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Compost y Lombri Compuesto
Compost y Lombri Compuesto
y lombricompuesto
Podríamos decir que una pila de compost imita, en forma acelerada y controlada, el proceso
de descomposición y síntesis de la materia orgánica que se da naturalmente en los suelos de
bosques y praderas. Lo que nosotros hacemos es proveer las condiciones más favorables para
facilitar un proceso en el que intervienen materia orgánica, minerales, organismos vivos,
oxígeno y agua.
El proceso de compostaje
Los organismos presentes en este proceso –organismos aerobios-- utilizan el oxígeno del aire
para procesar su alimento. Se nutren de materia orgánica (MO) y de este modo van creando la
estructura de sus propios cuerpos. Estos organismos (hongos, bacterias, ácaros, lombrices,
etc.) encuentran en la materia orgánica todos los nutrientes necesarios: hidratos de carbono,
proteínas, nitrógeno, fósforo y oligoelementos.
El ataque que los distintos organismos hacen de la MO es complejo, por lo que no lo veremos
en detalle; nos concentraremos en las condiciones que debemos proveer para lograr que este
proceso se realice en forma óptima.
El otro elemento indispensable es el nitrógeno, que también está presente en las estructuras
orgánicas a descomponer bajo la forma de proteínas y aminoácidos. Las leguminosas
(tréboles, plantas de arveja y poroto) y el estiércol, en particular el de las aves, son ejemplos
de materiales ricos en nitrógeno.
Cuando los microorganismos del compost atacan la materia orgánica en presencia de oxígeno
se produce una reacción conocida como oxidación. En realidad, esto no es muy distinto de lo
que todos conocemos como respiración; se desprende gas C02 (dióxido de carbono) y también
energía, bajo la forma de calor.
En este proceso de respiración, los microorganismos liberan dos tercios del carbono presente
en los materiales compostados en forma de gas y calor. Una fracción del carbono restante es
utilizada por los microorganismos en combinación con el nitrógeno que obtienen a partir de
las proteínas y aminoácidos para formar la estructura de sus propios cuerpos.
Existe entonces una proporción bastante definida entre el carbono y el nitrógeno necesarios
para que se produzca la fermentación: esta proporción está entre 25 y 30 a 1, es decir 25-30
partes de carbono por cada parte de nitrógeno.
Esto significa que para preparar compost casero, debemos tener alguna noción de las
proporciones de carbono y nitrógeno presentes en los materiales que vamos a compostar.
Es muy frecuente que la pila o montón de compost tenga una relación C/N distinta de la
considerada óptima. ¿Qué pasa en esos casos?
Si lo que tenemos es un exceso de carbono —paja, cañas, ramas, hojas secas, papel, cartón—
la actividad bacteriana va a disminuir e incluso algunos de los microorganismos morirán,
liberándose de esta manera el nitrógeno presente en sus estructuras celulares. Los demás
organismos tomarán ese nitrógeno y reiniciarán el ciclo. Al cabo de un tiempo —
generalmente largo— la relación C/N termina por corregirse y se produce la descomposición
definitiva. Un ejemplo de esto es un montón de pasto seco, ramas y hojas que dejamos
abandonado en un rincón del jardín; al cabo de unos años vamos a tener un muy buen
compost, pero va a ser un proceso largo.
Si, por el contrario, la pila está compuesta de elementos muy ricos en nitrógeno —gallinaza,
estiércol de oveja—, los microorganismos atacarán su alimento o sustrato, liberando hacia la
atmósfera el exceso de nitrógeno bajo la forma de amoníaco.
Ambos extremos son indeseables. El primer caso, porque hace que el proceso se demore
bastante más que lo normal. El segundo, porque significa una pérdida de nitrógeno, nutriente
valioso y escaso que, de haber sido mezclados los componentes en la proporción correcta,
habría sido fijado en el material final en lugar de perderse en la atmósfera.
Al comienzo de la oxidación, actúan ciertas bacterias y hongos que necesitan oxígeno
(organismos aerobios) y que toleran temperaturas moderadas (mesófilos). Al poco tiempo el
montón de compost comienza a calentarse pudiendo llegar a 70° C, y la flora bacteriana
mesófila desaparece; un grupo de organismos también aerobios pero resistentes a esas tempe-
raturas (termófilos), toma su lugar.
Este aumento de temperatura es importante porque de este modo son esterilizadas gran
cantidad de semillas de malezas así como los microorganismos patógenos, que son mesófilos.
Como las capas exteriores, que actúan de aislante térmico, no llegan a calentarse, es necesario
remover completamente la pila procurando que la parte exterior quede ahora en el centro, y
volverla a amontonar para lograr un segundo aumento de temperatura. Esta vez el proceso de
fermentación es más suave y el incremento de temperatura es menor.
Todo este período debe durar alrededor de 20 días, dependiendo del material.
Una vez terminada esta primera etapa, o sea cuando la temperatura ya bajó y tiende a
estabilizarse, comienza otro proceso llamado maduración. Ahora el material se va
desintegrando y pierde su aspecto original. Eso sucede gracias a la acción de otros
organismos tales como microorganismos, insectos, ácaros y lombrices. Es entonces cuando
sus cualidades químicas van en aumento. Ahora los nutrientes contenidos en la materia
orgánica comienzan a mineralizarse, es decir que son biológicamente convertidos en la forma
en que las plantas los pueden absorber. También se produce aquí el ácido húmico y otras
sustancias características del humus, de gran efecto sobre el suelo y la salud de las plantas. A
partir de este momento el compost debe ser mantenido al abrigo del exceso de lluvia para que
madure bien y para evitar el lavado de los valiosos nutrientes que contiene. Lo mejor es
embolsarlo y guardarlo bajo techo hasta que madure con el oxígeno y la humedad necesarios.
Este último proceso puede llevar un año si lo que se quiere es un compost maduro, óptimo.
Como en la práctica a veces no disponemos al mismo tiempo de todos los materiales para
compostar, el compost se puede hacer de otra manera. Simplemente se van echando, a
medida que se producen, los residuos en la compostera. Luego, como en el método anterior,
se cubre todo con una delgada capa de tierra para evitar moscas y olores. Así se van
agregando a la pila, gradualmente y a medida que se producen, los residuos de cocina y de la
huerta. Cuando la parte inferior de la pila empieza a degradarse, no antes de 20 días, se abre
un hueco desde arriba y se echa un puñado de lombrices rojas californianas. Luego se van
sucediendo las capas y cada tanto se controla que siga habiendo una buena cantidad de
lombrices activas.
Al cabo de un tiempo se deja de poner material a compostar en esta pila para que termine de
madurar y se empieza a fabricar otra pila. Cuando hay que trasladar las lombrices de un
montón al otro, se echa en el centro del que se dejó para que madure algún resto de frutas o
verduras frescas, se tapa y se espera 20 días. Las lombrices van hacia la comida y entonces es
fácil extraerlas con una pala o con las manos.
Es difícil hablar de una dosis exacta, ya que el compost es un abono de gran volumen y
composición variable. Digamos que un compost maduro puede emplearse a razón de 3 a 6 kg
por m2, distribuido en toda la superficie a cultivar. Esto equivale a 30-60 ton/Ha. Otra manera
de dosificarlo es echar una capa de compost de 2 cm de espesor sobre el terreno. Otra forma
más: 10 litros (un balde) por m2. Digámoslo de nuevo: se trata de valores orientativos.
Generalmente el compost se aplica una vez al año, pero habiendo suficiente no hay
inconvenientes si se lo aplica con más frecuencia, sobre todo en cultivos muy intensivos o
exigentes.
El compost semimaduro sirve para sembrar especies de la familia del zapallo (cucurbitáceas)
y tomates, ya que lo toleran bien. En el caso de las cucurbitáceas (zapallo, calabaza, pepino,
melón, etc.) conviene hacer un hoyo en el lugar de siembra, rellenarlo con un balde de
compost maduro o semimaduro y sembrar ahí. El mismo consejo es extensivo a los tomates,
con la diferencia de que lo que vamos a trasplantar en los hoyos rellenos de compost son
plantines en lugar de semillas.
Compost de Lombriz
La lombricultura, que es la cría de estas lombrices, nos permite transformar la mayor parte de
los residuos orgánicos de la huerta y la cocina en un abono potente pero a la vez equilibrado,
reduciendo a un mínimo los desechos que van a parar a rellenos sanitarios y basurales, para
terminar contaminando napas y cursos de agua.
Se trata de una biotecnología de desarrollo reciente que se adapta tanto a la huerta o quinta
tradicional como a la horticultura urbana.
Si comparamos un cultivo que recibe este abono con otro al que se le aplica la misma
cantidad de nutrientes solubles, la diferencia a favor del primero es muy notable.
El compost de lombriz es considerado un excelente corrector y regulador biológico en suelos
empobrecidos. Su riqueza en bacterias aumenta la cohesión de los grumos en los suelos
arenosos. Asimismo mejora las características físicas de los suelos compactos y arcillosos.
Podemos decir que actúa como un corrector universal, lo que lo hace ideal para aplicar en
suelos degradados. Al ser un abono rico en materia orgánica hace que el suelo retenga más
humedad y la ceda cuando las plantas lo requieren.
El lombricompuesto es rico en enzimas, lo que mejora la solubilidad de los nutrientes y hace
que las raíces los puedan absorber con facilidad. Además, su uso en almácigos aumenta la
tolerancia al damping off (marchitamiento fúngico) y facilita la germinación y el
enraizamiento de los plantines.
Aplicado en canteros que van a recibir trasplantes, contribuye a la disminución del shock del
trasplante hasta en un 70%, promoviendo un buen desarrollo radicular.
Como dijimos, este abono orgánico puede ser producido prácticamente en cualquier parte;
tanto en el campo como en la huerta, la terraza, el balcón y hasta dentro de la cocina.
En el cajón superior, que es donde viven y trabajan las lombrices, primero echaremos una
capa de tierra. A continuación colocaremos un puñado de lombrices rojas californianas y las
dejaremos un par de días tranquilas para que se aclimaten.
Luego iremos echando el alimento: cáscaras y restos de frutas y verduras crudas, cáscaras de
huevo, saquitos de té, yerba mate y café usados, y otros restos orgánicos degradables.
Es conveniente ubicar este material en un rincón del recipiente.
Luego, sobre este material que vamos a llamar húmedo, depositamos una capa de material
seco, que servirá para compensar y equilibrar el alimento de las lombrices: trocitos de cartón,
papel, diario, aserrín, hojas secas, etc. Cuanto más pequeños sean los restos orgánicos que
agreguemos, más rápido será el proceso.
Hay que tener la precaución de no agregar materiales químicos sintéticos, materiales no
biodegradables, restos de frutos cítricos, cebolla, verduras condimentadas, carnes, grasas o
restos de alimentos cocidos. Esto evitará malos olores y presencia de moscas. Tampoco se
debe poner más alimento del que las lombrices pueden procesar para evitar descomposición y
malos olores.
Una vez lleno el primer cajón, para seguir el proceso lo tenemos que cambiamos por el cajón
que está vacío, o sea que lo ubicamos en la parte superior de la pila de cajones y repetimos el
proceso: una capa de tierra, un puñado de lombrices, dos días de aclimatación y a echar restos
orgánicos de la manera descripta.
El cajón lleno se deja madurar durante un mes más para que las lombrices terminen de
procesar toda la materia orgánica. En este período vamos a obtener nuestro puñado de
lombrices para reiniciar el ciclo mediante un truco: depositamos una cantidad de residuos
orgánicos en una parte del cajón lleno. Al cabo de unos días, a medida que el alimento
presente en el lombricompuesto va escaseando, las lombrices subirán a comer el que echamos
en la superficie. Esperamos algunos días y cosechamos una buena parte de las lombrices de
debajo de ese pequeño montón de alimento.