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October 21,
2018
«No nos retiraremos, mantendremos la palabra dada. Evacuar ahora Vietnam nos obligaría
a acudir muy pronto a otro campo de batalla. Es un deber nacional, una promesa que yo,
como presidente, mantendré». Lo que Lyndon B. Johnson le estaba diciendo al mundo en
esta conferencia recogida por ABC de la universidad John Hopkins de Baltimore, en abril de
1965, es que Estados Unidos no iba a retirarse de aquella guerra. No le importaban los
reveses ni el coste político. Estaba tan convencido, que sacó pecho y aseguró: «No nos
derrotarán, no nos cansaremos».
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Más de 3.000 marines acababan de desembarcar en Da Nang y Estados Unidos buscaba
ahora el apoyo militar de diferentes países para lanzarse
con todo sobre Vietnam. Quería la guerra total. Su
secretario de Defensa, Robert McNamara, estaba
convencido de que solo así podrían cerrar aquel episodio
antes de las Navidades con una victoria aplastante. Para
ganarse a esos aliados, la Casa Blanca fingió un ataque
sobre su destructor «USS Maddox» que, años más tarde,
quedó demostrado por los «Papeles del Pentágono» que
no había existido. Pero no importó, porque en ese
momento le sirvió como pretexto para justificar la
intervención abierta con todo el potencial militar posible. Lyndon B. Johnson, en 1964
Una intervención que iba a suponer, con el envío de más
de 500.000 soldados, la mayor movilización militar del
país desde la Segunda Guerra Mundial.
Uno de los primeros países a los que pidió ayuda fue España, como buen enemigo del
comunismo que sabía que era. Además, Franco se había convertido en un aliado fiable con
la firma de los acuerdos con el presidente Dwight D. Eisenhower en 1959, por los que
Estados Unidos trajo sus primeras bases militares a la Península Ibérica. Jhonson le envió
una carta al jefe de Estados español, convencido de que no se encontraría un «no» por
respuesta.
La petición de Johnson
En esta misiva, fechada el 26 de julio de 1965, el presidente americano le dice cosas como:
«A lo largo de estos últimos días he estado revisando la situación a la luz de recientísimos
informes procedentes de mis colaboradores de mayor confianza. Aunque aún no se han
adoptado decisiones definitivas, puedo decirle que será necesario incrementar las Fuerzas
Armadas de los Estados Unidos en un número que podría igualar, o ser superior, al de los 80.000
hombres [...]. En esta situación debo expresarle mi profunda convicción personal de que las
perspectivas de paz en Vietnam aumentarán en la medida que los necesarios esfuerzos de
Estados Unidos sean apoyados y compartidos por otras naciones que comparten nuestros
propósitos y preocupaciones. Sé que su Gobierno ha mostrado ya su interés y preocupación
concediendo asistencia. Le pido ahora que considere seriamente la posibilidad de incrementar
dicha asistencia mediante métodos que indiquen claramente al mundo (y especialmente a Hanoi)
la solidaridad del apoyo internacional a la resistencia contra la agresión en Vietnam [...].
Sinceramente, Lyndon B. Johnson.»
El presidente demócrata estaba muy seguro de sí mismo, quizá motivado por el éxito que
estaban teniendo sus políticas internas. Ese mismo año había logrado que se aprobaran
muchos de sus programas sociales, algunos tan importantes como las viviendas de bajo
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coste, una ayuda federal para la educación, las artes y las humanidades, un seguro de salud
para los ancianos ( Medicare), otro para los más desfavorecidos (Medicaid) y, sobre todo, la
famosa La Ley de Derecho al Voto, por la que millones de afroamericanos pudieron, por fin,
acudir a las urnas. Su objetivo era construir una nación
donde todos los ciudadanos tuvieran las mismas
oportunidades y una buena calidad de vida.
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además de militar, era calificado como «el primer vencedor contra el comunismo». Aún así,
la ayuda militar no llegó, pero España envió a cambio una delegación de médicos y
sanitarios. Fue la primera misión de paz de nuestras Fuerzas Armadas en el siglo XX.
De lo que no cabe duda es de que el líder del mundo libre no tuvo en consideración las
palabras del español y, diez años después, con Nixon ya en el poder, Estados Unidos se veía
obligado a abandonar la guerra derrotado y afectado por una profunda crisis moral.
Consciente de fracaso que estaba viviendo en Vietnam antes de abandonar la Casa Blanca,
el presidente Johnson renunció a presentarse a la reelección en 1968.
ABC
Por otra parte, aunque reconociendo la insoslayable cuestión de prestigio que el empeño
pueda presentar para vuestro país, no se puede prescindir de pensar las consecuencias
inmediatas del conflicto. Cuanto más se prolongue la guerra, más se empuja a Vietnam a ser
fácil presa del imperialismo chino, incluso suponiendo que se pueda quebrantar la fortaleza
del Vietcong. Subsistirá mucho tiempo la acción larvada de las guerrillas, que impondrá la
ocupación prolongada del país en que siempre seréis extranjeros. Los resultados, como
veis, no parecen estar en relación con los sacrificios
Es preciso no perder de vista estos hechos. Las cosas son como son y no como nosotros
quisiéramos que fueran. Se necesita trabajar con las realidades del mundo nuevo y no con
quimeras. ¿No es Rusia una realidad con la que ha habido que contar? ¿No estaremos en
esta hora sacrificando el futuro a aparentes imperativos del presente? A mi juicio hay que
ayudar a estos pueblos a encontrar su camino político, lo mismo que nosotros hemos
encontrado el nuestro.
Ante estos hechos nuevos no es posible sostener la rigidez de las viejas posiciones. Una
cosa es lo que puedan acordar las grandes naciones en Ginebra y otra el que tales
decisiones agradan a los pueblos y se conformen con ellas. Es difícil de defender en el
futuro y ante los ojos del mundo esa división artificial de los países que sí fue conveniente
de momento dejará siempre abierta una aspiración a la unidad.
Comprendo que el problema es muy complejo y que está presidido por el interés
americano de defender a las naciones del Sudeste asiático de la amenaza comunista; pero
siendo ésta de carácter eminentemente político, no es sólo por la fuerza de las armas cómo
esta amenaza puede desaparecer.
Al observar, como hacemos, los sucesos desde esta área europea, cabe que nos
equivoquemos. Guardamos, sin embargo, la esperanza de que todo pueda solucionarse ya
que en el fondo los principales actores aspiran a lo mismo; los Estados Unidos a que el
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comunismo chino no invada los territorios del sudeste asiático; los estados del sudeste
asiático a mantener a China lo más alejada de sus fronteras; Rusia, a su vez, a que su futura
rival, China, no se extienda y crezca; Ho Chi Minh, por su parte, a unir el Vietnam en un
Estado fuerte y a que China no lo absorba.
No conozco a Ho Chi Minh, pero por su historia y sus empeños en expulsar a los japoneses,
primero; a los chinos, después, y a los franceses más tarde, hemos de conferirle un crédito
de patriota, al que no puede dejar indiferente el aniquilamiento de su país. Y dejando a un
lado su reconocido carácter de duro adversario, podría ser, sin duda, el hombre que
necesita Vietnam
En este interés superior de salvar al pueblo vietnamita y a los pueblos del sudeste asiático,
creo que vale la pena de que todos sacrifiquemos algo.
Francisco Franco.
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