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Dejours- TRABAJO MENTAL Y DESGASTE MENTAL.

Una contribución a la Psicopatología


del Trabajo.

CAPÍTULO II- ¿CUÁL SUFRIMIENTO?

1. Insatisfacción y “contenido significativo” de la tarea.

En la vivencia obrera encontramos dos sufrimientos fundamentales organizados detrás de dos


síntomas clave: la insatisfacción y la ansiedad.

Hay tres sentimientos que llevan a la insatisfacción: la indignidad, es percibida masivamente en


la clase obrera. Está relacionado con la vergüenza de estar robotizado y no ser más que un
apéndice de la máquina, de estar despersonalizado, etc. Del contacto forzado con una tarea
desprovista de interés nace una imagen de indignidad. La inutilidad que conduce a la ausencia
de finalidad del trabajo, no conoce el significado de su tarea con respecto al conjunto de la
actividad y su tarea no tiene una significación humana. No significa nada para la familia, ni para
el grupo social. La descalificación no sólo con respecto al salario sino más bien de la imagen de sí
mismo que proyecta el trabajo. Estos tres sentimientos se condensan en la vivencia depresiva,
caracterizada por la fatiga y que se alimenta por la sensación de embotamiento intelectual.

A mayor nivel de rigidez de la organización del trabajo, mayor posibilidad de que aparezca la
insatisfacción.

En lo que respecta a la relación del hombre con el contenido “significativo” del trabajo podemos
reconocer dos componentes: el contenido significativo con respecto al sujeto (inversión narcisista)
que se refiere al significado de la tarea con respecto al oficio y al status social ligado al puesto de
trabajo, y, el segundo componente, el contenido significativo con respecto al objeto que pone en
cuestión la vida pasada y presente del sujeto, su vida íntima, su historia personal (es específica y
única). Toda actividad contiene los dos componentes. La inversión narcisista sólo puede
renovarse gracias a la inversión del objeto y viceversa. Lo complejo es que lo esencial del
significado de trabajo es subjetivo. El significado en profundidad del trabajo para cada individuo
sólo puede revelarse por técnicas particulares.

La producción como función social, política y económica entra en juego en el contenido


significativo del trabajo con respecto al objeto. Nunca hay una neutralidad de los trabajadores con
respecto a lo que ellos producen. Esta relación es de placer o de desagrado. El salario contiene
significaciones concretas (mantener una familia, ganarse las vacaciones), pero también abstractas
(contiene sueños, visiones fantasmáticas y proyectos de posibles realizaciones).

Fatiga, carga de trabajo e insatisfacción: la organización del trabajo concebida por un servicio
especializado de la empresa, ajeno a los trabajadores, ataca a la vida mental y a las motivaciones y
deseos.

El sufrimiento comienza cuando la relación trabajador-organización está bloqueada: El


trabajador utilizó todo lo que disponía de saber y de poder sobre la organización del trabajo y ya
no puede cambiar la tarea, es decir cuando los medios de defensa contra las restricciones físicas se
han agotado y la imposibilidad de toda evolución para aliviarlo. La certeza de que el nivel
alcanzado de insatisfacción ya no puede disminuir más marca la entrada al proceso de
sufrimiento.
En general, cuanto más rígida sea la organización del trabajo, mayor es el nivel de división del
trabajo, menor es el contenido significativo del trabajo y sobre todo, y menores son las
posibilidades de rediseñarlo; por lo tanto, el sufrimiento aumenta.

Existe un segundo componente de la insatisfacción del trabajo que es totalmente desconocido: el


resultante de la inadecuación de la relación entre el hombre y el contenido ergonómico del
trabajo.

2. Insatisfacción y contenido ergonómico del trabajo

La insatisfacción resultante de una inadaptación del contenido ergonómico del trabajo al hombre
está en el origen, no solamente de muchos sufrimientos somáticos de consecuencias físicas
directas, sino también de otras afecciones del cuerpo mediatizado por una alteración en el aparato
mental.

La intervención ergonómica comienza en el análisis de puesto. Luego, son a veces ubicados y


clasificados los efectos negativos del trabajo y finalmente el costo de las medidas correctoras
propuestas puede ser mejorado con la organización.

Luego se plantea el balance de la intervención, pero no sobre los elementos del análisis del puesto
sino sobre la situación global, por lo cual la situación se hace mucho más compleja.

Intervención ergonómica: el indicador global del mejoramiento de las condiciones de trabajo.


Lo que nos interesa a nosotros es la relación salud-trabajo. Lo que importa es la condición del
trabajador que no varía siempre en el mismo sentido que las condiciones de trabajo.

En cuanto a intervención ergonómica conviene distinguir entre vivencia subjetiva a corto plazo:
los obreros sienten un beneficio real a causa de la intervención ergonómica del trabajo
(positividad de la práctica ergonómica) y vivencia subjetiva a largo plazo, ya que en la mayoría de
los casos, el sentimiento de mejoramiento se desgasta rápidamente. Esta erosión del
“mejoramiento de las condiciones de trabajo” es producto del acostumbramiento, del
descubrimiento de otros riesgos hasta entonces desconocidos, el hecho de que en el fondo nada
cambió.

Lo que ocurre es que la sustracción de una exigencia puede hacer aparecer un malestar escondido
y a su vez, que al hacer desaparecer los malestares que ocupan lo alto de la jerarquía sintomática
resurgen los de nivel inferior. El inconveniente de la acción ergonómica es su acción limitada, ya
que en casi todos los casos, alivia parcialmente a los trabajadores (intervención ergonómica de
corrección) En muchos casos, el alivio de la exigencia (carga del trabajo) permite aumentar la
productividad y la intervención ergonómica no actúa en profundidad ya que permanece ajena a
la organización del trabajo.

A este análisis podríamos oponer “la ergonomía de concepción” pero ésta sólo excepcionalmente
se da en la realidad y depende más del gerente de una empresa que de proyectos elaborados.
La ergonomía sólo puede aportar un alivio limitado mientras no aporte una satisfacción
complementaria a nivel del contenido significativo del trabajo: de una relación no armónica entre
el contenido ergonómico del trabajo y la estructura de la personalidad puede surgir una
insatisfacción y correlativamente un sufrimiento que son claramente de naturaleza mental y no
física. Se trata de una insatisfacción y frustración concretas. Este segundo componente de la
insatisfacción en el trabajo es de orden “económico” (y no significativo).
Un “mejoramiento” de las condiciones de trabajo acompañado por una disminución de la carga
física puede terminar en una catástrofe a nivel de la economía general del individuo con sus
consecuencias clínicas patológicas, si la aplicamos indiscriminadamente sin tener en cuenta las
necesidades de la personalidad. Lo importante es comprender la simultaneidad del placer y de la
necesidad.

En la vivencia de los trabajadores, la inadaptación entre las necesidades originadas por la


estructura mental u el contenido ergonómico de la tarea se traduce por una insatisfacción o por
un sufrimiento, y hasta un estado de ansiedad raramente traducido en palabras. Para
esquematizar la relación entre el contenido ergonómico del trabajo y la estructura de la
personalidad podemos observar en el trabajo tres componentes principales: 1) tensiones de orden
psicomotor. 2) Orden psicosensorial 3) orden intelectual (campo del razonamiento intelectual,
lógico y racional.

Dos conclusiones

1. La insatisfacción en el trabajo no responde solamente al contenido significativo del trabajo ni a


la su contenido simbólico sino que existe al mismo tiempo una satisfacción en relación con el
ejercicio del cuerpo en el sentido físico y nervioso. El punto de impacto del sufrimiento es en
principio el cuerpo y no el aparato mental.
La insatisfacción en relación con el contenido significativo de la tarea genera un sufrimiento cuyo
punto de impacto es ante todo mental, contrariamente al sufrimiento resultante del contenido
ergonómico de la tarea. Sin embargo, el sufrimiento resultante del contenido de la tarea puede
igualmente conducir a afecciones somáticas.

2. La segunda conclusión se refiere a la introducción de la estructura de la personalidad en la


relación hombre-trabajo. Las exigencias de la tarea son el contenido ergonómico del trabajo. En
sentido opuesto, hay que considerar, a partir de la estructura de la personalidad de cada
individuo, lo que representa para él la confrontación con esa tarea. Aparece entonces un costo
individual de la tarea que es la carga de trabajo. La insatisfacción resultante del contenido
ergonómico inadaptado a la estructura de la personalidad no es más que una carga de trabajo
psíquico. Esta carga de trabajo no es idéntica a la carga de trabajo físico o psicosensomotriz. El
aparato psíquico estaría en cierto modo encargado de representar y hacer triunfar las aspiraciones
del sujeto en un reacondicionamiento de la realidad, capaz de producir simultáneamente
satisfacciones concretas (protección de la vida, refieren a la salud del cuerpo; se analizan en
términos de economía psicosomática) y simbólicas (se trata de la vivencia cualitativa de la tarea,
el significado del trabajo no se trata de las necesidades sino de los deseos o motivaciones).

CAPÍTULO III- TRABAJO Y ANSIEDAD

La ansiedad es una dimensión de la vivencia de los trabajadores. Hablaremos de ansiedad y no de


angustia (que resulta de un conflicto intrapsíquico, analizado por el psicoanálisis). La ansiedad
responde a un aspecto concreto de la realidad y exige sistemas defensivos específicos. La
ansiedad está presente en todos los tipos de tareas.

La ansiedad es una respuesta psicológica a todo aquello que contiene riesgo y no está controlada
por la prevención colectiva. Existen distintos tipos de riesgos: exterior, residual y presumido.

El riesgo es exterior y en gran parte inherente al trabajo, es decir, que no depende de la voluntad
del trabajador. Muchas veces es colectivo. Sólo son eficaces las medidas protectoras llamadas
“colectivas”; sin embargo, en general sólo se proponen medidas preventivas individuales.
Lo que caracteriza al riesgo residual es que es real sobre las condiciones de trabajo (como las
fuente de peligro) y debe ser asumido individualmente. Genera una ansiedad constante. Además
del riesgo residual, hay un riesgo presumido, que no es real sino que sólo se sospecha que ocurra.
Es fuente de una ansiedad específica que está plenamente a cargo del trabajador.

Contra la ansiedad los trabajadores elaboran defensas particulares. Si son muy eficaces no se
encuentran rastros de la ansiedad en el discurso obrero.

1. Los signos directos de la ansiedad

Las condiciones de trabajo y salud física son claramente identificables por los obreros como fuente
de peligro para el cuerpo.
La ansiedad relativa al riesgo puede ser agrandada por el desconocimiento de los límites exactos
de este riesgo o por ignorancia respecto de los métodos de acción eficaces. La ignorancia aumenta
también el costo mental del trabajo. Junto a esta ansiedad de “determinismo directo” (“ansiedad y
tensión nerviosa”-el riesgo es real pero incuantificable. El riesgo engendra un estado de ansiedad
casi permanente y todos los obreros hablan de sus consecuencias. Ej. la cadena de montaje, no
perder el ritmo de trabajo. La ansiedad domina el discurso obrero. Nunca se libra de la “tensión
nerviosa”. La ansiedad es la respuesta, a nivel psicológico a todo lo que contiene el riesgo y no
está controlado por la prevención colectiva.

2. Los signos indirectos de la ansiedad: la ideología defensiva del oficio

Se comienza estudiando en la construcción la aparente actitud de desprecio, ignorancia e


inconciencia frente al riesgo que no puede ser analizado en sentido literal. El riesgo lo conocen
más que nadie y lo sienten a flor de piel en su vida cotidiana. La vivencia de la ansiedad existe
efectivamente pero sólo se manifiesta sobre la superficie en contadas ocasiones ya que se
encuentra contenida por los sistemas defensivos (absolutamente necesarios). Si ésta no es
neutralizada de ese modo, y pudiera surgir en cualquier momento durante el trabajo, los obreros
no habrían podido continuar mucho tiempo más con sus tareas.

La toma de conciencia obligaría al obrero a tomar tantas precauciones individuales que se


volvería ineficaz. El miedo es una causa importante de “inadaptación profesional” en la
construcción. Las actitudes de negación y de desprecio hacia el peligro son una simple inversión
de la proposición relativa al riesgo. Crear la situación o agravarla es en cierta medida ser dueño
de ella. La pseudo-inconciencia del peligro resulta en realidad del sistema defensivo destinado a
controlar la ansiedad. Es de carácter colectivo ya que el único medio de asegurar la eficacia
simbólica es la participación de todos en la estrategia defensiva. Nadie debe temer. Nunca se debe
hablar del peligro, del riesgo ni del miedo. El sistema defensivo requiere una gran coherencia
alcanzando así la dimensión de una verdadera “ideología defensiva” característica de la
profesión. Permite pensar que basta con no querer accidentarse para no ser víctima, respuesta que
sirve para calmar la ansiedad. El grupo armado de la ideología-defensa, elimina a quien no
soporta el riesgo (la ideología defensiva es funcional a nivel del grupo, también es garantía de
productividad).

La aparente “inconciencia” es el precio que deben pagar para superar la carga de ansiedad que
supone el trabajo. Para construir esta ideología es un trabajo que exige una distribución de las
tareas entre los miembros de un equipo (no un trabajo dividido y repetitivo).

3. La ansiedad en las tareas sometidas a una cadencia


Esta es la ansiedad de los trabajadores de la cadena o de los remunerados según el rendimiento.
La ansiedad responde aquí al ritmo, a las cadencias, a la velocidad. Esta ansiedad, participa tanto
como la carga física del trabajo en el agotamiento progresivo de los obreros. Lo esencial de la
ansiedad deber ser asumido individualmente. La ansiedad resultante de la lucha ininterrumpida
contra los tiempos lleva al obrero a hacer un esfuerzo especial para no perder la ventaja con un
cambio de puesto (“resistencia al cambio”).
Esta ansiedad es parte de la carga de trabajo.

4. “Ansiedad y relaciones del trabajo”

Por relaciones de trabajo entendemos todas las relaciones humanas creadas por la organización
del trabajo. En el caso de las industrias en donde el trabajo está sometido a la cadencia, podemos
decir que las relaciones con la jerarquía son fuente de una ansiedad que se puede superponer con
la del ritmo de trabajo. Los supervisores tienen como tarea específica mantener y alimentar esta
ansiedad con respecto al rendimiento. Usan muchas veces bravuconadas y favoritismos para
dividir a los obreros

La discriminación que opera la jerarquía entre los trabajadores forma parte de las tácticas de
mando (sector terciario y empleados de oficinas). Las falsas esperanzas (en especial sobre el
ascenso) son hábilmente alimentadas. Las principales víctimas son las mujeres. La rivalidad y
discriminación aseguran a los supervisores un gran poder. A la falta de interés por el trabajo se
agrega la ansiedad fruto de las relaciones humanas profundamente parasitadas por la
organización del trabajo. La contaminación de las relaciones afectivas en el sector terciario son
también fuente de un sufrimiento suplementario. Frustración y ansiedad son vividas en el
aislamiento y la soledad afectiva, que termina por agravarlas aún más.

5. Las diferentes formas de la ansiedad

a) La ansiedad relativa a la degradación del funcionamiento mental y del equilibrio


psico-afectivo: la primera resulta de la desestructuración de las relaciones psico-afectivas
espontáneas con los compañeros de trabajo o de su intoxicación por la discriminación y la
sospecha. La perturbación de las inversiones afectivas provocadas por la organización del trabajo
puede poner en peligro el equilibrio mental de los trabajadores. El segundo tipo de ansiedad se
refiere a la desorganización del funcionamiento mental.

b) La ansiedad relativa a la degradación del organismo: resulta del riesgo que pesa sobre
la salud física. La ansiedad resultante de las amenazas contra la integridad del organismo es de
naturaleza mental. La ansiedad es el brote psíquico del riesgo que hace correr al cuerpo la
nocividad de las condiciones de trabajo.

c) La ansiedad engendrada por la “disciplina del hambre”: a pesar del sufrimiento


mental, los trabajadores permanecen en sus puestos frente a la necesidad de sobrevivir. Ansiedad
de la muerte. Es condición de la relación hombre-organización del trabajo.

CAPÍTULO VII- INTRODUCCIÓN A LA PSICOPATOLOGÍA DEL TRABAJO

1. Qué es la psicopatología del trabajo


La Psicopatología del Trabajo estudia la relación psíquica del trabajo. Le interesa conocer las
consecuencias del trabajo sobre la salud mental de los trabajadores, ya sea estas consecuencias
sean nefastas, por lo tanto el trabajo será patógeno, o sean favorables, entonces el trabajo será
estructurante. Interroga el impacto de la realidad exterior sobre el sujeto, es decir se preocupa por
las condiciones para la transformación del trabajo.

Asigna la función patógena o estructurante a la organización del trabajo, es decir a la división de


tareas por una parte y a la división de los hombres (como dispositivo de control) de otra.

La organización del trabajo a menudo es peligrosa para el funcionamiento psíquico. Sin embargo,
la mayor parte de los trabajadores llega a conjurar la descompensación psiquiátrica. Para designar
este equilibrio (inestable) que no llega a ser enfermedad mental, hablamos de sufrimiento que
implica una confrontación entre los factores patógenos provenientes de la organización del
trabajo y los procedimientos defensivos elaborados por los mismos trabajadores. La
psicopatología del trabajo se interesa particularmente por el estudio de esas defensas.

El interrogante que se plantea la Psicopatología del Trabajo apunta a las características de las
organizaciones del trabajo que dan acceso al placer, a la salud mental y física.

2. Los sistemas defensivos

Encontramos procedimientos defensivos específicos en función de cada tipo de organización del


trabajo. Las defensas pueden ser individuales o construidas por grupos de trabajadores, llamadas
defensas colectivas. Estas defensas fueron elaboradas para luchar contra las diferentes formas de
sufrimiento y sobre todo contra el miedo que resulta del trabajo.

Funcionan según una lógica rigurosa que está asegurada por un sistema de prohibición de ciertos
comportamientos, de silencio en todo lo que se refiera al miedo, de comportamientos de bravura
y de desafío frente al peligro, de rechazos de las consignas de seguridad. La defensa colectiva
exige la participación de todos los trabajadores sin excepciones, y ejerce un poder de exclusión y
de selección frente a los trabajadores que se resisten a las reglas de conducta establecidas por la
defensa colectiva. La defensa contribuye a unificar a los trabajadores y a unir al grupo de trabajo
para minimizar el sufrimiento.

La productividad está estrechamente ligada a la eficacia de la defensa colectiva, y esta puede en


ciertos casos estimular la producción de “secretos del oficio” sin las cuales ninguna producción es
posible. Si los obreros aplican estrictamente la organización del trabajo prescripta, la producción
se torna rápidamente imposible. Los “secretos de oficio” son vitales para la
producciónexplotación del sufrimiento.

Cuando estas defensas funcionan bien llegan a controlar en forma eficaz al sufrimiento. Cuando
funcionan demasiado bien pueden incluso producir una insensibilidad al sufrimiento que ya no
es más percibida por los trabajadores. Estas defensas estabilizan la situación y obstaculizan los
esfuerzos necesarios para repensar y transformar la relación con el trabajo. A partir de este
momento, las defensas excesivas toman la forma de una resistencia al cambio ampliándose así el
campo específico de la alienación al trabajo.
Cuando estos procedimientos defensivos sirven de base para la construcción de un sistema de
valores, que promueven la defensa como un fin en sí mismo (ocultando la defensa contra el
sufrimiento) pasan de ser una defensa colectiva a una ideología defensiva del oficio cuyo impacto
sobre las relaciones sociales es muy problemático.

3. El placer en el trabajo
A diferencia de las defensas contra el sufrimiento que pueden ser objeto de una elaboración
colectiva, el placer sigue siendo una dimensión estrictamente individual, derivada del deseo. El
estudio del placer en el trabajo se basa sobre el análisis del proceso de sublimación. Este último
consiste en tomar el campo social y en particular el trabajo, como un teatro donde se ponen en
escena sus deseos que no pudieron encontrar en la sexualidad las condiciones propicias para su
satisfacción. El trabajo es el mediador privilegiado entre inconsciente y campo social.

Cuando el trabajo es capaz de ofrecer una salida favorable al deseo se lo denomina estructurante.
Cuando las tareas son estrictas, parcializadas, no hay lugar para poner en juego la sublimación y
se trata de tareas potencialmente patógenas o desestructurantes.

Características de las organizaciones del trabajo estructurantes: son las que arreglaron situaciones
donde le es confiado al trabajador una parte significativa de la concepción del trabajo. Las tareas
de concepción brindan a menudo las condiciones para la sublimación. La sublimación es un
proceso subjetivo singular.

4. La organización del trabajo

La Psicopatología del trabajo considera la organización del trabajo como una relación social. La
organización prescripta del trabajo nunca es respetada en realidad y que en definitiva siempre
resulta de un compromiso procedente de una negociación entre el colectivo de conducción y el
colectivo de ejecución.

5. De la división sexual a la división internacional del trabajo

La situación de las mujeres no se parece a la de los hombres en lo que se refiere al sufrimiento


psíquico y a los procesos defensivos que están en posición de poder elaborar. El otro problema se
refiere al uso que hacen los trabajadores hombres de las relaciones domésticas de dominación
como procedimiento defensivo contra el sufrimiento ocasionado por la organización del trabajo.
Las mujeres no son las únicas víctimas indirectas de las defensas contra el sufrimiento de los
hombres: los niños también.
La sublimación, única mediación entre inconciente individual y campo social, es un proceso que
absorbe y transforma las pulsiones parciales que pro falta de salidas sublimatorias, generan
principalmente perversiones, violencia compulsiva, etc.

CAPÍTULO IX- ELECCIONES PSICOPATOLÓGICAS A LAS RUPTURAS INVOLUNTARIAS


DE LA ACTIVIDAD PROFESIONAL (jubilación, despido, enfermedad)

Realiza un análisis en dos etapas: la primera está referida a las profesiones que necesitan una
larga formación y que conducen a un oficio. La segunda refiere a profesiones descalificadas, como
las que se encuentran en las producciones en masa.

1. Las categorías proefesionales más elevadas en la jerarquía sociocultural


 Trabajo y deseo

En estos casos, generalmente el deseo es el fundamento mismo de la actividad de trabajo. Si el


deseo está presente en toda la vida de trabajo y su estructura, el trabajo puede ser un elemento
clave del dispositivo mental que va desde el “deseo” hasta la “satisfacción del deseo”. El trabajo
se va, entonces, articulando con la historia infantil del sujeto de manera que pueda ser también, el
soporte concreto e incluso la oportunidad para ampliar y precisar el deseo.
En este caso, es fácil comprender que al romperse la relación privilegiada del hombre con su
trabajo, se está amenazando la dinámica del deseo y al mismo tiempo la dialéctica del sujeto con
la realidad. La ruptura de la actividad laboral puede causarle una descompensación, puede
amenazar fácilmente una economía psíquica que hasta ese entonces le debía su estabilidad al
trabajo en sí mismo.

 Debilidades e inmunidades frente a las rupturas de actividad profesional

Es necesario comprender que no todos los trabajadores están en una situación psíquica
equivalente incluso cuando para todos el trabajo tiene un papel psico-económico crucial. Entre las
incontables diferencias, destacamos cuatro variables determinantes: el lugar que ocupa el trabajo
para cada sujeto con respecto a la sublimación, a la economía psicosomática, al pasado psíquico y
a las actuales relaciones afectivas.

 El trabajo con respecto a las sublimaciones


La sublimación es un proceso mediante el cual el sujeto renuncia directamente a satisfacer ciertas
pulsiones para darles salidas sustitutivas en una actividad de carácter social. Es un proceso
complejo sobre el cual todos no tenemos la misma capacidad. La sublimación es el resultado de
un delicado trabajo psíquico; entonces, al romper una actividad de trabajo donde se fueron
edificando las sublimaciones, se corre el riesgo, de destruir ese edificio construido por el sujeto a
su medida y a la vez, de provocar un reflujo contra él de pulsiones por falta de inversión,
pudiendo provocar-bajo ciertas condiciones-una situación mental y somática peligrosa.

 La economía psicosomática
Tanto las sublimaciones como la activad laboral en sí misma implican la existencia de la
“economía psicosomática”. La tarea, su organización, su contenido, su modo operatorio implican
restricciones cognitivas, sensoriales y motrices. En ciertos casos, la intervención del sujeto es
inadecuada y es fuente de fatiga y de sufrimiento. En cada oportunidad se forma una relación
específica entre un hombre y las exigencias de su tarea: Ciertos sujetos solamente llegan a
calmarse cuando realizan antes un cierto trabajo muscular (deporte) mientras que otros precisan
estímulos psicosensoriales (autos, motos, aviones) otros, en cambio, tienen necesidad de
exigencias cognitivas y sólo pueden descansar cuando han realizado juegos sofisticados de
matemática o palabras cruzadas.
La actividad profesional que responde mejor a la estructura del sujeto está dado por la
articulación que se fue dando entre la elección profesional, la formación y la especialización. Es
facil entender así, que una ruptura involuntaria del trabajo no siempre esté seguida de una
recomposición satisfactoria de la relación hombre-tarea. Es decir, se trata ante todo de las
descompensaciones psicosomáticas que son provocadas por las rupturas de la activad de trabajo.

 Trabajo e historia infantil


En el mejor de los casos el trabajo ofrece “satisfacciones sustitutivas” de los deseos que fueron
formados por la historia infantil. Las sublimaciones son un ejemplo de esto. Pero, a veces, el
sujeto para tratar de “conciliarse” con su pasado, opta por oponerle una desmentida (negación,
rechazo o ruptura según casos particulares). La actividad de su trabajo aparece entonces como
separada de su pasado e incluso destinada a mantener activamente esta separación para proteger
al sujeto de un resurgimiento inapropiado de su historia infantil o más generalmente de su
inconciente. En este caso, el trabajo es esencialmente defensivo. Es una “contra inversión”, mucho
menos flexible que la sublimación. En estos casos, una ruptura involuntaria, muestra la rigidez de
este sistema defensivo y que el sujeto se encuentra sin alternativa frente a lo que siempre quiso
desconocer de sí mismo. Es en este momento que surge la crisis.
 La situación frente a los conflictos afectivos actuales
No es extraño que el sujeto utilice su trabajo para huir, no sólo de su pasado, sino de la forma en
que éste se restablece en el presente por la superposición de los conflictos afectivos que lo oponen
a su pareja, hijos, padres. En el trabajo, la hiperactividad resulta ser, en este momento, una
ocasión para escapar de los conflictos. A partir de ahí, esta actividad de trabajo se beneficia como
un contingente de energía suplementaria que es cedida para su función defensiva. Esta toma el
nombre de “comportamiento fóbico”.
Los casos de interrupción involuntaria del trabajo pueden adoptar una forma catastrófica y
amenazar el equilibrio mental o la salud somática del paciente.

Notemos que las dos primeras variables están consagradas a la sublimación y a la economía
psicosomática nos muestran un compromiso positivo en el trabajo, donde se buscan salidas
originales para el deseo del sujeto, su pasado, su historia y su personalidad. Hablamos entonces,
de trabajo como inversión. En las dos últimas variables que tratan sobre la lucha contra el pasado
y los conflictos, el trabajo se presenta ante todo como un medio de lucha contra sí mismo. Ya no
se trata de una salida personalizada, sino que es una inversión del trabajo en forma de “actitud
reaccional”. Hablamos entonces de trabajo como defensa.
Los sujetos que se utilizan al trabajo como defensa son relativamente más vulnerables que los
otros ante la ruptura de la actividad profesional.

 Aspecto semiológico de la descompensación

La forma de la descompensación mental o somática no depende de la actividad de trabajo sino


ante todo, de la forma en que fue elaborada la relación del sujeto con su trabajo.

2. Reacciones psicopatológicas paradojales entre los trabajadores descalificados.

El análisis que propusimos anteriormente para los ejecutivos y las profesiones liberales, no es
aplicable para estos trabajadores. El trabajo se encuentra en una posición radicalmente diferente
en lo que refiere a la actividad psíquica. Las tareas repetitivas se presentan de manera diferente
respecto de las problemáticas del deseo, la sublimación y la economía psicosomática.

 Respecto del deseo


El deseo del sujeto tiene poca o ninguna cabida en este trabajo. En general, estos trabajadores no
eligen trabajar en cadena o frente a una pantalla de visualización. El deseo no sostiene a la
actividad de trabajo sino que incluso el trabajo no se realiza sin el deseo sino contra el deseo. Para
mantener su puesto el obrero debe hacer callar sus deseos, debe luchar contra sus sueños, contra
sí mismo, contra su personalidad. Para poder sobrevivir debe renunciar en parte a ser. Aparece,
así, una ruptura trágica que encontramos en todos los trabajadores no calificados, entre la cabeza
y el cuerpo. La lucha culmina en una especie de parálisis del funcionamiento psíquico que es
vivida por los trabajadores como una alienación cuando no una destrucción.
Sin embargo, esta parálisis es difícil de obtener, no es espontánea y exige por parte del trabajador
un gasto de energía considerable.

 Respecto de la sublimación
En un modo operatorio impuesto, rígidamente organizado, no puede haber lugar para la
sublimación. En la práctica el trabajo no puede brindar ninguna apertura a las pulsiones parciales,
por lo cual, el trabajador, en el mejor de los casos, busca afuera de la situación trabajo una salida
personalizada.
 Respecto de la economía psicosomática

La parálisis mental que deja al cuerpo sin defensas frente a la organización del trabajo, evoca en
forma impactante a la depresión esencial: estado destructor, donde el cuerpo se encuentra
desprovisto de sus apoyos mentales y es la presa seleccionada por las enfermedades somáticas. Se
ubica como punto de partida de las “desorganizaciones progresivas”. El trabajo taylorizado
provoca estados similares a las depresiones esenciales con una fragilización del cuerpo como
consecuencia.

 La paradoja psicopatológica

El obrero que resulta liberado de las exigencias organizacionales cuando se encuentra en situación
de desempleo parcial, experimenta en un corto plazo verdaderos reencuentros con su cuerpo. Sin
embargo, no es raro, paradojalmente, que el despido o incluso la jubilación, estén acompañados
de una crisis psicopatológica ya que predomina una sensación de inutilidad, de absurdo, de falta
de sentido.

 Análisis de la paradoja

Se pueden dar al menos dos explicaciones: la primera refiere al funcionamiento psíquico en sí


mismo, mientras que la segundas e refiere a las “ideologías defensivas del oficio”.
El funcionamiento mental liberado: el trabajador liberado de su trabajo constata con asombro que
no sabe qué hacer con esa libertad. El trabajador se encuentra entonces frente a lo que temía: no se
él mismo, ya que perdió su personalidad en la batalla del trabajo al mismo tiempo que sus gustos,
su energía, su iniciativa y sus deseos. El trabajador debe afrontar el juicio implacable de su ideal
del Yo. Se abre entonces la brecha de una depresión narcisista que desemboca a menudo en un
proceso de somatización.

Los obreros y empleados descalificados que están sometidos a tareas repetitivas les cuesta
soportar el comienzo de las vacaciones y a veces pierden varios días antes de poder disfrutar de
su tiempo libre.

Se plantea entonces, la cuestión de la elasticidad del funcionamiento psíquico. Frente a la


liberación de las exigencias de trabajo, el funcionamiento mental parece renacer de entre sus
cenizas pero no aporta placer sino que el reencuentro consigo mismo le genera angustia. El
trabajador teme las consecuencias que este reencuentro le traerá. Cuando el obrero logra liberarse
de estas trabas mentales, cómo encontrará la energía y el gusto por buscar un nuevo empleo,
necesariamente descalificado. Así, la liberación inaugura un conflicto breve entre el deseo de
dejarse llevar por la alegría de desear y soñar y por la otra la necesidad de reencontrar los
esfuerzos orientados hacia la búsqueda del sufrimiento y de la despersonalización (se enfrentan la
“disciplina del hambre” y el deseo de ser él mismo).
Ciertos obreros que ya están por jubilarse, temen que después de 30 años de represión del
funcionamiento psíquico, vuelva a resurgir el inconsciente y sus consecuencias para constatar que
la vida les pasó y sufrir al ver que sus cuerpos ya no tienen 20 años.

Las ideologías defensivas del oficio

Tienen como objetivo lanzar un desafío colectivo a los peligros y daños causados por el trabajo,
gracias al cual, la posición del los trabajadores (simbólicamente) se revierte: de víctimas pasivas
del riesgo se vuelven simbólicamente activos organizadores del peligro y de su control. Estos
comportamientos van acompañados de un sistema de valores cuya coherencia es notable.
Los obreros descalificados crearon una ideología defensiva del oficio que llamamos ideología del
sufrimiento o mejor dicho, ideología de la resistencia. El resistir, es un valor que se sostiene por la
materialidad de las cosas pero también por las esperanzas compartidas de los trabajadores: este
trabajo y esta productividad tendrían un valor potencial: mejorar el consumo de los hijos y de la
sociedad, desarrollar la economía nacional e incluso el servirle a una empresa o patrón. El
empresariado supo aprovechar esto. Cuando la empresa se presenta en quiebra, el desempleo es
acompañado por un derrumbe de todo esto. Se derrumba el sistema de valores, desaparece la
ilusión.

La ideología defensiva duplica los valores relacionados con el sufrimiento. Se condenan así las
ausencias al trabajo por enfermedad, el desempleo, etc.

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