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Historia Secreta de La Obsolescencia Programada
Historia Secreta de La Obsolescencia Programada
Para mover esta sociedad de consumo precisamos de consumir todo el tiempo y desechar nuevos
productos para sustituir a los que ya tenemos – ya sea por falla, o porque creemos que surgió otro
ejemplar más desarrollado tecnológicamente o simplemente porque pasaron de moda. Serge
Latouche, en el documental Comprar, tirar, comprar, dice que nuestra necesidad de consumir es
alimentada en todo momento por un trío infalible: la publicidad, el crédito y la obsolescencia.
Planificar cuando un producto va a fallar o se volverá viejo, programando su fin incluso antes de la
acción de la naturaleza y del tiempo, es la obsolescencia programada. Se trata de una estrategia
para para establecer una fecha de la muerte de un producto, ya sea por mal funcionamiento o
deterioro antes que las últimas tecnologías. Esta estrategia fue discutida como una solución a la
crisis de 1929. El concepto comenzó a idearse alrededor del 1920, cuando los fabricantes
comenzaron a reducir a propósito la vida de sus productos para aumentar las ventas y las
ganancias.
La primera víctima fue la bombilla eléctrica, con la creación del primer cartel global (Phoebus,
formado esencialmente por Osram, Philips y General Electric) para controlar la producción. Sus
miembros se dieron cuenta que las bombillas que duraban mucho no eran muy ventajosas. La
primera bombilla inventada tenía una durabilidad de 1,500 horas. En 1924, las bombillas duraban
2,500 horas. Para 1940, el cartel logró su objetivo: la vida estándar de las bombillas era de 1,000
horas. Para que ese objetivo fuera alcanzado, precisaron de crear una bombilla más débil.
En 1928, el lema era: «Aquello que no se desgasta no es bueno para los negocios«. Como solución
a la crisis, Bernard London propone, en un panfleto en 1932, que fuera obligatoria la obsolescencia
programada, apareciendo así por primera vez el término por escrito. London predicaba que los
productos debían tener una fecha de caducidad, creyendo que, con la obsolescencia programada,
las fábricas continuarían produciendo, las personas consumiendo y, por lo tanto, habría trabajo
para todos, que trabajando podrían consumir y de esa manera lograr que el ciclo de acumulación
de capital se mantuviera.
Obsolescencia de función.
Obsolescencia de calidad.
La «obsolescencia de calidad» es cuando una empresa vende un producto con una vida útil mucho
más corta, sabiendo que podría ofrecer al consumidor un producto con mayor vida útil. En la
década de 1930, se apelaba constantemente a los consumidores para intercambiar sus productos
por nuevos en nombre de convertirse en buenos y verdaderos ciudadanos estadounidenses.
Obsolescencia de deseabilidad.
El consumismo.
Él dice: «Es, pues, extremadamente problemático el hecho de que […] la ‘sociedad desechable’
encuentre el equilibrio entre la producción y el consumo necesarios para su continua
reproducción, sólo ella consumir artificialmente a alta velocidad (esto es, descartar
prematuramente) grandes cantidades de productos, que anteriormente pertenecían a la categoría
de productos relativamente duraderos. De ese modo, se establece en un sistema productivo
manipulado, incluso en la adquisición de los llamados «bienes duraderos», de tal manera que
necesariamente tienen que ser arrojados a la basura (o enviados a ‘cementerios de coches’ como
depósito de chatarra, etc.) mucho antes de su supuesta vida útil se haya agotado» (Mészáros,
1989, p.16).
Acumulación de la riqueza.
La sociedad del consumo tienes como objetivo satisfacer las necesidades de acumulación del
capital más que las necesidades básicas de sus miembros. Si la satisfacción de todos fuera
realmente el objetivo del sistema de producción, los productos serían reutilizables. Pero, al igual
que el capitalismo “tiende a imponer a la humanidad la forma más perversa de existencia
inmediata» (Mészáros, 1989, p.20), toda la sociedad está sometida a la lógica de la acumulación
del capitalismo, según la cual la no aceleración del ciclo producción-consumo se convierte en un
obstáculo.
Por lo tanto, la obsolescencia programada se convierte en una estrategia clave para cumplir con
los requisitos del modo capitalista expansionista de la producción. » [ … ] Cuanto menos un
producto determinado es realmente utilizado y reutilizado (en lugar de consumirlo rápidamente,
lo que es perfectamente aceptable para el sistema), […] es mejor desde el punto de vista del
capitalista: con eso, tal subutilización produce la posibilidad de venta de otra pieza de mercancía »
(Mészáros, 1989, p.24).
El autor demuestra que todo nuestro sistema productivo consumista, potenciado por las
estrategias de obsolescencia, produce una destrucción espantosa de los recursos naturales,
mientras que aumenta en gran medida la generación de residuos. Con la tasa decreciente del valor
de uso de los productos, todo lo que el sistema consigue es aumentar la acumulación de capital,
mientras que aumenta de la destrucción del planeta.
El decrecimiento económico
Podemos afirmar que la columna vertebral de la sociedad de consumo actual es la aceleración del
ciclo de producción-consumo-más producción-más consumo, generando productos descartables y
residuos. El consumo es visto como el motor responsable del crecimiento económico – siempre
visto como algo bueno y necesario – con base en un paradigma productivista-consumista. La
publicidad sigue siendo una aliada fundamental para mantener la llama del consumo y la tasa
decreciente del valor de uso de los bienes, haciendo a los consumidores víctimas de una trampa
invisible.
Es necesario revisar los principios que guían a este modelo de crecimiento económico.
Inspirémonos en el movimiento del reciente decrecimiento económico, que tiene al economista
francés Serge Latouche como uno de los principales exponentes. El PIB ya no puede seguir
considerándose como una tasa que siempre deba crecer. No es razonable pensar en un
crecimiento infinito en un planeta finito. El movimiento por el decrecimiento económico parece
una salida para muchos de los problemas que hemos señalado aquí. No es hora de volver a las
cuevas, sino de detener inmediatamente este modelo de crecimiento, progreso y felicidad anclado
en la sociedad de consumo.
Felicidas vs consumismo.
La nueva lógica que debe ser construida es que podemos ser felices trabajando y consumiendo
menos. En este proyecto, ya no tiene sentido hablar de desarrollo sostenible – otro slogan de
moda que los capitalistas inventaron. Hablar en ecoeficiencia es continuar la «diplomacia verbal” .
El asunto no termina aquí, por supuesto, pero es esencial para revelar el principio de la
obsolescencia programada para que podamos renovar nuestras utopías de un mundo en el que la
naturaleza sea preservada, donde hay más presencia y menos presentes, más lazos humanos y
menos bienes de consumo.
Referencia Bibliográfica.
Bauman, Z. La vida para el consumo. Río de Janeiro: Zahar, 2008.
Latouche, S. Pequeño tratado de decrecimiento sereno. Sao Paulo: Martins Fontes 2009.
LEONARD, A. La historia de las cosas. Naturaleza de los residuos, lo que pasa con todo lo que
consumimos. Río de Janeiro: Zahar, 2011.
SLADE, G. Made to break: technology and obsolescence in America. Harvard University Press, 2006