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Her Man Melville
Her Man Melville
Travesía y ficción
Jaime Marchán*
* Jaime Marchán: Embajador de carrera del Servicio Exterior, escritor, profesor de derechos culturales del Insti-
tuto Henry Dunnat (España) y miembro de la Academia Ecuatoriana de la Lengua. Este artículo está basado en su discurso
de incorporación a dicha Academia.
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1 Seguiré a lo largo de este texto la edición completa de Moby Dick o la ballena blanca, publicada por la Editorial
Debate, cuarta edición, Barcelona, 2003, traducción de Enrique Pezzoni e ilustraciones de Rockwell Kent (1882-1971),
artista norteamericano, conocido por su capacidad de síntesis entre el realismo y el modernismo.
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ratura como viaje y sobre la palabra sobre los roqueños muros. Dentro
como lengua universal. del estudio de Anthony Kerrigan me
siento algo intimidado por el háli-
2. La literatura como viaje to revuelto, la melancolía difusa, el
A lo largo de mi vida, princi- polvo de los recuerdos agitados por
palmente por razones de mi profe- la luminosidad ausente de este genio
sión diplomática, he viajado mucho inquieto, rebelde, a veces extrava-
y he vivido en numerosos países y gante y estrafalario, que, además de
culturas. Hoy mismo me encuentro las creaciones de Unamuno, vertió al
en Palma de Mallorca, en casa de inglés una enorme cantidad de obras
prestigiosos traductores, con quie- de grandes escritores.
nes tengo una relación cercana. El Antes de acometer mi trabajo,
patriarca de la familia, Anthony siento la imperiosa necesidad de hus-
Kerrigan, escritor y poeta de ori- mear entre los estantes y libros que
gen irlandés, fallecido en 1991, fue rodean el estudio; si no, los espíritus
uno de los traductores del español que habitan entre sus páginas no me
al inglés más reconocidos de su ge- darían el sosiego que necesito. Abro
neración. La bella casona, llena de de par en par los postigos de madera
libros, está situada en un promonto- y la recámara se llena de una luz azu-
rio frente al mar. En el vestíbulo hay lada. Me levanto del escritorio con
una estupenda escultura de Pablo una pipa encendida en la boca y re-
Serrano. Se trata de una cabeza en corro los amplios anaqueles. Reviso
bronce de don Miguel de Unamuno. varios libros al azar: todos han sido
No podía ser de otro modo, pues leídos y subrayados, todos llevan en
Kerrigan tradujo al inglés, en siete sus páginas anotaciones manuscritas
volúmenes, la obra mayor del gran a lápiz. Obras de clásicos griegos y
escritor vasco. En las paredes de la latinos, de los españoles –incluyendo
sala cuelgan óleos de Tapies, Saura, las de Ramón Llull, el gran huma-
Ulbrich y Rivera Bagur. Mis anfitrio- nista mallorquín– y diversos libros
nes han tenido la bondad de cederme de escritores hispanoamericanos.
el estudio del escritor, “la Torre”, y Como buen poeta, Kerrigan ha ate-
allí me he instalado con mis notas. sorado también una vasta colección
La sólida y amplia mesa de trabajo de obras de poesía. Repaso con la
se abre sobre la bahía. Desde allí di- vista los títulos impresos en los lo-
viso el puerto, las grúas del muelle, mos y me detengo en uno de ellos.
los buques que entran y salen y las Se trata de la Antología de la Poesía
torres de la catedral que se levantan Americana Contemporánea,2 publi-
3 Los poemas de Jorge Carrera Andrade, incluidos en la antología antes citada, son: “Primavera & Compañía”,
“Sierra”, “Domingo”, “La vida perfecta”, “Corte de cebada”, “Ha llovido por la noche”, “El huésped”, “Vocación del espejo”,
“Mal humor”, “La campanada de la una”, “Segunda vida de mi madre” y “Biografía para uso de los pájaros”. El poema de
Alejandro Carrión es “Buen Año”.
4 Anthony Kerrigan, At the front door of the Atlantic (Dolmen Press, 1969, Dublin, Irlanda).
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Ahab está fijo, como un ancla, en el cosas, que él fue el primero en intere-
fondo de su obsesión perpetua: ma- sar a Hemingway por los toros. “Es-
tar a la Ballena Blanca, aunque sea tábamos juntos en Cap. d’Antibes,
preciso perseguirla a través de to- con Gertrude Stein –dice–, y le conté
dos los mares de la tierra.5 Melville, lo de San Fermín. Él no sabía nada
marinero experto, estaba consciente de los toros por aquel entonces. Se
de la complejidad de la empresa, así fue a Pamplona y se enamoró de Es-
como de la magnitud de su empeño paña”.10
literario: “Para producir un gran li- Satisfecha mi bibliófila curiosi-
bro –escribe– hay que elegir un gran dad, me siento finalmente a la mesa
tema.”6 Al empezar a escribir la no- a escribir. Mis días transcurren gra-
vela, confiesa estar tan desbordante tamente en esta casa mallorquina,
de entusiasmo que sólo precisa de entre notas y libros. En esta familia
una pluma de cóndor y el cráter del todos leen; más bien dicho, se ali-
Vesubio como tintero.7 mentan de libros. El bar está siempre
A propósito de viajes y literatu- abierto; se bebe ginebra y malta es-
ra, entre las creaciones de Kerrigan cocesa con matutina contención; al
me encuentro con una obra singu- caer la tarde se doblan las raciones,
lar. Se trata de Crónica de un viaje a y si no hubiera hecho apuntes, todo
Picasso 8, publicada en “Papeles de se iría con las ondas luminosas del
son Armadans”, colección dirigida agua, pues aquí la mente se deja as-
por Anthony Kerrigan y Camilo José pirar por el mar y viaja a través de la
Cela. En dicha crónica, Kerrigan noche marítima como la vida, como
narra con depurado estilo la trave- la literatura, como la palabra.
sía que, junto a su amigo Cela, em-
prendió desde Mallorca para visitar 3. La palabra como lengua universal
a Picasso y pedirle ilustraciones para En esta casa mallorquina de re-
una edición especial de los “Pape- conocidos traductores, he llegado a
les”. En su interesante relato, Kerri- reconocer que otra forma singular
gan caracteriza la desbordante vita- de viajar en la literatura es la tras-
lidad artística y humana de Picasso lación del texto y significado de una
como “un movimiento sísmico”9. En obra a otra lengua. Existen célebres
el curso del encuentro, Picasso les traducciones literarias a las que me
cuenta a sus visitantes, entre otras hubiera gustado referirme, mas en
5 Como dice Borges, “el escenario son todos los mares del mundo” (ver Bartleby el escribiente, Prólogo y
traducción de JLB, Alianza Editorial S.A., Madrid, 2009), p.7.
6 Herman Melville, Moby Dick, Cap. CIV, p. 616.
7 Ibid, pp. 615 y 616.
8 Anthony Kerrigan, Crónica de una viaje a Picasso, “Papeles de son Armadans”, nº. LII, Julio de 1960, Madrid
- Palma de Mallorca, MCML.
9 Ibid., p.53.
10 Ibid., p. 61.
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11 García Yebra , “Aurelio Espinosa Pólit, traductor de poetas clásicos”, En torno a la traducción (Ed. Gredos,
Madrid: 1983), p. 192.
12 Ver, Manuel Rico, “Luces y sombras del español en el mundo”, La Cuarta Página, p. 33., diario “El País”, 4
junio 2011.
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signos astronómicos y astrológicos, que padecen muchos escritores, au-
polisemia de los signos que renueva tor y obra pasaron al olvido. Acaso
la invitación a cada lector a proyec- los lectores de la época estimaron,
tar su individualidad”.13 erróneamente, que el libro era un
Sin embargo, no es la inte- aburrido mamotreto sobre caza de
rrelación de las lenguas ni el análisis ballenas.15 Es posible también que
filológico de las obras de Melville razones religiosas, provenientes del
la principal razón de este artículo, puritano público de entonces, influ-
sino las muy cercanas vinculaciones yeran en el descrédito del libro, pues
temáticas y toponímicas de Moby el autor no se anduvo con remilgos
Dick y de Las encantadas con el al momento de hablar de ciertas
Ecuador. Esta cuestión, que yo sepa, creencias. Así, al describir las lápidas
no ha sido hasta ahora desarrollada de mármol de la capilla de Nantuc-
en detalle. De ahí su pertinencia. ket y reflexionar sobre el sentido de
la vida y de la muerte, apunta que
4. Moby Dick y el Ecuador “la Fe, como un chacal, se alimenta
Antes de hablar de Moby Dick, entre las tumbas y extrae su esperan-
conviene decir algo sobre su autor. za más vital de esos dilemas morta-
Herman Melville nació en Nueva les”.16 Y, más adelante, expresa con
York en 1819, en el seno de una ironía que “el infierno es una idea
familia luterana de ascendencia es- nacida originariamente a causa de
cocesa y holandesa. Pese a su vida un pastel de manzana mal digerido y
aventurera, o precisamente debido a perpetuado a través de las dispepsias
ello, produjo numerosas obras; entre hereditarias producidas por los Ra-
ellas, además de Moby Dick, desta- madanes”.17 Además de ello, las lec-
can Typee, Omoo, Redburn, Mardi, toras de Moby Dick “se toparon con
Pierre, Billy Budd, Israel Potter y un mundo novelístico que excluía a
Cuentos de la Plazoleta (integrada la mujer y cedía su lugar a una otre-
por Benito Cereno, Las encantadas dad metafísica y moral. El otro (...)
y Bartleby el escribiente). no era la mujer, sino la conciencia, la
Moby Dick o la ballena blan- naturaleza impenetrable a la razón,
ca,14 su obra maestra, se publicó en la proyección narcisista del yo o el
1851 y, por esas azarosas vicisitudes mito”.18
13 Vladimiro Ribas Iturralde, “Estudio introductorio y notas” a la edición de Moby Dick o la Ballena (Libresa, Quito:
1993), pp. 20-21.
14 El título del original inglés es Moby Dick or The Whale. Éste se ha traducido indistintamente como “Moby Dick
o la ballena” o como “Moby Dick o la Ballena Blanca”; tal es el caso de la versión de Pezzoni en Editorial Debate (Barcelona,
2003).
15 Por ejemplo, Conrad juzgó a Moby Dick como “una intensa rapsodia de ballenería y por no contener en sus
tres volúmenes una sola línea sincera”. Citado por Hardold Beaver en “Introducción” a Moby Dick, Harmondsworth (Middle-
sex, Inglaterra), Penguin Books, 1975, p. 20.
16 Moby Dick, Cap. VII, p. 74
17 Moby Dick Cap. XVII, p. 137.
18 Vladimiro Rivas Iturralde, “Estudio introductorio y notas” a la edición de Moby Dick o la Ballena, Libresa, Quito,
1993, p. 17.
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19 El título de la obra de Weaver es Herman Melville, marinero y místico. Cf. Vladimiro Rivas Iturralde, op. cit., p.
16.
20 Herman Melville, Bartleby el escribiente, Prólogo y traducción de Jorge Luis Borges, (Alianza Editorial S.A.,
Madrid: 2009).
21 La versión completa de Editorial Debate, la cual incluye la “Etimología” y los “Extractos”, tiene 767 páginas, de
38 líneas cada una. De esta novela, se conocen, además, tres versiones fílmicas: una muda, de 1926; la de John Huston,
realizada en 1956, con guión de Ray Bradbury, y una más reciente de Franc Roddam, de 1998.
22 Moby Dick, pp. 13-27. En los “Extractos”, entre otras cosas interesantes, se dicen las siguientes: “Y Dios creó
grandes ballenas (Génesis)”, p. 16; “Es posible extraer una cantidad increíble de aceite de una sola ballena (Ibid, Historia
del Leviatán de Hobbes)”, p.. 18; “Las poderosas ballenas que nadan en un mar de agua y tienen dentro un mar de aceite
(Fuller. El estado sagrado y profano)”,p. 19; “Suben con frecuencia a los mástiles para ver si avistan una ballena, pues el
primero que la descubre recibe un ducado por su esfuerzo (Harris Coll. Viaje a Groenlandia, 1671)”, p. 19; “Un décimo de
las rentas ordinarias del rey (...) es el derecho a los peces reales, que son la ballena y el esturión (Backsotne)”, p. 21; “Esa
bestia marina / el leviatán /, que entre todas las obras de Dios / es la más grande que nada en las corrientes oceánicas (El
paraíso perdido)”, p. 18); “El remedio soberano para una lesión interna es el esperma (Rey Enrique)”, p. 17.
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do hacia la luminosa primavera de “Porque en ese lugar y en ese
Quito que reina en el mar casi perpe- tiempo –nos aclara–, durante varios
tuamente, en los umbrales del eterno años consecutivos [Ahab] había vis-
agosto del trópico”.23 to a Moby Dick detenerse periódica-
Poco después, el empecinado mente, así como el sol, en su revo-
capitán Ahab abandona por pri- lución anual, se detiene durante un
mera vez su camarote, convoca a la intervalo ya calculado en cada uno
tripulación a cubierta y, levantando de los signos del Zodíaco. Allí, por
hacia el cielo una resplandeciente otra parte, habían ocurrido casi to-
moneda de oro, anuncia a los mari- dos los encuentros mortales con la
neros que la dará como recompensa Ballena Blanca; allí las olas conte-
a quien primero aviste a la Ballena nían la historia de sus hazañas; allí
Blanca: estaba el trágico lugar donde el viejo
«“Todos ustedes, vigías –dice en monomaníaco había encontrado el
voz alta–, me han oído dar órdenes territorio móvil de su venganza(...).26
acerca de una ballena blanca (...). No puede ser más clara esta ex-
¡Aquel de ustedes que me anuncie plicación. Mas como el texto de la
una ballena de cabeza blanca, frente novela es extenso y durante la tra-
rugosa y mandíbula torcida (...) re- vesía ocurren y se intercalan otros
cibirá esta onza de oro, muchachos! incidentes menores, páginas más
(...)”. Restregaba lentamente la mo- adelante Ismael siente la necesidad
neda de oro contra los faldones de de volvernos a recordar que:
su abrigo, como para aumentar su “el circunnavegante Pequod
brillo, y cantaba quedamente para recorría todas las zonas de caza ba-
sí, sin palabras, produciendo un so- lleneras del mundo, antes de bajar
nido tan extrañamente sofocado e hacia el Ecuador, en el Pacífico. Allí,
inarticulado que parecía el chirrido aunque su busca no hubiere dado
maquinal de las ruedas de la vitali- resultado en otras partes, Ahab pen-
dad oculta en su interior».24 saba que presentaría batalla a Moby
Poco más tarde, Ismael nos in- Dick, en el mar más frecuentado por
forma textualmente que “el Pequod el monstruo, según se sabía, y en una
había zarpado desde Nantucket al estación durante la cual era razona-
iniciarse la Estación del Ecuador”.25 ble alimentar la esperanza de encon-
¿Y por qué en dicha estación y hacia trarlo27”.
ese punto geográfico concreto?, cabe La mención del Ecuador en este
preguntarse. pasaje tampoco es antojadiza. Es sa-
23 Moby Dick o la Ballena Blanca (Editorial Debate, Barcelona: 2003), Cap. XXIX, p. 18.9.
24 Ibid., Cap. XXXVI, p. 236.
25 Ibid., Cap. XLIV, pp.298 y 290.
26 Ibid., Cap. XLIV, pp.298 y 290.
27 Ibid., Cap. LXXXVII, p. 523
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28 Puerto López, Salinas y Ayangue son, actualmente, los principales puntos de observación.
29 Melville, op. cit., Cap. LXXXVIII, pp. 536-537.
30 Ibid., op. cit., Cap. XCVIII, p.581.
31 Ibid., Cap. LXXXIX, pp. 544-545.
32 El doblón, según se describe “En Monedas y Bibliotecas virtuales. Arqueología. Monedas Predecimales”,
corresponde a una moneda de Ocho Escudos, ley de 900 milésimos, acuñada en la Casa de Quito (1838). Anverso: busto
femenino alegórico de la “Libertad”, con gorro frigio. Leyenda: “El Ecuador en Colombia”, nombre de la ceca: “Quito”, Rever-
Arriba la banda elíptica con signos zodiacales y el sol sobrepuesto en el centro y, encima de éste, un arco de 6 estrellas; el
listel contiene la leyenda: “El Poder en la Constitución”.
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sos, tan hispánicamente poéticos. El dor, que lo hace tan milagroso? (...)
doblón del Pequod era un rico ejem- Lo leeré también yo. ¡Vaya! ¡Aquí
plo de todo eso. En su borde circular sí que hay signos y maravillas! (...).
llevaba la inscripción: REPÚBLICA Signos y maravillas, y el sol siempre
DEL ECUADOR: QUITO. Así, la está dentro de ellos (...). ¡Triste cosa
reluciente moneda venía de un país si no hay nada de maravilloso en los
situado en medio del mundo, bajo signos o nada de significativo en las
el gran Ecuador, bautizado con ese maravillas!”.34
nombre, y había sido fundida en me- ¿Son suficientes las referencias
dio de los Andes, en ese clima inva- textuales hasta ahora citadas para
riable que no conoce otoños. Rodea- haber demostrado la incumbencia
da por esas letras, se veía en ella la de Moby Dick, la novela maestra de
imagen de tres cumbres andinas y, en Melville, con el Ecuador? Puede ser
la primera, una llama; en la segunda, que sí, mas permítanme citar unas
una torre; en la tercera, un gallo que cuantas más.
cacareaba. Sobre todo ello se enarca- Mientras la tripulación se man-
ba un fragmento de zodíaco con los tiene escéptica sobre el real parade-
signos representados según su habi- ro de Moby Dick y juzga al capitán
tual sentido cabalístico, y el sol, cla- como un loco delirante, éste ha ve-
ve de todos ellos, en el momento de nido siguiendo en los trazos de su
entrar en el equinoccio, en Libra.”33 mapa y en las señales del mar la ruta
La imagen del doblón queda fija de su ballena. Sabe que sus cálculos
en la mente del lector, igual que en la y mediciones son correctos. Durante
de los marineros. Cada vez que éstos el trayecto, al encontrarse con el ba-
pasan por el mástil de la embarca- llenero inglés Samuel Enderby, tiene
ción, la contemplan y sueñan con la oportunidad de constatar esos
poseerla: datos. Para su dicha, el capitán de
“He visto otros doblones duran- la otra embarcación le confirma ha-
te mis viajes –dice para sí Stubb, uno ber avistado a la gran ballena “allá,
de los oficiales de la tripulación–: los en el Ecuador, la estación pasada”.
de la vieja España, y los doblones Y precisa: “Algún tiempo después,
del Perú, los doblones de Chile, los cuando volvimos hacia el Ecuador,
doblones de Bolivia, los doblones de oímos hablar de Moby Dick, como
Popayán, y también infinitos moido- la llaman, y entonces comprendí que
res y pistolas de oro y reales y me- era ella”.35
dios reales y cuartos de reales. ¿Qué Este diálogo de borda a borda
tendrá, pues, este doblón del Ecua- entre ambos capitanes devuelve a los
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ecuatorial, arrojaría su espumoso Melville las utiliza también como
desafío a los cielos.”40 metáforas y, en algunos casos, como
La última escena en que escu- hipérboles poderosas. Así, al aludir a
chamos la voz del capitán Ahab – la cojera del capitán Ahab, el carpin-
escena que, según la secuencia de tero del Pequod dice:
la novela, ocurre también en aguas “He oído decir que la isla de
ecuatorianas– es de una grandeza Albermarle42, en las Galápagos,
dramática estremecedora: está cortada justo en medio por el
«“¡Me precipito hacia ti, balle- Ecuador. Se me ocurre que una es-
na, que todo lo destruyes sin ven- pecie de Ecuador corta por el me-
cer! Lucho contigo hasta el último dio a ese viejo. ¡Siempre está en el
instante; desde el centro del infierno Ecuador!”.43
te atravieso; en nombre del odio,
vomito mi último aliento sobre ti. 5. Melville y la caza de ballenas
¡Húndanse todos los ataúdes, todas Como obra que narra la caza de
las carrozas fúnebres en un foso co- cetáceos, la novela de Melville exalta
mún! (...) Quiero ser remolcado en la labor de los balleneros:
pedazos para seguir persiguiéndote, “Mientras la caza de la ballena
atado a tu cuerpo, maldita ballena! no dobló el Cabo de Hornos –dice–,
¡Así entrego mi lanza! (...)”. Enton- ningún comercio, casi ninguna rela-
ces volaron pájaros pequeños, chi- ción que no fuera colonial unía a Eu-
llando sobre el abismo aún abierto; ropa con la larga línea de las opulen-
una tétrica rompiente blanca golpeó tas provincias españolas de la costa
contra sus bordes escarpados. Des- del Pacífico. Fueron las balleneros
pués, todo se desplomó y el sudario los primeros en abrir una brecha en
del mar volvió a extenderse como la celosa política que la corona es-
desde hacía cinco mil años».41 pañola mantenía con esas colonias;
Llegados a este punto, vale la y si el espacio lo permitiera, podría
pena anotar que las múltiples refe- demostrarse claramente que gracias
rencias al Ecuador a lo largo del tex- a los balleneros se logró al fin la li-
to y acción de la novela no sólo son beración de Perú, Chile y Bolivia del
geográficas o toponímicas, sino que yugo de la vieja España, y se esta-
pordiosero no “preferiría acostarse a lo largo de la línea del Ecuador?” (Moby Dick, Cap. II, p. 41). Y más adelante, al des-
cribir al arponero Queequeg, compara sus mejillas, marcadas por los matices más diversos, a “la ladera occidental de los
Andes, que reúnen en un mismo paisaje los climas más opuestos, zona tras zona” (Moby Dick, Cap. IV, p. 65).
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con refinada ironía, de las leyes in- daron en su memoria «esas latitu-
glesas que regían el reparto de ba- des que se resquebrajan al sol como
llenas: enormes calabazas bajo la torridez
“[D]e todas las ballenas cap- incesante de su cielo»52, «esa broma
turadas por cualquier hombre en pesada conocida con el nombre de
aguas de esa nación –dice–, el rey, en “iguana”»53, esas «verdes y negruz-
su calidad de arponero honorario, cas masas de lava que llegan a seme-
debe recibir la cabeza, mientras a la jar una superficie metálica»54 y esas
reina corresponde el respetuoso ho- «cuevas en las cuales la marea ince-
menaje de la cola. División que, en sante se estrella en furias de espu-
la ballena, equivale a partir en dos ma»55 . Impresionado por el paisaje,
una manzana: en el medio no que- él mismo confiesa que sus recuerdos
da nada (...). De modo que todas las son tan vívidos, o tan fuerte la magia
cosas parecen tener su razón: incluso de su fantasía, que no logra saber a
la ley”.50 ciencia ciertas si no era “víctima de
espejismos alrededor de las Galápa-
Pasemos ahora a Las encantadas. gos”.56
En el primer relato, titulado
6. Melville y las Islas Galápagos “Las islas en general”, Melville nos
Melville publicó Las encanta- cuenta que “hubo un tiempo, y aún
das en 1854, bajo el seudónimo de se ven hoy en día, enormes flotillas
Salvador R. Tarnmoor. Explicar su de veleros que llegaban a estos mares
relación con el Ecuador es mucho en busca de las ballenas que abun-
más simple, no sólo por su reduci- daban en lo que llamaban la Tierra
da extensión51, sino también porque Encantada.”57
los diez relatos que lo conforman se En el tercero, nos habla de Roca
sitúan de principio a fin en las Islas Redonda «un sitio espléndido que
Galápagos, territorio que el escritor nos proporciona la posibilidad de
conoce bien, debido a sus recorridos contemplar todo su alrededor y que
por los mares del sur en una época por característica tan peculiar fue
en que las leyendas habían extendi- bautizado por los españoles como
do sobre el archipiélago una fama de “Pico Redondo”».58 No escatima
misterioso encantamiento. Fijas que- elogiosos sobre la privilegiada posi-
ción de ese mirador marítimo. “Ni el “Rey de los perros”», Melville na-
tripulante de un globo, ni un hombre rra la historia de un criollo cubano,
desde la Luna –dice–, podrían tener quien, en pago por sus servicios de
más perfecta vista del planeta que soldado de la Independencia ameri-
se extiende a los pies (...). Esta roca cana, pide y obtiene como recom-
está más o menos en el mismo para- pensa, en propiedad exclusiva, la
lelo de Quito.”59 Describe luego las isla de Carlos.62 Atendiendo a su
Bahías de Barlovento y Sotavento, y proclama, unas ochenta personas,
los promontorios Punta Sur y Punta entre hombres y mujeres, abordan
Norte, “sitios famosos en los anales el barco que los llevaría a la tierra
de los pescadores de ballenas”.60 prometida. El último en embarcar
Pese a su brevedad, Las encan- –nos cuenta–, fue el criollo, quien
tadas es una obra rica en símbolos llegó acompañado de “un discipli-
y representaciones, algunas de valor nado ejército de perros enormes, los
universal. En el séptimo y el nove- cuales rehusaban desde un principio
no relatos, por ejemplo, las alegorías hacerle concesiones al resto de pasa-
sobre un estado de naturaleza pura, jeros, permaneciendo echados aris-
salvaje y despótica se adentran en el tocráticamente alrededor de su amo
campo de las ciencias políticas. Los en la cubierta superior, desde donde
inescrupulosos protagonistas de es- lanzaban miradas desdeñosas hacia
tas historias, prototipo del hombre la plebe, tal como los soldados de
antisocial, tiránico y sin valores cívi- una guarnición victoriosa hacen con
cos, así como su historia de engaño los habitantes de una ciudad toma-
y dominación, hubieran servido de da, a los cuales deben vigilar». Una
laboratorio empírico para sustentar vez en tierra, los emigrantes, bajo la
las teorías políticas de Hobbes, así dirección de su nuevo amo y señor,
como la necesidad ética de contar procedieron a la construcción de la
con un “Leviatán”, es decir, con un “Capital” con pedazos de escoria y
órgano social que asuma el orden y bloques de lava. Debido al carácter
el control de la comunidad.61 indómito de algunos inmigrantes,
En el primero de estos dos re- no tardó “Su Majestad”, con ayuda
latos, titulado «La Isla de Carlos, el de la “caballería canina”, en decre-
59 Ibid., pp.40-41. La cartografía actual precisa que la Roca está realmente a 0º 12 de latitud norte sobre la línea
ecuatorial.
60 Las encantadas, 4. Un vistazo desde Redondo, p.49.
61 Ver la Introducción de Herbert W. Schneider a la edición inglesa del Leviathan, de Thomas Hobbes (Ed.
Bobbs.Merrill, New York: 1958), p. xii.
62 Esta isla no se registra con el nombre dado por Melville. Existen, sin embargo, tres nombres parecidos: Carlos,
mencionada por primera vez en 1786 por el cartógrafo Alcedo, registrada como Charles, Santa María o San Cristóbal en
versiones posteriores; Tierra de Carlos IV, mencionada por primera vez con este nombre por el cartógrafo Cruz Globado,
en 1974; y Carlos Lomas, referida en 1790 por Alejandro Malaspina. Según la nota de los editores de Las encantadas,
“cualquiera de las tres podría ser de la que habla Melville, o podría ser que ninguna de las tres exista, pero las múltiples
imprecisiones en su ubicación y las diversas versiones no nos dejan un dato cierto” (ver la edición de Las encantadas en
Colección Luna de bolsillo (Corporación Eugenio Espejo, Campaña Nacional Eugenio Espejo por el Libro y la Lectura, Quito:
2010, p. 141).
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tar la Ley Marcial para evitar des- gen”, quien, apartándose de sus
manes contra su “Palacio de Lava”. congéneres, construyó en aquellas
Cansados finalmente de su tiranía, islas su guarida con rocas volcánicas
los colonos se sublevan, obligando y escoria, dedicándose a producir
al depuesto “Rey” a huir con su ar- “unas papas degeneradas y algu-
mada de perros. Pero ahí no para la nas calabazas, que le sirvieron para
aventura. Contentos de la hazaña, hacer trueques y comerciar con las
los rebeldes se emborrachan y pro- tripulaciones de los balleneros que
claman “La República”. «En reali- a veces se aventuraban por allí”. El
dad –dice Melville–, se trataba de aspecto físico de este personaje era
una “libertinocracia” que se jactaba bestial –nos dice–. “Al contemplarlo
de no tener otra ley que la falta de podía deducirse que había sido ex-
leyes (...). Todo marinero fugitivo pulsado del mismo volcán, de donde
era proclamado mártir de la lucha salieron las rocas en que habitaba.
por la libertad y de inmediato se Cubierto de remiendos, agazapa-
convertía en otro andrajoso ciuda- do en su guarida de lava, semejaba
dano de esta nación universal». El un montón de hojas secas que por
exsoldado de la Isla de Carlos –co- capricho del viento hubieran ido a
menta Melville, más adelante, reve- parar allí”. Pero no sólo su aspecto
lándonos las intenciones políticas era horripilante, sino también su ca-
de su relato– «pretendió animar a tadura moral: no tardó en secuestrar
colonos a vivir en otras tierras, a a un marinero negro y convertirlo
lanzarse a una aventura, así final- en su esclavo. De allí en adelante,
mente tuviera en mente establecer a cuanto incauto recalaba en la isla
sobre ellos una preeminencia de lo sometía y lo obligaba a servirle a
carácter político y convertirlos en punta de escopeta. “Las armas, al
súbditos. Las ejecuciones cometidas fin y al cabo –apostrofa Melville –,
por éste contra algunos de sus se- son en poder de los seres humanos
guidores podrían ser perdonables, como esos espolones que se utilizan
considerando que entre las gentes en los gallos de pelea”. Un día, los
que le siguieron abundaban los fa- secuestrados urdieron su escape a
cinerosos y los traidores».63 bordo de un bote, abandonando al
El noveno relato, “Oberlus tirano en su isla. Tiempo después,
el ermitaño y las islas de Hood”64, Oberlus, desembarcó en Guayaquil
narra la historia de “un extraño y y de allí fue a Paita, en donde “lo-
nefasto personaje, europeo de ori- gró hacerse del amor de una morena,
isla Española.
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68 Melville, Las encantadas, pp. 138-139. La misma inscripción fúnebre, anotan los editores (p. 137) se cita en el
libro de Porter con ligeras diferencias e incluye el nombre del Teniente John S. Cowan.
69 Corresponde a la isla San Cristóbal en la nomenclatura actual.
70 Nota del los editores: “Esta inscripción también es citada por Porter, en verso, igual que en Melville, con el
-
ñalando que: “Las mujeres son las que más fomentan el espíritu en estos países”. Cf. Hernán Rodríguez Castelo, Manuela
Sáenz (Ed. Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, Quito: 2011), p.76.
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rumbo a los mares del sur;72 de esas en Paita (...), cuanto viajero de algu-
travesías él mismo ha dejado claro na ilustración o importancia pasaba
testimonio en sus obras, en las que con los vapores, bien con rumbo a
hace referencias expresas a su paso Europa o con procedencia de ella,
y, en algunos casos, breve estancia en desembarcaba atraído por el deseo
tales latitudes. de conocer a la dama que logró en-
Quinta: Recientes estudios de cadenar a Bolívar”.76 Y es que en el
historia de la literatura –como Amé- “horizonte americano de la primera
rica Latina en su literatura, de la mitad del siglo XIX –escribe, a su
prestigiosa editorial Siglo Veintiu- vez, el profesor Hernán Rodríguez
no–, han constatado que el eximio Castelo– no hallamos otra figura de
navegante de los mares del sur, “an- mujer tan grande y de tanta signifi-
tes de volcarse en una experiencia cación histórica”.77 El propio Palma
literaria (...) recorrió las costas de viajó expresamente a Paita para co-
Chile, Perú y Ecuador”, acumulando nocer a Manuela Sáenz, y describe
“vivencias en Lima, el Callao, Pai- así su encuentro con ella:
ta y las islas Galápagos”73. Se sabe “En el sillón de ruedas, y con la
también que, enrolado en la fragata majestad de una reina sobre su tro-
norteamericana United States, hizo no, estaba una anciana que pareció
varios recorridos por esas costas en representar sesenta años a lo sumo.
enero de 1844.74 Vestía pobremente, pero con aseo,
Finalmente, existen registros de y bien se adivinaba que ese cuerpo
que Melville pasó por Paita en 1845. había usado en mejores tiempos gro,
No es extraño entonces que, al en- raso y terciopelo. Era una señora
contrarse allí, el escritor se hubiera abundante de carnes, ojos negros
enterado de la existencia de Manue- y animadísimos, en los que parecía
la Sáenz, compañera sentimental y reconcentrado el resto de fuego vi-
consejera del Libertador Bolívar, y tal que aún le quedara: cara redonda
que, al igual que Giuseppe Garibal- y mano aristocrática (...). Nuestra
di en 1851, se hubiera entrevistado conversación es esa tarde fue estric-
con ella75. El gran escritor peruano tamente ceremoniosa. En el acento
Ricardo Palma nos cuenta que “[d] de la señora había algo de la mujer
esde que doña Manuela se estableció superior acostumbrada al mundo
(9 Edicione), pp. 268-.269. Cf. Hernán Rodríguez Castelo, op. cit., p. 89.
76 Ricardo Palma, Tradiciones peruanas completas (Ed. Aguilar, Madrid: 1964), p.1133, citado por Hernán Rodrí-
guez Castelo, op. cit., p. 87.
77 Hernán Rodríguez Castelo, op. cit., p. 153.
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y a hacer imperar su voluntad. Era “Tres visitas memorables –dice–
un perfecto tipo de dama altiva. Su la consolaron de su abandono: la
palabra era fácil, correcta y nada del maestro Simón Rodríguez, con
presuntuosa, dominando en ella la quien compartió las cenizas de la
ironía”. 78 gloria; la de Giuseppe Garibaldi, el
Es preciso señalar que no exis- patriota italiano que regresaba de lu-
ten aún pruebas ni testimonios feha- char contra la dictadura de Rosas en
cientes que demuestren la hipótesis Argentina, y la del novelista Herman
de un encuentro de Herman Melville Melville, que andaba por las aguas
con Manuela Sáenz. El riguroso estu- del mundo documentándose para
dio histórico del profesor Rodríguez Moby Dick”.81
Castelo, publicado con ocasión del Por su parte, la escritora argen-
bicentenario de nuestra ilustre he- tina Silvia Miguens, en su novela La
roína,79 recoge la entrevista de Ma- gloria eres tú 82, se refiere también al
nuela Sáenz con Garibaldi, pero no encuentro de Melville con Manuela
hace mención alguna a un encuentro Sáenz. Es interesante anotar que en
similar con el autor de Moby Dick. la referida novela, la narración em-
De ello hemos de colegir que hasta pieza cuando el ballenero Acushnet
tanto no aparezcan datos fidedignos se aproxima a Paita; los marineros se
que prueben la autenticidad del he- han amotinado y Herman Melville,
cho, esta posibilidad pertenece aún líder de la revuelta, ordena que se di-
al campo de la ficción. Incluso en rijan a tierra. Allí el escritor es hués-
este terreno, algunos autores se han ped de Manuela Sáenz, quien, acor-
referido al episodio y otros no. El de con su papel histórico de mujer
escritor ecuatoriano Luis Zúñiga,80 talentosa y recia personalidad, actúa
por ejemplo, en su excelente novela como mediadora en el conflicto.
biográfica sobre Manuela Sáenz no
hace mención alguna a la supuesta 8. Epílogo
entrevista o encuentro entre ambos Terminó estas líneas en el mis-
personajes. En cambio, Gabriel Gar- mo lugar donde las empecé: el mar.
cía Márquez, en su novela El general Esta vez en el Pacífico, frente a la pla-
en su laberinto, alude con estas pa- ya costarricense de Tivives. Recosta-
labras a la entrevista de Melville con do en mi oscilante hamaca de lona,
Manuel Sáenz, exiliada en Paita: revisó mis notas manuscritas antes
78 Ricardo Palma, Tradiciones peruanas completas, Madrid, Aguilar, 1964, pp.1132-33. Cf. Hernán Rodríguez
Castelo, op. cit., p. 88.
79 Hernán Rodríguez Castelo, Manuela Sáenz (Ed. Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, Quito:
2011).
80 Luis Zúñiga, Manuela (Editorial Eskeletra, Quito: 2009).
81 Gabriel García Márquez, El general en su laberinto (Editorial Diana, México, D.F., p. 263)
82 Silvia Miguens, La gloria eres tú (Editorial Planeta, Bogotá: 2000).
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de darles su versión final. Una lumi- Ahora bien, Moby Dick –la no-
nosidad de vidrio se levanta a estas vela que William Faulkner hubiera
horas de las ondas azules. En medio querido escribir–, ni empieza ni ter-
de este bello paisaje marítimo, pien- mina en el Ecuador. Se trata de una
so en la porfía demencial del capi- obra inmortal de la literatura univer-
tán Ahab, en su fanático fervor, pero sal, de un “paradigma novelístico de
por encima de toda esa polisemia de lo sublime, de un logro fuera de lo
imágenes y signos que es su novela, común”84, posible gracias a esa es-
veo rutilar nuevamente la moneda quiva y milagrosa mezcla de talen-
ecuatoriana de oro: clavada en el to, disciplina y entrega al oficio de
mástil de mi memoria, emite “un so- escritor de ese genio melancólico y
nido orbicular y tintinea como el oro profundo que fue Herman Melville.
acuñado”.83
Estoy satisfecho de haber escri-
to sobre Melville y el Ecuador, dos Palma de Mallorca - Playa
temas que se unen en una misma de Tivives (Costa Rica)
frontera de agua y de palabras. A lo
largo de este artículo, modestamen- Septiembre de 2011
te creo haber demostrado, usando
el texto de las obras de Melville, la
directa incumbencia de Moby Dick
y Las encantadas con nuestro país.
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