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Módulo II
APRENDIZAJES RELEVANTES Y DURADEROS: LOS ALUMNOS EN EL CENTRO DE LA ENSEÑANZA
Relato 2.
Y o nací en un pueblo que se llama Zoogocho, que está allá en la Sierra Norte del estado de
Oaxaca. Es un pueblo que está en una ladera, nací y crecí en la parte alta del pueblo, donde
ya sopla más el aire y se siente más frío que en los otros lugares del pueblo.
A los seis años tuve la dicha de apreciar muchas montañas en todo su esplendor. Por don-
de quiera que volteara veía la belleza de la sierra, el esplendor de la naturaleza. En tiempos
de calor escuchaba el canto de los pájaros, el sonido del viento y de los árboles al mecerse al
atardecer; y en tiempos de frío intenso me protegía y guarecía en la cocina, junto al fogón. En
las noches me gustaba ver el color azul obscuro del cielo, lleno de estrellas que se apagaban y
se encendían, cerquita, muy cerquita, casi arriba de mi cabeza. Y en algunos amaneceres vi la
salida del sol allá en el horizonte; y cuando se ocultaba en los atardeceres. En las noches claras
contemplaba la luna llena.
Fui un niño que disfruté de los relatos de mis abuelos. Hablaban de hombres que se con-
vertían en rayo y animales. Les oí decir que el grano de maíz tiene vida, tiene corazón, y que
siente y sufre si no lo cuidamos. Decían que el cielo, la tierra, la luna, el sol, las montañas, los
ríos, los animales, el mar, los arroyos, los pozos y los árboles tienen vida. Sobre todo, la tierra
–afirmaban– porque nos da de comer y nos cuida.
A los seis años yo hablaba solo la lengua zapoteca. Mi mamá siempre me habló en esta
lengua, sabía el español porque terminó el sexto año de primaria, cosa que no era común en
ese entonces, y menos en una mujer. Mi padre también me habló en zapoteco, pero a veces
me hablaba en español porque él vivió unos años en la ciudad de Oaxaca y ahí aprendió esta
lengua; pero de estudios solo cursó hasta segundo año de primaria.
SUBSECRETARÍA DE
EDUCACIÓN BÁSICA
gob.mx/sep
Curso Habilidades docentes para la nueva escuela mexicana
Módulo II
APRENDIZAJES RELEVANTES Y DURADEROS: LOS ALUMNOS EN EL CENTRO DE LA ENSEÑANZA
Me gustaba la música, toqué el güiro, las maracas y la batería en una orquesta de músicos
donde tocaba mi papá. Con la música empecé a conocer otros lugares de mi pueblo y otros
pueblos cercanos. Fui a fiestas de casamiento, estuve en ceremonias religiosas, conocí a per-
sonas de otros pueblos, vi a otros niños bailar y escuché a otros músicos.
A esa edad tenía sentimientos de afecto hacia mis padres porque me cuidaban, me prote-
gían y mimaban; hacia mis abuelas porque me enseñaron a respetar a la tierra, la naturaleza y
al ser humano. A mi abuelo paterno por sus relatos y experiencias de vida. Lo que me entriste-
cía era cuando se enfermaban mis padres, mis abuelos, otros familiares, y también mis amigos
con quienes jugaba.
A mis seis años mi interés era jugar, salir solo al campo, subir a los árboles, ir al monte a
comer frutas silvestres, jugar a las canicas, volar papalotes en temporadas de viento, jugar con
los amigos y amigas de la misma edad, escuchar relatos de vida de mis bisabuelos, aprender
música para tocar otros instrumentos, acompañar a mis abuelas cuando iban a otros pueblos,
en fiestas o en la venta o intercambio de alimentos.
No me preocupaba nada: tenía mis padres, mis abuelos, otros familiares, amigos. No pen-
saba en otras cosas. Me sentía feliz a esa edad: quería seguir siendo siempre niño.
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