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Compost

y lombricompuesto

La fabricación del compost o abono compuesto nos da la posibilidad de aumentar la fertilidad


y la salud de nuestra huerta a partir de elementos orgánicos de desecho.
Un compost maduro es un abono seguro y puede ser usado sin causar efectos dañinos a la
fauna del suelo o a los cultivos.
Es un material que provee fertilidad química y estructura. Además, tiene a su favor el hecho
de ser barato y eficiente, ya que se produce con materiales orgánicos que normalmente se
desechan -como cáscaras, yerba, café o te usados, papel, hojas secas, pasto cortado, ramas
pequeñas- y permite reciclar los nutrientes presentes en esos materiales dentro del predio en
lugar de quemarlos, enterrarlos o dejar que vayan a parar a algún basural sin ningún
provecho.
La preparación del compost a veces puede verse limitada por la cantidad de materia prima
disponible y porque al tratarse de un material voluminoso, requiere tiempo y trabajo (o la
maquinaria adecuada) para su elaboración.

Podríamos decir que una pila de compost imita, en forma acelerada y controlada, el proceso
de descomposición y síntesis de la materia orgánica que se da naturalmente en los suelos de
bosques y praderas. Lo que nosotros hacemos es proveer las condiciones más favorables para
facilitar un proceso en el que intervienen materia orgánica, minerales, organismos vivos,
oxígeno y agua.

El proceso de compostaje
Los organismos presentes en este proceso –organismos aerobios-- utilizan el oxígeno del aire
para procesar su alimento. Se nutren de materia orgánica (MO) y de este modo van creando la
estructura de sus propios cuerpos. Estos organismos (hongos, bacterias, ácaros, lombrices,
etc.) encuentran en la materia orgánica todos los nutrientes necesarios: hidratos de carbono,
proteínas, nitrógeno, fósforo y oligoelementos.
El ataque que los distintos organismos hacen de la MO es complejo, por lo que no lo veremos
en detalle; nos concentraremos en las condiciones que debemos proveer para lograr que este
proceso se realice en forma óptima.

El elemento presente en mayor proporción en los desechos orgánicos comunes es el carbono,


bajo la forma de carbohidratos. Estos últimos pueden ser de cadena corta y fáciles de
descomponer, como los azúcares, o de cadena más larga —de descomposición más lenta—
como celulosa, hemicelulosa y lignina.
Para hacernos una mejor idea de aquellos materiales ricos en azúcares de cadena corta,
pensemos en restos de hortalizas, partes verdes de los cereales y pastos tiernos en general.
Por otra parte, tenemos como ejemplo de materiales ricos en celulosa a la paja de cereales, las
hojas y el pasto seco. La lignina está presente bajo la forma de ramas secas, cortezas y demás
restos leñosos.
Mientras las hojas, frutas, verduras, pastos tiernos y demás restos verdes son ricos en
azúcares de cadena corta o carbohidratos de rápida descomposición, la celulosa, hemicelulosa
y lignina presentes en restos leñosos, cortezas, ramas y virutas de madera son ejemplo de lo
contrario ya que tardan mucho más en descomponerse.

El otro elemento indispensable es el nitrógeno, que también está presente en las estructuras
orgánicas a descomponer bajo la forma de proteínas y aminoácidos. Las leguminosas
(tréboles, plantas de arveja y poroto) y el estiércol, en particular el de las aves, son ejemplos
de materiales ricos en nitrógeno.
Cuando los microorganismos del compost atacan la materia orgánica en presencia de oxígeno
se produce una reacción conocida como oxidación. En realidad, esto no es muy distinto de lo
que todos conocemos como respiración; se desprende gas C02 (dióxido de carbono) y también
energía, bajo la forma de calor.
En este proceso de respiración, los microorganismos liberan dos tercios del carbono presente
en los materiales compostados en forma de gas y calor. Una fracción del carbono restante es
utilizada por los microorganismos en combinación con el nitrógeno que obtienen a partir de
las proteínas y aminoácidos para formar la estructura de sus propios cuerpos.
Existe entonces una proporción bastante definida entre el carbono y el nitrógeno necesarios
para que se produzca la fermentación: esta proporción está entre 25 y 30 a 1, es decir 25-30
partes de carbono por cada parte de nitrógeno.
Esto significa que para preparar compost casero, debemos tener alguna noción de las
proporciones de carbono y nitrógeno presentes en los materiales que vamos a compostar.

Relación carbono/nitrógeno de algunos materiales para compost

Es muy frecuente que la pila o montón de compost tenga una relación C/N distinta de la
considerada óptima. ¿Qué pasa en esos casos?
Si lo que tenemos es un exceso de carbono —paja, cañas, ramas, hojas secas, papel, cartón—
la actividad bacteriana va a disminuir e incluso algunos de los microorganismos morirán,
liberándose de esta manera el nitrógeno presente en sus estructuras celulares. Los demás
organismos tomarán ese nitrógeno y reiniciarán el ciclo. Al cabo de un tiempo —
generalmente largo— la relación C/N termina por corregirse y se produce la descomposición
definitiva. Un ejemplo de esto es un montón de pasto seco, ramas y hojas que dejamos
abandonado en un rincón del jardín; al cabo de unos años vamos a tener un muy buen
compost, pero va a ser un proceso largo.
Si, por el contrario, la pila está compuesta de elementos muy ricos en nitrógeno —gallinaza,
estiércol de oveja—, los microorganismos atacarán su alimento o sustrato, liberando hacia la
atmósfera el exceso de nitrógeno bajo la forma de amoníaco.
Ambos extremos son indeseables. El primer caso, porque hace que el proceso se demore
bastante más que lo normal. El segundo, porque significa una pérdida de nitrógeno, nutriente
valioso y escaso que, de haber sido mezclados los componentes en la proporción correcta,
habría sido fijado en el material final en lugar de perderse en la atmósfera.
Al comienzo de la oxidación, actúan ciertas bacterias y hongos que necesitan oxígeno
(organismos aerobios) y que toleran temperaturas moderadas (mesófilos). Al poco tiempo el
montón de compost comienza a calentarse pudiendo llegar a 70° C, y la flora bacteriana
mesófila desaparece; un grupo de organismos también aerobios pero resistentes a esas tempe-
raturas (termófilos), toma su lugar.
Este aumento de temperatura es importante porque de este modo son esterilizadas gran
cantidad de semillas de malezas así como los microorganismos patógenos, que son mesófilos.
Como las capas exteriores, que actúan de aislante térmico, no llegan a calentarse, es necesario
remover completamente la pila procurando que la parte exterior quede ahora en el centro, y
volverla a amontonar para lograr un segundo aumento de temperatura. Esta vez el proceso de
fermentación es más suave y el incremento de temperatura es menor.
Todo este período debe durar alrededor de 20 días, dependiendo del material.
Una vez terminada esta primera etapa, o sea cuando la temperatura ya bajó y tiende a
estabilizarse, comienza otro proceso llamado maduración. Ahora el material se va
desintegrando y pierde su aspecto original. Eso sucede gracias a la acción de otros
organismos tales como microorganismos, insectos, ácaros y lombrices. Es entonces cuando
sus cualidades químicas van en aumento. Ahora los nutrientes contenidos en la materia
orgánica comienzan a mineralizarse, es decir que son biológicamente convertidos en la forma
en que las plantas los pueden absorber. También se produce aquí el ácido húmico y otras
sustancias características del humus, de gran efecto sobre el suelo y la salud de las plantas. A
partir de este momento el compost debe ser mantenido al abrigo del exceso de lluvia para que
madure bien y para evitar el lavado de los valiosos nutrientes que contiene. Lo mejor es
embolsarlo y guardarlo bajo techo hasta que madure con el oxígeno y la humedad necesarios.
Este último proceso puede llevar un año si lo que se quiere es un compost maduro, óptimo.

Procedimiento para elaborar compost en la huerta

Delimitar y carpir con la azada una superficie de unos 2 x 1,5 m.


Colocar sobre la misma algunas cañas o ramas cruzadas. Esto permitirá el drenaje y al mismo
tiempo favorecerá la aireación del montículo.
Apilar encima unos 20 cm de residuos de cocina, restos de cosechas, paja o cualquier otro
desecho orgánico, tratando de respetar la proporción adecuada (25-30/1) entre los materiales
ricos en carbono y los ricos en nitrógeno.
Atención: las hojas secas de árboles deben mezclarse con tierra u otros componentes
orgánicos a fin de evitar que se forme una capa impermeable. No deben ir a la pila de
compost malezas estoloníferas o rizomatosas como la gramilla rastrera (Cynodon dactylon) o
la verdolaga (Portulaca oleracea) porque suelen resistir la temperatura de la fermentación y
sobrevivir.
Al formar esta capa, un moderado aporte de cenizas de madera y harina de hueso ayuda a
equilibrar el pH y enriquece en potasio (cenizas) calcio y fósforo (harina) el abono resultante.
Una vez reunidos estos materiales cubrirlos con unos 5 cm de estiércol de caballo o de vaca.
Si se cuenta con estiércol de aves (más rico en nitrógeno) la capa no debe ser de más de 3 cm.
El tipo y la cantidad de estiércol también se pueden manejar a fin de aproximar la relación
C/N a los valores óptimos.
Distribuir encima unos 2 cm de tierra negra o mejor aún, compost. Esto actúa como una
inoculación de organismos en la pila, lo que favorece un rápido inicio de la descomposición.
La parte superior del montón debe quedar plana.
Se riega sin empapar y se repiten las mismas capas —residuos, estiércol, tierra—
sucesivamente hasta llegar al metro de altura o poco más. Algunas cañas o ramas intercaladas
durante la construcción de la pila harán que los materiales no se apelmacen y se mantenga
una adecuada aireación. Si los desechos están muy secos, es conveniente ir regando entre
capa y capa en lugar de regar toda la pila al final. El riego debe hacerse siempre con
moderación: un montón empapado fermenta mal ya que el agua desplaza al aire, de lo que
resulta un producto final pegajoso, de baja calidad como abono. Una vez formada la pila, se
deja fermentar. Se produce un importante incremento de temperatura, llegando a veces a los
70ºC.
Cuando la fermentación cesa, es necesario desarmar el montón y volver a apilarlo tratando de
que las partes que estaban afuera queden adentro.
Se produce una segunda fermentación, más breve y de menor intensidad (+/- 50ºC).
Variando mucho según la temperatura ambiente, los materiales empleados y el tamaño de las
partículas, el proceso de maduración comienza entre los 30 y 40 días, al estabilizarse la
temperatura.
En este momento es conveniente dar al compost una forma de pirámide o techo a dos aguas
para evitar que la lluvia arrastre los nutrientes, principalmente los nitratos, hacia el suelo.
También se puede cubrir con una lona o alfombra vieja para evitar el exceso de agua.
En esta etapa lo que tenemos es un compost fresco o inmaduro. A medida que el compost
envejece sus componentes originales dejan de ser reconocibles. Las lombrices rojas,
presentes al principio de la maduración, van dejando su lugar a las lombrices grises. A los 4-6
meses de formado el montón, el material se asemeja a mantillo de bosque. Esto se conoce
como compost semimaduro.
Tanto el compost semimaduro como el maduro deben tener un aroma agradable y dejar al
tacto una sensación húmeda y grumosa. Un material pegajoso o compacto, así como la
presencia de malos olores, delatan alteraciones en el proceso de fermentación debidos casi
siempre a un exceso de humedad y a la falta de aireación.
Es conveniente producir el compost de manera escalonada. La fabricación de dos o mejor tres
montones, permite contar con una provisión constante de abono, así como del lugar
disponible para ir apilando los nuevos residuos.
En síntesis: una pila de compost maduro, una de compost fresco o semimaduro y una tercera
en construcción.

Como en la práctica a veces no disponemos al mismo tiempo de todos los materiales para
compostar, el compost se puede hacer de otra manera. Simplemente se van echando, a
medida que se producen, los residuos en la compostera. Luego, como en el método anterior,
se cubre todo con una delgada capa de tierra para evitar moscas y olores. Así se van
agregando a la pila, gradualmente y a medida que se producen, los residuos de cocina y de la
huerta. Cuando la parte inferior de la pila empieza a degradarse, no antes de 20 días, se abre
un hueco desde arriba y se echa un puñado de lombrices rojas californianas. Luego se van
sucediendo las capas y cada tanto se controla que siga habiendo una buena cantidad de
lombrices activas.
Al cabo de un tiempo se deja de poner material a compostar en esta pila para que termine de
madurar y se empieza a fabricar otra pila. Cuando hay que trasladar las lombrices de un
montón al otro, se echa en el centro del que se dejó para que madure algún resto de frutas o
verduras frescas, se tapa y se espera 20 días. Las lombrices van hacia la comida y entonces es
fácil extraerlas con una pala o con las manos.

Empleo del compost

Es difícil hablar de una dosis exacta, ya que el compost es un abono de gran volumen y
composición variable. Digamos que un compost maduro puede emplearse a razón de 3 a 6 kg
por m2, distribuido en toda la superficie a cultivar. Esto equivale a 30-60 ton/Ha. Otra manera
de dosificarlo es echar una capa de compost de 2 cm de espesor sobre el terreno. Otra forma
más: 10 litros (un balde) por m2. Digámoslo de nuevo: se trata de valores orientativos.
Generalmente el compost se aplica una vez al año, pero habiendo suficiente no hay
inconvenientes si se lo aplica con más frecuencia, sobre todo en cultivos muy intensivos o
exigentes.
El compost semimaduro sirve para sembrar especies de la familia del zapallo (cucurbitáceas)
y tomates, ya que lo toleran bien. En el caso de las cucurbitáceas (zapallo, calabaza, pepino,
melón, etc.) conviene hacer un hoyo en el lugar de siembra, rellenarlo con un balde de
compost maduro o semimaduro y sembrar ahí. El mismo consejo es extensivo a los tomates,
con la diferencia de que lo que vamos a trasplantar en los hoyos rellenos de compost son
plantines en lugar de semillas.

Cuando el compost ha llegado a su completa madurez, ya puede ser empleado en el cultivo de


verduras de hoja, coles, leguminosas, zanahorias, remolachas y papas, además de las especies
mencionadas arriba.
Add-to pile: montón en preparación. Add-to: pila en la que se echa el material a compostar
Closed: cerrado (en descomposición/fermentación)
Finished Compost: producto terminado, en uso.

Compost de Lombriz

El compost de lombriz, lombricompuesto o vermicompuesto (a veces también llamado


humus de lombriz) es un abono orgánico cuya calidad es mayor que la del compost común.
Se compone de deyecciones de lombrices rojas californianas. Su acción es prolongada, y su
producción en la huerta familiar es fácil y económica.

La lombricultura, que es la cría de estas lombrices, nos permite transformar la mayor parte de
los residuos orgánicos de la huerta y la cocina en un abono potente pero a la vez equilibrado,
reduciendo a un mínimo los desechos que van a parar a rellenos sanitarios y basurales, para
terminar contaminando napas y cursos de agua.
Se trata de una biotecnología de desarrollo reciente que se adapta tanto a la huerta o quinta
tradicional como a la horticultura urbana.

Ventajas del lombricompuesto

Si comparamos un cultivo que recibe este abono con otro al que se le aplica la misma
cantidad de nutrientes solubles, la diferencia a favor del primero es muy notable.
El compost de lombriz es considerado un excelente corrector y regulador biológico en suelos
empobrecidos. Su riqueza en bacterias aumenta la cohesión de los grumos en los suelos
arenosos. Asimismo mejora las características físicas de los suelos compactos y arcillosos.
Podemos decir que actúa como un corrector universal, lo que lo hace ideal para aplicar en
suelos degradados. Al ser un abono rico en materia orgánica hace que el suelo retenga más
humedad y la ceda cuando las plantas lo requieren.
El lombricompuesto es rico en enzimas, lo que mejora la solubilidad de los nutrientes y hace
que las raíces los puedan absorber con facilidad. Además, su uso en almácigos aumenta la
tolerancia al damping off (marchitamiento fúngico) y facilita la germinación y el
enraizamiento de los plantines.
Aplicado en canteros que van a recibir trasplantes, contribuye a la disminución del shock del
trasplante hasta en un 70%, promoviendo un buen desarrollo radicular.

Cómo hacer compost o humus de lombriz

Como dijimos, este abono orgánico puede ser producido prácticamente en cualquier parte;
tanto en el campo como en la huerta, la terraza, el balcón y hasta dentro de la cocina.

Configuración mínima de un vermicompostador para fabricar lombricompuesto


En la figura podemos ver un compostador hogareño de los que se venden listos para usar.
También lo podemos fabricar con elementos de descarte, como veremos luego.
El fondo del cajón superior está agujereado para permitir el paso del aire y el lixiviado, pero
no deja caer restos orgánicos gruesos al siguiente cajón, sobre el cual se encuentra
suspendido. Este segundo cajón es idéntico al primero. El tercer cajón, que recoge los
líquidos lixiviados, es ciego, o sea que no tiene agujeros y siempre está abajo.
También podemos hacer un vermicompostador casero con canastos de plástico para
productos lácteos, cajas de telgopor de pescadería, baldes de pintura de 20 litros, o construir
uno mismo los recipientes a su gusto y según sus necesidades. Lo importante es que cada
cajón no mida más de 50 cm de altura y que sea más bien chato y no alto.
Dado que las lombrices son fotofóbicas –no les gusta la luz-- el recipiente superior debe tener
tapa. También debe contar con algunos agujeros de ventilación.
El cajón que va justo por debajo del primero también debe tener el fondo agujereado para
permitir el paso del líquido que se desprende en este proceso. Una vez que el primer cajón
está lleno, se lo coloca debajo y el segundo cajón, vacío, pasa a ser el primero.

Hay muchas maneras de preparar este abono, y la elección dependerá de la cantidad de


residuos a compostar así como del lugar disponible y las necesidades de nuestra huerta.
Si solo disponemos de residuos de cocina, lo mejor es un compostador como el descripto,
hecho con dos, tres o más cajones de plástico o madera.

Un método probado y eficaz

En el cajón superior, que es donde viven y trabajan las lombrices, primero echaremos una
capa de tierra. A continuación colocaremos un puñado de lombrices rojas californianas y las
dejaremos un par de días tranquilas para que se aclimaten.
Luego iremos echando el alimento: cáscaras y restos de frutas y verduras crudas, cáscaras de
huevo, saquitos de té, yerba mate y café usados, y otros restos orgánicos degradables.
Es conveniente ubicar este material en un rincón del recipiente.
Luego, sobre este material que vamos a llamar húmedo, depositamos una capa de material
seco, que servirá para compensar y equilibrar el alimento de las lombrices: trocitos de cartón,
papel, diario, aserrín, hojas secas, etc. Cuanto más pequeños sean los restos orgánicos que
agreguemos, más rápido será el proceso.
Hay que tener la precaución de no agregar materiales químicos sintéticos, materiales no
biodegradables, restos de frutos cítricos, cebolla, verduras condimentadas, carnes, grasas o
restos de alimentos cocidos. Esto evitará malos olores y presencia de moscas. Tampoco se
debe poner más alimento del que las lombrices pueden procesar para evitar descomposición y
malos olores.
Una vez lleno el primer cajón, para seguir el proceso lo tenemos que cambiamos por el cajón
que está vacío, o sea que lo ubicamos en la parte superior de la pila de cajones y repetimos el
proceso: una capa de tierra, un puñado de lombrices, dos días de aclimatación y a echar restos
orgánicos de la manera descripta.
El cajón lleno se deja madurar durante un mes más para que las lombrices terminen de
procesar toda la materia orgánica. En este período vamos a obtener nuestro puñado de
lombrices para reiniciar el ciclo mediante un truco: depositamos una cantidad de residuos
orgánicos en una parte del cajón lleno. Al cabo de unos días, a medida que el alimento
presente en el lombricompuesto va escaseando, las lombrices subirán a comer el que echamos
en la superficie. Esperamos algunos días y cosechamos una buena parte de las lombrices de
debajo de ese pequeño montón de alimento.

Cómo aplicar el lombricompuesto

Es mejor aplicarlo en superficie y rastrillar para incorporar en los primeros 2 o 3 cm de suelo.


Dosis orientativa: entre 1 y 2 kg por m2.

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