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I Literatura embera katío


1. Narrativas de origen

Levántense muchachos [t.c.]


Pidapota warrana
El Dios que está alumbrando, que es el que manda, tomó unos
palitos de chonta y los mandó a labrar para que pusieran en cada palo
los apellidos de las familias: Pertiaga, Mejía, Garabato. En la cabece-
ra de una playa muy grande, donde la arena no se pega a los pies, en
Pezarra (Chocó) se puso a tocar el tamborcito (el Sol), no había en
toda la playa un solo cholo, pero este (el Sol) comenzó a gritar: ¡Pida-
pota warrana! (¡Levántense muchachos!). Y entonces comenzaron a
salir cholos en abundancia que salieron luego a buscar las cabeceras
de los ríos, porque en esa playa no cabían. En ese entonces no había
maldad.
(Isaza, 1987: 135)


Karagabí y Tutruicá crean el mundo
Les voy a contar una historia muy importante, la de Karagabí; así
sabemos cómo se creó el mundo y cómo fue el comienzo del pueblo
embera. Resulta que Karagabí se encontró con otra persona, la saludó
amigablemente para conocerla, y le preguntó:
–¿De dónde viene usted?
–De la tierra de abajo –le contestó el otro.
–¿Cuántos territorios hay hacia abajo?
–Cuatro.
–¿Y cómo se llama usted?
–Yo me llamo Tutruicá.
–¿Y cómo se llaman su papá y su mamá?
–Yo no tengo papá ni mamá, porque yo aparecí en el viento. ¿Y
usted cómo se llama?
–Yo me llamo Karagabí y tampoco tengo mamá ni papá, yo he
salido de la saliva, del agua.
–Yo quiero acompañarlo a usted.
Karagabí trabajaba en sueño, él soñaba y analizaba todas las cosas.

. Lugar: Guanguí. Narrador: Narcilo Poirama. Edad: sesenta y cinco años.


Tutruicá desaparecía y resucitaba como con magia, y un día le dijo a
Karagabí:
–Mientras andamos juntos, ¿por qué no buscamos la forma de
construir gente?
Karagabí se quedó pensando y dijo:
–Esta noche yo voy a pensar en eso y mañana charlamos.
Karagabí soñó esa noche que sí había forma de hacerlo, pero con
el apoyo de Tutruicá, porque él era el único que manejaba la tierra.
Karagabí solo tenía la peña sin nube y no era capaz de volar como
Tutruicá. Al otro día Karagabí le dijo:
–Bueno, entonces yo espero aquí mientras usted me trae una bo-
lita de tierra.
–Vamos juntos, porque yo no puedo coger la tierra. Usted la coge,
la traemos y trabajamos. Móntese en mi espalda, que yo lo cargo –dijo
Tutruicá.
Se fueron volando al territorio de Tutruicá, donde había tierra y
plantas; pero solo cogieron la tierrita, hicieron una bolita y la regaron
donde ellos vivían. En esa tierra empezaron a crecer las plantas, be-
jucos, árboles, que les sirvieron para construir una casita. Como ellos
vivían en la oscuridad, Tutruicá dijo:
–¿Usted no tiene capacidad para que amanezca y oscurezca?
–Sí hay forma. Lo podemos hacer entre los dos.
Lo pensaron cuatro días. Tutruicá dijo que no podía ser y Karaga-
bí dijo que sí se podía, pero si le colaboraba trayendo tierra amarilla,
para que se convirtiera en el Sol.
–Listo, yo colaboro –contestó Tutruicá.
Volvieron a recoger la tierra y trajeron la bolita.
–Yo voy a tirar esta tierra hacia arriba, pero nosotros nos vamos a
acostar boca abajo porque de pronto nos morimos del susto cuando la
tierra se convierta en un sol brillante. Más bien nos vamos levantando
despacio.
Así fue, y quedó el día brillando, pero no oscurecía, entonces Ka-
ragabí no podía soñar, porque no podía dormir.
–¿Qué podemos hacer para que oscurezca? –preguntó Tutruicá.
–Yo no puedo hacer más, porque no puedo dormir, no puedo
soñar.
–Entonces yo voy a intentar hacer la oscuridad.
Tutruicá buscó tierra negra, pero como no podía hacer la bolita,
Karagabí le dijo:
–Pues, présteme, yo hago la bolita.
Entonces empezó a hacer la bolita, la tiró y oscureció de verdad,
pero quedó oscuro, oscuro, y eso no le gustó a Tutruicá:
–No, así quedamos muy mal porque todo es oscuridad. Tenemos
que buscar que haya un cambio, algo de noche y algo de día.
Entonces Karagabí pensó durante una semana y dijo:
–Sí, sí hay forma. Tráigame una bolita de tierrita amarilla más
pequeñita y la convertimos en la Luna.
El Sol y la Luna quedaron hablando con Karagabí, pero no con
Tutruicá. Tutruicá únicamente hacía cosas rápidas, como magia,
pero no soñaba.
La Tierra no se movía, se quedaba quieta y Karagabí soñó que
tenía que buscar un pedazo de imán y supo dónde lo podía encontrar,
pero había que hacer una ceremonia para poder llegar allá y arrimarse
a una piedra grande para que el imán no lo arrastrara cuando estuviera 
cerca de él. Karagabí le explicó todo a Tutruicá:
–Hay una forma para que la Tierra, el Sol y la Luna se muevan,

7. Escritores kuna tule


pero tenemos que hacer un trabajo para eso.
–¿Pero cómo lo vamos a hacer?
–Como usted vuela, yo me voy en su espalda hasta allá y consigo
ese imán. Después lo colocamos en cuatro partes, para que la Tierra
gire y gire.
Cuando llegaron allá se amarraron una piedra grande en la cintu-
ra, se arrimaron despacio hasta el imán, cogieron un pedazo y lo par-
tieron en cuatro, para colocarlo en las cuatro esquinas de la Tierra, y
entonces ahí sí se movió el Sol y de ahí ellos quedaron bien. Entonces
Karagabí dijo:
–¿Qué más hacemos? Lo que usted quería ya lo hicimos, pero se-
guimos quedando nosotros dos solos, porque ni la Luna ni el Sol ni
la noche hablan.
–¿Entonces qué hacemos?
–Vamos a hacer una generación, vamos a crear al hombre.
–¿Cómo vamos a hacer?
–Conseguimos una piedra y comenzamos a hacerlo como un mu-
ñequito.
Entonces Karagabí empezó a hacer eso en piedra y soñó que par-
tiendo la piedra no podía hacer una generación, porque el hombre
nunca se moriría, y se lo explicó a Tutruicá:
–¿Por qué no hacemos al hombre de tierra, para que [cuando] se
muera haya generación y cambio?
–No, a mí no me gustaría eso, porque sería doloroso morir. No, a
mí no me gusta.
Entonces ellos empezaron a pelear por eso. Karagabí empezó a
trabajar su barro y Tutruicá empezó a trabajar la piedra diamante.
El muñeco de Tutruicá no hablaba ni se levantaba. Karagabí le sopló
la frente, las manos y los pies al muñeco, hasta que se levantó, pero
tampoco hablaba. Entonces dijo Karagabí:
–¿Sabes qué? Para que hable, para que ande necesita la fuerza de
uno. Tenías que haber soplado en la cabeza.
Karagabí ensayó y resultó verdad. Cuando sopló la cabeza, el
cuerpo se movió, y cuando sopló más, cuatro veces, el muñeco ya

quedó hablando… pero se moría. Entonces lo mataron y volvieron
a ensayar, y ya podían hacer a los hombres y a las mujeres. Entonces
Karagabí dijo a Tutruicá:
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–¿Qué hacemos nosotros para llegar a un acuerdo y que cada uno


trabaje por aparte?
–Listo: yo hago el hombre a mi gusto y usted al suyo, y si su gallo
canta primero que el mío, usted gana.
Karagabí ganó porque su gallo cantó a las dos de la mañana y el de
Tuitricá cantó a las dos y media.
En ese momento había cuatro tierras hacia arriba, que eran de
Karagabí, y cuatro hacia abajo, que eran de Tutruicá. Como ya empe-
zó la generación de los hombres, Karagabí y Tutruicá comenzaron a
compartir lo que sabían y el uno le enseñaba al otro. Karagabí lo hacía
con buen corazón, pero Tutruicá no le enseñó a volar a Karagabí,
aunque ya estaba soñando.
–Como usted me está engañando, ya no vamos a ser hermanos y
nos vamos a separar. Usted se va para su tierra y yo me quedo en la
mía –dijo Karagabí.
–No. Si usted me gana yo me voy para mi tierra, y si pierde yo
me quedo aquí y usted se va para arriba. Vamos a conseguir una olla
grande para hervir agua y usted se mete ahí veinticuatro horas, y si no
se muere me gana. Y después yo también me meto y si no me muero
quedamos en paz y seguimos viviendo juntos.
Karagabí fue el primero que empezó a cocinarse, y cuando Tutrui-
cá destapó la olla, como a las seis horas, vio que el hombre estaba tan
tranquilo, sentado ahí, comiendo curadientes. A las doce horas volvió a
mirar y encontró a Karagabí pintado con jagua y adornándose con cha-
quiras. Cuando se cumplió el tiempo el hombre estaba con su plantica
en la mano, cantando a su espíritu. Había ganado y salió de allí.
Tutruicá se empezó a cocinar por la mañana y Karagabí lo encon-
tró sentado a las seis horas, pero a las doce horas apenas había unos
huesos; él no estaba ahí sino un espíritu parecido. Resulta que el her-
mano de Tutruicá lo sacó de ahí para salvarlo, porque no aguantaba
más de doce horas en el agua hirviendo, y metió los huesos para que
Karagabí creyera que Tutruicá había muerto.
Karagabí había ganado y por eso ya no siguieron viviendo juntos,
hicieron casa aparte. Como ya había bastantes hijos, los embera que-
daron de Karagabí y los chaberara de Tutruicá. Los chaberara son 
los que viven bajo de esta tierra. Ellos y nosotros fuimos creados el
mismo día, por eso ellos son chaberara de nosotros.

7. Escritores kuna tule


–Bueno, hermano Karagabí, ¿usted mañana para dónde camina?
–No, mañana me voy a visitar al hijo mayor –le contestó el otro.
Y Tutruicá quedó pendiente en una cañada que Karagabí tenía
que bajar. Cuando pasó por allí, le tiró encima esa montaña y lo tapó.
Karagabí se demoró cuarenta y ocho horas en salir de ahí. Primero se
convirtió en armadillo, y hágale, hágale, pero no era capaz de salir.
Después se convirtió en lombriz y tampoco pudo. Cuando se convir-
tió en agua salió y se salvó.
A los cuatro días Tutruicá se asomó a la casa de Karagabí y lo
encontró allí. A los seis días Karagabí fue a visitar a Tutruicá y le
preguntó que para dónde caminaba al otro día:
–Yo me voy a visitar a mi hijo.
Karagabí quedó pendiente para ver a qué hora pasaba la cañada y
también le volteó la montaña y lo tapó. A los cinco días salió y Kara-
gabí lo vio nadando río abajo.
–Como ya no podemos ser amigos, sería mejor que usted se fuera
para su tierra.
–No. Yo no me voy para mi tierra.
–No, usted tiene que irse para su tierra porque usted y yo no pode-
mos vivir juntos, porque si usted sigue así voy a tener que vengarme.
–Bueno, yo manejaría cuatro territorios de aquí hacia abajo y us-
ted cuatro hacia arriba.
–¿Cómo se va a llamar el territorio hacia abajo?
–El primero se va a llamar territorio de Chaberara. El segundo va
a ser el territorio de Umucá, el camaleón, después va a ser el territorio
del agua y de los peces, y después voy a vivir yo. ¿Y usted cómo va a
bautizar tu territorio?
–Mi territorio va a ser el territorio de nube, el territorio del galli-
nazo blanco, el territorio del Sol y de la Luna y en el último territorio
voy a vivir yo.
Así quedaron ellos, ahí acaba esa historia.
(Domicó et ál., 2002: 256-261)


Las luchas de Caragabí y Tutruicá
Sobre nuestro mundo hay cuatro mundos, y debajo de él otros
cuatro, el primero de los cuales es el mundo de Tutruicá. Otro mun-
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do, no sabemos si de arriba o de abajo se llama Orré. Cada mundo


tiene su propio dios. Caragabí y Tutruicá vivieron mucho tiempo sin
conocerse uno a otro.
Al principio, Caragabí, el dios de nuestro mundo, que es un mun-
do de arriba, divisó desde su cielo puesto en lo alto una cosa oscura,
como un globo envuelto en sombras, en donde es nuestra tierra, y
quiso ver lo que esto era.
Vino y, en efecto, vio esta tierra, pero a oscuras porque no había
luz.

. Esta narración mitológica se ha reconstruido con base, principalmente,


en las versiones del padre Severino de Santa Teresa y de la Madre
María de Betania, pero rastreando a través de sus respectivas obras,
para presentar un relato continuo, mediante la integración de los
episodios que en sus trabajos se encuentran dispersos. Igualmente, se
ha dado lugar a las precisiones de Justiniano Domicó, anciano indígena
de la región de Juntas de Nutibara, en Frontino, Antioquia. Justiniano
es, posiblemente, uno de los últimos depositarios de las más antiguas
tradiciones orates de la cultura catía, que son precisamente estas que
hablan de los dioses y de los orígenes de los hombres. (Nota del original)
En la Tierra Caragabí se encontró con un contemporáneo, con un
yábea, desconocido para él. Era Tutruicá, el dios del mundo de abajo,
de Armucurá, quien se encontraba de paso en nuestro mundo. No era
dios de dentro, del centro de la Tierra, sino de un mundo que está
más abajo que el nuestro. Pero tal vez sea tan solo al lado opuesto de
las regiones de nuestra Tierra.
Se conocieron los dioses y se refirieron mutuamente su origen tra-
bándose entre los dos este diálogo:
–¿Quién eres tú? –preguntó Caragabí.
–Yo soy Tutruicá, el dios de abajo –contestó el yábea.
–¿Eres nacido? –preguntó Caragabí.
–No, resulté solo, nadie me hizo. Y tú, ¿cómo naciste?
–Yo –repuso Caragabí–, nací de un salivazo de Tatzitzetze, pri-
mer Padre, o «Padre de todos» quien no tuvo principio y se creó a sí
mismo; por eso me honro de tener antepasados.
Tutruicá dijo con orgullo:
–Pues yo no tengo ningún antepasado, yo me creé a mí mismo. 
Caragabí, entonces, propuso:
–Vamos a probarnos mutuamente si somos o no dioses.

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Tutruicá dijo:
–Bien, probemos.
Caragabí replicó:
–¿Y qué hacemos para probarlo?
Tutruicá dijo:
–Yo trabajaré el barro.
Y, terminó Caragabí:
–Yo haré lo mismo con la piedra.
Acabado este diálogo cada cual se fue a su mundo. Pasado como
un año, Caragabí dio principio a su obra e hizo dos muñecos de piedra
fina, mompahuará, con la intención de convertirlos en personas, en el
primer hombre y la primera mujer.
Cuando los terminó, los sopló luego por las extremidades de los
pies y manos y por la frente, con el fin de darles vida. En efecto que-
daron animados, abrieron los ojos y se sonrieron, pero no pudieron
levantarse ni hablar.
Tutruicá hizo otro tanto, formando de barro al primer hombre y
su compañera. Esta obra de Tutruicá resulto superior a la de Caragabí,
pues los muñecos de aquel después de haber recibido el soplo en la fren-
te no solamente quedaron animados y risueños, sino que también podían
levantarse y se movían y hablaban, de todo lo cual se enteró Caragabí.
Se vio pues Caragabí vencido por Tutruicá y a pesar de su des-
pecho tuvo que humillarse a suplicar a Tutruicá que le enseñase el
modo de hacer él otro tanto con sus muñecos de piedra, ya animados
parcialmente.
Tutruicá le contestó en forma descomedida e insultante y le vol-
vió a tratar de «dios creado», lo cual había sido el principio de sus
rivalidades.
Caragabí no se desalentó por esto, sino que envió un nuevo men-
sajero pidiéndole barro del que había producido su primera pareja,
pues el dueño del barro era Tutruicá, quien se negó por segunda vez
a complacer a Caragabí.
Caragabí envió un tercer mensajero con el encargo de pedir a su
yábea un pedacito de barro, aunque fuera tan pequeño como la lengua

de una paloma.
Esta vez cedió el dios de abajo a los pedidos de Caragabí, en cuyas
manos creció tanto el pedacito de barro que fue suficiente para hacer
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un muñeco. Des­pués de formarlo se sacó un pedacito de costilla y con


ella sopló en la frente y en cada una de las extremidades del muñeco,
quien con este soplo vio, habló y se levantó.
Caragabí se alegró mucho de su obra y se fue a recorrer. Pasados
como diez años, pensó en darle una compañera al hombre que había
hecho y envió otro mensajero a Tutruicá, pidiéndole otro poco de
barro con el pretexto de que el primero se le había dañado. Tutruicá
creyó este engaño y le envió otra cantidad semejante a la primera. Con
esta hizo Caragabí una muñeca y para soplarla se quitó un pedacito de
costilla e hizo con ella una bolita y se la introdujo a la muñeca, o tal
vez le quitó al hombre la primera costilla del lado derecho. Con esto
le dio vida. El soplo con la costilla quita la pesadez propia de la tierra
y las criaturas se pueden levantar y mover con toda perfección.
A pesar de la gran alegría de Caragabí, Tutruicá, quien se dio
cuenta de que había sido engañado, les puso a las criaturas de Cara-
gabí el reparo de que se enfermaban, y eran mortales, en tanto que
las gentes de su mundo eran inmortales. Esto no importó al dios del
mundo de arriba.
Tiempo después Caragabí hizo de un salivazo un nuevo personaje
a quien llamó su hijo.
Tutruicá hizo otro personaje, pero no se sabe de qué lo hizo.
Cada uno de los dioses instruyó a su criatura para ver cuál resul-
taba con mayor sabiduría.
Cuando llegó el día de la prueba resultó que ambos seres iguala-
ban en inteligencia y en conocimientos, ante lo cual Caragabí y Tu-
truicá se separaron pensando cada uno lo que urdiría para sorprender
a su rival.
Después de algún tiempo, Tutruicá despreció nuevamente a Ca-
ragabí por su origen temporal y parece que, además, se robó algunas
personas de su mundo, lo cual recrudeció la lucha entre ellos. Enfure-
cido Caragabí por los desacatos de su rival, cogió un lazo corredizo y
desde las alturas de su mundo enlazó a Tutruicá con muy buen resul-
tado, amenazando con ahorcarle para quedar como dueño de ambos
mundos.
El dios de abajo, que no se creía en nada inferior al de arriba, le 
respondió con altanería:
–Puedes intentarlo, pero ten presente que acabaré con todo.

7. Escritores kuna tule


No obstante, Caragabí empezó a correr el lazo, pero Tutruicá
opuso tanta resistencia que se emparejaron las fuerzas.
Si hubiera vencido Tutruicá seríamos inmortales como los habi-
tantes de su mundo.
De momento, los dioses quedaron convencidos de su igualdad.
El mundo de Caragabí era mucho más hermoso que el de abajo, y
Tutruicá, a pesar de no haber sido creado, se consumía de envidia por
las bellezas de nuestro planeta.
Las mujeres de nuestro mundo eran más hermosas que las del
mundo de Tutruicá, y los hombres de ese mundo de abajo se dedica-
ron entonces a raptar mujeres de este mundo para casarse con ellas.
El propio Tutruicá robó a la más hermosa y se unió a ella.
Caragabí, no pudiendo soportar tanto descaro, intimidó a Tutrui-
cá amenazándole con terribles represalias.
Tutruicá reconoció su injusticia y ordenó a sus gentes que en lo
futuro no molestaran a los habitantes del mundo de arriba; a pesar de
lo cual se mantenía la rivalidad entre los dioses. En cierto momento
Caragabí, con el fin de hacer callar a su contrincante, que cada rato
le quería humillar con el recuerdo de su procedencia de la saliva de
Tatzitzetze, le propuso este desafío:
–Vamos a construir un gran horno –le dijo–, para ver cuál de los
dos soporta mejor la prueba del fuego.
Tutruicá aceptó sin titubear la propuesta.
En efecto construyeron un gran horno, correspondiéndole a Cara-
gabí la suerte de entrar primero.
Tutruicá reunió toda su gente y se dedicó a cortar leña durante
seis días. Al séptimo día introdujo toda la leña en el horno. Entró
Caragabí al horno, encendieron el combustible y cerraron la boca, y
así permaneció desde la aurora hasta la puesta del sol.
Abrieron el horno presos de gran expectativa y, cuál no sería la
sorpresa y confusión de Tutruicá al ver a su adversario, en medio de
los rescoldos, hermoso y vestido todo su cuerpo de chaquiras de oro
y dejando caer sobre sus hombros su larga cabellera. Caragabí había
salido, pues, triunfante de la prueba del fuego.

Ahora tocaba la prueba a Tutruicá. Se dedicó Caragabí, también
durante seis días, a cortar leña en el monte como Tutruicá. Al séptimo
día se realizó la prueba en la persona de Tutruicá, también de la maña-
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na hasta el ocaso y el resultado fue idéntico al obtenido por Caragabí.


Empataron, pues, ambos dioses, en la prueba del fuego, saliendo
de ella los dos hermosos y rejuvenecidos.
Quiso competir también un antomiá-torro, un diablo blanco, para
demostrar que era igual a los dos dioses, pero por la tarde, cuando
abrieron el horno, encontraron tan solo los huesos calcinados.
Terminada la prueba del fuego, dijo Caragabí a Tutruicá:
–Ya ves que somos iguales y por lo tanto cada uno de nosotros
debe gobernar en su mundo sin entrometerse en el del otro; pero si
me sigues insultando acudiremos a la prueba del agua o de la canoa.
Tutruicá, orgulloso de no tener antepasados y seguro de sí mismo,
le repuso con altivez:
–¡Venga también ese ensayo!
Convenida entre ambos la prueba, Caragabí se dirigió al monte
donde tumbó un árbol corpulento de Jenené e hizo con él una canoa.
Mientras se empeñaba en tal trabajo, oía una voz agorera que decía:
¡Jauburúa, jauburúa! («¡Cuidado, cuidado!»).
Terminada la canoa, Caragabí se fue en ella a pescar a un río
caudaloso, o al mar, y cuando se encontraba pescando junto a una
roca gigantesca, su adversario removió la peña con una palanca de
palma de betrú, sepultando bajo la mole a Caragabí con su canoa.
En lo profundo de las aguas permaneció por un día, o acaso por un
mes, por seis meses o por años.
Durante ese tiempo, tratando de salir, tomó la forma de culebra,
de lombriz y de hormiga, pero sin resultado alguno. Finalmente tomó
la forma de agua o de hilo de agua y salió victorioso de la prueba.
Caragabí dijo entonces a su familia que si no hubiera salido airoso,
su mundo, nuestro mundo, se habría acabado.
Después le tocó el turno a Tutruicá, quien salió igualmente victo-
rioso y tal vez más pronto que el primero.
Con esto quedaron los dos convencidos de la igualdad de su poder
y perfecciones y dispuestos a no ocuparse cada uno en los asuntos del
otro.
Si en estas pruebas hubiera salido vencedor Tutruicá, todos se-
ríamos inmortales y habríamos vivido en este mundo sin envejecer 
y sin enfermedades, como viven las gentes del mundo de Tutruicá,
a quienes, cuando están envejeciendo, su dios les derrama un agua

7. Escritores kuna tule


azul en la cabeza y con eso se rejuvenecen. En cambio, los habitantes
del mundo de Caragabí tenemos un cuerpo flojo, que envejece y que
se pudre.
Después de estas pruebas, Tutruicá le pidió a Caragabí que le ce-
diera [a] los habitantes de este mundo, pero este le respondió:
–¿Para qué quieres gentes que no son tuyas, puesto que no las has
hecho?
En lo sucesivo no hubo más desafíos entre los dioses, entre los yá-
bea o contemporáneos, y cada cual se ocupó solo de su propio mundo.
(Vélez, 1990 [1982]: 17-20)

Origen de los catíos y los cunas [t.c.]


Caragabí produjo de la nada una gota de agua, la cubrió con una
totuma nueva y al día siguiente al descubrirla la halló convertida en un
indio catío. Produjo otra gota de agua y, tapada también con la misma
totuma, salió de la gota una mujer, compañera del primer hombre.
Caragabí enseñó a la primera pareja a producir gotas idénticas a
las anteriores para que pudieran, ellos también, hacer otros catíos.
Luego se fue a recorrer.
Siguiendo las indicaciones de Caragabí, hicieron otra pareja de
seres humanos, pero la primera mujer, sintiendo que sus dedos le
habían quedado humedecidos con la materia prima de su gota, los
sacudió y esparció el agua en forma de llovizna, y de las menudísimas
gotas que cayeron se formaron muchas personas más, como cincuen-
ta, y resultaron ser indígenas cunas. Si hubieran cubierto las gotas con
totumitas nuevas, habían surgido catíos.
(Vélez, 1990 [1982]: 61)

El diluvio en el Darién
En el Darién hubo un diluvio. Para salvarse de las aguas, los indí-
genas catíos y los chiricanos de Panamá construyeron un barco grande
y entraron a él con todos los animales que pudieron recoger.

Los chiricanos, pensando en el desembarco, llevaron muchos la-
zos, pero los otros indígenas no llevaban nada.
Cuando llegó el momento de bajar, los chiricanos con sus lazos
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se apoderaron de los animales más grandes: vacas, terneros, caballos.


Los catíos tuvieron que contentarse con los animales pequeños: cone-
jillos, guatines, gallinas.
Por eso los chiricanos son ricos y los catíos son pobres.
(Vélez, 1990 [1982]: 36)

. Nota adjunta de Velez: «También esta narración la encontramos


exclusivamente en la obra del Padre Pinto y bajo el mismo epígrafe
de la anterior, esto es: Diluvios parciales. (Nota del original).
2. Historia de Sol y Luna

Las fases de la Luna


El Sol es un hombre y la Luna es una mujer. Los dos se pasean
por el firmamento.
Todas las noches el Sol se da un baño en el mar y, dándole la vuel-
ta a la Tierra, aparece al día siguiente en el mismo punto.
La Luna también se baña en el mar, pero más de tarde en tarde.
Por eso se le ve con frecuencia en la noche.
Al principio la Luna empieza a mostrarse tratando de enamorar
al Sol. Le hace guiños con un solo ojo y el otro se lo tapa con un palo.
Cada día le va descubriendo su cara poco a poco.
Cuando al fin la Luna aparece con su cara brillante, el Sol se ena-
mora de ella y se casa. Así pasan muy bien una semana, pero después
la Luna empieza a tener celos del Sol y lo mira solo de reojo.
Finalmente, la Luna se esconde para darse mejor cuenta de cómo
se maneja el Sol. 
El Sol también se incomoda con los celos de su esposa y trata de
separarse y entonces la Luna trata de conquistarlo de nuevo y empie-

2. Historia de Sol y Luna


za otra vez a enamorarlo mostrando su rostro poco a poco.
(Vélez, 1990 [1982]: 40)

. Casi textualmente hemos tomado esta tradición de la obra del padre Pinto
quien dice haberla escuchado de un indígena de apellido Carupia, de la
región de Juan José (Departamento de Córdoba). Al decir del autor, su
informante era un hombre instruido, de cerca de cuarenta años de edad
e interesado por las tradiciones de su grupo. (Nota del original).
3. Más historias sobre los orígenes

El agua
Carabí no tenía plátano, ni candela, ni agua.
Entonces el pájaro cuéndola tenía su tallo de plátano, pero no daba
la semilla. Carabí mandaba a su gente y la cuéndola le mandaba un
poquito de plátano.
El zorro tenía la caña y no daba la semilla. Carabí mandaba a la
gente:
–Vayan traigan un atadito de caña.
Entonces el zorro le mandaba un poquito.
Un lagarto eslabonero tenía su eslabón y no le faltaba la candela.
Carabí mandaba a su gente a que le pidieran candela al eslabonero.
Él le mandaba un tizón pero todas las mañanas llegaban y entonces el
eslabonero los regañaba:
–¿Cómo yo no dejo apagar mi fogón? Lo que pasa es que ustedes

dejan apagar la candela.
La hormiga conga tenía el agua y nunca le faltaba. Carabí mandaba
a su gente para que le trajeran agua y la conga le mandaba un poquito.
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Carabí se volvió como cucarrón amiguito y se fue a la casa del


eslabonero y buscó el eslabón para prender.
El tucán chiquito era el que iba a buscar la candela a donde el
eslabonero, pero un día el eslabonero dijo:
–Yo no les voy a dar más, ustedes no cuidan la candela.
Pero el tucán tenía un guayuco largo atrás y se acercaba al fogón,
prendía el guayuco por detrás y salía corriendo.
Y así hacía todos los días hasta que el eslabonero le dijo:
–¡Usted se va a volver tucán!
Y le atravesó el tizón en el cuerpo. Y se volvió tucán y no pudo lle-
var más la candela. Carabí en forma de amiguito buscó entre la paja
y encontró el eslabón y la piedra de hacer candela. Ya vuelto gente,
Carabí volvió y le dijo:
–¿Usted por qué volvió tucán a mi sirviente?
–¿Por qué ustedes no cortan leña buena?

. Como la cola del tucán. (Nota del original).


. La paja de la casa es usada para guardar cosas. (Nota del original).
–¿Ah sí? ¡Como usted es malo se va a volver lagarto! –y le atravesó
el tizón también.
Carabí mandó a un hombre a que espiara a la cuéndola a ver dónde
tenía la semilla de plátano. El hombre se fue a mirar hasta que la cuén-
dola salió, cogió su machete y se fue. El hombre se fue detrás, hasta el
platanal, y entonces se dio cuenta.
–¿Cómo les fue? –preguntó Carabí.
–Ya lo encontramos, papá. Allá es donde lo tiene.
Entonces Carabí fue allá.
–Usted, ¿por qué no me da la semilla?
–Yo no la tengo, yo siembro es la frutica de adentro.
–Qué va, usted tiene la semilla. Usted por miserable se va a volver
cuéndola.
Y lo cogió y lo botó.
–¡Volvete cuéndola, carajo!

⋅⋅ 

Carabí mando a una gente a que espiara al zorro a ver dónde tenía

3. Más historias sobre los orígenes


la semilla de la caña. Entonces esa gente se fue a esperar hasta que el
zorro salió, cogió el machete y se fue para el cañal. La gente se fue de-
trás y vieron como sembraba el zorro la caña. Entonces se regresaron.
–¿Cómo les fue? –preguntó Carabí.
–Ya lo vimos, papá. Allá es donde lo tiene.
Entonces Carabí se fue para allá.
–Usted, ¿por qué no me da la semilla de la caña?
–Yo no tengo semilla, yo no tengo. Yo apenas sembré una sola
mata y esa es la que da.
–Qué va. Usted tiene la semilla y ahora por miserable se va a vol-
ver zorro.
Y lo cogió y lo empujó.
–¡Volvete zorro, carajo!
Faltaba el agua, no se conseguía en ninguna parte. Carabí mandó
entonces una gente para que averiguaran en dónde tenía la conga el
agua. Ellos se fueron a esperar a la conga y cuando salió ellos se fueron
detrás y vieron que subía a un palo embejucado, un árbol de lano, y de
allá bajaba con su calabazo lleno de agua. Entonces regresaron.
–¿Qué pasó? –preguntó Carabí.
–Ya sabemos, papá. El agua la saca del palo lano.
Entonces Carabí se fue allá.
–¿Usted por qué no me dice en dónde guarda el agua?
–Yo no tengo, yo apenas recojo cuando cae un aguacero.
–¡Mentira! Ahora por mala la voy a volver conga. ¡Volvete conga!
Y Carabí mandó a su gente a labrar cabo de hacha, al mono, al
mico, al aullador, al pájaro carpintero, a la ardilla y al carricerito pe-
queño.
Por el castigo que Carabí le puso es que ahora la conga carga el
agua para todas partes.
Se fueron a donde el palo de lano a tirar hacha desde mañanitica.
Todo el día tirando hacha, y ya iban a desnucar el árbol cuando vino
la noche. Ahí Carabí dijo:
–Hijos, dejemos esto para mañana.
Al otro día volvieron, pero cuando llegaron vieron que el palo es-

taba sin un hachazo. Se pusieron a trabajar de una vez, y durante todo
el día [estuvieron] hachando, pero les volvió a coger la noche y se
fueron. Cuando volvieron al otro día el árbol estaba intacto. Entonces
I  Literatura embera katío

fue cuando Carabí dijo:


–Vamos a hachar hasta la noche, vamos a traer teas.
Ahí sí se pusieron a trabajar, todo el día y toda la noche, y se die-
ron cuenta [de] que los sapos eran quienes pegaban las astillas por la
noche. A eso del mediodía del otro día empezó a caer el árbol, pero
quedó enredado en un bejuco chocho. Carabí mandó limpiar.
–¿Quién va a trozar el bejuco? El que sea más vivo lo tumba.
Mandó al pájaro carpintero a trozar un poco el bejuco. Y Carabí
los mandaba a tirar una piedra desde arriba a ver si alcanzaba a bajar
antes de que la piedra tocara al suelo. La ardilla se recogió el cabello
y subió con su hacha, pero no alcanzó. Y así fueron pasando uno por
uno, el mico, el mono, el aullador, y ninguno pudo pero cuando le
tocó al carricerito pequeño ese sí pudo. Carabí le dijo:
–Usted sí va a poder, vaya suba. Cuando truece el bejuco deje el
hacha y corra para abajo.
El carricerito se subió y cuando trozó el bejuco se bajó y llegó a
tierra antes de que cayera el árbol. Cuando cayó ese árbol se volvió
todo agua, como mar, y donde cayeron los bejucos se formaron los ríos.
Y la gente pudo tomar agua.
(Dogiramá y Pardo, 1984: 21-28)

La conquista del agua y otras creaciones


Caragabí, que es el dios de arriba, vive en su mansión de Ntre,
en el cielo, en las alturas. Por vivir en las alturas en Ntre, en algunas
regiones se le llama Untré.
Cuando al principio no había nada, tampoco había agua.
Untré lo estaba haciendo todo y supo que la hormiga Jaburrá, la
conga, que era redonda como una garrapata, sí tenía agua y se la pi-
dió. Pero ella la cogió en su boca y no quiso darla. Entonces Untré
le apretó a la conga su barriga y ahí soltó el agua. Por eso la hormiga
tiene cintura. En ese momento supieron dónde estaba el agua, porque
la conga dijo que estaba escondida en un árbol muy grande que era
el jenené.
Untré juntó a todas las gentes que había hecho, para cortar el ár- 
bol y sacar el agua. La gente golpeaba con sus hachas y sacaba astillas,
pero después el tronco quedaba como si nada le hubiera pasado.

3. Más historias sobre los orígenes


El dios se dio cuenta entonces de que un hombre que estaba ayu-
dando a tumbar el jenené era amigo de la rana Pocoró y le avisaba a la
rana cuando el árbol estaba a punto de caer. Entonces Pocoró brinca-
ba al árbol y allí mismo quedaba sano del todo.
Untré pisoteó al hombre y lo volvió rana, pero como el pisón fue
tan duro las ranas tienen la rabadilla quebrada y los ojos saltones, y no
caminan paradas sino con la barriga en el suelo.
Untré buscó otros hombres para tumbar el árbol y se quedó cui-
dando. A los cuatro días lo mocharon, pero no se cayó, sino que se
quedó colgando del bejuco migurú. Como en esa época los pájaros
eran gente, dios le dijo al paletón quihuara, al tucán, que cortara el
bejuco con su largo pico.
El paletón no pudo, y entonces dios lo condenó a no poder que-
brar las frutas sino a que las tragara enteras.
Después vino la lora Michitá y como tampoco pudo cortar el be-
juco se fue diciendo: Cran, cran, cran, guere, guere, guere.
Acudió entonces el bagará, el guacamayo, y con su pico tan duro
pudo desenredar los bejucos, cortándolos, y ahí sí cayó el árbol que
estaba lleno de agua. De sus ramas salieron los ríos y las quebradas
y de su tronco salió el mar, pero como el tronco se rajó salieron dos
mares, uno que está en Acandí y el otro que está en Juradó.
El mar era de agua dulce y entonces Untré le dijo al demonio, a
Antomiá o Tumiá, que era muy malo, que le pusieran sal. Dios quería
quedarse con su mitad de sal para darla a las gentes y Tumiá quería
quedarse con la otra mitad para venderla en capachos. Ninguno lar-
gaba su parte y el mar seguía dulce.
Entonces Untré cogió una cuchara de totumo y la llenó de sal,
la tiró al agua y así se volvió salada. Tumiá lloró en el agua y por eso
también es amarga.
Ya la gente tenía agua dulce y salada, pero no tenía candela. Algu-
nos le contaron a dios, a Untré, que el lagarto Boicamia sí tenía y que
se la ponía de noche en los ojos para ver más lejos.
Le pidieron la candela, pero el lagarto la negó.
El lagarto tenía su horró, su nasa, y se fue a pescar sábalo. El dios

se convirtió en sábalo y se metió en las redes de Boicamia, quien lo
cogió y lo puso al humo. Entonces Untré, que estaba convertido en
sábalo, cogió la candela y se fue.
I  Literatura embera katío

Ya tenían entonces agua y fuego, pero no tenían nada para coci-


nar. En vista de eso, Untré cogió un palito y lo tiró al patio y allí mis-
mo resultó el plátano hartón. Tumiá quiso entonces hacer otro tanto
y tiró otro palito al patio, pero lo que resultó fue el platanillo, que no
echa racimo sino una flor colorada.
Untré dijo que Tumiá no sabía hacer las cosas y tiró otro palito
que se brotó en retoños de caña dulce para chupar y hacer guarapo.
Tumiá, a su turno, tiró otro palito y resultó la cañabrava.
Y así siguieron, haciendo plantas comestibles y no comestibles.
En esa época, allá en Dochará, en el río San Juan, solamente había
hombres, pero llegó la lora care, de copete amarillo y que habla como
la gente y les dijo a los hombres que las mujeres estaban en Coredó.
Entonces todos se fueron para allá y era verdad que apenas había
mujeres en Coredó y cada uno de los hombres cogió la suya. Y hubo
algunos que cogieron dos, pero se encartaron porque todas querían pa-
rumas y chaquiras, y entonces solamente siguieron cogiendo de a una.
Pero cuando Untré vio que habían cogido dos mujeres, se puso
bravo y cogió un cuchillo y con una mano se cortó la otra mano y la
tiró para arriba, y allá arriba se volvió Luna y las gotas de sangre que
se desprendieron se volvieron estrellas.
(Vélez, 1990 [1982]: 27-28)

El origen del agua


El tiempo de Jenené era el tiempo de la creación del mundo,
cuando comenzó a andar Karagabí con su familia. Karagabí no hizo
el agua. El río ya existía, y lo manejaba una señora que se llamaba la
Conga, que ahora es como una hormiga pero en esa época era una
mujer grande. Para los convites y para las ceremonias Karagabí no
usaba agua sino un bejuco que se llama agracia, del que se saca un
agua sabrosita; claro que no se puede dejar mojar el cuerpo con ella
porque empieza una rasquiña.
Karagabí vivía andando con el mico mono, el mico negro, la ardi-
lla, la nutria, el trumenejo, el carpintero y el zorro. Él andaba con esas
personas cuando se encontró una casa en la selva. Atisbaron y vieron 
un chinchorro. Entonces Karagabí dijo:
–Vamos a hacer una visita para ver quién vive ahí.

3. Más historias sobre los orígenes


Al entrar vieron a una mujer muy formal que los invitó a pasar. Se
entretuvieron ahí, y la señora les brindó un sancocho de pescado, de
guacuco y de corconcho, agua, y de sobremesa mazamorra.
–¿Usted dónde cogió estos pescados? –le preguntó Karagabí.
–Del río –contestó ella.
–¿Puede usted llevarme allá, para conocer el río?
–No. ¿Usted no es Dios, pues? Usted debe saber dónde hay agua.
Karagabí insistió:
–No, lléveme para que yo conozca, que yo no conozco el agua y
me quiero bañar.
Le rogó cuatro veces, pero ella no quiso mostrarle el río. Karaga-
bí lo buscó con sus amigos y nada, nada, nada: se fueron de la casa,
hicieron un ranchito por ahí cerca, y al otro día volvieron a visitar a
la Conga. Ella les brindó un sancocho de sabaleta, que es un pescado
muy sabroso. Ellos le preguntaron:
–¿Usted dónde coge ese pescado?
–En el río. ¿Por qué me molesta tanto? Yo no le voy a decir nada
a usted.
Entonces Karagabí dijo a sus amigos:
–¿Saben qué? Yo me voy a convertir en piojo y voy a mirar cómo
hace el tejido de ese chinchorro.
Convertido en piojo se colgó del cabello, vio cómo se hacía el
chinchorro, y luego le dijo a su hijo:
–Yo ya aprendí a tejer chinchorro y le voy a enseñar a tejer a us-
ted, pero primero me voy a convertir en un trumenejo, en un colibrí,
porque yo creo que ella siempre sale a bañarse y a coger pescado al
medio día, porque a nosotros nos ha brindado pescado por la tarde.
Convertido en colibrí vio cómo ella cogía una llave grande y
abría una peña, y de allí salía un río caudaloso y bonito. Ella se
empezó a bañar con el chinchorro y cogió en la red a Karagabí, que
se había convertido en sábalo. Le dio un garrote en la cabeza y se
lo llevó contenta para la casa. Le sacó la tripa, lo arregló y lo puso
a ahumar, pero al otro día la sabaleta había desaparecido; entonces
ella pensó:

–¡Ah! Este berraco era Karagabí, que me hizo trampa. Ya debe
saber dónde tengo el agua. ¡Uf!, ¿ahora qué hago? Ya me va a ganar
Karagabí.
I  Literatura embera katío

Karagabí dijo a su hijo el mono:


–Tenemos que fabricar un hacha y una llave, porque la llave de la
Conga es muy grande y está muy berraco abrir esa peña. Yo me voy a
convertir en piojo y voy a medir esa llave, mientras ella se baña, para
que fabriquemos una igual.
Con una piedra sacaron una copia de la llave y empezaron a abrir.
Y abrió.
–¡Listo! Ya con esto nos defendemos. Ahora sí vamos a matar a la
Conga si no nos entrega el agua –dijo Karagabí.
–Bueno, señora Conga, ahora sí me entrega agua –le dijo al llegar
a su casa.
–No se la entrego, porque como usted es Dios, debe tener su pro-
pia agua. No me moleste a mí que no le voy a entregar agua.
–¡Por envidiosa y hambrienta la voy a convertir en conga! Enton-
ces la cogió por la nuca y la pata y la jaló, quedando mocha la cintura.
–¿Sabés qué, Karagabí? Dame un veneno para yo matar de una
a las personas, para que se mueran –dijo la mujer, ya convertida en
hormiga.
–No. El veneno que le voy a dar apenas va a servir para que a la
persona le duela un ratico.
Bueno, entonces por eso ellos empezaron a abrir la peña, pero ya
no había agua, ¡nada! Había bastantes árboles grandes, uno de ellos
era el jenené… era selva, pero ya no había agua. Entonces ellos dijeron:
–¡Eh! ¡Eso es un castigo para nosotros! Ella se llevó el agua en la
boca, se la llevó toda. Vamos a ver qué hacemos…
Karagabí empezó a andar con su gente por la selva hasta que la
nutria le dijo, señalando un palo:
–Papá, por aquí escucho un ruido.
Todo el mundo rodeó ese palo, y en verdad escucharon un río,
que sonaba como un caracol: ¡Uuuuu!
–Este se llama Jenené, nuestro abuelo, nuestro pasado, el agua
–decía Karagabí, porque lo había soñado así.
Bueno, como ya tenían fabricada un hacha comenzaron a tumbar
el árbol entre todos. En total eran como ocho animales entre micos,
zorros, nutrias, la ardilla grande y la ardilla chidima; esa pequeñita 
que vive comiéndose el cuero de los árboles. Por la tarde ya llevaban
tumbado más de la mitad del árbol, pero se cansaron y se fueron

3. Más historias sobre los orígenes


para la casa, para continuar al otro día. Por la noche venía la rana,
que en esa época era una persona, brincaba, meaba ahí y sobaba
el árbol con una brea para que quedara como si nadie lo hubiera
picado.
Tres veces la gente de Karagabí encontró el árbol sanito, después
de haber dado hacha todo el día, hasta que Karagabí dijo:
–¿Saben qué? No podemos seguir trabajando así. Vamos a fabri-
car una cera como la que hacían nuestros abuelos, [que] cocinaban
el kanturrón hasta que quedaba una brea que servía de mechero para
alumbrar.
Ya con eso se pudieron quedar trabajando en la noche. El zorro se
quedó atisbando y vio un señor que se parecía a una rana pintada. El
señor empezó a sobar, a sobar, hasta que dejó el árbol sanito. Ense-
guida se pusieron a tumbar el árbol, y continuaron sin parar durante
cuarenta y ocho horas. El Jenené no cayó de una vez, sino que quedó
enredado en un bejuco. Karagabí le dijo al mono:
–Vaya, lleve esta fruta, y si usted cae primero que la fruta va a
ganar, y el árbol se va a caer.
La nutria dijo:
–¿Sabés qué? Nosotros vamos a jugar, pero tenemos que hacer
una balsa de tukuno para salvarnos, porque ese río va a anegar todo.
–¡Ah, listo!
Fabricaron la balsa para montarse cuando todo se convirtiera en
pura ciénaga, y después el mono negro y el mono colorado trataron de
caer primero que la fruta: el mono negro, el colorado, el zorro, pero
siempre caía primero la fruta. El zorro y la nutria no quisieron subir
al árbol. Entonces la ardilla dijo:
–Yo voy, y vamos a ver si gano.
Subió la ardilla y cuando subió ¡pun! tiró la fruta… pero siempre
cayó primero la fruta. Entonces ahí sí subió ese ruñidito de chidima y
largó la fruta de una, y cayó primero ese chidima. Y empezó a caer ese
árbol, cuando sonó en la tierra y se anegó. Cuando se anegó dijeron:
–¡Eh! ¿Qué hacemos? ¡Nos vamos a morir!
Y se montaron encima de la balsa. Bueno, entonces ellos estuvie-

ron quince días sobre el agua, esa balsa se creció y quedó como una
balsa grande. Ahí prendían el fogón y hacían la comidita. Todos se
bañaban en el agua, pero era la nutria, que algunos llaman «chucha de
I  Literatura embera katío

agua», la que traía el pescado.


Entonces Karagabí pensó:
–¿Qué hago con esta gente? Esta gente tiene que cambiar. Al que
grita bastante lo voy a llamar «mono», lo voy a convertir en mono. Al
que vive pescando cada ratico lo voy a llamar «nutria»; al que vive ju-
gando diario lo voy a convertir en mico negro, y al otro lo voy a llamar
«zorro» porque le gusta cocinar. Al que le gusta encaramarse mucho
en los palitos lo voy a llamar «ardilla», y al que ayudó a conseguir el
agua lo voy a llamar «chidima», o «ruñidito de palo».
A los quince días llegaron a una tierra seca, se bajaron de la balsa
y Karagabí les dijo que ya los iba a convertir en animales y que iban a
manejar su territorio.
(Domicó et ál., 2002: 263-267)

El origen del plátano


Les voy a hablar un poquito de cómo conseguimos los embera
el plátano. Eso es una historia. El colono era el dueño del plátano,
algunos lo llaman «colono», otros dicen «pájaro mochilona», el que
hace una mochila. En embera lo llamamos kumbarrá.
Una vez Karagabí vivía andando con su hijo, pero no había comi-
da: andaba, andaba y llegaron a un punto donde había mucha platane-
ra, hartón, primitivo, banano, manzanos y otra variedad de plátanos.
–¿Quién será que vive aquí? –dijo Karagabí.
Y andando sintieron un olor maluco.
–¿Quién será el que huele tan feo así?
Y al rato para allá estaba ese animal, el pájaro mochilona, pero era
una persona y olía maluco. Entonces llegaron:
–Oiga, ¿usted es el dueño del plátano?
–Señor, yo soy el dueño del plátano.
–¿Y usted me regala un colino para yo sembrar?
–No, yo no regalo mi colino, ni lo vendo ni lo regalo.
Entonces Karagabí le dijo a su hijo:
–¡Eh! ¿Cómo vamos a hacer? ¿Le robamos o lo matamos para ga-
nar ese colino? ¿Sabés qué? Vamos a matarlo, pero antes yo creo que 
ese debe ser sabio también, tiene que ser jaibaruí también, porque de
pronto nos pasa como con la conga, porque a la conga la matamos y

3. Más historias sobre los orígenes


no le pudimos sacar nada, tuvimos que esperar mucho, y este colino
puede convertirse en otro árbol. Entonces mejor arrancamos ocho co-
linitos primero y matamos al mochilero después, si no nos regala el
colino.
Y verdad un día de esos llegaron allá, arrancaron los colinos y le
dijeron al mochilero:
–Oiga, ¿va a regalar o no va a regalar? –porque anteriormente al
que no le gustaba regalar era a ese pájaro mochilero.
–No regalo, ni vendo.
Entonces Karagabí lo agarró de la nuca, y él estaba envuelto con
una pampanilla amarilla, y esa se convirtió en la cola, una cola ama-
rillita, el cuerpo era como cafecito y el pico era amarillo, y así se con-
virtió en un pájaro.
Oiga, cuando el mochilero fue a ver el colino de plátano, ya era
murrapo, plátano chiquito. Así quedó el murrapo; por eso donde hay
murrapo ahí vive ese pájaro. A él le gusta comer de la fruta del murra-
po, la que sale como una florecita. Entonces el colino que Karagabí
había arrancado antes, ese sí quedó plátano, entonces quedó semilla,
porque si no todos los plátanos se hubieran convertido en murrapo.
Por eso algunos dicen que el primitivo es murrapo. Ese es otro cuen-
tecito.
(Domicó et ál., 2002: 268-269)

El pájaro luna
Carabí hizo su casa, él vivía ahí. Hizo a un hermano y luego hizo
una mujer para que lo acompañaran. Más arriba había otra gente en
un tambo. Entonces él se enfermó y cogió una buba y también le salió
un cocó que le estaba trozando los dedos; también le pegó lazarino y le
pego tiña. Y le salió lepra; estaba lleno de granos y ya hedía. Entonces
la mujer ya no lo quería porque estaba feo.
Él estaba criando una muchachita y ya no había quien hiciera el
plátano. La mujer se lo pasaba bebiendo en las fiestas y ya se estaba
acostando con el hermano. La niñita metía a asar plátano negro. Él se

lo mandaba a asar con cáscara y en un momentico estaba. Ahí llegaba
la mujer de la chupata con la barriga toda arañada y él no le decía
nada.
I  Literatura embera katío

–¿Cómo le fue?
–Bien. Yo estaba chupando no más.
–¿Estaba buena la bebida?
–Sí.
Un día ella le dijo:
–Voy para la chupata.
–Vaya pues, yo así enfermo cómo voy a ir.
Él quedó solo y se quitó como una camisa con todo ese granerío
y quedó limpio. Ese día el hermano no fue a la fiesta porque ya sabía.
Carabí se vistió con sus chaquiras y se fue a la chupata. Cuando él
llegó ella ya estaba ahí. Ella creía que era el hermano y se le arrimaba,
y le decía él:

. Narrador: Villamoro Dogiramá.


. En el occidente colombiano se llama tambo a la casa
palafítica de los emberá. (Nota del original).
. Enfermedades de la piel. (Nota del original).
. Chupata es una fiesta con bebida alcohólica. (Nota del original).
. En el Chocó chupar es sinónimo de beber trago. (Nota del original).
–Estese quieta, que se va a enojar mi hermano.
–Hombre, ese asqueroso qué se va a dar cuenta.
Y se bajaron del tambo y ahí estuvo con ella. Ya amaneciendo él
se vino para la casa y se puso la camisa y quedó asqueroso otra vez.
Ya entrando el día fue llegando ella ya bañada. Le dio de comer a él y
él no recibió. Ella estaba con un trapo en la barriga porque él la había
arañado. Ella dijo:
–Hombre, ¿por qué está bravo?
–¿Luego usted no ha estado viviendo con mi hermano?
–Hombre, yo no, ¡qué va!
–¿Y esto?
Y le destapó la barriga arañada. Entonces le rasgó la boca y la vol-
vió pájaro luna, que también le dicen sacaparado.
Ese pájaro pasa trabajo para empollar, saca a su hijo parado y
siempre está mirando el sol o la luna.
(Dogiramá y Pardo, 1984: 29-33)


3. Más historias sobre los orígenes


La hermana de Carabi
Eso dizque fue así.
Que Carabi vivía en una sola casa, ahí junto con los demás perso-
nales entonces; pero no había gente, muchachos jóvenes… solo él y la
hermana y los viejos. Y no había más gente en esos tiempos. Apenas
una sola casa. Y de allí dizque por las noches se vestía él de chaqui-
ras, con todos los vestidos que él usaba, amburá, cruzadilla, bajapelo,
manillas, todo. Entonces ya, cuando ya quedaban dormidos los viejos
se iba a la cama de la hermana. Bueno y la primera noche que la buscó,
preguntó la mujer:
–¿Usted quién es?
–Yo soy de tal parte, no soy de aquí cerca.
Entonces bueno, ya la mujer quiso, y bueno ya, así:
–Si me va a coger, bueno, yo lo voy a dejar llegar.

. Los pretendientes se arañan el vientre como parte del cortejo. (Nota del original).
. Amburá: faja de chaquiras que se ponían los hombres en las caderas.
Cruzadilla: tiras de chaquiras cruzadas sobre el pecho. Bajapelo:
diadema de plata. Manillas: pulseras de plata. (Nota del original).
–Porqué no, yo la cojo, yo lo publico.
–Bueno, está bien.
Entonces ya quedaron viviendo; bueno, así estuvo siempre, todas
las noches iba él allá, a veces no iba, en otras noches se iba.
Y así había estado, hasta que la mujer cogió barriga. Entonces ya
sintió que tenía un hijo adentro, y ya dijo la mujer:
–Usted… bueno, ¿por qué no sale pues por el día para que nos
casemos?
–No, más tarde.
Siempre decía él así. Así que ella una noche, cuando ya venía la no-
che dizque cogió una fruta de jagua y ahí rayó y la puso, porque esa fruta
se negrea. Bueno entonces la guardó ahí junto de ella. Entonces, cuando
ya de noche, cuando él llegó siempre como llegaba él, lo dejó llegar. Pero
entonces luego se puso a comer él a la mujer y cuando estaba en eso…
y… cogió la jagua despacito y ahí mismo le untó la cara con el agua de esa
jagua, y se fue al rato. Cuando ya salió se fue, no volvió más.

Bueno, al otro día amaneció. No amaneció el hermano en su cama
y ahí fue que conoció ella que era su hermano. Entonces ya estaba con
barriga ya para dar a luz. Y entonces como él no estaba ahí, «Se fue,
I  Literatura embera katío

se huyó», pensó la mujer. «Yo ahora, ¿qué hago? Yo ya perdí con él,
tengo que casarme con él. Voy hasta donde está él».
Entonces arregló su canasto y se fue detrás, cogió su machetico y
se fue. A andar, a caminar por el camino. Y así caminaba, caminaba:
donde le cogió la noche ahí se quedaba, dormía en el camino por ahí y
así se fue siguiendo. Y a los dos días le hablaron los niños de la barri-
ga, del vientre de ella, porque eran gemelos.
–Mamá, por aquí fue él, mi papá.
–Bueno, bien. ¿Ustedes saben muy bien?
–Sí, por aquí se fue él.
Entonces cuando encontraban por ahí unas flores decían:
–Cojámoslas, mamá, esas flores.
Y así dizque las cogía y las echaba en su motete (canasto). Y así
iba caminando, y se iba caminando, cuando al otro día dizque dijeron:
–Hoy vamos a encontrar un tipo bien parecido a mi papá. ¡Cuidado!

. Publicar: es amanecer con la muchacha, hacer pública la


relación y quedarse a vivir con ella. (Nota del original).
No vaya a vivir con ese hombre, él va querer vivir contigo. ¡Diga que
no! Ese no es mi papá; ese es animal.
Bueno, y así fue. Cuando verdad por ahí como a las tres de la tarde
venía el hombre por el camino y habló la mujer:
–Bueno, usted que está por allá, ¿usted no ha visto gente por aquí,
que pasó por aquí?
–No, yo no sé [de] eso. Yo era el que vine por aquí, sino que es-
tuve y me volví.
Bueno ahí entonces estuvieron hablando. Y ahí dizque él dijo que le
diera. Entonces ella le dio creyendo que era él. Bueno, y comió y se fue.
Cuando más para allá quedaron calladitos los niños que estaban
hablando en la barriga. Iba caminando, y más allá dizque hablaron:
–¡Ay, mamá! Casi nos enloquecemos nosotros porque usted vi-
vió con ese. Nosotros le dijimos ayer que no [se] entendiera con ese
hombre. Que era animal, ¿no le dijimos nosotros? Usted no creyó
de nosotros, ya casi nosotros nos enloquecimos. No haga más eso.
Ese animal era zorrillo, que parece ardilla; ese animal tiene una 
hedentina fea, maluca. De esa hedentina era que se iban a enloquecer
los gemelos.

3. Más historias sobre los orígenes


Bueno, se fue más para adelante. Y al otro día dijeron los niños:
–Hoy encuentra otro. Y tampoco no vaya a creer en él porque ese
no es mi papá. Y así mismo va a llegar como el otro.
Bueno, de verdad como a esa hora venía el hombre que llegó y
saludó:
–¿Usted para dónde va?
–Yo voy aquí detrás del hombre que pasó por aquí.
–Ese era yo, que ya estuve allá y me vine.
Bueno entonces la mujer le creyó, bueno y ahora ahí mismo diz-
que le pidió que le diera a él.
Bueno, y le dio. Bueno cuando ya acabó que dijo que él no sabía
que si iba por ahí por ese camino… puede ser que lo encuentre por
allá; ya, porque no era él. Entonces más para allá quedaron locos los
muchachos y preguntaba ella y nada, hablaba [y] nada.

. Puede ser cualquier monstruo, o ser temible, de los que se


relacionan con los jaibanás. (Nota del original).
. Dar: acceder sexualmente. (Nota del original).
Bueno, ya por la tarde dizque hablaron.
–Ay mamá, nosotros casi nos enloquecimos. Si vamos a quedar
locos de esa hedentina, entonces usted se pierde, ese animal era co-
madreja, nube de polvo.
Cuando ese día le dijeron otra vez:
–No vaya a hacer eso más porque si nosotros nos enloquecemos
entonces usted va a coger mal camino.
Entonces cuando llegaron adonde se dividían dos caminos, enton-
ces ellos le decían:
–Por aquí es, por este camino.
Entonces decían:
–Si eso vuelve a pasar nosotros no vamos a dar con el camino –di-
jeron.
–Muy bien hijos –dijo ella.
Iban caminando y más allá dizque encontraron otro hombre que
venía; ese era el zorro, habló también, también lo mismo dijo. Pre-

guntó la mujer:
–¿Usted, no lo ha visto por aquí pasar un hombre?
–No, es que yo sí anduve allá, es que yo pasé anteayer y volví por
I  Literatura embera katío

aquí hoy.
Entonces la mujer le creyó.
–¿Verdad? ¿Usted era?
–Sí, yo era.
Así estuvieron hablando, estuvieron hablando, hasta que él le pi-
dió que le diera a él.
Bueno, le dio. Ya vivió; estuvieron comiendo, estuvieron comien-
do. Cuando después salió de eso se fue él por su camino.
Bueno, ahora sí. Cuando ya llegaron allá, adonde comparten dos
caminos, ella preguntó a los muchachos, pero ya quedaron locos y no
hablaron.
Entonces cogió por otro camino. El otro quedaba por el otro lado.
Y se fueron yendo, se fueron yendo más para allá. Ya se quedaron
locos, no dijeron más.

. En el Chocó, como en muchas regiones, el acto sexual


es nombrado como comer. (Nota del original).
Bueno, llegaron a donde estaba una casa. Estaba una chola vieja
ahí en la casa.
–Ay mija, ¿de dónde viene usted?
–Vengo de tal parte.
Bueno, entonces después de que le dio de comer, le dijo:
–¡Hombre! Vea muchacha: usted ahora se va para el tabanco por-
que ahora más tarde vienen mis hijos, y mis hijos son malos. Puede
que se la traguen a usted, porque ellos son malos; pero yo sí la voy a
esconder.
–Bueno, está bien.
Entonces se escondió allá en el tabanco, llegó allá, entró allá y tenía
una batea grande. Y la tapó ahí debajo de esa batea, dizque quedó ahí
y la vieja le dijo que no hiciera bulla. Bueno, se quedó allá ahí, como
ya había comido.
Cuando en eso dizque ya por la tarde venían llegando los hijos,
venían llegando, venían llegando, venían llegando, venían llegando;
llegaron dos. 
Bueno, entonces la mamá les sirvió la comida, bueno, comieron.
Al rato, ella allá arriba estaba, tirando vista a uno que se parecía a

3. Más historias sobre los orígenes


su mismo hermano.
–Carajo, ese va a ser mi hermano –pensó ella–. Él es.
Y ya como los niños de la barriga no hablaban, no sabía.
Entonces dizque estaba ahí derechito, debajo de donde estaba ella,
debajo estaba él, sentado. Ese era el quícharo. Entonces que lo escupió
ahí. Entonces ahí cuando miró cayó encima de la mano lo que le escu-
pió, entonces lo lamió.
–Ay hombre, mi mamá que es lo que tiene guardado allá en el
tabanco, que tiene una comida por ahí.
–¡Qué va! Yo no tengo, ¿yo dónde voy a conseguir esa comida?
–¿Y esta qué agua es, que huele a comida? Está chorreando allá;
ahí está la comida.

. En las tierras bajas del occidente se conoce a los indígenas


como cholos. Los indios al hablar español se refieren a sí
mismos de esta manera. (Nota del original).
. Es el cielo raso del tambo, se usa como depósito. (Nota del original).
. Canoa de madera para fermentar bebidas. (Nota del original).
Y ahí mismo que se treparon. Todos los hijos de la vieja que eran
tigre, león, tigrillo, el quícharo, todos esos animales. Entonces llegaron
y cuando destaparon eso, ahí estaba ella. Ahí mismo se le echaron y
crau, crau, crau, crau, crau… Bueno, la mataron y se la comieron. Y ya
se la estaban comiendo toda, entonces dijo la vieja:
–¡Ey, hijos! Déjenme los chiquitos que tiene en la barriga, no se
los vayan a comer, déjenmelos, yo los voy a criar, están bonitos. O
déjenmelos para yo comer, porque esos sí que están blanditos.
–Bueno, está bien mamá.
Entonces no se comieron a los niños, quedaron. Esa vieja era el
sapo. Entonces la vieja los lavó, los aseó bien; entonces los envolvió
con un trapo seco y los echó a una olla de barro que estaba grande, los
echó adentro y los tapó.
–Bueno, ¿y usted por qué no se los va a comer?
–No, no voy a comer. No voy a comer, estoy llena. Mañana cuan-
do me dé hambre voy a comérmelos.

Bueno, dejó ahí. Y los hijos como no paraban en la casa se fueron,
bueno, después al otro día dizque fue a ver, pensó: «¿Cómo estarán,
no se habrán muerto?».
I  Literatura embera katío

Cuando destapó y se asomó, estaban dos niñitos boniticos, ya es-


taban riendo, sonreían y ahora sí la vieja los acarició.
–Ay, mijos. A estos no los voy a comer, no: los voy a criar.
Bueno, los tapó otra vez. Al otro día destapó a ver y estaban ya
más grandes, ya se sentaban. Bueno, está bueno. Y ahora sí. Y al otro
día fue a ver; ya estaban grandes, ya gateando. La vieja se dijo: «Yo los
voy a llevar para allá».
Y los llevó, y los tenía ahí en la casa, cuando llegaron los hijos:
–¿Y esos quiénes son?
–Estos son los que ustedes me dejaron para que yo comiera. Estos
ya son muchachos bonitos; ¿para qué vamos a comerlos? Yo voy a
criar mis hijos.
–Ah sí, mamá. Está bueno, críeselos no más. Nosotros ya no hace-
mos caso a ellos –y hasta los acariciaban todos ellos.
Bueno, ahí la vieja los estuvo criando, los estuvo criando, los estu-
vo criando, los estuvo criando hasta que los crió. Ya cuando estaban
más grandecitos, ya más sabiditos, dizque se pusieron a hacer flecha.
Se pusieron a labrar y el arco también. Bueno, ya entonces se iban
ellos a matar los pajaritos y mataban. Fueron labrando más grande las
flechas. Entonces mataban lo que topaban; paletón, perdiz, pava, de
todo animal. Y con eso comían, la vieja también comía eso.
Y así estaba, así anduvieron, ya estaban jóvenes y se dijeron:
–Oiga, hermanito, vamos a rozar maíz para comer envuelto.
–Bueno, vamos pues.
–Vea, mamá. Nosotros queremos rozar un maíz.
–Bueno, mijo. Está bien, rocen pues.
Lo rozaron, en un rato nomás rozaron. Ya dejaron rozado y an-
daban monteando ellos y mataban pájaros, venado, ñeque, lo que en-
contraban. Y así un día se fueron, se fueron lejitos, cuando al poquito
oyeron roncando el pavón.
–Ese es pavón, oiga, pavón vamos a matar.
Se fueron. Fueron llegando, entonces estaba ahí el pavón, estaba
sentado en la rama de un palo. Y ahí entonces apuntó el mayor ya para
tirarlo, entonces dizque decía el menor: 
–Hermano, no lo tire todavía. No lo tire, cuidado, no vaya a ser
gente.

3. Más historias sobre los orígenes


–¡Qué gente va a ser!
Cuando ya al momento de tirarlo habló el pavón:
–Hijo, no me tire. Yo soy su papá.
Entonces el pavón bajó, entonces bajó y se sentó ahí en un palo.
¡Un hombre! Estaba untado todavía la cara de jagua, la seña.
–Vea esta es la seña que su mamá me puso, por esa pena no fui más
para allá. Pero ya como estamos acá, ustedes son mis hijos. Vean hi-
jos, ahora se va a inundar el agua. Siembren la semilla de la palma de
don pedrito, dos junticas; cuando ya estén grandecitas así, amárrenlas
con una vara para que se puedan sentar. Entonces vaya busquen allá
donde la vieja dice que están los animales que se comieron a su mamá.
Un au, ese no es, ahí es que están los restos de su mamá. Búsquenlos
ahí, y busquen el hueso del brazo del lado derecho y hagan una flauta

. Trabajar la madera, tallar objetos o hacer canoas. (Nota del original).


. Tumbar monte para sembrar. (Nota del original).
. Monstruo que habita en el monte. (Nota del original).
y entonces cuando las palmas estén grandecitas tantéenlas a ver si
aguantan, siéntese ahí y toquen esa flauta. Cuando ustedes van tocan-
do, entonces sube, sube creciendo y en eso va a venir el agua. Vean
hijos, ¿esa vieja que está en la casa les dice hijos a ustedes?
–Sí, esa es la mamá de nosotros.
–Esa no es su mamá. A su mamá se la comieron los hijos de ella.
El quícharo, león, tigre, tigrillos: ellos fueron [los] que se la comieron.
La roza que ustedes dejaron ya se la comió el sapo. Esa vieja es sapo,
esa no es su mamá.
Se fueron a ver. Cuando llegaron a la casa ahí estaba la vieja.
–¿Dónde estaban ustedes, hijos?
–¿Nosotros?, por ahí caminando.
–¡Eh, hijos, no caminen así nomás!
–¿Cómo estará, mamá, la roza de nosotros?
–Hombre, yo no sé, como yo no he estado allá. No sé si está [el]
choclo o todavía no.

–¿Usted no estuvo allá? ¡Usted estuvo allá!
Se fueron a ver. Cuando fueron a ver todo el maíz [estaba] en el
suelo, ya tumbado, comido todo por ella. Cuando salieron de allá,
I  Literatura embera katío

dijeron:
–Bueno, mamá. ¿Usted se comió nuestro maíz?
–¿Por qué no nos guardó siquiera un bollo? ¿Un envuelto por ahí?
–¿Qué? No, hijos. Yo no he ido para allá.
–Bueno, ¿quién fue el que [se] lo comió? ¡Usted fue!
–No fui yo… yo no fui.
–Bueno, ¡vamos a abrirle la boca!
Y la agarraron y le abrieron la boca… ahí tenía el afrecho.
–Vea, ¿este no es afrecho de maíz choclo? Entonces se lo comió,
¿no?
Y ¡paaaa! ¡Carajo! ¡Le abrió la boca así!
–¡Volvete sapo!
La tiraron al agua y ahí brincó como sapo, se volvió sapo.
Bueno ya tenían, pues; les dio pues el papá, les dio el poder. Así de
que entonces se fueron para allá, adonde ellos sembraron las palmas
de don pedrito.
–Bueno, ahora sí. Vamos a montarnos, vamos a anegar este mundo.
Y se montaron ellos en esas don pedrito. Y ahora sí se pusieron a
tocar esa flauta ueeooo, ueeooo, ueeooo… Cuando, al poquito, dizque
venía roncando el agua. ¡Tauuuuuu!
¡Ajo! ¡La mar! Y viene ese para encima y ahora sí, fue anegan-
do, fue anegando, fue anegando, fue anegando, cuando ya venía cerca
así… entonces tocaban, e iba subiendo la palma, iba para encima.
Ahí quedaba tranquilo. Y entonces viene subiendo el agua, viene
subiendo el agua para encima. Y había veces cuando subía alto, bas-
tante; venía la noche. Ya por la noche oscura no daba cuenta pues,
para mirarlo para abajo. No podían.
Ahí entonces cargaron las palmas de frutas, la palma de don pe-
drito, carga como palma de trupa.
Se ponían a tocar; entonces subía alto. Hasta que llegaron allá al
cielo. A la altura del cogollo. Bueno, ahora sí.
–Hasta ahí no más –dizque dijeron–. Como mi papá dijo, así: has-
ta ahí nomás.
Bueno, se paró.
–Bájenos ahora sí. Ya queremos bajar a la tierra. 
Y así fue bajando poco a poco también. Y ahí estaba otra guadua
larga, por eso la guadua crece así larga. Ahí estaba encaramada una

3. Más historias sobre los orígenes


iguana y la iguana dizque decía:
–Baja, baja, baja.
Por eso quedo así pintada como los nudos de guadua. Así quedó.
Así cuentan los viejos. Bueno, ya después se secó. Pura playa, pero
estaba pegajoso. No podían dormir bien, no podían tener los dedos
así juntos. Tiene que estar así: cada ratico tiene que estar abriendo,
abriendo los dedos. Y los ojos también abriendo. No dejaba pegar. Así
no. Quedaba pegado. Así estaba.
Bueno, ese cuento hasta ahí no más.
(Dogiramá y Pardo, 1984: 35-51)
Dabeiba
Dabeiba era una indígena joven, de gran hermosura, que vivió un
tiempo acompañando a los primeros catíos, enseñándoles toda clase
de oficios y trabajos útiles para la vida y propios para el esparcimiento.
Dabeiba enseñaba por medio del ejemplo; era muy prudente y bon-
dadosa y fue muy respetada por todos los indígenas de su época. Ella
había bajado del cielo de Caragabí.
Las bellas manos de Dabeiba tejían primorosas canastas, esteras y
chinas o sopladores para avivar el fuego. Trabajaba trenzando la iraca
y así les enseñó a los catíos el oficio de la cestería.
También les enseñó a hacer más pulida la cerámica y a mejorar en
todo sentido las labores de la alfarería.
Ella les dio a conocer a los antepasados los tintes que se deben
usar para pintar el cuerpo: la fruta del árbol de la jagua o chiparrá,
debidamente preparada, que produce un jugo negro casi indeleble, y
el achiote y la guija o canyi, que dan una fuerte tintura roja.

Igualmente de Dabeiba aprendieron a usar como perfume el olor
de la planta de anamú.
Para embellecer y proteger los dientes, Dabeiba les enseñó a usar
I  Literatura embera katío

el huito o chidai, o quidía, o curadientes, que es una pequeña planta con


la cual se ennegrecen como si hubieran sido cubiertos de un brillante
y fino esmalte negro.
Les instruyó en la agricultura, en el cuidado del hogar, de los hi-
jos y de los animales domésticos. Les indicó cómo construir las casas
levantándolas sobre pilotes.
Cuando las gentes aprendieron sus artes, Dabeiba debió regresar
al cielo porque Caragabí la reclamaba.
. Como personaje muy central de la mitología catía, Dabeiba ha sido descrita y
estudiada por numerosos cronistas, investigadores, misioneros y viajeros. Un
factor adicional que ha movido a su estudio es la existencia de una leyenda,
más blanca que catía, sobre un fabuloso templo indígena dedicado a la posible
diosa, o semidiosa, donde estaría oculto el legendario Tesoro de Dabeiba,
buscado entre otros por Vasco Núñez de Balboa. Algunos de los autores se
refieren a ella como Dobaibe, Dobaiba, Dabaibe, Dahaibe y Dabayba. Fuera de
los informantes nativos y del padre Pinto, ya mencionado, tuvimos en cuenta
para presentar el relato de Dabeiba al presbítero Ernesto Hernández, a la
madre María de Betania, a la madre Evangelina de Cristo, al doctor Manuel
Uribe Ángel, a Trimborn von Hermann, a Rosa Scolnik, a Mariano lzquierdo
y a nuestro maestro, el doctor Graciliano Arcila Vélez. (Nota del original).
Una mañana, sin dar aviso a nadie, subió a lo más alto del cerro
León y desde allí fue subiendo hacia el cielo de su padre.
A pesar de haberse ido tan temprano, muchos indígenas pudieron
ver cómo se perdía entre las nubes. Desde entonces la recuerdan con
mucho cariño.
Desde el cielo es ella quien ordena las lluvias, el granizo, el rayo, el
trueno, el fuego, los huracanes, las borrascas, los temblores de tierra
y los terremotos.
Cuando manda la tempestad o el terremoto es porque está enojada
con los catíos porque no la recuerdan.
Cuando manda la lluvia solo pretende servir a los indígenas y ha-
cer que la recuerden. Ella sigue siendo buena con los catíos como lo
fue mientras vivió con ellos, pero hace muchos años se enojó porque
la habían olvidado e hizo secar todos los ríos y las fuentes y se arruina-
ron las cosechas y muchos hombres murieron de hambre y sed.
(Vélez, 1990 [1982]: 116)


3. Más historias sobre los orígenes


El cielo de Caragabí
Caragabí vive en su maravillosa mansión de Ntre, encima de
nuestro mundo, en compañía de otros dioses y parientes suyos.
Desde Ntre, Caragabí puede ver y oír todo cuanto ocurre en nues-
tra tierra, que es su mundo.
En una época remota los catíos iban al cielo como a su propia casa.
Podían subir a conversar con Caragabí cada vez que querían, y desde
la tierra veían todo lo que ocurría en esa morada de su dios y escucha-
ban los cánticos y la música que se entonaba en las alturas, en Ntre.
Cuando los catíos podían ir al cielo, lo hacían subiendo y bajan-
do por una especie de escalera formada por dos tallos entrelazados
de una enredadera bellísima, llena de brotes, de capullos y de flores

. En lo sustancial este relato es producto de integración de textos


dispersos en la obra del padre Severino, de la madre María de Betania,
conjuntamente con la versión escuchada a Delia Rosa Domicó, indígena
de Purembará, quien curiosamente afirma haber aprendido el relato
de labios de misioneras católicas, lo que explicaría posiblemente sus
relaciones con la tradición bíblica de la Torre de Babel, puestas de
manifiesto en la parte final, principalmente. (Nota del original).
azules y rosadas. Toda la escalera era transparente y brillante como
el cristal y sus flancos, para que los indios se apoyaran, eran de metal
bruñido.
Caragabí tenía prohibido a los indígenas tocar las flores de la her-
mosa planta.
Cierto día una indígena subía hacia el cielo llevando a las espaldas,
según la costumbre, a su pequeño hijo para que conociera el cielo de
su padre Caragabí. En un descuido de la madre, que no era una mujer
virtuosa, el niñito tomó en sus manos una flor y la arrancó.
En el mismo instante se rompió para siempre la escalera vegetal,
quedando tan solo la piedra sobre la cual se apuntalaba. Los indígenas
que estaban en la parte superior pudieron seguir hasta el cielo y allí se
quedaron. En cambio, quienes estaban en la parte de abajo cayeron a
tierra con los tallos, y ¡adiós cielo!
Es posible que Caragabí haya subido aún más el cielo para que en
adelante los catíos no se dieran cuenta de lo que allí ocurría, ni escu-

charan los cánticos celestes.
Pero también es posible que el cielo, aunque lo veamos muy alto,
muy arriba, no esté tan lejos de nosotros. Parece que por algunas fal-
I  Literatura embera katío

tas cometidas por los catíos, Caragabí les echó agua de coco en sus
cabezas para que envejecieran y pasó con sus manos una especie de
velo sobre los ojos de los hombres, como sobándoselos para que no
pudieran ver el cielo o lo vieran más alto.
Además, hay quienes dicen que al cielo se subía por una escalera
construida por un indio de la aristocracia de los Domicó, pero otros
afirman que la construcción de la escalera fue un mero intento que
hicieron para llegar hasta el cielo, atraídos por los cantos que escucha-
ban. Caragabí se opuso, derribó la escalera y subió más el cielo para
que no se oyera la música celestial.
(Vélez, 1990 [1982]: 47-48)

Jinu Poto
Este es un cuento que a mi entender lo saben todos los cholos. Lo
contaba mi papá. Nosotros, que éramos muy pocos, nos sentábamos

. Narrador: Pascasio Chamorro. Lugar: Río Catrú. Fecha: agosto de 1973.


por las tardes, después del trabajo, a su lado a oír historias. Un día nos
contó la de Jinú Potó. Yo, como era el más preguntón, le pedí varias
veces que me la repitiera, hasta que por fin me la aprendí.
Resulta que una mujer quedó encinta, pero en lugar de ser en el
vientre fue en la pantorrilla. Al parir se murió. Los tíos recogieron al
niño y le fueron dando cositas; lo alimentaban el uno y el otro hasta
que fueron criando al muchacho.
El cholito, cuando ya sabía hablar, preguntaba siempre a los tíos,
tías y a los otros familiares y también a otras personas acerca de cómo
había muerto la mamá. Ellos respondían diciendo que no sabían.
Él seguía creciendo y creciendo, y siempre con la misma pregun-
tadera, a pesar de que ya tenía como unos doce años.
Por esa época ya había cogido unos vicios muy desagradables, por
ejemplo: cuando una mujer estaba dando a luz, él se metía debajo de
la cama y se tomaba la sangre que escurría por entre las rendijas del
piso. En otras ocasiones, cuando alguien se cortaba, él se pegaba a la
herida a chupar sangre. 
Por todas estas cosas y como continuaba con su preguntadera, los
cholos le fueron cogiendo fastidio, hasta el punto de decidir acabar

3. Más historias sobre los orígenes


con él.
Entre los cholos existe la creencia de que el pescado grande es
bravo, y como sabían que en un gran charco que había río arriba se
encontraban algunos, le dijeron a Jinú Potó que a la mamá se la había
tragado uno de esos pescados. Esto lo hacían para que el muchacho se
fuera a pelear con ellos y se lo comieran.
Él se burló de ellos diciendo que lo que pasaba era que tenían
miedo, y comenzó a prepararse: hizo una balsa de troncos y cogió
su tambora, una flauta, el cuchillo y sus fósforos, y le dijo a la
gente:
–¡Pónganle cuidado! Si yo dentro de cuatro días no he salido, fue
porque el pescado me mató. Pero si dentro de cuatro días sale humo
de en medio del río, es porque me estoy comiendo las asaduras del
pescado.
Pues se fue, y la gente empezó a curiosear a ver qué podía pasar.
Él, con la flauta y con la tambora, empezó a hacer bulla. Al ratico
se formó un remolino y el pescado furioso se lo tragó.
La gente empezó a poner cuidado y como a medio día del cuarto
día comenzaron a ver el humo en medio del charco. Todos comenta-
ban que a la porquería esa no la habían matado.
Como a los cinco días salió Jinú Potó, en medio del charco, bra-
ceando, y a los seis días flotó el pescado todo soplado.
Entonces le preguntaron cómo le había ido, y él les dijo:
–Hay por todo cuatro pescados de esos. Yo maté dos y dejé los
otros dos para que no se acaben.
La gente continuaba muy aburrida pensando en cómo matarlo, y
él con las mismas vainas y con la misma preguntadera sobre la manera
en que había muerto la mamá.
Un día le respondieron diciéndole que se la había tragado la Luna.
Él les contestó:
–¡Húuu! ¿Eso fue? Yo llegaré allá a la Luna.
Ellos decían que ojalá se matara.
Cogió una guadua y comenzó a golpearla diciendo:
–Guarí… guarí… guarí… –que quiere decir «crezca».

Y la golpeaba con un palito hasta que la guadua se fue alargando y
llegó casi a tocar la Luna. El tipo se fue encaramando por ahí, porque
era un hombre que le daba a todo, a todo se le metía. De pronto llegó
I  Literatura embera katío

un pájaro carpintero y le fue dando picotazos a la guadua cuando él ya


casi iba llegando a la Luna.
Los cholos dicen que la Luna es una lata, y Jinú Potó ya iba a
arrancarla, pero resulta que cuando él estiró la mano se cayó, porque
el carpintero le trozó la guadua.
Desde ahí se dice que la sombra que uno ve en la Luna es la huella
del arañazo que Jinú Potó le dejó.
¿Qué hizo el tipo? Pues cavó tan rápido que no quedó nada de él
encima de la tierra, sino que de una vez pasó y paró en otro punto,
debajo de la tierra, donde hay otros habitantes que no tienen ano, lo
tienen cerrado, pero también son cholos.
Él llegó allá. Primero se preocupó y se preguntaba cómo podría
salir de allí, pero al fin resolvió quedarse, pues estaba aburrido de todo
lo que le pasaba donde vivía antes.
Cuando llegó allá él se dio cuenta [de] que esa gente lo hacía todo
de noche, cocinaban y cazaban, [y] en cambio dormían durante el día;
al contrario de lo que él hacía, que era dormir de noche y andar por
ahí de día.
Ellos traían siempre mucha comida, y la forma de alimentarse era
oliendo lo que preparaban. Él les preguntaba sobre eso, y le respon-
dían que esa era su manera de comer porque no hacían del cuerpo.
Les comenzó a hacer la operación: a medida que los rajaba lo que les
salía era arena. Jinú Potó les hacía comentarios diciéndoles que ellos
lo único que comían era arena. En cambio él echaba duro con todo lo
que podía: chontaduro, plátano, misiraca, maíz y carne, porque ellos
iban mucho de cacería.
Él empezó con su «lambidez» allá y cogió mujer y todo. Un día
una chola contó:
–¡Uhhhh! Mañana vienen un poco de cangrejos, de esos que hay
en el monte, de los amarillos.
Jinú Potó se burló de ellos diciéndoles que eran cobardes por te-
nerle miedo a los cangrejos.
Mientras que la gente estaba toda asustada por la llegada de los
cangrejos, él se armó con su garrote. Venían por manadas, en fila: se
fueron subiendo por las escaleras y uno de ellos, el primero, picó a 
un cholo y el cholo cayó muerto. Al ver esto empezó a garrotearlos
hasta que los acabó. Luego les mandó preparar los cangrejos y se

3. Más historias sobre los orígenes


los comía.
Los cholos esos quedaron muy contentos y no sabían qué hacer.
Le brindaban mujeres y todo. Así paró él ahí un poco de tiempo.
Otro día le dijeron que iban a venir un poco de murciélagos, y que
ellos tenían miedo porque se los iban a comer. También acabó con los
murciélagos.
Al final la gente terminó por aburrirse con él.
Los que estaban aquí encima decían que al fin se había muerto,
que al fin se había perdido y estaban muy contentos.
Un día, después de haber pasado mucho tiempo, tanto que ya na-
die se acordaba de él, regresó donde su familia. Al llegar donde sus
tíos y primos les preguntaba que si habían creído que él estaba muer-
to, y que lo que ellos habían hecho era maldecirlo y que él sí había
estado muy contento porque allá había mujeres muy bonitas y mucha
más comida que la que ellos tenían.
Continuó con la preguntadera acerca de la muerte de la mamá.
Le dijeron que se la habían tragado las culebras. Entonces empezó
a hacer una trompa y se fue para el monte. Limpió un pedazo muy
bien para que quedara como patio, se sentó en un palo y comenzó a
tocar la trompa llamando a las culebras y fueron llegando. Aparecie-
ron de todas las clases. Las fue matando, pero él tenía el sistema de
no acabarlas todas: dejaba siempre una pareja de cada clase. Venían
verrugosas y las mataba a todas y dejaba solo dos. Llegaron dormilo-
nas, y las mató a todas, dejó un par. Las trajo y se las mostró al tío,
diciéndole que no había dejado sino un par de cada una. No quiso
acabarlas a todas.
La gente seguía aburrida con Jinú Potó. Vivía siempre, de donde
un tío para donde el otro, sin dejar de preguntar:
–¡Hombre!, ¿qué pasó? ¿Qué le sucedió a mi mamá?... ¡cuénten-
me! ¿Por qué no me dicen la verdad? ¿Quién la mató?
En esa oportunidad le dijeron que a la mamá se la había comido
un caimán. Él se burló de ellos diciendo que era lo de menos. Hizo un
poco de arpones y se iba a la orilla de los ríos, tiraba una piedra para
que se acercaran y ahí mismo los iba arponeando.

La gente estaba ya muy desesperada con el tipo ese, porque cada
vez que le nombraban un animal los mataba a todos dejando solo una
pareja y continuaba con la preguntadera.
I  Literatura embera katío

Le dijeron que se la había tragado un pescado distinto del ante-


rior, [uno] que estaba por ahí, en otro charco.
Él hizo lo mismo que la primera vez: fabricó su balsa, cogió su
tambora y se fue diciéndoles:
–Primero sale el pescado y por la boca luego saldré yo. Ustedes
verán cómo mato al bicho ese.
Todos deseaban que se lo tragara. Le preguntaron cómo hacía
para matarlos y les contestó:
–Noooooo, eso es facilito: yo llego allá; el pescado no vive con la
cara para afuera sino con la cara para adentro; yo me meto ahí, apre-
tadito, le hago cosquillas y él se mueve, yo aprovecho y me meto.
Lo agarro por las agallas y lo mato. Si hay cuatro, dejo dos para cría.
Como a los cinco días apareció un pescado de esos grandísimos y
por la boca salió Jinú Potó.
La gente seguía maldiciendo. Él no trabajaba, y siempre con lo
mismo: desde que él viera a una mujer pariendo se metía debajo de la
casa a chupar sangre. Él mataba de todo lo que le dijeran y seguía con
la preguntadera.
Al final la gente le inventó algo para acabar con él: le dijeron que a
la mamá la había matado un palo de guayacán.
Empezó Jinú Potó a labrar el duro tronco del guayacán poco a
poco, poco a poco. Los demás le dijeron que se parara debajo y lo
aguantara cuando fuera a caer, a ver si era capaz, pues era un palo
muy pesado.
Él se preparó. Le echaron encima el guayacán y destriparon a Jinú
Poto; se lo llevó de una vez con el peso.
Cuando se destripó, de ahí fueron saliendo los zancudos, los chin-
ches, las chitras y todas las demás plagas que chupan sangre.
(Urbina, 1978: 405-411)

El origen del ñame


Unos diablos gigantes, Yeadé, se comían a los niños huérfanos de
madre.
Un día un indio hizo una trampa y en ella puso a su propio hijo, 
para que el diablo cayera en el lazo, y así sucedió.
El hombre cuidaba desde lejos y tan pronto como vio que el diablo

3. Más historias sobre los orígenes


estaba preso, lo cogió a golpes con una barra de metal. Antomiá quedó
despedazado y de sus despojos se formaron el ñame actual, los icades,
y todas las plantas parecidas, como la yuca y la batata.
Otros cuentan que solo una vieja conocía el ñame. Esta vieja co-
cinó la planta y llegó a un tambo donde había una muchacha sola y le
dio de comer y le prohibió que contara.
La muchacha sufrió un fuerte vómito, pero no quiso decirle al
papá de qué se trataba. Al día siguiente salió el indígena para su tra-
bajo, pero se quedó escondido, maliciando que alguna persona llegaba
a su casa cuando él no estaba.
Al poco rato llegó la vieja. El hombre, lleno de rabia, entró a su
casa, mató a la anciana y la enterró.
A los cuatro meses brotó de la tumba una mata de ñame. Al hombre

. Dentro de los relatos etiológicos sobre las plantas, son relativamente


abundantes entre los catíos los referentes al ñame. Aquí hemos agrupado
casi idénticamente dos de ellos, tomados en su orden, de la madre María
de Betania y del padre Pinto quien recibió el suyo del señor Benigno Arce,
antiguo Inspector de policía en el Alto Andágueda. (Nota del original).
le pareció bonita y sacó semilla para seguirla cultivando. De allí viene
todo el ñame que ahora se cultiva.
(Vélez, 1990 [1982]: 89)

El origen del jaibanismo


En un principio solo los antomiás, los diablos, eran jaibanás.
Cierto día una diabla se robó dos niños indígenas, niño y niña, y
se los llevó a los montes y allí, vagando de selva en selva, les enseñó a
ser jaibanás, sometiéndolos a una vida muy dura.
La antomiá no enseñaba como hacen ahora, sino que todo se los
enseñaba prácticamente. Por ejemplo, cogía una espina y se la clavaba
a los niños en cualquier parte del cuerpo y enseguida, chupando se
las sacaba.

Cuando iba por el monte y oían cantar un tucán o «diostedé», la
diabla le tiraba un pedacito de madera y con eso lo mataba. Luego lo
asoleaba y se lo daba a los niños para que lo comieran. También les
I  Literatura embera katío

daba a comer cascajo, fingiendo que era maíz tostado. Los niños llora-
ban ante la idea de comerse aquello y entonces la antomiá se iba a los
bohíos indígenas y robaba de las ollas comida para ellos.
Los bohíos que escogía para robar eran aquellos en que vivía una
persona que habría de morir después de tres o cuatro meses.
Desde entonces los indígenas saben cuándo morirá alguno de
los habitantes de un bohío, pues con anticipación se pierde de la olla
[una] porción de carne o de pescado, porque el diablo todavía roba,
dando esto como señal de muerte.

. Dice la madre María de Betania que jaiba-ni significa doctor, médico, y que
la palabra deriva de jai, enfermedad y baná que es a su turno derivación de
capani que significa manada, o de paná, que sería conjunto. El padre Severino
dice que jaibaná se deriva de jai, achaque, daño, reunión o conjunto y que
podría traducirse por conjunto o reunión de achaques o enfermedades.
La doctora Reina Torres de Arauz identifica jaibanismo con chamanismo
y dice que la palabra deriva de iris que significa espíritus, y jaibaná sería
quien puede entrar en convicto con los espíritus. El padre Pinto hace
algunas precisiones que básicamente concuerdan con lo que hemos podido
constatar entre los catíos de distintas regiones. (Nota del original).
La antomiá llevaba a los niños a lo más alto de las peñas y desfila-
deros y los arrojaba desde lo alto, recibiéndoles con sus brazos en el
aire, a fin de hacerles perder toda clase de miedo.
Durante todo este tiempo les soplaba con frecuencia por la cabeza
y las extremidades, para irles infundiendo los poderes propios de los
jaibanás. Una vez les dijo la diabla que ese día vendría su marido, que
se escondieran porque seguramente que él no los querría. Los niños
se escondieron. Al rato vino antomiá a estar con su mujer y por el olor
notó que habla indígenas en las cercanías y ordenó a la diabla que se
deshiciera de ellos. Cuando se fue el diablo, la antomiá pensó matar
a los niños, pero el jovencito ya era jaibaná, por obra y gracia de los
soplos y de las enseñanzas de la diabla.
El nuevo jaibaná soñó que la diabla los enviaría a cortar leña todo
el día para, cuando llegaran cansados al regreso, cocerlos en agua y
comérselos. Fue advertido además de que cuando ellos volvieran con
la leña, la antomiá tendría tres ollas enormes en el fuego y que cuando
estuviesen hirviendo les ordenaría que se asomasen a los bordes para 
ver si efectivamente ya hervían, y entonces los empujaría para que
cayeran en las ollas. Igualmente en el sueño se le advirtió que dijese

3. Más historias sobre los orígenes


a la diabla que mirara ella primero para ellos poder darse cuenta de
cómo habrían de asomarse y que cuando ella estuviera recostada al
caldero, tuvieran valor y la empujaran para que fuera la diabla quien
cayera en la olla.
La última parte del sueño fue que, una vez muerta la antomiá, la
abrieran y le sacaran un perrito blanco que ella había concebido y que
se llamaría Toma.
Este fue el primer sueño del jaibaná.
Todo sucedió tal como el joven jaibaná lo había soñado y después
de que lo hicieron todo, salieron de allí los dos hermanos acompaña-
dos por Toma. Llegaron a una caverna en donde vivían tres hijas de
un rey custodiadas por una culebra de siete cabezas. Llamaron a la
puerta muchas veces, pero las muchachas no querían abrir, advirtién-
dole al joven que él y su hermana serían víctimas de la culebra.
El jaibaná les contó desde afuera su historia y les aseguró que se
enfrentaría a la serpiente. Abrieron y a poco llegó el monstruo, que
era enorme, pero Toma se abalanzó sobre él. Ambos se agigantaron en
la lucha, pero al fin triunfó Toma y dio muerte a su rival.
El joven arregló matrimonio con una de las tres hijas del rey y se
ausentó durante algún tiempo, pero dejó allí a su hermana y a Toma.
Cuando regresó, encontró que su prometida se había casado con otro.
El día de ese matrimonio, el perro, indignado por la burla que se había
hecho a su amo, sacaba de los platos de los desposados las viandas y las
llevaba lejos y las escondía para no dejarlos comer.
La hermanita del joven jaibaná pensó matarle, y con este fin puso
sobre la cama en que él habría de acostarse un huesecito de culebra. Al
recostarse el muchacho el hueso se clavó en la espalda y poco después
murió.
Muerto el jaibaná, el papá de las tres muchachas quiso adueñarse
del perro y lo ató a una cadena muy fuerte. Cuantas veces lo hacía,
Toma se zafaba misteriosamente sin romper la cadena e iba a echarse
sobre la tumba de su amo.
Después de cierto tiempo lo desenterró y lamió todo el cadáver,
chupándolo en el lugar en que se le había clavado el huesito de la cu-

lebra. Al salir la espina el joven resucitó.
Se vengó de su hermana dándole la misma muerte que él había
recibido, pero ella no tuvo quién la resucitara. Tal vez por eso es por
I  Literatura embera katío

lo que pocas mujeres son jaibanás.


El primer jaibaná y su perro Toma no han muerto todavía y aún
siguen andando de monte en monte, pero hay quienes dicen que ese
no fue el primer jaibaná, sino que lo fue un indio de apellido Domicó,
a quien Caragabí enseñó el jaibanismo infundiéndole un sueño mis-
terioso.
(Vélez, 1990 [1982]: 118-119)
4. Otras narrativas

Los bibidigomia
Les voy a contar una historia que se relaciona mucho con la parte
del mito y la creencia. Me gustaría contar un cuento nada más y de ahí
usted relaciona cómo eran los que existían antes de Cristóbal Colón.
Se trata de la pelea de embera-catío con Bibidigomia, que me la contó
Sinforoso en Togoridó, en Dabeiba.
Los indígenas vivían en su casa, con su familia, y se empezaron
a desaparecer los niños. Cuando dejaban a los niños en la casa ya no
los encontraban cuando regresaban, pues comenzaron a perderse y
desaparecieron varios niños en ese momento. Ni los adultos podían
salir solos, ya se perdían tam­bién, salían a pasear y no volvían. En ese
momento llega un jaibaná. Un señor salió y dijo:
–¿Usted cómo salió solito?
–Yo me vine y no me pasó nada, no encontré nada en el camino.
¿Qué está pasando por aquí? 
–Está pasando que se desaparece mucho la familia de nosotros.
–Mañana les voy a decir qué está pasando –dijo el jaibaná.

4. Otras narrativas
Y comenzó a dormirse, y al otro día dijo:
–Para poder saludar al tipo que los está haciendo desaparecer ten-
go que bañarme con caca de nosotros. Ese tipo es una fiera que se
llama Bibidigomia y para poderlo acabar y vencer yo tengo que hacer
eso, y usted me colabora.
Él se fue a cazar… Empezó a buscar un pájaro con la cerbatana, y
la fiera volvió otra vez hablando:
–¿Cómo está, primito?
–Estoy cazando.
–Qué bien, ¿sabe que yo tengo mucha hambre? ¿Por qué no me
mata el pájaro más grandecito que encuentre?
–Sí –dijo el jaibaná, y comenzó a perseguir y mató un pajarito
grande y se lo dio, y la fiera lo desplumó y se lo comió así, crudo.
Después el jaibaná preguntó:
–¿Dónde vives tú?
–Yo vivo detrás de esta cordillera, si quiere vamos a pasear por
allá.
–Listo, vamos.
Se fueron, llegaron donde había unos árboles grandes, y había una
puertecita ahí y entraron. Le dieron vueltas, vueltas, y más arribita
había un tigre, más arribita había un oso, más arribita había un oso
caballo, y en el cuarto piso vivía él con toda su familia; eran bastantes,
como diez personas. Allá había mucho cadáver de indígena. Entonces
el jaibaná preguntó:
–¿Usted dónde consigue esta carne? ¿Dónde caza?
–Una persona cualquiera es carne para mí, pero a usted lo he res-
petado como a un hermano porque lo vi bañado en caca, como noso-
tros.
Entonces el jaibaná regresó y contó todo a su familia:
–El tipo vive así, en un árbol grande, pero para nosotros vencerlo
tenemos que corretearlo y atacarlo, pero con ají.
Entonces consiguieron mucho ají y dijeron:
–Vamos a hacer como un fogoncito en su puerta y lo prendemos
para que él vaya bajando.

Y verdad: prendieron ese fogón y empezaron a caer los pichonci-
tos de Bibidigomia como loquitos, y los mataban. Y mataron ocho y
cogieron dos vivos. El papá vino de último, borracho con ese olor de
I  Literatura embera katío

ají, y lo mataron también. A la señora, a la mamá, también la mataron,


pero la tigra, que estaba embarazada, no quiso bajar, se subió por una
falda y saltó al otro lado y no la pudieron matar. Por eso dice la creen-
cia indígena que el tigre quedó, y si no no habría tigre.
Entonces se llevaron para la casa a los dos niños, los empezaron a
criar. Los dejaban en la casa, y cuando la mamá regresaba veía que le
tocaban la coronita al hijito de ella, entonces los regañaba:
–¿Qué están haciendo ustedes?
Pero ellos se quedaban callados. Un día de esos la mamá se de-
moró más de la cuenta y cuando regresó ya se habían comido al niño.
Entonces ella no dijo nada sino que empezó a calentar agua, a hervir
agua, y cuando los dos pichoncitos se durmieron, les echó el agua
encima y los mató a los dos.
Ahí termina ese cuento.
(Domicó et ál., 2002: 315-317)
El rey gallinazo
Eran unos cholos. Allá abajo había un brujo grande, un jaibaná.
Entonces otra familia estaba viviendo ahí cerca. El jaibaná no gustaba
de esa familia así que comenzó a matarlos. Cuando mató dos, [ellos]
huyeron agua arriba a un lugar retirado, y ahí siguieron muriéndose
esos cholos. Era un tambo grande, se fueron muriendo. Ya tenían de
todo, siembra, casa, de todo. El hijo menor tenía unos dieciocho años;
apenas quedó ese. Él se quedaba llorando solito en el tambo. Cuando
ya se acostumbró iba para el monte y mataba animal, había de todo:
mono, puerco, venado. Botaba las tripas y ahumaba la carne, comía
pues su carne; cuando se le terminaba se iba para el monte.
Un día mató cinco puercos y los trajo para la casa, pero dejó cua-
tro en una playita al otro lado de la casa, se alcanzaba a ver, dejó cuatro
porque estaban flacos y solo subió uno. Al otro día fueron llegando los
gallinazos rey. ¡Cómo llegaban! Él miraba, comían. Así se contentaba
él solito. Y se fue para el monte al otro día y esa vez sí mató más y se
distraía mirando cómo comían los gallinazos rey, los gallinazos blan- 
cos. Y se quedaba sentado en el tambo hasta que terminaba. Cuando
comían pasaban para este lado del agua. Así estaba él cada rato, hasta

4. Otras narrativas
que esos animales ya quedaron mansitos.
Al otro día se fue y ahí sí mató más. Los tiró en la playa y al otro
día ya estaban ahí, ya estaban mansos. Hacia el medio día pasaron para
el lado de la playa grande y él se subió al tambo. Cuando al rato venía
subiendo un hombre joven, un emberá; subió a la casa y entonces
saludó.
–Ay, hombre. A nosotros nos da lástima verlo a usted ahí solito,
tanta comida que usted nos da. Nosotros somos gente. Esas plumas
que tenemos son camisa. Ese pico es como navaja para cortar carne.
Ahí estuvieron charlando. El cholo era bonito, blanco, ojizarco.
–Así como usted nos da de comer a nosotros, le vamos a entregar
un arma, si usted quiere, pero hoy ya no porque ya se terminó la co-
mida, a la otra vuelta.
Y se fue. A lo que se fueron cogió su lanza y ahí sí mató un pocote
de puercos y a todos los cargó para no dejarlos perder. Al otro día

. Jaibaná es el médico-brujo entre los emberá. (Nota del original).


. El jaibaná puede matar enviando los espíritus o jais. (Nota del original).
fueron llegando los gallinazos. Él tenía su carne ahumada. Entonces al
otro día pasaron para la playa y ahí todiquiticos se quitaron la camisa.
Quedó el pocote de gente, había una chola bonita, era hermana del
que le había venido a hablar primero, ella venía a ver si le gustaba el
cholo. Ellos subieron y él estaba comiendo.
–¿Ustedes no quieren comer?
–No hombre, esa comida está cruda –exprimió la carne con los de-
dos y escurrió la sangre–. Está cruda, la de nosotros sí está bien asada.
Guardaron las camisas a un lado y se acostaron a dormir en el
tablado. El cholo por la noche gatió� a la mujer esa y ella no dijo nada.
Bueno, se durmieron.
Amaneció. Al otro día dizque se iban. El hermano de la chola le
dijo:
–Escóndale la camisa a ella para que no se pueda ir.
Pero ella la agarró y se fueron.
Salió y mató más animales y los puso ahí al frente, en donde los sabía

poner. Luego llegaron ellos. Se quitaron las camisas y cortaban la carne
con las navajas y después se subían a la casa a charlar con él. Y él pen-
saba: «¿Cómo hiciera yo para tener a esta gente aquí acompañándome?».
I  Literatura embera katío

Ya por la noche venían a dormir y él se iba a dormir con la mu-


chacha y ya se estaba amañando y hasta cogió barriga la muchacha,
pero ni por eso se quedaba, siempre a todo tiempo se iba. Él la que-
ría, pero ella no se quedaba. Al fin se iba y ahí él se ponía a matar
y siempre que mataba él podía dormir con ella. El hermano le dijo:
–Deje y verá que cuando tenga el parto sí se va a quedar.
Ella se fue a dar a luz a su tierra. Él mataba pero solo llegaban
los hombres. Dizque ya había nacido hombrecito. Cuando ya podía
cargar el hijito se vino ella y se lo trajo.
–Vea a su hijo, acarícielo.
Y él le decía que se quedara.
–No, aquí no me quedo.
–Usted no me quiere.
–Sí lo quiero, pero aquí no me quedo.
Un día la mujer ya estaba aprendiendo a comer carne asada. En-
tonces dizque los hermanos le decían:

. Gatiar es visitar a la muchacha en su lecho por la noche. (Nota del original).


–Usted por qué no se queda, a la otra venida sí nos vamos y le
traemos camisa al hombre para que pueda ir también.
–No, yo no me quiero quedar.
Y se fue.
Otra vez mató sus animales y ya no demoraban. Por la noche ya
sabía cuál era la camisa de ella. La cogió calladito y la escondió. Ama-
neció y ya se iban. El día estaba bonito. Todos se estaban poniendo las
camisas pero ella no la encontraba y lloraba.
–¿No será usted el que la escondió?
–No, yo no sé.
Mientras tanto los otros se fueron y ella no se pudo ir. En esos
días él no fue a matar animales. Un día mató y ahí volvieron los cuña-
dos, pero no trajeron la camisa de ella. Un día [que] él andaba en el
monte ella encontró la camisa. Cuando él llego ya ella la tenía puesta;
él con ganas de echarle mano pero ella se voló y él se quedó llorando.
Llora y llora.
Ahí mismo se puso a matar animal. Bueno, llegaron. Y llegó ella 
también. Y ella le dijo:
–Nos vamos, yo le traje camisa.

4. Otras narrativas
Entonces él se la puso y ya quedó gallinazo.
–Pruebe a ver si puede volar.
Ahí se arrancó, pum, pum, pum, levantó. Estaba balsudito (liviano).
–¡Sí puede! ¡Sí puede volar!
Cuando acabaron de comer, él se encapachó su carnecita asada. Y
se fueron y el hombre sí pudo volar. Le decían:
–Cuando vayamos por el aire no mire para abajo, mire para arriba.
Y la mujer le dijo:
–Cuando vaya volando, vuele juntico a mí. Si se cae yo le echo mano.
Fueron volando hasta un árbol grandísimo, un malambo, ahí se
sentaron en las ramas. Luego de ahí se elevaron y ahí fueron subiendo
dando vueltas, y ella le dijo:
–Por aquí es una corriente, mucho cuidado, no vaya a mirar para
abajo.

. Montear, andar por el monte, ir al monte son sinónimos de cazar. En emberá


cazar se dice mea uai, «ir al monte»: mea (monte), uai (ir). (Nota del original).
. El árbol más alto de la selva chocoana. (Nota del original).
Bueno, pasaron esa corriente y ya estaba como manso cuando lle-
garon a una playa. Ahí se quitaron las camisas. Llevaban una bolsita,
puros gusanos de esos que comen podrido.
–Ese es un arrocito para mi mamá.
Esa era una chola con una sola teta; ella guardaba su arrocito.
Ellos le mostraban:
–Ahí en ese mundo es en donde está su familia. Si quiere nosotros
lo llevamos, pero si lo llevamos usted no vuelve. Su papá, su mamá,
sus hermanos, su tío, todos están ahí.
Estuvo con los gallinazos pero no se amañó por la comida. Ya es-
taba comenzando a comer podrido. Ellos decían:
–Coma, que así está bien asado –agregaban.
–Vaya usted adelante, con eso mata animal para nosotros comer.
Y se fue adelante con la mujer y al otro día se fue para el monte a
matar puerco; mató seis, cogió uno para él y los otros los dejó.
Volvió y le escondió la camisa a la mujer para que no se fuera más.

Cuando se fueron los compañeros ella estaba buscando la camisa
y no la encontraba. Ella echó a quemar la del hombre pero seguía
buscando la de ella.
I  Literatura embera katío

Un día él llegó del monte y ella se estaba poniendo la camisa y ahí


forcejearon hasta que él botó la camisa a la candela y se quemó. Y ahí
sí se quedaron viviendo.
(Dogiramá y Pardo, 1984: 97-103)

El hombre que se casó con una mujer gallinazo


Nosotros creemos que para llegar al cielo había una escalera, toda-
vía se ve la señal en Lloró, la misma agua subía hasta el cielo. Pero un
niño no cumplió el reglamento de Karagabí y por eso se rompió domé,
la escalera. La historia dice que los gallinazos iban y venían del cielo,
porque antiguamente el gallinazo era como una gallina de Dios, como
un ángel mandado por él para limpiar la tierra, para que no estuviera
sucia, jodida, contaminada.
En esa época había un muchacho al que no le gustaba mujer, pero
sí le gustaba mucho cazar saínos. Mataba varios, pero como no se los
alcanzaba a comer botaba uno o dos, hasta que llegaba ese ancosó, el ga-
llinazo, con hambre. Él se sentaba a ver a los gallinazos, que peleaban
por la carne, se iban, se bañaban y volvían a comer. Entonces un día de
esos un gallinazo se acercó y le dijo:
–Oiga, como usted nos ha colaborado tanto, yo quiero brindarle
a mi hermana.
–¿Cómo así?
Yo quiero brindarle una hermana, para que usted viva con ella y
nosotros seguimos viniendo aquí, para que usted nos siga colaboran-
do.
–¿Pero yo qué hago?
–Yo se la voy a señalar y cuando ella se meta al charco, usted le
coge la camisa de plumas, pero para que ella no se le vaya a ir, qué-
mesela.
Entonces hicieron eso, pues cuando la hermana se quitaba la ca-
misa, era una persona, y cuando se la ponía, se convertía en gallinazo.
Pero el hombre no quiso quemar la camisa porque era muy bonita y
resolvió guardarla en el caballete del tambo. Cuando todos los galli-
nazos se fueron, la mujer, ya sin alas y sin plumas, se quedó llorando, 
y el indígena se la llevó a vivir a su casa. A los seis meses ella se subió
al caballete y encontró la camisa, y estaba tratando de volar cuando

4. Otras narrativas
el hombre regresó del trabajo, se la quitó y la escondió otra vez. Un
día ella volvió a encontrar la camisa y se voló. Como ya llevaban tanto
tiempo viviendo juntos, el hombre la quería mucho y se quedó lloran-
do. El cuñado gallinazo le dijo:
–¿Qué le pasó a usted? Como no me obedeció, no puedo hacer
nada más, pero si quiere yo lo llevo al cielo.
El tipo aceptó la propuesta y cuando llegó al cielo vio que allí no
vivía ningún gallinazo, todos eran personas. Su mujer estaba allí, pero
no lo miró. Había también un gallo que miraba mucho hacia arriba.
Después de comer se fue a bañar al río, y el gallo se acercó para pre-
guntarle:
–¿Usted por qué no me dio comidita si yo tenía mucha hambre?
–¿Y yo cómo iba a saber que usted tenía hambre?
–Yo por eso miraba para arriba. Pero, ¿sabe qué? Su papá y su
mamá viven aquí, cerquitica. Si me da desayuno lo llevo mañana.
Los papás del tipo se habían muerto hacía mucho tiempo y él que-
ría verlos, por eso aceptó.
–Y además le voy a mostrar la casa de Dios –agregó el gallo.
Desayunaron y por ahí a las nueve el gallo lo llevó a un sitio bo-
nito, donde había una torre grande, como un tambo indígena donde
estaban viviendo su papá y su mamá. El papá le dijo:
–Usted está muy sanito, pero no demora en venir aquí.
Y fue así, porque ocho días después de bajar a la tierra el hombre
se murió.
(Domicó et ál., 2002: 287-289)

La india embijada
Una indígena, viuda desde hacía mucho tiempo, vivía con su hijo
único. El muchacho era muy trabajador y no les faltaba nada.
Un día estaba el joven pescando en el río cuando vio acercarse un
puerco de agua y al mismo tiempo empezó a oír una voz de mujer que
decía:
–¡Corre! ¡Corre!

El muchacho, muerto de miedo, salió corriendo y se metió en su casa.
Cuando oyó a la mujer cogió un palo y empezó a cavar la tierra
por el sitio por donde le pareció que había salido la voz. Al momento
I  Literatura embera katío

empezaron a salir millares de hormigas y le picaron por todas partes.


Tuvo que salir huyendo para su casa.
Cuando llegó pensó ir a consolarse mirando los grandes cultivos
que tenía, y en los cuales su madre le había ayudado mucho.
Entonces tuvo que volver a pescar y se quedó solo.
Al otro día, sin embargo, volvió a pescar al río, cuando de pronto
vio que salía de la tierra una india muy bonita, toda embijada (pintada
con bija) y lo invitaba a ir a su casa. El muchacho se sorprendió, pero
. Como último relato de este trabajo, incluimos el texto anterior, cuya
temática y forma, resultan notoriamente diferentes y aun extrañas a la
cultura catía. Modificando la forma para suprimir algunos diálogos, lo
hemos tomado de la obra de Fray Javier Montoya Sánchez, quien dice en
su presentación: «Esta leyenda apareció publicada en la Revista Colombiana
de Folklore, nº 2, junio de 1953, y su autor es el doctor Gerardo Reichel-
Dolmatoff, que hizo el estudio de las leyendas chamíes, escudriñando las
regiones de Roldanillo y Riofrío, lugares poblados por ellos. Este de la india
embijada fue extractada del libro El valle íntimo, obra escrita en 1962, en
Cali, por Raúl Silva Holguín». No tuvimos oportunidad de confrontarla
con otras versiones escritas o habladas, pero encontramos en ella rasgos
muy propios de la narrativa de los noanamáes. (Nota del original).
le dijo a la mujer que se acercara más. Ella no se movió y entonces él
se adelantó un poco y trató de abrazarla.
La aparecida le dijo que si se bañaba con agua de flores del monte
ella iría esa noche a su casa.
Cuando el joven regresó al tambo le contó a su madre lo ocurrido
y se bañó con infusión de flores. A la media noche se apareció la indí-
gena. El joven la señaló a su madre, pero ella no vio nada.
La india y el muchacho estuvieron juntos hasta el amanecer. En-
tonces se fue la mujer, pero siguió volviendo todas las noches.
Al poco tiempo el indígena le preguntó que dónde vivía y ella
contestó que muy cerca y que los suyos eran muchos.
Después el joven la invitó a vivir en su casa y ella aceptó. Final-
mente el muchacho le pidió que se dejara ver de su madre y ella le
explicó que si se bañaba con agua de flores del monte también la ma-
dre podría verla. Así se hizo y ya la señora pudo ver a la joven que se
quedó en la casa.
Vivieron mucho tiempo y la india tuvo dos niñitos. 
Cierto día el hombre se fue a un pueblo vecino y allí se enamoró
de otra mujer y se casó con ella. Al volver a su casa, golpeó a su pri-

4. Otras narrativas
mera esposa y la echó diciéndole que ya tenía otra mujer.
La suegra, que se había encariñado con su nuera, trató de defen-
derla y ella la invitó a conocer a su gente. Se fueron juntas y a la
orilla del río la joven le mostró a la suegra los tambos. La mujer se
sorprendió mucho porque ella conocía muy bien el río y nunca había
visto esas casas. Entonces para poder volver hizo una señal en el suelo.
Cuando regresó a su casa el hijo le preguntó que dónde habla es-
tado, y ella le dijo:
–En casa de mi nuera.
El hombre le rogó que le dijera dónde quedaba, porque quería ir
a traerla otra vez. Decía que la amaba y que no podía vivir sin ella.
Entonces se fueron a buscar a la mujer embijada, pero por más
que anduvieron y dieron vueltas no encontraron nada. Solo encontra-
ron la señal que había hecho la madre en el suelo. Ella se la mostró a
su hijo diciéndole:
–Aquí estaba la casa.
Al día siguiente el joven volvió al lugar en que su madre había
hecho la señal, pero tampoco encontró nada. Se sentó en una piedra
y rompió a llorar amargamente. Entonces escuchó la voz de su mujer
que le decía que se fuera, que no la esperara, porque su familia estaba
muy brava y no le perdonaba que la hubiera echado.
(Vélez, 1990 [1982]: 138-139)

La hormiga arriera
Ahora hay mucha hormiga arriera, acabaron con la yuca, con la
fruta del borojó, con la papaya, y se están comiendo las matas de plá-
tano. En la selva hay bastantes hormigas, pero no hacen daño; por-
que ellas se suben a la copa de los árboles más grandes y se demoran
mucho tiempo comiéndose las hojas, hasta un año pueden pasar allí,
por eso no van más lejos. Pero desde que los madereros tumbaron los
árboles de chajeradó las hormigas no encuentran comida en la selva y
andan metidas en los cultivos sin que podamos controlarlas. La arrie-
ra también tiene su historia.

Mi tío Eugenio, hermano de mi papá, me contó que un muchacho
escuchaba a un pájaro que cantaba muy bonito cuando estaba rozando
en la montaña. Un día decidió cazarlo con una cerbatana. Lo buscó
I  Literatura embera katío

por todas partes pero no lo pudo encontrar. Halló en cambio a una


muchacha alta, mona, de cabello largo, que estaba sentada en silencio.
El hombre se fue arrimando hasta que la abrazó.
–¿Qué hace usted aquí? –preguntó el muchacho.
–Yo estoy esperando a un hombre, porque me quiero casar, pero
nunca llega. Apenas llega usted.
Yo la llevo conmigo porque también estoy soltero y en mi casa
apenas somos tres personas: mi papá, mi mamá y mi hermano menor.
–Mi nombre es arriera –aclaró ella– y mi familia, en cambio, es
muy numerosa. El hermano mío es el que se lleva de noche toda su
cosecha de maíz, pero yo lo voy a regañar para que no moleste más.
El embera trabajaba desde el amanecer rozando y sembrando
maíz. Alcanzó a sembrar como treinta hectáreas; por eso cuando llegó
el momento de la cosecha había mucho maíz por recoger. Desde que
llegó a la casa la arriera no dormía en toda la noche, pues salía con su
hermano a coger el maíz sin que su marido se diera cuenta. Regresaba
a las cuatro de la mañana, dormía una hora y a las cinco se levantaba
a hacer el desayuno.
Un día el hombre se decidió a buscar trabajadores que le ayudaran
a recoger la cosecha, pero ella dijo:
–No, no vayan a coger maíz que yo hago eso.
–¿Usted cuando va a poder recoger tanto maíz? –dijo sorprendido
su marido.
Ya casi estoy acabando de coger el maíz con mi hermano.
Fueron a ver el trabajo y en realidad estaban todas las mazorcas
encarradas en un granero, en una troja. Cuando acabaron de recoger
la cosecha, ella le propuso al embera que rozara y que ella sembraría
el plátano con su hermano.
A los seis meses el hombre ya no quería a esa muchacha, le pegaba,
la acusaba de vivir andando, de buscar a otro hombre, hasta que ella
se voló de la casa, estando ya embarazada. Él la siguió, la alcanzó en
un camino y la hizo regresar. Después de nacer la niña, [la madre] se
volvió a escapar dejando la pequeña con el embera. Ella se fue a la casa
de las hormigas, que es puntuda, como si tuviera encima un tambo de
verdad; hasta allí siguió el rastro su marido y llorando empezó a sacar 
tierra, pues ella se había metido por el hueco. Las hormigas empe-
zaron a morderlo pero él siguió excavando y cuando ya estaba a dos

4. Otras narrativas
metros de profundidad una señora gritó:
–¡Yerno, no me dañe el caballete!
Él siguió cavando, pero no la pudo encontrar. La mujer se quedó
en el hormiguero y él se quedó con la niña. Por eso hay una etnia
embera que es mona, de la raza de la hormiga: hasta en mi familia, en
Urrao, hay unos que son monos, monos.
(Domicó et ál., 2002: 284-286).

La culebra birrí
Cuando Dios hizo el mundo, los indios tenían pueblos y sabían
mucho, pero una india joven fue engañada por una culebra birrí y se

. De la madre Laura hemos tomado este relato. La ilustre Fundadora lo


escribió el 4 de mayo de 1919 en una de sus Cartas misionales y dice haberlo
escuchado en Dabeiba, de labios de dos indias a quienes estaba enseñando
la historia del Paraíso Terrenal, ante la cual las aborígenes reaccionaron
diciendo, poco mas o menos, que ellas ya conocían ese episodio de la mujer y
la serpiente y le narraron el que acabamos de transcribir. (Nota del original).
casó con ella al escondido de su papá. Para ocultar a su marido culebra
lo metía debajo de un árbol y le ponía encima toda la leña que traía
para el fogón.
Cuando la leña iba acabándose traía más, hasta que cubría bien a
su marido birrí.
Poco tiempo después, la joven dio a luz a un hijo birrí. Para el naci-
miento vino la birrí suegra con muchos de los suyos a conocer el nieto.
Cuando se marcharon llegó el indio, padre de la muchacha, y notó
que había mucho olor a excrementos de birrí. Se puso entonces a qui-
tar leña y encontró debajo al birrí, su yerno, y al birricito, su nieto.
Entendió lo que había ocurrido y dio una paliza a su hija y mató los
dos birríes, padre e hijo.
Cuando la suegra birrí supo la noticia se vino con todas las cule-
bras de su especie y se llevaron los cadáveres de los suyos. El indio las
persiguió hasta muy lejos, y por eso hoy en día en esas regiones casi
no se encuentran culebras birríes.

Después de un tiempo la birrí suegra resucitó a su hijo, pero no
como birrí sino como soldado español. Lleno de furia, entabló guerra
contra los indios y los echó de sus pueblos para el monte.
I  Literatura embera katío

Entonces los indios se volvieron pobres e ignorantes y no volvie-


ron a hacer pueblos.
(Vélez, 1990 [1982]: 96)

Menebé cuento
En una quebrada había una joven que no le gustaba hablar con
ningún joven, por eso vivía en la cabecera de un río. De vez en cuando
iban jóvenes para donde ella y la gateaban, pero ella no los aceptaba.
Entonces los jóvenes comenzaron a espiarla para saber por qué no le
gustaban los hombres.
Así vivían espiándola. En una de esas, uno de ellos vio que ella co-
gió un machete, se bajó para el patio y se metió por una rastrojera. Él
comenzó a seguirla. Ella llegó hasta donde estaba una mata de iraca,
cortó un manojo y siguió para adelante. Más allá cortó unas hojas, se

. Forma como los emberá se enamoran de una joven. (Nota del original).
. Fibra utilizada en la cestería. (Nota del original).
desnudó y se sentó, luego se puso a tejer tranquila; después de un largo
rato medio se levantó. El joven vio que de la vagina de ella colgaba un
menebé. Ella se puso a ver quién la observaba y se sentó nuevamente.
Así estuvo él viendo hasta que se cansó y, como ya era muy tarde, se
vino para la casa. Él le contó a todos sus compañeros lo que había visto,
entonces los otros iban y confirmaban lo que habían escuchado. Como
se dieron cuenta [de] que vivía haciendo el amor con un menebé, todos
los jóvenes le cogieron odio y no la voltearon a ver más.
Un día de esos ella se fue a una fiesta y los muchachos vieron que
le estaba comenzando el embarazo, por eso entre ellos murmuraron
que estaba embarazada de ese menebé.
Como la vieron así no le hicieron caso, porque los viejos antiguos
eran jodidos. Como la mujer estaba en embarazo se le fue notando el
estómago y estuvo así hasta que dio a luz a una niña. La niña era muy
linda, de color blanco y de ojos zarcos. Ella comenzó a crecer hasta
que entró a la edad de la pubertad. La mamá desde pequeña no la de-
jaba hacer nada ni comer nada caliente. De esto vivían pendientes los 
familiares, pero como la mamá no la mandaba ellos tampoco podían
decirle algo. Cuando la niña era una joven madura se pusieron a hacer

4. Otras narrativas
chicha. Ese día la mamá de la joven se descuidó y se fue para el río;
como no había quién revolviera la chicha, la tía le dijo:
–Usted que está sentada ahí, ¿por qué no revuelve la chicha, que
se va a quemar?
Ella se levantó y se puso a revolver, y al rato gritó:
–¡Ay!
Cuando voltearon a ver se le cayó al suelo el dedo más pequeño.
Gritó nuevamente y así se fueron cayendo todos los dedos. La mamá,
que venía subiendo para la casa, le gritó:
–¿Qué estás haciendo?
Se vino corriendo para la casa y la haló de la manos, pero como
ella había recibido mucho calor, se le fueron cayendo todas las partes
del cuerpo. Así murió la joven, era por eso que la mamá nunca la
mandaba a hacer nada.
(Moya, 1998: 11-12)

. Lombriz de tierra que se desarrolla aproximadamente unos 50 cm de


largo, de color negro claro, muy frágil al calor. (Nota del original).
Baubá cuento
Había un hombre con su mujer los cuales tenían un hijo joven. Al
joven le gustaba ir a pescar, cazar y trabajar en la cabecera del río. En
una de sus subidas para arriba, cuando estaba de regreso en las horas
de la tarde, oyó el ruido de tambora, flauta, gritos de hombres y de
mujeres. Entonces se vino muy despacio. Al terminar la calle vio que
esta estaba llena de emberá. Entonces miró para encima y vio que
estaba un tambo lleno de gente, que comenzaron a decirle:
–Primo, suba a tomar chicha.
Los emberá que estaban en el río se acercaron a la canoa y le hi-
cieron arrastrar su canoa al seco. También vino el dueño del tambo a
invitarlo. Entonces el muchacho sí aceptó y se fue para el tambo. Tan
pronto llegó le dieron guarapo, entonces el dueño del tambo dijo:
–A mi sobrino no le den mucho guarapo porque lo van a emborra-
char; denle carne de pidó asado.
Le dieron y el emberá se puso a comer. En eso se acercó una mu-

chacha que le dijo:
–Yo te quiero, y si usted acepta seré su mujer.
Luego sí se puso a tomar. A eso de la medianoche se emborrachó
I  Literatura embera katío

y se acostó a dormir. En la madrugada fue sintiendo algo; miró, todo


estaba en silencio. Buscó el tambo y no lo vio. Tocó para los lados
y sintió que estaba durmiendo en las ramas de un pichindé, en toda
la mitad del río. En eso se puso a vomitar, lo que vomitaba era puro
chapul. Cuando ya terminó miró para los lados y vio que cerca de él
estaba una rana grande (baubá): era la rana que le había hablado en
la noche. Observó para los lados y el pichindé estaba lleno de ranas.
Cogió una por una y las fue matando y las que no las pudo matar las
tiró al agua. Todas esas ranas eran las que tocaban en la noche flauta y
tambora, por eso cuando viene el verano y las ranas se ponen a cantar
es porque están en fiesta.

. Se conoce como puerco de monte o zaina, cuya especie


hoy día está en extinción. (Nota del original).
. Árbol que se desarrolla a orillas de los ríos, muy fuerte. Sirve de
barrera para que no haya erosión. Es un árbol sagrado para los emberá
debido a que cuando las niñas entran a la pubertad deben abrazar
este árbol para que les dé su fortaleza. (Nota del original).
. Rana grande que habita los pichindé; en verano canta
durante toda la noche. (Nota del original).
Después de esto el joven se bajó, cogió su canoa y se vino para
donde la mamá. Cuando los de la casa lo vieron se contentaron mu-
cho, pues estaban preocupados y no habían dormido. Al subir le pre-
guntaron:
–¿Dónde estabas?
Él se encontraba todavía medio borracho, entonces dijo:
–Mamá, yo me crié aquí pero todavía no había visto esto.
–¿Y qué fue lo que vio?
Él comenzó a contarle todo lo que le sucedió, entonces la mamá
le dijo:
–Yo por eso le decía que siempre sus actividades las tiene que
hacer para arriba, para abajo no hay tierra, y usted no me escuchaba.
(Moya, 1998: 13-15)

Amparrá zeze cuento


En la antigüedad existía un lugar donde no había animales de 
monte como guagua, tatabro, armadillo, venado, ñeque; ni aves como
perdiz, pavón y pava, y el río no tenía pescados. Pero el lugar estaba

4. Otras narrativas
muy poblado de emberá. La mayor parte del tiempo lo dedicaban a
la pesca. Se iban por la mañana y al regreso, en la hora de la tarde,
solo traían de cuatro a cinco pescados los que estaban de buenas. Los
pescados eran muy pequeños, por eso para que alcanzaran para toda
la familia preparaban ca.
En la comunidad había un emberá con su mujer y una hija aún
niña. Estando así, la mujer murió. El hombre quedó solo, pero este te-
nía mamá, papá, hermanos. Como antiguamente toda la familia vivía
en una sola casa, el emberá se incorporó de nuevo a su familia.
Un día el emberá, muy por la madrugada, cogió su anzuelo y
se fue a pescar para arriba. Estuvo pescando y como no mató nada
se regresó para la casa en la hora de la tarde. A su regreso, cuando
ya estaba próximo a llegar, vio en el charco del lado de arriba a un
[señor] emberá sentado en una roca que se encontraba en la mitad
del río. Entonces entre sí dijo: «¿Quién será el que está sentado?». Se

. Plátano verde rallado, cocido con pescado o con cabezas


de animales de monte. (Nota del original).
vino bajando y cuando ya estaba cerca de él, este se sonrió y le habló:
–¿De dónde vienes?
Él contestó:
–Vengo de arriba.
Como le habló de esa forma se paró a ver quién era. El otro siguió:
–¿Qué buscaba arriba?
El emberá dijo:
–Pescado.
–¿Y mató?
Él contestó:
–¡Qué voy a matar si en este río no hay pescado!
Él le dijo:
–Acérquese más, vamos a hablar.
Él se acercó, arrimó la canoa al seco y comenzaron a hablar. Le
preguntó:
–¿Por qué será que no matan pescado?

El emberá le contestó:
–Este río está muy arruinado, el que más mata es de cuatro a cinco
peces y lo comemos en ca.
I  Literatura embera katío

Entonces el señor comenzó a reír y le dijo:


–Si usted quiere le voy a matar pescados, pero con un compro-
miso.
El emberá se puso a pensar y le preguntó:
–¿Cuál es el compromiso?
Antes de contestarle, le dijo:
–Usted tiene una hija, ¿sí o no?
–Yo tengo una hija pero todavía está pequeña, apenas le están co-
menzando a crecer los senos.
–¿Y qué otra cosa tiene?
–Tengo un perro grande.
–Bueno, si usted quiere le voy a matar una cantidad de pescado.
Se va para la casa y a como llegue al puerto y arrime la canoa al seco,
al primero que llegue a recibirlo, sea su hija o el perro, lo viene a dejar
en este lugar mañana.
El emberá se puso a pensar y después le contestó:
–Está bien.
Entonces el otro le dijo:
–Ahora tire su palanca al seco. Lo mismo hace con su anzuelo.
El emberá hizo caso a lo que él ordenaba. Entonces Amparrá zeze
volteó la canoa, se trepó encima y comenzó a brincar. Después de un
rato volteó de nuevo la canoa. Cuando el emberá la vio estaba llena
de sábalos grandes. Él comenzó a tirarlo al seco hasta que quedó un
montón. Luego le preguntó:
–¿Quieres más?
El emberá contestó:
–Usted es el que sabe.
Entonces cogió nuevamente la canoa e hizo la misma operación.
Después de esto el emberá cogió la canoa, comenzó a sacarle el agua
hasta que la dejó seca y luego comenzó a echar los sábalos dentro.
Lo echó todo. ¡La canoa casi que se hundía de lo llena que estaba!
Luego el Amparrá zeze le dijo:
–Nadie debe darse cuenta de lo que estamos haciendo. Si los de-
más compañeros le preguntan les dice que arriba de este río hay un
charco grande donde estuvo pescando. 
Después de todas estas recomendaciones el emberá se vino para
la casa. Cuando arribó al río del tambo los familiares miraron que la

4. Otras narrativas
canoa estaba llena de sábalos grandes. La niña, que estaba en la coci-
na, se levantó cantando y se fue para el río; el perro también se fue,
pero la niña llegó primero al lugar. Luego fueron llegando los otros
familiares. Después de dividirse el trabajo para preparar los pescados
y de comer, la gente le preguntó:
–¿Dónde mató tanto sábalo, sabiendo que este río no tiene pes-
cado?
El emberá contestó:
–Esta mañana me fui a la cabecera de este río, donde encontré
un charco grande y hondo. Allí me puse a pescar. Cada que tiraba el
anzuelo al agua antes de que cayera engarzaba los sábalos.
Los que estaban en la casa creyeron lo que decía. Como era mucha
cantidad de sábalos los ahumaron. Al día siguiente nuevamente las
gentes comenzaron a preguntarle:
–¿Dónde cogió tantos pescados?

. Padre o dueño de los sábalos, para un jaibaná sería el


wantra de los sábalos. (Nota del original).
Él nuevamente les contestó que los había pescado en la cabecera
del río.
Después de que oyeron todo esto, las gentes cogieron sus anzuelos
y sus canoas y se fueron río arriba. En la tarde bajaron vacíos.
Cuando al emberá se le estaban acabando los pescados, se arregló
y antes de salir le dijo a la hija:
–Si usted quiere, vamos.
La niña, que había visto que el papá había matado en días anterio-
res hartos pescados, le dijo:
–Sí.
Cogieron su canoa y se fueron para arriba. Cuando iban llegando
al charco vieron al emberá ese sentado en el mismo lugar: encima de
la roca. Entonces la niña preguntó:
–Papá, ¿quién es ese señor que está sentado allá arriba?
El viejo le dijo:
–Cuando estemos cerca de ahí nos damos cuenta.

Se fueron, se fueron, y saludó:
–¿Cómo está compañero?
–Muy bien.
I  Literatura embera katío

Y siguió:
–¿Hace mucho rato que llegó?
–No, apenas estoy recién llegado.
Luego arrimó la canoa al seco. La niña se quedó en la canoa. Ellos se
fueron al rincón de la playa y comenzaron a hablar. Al rato la niña dijo:
–Papá, vámonos. Usted me trajo a pescar y ¿qué es lo que está
haciendo?
El sol estaba alto. El viejo le contestó:
–Ahora nos vamos hija.
La niña se quedó tranquila. Ellos comenzaron a hablar nuevamen-
te. Al rato la niña le dijo otra vez:
–Papá, afánese que ya casi es mediodía.
Él le dijo:
–Hija, hasta aquí nada más vamos a llegar.
Y nuevamente se pusieron a conversar. Cuando llegó el mediodía
la niña otra vez le dijo:
–Papá, vámonos para la casa.
Él le dijo:
–Ahora nos vamos.
Y así la estuvo engañando hasta que la niña se acercó a donde ellos
estaban hablando. Cuando llegó ellos se quedaron callados.
Cuando ya eran más o menos las cuatro de la tarde, el emberá se
acercó a la canoa, cogió la palanca y el anzuelo y lo colocó en el seco.
El Amparrá zeze cogió la canoa, la volteó y comenzó a brincar encima
de ella. Al voltearla nuevamente la canoa blanqueó de sábalos. El em-
berá y la niña comenzaron a sacarlos para el seco. Luego el Amparrá
zeze le preguntó:
–¿Quiere más?
El emberá le dijo:
–Écheme otro poco.
Entonces volteó nuevamente la canoa y comenzó a brincar encima
de ella y a darle golpecitos. Cuando volteó la canoa esta estaba llena
de sábalos. El emberá cogió la canoa, le sacó el agua y comenzó a echar
los pescados dentro. Cuando terminó empujó la canoa para afuera sin
que la niña tuviese oportunidad de embarcarse. Entonces ella comen- 
zó a gritar:
–¡Ay, papá! ¿Usted me trajo para dejarme acá? ¡No me deje! Usted

4. Otras narrativas
me vivía engañando diciéndome que mataba pescados en la cabecera
de este río. ¡Papá, no me deje! ¡Lléveme! Papá, ¿usted es que no me
quiere, que me está regalando a una persona que no conoce?
Pero el emberá no le hizo caso y siguió para abajo. Cuando estaba
al lado de arriba fingió que estaba llorando:
–¡Ay hija! Cuando yo te llevé esta mañana estabas alentada. ¡Si me
hubiera dado cuenta [de] que iba a suceder esto no te habría llevado!
¡Tu cara está patente todavía! ¿Cuándo te voy a volver a ver? ¡Ay hija,
yo no te olvidaré nunca!
En la casa oyeron los lamentos y se preguntaron entre ellos:
–¿Quién será el que viene llorando?
Cuando miraron para el río vieron al emberá que venía solo llo-
rando, llorando. Las gentes se pusieron pensativas. La abuela, que
estaba pendiente, se fue corriendo para el río y le preguntó:
–¿Qué le pasó?
–¡Ay, mamá! Yo estaba pescando y la niña, que estaba detrás de
mí, desapareció mis­teriosamente. Creo que se la llevó algún animal.
La vieja y el resto de familiares se pusieron a llorar. Él se vino a
la casa y, como fingía que estaba llorando, se quedó tranquilo. Luego
cogieron los sábalos y le sacaron las tripas, hicieron de comer y se
acostaron a dormir.
Mientras todo esto sucedía, el Amparrá zeze, a como el emberá
volteó la calle, cogió a la niña y se tiró al charco. Fueron a salir al
Mundo de Abajo, donde él tenía casa.
El emberá estuvo así, así, y cuando ya se iba acabando el sábalo,
muy por la mañana, se arregló y se fue para arriba. Cuando miró des-
de abajo vio al Amparrá zeze sentado en la misma parte de la roca. Al
llegar cerca lo primero que hizo fue preguntarle por la hija:
–¿Por qué no vino?
Y él contestó:
–Yo me cansé de decirle. Ella lo que hizo fue enojarse conmigo,
después me dijo: «Mi papá me regaló porque no me quería ver más,
¿ahora qué voy a hacer allá? Para qué me va a pensar, sabiendo que yo
me puse a gritar y no fue capaz de ayudarme. Yo a mi papá no lo quiero

ver más».
El viejo pensó en su hija y luego comenzaron a echar cuentos.
Cuando ya era la hora de la tarde el Amparrá zeze le dio el sábalo. El
I  Literatura embera katío

emberá se vino para la casa y llegó en la hora de la tarde, por eso las
gentes creían que verdaderamente él se iba muy arriba. A como llegó
las gentes comenzaron a preguntarle:
–¿Dónde mató tanto sábalo?
Él siempre les contestaba la misma cosa:
–En ese charco que hay en la cabecera de este río.
Cuando los compañeros oían eso se iban bien por la mañana y
en la hora de la tarde llegaban vacíos. El emberá se iba para arriba y
siempre encontraba al Amparrá zeze en la misma parte, comenzaban
a charlar y en la hora de la tarde le mataba el pescado. Así estuvieron
hasta que un día él vio desde abajo que estaban los dos. La hija estaba
sentada en las piernas de Amparrá zeze. Cuando él estaba cerca ella se
tiró al charco. Él se acercó, saludó, y le preguntó al Amparrá:
–¿Por qué se fue mi hija?

. Es uno de los tres mundos. Allí habitan los chaabera, los onamuneara
y los mamás [sic] de los piló; de donde se trajeron todas las variedades
de albahaca, chontaduro, jagua y el quidabe. (Nota del original).
El Amparrá zeze contestó:
–Usted la regaló porque no la quería, por eso ella solo quería que
usted la viera desde lejos.
Luego se pusieron a charlar y cuando llegó la hora de la tarde le
mató pescado y el emberá se regresó para la casa.
Días después el emberá nuevamente fue. En esa oportunidad la
hija se dejó ver: estaba embarazada. El papá, muy contento, la saludó
y comenzaron a hablar, cuando ya llegó la hora de la tarde ella le dijo:
–Papá, con esta vista usted no me volverá a ver más nunca. Cuan-
do yo era niña yo lo quería mucho, ahora no porque usted me regaló a
este animal; porque ese no es gente sino animal.
El Amparrá zeze estaba escuchando toda la conversación de la hija
con el papá. La hija continuó:
–Con esta venida ya no regreso más. Cuando llegue a la casa le da
muchas saludes a mi abuela y a mis familiares y les dice la verdad: que
usted me regaló a un animal a cambio de sábalos. No les oculte más
la verdad. 
Al llegar la tarde, Amparrá zeze le mató una cantidad de peces y el
viejo se despidió de la hija y se regresó para la casa. Cuando él venía

4. Otras narrativas
dando la vuelta, ellos se tiraron al agua y se fueron para donde vivían.
El emberá llegó a la casa y no le contó nada a los familiares.
Después de esa ocasión ya no lo veía como antes. Cuando subía
no lo encontraba y solo salía después de insistirle. Ese día le mataba
pescado y el emberá se regresaba para la casa. Amparrá zeze estuvo así
hasta que no regresó más.
(Moya, 1998: 36-45)

La nutria
Dizque salió un cholo de cabecera, adonde estaba un cholo que
tenía hijos e hijas. Venía él a pasear; y de ahí se iba, entonces buscaba
a las muchachas. Como era cholo entonces él buscó una muchacha.
Bueno, él llegaba a su cama, estuvieron ahí, o sea que vivía pues con
ella. Ya entonces publicó él a la mujer.
Ahí que él se iba para arriba a pescar. Se iba embarcado. Cuando

. Narrador: Ricaurte Dogiramá.


venía traía meras champadas de pescado. De puro guacuco y sabale-
ta, y sábalo y corromá; de todo pescado.
Ay, y ahora sí decía el viejo:
–¡Ajo! Está bueno, mi yerno. Ése sí sabe buscar la vida, ¿verdad?
Bueno, y otro día cuando se acababa esa comida, se iba otra vez
a buscar y también así estuvo, hasta [que] ya tuvo hijos. Entonces
decían pues los cuñados:
–Bueno, ese hombre, ¿cómo mata esos pescados? ¡Tanto pescado!
Y nosotros buscamos y no topamos casi; matamos, pero así no… y
con bastante gente. Y él uno solo, ¿cómo mata así en un rato?
Bueno, entonces ellos dizque se fueron a atisbarlo a él. Entonces
llegó por allá arriba hasta un charco grande, feo, dejó su champa a
un lado, se tiró al agua y se volvió nutria. De ahí sacaba de [a] dos,
de a tres, y echaba al chingo, y volvía y caía y traía lo mismo y echaba
al chingo. Bueno, hasta que ya mató bastante, ahora sí entonces se
saltaba. Cuando ya se saltaba, bueno, se volvía cholo otra vez.

Bueno, ahí supo él que lo estaban atisbando los cuñados y enton-
ces dijo él:
–Ay, carajo. ¡Hey, hombre! ¿Por qué vinieron a atisbar? ¡Yo ya no
I  Literatura embera katío

voy para la casa! Si no fuera… yo les iba a enseñar a pescar también,


a matar pescando así como yo. Y ahí se volvió nutria, se tiró al agua.
Bueno, se acabó.
(Dogiramá y Pardo, 1984: 113-114)

Yoeyoe cuento
En la cabecera de un río vivía un emberá con su mujer. Un día,
muy por la mañana, el emberá se fue a cazar. Como no encontró nada
para cazar, se regresó en las horas de la tarde. A su regreso encontró
al borde del río, en un lugar limpio, un huevo de pavona. Al emberá
se le hizo extraño, por eso comenzó a mirar para arriba y luego dijo:

. A la canoa se le denomina en el español local también como


champa, potro, potrillo, piragua, chingo. (Nota del original).
. Buscar la vida: cazar. (Nota del original).
. Los emberá temen los charcos en los ríos porque allí
viven monstruos. (Nota del original).
. Hembra del pajuil. (Nota del original).
–Tal vez este huevo me sirva, lo voy a llevar.
Así fue. Lo cogió y lo llevó para la casa. Al llegar le dijo a la mujer:
–Encontré un huevo de pavona. Cuando iba para arriba no lo vi. A
mi regreso lo encontré en un lugar limpio y por eso lo traje.
La mujer dijo:
–Lo voy a colocar a una gallina, tal vez saquemos una pavoncita.
Después de cuatro días salió el pollito… ¡Parecía una pavoncita!
Pero no tenía patas y el chillido era el de un pollito. La mujer le dio de
comer plátano cocido y maduro y así comenzó a crecer rápido. Cuando
cumplió una luna el pollo era grande, comenzó a cambiar de aspecto.
¡Se convirtió en una culebra! Pero era una culebra linda. Cuando abría
la boca era rosada como la flor de una badea; el cuerpo era pintado.
Cuando era grande comenzaron a darle po en forma de pelota, así la
serpiente creció muy rápido. Cuando ya estuvo bastante grande se hun-
dió la parte donde permanecía, por ese motivo la colocaron en el suelo.
Cuando ya se encontró en el suelo comenzó a hacer un pozo grande
donde se enterraba y salía cuando tenía hambre, cada tres o cuatro días. 
Alrededor de la casa hizo una laguna grande. También comenzó
a perseguir a las gentes. Los dueños la querían tanto que la llamaron

4. Otras narrativas
Yoeyoe-saque. Cuando querían darle de comer cogían una concha de
balso y comenzaban a gritar: Orré, orré, orré.
Y Yoeyoe-saque, después de un buen rato, venía a salir cerca de
ellos. Como era una culebra se subía para la casa, entonces ellos pre-
paraban el po en forma de bolas y se lo tiraban a la boca. Después de
comer se iba nuevamente para su sitio. Así lo tuvieron por mucho
tiempo.
Esa misma familia tenía un karé (loro) criado, el cual hablaba per-
fectamente el idioma emberá y sabía los nombres de todos los que
vivían en la casa y el lugar. Cuando dejaban la casa sola y alguien
llegaba, este le contaba a los dueños todo lo que había visto.
En uno de esos días la hija menor estaba en un toldillo porque es-
taba jovenciando, [y] los viejos se fueron a coger maíz. Antes de salir,
los viejos les dijeron a sus hijos:
–Cuidado van a llamar al Yoeyoe-saque si no le van a dar nada.

. Jovenciar: llegada a la pubertad, esta etapa es recibida por la sociedad


emberá con una ceremonia especial. (Nota del original).
Después de las recomendaciones se fueron.
Al llegar el mediodía los muchachos ya estaban cansados de jugar,
por eso acordaron llamar al Yoeyoe-saque. Comenzaron a llamarlo,
llama y llama. Al rato la jovencita les dijo a los muchachos:
–¿Ustedes para qué están llamando a ese animal? ¿Le van a dar de
comer? ¿Mi mamá qué les dijo a ustedes?
Para nuestros antepasados, cuando las niñas entraban a la puber-
tad no podían hablar durante ocho días con nadie, porque si [una] lo
hacía quedaba chismosa para toda la vida. Ella estuvo hablando así y
cuando menos pensó vino a salir el Yoeyoe a la casa. Los muchachos
salieron corriendo a esconderse al monte pero ella, como no podía
correr, se quedó quieta y el Yoeyoe se acercó y se la tragó. Después de
esto se fue para la laguna. El karé, que se encontraba observando todo
desde un árbol, se fue volando a avisarle a los dueños, que se encon-
traban cogiendo maíz. Los dueños vieron que el karé venía volando.
El loro se sentó en un árbol cerca de ellos y les dijo:

–Mamá, a nuestra hija se la comió el Yoeyoe-saque.
–¿A quién?
–A nuestra hija.
I  Literatura embera katío

El karé le explicó lo sucedido. Los padres se dieron vuelta, de-


jaron el maíz y se vinieron para la casa. Cuando llegaron vieron que
era verdad lo que les había contado el karé. Como los niños no se
encontraban en la casa comenzaron a llamarlos. Ellos, que estaban
escondidos en el monte, salieron.
–¿Qué más vamos hacer? –dijeron mientras lloraban a la joven.
Entonces pensaron: «Vamos a matarlo».
Por eso comenzaron a llamarlo, pero ese día no salió. Al día si-
guiente, en la hora de la tarde, comenzaron a prender el fogón y den-
tro de la olla echaron piedras. Cuando ya estaba todo listo empezaron
a llamarlo. Al rato vino a salir. A lo que abrió la boca le echaron las
piedras, y como sintió que estaban calientes se enterró nuevamente.
Como a los tres días apareció muerto. Así pudieron matar al Yoeyoe-
saque.
(Moya, 1998: 69-71)
5. Cuento de animales

El ñeque y el tigre
El ñeque andaba por el monte y el tigre lo vio. Entonces le dijo:
–Si usted quiere, sobrino ñeque, cuide mis hijos; nosotros esta-
mos montiando con mi mujer; si usted cuida traemos comidita por
la tarde.
–Tranquilo, tío tigre. Ay, yo soy bueno. Yo los cuido.
Pero el tigre se iba era a tirar con la mujer al monte y no traía car-
ne. Entonces el ñeque pensó: «Yo no voy a cuidar más».
Otra vez, otro día así mismo pasó: el ñeque se quedó cuidando los
hijos del tigre y cuando llegaron por la tarde no trajeron comida. El
tigre le decía:
–Sobrino ñeque, de noche cuando lloren los muchachos los lleva
a mamar donde la mamá.
Cuando se volvieron a ir el ñeque mató a uno de los hijos del tigre
e hizo una mazamorra. Cuando volvió el tigre, el ñeque le dijo: 
–Ay, tío, hoy [tenemos] suerte. Encontramos un ñeque en el río,
aquí está la comida.

5. Cuento de animales
Por la noche, cuando lloraron, el ñeque llevó solo tres adonde la
mamá.
–¿Dónde está el otro muchacho?
–Es que le acabo de dar comida y está lleno.
Al otro día otra vez los tigres se volvieron a ir dizque a trabajar. El
ñeque mató a otro de los muchachos y lo cocinó. Cuando los tigres vol-
vieron el ñeque les dijo que había matado otro ñeque y que ahí estaba
la comida. Cuando le preguntaron por los dos tigres que faltaban dijo:
–Ahora mismo les acabo de dar mazamorra y se quedaron dormi-
dos porque ya están llenos. Cuando amaneció, los tigres dijeron que
se iban a trabajar.
–Sobrino ñeque, cuide mis hijos que nosotros vamos a buscar la
comida.
Como el ñeque sabía que los tigres se iban era a tirar y no traían
comida, mató otro hijo, y cuando volvieron los tigres del monte ahí
les tenía la comida.

. Narrador: Joaquín Conde. Lugar: Miácora.


Cuando ya se habían comido todos los muchachos el tigre pre-
guntó:
–¿Dónde están mis hijos que no los trae para que mamen?
–¿No ha estado comiéndose a sus hijos todos estos días? Usted
mismo se comió a sus hijos.
La tigre salió persiguiendo al ñeque. El ñeque se metió en un hue-
co en la raíz de un choibá y le decía:
–Aquí estoy, tía… pero así no alcanza, tiene que meter la cabeza.
La tigre metió la cabeza en el hueco de choibá y quedó ahí trabada,
no podía salirse. El ñeque se salió por otro lado y ahí se le montó a la
tigre y se la comió. Ahí se fue riendo a la casa del tigre.
–Oiga, tío tigre, su mujer me lo está dando allá en el monte.
Pero entonces llegó la tigre y le contó al marido cómo había sido y
ahí sí salió el tigre bravísimo a perseguir al ñeque. El ñeque se volvió a
meter en un hueco de choibá. Ahí el tigre cortó un garabato de una rama
y con eso hurgaba en el hueco hasta que engarzó una pata del ñeque.

–Así no, tío tigre. Ahí lo que tiene agarrado es una raíz, afloje un
momento para yo engarzar bien mi pata.
El tigre aflojó y el ñeque le enredó el garabato en una raíz, y el
I  Literatura embera katío

tigre jale y jale hasta que se rompió el garabato, entonces el ñeque se


salió y se fue riendo.
El tigre buscaba siempre al ñeque por el monte y un día lo vio y
estaba sentado comiendo táparo.
–Hoy sí te voy a comer, sobrino ñeque.
–Espere, tío tigre. Pruebe primero estos táparos tan sabrosos que
estoy comiendo.
–El tigre probó y le gustó mucho.
–¿Cómo hace para conseguir esta comida tan sabrosa, sobrino ñe-
que?
–Yo hago así, tío tigre: con una piedra yo machuco duro mis hue-
vas y ahí es que sale el táparo… Usted como las tiene más grandes ahí
si va a sacar bastante.
Entonces el tigre se sentó y se machucó las huevas y del puro
dolor quedó privado de una vez. Ahí mismo el ñeque salió corriendo.
El tigre seguía buscando al ñeque todos los días. Una vez encontró
el rastro y el ñeque estaba sentado comiendo queso a la orilla del río.
Cuando el tigre ya se lo iba a comer, el ñeque le dijo:
–Antes de matarme, tío tigre, usted tiene que probar este queso
tan rico.
El tigre comió un pedacito.
–Sobrino ñeque, qué cosa más sabrosa, ¿usted de dónde la saca?
–¿No ve ahí en el fondo del agua, tío tigre? Todo eso que se ve allá
blanqueando, todo eso es queso.
–¿Y cómo hace para sacarlo?
–Yo cuando quiero queso me amarro un poco de piedras y así
llegó al fondo fácil.
–Yo sí no creo que pueda hundirme a traer de ese queso.
–Tranquilo, tío tigre, que si usted quiere yo le amarro las piedras
en la espalda para que pueda traer su queso.
–Ya que así es como hay que hacer, sobrino ñeque, amárreme esas
piedras en la espalda para poder ir bien a pique.
–Cuando usted llegue ahí donde blanquea arranque el queso y
suba bastante, todo eso es puro queso. Ahora sí tírese, tío tigre.
Ahí fue cuando el tigre se empezó a asustar, entonces el ñeque lo 
empujó. Cuando el tigre llegó al fondo escarbaba por todas partes,
pero solo había barro y piedras, no topaba queso por ninguna parte.

5. Cuento de animales
El tigre se estaba quedando sin resuello y se puso a romper el bejuco
que amarraba las piedras hasta que se reventó y ahí salió a la playa
medio ahogado y ya sin fuerza en el cuerpo. Entonces el ñeque se fue
tranquilo.
Después, otro día, andando por el monte encontró el tigre al ñe-
que y le dijo:
–Hoy sí te voy a comer. Ya no se puede escapar por ninguna parte.
–No hable tan duro, tío tigre, que estoy aquí esperando una danta.
–¿Una danta?
–Tío tigre, yo ya sé cuál es [el] camino de ella. Si usted me mata
no se va a llenar bien, pero si espera va a poder comer de esa danta.
–Bueno, sobrino ñeque, vamos a comer ese animal.
–Usted espere aquí, tío tigre, para que no se espante. Yo lo hago
bajar por esta loma y usted lo agarra aquí abajo, pero cuando yo le
grite cierre los ojos… tiene que agarrar la danta con los ojos cerrados
porque si no se asusta y se va.
El ñeque se subió y al rato gritó:
–¡Allá va, tío tigre! Cierre los ojos y agárrela.
El tigre cerró los ojos y lo que agarró fue una piedra grandísima
que había rodado el ñeque y casi lo mata del totazo. Entonces el ñeque
se fue riendo.
(Dogiramá y Pardo, 1984: 253-260)


I  Literatura embera katío
6. Escritores embera

Higinio Obispo González

[Poemas eperara siapidara]

Todo al ritmo y al paso del abuelo Sol


Al caer el sol de los venados una corte
de abuelos se sentó en círculo a la orilla del río Saija,
en compañía de la madre Luna; al lado de la inteligencia suprema
de la naturaleza.

Y bajo los recónditos misterios de la selva,


en cofradía del viento, del aire, y del agua,
en un silencio reservado de la noche
decantaron las ideas ilustres.

Presintiendo que todo alrededor son vientos cambiantes

6. Escritores embera
y que en el centro todavía hay un punto que lleva
todo un balance, se delibera pensando en la presencia
incondicional.

Siendo esta entonces la calma en el ojo del abuelo Sol,


exhalando y con excelso antes de la primera aurora de la mañana,
compendiaron una alianza: la coexistencia perenne
como símbolo de lo infinito.

Ellos celebraron a través de la fidelidad y la madurez


la igualdad entre los seres.
Ellos se empeñaron en significar y extender el futuro.
Ellos se preocuparon en dejar estas huellas imborrables
en nuestras memorias.
Ellos transfirieron estas ideas halagüeñas para todos los vivientes.
Ellos enfrentaron el asunto con un aire de tranquila resolución.

Y con el humor de una pausa inmortal


se dio oportunidad al deseo de hacer florecer
en la plenitud del lapso el designio de continuar existiendo en la
tierra.

A partir de la escena trascendente


de ser eximios pensadores,
se llevó a cabo esta apuesta de serena compostura
para que nosotros resolviéramos por mantener
y cimentar el camino del equilibrio,
todo al paso y al ritmo del abuelo Sol.
(Obispo, 2010: s/p)

Mi madre siempre erudita


Antes de que raye el sol, ella con la fe puesta se levanta y atiza el
fogón
recorre el atrio de la choza con los pies descalzos

y la cabeza llena de goteras.
Presagiando ciertamente que los días no volverán lo que fueron
I  Literatura embera katío

ayer,
y los ratos vividos han sido de prisa, que no nos permite volver
atrás.
Se trata entonces de ondear que el día, la mañana y la noche
canten sin cesar a lo intrínseco de la historia y con la sonrisa
de la sierva, a flor de piel rebusquen la vida como atributo pedernal.
¡Y esa es la historia!

Y presumiendo el cántico del ocaso


en no ver más fuentes de dolor sobre la tierra:
delata el delirio delictivo del poder en su rancho
y prevé hasta el último renglón del delito perdido en la penumbra.
Y con la confianza de una verdadera erudita, aplica abiertamente
la génesis de experiencias alcanzadas en el día a día y en lo cotidiano.

Hoy tengo muchas ganas de hacer regresar el tiempo para sonreír


suspirar y vivir de nuevo.
¿Y por qué no pintar la esperanza de alegría?
Y cubriendo con el sudario de mi vida encontrar el amor en un
poema,
en un bar y en la imaginación, en la sombra y en la luz,
en el trueno y en la lluvia, en la luna y en el centro del planeta;
y está olvidada en la banqueta donde duerme
el pandillero y el mendigo de la calle.

Y con la voluntad expresa e incondicional


como semilla nativa del proyecto colectivo,
sigue exclamando a lo largo del camino,
«¡sombra y luz, tierra y paz!, ¡no mires atrás!
¡me gusta la palabra libertad!».
Rieguen las semillas en el arado,
sean cautos:
la historia mía no será la de ustedes,
a lo mejor será el resultado de la búsqueda heroica
adquirido en el tiempo 
y, aún más, obtenido como tesoro preciado.

6. Escritores embera
Aún me falta anclar algunas palabras en vuestro ser, estoy soñan-
do.
No sé si son las nubes que veo en sus ojos, estoy pérdida buscando
el nido de la verdad.
¡Acérquense un poco más al lecho del amor! ¡No tengan miedo!
Que la vida continúa y a ella hay que contribuirle hasta el último
suspiro,
¡y hasta cuando el sol se oculte!
(Obispo, 2010: s/p)
II Literatura embera chamí


1. Historias sobre el fríjol y el maíz

Betata [t.c.]
Betata es figura de una muchacha que llegaba en la noche. Man-
daba [a] todos los animales –ardilla, gurre, guagua, todos– que tra-
bajaran haciendo rocería; es decir, regando el maíz al voleo y luego
tumbando el monte encima.
Trabajaban toda la noche. Al otro día la gente se levantaba y veía
esas rocerías tan inmensas.
Por la noche, terminada la rocería, los animales en figura como
de gente venían y hacían fiesta y tomaban chicha de maíz fuertiada
en los chokó.
Por la noche Betata venía a la casa y trabajaba. Las mujeres no te-
nían que trabajar, solamente tenían que dormir con el marido. Betata
hacía todo el trabajo del maíz. Hacía canastos y cantaritos. Tostaba y
molía el maíz en la piedra. Al otro día amanecían los jabaras llenos de
harina para toda la familia. 
Una vez llegó un muchacho (un indio dice que es Carabí, la Luna)
y le ofreció muchas cosas buenas. Le dijo que tenía buena finca, le dio

1. Historias sobre el fríjol y el maíz


buen ajuar y muchos adornos y se la llevó a vivir con él muy lejos, a
otra parte. Nadie volvió a hacer los trabajos en la noche. Antes de irse
Betata enseñó a las mujeres a hacer los cántaros y los canastos, a tostar
el maíz y a moler harina, a hacer la chicha de maíz. Este es trabajo de
la noche; las mujeres de antigua solo tostaban y molían de noche.
(Vasco, 1987: 87)

Gallinazo se voló [t.c.]


El gallinazo vino y se asentó en un palo que estaba clavado, y se
cagaba y se cagaba. Entonces espantó y decía que se vaya, el dueño,
decía que quitara. Gallinazo se voló.
En seis meses el dueño miró la mierda y vino saliendo una hierba
que se creció hasta que dio espiga. Le dio una mazorca. El dueño la
dejó hasta que quedó duro el maicito; le cogió y preguntaba qué sería.
Otros le decían que es be, el maíz. Entonces lo sembraron y se resultó.
Y después dio como un bejuquito y lo enredaron en palo de maíz
y arriba se floreció. En dos meses tenía unas vainitas: dejó madurar y
entonces desgajó. Era el frisol. Desgranaron y pusieron a cocinar, a
probar. Y puso bueno en la boca. Era ka o chaakita.
(Vasco, 1987: 88)

El maíz y el chontaduro
Murió una indígena y su familia quedó muy triste y lloraba mu-
cho.
Dos de sus hermanas subieron a una montaña y mirando al sol
querían morir ellas también. De pronto se les apareció Ancastor, una
enorme ave blanca que se volvió hombre, y les preguntó que por qué
lloraban tanto. Ellas le respondieron que por la muerte de su herma-
na. Ancastor les dijo que no lloraran, que ella estaba en el cielo, en el
bajía. Las mujeres exclamaron que querían ir a verla y Ancastor les
ofreció llevarlas. Ellas, incrédulas preguntaron:
–Pero, ¿cómo?

Ancastor les ordenó cerrar los ojos y abrió las alas y las hizo mon-
tar, una a cada lado. Y advirtiéndoles que no abrieran los ojos, las
llevó por el aire hasta que llegaron al bajía.
II  Literatura embera chamí

Al llegar se desmontaron y siguieron a pie hasta una casa enorme,


y allí encontraron una negra cuyos grandes senos le llegaban hasta
las rodillas. Ancastor les dijo que no le hablaran. Siguieron pues, y
fueron encontrando mucha gente conocida que ya había muerto. Allí
estaba la hermana y un hermano al que habían matado antes. Las mu-
jeres lo iban a abrazar, pero Ancastor no les permitió [hacerlo]. Estu-
vieron dos días en el bajía.
De regreso vieron campos con cultivos de maíz y chontaduro que
no se conocían en la tierra. Probaron los frutos y les parecieron muy
buenos. Ancastor les indicó que no deberían llevar ninguna fruta
porque era muy peligroso para la bajada; sin embargo, una de ellas
guardó en la boca un grano de maíz y la otra una fruta de chontaduro.
Ancastor las bajó a su casa de la misma manera que las había subido.
Cuando llegaron al mundo, contaron a los otros indígenas que

. Milcíades Chaves (citado por el padre Constancio Pinto), recogió este relato
entre los indígenas del Chamí y de él lo tomamos casi textualmente ante la
imposibilidad de confrontarlo con otras versiones. (Nota del original).
cuando la gente se muere se encuentra en el bajía. También les mos-
traron las semillas, la del maíz y la del chontaduro y luego las sem-
braron.
Cuando estuvo la cosecha, sacaron nuevas semillas y comieron el
resto. A todos les parecieron muy buenos los frutos y siguieron sem-
brando y cosechando.
(Vélez, 1990 [1982]: 88)



1. Historias sobre el fríjol y el maíz


2. El Hijo de la pierna y relatos afines

Jinopotabar
Antiguamente la Luna brillaba mucho y no dejaba dormir. Alum-
braba como si estuviera de día y la gente se aburría mucho.
Jinopotabar era un indio joven que había nacido de la pierna de
una mujer. Él aborrecía la Luna porque brillaba como el Sol y no
dejaba dormir a la gente. Un día amenazó a la Luna diciéndole que si
no dejaba de brillar tanto la tumbaba, pero ella no le hizo caso y siguió
brillando.
Entonces Jinopotabar cortó una guadua y la puso en una olla. Se
subió a la guadua y le ordenó:
–¡Súbase hasta el cielo, súbase!
Y la guadua creció mucho. Creció hasta el cielo. Llegó a la Luna
y el indio, en la punta de la guadua, se puso a pelear con la Luna. La
cogió y le dijo que la iba a tirar a la tierra para que no brillara tanto.

La Luna era como una mujer gruesa, casi tan grande como la Tie-
rra y no se dejó tumbar, aunque lucharon mucho.
Al fin, el hombre, viendo que no podía tumbarla, le cogió la cara
II  Literatura embera chamí

con las uñas de las manos y le dañó los ojos. Por eso ya no brilla tanto
como antes.
Entonces la gente de la Tierra tuvo envidia de Jinopotabar porque
había subido a la Luna y propusieron tumbar la guadua para que no
pudiera volver a bajar. Él, sin comprender las intenciones de los de
abajo, les gritó que esperaran, que cuando él bajara se encargaría de
cortarla. Pero no esperaron y la cortaron. El indio se quedó sentado en
la Luna y como no había llevado comida sintió mucha hambre.
Se puso a pensar cómo iría a bajar. Primero pensó bajar ayudado
por la lana de balso, que es muy liviana, y la invocó:

. Jinopotabar es la versión Chamí del relato de Jerupotouarra. Los chamíes de


Mistrató y Pueblo Rico, en el noroccidente del Departamento de Risaralda,
hacen presente en este relato a grandes rasgos las características centrales de la
tradición de Jerupotouarra y aun el nombre del protagonista revela la identidad
de la historia, enriquecida por numerosas aventuras y episodios ajenos a la
primera versión que transcribimos. Nos basamos en los relatos de Clemente
Nengarabe, tanto en el que hizo a Luis Guillermo Vasco, como en el que
escuchamos de su propia voz, y les dimos la forma de expresión que pensamos
necesaria para la unidad del trabajo en su conjunto. (Nota del original).
–¡Mojaupuda! ¡Mojaupuda! –y se lanzó hacia la tierra, pero no al-
canzó a llegar porque el viento sopló muy fuerte por debajo y levantó
la lana y lo puso otra vez sobre la Luna.
Jinopotabar se sentó de nuevo, muy triste. Pensó mucho tiempo a
ver cómo se bajaba, y al fin se le ocurrió que podría caer como piedra
y dijo:
–¡Mompará! ¡Mompará! –y se tiró, pesado como una piedra, y
llegó a la tierra y se hundió y la traspasó y cayó a la otra tierra de abajo.
Encontró una gente muy distinta a la de nuestra tierra. Se llaman
Dojura y duermen de día y salen a cazar y a cultivar la tierra de noche.
Llegó hasta una casa y saludó y la gente le preguntó que de dónde
venía. El les contó que había estado luchando con la Luna y les relató
cómo había caído a esa tierra. En esa casa lo cuidaron y le invitaron a
que se quedara allí algunos días haciéndoles visita.
En el día Jinopotabar se [la] pasaba solo sentado en el corredor de
la casa, mientras los otros estaban adentro durmiendo.
La comida de ellos era distinta a la de nosotros porque cocinaban 
con carne de zaíno y de venado, pero solo aspiraban el vapor caliente
y botaban la comida. No tenían órganos para la digestión. Cuando

2. El Hijo de la pierna y relatos afines


le ofrecieron que aspirara el vapor, él se negó y les explicó cómo era
la comida en su tierra y entonces le dieron carne con plátanos y él
comió. No más por verlo comer le dieron mucha carne y muchos
plátanos.
Cuando el hombre sintió necesidad de defecar, salió de la casa y se
fue al rastrojo. Un muchacho se fue detrás para ver qué era lo que iba
a pasar y se dio cuenta de todo.
El muchacho volvió a su casa y le contó a la gente lo que había
visto y se entusiasmó mucho y se antojó y antojó a los demás de poder
hacer lo mismo.
Cuando llegó Jinopotabar y se sentó en el corredor, el más viejo
de todos le preguntó cómo era todo aquello y él respondió que cuando
comía, el estómago se llenaba y no aguantaba más y entonces se iba
para afuera de la casa a defecar y así podía vivir descansado. El viejo
le pidió entonces que les enseñara a ser como la gente del mundo de
arriba y muchas veces le insistió sobre lo mismo.
Jinopotabar, antes de comprometerse a enseñarles, les preguntó
que cuánta distancia habría para llegar a la casa más vecina de aquella
donde estaban. Le contestaron que había que subir una cordillera y
atravesarla, y que al otro lado vivía un indio que sabía mucho de re-
medios para defenderse y para curar.
Entonces Jinopotabar dijo que sí podría enseñarles a ser como la
gente de su mundo; que tendría que operarlos, pero que necesitaba
una yerbita que crecía en esa montaña que antes le habían señalado, y
que tendría que ir a traerla personalmente.
Le pidieron entonces que hiciera la primera curación y le llevaron
un muchacho. El hombre lo puso en cuatro patas y lo chuzó por de-
trás con un machete y le abrió un hueco. Apenas lo rompió salió solo
aire; viento que se fue.
Entonces ahí mismo cayó muerto el muchacho y Jinopotabar les
dijo que lo esperaran que él iba a la montaña a traer el remedio de allá,
la yerba que hacía falta para curarlo, y se fue corriendo por el camino
que le habían señalado y lo dejaron ir. Pero no volvió, y el muchacho
se quedó muerto. El indio siguió corriendo, y pasó la montaña y co-

rrió mucho, hasta que se le perdió el camino y una especie de río lo
embolató por completo. Al fin encontró un hombre y este le señaló la
ruta y le advirtió que por allá vivía un indio muy malo y que tuviera
II  Literatura embera chamí

cuidado porque lo mataba.


Jinopotabar llegó hasta un gran derrumbe que bajaba desde la par-
te alta de la cordillera hasta el río. Allí se encontró un indio pescando.
El pescador le preguntó que de dónde venía y él le dijo que andaba
perdido por esa tierra y le contó la historia de su pelea con la Luna, y
después le pidió posada.
El pescador le dijo que sí le daba posada y se fue con él para su
casa. Llevaba muchos pescados y dijo que eran para la comida. Cuan-
do llegaron a la casa, el dueño se puso a hacer el almuerzo. Arregló
todo y echó el pescado en una olla para hacer el caldo y después dijo
que iba a echarle maíz al caldo; pero no le echó maíz sino berea (brea)
partida a la mitad. Jinopotabar lo vio de reojo.
Cuando bajó la olla, le ofreció comida al forastero, pero este se
negó a aceptarla y dijo que no comía porque eso era muy peligroso y
se moría; que más bien aguantaba hambre.
El pescador se enojó y le dijo que si no quería comer, que aguan-
tara hambre, y lo invitó, o lo desafió más bien, a que jugaran un juego
muy bueno. El indio aceptó, pero pidió que le dijera antes por dónde
seguía el camino. El hombre de esa tierra le dijo que más tarde le
indicaba y se lo llevó para el juego que le había propuesto.
Lo llevó hasta la parte de arriba del derrumbe y le dijo que el jue-
go era echarse a rodar por allí; que se echara a rodar. Pero era para que
se matara. Jinopotabar no quiso tirarse y le dijo al otro que se tirara
primero para ver cómo era que había que hacer.
El pescador se tiró entonces por el derrumbe, y rodó como una
piedra por toda la pendiente y cayó al río y se despedazó del todo,
pero se convirtió en mosco y volvió a subir. Y cuando ya iba llegando
arriba volvió a tomar su forma y pudo hablar, y le dijo a Jinopotabar
que hiciera él lo mismo, que ensayara. Entonces el muchacho volvió a
preguntar por dónde era el camino para seguir, y apenas el pescador
se lo señaló, le dijo que todavía no era capaz de tirarse, que le volviera
a mostrar cómo era que se hacía. Cuando el hombre aceptó y se tiró de
nuevo por el derrumbe, Jinopotabar se fue corriendo y se perdió por
donde le habían señalado el camino.
Después de mucho andar llegó a la casa de Chocorró, la gallineta. 
Chocorró le preguntó que de dónde venía y él le dijo que andaba perdi-
do y que se había escapado del indio del derrumbe que lo quería matar.

2. El Hijo de la pierna y relatos afines


Entonces esa mujer, la gallineta, que era muy robusta, se compadeció
del muchacho y le dijo que se escondiera debajo de un banquito, que
ese hombre era muy malo y que lo iba a matar. Jinopotabar se metió
debajo del banco y Chocorró, la gallineta, se sentó encima y cogió un
tronco de leña muy grueso para pegarle al pescador cuando llegara.
Al mucho rato llegó corriendo el pescador. Llegó muy bravo y
preguntó si por allí había llegado un forastero. La gallineta le dijo que
no y que para qué lo buscaba, que no se aprovechara.
El indio del derrumbe le respondió que no se metiera y que de
todas maneras iba a matar al forastero. Chocorró lo desafió entonces a
que la matara más bien a ella. El pescador se puso entonces a pegarle
a la pobre mujer con un palo y ella cogió el tronco que había alistado
y le dio un golpe muy duro en la espalda y lo despedazó y el hombre
se convirtió en un reguero como de berea y allí quedó.
Entonces Chocorró le dijo:
–Usted queda condenado a andar por los montes y a hacer su nido
en los huecos de los árboles y la gente tumbará sus nidos para sacar la
cera y hacer las velas para alumbrarse. Para eso sirve usted.
Entonces del reguero de berea se levantó un montón como de
moscos y se elevaron hasta un palo grueso y se entraron por un hueco
y allí hicieron su casa.
La mujer, que era muy buena, le dio carne de tatabra a Jinopo-
tabar y él comió hasta que quedó lleno, y entonces le pidió posada a
Chocorró.
Antes de acostarse, el muchacho dijo que estaba muy aburrido en
ese mundo de abajo y le preguntó a la gallineta cómo haría para llegar
a su casa. Chocorró le explicó que más adelante vivía otra mujer que
se llamaba Surrú, la tórtola. Que era una mujercita delgadita y que de
allí ya quedaba cerca la tierra de Jinopotabar.
El muchacho se puso muy contento y se acostó. Madrugó mucho
y se fue por el camino para la casa de Surrú. Llegó por la tardecita y la
tórtola le dio posada. Al otro día le preguntó a la mujer, a Surrú, que
por dónde acostumbraba andar ella. La tórtola le dijo que ella andaba
por muchas partes, y que nada menos el día anterior había salido a

buscar una cosita y que había llegado hasta el rastrojo de Jinopotabar;
que se había ido a las cinco de la mañana y había regresado como a las
diez; que eso estaba muy cerquita.
II  Literatura embera chamí

El muchacho casi no durmió esa noche pensando que al otro día


ya iba a estar en su casa. Estaba muy contento.
Se madrugó como a las cinco de la mañana y a las doce del día se
quedó como loco. Parecía como si no se diera cuenta de nada. Vio una
chorrera que era como la suya y un caminito que era como el suyo. Se
asustó mucho. Parecía como loco. Abrió los ojos y vio la corriente de
su chorro y vio su camino y se puso feliz y reconoció su rastrojo. Vio
su casita y oyó que los de su familia estaban hablando allá. Y llegó y
su mujer se asustó mucho y le preguntó que de dónde venía, y él dijo:
–Estaba muy perdido.
(Vélez, 1990 [1982]: 75-77)

Los embera-chamí en guerra contra los cangrejos


Una vez Jinopotabar (el que nació de la pantorrilla) vino a este
mundo con un ejército de embera. Pero estos eran muy cobardes y
todos se escondieron. Él dijo que iba a enseñarles a hacer la guerra
para que se defendieran de otros.
De repente, de unas cuevas salió una multitud de cangrejos para
atacar a los hombres y ellos se escondieron de miedo. Jinopotabar les
dijo:
–Miren lo que yo voy a hacer para pelear con esos cangrejos –y
desapareció a los hombres que venían con él.
Salieron a una playa y él les dijo:
–Yo soy el capitán de los hombres, ¿cuál es el de los cangrejos?
El que los mandaba salió y era una mujer. Ella dijo:
–Los hombres se tienen que ir de aquí porque las orillas de los
ríos son de los cangrejos que tenemos que vivir cerca del agua; si no
se van, los acabamos –[dijo] y preguntó dónde estaban los hombres.
Jinopotabar dijo que él iba a pelear por ellos. Saltó al monte y
cortó un palo muy duro y pesado, haciendo con él una lanza, y se tiró
a pelear. Golpeaba a los cangrejos y saltaba de un lado a otro mientras
ellos trataban de agarrarlo con sus pinzas.
Les dañó las pinzas, les quebró las patas, aporreó a muchos y a
otros los mató. Al final mató a la capitana y así ganó la pelea. Los 
cangrejos se retiraron y dejaron el territorio a los hombres. Por eso,
los cangrejos tienen hoy unas rayitas en el lomo; son las marcas de

2. El Hijo de la pierna y relatos afines


Jinopotabar.
Así fue como los hombres embera aprendieron a hacer lanzas y a
pelear para conquistar sus territorios.

⋅⋅

Cuando Rosa Elvira termina de hablar, un silencio queda flotan-


do en el aire, como si los niños estuvieran terminando de asimilar la
historia. Pocos segundos después, estalla un gran griterío y todos los
niños hablan a un tiempo. Entre sus preguntas se destaca una: quie-
ren saber más de Jinopotabar.
Rosa Elvira no pide silencio. Muy lentamente, arrastrando cada
letra, comienza a hablar de nuevo. Y el silencio se hace solo.

⋅⋅

Jinopotabar era un muchacho grande, muy grande, de raza in-


dígena. Su mamá lo concibió en la pantorrilla izquierda y nació por
entre el dedo gordo y el siguiente del pie. No sabía hablar, solamente
decía «mamá» y «flor». Ella le traía flores en un canasto y [él] se ponía
muy contento. Pero en la casa no lo querían porque era muy perezoso.
Cuando tenía doce años los otros muchachos lo convidaron a ca-
zar. Cuando volvieron, al otro día, encontró que la mamá había muer-
to y estaba ya enterrada.
Se puso muy triste y lloró. Ese día comenzó a hablar. Dijo a la
gente de la casa:
–Esta noche voy a saber de qué murió mi mamá y dónde la ente-
rraron; yo hablo con la Luna y ella me va a contar.
Esa noche Jinopotabar se fue al monte a conversar con la Luna y
ella le contó que a su mamá la había matado la mamá del tigre y estaba
enterrada en un altico. Él fue a mirar y, como era sabio, la desenterró
y pudo hablarle. Ella le dijo que siguiera viviendo con esa gente, por-
que si se iba a vivir solo lo mataban.
Volvió a la casa y contó que sabía todo. Le gente se reía de él di-

ciendo que ni siquiera ellos sabían dónde estaba enterrada su mamá.
Y le dijeron que desde ese día él tenía que trabajar para conseguir la
comida.
II  Literatura embera chamí

Salía a trabajar de noche, mientras los otros dormían, y volvía en


la mañana con un puchito de maíz o de frijolitos o de platanito o al-
guna comidita por ahí.
Le preguntaban que de dónde la había sacado si él no tenía roza;
contestaba que se la había dado el papá. Siempre decía lo mismo:
–Mi papá me la dio.
La gente se reía y le decía:
–Usted no sabe quién es su papá… ni su mamá sabía.
Él respondía:
–Sí sé. La Luna me contó.
Una noche los muchachos se fueron tras él y vieron que les robaba
las cosechas de ellos. Le gritaron:
–Usted es muy ladrón y perezoso, y lo vamos a matar.
Él se fue corriendo a la casa y los mayores lo defendieron porque
era huérfano y nadie le había enseñado a trabajar; y le dijeron que al
día siguiente se fuera a hacer rocería para conseguir su comidita.
Jinopotabar madrugó y se fue al monte a coger bejuco y a coger
macana. Al regresar, le dio el bejuco a una señora para que le tejiera
tres docenas de canastos jabara pintados. Con la macana hizo unos
cuchillos grandes como machetes y unos bastones con carita de gente.
Cuando tuvo todo listo se fue con los canastos, los machetes y
los bastones por todas las veredas de lado y lado del río. En cada una
pedía que le dieran un poco de maíz para hacer rocería.
Cuando llenó los canastos se fue al monte por tres días. A medida
que subía por la pendiente, clavaba un bastón y un machete y ponía
un canastico con maíz al lado. Cuando acabó se regresó a la casa. Al
volver la gente le decía:
–¿Dónde están las rozas, que no se ven?
Y él mostró y dijo:
–Allá está mi gente trabajando, mírenla –y se veían brillar los ma-
chetes y a muchos hombres trabajando.
Con el paso de los días ya se veían las matas de maíz llenas de chó-
colos desde dos cuartas del suelo para arriba. Les dijo:
–Vayan a coger la cosecha para ustedes, en pago por lo que les he
robado. 
Fueron a coger, pero como era tanto se perdió casi todo, pues no
lo alcanzaron a recoger. Los hombres que le trabajaron desaparecie-

2. El Hijo de la pierna y relatos afines


ron pues él era muy sabio (cure).
Mientras iban a coger la cosecha la mamá del tigre se quedó sola
en la casa, pues era muy viejita. Él la mató con un cuchillo de macana
y se fue a su casa a dormir. Cuando los otros regresaron y la encontra-
ron muerta, dijeron:
–Matémoslo, más bien.
Jinopotabar se brincó de la casa y se fue al monte. Allí cortó un
árbol de balso y, como era noche de luna llena, se montó en el balso y
se elevó gritando:
–Vengan, vengan a matarme.
La gente salió y lo vio volando por el cielo, más alto, cada vez más
alto, hasta que se perdió de vista en la Luna.
Cuando llegó a la Luna tiró el balso y este cayó cerca de su casa.
Un tiempo después, él mismo se tiró y fue descendiendo poco a
poco hasta caer en el río; lo atravesó y cayó al mundo de abajo donde
vive.
A veces sube y camina por ahí, pero no lo pueden coger porque
no es como la gente, es un espíritu. Dicen que él enseñó a la gente la
rocería con machete. Su papá es Carabí, por eso él viene cuando es
luna llena.
(Vasco, 2002)

La cacería
A un niño le gustaba mucho la cacería, y un día se dio cuenta
[de] que la mamita (abuela) se había muerto. Algunos le decían que
se había ido para el cielo en cuerpo y alma y se había formado el Sol.
Un día el niño le dijo a la mamá que preparara el fiambre, que
moliera maíz, preparara boya y carne de monte, que se iba a madrugar
a las cinco de la mañana.
Antes de partir para el monte, el niño le dijo a la mamá que le
tuviera preparada una bebida de achiote para [él] tomársela cuando
regresara, porque eso le iba a servir para que le salieran plumas en los
brazos y en todo el cuerpo, para poder volar; ya que le había dicho

que la abuela se había convertido en Sol y él quería comprobar si era
verdad o no.
Cuando el niño regresó de la cacería, la mamá le dio la bebida. El
II  Literatura embera chamí

niño se retiró un poco de la casa y juntó candela para comenzar a subir


con el humo.
Una vez que el niño subió y regresó, pudo comprobar el sitio en
donde se encontraba la abuela. Lo que le habían dicho era cierto.
(Zuluaga, 1997: 107)

El cazador que cayó a otra tierra


Un hombre salía a cazar todos los días y tenía un perro que sabía
mucho de gurres. Un día encontró un gurre y principió a perseguirlo
con el perro, pero el gurre se metió en una cueva y principió a cavar
y a sacar tierra hasta que el piso se desfondó y el gurre, el perro y el
hombre cayeron al mundo de abajo y encontraron a otras familias que

. Narradora: Rosa Elvira.


. Narradores: versión de los maestros Adriano Siágama, Luis
Arce, Rodrigo Nacávera y Bertilda Naquerúgama.
. Narradores: María del Carmen Niaza, Norberto Siágama, Elías
Caizales, Gildardo Palacio y María Lina Restrepo.
se llamaban dojuras. Estas gentes se alimentaban por medio del vapor
del chontaduro y como no tenían ano no podían comer nada.
Cuando el cazador cayó en ese mundo de abajo, principió a comer
plátano y pescado y luego iba a hacer sus necesidades. Cuando los
indios dojuras se dieron cuenta [de] que el hombre sí podía comer y
tenía ano, le pidieron el favor de que los arreglara, para poder comer
como él lo hacía.
Entonces el señor cogió un cuchillo y le abrió un hueco a un doju-
ra, pero entonces principió a salir mucha sangre y el hombre principió
a morir. Los demás compañeros del dojura le dijeron al cazador que
el compañero iba a morir y que así también lo iban matar a él. El ca-
zador salió huyendo y llegó hasta donde una familia llamada chocor y
lo escondieron debajo de una cama y así se pudo librar el hombre de
que lo mataran.
(Zuluaga, 1997: 115-116)


La población de Zaragoza
Zaragoza era un pueblo de indígenas; ahora le pertenece a los li-

2. El Hijo de la pierna y relatos afines


bres. Ese pueblo era de indígenas y en esa época existía el andokuma.
Los viejos iban a cazar al monte y no volvían más, se perdían. El ani-
mal se devoraba a todos los que entraban al monte y por esa razón el
pueblo se iba acabando.
Una señora del pueblo tenía un hijo pequeño, y ella era viuda por-
que a su marido se lo había comido el andokuma.
Cuando el muchacho creció, estaba grande, como de nueve a doce
años, empezó a afilar un chuzo de chonta y él estaba seguro que había
un animal en el monte y que ese animal era el que estaba acabando con
la gente. El muchacho pensó hacer primero una flecha, pero después
hizo una bodoquera y le dijo a la viejita que le preparara la comida
porque se iba para el monte para ver qué era lo que había.
Cuando ya estaba bien adentro del monte se encontró con un cu-
sumbo, le dio garrote y lo mató. Más adelante encontró un zorro,
luego un lobo, después un tigre, y los iba matando a todos. Después
no aparecieron más animales.

. Narrador: Ovidio Huipa.


Siguió caminando y encontró otros animales y también los mató.
De pronto vio una cueva y había un poco de susungos y ahí perma-
necían. Tapó todos los huecos por donde salían los animales con unas
piedras y con palos. Luego pensó en hacer fuego con una leña que
recogió, prendió una fogata y cuando salían los animales los iba ma-
tando a todos a puro garrote. Cuando ya no salían más animales entró
a la cueva para ver qué había por dentro. Encontró entonces en la
cueva a un viejito, que era el jefe de los animales, el que producía
los animales. El viejito le habló y le dijo que no lo matara a él, que él
no tenía la culpa. Entonces el niño le dijo al viejo que no soltara más
animales porque estaban acabando con todas las personas del pueblo.
El muchacho dejó al viejito y no lo mató.
(Zuluaga, 1997: 107-109)

El hombre violador

Había un señor casado que tenía su familia pero se enamoraba de
todas las jovencitas que veía. Tan pronto enamoraba a las mujeres,
por las noches llegaba hasta la casa de ellas y las violaba. El señor
II  Literatura embera chamí

utilizaba una «contra» para hacer dormir a todas las personas que se
encontraban en el tambo de la jovencita que iba a violar, para poder
dormir con ella sin que nadie se diera cuenta.
En una ocasión le prepararon una trampa cuando se dieron cuen-
ta [de] que esa noche iba a violar a una jovencita. La que preparó la
trampa fue una anciana, y para evitar que hiciera efecto la contra del
violador comenzó a lavar la casa con agua antes de dormirse.
La anciana esa noche se acostó cerca del fogón y consiguió una
brea y con ella construyó un velón y lo puso a calentar en el fogón y se
puso a esperar a que llegara el señor donde la muchacha para violarla
como era su costumbre.
Cuando ella menos pensó, llegó el señor al tambo y se fue encima
de la muchacha y la anciana dejó que él estuviera encima y entonces
sacó la brea caliente y se la restregó por la espalda al señor. El hombre
pegó un grito y se fue rápido para su casa.

. Narradores: Rodrigo Nacávera, Sebastián Nariquiaza,


Gildardo Palacio y Mario Fernando Restrepo.
Al otro día le preguntaron al señor por qué tenía toda la espalda
pelada y él no pudo explicar. Así dejó el vicio de violar a las mucha-
chas.
(Zuluaga, 1997: 115-116)



2. El Hijo de la pierna y relatos afines


3. Otras narraciones

Historia de la culebra Jepá


Este es un cuento que cuentan los de antigua, mayores que no-
sotros. Me contó uno que como yo mismo era viejito, que llamaban
Paulino Viejo y vivió en esta región del San Juan. Entonces yo estaba
por lo menos de quince años. Los mayores contaban eso; yo atendía
cerca. Contaban así ese cuento, quién sabe si será verdad.
Él contaba que había un hombre muy viejo: ese también era jaiba-
ná, dicen. Él decía que era un jaibaná, era muy salvaje; anteriormente
no sabían nada.
Dicen que en la noche soñó un sueño, un sueño como arrajando
leña con la señora. En el sueño de noche lo soñó; parece como de día
y fue sueño. Soñó: así entre la rastrojera se chilló, como un animalito
que chillaba, chillaba, como silbando, así: Bi, bi, bi.
Y entonces a la mañana el hombre, que llamaba Aba Bibisamá, le

contó a la señora:
–Vea, viejita, ¿qué va a aparecer hoy? Yo no sé. En el sueño así pasó,
como un sueño miré un animalito en rastrojera… ¿que será esa cosa?
II  Literatura embera chamí

Y la señora le dijo:
–Usté es un bobo, en sueño pasa tanta cosa, ¿qué va a mirar entre
rastrojo, hombre?
Él dijo:
–Sí, mi­jita, que vamos a encontrar hoy, ¡ah! Vamos encontrar al-
guna cosa.
Por ai a las doce del día le dijo:
–Coja canasto, mijita. Vamos por la leña, a cortar –y se fue el vie-
jito allá.
Le cortó un trozo de leña, arrajando. Y verdaderamente ai mismo,
entre el rastrojo, cerquita, estaba chillando como un animalito. Y el
hombre dijo:
–¿No le digo? Vea, oiga… ¿qué va a pasar ahora? Después de aca-
bar de rajar to’a leña vamos a buscar ai.
–¡Qué va! –dijo la mujer, dijo la señora–. Qué va. Usté es un bobo,
¿qué va a encontrar ai?
Entonces acabó de rajar; se trozó con un machetico a buscarlo.
Verdaderamente algo estaba chillando ai; encontró un gusanito así,
pintaíto, bien pintaíto. Dijo:
–Mijita, aquí encontré un animalito. ¿No le dije, mija, de noche,
que el sueño sí es verdad? Aquí lo encontré.
Y lo cogió en mano; se volteaba, se chillaba, se enroscaba ese ani-
malito. Era como de una cuarta, bien pintaíto [de] azules y rojos. Le
llevó para la casa a las cinco de la tarde.
La señora dijo:
–Qué es esa cosa, ese animalito… ¿por qué no lo mata?
Él dijo:
–¡Eh! Qué lo voy a matar, hombre; voy a ensayar a ver qué va a
pasar. Vea, mijita, traiga un cantarito con agua, ponemos ensayo: si se
ahoga es gusanito. Vamos a ver si es Jepá.
Trajo un cantarito así, echó un poquito [de] agua, echó el anima-
lito ai, en la tarde.
Por la mañana, cuando amaneció, a [las] tres de la mañana, lo en-
contró lleno de agua; se llenó el cántaro, lleno, lleno. 
–Vea, se llenó de agua; ¿qué animal será este?
Volvieron a guardar el cántaro. Al segundo día amaneció otra vez

3. Otras narraciones
lleno de agua y el gusano más grande. Y el jaibaná dijo:
–Esto no va a ser otra cosa: va a crecer Jepá, creo que es Jepá.
En tres días ensayó. Echó un poquito de agua y por la mañana se
llenó, todo se derramó. La señora dijo:
–¿Qué va a pasar con ese animal? ¿Por qué no lo mata?
Y él dijo:
–Qué matarlo; vamos a ver cómo pasa este ensayo. [Lo] voy a lle-
var a aquel planito que tiene un charquito, poner en ese hoyo a ver
–era en llanito como una batea que hay en Jeguadas; usté conoce, ¿no?
Lo echó en ese charquito; echó el animalito, sin ver nada ai.
A los tres días se fue a verle allá; lleno de agua se creció. Lleno, se
llenó de agua.
Echaba comida para poder cuidarlo. Llevaba litrico de harina mo-
lida, echaba ai pa’que pueda comer animalito; le daba plátano, maíz,
cualquier cosita.
A los seis meses tenía como una vara de largo y el agua subía mu-
cho. Se creció, se creció, se creció. Movía la cola como un pescado;
con ese movimiento la tierra de la orilla se fue comiendo. Voliando así
la cola quitó toda la tierra; el charco se creció.
En cuatro años creció mucho y había un charco grande en ese
llano.
Creció muchos años. A los diez años, cuentan ellos, creció como
quince metros; más largo quedó. Y un charco grande quedó; esa batea
todavía está en Jeguadas, ai.
El viejo hizo un tamborcito de cuero de guatín; cada que lo iba a
cuidar tocaba el tamborcito: Tam, tam, tam. Entonces venía a la orilla,
sacaba la cabeza y él le daba la comida. Entonces él lo cuidaba: echaba
piedras, troncos de palo echaba ai, todo harinas, todo plátanos cortaba
y echaba ai. Así lo cuidaba.
Al viejo le dio ya pereza ir al llanito a cuidarlo y dijo:
–Más bien vamos a llamarlo con tambor pa’que venga al patio.
Apenas tocaba el tamborcito cuando lo iba a cuidar, se levantaba
el animal con el agua, venía hasta la casa y abría la boca. Entonces el

jaibaná echaba troncos de palo, carga, todo echando ai, ollas, cántaros.
Cuando se llenaba ese animal se iba al charco, entonces el agua bajaba,
se mermaba, se emparejaba todo. El animal quedaba allá, callado, así.
II  Literatura embera chamí

Todos los días lo cuidaba así. Sin tambor no se movía.


El hombre tenía cuatro hijos.
Un día tenía muchas ganas de comer pescado. Dijo:
–Vé mijita, vamos a la playa del San Juan a sacar brazo; ahora
traemos pescaíto para comer.
Dijeron a los hijos que no fueran a tocar el tambor, que estaba
guardado en el zarzo, y se fueron. Tenían criada una lorita, una lora
mantenían en la casa.
Entonces un chiquito se puso a jugar, a tocar el tambor. Tam, tam,
tam. El agua se creció. El animalote llegó al patio, abrió la boca. El
chiquito no le dio comida.
Era molestando, nomás. Se volvió al charco.
Otra vez tocó el tambor. El agua se creció hasta el patio; llegó ese
animalazo, abrió la boca. No le dio comida. Se revolvió, se revolvió.
Como nada le dio, se fue al charco otra vez.
Por tercera vez tocó el tambor y vino. Y tampoco le dio comida.
Entonces le dio rabia al animal. Comenzó a subir el agua, a crecer, ¡se
creció!
Llenó de agua, hasta arriba se alcanzó. Tapó la casa, todo se llenó.
No quedó nada, todo se tragó, ni un solo muchacho quedó. Se
tragó todo, toda ropita, todo cántaro, todo animalito, marrano, galli-
nas, todos se los tragó vivos.
Entonces estaban pescando, sacando brazo, matando pescaíto.
Llegó volando la lora a la playa y dijo:
–Jepá, Jepá, cosí, cosí, banía, banía.
Entonces el hombre ya sabía que Jepá se había tragao sus hijitos.
El viejo se asustó:
–Hijita, por Dios, vamos más bien pa’la casa, parece que ese ani-
mal ya acabó todo.
Llegaron a la casa.
–Sí, es verdad. Llenó de agua todo, hasta arriba alcanzó, ni un solo
muchacho quedó. Todo está tragao.
Así pasó. Y después la viejita estaba llorando:
–Sinvergüenza viejo que hizo cría de ese animal. ¿No le da triste-
za, hombre? Se barrió toda la familia. ¡Ay, mis hijitos, por Dios! ¿Por 
qué pasarán esas cosas?
Entonces al hombre le dio mucha rabia con ese animal. «¿Cómo

3. Otras narraciones
matar ese animal yo? Qué tan bueno [sería] yo coger el cuchillo y me
lo tragara yo también y le tumbara el corazón de ese animal». Iba y se
metía en el charco y decía:
–Jepá, que coma yo también.
Pero el animal estaba resabiao, como dormido, no se movía…
Cada rato decía:
–Jepá, que coma yo también.
Tampoco, ni abría la boca, siempre como dormido.
A lo último dijo:
–¿Cómo hiciera yo?
Se fue a la casa y cogió el tambor. Tocó así: Tam, tam, tam. Nada.
Otro toque: Tam, tam, tam. ¡Qué va! Otro toque: Tam, tam, tam.
Ahora sí llegó con agua. Y dizque el jaibaná le dijo:
–Abrase su boca, ábrase, ábrase boca.
Y poquito la abría. A lo que abría un poquito un muchachito venía
así, por entre el animal, y se asomaba. Él bregaba por cogerle la mano
y ai mismo se lo tragaba otra vez y no lo dejaba salir. Entonces, ¿cómo
[los] iba a sacar?
Como a los diez días el viejo pensó así: «¿Cómo voy a dejar yo ese
animal tan peligroso que he criao? No pude sacar mi familia. Aun
cuando pierda mi familia yo voy a trabajar, voy a echarlo al mar más
bien. Si se queda aquí nos traga a todos. Mejor más bien le voy a
cantar».
Dicen que era gente sabia, que era un doctor de indios muy gran-
de, era de antigua… parece, uno no sabe, yo no sé cómo pasaba eso,
cuentan mucho así.
Compró una olla de aguardiente y le puso banco de noche y le
cantó. Cogió sus tragos, chichas fuertes, hecho en banquete y tomó;
quedó borracho cantando.
Y lo llamó. Cantando como a las doce en punto de la noche. Lla-
mó… yo no sé, que… que… que llamó a todos; que a Antumiá, pa-
rece (que anteriormente decían), llamó al diablo, a Antumiá. Y habló
con él:
–Que echen más bien a ese animal que me tragó mi familia.

Entonces llegaron como diez hombres silbando, que no eran como
el cuerpo de uno, sino como de animal. Yo no sé cómo eran esas cosas.
Como silbando llegaron a ese charco.
II  Literatura embera chamí

Y le bregaron, cantando y cantando, toda la noche. Y ya casi al


amanecer, a las tres de la mañana se lo arrastraron todo esos animales
y lo levantaron por encima de la cordillera y lo echaron pa’allá, al río
Anquima. Se movió por ese río, se marchó pa’abajo y llegó al río San
Juan. Y siguió para abajo, a muchas leguas de distancia, acercándose
al Chocó. Dizque en esa parte del Chocó que se llama el punto Co-
nondó, en el punto en que llega otro río al San Juan, en Dos Conotos.
Allí el viejo dizque puso una tijera en el río. En atigua contaban
así, parece. Así la puso, un cangrejo grande que [se] lo come a uno; yo
no sé qué tan cierto será. Y puso una tijera más abajo. Y otra.
Reunió todos esos Jepá. Porque mucho jepá había, mucho animal
de ese, también aquí. Otro jepá allí en Jebanía había, otro abajo en el
San Juan… montones de jepá había. Y cuando los echó dijo:
–Que se va a ir pa’l mar, abajo.
Y él mismo nombró, dice… yo no sé cómo pasa esa cosa, dijo la
palabra:
–Quedar Jeguada, Jeguada, Chata, Chata, Jebanía, Jebanía, Uma-
ca, Umaca.
Se marchó, todo nombre pronunció.
Y abajo estaba la tijera. Unos jepá que no tenían culpa, pasaban y
pasaban. Y el último, el jepá que tenía deuda pasó detrás, la tijera lo
despedazó. De último llegó, pasó por encima, se traspasó, se cortó en
la mitad. Y ai mismo murió Jepá. Y se perdieron también todos los
muchachos ai.
Llegaron hasta el mar. En el mar, tan grande, qué va a aparecer
algo: ai se perdieron todos.
Así es la historia de ese Jepá. Hasta ai acaba. Y así pasó.
(Vasco, 2002: 417-423)

Historia de por qué los indios son pobres


Antes que… que la maldición de Noé se echó en esa tierra prime-
rito. Maldición de Noé y echaron para allá, entonces gente y se… se
resultó los indios y too muy negros, y los negros también quedó allá,
los indios se partió, parece. 
Pues maldición de Noé. Y cuentan que un viejo y tomó un vino,
se borrachó, cayó en suelo. Bueno, y entonces por esa borrachera too

3. Otras narraciones
desnúo cayó el viejo ai. Tenían dos hijos. Y no tapó bien, pobre viejito
estaba caído, se burlaron por papá. Y de la mañana le contó mucha-
cho:
–Vea papá, usté me respetó, este se burló mucho vusté.
–¿Usté también burló?
–No, papá, yo junto siempre por vusté, apena yo tapé.
Este no se burló. Y después ai mismo dio rabia; le dijo:
–Maldita, usté no era hijo mío, ¿por qué tú no respetó nada?, ¿por
qué quedó así? Entonces usté tienen que no… no van a quedar aquí,
váyasen otra parte, tienen que en vivir por allá.
Y después se tuvieron… ai mismo se fueron para allá. Por que…
tú no sabe nosotro por qué tenemos tan pobre, porque el papá por
de… de maldición como de Noé era, era papá, pues, ¿no?, entonces
por esa raza que estamos tan pobre nosotro vive en este mundo.
Porque ahora también el papá propio puede hablar maldición al
hijo propio; decir: «Maldito, vusté no era hijo mío; ¿por qué quedas-

. Narrador: Clemente Nengarabe. Traducción literal.


tes así?, vusté no era hijo mío, ¿por qué esa raza de otro? Maldito.
Saque… salíte de aquí para allá, trabajá en otra parte». Entonces ya,
ya no… ya no puee, ya no puee porque el papá tanto respetuoso. Y
así pasó.
Por eso nosotros estamos tan vivo… tan pobres nosotros. Blanco
no es así. Blanco a toa por parejo no era tanta pobreza, no. Porque
nosotros siempre habla con otro compañero; decir: «Si es verdá, hom-
bre, así, a los blancos mi dios le crió, pero no era como maldición crió
los blancos, piense a ver vusté como mismo propio dijo en… en la… a
la maldición nosotros, por eso es una pobreza de nosotros». Entonces
uno cuenta: «Sí, es verdá, hombre, si es verdaderamente derecho, es
así».
A los negros dicen, pues, que lo que burló más, quedó más ne-
gro, y nosotro un poquito como… como cara, como que se ve como
media… media risa, entonces quedó de nosotros así. Si fuera bien
burlao, ya había quedao negro no más.
(Vasco, 1975)

II  Literatura embera chamí

Bajada de los espíritus a la tierra


Una vez una abuelita vivía con sus hijos en la casa. En las horas de
la mañana los hijos salieron a trabajar al campo y la abuelita se quedó
sola en la casa moliendo la harina.
Al momento la abuelita oyó gritar a una persona y salió al patio y
encontró un grupo de personas pero que eran espíritus. Entre ellas
había una hija que había muerto pero tenía forma de persona. La hija
le dijo a la mamá:
–Yo vengo a visitarla y vengo por usted.
Enseguida la hija principió a invitar a las otras personas, que eran
espíritus, para que entraran a la casa. La abuelita estaba cerca del fo-
gón tostando maíz y las personas se fueron acercando y la fueron sa-
ludando, y cada uno fue dando el nombre y diciéndole si se acordaba
que ellos ya habían muerto.
La abuelita al ver esa multitud de gente se había echo en un rincón
muerta de miedo, al ver tanta cantidad de espíritus.

. Narradores: Elías Caizales, Hernán Nengarabe y Carlos Caizales.


Entonces principiaron a celebrar un ceremonia con baile y en los
cantos decían que ellos bajaron de arriba hacia abajo por un camino
llamado Guakoda, y quería decir que cuando ellos iban a volver a salir
por la escalera, entonces la iban a desbaratar.
Al rato llegaron los hijos a la casa y encontraron a la mamá con
mucho susto y la ayudaron a levantar, porque ella se había desmaya-
do. La mamita les contó la historia y les dijo que por qué la habían
dejado sola. La abuelita murió poco después.
(Zuluaga, 1997: 112-114)



3. Otras narraciones
III Literatura wounán


1. Historias de origen

El Ewandama creó el mundo [t.c.]


El Ewandama creó el mundo con el mar y los ríos, la selva y los
animales. Después creó, en las playas del Baudó, con barro blanco, a
las mujeres. Pero las mujeres estaban solas en la selva, sin nadie que
las acompañara. Los animales las miraban y decían:
–Mira esas cholas tan bonitas, vamos a acompañarlas.
Y el saíno dijo:
–A mí me gusta esta.
Y la tortuga dijo:
–A mí esta otra.
Y así se fueron acercando y acercando hasta que cada uno de los
animales se acostó con una mujer y se fueron para Noanamá. En el
viaje comenzaron a nacer los hombres, hijos del oso, del venado, del
gavilán y del tatabro, del armadillo y de la lechuza. Nacieron niños y
nacieron niñas y el mundo se llenó de gente. 
(Chaves, 1992: 175)

1. Historias de origen
Indígenas, negros y blancos
Ewandama, el Sol, se casó con la Luna y tuvieron muchos hijos.

. Narrador: Hermenegildo Peña. Lugar: Pichimá.


. En la obra de la madre María de Betania encontramos esta narración.
Constituye al parecer un relato no demasiado antiguo y las únicas variaciones
o complementos que hemos podido recoger proceden de Adalberto Manchuca,
habitarte indígena de Bahía Solano quien agregó que la laguna había sido
formada con leche de la propia Luna y de igual manera nos hizo otras
pequeñas precisiones. Este relato fue escuchado también por el padre Pinto
(1978) de un jovencito indígena en Lloró «y además de aura joven catía en la
región de Aguasal». No obstante, es tenido como una tradición típicamente
noanamá, de cuya dispersión serían fruto los demás relatos. El nombre del
Sol, es, entre otros rasgos, prueba de esta posibilidad. Sin embargo, se ha
generalizado entre los catíos y ya lo repiten dentro de su tradición, por lo cual
lo incluimos aquí. Luz Lotero Villa recogió entre los noanamáes un relato
que nosotros también obtuvimos sobre el mismo tema, según el cual había
una laguna caliente y dios les ordenó a los hombres arrojarse a ella. Pero les
daba miedo quemarse. Unos que se atrevieron, quedaron blanquitos. Otros lo
hicieron rociándose el agua, a medias, y resultaron los cholos y aquellos que
solo metieron las manos y los pies, resultaron negros. (Nota del original).
Cuando ya era muchísimos, se vinieron padres e hijos para las
costas del Pacífico, cerca de Bahía Solano.
Ewandama hizo una gran laguna con la leche de su esposa y man-
dó a todos los hombres, que eran sus descendientes, [a] que se baña-
ran en el enorme charco.
Unos vinieron prontamente y se bañaron y quedaron blancos. De
allí surgió la raza blanca.
Otros vinieron sin mucha prisa, y al bañarse, como la leche ya no
estaba tan pura, salieron con la piel cobriza y de allí resultó la raza
indígena.
Un último grupo llegó lentamente, retardado, y como ya no había
sino un asiento de leche sucia solo pudieron mojar las plantas de los
pies y de las manos. Esos fueron entonces los primeros negros y por
eso solo las palmas de sus manos y las plantas de sus pies son claras.
Cada raza tiene sus propios dioses. Ewandama y la Luna son dio-
ses de los indígenas, pero cuando van a invocarlos no pueden hacerlo

delante de los negros. Porque alguna vez estaban todas las razas in-
vocando a sus dioses, cuando el dios negro, que es soltero, se puso a
galantear a la Luna y la Luna le atendió un poquito.
III  Literatura wounán

El dios blanco se enteró de lo ocurrido y se enfureció y prohibió


a sus gentes que lo invocaran unidos a los negros. Disgustado con la
Luna la condenó a varios males y le ordenó que cada cierto tiempo
fuera a bañarse en el mar.
También Ewandama quedó resentido con la Luna y como él brilla
más que su esposa, los hombres se deben adornar mucho más que las
mujeres.
(Vélez, 1990 [1982]: 69)

Un mito sobre la creación


El pelícano creó los primeros seres humanos, en la playa de arena
en la desembocadura del río Baudó. Solamente creó mujeres y la pla-
ya se llenó de ellas. Estaban totalmente desnudas y ni siquiera usaban
parumas. Entonces el hijo de Dios dijo:

. Narrador: Abel Hingímía.


–Esto está muy mal, padre. No funcionará. Voy a buscar un pe-
queño palo para meterlo en la vulva.
Y Dios dijo:
–Muy bien, váyase.
El hijo se fue y comenzó a crear al hombre del palo que había
metido en la vulva. Llegó la noche, pero aún estaba muy ocupado
creando al hombre. Entonces Dios dijo:
–Suficiente, hijo mío. Regresa a ver a tu gente al amanecer.
Muy temprano cuando estaba amaneciendo se dirigió hacia donde
estaban ellos y los encontró copulando. Era solamente la mitad de la
gente. Los hombres estaban desnudos, ni siquiera tenían sus fajas de
chaquiras. Entonces Dios preguntó:
–¿Está todo bien?
El hijo contestó:
–Están copulando.
Y Dios respondió:
–Eso está mal, mañana saldré y recogeré todo lo que esta gente 
necesita para que puedan trabajar.
Entonces el hijo resolvió no permitir que la gente trabajara. Debe-

1. Historias de origen
rían esperarlo. Pero la gente estaba trabajando en sus tambos y no se
dieron cuenta de que él estaba allí y continuaron trabajando.
Aproximadamente dos meses después, Dios regresó en un barco
muy grande. Cuando este se pudo divisar, el hijo gritó:
–Ahí viene mi padre.
Pero la gente contestó:
–No. Son los cuna, que vienen a matarnos.
El barco se acercó, y ellos se acercaron para recibirlo y comenza-
ron a dispararle a Dios, a quien mataron con sus flechas. Una vez que
lo habían matado, dejaron el barco en la orilla del río. El hijo les dijo
entonces:
–Entierren decentemente a mi padre bajo la casa.
Así lo hicieron, pero a los tres años lo desenterraron, lo lavaron
muy bien, [y] lo colocaron en una gran caja para que se secara al sol.
Cuando se secaron los huesos de Dios, el hijo llamó a la gente para
que viniera a ver. La gente se aglomeró en cuatro hileras. Sacaron el
esqueleto, y cada uno cogió para sí un pedazo de hueso y comenzó a
soplarlo. Aún no había pájaros, no había nada en el mar, el mundo
estaba vacío. Pero si a media noche se escucha un pájaro produciendo
una música dulce, es uno de los que sopló por los huesos de Dios, ya
que toda esa gente se convirtió en pájaros. Dios partió hacia el cielo y
nunca más regresará.
(Wassén, 1988: 92-93)

El diluvio
Cuéntase que el mundo cambió una vez. Había un gran río cuya
cabecera estaba en el mar, y la boca arriba en la costa. Para cambiar
esto Dios hizo caer una lluvia torrencial y el mundo empezó a hun-
dirse con la creciente. Un hombre se fue hacia donde estaba Dios
para avisarle que con la creciente el mundo se estaba yendo a pique,
y entonces él dijo a los chocós que se salvaran en balsas de madera.
El hombre que había ido donde estaba dios, arregló su casa y dijo
a los demás que pusieran balsas de madera debajo de sus chozas para

que pudieran así flotar sobre el agua. Los demás no le creyeron. Para
no tener hambre, el tal hombre cortó sus plátanos, su caña, y los puso
en su casa. Los demás dijeron que era mentira lo que decía el hombre
III  Literatura wounán

de que el mundo se iba a pique, y estaban bebiendo chicha cuando las


aguas empezaron a subir.
A los tres días, el mundo desapareció bajo las aguas. La casa del
hombre fue llevada por la creciente y quedó flotando sobre el agua
como una balsa. Todos los cerros se hundieron, con excepción de la
loma del cerro Mujarra, que apenas se veía a flor de agua. La gente
llegó a este cerro y se agrupó en él, y el agua dejó de subir. Un pez
espada trató de aserrar el cerro. Gritaron:
–Si no lo matáis va a derrumbar el cerro.
Se fueron a buscar entonces al cuervo, al alcatraz y a la nutria, y
Dios dijo a los muchachos:
–Vamos a ver quiénes serán lo bastante diestros para hallar este
pez y matarlo.
Primero entró en el agua el alcatraz y no pudo hacer nada. El cuer-
vo le siguió, con el mismo resultado. Entonces fue la nutria, llegó
donde estaba el pez, lo mató y lo trajo. Dios dijo a la nutria:
–Está bien. Siempre comerás pescado.
Por eso la nutria come solo pescado.
Entonces quiso Dios que el agua volviese a bajar. Cuando el agua
empezó a retirarse, la iguana asomaba solamente su cabecita. Cuando
siguió bajando, Dios ponía señales con cenizas y a veces ponía cuando
disminuía el agua dos pulgadas. Cuando el agua bajó hasta la altura
de la cola de la iguana, Dios dijo a los muchachos que el agua se esta-
ba yendo, y que se echaran a ella si no querían quedarse en el cerro.
Algunos se arrojaron al agua, pero otros se quedaron con miedo en el
cerro.
Así cambió el mundo, la cabecera del río quedó donde está ahora
su boca y la boca donde está su cabecera.
Dicen que Dios tiene la intención de cambiar otra vez el mundo.
(Montoya y Cardenal, 1964: 76-77)



1. Historias de origen
2. Cuento sobre los Hijos de la pierna

El hombre que visitó Armía, el Infierno


Dos cholos nacieron de la pierna de una mujer, la pierna era cada
vez más grande. Cuando los niños crecieron por las noches se trans-
formaban en wâura, aunque conservaban la apariencia de cholos co-
rrientes. Mataron mucha gente y bebían su sangre.
Un día los muchachos preguntaron quién había matado a su pa-
dre.
–Una culebra lo mató –les dijo la mujer.
–Vamos a matar esa culebra –dijeron ellos. Fueron a la selva y
mataron todas las culebras que encontraron. Luego regresaron a casa.
Al día siguiente preguntaron nuevamente:
–¿Quién mató a nuestro padre?
Su madre les contestó que había sido el Sierpe (la serpiente gigan-
te del río San Juan).

–A ella mataremos –dijeron los muchachos.
Prepararon una balsa y fueron a buscar la serpiente gigante. Pero
la guacamaya advirtió a la serpiente que se aproximaba la balsa y la
III  Literatura wounán

serpiente gigante bajó al suelo.


Nuevamente los hermanos partieron a buscar la serpiente gigan-
te. Esta vez tuvieron que cortar una estaca de tres brazas de largo.
En la balsa también tenían un poco de leña seca. Cuando llegaron a
donde estaba la serpiente esta los devoró a los dos junto con la balsa;
pero ellos clavaron la estaca entre sus mandíbulas, de manera que no
pudiera cerrar la boca, y con la leña prendieron fuego dentro de la
barriga de la serpiente. Al final la serpiente quedó postrada, bastante
cansada con la tormenta que acababa de padecer, y así los hermanos
pudieron escapar. Uno de ellos salió deslizándose por el ano de la
serpiente. Se encontró muy amigado debajo de la tierra y nadie sabe
qué pasó con él después. El otro se arrastró por la boca, que estaba por
encima del suelo.
Partió solo y vivió chupando sangre como un vampiro. En esos
tiempos el firmamento estaba cerca a la tierra y el hombre quería

. Narrador: Abel Hingímía.


. Literalmente «muñecos de madera». (Nota del original).
poseer la Luna. Se hizo un vestido con la lana de «algodón» silvestre
(Eriophorum), y con su ayuda pudo volar derecho a la Luna. Pero
desde el lugar justo donde se levanta el sol salió un pájaro carpintero
que picoteó la cara del hombre, de manera que este tuvo que soltar
su presa. Mientras caía rodando hizo profundos arañazos en la cara
de la Luna.
Entonces el hombre indicó el lugar por donde se oculta el sol.
Luego vio una gran playa [de arena] fina, y se preguntó «¿Dónde es-
toy?».
Un pequeño cholo estaba jugando en la playa. Preguntó al hombre
de dónde venía y dónde quedaba su tambo.
–Me he perdido y tengo hambre –replicó el hombre.
Entonces el niño lo llevó a un árbol con caimitos, del cual dio de
comer al hombre, y lo llevó a su propio tambo. Allí había almacenada
muchísima comida y el hombre se quedó por largo tiempo. Sin em-
bargo, no le dieron más frutos de caimito; [y] un día cuando preguntó
por los caimitos el niño le dijo que ellos no comían de esas frutas pues 
pertenecían a su padre.
–¿Dónde está tu padre? –preguntó el hombre.

2. Cuento sobre los Hijos de la pierna


–Él vendrá más tarde –contestó el niño.

⋅⋅

El padre del niño era el Sol.


–Aquí viene mi padre –gritó el niño al hombre a medida que el
Sol se iba acercando.
El Sol llegó a ellos. Era como un hombre blanco y usaba un som-
brero hecho totalmente de oro, grande y circular. El Sol preguntó al
forastero por su salud y por qué había venido. El hombre le explicó
que se había extraviado y que ya no sabía dónde estaba localizada su
propia tierra.
–Yo conozco tu tierra y te llevaré allá –dijo el Sol.
–Enton­ces iré contigo –dijo el hombre.
El Sol le contestó:
–Ahora no, quédate y ayuda al niño. A mi regreso te llevaré lejos
de aquí.
El niño comenzó a tirar frutas de caimito al agua, y el forastero,
a quien el niño había invitado a ir con él, hizo lo mismo. Tiraron
frutas aquí y allá y todos los peces grandes se acercaron y comieron
las frutas. Esto lo hacían con el fin de que los peces no se comieran
el Sol. Cuando alguna parte del agua quedaba libre de peces el Sol se
sumergía en ella. El Sol partió para el otro mundo.
Cuando regresó el Sol, el hombre le pidió que lo llevara de re-
greso a su casa, y el Sol le prometió hacerlo si el hombre se montaba
en su espalda en el momento en el que saltara al agua. El hijo del Sol
comenzó a tirar frutas como había hecho anteriormente; cuando los
peces se las habían comido el Sol saltó con el hombre en su espalda.
Llegaron a Armía, el mundo inferior. Esta era una bella región con
grandes ríos cuyas orillas tenían playas arenosas y lindísimas cata-
ratas. En la selva vieron gran cantidad de caza. Cuando ya habían
pasado ocho tambos, el Sol dijo:
–Ahora tú te quedas aquí. Más tarde traeré a tu padre.
Por lo tanto dejó al hombre para que se quedara con los «sinculos»,

los habitantes de Armía. Allí permaneció dos semanas. Entonces vi-
nieron los sinculos y le dijeron que los cuna estaban en camino y que
venían a matarlo. El hombre les pidió que le dieran una hoja de palma
III  Literatura wounán

de chonta para hacer un arco y flechas. Estaba ansioso por pelear. A


la mañana siguiente una mujer bajó al río a traer agua y a su regreso
informó que se aproximaban los cuna.
Ellos llamaban cuna a los cangrejos del río.
–Que tontería –dijo el hombre–. En mi tierra estos son alimento.
Entonces los sinculos le dijeron al hombre que los ingleses ven-
drían, y el hombre se preguntó quiénes podían ser ellos. Al mediodía
aparecieron cangrejos en el río, y esos eran los que los sinculos llama-
ban ingleses.
–Pero son una excelente comida –dijo el hombre mientras atrapa-
ba y comía los cangrejos.
Al día siguiente bajó al río a hacer sus necesidades. Había dos
niños mirándolo y le preguntaron cómo lo hacía puesto que ellos no
tenían ano y solo se alimentaban olfateando la comida.
Uno de los niños le pidió al hombre que le hiciera un ano. El
hombre le perforó un hueco, pero solo salió un chorro de aire, puh…
y el niño murió.
–Hazme eso también –suplicó el otro niño–. Yo no me voy a morir.
El hombre también lo perforó y salió un poco de aire; luego este
también murió.
Al día siguiente vino el Sol y se llevó nuevamente al hombre. Via-
jaron muy lejos. Después de haber viajado por un largo tiempo, el Sol
le dijo:
–Escucha, oigo lamentos saliendo de tu tambo, alguien debe haber
muerto.
Era el cuñado del hombre quien había muerto. Se encontró con el
muerto fuera del tambo, y le preguntó quién lo había matado.
–No tuve quién me curara –replicó el muerto.
–Regresemos al tambo –dijo el hombre que acababa de regresar
a su casa.
La gente del tambo le preguntó dónde había estado, y él les contó.
Cuando el hombre salió del tambo y se dirigió a la selva la gente dijo
entre sí:
–Matemos a este que nos chupa la sangre. Molamos un poco de
maíz y lo matamos con eso. 
Molieron el maíz y lo pusieron en una gran vasija de barro donde
también echaron agua. A la media noche, cuando el hombre regresó

2. Cuento sobre los Hijos de la pierna


y estaba profundamente dormido, vaciaron el contenido de la vasija
sobre él. Por la mañana encontraron una gran piedra en el lugar donde
había estado acostado el hombre.
En aquellos días no había insectos. No había nada que lo pudiera
incomodar a uno. La gente destrozó la piedra y los pedazos volaron
por todas partes. Todos los insectos chupadores de sangre tuvieron
su origen en estas esquirlas de piedra. Algunas de estas cayeron en el
agua y se transformaron en sanguijuelas.
Si esta gente no hubiera destrozado la piedra ninguno de estos
chupadores de sangre existiría entre nosotros.
(Wassén, 1988: 99-102)
3. Relato sobre la serpiente

El Sierpe, la serpiente gigante que se tragó una niña


Antiguamente los cholos también vivían en Calima (en el bajo San
Juan). En esa época era costumbre celebrar fiestas donde bebían mu-
cho y que duraban un mes, y un hombre vino de otro lugar con el fin
de unirse a la fiesta de la bebida. En el río se encontró con el Sierpe,
la serpiente gigante, que lo atacó, de manera que tuvo que huir de
allí. Sin embargo, después de un tiempo regresó y encontró un huevo
de Sierpe del tamaño de una calabaza. El hombre cogió el huevo y lo
llevó hasta su tambo, donde lo colgó sobre el humo del fogón.
A los catorce días una pequeña serpiente salió del huevo, pero
para empezar tenía el tamaño del brazo de un hombre. El cholo y su
mujer la alimentaron con maíz. La llamaron Dōtōr-ŭi-ŭi , y cuando
ellos la llamaban salía de detrás del tabique en el tambo para comer.
Comía y comía y crecía tremendamente. Le salieron cuernos como los

de una vaca, pero eran rectos.
Nuevamente la gente del pueblo preparó la fiesta, y el cholo y
su mujer fueron allá. Tan solo su hija permaneció en el tambo. Ella
III  Literatura wounán

estaba menstruando por primera vez y estaba sentada bajo su mosqui-


tero. En la casa no había nadie que alimentara la serpiente y, como no
había recibido alimento durante largo tiempo, se acercó a la niña y se
la tragó.
En el tambo había una lora que hablaba como un ser humano.
¿Qué voy a hacer?», pensó la lora cuando vio que la serpiente se tra-
gaba la niña. Entonces se fue al tambo donde se realizaba la siesta y
contó lo que había pasado. La gente comenzó a interrogar a la lora
y nuevamente les contó lo que había sucedido. La gente regresó al
tambo y encontraron a Dōtōr-ŭi-ŭi detrás de su tabique. La llamaron
pero no salió. La llamaron nuevamente pero la serpiente no se movió.
En la mañana el hombre puso una piedra al rojo vivo y la colocó en
una tabla con un poco de maíz frente a la serpiente. Entonces llamó:
¡Dōtōr-ŭi-ŭi!
Entonces esta salió a devorar el maíz, pero cuando abrió las man-
díbulas el hombre le tiró la piedra al rojo vivo. La serpiente saltó de

. Narrador: Abel Hingímía.


dolor, vomitó, y finalmente espiró. Abrieron su cuerpo con un cuchi-
llo, pero la niña ya estaba muerta.
(Montoya y Cardenal, 1964: 95-96)



3. Relato sobre la serpiente


4. Historias de matrimonios sobrenaturales

Cuento de la culebra (nemkhor)


Antiguamente la serpiente era gente.
Una pareja que solo tenía hijas decidió ir a trabajar arriba en el
río; se fueron río arriba hasta que encontraron tierra virgen que daba
buen cultivo.
El hombre dijo a su familia:
–Aquí nos vamos a quedar a vivir, a trabajar.
El hombre empezó a hacer su tambo y cuando terminó dijo:
–Ahora vamos a rozar monte.
Cuando terminó de rozar empezó a tumbar los palos al suelo;
mientras tanto la mujer estaba en el tambo sola con las hijas. Cuando
llega la cosecha el hombre se va a hacer otros trabajos y la mujer se
encargaba de la casa con sus hijas. Ya las hijas eran jóvenes y bonitas.
Un día apareció un hombre alto, delgado y pintado de jagua, con

la nariz medio planchona, y se enamoró con una de ellas y empeza-
ron a acercarse, cada día más cerca, ocultamente de los papás de la
muchacha. Ese hombre era la culebra. La culebra empezó a gatear a
III  Literatura wounán

la muchacha, empezaron a tener relaciones permanentes como per-


sonas. El hombre solo venía a dormir donde la muchacha; de día no
se veía quién era. Fueron pasando los meses y la muchacha quedó
encinta.
Se sintió ella en embarazo y le dijo al nemkhor (o culebra) que por
qué no se presentaba ante la mamá y el papá…
–Porque cuando me empiece a crecer la barriga, ¿qué le voy a
decir a mis papás?
Entonces la culebra, que es el marido, le contestó:
–Yo no me puedo dejar ver de su papá, porque el día que me
vea… ese día su papá me va matar.
En ese momento la muchacha se dio cuenta [de] que él no era
persona, pero ella siguió con él, con la culebra.
La culebra dijo a la muchacha:
–Yo no vivo lejos, vivo aquí no más. Por eso me doy cuenta de
todo lo que hablan, porque vivo aquí no más; antes écheme más leña

. Narradora: Noraida Conquista.


encima. Cuando le den los dolores de parto váyase por aquí para aba-
jo, [ahí] no más viven mis padres… puede ser de noche o de día, que
mi mamá la atenderá a usted. Pero primero, al llegar, grite duro.
Contesta la muchacha:
–¿Y por quién grito?
Dice la culebra:
–No tiene que gritar por nombre, simplemente tiene que decir
«Tía, tía, tía». A la tercera vez que grite ella va a salir.
Un día el papá de la muchacha madrugó al trabajo a las cinco de
la mañana. Alcanzó a ver a una persona salir del toldillo de su hija, [y
que] se metió debajo de la casa y de allí no salió más. Así fue que el
papá quedó con una duda.
Al día siguiente el papá dijo a la mujer y a las hijas:
–Desde ahora no amontonen más leña debajo de la casa; esta hija
mía no hace más que cortar leña. Ahora yo voy a sacar toda esa leña
para afuera porque esa leña se está pudriendo y por debajo hasta debe
haber culebra. 
Cuando el viejo sacó la leña de debajo de la casa encontró bien
enredada a la culebra. Dice el papá a la muchacha:

4. Historias de matrimonios sobrenaturales


–Yo le dije que aquí había culebra.
Entonces cogió un garrote y la mató. La muchacha cuando vio que
el papá arrastraba la culebra para botarla se quedó triste y pensativa.
Ya los papás de la muchacha sabían que la hija tenía embarazo de
un animal. Tres días después en horas de la noche empezaron a darle
los dolores del parto. Ya los papás se habían acostado y ella hizo como
le había dicho la culebra antes de que el suegro la matara.
Esa noche en la oscuridad cogió el camino de para abajo, llegó a la
parte que le había dicho el difunto culebra y empezó a gritar:
–Tía, tía, tía.
Salió la mamá de la culebra de una raíz donde había unos palos
tumbados, de allá salió ella y contestó:
–Sí, mija. Ya vas a tener a mis nietecitos del difunto de mi hijo.
Vea, encarámese en la rama de ese árbol.
La muchacha se encaramó y empezaron a salir diferentes colores
de culebras, negras, amarillas, verdes, rojas, pintadas… y la abue-
la recibiendo a los nietos. Cuando terminó de parir la muchacha ahí
mismo bajó y se limpió; [dijo] la mamá de la culebra:
–Cuando usted quiera ver a sus hijos pase por aquí, yo con mucho
gusto le muestro a sus hijos.
(Pineda, 2002: 55-60)

Rana
Un viejo vivía con sus dos jóvenes hijos, un día los muchachos
dijeron al papá:
–Papá nosotros nos vamos del caserío, vamos a buscar carne de
monte, aves y pescado, nos vamos con todo y cama.
Se fueron los dos muchachos y llegaron al sitio donde querían
llegar. Pasados tres días estando ellos los dos solitos, uno de ellos dice
a su hermano:
–Ahora que estamos solos los dos, en caso que llegue a aparecer
una mujer donde no hay gente, yo si la perdono.
Y el hermanito le contestó al mayor:

–No hable así, hermano, que es malo decir eso en una cabecera
de río, porque mi papá dice que por aquí en el monte hay animales
malos.
III  Literatura wounán

A la hora de acostarse, el muchacho volvió a decir al hermanito:


–¿Qué tal una muchacha con este frío que hace?
Cada vez que el muchacho decía eso el menor se asustaba. Un día
ya en la noche, que ellos llegaban de pescar, se pusieron a cocinar.
Estando en la cocina sentados salió una bola de tierra de la oscuridad
y enseguida una risa de mujer, entonces dijo el hermano mayor:
–Si son gente entren para la casa.
Asustado, el hermanito respondió:
–No diga así que esa risa no es de gente; por aquí no hay nadie,
solo nosotros dos.
Vuelve y dice el mayor:
–Qué animal va a ser, si son gente. Entren para la casa para que
nos ayuden a cocinar.
Después de un rato subieron para la casa, eran dos muchachas

. Narradora: Noraida Conquista. Terjú: damagua, corteza de árbol que


se utiliza como tela para colocar en el piso y dormir sobre ella. Paruma:
falda de envolver a la cintura. Bullería: bulla, ruido, juego y risa,
gritería. Planchona: chata. Champa: canoa. (Nota del original).
hermosas con cabello largo y negro, vestidas con paruma de color ver-
de; el cuerpo era blanco y la nariz planchona.
Llegaron a la casa, empezaron a cocinar y dijo el hermano mayor:
–Echen sal a la comida.
Ellas contestaron:
–Nosotras no comemos sal.
El hombre contestó:
–Nosotros sí gustamos la sal.
El hermano probó el caldo, que estaba simple, y dijo:
–Yo no como esa comida.
Al final no comieron.
Bueno, ahora sí el muchacho empezó a abrazar a la muchacha y se
pusieron a reír; y la otra con el hermanito, pero él no se dejaba tocar.
Entonces el hermano mayor le dice al hermanito:
–No sea pendejo. Acepte a esa mujer que usted es un hombre.
Además ellas no son animales, son gente como nosotros.
El hermanito contestaba: 
–Por acá qué gente va a haber. Yo tengo miedo de lo que está ha-
ciendo usted. Yo no voy a acostarme con esa mujer, esa no es gente.

4. Historias de matrimonios sobrenaturales


Cuando ya se iban a acostar el menor buscó para dormir al herma-
no mayor, pero este le dijo:
–Conmigo no vas a dormir, porque yo voy a dormir con ella… Y
usted también vaya a dormir con la suya, no sea pendejo.
Entonces él se echó a llorar.
El mayor se acostó con una muchacha y el otro se quedó solo
escuchando la bullería de su hermano. Estando sentado vino la otra
muchacha y empezó a molestar, lo cogía, lo arañaba, lo abrazaba. El
muchacho se iba de allí y ella lo seguía.
Cuando amaneció el hermanito menor bajo al río. Cogió la cham-
pa y cuando ya la estaba empujando para el agua llegó la muchacha
diciendo que la llevara, [pero] con más fuerza empujó la champa y se
alejó solo dejando al hermano solo con esa mujer.
Después de una luna llegó el hermano mayor donde el papá a pre-
guntar si le aceptaba la mujer que había conseguido, el papá le dice:
–¿Y dónde está esa mujer?
Pero ya el viejo sabía lo que estaba pasando porque el hermanito
se lo había contado todo. Siguió el mayor:
–Yo la dejé arriba porque tenía que preguntar primero a usted.
Y el viejo respondió:
–Vaya la trae.
Y ahí mismo se fue el muchacho a traer a la mujer. Cuando llegó a
donde la había dejado ya no estaba allí, se había ido. Empezó a buscar
alrededor de ese monte; no la encontró y se vino para la casa del viejo.
Después de que pasó lo que pasó, el viejo se puso a vigilar al mu-
chacho. En ese tiempo los que ponían cuidado a sus hijos eran los
papás. Y en la noche cuando ya se iban a costar todos llegó la rana
donde el marido, y el viejo escuchó al hijo hablando con una voz de
muchacha. El joven en la mañana cogía el toldillo y doblaba bien el
terjú. Todos los días hacía lo mismo.
Un día dijo el viejo:
–Hoy no voy para ninguna parte porque amanecí enfermo.
Y dijo el mayor:
–Papá yo voy a montiar, estoy llegando por ahí por la tarde –y se

fue el muchacho.
Cuando el muchacho volteó por el camino al momentico el viejo
empezó a esculcar en la cama del hijo; sacó el toldillo, lo desenvolvió,
III  Literatura wounán

fue mirando bien. Desenvolvió la damagua, fue mirando bien y en-


contró una rana dentro del toldillo y ahí mismo la mató.
El muchacho como que ya presentía que a la rana la iba a matar
el papá. Antes de medio día se regresó para la casa. Cuando llegó en-
contró en la escalera a la rana muerta y ahí mismo empezó a llorar. El
papá, al verlo, le dijo:
–Esa era la mujer que usted decía.
El muchacho le respondió:
–Papá usted nunca me dejo coger a una mujer, usted no me dejaba
coger.
El papá cogió al muchacho, lo castigó y dijo:
–No era para que usted durmiera con un animal, porque aquí en
el pueblo hay mujeres.
Por eso entre los wounán no se puede tener a las hijas o a los hijos
por mucho tiempo solos en la comunidad o en las cabeceras de los
ríos.
(Pineda, 2002: 23-26)
Nutria
Antiguamente la nutria era gente.
Los wounan vivían en las cabeceras de los ríos. Una pareja tenía
una muchacha joven. En ese tiempo había muchos animales que se
convertían en gente, entonces una nutria se enamoró de esa muchacha
y ella también se enamoró de él.
En ese tiempo no existía otra gente que viviera cerca de ellos, sola-
mente esa familia. Un día la muchacha bajó sola al río, ya empezaba la
noche; cuando iba caminando por la playa se encontró con un joven,
este hombre era de cabello negro y cuerpo hermoso, no flaco. Enamo-
ró a la muchacha y desde allí empe­zaron a tener relaciones ocultas.
Fueron pasando los días y entonces la muchacha dijo al joven:
–Voy a decirle a mis padres para juntarme con usted.
Él dijo que sí. Después que ella les dijo a los padres y se hizo pú-
blico. Estando viviendo en la casa con ella nunca permanecía en el día,
se mantenía pescando; regresaba en la tarde y trayendo un arrume de
pescado en la champa. 
Un día el suegro quería saber donde pescaba el yerno; se fue persi-
guiéndolo atrás hasta llegar a una playa grande en donde había dejado la

4. Historias de matrimonios sobrenaturales


champa. El suegro arrimó también allí y fue despacio mirando. El joven
caminó por la playa y más arriba encontró un charco grande y clarito
como un cristal; cuando llegó allí, el joven se fue convirtiendo en nutria.
El suegro vio lo que vio y regresó a la casa diciendo a la hija:
–El joven que vive con usted no es gente, es nutria. Ahora que
venga en la tarde lo voy a matar.
La hija empezó a llorar por el marido y se adelantó a esperarlo,
cuando lo vio le dijo:
–Mi papá te va a matar.
Desde ahí la nutria nunca más volvió a la casa.
(Pineda, 2002: 73-74)

La mujer y el sábalo
Un indígena con su mujer tenían una jovencita que por mucho
andar el tiempo le cogió la madurez. Le gustaba mucho el trabajo y se

. Narradora: Noraida Conquista.


iba solita a rozar caña y a conseguir leña. Una vez, cuando ella llegó
a la casa, se fue a bañar pero se bañaba muy distinto, pues se tiraba
al agua palmoteando como a una tambora. Palmoteaba en el agua, y
a las tres veces llegaba un sábalo primero muy lejitos, a la otra vez ya
llegaba más cerca, y a la tercera vez ya llegó más cerca y le fue pasando
por la mitad de las piernas a la muchacha.
El papá muy curioso dijo:
–¿Esta muchacha cómo aprendió a tocar con las manos?
Y un día le dijo a su mujer:
–Apenas ella se vaya, usted va a ensayar lo mismo.
Y fue verdad. Se fue al agua haciendo lo mismo que la hija, y al
rato vino el sábalo y ella con miedo preguntaba si el pescado iba a
morder.
Entonces dijo:
–Ya vino el sábalo, pero vamos a conseguir un chuzo para matarlo.
Ese día pasó al otro día y llegó la muchacha y se fue a bañar otra

vez con la forma de bañar que siempre lo hacía y se mantenía con el
sábalo que pasaba por mitad de la muchacha; y a las tres veces se iba.
Apenas se fue la muchacha a trabajar, bajó la mamá, y cuando tocó el
III  Literatura wounán

agua vino el sábalo y el hombre lo chuzó.


Era un sábalo grande y lo sacaron y lo cocinaron. Cuando la mu-
chacha llegó se fue a bañar y como el sábalo no llegó se puso triste.
El papá le dijo:
–Venga que ya tenemos comida, es pescado.
Ella dijo que no tenía hambre y pensaba si su pescadito no estaba
ahí cerca.
Al otro día hizo otra vez, y nada. A las tres veces dijo:
–Me mataron el pez.
Lo quería mucho, y ella se dio cuenta cuando estaba hirviendo la
olla que le habían matado a su esposo. Y le dijo al papá:
–Ese era mi novio que más tarde íbamos a tener un pescadito con
él. Si no lo hubiera matado hubiéramos tenido muchos sábalos.
(Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, 1998: s/p)
5. Un cuento de animales

El sapo y la araña en una fiesta


El sapo era un músico y la araña era bailarina. Una noche la araña
iba a bailar. El sapo le preguntó:
–¿Donde va a ser el baile? Yo sé tocar música y quiero ir contigo.
–Está bien –dijo la araña y se fueron juntos.
Finalmente la araña acabó de vestirse. El sapo estaba sentado si-
lencioso en una esquina y miraba a la araña mientras bailaba. Enton-
ces la araña dijo:
–Mi amigo el sapo es músico, y él tocará si le dan algo de beber.
Cuando el sapo ya había tomado algo comenzó a tocar el tambor,
pero ya la araña no quería bailar más [y] se fue, dejando al sapo.
Cuando la fiesta hubo terminado los vampiros rodearon la choza.
–Aquí hay alguien que aún no se ha ido –dijo uno de ellos cuando
vio al sapo.
Tiraron al sapo fuera y este cayó en un hueco que había en el 
suelo. Entonces el sapo llamó a la araña para que lo ayudara, esta vino
y tejió un hilo muy largo para el sapo, pero cuando comenzó a trepar

5. Un cuento de animales
el hilo se reventó, el sapo cayó al suelo y se aplastó. Desde entonces
todos los sapos son aplastados.
(Wassén, 1988: 99)

. Narrador: Abel Hingímía.


6. Cuentos del conejo

El jaguar y el conejo
El jaguar estaba paseando por un caminito en la selva y se encon-
tró con una tortuga. Inmediatamente agarró la tortuga con el fin de
devorarla, pero la tortuga le dijo:
–No tío, no puedes comerme de esta manera. Te voy a mostrar cómo
debes hacerlo. Debes conseguir un palo y me golpeas en la espalda.
El jaguar procedió a hacerlo, pero tuvo que soltar la tortuga mien-
tras cortaba un palo. Inmediatamente la tortuga se deslizó en el agua
y se salvó.
Después de eso el jaguar se encontró con un conejo en la selva. El
conejo estaba mordiendo un queso.
–¿Que estás comiendo? –preguntó el jaguar–. ¿Está bueno?
–Sí, prueba un poco.
El jaguar probó y, cuando se dio cuenta [de] que sí estaba bueno,

le preguntó dónde se conseguía.
–En un pozo cerca del río. Me até un bejuco alrededor del cuerpo,
salté, y pesqué uno –contestó el conejo.
III  Literatura wounán

–Haré lo mismo –dijo el jaguar, que entonces se ató fuertemente


un bejuco alrededor de su cuerpo. Y el conejo lo tiró al agua.
El jaguar casi se ahoga en el agua. Estuvo durante un día tratando
de recuperar sus fuerzas.
–Ahora voy a matar al conejo –pensó y fue tras sus huellas.
Finalmente encontró al conejo, que estaba comiéndose una fruta
de taparo.
–¡Oh, tío. No me mates! –suplicó el conejo–. ¿Te gustan estas
frutas?
Le dio un pedazo al jaguar para que probara y este preguntó al
conejo cómo la había conseguido.
–Me abrí mi escroto de esta manera –le explicó el conejo y enton-
ces cogió una piedra y se dio un fuerte golpe entre las piernas, donde
había colocado una fruta de taparo.
El jaguar, después de verlo, hizo lo mismo: cogió la piedra y se
golpeó con todas sus fuerzas el escroto para abrirlo en dos.

. Narrador: Abel Hingímía.


Después de esto el jaguar estuvo muy enfermo y se acostó durante
mucho tiempo sin poder comer ni moverse. Cuando se recuperó salió
de nuevo a buscar el conejo para matarlo, pero se había ido hacia las
montañas. El jaguar capturó al conejo y estaba listo para comérselo
cuando este gritó:
–¡Querido tío, no me mates! Soy muy pequeño y no tengo mucha
carne en mis huesos. No soy alimento para ti ya que necesitas mucha
comida. Yo tengo una vaca: esa sí es como para ti, y te la regalo.
El jaguar estuvo de acuerdo y se fueron a buscar la vaca del conejo.
Cuando llegaron el conejo dijo:
–Tengo dos vacas. Primero te tiraré una negra. Agárrala, pero no
la comas.
El conejo tenía una gran piedra a la mano. La tiró al jaguar y él tra-
to de agarrarla pero quedó totalmente aplastado. Entonces el jaguar
tuvo que acostarse por cuatro meses. Después de esto volvió a buscar
al conejo, pero no logró hallarlo. El conejo se había ido a un viaje muy
lejos. En su viaje se encontró con un hombre que estaba ahuecando un 
tronco para hacerse una canoa. El hombre dijo:
–En mi tambo tengo un hacha mejor.

6. Cuentos del conejo


–Yo voy y se lo traigo –dijo el conejo mientras saludaba.
Se le permitió acostarse con la hija y después se acostó con la mu-
jer. Luego se fue. Como el hombre estaba esperando el hacha y el
conejo nunca regresó, él mismo fue a buscarla.
–¿Tú mandaste al conejo a acostarse con nosotras? –preguntó la
mujer.
Entonces el hombre comprendió cómo el conejo lo había engaña-
do y salió a vengarse. Visitó muchos pueblos, pero en todos le decían
que el conejo ya había pasado por allá. El hombre continuó con su
búsqueda. Durante muchos días siguió las huellas del conejo y final-
mente lo encontró.
Cuando el conejo vio al hombre que se le acercaba mató un ani-
mal, hizo un saco para la sangre y se puso la piel encima. «Ahora lo
mataré», pensó el hombre, y vio al conejo dentro de la piel, y le ente-
rró el cuchillo. El conejo soltó un poco la sangre del animal haciéndola
correr, aunque él no estaba herido. Entonces el conejo salió de la piel.
El hombre le preguntó:
–¿Tú no te mueres cuando la sangre está saliendo de tu cuerpo?
El conejo contestó:
–Yo puedo resistir que me apuñalen con un cuchillo –y tomó el
cuchillo del hombre y lo enterró en la bolsa de sangre que tenía es-
condida en el pecho debajo de la ropa. La sangre brotó–. Tú también
puedes hacerlo –dijo el conejo al hombre.
Este último tomó el cuchillo, se lo enterró en el pecho y cayó
muerto.
El conejo se alejó del lugar y se fue al pueblo de las hormigas, por
donde no podía pasar porque las hormigas querían comérselo. Enton-
ces se envolvió en una hoja del tipo que las hormigas solían comer. Las
hormigas se comieron la hoja y por lo tanto él pudo pasar por su pueblo.
Llegó a un río. En la orilla opuesta había un pueblo, pero el conejo
no podía cruzar puesto que no tenía canoa. Entonces llamó al caimán
y le pidió que lo llevara al otro lado, pero le advirtió:
–Tú no debes comerme.
El caimán le prometió que no lo haría y entonces el conejo se trepó

en su espalda. El caimán nadó hasta el otro lado, pero no se atrevió a
ir justo hasta la orilla.
–Acércate más –le dijo el conejo y finalmente estuvieron lo
III  Literatura wounán

suficien­temente cerca a la orilla como para que el conejo saltara a tie-


rra. En el salto, le pegó al caimán en la cabeza con su hacha. Desde
entonces el caimán tiene una señal en la parte alta de la cabeza.
El conejo empezó a andar hacia el pueblo. En el camino encontró
una trampa que debía pasar. Consistía de una gran hacha lista para
caer. Cuando el conejo corrió por debajo de ella el hacha cayó y le
cortó un pedazo de su parte trasera. Este es el motivo por el cual hoy
día el conejo tiene la cola mocha. De hecho, desde entonces se con-
virtió en conejo.
(Wassén, 1988: 96-98)

El conejo, la guagua y el tigre


El conejo de monte (o guatín, es decir, el agouti, Dasyprocta agou-
ti) se fue a caminar con el tigre. Entonces encontró a la guagua […]

. Narrador: Joséerme Ismare Barrigón. Lugar: Noanamá.


Traductor: Elía Barrigón. Fecha: 23 de febrero de 1955.
rozando «colino» (planta pequeña del plátano). Entonces dijeron el
conejo y el tigre a la guagua que les diera trabajo pagándoles a 1,50 el
día. Como no cargaban sus machetes, solo uno chiquito, se regresaron
a sus casas. Entonces el conejo dijo al tigre que trajera su machete y su
comida cocida de la casa.
Se fueron (después) y llegaron a un charco profundo, y enton-
ces el conejo dijo al tigre que botara su comida en el charco y que
él mismo iba a botarla también. Cuando el tigre botó la comida el
conejo cogió un pedazo de palo viejo para hacer creer al tigre que él
también botaba su comida. Después el conejo dijo al tigre que botara
su machete; mientras [tanto], él mismo cogió un palo viejo y lo tiró
haciendo creer al tigre que lo había botado también, mientras lo lleva-
ba escondido con su comida.
Cuando el tigre vio que el conejo le había hecho botar su comida y
su machete ya iba un poco enojado, pero sin mostrar al conejo que iba
bravo. Siguieron y se fueron caminando un poco hasta que llegaron a
donde había muchos taparos. 
El conejo se fue un poquito adelante, cogió su machete y un tapa-
ro, lo partió y escondió su machete. Después llegó el tigre y entonces

6. Cuentos del conejo


el conejo le dijo:
–Bueno, tío Tigre, vamos a partir un taparo para comer.
El tigre contestó:
–¿Cómo lo parto si no tengo machete?
El conejo dijo que era muy fácil, que vería cómo lo iba a partir él.
Cogió un taparo y lo puso encima del «huevo», le dio un puñetazo y el
tigre vio cómo lo partía. Entonces el tigre cogió otro taparo y lo puso
encima de su «huevo». Dio un puñetazo sobre el taparo que estaba
encima del «huevo» y cuando le dio el golpe el tigre se privó. El conejo
se puso a reír del tigre. Al volver en sí, [el conejo] le brindó el taparo
al tigre, que no lo comió, estaba adolorido.
Después se fueron juntos a la guagua. Cuando llegaron allá donde
la guagua, dijo el tigre que había un puerco grande debajo de la casa.
Por el agravio que le había hecho el conejo a él (pensaba) en matar
al puerco por la noche recogiendo toda la sangre y echándola en la
cama del conejo. Muy por la mañana se fue la guagua a contar sus
animales. Contaba las gallinas, estaban completas. Después contaba
los puercos… faltaba uno. La guagua vino al tigre preguntando, pero
él dijo que no sabía. Dijo a la guagua que revisara las camas, porque el
que tuviese la sangre en su cama debería saber del puerco. Entonces
la guagua revisó las camas y encontró la sangre en la cama del conejo.
Lo mató y lo partió en la mitad y lo mandó a ser ahumado. Después
lo mandaron a la familia del conejo diciendo que (el último) estaba
alentado, enviaba sus saludos y que en la otra semana vendría con su
compañero, el tigre. Cuando la carne llegó ante la madre del conejo
esta se puso a sacarla parte por parte. Debajo estaba la cabeza del
conejo. Su madre se puso a llorar y se privó, y de eso murió la vieja.
(Wassén, 1963: 64-66)

Otro cuento del conejo engañador


El guatín o conejo tenía una palma abierta para coger unos rato-
nes. Entonces el conejo mandó que el tigre metiera la mano para coger
los ratones. Cuando el tigre metió la mano, el conejo sacó el hacha y el

tigre se puso a gritar por el dolor de la mano. El conejo se fue corrien-
do y el tigre después de sacar la mano se puso a perseguir al conejo
para cogerlo y comérselo.
III  Literatura wounán

Entonces, cuando lo cogió, el conejo se puso a darle queso de co-


mer (al tigre) y le reclamaba diciendo que se largara y que no lo mata-
ra. El tigre le preguntó al conejo dónde lo había visto. El conejo dijo
que él lo había visto en una ciénaga y que lo que blanqueaba allá deba-
jo del agua era queso. El tigre preguntó cómo hacer para traer el queso
de allá. Entonces el conejo le dijo que él había mandado amarrar a otra
persona de pies y manos a una piedra pesada. Mandó una cuerda para
que le amarraran y lo tiraran a la ciénaga. Le dijo el conejo que cuando
se le fuera acabando la respiración meneara la cuerda.
Entonces cuando el tigre estuvo meneando la cuerda, porque ya se
estaba ahogando, el conejo se puso a reír y no lo sacó. Se fue corriendo,
y como no sacó al tigre, este se puso a bregar hasta que salió encima, ya
cansado, casi para morir. Cuando se restableció siguió atrás del conejo
para cogerlo y matarlo. Cuando el tigre lo encontró [y] lo iba a coger, el
conejo le dijo que no le cogiera a él, que él no había sido. Posiblemente

. Narrador: Miguellarce Conquista. Lugar: Río


Paidó. Fecha: 27 de febrero de 1955.
sería alguno de la familia, ya que todos ellos eran muy parecidos el uno
al otro. El conejo dijo al tigre que si lo cogía y se lo comía no se iba a
llenar con él, porque era muy chiquito, pero que le iba a dar otra comi-
da más grande: un venado. Entonces él [le] dijo al tigre que esperara la
comida grande debajo de la loma, que de arriba se la iba a tirar. Cuando
le iba a tirar la comida desde la loma gritaba:
–¡Tigre, ahí va!
Pero cuando el tigre recibió la comida, esta no era comida, era un
trozo de peña que le resquebrajó todo el pecho.
Cuando el tigre se alentó siguió con la idea de coger al conejo y
comérselo. Entonces se usaba de la mentira que había muerto, para
poder coger al conejo y para que llegaran todos los otros animales,
porque sabía que el conejo también vendría. Cuando los otros animales
ya estaban reunidos, la mujer del tigre se sentó a llorarlo encima. En-
tonces llegó el conejo, pero no quiso entrar a la sala, solo se sentó en el
corredor preguntando si era cierto que el tigre había muerto. Preguntó
si el tigre había peído al morir. Entonces le dijeron que no había peído. 
El conejo se puso a reír diciendo que no estaba muerto el tigre y se fue
corriendo.

6. Cuentos del conejo


Cuando el tigre vio que el conejo se había ido, se levantó viendo
que no había podido cogerlo de esa manera. Se puso a pensar y dijo
a su mujer que iba a secar toda el agua. Cuando secó el agua, solo se
podía conseguir agua donde él estaba. Entonces todos los animales,
aves y terrestres, vinieron a tomar agua donde el tigre. El conejo se
puso a pensar en la manera de llegar a tomar agua de allí. Después de
haber pensado, se llenó todo el cuerpo de brea y se revolcó un poco
en hojarasca y todas estas hojas se le fueron pegando al cuerpo. Todo
esto lo hizo engordar y aparentar como un animal muy grande, y al
caminar hizo mucho ruido. Entonces se fue donde el tigre para tomar
agua. Desde una distancia larga se oía el ruido. Entonces dijo la mujer
del tigre:
–Marido, ese es el diablo –y que se tiraran al monte.
El tigre preguntaba qué animal era ese. El conejo le contestó que
era el «Hojarascal del mundo». Entonces el tigre dijo que a ese animal
no lo esperaba y se iba al monte a esconderse porque no conocía a ese
hombre.
Cuando venía Hojarascal del mundo cerca del tigre, este se brincó
al monte para esconderse. Entonces, mientras que el tigre se brincó al
monte, el conejo llegó, tomó agua de su placer y se puso a reír. Se sacó
todas las hojas gritando al tigre que no era Hojarascal del mundo, ¡sino
que era el conejo! Se fue el conejo a su monte y nunca el tigre pudo
vengarse de todo lo que él le había hecho.
(Wassén, 1963: 66-68)


III  Literatura wounán

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