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Bel canto y Grand opéra: melodia lunga y ópera historicista.

Dos casos de estudio: I puritani de


Bellini y Les Huguenots de Meyerbeer.
Bibliografía obligatoria:
Charlton, D., Ashbrook, W.: “El Siglo XIX: Francia, Italia,”, en Historia ilustrada de la
ópera (4-5)
Cassini, C.: “Scribe, la grand-opéra y la opéra-comique”, “Giacomo Meyerbeer”,
“Esplendor y declive de la gran-opéra”, “Vincenzo Bellini”, en El Siglo XIX
Segunda parte (II. 4-6; IV. 28)
Bibliografía complementaria:
Bartlet, M. E. C., “Grand opéra”, en The New Grove, 2001.
Dahlhaus, C.: “1830-1848”, “Melodia lunghe: Bellini y Donizetti”, “La dramaturgia de la
Grand Opéra”, en Nineteenth-Century Music (Capítulo III) [traducción de cátedra].
Libby, D.: “Grand Opera”, en The New Grove, 1980 (III. France. 3.i-iii).
Parker, R.: “The 19th century”, en “Opera”, en The New Grove, 2001.
Rosen, Charles: “Romantic Opera: Politics, Trash, and High Art”, en The Generation
Romantic, Chapter Eleven, pp. 549-645.
Repertorio:
V. Bellini “Scena d’Elvira”, “Duetto”, de I Puritani (Atto 2, Nº 7-8)
G. Meyerbeer: “Gran Duo”, de Les Huguenets (escena final del Acto IV)

Un cúmulo de novedades técnicas, estructurales y estéticas concentradas y manifestadas en tres


obras estrenadas alrededor de 1830 en la ciudad de París señala el comienzo de una nueva época en
la historia cultural de la sociedad europea. Si el estreno de la Symphonie Fantastique (1830) de
Berlioz constituye el manifiesto del romanticismo para la música instrumental en Francia, el de
Robert le diable (1831) de Scribe-Meyerbeer representa el triunfo de la grand opéra en París y,
desde ahí, en toda Europa, un triunfo sin precedentes en la historia del género. Por su parte, La
sylphide (1832), lo es del nuevo ballet romántico.
No es sólo el hecho de que las tres obras se estrenan en la misma ciudad, sino la dinámica de otros
eventos culturales y la concentración y circulación de tantas personalidades descollantes del mundo
de la cultura que pasan o viven en París, es lo que la convierten en la ahora indiscutible capital
cultural de Europa, como así la denominó el poeta alemán Heinrich Heine.
La Symphonie Fantastique (1830) de Berlioz⎯respuesta a uno de los impactos más contundentes
que marcaron al compositor una vez instalado en París, en este caso escuchar por primera vez la
Sinfonía Eroica de Beethoven⎯constituye un manifiesto, no sólo por la cantidad de novedades
estructurales y técnicas que presenta la partitura, las que hasta el día de hoy siguen sorprendiendo,
sino también por constituir la declaración estética personal, la carta de presentación en la sociedad
de su tiempo de un compositor que habría de convertirse en uno de los compositores más
importantes del siglo XIX. No en vano su estreno causó una profunda impresión en otro futuro gran
artista de ese siglo, Franz Liszt. El virtuosismo de la partitura no es casual. En París se encontraba
la mejor orquesta de Europa, la de la compañía de la Opéra; muchos de sus miembros eran docentes
del Conservatoire y tocan en la orquesta de la Société des Concerts du Conservatoire, la que desde
1828 comenzó la difusión de la obra sinfónica de Beethoven; es esta orquesta la que también
estrena la obra de Berlioz.
Las otras dos obras pertenecen al mundo del teatro musical, en formatos realmente grandiosos
desde el punto de vista visual y escenográfico. Sobre la base de la nueva concepción empresarial
que entiende que la ópera es, además de un gran espectáculo artístico, un negocio, la grand opéra
lleva la multitud a escena dentro de argumentos históricos basados en acontecimientos reales en los
que los conflictos de orden político y religioso arrastran y subsumen los individuales. Para ello se
vale de un aparato musical sorprendente en el plano de la composición, que incluye ‘novedades’ de
orden histórico al traer del pasado músicas e instrumentos, como también las nuevas conquistas en
el orden vocal, tanto en registro como en color vocal, ya que para su montaje cuenta con la mejor
compañía de ópera de toda Europa, la de la Opéra, una compañía estable y con permanente
entrenamiento, que dispone de una buena cantidad de ensayos para preparar cada obra.
Por su parte, La sylphide presenta por primera vez la formalización de nuevas técnicas en la danza
(la más importante de ellas, la punta) y el nuevo formato del vestuario femenino (el tutú) que hoy
día han devenido ‘clásicas’, junto con argumentos que, para una parte de su narración, reclaman una
resolución formal que también devendrá en retórica: los actos ‘blancos’ poblados de seres
fantásticos y etéreos que, mediante las tramoyas de la época, aparecen, desaparecen y vuelan. Los
dos eventos suceden en el nuevo edificio construido especialmente para la compañía de la Opéra
(Salle Le Peletier), la que cuenta con el nuevo sistema de iluminación a gas desde su inauguración
en 1822. París es la capital de la ópera y de la danza y de las nuevas tecnologías para el espectáculo.
Pero París también es la capital del nuevo pianismo y del virtuosismo: todos los virtuosos más
importantes de la época, empezando por Paganini y aquellos que lo emularon como Liszt, van o
pasan por París, ciudad cuya intensa actividad artística se desarrolla en sus teatros, salas de
concierto y salones aristocráticos o burgueses.
El piano es el vehículo preferido de la mayoría de los compositores nacidos c1810, muchos de los
cuales eran muy buenos o excepcionales pianistas. Mendelssohn, Chopin y Liszt ya componían en
la década de 1820 (las Primeras 13 Sinfonías para cuerdas de Mendelssohn son de 1821-23) mas, si
bien sus primeras obras se publicaron a mediados de esa década, las más significativas aparecieron
c1830. En la mayoría de esa copiosa producción ya se observan signos de una poética personal, las
marcas de un proceso de individuación sobre los géneros con tradición y la formulación de otros
nuevos en los que el mundo subjetivo del autor se siente cómodo involucrándose e incrustándose
simbólicamente en el discurso musical. Estas obras también ejemplifican los géneros en los que se
despliega efusivamente la música que circula y consume la sociedad burguesa desde 1830 en
adelante, plenamente representada por las obras para piano de Franz Liszt. Sus primeras obras
señalan la tendencia del nuevo pianismo, virtuoso y fantástico, parafraseando las melodías de moda
de las óperas más recientes para el placer del oído burgués: el Improntu brillante sobre temas de
Rossini y Spontini, el Allegro y Rondo de bravura son obras de 1824. Pero 1830 encuentra a Liszt
en París recluido en la lectura de todo lo que le permita paliar su defectuosa formación cultural; es
el año en que comienza a relacionarse con los círculos intelectuales, artísticos y musicales de París;
es el año en que hace amistad con Berlioz. En parte producto de esta recepción, unos pocos años
después aparecen obras que ponen de manifiesto parte esencial de la poética lisztiana: Harmonies
poétiques et religieses (1834 y publ. en 1835, la pieza que dará origen a la colección del mismo
título compuesta entre 1845-52, con citas de las poesías de Lamartine precediendo a las piezas) y
las obras que permiten la difusión de obras orquestales de sus colegas y amigos, sea a través de
transcripciones (Episode de la vie d’un artiste. Grande symphonie fantastique. Partition du piano,
de la Sinfonía de Berlioz, 1833, la que emplearía Schumann para su crítica a falta de la partitura),
fantasías o géneros equivalentes, como es el caso de la Gran fantasía sinfónica sobre temas de
‘Lelio’ de Berlioz (1834), piezas construidas sobre temas básicos de esas obras que funcionan como
‘propaganda’ a las mismas (L´dée fixe. Andante amoroso, sobre la ‘idea fija’ de la Symphonie
fantastique de Berlioz, c1833).
En 1830 se publica el primer volumen de los Lieder ohne Worte Op.19 (Melodies for the
pianoforte es el título de la edición londinense) y el Octeto para cuerdas en Mi Bemol Mayor Op.
20 de Mendelssohn. También se publica el famoso Opus 2 de Chopin, las Variaciones en Si Bemol
Mayor sobre ‘Là ci darem’, para piano y orquesta (compuesto en 1827 y sobre la cual Schumann
escribe su famosa crítica) y es el año de la composición de su Concierto No.1 en mi menor Op. 11
que, al igual que los doce Estudios Op.10 para piano (compuesto entre 1829 y 1832), se publicarán
en 1833. Los dos primeros opus de Schumann fueron publicadas en 1831: Théme sur le nom Abegg
varié pour le pianoforte op.1 y Papillon op.2 (compuesta en parte sobre material de obras de 1829-
30). Papillon representa de modo ejemplar la concepción romántica de basar la composición
musical en una obra literaria, la idea de la música programática, el formato del ciclo y con éste, la
idea de ‘fragmento’ junto al empleo de la técnica cíclica. Los primeros tres opus para piano de
Valentin Alkan, el único pianista de nivel internacional nacido en París, se publican entre 1828 y
1830; la primera serie de cantos religiosos sansimonianos para coro masculino con
acompañamiento de piano de Félicien David aparecen en 1832-33, y las Piezas sobre temas árabes,
para metales hoy perdidas (1833), señalan el placer por lo exótico que se observa en la música y en
las producciones en diferentes disciplinas artísticas de esas décadas.
Una serie de acontecimientos relacionados al pasado histórico musical, como la recuperación de la
Pasión según San Mateo de J. S. Bach presentada en concierto según la recomposición de
Mendelssohn (1829); el empleo de material histórico⎯himnos protestantes del siglo XVI⎯e
instrumentos antiguos, la viola d’amore, que se emplean por primera vez en la composición en Les
Huguenots de Meyerbeer (1836), denotan la visión historicista que caracterizará el resto del siglo.
La acumulación de eventos significativos sobre c1830 es suficientemente elocuente como para
validar esta articulación en términos de la propia historia de la música.

Prof. Edgardo Blumberg,


Abril, 2008
Revisada en junio de 2015.

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