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NEBLINA

Edwin Rodríguez Fuenmayor


NEBLINA
Por
Edwin Rodríguez Fuenmayor

Betijoque, Julio 2021


Copyright © 2021 por Edwin Gregorio Rodrígues Fuenmayor
Maqueta, corrección y diseño: Arq, Eduardo II Zambrano
ISBN: en proceso
Imágenes y arte son del dominio público de acceso en Red.
Betijoque, julio de 2021
Índice
Exhortación .................................................... 6
Primera Luna ................................................ 16
La Pesadilla ................................................... 29
Luna Creciente ............................................. 36
Cuarto Creciente ........................................... 45
Luna Menguada ............................................ 51
Luna Nueva .................................................. 57
Eclipse .......................................................... 67
Epílogo ......................................................... 85
DEDICATORIA

A Luis Mario Madriz (t)


Poeta y Dramaturgo.
Betijoqueño.

A Yosmary Rangel…

A Juan Carlos Sarmientos…

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EXHORTACIÓN

Quisiera escribir
tantas cosas que
pasan por mi
mente en
esta
madrugada
“de lluvia”,
pero tan solo
estoy
concentrado en
esta, mi novela, que
acobija al insigne “Sabio” de
Betijoque… “Rafael Rangel”. Pensando… que
dedico su vida a sus investigaciones… que lo
catapultaron a la historia. También pienso
que fue un niño, joven… hijo. Intelectual, y
por qué no, poeta, tal vez “Artista de
teatro”.

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Pero, no. Tal vez es – como dicen los libros
– “Un Investigador” cual nombre está
sembrado en las paredes frías de las
“Universidades”, “Laboratorios”, “Museos”
“Centros de historias”; allí donde dice
“Rafael Rangel”.

Lo que escribo yo – continua la lluvia, son


las tres de la mañana – es una visión
novelesca, cuyo protagonista es el “Sabio”,
que todos conocemos…

El que está de pie, 365 días vigilando su


atrio, parque a su medida, mirando a su
casa… a todo los que somos betijoqueños.

Si de él se trata, solo con un poco de frio y


sortilegio sobre la Dramaturgia… El
personaje o el Rangel que está en estas
páginas es un producto de mi entelequia. De
las personas que me inspiraron a escribir
esta novela. No quiero lacerar a nadie.

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Mi personaje es ficción solo tome su
Nombre prestado de la historia…

Reloj: 3:05 am.

Edwin Rodríguez Fuenmayor.

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Prolegómeno
Lo que usted señor lector está a punto de
leer, son unas líneas de una novela. Una
obra ucrónica en donde utilizo a un
personaje de la historia, el cual admiro no
solo como investigador y su profundo
legado que dejo en la ciencia venezolana;
Rafael Rangel.

Siempre me preguntaba al observar su


estatua en su parque ¿qué pasaría si él
hubiese tenido otra vida?… ¿qué tal si no
hubiese sido ese investigador?

Así me lo propuse; escribí esta novela,


basada en una historia que jamás existió.
En donde imagine un mundo nuevo para él.
Otra vida, otros lugares y disfrute de mi
utopía… cambia la luz betijoqueña por el
claro oscuro de las noches en Praga. Este
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relato ocurre allí, precisamente en Praga,
capital de la República Checa y del
territorio de Bohemia, situada a orillas del
río Moldava; precisamente uno de sus
afluentes imaginario es el río “Vichú” y
cerca de su nacimiento, en una meseta
única se localiza el poblado de Betijoque, a
unos 215 kilómetros al poniente de Praga.

La novela tiene un viso vampírico –


ciertamente captado - suelo sentir que
hice muchas cosas que me fascinaron
mientras mi dramaturgia erguían mis
venas… Juro, que disfrute el cambiar el
argumento que trata sobre la vida de este
insigne personaje…

Mi Rangel, es un gran estudiante que


apenas comienza su vida… es un joven
apasionado por las artes y el buen lujo de
las tardes citadinas.

Su familia se entremezclan entre lo gótico


y la magia de esta historia, nunca alteré lo
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que el sentía por sus padres, lo que se
inspiraba por su amor al pueblo.

En fin, se trata de una ucronía. Siempre he


jugado con idear como sería la vida de
cualquier personaje histórico, sin su
historia…

¿Cómo sería Miranda en los palacios,


rodeados de reinas? ¿Bolívar “El hombre de
las dificultades”? ¿Manuela Sáez
defendiendo su amor por el Libertador de
América?… y muchas preguntas más. Con la
ficción haría cualquier novela sobre ellos…

Edwin Rodríguez.

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Homiclofobia
El miedo persistente a la neblina.

La homiclofobia, también conocida


nebulafobia, es el miedo persistente e
intenso a la neblina. Al tratarse de un
temor provocado por la exposición a un
estímulo propio de la naturaleza, la
homiclofobia puede ser considerada una
fobia de tipo específico al ambiente
natural.

Tal como ocurre con otras fobias de tipo


específicos, la homiclofobia se caracteriza
por un miedo determinado y fácilmente
distinguible de otros. En este sentido La
diferencia de una fobia de tipo social, la
fobia específica no suele extenderse a
muchos estímulos más allá de la principal
desencadenante, en este caso la neblina.

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Finalmente, la homiclofobia puede formar
parte de un cuadro clínico más amplio, por
ejemplo de una fobia social o de un cuadro
de ansiedad generalizado. Es decir, puede
manifestarse como uno de los elementos
que rodean un amplio espectro de
experiencias de estrés a distintos
estímulos, cuestión que es importante
tomar en cuenta su definición.

Antes de explicar algunas de sus posibles


causas, comencemos a revelar brevemente
el fenómeno natural de la neblina.

¿Qué es la Neblina?

A grandes rasgos la neblina es el resultado


de las nieves que se forman a baja altura,
cerca del nivel del suelo. De igual manera la
neblina puede generarse como resultado
del vapor que emana desde el suelo, por la

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acumulación de agua a una temperatura más
alta que la del aire alrededor.

Así, pues la neblina no es por sí misma un


elemento potencial de riesgo para ningún
organismo. No obstante, dada la
circunstancia donde se experimenta la
neblina, puede representar un estímulo que
desencadena alarma o incluso miedo
excesivo.

Síntomas.

Así como ocurre en todas las fobias, este


miedo es experimentado de manera
persistente e irracional, queriendo decir
que no se explica por los códigos culturales
del entorno en que se vive.

La experiencia exagerada de miedo se


traduce en un cuadro momentáneo de
ansiedad con su correspondiente respuesta
fisiológica, tales como mareos, agitación
cardiaca, sudoración excesiva entre otras.
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En caso de experiencias de ansiedad más
aguda, la homiclofobia también puede
provocar ataque de pánico.

En el caso específico de la homiclofobia, es


importante delimitar si esta procede de
una experiencia real o imaginaria de peligro
inminente relacionado con la neblina. En
caso de tratarse de una experiencia que
efectivamente ha ocurrido otra de las
estrategias es evitar exponerse en
ansiedad a la neblina. Ya sea en un
automóvil o a pie; así como buscar algunas
alternativas a dicha exposición.

Por el contrario si se trata de un peligro


imaginario, es importante explorar otros
elementos que se relacionan con las
situaciones donde hay neblina. Y tratar
medicamente si se trata de un temar más
complejo y extenso.

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Luna Nueva
Con lo blanco de la sabana.

Me predispuse a
levantarme, pero mire
a través de la ventana
“la lluvia” que ya casi
terminaba. La calle,
“empedrada”, parecía un
compás musical y sus
tonos eran el agua que
circulaba… entre
piedras y lajas…

Me quede casi congelado, me


“senté” a disfrutar del natural concierto
del goteo. Un olor me atrajo por lo que di
media vuelta para decantarlo.

Las manos, colocaron la panela deliciosa,


elaborada por los trapiches de mi Pueblo
infantil, el agua esperaba ansiosa los trozos
del divino dulce artesanal, con una hermosa
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cuchara de palo, meneo para endulzar…
Luego “zas”… coloco tres cucharadas del
café más negro en polvo que he visto en mi
vida.

Mi garganta “sentía” la emoción de esperar


la delicia del café. Y calentar mi cuerpo…
aún estaba en mi cuarto. Nuevamente
cambio la dirección de mis ojos, al sentir “la
mano de mi madre Teresa”… mi hermosa
madre “Teresa”…

Esas mismas manos palmearon las más


redondas arepas de maíz blanco… como una
obra de arte, las colocó en un budare negro
por el tiempo. Y el humo se volatizó para
avisarme, que pronto nos reuniríamos para
desayunar.

Había huevos, arepas y café. “La comida de


mi vida” lo que me hace sentir betijoqueño.
El pueblo corre por mis venas, mientras
observo la rica y deliciosa comida junto la
llovizna que amaina.
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Mi padre “Eusebio” irrumpió la paz de mi
concierto natural… entro a casa, coloco su
poncho en el lugar de siempre - “mi madre
es muy ordenada” – cada cosa en su lugar.
Siempre nos recuerda, “la pobreza está en
la mente” no en nuestro hogar. Somos muy
respetados por los vecinos; luego le di a mi
madre un gran abrazo que se mezcló entre
el calor del fogón y el amor de ambos.

Mi madre tomó con ambas manos una gran


taza de café y la llevo a su boca… mientras
yo la observaba. Sus ojos brillan de
felicidad. Yo “orgulloso” agradecía al Dios
de los cielos por haberme regalado esta
familia, “mi Familia”.

La campanilla sonó… casi volé de mi cuarto


a la mesa. Me detuve a lavar mi cara en la
vasija de barro del patio, estaba adorna
por unas hermosas cayenas. Miré el espejo
del agua, mi rostro reflejado se veía
ondular al introducir mis manos en ella.
¡Dios que sensación! El frio del agua hizo
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que mi sangre corriera, como la luz… o tal
vez como un caballo. Pensé que las cayenas
me saludaban; “facticio”, pues los árboles y
las flores se movían por el conato de lluvia.
Siempre yo… buscando el “por qué” de las
cosas…

- Rafael… eso irrumpió, mi


investigación mental.
- “Rafael”… prosiguió el llamado. Una y
otra vez.
- “Rafael”…

Era mi madre… comenzó la “oración” en la


mesa los tres; mi padre tenía las manos
grandes, juntas, justo en su boca. Eso no
impedía, el destello de su oración, con su
voz ronca… Adoraba a mi padre; mi pasión
era acatarlo…

Mientras, con sus labios fríos por la


madrugada, mi madre Teresa continuaba su
oración, para hacerse la santa cruz en su
rostro. “En el nombre del padre, del hijo y
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del espíritu santo…
amen”. “Hermoso”
como salió de su
boca; me siento tan
orgulloso de
ambos…

Al comer, siempre
me indicaban el
respeto a la mesa, a los alimentos. Comer
correctamente. ¡Sentarnos juntos! Y el
café el acto final. Conversar sobre lo
ocurrido en el día…

Esta es mi familia, la que vive al comienzo


de la cima, la que está al naciente, soy
“Rafael Rangel”… el betijoqueño.

A media mañana tomé mi mochila. Avisé a


mis padres que iría al riachuelo. Quería hoy
caminar entre la naturaleza, entre lo verde
y lo mojado. Pretendía nadar en aguas frías,
las que se divisaban al fondo del caño desde

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el patio de mi casa… era mi pasatiempo
favorito.

Como ambos confiaban en mí, dieron su


aprobación…

Mis pies, parecían locomotoras. Eran


“trenes” bajando por el camino, no podía
frenar… los saltos de mi mochila en mi
espalda parecía el motor… Mi respiración
aceleraba en el entrar y salir del aire de
mis pulmones… “Iba al río”… ¡si, iba al río!

¡Dios!… parecía la última vez… ¡qué


sensación! ¡Qué impresión sentía! Iba al
río…

Sí, llegue, respiré… seguía agitado. Mi


mochila bajé deslizándola por mi espalda
sudada… me detuve impactado en cada
respirar y mirar el agua de mi pozo.

Pasó un cardumen de peces, pensé que me


daban la “bienvenida al pozo”; así, pasaron
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más y más… tomé una piedra y la arrojé al
agua; fue mi día de suerte… “tres
remolinos” emergieron… “Dios que buena
suerte la mía”. Solo yo con mi suerte a flor
de piel y el pozo.

Zafé mis zapatos uno a uno, mis dedos se


confundían con el apuro y las trenzas, baje
mis medias y las coloque como dice mi
madre, dentro de los zapatos… “El agua
estaba helada” pero aliviaba mis pies
cansados por la carrera… ¡Ah, bálsamo para
mis pies!

Luego comencé como siempre, a sentir


“curiosidad”

¿Por qué el frio?

¿Por qué el frio alivia el calor?

¿Por qué la piedra corre por encima del


agua?

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¿Por qué?... ¿por qué?

Tal vez desde niño, ese era mi “defecto”


siempre quería saber de las cosas… siendo
nativo de un pueblo me sentía investigador
de todo… pero en verdad sentía que debía
“saber de las cosas”… sabía que debía
investigar…

Acto seguido cerré mis ojos y los


pensamientos acabaron; me lance al agua…
estaba “plácida”, “rica”…

Era el dueño del mundo.

Bajo el agua cristalina del pozo, los peces


me acompañaban, las burbujas, el verdel
del fondo… Eran impresionantes antes mis
ojos de niño. Esa magia. Las piedras
brillaban como esmeraldas. Saque mi cara
para respirar y fue lo más grande que pude
experimentar en mi vida… Sentí que viví
hoy entre dos mundos. “Mi casa” y el “fondo
del pozo”.
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Me sumergí de nuevo… una y otra vez…
muchas veces… nadé… nadé… y nadé, di
vueltas al lado de los peces. Fue
extraordinario.

Otra vez mi cabeza fuera del agua para


respirar nuevamente me quede pensando,
mientras mis piernas parecían aletas, para
no sumergirme. Que maravilloso seria
investigar el mar. ¿Cómo se mezcla el agua
del rio con la del mar? El por qué el agua
dulce recorre kilómetros para llegar al mar
y ser atrapada y poseída por la sal. Será
increíble investigar.

De repente. Cayó una gota. Y otra más… Y


escuche su “eufonía” luego el “Concierto de
las gotas” una y otra… una tras otras… una
más y otra más... las veía mientras nadaba
hacia los lados, boca arriba. Ellas caían
sobre mi cara. ¡Que delicia!

Pero, algo… me detuvo. Sentía un final


inesperado del concierto de agua. El cielo
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se nubló dejando a mi Sol oculto. Todo
oscureció; ello cerró el telón de mi mágico
día con el pozo.

Salí del agua; observé como los peces


partían a esconderse bajo las piedras, miré
las flores que guardaban su colorido, como
si algo las espantaba. Y continúe mirando mí
entorno, mientras colocaba mis medias y
me apresuraba en el tejer de las trenzas
de mis zapatos.

El aire mecía las ramas de los árboles.


Sentí que decían algo… un tono a sollozos
que decía

- “Rafael vuelve”, “vuelve”… vuelve a


casa ya. Pronto ven rápido…

Suspire algo nervioso, y recordé a mi madre


“Recogiendo las sábanas del patio”
apresurada por la lluvia… ¿Qué pasaba? me
pregunté… ¿Por qué cambio el clima?

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Y en un abrir y cerrar de ojos llegó la
“Neblina” y, como un acto celestial, un
miedo invadió mi mente… solo pensé en
correr y correr… ¡sí! Eso debe ser…
“correr” mientras me carcomía en
pensamientos.

Mi mochila, se montó velozmente en mi


espalda. Y comencé a marchar… mientras
subía, se confundía lo verde del camino con
el barro en mis zapatos. Mi respiración
cambió. Debía llegar a casa… a casa… subir,
correr, respirar… tropecé con una piedra y
caí… mi cuerpo rodó como una liebre, por
todo el camino bajando. Casi vuelvo al
principio, desde donde inicié; lo supe
porque escuchaba el río…

Río, que había cambiado su cauce crecido.


Ya el agua no era cristalina, estaba
alterado su tono azul. Era “Gris ahora”,
como barro oscuro… perdió su encanto.
¿Dónde estarán los peces? ¿Dónde? Pero
tenía que volver a casa. Y pronto…
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Comencé, de nuevo a subir, mis
acompañantes ahora son los truenos que
tañían en mis oídos al chocar las nubes
grises… ya no se veían “las ardillas” ni los
“pájaros”.

Seguía mi andar rápido… casi no podía más…


¡me detuve a respirar! Sí, me detuve. En un
segundo de silencio escuché algo. Mire y
había una figura en frente de mí. Mis
piernas desmayaron y caí al suelo mojado,
empantanado… mi mente se pintó de negro.
No hubo pensamiento alguno, me sentí como
de algodón y había acabado la historia del
pozo por la lluvia. Si ella acabó con la
historia del pozo.

La lluvia que vi con la mañana en la calidez


de mi casa, cambio por un torrente sin
cauce, acabando con todo lo que tenía a su
alcance, acabo con lo bello del panorama. Se
llevó lo mágico de mi pozo, donde compartía
con mis aguas, mis peces y las cayenas
rojas.
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En esta parte en la
historia no hay
cayenas ni peces.
¿Qué pasó conmigo?
¿Qué pasó? No veía
nada… no reaccionaba,
¿Por qué llego aquella
figura? ¿Por qué no
pude correr más? Y sé
que podía hacerlo…
¿Sería Dios? Acaso
estoy muerto. ¡Dios
mis padres! Estoy
muerto…

Volvió la calma…

Una música suave corto lo negro, una mano


grande y fuerte sentí en mi espalda, la otra
tomo mis piernas desmayadas las cuales
parecían canales por done bajaba el agua de
la lluvia, “aluciné” ante el desmayo. Y los
brazos que me ayudaban. ¿Qué me pasó?

28
Luna Creciente
Cuando desperté, el telón
negro que cubría mi
mente, se abrió para
anunciar la segunda
escena del teatro, se
iluminó pero, no
habían actores, ni
luces ni maquillaje,
nada, estaba
solo… mire hacia
el techo y vi las
tejas rojas de mi
cuarto, las cuales están
deterioradas por la inclemencia del tiempo.
¡Se ven estropeadas! ¡Como mis rodillas!

A mi lado estaba la mano del cuerpo que


me socorro de la lluvia y el lodo. Era mi
padre. Eusebio, a su diestra estaba mi
madre. Con un rosario en su mano
pidiéndole a Dios. “Creo que pedía por mí”.

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Ambos me abrazaron; sentí su calor en
cada hueso de mi cuerpo. Me sentí tan
grande cuando ellos me dieron ese abrazo…
Sí, realmente necesitaba mucho ese
abrazo.

- “te quiero hijo”

Entre sus llantos eso me decían.

- “te queremos hijos”

No me contuve y comencé a llorar también.


Sentí que volví a nacer… Sí, eso sentía…
Que regresé a Betijoque, a mi cuadra, a mi
casa…

Cambio todo y llego la calma. Ya estaba


bañado con agua tibia, vestía mi ropa cálida.
El episodio de la lluvia había terminado. Sin
embargo impactó en mi vida. Sí, creo que
nunca lo olvidaré, jamás. Me hice un juicio
sobre lo que me paso. Creo que fue obra de
“Dios”.
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Nos dispusimos a comer los tres. Sentados
en nuestra mesa de madera. Mientras
comía, mi madre daba el sermón; para ella
hablar de valores era su conversa favorita.
Mi padre me animaba sobre mi episodio con
la tormenta, siempre eran sabios sus
consejos. “Como amo a mis padres”. La idea
de dejarlos solos me aterra, pero tenía que
pasar.

La noche se presentó. Entre un espectáculo


de rayos… y el cielo tachonado de estrellas,
en mi cuarto mi cama se sentía cálida y
triste para recibirme. Mi mamá como a
diario “Oró” y me colmo de bendiciones, me
beso en la frente y me dio un gran abrazo
de buenas noches. Jamás olvidaré ese
abrazo, en verdad nunca olvido ninguno de
ellos, cada uno es especial.

Me acosté. Y comenzó el concierto de los


grillos. Las bailarinas eran las luciérnagas,
danzaban por todo el cuarto. Podía ver

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imágenes de aquel gran musical. Era
asombroso esa noche en mi cuarto.

Era maravilloso estar en mi casa…

Era sorprendente estar con mis padres

Así trascurrió las primeras horas de la


noche. Una noche donde se comenzaba a
enfriar con la neblina que bajaba de las
montañas; ellas resguardan lo hermoso de
mi pueblo. Y pensar que debo dejarlo
pronto. Debo ir a la ciudad a instruirme, eso
lo se… pero igual continuo suspirando mi
pueblo de Magia.

Creo que de ser yo un pintor lo pintaría.


Desde la bajada hasta el final de la piedra
grande. ¿No sé por qué llaman a esa piedra?
“El salto del diablo” lo sabré algún día… mi
pueblo, lleno de helechos verdes, grandes
tinajas hasta el tope de agua cristalina. Los
gallos duermen, todo se comienza a cerrar

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para disfrutar la noche. Yo tan solo pienso.
Mientras veo la primera llovizna.

Tome mi frazada y me fui a mi cama, en un


abrir y cerrar de ojos concilié mi sueño.
Sin invitación alguna se presentó la
“Neblina” sacando de escena la danza de
las luciérnagas y los grillos recogieron sus
instrumentos.

“La neblina” comenzó a expandirse por todo


la habitación, cubrió mis pies y tapo todo
mi cuerpo como una sábana impresionante
de tono gris. Siempre le he temido a la
“Neblina” aún no se el por qué… Es una
sensación claro – oscuro que he temido toda
mi vida…

Ese temor me hizo olvidar el “riachuelo” y


todo lo bello de mi pueblo natal. La película
se agito. Ahora estoy atrapado en la
neblina; mis pensamientos están atrapados
entre el frío y lo espeso del espectro.

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No quiero estar más en mi habitación;
quiero gritar, pero el “auxilio” está
congelado en mi garganta; “mamá”, “Papá”…
Comienzo a soñar… voy corriendo por la
calle húmeda, mis pies mojados se abren
paso por lo enladrillado de la calle iluminada
por unos pocos faroles viejos, donde la cera
de las velas parece bailarinas finalizando
una danza clásica.

Sigo soñando… corro y corro, solo veo que


no hay final en aquella calle gótica. Y
continúo en mí andar de mi carrera. Caí de
rodillas y volteo lentamente. Y él estaba
ahí…

El corcel empapado, al igual que su jinete,


ambos cubiertos por el agua. Por el poncho
bajaba la lluvia a cántaros y dos grandes
nubes lo cortejaban. Lo observo mientras
los rayos iluminaban la gran figura
ecuestre.

34
Allí sacó un gran látigo y se dispuso a
golpearme; una voz de tono sutil me llamo
al oído. Dijo mi nombre. Desperté; era la
misma pesadilla, mi eterna pesadilla. El
jinete y la neblina… ”Santo Dios” que
pesadilla. Ella siempre me perseguía en mis
sueños. Arruinaba mi vida de niño.

35
Cuarto Creciente
El Despertar

Cuando
abrí mis
ojos, no estaba el
jinete. Había
desaparecido. “Se esfumó”, aún seguía
exaltado por la pesadilla. Ella había
arruinado muchas noches de mi vida. Era un
temor hacia la neblina que siempre llegaba
sin ser invitada. Y me mostraba el monstro
del jinete…

Caminé por el pasillo de la casa, escuché a


los grillos que con su canto parecían
aterrados.
36
Seguro me observaron mientras estaba en
mi pesadilla. Me senté y ellos me rodearon.
Giraban a mi alrededor… era asombroso
verlos… todo ellos felices en su cantar.
Seguro decían “gracias por despertar”… y
yo agradecí el haber despertado también,
sin duda alguna. No quería dormir otra vez.
Y no poder ver los grillos.

Fui hasta la vasija y tome agua, y otra vez


las cayenas me saludaban entre lo oscuro
de la noche. Y no fue un solo trago de
agua… fueron tres. Me acerqué a la
habitación de mis padres y los observé
durmiendo. Ambas respiraciones eran
sonido de paz; ese sonido lo necesitaba,
escuchar de ellos. A ellos, los velaba un par
de mesas de noche con sus candelabros y
velas apagadas por la brisa que entro por la
ventana de madera de arte español
barroco. Era una pictórica escena verlos allí
dormir… una poesía… fue hermoso de
verdad.

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En una de las mesas, mi madre exhibía una
hermosa cadena de oro, recuerdo de la
familia; una pequeña fotografía de la
abuela, un abanico con un paisaje español;
un vaso con agua para ella; una elegante
caja de cerillos. Mi padre estaba tan
dormido, que podría lanzarme encima de él
y no se daría cuenta…

“Me encanta la idea de estar encima de


ellos” y gritarles ¡los amo! Porque en verdad
amo a mis padres. Son mi vida. Son mi
orgullo… escribiría mil páginas para ellos…

Adoro como ellos aman su hogar, como


alimentan a sus animales, a los pájaros… ah!!
Y son muy buenos vecinos. Por eso creo que
los recordaran a través del tiempo… por
eso no entiendo, si ellos, mis padres, son
tan felices, comunes seres normales;
entonces yo, su hijo, ¿Por qué debo siempre
buscar el porqué de las cosas? Que bendito
defecto. Siempre buscando explicación a
todo… ¿Por qué debo indagar?
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Quiero ser como todos los niños, jugar
correr, trepar. Mis padres son unos seres
tranquilos. ¿Por qué yo no puedo ser así?…
Claro mis padres a veces pelean, sin que yo
me dé cuenta. Y ahora los miro y los miro…
allí se ven tan tranquilos, disfrutando de
sus sueños…

Ya en mi cuarto, no
había pesadilla…
mucho menos
luciérnagas, solo me
seguían los grillos…
reposé mi mirada por
la ventana y vi un par
de “sapos” juagando
en el agua de un
riachuelo improvisado
por la lluvia. Se veían
tan felices…
¿Celebrarán algo? La
señora “Sapo” lo abrazaba y lo besaba muy
contenta. “Imagino” que es una “princesa”
que bailaba el vals con su amado príncipe.
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Me reí mucho con esa danza de los sapos…
en aquel río que desaparecería como el
afecto de ambos sapos, eso reconfortó mi
pesadilla. Y me regalo el más alegre
despertar.

La luna se arropó y del naciente “brillo”


nació un hermoso día. Salí temprano con mi
padre, lo acompañé a los oficios del hato.
Le di de comer a las gallinas, y ellas muy
agradecidas, me llevaron al gallinero y me
obsequiaron sus posturas, luego vinieron
“las loras”, pájaros, gansos, gatos, y uno que
otro perro… los pájaros estaban sueltos,
“volaban muy felices” y devoraban los
plátanos maduros.

Tremendo banquete se dieron estas aves…


hay un marrano muy peculiar, se dormía
enzima de la comida para no compartirla
con los demás… un noble ¡egoísta!

La vida en el hato era muy placentera, esa


vez compartí la comida con mi padre;
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mientras le daba un mordisco a la arepa,
me explicaba los oficios del campo…
escucharlo es como versos de canciones.
Me señalaba su norte, hacia donde él quería
llegar con su vida campestre en Betijoque.
Soñaba con construir una cabaña, con
techos inmensos y una caída de lluvia, para
que sus aguas llegaran al río. Mi padre era
un gran emprendedor y siempre realizaba
sus ideas.

Ese fue también un gran día para mí,


rodeado de naturaleza, árboles frutales,
animales, carretas y un trapiche. Hubo un
Sol radiante, lo seguían los girasoles…
parecían agujas, siguiendo el reloj del
Templo. “Dios que perfecto día”.
¿Olvidarlo? No, no creo… “Jamás lo
olvidare”.

Mi padre trajo un par de caballos, me invito


a montar; dudé por un instante, pero su
mano amiga fue el soporte para hacerlo y
tener la confianza en mí. Ajusté mi
41
sombrero y tome las riendas y, mientras mi
padre jugaba al maestro, me explicaba el
sentido común… de cómo montar a caballo.
Y… comenzó la faena. Que asombroso, iba
cabalgando y se abría el paso al andar… de
cuando en cuando miraba hacia arriba,
hacia el cielo y veía los rayos del Sol entre
el ramal de los árboles…

Se presentaban “ardillas”; parecían


observarnos. Volaban los pájaros libres.
Entre las nubes una parvada de loros
parecía saludar. Era todo tan dotado de
hermosura.

Mi papá me explicaba las cosas de hombres.


“nobleza y lealtad” me contó lo mucho que
adora a mi madre, de cómo fue que se ganó
su corazón… para conquistarla. Recordó
con pena… el día que le entrego su anillo de
compromiso, que moría de nervios para
pedir su mano, luego para casarse. “Lo
imagine todo” y fue excelso. “La historia de

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amor de ambos” engalanaba el paseo para
que el camino fuese más placentero.

En una ladera “descansamos”, bajamos de


los caballos y compartimos el trozo de pan,
mientras continuaba su historia de amor
con mi madre. Lo deje que hablara y
hablara, sé que lo hacía feliz… Él se
sonrojaba en cada cuento. Yo en cambio
hacia un guión de teatro en mi mente con
aquellos célebres cuentos de amor. Mi
padre parecía un adolescente enamorado.
Yo fascinado por él, éramos un par de
idiotas paseando a caballos.

La escena final fue que se “casaron”. Ahora


debíamos regresar, montamos y de nuevo
comenzó la travesía. Guarde unos diez
minutos de silencio. Pensé por un momento
si le debía contar lo de la “Neblina”, lo de la
pesadilla, “El jinete” de mis sueños. Lo
hare… “Dios” ¿le digo esa mi angustia?
¿Qué hago?...

43
No. Es mejor que no, era un día muy
especial para él. Se preocuparía, lo se…”se
preocuparía” no quise arruinar su día de
campo. Entonces puse mi mejor sonrisa, le
di un saludo en su hombro… y regrese a
todo galope… lo deje en el camino…

44
Luna Gibosa Creciente
“Honor a Teresa”

Llegamos a
casa, nos
esperaba mi
madre, nos
había
preparado
una
suculenta
comida. La
mesa parecía un
cuadro de algún
pintor del Renacimiento. Hasta las frutas
estaban en el decoro de la mesa. Había
vasos de leche fresca. Era mi bebida
favorita y mi madre lo sabía; estaba una
cesta con arepas, huevos fritos, queso…
todo una delicia para nosotros.

Tome un sabroso baño, me vestí y luego a la


mesa. Con mis padres se repetía el santo
45
ritual de la “oración y bendición de los
alimentos”; luego, mientras comíamos, le
contamos todo lo ocurrido en el hato… mi
experiencia con el marrano, las gallinas y
mientras mi madre se concentraba en mi
historia, se veía que le encantaba escuchar;
no fui muy palabrero, lo confieso. Pero en
ese momento, - “Dios como hable” – ellos
reían… de mí.

La sonrisa de mi madre era única, es una


poesía. Sus ojos grandes expresivos, los
labios firmes y rojos de su boca, por donde
salían tan sabios consejos y sus besos para
mí y para mi padre… ¡Que suerte la nuestra!

Sus manos eran muy finas. Y tenían el gran


secreto para cocinar. Su carácter era mi
religión. Confieso de nuevo, que nunca la he
visto enojada. Cuando discute con mi padre,
lo hace de manera muy discreta. Ella tiene
un “don” para evadir las cosas malas.
Cuando se siente agobiada o preocupada

46
por algo, “reza”. Prefiere encomendarse a
Dios que preocupar a mi padre.

Admiro a mi madre Teresa, siempre tan


callada y discreta. Su confidente es “Dios”
¡Como la admiro! ¡Bendita seas madre!

Ella, siempre vestía de negro, la mayoría de


sus vestidos era de ese color, “negro”, o
negro claro para variar, dice ella. A veces
los usa con lunares, con otro estampado
pero siempre se coloca negro.

Era su tono predilecto. Lo compagina con su


peinado un gran moño en su cabellera que
perfilaba su rostro. Al ponerse sus zapatos
altos y cerrados, parecía que crecía su
tamaño. Sí, se veía más alta… lo juro. Bella
sumamente bella y elegante.

Sus accesorios siempre eran blancos, sus


collares brillaban como perlas marinas
traídas de los océanos, para mi sirena. Mi
sirena Teresa… cuanta belleza.
47
Sus carteras eran de terciopelo negro, con
cadenas doradas, las ajustaba a sus
muñecas. En su mano, para salir o asistir a
misa, lleva un abanico español, con unos
cisnes muy blancos en un lago azul, que no
se parecía en nada a mi pozo de Vichú.

Mi madre era
una obra de
arte de Praga,
elegante y
selecta, había
nacido para los
hábitos y las
buenas
costumbres.
Los valores…
“Imagínense”,
siempre dice
que en la vida
hay que dejar huellas. Dejar un buen
nombre. Que uno debe ser recordado. No
vivir en vano… ¿La recordarían? Yo si… y
mucho.
48
Sus sanos consejos, siempre los tengo
presente. Son “incorruptibles” para mí.
Nada ni nadie me dice cosas tan justas
como ella. Recuerdo una.

- Siempre en la vida debemos tener


fe… en Dios… fe en lo que se hace. Y
Dignidad.

Era algo que siempre me preguntaban


algunas personas ¿por qué soy tan
optimista? Porque siempre lo he sido… creo
que es gracia a ella, a mi madre.

“Teresa” era para mí un diario abierto. Un


sabio consejo… una madre amiga. Que se
mesclaba entre amor, ternura y elegancia.
“Dios sabe lo mucho que la adoro”, ni con mil
frases podría agradecer a Dios por los
nueve meses que estuve en su vientre,
llenándome de vida… para traerme en su
alumbramiento al mundo. Cuidándome,
amándome, ayudando a mi maestra en mi

49
educación, a leer y escribir, enseñándome
lo justo.

Me instruyó, a levantarme, acobijarme


cuando sentía frio… hablarme de lo bello de
la vida… susurrando a mi oído.

- “Rafael”… Duérmete, Rafael… y la


santa bendición, todas las noches en
mi cama… esa era mi madre. Mi santa
madre. Teresa…

50
Luna Llena

No sé qué paso hoy, no


salieron los pájaros a
volar, como todos los
días, el Sol recién había
aparecido y estaba
radiante. Y
“los pájaros
vuelan
todos los
días”, es
extraño ¿me
pregunte?... Y en unos
segundos mi pueblo ancestral estaba
nublado. ¡Acto de magia!... y regreso ese
aroma a mojado, a humedad… los ladrillos
se volvieron pálidos.

La calle recobró ese frio… que siempre la


vestía. Parecía una novia al colocarse su

51
velo antes de partir a la boda. Sí, el pueblo
cambió, en cuestión de segundos…

Recordé cuanto deleite con el Sol. Fue


sorprendente ver mi pueblo en diferentes
colores de la natura. Era hermoso ver volar
a las “golondrinas” ver tantas aves… todas
de diferentes colores y los “loros” siempre
en parvadas… parecen que son unas familias
muy felices… esos eran los loros… mi pueblo
es un despliegue de arte. Todo es muy bello
y único para mí.

En mi pintoresco pueblo saltaba por las


piedras y laderas… curioseaba a los
insectos y a muchos animales. Trepaba los
árboles para observar de cerca a los
pichones en sus nidos… pasaba horas y
horas observando todo. Absolutamente
todo.

Crecí creyendo siempre que debería


investigar todo; cosas de la vida, las flores,
las plantas. Hasta parece que nunca tuve
52
amigos, ni más familia que mis padres. ¡Pero
no es así!... tuve amigos, y de todo… Tuve
una excelente infancia. Fui un hijo
obediente, buen estudiante, buen amigo y
compañero.

Me admiraban en mi escuela, fui un ejemplo


de persona, hice como lo dijeron mis
padres. Un joven de valor. Y hablar de mis
maestros era una especie de relato Griego;
“admiro a cada uno de ellos”; me predecían
el futuro, unos me decían que sería un gran
doctor, otros me querían como escritor…
ya eso no lo imaginaba… aunque me gusta la
poesía y la literatura.

Como decía, volvió la neblina a mi terruño,


circulaba por las calles y se subía en los
postes. Esa neblina fría hacia dormir a las
cayenas del patio de la casa. Visitaba a los
árboles de la avenida y a la única calle de mi
natal pueblo.

53
Pueblo, de entechados rojos, de lajas y
trapiches. Muero cuando huelo a caña
molida. Nunca imaginé como cambia la vida
tan rápido. Jamás sospeché que dejaría
atrás todo eso… deje mi pozo, el hato de mi
padre, “a Betijoque”.

Ahora estoy en un cuarto, hospedado


esperando el viaje que me llevaría a mi
nueva vida en la ciudad. Nunca me había
sentido nostálgico. Hoy si, lo hice
recordando toda mi vida en el pueblo.

Al caer la noche, dos nubes grises que


observaba desde el ventanal, taparon la
Luna llena. No dejaron rastros de ella,
parecía que iba a pasar algo.

Desde el cielo, bajó muy lentamente la


neblina. Mire tranquilamente su venir, esta
vez no tuve miedo. Me recordaba cuando
ella, “la neblina”, pasaba por el tinajero de
mi casa, y hacia la cocina para asustar a las
cazuelas. Recuerdo también cuando se
54
volatizaba por las patas de las sillas del
comedor francés que le regalo mi padre a
mi madre en su aniversario de bodas… “Se
mesclaba” e iba subiendo por las sillas…
como un genio saliendo de la botella. La
mesa y sus sillas se teñían de blanco,
cubiertas por lo espeso y lo frio del
ambiente.

Los cuadros se quedaron helados, eran


témpanos de hielo. Ella proseguía su
camino y se apoderaba de la sala,
continuaba con el cuarto de mis padres
hasta llegar al gallinero. El gallo no quiso
cantar, prefirió recogerse con las gallinas.

Terminé con mi pensamiento, y la enfrenté.


¿Me asustará? ¿Me atacará? ¡Pero era
neblina! ¡Solo eso! Aire… la definí como mil
veces… avanzo hacia mí. Me arropo. Luego
ya encima “cegó mi vista” y mis
pensamientos se helaron.

55
Solo veía en mi mente. ¡Blanco! Sentí frío
otra vez, y era muy espesa… logro su
cometido, “me durmió”

Hizo que el tiempo volara. Parecía pasar mi


infancia y mi juventud muy rápido… pues
cuando reaccioné me sentí todo un adulto.
Ya preparado para mi viaje…

Ahora soy “Rafael Rangel” el adulto.


Estudiaré filosofía tal vez, pero el tiempo
y la neblina… hicieron una jugada perfecta:
Rafael Rangel sin Betijoque.

56
Cuarto
Menguante

Mientras
perfilaba mi
bigote,
observé dentro
del vagón del tren,
que me llevaba
rumbo a mi nueva
vida, dejando atrás mi
cultura pueblerina a forjarme
una nueva. “Claro”, creo que jamás perderé
mi esencia, como hijo de mi pueblo, ese que
llevo en mis venas…

Los pasajeros que me acompañan ninguno


me conoce; no imaginan que me baño en un
rio llamado “Vichú” ellos ignoran lo rico de
sus aguas. No saben que allí viven los peces
57
más bellos del mundo… ninguno conoce a mi
pueblo - puedo sentirlo – Todos tienen
miradas fijas y pensamientos de dudas para
su llegar… muy extraños.

Parecen que todos fueses actores y


actrices de teatro - pero la obra no tendría
nombre - de verdad, todos iban a la tierra
prometida, con dirección a Praga. Fueron
siendo recogidos en las paradas
intermedias que hacía el tren con destino a
la gran ciudad.

Estaban presentes una elegante “Señora”


de muy hermoso perfil espigado, ella
llevaba a su pequeña hija, también refinada
y elegante; le instruía una charla de los
buenos modales, de cómo se debe actuar
frente a la sociedad, de cómo sentarse;
asistir todos los domingos a misa; que no se
debe jugar con otros niños, sino eran de su
clase social… “Eso no lo hacen las
señoritas”… le replicaba ella a la niña…
total, se intuía que incumpliría con ello.
58
También iba un señor “inglés”, llevaba una
pipa sin encender… ¡qué raro! Tener eso y
no darle uso… ¡no puede ser!... A su lado un
“patán”, lo criticaba por no usar su pipa…
había de todo, un médico que revisaba sus
notas…

En la última estación
antes de la gran ciudad,
subió una dama; era una
“pianista” española, tenía
los rizos más bellos y
color girasol. Era muy
hermosa esta artista.
Incluso, notó mi presencia
– no sé por qué –me hizo
un gesto galante y una
sonrisa, misma que yo
regresé con mucha
cortesía.

También subieron en esta última parada del


Tren, tres damas que hablaban sobre una
fiesta, de lo bien que la pasaron. Además,
59
una desdichada mujer, su esposo se fue a
otro país que estaba en “guerra”…

- Que desafortunada mujer. “Ojala”


termine la guerra, para que puedan
encontrarse y compartir, juntos, el
resto de sus vidas. “Por Dios que
termine esa guerra ya pronto”.

Había otra mujer, con cara de “bruja”, solo


le falta la escoba. Abrí mi libro y me puse a
leer. Era impresionante lo que me gustaba
la lectura y la guitarra española, me
fascinaban, leí prosas muy bellas escritas
por un célebre dramaturgo. Como describía
las calles, los carruajes, los reyes y sus
vidas… narraba desde los encajes que
usaban las princesas, hasta los príncipes
convertidos en sapos.

El autor pintaba los tulipanes, como algo


muy valioso, creo que él debió haber estado
impresionado con algún tulipán. En cambio
yo me desvivo por mis cayenas, no las
60
cambio por nada del mundo, no, en lo
absoluto… estoy más que seguro de eso.
Hacia espacios en mi lectura para analizar,
y el tren sonaba con más energía. Todos los
pasajeros se observan unos a otros. No
sucedía nada, yo les hice una gran sonrisa y
con el gesto les decía:

- “tranquilos no pasa nada”

Mi madre siempre dice “hay que tener


siempre un bello gesto de cortesía”, así uno
esté mal por dentro. ¡Que sagrada es mi
madre! Que gran mujer… no es tan refinada
como la señora que va de pasajero de
nombre “Alondra”, pero es mi madre, “la
mujer perfecta para mí”.

Sonó el silbato, y escuché el alboroto de


haber terminado el viaje. Ya el tren me
trajo a mi destino. Se detuvo. Llegué a mi
nueva vida. La que soñaron mis padres para
mi allá en Betijoque. Y claro, yo les daré ese
regalo. Llegare convertido en el médico de
61
la familia. “El investigador” siempre lo he
sido… esta vez será mejor. Bendita esa
forma de ser la mía. Ya paró el tren… Este
es mi nuevo mundo, mi nueva vida.

Como soy respetuoso, me levanté de mi


asiento y di paso a las damas. La primera es
salir fue la “pianista”; definitivamente la
más bella; bajó con mucha clase, muy
elegante… sus guantes de encajes la
distinguen. Antes de alejarse me observó
tenuemente y me volvió a sonreír,
agradeciéndome la galantería, imaginé…
¡Dios quien fuera a sus conciertos!

Las otras damas y la niña muy refinadas


parecían que bajaran de un barco a vapor.
Caminaban lineal y su cuello muy espigado.
Era como un cortejo de bodas, “imaginé”…

¿Cómo será mi boda? Seguro mi madre


llamaría a mi padre para darle la buena
noticia que me casaría con una dama de la
ciudad, muy parecida a la pianista del vagón.
62
Y mi padre me regalaría el Hato como
regalos de bodas… para que lo colmara de
nietos. Sí, eso haría mi padre.
Descendieron todos los pasajeros y de
pronto me veo solo.

El señor de servicio de tren, me informó


que habíamos llegado. ¡Me hice el torpe!
Cuando baje del vagón… todos los pasajeros
que viajaron conmigo, estaban siendo
recibidos por sus familiares. A mí nadie me
esperaba, solo mi destino… dije “Adiós”… al
aire. Y me despedí de los servidores del
tren. Y ocurrió una cosa maravillosa.

De repente, un señor se me acercó; me


pidió el favor de sostenerle su “guitarra”,
mientras ataba las trenzas de sus zapatos.
Al tener ese instrumento en mis manos, por
instinto “toque” unas notas en sus cuerdas.
Al sonar, mis oídos se engrandecieron al
escuchar la melodía de las cuerdas
vibrando… “fue sorprendente, la armonía es

63
maravillosa, la música es fascinante”…
“Dios” tenía una guitarra en mis manos…

El señor me pidió de vuelta su instrumento


y me dijo con su voz tórrida:

- “Es española”, gracias por


sostenerla, ¡que tenga un buen día
joven!

Hice mi reverencia y se marchó, sentí que


se había llevado a mi amante… miro al suelo,
y me veo reflejado en un espejo de agua allí
en la terminal del tren; “me vi en él” y
exclamé:

- A caminar Rafael…

Para mi viaje a pie, utilice mi paraguas que


me compraron mis padres… anduve por
bellas calles de la ciudad. Había grandes
plazas con hermosas jardinerías; tenían
rosas rojas, blancas y una que otra amarilla.
Casas inmensas blancas con unos
64
interminables jardines que parecían
alfombras. Teatros maravillosos, seguro ira
a dar un concierto aquella pianista del tren.
Observaba la ciudad muy detalladamente y
aún se divisaba el rostro de su pasado
grandioso. Bellos monumentos; artistas
ambulantes y la gente transitaba como loca.

Mujeres con grandes vestidos, señores


sentados tomando café, el mesero
apuntando el pedido. Deben ser Abogados
esos caballeros.

Este es ahora mi destino… Creo que la


neblina quedó sepultada tal como mi
infancia quedó en mi pueblo… sí, allá, quedó.
Y debo proseguir con mi camino.

Salí y caminé por dentro de un túnel… mi


andar se volatizó con la sombra de ese
túnel; mientras lo atravesaba, sin saberlo,
de repente en el cielo La Luna se eclipsó;
fue tapada por un manto de nube negra. Mi
imagen en el túnel se achicaba como un
65
cuento y, poco a poco, la neblina cerró la
boca del arco del túnel. Como un telón
indicando que la obra ha finalizado.

- No se escucharon los aplausos…

66
Eclipse
Durante mis años
de estudios, en la
universidad. Me
destaqué siempre
por ser un
estudiante
responsable.
Cumplía con
todo… mi
vida fue
genial.

Allí, en esos momentos, era astuto,


charlero, buen amigo. Cuando no tenía
clase, asistía al teatro; eso me encantaba,
de verdad.

Ver aquellos actores sufriendo un amor


absurdo e irreal. Ellos lo trasmitían,
algunas veces me hacían llorar, otras, casi
muero de risa… y la parte final de obra
nunca me gustaba ya que concluía. Nunca
67
quería que el teatro terminara. Las obras
no deberían tener fin. Pero son las reglas.

Si, en efecto mi vida cambio para siempre,


ya me acostumbré a ser un joven citadino.
Con un buen grupo de amigos, todos
estudiantes, nos dedicábamos a eso… a
nuestras carreras. Nacimos para eso. En
exámenes y pruebas éramos “los mejores”.

Nuestras tertulias, sobre las mujeres, eran


por los pasillos de la universidad. Yo les
contaba a ellos sobre lo hermoso de mi
pueblo, lo mágico de su clima. Mi llave
maestra para conquistar a las chicas de la
ciudad. Eran esos cuentos y mis modales.
Sé que a ellas les gustaba eso.

Me acostumbré mucho a leer otras cosas,


me motivaba aprender de todo. Bueno era
algo, que siempre estaba conmigo,
“investigar”, ya casi no parecía betijoqueño,
cambie mucho, pero para mejor. Estoy muy
motivado en esta ciudad tan grande.
68
Hay lugares aquí que parecen cuadros de mi
pueblo. Si, Betijoque pequeño en grandes
obras de arte. Siempre voy a esa parte a
recordar a mi pueblo.

Una noche, nuevamente, íbamos al teatro,


todo el grupo. Esa misma noche estábamos
muy entusiasmados; era el estreno de la
obra universal; algo muy mágico todo
aquello. Cuando llegamos al frontis del
teatro, algo me atrajo… al mirar la
cartelera muy detalladamente, observe las
paredes.

Mis amigos insistían en que observáramos


la cartelera, allí estaba el reparto de la
obra.

Fue algo inevitable… me turbó y mi mente


se agitó, muy extrañamente; lo pálido y
frio de las paredes y el decorado me hacían
pensar en la neblina, en “relámpagos”; en
“lluvias torrenciales” por doquier, no sabía
que me pasaba.
69
No escuchaba a mis amigos; no lograba
expresar palabra ni decirles algo… estaba
enmudecido… por un instante en el cielo un
choque de nubes; se iluminó todo con el
destello del relámpago. Fue cuestión de
segundos para caer al suelo, sobre la
alfombra del vestíbulo.

Mis ojos quedaron detrás del telón del


escenario; mientras mis pensamientos me
hacían bajar de nuevo por el camino del río
de mi pueblo. Sí, era imposible frenar, el
lodo me arrastraba montaña abajo. Esta
vez parecía que iba al infinito… el fondo no
llegaba y me seguía devorando la torrencial
lluvia.

Cuando logre despertar de aquella


pesadilla, tenía como escoltas, a mis
amigos; habían permanecido a mi lado;
estaban allí, nunca llegué a estar solo. Me
consolaba por la espalda una gran
compañera de estudios, siempre fue una
gran amiga… Entre todos me dieron
70
infusiones calientes; se veían calmados,
mientras el más locuaz me contaba
jovialmente lo que me había sucedido.

También, otra amiga, muy románticamente

- Lamento el que no pudieses haber


asistido a la obra – me dijo-,

Le di mi palabra de caballero, a ella y a


todos, que iríamos a verla otro día; total, la
obra la repetían todas las noches. Mientras
la escena se torna con mi tragedia, me
preguntaba… ¿Por qué otra vez?

Mis ganas eran incontrolables por


escribirles a mis padres por lo sucedido,
pero sé que se preocuparían mucho. Y como
los conozco, seguro vendrían de inmediato
a la ciudad para verme… mejor no.

No pude controlar nada sobre la “Neblina”,


aún me sigue; tampoco pude contar nada a
mis amigos sobre esto. Sería motivos de
71
burlas. Me dirían que sigo siendo un
muchacho de pueblo… Pero adoro a mis
amigos, son mi familia en la ciudad. Todos
hicimos una promesa de ir a Betijoque, al
momento de terminar la carrera. Seguro
estoy que los llevaré al hato… Allí
pasaremos momentos muy felices y el río es
atrayente, porque acá en la ciudad hay uno
y está dividido en tres. Es muy bonito, pero
no se compara con el río de mi pueblo.

Mi mente por ahora es llegar hasta el final,


después, será lo que Dios quiera…

“Cuando pasó el Eclipse y apareció la luna


llena”, hubo un gran silencio. Todos ellos se
habían levantado, se retiraron… Me quedé
solo en mi habitación; me acerqué a la
mesa, tome un vaso con agua; miré mi
reflejo al espejo y me vi extraño.
Despeinado, parecía un viejo.

“Dios me dolía todo”… me senté en mi cama,


reaccioné. Se me vinieron ideas. ¿Qué
72
pasó? ¿Por qué no me llamaron? Me
dejaron.

Por mi ventana se observa un vendaval de


nubes grises; tome un baño en tina caliente,
me vestí… no sé por qué ese día no había
ánimo de nada, de verdad, sin animo…
Cuando ajusté mis zapatos recordé que esa
noche iríamos al teatro. “Claro” era obvio
que tampoco tenía ánimo. Me hacían faltas
mis padres. Creo que eso era lo que me
pasaba… necesitaba de ellos. Sobre todo de
mi padre; quería su “sermón”. Hoy parezco
de algodón, casi no siento mi cuerpo.

Miré hacia otra mesa, allí sobre ella había


una nota dirigida a mí; no entendí al
instante, decía:

- “Ojalá y te recuperes pronto y puedas


asistir a clases, llevas dos días en
cama, “delirando sobre tus padres”,
nombras la “lluvia” y una especie de

73
“neblina” que te persigue… estamos
preocupados por ti”…

Ahora me llené de más dudas, causé que


amigos se preocupasen, “Dios ¿qué me
pasaba?”. Debo tener algo en mi salud,
siento que la neblina es un síntoma de un
problema mayor, que ha venido emergiendo
desde mi infancia.

Me armé de valor, pensé seriamente


“cerrar esa página” y continuar mi vida, me
mentalicé en que todo estaba bien… ”Ese
soy yo”, cuando tomo una determinación, la
asumo y la cumplo…

Se acabó “la neblina”, debo sepultarla de


una vez… no quiero que me siga ni una noche
más. No pensare en ella – ya había sido
suficiente - creo que había acabado con
muchas noches de mi vida, de mis sueños;
me aparto de muchas felicidades… ha
interrumpido mis soles.

74
Cuando volví a la universidad, todos me
miraron con cara de asombro; me congelé
por unos segundos; me pregunté ¿qué hice?
Ellos, mis amigos, con voz tórrida, contaron
uno a uno su preocupación; unos me
alentaron; otros, intranquilos por los
sucesos que ellos presenciaron noche a
noche en mi habitación. Mi vida en la ciudad
se estaba complicando; les pedí mis más
sinceras disculpas por lo sucedido.

Tal vez, sufro “pesadillas” argumenté, me


sirvió como excusa para evitar más
“insomnios” en ellos. Me contaron que se
desvelaban por mí y que me observaban
mientras me sentía atrapado en mi sueño.
“Sentí vergüenza”, pero demostré un
estado de ánimo normal. Pude percibir que
ellos seguían preocupados… por este Rafael
que lo piensa vencer… un “sueño”…

Debo “despertar de él”…

¡Debo despertar!...
75
Transcurrieron varias semanas, retornó la
calma, puede dormir tranquilo. Volví al
café, a leer. Logré volver a la biblioteca y
sumergirme en el mundo de los libros,
sentir los géneros de la literatura
universal, “los clásicos”… Son mi vida. Lo
que anhelaba en la vida es ser músico.
Adoro la guitarra, me fascina el “orfeón”
de la ciudad, el teatro, la ópera y la
botánica… y vuelvo con mi bledo… ¿Quiero
saber de todo?

¿Cómo se compone una canción? ¿Quién


escribe el teatro? ¿De dónde obtienen esas
voces los cantantes de ópera?

Por eso me reservaba a mi carrera, siempre


investigando. En clases era el primero en
responder. Mis amigos ponían rostros
adormecidos cuando narraba mis clases.
Mis profesores pedían para mí “aplausos”,
mientras lo hacían, yo me sentía un artista
de teatro terminando su función, ya que
hasta reverencias me atrevía hacer.
76
Al terminar la jornada del día, encaminado
por unos de los pasillos de la facultad, me
encontré con mis amigos; me obsequiaron la
entrada para un concierto esa noche que
recién nacía. Tomé el boleto, les di las
gracias… les dije que allí estaré, “en ese
concierto”. Mientras, me dirigí al
laboratorio a ordenar algunas cosas de mi
proyecto final de investigación. Pero ellos
insistieron en irnos ya, que olvide mi
laboratorio; así que de inmediato me uní a
la aventura con ellos.

Reíamos mucho, con las ocurrencias de una


compañera. Era muy jovial, soñaba con ser
una “princesa” pero no tuvo mucha suerte…
se tuvo que conformar con ser una plebeya.

Pero fue feliz al final de cuento…

Al llegar al teatro, “que impresión”; se


trataba de un “concierto para piano”…
recordé mi llegada a la ciudad; a la
“pianista” del vagón, la del cabello amarillo.
77
Me senté y observé a todos los presentes…
parecía el último acto de mi vida.

En la sala podía observar la llegada de


personas muy importantes y elegantes. “La
lámpara del techo” brillaba cual esplendor;
en el palco principal estaba una pareja,
pensé serían unos políticos; la mujer luce un
traje largo de terciopelo, y una peineta de
color perlado, sus guantes llegan hasta los
codos ¡cuánta elegancia! Y quien la
acompaña a la diestra parece un mago, lleva
un gran sombrero de copas, con levita.

Arte de magia. “Se abre el telón”. La


lámpara se apaga. El esplendor de lo oscuro
cubrió todo el patio de butacas para
comenzar el concierto. El centro del
escenario, se encendió, ilumino el piano,
luego la luz fue hacia los laterales - los
candelabros parecían los que estaban en mi
pueblo - fue impresionante ver eso… se
apagó el centro y tras unos segundos, se
iluminó otra vez.
78
Y allí estaba, la estrella de la noche. Una
dama… comenzó sus notas… y dieron pie
para el más grande de los conciertos. Yo,
como todos, quedamos enmudecidos. En lo
personal jamás había visto maravilla alguna.
Mi corazón latía con tanta fuerza, que
imaginé que iría a estallar. “era una prodigio
aquel concierto”.

Cuando finalizo, quede estremecido, pues


cuando se colocó de pie para recibir los
honoríficos aplausos, terminé
reconociéndola, la concertista era la dama
del tren.

Mi compañera de viaje; quedé sobrecogido,


era ella… “Dios mi mundo, se volvió chico,
ante tan magna casualidad del destino.
Mientras el telón cerraba, corrí como un
chico alocado al vestíbulo del teatro.

Dialogué con un señor de seguridad y


supliqué que me dejara pasar para felicitar
a la estrella. Que ella era mi amiga… “claro”
79
no entendía mi admiración para con ella. El
señor contacto a una señora que me dejo
pasar, me llevo por un pasillo, hasta el
camerino de la pianista… fue impresionante
como – tras las notas de su piano - había
hecho colocar el público de pie y
ovacionarla.

En el camerino,
yo parecía un
niño, temblaba
de la emoción, no
podía creer que
iba a verla,
“hablaría” con
ella… al entrar al
camerino ella se presentó sola… habló y
habló - yo mudo – de sus conciertos y
pronto me reconoció como aquel pasajero
del tren. Me recordaba…

Atribuyó ella nuestro encuentro como


casualidad del destino. ¡Sí! Así lo pensó

80
ella… yo anonadado por cada palabra de
artista.

Pero hubo algo que cortó la nota, de aquel


fabuloso encuentro.

Cuando ella me dijo su nombre… cuando


pronuncio su nombre, “mi cuerpo
desfalleció” por segundos, me fui a otro
mundo, imaginariamente. Parecía imposible,
pero por cada sílaba que ella separó su
nombre, se me vino el mundo encima.

Ella, coloreó de gris, la más bella noche de


mi vida terrenal. Creo que la pianista
quedaría horrorizada con mi reacción. Pues
“salí” corriendo de allí… Sin embargo, nunca
sabré si ella formaba parte del destino que
estoy a punto de forjarme.

Percibí que ella me observaba… mientras yo


comenzaba a correr por el pasillo vacío del
teatro.

81
Al llegar a la calle, una feroz lluvia,
acobijaba la ciudad; seguí corriendo
mientras mi corazón casi estallaba en mi
pecho…

En mi mente una y otra vez resonaba el


nombre de la pianista…

- “Neblina”…

Aquella artista, virtuosa del piano, se llama


“Neblina”.

No sé cómo llegué al “Laboratorio”, por


ahora era para mí un lugar seguro. Allí me
resguardaría de la neblina; mi mente
alucinaba con ella y conjugaba con el
nombre de mi artista. Todo mi mundo se
movía en contrastes.

“Ella”, su nombre, “Neblina”, “la neblina”…


“Dios, mi cuerpo se sentía como una
locomotora”; de momento mi crisis
emocional me hizo una jugada.
82
Todo lo que estaba allí se comenzó a
oscurecer, la neblina acobijaba
íntegramente como una capa negra, aquí en
mi laboratorio de Praga.

Las notas del piano eran los efectos


sonoros que llenaban de terror mis
segundos de vida. Las mesas y los objetos
del laboratorio daban vueltas al compás de
esas notas.

Mi mano, me condujo al líquido que tenía la


botella que se hacía ver con las luces que
entraban por las ventanas. Eran las luces de
los relámpagos.

No eran luciérnagas de mi pueblo. Me tome


aquel voraz líquido… y caí en la trampa que
me jugo el destino; fui tentado por una
pasión, “la muerte”… no sé ahora donde voy.

No conozco este mundo… solo miro mis pies


y estoy en la orilla de mi río… ”Esto es mi
sepulcro” ahora descanso en paz… el camino
83
que veo es muy largo… sigo tras él… es por
la orilla de mi río que camino… pero camino
en paz… a otro mundo.

El camino se cerró, con el telón. Finalizó la


nota del piano…

Fin
“En honor a Rafael Rangel”

84
Epílogo
Abba

… Cuando desperté todo


era gris y frío;
observaba desde lo alto
mi cuerpo en la mesa
del forense, cubierto
por una tenue sábana
blanca.

Luces grises, bajas, daban el tono del


más insensible de los velorios… como
extrañaba el cantar de los grillos de mi
pueblo, mis luciérnagas, mis sapos. Pero
estaba allí; “yacía” allí… mientras mi mente
renacía, observé a mis amigos en el pasillo
de la morgue; lloraban mi partida… se
preguntaban “el ¿por qué?”

No sabría explicarles a todos ellos mi


partida abismal… como el caminar por un
túnel lleno de hojas secas, muchas hojas…
85
Sí, ese es el camino que me esperaba y
mientras, mi mente y mis pensamientos los
organizaba.

No comprendo si es una bendición o una


maldición, me siento resurgir del abismo,
de la muerte, es una sensación de cómo mi
cuerpo frío e inerte se llena de una especie
de vida, pero diferente a la vida…

Mis padres llegaron a Praga, llenos de


maletas de lágrimas y en sus corazones se
perfumaba el olor de lirios y velas; podía
sentirlos.

Mi madre al verme inerte, me cubrió con un


abrazo caliente, sé que no percibía el frío
de mi muerte; mientras, de su mano cayó un
rosario de perlas.

86
“Eusebio”
sentía que su
corazón se
detenía por
momentos;
parecía
escuchar el
reloj de pared
de mi casa…
comprendió
que era el
final.

Ahora me espera la música triste; el vago


recuerdo de mi pueblo, no estaré en el río…
no montaré el tren.

Duele resurgir… es muy doloroso volver a la


vida… puedo sentir mi cuerpo, mis dedos
mover, lentamente…

Ya no temo… ya no hay temor a la neblina.


Mientras ella cubría mi cuerpo voy
llenándome de un frío inhumano… y siento
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como retorno a la vida… escucho el latir
tenue de mi corazón resurgir de la oscura
muerte…

Observo a mis padres, a mis amigos… nadie


percibe mi retorno sombrío, nebuloso,
brumoso. He regresado… y soy “Rafael
Rangel”.

La ventana de la morgue, donde mi cuerpo


aun inerte se encuentra, se abre a la luz de
la Luna Llena, allí renací, es mi nueva
morada.

Voy hacia el sendero que, mágicamente, se


va abriendo con el resplandor de la noche,
con el brillo lunar… no sé, quizá sea el
camino que me lleve a mi pueblo hermoso…
o tal vez a la “Eternidad”.

El camino no está solo, allí vienen y van…


todos desconocidos, pero muy adentro de
mis pensamientos, recuerdo conocerlos. Sí,
Son gente de la noche, son “Vampiros”
88
andantes sin sepulcros… si, logro reconocer
a uno de ellos, es mi amigo eterno del
pueblo, crecí a su lado, es Edwin, Edwin
Rodríguez, mi Dramaturgo.

“Yo no sé nada de Dios, ni del diablo.


Nunca he tenido una visión, ni he
conocido un secreto que condenara o
salvara mi alma. Pero, por lo que yo
sé, después de cuatrocientos años,
soy el Vampiro más viejo del
planeta…
Lestad
(Mi amigo)

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