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JACOB

Jacob había oído a su madre referirse a la indicación divina de que él recibiría la primogenitura, y desde
entonces tuvo un deseo indecible de alcanzar los privilegios que ésta confería. No era la riqueza del padre
lo que ansiaba; el objeto de sus anhelos era la primogenitura espiritual. Tener comunión con Dios, como el
justo Abrahán, ofrecer el sacrificio expiatorio por su familia, ser el progenitor del pueblo escogido y del
Mesías prometido, y heredar las posesiones inmortales que 177 estaban contenidas en las bendiciones del
pacto: éstos eran los honores y prerrogativas que encendían sus deseos más ardientes. Sus pensamientos se
dirigían constantemente hacia el porvenir, y trataba de comprender sus bendiciones invisibles.
Con secreto anhelo escuchaba todo lo que su padre decía acerca de la primogenitura espiritual; retenía
cuidadosamente lo que oía de su madre. Día y noche este asunto ocupaba sus pensamientos, hasta que se
convirtió en el interés absorbente de su vida. Pero aunque daba más valor a las bendiciones eternas que a
las temporales, Jacob no tenía todavía un conocimiento experimental del Dios a quien adoraba. Su corazón
no había sido renovado por la gracia divina. Creía que la promesa respecto a él mismo no se podría cumplir
mientras Esaú poseyera la primogenitura; y constantemente estudiaba los medios de obtener la bendición
que su hermano consideraba de poca importancia y que para él era tan preciosa.

Esaú vencido por el apetito

232*.Esaú codició un plato favorito, y sacrifico su primogenitura para complacer el apetito. Después que su
apetito concupiscente hubo sido gratificado, vio su locura, pero no halló oportunidad de arrepentirse,
aunque trató de hacerlo cuidadosamente y con lágrimas. Hay muchísimas personas que son iguales que
Esaú. El representa una clase que tiene una bendición especial y valiosa a su alcance - herencia inmortal,
una vida tan perdurable como la 175 vida de Dios, el Creador del universo, felicidad inconmensurable, y un
eterno peso de gloria - pero que basta ahora han complacido su apetito, sus pasiones y sus inclinaciones, de
tal manera que su poder de discernir y apreciar el valor de las cosas eternas está debilitado.

Esaú sintió un fuerte deseo especial de un alimento definido, y por tanto tiempo había complacido el yo que
no sintió la necesidad de abstenerse del plato tentador y codiciado. Siguió pensando en él sin hacer ningún
esfuerzo especial para reprimir su deseo, hasta que el poder del apetito venció toda otra consideración, y lo
dominó, de manera que imaginó que sufriría gran inconveniente, y aun la muerte, si no podía tener aquel
plato particular. Cuanto mas pensaba en el asunto, más se fortalecía su deseo, hasta que su primogenitura,
que era tan sagrada, perdió su valor y su carácter sagrado.

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