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Un regalo sin igual

EL SACAPUNTAS con forma de barco que Jordan tiene en la mano no parece gran cosa. Sin
embargo, es una de sus posesiones más preciadas. Él cuenta: “Me lo regaló Russell, un viejo
amigo de la familia, cuando yo era niño”. Tras la muerte de Russell, Jordan se enteró de lo
importante que había sido aquel amigo en la vida de su abuelo y de sus padres, y de cuánto
los había ayudado en momentos difíciles. “Ahora que conozco más detalles de él, su
pequeño regalo tiene más valor que nunca”, dice Jordan.
Esta experiencia ilustra que un regalo que quizás para alguien tenga poco o ningún valor,
para una persona agradecida puede llegar a ser muy valioso, algo único. En la Biblia se
menciona un regalo de valor incalculable con estas conocidas palabras: “Tanto amó Dios al
mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido,
sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16).
¡Un regalo que puede dar vida eterna a quien lo recibe! ¿Podría haber un obsequio más
valioso? Aunque algunas personas no lo consideren así, para los cristianos verdaderos es
“precioso”, de mucho valor (Salmo 49:8; 1 Pedro 1:18, 19). Pero ¿por qué ofreció Dios la
vida de su Hijo como regalo para la humanidad?
El apóstol Pablo lo explica así: “Por medio de un solo hombre el pecado entró en el
mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres”
(Romanos 5:12). El primer hombre, Adán, pecó al desobedecer a Dios a propósito y por eso
fue castigado con la pena de muerte. Por culpa de Adán, su descendencia —toda la
humanidad— heredó la muerte.
“El salario que el pecado paga es muerte, pero el don que Dios da es vida eterna por
Cristo Jesús nuestro Señor” (Romanos 6:23). A fin de rescatar al ser humano de la condena
a muerte, Dios envió a la Tierra a su Hijo, Jesucristo, para que sacrificara su vida humana
perfecta por toda la humanidad. Gracias a ese sacrificio, conocido como “el rescate”,
quienes pongan fe en Jesús tendrán vida eterna (Romanos 3:24).
Al hablar de las bendiciones que Dios da mediante Jesucristo a quienes le sirven, el apóstol
Pablo dijo: “A Dios vayan las gracias por su indescriptible dádiva gratuita” (2 Corintios
9:15). En efecto, el rescate es un regalo tan extraordinario que no hay palabras para
describirlo.

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