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VIRGINIA WOOLF, Mrs. Dalloway (1925).
La señora Dalloway dijo que ella mism,a se encargaría de I
Traducción de Andrés Bosch.
comprar las flores. Sí, ya que Lucy tendría trabajo más que
suficiente. Había que desm,ontar las puertas; acudirían los
operarios de Rumpelmayer. Y entonces Clat'issa Dalloway «El flujo de concienCia» (stream of consciousness) fue
pensó: qué mañana diáfana, cual regalada a unos niños en 1
una expresión acuñada por Wtlliam James, el psicólo
la playa.
¡Qué fiesta! ¡Qué aventura! Siempre tuvo esta impre
sión cuando) con un leve gemido de las bisagras, que ahora le
pa1~eció oir, abría de par en par el balcón, en Bourton, y sa
I
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go -y hermano del novelista, Henry- para caracterÍ
zar el continuo flujo de pensamientos y sensaciones en
la mente humana. Más tarde se la apropiaron los críti
cos literaríos para describir un tipo particular de fic
lía al aire libre. ¡Qué fresco, qué calmo, más sílencioso que ción moderna que intentaba imitar ese proceso, ejem
éste, desde luego, era el aire a primera hora de la maña plíficado, entre otros autores, por James J oyce, Dorothy
na ... !; como el golpe de una ola; como el beso de una ola;fres Richardson y Virginia Woolf.
co y penetrante, y sin embargo (para una muchacha de die Naturalmente, la presentación interiorizada de la
ciocho años, que eran los que entonces contaba) solemne, C011 experiencia siempre ha sido uno de los principales ras
la sensación que la embargaba, mientras estaba en píe ante gos de la novela. Cogito, ergo Sllm (<<Pienso, luego exis
el balcón abierto, de que algo h01,oroso estaba a punto de to») podría ser su divisa, aunque el cogito del novelista
ocurr'Í1~; mirando las flores, mirando los á1~boles con el humo incluye no sólo razonamÍentos sino también emocio
que sínuoso surgía de ellos, y las c01"nejas alzándose y descen nes, sensaciones, recuerdos y fantasías. Los autobió
diendo; y lo contempló, en pie, hasta que Peter WaLfh dijo: grafos que nos presenta Defoe en sus novelas y los per
<'<¿Med;tando entre vegetales?» -¿fue esol-. «Prefiero los sonajes que escriben cartas en las de Richardson, en
hombres a las coliflores» -¿fue eso?-. Seguramente lo dijo los albores del desarrollo de la novela como forma li
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teraria, eran obsesivamente introspectivos. La novela de prejuicios de Clarissa Dalloway y su lnarido, pre
clásica del siglo XIX, de Jane Austen a George Eliot, sentados como miembros esnobs y reaccionaríos de la
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combinaba la presentaCión de sus personajes como 1:
1,
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clase alta británica. Aquí, por ejelnplo, está Mrs. Da
criaturas sociales con un sutil y agudo análisis de sus lloway en su anterior encarnación preparándose para
vidas interiores, emocionales y morales. Hacia finales ser presentada a un erudito llamado Ambrose y su es
del siglo, sin embargo (se puede observar el proceso en posa:
Henry James), la realidad estaba cada vez más situada
en la conciencia privada, subjetiva, de seres indivi .Mrs. Dallowa)', inclinando un poco la cabeza a un lado, se
duales, incapaces de conlunicar la plenitud de su expe esforzó en recordar a Ambrose -¿era tUl apellido?~ pero
riencia a otros. Se ha dicho que la novela basada en el 1I fracasó. Lo que había oído la había puesto ligeramente in
flujo de conciencia es la expresión literaria del solipsis cómoda. Sabía que los eruditos se casaban con cualquiera,
muchachas a las que conocían en granjas, en sesiones de lec
mo, la doctrina filosófica según la cual nada es con
tura; o mujercitas del extrarradio que decían en un tono de
toda certeza real excepto la propia existencia; pero po ¡I,
sagradable: «Por supuesto, ya sé que con quíen quiere ha
dríamos igualmente argumentar que nos ofrece cierto l: blar es con mi marido, no conmigo». Pero en ese momento
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alivio respecto a esa desoladora hipótesis, dándonos ~: llegó Helen, y Mrs. Dalloway vio con alivio que aunque li
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acceso a las vidas interiores de otros seres humanos, l11 geramente excéntrica en apariencia, no iba desaseada, tenía
aunque sean ficticios. ¡:
modales, y su voz denotaba cierta reserva, lo que para ella
No cabe duda de que este tipo de novela tiende a I! qm:ría decir que se trataba de una señora.
provocar simpatía hacia los personajes cuyo ser in I
terior está expuesto a la vista, por más vanidosos, egoís Se nos muestra lo que Mrs. Dalloway está pensando,
tas o innobles que puedan ser ocasionalmente sus pen pero el estilo en el que se reproducen sus pensamien
samientos; o, para decirlo de otra manera, la inmersión tos los coloca, y la coloca a ella misma, a una distancia
continua en la mente de un personaje totalmente an irónica, que supone de hecho emitir un juicio silencio
tipático sería intolerable tanto par~ el escritor como so sobre ambos. Hay pruebas de que cuando Virginia
para el lector. Mrs. Dalloway es un caso particular Woolf eIupezó a escribir de nuevo sobre ese persona
mente interesante a este respecto, ya que su heroína je, era en un principio con la lnisma intención casi sa
tanlbién aparecía como un personaje secundario en la tírica; pero en esa época había elnpezado a practicar la
primera novela de Virginia Woolf, Fin de viaje (I~;)l5). novela del flujo de conciencia, y el método la enlpujó
En ella se usa un método narrativo autorial, más tra inevitablemente a trazar un retrato nlucho lnás COln
dicional, para darnos un retrato lnuy satírico y lleno prensivo de Clarissa Dalloway.
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Hay dos técnicas básicas para presentar la concien riendo una acotación propia del autor íntrusivo como
cia en la ficción en prosa. Una es el monólogo interior, sería «se dijo Mrs. Dalloway»; además, se refiere a la 1
)
en el que el sujeto granlaticaI del discurso es un yo, y doncella con familíaridad, mediante su nombre de pila,
nosotros, por así decirlo, oímos a hurtadillas al perso como lo haría la misma Mrs. Dalloway, y no por su fun
naje verbalizando sus pensamientos a medida que se ción; y usa una expresión informal, coloquial, «tendría
producen. Analizaré ese método en la sección siguien trabajo más que suficiente», que pertenece a la manera
te. El otro, llaInado estilo indirecto libre, se remonta de hablar de la propia Mrs. Dalloway. La tercera frase
por lo n1cnos a J ane Austen, pero fue elupleado con tiene la misma forma. La enarta retrocede lígeramente
creciente alcance y virtuosismo por novelistas moder hacia un método autoríal para informarnos del nombre
nos como Woolf. Reproduce el pensamiento del per Jfi
completo de la protagonista y del placer que le produce
sonaje en estilo indirecto (en tercera persona yen pre la hermosa mañana veraniega: «y entonces Clarissa
"-,
térito) pero respeta el tipo de vocabulario propio del li
Dalloway pensó: qué mañana diáfana, cual regalada a
personaje, y suprime algunas de las acotaciones, tales unos niños en la playa».
como «pensó», «se preguntó», etc., que requeriría un Las exclamaciones «¡Qué fiesta! ¡Qué aventura!»
estilo narrativo más tradicionaL Eso produce la ilusión siguientes presentan superficialmente la apariencia del
de un acceso íntimo a la mente de un personaje, pero monólogo interior, pero no son la reacción de la pro
sin renunciar completamente a la participación auto tagonista, ya entrada en allOS, ante la belleza de la ma
rial en el discurso. ñana al salir de su casa en Westminster para ir a com
«La señora Dalloway dijo que ella misma se encar prar flores. Está recordándose a sí misma a la edad de
garía de comprar las flores» es la prímera frase de la no dieciocho años recordándose a sí misma cuando era
vela: una afinnacÍón hecha por un narrador autoríal, niña. 0, para decirlo de otro modo, la imagen «cual
pero impersonal e inescrutable, que no explica quién es regalada a unos niños en una playa», que le evoca esa
Mrs. Dalloway o por qué necesitaba comprar flores. Esa mañana, le hace pensar en cómo parecidas metáforas,
abrupta zambullida del lector en medio de una vida en de niños «retozando» en el mar, le venían a la mente
marcha (gradualmente vaInas atando cabos hasta re cuando se «zambullÍa»* en el aire fresco, tranquilo de
construír la biograña de la protagonista) tipifica la pre una mañana de verano, «como el golpe de una ola,
sentacÍón de la conciencia como un «flujo». La siguierr conlO el beso de una ola», en Bourton (una casa de ve
te frase, «Sí, ya que Lucy tendría trabajo más que
suficiente», desplaza el foco de la narración a la mente * Stream ('flujo') significa 'corriente, río o riachuelo', de ahi
del personaje al adoptar el estilo indirecto libre, omi que el autor hable de «zambullirse» (plllnging). (N de la t.)
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raneo, suponemos), donde veía a alguien llamado Pe Los monólogos interiores de la novela posterior de
ter Walsh (la pámera alusión a una posible historia). Virginia Woolf, Las olas, adolecen de senlejante arti
Lo real y lo metafórico, el presente y el pasado, se en ficiosídad, a mi modo de ver. James Joyce fue lnejor
tretejen y se influyen entre sí en las largas frases ser exponente de esa manera de captar el flujo de con
penteantes; cada pens3tuiento o recuerdo desencadena ciencia.
el siguiente. Siendo realista, Clarissa Dallowayno siem ,~,
pre puede confiar en su memoria: «¿Meditando entre
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vegetales? --¿fue eso?-. Prefiero los hombres a las
coliflores -¿fue eso?>->.
Puede que las frases sean serpenteantes, pero,
aparte de la licencia del estilo indirecto libre, son fra
ses bien formadas y de elegante cadencia. Virginia
Woolfha colado de rondón algo de su propia elocuen
cia lírica en el flujo de conciencia de Mrs. Dalloway sin
que se note demasiado. Si pusiéramos esas frases en
primera persona, sonarían denlasiado literarias y estu
diadas para resultar convincentes como transcripción
de los pensamientos desordenados de alguien. Sonarían
a escritura, en un estilo bastante preciosista de remi
niscencia autobiográfica;
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I
10 mero uno balanceaba pesadamente su bolsa de comadrona,
la sombrilla de la otra pinchada en la playa. Desde el barrio
EL MONÓLOGO INTERIOR de· las Liberties, en su día libre. La señora PI01"ence MacCa
be, sobreviviente al difunto Patrick MacCabe, profonaa
mente lamentado, de la calle Bride. Una de las de su he1'
mandad tiró de mí hacia la vida, chillando. Creación desde
la nada. ¿Qué tiene en la bolsa? Un feto malogrado con el
c01'dón umbilical a rastras, sofocado en !Juata 'rojiza. Los
cordones de todos se eslabonan hacia at:rás, cable de trenza
En el umbral, se tocó el bolsillo de atrás buscando el llavín. dos hilos de toda carne. Por eso es por lo que los monjes mís
Ahí no. En los pantalones que dejé. Tengo que buscada. La ticos. ¿ Queréis ser como dioses? Contemplaos el ombligo.
patata sí que la tengo. El armario cruje. No vale la pena Ató. Aquí Kinch. Póngame con Villa Edén. Aleph, alfa:
molestarla. Mucho sueño al darse vuelta, ahora mismo. cero, cero, uno.
Tiró muy silenciosamente de la puerta del1'ecibidor detrás ""
de si, más, hasta que la cubierta de la rendija de abajo cayó Sí p01'que él nunca había hecho tal cosa como pedir el desa
suavemente sobre el umb1~al, fláccida tapa. Parecía celorada. yuno en la cama con un p(lr de huevos desde el Hotel City
Está muy bien hasta que vuelva, de todos modos. A17ns cuando solía hace1' que estaba malo en voz de enfermo
Cruzó al lado del sol, evitando la trampilla suelta del como un rey para hacerse el interesante con esa vieja bruja
sótano en el número setenta y cinco. El sol se acercaba al de la señora Riordan que él se imaginaba que la tenía en el
campana'f'io de la iglesia de San Jorge, Vil a ser un día ca bote y no nos dejó ni un ochavo todo en misas para ella sola y
luroso, me imagino. Especialmente con este traje new'o lo su alma grandísima tacaña como no se ha visto ott-a con mie
noto más, El negro conduce, refleja (¿o refracta?) el calor. do a sacar cuatro peniques para su alcohol metílico contán
Pero no podía ir con ese t1"aje cla'ro. Ni que fuera un pícnic. dome todos los achaques tenía demasiado que desembuchar
Los párpados se le bajarron suavemente muchas veces mien sobre política y terremotos )' elfin del mundo vamos a diver
t1-as andaba en feliz tibieza . tirnos primero un poco Dios salve al mundo si todas las mu
... jeres fueran así venga que si tt-ajes de baño y escotes claro
Bajaban prudentemente los escalones de Leahy:1' Terrace,' que nadie quería que ella se los pusiera imagino que e'ra de
Frl11tenzimmer: y por la orilla en dedive abajo, blandamen vota porque ningún hombre la mh'arín dos veces
te, sus pies aplastados en la arena sedimentada. Como yo, JAMES JOYCE, Ulíses (1922).
como Algy, b~jando hacia nuestra poderosa mad1'e. La nú- Traducción de José l\1aría Valverde.
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El título de Ulises, de Jalnes Joyce, es un indicio denadas ya sea por sensaciones físicas o por asociación
único que es itnposible pasar por alto en todo el tex de ideas. Joyce no fue el primer escritor en usar el mo
to-- de que esa narración de un día nOrInal y corrien nólogo interior (él mismo atribuía su invención a un
te, el r6 de junio de 1904, en Dublín, reproduce, Ílni oscuro novelista francés de finales del XIX, Édouard
ta o caricaturiza la Odisea de Homero (cuyo héroe, Dujardin), ni será el último, pero lo llevó a una cima
Odisea, fue bautizado Ulises en latín). Leopold Bloom, de perfección tal, que otros exponentes del mislno,
un agente de publicidad judío de mediana edad, es el aparte de Faulk:ner y Beckett, resultan poco convin
poco heroico héroe; su esposa ?vlolly se qued3. franca centes en comparación.
111ente por debajo de su lnodelo, Penélope, en lo que El monólogo interior es realmente una técnica
a fidelidad conyugal se refiere. Tras cruzar y volver a muy difícil de usar con éxíto: es demasiado proclive a
cruzar la ciudad de Dublín para hacer varios recados imponer a la narración un ritmo dolorosamente lento
no denlasiado trascendentes, de modo comparable a ya aburrir al lector con un montón de detalles trivia
CÓlno Ulises se vio arrastrado de un lado a otro del les. Joyce evita esos escollos en parte gracias a su au
Mediterráneo por vientos adversos cuando intentaba téntico genio con las palabras, capaz de convertir el in
volver a casa tras la guerra de Troya, BloOlll se en cidente o el objeto más tópico en algo tan apasionante
cuentra con Stephen Dedalus y le protege paternal COlno si nunca hasta entonces lo hubiéramos contenl
mente: sería el equivalente del Telémaco de la Odisea y pIado, pero también variando astutamente la esu-uctu
un retrato del miSlno Joyce en su juventud: un aspi ra gramatical de su discurso, combinando el monólogo
rante a escritor, orgulloso y muerto de hambre, pelea interior con estilo indirecto libre y con la descripción
do con su padre. narrativa ortodoxa.
Ulises es una epopeya psicológica más que heroica. El primer extracto se refiere al luomento en que
Conocenlos a los principales personajes no por lo que Leopold Boom sale de su casa temprano por la maña
se nos dice sobre ello~, sino porque nos metemos den na y se dirige a comprar un riñón de cerdo para el de
tro de sus pensamientos lnás íntimos, representados sayuno. «En el umbral, se tocó el bolsillo de atrás bus
como silenciosos, espontáneos, incesantes flujos de cando el llavín» describe la acción de Bloom desde su
conciencia. Para el lector, es algo así conlO ponerse punto de vista, pero gramaticalmente supone un narra
unos auriculares conectados al cerebro de alguien, y dor, por más impersonal que sea. «Ahí no» es monólo
escuchar una interminable grabación luagnetofónica go interior, una contracción de lo que BloOln piensa
de las impresiones, reflexíones, preguntas, recuerdos y sÍn pronunciarlo~ «Alú no está». La omisión del verbo
fantasías del sujeto, a lnedida que aparecen, desenca transmite el carácter instantáneo del descubrimiento,
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y el leve sentimiento de pánico que implica. Recuerda modos», Ninguna de las frases de este extracto, aparte
que la llave está en otro par de pantalones que <-<dejó» de las narrativas, es gramaticalmente correcta o com
porque ese día se ha puesto un traje negro para ir a un pleta, estrictamente hablando, porque no pensamos, o
funeraL «La patata sí que la tengo» desconcierta al hablamos siquiera -cuando lo hacemos espontánea
lector que lee el texto por primera vez: a su debido !I~
mente- con frases bien formadas.
tiempo descubrimos que Bloom lleva consigo supers La segunda cita, que describe a Stephen Dedalus
ticiosamente una patata a modo de talisnlán. Semejan I
observando a dos mujéres mientras pasea por fa playa,
~,!
tes aJivin<1nzas añaden autenticidad al nlétodo, pues es exhibe la misma variedad de tipos de discurso. Pero
obvio que el flujo de conciencia de otra persona no I mientras que el flujo de pensamiento de Bloom es
i
puede resultarnos totalmente transparente. Bloom de práctico, sentimental y, de un modo no académico,
cide no volver a su dormitorio a buscar la llave porque científico (tantea las palabras buscando el término téc
los crujidos del armario podrían despertar a su esposa, nico correcto para describir la reacción de una tela ne
que todavía está en la cama, lo que nos indica el carác gra sometida al calor), la de Stephen es especulativa,
ter esencialmente amable y bondadoso de Leopold. Se ingeniosa, literaría .. , y mucho más difícil de seguir.
refiere a MolIy simplemente con el sufijo la (<<moles
tarla») porque su esposa ocupa tanto lugar en su lnente
que cuando habla consigo mismo no necesita identi
ficarla por su nombre -cosa que sí haría, natural
I
¡I;
Alg;)' es una referencia coloquial' al poeta Algernon
Swinburne, que calificó el mar de «gran madre dulce>:>
y lourdily ('pesadamente') es o bien un arcaísmo litera
rio o un neologismo influido por la estancia bohemia
mente, un narrador, consciente de la presencia del de Stephen en París (lourd significa 'pesado' en fran
lector. cés). La llamada de Mrs. MacCabe suscita en la imagi
La siguiente frase, brillantemente mimética, que nación de Stephen, propia de un escritor, la visión de
describe cómo Bloom cierra despacio la puerta de la su propio nacimiento con una sobrecogedora preci
casa, vuelve al modo narrativo, pero mantiene el pun sión: «Una de las de su hermandad tiró de mí hacia la
to de vista de Bloom y respeta los límites de su propio vida, chillando», otra frase milagrosamente mimética
vocabulario, de modo que un fragmento del monólo que le hace a uno sentir el cuerpo resbaladizo del re
go interior, <-<nlás», puede incorporarse sin que resulte cién nacido en las manos de la comadrona. La fantasía
discordante. El uso del pretérito en la frase siguiente,. ligeralnente morbosa de que Mrs. MacCabe lleva en la
«Parecía cerrada», denota el estilo indirecto libre y su bolsa un feto malogrado desvía el flujo de conciencia
ministra una fluida transición de vuelta al monólogo de Stephen hacia un ensueño complejo y fantasioso en
interior: «Está nluy bien hasta que vuelva, de todos el que el cordón umbilical es comparado a un cable
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que ata a todos los seres hunlanos a su pritnera nladre, consecuencia del trauflla provocado por la nluerte de
Eva, lo que explicaría por qué los monjes orientales se su hijo recién nacido, pero pennanecen unidos uno a
contemplan el ombligo... aunque Stephen no com otro por la familiaridad, por una especie de afecto
pleta su pensamiento, pues su mente salta a otro concep exasperado e incluso por los celos. Bloom ha sentido
to metafórico, comparando el cordón umbilical común durante todo el día la sombra de la cita de Molly con
de la hUlnanidad con un cable telefónico, mediante el su aIllante, y el monólogo de Molly, lnuy largo y casi
cual Stephen (apodado Kinch por su amigo Buck Mu completamente desprovisto de puntuación, empieza
lligan) se ilIlagina caprichosaruente a si .mi::>lIlo telefo con la hipótesís de que Bloom debe de haber tenido al
neando al jardín del Edén. guna aventtlra erótica, pues, cosa rara en él, ha afirma
Joyce no escribió todo el Ulises en forma de flujo
de condencia. Habiendo llevado el realislno psicológi
co hasta sus últirnas consecuencias, en posteriores ca
pítulos de la novela recurrió a varios tipos de estiliza
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do su autoridad exigiendo que ella le lleve el desayuno
a la cama a la mañana siguiente, cosa que no había he
cho desde la época remota en que fingía estar enfermo
para iInpresionar a una viuda llamada Mrs. Riordan
ción, pastiche y parodia: es una epopeya lingüístíca, II (una tía de Stephen Dedalus, por cierto; es Ulla de las
tanto conlO psicológica. Pero ternlinó con ellnonólo ¡ numerosas pequeñas coincidencias que entretejen los
go interior más famoso de todos, el de Molly Bloom. acontecimientos aparentenlente desconectados entre
En el últinlo «episodio» (así se llaman los capítulos sí de Ulises) de la qu'e esperaba recibir un legado, aun
de Uliscs), la mujer de Leopold Bloom, Molly, que has que a la hora de la verdad no les dejó nada, sino que
ta ese momento ha sido objeto de los pensamientos, destinó toda su herencia a pagar misas por el reposo de
observaciones y recuerdos de BloOlll y de otros perso su alma... (Al parafrasear el soliloquio de Molly uno
najes, se vuelve sujeto, centro de conciencia. Durante tiende a caer en su propio y desenfadado estilo.)
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Mientras que los flujos de conciencia de Stephen y
la tarde ha sido infiel a Leopold con un promotor de
conciertos llamado Blazes Boylan (ella es cantante se
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chosa) y en Bloom metonímica (una cosa hace pensar ; 1 1
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