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A mayor nivel de rigidez de la organización del trabajo, mayor posibilidad de que aparezca la
insatisfacción.
En lo que respecta a la relación del hombre con el contenido “significativo” del trabajo podemos
reconocer dos componentes: el contenido significativo con respecto al sujeto (inversión narcisista)
que se refiere al significado de la tarea con respecto al oficio y al status social ligado al puesto de
trabajo, y, el segundo componente, el contenido significativo con respecto al objeto que pone en
cuestión la vida pasada y presente del sujeto, su vida íntima, su historia personal (es específica y
única). Toda actividad contiene los dos componentes. La inversión narcisista sólo puede
renovarse gracias a la inversión del objeto y viceversa. Lo complejo es que lo esencial del
significado de trabajo es subjetivo. El significado en profundidad del trabajo para cada individuo
sólo puede revelarse por técnicas particulares.
Fatiga, carga de trabajo e insatisfacción: la organización del trabajo concebida por un servicio
especializado de la empresa, ajeno a los trabajadores, ataca a la vida mental y a las motivaciones y
deseos.
La insatisfacción resultante de una inadaptación del contenido ergonómico del trabajo al hombre
está en el origen, no solamente de muchos sufrimientos somáticos de consecuencias físicas
directas, sino también de otras afecciones del cuerpo mediatizado por una alteración en el aparato
mental.
Luego se plantea el balance de la intervención, pero no sobre los elementos del análisis del puesto
sino sobre la situación global, por lo cual la situación se hace mucho más compleja.
En cuanto a intervención ergonómica conviene distinguir entre vivencia subjetiva a corto plazo:
los obreros sienten un beneficio real a causa de la intervención ergonómica del trabajo
(positividad de la práctica ergonómica) y vivencia subjetiva a largo plazo, ya que en la mayoría de
los casos, el sentimiento de mejoramiento se desgasta rápidamente. Esta erosión del
“mejoramiento de las condiciones de trabajo” es producto del acostumbramiento, del
descubrimiento de otros riesgos hasta entonces desconocidos, el hecho de que en el fondo nada
cambió.
Lo que ocurre es que la sustracción de una exigencia puede hacer aparecer un malestar escondido
y a su vez, que al hacer desaparecer los malestares que ocupan lo alto de la jerarquía sintomática
resurgen los de nivel inferior. El inconveniente de la acción ergonómica es su acción limitada, ya
que en casi todos los casos, alivia parcialmente a los trabajadores (intervención ergonómica de
corrección) En muchos casos, el alivio de la exigencia (carga del trabajo) permite aumentar la
productividad y la intervención ergonómica no actúa en profundidad ya que permanece ajena a
la organización del trabajo.
A este análisis podríamos oponer “la ergonomía de concepción” pero ésta sólo excepcionalmente
se da en la realidad y depende más del gerente de una empresa que de proyectos elaborados.
La ergonomía sólo puede aportar un alivio limitado mientras no aporte una satisfacción
complementaria a nivel del contenido significativo del trabajo: de una relación no armónica entre
el contenido ergonómico del trabajo y la estructura de la personalidad puede surgir una
insatisfacción y correlativamente un sufrimiento que son claramente de naturaleza mental y no
física. Se trata de una insatisfacción y frustración concretas. Este segundo componente de la
insatisfacción en el trabajo es de orden “económico” (y no significativo).
Un “mejoramiento” de las condiciones de trabajo acompañado por una disminución de la carga
física puede terminar en una catástrofe a nivel de la economía general del individuo con sus
consecuencias clínicas patológicas, si la aplicamos indiscriminadamente sin tener en cuenta las
necesidades de la personalidad. Lo importante es comprender la simultaneidad del placer y de la
necesidad.
Dos conclusiones
La ansiedad es una respuesta psicológica a todo aquello que contiene riesgo y no está controlada
por la prevención colectiva. Existen distintos tipos de riesgos: exterior, residual y presumido.
El riesgo es exterior y en gran parte inherente al trabajo, es decir, que no depende de la voluntad
del trabajador. Muchas veces es colectivo. Sólo son eficaces las medidas protectoras llamadas
“colectivas”; sin embargo, en general sólo se proponen medidas preventivas individuales.
Lo que caracteriza al riesgo residual es que es real sobre las condiciones de trabajo (como las
fuente de peligro) y debe ser asumido individualmente. Genera una ansiedad constante. Además
del riesgo residual, hay un riesgo presumido, que no es real sino que sólo se sospecha que ocurra.
Es fuente de una ansiedad específica que está plenamente a cargo del trabajador.
Contra la ansiedad los trabajadores elaboran defensas particulares. Si son muy eficaces no se
encuentran rastros de la ansiedad en el discurso obrero.
Las condiciones de trabajo y salud física son claramente identificables por los obreros como fuente
de peligro para el cuerpo.
La ansiedad relativa al riesgo puede ser agrandada por el desconocimiento de los límites exactos
de este riesgo o por ignorancia respecto de los métodos de acción eficaces. La ignorancia aumenta
también el costo mental del trabajo. Junto a esta ansiedad de “determinismo directo” (“ansiedad y
tensión nerviosa”-el riesgo es real pero incuantificable. El riesgo engendra un estado de ansiedad
casi permanente y todos los obreros hablan de sus consecuencias. Ej. la cadena de montaje, no
perder el ritmo de trabajo. La ansiedad domina el discurso obrero. Nunca se libra de la “tensión
nerviosa”. La ansiedad es la respuesta, a nivel psicológico a todo lo que contiene el riesgo y no
está controlado por la prevención colectiva.
La aparente “inconciencia” es el precio que deben pagar para superar la carga de ansiedad que
supone el trabajo. Para construir esta ideología es un trabajo que exige una distribución de las
tareas entre los miembros de un equipo (no un trabajo dividido y repetitivo).
Por relaciones de trabajo entendemos todas las relaciones humanas creadas por la organización
del trabajo. En el caso de las industrias en donde el trabajo está sometido a la cadencia, podemos
decir que las relaciones con la jerarquía son fuente de una ansiedad que se puede superponer con
la del ritmo de trabajo. Los supervisores tienen como tarea específica mantener y alimentar esta
ansiedad con respecto al rendimiento. Usan muchas veces bravuconadas y favoritismos para
dividir a los obreros
La discriminación que opera la jerarquía entre los trabajadores forma parte de las tácticas de
mando (sector terciario y empleados de oficinas). Las falsas esperanzas (en especial sobre el
ascenso) son hábilmente alimentadas. Las principales víctimas son las mujeres. La rivalidad y
discriminación aseguran a los supervisores un gran poder. A la falta de interés por el trabajo se
agrega la ansiedad fruto de las relaciones humanas profundamente parasitadas por la
organización del trabajo. La contaminación de las relaciones afectivas en el sector terciario son
también fuente de un sufrimiento suplementario. Frustración y ansiedad son vividas en el
aislamiento y la soledad afectiva, que termina por agravarlas aún más.
b) La ansiedad relativa a la degradación del organismo: resulta del riesgo que pesa sobre
la salud física. La ansiedad resultante de las amenazas contra la integridad del organismo es de
naturaleza mental. La ansiedad es el brote psíquico del riesgo que hace correr al cuerpo la
nocividad de las condiciones de trabajo.
La organización del trabajo a menudo es peligrosa para el funcionamiento psíquico. Sin embargo,
la mayor parte de los trabajadores llega a conjurar la descompensación psiquiátrica. Para designar
este equilibrio (inestable) que no llega a ser enfermedad mental, hablamos de sufrimiento que
implica una confrontación entre los factores patógenos provenientes de la organización del
trabajo y los procedimientos defensivos elaborados por los mismos trabajadores. La
psicopatología del trabajo se interesa particularmente por el estudio de esas defensas.
El interrogante que se plantea la Psicopatología del Trabajo apunta a las características de las
organizaciones del trabajo que dan acceso al placer, a la salud mental y física.
Funcionan según una lógica rigurosa que está asegurada por un sistema de prohibición de ciertos
comportamientos, de silencio en todo lo que se refiera al miedo, de comportamientos de bravura
y de desafío frente al peligro, de rechazos de las consignas de seguridad. La defensa colectiva
exige la participación de todos los trabajadores sin excepciones, y ejerce un poder de exclusión y
de selección frente a los trabajadores que se resisten a las reglas de conducta establecidas por la
defensa colectiva. La defensa contribuye a unificar a los trabajadores y a unir al grupo de trabajo
para minimizar el sufrimiento.
Cuando estas defensas funcionan bien llegan a controlar en forma eficaz al sufrimiento. Cuando
funcionan demasiado bien pueden incluso producir una insensibilidad al sufrimiento que ya no
es más percibida por los trabajadores. Estas defensas estabilizan la situación y obstaculizan los
esfuerzos necesarios para repensar y transformar la relación con el trabajo. A partir de este
momento, las defensas excesivas toman la forma de una resistencia al cambio ampliándose así el
campo específico de la alienación al trabajo.
Cuando estos procedimientos defensivos sirven de base para la construcción de un sistema de
valores, que promueven la defensa como un fin en sí mismo (ocultando la defensa contra el
sufrimiento) pasan de ser una defensa colectiva a una ideología defensiva del oficio cuyo impacto
sobre las relaciones sociales es muy problemático.
3. El placer en el trabajo
A diferencia de las defensas contra el sufrimiento que pueden ser objeto de una elaboración
colectiva, el placer sigue siendo una dimensión estrictamente individual, derivada del deseo. El
estudio del placer en el trabajo se basa sobre el análisis del proceso de sublimación. Este último
consiste en tomar el campo social y en particular el trabajo, como un teatro donde se ponen en
escena sus deseos que no pudieron encontrar en la sexualidad las condiciones propicias para su
satisfacción. El trabajo es el mediador privilegiado entre inconsciente y campo social.
Cuando el trabajo es capaz de ofrecer una salida favorable al deseo se lo denomina estructurante.
Cuando las tareas son estrictas, parcializadas, no hay lugar para poner en juego la sublimación y
se trata de tareas potencialmente patógenas o desestructurantes.
Características de las organizaciones del trabajo estructurantes: son las que arreglaron situaciones
donde le es confiado al trabajador una parte significativa de la concepción del trabajo. Las tareas
de concepción brindan a menudo las condiciones para la sublimación. La sublimación es un
proceso subjetivo singular.
La Psicopatología del trabajo considera la organización del trabajo como una relación social. La
organización prescripta del trabajo nunca es respetada en realidad y que en definitiva siempre
resulta de un compromiso procedente de una negociación entre el colectivo de conducción y el
colectivo de ejecución.
Realiza un análisis en dos etapas: la primera está referida a las profesiones que necesitan una
larga formación y que conducen a un oficio. La segunda refiere a profesiones descalificadas, como
las que se encuentran en las producciones en masa.
Es necesario comprender que no todos los trabajadores están en una situación psíquica
equivalente incluso cuando para todos el trabajo tiene un papel psico-económico crucial. Entre las
incontables diferencias, destacamos cuatro variables determinantes: el lugar que ocupa el trabajo
para cada sujeto con respecto a la sublimación, a la economía psicosomática, al pasado psíquico y
a las actuales relaciones afectivas.
La economía psicosomática
Tanto las sublimaciones como la activad laboral en sí misma implican la existencia de la
“economía psicosomática”. La tarea, su organización, su contenido, su modo operatorio implican
restricciones cognitivas, sensoriales y motrices. En ciertos casos, la intervención del sujeto es
inadecuada y es fuente de fatiga y de sufrimiento. En cada oportunidad se forma una relación
específica entre un hombre y las exigencias de su tarea: Ciertos sujetos solamente llegan a
calmarse cuando realizan antes un cierto trabajo muscular (deporte) mientras que otros precisan
estímulos psicosensoriales (autos, motos, aviones) otros, en cambio, tienen necesidad de
exigencias cognitivas y sólo pueden descansar cuando han realizado juegos sofisticados de
matemática o palabras cruzadas.
La actividad profesional que responde mejor a la estructura del sujeto está dado por la
articulación que se fue dando entre la elección profesional, la formación y la especialización. Es
facil entender así, que una ruptura involuntaria del trabajo no siempre esté seguida de una
recomposición satisfactoria de la relación hombre-tarea. Es decir, se trata ante todo de las
descompensaciones psicosomáticas que son provocadas por las rupturas de la activad de trabajo.
Notemos que las dos primeras variables están consagradas a la sublimación y a la economía
psicosomática nos muestran un compromiso positivo en el trabajo, donde se buscan salidas
originales para el deseo del sujeto, su pasado, su historia y su personalidad. Hablamos entonces,
de trabajo como inversión. En las dos últimas variables que tratan sobre la lucha contra el pasado
y los conflictos, el trabajo se presenta ante todo como un medio de lucha contra sí mismo. Ya no
se trata de una salida personalizada, sino que es una inversión del trabajo en forma de “actitud
reaccional”. Hablamos entonces de trabajo como defensa.
Los sujetos que se utilizan al trabajo como defensa son relativamente más vulnerables que los
otros ante la ruptura de la actividad profesional.
El análisis que propusimos anteriormente para los ejecutivos y las profesiones liberales, no es
aplicable para estos trabajadores. El trabajo se encuentra en una posición radicalmente diferente
en lo que refiere a la actividad psíquica. Las tareas repetitivas se presentan de manera diferente
respecto de las problemáticas del deseo, la sublimación y la economía psicosomática.
Respecto de la sublimación
En un modo operatorio impuesto, rígidamente organizado, no puede haber lugar para la
sublimación. En la práctica el trabajo no puede brindar ninguna apertura a las pulsiones parciales,
por lo cual, el trabajador, en el mejor de los casos, busca afuera de la situación trabajo una salida
personalizada.
Respecto de la economía psicosomática
La parálisis mental que deja al cuerpo sin defensas frente a la organización del trabajo, evoca en
forma impactante a la depresión esencial: estado destructor, donde el cuerpo se encuentra
desprovisto de sus apoyos mentales y es la presa seleccionada por las enfermedades somáticas. Se
ubica como punto de partida de las “desorganizaciones progresivas”. El trabajo taylorizado
provoca estados similares a las depresiones esenciales con una fragilización del cuerpo como
consecuencia.
La paradoja psicopatológica
El obrero que resulta liberado de las exigencias organizacionales cuando se encuentra en situación
de desempleo parcial, experimenta en un corto plazo verdaderos reencuentros con su cuerpo. Sin
embargo, no es raro, paradojalmente, que el despido o incluso la jubilación, estén acompañados
de una crisis psicopatológica ya que predomina una sensación de inutilidad, de absurdo, de falta
de sentido.
Análisis de la paradoja
Los obreros y empleados descalificados que están sometidos a tareas repetitivas les cuesta
soportar el comienzo de las vacaciones y a veces pierden varios días antes de poder disfrutar de
su tiempo libre.
Tienen como objetivo lanzar un desafío colectivo a los peligros y daños causados por el trabajo,
gracias al cual, la posición del los trabajadores (simbólicamente) se revierte: de víctimas pasivas
del riesgo se vuelven simbólicamente activos organizadores del peligro y de su control. Estos
comportamientos van acompañados de un sistema de valores cuya coherencia es notable.
Los obreros descalificados crearon una ideología defensiva del oficio que llamamos ideología del
sufrimiento o mejor dicho, ideología de la resistencia. El resistir, es un valor que se sostiene por la
materialidad de las cosas pero también por las esperanzas compartidas de los trabajadores: este
trabajo y esta productividad tendrían un valor potencial: mejorar el consumo de los hijos y de la
sociedad, desarrollar la economía nacional e incluso el servirle a una empresa o patrón. El
empresariado supo aprovechar esto. Cuando la empresa se presenta en quiebra, el desempleo es
acompañado por un derrumbe de todo esto. Se derrumba el sistema de valores, desaparece la
ilusión.
La ideología defensiva duplica los valores relacionados con el sufrimiento. Se condenan así las
ausencias al trabajo por enfermedad, el desempleo, etc.