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HALPERIN DONGHI - El Surgimiento de Los Caudillos
HALPERIN DONGHI - El Surgimiento de Los Caudillos
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EL SURGIMIENTO DE LOS
CAUDILLOS EN EL MARCO
DE LA SOCIEDAD RIOPLATENSE
POSTREVOLUCIONARIA
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el modelo altoperuano: gran distancia social entre una clase
alta a la vez terrateniente y mercantil, una plebe rural de
labradores en tierra ajena y una plebe urbana dedicada sobre
todo al servicio de casas y conventos. Esa distancia estaba
consagrada por una imagen jerárquica en la que las diferencias
sociales eran identificadas con las de casta: los labradores eran
por hipótesis indios y tierras de indios son llamadas en los
inventarios las que no se encuentran bajo explotación directa
del señor 3 , en la ciudad los pocos que, surgiendo de la plebe,
aspiran a oficios más altos, son llamados "rabos colorados";
se supone que la sangre africana que es la causa última de su
bajo origen les ha dejado, a falta de otros signos más visibles,
esa marca indeleble y oculta 4 . Durante más de cinco años esa
tierra ha podido sin embargo ser gobernada en nombre de esa
despreciada plebe, en contra de los linajes ricos y viejos;
luego todo eso desapareció sin dejar rastros aparentes. ¿Cómo
pudo ser?
Lo que Güemes llamaba el sistema, su peculiar estilo de
gobierno, era en efecto gobierno en nombre de los pobres (por
hipótesis patriotas) y en contra de los más entre los ricos (por
hipótesis —cada vez mejor confirmada a medida que el sistema
duraba— partidarios del Rey). Esa hostilidad tan insistente-
mente proclamada no era la única que debía enfrentar la aris-
tocracia salteña: enriquecida gracias al comercio no sólo en
cuanto clase mercantil sino como terrateniente (¿sus mejores
tierras no eran acaso los potreros destinados a invernar las
muías llegadas de las provincias de abajo en camino al Perú?),
debía ver sin alegría el desencadenarse de una guerra que la
aislaba en un extremo del área revolucionaria, que cortaba esa
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Un ejemplo entre muchos: las desgracias de Tomás de Archon-
do, en op. cit., I, 401-2. Otros muy abundantes en Joaquín Carrillo:
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El tono popular del régimen de Güemes es entonces una
cosa sola con su modo de hacer la guerra, con la decisión —por
otra parte ineludible— de hacerla con recursos locales, que en
una sociedad como la salteña estaban necesariamente concen-
trados en pocas manos. Más aún: ese tono popular es una con-
secuencia de la guerra; es ella la que cava un abismo entre el
gobernante y lo grupos altos salteños, de los que él mismo
provenía, y en los cuales había encontrado, al comienzo de su
carrera, apoyos decisivos.
La ascendencia de Güemes hace de él en efecto un ejemplo
bastante típico de la clase alta salteña: gustosa de ostentar ár-
boles genealógicos enraizados en los años de la conquista,
parece ser sin embargo con gran frecuencia el fruto de la
alianza entre los viejos linajes y los más afortunados comer-
ciantes o burócratas peninsulares llegados a Salta en los tiem-
pos de prosperidad de la segunda mitad del siglo XVIII 6 . De
una de ellas proviene Güemes; si por su madre desciende del
fundador de Jujuy, su padre es un funcionario de la Real
Hacienda nacido en la Península. El derecho de Güemes a con-
siderarse integrante de la clase alta salteña no tiene duda;
tampoco la tiene su posición marginal dentro de ella, deri-
vada de la moderada prosperidad de su familia. Por otra
parte su carrera es la típica de los sectores menos afortunados
de la clase alta: militar desde casi niño, pertenece desde 1806
a la guardia personal del Virrey; vuelto a Salta luego de la
revolución permanece todavía hasta 1815 dentro de la estruc-
tura del ejército nacional.
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. Loc. cit. n. 11, pp. 662-7.
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. V. fuentes citadas n. 10.
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y las órdenes, aunque también en cuerpos seculares dotados de
atractivo patrimonio, como el Consulado— un empobrecimiento
que es el fruto de las exacciones revolucionarias; estas institu-
ciones de riqueza conocida e inventariada, administrada por
quienes deben su poder al favor de los nuevos gobernantes, es-
tán particularmente indefensas frente a la voracidad de un
gobierno abrumado por el costo de la guerra. Antes de que, en
el Buenos Aires de Rivadavia, se haga de ello un sistema, en
toda la nueva nación hay conventos suprimidos y trasformados
en cuarteles, ornamentos litúrgicos fundidos para usar el metal
precioso de que están hechos; en Santiago del Estero, bajo la
égida de Ibarra, los vasos sagrados se utilizan como materia
prima en la ceca local.. . 19 . La disminución de poder, de riqueza,
de prestigio de estos grandes cuerpos es un aspecto particular-
mente grave de la disolución del orden colonial, uno de cuyos
rasgos —increíble medio siglo luego de su abolición— era su
capacidad de sostenerse con un mínimo apoyo militar 20.
En efecto, la revolución reemplazará —en mayor medida
de lo que sus promotores han previsto— esas instituciones que
se apoyan en el consenso así sea sólo resignado de sus adminis-
trados por otras que sólo se imponen gracias a la fuerza; en un
país más hondamente dividido de lo que gusta de suponerse
este recurso a la fuerza, ya antes que la larga guerra lo haga
arraigar en los usos locales, se impone para resolver conflictos
que no pueden salvarse de otro modo. Pero esta innovación
otorga una prima a aquellas instituciones que en efecto cuen-
tan con fuerza bajo su control directo: el poder revolucionario,
que ha humillado a obispos y oidores, que luego de diez años
ha terminado con ese único rival serio que le llega del orden
colonial —el cabildo— sólo puede imponerse apoyándose de mo-
do creciente en autoridades locales de ejecución en las que debe
delegar porciones crecientes de su poder. Antes de la guerra, ya
la revolución —que debe resolver el problema de los muchos
19
Capítulos de carta en el Argos de Buenos Aires, 2 de agosto
de 1823.
20
Cfr. por ejemplo el tono admirativo de Mariquita Sánchez,
en sus Recuerdos del Buenos Aires virreynal (Buenos Aires, 1953),
redactados en la década de 1850.
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V. Memorias de Paz, parte II, cap. IX.
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La disposición se halla en el art. 27 del "Reglamento provi-
sorio de la provincia oriental para el fomento de su campaña y segu-
ridad de sus hacendados", de setiembre de 1815, reproducido en John
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