada; ni siquiera el papa pudo intervenir. Sólo
hubiéramos arriesgado la vida estúpidamente». Esta fue su reac
212 SOBREVIVIR
6. Erwin Panofsky, Studies in iconology, Harper & Row, Nueva York, 1962.
238 SO B R E V IV IR
16. — BETTEI.HEIM
24 2 SO BREVIVIR
nados por Ja película y les pregunté cómo creían ellos que Pas
qualino había conseguido sobrevivir. Todos respondieron que
gracias a su deseo de vivir, su vitalidad, que es justamente lo
que la película quiere hacernos creer. Ninguna de aquellas per
sonas inteligentísimas, con educación universitaria y por lo demás
bien informadas dijo espontáneamente que si Pasqualino había
sobrevivido era gracias a la liberación de los campos por los
ejércitos aliados. Y resulta difícil que el espectador de la película
se haga cargo de que estos «soldados putañeros» arriesgaron sus
vidas y liberaron a Europa. Así, la película, obra de una mujer
italiana que se dice socialista, transmite el mensaje de que los
norteamericanos que lucharon contra el fascismo eran tan malos
como la ideología a la que derrotaron. También transmite un
mensaje de machismo fascista: conseguir una erección garantiza
la supervivencia, incluso en el campo de concentración.
¿Debemos, pues, sacar la conclusión de que el fascismo no
era malo, ya que bajo el mismo — como la película nos ha ense
ñado anteriormente— solamente un reducido número de mujeres
eran putas, mientras que después lo eran todas ellas? Antes Nápo
les era una ciudad intacta; ahora la vemos en ruinas, al igual
que sus mujeres. En vista de ello, ¿no habría sido mejor que
todos aquellos soldados putañeros no hubiesen venido a Europa,
y no hubiesen puesto fin a los campos de concentración, cuyos
horrores se nos acaban de mostrar? ¿O lo que Wertmüller pre
tende decirnos es que nada importa, que lo mismo da Hitler que
el final de Hitler, los campos de concentración que la liberación
de los mismos? ¿Nos ha horrorizado con las atrocidades de los
campos sólo para decirnos que todo es lo mismo? ¿O sólo se
proponía entretenernos? Si es así, qué repugnante resulta utilizar
el genocidio para divertir.
Quizá podamos encontrar alguna respuesta en el final de la
película. Pasqualino pregunta a la chica que le quiere: «¿H as
hecho dinero?». Ella asiente con la cabeza y Pasqualino dice:
«Muy bien. Pues ahora déjalo y nos casaremos. No hay tiempo
que perder. Quiero hijos, montones de hijos..., veinticinco,
treinta. Tenemos que defendernos. ¿Lo entiendes?». A lo cual
ella sólo puede contestar: «Siempre te he querido». Pasqualino,
252 SO B R E V IV IR
que hay que vivir de acuerdo con las crudas exigencias del cuerpo,
prescindiendo de las coerciones de la cultura. Nos enseñó que,
por desgraciado que sea el mundo en que vivimos, la diferencia
entre él y el mundo de los campos de concentración es tan grande
como la que existe entre la noche y el día, el infierno y la salva
ción, la muerte y la vida. Nos enseñó que la vida tiene sentido,
aunque resulte difícil encontrarlo, un significado mucho más pro
fundo de lo que creíamos posible antes de convertirnos en super
vivientes. Y nuestro sentimiento de culpabilidad por haber tenido
la suerte de sobrevivir al infierno del campo de concentración es
una parte muy significativa de dicho sentido: el testimonio de
una humanidad que ni siquiera la abominación del campo de
concentración es capaz de destruir.
NOTA EDITORIAL
matin iti Jerusalem: A reporl oti tbe banality of evil (Nueva York,
1963), aparecida en New Republic (15 junio 1963).
«Sobrevivir» apareció en The New Yorker (2 agosto 1976); la
presente versión sólo tiene ligeros cambios.
ÍNDICE
SEGUNDA PARTE
Nota e d i t o r i a l ..........................................................................255
17, — BETTF.LHEIM
Serie general
Títulos publicados:
1. Iliá Ehrenburg
ESPAÑA, REPÚBLICA DE TRABAJADORES
2. C. F. S. Cardoso y H. Pérez Brlgnoll
LOS MÉTODOS DE LA HISTORIA
3. Manuel Azaña
PLUMAS Y PALABRAS
4. José Carlos Mariátegui
SIETE ENSAYOS DE INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERUANA
5. F. Engels, V. I. Lenln, R. Luxemburg y otros
KARL MARX COMO HOMBRE, PENSADOR Y REVOLUCIONARIO
6. Gabriel Jackson
LA REPÚBLICA ESPAÑOLA Y LA GUERRA CIVIL
7. Adam Schaff
HISTORIA Y VERDAD
8. Raúl Cepero Bonilla
AZÚCAR Y ABOLICIÓN
9. Voltalre
TRATADO DE LA TOLERANCIA
10. Julián Zugazagoitia
GUERRA Y VICISITUDES DE LOS ESPAÑOLES
11. Henri Wallon
LA EVOLUCIÓN PSICOLÓGICA DEL NIÑO
12. Antonio Cordón
TRAYECTORIA (MEMORIAS DE UN MILITAR REPUBLICANO)
13. David McLellan
KARL MARX: SU VIDA Y SUS IDEAS
14. Ronald D. Laing
LAS COSAS DE LA VIDA
15. Temma Kaplan
ORIGENES SOCIALES DEL ANARQUISMO EN ANDALUCIA
16. Sebastiano Tlmpanaro
EL LAPSUS FREUDIANO
17. Santiago Carrillo
«EUROCOMUNISMO. Y ESTADO
18. Rodney Hllton (ed.)
LA TRANSICIÓN DEL FEUDALISMO AL CAPITALISMO
19. Jordl Maluquer de Motes
EL SOCIALISMO EN ESPAÑA 1833-1868
20. M. I. Flnley
USO Y ABUSO DE LA HISTORIA
21. Ronald D. Lalng
LA POLÍTICA DE LA EXPERIENCIA
22. Manuel Azaña
LOS ESPAÑOLES EN GUERRA
23. Josep Termes
ANARQUISMO Y SINDICALISMO EN ESPAÑA
24. Bruno Bettelhelm
PSICOANALISIS DE LOS CUENTOS DE HADAS
25. Plerre Vllar
HISTORIA DE ESPAÑA
26. Umberto Cerronl
INTRODUCCIÓN A LA CIENCIA DE LA SOCIEDAD
27. Constancia de la Mora
DOBLE ESPLENDOR
28. E. E. Evans-Prltchard
LA RELACIÓN HOMBRE-MUJER ENTRE LOS AZANDE
29. A. Gramscl, P. Togllattl, E. Berllnguer
EL COMPROMISO HISTÓRICO
30-31. Manuel Azaña
MEMORIAS POLITICAS Y DE GUERRA (2 vols.)
32. Gavlno Ledda
PADRE PADRONE (LA EDUCACIÓN DE UN PASTOR)
33. Pletro Ingrao
LAS MASAS Y EL PODER
34. Adolfo Sánchez Vázquez
ÉTICA
35. Luis Corvalán
ALGO DE MI VIDA
36. Henry A. Landsberger (ed.)
REBELIÓN CAMPESINA Y CAMBIO SOCIAL
37. Carlos Forcadell
PARLAMENTARISMO Y BOLCHEVIZACIÓN
38. Vicente Navarro
LA MEDICINA BAJO EL CAPITALISMO
39. Cario M. Clpolla
HISTORIA ECONÓMICA DE LA POBLACIÓN MUNDIAL
40. R. D. Lalng
CONVERSACIONES CON MIS HIJOS
41. Santiago Carrillo
EL AÑO DE LA CONSTITUCIÓN
42. Joseph Needham
CIENCIA, RELIGIÓN Y SOCIALISMO
43. Marcos Wlnocur
LAS CLASES OLVIDADAS EN LA REVOLUCIÓN CUBANA
44. lan Glbson
GRANADA EN 1936 Y EL ASESINATO
DE FEDERICO GARCÍA LORCA
45. Jean Jaurés
CAUSAS DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA
46. Antonio Rosado
TIERRA Y LIBERTAD. MEMORIAS DE UN CAMPESINO
ANARCOSINDICALISTA ANDALUZ
47. Umberto Cerronl
PROBLEMAS DE LA TRANSICIÓN AL SOCIALISMO
48. Josep Fontana
LA CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN 1808-1833
49. Moustapha Safouan
LA SEXUALIDAD FEMENINA
50-51. Ronald Fraser
RECUÉRDALO TÚ Y RECUÉRDALO A OTROS.
HISTORIA ORAL DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA (2 vols.)
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