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Fueron varios los hombres que marcaron a María Callas para siempre.

Luchino Visconti, el magistral director de cine, de quien se enamoró a


pesar de saber que era homosexual, Battista Meneghini, su marido
treinta años mayor, que la usó para su propio beneficio, y Aristóteles
Onassis, dueño de un imperio marítimo, con quien mantuvo una
apasionada relación en la cumbre del poder, el lujo y el dinero, y que la
dejó para casarse con Jacqueline Kennedy, porque creía que este
matrimonio le facilitaría sus negocios en los Estados Unidos.

“La vida de María Callas fue una mezcla de tragedia y de cuento de


hadas”, según afirma una de sus biografías. El día de su nacimiento los
padres de María sufrieron un enorme desengaño, pues esperaban un hijo
varón. Durante su niñez presenció los frecuentes desacuerdos y
hostilidades entre sus padres, y llegó a sentirse incómoda por su exceso
de peso y por una severa miopía que supo superar con entereza.
Maria estudia piano y canto.
En 1959, Maria Callas había conocido al naviero griego Aristóteles
Onassis, abandonando a su marido Giovanni Meneghini. Tuvo un breve
retiro durante esta relación, pero cuando volvió de nuevo a escena, su
voz evidenciaba signos de decaimiento. En 1965, realizó su última
representación operística con “Tosca” en el Covent Garden de Londres.
En ese momento tenía cuarenta y un años.
Aristóteles Onassis se refería a ella como su verdadero e imperecedero
amor, pero abandonó a Maria Callas por Jacqueline Kennedy, lo que
María sintió como una traición.
Ya retirada de la ópera, presenció el matrimonio de su amor con
Jacqueline Kennedy, en 1968.
Con frecuentes problemas de salud, murió el 16 de septiembre de
1977, en completa soledad. Las razones de su muerte quedan poco
claras. Oficialmente se trató de una “crisis cardiaca”, pero no se
descarta que se suicidara ingiriendo una dosis masiva de
tranquilizantes. Las prisas con las que fue incinerada, el robo de su urna
fúnebre (que se encontró unos días más tarde) y la dispersión de sus
cenizas en el Mar Egeo hicieron imposible una autopsia.

Maria Callas y Aristóteles Onassis se conocieron el 3 de septiembre de


1957 durante un baile de máscaras celebrado en el hotel Danieli de
Venecia. Los presentó Elsa Maxwell, la decana organizadora de fiestas de
la alta sociedad de aquella época. Él tenía 53 años y ella, 33. Fue un
encuentro muy discreto, aunque ambos se dieron cuenta de que tenían las
mismas raíces. Los dos podían jurar con la creatividad e imaginación de un
marinero griego. El idilio estalló, es sin duda la palabra adecuada, durante
un crucero en el yate del naviero, el Christina, en el verano de 1959.

Empezó entonces una historia apasionada de amores y desamores, de


infidelidades y reencuentros, que duró hasta el final de sus días. La pareja
tuvo incluso un hijo, que murió a las dos horas de nacer. Lo cuenta con todo
detalle el escritor norteamericano Nicholas Gage en Fuego griego, un libro de
casi 600 páginas, que Plaza & Janés publicará el proximo 4 de octubre.
Gage, que aporta numerosos testimonios y algunos documentos inéditos,
presenta la turbulenta relación de la pareja que, en su día, fascinó y
escandalizó a medio mundo, como una tragedia griega moderna. Los dos
estaban casados cuando iniciaron su romance. Maria había contraído
matrimonio con Giovanni Battista Meneghini, 30 años mayor que ella. Y él,
con Athina, Tina, hija menor de Stavros Livanos, lo que le permitió entrar en
el selecto club de los grandes armadores griegos. Tuvieron dos hijos,
Alexander (1948) y Christina (1950).

MÁS INFORMACIÓN
 La pasión por María Callas se mantiene al cumplirse 25 años de su muerte
 Un cuarto de siglo sin 'la' Callas

Onassis había nacido en 1904 en Smirna y era ya multimillonario. Maria


Cecilia Anna Kalogeropoulos, verdadero nombre de la Callas, nacida en
Nueva York en diciembre de 1923, era una diva famosa, capaz de cantar en
italiano, alemán o francés. Aunque los críticos, en general, le reprochaban la
falta de técnica, reconocían su carisma en el escenario. Eran dos fuerzas de
la naturaleza.
El asalto en serio de Onassis a la Callas se inició en París, el 19 de
diciembre de 1958, cuando ella actuaba en una gala benéfica. Llenó su
camerino y su casa de rosas rojas. Poco después, Ari y Tina invitaron a los
Meneghini a un crucero en el Christina. Maria dijo que no sabía, que tenía la
agenda muy llena, que se iba a Londres para una Medea en el Covent
Garden. Aristo, como ella empezó a llamarle -para Jackie Kennedy
sería Telis-, replicó que iría a Londres a por la respuesta. Y fue. Le organizó
una fiesta impresionante y la convenció.

Meneghini, que se olía la tostada, puso todos los obstáculos posibles, pero
Maria no dio su brazo a torcer y se compró un montón de ropa para el
crucero. El 22 de julio de 1959, el Christina levó anclas. Viajaban a bordo,
además de los Onassis y los Meneghini, unos ilustres invitados, sir Winston
Churchill y su esposa, lady Clementina, acompañados de su hija, Diana
Sandys, y de su nieta, Celia, de 16 años; también estaban Anthony
Montague Browne, secretario personal de Churchill, y su esposa Nonie; y,
en una de las escalas, se embarcaron Artemis, hermana de Onassis, y su
marido, Theodore Garofalides.

Todos ellos asistieron estupefactos al idilio de Maria y Aristo, que empezó


con largas charlas nocturnas. Cuando los invitados se retiraban, la pareja
permanecía hasta el alba hablando de sus cosas. Onassis, prudente, hizo
que se quedase de carabina Nonie Browne. Luego, él comenzó a cogerle la
mano en las excursiones y, después, pasando de los invitados, cenaron en
solitario. Parece ser que acabaron haciendo el amor en una de las barcas
auxiliares. Meneghini, que se pasó la mitad del crucero con náuseas, se fue
poniendo nervioso. Primero quiso desembarcar, luego empezó a tontear con
las otras mujeres, hasta el punto de que le llamaban Meningitis. Todos,
menos Maria, intentaron que los Churchill no se enterasen de lo que
pasaba. Fue un escándalo.

Los matrimonios Onassis-Livanos y Meneghini-Callas quedaron destruidos


en el crucero, aunque Onassis estaba convencido de que podría disfrutar de
su nueva amante sin perder a su esposa y a sus hijos. Lo único que quería
Maria era casarse con Aristo y tener hijos. Cuentan sus íntimos, que la
soprano se sintió por primera vez amada como persona y no por su talento.
Ni siquiera la insistencia de Onassis para que siguiera cantando consiguió
convencerla. No volvió a hacerlo hasta nueve meses después. Estaba
embarazada.

Pese a que siempre se ha dicho que Maria se sometió a un aborto,


instigada por Onassis, en 1966, Gage revela que la soprano quedó
embarazada en 1959, al principio de su relación con el armador. La pareja
hizo incluso planes para la llegada del niño y empezó a buscar casa en
Suiza, donde ella pudiera vivir con el bebé. Entre ellos, hablaban del
'proyecto suizo'.
Maria dio a luz, el 30 de marzo de 1960, a un varón que falleció dos horas
después. Fue un parto por cesárea. En el documento que incluye Gage en
el libro se dice que el niño 'nació vivo y murió antes de ser notificado su
nacimiento'. Está enterrado en el cementerio de Milán. Mientras, Aristo se
hallaba nuevamente de crucero con los Churchill pero, según Bruna Lupoli,
la criada de toda la vida de la Callas, 'estaba muy afligido cuando telefoneó
a la clínica y se enteró de que el niño estaba muerto'. La muerte del bebé
atormentó a Maria Callas hasta el final de sus días.

La diva se entregó en cuerpo y alma al naviero. Se cortó el pelo porque él


se lo pidió, se quitó las gafas porque el lo quiso... A principios de 1963 no
quedaba nada en la vida de Maria salvo su relación con Onassis. Fueron
unos amores tormentosos que Onassis intentó recomponer al final de su
vida, cuando se dio cuenta de que su matrimonio con Jackie era un fracaso.
Pero no tuvo tiempo, la muerte le atrapó antes. El largo romance supuso
para 'ambos la inversión emocional más profunda y duradera de sus vidas',
concluye Nicholas Gage.Maria Callas y Aristóteles Onassis se conocieron el
3 de septiembre de 1957 durante un baile de máscaras celebrado en el
hotel Danieli de Venecia. Los presentó Elsa Maxwell, la decana
organizadora de fiestas de la alta sociedad de aquella época. Él tenía 53
años y ella, 33. Fue un encuentro muy discreto, aunque ambos se dieron
cuenta de que tenían las mismas raíces. Los dos podían jurar con la
creatividad e imaginación de un marinero griego. El idilio estalló, es sin duda
la palabra adecuada, durante un crucero en el yate del naviero,
el Christina, en el verano de 1959.

Empezó entonces una historia apasionada de amores y desamores, de


infidelidades y reencuentros, que duró hasta el final de sus días. La pareja
tuvo incluso un hijo, que murió a las dos horas de nacer. Lo cuenta con todo
detalle el escritor norteamericano Nicholas Gage en Fuego griego, un libro de
casi 600 páginas, que Plaza & Janés publicará el proximo 4 de octubre.
Gage, que aporta numerosos testimonios y algunos documentos inéditos,
presenta la turbulenta relación de la pareja que, en su día, fascinó y
escandalizó a medio mundo, como una tragedia griega moderna. Los dos
estaban casados cuando iniciaron su romance. Maria había contraído
matrimonio con Giovanni Battista Meneghini, 30 años mayor que ella. Y él,
con Athina, Tina, hija menor de Stavros Livanos, lo que le permitió entrar en
el selecto club de los grandes armadores griegos. Tuvieron dos hijos,
Alexander (1948) y Christina (1950).

Onassis había nacido en 1904 en Smirna y era ya multimillonario. Maria


Cecilia Anna Kalogeropoulos, verdadero nombre de la Callas, nacida en
Nueva York en diciembre de 1923, era una diva famosa, capaz de cantar en
italiano, alemán o francés. Aunque los críticos, en general, le reprochaban la
falta de técnica, reconocían su carisma en el escenario. Eran dos fuerzas de
la naturaleza.
El asalto en serio de Onassis a la Callas se inició en París, el 19 de
diciembre de 1958, cuando ella actuaba en una gala benéfica. Llenó su
camerino y su casa de rosas rojas. Poco después, Ari y Tina invitaron a los
Meneghini a un crucero en el Christina. Maria dijo que no sabía, que tenía la
agenda muy llena, que se iba a Londres para una Medea en el Covent
Garden. Aristo, como ella empezó a llamarle -para Jackie Kennedy
sería Telis-, replicó que iría a Londres a por la respuesta. Y fue. Le organizó
una fiesta impresionante y la convenció.

Meneghini, que se olía la tostada, puso todos los obstáculos posibles, pero
Maria no dio su brazo a torcer y se compró un montón de ropa para el
crucero. El 22 de julio de 1959, el Christina levó anclas. Viajaban a bordo,
además de los Onassis y los Meneghini, unos ilustres invitados, sir Winston
Churchill y su esposa, lady Clementina, acompañados de su hija, Diana
Sandys, y de su nieta, Celia, de 16 años; también estaban Anthony
Montague Browne, secretario personal de Churchill, y su esposa Nonie; y,
en una de las escalas, se embarcaron Artemis, hermana de Onassis, y su
marido, Theodore Garofalides.

Todos ellos asistieron estupefactos al idilio de Maria y Aristo, que empezó


con largas charlas nocturnas. Cuando los invitados se retiraban, la pareja
permanecía hasta el alba hablando de sus cosas. Onassis, prudente, hizo
que se quedase de carabina Nonie Browne. Luego, él comenzó a cogerle la
mano en las excursiones y, después, pasando de los invitados, cenaron en
solitario. Parece ser que acabaron haciendo el amor en una de las barcas
auxiliares. Meneghini, que se pasó la mitad del crucero con náuseas, se fue
poniendo nervioso. Primero quiso desembarcar, luego empezó a tontear con
las otras mujeres, hasta el punto de que le llamaban Meningitis. Todos,
menos Maria, intentaron que los Churchill no se enterasen de lo que
pasaba. Fue un escándalo.

Los matrimonios Onassis-Livanos y Meneghini-Callas quedaron destruidos


en el crucero, aunque Onassis estaba convencido de que podría disfrutar de
su nueva amante sin perder a su esposa y a sus hijos. Lo único que quería
Maria era casarse con Aristo y tener hijos. Cuentan sus íntimos, que la
soprano se sintió por primera vez amada como persona y no por su talento.
Ni siquiera la insistencia de Onassis para que siguiera cantando consiguió
convencerla. No volvió a hacerlo hasta nueve meses después. Estaba
embarazada.

Pese a que siempre se ha dicho que Maria se sometió a un aborto,


instigada por Onassis, en 1966, Gage revela que la soprano quedó
embarazada en 1959, al principio de su relación con el armador. La pareja
hizo incluso planes para la llegada del niño y empezó a buscar casa en
Suiza, donde ella pudiera vivir con el bebé. Entre ellos, hablaban del
'proyecto suizo'.
Maria dio a luz, el 30 de marzo de 1960, a un varón que falleció dos horas
después. Fue un parto por cesárea. En el documento que incluye Gage en
el libro se dice que el niño 'nació vivo y murió antes de ser notificado su
nacimiento'. Está enterrado en el cementerio de Milán. Mientras, Aristo se
hallaba nuevamente de crucero con los Churchill pero, según Bruna Lupoli,
la criada de toda la vida de la Callas, 'estaba muy afligido cuando telefoneó
a la clínica y se enteró de que el niño estaba muerto'. La muerte del bebé
atormentó a Maria Callas hasta el final de sus días.

La diva se entregó en cuerpo y alma al naviero. Se cortó el pelo porque él


se lo pidió, se quitó las gafas porque el lo quiso... A principios de 1963 no
quedaba nada en la vida de Maria salvo su relación con Onassis. Fueron
unos amores tormentosos que Onassis intentó recomponer al final de su
vida, cuando se dio cuenta de que su matrimonio con Jackie era un fracaso.
Pero no tuvo tiempo, la muerte le atrapó antes. El largo romance supuso
para 'ambos la inversión emocional más profunda y duradera de sus vidas

Callas muere a los 53años


Desafortunadamente parte su fama no obedeció sólo a razones artísticas. Su vida privada y su
relación con Aristóteles Onassis hicieron que ocupara portadas de la prensa rosa cuando su
carrera estaba prácticamente terminada. En realidad, después de iniciar su relación con
Onassis entró en declive. Más allá de anécdotas sin interés, se olvida todo lo que había
aportado algénero lírico en una época en la que el público empezaba a alejarse de los
espectáculos convencionales y rutinarios.
Los grandes éxitos de su carrera, los que le garantizan uno de los lugares más importantes en
la historia de la ópera, tuvieron lugar antes de su relación con Onassis.
Este dolor emocional, sumado a la súbita pérdida de peso, aceleró el deterioro de su voz y le
acarreó múltiples críticas, además de acortar su longevidad vocal. El fenómeno Callas duró
apenas algo más de una década, pero su irrupción en el mundo de la lírica dejó una marca
imborrable y visionaria. Callas propulsó la revaluación del género belcantista e impulsó la
interpretación del verismo desde la técnica del belcanto provocando una importante revisión
desde el punto musical e interpretativo.
Aristóteles Onassis se cansó del nivel de vida que a su mujer le gustaba llevar, por lo
que empezó a tramitar su dirvorcio e intentar conquistar de nuevo a María Callas, el
verdadero amor de su vida. Onassis era un gran fumador de puros, por lo que
durante el proceso de divorcio murió a los 69 años de neumonía

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